¿Acaso es de los nuestros?

Gabriel de la Dolorosa, Santo

Religioso Pasionista, 27 de febrero

Acólito

Martirologio Romano: En Isola, del Abruzo, en Italia, san Gabriel de la Dolorosa (Francisco) Possenti, acólito, que, renunciando a la vanidad del mundo, todavía adolescente ingresó en la Congregación de la Pasión y en breve tiempo consumó su vida († 1862).

Fecha de canonización: 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV.

Breve Biografía

El 1 de marzo de 1838 nació en el pueblecito de Asís (Italia) un niño llamado Francisco que, como el famoso fundador de los franciscanos, llegó a ser santo. Era el undécimo de trece hermanos y quedó huérfano de madre a los cuatro años.

Francisco (que tomó mas tarde como nombre religioso Gabriel de la Dolorosa) tenía un "temperamento suave, jovial, insinuante, decidido y generoso, poseía también un corazón sensible y lleno de afectividad... Era de palabra fácil apropiada, inteligente, amena y llena de una gracia que sorprendía...".
De estatura más bien alta (medía 1,70 metros), tenía "buena voz, era ágil y bien formado".

Con su familia se trasladó a Spoleto donde, como el otro Francisco, era un líder de los jóvenes. Allí fue a la escuela de los hermanos de las Escuelas Cristianas, y al liceo clásico con los jesuitas. Le agradaba mucho el canto, y consiguió premios en poesía latina y en las veladas teatrales. Era un joven dinámico, con una gran pasión por su fe cristiana. En su habitación había colocado una escultura de la Piedad para su veneración íntima .

Cuando iba al teatro Meliso con su padre, muchas veces salía a escondidas para ir a rezar bajo el pórtico de la catedral, que estaba muy cerca; después regresaba antes de que concluyera la función para salir con los demás espectadores. Algunas veces usaba cilicio y se sabe que en una ocasión rechazó las proposiciones deshonestas de un libertino, amenazándole con una navaja.

Interviene la Virgen María
El 22 de agosto de 1856 estaba asistiendo a la procesión de la "Santa Icone", una imagen mariana venerada en Spoleto, cuando la Virgen María le habló al corazón para invitarle con apremio: "Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él? Entra en la vida religiosa" (Fuentes, p. 208). El 10 de septiembre de 1856 entró en el noviciado pasionista de Morrovalle (Macerata) y tomó el nombre religioso de Gabriel. Tenía solo 18 años. Su entrega fue con todo su corazón y en la vida religiosa encontró su felicidad: "La alegría y el gozo que disfruto dentro de estas paredes son indecibles" (Escritos, p. 185). Sus mayores amores eran Jesús Crucificado, la Eucaristía y la Virgen María.

Muerte
En el convento de Isola, cuando los primeros rayos del sol entraban por la ventana de su celda en la mañana del 27 de febrero de 1862, Gabriel, sumido en éxtasis de amor y rodeado por los religiosos que lloraban junto a su lecho, abandonó la tierra y fue al cielo, invitado por la Virgen María.
Treinta años más tarde, El 17 de octubre de 1892, se iniciaron lo trámites para inscribirlo entre los santos ya que la devoción de los fieles y los milagros que realizaba eran muchos.

Fue canonizado por Benedicto XV en 1920.

Declarado copatrón de la juventud católica Italiana, 1926. Es el Patrón principal de Abruzo en 1959.

Santa Gemma al leer la vida de San Gabriel de la Dolorosa quedó profundamente vinculada espiritualmente con él y este se le apareció en muchas ocasiones para guiarla y consolarla.

Aprender a ver y buscar lo que une, no lo que divide

Santo Evangelio según San Marcos 9, 38-40. Miércoles VII del tiempo ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, gracias por este nuevo día. Gracias por que permites que pueda estar hoy ante Ti. Quiero estar atento a escuchar lo que quieres de mí. Ayúdame, Madre mía, a cumplir aquello que Dios me quiera pedir hoy.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 38-40

En aquel tiempo, Juan el bautista le dijo a Jesús: "Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos". Pero Jesús le respondió: "No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Dos peligrosos extremismos afectan a menudo nuestra religiosidad: unos la conciben como un círculo cerrado, casi inaccesible y reservado para unos pocos afortunados; otros, por el contrario, haciendo de cada hierba un fardo, llegan a pensar y decir que todas las religiones son iguales, siempre que conduzcan al Dios único, cayendo así en un verdadero y propio sincretismo.

Al principio, ni siquiera los apóstoles tenían ideas claras: se ponían a la defensiva viendo a algunos que expulsaban a los demonios; pero no estaban en su grupo. Siempre existe el riesgo de creer que ciertos privilegios son monopolio de unos pocos y que no pueden pertenecer a otros. Jesús dicta un sano criterio de discernimiento al decir: «Quien no está en contra de nosotros, está a favor de nosotros». Quiere decirnos que el verdadero bien puede venir de cualquier persona con un corazón justo y sincero, y que lo busque en el único Dios, que distribuye sus dones con absoluta libertad y liberalidad. Este principio nos abre a un ecumenismo sano, que, sin despreciar las verdades de nuestra fe, sin proponernos renunciar a ninguna de las verdades reveladas, nos impulsa a ser capaces de ver todas las diferentes fuentes de bien, dispersas incluso donde no hay plenitud de verdad y certeza de revelación.

