Verán a Dios

Francisco y Jacinta Marto, Santos

Fiesta, 20 de febrero

Los santos, no mártires, más jóvenes

Santos Jacinta y Francisco Marto, quienes junto a su prima Lucía, vieron a la Virgen en varias ocasiones entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917 en Cova de Iría, cerca de Ajustrel y de Fátima, en Portugal,

Fecha de beatificación 13 de mayo de 2000 por el papa Juan Pablo II.
Fecha de canonización: 13 de mayo de 2017 por el Papa Francisco

Breve Semblanza

En Aljustrel, pequeño pueblo situado a unos ochocientos metros de Fátima, Portugal, nacieron los pastorcitos que vieron a la Virgen María: Francisco y Jacinta, hijos de Manuel Pedro Marto y de Olimpia de Jesús Marto. También nació allí la mayor de los videntes, Lucía Dos Santos, quien murió el 13 de Febrero de 2005.

  • Francisco nació el día 11 de junio, de 1908.
  • Jacinta nació el día 11 de marzo, de 1910.

Desde muy temprana edad, Jacinta y Francisco aprendieron a cuidarse de las malas relaciones, y por tanto preferían la compañía de Lucía, prima de ellos, quien les hablaba de Jesucristo. Los tres pasaban el día juntos, cuidando de las ovejas, rezando y jugando.

Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, a Jacinta, Francisco y Lucía, les fue concedido el privilegio de ver a la Virgen María en el Cova de Iría. A partir de está experiencia sobrenatural, los tres se vieron cada vez más inflamados por el amor de Dios y de las almas, que llegaron a tener una sola aspiración: rezar y sufrir de acuerdo con la petición de la Virgen María. Si fue extraordinaria la medida de la benevolencia divina para con ellos, extraordinario fue también la manera como ellos quisieron corresponder a la gracia divina.

Los niños no se limitaron únicamente a ser mensajeros del anuncio de la penitencia y de la oración, sino que dedicaron todas sus fuerzas para ser de sus vidas un anuncio, mas con sus obras que con sus palabras. Durante las apariciones, soportaron con espíritu inalterable y con admirable fortaleza las calumnias, las malas interpretaciones, las injurias, las persecuciones y hasta algunos días de prisión. Durante aquel momento tan angustioso en que fue amenazado de muerte por las autoridades de gobierno si no declaraban falsas las apariciones, Francisco se mantuvo firme por no traicionar a la Virgen, infundiendo este valor a su prima y a su hermana. Cuantas veces les amenazaban con la muerte ellos respondían: "Si nos matan no importa; vamos al cielo." Por su parte, cuando a Jacinta se la llevaban supuestamente para matarla, con espíritu de mártir, les indicó a sus compañeros, "No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso."

San Francisco Marto (6-11-1908 / 4-4-1919)

Francisco era de carácter dócil y condescendiente. Le gustaba pasar el tiempo ayudando al necesitado. Todos lo reconocían como un muchacho sincero, justo, obediente y diligente.

Las palabras del Ángel en su tercera aparición: "Consolad a vuestro Dios", hicieron profunda impresión en el alma del pequeño pastorcito.

El deseaba consolar a Nuestro Señor y a la Virgen, que le había parecido estaban tan tristes.

En su enfermedad, Francisco confió a su prima: "¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que El este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo."

En la víspera de su muerte se confesó y comulgó con los mas santos sentimientos. Después de 5 meses de casi continuo sufrimiento, el 4 de abril de 1919, primer viernes, a las 10:00 a.m., murió santamente el consolador de Jesús.

Santa Jacinta: (3-10-1910/ 2-20-1920)

Jacinta era de clara inteligencia; ligera y alegre. Siempre estaba corriendo, saltando o bailando. Vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó.

Una vez exclamó: ¡Qué pena tengo de los pecadores! !Si yo pudiera mostrarles el infierno!

Murió santamente el 20 de febrero, de 1920. Su cuerpo reposa junto con el de su hermano, San Francisco, en el crucero de la Basílica, en Fátima.

