Una voz que grita en el desierto

SOLEMNIDAD DE LA MADRE DE DIOS, AÑO NUEVO, 2019

BENDICIÓN
“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Núm 6, 24-26).

EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE PROTEJA
Como saludo, en el año nuevo, te envío mis mejores deseos. Para los que creen, la bendición y el cobijo entrañable de Dios se fundan en su Providencia divina, en su opción de venir a nuestro lado, y en la certeza de contar con su auxilio, que se expresa en las palabras del patriarca Isaac: “Que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y de vino” (Gn 27, 28). Al comenzar el año y reiniciar cada uno su camino, te deseo lo que el anciano Tobías pidió para su hijo: “Que el Dios del cielo os proteja y devuelva sanos. Que su ángel os acompañe y proteja” (Tb 5, 17). María es la Bendita de Dios.

EL SEÑOR ILUMINE SU ROSTRO SOBRE TI Y TE CONCEDA SU FAVOR
Somos reflejo del rostro de Dios. Él nos ha creado a su imagen. Si el ser humano toma conciencia de hermandad cuando mira a otra persona, al mirar a Jesús, el Hijo de Dios, nos sorprendemos de la semejanza que tenemos con Él; “Si os volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él, él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro” (Tb 13, 6). En Jesús, el Hijo de María, los santos han encontrado el espejo donde mirarse. Ella se extasió ante lo que le decían los pastores, y se admira al ver sus mismos rasgos en Jesús.

Este día nos decimos: “Feliz año”, y sin duda que la mayor felicidad posible va de la mano del favor divino. “El Dios de nuestros padres te conceda su favor y haga realidad tus planes para gloria” de su nombre (Jd 10, 8). Isabel saludó a María: ¿Feliz tú, porque has creído”.

EL SEÑOR TE MUESTRE SU ROSTRO Y TE CONCEDA LA PAZ
Ver el rostro del Señor y reconocerlo es creer en Él, sentir su presencia inapresable, pero cierta, vivir bajo la entrañable mirada divina. Quienes se sienten mirados por el Señor alcanzan el mayor gozo y serenidad de ánimo. El salmista implora: “Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro” (Sal 26, 7-9). La prueba de que estamos bajo la mirada del Señor es la experiencia íntima de la paz. La paz es el mayor don que puede sentir el alma, y proviene de Dios, cuando uno camina en su voluntad. Para saber si caminas según el querer divino, observa si sientes o no la paz en el corazón. Es aforismo para el discernimiento: “Tanto en paz, tanto en Dios”.

Los ángeles nos desearon la paz en el momento del nacimiento de Jesús. El mismo Jesús resucitado saludó a los suyos con la paz, y el Maestro enseñó a sus discípulos a desear la paz a quienes los recibieran. “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14, 21). María es la Reina de la Paz. ¡Feliz año 2019!

Basilio Magno, Santo

Memoria Litúrgica, 2 de Enero

Obispo y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de los santos Basilio Magno y Gregorio Nazianceno, obispos y doctores de la Iglesia. Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia (hoy en Turquía), apellidado “Magno” por su doctrina y sabiduría, enseñó a los monjes la meditación de la Escritura, el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna, ordenando su vida según las reglas que él mismo redactó. Con sus egregios escritos educó a los fieles y brilló por su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos. Falleció el día uno de enero de 379. Gregorio, amigo suyo, fue obispo de Sancina, en Constantinopla y, finalmente, de Nacianzo. Defendió con vehemencia la divinidad del Verbo, mereciendo por ello ser llamado “Teólogo”. La Iglesia se alegra de celebrar conjuntamente la memoria de tan grandes doctores.

Etimológicamente: Basilio = Aquel que es un rey, es de origen griego.

Breve Biografía

BASILIO nació en Cesarea, la capital de Capadocia, en el Asia Menor, a mediados del año 329. Por parte de padre y de madre, descendía de familias cristianas que habían sufrido persecuciones y, entre sus nueve hermanos, figuraron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre, San Basilio el Viejo, y su madre, Santa Emelia, poseían vastos terrenos y Basilio pasó su infancia en la casa de campo de su abuela, Santa Macrina, cuyo ejemplo y cuyas enseñanzas nunca olvidó. Inició su educación en Constantinopla y la completó en Atenas. Allá tuvo como compañeros de estudio a San Gregorio Nacianceno, que se convirtió en su amigo inseparable y a Juliano, que más tarde sería el emperador apóstata.

