Guardarás silencio... hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras
- 19 Diciembre 2018
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10 regalos geniales para esta Navidad
Cosas que nunca se te ocurrirían
Probablemente varios están comenzando a sacar sus cuentas para ajustar sus finanzas y prepararse para las compras navideñas. Haciendo la lista de los que entran en el presupuesto y los que no.
Muchas veces nos preocupamos de quedar bien con nuestros regalos, obsequiando exclusividades, cosas muy originales, divertidas y únicas. Otros, con no tanto presupuesto, apuestan por la creatividad y hacen los regalos con sus propias manos. También hay quienes resuelven la problemática de los obsequios dando regalos genéricos, algo muy propio de las abuelitas: ¡calcetines y pañuelos para todos!
Los que hacemos algún tipo de apostolado la tenemos difícil porque no podemos sacar gente de la lista, al contrario, todo el mundo debería entrar en nuestra nómina de beneficiarios de obsequios navideños. Nadie en su sano juicio va a salir de compras y tener preparado un regalo para quien sea que se le cruce en el camino.
Es por esto que queremos ofrecerte una lista de regalos geniales que puedes ir preparando desde ahora, e incluso podrías comenzar a entregarlos anticipadamente, sin necesidad de esperar hasta la noche buena. Regalos que no pasarán de moda, que van a durar muchísimo, por los cuales no van a pedirte el ticket para cambiarlo y tendrás más que asegurada una sonrisa de quien lo recibe.
¡Cuéntanos que otras cosas geniales vas a poner en tu lista de regalos para dar en esta Navidad!
1. Regala tiempo
Este sin duda es un regalo valiosísimo pues el tiempo que regalas no volverá. Cada minuto invertido en alguien es un tesoro que no regresará a tus manos. El ex presidente de Uruguay José Mujica decía: “Cuando tu compras algo, no compras con dinero, compras con el tiempo de tu vida que gastaste para ganar ese dinero”. ¿Y si te ahorras la vuelta y le das a quien tienes al frente una porción bien cargada de tu tiempo y entrega?
2. Ofrece perdón
Es un buen momento para revisar los cabos sueltos que tienes en tu corazón y no solo perdonar como un acto simbólico mirando al cielo, sino para perdonar así como tu has sido perdonado, de forma concreta, restaurando la vida y la relación de aquel a quien te vas a atrever a perdonar. No es necesario que lo llames y le digas que es perdonado, basta con acercarte, mostrarte empático, atento y misericordioso.
3. Ábrete a aprender del otro
«No hagan nada por rivalidad o por vanagloria, sean, por el contrario, humildes y consideren a los demás como superiores a ustedes mismos» (Filipenses 2, 3). En el otro hay un tesoro y si te dispones a recibir aquello que tiene para entregar, seguro quedarás sorprendido. Deja tu corazón abierto y sin prejuicios, valorar a los demás es un hermoso regalo.
4. Escucha en silencio
Evita terminar la frase, prejuzgar, evaluar y calificar aquello que estás escuchando. Regala tu silencio humilde, no solo para evitar interrumpir, sino porque tu atención y escucha es un valioso y además escaso obsequio. Escucha no solo por educación, sino como un signo de amor.
5. Presta una mirada atenta. Presta atención
Que tu mirada esté sincronizada con tu mente y con tu corazón. Probablemente te has sorprendido a ti mismo mirando “atentamente”, pero en tu cabeza estas resolviendo problemas domésticos, planificando las actividades de la tarde o pensando en el almuerzo de mañana. Regala tu mirada y atención.
6. ¡Regala un buen chiste! Con humor la vida es más fácil
Este regalo requiere de una preparación especial: debes aprenderte un par de chistes. Sabemos que la sonrisa es un excelente regalo, pero llegar con una palabra alegre, una anécdota, una buena historia, siempre será bien agradecido por todos. La alegría que experimentamos los que nos sabemos amados por Dios, es la que hay que compartir.
7. Motiva a otros a dar
Siempre es una buena idea ser solidario con quienes necesitan de nuestra ayuda, pero motivar a otros a ser solidarios es mucho mejor. Puedes hacer que sean más los que se unen a la causa. No hay que mirar muy lejos para encontrar a alguien necesitado de nuestra solidaridad.