Jacinta y Francisco siguieron su vida normal después de las apariciones. Lucia empezó a ir a la escuela tal como la Virgen se lo había pedido, y Jacinta y Francisco iban también para acompañarla. Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar al Señor. Mas cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco, conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia, "Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido. ¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?" Dicho esto, Francisco se iba tan cerca como era posible del Tabernáculo.

Cuando Lucia y Jacinta regresaban por la tarde, encontraban a Francisco en el mismo lugar, en profunda oración y adoración.

De los tres niños, Francisco era el contemplativo y fue tal vez el que más se distinguió en su amor reparador a Jesús en la Eucaristía. Después de la comunión recibida de manos del Ángel, decía: "Yo sentía que Dios estaba en mi pero no sabia como era." En su vida se resalta la verdadera y apropiada devoción católica a los ángeles, a los santos y a María Santísima. Él quedó asombrado por la belleza y la bondad del ángel y de la Madre de Dios, pero él no se quedó ahí. Ello lo llevó a encontrarse con Jesús. Francisco quería ante todo consolar a Dios, tan ofendido por los pecados de la humanidad. Durante las apariciones, era esto lo que impresionó al joven.

Mas que nada Francisco quería ofrecer su vida para aliviar al Señor quien el había visto tan triste, tan ofendido. Incluso, sus ansias de ir al cielo fueron motivadas únicamente por el deseo de poder mejor consolar a Dios. Con firme propósito de hacer aquello que agradase a Dios, evitaba cualquier especie de pecado y con siete años de edad, comenzó a aproximarse, frecuentemente al Sacramento de la Penitencia.

Una vez Lucia le preguntó, "Francisco, ¿qué prefieres más, consolar al Señor o convertir a los pecadores?" Y el respondió: "Yo prefiero consolar al Señor. ¿No viste que triste estaba Nuestra Señora cuando nos dijo que los hombres no deben ofender mas al Señor, que está ya tan ofendido? A mi me gustaría consolar al Señor y después, convertir a los pecadores para que ellos no ofendan mas al Señor." Y siguió, "Pronto estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora."

A través de la gracia que había recibido y con la ayuda de la Virgen, Jacinta, tan ferviente en su amor a Dios y su deseo de las almas, fue consumida por una sed insaciable de salvar a las pobres almas en peligro del infierno. La gloria de Dios, la salvación de las almas, la importancia del Papa y de los sacerdotes, la necesidad y el amor por los sacramentos - todo esto era de primer orden en su vida. Ella vivió el mensaje de Fátima para la salvación de las almas alrededor del mundo, demostrando un gran espíritu misionero.

Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a estar muy cerca del Corazón Inmaculado de María. Este amor la dirigía siempre y de una manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús. Jacinta asistía a la Santa Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión en reparación por los pobres pecadores. Nada le atraía mas que el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico. Decía con frecuencia, "Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que decir a Jesús."

Con un celo inmenso, Jacinta se separaba de las cosas del mundo para dar toda su atención a las cosas del cielo. Buscaba el silencio y la soledad para darse a la contemplación. "Cuánto amo a nuestro Señor," decía Jacinta a Lucia, "a veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema."

Desde la primera aparición, los niños buscaban como multiplicar sus mortificaciones

No se cansaban de buscar nuevas maneras de ofrecer sacrificios por los pecadores. Un día, poco después de la cuarta aparición, mientras que caminaban, Jacinta encontró una cuerda y propuso el ceñir la cuerda a la cintura como sacrificio. Estando de acuerdo, cortaron la cuerda en tres pedazos y se la ataron a la cintura sobre la carne. Lucia cuenta después que este fue un sacrificio que los hacia sufrir terriblemente, tanto así que Jacinta apenas podía contener las lágrimas. Pero si se le hablaba de quitársela, respondía enseguida que de ninguna manera pues esto servía para la conversión de muchos pecadores. Al principio llevaban la cuerda de día y de noche pero en una aparición, la Virgen les dijo: "Nuestro Señor está muy contento de vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda. Llevarla solamente durante el día." Ellos obedecieron y con mayor fervor perseveraron en esta dura penitencia, pues sabían que agradaban a Dios y a la Virgen. Francisco y Jacinta llevaron la cuerda hasta en la ultima enfermedad, durante la cual aparecía manchada en sangre.

