"...y encontraron a María, a José y al niño..."

LA SUPERIORA Y COMUNIDAD DE MISIONERAS DE PAX VOBIS LE DESEA A USTED Y SU FAMILIA UNAS FIESTAS NAVIDEÑAS CON UNA BENDICION PARA EL AÑO NUEVO CON EL AMOR DE JESUS MARIA Y SAN JOSE PARA QUE EL CIELO DERRAME SOBRE USTEDES TODAS LAS GRACIAS Y PLENA SALUD DE ALMA Y CUERPO POR TODOS LOS QUE AMAN

FELICES FIESTAS DE NAVIDAD Y AÑO NUEVO
                                  

CON AMOR SISTER CECILIA Y COMUNIDAD DE PAX VOBIS

María, Madre de Dios, Santa

Solemnidad Litúrgica. 1 de enero 


Primera fiesta mariana que apareció en la Iglesia occidental

En la octava de la Natividad del Señor y en el día de su Circuncisión. Los Padres del Concilio de Efeso la aclamaron como Theotokos, porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.
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Es el mejor de los comienzos posibles para el santoral. Abrir el año con la solemnidad de la Maternidad divina de María es el mejor principio como es también el mejor colofón. Ella está a la cabeza de todos los santos, es la mayor, la llena de Gracia por la bondad, sabiduría, amor y poder de Dios; ella es el culmen de toda posible fidelidad a Dios, amor humano en plenitud. No extraña el calificativo superlativo de "santísima" del pueblo entero cristiano y es que no hay en la lengua mayor potencia de expresión. Madre de Dios y también nuestra... y siempre atendida su oración.



Los evangelios hablan de ella una quincena de veces, depende del cómputo que se haga dentro de un mismo pasaje, señalando una vez o más.



El resumen de su vida entre nosotros es breve y humilde: vive en Nazaret, allá en Galilea, donde concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús y se desposó con José.



Visita a su parienta Isabel, la madre del futuro Precursor, cuando está embarazada de modo imprevisto y milagroso de seis meses; con ella convive, ayudando, e intercambiando diálogos místicos agradecidos la temporada que va hasta el nacimiento de Juan.



Por el edicto del César, se traslada a Belén la cuna de los mayores, para empadronarse y estar incluida en el censo junto con su esposo. La Providencia hizo que en ese entonces naciera el Salvador, dándolo a luz a las afueras del pueblo en la soledad, pobreza, y desconocimiento de los hombres. Su hijo es el Verbo encarnado, la Segunda Persona de Dios que ha tomado carne y alma humana.



Después vino la Presentación y la Purificación en el Templo.



También la huída a Egipto para buscar refugio, porque Herodes pretendía matar al Niño después de la visita de los magos.



Vuelta la normalidad con la muerte de Herodes, se produce el regreso; la familia se instala en Nazaret donde ya no hay nada extraordinario, excepción hecha de la peregrinación a Jerusalén en la que se pierde Jesús, cuando tenía doce años, hasta que José y María le encontraron entre los doctores, al cabo de tres días de angustiosa búsqueda.



Ya, en la etapa de la "vida pública" de Jesús, María aparece siguiendo los movimientos de su hijo con frecuencia: en Caná, saca el primer milagro; alguna vez no se le puede aproximar por la muchedumbre o gentío.



En el Calvario, al llegar la hora impresionante de la redención por medio del cruentísimo sufrimiento, está presente junto a la cruz donde padece, se entrega y muere el universal salvador que es su hijo y su Dios.



Finalmente, está con sus nuevos hijos _que estuvieron presentes en la Ascensión_ en el "piso de arriba" donde se hizo presente el Espíritu Santo enviado, el Paráclito prometido, en la fiesta de Pentecostés.



Con la lógica desprendida del evangelio y avalada por la tradición, vivió luego con Juan, el discípulo más joven, hasta que murió o no murió, en Éfeso o en Jerusalén, y pasó al Cielo de modo perfecto, definitivo y cabal por el querer justo de Dios que quiso glorificarla.



Dio a su hijo lo que cualquier madre da: el cuerpo, que en su caso era por concepción milagrosa y virginal. El alma humana, espiritual e inmortal, la crea y da Dios en cada concepción para que el hombre engendrado sea distinto y más que el animal. La divinidad, lógico, no nace por su eternidad.



El sujeto nacido en Belén es peculiar. Al tiempo que es Dios, es hombre. Alta teología clasifica lo irrepetible de su ser, afirmando dos naturalezas en única personalidad. El Dios infinito, invisible, inmenso, omnipotente en su naturaleza es ahora pequeño, visible, tan limitado que necesita atención. Lo invisible de Dios se hace visible en Jesús, lo eterno de Dios entra con Jesús en la temporalidad, lo inaccesible de Dios es ya próximo en la humanidad, la infinitud de Dios se hace limitación en la pequeñez, la sabiduría sin límite de Dios es torpeza en el gemido humano del bebé Jesús y la omnipotencia es ahora necesidad.



María es madre, amor, servicio, fidelidad, alegría, santidad, pureza. La Madre de Dios contempla en sus brazos la belleza, la bondad, la verdad con gozoso asombro y en la certeza del impenetrable misterio.
 
Un sí que dura hasta hoy

Santo Evangelio según San Lucas 2, 16-21. Santa María, Madre de Dios (Día octavo de la octava de Navidad)

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, abre mis labios para que pueda cantar todo el amor que me has mostrado al hacerte un pequeño niño, vulnerable, por amor a mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21




En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María,  a José y al niño, acostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados.  María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.  

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre  de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.  

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Ocho días después de la fiesta de Navidad, la Iglesia nos propone celebrar a santa María, madre de Dios; pero ¿qué significa celebrar hoy a María? ¿No tendríamos que estar celebrando a Jesús por su circuncisión? En verdad podemos decir que celebramos el que María cumplió y aceptó ser Madre de Dios.



«Pero ¿qué no ya había aceptado ser la madre de Dios en el anuncio del ángel?» Realmente sí, desde aquel instante aceptó ser la madre de Dios, pero todas las palabras del mensajero de Dios se cumplieron cuando Jesús recibe su nombre, y viene a ser el Emmanuel, el Dios con nosotros. Es en el nombre que los judíos reciben su misión y es en el nombre de su Hijo que María recibe también una misión.



