Muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa... en el Reino de los Cielos
- 03 Diciembre 2018
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Francisco Javier, Santo
Memoria Litúrgica, 3 de diciembre
Sacerdote misionero Jesuita
Martirologio Romano: Memoria de san Francisco Javier, presbítero de la Compañía de Jesús, evangelizador de la India, el cual, nacido en Navarra, fue uno de los primeros compañeros de san Ignacio que, movido por el ardor de dilatar el Evangelio, anunció diligentemente a Cristo a innumerables pueblos en la India, en las Molucas y otras islas, y después en el Japón, convirtiendo a muchos a la fe. Murió en la isla de San Xon, en China, consumido por la enfermedad y los trabajos (1552).
Etimologícamente: Francisco = "el abanderado", es de origen germano.
Etimologícamente: Javier = "aquel que vive en casa nueva", es de origen eusquera (lengua autóctona hablada en el País Vasco).
Fecha de beatificación:: 25 de octubre de 1619 por S.S. Paulo V
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por S.S. Gregorio XV
Breve Biografía
Francisco de Jasu y Xavier (nacido en el castillo de Xavier, en España, en 1506), correspondiendo a las esperanzas de sus padres, se graduó en la famosa universidad de París. En estos años tuvo la fortuna de vivir codo a codo, compartiendo inclusive la habitación de la pensión, con Pedro Fabro, que será como él jesuita y luego beato, y con un extraño estudiante, ya bastante entrado en años para sentarse en los bancos de escuela, llamado Ignacio de Loyola.
Ignacio comprendió muy bien esa alma: “Un corazón tan grande y un alma tan noble” -le dijo- “no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que brilla eternamente”. El día de la Asunción de 1534, en la cripta de la iglesia de Montmartre, Francisco Javier, Ignacio de Loyola y otros cinco compañeros se consagraron a Dios haciendo voto de absoluta pobreza, y resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera, poniéndose a la total dependencia del Papa.
Ordenados sacerdotes en Venecia y abandonada la perspectiva de la Tierra Santa, emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Sin embargo, fue a los 35 años de edad cuando comenzó su gran aventura misionera. Por invitación del rey de Portugal, fue escogido como misionero y delegado pontificio para las colonias portuguesas en las Indias Orientales. Goa fue el centro de su intensísima actividad misionera, que se irradió por un área tan vasta que hoy sería excepcional aun con los actuales medios de comunicación social: en diez años recorrió India, Malasia, las Molucas y las islas en estado todavía salvaje. “Si no encuentro una barca, iré nadando” decía Francisco, y luego comentaba: “Si en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar”.
Después de cuatro años de actividad misionera en estas islas, separado del mundo civilizado, se embarcó en una rústica barca hacia el Japón, en donde, entre dificultades inmensas, formó el primer centro de cristianos. Su celo no conocía descansos: desde Japón ya miraba hacia China. Se embarcó nuevamente, llegó a Singapur y estuvo a 150 kilómetros de Cantón, el gran puerto chino. En la isla de Shangchuan, en espera de una embarcación que lo llevara a China, cayó gravemente enfermo. Murió a orillas del mar el 3 de diciembre de 1552, a los 46 años de edad.
Fue canonizado el 12 de marzo de 1622 junto con Ignacio de Loyola, Felipe Neri,Teresa de Jesús y el santo de Madrid, Isidro. ¡Buen grupo formado por cuarteto español y solista italiano!
Es patrono de las misiones en Oriente y comparte el patronato universal de las misiones católicas con Teresa de Lisieux.
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Reportaje de Jesús Martí Ballester sobre San Francisco Javier
La brújula que debe orientarte: el amor.