Esta misma visión nos ilumina también en nuestras relaciones interpersonales cotidianas; aprendamos a mirar al mundo y al prójimo con respeto y con un optimismo sereno y motivado. También aprendamos a no canalizar en estrechos arroyos los misteriosos caminos de Dios, que por su infinita grandeza, se extienden en su infinita libertad. Es la miopía espiritual que degenera en extremismo la que quisiera implicar el nombre de Dios en la violencia y la venganza de los hombres. ¡Esto es un sacrilegio! Un santo y sabio Pontífice, san Juan XXIII, nos invitó a los cristianos a buscar todo lo que nos une sin resaltar mucho lo que nos divide.

«Cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. “¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo”. Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales.»

(Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, de S.S. Francisco, 1 de enero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Estaré muy atento a ver el bien que Dios quiere revelarme, especialmente en aquellas situaciones o personas en las que me parece que no puede haber nada bueno.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La oración: Vivir en Dios

¿Cómo hacer de la vida oración y de la oración vida?

El deseo de Dios en la oración

Nosotros los cristianos tenemos en el corazón un deseo grande de tener contacto asiduo con el Dios que conocemos. Buscamos constantemente su rostro. A veces vamos en busca de Él en lo exterior y a veces entramos dentro de nosotros mismos para encontrarlo en nuestro interior. Necesitamos saber que está ahí, que no nos ha abandonado, que está a nuestro lado. Queremos escuchar su mensaje de amor; sabernos amados por Él. A eso le llamamos oración.

Es frecuente escuchar de la boca de los cristianos esta frase: “No se orar”. A veces pensamos que la oración es algo complejo, inalcanzable, solo para algunos elegidos, que implica mucho tiempo. Esos pensamientos nos pueden bloquear y no nos permiten tener una oración sencilla, llana, cercana. Para aprender a orar lo primero que hay que tener claro es qué es la oración.

Es bueno permitir a Dios que nos rompa nuestros esquemas y nos abra nuestros horizontes para comprender cómo se nos quiere manifestar al corazón. ¿Cuáles son algunos aspectos de la oración que nos permiten ampliar nuestro concepto de la misma y así aprender a orar?

La oración es diálogo

En primer lugar hay que aprender a considerar la oración como un diálogo. Es ese momento de calidad en el que nosotros, hijos del Padre, levantamos la mirada a Él para entrar en un íntimo diálogo con Él. Cuando uno esta acostumbrado a hacer una meditación de tipo discursiva puede caer en el peligro de pensar en ideas sobre Dios. Es decir, Dios es bueno, Dios es creador, Dios es salvador. Son reflexiones sobre Dios pero no son oración. Se hace un gran discurso sobre Dios pero no se relaciona uno con Él. La oración, por tanto, no son ideas bonitas sobre Dios sino que es un diálogo con ese Dios que conozco también por las ideas.

La oración es encuentro

En segundo lugar, la oración es encuentro. No es el único lugar en el que el cristiano se encuentra con Dios ya que, los sacramentos, son por excelencia el lugar de encuentro con el Señor pero es un espacio privilegiado. La oración no es una cierta interiorización para encontrarnos con nosotros mismo, con nuestro centro, con nuestro yo. Si no hay contacto con Alguien, no hay oración. Por eso es necesario comprender que la oración es encuentro. 

Y para hacer de la oración encuentro es bueno siempre poner el yo en juego. Podemos pensar que Dios es creador y eso no necesariamente nos lleva a la oración. Sin embargo, podemos pensar: “Dios es mi creador”.

Ese cambio de perspectiva nos permite tener ya un encuentro con alguien. En este caso con mi creador. Y así todas las ideas sobre Dios se convierten en encuentro: Dios es mi Padre, Dios es mi salvador, Dios es el amor de mi alma.

La oración es la obra de Dios en nosotros

En tercer lugar la oración es la obra de Dios es cada uno de nosotros. Es un espacio para que la gracia de Dios actúe en nosotros con toda su fuerza. A veces nos preguntamos: “¿Dónde acojo la gracia de Dios? ¿Dónde obtengo su fuerza? ¿Dónde recibo su consuelo? ¿Dónde me dejo transformar por Él?”. Y la respuesta es clara: en la oración. En la oración es donde Dios va saciando nuestros deseos, nos va transformando, nos va llenando con su gracia, con su presencia. Dejar que Dios obre en nosotros es lo más importante. Pasamos de una relación de simple comunicación a una relación que tiene un dinamismo de acción sobre nosotros.Pasamos de una idea sobre Dios: “Dios es creador”. De un encuentro con Él: “Dios es mi creador”. A permitirle actuar: “Dios me está creando”. En ese momento de oración se está realizando lo que nuestra alma tanto desea. Dios, en ese espacio, nos está salvando, nos está sanando, nos está santificando.