Basilio y Gregorio Nacianceno, los dos jóvenes capadocios, se asociaron con los más selectos talentos contemporáneos y, como lo dice éste último en sus escritos, “sólo conocíamos dos calles en la ciudad: la que conducía a la iglesia y la que nos llevaba a las escuelas”. Tan pronto como Basilio aprendió todo lo que sus maestros podían enseñarle, regresó a Cesárea. Ahí pasó algunos años en la enseñanza de la retórica y, cuando se hallaba en los umbrales de una brillantísima carrera, se sintió impulsado a abandonar el mundo, por consejos de su hermana mayor, Macrina. Esta, luego de haber colaborado activamente en la educación y establecimiento de sus hermanas y hermanos más pequeños, se había retirado con su madre, ya viuda, y otras mujeres, a una de las casas de la familia, en Annesi, sobre el río Iris, para llevar una vida comunitaria.

Fue entonces, al parecer, que Basilio recibió el bautismo y, desde aquel momento, tomó la determinación de servir a Dios dentro de la pobreza evangélica. Comenzó por visitar los principales monasterios de Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, con el propósito de observar y estudiar la vida religiosa.

Al regreso de su extensa gira, se estableció en un paraje agreste y muy hermoso en la región del Ponto, separado de Annesi por el río Iris, y en aquel retiro solitario se entregó a la plegaria y al estudio. Con los discípulos, que no tardaron en agruparse en torno suyo, entre los cuales figuraba su hermano Pedro, formó el primer monasterio que hubo en el Asia Menor, organizó la existencia de los religiosos y enunció los principios que se conservaron a través de los siglos y hasta el presente gobiernan la vida de los monjes en la Iglesia de oriente. San Basilio practicó la vida monástica propiamente dicha durante cinco años solamente, pero en la historia del monaquismo cristiano tiene tanta importancia como el propio San Benito.

Lucha contra la herejía arriana

Por aquella época, la herejía arriana estaba en su apogeo y los emperadores herejes perseguían a los ortodoxos. En el año 363, se convenció a Basilio para que se ordenase diácono y sacerdote en Cesárea; pero inmediatamente, el arzobispo Eusebio tuvo celos de la influencia del santo y éste, para no crear discordias, volvió a retirarse calladamente al Ponto para ayudar en la fundación y dirección de nuevos monasterios. Sin embargo Cesárea lo necesitaba y lo reclamó. Dos años más tarde, San Gregorio Nacianceno, en nombre de la ortodoxia, sacó a Basilio de su retiro para que le ayudase en la defensa de la fe del clero y de las Iglesias.

Se llevó a cabo una reconciliación entre Eusebio y Basilio; éste se quedó en Cesárea como el primer auxiliar del arzobispo; en realidad, era él quien gobernaba la Iglesia, pero empleaba su gran tacto para que se diera crédito a Eusebio por todo lo que él realizaba. Durante una época de sequía a la que siguió otra de hambre, Basilio echó mano de todos los bienes de todos los bienes que le había heredado su madre, los vendió y distribuyó el producto entre los más necesitados; mas no se detuvo ahí su caridad, puesto que también organizó un vasto sistema de ayuda, que comprendía a las cocinas ambulantes que él mismo, resguardado con un delantal de manta y cucharón en ristre, conducía por las calles de los barrios más apartados para distribuir alimentos a los pobres.

Obispo de Cesárea

El año de 370 murió Eusebio y, a pesar de la oposición que se puso de manifiesto en algunos poderosos círculos, Basilio fue elegido para ocupar la sede arzobispal vacante. El 14 de junio tomó posesión, para gran contento de San Atanasio y una contrariedad igualmente grande para Valente, el emperador arriano. El puesto era muy importante y, en el caso de Basilio, muy difícil y erizado de peligros, porque al mismo tiempo que obispo de Cesárea, era exarca del Ponto y metropolitano de cincuenta sufragáneos, muchos de los cuales se habían opuesto a su elección y mantuvieron su hostilidad, hasta que Basilio, a fuerza de paciencia y caridad, se conquistó su confianza y su apoyo.