Santo Evangelio según San Mateo 8, 5-11. Lunes I de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme la humildad para reconocerte aun cuando estoy bajo la autoridad de otro.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio del día te invita a reconocer la grandeza de Dios ante tu realidad.Es interesante ver cómo en este coloquio el centurión llama Señor (latín: Domine;Griego:κ?ριε – Kyrie) a Jesús y le pide por su hijo (vulgata Clementina: puermeus) y, a pesar de recibirla respuesta de Jesús de que irá a su casa para sanarlo, reconoce su pequeñez e indignidad.En la cultura romana. y también en la judía. la jerarquía se respetaba, fuese ésta política-económica o por edad; por eso dice: No soy digno y añade: yo que soy subalterno (estoy bajo la autoridad de otro) tengo siervos al que digo ve y va al otro viene y llega.Con estas palabras le dice a Jesús que Él lo puede todo, basta con que lo mande; en cierto sentido reconoce la divinidad, su divinidad, razón por la que Jesús dice que no ha encontrado una fe como la de él.
Jesús a ti te dice que irá a tu casa, que quiere entrar a tu corazón aunque seas el más pequeño o que no ostentes cargos de relevancia, pero debes de reconocer que hay otros que pueden ser personas con más autoridad que tú, como tus papás o superiores en tu centro de trabajo, incluso las autoridades de tu país - legítimamente electas, no designadas mediante fraude o a la fuerza - y si tú eres quien posee autoridad como el centurión, sal al encuentro de quien te necesita y otórgale aquello que está en tus manos dar.
Recuerda que todos estamos bajo el mandato del Amor. El Amor es infinito y debemos amar, ésta es la brújula que debe orientarte, pues Jesús sale al encuentro de quienes le necesitamos porque nos -te- ama, y el centurión salió en busca de Jesús porque también amaba a su hijo.
Que san José y la santísima Virgen María te guíen por el camino del amor, para que te reconozcas amado y aprendas a amar, Dios te bendiga.
Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Precisamente pensando en el valor salvador de esa Sangre, san Ambrosio exclama: “Yo que peco siempre, debo siempre disponer de la medicina”. En esta fe, también nosotros queremos la mirada al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y lo invocamos: “oh, Señor, no soy digno de que entres en mi casa: pero una palabra bastará para sanarme”. Esto lo decimos en cada Misa.
(Audiencia, S.S. Francisco, 21 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy estaré atento para descubrir las necesidades de alguna persona y haré lo que se necesario para ayudarla.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Existen tres difíciles caminos que Dios me invita a recorrer con Él en mi vida
Dios me invita a recorrer con Él los caminos de su amor en mi vida. ¿Y cuáles son estos caminos? Son muchos y en la vida de cada persona son distintos. Pero existen tres caminos que no faltan y son los más difíciles de comprender y de aceptar como caminos de amor:
1. Camino de su misericordia y mi miseria
Para reconocer nuestra pequeñez ante Dios, debemos aprender a ver el amor de Dios, debemos meditar sobre nuestra vida con los ojos de la fe, tratar de encontrar a Dios en los sucesos de nuestra existencia. Debemos buscar cada día en nuestra vida la misericordia de Dios, meditar y postgustar nuestra miseria y su misericordia. Esa tiene que ser nuestra meditación predilecta: postgustar las manifestaciones de su amor misericordioso en nuestra vida.
Pero no sólo la misericordia de Dios, sino también nuestra miseria personal tenemos que interpretarla como un designio del amor de Dios, aprender a ver el amor de Dios a lo largo de nuestra vida... ¿De qué miserias se trata?: Miserias físicas, miserias espirituales y religiosas, miserias del carácter, miserias morales, nuestros fracasos e infidelidades.
2. Camino de las desilusiones
Uno de los caminos que Dios ha previsto para profundizar nuestro amor es el de las desilusiones: de nosotros mismos y de los demás: del cónyuge, de los hijos, de los parientes, de los amigos, etc.
Todas las personas tienen para nosotros una función de atracción. Deben atraer, despertar nuestro amor, pero luego transmitirlo a Dios.
Deben ser como la cuerda que nos lleva al corazón de Dios Padre. Pero podemos vincularnos también desordenadamente a las creaturas, de modo que no nos conduzcan hacia arriba. Y entonces Dios hace que nos desilusionamos de ellas. Tarde o temprano toda persona va a desilusionarnos. Pues toda persona tiene faltas y limitaciones humanas que no puede superar.