8. Haz los quehaceres de otro
Probablemente es el menos espiritual y simbólico de la lista, pero es uno de los más efectivos (te lo digo por experiencia propia), sobre todo si se trata de limpiar y ordenar aquello que no te corresponde, incluso si hay alguien contratado para eso. Ese tiempo de libertad que regalaste al tomarte la molestia de hacer las tareas de otro, es un regalo que siempre caerá bien.
9. Piensa en el que viene después de ti
Este es un regalo genérico de amor al prójimo: piensa en el que viene después de ti. Ya sea en el baño público, dejando el carrito del supermercado donde corresponde en los estacionamientos, botando el chicle al basurero, y una lista interminable de etcéteras. Es poco probable que te lo agradezcan, pero tu también eres el prójimo de alguien y sabes como siente cuando el que estuvo antes de ti no lo hizo muy bien.
10. Dona tu amistad desinteresada. Atrévete a conocer a alguien
Un regalo genial y muy grande es ofrecer tu amistad de forma real a alguien de quien no puedes sacar beneficio. Alguien que no consideres es un “par” tuyo, alguien menor o mayor en edad, alguien en una distinta “escala social” o “laboral” comparado contigo. Una amistad nueva. Es lógico que de buenas a primeras no serán los mejores amigos, pero el solo hecho de ofrecer tu amistad a alguien que nunca esperaría que tu te le acerques, es un tremendo obsequio.
Hombres de los sueños
El Papa invita a aprender a soñar como soñaba San José, el “hombre de los sueños”
El Papa Francisco pidió a los cristianos que sean “hombres de los sueños” como San José, y no “soñadores sin los pies en la tierra”.
El Santo Padre centró la homilía de la Misa celebrada en Casa a Marta este martes 18 de diciembre a la figura de San José, de quien dijo que “es el hombre que sabe acompañar en silencio”, es “el hombre de los sueños”.
Explicó que en los Evangelios se presenta a San José como “un hombre justo que cumple con la Ley, trabajado, humilde y enamorado de María”.
Cuando se presenta ante él lo incomprensible, “prefiere hacerse a un lado, pero Dios le revela entonces su misión”, señaló Francisco. De ese modo, San José asume su misión, su papel y acompaña al Hijo de Dios “en silencio, sin juicios”.
Ayudó a Jesús “a crecer, a desarrollarse. Así buscó un lugar para que el hijo naciera, lo sanó, le ayudó a crecer, le enseñó el oficio: muchas cosas… En silencio. Jamás tomó para sí la propiedad de su hijo: dejó crecer en silencio”.
“Dejar crecer sería la palabra que nos ayudaría mucho a nosotros que, por naturaleza, queremos meter la nariz en todo, sobre todo en la vida de los demás: ‘¿Y por qué hace eso?’, ‘¿Y por qué hace aquello…?’. Y comenzamos a hablar a la espalda”. En cambio, San José “deja crecer, custodia, ayuda, pero en silencio”.
El Papa también definió a San José como “el hombre de los sueños”, que no es lo mismo que “un soñador”.
“El sueño es un lugar privilegiado para buscar la verdad, porque allí no tratamos de defendernos de la verdad. Dios también nos habla en los sueños. No siempre, porque normalmente es el nuestro subconsciente el que surge, pero Dios muchas veces decide hablarnos en los sueños”.
“Lo hace muchas veces. Así lo vemos en la Biblia. Pero San José era el hombre de los sueños. No era un soñador, no era un fantasioso. Un soñador es otra cosa: es aquel que cree que va por el cielo sin los pies en la tierra”.
En cambio, “San José tenía los pies en la tierra, pero era abierto”.
De ese modo, el Papa pidió “no perder la capacidad de soñar con el futuro. Cada uno de nosotros tiene que soñar con la familia, con los hijos, con los padres. Mirar cómo me gustaría que fuese sus vidas. También los sacerdotes: soñad con los fieles, qué queremos para ellos”.
Por último, invitó a “soñar como sueñan los jóvenes que no tienen vergüenza de soñar, y allí encuentran un camino. No perdáis la capacidad de soñar, porque soñar es abrir las puertas a futuro. Sed fecundos al futuro”.
Anastasio I, Santo
XXXIX Papa, 19 de diciembre
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio Ponciano, en la vía Portuense, sepultura de san Anastasio I, papa, varón de gran pobreza y de apostólica solicitud, que se opuso firmemente a las doctrinas heréticas († 401)
Breve Biografía
Fue de nación romano; su padre se llamó Máximo. Fue elegido Sumo Pontífice imperando Graciano, y sucedió en la silla apostólica a San Siricio en diciembre del 398. Tuvo el sumo pontificado tres años, diez meses y veinticinco días.