Como padres y hermanos, podemos no estar de acuerdo con la decisión que toman nuestros seres queridos, pero muchas veces no somos capaces de reconocerlo y aceptar la respuesta que otros quieren dar, pues sabemos que puede significar un adiós para nosotros. Veamos a María, ella como madre, desconocía el fin que tenía su Hijo, y, sin embargo, no dejó el camino, es más, le ayudó a seguirlo. María, dame la fuerza para caminar junto a quien me lo pida, a pesar que su respuesta no me agrade, pues es en el amor en que quiero dar un sí como el tuyo.



«El Evangelio de hoy nos reconduce al establo de Belén. Los pastores llegan a toda prisa y encuentran a María, José y el Niño; e informan del anuncio que les han dado los ángeles, es decir que ese recién nacido es el Salvador. Todos se sorprenden, mientras que “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”. La Virgen nos hace entender cómo acoger el evento de la Navidad: no superficialmente sino en el corazón. Nos indica el verdadero modo de recibir el don de Dios: conservarlo en el corazón y meditarlo. Es una invitación dirigida a cada uno de nosotros a rezar contemplando y gustando este don que es Jesús mismo.»
 (Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2018).




Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Alentar a un amigo que no es comprendido por una decisión tomada y ayudarlo a encontrar su felicidad.



Despedida



Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
    


Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.


Ruega por nosotros.


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año?

Extracto del mensaje del Papa Benedicto XVI para la XLV jornada mundial de la paz (2012), hoy tan vigente como cuando se publicó




Por: S.S. Benedicto XVI | Fuente: La-oracion.com 


¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones.

El hombre espera un cambio, espera una nueva luz

Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día.

En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad.
(…)

Ante el difícil desafío que supone recorrer la vía de la justicia y de la paz, podemos sentirnos tentados de preguntarnos como el salmista: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?» (Sal 121,1).

Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico

[…], mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno.

Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?». El amor se complace en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos con la verdad, la justicia, la paz, porque todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cf. 1 Co 13,1-13).

Exhortación del Papa a los jóvenes para el año nuevo

Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación. Vivid con confianza vuestra juventud y esos profundos deseos de felicidad, verdad, belleza y amor verdadero que experimentáis. Vivid con intensidad esta etapa de vuestra vida tan rica y llena de entusiasmo.

Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz.

A todos vosotros, hombres y mujeres preocupados por la causa de la paz. La paz no es un bien ya logrado, sino una meta a la que todos debemos aspirar. Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacíficas y artífices de paz. Consciente de todo ello, os envío estas reflexiones y os dirijo un llamamiento: unamos nuestras fuerzas espirituales, morales y materiales para «educar a los jóvenes en la justicia y la paz».

BERGOGLIO ADVIRTIÓ QUE, DE LO CONTRARIO, LA IGLESIA "PUEDE APRECERSE A UN MUSEO"

Francisco inició 2019 con una petición de renovación y unidad en la Iglesia

El Papa citó al filósofo Bauman para criticar la soledad en el mundo

José Manuel Vidal, 01 de enero de 2019 a las 11:34

El Papa, en la fiesta de María Madre

"La Virgen nos arraiga en la Iglesia, donde la unidad cuenta más que la diversidad, y nos exhorta a cuidar los unos de los otros

(Hernán Reyes, corresponsal en El Vaticano).- En su primera homilía de 2019, Jorge Bergoglio retomó hoy las líneas fundamentales de la hoja de ruta de su pontificado, la exhortación apostólica de 2013 Evangelii gaudium, y pidió renovación, unidad y confianza en la Iglesia.

"La vida sin asombro se vuelve gris, rutinaria; lo mismo sucede con la fe. Y también la Iglesia necesita renovar el asombro de ser morada del Dios vivo, Esposa del Señor, Madre que engendra hijos", reclamó el pontífice este martes al celebrar en la Basílica de San Pedro la misa en ocasión de la 52 Jornada Mundial de la Paz.

"De lo contrario, corre el riesgo de parecerse a un hermoso museo del pasado", advirtió en esa dirección, de cara a un año en el que su grupo de cardenales asesores tendrá listo el texto de una nueva constitución apostólica para adaptar la estructura de la curia romana.

Durante su homilía, la primera luego de haber desplazado ayer a su ahora ex vocero Greg Burke, Bergoglio planteó que la Virgen "lleva a la Iglesia la atmósfera de casa, de una casa habitada por el Dios de la novedad".

"Acojamos con asombro el misterio de la Madre de Dios, como los habitantes de Éfeso en el tiempo del Concilio. Como ellos, la aclamamos 'Santa Madre de Dios'", pidió.

"La Virgen nos arraiga en la Iglesia, donde la unidad cuenta más que la diversidad, y nos exhorta a cuidar los unos de los otros", avanzó en ese punto.

"La mirada de María recuerda que para la fe es esencial la ternura, que combate la tibieza", ahondó, antes de parafrasear al pensador polaco Zygmunt Bauman.

"En la vida fragmentada de hoy, donde corremos el riesgo de perder el hilo, el abrazo de la Madre es esencial", analizó, retomando el concepto del autor de "Amor líquido"; entre otros ensayos.

"Hay mucha dispersión y soledad a nuestro alrededor, el mundo está totalmente conectado, pero parece cada vez más desunido. Necesitamos confiarnos a la Madre", se despidió Bergoglio.


Texto ìntegro de la homilía papal

«Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores» (Lc 2,18). Admirarnos: a esto estamos llamados hoy, al final de la octava de Navidad, con la mirada puesta aún en el Niño que nos ha nacido, pobre de todo y rico de amor. Admiración: es la actitud que hemos de tener al comienzo del año, porque la vida es un don que siempre nos ofrece la posibilidad de empezar de nuevo. Pero hoy es también un día para admirarse delante de la Madre de Dios: Dios es un niño pequeño en brazos de una mujer, que nutre a su Creador. La imagen que tenemos delante nos muestra a la Madre y al Niño tan unidos que parecen una sola cosa. Es el misterio de este día, que produce una admiración infinita: Dios se ha unido a la humanidad, para siempre.

Dios y el hombre siempre juntos, esta es la buena noticia al inicio del año: Dios no es un señor distante que vive solitario en los cielos, sino el Amor encarnado, nacido como nosotros de una madre para ser hermano de cada uno. Está en el regazo de su madre, que es también nuestra madre, y desde allí derrama una ternura nueva sobre la humanidad. Y nosotros entendemos mejor el amor divino, que es paterno y materno, como el de una madre que nunca deja de creer en los hijos y jamás los abandona. El Dios-con-nosotros nos ama independientemente de nuestros errores, de nuestros pecados, de cómo hagamos funcionar el mundo.