Nuestro corazón es tan grande que sólo puede sentirse satisfecho en el corazón de Dios, quien con frecuencia nos quita justamente eso a lo que más estamos vinculados. O nos desilusiona justamente de las personas más queridas. Por eso, cada decepción, cada pérdida dolorosa es siempre un llamado de parte de Dios: “¡Hijo, ven a mi corazón!”
Muchas personas se quiebran con las desilusiones, porque su vida no está orientada hacia el Señor, porque su amor no trasciende a la persona amada y no conduce al corazón de Dios. No viven su Alianza de amor con Dios Padre.
3. Camino del sufrimiento y de la cruz
Es la forma más fecunda para crecer en la Alianza de amor con Dios.
Para toda persona que se deja educar por la Sma. Virgen, llegarán momentos en que el alma estará completamente árida, seca. No siente nada, ni felicidad ni gusto en lo religioso. Es en esos momentos de sequedad, cuando muchos se quiebran. Quedan al pie de la montaña del amor, porque no logran decidirse por la entrega perfecta, no se dejan conducir a través de las oscuridades de la cruz.
¿Qué quiere lograr Dios con esa aridez del alma? Que nos desprendamos de una creatura a la cual estamos ligados demasiado profundamente: quiere desprenderme de mí mismo. Por eso Dios me educa para que me olvide de mí mismo y gire en torno a Él: que piense, que trabaje por Él, que me entregue a Él. Y así Dios busca conducirme a la cumbre de la santidad, busca conquistar mi corazón para Él. Mi amor tiene que ser purificado y desprendido no sólo de las demás creaturas sino, sobre todo, desprendido de mí mismo. Sólo de ese modo podrá vivir profundamente mi Alianza con Dios.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Veo el amor de Dios en las dificultades?
2. ¿Cómo recibo las cruces?
3. ¿Cómo me afectan las desilusiones?
Novena a la Virgen de Guadalupe
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (3 al 11 de diciembre)
Puesto de rodillas delante de María Santísima, hecha la Señal de la Cruz, se dice el siguiente:
Acto de Contrición
"Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a su tiempo y ofrezco cuanto hiciere en satisfacción de mis pecados, y confío por vuestra bondad y misericordia infinita, que me perdonaréis y me daréis gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, nuestra Señora la Virgen de Guadalupe. Amén. "
Hágase la petición: …
Récese cuatro Salves en memoria de las cuatro apariciones y luego se reza la oración de cada día.
Primer Día
"¡Oh Santísima Señora de Guadalupe! Esa corona con que ciñes tus sagradas sienes publica que eres Reina del Universo. Lo eres, Señora, pues como Hija, como Madre y como Esposa del Altísimo tienes absoluto poder y justísimo derecho sobre todas las criaturas.
Siendo esto así, yo también soy tuyo; también pertenezco a ti por mil títulos; pero no me contento con ser tuyo por tan alta jurisdicción que tienes sobre todos; quiero ser tuyo por otro título más, esto es, por elección de mi voluntad.
Ved que, aquí postrado delante del trono de tu Majestad, te elijo por mi Reina y mi Señora, y con este motivo quiero doblar el señorío y dominio que tienes sobre mí; quiero depender de ti y quiero que los designios que tiene de mí la Providencia divina, pasen por tus manos. Dispón de mí como te agrade; los sucesos y lances de mi vida quiero que todos corran por tu cuenta. Confío en tu benignidad, que todos se enderezarán al bien de mi alma y honra y gloria de aquel Señor que tanto complace al mundo. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Segundo Día
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué bien se conoce que eres Abogada nuestra en el tribunal de Dios, pues esas hermosísimas manos que jamás dejan de beneficiarnos las juntas ante el pecho en ademán de quien suplica y ruega, dándonos con esto a ver que desde el trono de gloria como Reina de los Ángeles y hombres haces también oficio de abogada, rogando y procurando a favor nuestro.