Constituyó que los sacerdotes no estuviesen sentados, sino en pie e inclinados, cuando se leyese o cantase el Evagelio en la Iglesia, y que ningún peregrino, mayormente si era transmarino, fuese admitido en la clerecía si no traía fe de quién era, sellada y firmada de cinco obispos. Esto mandó por los Maniqueos, que entonces eran muy estimados en Africa, y para corromper a los católicos enviaban muchos de los suyos a diversas partes donde pudiesen sembrar sus herejías. Constituyó también que los débiles o mancos, o cualesquiera otros que careciesen de algún miembro, no fuesen clérigos.
Consagró la Iglesia llamada Crescentina en la región segunda, en la via Mamertina. Celebró dos veces órdenes por el mes de diciembre, y ordenó en ellas a 8 presbíteros, 5 diáconos y 10 obispos; y habiendo servido al Señor fielmente (porque no fue digno el mundo de gozarlo mucho tiempo, como dice San Jerónimo, su contemporáneo, pues fue hecho Pontífice por su gran santidad y pobreza apostólica a los 70 años y más de su edad, y también porque en su tiempo no viese rendida a la siempre triunfante Roma, señora del mundo), pasó de esta presente vida a tomar posesión eterna a los 27 de bril del año 401, imperando Graciano, según algunos Arcadio y Honorio.
San Anastasio combatió la herejía donatista en el Africa septentrional y condenó los errores de Orígenes.
Su santo cuerpo fue sepultado en el Cementerio de San Pedro junto al Oso Pleato y estuvo por su muerte vacante la silla aspostólica 21 días.
Santo Evangelio según San Lucas 1, 5-25. Miércoles III de Adviento.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, escucha mi plegaria suplicante, escucha lo más profundo de mi corazón que tiene deseos de Ti, de tu amor, de la felicidad…
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Zacarías, el padre de San Juan Bautista, es una de las figuras más representativas del Adviento. Muchas veces el Señor nos habla en lo profundo del ser y nosotros pensamos que no somos dignos de recibirle, entonces no creemos en las gracias del Señor y pensamos que somos un caso perdido. Esto sucede cuando falta la confesión, nos alejamos de la comunión, y poco a poco nos vamos deformando y haciéndonos insensibles al pecado, nos quedamos mudos como Zacarías…
Señor, abre mis ojos, hazme comprender que no es demasiado tarde para que tu gracia actúe en mí. Que sea tu gracia, Señor, la que me permita anunciar la llegada de tu Hijo con mi vida. Gracias por escuchar mi oración.
Ante el anuncio del nacimiento de un hijo, Zacarías se quedó incrédulo, porque las leyes naturales no lo consentían, eran viejos: eran ancianos; como consecuencia el Señor lo dejó mudo durante todo el tiempo de la gestación. Es una señal. Pero Dios no depende de nuestras lógicas y de nuestras limitadas capacidades humanas. Es necesario aprender a fiarse y a callar frente al misterio de Dios y a contemplar en humildad y silencio su obra, que se revela en la historia y que tantas veces supera nuestra imaginación.
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un momento de oración en la Iglesia y le agradeceré a Dios por la gracia de su perdón y, si no me he confesado últimamente, buscaré hacerlo con un buen examen de conciencia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nuestra fe no está muerta, está dormida
La clave está en atreverse a creer que el Señor está palpitante en cada orla de su manto
Tal como ocurriera con los dos sueños del Faraón que José discernió, las dos mujeres que Marcos nos presenta (Mc 5, 21-43), la hemorroísa y la hija de Jairo son en realidad “una sola persona”. Eres tú. Somos cada uno de nosotros. De ninguna de la dos nos ofrece San Marcos su nombre. Pongamos el nuestro, sintámonos aludidos, interpelados, por la Palabra.
Ambas mujeres tienen entre sí un triple nexo que nos permite identificarlas como un solo mensaje del Señor. Por una parte, San Marcos nos presenta “trenzadas” las dos sanaciones. Por otra, ambas “cuentan” 12 años. Pareciera que el Evangelista hubiera “subrayado” en rojo este detalle. Abundemos en él.
La mujer enferma lleva 12 años “perdiendo vida”. La sangre es signo de vida en el contexto bíblico. Curiosamente, 2000 años después, en las campañas de donación de sangre uno de los lemas es “donar sangre es donar vida”. Y así es.