Dios cree en la humanidad, donde resalta, primera e inigualable, su Madre. Al inicio del año, pidámosle a ella la gracia del asombro ante el Dios de las sorpresas. Renovemos el asombro de los orígenes, cuando nació en nosotros la fe. La Madre de Dios nos ayuda: la Theotokos, que ha engendrado al Señor, nos engendra a nosotros para el Señor. Es madre y regenera en los hijos el asombro de la fe. La vida sin asombro se vuelve gris, rutinaria; lo mismo sucede con la fe.

Y también la Iglesia necesita renovar el asombro de ser morada del Dios vivo, Esposa del Señor, Madre que engendra hijos. De lo contrario, corre el riesgo de parecerse a un hermoso museo del pasado. La Virgen, en cambio, lleva a la Iglesia la atmósfera de casa, de una casa habitada por el Dios de la novedad. Acojamos con asombro el misterio de la Madre de Dios, como los habitantes de Éfeso en el tiempo del Concilio. Como ellos, la aclamamos «Santa Madre de Dios». Dejémonos mirar, dejémonos abrazar, dejémonos tomar de la mano por ella. Dejémonos mirar.

Especialmente en el momento de la necesidad, cuando nos encontramos atrapados por los nudos más intrincados de la vida, hacemos bien en mirar a la Virgen. Pero es hermoso ante todo dejarnos mirar por la Virgen. Cuando ella nos mira, no ve pecadores, sino hijos. Se dice que los ojos son el espejo del alma, los ojos de la llena de gracia reflejan la belleza de Dios, reflejan el cielo sobre nosotros. Jesús ha dicho que el ojo es «la lámpara del cuerpo» (Mt 6,22): los ojos de la Virgen saben iluminar toda oscuridad, vuelven a encender la esperanza en todas partes. Su mirada dirigida hacia nosotros nos dice: "Queridos hijos, ánimo; estoy yo, vuestra madre".

Esta mirada materna, que infunde confianza, ayuda a crecer en la fe. La fe es un vínculo con Dios que involucra a toda la persona, y que para ser custodiado necesita de la Madre de Dios. Su mirada materna nos ayuda a sabernos hijos amados en el pueblo creyente de Dios y a amarnos entre nosotros, más allá de los límites y de las orientaciones de cada uno. La Virgen nos arraiga en la Iglesia, donde la unidad cuenta más que la diversidad, y nos exhorta a cuidar los unos de los otros.


La mirada de María recuerda que para la fe es esencial la ternura, que combate la tibieza. Cuando en la fe hay espacio para la Madre de Dios, nunca se pierde el centro: el Señor, porque María jamás se señala a sí misma, sino a Jesús; y a los hermanos, porque María es Madre. Mirada de la Madre, mirada de las madres. Un mundo que mira al futuro sin mirada materna es miope.

Podrá aumentar los beneficios, pero ya no sabrá ver a los hombres como hijos. Tendrá ganancias, pero no serán para todos. Viviremos en la misma casa, pero no como hermanos. La familia humana se fundamenta en las madres. Un mundo en el que la ternura materna ha sido relegada a un mero sentimiento podrá ser rico de cosas, pero no de futuro. Madre de Dios, enséñanos tu mirada sobre la vida y vuelve tu mirada sobre nosotros, sobre nuestras miserias. Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos. Dejémonos abrazar. Después de la mirada, entra en juego el corazón, en el que, dice el Evangelio de hoy, «María conservaba todas estas cosas, meditándolas» (Lc 2,19).

Es decir, la Virgen guardaba todo en el corazón, abrazaba todo, hechos favorables y contrarios. Y todo lo meditaba, es decir, lo llevaba a Dios. Este es su secreto. Del mismo modo se preocupa por la vida de cada uno de nosotros: desea abrazar todas nuestras situaciones y presentarlas a Dios. En la vida fragmentada de hoy, donde corremos el riesgo de perder el hilo, el abrazo de la Madre es esencial. Hay mucha dispersión y soledad a nuestro alrededor, el mundo está totalmente conectado, pero parece cada vez más desunido. Necesitamos confiarnos a la Madre.

En la Escritura, ella abraza numerosas situaciones concretas y está presente allí donde se necesita: acude a la casa de su prima Isabel, ayuda a los esposos de Caná, anima a los discípulos en el Cenáculo... María es el remedio a la soledad y a la disgregación. Es la Madre de la consolación, que consuela porque permanece con quien está solo. Ella sabe que para consolar no son suficientes las palabras, se necesita la presencia, y ella está presente como madre. Permitámosle abrazar nuestra vida. En la Salve Regina la llamamos "vida nuestra": parece exagerado, porque Cristo es la vida (cf. Jn 14,6), pero María está tan unida a él y tan cerca de nosotros que no hay nada mejor que poner la vida en sus manos y reconocerla como "vida, dulzura y esperanza nuestra".

Dejémonos tomar de la mano. Las madres toman de la mano a los hijos y los introducen en la vida con amor. Pero cuántos hijos hoy van por su propia cuenta, pierden el rumbo, se creen fuertes y se extravían, se creen libres y se vuelven esclavos. Cuántos, olvidando el afecto materno, viven enfadados e indiferentes a todo.

Cuántos, lamentablemente, reaccionan a todo y a todos, con veneno y maldad. En ocasiones, mostrarse malvados parece incluso signo de fortaleza. Pero es solo debilidad. Necesitamos aprender de las madres que el heroísmo está en darse, la fortaleza en ser misericordiosos, la sabiduría en la mansedumbre. Dios no prescindió de la Madre: con mayor razón la necesitamos nosotros. Jesús mismo nos la ha dado, no en un momento cualquiera, sino en la cruz: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27) dijo al discípulo, a cada discípulo. La Virgen no es algo opcional: debe acogerse en la vida.

Es la Reina de la paz, que vence el mal y guía por el camino del bien, que trae la unidad entre los hijos, que educa a la compasión. Tómanos de la mano, María. Aferrados a ti superaremos los recodos más estrechos de la historia. Llévanos de la mano para redescubrir los lazos que nos unen. Reúnenos juntos bajo tu manto, en la ternura del amor verdadero, donde se reconstituye la familia humana: "Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios".