¿Con qué afectos de reconocimiento y gratitud podré pagar tanta fineza? Siendo que no hay en todo mi corazón suficiente caudal para pagarlo.
A ti recurro para que me enriquezcas con los dones preciosos de una caridad ardiente y fervorosa, de una humildad profunda y de una obediencia pronta al Señor.
Esfuerza tus súplicas, multiplica tus ruegos, y no ceses de pedir al Todopoderoso me haga suyo y me conceda ir a darte las gracias por el feliz éxito de tu intermediación en la gloria. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Tercer Día
¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! ¡Qué puedo creer al verte cercada de los rayos del sol, sino que estás íntimamente unida al Sol de la Divinidad, que no hay en tu casa ninguna cosa que no sea luz, que no sea gracia y que no sea santidad!
¡Qué puedo creer sino que estás anegada en el piélago de las divinas perfecciones y atributos, y que Dios te tiene siempre en su Corazón! Sea para bien, Señora, tan alta felicidad.
Yo, entre tanto, arrebatado del gozo que ello me causa, me presento delante del trono de tu soberanía, suplicándote te dignes enviar uno de tus ardientes rayos hacia mi corazón: ilumina con su luz mi entendimiento; enciende con su luz mi voluntad; haz que acabe yo de persuadirme de que vivo engañado todo el tiempo que no empleo en amarte ti y en amar a mi Dios: haz que acabe de persuadirme que me engaño miserablemente cuando amo alguna cosa que no sea mi Dios y cuando no te amo a Ti por Dios. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Cuarto Día
¡Oh Santísima María de Guadalupe! Si un ángel del cielo tiene por honra tan grande suya estar a tus pies y que en prueba de su gozo abre los brazos y extiende las alas para formar con ellas repisa a tu Majestad, ¿qué deberé yo hacer para manifestar mi veneración a tu persona, no ya la cabeza, ni los brazos, sino mi corazón y mi alma para santificándola con tus divinas plantas se haga trono digno de tu soberanía?
Dígnate, Señora, de admitir este obsequio; no lo desprecies por indigno a tu soberanía, pues el mérito que le falta por mi miseria y pobreza lo recompenso con la buena voluntad y deseo
Entra a registrar mi corazón y verás que no lo mueven otras alas sino las del deseo de ser tuyo y el temor de ofender a tu Hijo divinísimo. Forma trono de mi corazón, y ya no se envilecerá dándole entrada a la culpa y haciéndose esclavo del demonio. Haz que no vivan en él sino Jesús y María. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Quinto Día
¿Qué correspondía a quien es un cielo por su hermosura, sino uno lleno de estrellas? ¿Con qué podía adornarse una belleza toda celestial, sino con los brillos de unas virtudes tan lúcidas y tan resplandecientes como las tuyas?
Bendita mil veces la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica con humildad tan apacible. Yo quedo, Señora, absorto de hermosura tan amable, y quisiera que mis ojos se fijaran siempre en ti para que mi corazón no se dejara arrastrar en otro afecto que no sea el amor tuyo.
No podré lograr este deseo si esos resplandecientes astros con que estás adornada no infunden una ardiente y fervorosa caridad, para que ame de todo corazón y con todas mis fuerzas a mi Dios, y después de mi Dios a Ti, como objeto digno de que lo amemos todos. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Sexto Día
¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! ¡Qué bien dice a tu soberanía ese tapete que la luna forma a tus sagradas plantas! Hollaste con invicta planta las vanidades del mundo, y quedando superior a todo lo creado jamás padeciste el menguante de la más ligera imperfección: antes de tu primer instante estuviste llena de gracia.
Miserable de mí, Señora, que no sabiéndome mantener en los propósitos que hago, no tengo estabilidad en la virtud y sólo soy constante en mis viciosas costumbres.