Ella se ha gastado su fortuna en tratamientos que, a la postre, no sólo han resultado infructuosos, sino que han empeorado su estado. Aterricemos: en nuestra vida hay muchas heridas emocionales y situaciones dolorosas por las que vamos “perdiendo” alegría, paz, bondad, etc. Se nos va la “vida... en el Espíritu”, se nos van los frutos. Se nos va la vida, solemos decir ante un golpe de calor estival. Muchas veces nos acostumbramos a confiar demasiado en nuestro propios recursos y experiencia vital para salir del atolladero, porque nos cuesta pedir ayuda. Es como su tuviéramos frío y en lugar de buscar el calor del hermano, quisiéramos “reinventar” el fuego.
Hay diferencia entre ver y mirar, entre oír y escuchar. Tampoco es lo mismo apretujar que tocar. La multitud que apretuja al Maestro nos recuerda a nosotros mismos cuando estamos con el Señor sólo “emocionalmente”, cuando estamos en la Eucaristía “de cuerpo presente”, sin darnos cuenta de la Presencia. Cuando leemos mucho sobre el Evangelio, pero no terminamos de sumergirnos en el Evangelio. Cuando lamentamos lo mal que va el mundo en lugar de dar gracias a Dios “siempre y en todo lugar, porque es justo y necesario”.
Ella toca la orla del manto, es decir la parte de su túnica aparentemente más “alejada” de la mirada del Señor. La túnica representa la Iglesia misma, que “reviste” al Señor y le hace visible en el mundo. El testimonio de aquella mujer nos recuerda que el Amor del Señor nos puede sanar sólo con que “toquemos” levemente cualquiera de las piedras vivas que la formamos. Tocar es abrazar es expresar el amor fraterno. Es como la “caricia del Papa” que el Beato Juan XXIII regaló a los padres para sus niños, en el famoso discurso de la Luna la noche inaugural del Concilio.
La hija de Jairo representa nuestra vida en Cristo, nuestro primer amor con el Señor. La joven lleva casi 2000 años teniendo doce, porque la obra de Dios en cada uno de nosotros no envejece. Es como dicen los Padres Orientales de la Iglesia refiriéndose al corazón interior: Nuestra porción de vida eterna, el “lugar” genuino de nuestra semejanza con Dios.
Jairo, jefe de la sinagoga, representa a la Iglesia, que intercede al Señor por todos los hombres y por cada uno de sus hijos, seamos o no conscientes de ello. La niña, en efecto, no es consciente, no puede salir a pedir ayuda. Cuando los amigos de Jairo comentan a éste que ya no hace falta “molestar“ al Maestro, no es difícil aventurar la frase siguiente: “Jesús no ha llegado a tiempo, estaba atendiendo a esta otra señora”. Son los mismos parientes que alternan el llanto desconsolado por la joven difunta con la risa burlesca ante el diagnóstico del Señor: “La niña está dormida”. Ellos representan nuestros sentimientos desbocados, variables, cuando les falta el dominio de sí que los gobierne como el imán a las limaduras de hierro. Pero Jairo confía y deja en manos del Señor a su pequeña. San Marcos no nos dice su nombre, pero en el nombre de su padre está escrita la obra que va a hacer el Señor en ella, porque Jairo deriva de Yag´ir, que significa "Dios iluminará".
En efecto, nuestra fe no está muerta, está dormida. Los “parientes” ya tienen la siguiente pregunta preparada: Si está dormida, ¿por qué a nadie se le ocurrió despertarla? ¿Acaso Jairo o su esposa no hubieran podido tocarle en el brazo levemente? No, porque de ese sueño sólo puede despertarnos la Voz de Cristo. Por eso, cuando sentimos dormido el ánimo y deprimido el corazón sólo la escucha de la Palabra puede hacernos llegar el “Talitha kumi”. Es cierto que también podemos rechazar el diagnóstico del Médico y certificar nuestra desesperanza, como forenses de nosotros mismos. Aun así, a los tres días nos daremos cuenta con asombro de que nuestra “hija de Jairo” no sufre descomposición alguna. Nos daremos cuenta de que nuestra esperanza está viva, pero dormida. Está dormida, pero muy viva.