LA CRISIS DE LA PEDERASTIA, EL ACERCAMIENTO A CHINA Y LA REFORMA DE LA CURIA

2018, el año en que Francisco fue más Bergoglio que nunca para sacar adelante la Iglesia

Los cambios en el C9 y el 'big three' del superministerio de Comunicación, cambios fundamentales

Hernán Reyes Alcaide, 31 de diciembre de 2018 a las 08:38

La crisis de la pederastia, el acercamiento a China y la reforma de la Curia marcaron el año que concluye

Su inagotabale carisma y capacidad de sorpresa sin fin fueron las únicas bocanadas de aire fresco para una Iglesia en picada en el mundo. Un análisis a través de sus cuatro principios fundamentales(Hernán Reyes Alcaide, corresponsal de RD en el Vaticano).- Jorge Bergoglio le impuso su sello personalísimo a un 2018 marcado por la explosión de las denuncias por abusos a miembros de la Iglesia, el acercamiento a China y los avances en el rediseño de la Curia romana.

Su inagotabale carisma y capacidad de sorpresa sin fin fueron las únicas bocanadas de aire fresco para una Iglesia en picada en el mundo. Un análisis a través de sus cuatro principios fundamentales.

A). El todo es superior a las partes.

Con todo tipo de gestos, Francisco hizo bandera con la lucha a los curas abusadores y busca una Iglesia unida en la batalla contra la pedofilia, aunque haya que condenar obispos y cardenales.

Fue el propio Francisco quien lo expresó en su discurso de clausura al Sínodo dedicado a la familia, el 28 de octubre de 2014: "La tarea del Papa es garantizar la unidad de la Iglesia; es recordar a los pastores que su primer deber es alimentar al rebaño -nutrir al rebaño- que el Señor les encomendó y tratar de ir a buscar-con paternidad y misericordia y sin falsos miedos- a las ovejas perdidas".

Y ha actuado en consecuencia, poniéndose al frente de la más fuerte crisis que ha tenido la Iglesia en los últimos años: la explosión de denuncias por abusos contra sacerdotes, Urbi et Orbi. Y, después de todo tipo de gestos, juega en febrero una de sus últimas posibilidades de renovar la mentalidad y lograr una Iglesia unida para un verdadero nunca más a la pedofilia.

Francisco se puso el equipo al hombro desde el primer mes del año. Empezó autohumillándose frente a los periodistas en la rueda de prensa de regreso del viaje a Chile y Perú a fines de enero. Como frente a un pelotón de fusilamiento mediático, aceptó una a una las inquisitorias preguntas. Incluso contestó las hostiles e inéditas repreguntas, mientras su vocero Greg Burke se quedaba paralizado y permitía el quiebre de códigos de parte de los colegas. Pero ese fue el primer escalón.

Mientras más firmeza mostraba Francisco, más fuerte los ataques desde la maquinaria mediático-empresarial que ha encontrado en las razonables denuncias de las víctimas una grieta sobre la que presionar al pontífice. Así, le fueron corriendo la vara, y él siempre estuvo a la altura. Tras la auto-humillación en vuelo, recibió a tres victimas chilenas de abusos en su casa. Le pidieron más, y convocó a todo el clero del país sudamericano para hacerlos presentar la renuncia. Se conoció la responsabilidad de Theodore McCarricken casos de abusos, y lo despojó del birrete cardenalicio. Siguieron los casos de abusos, y les pidió a los sacerdotes culpables que se entreguen a la Justicia terrestre y se preparen para la divina.

Resta ver ahora si alcanzará la reunión extraordinaria a la que convocó a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo. Una jugada maestra, la enésima del año, que mostró que la capacidad de respuesta del pontífice sigue estando años luz por delante de la de sus críticos más feroces. Pero también, y es un problema, dista años luz de la de la mayoría de sus colaboradores. Bergoglio espera dar la vuelta de página definitiva en el caso de los abusos con al reunión de febrero, y en esa dirección se está moviendo todo el Vaticano hace semanas.

Aún a costa de marginar a los hermanos que ya están perdidos, el camino es hacer del "Nunca más" un lema en la Iglesia para el futuro. "Cualquier que haya cometido abusos" será perseguido, dijo en su último discurso a la curia. La lucha contra la pedofilia llegó para quedarse. Caiga quien caiga. Porque el todo es superior a las partes.

B). La realidad es más importante que la idea.

El pontífice empujó personalmente la firma de un acuerdo con China que puede cambiar para siempre el rostro del catolicismo a nivel global. Un acuerdo perfectible y con concesiones, pero real y por eso mejor que cualquier otro.

Tras más de 50 años de encuentros y desencuentros, el Vaticano y China firmaron el 22 de septiembre un "acuerdo provisorio" para la designación de obispos, un primer paso importantísimo para una "más amplia colaboración bilateral" y que los dos Estados incluso consideran que pueda aportar "a la paz mundial", con el sello personalísimo de un Bergoglio que hace años ve que en el gigante asiático se juega parte del futuro de la Iglesia.

El convenio, que llegó tras un "largo camino de tratativas", considera a la nominación de obispos "una cuestión de gran importancia para la vida de la Iglesia", y "crea las condiciones para una colaboración bilateral más amplia", según el comunicado con el que se anunció.

Otro eventazo del 2018 que tiene el sello bergogliano. Y que sigue la línea iniciada con su sobrevuelo del espacio aéreo chino en 2014. Y de la larguísimia entrevista que le concedió al sinófilo Francesco Sisci en 2016. Y que recorre la extensa mirada de Bergoglio hacia ese país, como cuando desde la arquidiócesis de Buenos Aires convocó el 24 de mayo de 2008 a una jornada de oración por la Iglesia en China, "como expresión de fraternidad solidaria"

El contenido del acuerdo, fruto de "un acercamiento gradual y recíproco" no fue dado a conocer, aunque tiene como ejes centrales el reconocimiento de parte de Roma de siete obispos designados unilateralmente por Beijing en los primeros años de este siglo.

Por otro lado, se establece un mecanismo de consultas compartidas para los nuevos obispos. El papa mantendrá, de todos modos, el poder de veto. El acuerdo prevé además "evaluaciones periódicas" sobre su actuación.

Durante décadas, los obispos designados por la Asociación Patriótica creada por Beijing en los años 50 como una suerte de brazo religioso del Partido Comunista no contaron con el aval de Roma y son considerados "ilegítimos".