La oración es amor
Por último y quizá el objetivo de la oración y la razón de ser de la misma es que la oración es amor. “Dios y yo nos estamos amando”. Eso es lo importante. Nuestro corazón recibe el amor de Dios y nuestro corazón se entrega a Él.

La clave del éxito de la oración no es si nos distrajimos poco o mucho, si terminamos la oración con grandes revelaciones del Señor, si sentimos bonito. La clave del éxito es saber, en la fe, que Dios nos está amando y asegurarse que el corazón esta volcado a Él. Así el camino de la oración se vuelve camino de intimidad. Es estar con aquel que tanto nos ama y que tanto amamos. Esto hace que la oración se vuelva cada vez más sencilla.Es una oración de presencia. Estamos con Él, Él esta con nosotros y eso nos basta.

La oración que se hace vida

Con esta amplitud de mira comprendemos que la oración no se reduce a un momento del día en el que dedicamos 15 o 20 minutos al Señor. Es evidente que quien desea tener una relación cada vez más profunda del Señor le dedicará tiempo. Pero no siempre nuestra realidad nos permite tener ese tiempo. La vida laical exige compromisos del mundo que son irrenunciables. Una madre de familia tiene que atender su hogar, un padre de familia tiene que llevar el dinero a la casa, un profesionista tiene que realizarse en su profesión, un estudiante tiene que cumplir con su obligación e ir al colegio. Es por eso que concebir la oración como diálogo, encuentro, la obra de Dios en nosotros y amor nos permite hacer de nuestro día oración. Todo lo que nos sucede en el día puede convertirse en diálogo con el Señor. Todo es espacio de encuentro con Él. Las circunstancias son las excusas para que Dios pueda obrar en nosotros. Y si vivimos amando a Dios y nos unimos a Él en su voluntad somos oración. Es así como, progresivamente, nuestra vida se hace oración y nuestra oración vida.

El punto de partida para orar: la propia situación existencial

Ahora bien, la condición previa para que la oración sea diálogo, encuentro, la obra de Dios en nosotros, para que la oración sea amor, es presentarse como uno es. Dios nos quiere hablar a nosotros, a nuestro hoy, a nuestra vida, a nuestra historia. A esto se le puede llamar: la situación existencial.

A veces pensamos que para orar hay que hacer un cierto vacío de nuestra mente, no pensar en nada más que en Dios, hacer un silencio que deje espacio a que la voz de Dios se pueda percibir. Es común escuchar que las personas dicen: “Yo no puedo orar porque me distraigo mucho”. Esto puede reflejar un concepto de oración en el que se cree que se entra en un especie de trance que nos hace solo pensar en Dios. Cuando estamos distraídos es bueno detenerse un poco y preguntarse ¿Qué refleja ese pensamiento que me distrae? ¿Por qué me viene a la mente constantemente? Puede ser una preocupación sobre algún familiar, puede ser un dolor por una traición, puede ser una decisión que tengo que tomar y que no se qué dirección elegir. Esas distracciones en el fondo reflejan lo que más íntimamente nos esta preocupando. Y dejar a un lado eso es dejarnos a un lado a nosotros mismos. Esa es nuestra situación existencial y eso es lo que hay que presentar a Dios para que Dios nos responda. Las distracciones se convierten en el contenido de nuestra oración.

Si no oramos así corremos el riesgo de estar creando una distancia entre nuestra vida y nuestra religiosidad. El peligro es grave porque Dios no logra ser parte de nuestra historia. Dios no irrumpe en nuestra cotidianidad. Dios no puede intervenir en nuestro día a día. El Señor quiere ser parte, tan parte de nuestra vida, hasta llenarla de sentido introduciéndose dentro de ella y llenándola de su presencia de amor. Pero para que pueda realizar esto hay que darle entrada, espacio y lo hacemos al presentarle con sencillez nuestra situación existencial.

Este es el primer paso en la oración. Al estar ante la presencia del Señor lo primero que se aconseja es pedir mucha luz al Espíritu Santo para descubrir cómo venimos a la oración. Quiénes somos, qué vivimos, qué necesitamos. Y al haber individuado la propia situación existencial entonces si esperar de Dios una respuesta. Si llegamos a la oración con el corazón herido por una traición esperamos de Dios su bálsamo que nos cura con su amor incondicional. Si llegamos a la oración sin saber qué camino debemos elegir, qué decisión tomar, esperamos del Espíritu su luz para discernir lo que es mejor para nuestra vida. Si llegamos a la oración con el dolor por la enfermedad de un ser querido y la impotencia de no poder hacer nada por él esperamos de Jesús que nos conceda un milagro. Es así como la oración va permeando toda nuestra vida. Se va llenado la vida de Dios. Se lleva la vida a la oración y desde ahí se vive en Dios.

Para un cristiano que ora así, que aprende a poner su vida en manos de Dios, la oración se convierte en una necesidad vital. No podemos caminar, no podemos decidir, no podemos actuar, sin que antes toda nuestra vida haya sido presentada al Señor para que Él responda a través de la oración. Orar ya no es un deber religioso, ni una obligación, ni siquiera un gusto. Se vuelve el único modo en el que podemos ir afrontando nuestro caminar y todo lo que implica estar en este mundo peregrinando hacia la eternidad.

