Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven
- 04 Diciembre 2018
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Pasado, futuro y presente
Estas son las tres dimensiones del Adviento, según el Papa Francisco
Pasado, futuro y presente son las tres dimensiones del tiempo de Adviento, según explicó el Papa Francisco en la Misa celebrada este lunes 3 de diciembre en la Casa Santa Marta.
Según señaló, el orden de estas tres dimensiones no es casual, sino que tiene una justificación evangélica. Así se puede contemplar en el Evangelio del día, de San Mateo, en el que un centurión romano se acerca a Jesús en Cafarnaúm para pedirle que cure a su siervo, que padecía una parálisis.
Ante la voluntad de Jesús de acudir a su casa para ver a su criado, el centurión le detiene diciéndole que no es digno de recibirle en su casa, y con solo una palabra podrá curarle. Sin embargo, el Papa explicó que Jesús, con su venida, “purifica el espíritu”.
Es de esa purificación de donde surgen las tres dimensiones del Adviento. La primera, el pasado, “la purificación de la memoria”. Recordar que “ha nacido el Señor, el Redentor que vino para salvarnos”.
En este sentido, advirtió del peligro de “mundanizar la Navidad”. “Sí, tenemos la fiesta…”, y está el peligro de que “la fiesta impida la contemplación del Nacimiento y se convierta en una fiesta mundana” en vez de “una fiesta de familia con Jesús en el centro”.
La gente entonces se pierde “en las compras, los regalos, esto, lo otros…, y el Señor se queda ahí, olvidado”. Por eso, este período de Adviento es necesario “para purificar la memoria de aquel tiempo pasado, de aquella dimensión”.
Futuro, la segunda dimensión, la esperanza, “la purificación de la esperanza”, el prepararse “para el encuentro definitivo con el Señor”.
“Porque el Señor regresará. Y volverá a preguntarnos: ‘¿Cómo ha ido tu vida?’. Será un encuentro personal, un encuentro personal con el Señor. Hoy lo tenemos en la Eucaristía y no podemos tener un encuentro así, personal, como en la Navidad de hace 2000 años: tenemos la memoria de aquello. Pero cuando Él regrese, tendremos ese encuentro personal”. Por lo tanto: “Hay que purificar la esperanza”.
Por último, el Pontífice exhortó a cultivar la dimensión cotidiana de la fe, la fe en el día a día, eclipsada por las muchas preocupaciones de la vida sin recordar que Dios es “el Dios de las sorpresas”.
Esa tercera dimensión del Adviento, la dimensión del presente, “es la del día a día”. Consiste en “purificar la vigilancia. Vigilancia y oración son dos palabras para el Adviento, porque el Señor vino en la historia a Belén, y vendrá, en el fin del mundo y en el fin de la vida de cada uno de nosotros”.
No obstante, finalizó el Papa, el Señor “también viene cada día, en cada momento, a nuestros corazones, por medio de la inspiración del Espíritu Santo”.
¿Por que celebramos el tiempo de Adviento?
El Adviento es un período para esperar y preparar la venida del Señor Jesús
La Navidad está cerca y los cristianos lo reconocemos cada que llega el Adviento. Es un tiempo litúrgico que se caracteriza por el color morado en el ornamento de los sacerdotes y la corona de adviento, la cual es de color verde y va acompañada de cinco velas en colores morado, rosa y blanco. Es una tradición que se hace presente en todas las Iglesias católicas del mundo, a partir de la última semana de noviembre o la primera de diciembre, según sea el caso.
Cada domingo se enciende una vela que va precedida de lecturas muy significativas y que marcan el camino hasta llegar a la celebración de la Navidad. En el primer domingo de Adviento se da también comienzo con un nuevo año, litúrgicamente hablando, cerrándose el anterior con la celebración de la fiesta de Jesucristo Rey del Universo.
¿Pero qué significa “adviento”? La palabra viene del latín ad-venio que quiere decir:“llegada, venida”. Por lo tanto, es un período para esperar y preparar la venida del Señor Jesús. No solamente recordamos su primera venida a este mundo, sino que también nos preparamos para su segunda venida al final de los tiempos.
Ambas venidas están totalmente relacionadas una con la otra, de tal modo que, “al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida” (CEC 524).