Como se prevía, se trató de un acuerdo de naturaleza puramente pastoral, sin tocar temas de relacionamiento entre los dos Estados. El objetivo, repetido desde épocas de Benedicto XVI es que los católicos del país asiático puedan sentirse "plenamente católicos y plenamente chinos". Según estimaciones extraoficiales, hay entre 10 y 12 millones de católicos en China, menos del 1% de la población total. De todos modos, la voz oficial del Global Times estimó en "apenas" 6.5 millones los católicos en la previa de la firma del acuerdo.

Claro que fue criticado, porque claro que tiene cosas para mejorar. Pero es un primer paso. Y son los primeros pasos los que han puesto a andar al hombre desde que está en la Tierra. Resta resolver ahora, por ejemplo, el nudo de cuántos obispos hace falta nombrar, considerando que para Beijing hay 96 diócesis en el país, mientras que de acuerdo a los números de Roma son 144, incluyendo arquidiócesis y vicariatos.

Lo cierto es que más allá de las críticas que hace meses vienen lanzando los críticos al acuerdo en base a una entrega de facultades supuestamente inéditas en la historia de la Santa Sede, este primer paso entre China y el Vaticano es mucho menos concesivo que otros convenios anteriores. Y tiene la virtud de ser un acuerdo concreto sobre el que los dos Estados podrán ir caminando juntos para acercarlo cada vez más al ideal. Pero siempre con el norte de que la realidad es superior a la idea.

C).La Unidad es superior al conflicto.

El año que pasó estuvo marcado por varias decisiones de Francisco para darle mayor cohesión al equipo con el que gobierna la Iglesia, renovando nombres y manteniendo el interés en el bien común.

Después de cinco años y medio de pontificado, Francisco demostró en diciembre de 2018 que sigue teniendo el control de los tiempos, de la comunicación y de las decisiones importantes de la curia romana. Con apenas diez días de diferencia, y con su cumpleaños 82 en el medio, el papa argentino avanzó con dos cambios que, no por esperados, dejan de mostrar contundencia.

Por un lado, su consejo de nueve asesores cardenales, conocido como C9, pasará a ser ahora C6, tras la decisión de Jorge Bergoglio de apartar a tres purpurados, dos de ellos con graves acusaciones por haber cubierto casos de abusos en sus países.

Por otro lado, Bergoglio completó el organigrama del súperministerio de Comunicación que había creado en 2015, y nombró a uno de los periodistas de su mayor confianza como el coordinador de la línea editorial de toda la Santa Sede.

La primera gran novedad llegó el 12 de diciembre, cuando se confirmó que Francisco decidió alejar de su su consejo de nueve cardenales asesores conocido como C9 a los purpurados de Chile Ricardo Errázuriz, de Australia George Pell y de Congo Laurent Monsengwo Pasinya, por lo que ahora el grupo permanecerá como C6.

Errázuriz, de 85 años, y Pell, de 77 años, enfrentan cargos en sus países por cargos de abusos y encubrimientos. Los tres ahora ex miembros del consejo asesor no participaron de la vigesimoséptima reunión del C9 que se desarrolló en Roma en diciembre, y en la que los asesores pontificios avanzaron en la redacción de la nueva constitución apostólica, "Praedicate Evangelium"(Prediquen el Evangelio).

Los cardenales, durante esta sesión de trabajo, le entregaron al pontífice un nuevo borrador del texto de la carta magna para su estudio. Ya hay una decena de canonistas trabajando en el texto bajo la supervisión del secretario adjunto del ahora C6, Marco Mellino, convocado este año a modo de experto en derecho canónico para "traducir" a ese lenguaje los cinco años de trabajos del grupo.

El segundo gran cambio lo introdujo pocos días después, con las designaciones de los laicos italianos Andrea Tornielli y Andrea Monda en puestos clave de la comunicación vaticana. Así, se suman a otro italiano y laico que dirige la comunicación como Prefecto del Dicasterio: Paolo Ruffini. Un "big three", como el que la poderosa NBA le reclama a cualquier equipo que tenga aspiraciones de campeonato.

Tornielli (Chioggia, 1964) será director editorial del Dicasterio para la Comunicación. Una suerte de responsable de contenidos y de línea política de cada una de las ventanillas por las que hoy sale (desorganizadamente por lo general) la información de la Santa Sede: Vatican Media, L'Osservatore Romano, Librería Editrice Vaticana, Vatican News y las cuentas en Instagram y twitter. Además de una Sala Stampa que ha hecho de 2018 el año cumbre de su política de fuerte con los débiles, y débil con los fuertes.

Con Monda, cercano al jesuita Antonio Spadaro, el pontífice termina de blindar un terceto que llevará las riendas, diarias y estatégicas, de una renovada estructura de comunicación que muchas veces terminó subejecutando al que quizás es el mejor comunicador del mundo.

De frente a unos meses que aparecen con varios frentes abiertos, a nivel interno e internacional, Bergoglio tomó nuevamente las riendas del gobierno de la Iglesia y concentró un equipo que deberá mantenerse cohesionado para sacar adelante las duras pruebas para la Iglesia. Porque la unidad es superior al conflicto.

D) El tiempo es superior al espacio.

Francisco empieza a ver los frutos de algunos de los procesos que puso en marcha, incluso desde su época de arzobispo porteño, lo que genera expectativas favorables para el desenlace de algunas de sus tareas al frente de la Iglesia universal.

Poner en marcha procesos es más importante que la desesperación por ocupar espacios, podría ser el antetítulo del cuarto axioma bergogliano. Y la definición encaja como un traje italiano a medida ya sea sobre la esfera política que sobre la eclesiástica.
Y el tiempo le va dando la razón a Jorge Bergoglio, como aquella histórica bandera que los hinchas argentinos le pusieron al (entonecs y aún) incomprendido "Loco" Bielsa tras la eiminación en la primera ronda del Mundial de Corea-Japón 2002.

Cuando allá por marzo de 1998, su primer acto administrativo como obispos de Buenos Aires fue crear una vicaría de Educación en el Arzobispado, Jorge Mario Bergoglio no podía imaginar que 20 años después su visión educativa estaría uniendo a más de 450.000 ecuelas de todo el mundo. O que en 2018 habrían llevado su programa "Ciudadanías" a España, Colombia, Perú, Haití y Mozambique. O que hayan sio el puente para el primer diálogo entre el papa y el nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, luego de que en la secretaría de Estado vaticana hubieran dejado dos veces sin respuesta los llamados del líder azteca.