Jacinta sentía además una gran necesidad de ofrecer sacrificios por el Santo Padre. A ella se le había concedido el ver en una visión los sufrimientos tan duros del Sumo Pontífice. Ella cuenta: "Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado, con el rostro entre las manos, y lloraba. Afuera había mucha gente; algunos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas."

En otra ocasión, mientras que en la cueva del monte rezaban la oración del Ángel, Jacinta se levantó precipitadamente y llamó a su prima: "¡Mira! ¿No ves muchos caminos, senderos y campos llenos de gente que llora de hambre y no tienen nada para comer... Y al Santo Padre, en una iglesia al lado del Corazón de María, rezando?" Desde estos acontecimientos, los niños llevaban en sus corazones al Santo Padre, y rezaban constantemente por el. Incluso, tomaron la costumbre de ofrecer tres Ave Marías por él después de cada rosario que rezaban.

La Virgen María no dejaba de escuchar los ferviente súplicas de estos niños, respondiéndoles a menudo de manera visiblemente. Tanto Francisco como Jacinta fueron testigos de hechos extraordinarios:

En un pueblo vecino, a una familia le había caído la desgracia del arresto de un hijo por una denuncia que le llevaría a la cárcel si no demostrase su inocencia. Sus padres, afligidísimos, mandaron a Teresa, la hermana mayor de Lucia, para que le suplicara a los niños que les obtuvieran de la Virgen la liberación de su hijo. Lucía, al ir a la escuela, contó a sus primos lo sucedido. Dijo Francisco, "Vosotras vais a la escuela y yo me quedaré aquí con Jesús para pedirle esta gracia." En la tarde Francisco le dice a Lucia, "Puedes decirle a Teresa que haga saber que dentro de pocos días el muchacho estará en casa." En efecto, el 13 del mes siguiente, el joven se encontraba de nuevo en casa.

En otra ocasión, había una familia cuyo hijo había desaparecido como prodigo sin que nadie tuviera noticia de él. Su madre le rogó a Jacinta que lo recomendará a la Virgen. Algunos días después, el joven regresó a casa, pidió perdón a sus padres y les contó su trágica aventura. Después de haber gastado cuanto había robado, había sido arrestado y metido en la cárcel. Logró evadirse y huyó a unos bosques desconocidos, y, poco después, se halló completamente perdido. No sabiendo a qué punto dirigirse, llorando se arrodilló y rezó.

Vio entonces a Jacinta que le tomó de una mano y le condujo hasta un camino, donde le dejo, indicándole que lo siguiese. De esta forma, el joven pudo llegar hasta su casa. Cuando después interrogaron a Jacinta si realmente había ido a encontrase con el joven, repuso que no pero que si había rogado mucho a la Virgen por él.

Ciertamente que los prodigiosos acontecimientos de los que estos niños fueron protagonistas hicieron que todo el mundo se volvieran hacia ellos, pero ellos se mantenían sencillos y humildes. Cuanto mas buscados eran por la gente, tanto mas procuraban ocultarse.

Un día que se dirigían tranquilamente hacia la carretera, vieron que se paraba un gran auto delante de ellos con un grupo de señoras y señores, elegantemente vestidos. "Mira, vendrán a visitarnos..." empezó Francisco. "¿Nos vamos?" pregunta Jacinta. "Imposible sin que lo noten," responde Lucía: "Sigamos andando y veréis cómo no nos conocen." Pero los visitantes los paran: "¿Sois de Aljustrel?" "Si, señores" responde Lucia. "¿Conocéis a los tres pastores a los cuales se les ha aparecido la Virgen?" "Si los conocemos" "¿Sabrías decirnos dónde viven?" "Tomen ustedes este camino y allí abajo tuerzan hacia la izquierda" les contesta Lucía, describiéndoles sus casas. Los visitantes marcharon, dándoles las gracias y ellos contentos, corrieron a esconderse.