Duélete de mí, Madre amorosa y tierna; ya que soy como la luna en mi inconstancia, sea como la luna que está a tus pies, esto es, firme siempre en tu devoción y amor, para no padecer los menguantes de la culpa. Haz que esté yo siempre a tus plantas por el amor y la devoción, y ya no temeré los menguantes del pecado sino que procuraré darme de lleno a mis obligaciones, detestando de corazón todo lo que es ofensa de mi Dios. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Séptimo Día
¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! Nada, nada veo en perfecciones de que te dotó el Señor a tu alma inocentísima. Ese lienzo grosero y despreciable; ese pobre pero feliz ayate en que se ve estampada tu singular belleza, dan claro a conocer la profundísima humildad que le sirvió de cabeza y fundamento a tu asombrosa santidad.
No te desdeñaste de tomar la pobre tilma de Juan Diego, para que en ella estampase tu rostro, que es encanto de los ángeles, maravilla de los hombres y admiración de todo el universo. Pues, ¿cómo no he de esperar yo de tu benignidad, que la miseria y pobreza de mi alma no sean embarazo para que estampes en ella tu imagen graciosísima?
Yo te ofrezco las telas de mi corazón. Tómalo, Señora, en tus manos y no lo dejes jamás, pues mi deseo es que no se emplee en otra cosa que en amarte y amar a Dios. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Octavo Día
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué misteriosa y qué acertada estuvo la mano del Artífice Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo que le sirve de guarnición! Aludió sin duda a aquel finísimo oro de la caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas tus acciones. Y ¿quién duda, Señora, que esa tu encendida caridad y amor de Dios estuvo siempre acompañada del amor al prójimo y que no, por verte triunfante en la patria celestial, te has olvidado de nosotros?
Abre el seno de tus piedades a quien es tan miserable; dale la mano a quien caído te invoca para levantarse; tráete la gloria de haber encontrado en mí una misericordia proporcionada, más que todas, a tu compasión y misericordia. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
Noveno Día
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¿Qué cosa habrá imposible para ti, cuando multiplicando los prodigios, ni la tosquedad ni la grosería del ayate le sirven de embarazo para formar tan primoroso tu retrato, ni la voracidad del tiempo en más de cuatro siglos ha sido capaz de destrozarle ni borrarle?
¡Qué motivo tan fuerte es este para alentar mi confianza y suplicarte que abriendo el seno de tus piedades, acordándote del amplio poder que te dio la Divina Omnipotencia del Señor, para favorecer a los mortales, te dignes estampar en mi alma la imagen del Altísimo que han borrado mis culpas!
No embarco a tu piedad la grosería de mis perversas costumbres, dígnate sólo mirarme, y ya con esto alentaré mis esperanzas; porque yo no puedo creer que si me miras no se conmuevan tus entrañas sobre el miserable de mí. Mi única esperanza, después de Jesús, eres tú, Sagrada Virgen María. Amén.
Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
3 Beneficios de tener en casa una corona de Adviento
La corona de Adviento es un elemento que domingo a domingo nos recuerda que se acerca la celebración del nacimiento de Jesús
Se acerca la Navidad y muchas casas se llenan de adornos acorde a esta celebración: árboles, nochebuenas, muchas luces, etc. Ente estos adornos, muchas veces, ponemos una corona en las puertas, pero pocas personas conocen la importancia y los beneficios que tiene el colocar la corona de Adviento.
Lo primero que debe tener claro es que la corona de Adviento no es un adorno, sino que es un elemento que domingo a domingo nos recuerda que se acerca la celebración del nacimiento de Jesús y, a la vez, nos invita a esperar con entusiasmo y a prepararnos para esta gran celebración.
Una corona de adviento no tiene que ser la más hermosa, ni la más cara, sólo debe de tener los siguientes elementos:
Forma circular – Simboliza que el amor de Dios es eterno, ya que no tiene principio ni fin.
Ramas Verdes – El color verde significa esperanza, la cual tenemos presente en nuestra preparación a la llegada de Jesús.