Antes de cumplirse doce meses del nombramiento de Basilio, el emperador Valente llegó a Cesárea, tras de haber desarrollado en Bitrina y Galacia una implacable campaña de persecuciones. Por delante suyo envió al prefecto Modesto, con la misión de convencer a Basilio para que se sometiera o, por lo menos, accediera a tratar algún compromiso. Varios habían renegado por miedo, pero nuestro santo le respondió:

¿Qué me vas a poder quitar si no tengo ni casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Qué me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento . . .

El gobernador respondió admirado: “Jamás nadie me había contestado así”. Y Basilio añadió: “Es que jamás te habías encontrado con un obispo”.

El emperador Valente se decidió en favor de exilarlo y se dispuso a firmar el edicto; pero en tres ocasiones sucesivas, la pluma de caña con que iba a hacerlo, se partió en el momento de comenzar a escribir. El emperador quedó sobrecogido de temor ante aquella extraordinaria manifestación, confesó que, muy a su pesar, admiraba la firme determinación de Basilio y, a fin de cuentas, resolvió que, en lo sucesivo, no volvería a intervenir en los asuntos eclesiásticos de Cesárea.

Pero apenas terminada esta desavenencia, el santo quedó envuelto en una nueva lucha, provocada por la división de Capadocia en dos provincias civiles y la consecuente reclamación de Antino, obispo de Tiana, para ocupar la sede metropolitana de la Nueva Capadocia. La disputa resultó desafortunada para San Basilio, no tanto por haberse visto obligado a ceder en la división de su arquidiócesis, como por haberse malquistado con su amigo San Gregorio Nacianceno, a quien Basilio insistía en consagrar obispo de Sasima, un miserable caserío que se hallaba situado sobre terrenos en disputa entre las dos Capadocias. Mientras el santo defendía así a la iglesia de Cesárea de los ataques contra su fe y su jurisdicción, no dejaba de mostrar su celo acostumbrado en el cumplimiento de sus deberes pastorales. Hasta en los días ordinarios predicaba, por la mañana y por la tarde, a asambleas tan numerosas, que él mismo las comparaba con el mar. Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar todos los domingos, miércoles, viernes y sábados. Entre las prácticas que Basilio había observado en sus viajes y que más tarde implantó en su sede, figuraban las reuniones en la iglesia antes del amanecer, para cantar los salmos. Para beneficio de los enfermos pobres, estableció un hospital fuera de los muros de Cesárea, tan grande y bien acondicionado, que San Gregorio Nacianceno lo describe como una ciudad nueva y con grandeza suficiente para ser reconocido como una de las maravillas del mundo. A ese centro de beneficencia llegó a conocérsela con el nombre de Basiliada, y sostuvo su fama durante mucho tiempo después de la muerte de su fundador. A pesar de sus enfermedades crónicas, con frecuencia realizaba visitas a lugares apartados de su residencia episcopal, hasta en remotos sectores de las montañas y, gracias a la constante vigilancia que ejercía sobre su clero y su insistencia en rechazar la ordenación de los candidatos que no fuesen enteramente dignos, hizo de su arquidiócesis un modelo del orden y la disciplina eclesiásticos.

No tuvo tanto éxito en los esfuerzos que realizó en favor de las iglesias que se encontraban fuera de su provincia. La muerte de San Atanasio dejó a Basilio como único paladín de la ortodoxia en el oriente, y éste luchó con ejemplar tenacidad para merecer ese título por medio de constantes esfuerzos para fortalecer y unificar a todos los católicos que, sofocados por la tiranía arriana y descompuestos por los cismas y la disensiones entre sí, parecían estar a punto de extinguirse. Pero las propuestas del santo fueron mal recibidas, y a sus desinteresados esfuerzos se respondió con malos entendimientos, malas interpretaciones y hasta acusaciones de ambición y de herejía. Incluso los llamados que hicieron él y sus amigos al Papa San Dámaso y a los obispos occidentales para que interviniesen en los asuntos del oriente y allanasen las dificultades, tropezaron con una casi absoluta indiferencia, debido, según parece, a que ya corrían en Roma las calumnias respecto a su buena fe. “¡Sin duda a causa de mis pecados, escribía San Basilio con un profundo desaliento, parece que estoy condenado al fracaso en todo cuanto emprendo!"”