Por eso, la Iglesia, a través de las lecturas que se proclaman en este tiempo, quiere renovar en el corazón de sus fieles el deseo ardiente de la espera del Hijo de Dios. De tal forma, en las primeras semanas veremos cómo en la Palabra de Dios resuena el anuncio de la venida inminente de Cristo. Asimismo, nos invita a estar siempre preparados y en vela, pues no conocemos el día ni la hora en que vendrá el Hijo de Dios.
En este tiempo, el espíritu que debe predominar especialmente es el de la expectación y la esperanza. Esa inquietud y emoción que produce poder ver a Dios, Señor de todo cuando existe, quien se ha querido hacer pequeño para formar parte de nuestra vida, de nuestra existencia y que quiere caminar junto con nosotros.
Igualmente, el adviento debe invitarnos a la conversión y al arrepentimiento.Debemos sentir dolor por los pecados que se han arraigado en el fondo de nuestro corazón, para poder cambiar y dejar atrás nuestra vida de pecado, pues como ya lo dijo Jesús: “bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).
De tal modo que, sólo a través de esa pureza espiritual que se alcanza con la participación en el sacramento de la reconciliación y la penitencia, es que podremos ver y reconocer al Dios que nace, que ya está aquí.
Que este tiempo de espera, nos ayude a ser conscientes de lo que está por venir. Cristo viene y quiere que todos participemos de ese momento abriendo nuestro corazón de par en par y así pueda tomar un lugar dentro de él.
San Juan Damasceno
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia, célebre por su santidad y por su doctrina, que luchó valerosamente de palabra y por escrito contra el emperador León Isáurico para defender el culto de las sagradas imágenes, y hecho monje en la Laura de
San Sabas, cerca de Jerusalén, compuso himnos sagrados y allí murió. Su cuerpo fue enterrado en este día.
San Juan Damasceno, el primero de la larga fila de aristotélicos cristianos, fue también uno de los dos más grandes poetas de la Iglesia oriental, junto con san Román Méloda. San Juan pasó su vida entera bajo el gobierno de un califa mahometano y este hecho muestra el extraño caso de un Padre de la Iglesia cristiana, protegido de las venganzas de un emperador, cuyas herejías podía atacar impunemente, ya que vivía bajo el gobierno musulmán. Él y Teodoro el Estudita fueron los principales y más fuertes defensores del culto de las sagradas imágenes en la amarga época de la controversia iconoclasta. Como escritor teológico y filosófico, no intentó nunca ser original, ya que su trabajo se redujo más bien a compilar y poner en orden lo que sus predecesores habían escrito. Aun así, en las cuestiones teológicas se le considera como la última corte de apelación entre los griegos y, su tratado «De la Fe Ortodoxa» es aún para las escuelas orientales, lo que la «Summa» de santo Tomás de Aquino llegó a ser para el Occidente.
Los gobernadores musulmanes de Damasco, donde nació san Juan, no eran injustos con sus súbditos cristianos, aunque les exigían pagar un impuesto personal y someterse a otras humillantes condiciones1. Permitían que, tanto los cristianos como los judíos, ocuparan puestos importantes y que, en ciertos casos, amasaran grandes fortunas. El médico de cabecera del califa era casi siempre un judío, mientras que los cristianos eran empleados como escribas, administradores y arquitectos. Entre los oficiales de su corte, en 675, había un cristiano, llamado Juan, que tenía el cargo de Jefe del departamento de Recaudación de impuestos, oficio que parece haber llegado a ser hereditario en su familia. Ese fue el padre de nuestro santo y el sobrenombre de «al-Mansur», que los árabes le dieron, fue después transferido al hijo. Juan Damasceno nació alrededor del año 6902. y fue bautizado en su infancia. Respecto a su primera educación, si hemos de creer a su biógrafo, «su padre se encargó de enseñarle no cómo montar a caballo, ni cómo arrojar una lanza, ni cómo cazar fieras y trocar su bondad natural en una brutal crueldad, como sucede a muchos, sino que Juan (el padre) buscó un tutor erudito en todas las ciencias, hábil en todas las formas del conocimiento, que produjera buenas palabras de su corazón y le entregó a su hijo para que fuera nutrido con esta clase de alimento». Después le pudo proporcionar otro maestro, un monje llamado Cosme, «de hermosa apariencia, pero de alma más hermosa aún», a quien los árabes habían traído de Sicilia entre otros cautivos. Su padre tuvo que pagar un gran precio por él y muy merecido, ya que, si hemos de creer a nuestro cronista, sabía gramática y lógica, tanta aritmética como Pitágoras y tanta geometría como Euclides. Le enseñó al joven Juan todas las ciencias, pero especialmente la teología, lo mismo que a otro joven a quien su padre parece haber adoptado, llamado también Cosme, que llegó a ser poeta y trovador y que por fin acompañó a su hermano adoptivo al monasterio en donde ambos se hicieron monjes. A pesar de su formación teológica, no parece haber considerado, al principio, otra carrera sino la de su padre, a quien sucedió en su oficio. En la corte podía llevar libremente una vida cristiana y ahí se hizo notable por sus virtudes y especialmente por su humildad. Sin embargo, después de desempeñar su importante puesto por algunos años, san Juan renunció a su oficio y se fue de monje a la «laura»3. de San Sabas, cerca de Jerusalén.