Podemos hacer esta oración al Señor para que nos enseñe a orar y hacer de nuestra vida oración y de la oración vida:

“Señor Jesús, enséñanos a orar. Dirige nuestra mirada y nuestro corazón al cielo para reconocer la presencia del Padre celestial. Muéstranos el modo de entrar dentro de nosotros para encontrar en el santuario de nuestra alma a Dios que viene a hacerse uno con nosotros. Unidos con Él y en Él en intimidad aprenderemos a vivir desde Él irradiando a nuestros hermanos el mismo amor de Dios. Llena nuestra vida con tu presencia que es fuerza, paz y consuelo. Manda tu Espíritu para que unidos en comunión seamos una sola cosa contigo. Enséñanos a hacer de nuestra vida oración y de nuestra oración vida para así vivir en Dios. Amén”

Itinerario para la conversión durante la Cuaresma

Sugerido por el Papa Francisco

Ayuno, oración y limosna, estos son los tres ejes para prepararse adecuadamente para la Semana Santa, según subraya el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de 2019, difundido este martes 26 de febrero.

En el mensaje, el Santo padre destaca que “el misterio de salvación, que ya obra en nosotros durante la vida terrena, es un proceso dinámico que incluye también a la historia y a toda la creación”.

Desde ese punto de vista, realiza una reflexión sobre tres puntos que acompañan el camino de conversión en Cuaresma.

La redención de la creación

Francisco señala que “la celebración del Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, culmen del año litúrgico, nos llama una y otra vez a vivir un itinerario de preparación, conscientes de que ser conformes a Cristo es un don inestimable de la misericordia de Dios”.

“Si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo, y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención”.

Sin embargo, “en este mundo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte”.

La fuerza destructiva del pecado

A continuación, el Papa explica que “cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas, y también hacia nosotros mismos, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca”.

“Como sabemos”, continúa, “la causa de todo mal es el pecado, que desde su aparición entre los hombres interrumpió la comunión con Dios, con los demás y con la creación, a la cual estamos vinculados ante todo mediante nuestro cuerpo”.

“Se trata del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la creación, a sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás”.

La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón

Finalmente, se llega al arrepentimiento y al perdón. “El camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual”.

“La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna”.

El Papa Francisco concluye su mensaje de Cuaresma haciendo un llamado a abandonar “el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos”. “Dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación”.

¿Cómo puedo escuchar que Dios me habla en la oración?

Dios es una persona real y que está interesado –apasionadamente interesado- en nuestras vidas, nuestra amistad, nuestra cercanía

La frase «conversación con Dios» describe muy bien la oración cristiana. Cristo ha revelado que Dios es una persona real y que está interesado –apasionadamente interesado- en nuestras vidas, nuestra amistad, nuestra cercanía. Para los cristianos, entonces, la oración, como lo explicó el Papa Benedicto XVI cuando visitó Yonkers, Nueva York en el 2007, es una expresión de nuestra «relación personal con Dios». Y esa relación, continuó diciendo el Santo Padre, «es lo que más importa».

Parámetros de la fe

Cuando oramos, Dios nos habla. Antes que nada, necesitamos recordar que nuestra relación con Dios se basa en la fe. Esta virtud nos da acceso a un conocimiento que va mas allá de lo que podemos percibir con nuestros sentidos. Por la fe, por ejemplo, sabemos que Cristo está realmente presente en la Eucaristía, a pesar de que nuestros sentidos sólo perciban las especies del pan y del vino. Cada vez que un cristiano ora, la oración tiene lugar dentro de este ámbito de la fe.

Cuando me dirijo a Dios en la oración vocal, sé que me está escuchando, aunque no sienta su presencia con mis sentidos o mis emociones. Cuando lo alabo, le pregunto cosas, lo adoro, le doy gracias, le pido perdón...en todas estas expresiones de oración, por la fe (no necesariamente por mis sentidos o mis sentimientos) sé que Dios está escuchando, se interesa y se preocupa. Si tratamos de entender la oración cristiana fuera de esta atmósfera de fe, no vamos a llegar a ninguna parte.

Teniendo esto en mente, echemos un vistazo a las tres formas en que Dios nos habla en la oración.

El don del consuelo.

En primer lugar, Dios puede hablarnos cuando nos otorga lo que los escritores espirituales llaman consuelo. A través de él, toca el alma y le permite ser consolada y fortalecida con la sensación de percibir su amor, su presencia, su bondad, su poder y su belleza.

Este consuelo puede fluir directamente del significado de las palabras de una oración vocal. Por ejemplo, cuando rezo la famosa oración del beato Cardenal Newman «Guíame, luz amable», Dios puede aumentar mi esperanza y mi confianza, simplemente porque el significado de las palabras, nutren y revitalizan mi conciencia del poder y la bondad de Dios.