Ciertamente, Francisco y Jacinta fueron muy dóciles a los preceptos del Señor y a las palabras de la Santísima Virgen María. Progresaron constantemente en el camino de la santidad y, en breve tiempo, alcanzaron una gran y sólida perfección cristiana. Al saber por la Virgen María que sus vidas iban a ser breves, pasaban los días en ardiente expectativa de entrar en el cielo. Y de hecho, su espera no se prolongó.

El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos por la terrible epidemia de bronco-neumonía. Pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.

Hacia el final de febrero de 1919, Francisco desmejoró visiblemente y del lecho en que se vio postrado no volvió a levantarse. Sufrió con íntima alegría su enfermedad y sus grandísimos dolores, en sacrificio a Dios. Como Lucía le preguntaba si sufría. Respondía: "Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo."

El día 2 de abril, su estado era tal que se creyó conveniente llamar al párroco. No había hecho todavía la Primera Comunión y temía no poder recibir al Señor antes de morir. Habiéndose confesado en la tarde, quiso guardar ayuno hasta recibir la comunión. El siguiente día, recibió la comunión con gran lucidez de espíritu y piedad, y apenas hubo salido el sacerdote cuando preguntó a su madre si no podía recibir al Señor nuevamente. Después de esto, pidió perdón a todos por cualquier disgusto que les hubiese ocasionado. A Lucia y Jacinta les añadió: "Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba." Al día siguiente, el 4 de abril, con una sonrisa angelical, sin agonía, sin un gemido, expiró dulcemente. No tenía aún once años.

Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano. Poco después de esto, como resultado de la bronconeumonía, se le declaró una pleuresía purulenta, acompañada por otras complicaciones. Un día le declara a Lucia: "La Virgen ha venido a verme y me preguntó si quería seguir convirtiendo pecadores. Respondí que si y Ella añadió que iré pronto a un hospital y que sufriré mucho, pero que lo padezca todo por la conversión de los pecadores, en reparación de las ofensas cometidas contra Su Corazón y por amor de Jesús. Dijo que mamá me acompañará, pero que luego me quedaré sola." Y así fue.

Por orden del médico fue llevada al hospital de Vila Nova donde fue sometida a un tratamiento por dos meses. Al regresar a su casa, volvió como había partido pero con una gran llaga en el pecho que necesitaba ser medicada diariamente. Mas, por falta de higiene, le sobrevino a la llaga una infección progresiva que le resultó a Jacinta un tormento. Era un martirio continuo, que sufría siempre sin quejarse. Intentaba ocultar todos estos sufrimientos a los ojos de su madre para no hacerla padecer mas. Y aun le consolaba diciéndole que estaba muy bien.

Durante su enfermedad confió a su prima: "Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María"

En enero de 1920, un doctor especialista le insiste a la mamá de Jacinta a que la llevasen al Hospital de Lisboa, para atenderla. Esta partida fue desgarradora para Jacinta, sobre todo el tener que separarse de Lucía.

Al despedirse de Lucía le hace estas recomendaciones: ´Ya falta poco para irme al cielo. Tu quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al I.C. de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del I.C. de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el I.C. de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro en el pecho, que me está abrazando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María."

Su mamá pudo acompañarla al hospital, pero después de varios días tuvo ella que regresar a casa y Jacinta se quedó sola. Fue admitida en el hospital y el 10 de febrero tuvo lugar la operación. Le quitaron dos costillas del lado izquierdo, donde quedó una llaga ancha como una mano. Los dolores eran espantosos, sobre todo en el momento de la cura. Pero la paciencia de Jacinta fue la de un mártir. Sus únicas palabras eran para llamar a la Virgen y para ofrecer sus dolores por la conversión de los pecadores.