Es aún un punto discutido si sus primeras obras contra los iconoclastas fueron escritas mientras estaba en Damasco, pero las mejores autoridades desde los tiempos del dominico Le Quien, que publicó sus obras en 1712, son de la opinión de que el santo se hizo monje antes de que estallara la persecución, y que sus tres tratados fueron compuestos en la laura de San Sabas. De cualquier manera, Juan y Cosme se establecieron entre los hermanos y ocuparon su tiempo libre escribiendo libros y componiendo himnos.
Posiblemente se ha pensado que a los otros monjes les agradó la presencia de tan valeroso campeón de la fe como Juan, pero esto estaba muy lejos de ser verdad. Se decía que los recién llegados estaban introduciendo la discordia. Ya era malo el escribir libros, pero aún peor el componer y cantar himnos, por lo que los hermanos estaban escandalizados. El colmo llegó cuando, a petición de un monje cuyo hermano había muerto, Juan escribió un himno fúnebre y lo cantó con una dulce melodía compuesta por él mismo.
Su superior, un viejo monje cuya celda compartía, lo atacó lleno de furia y lo arrojó de ahí: «¿Olvidas de esta manera tus votos?», exclamó el viejo, «en lugar de cubrirte de luto y llorar, te sientas lleno de gozo y te deleitas cantando». Solamente le permitió regresar después de varios días, bajo la condición de que recorriera los alrededores de la laura y recogiera toda la basura con sus propias manos. San Juan obedeció sin replicar; pero durante el sueño, Nuestra Señora se le apareció al viejo monje y le ordenó que permitiera a su discípulo escribir tantos libros y tantas poesías como quisiera. De ahí en adelante, san Juan pudo dedicar su tiempo al estudio y a su trabajo literario. Añade la leyenda que fue varias veces enviado, quizás para el bien de su alma, a vender canastas en las calles de Damasco, donde antaño había ocupado tan alto puesto. Debe, sin embargo, confesarse, que estos detalles, escritos por su biógrafo más de un siglo después de la muerte del santo, son de dudosa autoridad.
Si los monjes de San Sabas no apreciaron debidamente a los dos amigos, hubo otros fuera que sí lo hicieron. El patriarca de Jerusalén, Juan V, los conocía muy bien por su reputación y deseó tenerlos entre su clero. Primero tomó a Cosme y lo hizo obispo de Majuma y después ordenó de sacerdote a Juan y lo llevó a Jerusalén. Se dice que san Cosme gobernó su grey admirablemente hasta su muerte; pero san Juan regresó pronto a su monasterio. Revisó cuidadosamente sus escritos y «donde quiera que se adornaran con flores retóricas o parecieran superfluos en su estilo, los redujo prudentemente a una más austera gravedad para que no tuvieran ningún asomo de ligereza o falta de dignidad». Sus obras en defensa de los iconos habían sido conocidas y leídas dondequiera y le habían merecido el odio de los emperadores que los perseguían. Sus enemigos nunca lograron lastimarlo, porque nunca cruzó las fronteras para entrar al Imperio Romano. El resto de su vida lo pasó escribiendo teología y poesía en san Sabas, donde murió a una edad avanzada. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1890.