El consuelo también puede fluir desde la reflexión y la meditación en la que nos involucramos cuando hacemos oración mental. Al leer y reflexionar lentamente, la parábola del hijo pródigo, por ejemplo, puedo sentir que mi alma se conforta con la imagen del padre abrazando al hermano menor arrepentido. Esa imagen del amor de Dios viene a mi mente y me da una renovada conciencia de la misericordia y la bondad de Dios. ¡Dios es tan misericordioso!, me digo a mí mismo y siento la calidez de su misericordia en mi corazón. Esa imagen y esas ideas son mías en tanto surgen en mi mente, pero son de Dios en la medida que surgieron en respuesta a mi reflexión de la revelación de Dios, dentro de una atmósfera de fe.

O, en otra ocasión, puedo meditar el mismo pasaje bíblico y ser trasladado a una profunda experiencia de dolor por mis propios pecados: en la rebelión ingrata del hijo pródigo, veo una imagen de mis propios pecados y rebeliones y siento repulsión por esto. Una vez más, la idea de la fealdad del pecado, y el dolor por mis pecados personales son mis propias ideas y sentimientos, pero son una respuesta a la acción de Dios en mi mente en la medida en que Él va guiando mi ojo mental para que perciba ciertos aspectos de su verdad mientras lo escucho hablar a través de su Palabra revelada en la Biblia.

En cualquiera de estos casos, mi alma vuelve a ser tocada y por tanto nutrida y consolada por la verdad de quién es Dios para mí y quién soy yo para Él –es verdad que Dios le habla a mi alma. Pero la distinción entre el hablar de Dios y mis propias ideas no es tan clara como a veces nos gustaría que fuera. Él realmente habla a través de las ideas que me llegan a medida que, en la oración, yo vuelco mi atención hacia Él; habla dentro de mí a través de las palabras que surgen en mi corazón cuando contemplo su Palabra.

Nutriendo los dones del Espíritu Santo.

En segundo lugar, Dios puede respondernos en la oración incrementando los dones del Espíritu Santo en nuestra alma: sabiduría, ciencia, entendimiento, piedad, temor de Dios, fortaleza y consejo. Cada uno de estos dones nutre nuestros músculos espirituales, por así decirlo, y juntos, desarrollan nuestras facultades espirituales haciendo más fácil descubrir, apreciar y querer la voluntad de Dios en nuestra vida, y llevarla a cabo. En pocas palabras, los dones mejoran nuestra capacidad para creer, esperar y amar a Dios y a nuestro prójimo. Entonces, cuando estoy dirigiéndome a Dios en la oración vocal o tratando de conocerlo más profundamente a través de la oración mental, o adorándolo a través de la oración litúrgica, la gracia de Dios toca mi alma, nutriéndola mediante el aumento de la potencia de estos dones del Espíritu Santo.

Dado que estos dones son espirituales y no materiales, y que la gracia de Dios es espiritual, no siempre sentiré que Dios me nutre. Puedo pasar 15 minutos leyendo y reflexionando sobre la parábola del Buen Pastor sin tener ideas o sentimientos consoladores; mi oración se siente seca. Pero eso no quiere decir que la gracia de Dios no esté nutriendo mi alma y que no se estén fortaleciendo dentro de mí los dones del Espíritu Santo.

Cuando tomo vitaminas (o me alimento con brócoli) no siento que mis músculos estén creciendo, pero sé que esas vitaminas están permitiendo el crecimiento. De igual manera, cuando rezamos, sabemos que estamos entrando en contacto con la gracia de Dios, con un Dios que nos ama y nos está haciendo santos. Cuando no experimento el consuelo, puedo estar seguro que, como quiera, Dios está trabajando en mi alma, fortaleciéndola con sus dones por medio de las vitaminas espirituales que mi alma toma cada vez que, lleno de fe, entro en contacto con Él. Pero esto lo sé sólo por la fe porque Dios, al nutrirnos espiritualmente, no siempre envía consuelos sensibles. Es por esto que el crecimiento espiritual depende de manera tan significativa de nuestra perseverancia en la oración, independientemente de si sentimos o no los consuelos.

Inspiraciones directas.

En tercer lugar, Dios puede hablar a nuestra alma a través de palabras, ideas o inspiraciones que reconocemos claramente como venidas de Él. Personalmente, tengo un vívido recuerdo de la primera vez que el pensamiento del sacerdocio me vino a la mente. Ni siquiera era católico y nadie me había dicho que debería ser sacerdote. Y, sin embargo, a raíz de una poderosa experiencia espiritual, el pensamiento simplemente apareció en mi mente, completamente formado con claridad convincente. Yo sabía, sin lugar a duda, que la idea había venido directamente de Dios y que Él me hablaba dándome una inspiración.

La mayoría de nosotros, aunque sean pocas veces, hemos tenido algunas experiencias como ésta, cuando sabíamos que Dios nos estaba diciendo algo específico, aun cuando sólo escucháramos las palabras en nuestro corazón y no con nuestros oídos físicos. Dios puede hablarnos de esta manera incluso cuando no estemos en oración, pero una vida de oración madura hará nuestras almas más sensibles a estas inspiraciones directas y creará más espacio para que, si así lo desea, Dios nos hable directamente más seguido.