Tres días antes de morir le dice a la enfermera, "La Santísima Virgen se me ha aparecido asegurándome que pronto vendría a buscarme, y desde aquel momento me ha quitado los dolores. El 20 de febrero de 1920, hacia las seis de la tarde ella declaró que se encontraba mal y pidió los últimos Sacramentos. Esa noche hizo su ultima confesión y rogó que le llevaran pronto el Viático porque moriría muy pronto. El sacerdote no vio la urgencia y prometió llevársela al día siguiente. Pero poco después, murió. Tenía diez años.

Tanto Jacinta como Francisco fueron trasladados al Santuario de Fátima. Los milagros que fueron parte de sus vidas, también lo fueron de su muerte. Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, encontraron que el rosario que le habían colocado sobre su pecho, estaba enredado entre los dedos de su manos. Y a Jacinta, cuando 15 años después de su muerte, la iban a trasladar hacia el Santuario, encontraron que su cuerpo estaba incorrupto.

El 18 de abril de 1989, el Santo Padre, Juan Pablo II, declaró a Francisco y Jacinta Venerables.

Estaba curado y veía con toda claridad

Santo Evangelio según San Marcos 8, 22-26. Miércoles VI del tiempo ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Toma, Señor, mi libertad, mi memoria, entendimiento y voluntad; todo mi haber y poseer. Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo torno.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 22-26

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y enseguida le llevaron a Jesús un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: "¿Ves algo?". El ciego empezando a ver, le dijo: "Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan".

Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Jesús pasa cada día por el camino de tu vida y quiere socorrerte en tus necesidades. Sabe que necesitas de Él. Cristo ha venido a «liberar a los oprimidos» pero, para hacerlo, tú mismo debes reconocer aquello que te oprime. Nadie puede ayudar a quien no necesita ayuda. Sólo el que se reconoce necesitado puede ver la mano que se le tiende en auxilio.

En una sociedad en la que ya no existen líneas tan definidas entre lo que está bien y lo que está mal, es fácil confundirse y alejarse del camino por donde pasa Jesús. Algunos estarán metidos en senderos que alteran la visión de la realidad, como el pensar que la vida es una fiesta sin responsabilidades, la pornografía o las drogas; otros estarán en senderos desviados simplemente por no haber encontrado suficiente apoyo y sostén para madurar en el amor y tomar así el control de sus vidas.

Saber reconocer en qué parte del camino te encuentras y ser capaz de dialogarlo con Jesús, te abre plenamente a la experiencia del amor paternal de Dios. ¿En qué parte del camino te encuentras?

«Una palabra de consolación, fundada sobre el hecho de que Dios es padre para su pueblo, lo ama y lo cuida como un hijo; le abre delante un horizonte de futuro, un camino factible, practicable, sobre el que podrán caminar también “el ciego y el cojo, la preñada y la parida”, es decir, las personas en dificultad. Porque la esperanza de Dios no es un milagro, como ciertas publicidades donde todos aparecen sanos y bellos, sino una promesa para la gente real, con virtudes y defectos, potencialidad y fragilidad, como todos nosotros: la esperanza de Dios es una promesa para la gente como nosotros.»

(Ángelus S.S. Francisco, 28 de octubre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Invitaré a un amigo a hacer una visita a la Eucaristía.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Curados en sus llagas

Estés como estés, ponte tu mismo en terapia intensiva en el corazón del Señor.

Aunque cueste reconocerlo, si estás peleado con un amigo tienes el corazón débil y frágil. Cuando estamos peleados con Dios pasa lo mismo. Cuando físicamente tenemos las defensas bajas nos puede entrar un virus o cualquier enfermedad. Lo mismo pasa con el espíritu, si estamos peleados con Dios tenemos las defensas bajas y quedamos a expensas del maligno, que solo busca nuestra desgracia espiritual y humana. Ofensas a Dios, maltrato a los demás, excesos y daños a nosotros mismos, nos ponen en situaciones espirituales límites y peligrosas.

¿Por qué piensas que el espíritu es distinto al cuerpo, y que el espíritu no requiere atención, recursos, alimento, medicina?