Pero exactamente eso ha sucedido con la fundación pontificia Scholas Occurrentes, un proyecto cuya genealogía arranca en las experiencias de Escuelas Hermanas y Escuea de Vecinos que él impulsó desde esa Vicaría. Y que hoy, tras una larga y compleja maduración, después de haber atravesado mil y una dificultad, lleva esos mismos ideales a los cinco continentes. Lo mismo puede decirse de ese Instituto de Diálogo de Interreligioso que creó en Buenos Aires en 2001 y que hace que para el papa argentino hoy sea moneda corriente haber anunciado que en 2019, por ahora, irá a más países musulmanes (Marruecos y Emiratos) que católicos (Panamá). Otro proceso puesto lentamente en marcha que empieza a mostrar los cambios, y que es responsable en parte de que la convivencia entre religiones siga siendo uno de los grandes activos de la Iglesia de su país natal, una carta de presentación que no todo el globo tiene. Pero también muchos otros procesos puestos en marcha como papa han empezado a caminar. Ya no hay en 2018 líder mundial que no hable de ambiente sin citar la base de su Laudato si'; el reciente Pacto de Migraciones firmado en Marrakesh tiene el ADN del primer y definitorio viaje de Bergoglio como papa fuera de Roma, a Lamepdusa en 2013; sus semillas de paz para la península coreana han iniciado los primeros brotes; la "Iglesia en salida" reclamada en Evangelii gaudium ha empezado a poner finalmente los pies en las calles del mundo junto a los más necesitados, sean compatriotas o inmigrantes.

Todos pequeños pasos, de los que quizás Francisco no llegue a ver el recorrido completo, pero que en 2018 comenzaron a convertirse en procesos. Y seguirá en esa línea, porque el tiempo es superior al espacio.

La regla de San Benito

by Equipo de Hesiquia blog en 11 julio, 2012

La regla de San Benito
Estimados hermanos,
aquí un enlace al texto de
“La regla de San Benito”

NO QUEDA PRESCRITA EN ESTA REGLA TODA LA PRACTICA DE LA PERFECCIÓN

1 Hemos esbozado esta regla para que, observándola en los monasterios, demos pruebas, al menos, de alguna honestidad de costumbres o de un principio de vida monástica. 2 Mas el que tenga prisa por llegar a una perfección de vida, tiene a su disposición las enseñanzas de los Santos Padres, que, si se ponen en práctica, llevan al hombre hasta la perfección. 3 Porque efectivamente, ¿hay alguna página o palabra inspirada por Dios en el Antiguo o en el Nuevo Testamento que no sea una norma rectísima para la vida del hombre? 4 ¿O es que hay algún libro de los Santos Padres católicos que no nos repita constantemente que vayamos por el camino recto hacia el Creador? 5 Ahí están las Colaciones de los Padres, sus Instituciones y Vidas, y también la Regla de nuestro Padre San Basilio. 6 ¿Qué otra cosa son sino medios para llegar a la virtud de los monjes obedientes y de vida santa? 7 Mas para nosotros, que somos perezosos, relajados y negligentes, son un motivo de vergüenza y confusión. 8 Tú, pues, quienquiera que seas, que te apresuras por llegar a la patria celestial, cumple, con la ayuda de Cristo, esta mínima regla de iniciación que hemos bosquejado, 9 y así llegarás finalmente, con la protección de Dios, a las cumbres más altas de doctrina y virtudes que acabamos de recordar. Amén.

CONOCER A DIOS EN MARÍA 

En el libro de Isaías se encuentra una promesa magnífica:

«El lobo convivirá con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito. [...] Nadie hará mal ni causará daño en todo mi monte santo, porque la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas que cubren el mar».

Promesa del conocimiento de Dios, que será también una transformación del corazón del hombre, una curación del mal y de la violencia.

Debemos desear con todo nuestro ser este conocimiento de Dios que se nos quiere revelar. No un Dios que sea el fruto de nuestras proyecciones psicológicas, sino el Dios vivo y verdadero. En el libro de Job se encuentra esta frase: «No te conocía más que de oídas, pero ahora te han visto mis ojos». Todos podemos ver a Dios, descubrir su verdadero rostro. No precisamente por medio de éxtasis y visiones; de manera más humilde, pero más segura, a través del aumento de nuestra fe.

 La Escritura dice que nadie puede ver a Dios; no le veremos cara a cara sino en la otra vida. Podemos sin embargo, desde aquí abajo, tener una verdadera experiencia de Dios y conocerle. En el capítulo 31 del libro de Jeremías se encuentra otro texto magnífico sobre este asunto:

«Esta será la alianza que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi ley en su pecho y la escribiré en su corazón, y Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñar el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: “Conoced al Señor”, pues todos ellos me conocerán, desde el menor al mayor —oráculo del Señor—, porque habré perdonado su culpa y no me acordaré de su pecado».

Este pasaje anuncia para todos un conocimiento de Dios que estará íntimamente ligado a la revelación de su misericordia. El conocimiento más profundo que podemos tener de Dios en esta vida pasa por la experiencia de la misericordia divina, del perdón divino. Esta promesa de la Escritura es para nosotros, especialmente en los tiempos actuales.

Dios mismo nos da esta seguridad: todos me conocerán, del más pequeño al mayor. Yo diría incluso: ¡sobre todo los más pequeños! En el evangelio de san Lucas, se cuenta que Jesús exulta de alegría en el Espíritu Santo y dice:

«Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo».

A través del Hijo, se opera la revelación del Padre. Dios quiere mostrar su rostro a los hombres. ¡Se le ha deformado tanto, se ha acusado tanto a Dios! Ese es el drama del ateísmo: se ha arrojado a Dios a la basura, acusándole de ser un enemigo del hombre, un obstáculo a su libertad y a su desarrollo, un Dios que aplasta...

Hoy más que nunca, Dios quiere revelarse a nuestros corazones, de manera sencilla, en la oscuridad de la fe, pero de modo muy profundo, para que cada uno pueda llegar a un conocimiento auténtico de su verdadero rostro. San Juan de la Cruz decía en el siglo XVI: 

«Siempre el Señor descubrió los tesoros de su sabiduría y espíritu a los mortales; mas ahora que la malicia va descubriendo más su cara, mucho los descubre».

¡Qué diría si viviese hoy! Dios quiere revelarse más que nunca a todos los pequeños y pobres que somos nosotros.