Cinco velas – Las que significan los cuatro domingos antes de la celebración del nacimiento de nuestro Salvador. Las cuales las iremos prendiendo progresivamente, una cada domingo.
Listón Rojo – Simboliza el amor de Dios a nosotros y el amor de nosotros a Dios.
Es por eso que hoy te quiero compartir tres beneficios de colocar y utilizar la corona de Adviento en el hogar:
Preparación espiritual para el nacimiento de Jesús
La palabra “adviento” significa espera, y es ahí donde tenemos que poner énfasis al hablar de la corona de Adviento, ya que no la debemos de ver como una simple decoración, sino como un elemento que nos ayuda a reflexionar, esperar y prepararnos para la celebración del nacimiento de Jesús.
El rito de encendido de cada una de las velas de la corona, nos lleva hacer una reflexión interna acerca de cómo hemos vivido nuestra vida hasta ese momento, así podemos ver en qué debemos cambiar y podamos prepararnos espiritualmente para recibir a Jesús en nuestros corazones.
Unión familiar
Este es uno de los grandes beneficios que nos da el tener una corona de Adviento en el hogar, ya que es una ocasión para reunirse la familia para reflexionar y orar.Después de este momento podremos regalarnos otro espacio como familia para platicar, cenar o simplemente estar juntos.
Poner a Jesús en el centro de la familia
Nunca debemos de olvidar que lo importante es poner en el centro de la familia a Jesús, recordando que pronto celebraremos una fiesta grande, la cual reúne a toda la familia. No pierdas la oportunidad de que, como familia, se preparen juntos en la espera a la celebración del nacimiento de Jesús.
¡Anímate y juntos en familia realicen esta corona de Adviento!
Primer Domingo de Adviento: Olor a esperanza
Lo que nos debe motivar es la certeza de que entonces: “Verán venir al Hijo del Hombre”
Lecturas:
Jeremías 33, 14-16: “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo”
Salmo 24: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”
I Tesalonicenses 3, 12-4, 2: “Que el Señor los fortalezca hasta que el Señor vuelva”
San Lucas: 21, 25-28. 34-36: “Se acerca su liberación”
Hay en nuestras montañas una serie de cuevas que encierran en su interior secretos, cascadas, oscuridad y misterio. Adentrarse en ellas, además de valor, requiere preparación y conocimientos que no siempre están al alcance de todos.
Un grupo de jóvenes se entusiasmó por adentrarse en una de estas misteriosas cuevas. Casi a la entrada, donde se empezaba a perder la visibilidad, algunos retrocedieron asustados diciendo: “Huele a miedo”. Algunos más, a pesar de la oscuridad y el olor a humedad y a excremento de murciélago, siguieron imprudentemente avanzando sin precaución, uno cayó en el agua, otro tropezó con una roca y uno más sufrió un resbalón. Adoloridos y frustrados también regresaron. Pero dos o tres siguieron adelante. Llevaban el calzado adecuado y se habían provisto de linternas. Con muchos cuidados y precaución avanzaron hasta que sorpresivamente se encontraron, en medio de la oscuridad, una preciosísima cascada. “¡Es una maravilla! Vale la pena el esfuerzo. Por una belleza así haríamos muchísimas cosas más” dijeron.
Hoy se inicia el tiempo del adviento: un camino que requiere preparación, constancia, medios adecuados, pero que al final nos llevará a contemplar la más preciosa luz que brilla en medio de la oscuridad: Jesucristo. Adviento es ese tiempo de gozosa espera que se vive como un movimiento, como un dinamismo y como un gozo. Sin embargo en este primer domingo la lectura que nos presenta San Lucas podría infundirnos pavor y desanimarnos en nuestro camino. Valiéndose de signos catastróficos en el sol, la luna y las estrellas que podrían inducirnos al miedo, anuncia con certeza que ya está cerca el día del Señor. No se trata de manifestaciones que nos permitan calcular con anticipación el momento de la Venida del Señor, pues son acontecimientos que se han dado y se seguirán dando en todos los lugares y en todos los tiempos. No podemos quedarnos solamente en estos signos “preparatorios” o indicativos de la Venida del Señor. Lo más importante y lo que nos debe motivar es la certeza de que entonces: “Verán venir al Hijo del Hombre”; es la seguridad de que se acerca la hora de la liberación.