Antiguamente se asociaba el pasaje del Evangelio que se refiere a la milagrosa curación del hombre de la mano seca (Mc 3) con una anécdota sobre la vida de san Juan Damasceno que en un tiempo se creyó, y que ahora es considerada apócrifa, pero que es bueno conocer, sobre todo para interpretar alguna iconografía: cuando el santo era todavía oficial del tesoro en Damasco, el emperador León III, que le odiaba, pero que no podía hacer nada contra él abiertamente, intentó perjudicarlo por medio de un engaño; falsificó una carta y pretendió que había sido escrita a él por Juan, en la que se le informaba que Damasco estaba débilmente defendida y en que le ofrecía su ayuda, en caso de que decidiera atacar. León envió al califa esta carta falsificada, con una nota al efecto, diciéndole que odiaba la traición y deseando que su amigo conociera el comportamiento de su funcionario. El airado califa hizo cortar la mano derecha a Juan, pero le entregó el miembro mutilado por petición del mismo. El santo llevó la mano cortada a su cabaña particular y rezó en versos hexámetros ante una imagen de la Madre de Dios. Por intercesión de Nuestra Señora, la mano se unió de nuevo al brazo y fue empleada inmediatamente para escribir una acción de gracias.
Analecta Bollandiana vol. XXXIII, 1914, pp. 78-81. Fue editada por Le Quien y reimpresa en Migne (PG., vol. XCIV, cc. 420-490) con valiosos comentarios del editor. El breve relato de Juan Damasceno en el Synax. Constant, (ed. Delehaye, ce. 279-280) es probablemente más aceptable. Una completa y moderna apreciación de la obra de este gran Doctor de la Iglesia, es la de M. Jugie en Dictionnaire de Théologie Catholique, vol. VIII, cc. 693-751, donde se discuten en detalle sus escritos y enseñanzas teológicas.
Ver también J. Nasrallah, S. Jean de Damas, (1950). Nota 1: lo mismo ocurría, naturalmente, en los reinos cristianos con los súbditos que no eran cristianos. Este modo de entender la tolerancia y el respeto mutuo (incomprensible para nosotros pero a su manera eficaz) rigió las relaciones civiles por siglos (n. de ETF). Nota 2: el año de nacimiento, y en general la cronología de la vida del Damasceno es objeto de controversia, y no hay dos autores que coincidan. Lo que parece claro es que vivió largo tiempo, cerca de cien años, así que quien coloca su muerte pasado el 780, coloca su nacimiento hacia el 690, pero hay variaciones de hasta 30 años en cada una de esas fechas. Nota 3: en la terminología monástica oriental la «laura» (del griego laura=corredor) equivale a lo que en Occidente llamamos «claustro», también utilizado metonímicamente como en «ir al claustro», es decir, tomar el hábito, «ir a la laura de [tal monasterio]» equivale a entrar como monje allí (n. de ETF). Imagen: ícono griego del siglo XIV.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Un corazón que agradece, jamás envejece
Santo Evangelio según San Lucas 10, 21-24. Martes I de Adviento.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy gracias por concederme un nuevo día más de vida. Te pido aumentes cada vez más mi fe para creer firmemente, mi esperanza para esperar sin desconfiar y mi amor para amarte sin medida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 21-24
En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, nuestro corazón tiene que tomar una sola actitud, la de agradecer. Cristo hace una oración de agradecimiento, pero somos nosotros quienes debemos agradecer el tener a un Dios tan cercano. Nuestro Dios se hace humilde con los humildes, se hace accesible. Y es por eso que somos dichosos, por ver y oír lo que Dios hace a nuestro lado.
En el antiguo testamento, con los profetas y reyes, Dios era un Dios lejano, inalcanzable, inaccesible; que nadie podía ver, ni tocar. En cambio, en el nuevo testamento se ha hecho carne y ha querido habitar con nosotros. Se nos ha hecho tan cercano que se ha querido quedar en la hostia y darse completamente cada vez que comulgamos.
¡Somos dichosos de tener sagrarios tan cerca! Pero muchas veces los encontramos vacíos. No desaprovechemos que Dios se nos ha hecho tan cercano. Es para maravillarse el saber que Dios se ha hecho carne solo para estar con cada uno de nosotros.