Uno de los caminos secretos, pero privilegiados, de esta revelación es el misterio de la Virgen María. Es precioso constatar cómo María está presente hoy en la vida del mundo, para llevar el corazón del hombre a Dios, sobre todo enseñándole a rezar. Si nos confiamos a ella, si nos dejamos conducir por ella, nos hace llegar a un verdadero conocimiento de Dios, pues nos hace entrar en la profundidad de la oración. Es ahí donde Dios se revela, donde muestra su rostro de Padre. Recientemente, hablaba yo con algunas personas de la experiencia de esos videntes a los que María se aparece regularmente para educarles. Y algunos me decían: ¡qué suerte tienen esos! Sin duda, pero me parece que María hace eso por todos los que se lo piden, de modo invisible. Si nos ponemos totalmente en sus manos, ella nos educa y nos comunica un verdadero conocimiento de Dios. La pequeña Teresa en su poema a la Virgen, «Por qué te amo, oh María», tiene esta hermosa afirmación: «El tesoro de la madre pertenece al hijo». María nos da participar en lo más precioso que ella tiene: su fe.

Se encuentra un bello pasaje en el Secreto de María, de Luis María Griñón de Montfort, que dice que Dios está presente en todas partes, que se le puede encontrar en todo, pero que en María se hace presente a los pequeños y pobres de manera particular. 

«No hay ningún lugar donde la criatura se pueda encontrar más cerca y más proporcionada a su debilidad que en María, pues para eso Él descendió. Es el Pan de los fuertes y de los ángeles, pero en María es el Pan de los hijos...» 

En María, Dios se hace alimento para los más pequeños. En ella, se encuentra Dios en su grandeza y majestad, su poder, su sabiduría que nos superan ampliamente, pero, al mismo tiempo, un Dios accesible, que no atropella ni destruye, sino que se da para ser nuestra vida.

Con ocasión de la beatificación de los pequeños videntes de Fátima, Francisco y Jacinta, el 13 de mayo de 2000, el papa Juan Pablo II pronunció una hermosa homilía. Comenta el evangelio que he citado antes: lo que Dios ha escondido a los sabios y prudentes lo ha revelado a los pequeños, como estos niños de Fátima. El Santo Padre evoca una experiencia que ellos vivieron en una de las apariciones de la Virgen:

«Por designio divino, “una mujer vestida de sol” (Ap 12, 1) vino del cielo a esta tierra en búsqueda de los pequeños privilegiados del Padre. Les habla con voz y corazón de madre: los invita a ofrecerse como víctimas de reparación, mostrándose dispuesta a guiarlos con seguridad hasta Dios. Entonces, de sus manos maternas salió una luz que los penetró íntimamente, y se sintieron sumergidos en Dios, como cuando una persona —explican ellos— se contempla en un espejo. »
Más tarde, Francisco, uno de los tres privilegiados, explicaba: “Estábamos ardiendo en esa luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se puede decir. Esto sí que la gente no puede decirlo”». 
Estaban sumergidos en el fuego del Amor divino, no en un fuego que destruye, sino que ilumina, que calienta, un fuego lleno de ardor y de vida. El papa hace luego una comparación con la experiencia de Moisés en la zarza ardiente. 
«Moisés tuvo esa misma sensación cuando vio a Dios en la zarza ardiente; allí oyó a Dios hablar, preocupado por la esclavitud de su pueblo y decidido a liberarlo por medio de él: “Yo estaré contigo” (cf. Ex 3, 2-12). Cuantos acogen esta presencia se convierten en morada y, por consiguiente, en “zarza ardiente” del Altísimo».

 Es conmovedor ver cómo estos niños de Fátima han vivido, a fin de cuentas, algo análogo a este gran personaje de la Historia sagrada, mientras que ellos eran tan ignorantes de tantas cosas. Por María, entraron en una profunda experiencia del Dios vivo.

No debemos envidiarles. No viviremos sin duda las mismas cosas en el plano sensible, pero, en el dominio de la fe, podemos todos llegar a las mismas realidades y conocer a Dios, tanto los pequeños como los grandes, para convertirnos así en «zarzas ardientes del Altísimo» y compartir la compasión de Dios que quiere liberar a su pueblo.

12. TOCAR A DIOS EN LA ORACIÓN 

Estoy cada vez más convencido del lugar esencial de la oración en la vida cristiana. Lo que más necesita el mundo hoy son personas que estén, por la oración, en verdadera y profunda comunión con Dios. Todas las verdaderas renovaciones vienen de la oración. San Pedro de Alcántara, un amigo de Teresa de Jesús, citando a san Lorenzo Justiniano, decía: 
«En la oración, se limpia el alma de los pecados, apaciéntase la caridad, certifícase la fe, fortalécese la esperanza, alégrase el espíritu, derrítense las entrañas, purifícase el corazón, descúbrese la verdad, véncese la tentación, huye la tristeza, renuévanse los sentidos, repárase la virtud enflaquecida, despídese la tibieza, consúmese el orín de los vicios, y en ella no faltan centellas vivas de deseos del cielo, entre los cuales arde la llama del divino amor». 
La Iglesia y el mundo viven tiempos difíciles, pero Dios es fiel, se revela y se comunica a quienes le buscan y le desean.

LA ORACIÓN ES FE, ESPERANZA Y AMOR

 ¿Qué hace falta para que nuestra vida de oración sea fecunda, para que permita un verdadero encuentro con Dios y transforme poco a poco toda nuestra vida? El mismo san Juan de la Cruz afirma que hay algunas personas que se imaginan que rezan bien y rezan mal, y otras personas que piensan orar mal y de hecho oran muy bien. ¿Dónde está la diferencia? ¿Qué nos pone verdaderamente en comunión con Dios en la oración?

Durante el tiempo que dedicamos a la oración, podemos hacer cosas muy distintas: recitar el rosario, meditar un pasaje de la Escritura, rumiar lentamente un salmo, dialogar libremente con el Señor o estar silenciosamente en su presencia...

Pero lo que en definitiva es decisivo no es tal o cual método, tal o cual actividad, son las disposiciones profundas de nuestro corazón mientras estamos en oración. Y estas disposiciones no son otras que la fe, la esperanza y el amor. Todo lo demás no sirve más que para entrar en esas actitudes, para expresarlas, para alimentarlas, para mantenernos en ellas...

EN SU ÚLTIMA HOMILÍA DEL AÑO INVITA A ESTAR CERCA DE LOS MÁS VULNERABLES

Francisco lamenta que aún haya hombres y mujeres que viven "en condiciones de esclavitud"

"La Iglesia que está en Roma no quiere ser indiferente a las esclavitudes de nuestro tiempo"

Hernán Reyes, 31 de diciembre de 2018 a las 17:32

El Papa, en las vísperas

En particular, pienso en tantas personas sin hogar. Son más de diez mil. Su situación es especialmente dura en los meses de invierno

(Hernán Reyes, corresponsal en el Vaticano).- En su última homilía del año, el papa Francisco reiteró sus preocupaciones por la gente sin hogar y lamentó que en el mundo "muchos hombres y mujeres han vivido y viven en condiciones de esclavitud".