Cristo utiliza muchas imágenes para hacernos entender cuál es la verdadera actitud del discípulo: “pongan atención, levanten la cabeza, estén alerta”. No nos dice que no habrá dificultades, no nos dice que es fácil el camino, pero nos invita a que levantemos la cabeza. Jesús nos lanza a aventurarnos en su búsqueda y a estar en constante espera. No podemos permanecer estáticos porque “huele a miedo”. Cuando la violencia y la inseguridad nos circundan, cuando hay gritos de dolor y angustia, una de las tentaciones mayores es la de huir, correr, hacernos los desentendidos y esconder la cabeza. Cristo nos propone otro camino: enfrentar las situaciones difíciles con la cabeza en alto, pero con vigilancia y estando alerta. Siempre será mejor solución enfrentar las dificultades, que el no hacer nada. Quedarse de brazos cruzados es la peor de las soluciones.
Me impresiona la primera lectura de este domingo. Jeremías que normalmente está regañando al pueblo y amenazándolo con nuevos castigos a causa de su mal comportamiento, en el breve pasaje que hoy leemos (Jer 33, 14-16) proclama palabras de esperanza para un pueblo que está a punto de sucumbir: “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra… Entonces llamarán a Jerusalén: ‘el señor es nuestra justicia’”. Cuando todo parece perdido, cuando Jerusalén está a punto de caer en manos del enemigo, el Señor por medio de Jeremías enciende una luz de esperanza para sostenerlos en sus desgracias. Igual, en nuestros días, las palabras del Adviento son una palabra de aliento para todos los que luchan y ponen su esperanza en el Señor.
Si estas palabras de aliento nos ayudan a levantar la cabeza, de ningún modo nos invitan a vivir irresponsablemente el momento presente. No podemos sucumbir al miedo pero Cristo nos pide: “Estén alerta, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente”. Hay quienes, aun en esta difícil situación, optan por el camino fácil del olvido en los vicios y la embriaguez. Hay quienes pretenden hacer olvidar al pueblo su dolor con pan y circo, pero no ofrecen soluciones integrales ni verdaderas. Es preciso tener cuidado con lo que embota el corazón y apaga la esperanza. Es más triste la cruda y más fuerte la caída para quien anda sin precaución. El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero el cristiano posee una actitud diferente: la firme esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia.Tenemos la seguridad que las estructuras injustas sólo podrán ser removidas del corazón del hombre por el paso del amor de Dios y su justicia. Así que ¡no embotemos el corazón! ¡Llenémoslo de esperanza!
Jesús nos llama a estar alerta, a velar y a hacer oración. Son las herramientas que nos ofrece para hacer este camino de espera. Adviento huele a esperanza, no a temor y angustia. Se nutre de la oración y la vigilancia unidas al trabajo a favor de los hermanos para que las promesas del Salvador se verifiquen en nuestras vidas. No esperamos un “nuevo nacimiento físico de Jesús”, pero el memorial de su nacimiento nos ayudará a que realmente nazca en nuestros corazones. Esperamos que Él vuelva en su amor, en su luz y en enseñanza. El Adviento es un camino que debemos iniciar sin miedos, que debemos andar con precauciones para no caer en las trampas del mal y que debemos proseguir fortalecidos con la oración, la vigilancia y el amor.
¿Qué suscita en nuestro corazón este tiempo del Adviento? ¿Qué riesgos corremos en estos tiempos: la desesperación, la indiferencia, el conformismo? ¿Cómo nos preparamos para la Navidad?
Padre Bueno, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con un corazón alerta, con nuestros sentidos vigilantes y con un amor fraternal, para que nuestro pueblo pueda encontrar con su presencia “la justicia y el derecho”. Amén.