La salud espiritual es la unión con Dios, y el buen entendimiento con la gente.

Tú, ¿estás sano? Agradécele al Señor su amistad que sustenta tu salud espiritual. Si estás enfermo del espíritu, busca la cruz. No la cruz roja, ésa que tiene médicos y medicina para el cuerpo. Busca la cruz de Jesús, ésa que Jesús mismo dibuja cuando abre sus brazos, y muestra las heridas que nos curan.
En las llagas de Jesús hemos sido curados. Sus llagas nos curan del mal y nos llenan de la fuerza de la vida. Estés como estés, ponte tu mismo en terapia intensiva en el corazón del Señor, para recuperar o para fortalecer la amistad con el Señor y con la gente.

Dios nos ama con el corazón y no con las ideas

El Santo Padre invitó a tener un corazón similar al corazón de Dios

Durante la Misa celebrada este martes 19 de febrero en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco aseguró que Dios tiene sentimientos, “no es abstracto” ni es solo ideas, sino que “sufre” y esto “es el misterio del Señor”. En su homilía, el Santo Padre invitó a tener un corazón similar al corazón de Dios, capaz de entristecerse ante el sufrimiento de los más débiles pero sobre todo de ser hermano con los hermanos, padre con los hijos; un corazón humano y divino. “Los sentimientos de Dios, Dios Padre que nos ama -y ??el amor es una relación- pero es capaz de enojarse… Es Jesús quien viene y nos da el camino, con el sufrimiento del corazón, todo… Pero nuestro Dios tiene sentimientos. Nuestro Dios nos ama con su corazón, no nos ama con ideas, nos ama con su corazón. Y cuando nos acaricia, nos acaricia con su corazón y cuando nos reprende, como un buen padre, nos reprende con su corazón, sufre más que nosotros”, dijo el Papa. De este modo, el Pontífice explicó que “es una relación de corazón a corazón, de hijo a padre que se abre y si Él es capaz de entristecerse en su corazón, también nosotros podemos ser capaces de entristecernos delante a Él”. “No es sentimentalismo, es la verdad”, señaló. “No creo que nuestros tiempos sean mejores que los tiempos del diluvio, no creo: las calamidades son más o menos las mismas, las víctimas son más o menos las mismas. Pensemos por ejemplo en los más débiles, los niños. La cantidad de niños hambrientos, de niños sin educación: no pueden crecer en paz. Sin padres porque fueron asesinados en las guerras… Niños soldados… Solo piensen en esos niños”. Llorar como Jesús Por ello, el Papa Francisco exhortó pedir al Señor la gracia de tener “un corazón como el corazón de Dios similar al corazón de Dios” para ser capaces de comprender, acompañar y consolar. “Existe la gran calamidad del diluvio, existe la gran calamidad de las guerras de hoy donde pagan la cuenta de la fiesta los débiles, los pobres, los niños, aquellos que no tienen recursos para seguir adelante. Pensamos que el Señor está afligido en su corazón y acerquémonos al Señor y hablémosle, hablemos: ‘Señor, mira estas cosas, yo te comprendo’. Consolemos al Señor: ‘Te comprendo y te acompaño’, te acompaño en la oración, en la intercesión por todas estas calamidades que son fruto del diablo que quiere destruir la obra de Dios”, concluyó.

Enojones

La cólera tiene cura y solo consiste en 4 aspectos.

¿Quién no conoce al menos a un par de personas enojonas? Lo peor es que las más de las veces vivimos con ellas. ¡O somos ellas!

El enojo o la ira es una pasión que todos llevamos dentro. Sólo que unos la encauzan bien y otros se dejan dominar por ella.

Hay una ira buena, que es la que nos ayuda a adquirir la virtud o a conservarla. Como cuando Jesús se enojó en el Templo y echó fuera a todos los cambistas. También nosotros podemos enojarnos cuando hay algo que me degrada, me denigra o no me ayuda a ser virtuoso, como el coraje que se genera al defender la vida del no nacido, el matrimonio natural, etc. Pero esta ira no nos roba la paz, más bien, nos la da. La ira que enseguida vamos a analizar ahora es la que no es correcta.