El lenguaje coloquial viene a iluminar esta realidad con pintoresca gracia: Tras una jornada de fatigoso trabajo solemos decir: “Estoy muerto de cansancio”. Y no nos damos cuenta de que un difunto no experimenta cansancio alguno, al contrario, goza de descanso perfecto. Saquémosle punta a la frase citada: Cuanto más grande es el cansancio experimentado más vivos estamos, más nos hemos apasionado en el trabajo. En clave de Evangelio, los caminos de Dios son distintos de los nuestros, porque cuanto más nos hemos desgastado por los hermanos, más vivos estamos, y más vivos nos sentimos. Cuanto más ha ardido nuestra zarza con el fuego del amor de Dios, más ligera navega la savia del Espíritu por nuestras ramas.
El tercer nexo entre las dos mujeres es que ambas tienen un encuentro personal con el Maestro. La mujer sanada es la única que le ha “tocado”. La orla del manto puede ser cualquier cosa, por pequeña que sea, de la que el Señor se sirve para mostrarnos su presencia en lo cotidiano. Para Blaise Pascal fueron unas notas de órgano, para la Madre Teresa la llamada de un mendigo. La clave está en atreverse a creer que el Señor está palpitante en cada orla de su manto. Ella lo creyó... y así fue.
Y en cuanto a la joven, muchos hablaban de ella, pero sólo Jesús le habló a ella. Y después de despertarla tuvo la emocionante delicadeza de pedir que le dieran de comer. Ahí ha dejado escrita una ulterior exhortación para nosotros: Cuando el Amor de Dios nos saca de nuestra postración, depresión y melancolía, hemos de alimentar a la hija de Jairo, hemos de robustecer nuestra dieta espiritual con los sacramentos, la Palabra, la vida fraterna, etc... Hemos, en suma, de vivir como hijos resucitados.
¿Cómo escuchar la dulce voz del Espíritu Santo?
Como filtrar las muchas voces que nos hablan, para escuchar lo que nos tiene que decir el Santo Espíritu de Dios.
"Se lava la carne para que se purifique el alma; se unge la carne para consagrar el alma; se signa la carne para fortalecer el alma; se imponen las manos sobre la carne para que el alma sea iluminada por el Espíritu; se nutre la carne con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para que el alma se sacie de Dios" (Tertuliano, en De Resurrectione, 8)
Esta cita de uno de los Padres de la Iglesia nos permite ver algo de cómo los primeros cristianos entendían el Bautismo y la Confirmación, vale decir, que mientras el Bautismo "nos lava" del pecado original, es a través del don del Espíritu Santo que somos ungidos, sellados e iluminados.
Como sucede con los demás sacramentos, si queremos experimentar completamente las bendiciones de la Confirmación, a nosotros nos toca hacer algo también: creer que el Espíritu Santo vive en nosotros y que quiere hablarnos y actuar en nuestra vida. Tenemos, además, que aprender a escuchar su voz y seguir su guía. Así pues, en los párrafos siguientes, veremos cómo se pueden experimentar con mayor profundidad las bendiciones recibidas en la Confirmación.
Una multitud de voces
Sí, es cierto que el Espíritu Santo nos quiere hablar, pero a veces nos cuesta escucharle. Esto sucede porque hay muchas otras voces que constantemente nos llegan de todos lados pidiendo atención. Todas quieren penetrar en nuestros razonamientos e influir en las decisiones que tomamos.
Pensemos en todas las voces, unas útiles, otras inútiles, que escuchamos durante el día: voces de familiares, amigos, compañeros de trabajo y vecinos. Está además toda la inmensidad de anuncios y propaganda comercial que nos urge a comprar diversos productos o servicios que supuestamente van a comunicarnos felicidad o satisfacción en la vida. Además están los medios de difusión (periódicos, televisión, radio, internet)que tratan de informarnos y condicionarnos para pensar de una u otra forma. También está la presencia de Satanás, el maligno "que engaña a todo el mundo" (Apocalipsis 12, 9). Y, naturalmente, está nuestro Padre celestial que quiere concedernos su sabiduría y guiarnos hacia el camino de la salvación.
Con todas estas voces que llegan al oído y a la mente, uno tiene que preguntarse:
¿Cómo puedo discernir lo correcto y lo erróneo en todas estas voces? La respuesta radica, en gran parte, en los dones espirituales que recibimos en nuestra Confirmación.
Declarar culpable y convencer
Cuando fuimos confirmados, fuimos sellados con el Espíritu Santo, recibimos los dones espirituales y fuimos santificados como seguidores del Señor. Recibimos la gracia y el poder que nos permiten centrar la mente en las cosas de Dios y participar en la construcción del Reino en la tierra.