Sin embargo, el alivio no había de tardar, desde un sector absolutamente inesperado. El 9 de agosto de 378, el emperador Valente recibió heridas mortales en la batalla de Adrianópolis y, con el ascenso al trono de su sobrino Graciano, se puso fin al ascendiente del arrianismo en el oriente. Cuando las noticias de estos cambios llegaron a oídos de San Basilio, éste se encontraba en su lecho de muerte, pero de todas maneras le proporcionaron un gran consuelo en sus últimos momentos. Murió el 1º de enero del año 379, a la edad de cuarenta y nueve años, agotado por la austeridad en que había vivido, el trabajo incansable y una penosa enfermedad. Toda Cesárea quedó enlutada y sus habitantes lo lloraron como a un padre y a un protector; los paganos, judíos y cristianos se unieron en el duelo.

San Gregorio Nacianceno, Arzobispo de Constantinopla, en el día del entierro: “Basilio santo, nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”.

Setenta y dos años después de su muerte, el Concilio de Calcedonia le rindió homenaje con estas palabras: “El gran Basilio, el ministro de la gracia quien expuso la verdad al mundo entero indudablemente que fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores.

Allanad el camino del Señor

Santo Evangelio según San Juan 1, 19-28. Feria del tiempo de Navidad

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por el don de la fe, de la esperanza y la caridad que me diste en el bautismo. Ayúdame a crecer en estas virtudes para que aprenda a descubrirte en todo momento y sepa darte, en mi vida, el lugar que te corresponde.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 19-28

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Comenzamos a caminar en este nuevo año. Tenemos nuevas oportunidades para revisar nuestra vida y proyectos, de tomar decisiones y de crecer en amistad con el Señor. Podemos mirar al pasado y agradecer por todo lo bueno que nos ha sucedido, o reconocer los errores que hemos cometido. Podemos mirar al futuro y soñar dónde queremos estar en esta fecha el próximo año.

Podemos contemplar nuestro presente y ver las herramientas con que contamos para realizar nuestros sueños. Miremos donde miremos, si prestamos atención, podremos descubrir la mano amorosa de Dios, que se preocupa por nosotros, incluso más que nosotros mismos.

Si queremos vivir en su compañía durante este año, necesitamos preparar el camino que le permitirá salirnos al encuentro. Necesitamos examinar nuestra vida, y especialmente el año que acabamos de terminar. ¿Cuáles fueron mis alegrías y cuáles mis penas? ¿Permití que Jesús tomara alguna parte en esos momentos?

Contemplemos nuestros errores y éxitos, y hablemos con el Señor sobre cómo podemos mejorar. No lo olvidemos en ningún momento, pues Él quiere acompañarnos durante todo este nuevo año. ¿Dejarás que el Señor entre en tu vida?

«La fe cristiana nos impulsa a retomar la iniciativa, rechazando cualquier concesión a la nostalgia y al lamento. La Iglesia, por otra parte, tiene una amplia tradición de mentes generosas e iluminadas, que han allanado el camino para la ciencia y la conciencia de su época. El mundo necesita creyentes que, con seriedad y alegría, sean creativos y proactivos, humildes y valientes, decididos a recomponer la fractura entre las generaciones

(Homilía de S.S. Francisco, 5 de diciembre de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una visita al Santísimo Sacramento, de diez minutos y ofreceré a Jesús el año que acaba de comenzar.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Preparar y allanar el sendero al Mesías

Preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.

Por: SS Benedicto XVI

Palabras de SS Benedicto  el 9 de diciembre de 2007

Queridos hermanos y hermanas:

(...) Hoy, segundo domingo de Adviento, nos presenta la figura austera del Precursor, que el evangelista san Mateo introduce así: «Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: i<>Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos (Mt 3, 1-2).

Tenía la misión de preparar y allanar el sendero al Mesías, exhortando al pueblo de Israel a arrepentirse de sus pecados y corregir toda injusticia. Con palabras exigentes, Juan Bautista anunciaba el juicio inminente: «El árbol que no da fruto será talado y echado al fuego» (Mt 3, 10). Sobre todo ponía en guardia contra la hipocresía de quien se sentía seguro por el mero hecho de pertenecer al pueblo elegido: ante Dios -decía- nadie tiene títulos para enorgullecerse, sino que debe dar "frutos dignos de conversión" (Mt 3, 8).