Normalmente nace cuando algo o alguien nos impide conseguir, o nos arrebata, un placer ilícito. Entonces surge en nosotros una cólera no sana, que nos roba la paz.

Por eso Juan Clímaco (escritor) pone en boca de la ira las siguientes palabras: «Mi madre son la vanagloria, la codicia, la gula y, algunas veces, la lujuria. Mi padre se llama orgullo. Mis hijas son el recuerdo de las injurias, la enemistad, la animosidad, la autojustificación.»

¿Qué consecuencias tiene esta cólera en nuestra vida? Hace nacer en nosotros diversos sentimientos y actitudes negativas como la violencia, la agresión, el rencor, el odio, el mal humor, la ironía, la venganza, etc.

Esta es, precisamente, una manera muy segura de distinguir la ira buena de la mala: cuando engendra algo de esto, entonces es mala, porque de Dios no puede venir nada que no sea bueno. La curación para la cólera consiste en cuatro aspectos:

1. Aprender a sufrir con paciencia los defectos de los demás, así como las dificultades que se presentan. A aceptar lo que no se puede cambiar, y a luchar por cambiar lo que sí se puede.

2. Esto conlleva, las más de las veces, callar frente a las ofensas o errores de los demás, porque suprimiendo las palabras, se suprimen muchas consecuencias indeseadas: «El que no se deja arrastrar fácilmente por su lengua, tampoco será arrastrado nunca por la cólera.» Juan Clímaco

3. La humildad, que me lleva a permanecer pacífico. El deseo de venganza y el rencor no son sino la tendencia de nuestro amor propio de rehacer su nombre, de restablecer nuestra propia imagen frente a quienes sentimos que nos han ofendido.

4. Pero la batalla no ha terminado hasta que no hallamos sustituido la cólera por la virtud contraria: la dulzura. La dulzura es lo mismo que la mansedumbre. No consiste en ser melosos o ñoños, sino en amar con sosiego y paciencia al prójimo.

La dulzura no nos debilita, al contrario:

  1. Nos da paz y reposo interior.
  2. Hace crecer en nosotros la confianza en uno mismo, lo cual nos fortalece para futuras ofensas.
  3. Nos asemeja a Jesucristo, manso y humilde de corazón.

EDITORIAL PAULINAS PUBLICA ESTE FOLLETO, QUE NOS OFRECE LA MANERA DE LLEVAR ESTOS FRUTOS A NUESTRA EXISTENCIA
Frutos del Espíritu Santo
Contiene un texto del papa Francisco en torno a cada fruto

Paulinas, 20 de febrero de 2019 a las 08:21

Espíritu Santo

En este folleto se presentan, de una manera asequible y atrayente, el sentido profundo que tiene cada Fruto y la manera de llevarlos a nuestra existencia cotidiana

(Paulinas).- El mundo necesita los frutos del espíritu Santo, los dones del Espíritu Santo dice Papa Francisco, para vivir con fe genuina y caridad operante para que podamos difundir la semilla de la paz y de la reconciliación.

Una de las cosas más importantes en la vida de cualquier cristiano o cristiana, es que los Frutos del Espíritu Santo vayan desarrollándose y madurando en nuestros corazones, durante el transcurso del día a día y que los compartamos con los demás, como un mensaje práctico y encarnado de la buena noticia del Evangelio de Jesús, para que su luz irradie una nueva esperanza a nuestro mundo.

En este folleto se presentan, de una manera asequible y atrayente, el sentido profundo que tiene cada Fruto y la manera de llevarlos a nuestra existencia cotidiana.

Cada Fruto que se ofrece en estas páginas, mantiene el mismo formato: un pasaje de la Biblia; un texto del papa Francisco en torno a este Fruto; una breve consideración sobre lo que el Espíritu nos dice hoy; un pensamiento escogido de una santa o un santo; una oración conclusiva que sintetiza todo lo expuesto. 

PAXTV.ORG