Jesús nos aseguró que cualquier esfuerzo que hagamos por orar traerá la gracia a nuestras almas, ya sea que lo sintamos o no: « Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá .» (Mateo 7, 7-8). Pero al mismo tiempo, tenemos siempre que recordar que debemos vivir toda nuestra vida, incluyendo nuestra vida de oración, a la luz de nuestra fe, y no sólo de acuerdo con lo que percibimos o sentimos. Tal como san Pablo dijo de manera tan poderosa: «Caminamos en la fe, no en la visión...» (2 Corintios 5,7).

Cortesía de nuestros aliados y amigos: La Oración

Recomendamos:

Cuando rezas...¿Dios te escucha?: Debo llegar a mi oración abierto a que Dios me diga aquello que Él quiere decirme... y no predispuesto a querer escuchar sólo lo que a mí me interesa.

Parece que Dios no escucha mi plegaria: Será que no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos.

¿Qué hacer cuando Dios calla?: Aunque Dios calle y permanezca oculto, en el fondo del corazón percibimos su presencia, quien nos ama no nos abandona.

Fundamentos bíblicos del ayuno

El vacío físico que se experimenta en el ayuno nos ayuda a darnos cuenta de nuestro vacío interior.

Por: P. Christhian Gabriel Domínguez Hernández | Fuente: BlogDeApologeticaCatolica.blogspot.com 

El Ayuno es una disciplina espiritual por la que voluntariamente se renuncia a ciertos alimentos por un tiempo definido con el fin de liberarse de los apegos carnales y poner todo el corazón en Dios.

El ejemplo principal es el de Jesucristo, quién preparó su ministerio público retirándose al desierto para orar y ayunar por cuarenta días (Lucas 4 y Mateo 4). Basado en Su ejemplo podemos entender que Su crítica al ayuno de los fariseos se fundamenta en la falta de sinceridad con que la hacían y no en el ayuno en si mismo. El ayuno auténtico debe siempre estar unido a la conversión, la sinceridad y la conducta moral.

"Mas ahora todavía - oráculo de Yahvé - volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos". Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahvé vuestro Dios, porque El es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. - Joel 2,12-13

Los profetas enseñan que la compasión y la conducta ética es mas aceptable que el ayuno mezclado de contiendas (Cf Is 58, 4-7; Zacarías 7, 5-10). No se rechazan el ayuno sino que lo sitúan en contexto.

El ayuno es necesario como forma de vida para estar listo y saber descubrir la presencia de Dios. Lucas 2,37: "(Ana) no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios con ayuno y oraciones"

La Biblia nos presenta numerosos ejemplos de ayuno en diferentes situaciones:

Intercesión general para lograr auxilio del Señor

Salmo 109,24 - ayuno hasta debilitarse las rodillas.

En arrepentimiento y para evitar castigo:

La ciudad de Nínive ayuna colectivamente al escuchar la predicación de Jonás (Jonás 3,4-7)

Joel 2,12 "volved a mi de todo corazón, con ayuno, con llanto, con lamentos"

En caso de peligro:

Deuteronomio 10,10 "en cuanto a mi, me estuve en el Monte, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches, en ayuno. También esta vez me escucho Yahveh y renuncio a destruirte".

Saúl ayunó ante la batalla con los filisteos (Cf. I Samuel 28, 20-22)

Ajab ayunó al escuchar la profecía de desgracia pronunciada por Elías (I Reyes 21, 27)

Josafat ayunó cuando las naciones le hicieron la guerra (II Crónicas 20, 3-4)

David ayunó ante la persecución injusta. Ayuna y hace penitencia (Salmo 35,13)

Ante la amenaza de Nabucodonosor, los Israelitas ofrecen alabanzas, intercesión, penitencia y ayuno. El Señor oyó sus voces y vio su angustia. (Judit 4, 9-15)

En Ester 4,16 ella le dice a Mardoqueo: "vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mi. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentare ante el rey; y si tengo que morir, moriré". (Ester va a ir ante el rey a defender a su pueblo que estaba condenado a morir. Va a desenmascarar al enemigo)

Ante decisiones y actos importantes:

Éxodo 34,28 --Moisés está cuarenta días y cuarenta noches, si comer pan, ni beber agua. Y escribió las nuevas tablas de la ley.

Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: "Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado." Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron. (Hechos 13, 2-3)

"Designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído". (Hechos 14,23)

En la batalla contra el demonio:

Mc 9, 29 "esta clase de demonio solo puede ser expulsado por la oración y el ayuno"

El beneficio del ayuno en la batalla se deduce también de estos pasajes:

Col 1, 24 "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia"

1 Cor 9, 25 "los atletas se privan de todo y eso por una corona corruptible, nosotros, en cambio, por una incorruptible."