Acostumbremos a nuestro corazón a agradecer y así siempre se mantendrá joven y bello. El corazón está hecho para amar y la mejor forma de hacerlo es dando gracias al Amado, simplemente por existir, por estar a nuestro lado, por sonreírnos, etc.
Agradecer es un acto de humildad, es reconocerse creatura necesitada delante de su Creador. Como personas somos muy fáciles en acostumbrarnos a recibir y dejar pasar el agradecimiento, pensando que nos lo merecemos. Pero aún que nos lo hemos merecido, debemos, como buenos hijos, agradecer.
Jesús en el Evangelio también nos muestra cómo orar. En primer lugar dice: “Te alabo, Padre”; no empieza diciendo “necesito esto y aquello”, sino diciendo “Te alabo”. No conocemos al Padre sin abrirnos a la alabanza, sin dedicarle tiempo solo a Él, sin adorar.
¡Cuánto nos hemos olvidado de la oración de adoración, de la oración de alabanza! Debemos retomarla. Cada uno puede preguntarse ¿Cómo adoro yo? ¿Cuándo adoro yo? ¿Cuándo adoro a Dios? Retomar la oración de adoración y de alabanza. Es el contacto personal, de tú a tú, el estar en silencio ante el Señor el secreto para entrar cada vez más en comunión con Él. (Homilía de S.S. Francisco, 17 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para agradecer todo su amor por mí, manifestado de diferentes maneras; y cada vez que me acuerde durante el día de Él, agradecerle.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Juventud de espíritu
Un día un niño vio como un elefante del circo, después de la función, era amarrado con una cadena a una pequeña estaca clavada en el suelo. Se asombró el niño de que un animal tan corpulento no fuera capaz de liberarse de aquella pequeña estaca. Lo estuvo contemplando durante un buen rato. Le sorprendió sobre todo que el elefante no hiciera el mas mínimo esfuerzo por soltarse.
Decidió preguntar al hombre que lo cuidaba. Este le respondió: "Es muy sencillo, desde pequeño ha estado amarrado a una estaca como esa, y como entonces no era capaz de liberarse, ahora no sabe que esa estaca es muy poca cosa para él. Lo único que recuerda es que durante mucho tiempo no podía escaparse, y por eso ya ni siquiera lo intenta".
Algo parecido nos sucede quizá a todos, en algún aspecto de nuestra vida. Hay barreras que nos tienen sujetos, porque durante mucho tiempo las hemos visto como infranqueables, y aunque quizá ahora tengamos fuerzas suficientes para superarlas, no lo hacemos porque seguimos viendo esos obstáculos como algo fuera de nuestras posibilidades.
Tenemos que cultivar una sana capacidad de descubrir nuestros falsos convencimientos, las servidumbres que nos encadenan, las ideas simples que no nos queremos cuestionar porque ponen en peligro viejas concesiones a las pocas ganas de luchar. Hemos de desechar esa soberbia sutil que envuelve nuestra mente y la enmaraña en reacciones tontas de envidia, celos o resentimientos, que también nos encadenan. O poner más esfuerzo para salir de las redes de la murmuración, la ira o el malhumor. O reconocer adicciones quizá menos honrosas, al alcohol, el sexo o los videojuegos.
Se podrían poner muchos ejemplos de pequeñas ataduras que inmovilizan grandes voluntades, de hombres que no se deciden a liberarse de ellas porque desconocen la magnitud de lo que les frena y no se dan cuenta de que esas ataduras son pequeñeces de las que podrían perfectamente prescindir.
La ignorancia sobre lo que nos ata es la atadura más grave, pues si no advertimos algo no luchamos contra ello y por tanto nunca nos liberamos. Por eso hemos de agradecer que nos lo hagan ver, aunque nos duela un poco oírlo. Es más, si nos escuece un poco quizá es síntoma de que hay un particular acierto.
Otro gran enemigo es la falta de esperanza en que podamos liberarnos, aunque a lo mejor nos suceda como a aquella águila encadenada que llevaba tiempo intentando elevar el vuelo y romper así su atadura, y ya lo había conseguido en su último intento, pero se cansó y se resignó a su encerramiento sin darse cuenta de que ya estaba libre.
Olvidamos demasiadas veces que los grandes logros se alcanzan casi siempre después de muchos intentos fallidos. Tendemos a conformarnos, a acomodarnos a nuestras cadenas porque nos cuesta romperlas y entonces nos autoconvencemos de que no existen o de que no nos importa que existan.