Pero, ¿cómo nos ayuda esta gracia día tras día? En su Evangelio, San Juan nos dice que el Espíritu Santo quiere hacernos reconocer nuestros pecados y convencernos de la santidad y la justicia de Jesús (v. Juan 16, 8-10). Esta doble obra de declararnos culpables y convencernos es parte de la esencia del Sacramento de la Confirmación.
En cuanto a reconocernos culpables de los pecados cometidos, el Espíritu Santo nos habla a la conciencia. Todos hemos pasado por situaciones en las que hemos ocultado o torcido la verdad, manipulado a alguien o desviado la atención de las consecuencias morales de alguna decisión que hayamos tomado.
Es muy importante que nosotros sepamos que el Espíritu Santo nos declara culpables de los pecados que hayamos cometido, pero es más importante aún que estemos dispuestos a reconocer la realidad de Cristo Jesús, porque quiere enseñarnos que el Señor es el fiel Servidor de Dios, que nos ha salvado de nuestros pecados; quiere revelarnos que Cristo es quien nos prodiga su divina misericordia cuando lo buscamos, que nos ama profundamente y que nunca se cansará de nosotros.
Estar conscientes de Dios
El Señor nos ama a todos por igual. Nos creó a todos con la misma capacidad espiritual, de modo que nadie debe sentirse en desventaja al tratar de escuchar la voz del Espíritu Santo o reconocer la obra de Dios en su vida. La Escritura contiene magníficos relatos acerca de personas como San Pedro, la Virgen María y San Felipe, que percibieron la guía del Espíritu Santo aun cuando esa guía parecía extraña al principio. Por ejemplo, Pedro estuvo dispuesto a dejar de lado la tradición judíaque le prohibía entrar en la casa de un gentil, pero haciéndolo dio lugar a la expansión del Evangelio más allá del judaísmo (Hechos 10, 1-49). A su vez, el Espíritu Santo inspiró a la Virgen María, por medio de un ángel, a renunciar a sus propios planes para ser la Madre de Dios (Lucas 1, 26-38), y Felipe fue conducido por el Espíritu para dirigirse hacia el desierto sin saber exactamente por qué, pero su obediencia dio lugar a la conversión de un alto oficial del gobierno etíope (Hechos 8, 26-39).
Del mismo modo, el Espíritu Santo también quiere hablarnos a nosotros. Tal vez no sea de la manera tan dramática que leemos en estos relatos, pero él quiere infundir nuevos pensamientos en nuestra mente. Por ejemplo, tal vez al caminar hacia la Iglesia para ir a misa tú te puedes sentir movido a hablarle a un desconocido y quién sabe si eso te daría la oportunidad de compartir tu fe en Jesucristo.
Tal vez estés mirando la televisión cuando sientas el deseo de orar por tu familia o pedirle a Dios perdón por alguna antigua situación de pecado. Estas son ocasiones en que el Espíritu quiere inspirarte tal como inspiró a Pedro, la Virgen María y Felipe para hacer algo inesperado. Estos son ejemplos de lo que hace el Espíritu Santo para que tú seas un instrumento apto para compartir el Evangelio y edificar la Iglesia de Cristo. Y todo esto fluye del Sacramento de la Confirmación.
Sí, es cierto que es necesario asegurarnos de que estos impulsos provengan del Espíritu Santo, pero sucede muy a menudo que descartamos estas inspiraciones como cosas pasajeras sin consecuencia alguna. Naturalmente, también es posible que algunas ideas como éstas provengan sólo de nuestra propia imaginación, pero no es imposible que vengan del Espíritu Santo. Pensemos en lo que sucedió con San Pedro. Un día le dijo a Jesús "Tú eres el Mesías" (Mateo 16, 16), tal vez pensando que era algo que a él solo se le había ocurrido, pero Jesús le corrigió: "Esto no lo conociste por medios humanos, sino porque te lo reveló mi Padre que está en el cielo" (Mateo 16, 17).
¿Por qué Pedro pronunció estas palabras? Porque amaba a Jesús, pasaba horas en su compañía y quería llegar a ser como él. Es claro que la devoción de Pedro lo había cambiado, y al parecer, él ni siquiera se había dado cuenta. Lo mismo puede sucedernos a nosotros. Si pasamos tiempo con Jesús cada día, el amor que le tenemos crecerá y se hará más fuerte, desearemos complacerlo y comenzaremos a escuchar la voz del Espíritu Santo en el corazón. Ya sea que lo reconozcamos o no, nuestra vida comenzará a cambiar y así nos iremos asemejando un poco más al Señor.