"Debemos detenernos, detenernos a reflexionar con dolor y arrepentimiento porque, también en este año que llega a su fin, muchos hombres y mujeres han vivido y viven en condiciones de esclavitud, indignas de personas humanas", planteó el pontífice este lunes al celebrar las primeras vísperas y el tradicional Te Deum por el fin de año en la Basílica de San Pedro.

Francisco continúa mostrando la línea par una Iglesia que esté en salida al servicio de los más necesitados, renovando la convocatoria que, por ejemplo, había hecho el año pasado cuando afirmó: "Se puede mirar a un sin techo y verlo como a una persona, o bien como si fuese un perro". Palabras que hace diez días convirtió en gestos, al abrir bajo la columnata de San Pedro un ambulatorio para personas de la calle.

"También en nuestra ciudad de Roma hay hermanos y hermanas que, por distintos motivos, se encuentran en esta situación. En particular, pienso en tantas personas sin hogar. Son más de diez mil", lamentó Jorge Bergoglio. En primera fila, mientras tanto, lo escuchaba la alcaldesa de la "ciudad eterna" Virginia Raggi.

"Su situación es especialmente dura en los meses de invierno. Todos son hijos e hijas de Dios, pero diferentes formas de esclavitud, a veces muy complejas, los han llevado a vivir al borde de la dignidad humana", amplió el papa.
En ese marco, como ya había hecho con la figura de los refugiados, Jorge Bergoglio trazó un paralelismo entre Jesús y los sin techo.

"También Jesús nació en una condición análoga, pero no por casualidad o por accidente: quiso nacer de esa manera para manifestar el amor de Dios por los pequeños y los pobres, y lanzar así la semilla del Reino de Dios en el mundo", aseveró.

"La Iglesia que está en Roma no quiere ser indiferente a las esclavitudes de nuestro tiempo, ni simplemente observarlas y socorrerlas, sino que quiere estar dentro de esa realidad, cercana a esas personas y a esas situaciones", agregó luego el papa argentino.


Texto íntegro de la homilía del Papa

Al final del año, la Palabra de Dios nos acompaña con estos dos versículos del apóstol Pablo (cf. Ga 4,4-5). Son expresiones concisas y densas: una síntesis del Nuevo Testamento, que da sentido a un momento "crítico", como suele ser un cambio de año.
La primera expresión que nos llama la atención es «plenitud del tiempo».

En estas últimas horas del año solar, en el que sentimos aún más la necesidad de algo que llene de significado el transcurrir del tiempo, dicha expresión tiene una resonancia especial.

Algo o, mejor, alguien. Y este "alguien" ha venido, Dios lo ha enviado: es "su Hijo", Jesús. Acabamos de celebrar su nacimiento: nació de una mujer, la Virgen María; nació bajo la ley, un niño judío, sujeto a la ley del Señor. Pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo puede ser este el signo de la «plenitud del tiempo»?

Es cierto que por el momento aquel Jesús es casi invisible e insignificante, pero en poco más de treinta años desatará una fuerza sin precedentes, que todavía permanece y perdurará a lo largo de toda la historia. Esta fuerza se llama Amor. El amor da plenitud a todo, incluso al tiempo; y Jesús es el "concentrado" de todo el amor de Dios en un ser humano.

San Pablo dice claramente por qué el Hijo de Dios nació en el tiempo, y cuál es la misión que el Padre le ha encomendado: nació «para rescatar». Esta es la segunda palabra que nos llama la atención: rescatar, es decir, sacar de una condición de esclavitud y devolver a la libertad, a la dignidad y a la libertad propia de los hijos. La esclavitud a la que se refiere el apóstol es la de la "ley", entendida como un conjunto de preceptos a observar, una ley que ciertamente educa al hombre, que es pedagógica, pero que no lo libera de su condición de pecador, sino que, en cierto modo, lo "sujeta" a esta condición, impidiéndole alcanzar la libertad de hijo.

Dios Padre ha enviado al mundo a su Hijo unigénito para erradicar del corazón del hombre la esclavitud antigua del pecado y restituirle así su dignidad. En efecto, del corazón humano - como enseña Jesús en el Evangelio (cf. Mc 7,21-23)- salen todas las intenciones perversas, las maldades que corrompen la vida y las relaciones.

Y aquí debemos detenernos, detenernos a reflexionar con dolor y arrepentimiento porque, también en este año que llega a su fin, muchos hombres y mujeres han vivido y viven en condiciones de esclavitud, indignas de personas humanas.

También en nuestra ciudad de Roma hay hermanos y hermanas que, por distintos motivos, se encuentran en esta situación. En particular, pienso en tantas personas sin hogar. Son más de diez mil. Su situación es especialmente dura en los meses de invierno.

Todos son hijos e hijas de Dios, pero diferentes formas de esclavitud, a veces muy complejas, los han llevado a vivir al borde de la dignidad humana.

También Jesús nació en una condición análoga, pero no por casualidad o por accidente: quiso nacer de esa manera para manifestar el amor de Dios por los pequeños y los pobres, y lanzar así la semilla del Reino de Dios en el mundo. Reino de justicia, de amor y de paz, donde nadie es esclavo, sino todos hermanos, hijos del único Padre.

La Iglesia que está en Roma no quiere ser indiferente a las esclavitudes de nuestro tiempo, ni simplemente observarlas y socorrerlas, sino que quiere estar dentro de esa realidad, cercana a esas personas y a esas situaciones.

Al celebrar la divina maternidad de la Virgen María, quiero animar esa forma de maternidad de la Iglesia. Contemplando este misterio, reconocemos que Dios ha «nacido de mujer» para que nosotros pudiésemos recibir la plenitud de nuestra humanidad, «la adopción filial». Por su anonadamiento hemos sido exaltados. De su pequeñez ha venido nuestra grandeza. De su fragilidad, nuestra fuerza. De su hacerse siervo, nuestra libertad.

¿Cómo llamar a todo esto, sino Amor? Amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, a quien esta tarde la santa madre Iglesia eleva en todo el mundo su himno de alabanza y de agradecimiento.


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