Hay un tipo de esperanza —ha escrito Josef Pieper— que surge de la energía juvenil pero se agota con los años, al ir declinando la vida: el recuerdo se vuelve hacia el «ya no» en lugar de dirigirse hacia el «aún no». Sin embargo, la verdadera esperanza otorga al hombre un «aún no» que triunfa sobre el declinar de las energías naturales. Da al hombre tanto futuro que el pasado aparece como «poco pasado», por larga y rica que haya sido la vida. La esperanza es la fuerza del anhelo hacia un «aún no» que se dilata tanto más cuanto más cerca estamos de él.
Por eso, la verdadera esperanza produce una eterna juventud. Comunica al hombre elasticidad y ligereza, suelta y tirante al mismo tiempo, que es frescura propia de un corazón fuerte. Es una despreocupada y confiada valentía, que caracteriza y distingue al hombre de espíritu joven y lo hace un modelo tan atractivo. La esperanza da una juventud que es inaccesible a la vejez y a la desilusión. Así, aunque día a día perdemos un poco la juventud natural, podemos día a día renovar nuestra juventud de espíritu. En vez de dar culto a la juventud del cuerpo, de modo exterior y forzado, y que además produce desesperanza al ver cómo se va marchando, se ponen a la vista las cimas más altas a las que se puede remontar la esperanza del hombre que rejuvenece día a día su espíritu.
El misterio de Las 13 figuras en los ojos de la Virgen de Guadalupe
Las figuras encontradas en los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe constituyen uno de los grandes misterios para la ciencia
Los ojos de Guadalupe constituyen uno de los grandes misterior para la ciencia en estos momentos, como han constatado los estudios del ingeniero José Aste Tönsmann del Centro de Estudios Guadalupanos de México.
Su historia es realmente sorprendente. El misterio de las figuras que aparecen dentro del retrato de la Virgen de Guadalupe son una de las grandes sorpresas de esta aparición de Nuestra Señora.
Historia
Alfonso Marcué, fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, descubrió en 1929 lo que parecía la imagen de un hombre barbado reflejada en el ojo derecho de la Virgen.
Luego de este suceso, en 1951, José Carlos Salinas Chávez, dibujante, descubrió la misma imagen mientras observaba con una lupa una fotografía de la Virgen de Guadalupe. La vio reflejada también en el ojo izquierdo, en la misma ubicación en donde se proyectaría en un ojo vivo.
Dictamen médico y el secreto de sus ojos:
En 1956 el doctor mexicano Javier Torroella Bueno hizo el primer reporte médico de los ojos de la Virgen Morena.
El resultado: se cumplían, como en cualquier ojo vivo, las leyes Purkinje-Samson, es decir, hay un triple reflejo de los objetos localizados enfrente de los ojos de la Virgen y las imágenes se distorsionan por la forma curva de sus córneas.
El mismo año, el oftalmólogo Rafael Torija Lavoignet, examinó los ojos de la Santa Imagen y confirmó la existencia de la silueta en los dos ojos de la Virgen que había descrito el dibujante Salinas Chávez.
Procesos de digitalización
A partir de 1979, el doctor en sistemas computacionales y licenciado en ingeniería civil José Aste Tönsmann, fue descubriendo el misterio que encierran los ojos de la Guadalupana.
Mediante el proceso de digitalización de imágenes por computadora descubrió el reflejo de 13 personas en los ojos de la Virgen Morena de acuerdo a las leyes de Purkinje-Samson.
El pequeñísimo diámetro de las córneas (de 7 y 8 mm) descarta la posibilidad de pintar las figuras en sus ojos, sobre todo, si se tiene en cuenta el material tan burdo sobre el que está estampada la imagen.
Los personajes encontrados en las pupilas
El resultado de 20 años de cuidadoso estudio de los ojos de la Virgen de Guadalupe ha sido el descubrimiento de 13 minúsculas figuras, afirma el doctor José Aste Tönsmann.
1.- Un indígena que observa
Aparece de cuerpo entero, sentado en el suelo. La cabeza del indígena está ligeramente levantada y parece dirigir su mirada hacia arriba, en señal de atención y reverencia.