Mientras prosigue el camino del Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el Nacimiento de Cristo, resuena en nuestras comunidades esta exhortación de Juan Bautista a la conversión. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y acoger al Hijo de Dios que viene a nosotros para manifestar el juicio divino. El Padre -escribe el evangelista san Juan- no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre (cf. Jn 5, 22. 27). Hoy, en el presente, es cuando se juega nuestro destino futuro; con el comportamiento concreto que tenemos en esta vida decidimos nuestro destino eterno. En el ocaso de nuestros días en la tierra, en el momento de la muerte, seremos juzgados según nuestra semejanza o desemejanza con el Niño que está a punto de nacer en la pobre cueva de Belén, puesto que él es el criterio de medida que Dios ha dado a la humanidad.

El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo.

Mediante el Evangelio, Juan Bautista sigue hablando a lo largo de los siglos a todas las generaciones. Sus palabras claras y duras resultan muy saludables para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el que, por desgracia, también el modo de vivir y percibir la Navidad muy a menudo sufre las consecuencias de una mentalidad materialista. La "voz" del gran profeta nos pide que preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.

Que la Virgen María nos guíe a una auténtica conversión del corazón, a fin de que podamos realizar las opciones necesarias para sintonizar nuestra mentalidad con el Evangelio.

El Papa invoca la bendición de Dios sobre toda la humanidad

"es la bendición de Dios la que da sustancia a todos en las felicitaciones que se intercambian en estos días"

Durante el rezo del Ángelus desde el Palacio Apostólico del Vaticano este martes 1 de enero de 2019, el Papa Francisco invocó la bendición de Dios sobre toda la humanidad.

El Pontífice recordó que “es la bendición de Dios la que da sustancia a todos en las felicitaciones que se intercambian en estos días” de fiestas navideñas y de año nuevo.

El Santo Padre destacó que la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, que se celebra en este primer día del año, pone de relieve que “mostrándonos a Jesús, el Salvador del mundo, ella, la Madre, nos bendice. Bendice el camino de cada hombre y de cada mujer en este año que comienza”.

Este año 2019 “será bueno precisamente en la medida en que cada uno acoja la bondad de Dios que Jesús vino a traer al mundo”.

El Pontífice explicó el significado de la bendición de la liturgia de este día, una bendición muy antigua con la que los sacerdotes israelitas bendecían al pueblo. Esa oración “recita así: ‘Te bendiga el Señor y te custodie. El Señor haga resplandecer para ti su rostro y te de gracia. El Señor dirija hacia a ti su rostro y te conceda paz’”

Francisco destacó que en esa antigua fórmula de bendición "el sacerdote repite tres veces el nombre de Dios, ‘Señor’, extendiendo las manos hacia el pueblo reunido. En la Biblia, de hecho, el nombre representa la misma realidad que se invoca y, así, ‘imponer el nombre’ del Señor sobre una persona, una familia, una comunidad significa ofrecerles su fuerza beneficiosa que fluye de Él”.

También destacó que “con esta fórmula, dos veces se nombra el ‘rostro’ del Señor. El sacerdote reza a Dios para que los ‘haga resplandecer’ y lo ‘dirija’ hacia su rostro y, así, le conceda la misericordia y la paz”.

“Sabemos que, según las Escrituras, el rostro de Dios es inaccesible al hombre: nadie puede ver a Dios y permanecer con vida. Esto expresa la trascendencia de Dios, la infinita grandeza de su gloria. Pero la gloria de Dios es toda Amor y, así, al permanecer inaccesible, como un sol que no se puede mirar, irradia su gracia sobre toda criatura y, en modo especial, sobre los hombres y mujeres, en los cuales se refleja”.

El Papa concluyó subrayando que Jesucristo, Salvador del Mundo, “es la bendición para cada persona y para toda la familia humana. Él es fuente de gracia, de misericordia y de paz”.

"LAS PERSONAS QUE VIVEN ODIANDO O HABLANDO MAL DE LOS DEMAS ES MEJOR QUE NO VAYAN A LA IGLESIA"
El Papa recuerda, una vez más, que "el Evangelio es revolucionario"

"El cristiano no es alguien que se empeña en ser mejor que los demás, porque sabe que es pecador como todos"

José Manuel Vidal, 02 de enero de 2019 a las 10:07


Francisco, con un artista del circo cubano

Les deseo a ustedes y a sus familias un año nuevo lleno de la cercanía y de la ternura de Dios

(José M. Vidal).- Además de desear un nuevo año lleno "de la ternura de Dios", el Papa Francisco recordó, una vez más, que "el Evangelio es revolucionario" y que rezar no es hablar "como papagayos" ni "captar la benevolencia de Dios", sino dirigirnos a él como los hijos a un Padre. De ahí que, en la oración, no queda ni la hipocresía del cumplimiento ni creerse "mejor que los demás".