Gal 5, 17 "pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu y el espíritu contrarias a la carne, como entre si antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais"

En caso de duelo:

Los hombres de Yabes de Galaad ayunaron por siete días después de enterrar a Saúl y sus hijos
(I Samuel 31,13)

David ayunó al conocer la muerte de Saúl y Jonatán (II Samuel 1, 12) y al enterarse que Abner había muerto (II Samuel 3, 35)

Después de un desastre:

Los israelitas ayunaron cuando fueron derrotados por los benjamitas (Jueces 20, 26)

El profeta Joel proclama el ayuno público tras una plaga. (Joel 1, 14)

Día de expiación: Era día anual de ayuno para los israelitas. (Levítico 16, 29-30: "ayunareis..porque en ese día se hará expiación por vosotros para purificaros". Además de ese día, los reyes o profetas podían llamar a un día especial de ayuno.

Después de la destrucción del Templo y del exilio en Babilonia se instituyeron al menos cuatro días de ayuno: el ayuno en el cuarto mes (el día noveno de Tammuz, cuando las murallas de Jerusalén fueron tomadas por los babilonios); el ayuno del quinto mes (cuando el Templo fue incendiado del séptimo al décimo día del mes); el ayuno del séptimo mes (en memoria del asesinato de Guedalías en el año nuevo) Jer 41, 1-2; y el ayuno del décimo mes (el noveno día cuando Jerusalén fue sitiado por los Babilonios (Zac 8,19).

Ayuno personal

Los salmos invitan frecuentemente al ayuno personal en ocasiones de dificultad: salmos 35, 69, 109. Ver también: Daniel 9,3s.; 10,3; Esdras 10,6; Nehemías 1,4.

La práctica del ayuno era frecuente en el judaísmo del primer siglo y aparece en el NT, especialmente con los discípulos de Juán Bautista (Mc 2,18). Jesús ayunaba (Cf Mt 4) y su advertencia a no manipular esta práctica para atraer atención (Cf Mt 6,17; Lc 18,12) no debe interpretarse como un rechazo. Como los profetas, Jesús enfatizó la contrición y el arrepentimiento como la esencia del ayuno.

El A.T. nos revela el poder del ayuno sobre los enemigos exteriores, el N.T., nos revela además, el poder que tiene para vencer los enemigos del alma: carne, demonio y mundo.

Frutos del ayuno:

No es un fin en si mismo, sino medio de conversión.

  • conduce a libertad de corazón y mente. Proceso por el cual nos liberamos de todos los apegos terrenales y de todas las cosas que nos atan: caprichos, gustos, excesivo auto cuidado. Y nos encaminamos hacia la Paz.
  • fortalece, estabiliza y desarrolla el auto control (fruto del ES)
  • reconocer debilidad y dependencia en Dios.
  • pobreza de espíritu
  • edifica la vida interior
  • elimina los excesos de nuestra vida a fin de hacer mas espacio para Dios.

El ayuno permite llevar mas fácilmente una vida interior unida a Dios y al mundo celestial; el ayuno libera de la pesantez de la materia. Los santos recomiendan el ayuno a todo aquel que quiere llegar a una mayor interioridad. El ayuno apaga poco a poco la concupiscencia.

El ayuno y la Palabra de Dios.

Mateo 4,4  "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"

Juan 4,32: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra"

El día de ayuno, debe ser un día de profunda oración, meditación de las Escrituras y del magisterio de la Iglesia. Alimentar nuestras mentes encontrando en la verdad nuestro alimento, nuestra satisfacción. Permitirle a nuestras almas que sean llenadas de la Palabra que es vida, que nos libera, que nos eleva y nos enseña a pensar, sentir y obrar según la voluntad de Dios. En los días de ayuno, por alguna razón, he descubierto que es mas fácil penetrar las Escrituras, escudriñarlas y captar el mensaje mas profundo, que se esconde detrás de las palabras.. Damos prioridad al alma.

El ayuno y la Eucaristía

Juan 6, 27: "Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre".

Vacío terreno y alimento verdadero. El vacío físico que se experimenta en el ayuno nos ayuda a darnos cuenta de nuestro vacío interior y nuestra necesidad de las realidades espirituales.

El día de ayuno, debe ser eminentemente un día Eucarístico: adoración, reparación, etc.

¿A pan y agua?

Pan es comida de pobre. La disposición de vivir a pan y agua durante un día demuestra la buena voluntad de ser pobre ante Dios y bien dispuesto a su voluntad.

Pan y agua: dos símbolos importantes en las Escrituras:

  • Pan: símbolo de vida, de nutrición (Pan, alimento - Eucaristía)
  • Agua: purificación (de su corazón traspasado fluye el agua, símbolo del bautismo)

Para dar al pueblo pan y agua mientras caminaban en el desierto el Señor hizo milagros.

El ayuno busca la verdadera vida a través de la purificación. Ayunar a pan y agua es un llamado a crecer en dependencia de la Eucaristía. Es también un llamado a adentrarnos en una vida de purificación, de conversión, de arrancar de nosotros todo lo que nos separa del Señor o no nos deja ser sus hijos adoptivos, ni su imagen y semejanza.

Juan 6,34: "yo soy el pan de vida, el que venga a mi no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed"

San Juan Pablo II nos habla sobre la necesidad de ayunar para aplacar el "espíritu de muerte y la cultura de la muerte".