Practicar la escucha
Reconozcamos que el Espíritu Santo quiere hablarnos a todos, hasta ser la voz dominante en nuestra mente, y mientras mejor dispuestos estemos a aceptar la obra del Espíritu de hacernos ver nuestros pecados, convencernos de amar al Señor y edificar la Iglesia, más nos acercaremos a Cristo y avanzaremos por el camino de la santidad. Igualmente, encontraremos que la gracia de la Confirmación tiene una influencia cada vez más poderosa en nuestra vida personal y espiritual.
Creamos pues que podemos estar conscientes de la presencia de Dios; creamos queel Espíritu Santo realmente nos habla y tratemos de percibir lo que nos trata de decir cada día, para que estemos más atentos a sus inspiraciones.
Al mismo tiempo, comprometámonos a poner en práctica al menos una buena acción que nos parezca percibir en la mente cada día de este mes. Cuando estés haciendo oración o justo después de recibir la Sagrada Eucaristía, pídele al Espíritu Santo que te hable y te conceda los dones que quiera darte. Luego, pon atención a los pensamientos que lleguen a tu mente, escribe lo que te parezca que te dice el Espíritu Santo y busca la manera de ponerlo en práctica. Después de unos días, reflexiona y ve qué tipo de resultados han surgido de lo que te pareció escuchar o de lo que hiciste.
"VIVIR LA NAVIDAD ES ENTENDER QUE LA VIDA NO SE PROGRAMA SINO QUE SE DA"
Papa: "Navidad significa celebrar a un Dios que revoluciona nuestras lógicas humanas"
"Procuremos no mundanizar la Navidad, ni convertirla en una bonita fiesta tradicional"
Papa, en el aula
Celebraremos la Navidad si sabemos dedicar tiempo al silencio, como hizo José; si le decimos a Dios "aquí estoy", como María; si salimos de nosotros mismos para ir al encuentro de Jesús, como los pastores
(Cameron Doody).- A seis días del nacimiento de Jesús, el Papa Francisco centra su catequesis en la Navidad y su sentido más profundo: las sorpresas que trae consigo. La mayor, "el Altísimo que se hace niño" y nace "infante", es decir, "incapaz de hablar". Una Navidad que significa que "Dios revoluciona nuestras lógicas humanas". Pero, para eso, hace falta "no mundanizar la Navidad".
Algunas frases de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En seis días será Navidad. Árboles, decoraciones y luces por todas partes recuerdan que este año también será una fiesta
La máquina publicitaria invita a intercambiar regalos siempre nuevos para sorprenderse
¿Pero es esta la fiesta que agrada a Dios? ¿Qué Navidad le gustaría él, qué regalos y sorpresas?
Veamos la primera Navidad de la historia para descubrir los gustos de Dios. Esa Navidad estuvo llena de sorpresas
Comenzamos con María, esposa de José: el ángel llega y cambia su vida. De virgen será madre
Continúa con José, llamado a ser el padre de un niño sin generarlo. Un hijo que llega en el momento menos indicado, es decir, cuando a María y José se prometieron cónyuges y, de acuerdo con la Ley, no podían cohabitar
Ante el escándalo, el buen sentido invitó a José a rechazar a María y salvar su buen nombre, pero él, que tenía el derecho, sorprende: para no hacerle daño a María piensa despedirla en secreto, a costa de perder su reputación
Luego, otra sorpresa: Dios en un sueño cambia sus planes y le pide que se lleve a María con él
Nacido Jesús, cuando tenía sus planes para la familia, en un sueño le dijo que se levantara y que se fuera a Egipto
En resumen, la Navidad trae cambios inesperados de la vida
Pero es la noche de Navidad que viene la mayor sorpresa: el Altisimo es un niño pequeño. La Palabra divina es un infante, que literalmente significa "incapaz de hablar"
Para dar la bienvenida al Salvador no están las autoridades de la época, sino simples pastores que, sorprendidos por los ángeles mientras trabajan de noche, se apresuran sin demora. ¿Quién lo habría esperado?