Lectura del Evangelio de San Mateo: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará".

Algunas frases de la catequesis del Papa

"Proseguimmos la catequesis sobre el 'Padre Nuestro', iluminados por el misterio de Navidad que acabamos de celebrar".

"El Evangelio de Mateo coloca el texto del 'Padre Nuestro' en un punto estratégico, en el centro del discurso de la montaña"

"En el discurso de la montaña,J esús condensa los aspectos fundamentañes de su mensaje"

"Jesús corona con la feliciidad a una serie de personas que en aquel tiempo -y también en el nuestro-no estaban bien consideradas"

"Los pobres, los humildes, los misericordiosos, las personas de corazón humilde...Es la revolución del Evangelio. El Evangelio es revolucionario"

"Todas las personas capaces de amar y de construir la paz son los constructores del Reino de Dios"

"La ley no debe ser abolida, pero necesita una nueva interpretación"

"El amor no tiene fronteras"

"El gran secreto de todo el discurso de la montaña: sed hijos de vuestro Padre que está en los cielos"

"Es un discurso teológico más que moral"

"El cristiano no es alguien que se empeña en ser mejor que los demás, porque sabe que es pecador como todos"

"Jesús toma distancia ante todos de los hipócritas"

"El escándalo de personas que van a diario a la iglesia y, después, viven odiando o hablando mal de los demás. Es mejor que no vayan a la iglesia".

"Hay gente capaz de recitar oraciones ateas, sin Dios: lo hacen para ser admirados por los hombres"

"Podría ser incluso una oración silenciosa. Basta, en el fondo, colocarse bajo la mirada de Dios, recordarse de su amor de Padre, y esto es suficiente para ser escuchados"

"Nuestro Dios no necesita sacrificios para conquistarlo"

"Pienso en tantos cristianos que creen que rezar es hablar a Dios como papagayos. Rezar es hablar a Dios desde el corazón"

"Dios no necesita nada, sólo que, en la oración, mantengamos un canal de ocmunicación con él".

Texto íntegro del saludo del Papa en español

Queridos hermanos:
Continuamos con la catequesis del Padre nuestro, y hoy nos fijamos en el contexto donde el evangelista Mateo coloca esta oración, que es el discurso de la Montaña. Ese relato que comienza con las bienaventuranzas resume la enseñanza de Jesús y se abre precisamente invirtiendo las categorías humanas corrientes, llamando dichosos a unas personas que ni entonces ni ahora tenían gran prestigio en la sociedad, pero que son capaces de amar, de trabajar por la paz y, por ello, de ser constructores del reino.

La ley llega a su cumplimiento en el mandamiento del amor, del amor a los enemigos, de ese amor que Dios nos enseña y que lleva hasta las últimas consecuencias. Nosotros somos hijos de ese Dios, no superhombres capaces de lo que nadie puede hacer; al contrario, somos tan pecadores como los demás, pero podemos ponernos delante de la zarza ardiente del misterio divino y llamarle Padre, dejándonos renovar por su potencia y reflejar un rayo de su bondad en este mundo sediento de bien.

En este contexto se encuadra la enseñanza del Padre nuestro. Dios no quiere ser "amansado" con largas retahílas de adulaciones, como hacían los paganos para captar la benevolencia de la divinidad; basta hablarle como a un padre que sabe lo que necesitamos antes incluso de decírselo. Del mismo modo, la oración no es un acto hipócrita, ateo, que no tiene otro interés que ser admirados por los demás. El único testigo de la oración cristiana es la propia conciencia, pues es un diálogo íntimo con el Padre que nos ama. Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Los animo a que mantengan siempre abierto ese canal de comunicación con Dios, pues él los ama, los espera y no quiere nada más que darles su amor. Les deseo a ustedes y a sus familias un año nuevo lleno de la cercanía y de la ternura de Dios. Muchas gracias.

Antes del saludo en italiano, el Papa y los presentes asistieron a una exhibición del circo de Cuba al son del 'Quiero bailar la salsa'. El Papa se lo agradece. "Ellos con su espectáculo llevan belleza. Y la belleza nos lleva a la bondad y a Dios. Gracias y seguid así, ofreciendo belleza a todo el mundo".

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