Destacan una especie de aro en la oreja (arracada) y huaraches en los pies.
2.- El anciano
A continuación del indígena se aprecia el rostro de un anciano, de calva grande, nariz prominente y recta; ojos hundidos que ven hacia abajo y barba blanca. Los rasgos coinciden con los de un hombre de raza blanca.
Su gran parecido a la cara del obispo Zumárraga, como aparece en las pinturas de Miguel cabrera del siglo XVIII, permite suponer que se trata de la misma persona.
3.- El hombre joven
Junto al anciano está un hombre joven con facciones que denotan asombro. La posición de los labios del joven parecen dirigir la palabra al presunto obispo.
Su cercanía con él ha llevado a pensar que se trata de un traductor, pues el obispo no hablaba náhuatl. Se cree que se trata de Juan González, joven español nacido entre 1500 y 1510.
4.- Juan Diego
Se evidencia el rostro de un hombre maduro, con aspecto indígena, con barba rala, nariz aguileña y labios entreabiertos. Lleva un sombrero con forma de cucurucho, de uso corriente entre los indígenas dedicados a las faenas del campo en esa época.
Lo más interesante de esta figura es la tilma que lleva anudada al cuello, extiende el brazo derecho y la despliega en dirección a donde se encuentra el anciano; la hipótesis del investigador supone que esta silueta corresponde al vidente Juan Diego.
5.- Una mujer de raza negra
Detrás del supuesto Juan Diego, aparece una mujer de ojos penetrantes que mira con asombro. Sólo pueden verse el busto y la cara.
Es de tez morena, nariz achatada y labios gruesos, rasgos que corresponden a los de una mujer de raza negra.
El padre Mariano Cuevas en su libro: “Historia de la Iglesia en México” comprueba que el obispo Zumárraga había concedido en su testamento la libertad a la esclava negra que le había servido en México.
6.- El hombre barbado
En el extremo derecho de ambas córneas aparece un hombre barbado, con facciones europeas al que no ha sido posible identificar.
Este hombre muestra una actitud contemplativa, su rostro expresa interés y perplejidad; mantiene la mirada hacia el lugar en donde el indígena despliega su tilma.
Un misterio dentro del misterio
Este misterio está compuesto por las figuras 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13
En el centro de ambos ojos aparece lo que se ha denominado “grupo familiar indígena”. Las imágenes son de diferente tamaño a las demás, sin embargo estas personas guardan entre sí un mismo tamaño y componen una escena diferente.
7.- Una mujer joven de rasgos muy finos
Esta mujer, parece mirar hacia abajo, tiene sobre su cabello una especie de tocado: trenzas o cabello entretejido con flores. Sujeto a su espalda se distingue la cabeza deun bebé en un rebozo (Figura n°8)
A un nivel más bajo y a la derecha de la joven madre está un hombre con sombrero(Figura n°9) y entre ambos, se observa una pareja de niños, hombre y mujer, (Figuras n°10 y n°11). Otro par de figuras, esta vez de hombre y mujer adultos (Figuras n° 12 y 13) se encuentra de pie, atrás de la mujer joven.
Este hombre adulto (13) es la única figura que el investigador no ha podido encontrar en ambos ojos de la Virgen, sólo está presente en el derecho.
Conclusión
El 9 de diciembre de 1531, la Virgen María pidió a Juan Diego que le construyeran un templo en el Tepeyac para dar a conocer a Dios,“y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa(...)”, Nican Mopohua Núm.33.
De acuerdo con la hipótesis del autor, estas 13 figuras en conjunto nos revelan un mensaje de la Virgen María dirigido a la humanidad: Ante Dios los hombres y mujeres de todas las razas son iguales.
La presencia del grupo familiar (de la figura 7 a la 13) en ambos ojos de la Virgen de Guadalupe, en opinión del doctor Aste, son las figuras más importantes de las que se encuentran reflejadas en sus córneas pues están ubicadas en sus pupilas, lo que quiere decir que la Virgen María de Guadalupe tiene a la familia en el centro de su mirada compasiva.
Pudiera ser una invitación a buscar la unidad familiar, a acercarse a Dios en familia, especialmente ahora que la sociedad moderna ha devaluado tanto a la familia.
Artículo publicado originalmente en: virgendeguadalupe.org.mx