La Navidad es celebrar al Dios inédito, o mejor dicho, un Dios inédito, que derriba nuestra lógica y nuestras expectativas
Hacer Navidad, entonces, es dar la bienvenida a las sorpresas del Cielo en la tierra
No puedes vivir "tierra tierra", cuando el Cielo ha traído sus noticias al mundo
La Navidad inaugura una nueva era, donde la vida no se programa, sino que se da; donde uno ya no vive para sí mismo, según sus propios gustos, sino para Dios; y con Dios, porque desde Navidad Dios es el Dios con nosotros
Vivir la Navidad es sacudirse por su sorprendente novedad. La Navidad de Jesús no ofrece el calor reconfortante de la chimenea, sino el temblor divino que sacude la historia
La Navidad es la venganza de la humildad sobre la arrogancia, de la simplicidad sobre la abundancia, del silencio sobre el alboroto, de la oración a mi tiempo, de Dios sobre mi "yo"
Hacer Navidad es hacer como Jesús... bajar a aquellos que nos necesitan
Es hacer como María: confiada, dócil a Dios, incluso sin entender lo que Él hará
Es hacer como José: levantarse para hacer lo que Dios quiere, incluso si no está de acuerdo con nuestros planes
San José es asombroso: nunca habla en el Evangelio y el Señor le habla en silencio, en sueños
Navidad es preferir la voz silenciosa de Dios al ruido del consumismo. Si podemos estar en silencio frente a la cuna, la Navidad será una sorpresa para nosotros
Desafortunadamente, sin embargo, uno puede equivocar de fiesta y preferir las cosas usuales de la tierra a las noticias del Cielo
Si la Navidad es solo una buena fiesta tradicional, donde nosotros y no él estamos en el centro, será una oportunidad perdida
Desde el primer Evangelio de Adviento, el Señor nos ha advertido, pidiéndonos que no nos perdemos en "disipaciones" y "problemas de la vida" (Lc 21,34)
Estos días corremos, tal vez como nunca durante el año. Pero esto es lo opuesto a lo que Jesús quiere
Culpamos las muchas cosas que llenan los días, el mundo que va rápido. Sin embargo, Jesús no culpó al mundo
Por lo tanto, será Navidad si, como José, daremos espacio al silencio; si, como María, decimos "aquí estoy" a Dios; si, como Jesús, estamoss cerca de los que están solos. Si, como los pastores, dejamos nuestros recintos para estar con Jesús
Será Navidad, si encontramos la luz en la pobre cueva de Belén. No será Navidad si buscamos el resplandor resplandeciente del mundo, si nos llenamos de regalos, comidas y cenas, pero no ayudaremos al menos a un hombre pobre, que se parece a Dios, porque en Navidad Dios vino pobre
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Navidad, ricas en las sorpresas de Jesús! Pueden parecer sorpresas incómodas, pero son los gustos de Dios
Síntesis en español de la catequesis del Papa
Queridos hermanos:
Dentro de seis días celebraremos la Navidad, y podríamos preguntarnos: ¿Cómo es esa fiesta que a Dios le gustaría que celebráramos? El Evangelio nos habla de las sorpresas y cambios de vida que trajo consigo aquella primera Navidad de la historia. Cómo la llegada de Dios cambió de manera radical los planes de María y José. Y la sorpresa más grande llega en la noche de Navidad, cuando el Altísimo aparece como un niño pequeño, reconocido solo por unos sencillos pastores.
Navidad significa acoger en la tierra las sorpresas del Cielo y celebrar a un Dios que revoluciona nuestras lógicas humanas. Vivir la Navidad es entender que la vida no se programa sino que se da, que no podemos vivir para nosotros mismos sino para Dios, que descendió hasta nosotros para ayudarnos. Procuremos no mundanizar la Navidad, ni convertirla en una bonita fiesta tradicional pero centrada en nosotros y no en Jesús. Celebraremos la Navidad si sabemos dedicar tiempo al silencio, como hizo José; si le decimos a Dios "aquí estoy", como María; si salimos de nosotros mismos para ir al encuentro de Jesús, como los pastores; si no nos dejamos cegar por el brillo de luces artificiales, de regalos y comidas, y en cambio ayudamos a alguien que pasa necesidad, porque Dios se hizo pobre en Navidad. Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina. Le pedimos a la Virgen María que nos ayude a contemplar en silencio el misterio del Nacimiento de su Hijo, para que hagamos realidad en nuestras vidas su ejemplo de humildad, pobreza y amor