Evangelium Vitae #100: "es urgente...que desde cada comunidad, cada familia, cada individuo se eleve una súplica apasionada a Dios. Jesús mismo nos reveló con su ejemplo que la oración y el ayuno son las armas principales y mas eficaces contra las fuerzas del mal y ha enseñado a sus discípulos que algunos demonios sólo se expulsan de este modo. Por lo tanto, tengamos la humildad y la valentía de orar y ayunar para conseguir que la fuerza que viene de lo alto haga caer los muros del engaño y de la mentira, que esconden a los ojos de tantos la naturaleza perversa de comportamientos y de leyes hostiles a la vida, y abra sus corazones a propósitos e intenciones inspirados en la civilización de la vida y del amor."

El ayuno aplaca la gula

Con el ayuno estamos aprendiendo a dominarnos a nosotros mismos y sobretodo a liberarnos del pecado de gula, que no solo se manifiesta en la glotonería, sino en formas mas refinadas y mas espirituales.

1. Gula intelectual: gula en el terreno de conocimientos (curiosidad), de la ciencia. Esta es muy peligrosa pues el pecado primero de Eva fue la curiosidad. De ahí se deriva el ocultismo, los psíquicos, los astrólogos, leer cartas...etc. Querer saber el futuro.

2. Gula espiritual: busca los sentimientos que provocan lecturas piadosas, el placer sensible. No perderse ninguna experiencia espiritual.

3. Gula de placer, de honor, de fama: se hace lo que sea por sobresalir, por ser reconocidos, etc.

Ayunar no solo de comida

San Juan Crisóstomo dijo:

El valor del ayuno consiste no solo en evitar ciertas comidas, pero en renunciar a todas las actitudes, pensamientos y deseos pecaminosos. Quien limita el ayuno simplemente a la comida, esta minimizando el gran valor que el ayuno posee. Si tu ayunas, que lo prueben tus obras! Si ves a un hermano en necesidad, ten compasión de el. Si ves a un hermano siendo reconocido, no tengas envidia. Para que el ayuno sea verdadero no puede serlo solo de la boca, sino que se debe ayunar de los ojos, los oídos, los pies, las manos, y de todo el cuerpo, de todo lo interior y exterior.

Ayunas con tus manos al mantenerlas puras en servicio desinteresado a los demás. Ayunas con tus pies al no ser tan lenta en el amor y el servicio. Ayunas con tus ojos al no ver cosas impuras, o al no fijarme en los demás para criticarlos. Ayuna de todo lo que pone en peligro tu alma y tu santidad. Seria inútil privar mi cuerpo de comida, pero alimentar mi corazón con basura, con impureza, con egoísmo, con competencias, con comodidades.

Ayunas de comida, pero te permites escuchar cosas vanas y mundanas. También debes ayunar con tus oídos. Debes ayunar de escuchar cosas que se hablan de tus hermanos, mentiras que se dicen de otros, especialmente chismes, rumores o palabras frías y dañinas contra otros.

Además de ayunar con tu boca, debes de ayunar de no decir nada que haga mal a otro. Pues ¿de que te sirve no comer carne, si devoras a tu hermano?

¿Que nos dice San Juan Crisóstomo con esta reflexión?

Que los días de ayuno deben de ser especialmente días de abstenernos del uso desordenado o incluso exagerado de los otros sentidos: No fijarme en lo que no debo, no hablar lo que no debo, no oír lo que no debo, no desear lo que no debo, no buscar satisfacer todas mis necesidades emocionales, espirituales; no buscar saciar mi soledad, buscando inmediatamente compañía; no querer saberlo todo; no requerir respuestas inmediatas a todo lo que se me ocurre en la mente, etc.

Ayunamos buscando conversión. Por lo tanto, ayunemos de todas esas actitudes contrarias a la virtud. Quizás tu ayuno va a consistir de ser mas servicial, (ayuna de tu pereza, comodidad), pues así como la Virgen nos pide que recemos con el corazón, debemos de ayunar con el corazón. Puede ser que tengamos que ayunar de nuestra ira, siendo los días de ayuno, mas amables, mas dulces, mas dóciles. Quizás tengo que ayunar de la soberbia, buscando activamente ser humillada, o hacer actos concretos de humildad, etc.

Ayuno y pureza corporal

Escuchemos al otora Cardenal Ratzinger (quien luego sería el Papa Benedicto XVI):

Ayunar significa aceptar un aspecto esencial de la vida cristiana. Es necesario descubrir de nuevo el aspecto corporal de la fe: la abstención de la comida es uno de estos aspectos. Sexualidad y alimentación son los elementos centrales de la dimensión física del hombre: hoy, a una menos comprensión de la virginidad corresponde una menor comprensión del ayuno. Y una y otra falta de comprensión proceden de una misma raíz: el actual obscurecimiento de la tensión escatológica, es decir, de la tensión de la fe cristiana hacia la vida eterna. Ser vírgenes y saber practicar periódicamente el ayuno es atestiguar que la vida eterna nos espera; mas aun, que ya está entre nosotros. Sin virginidad y sin ayuno, la Iglesia no es ya Iglesia; se hace intrascendente, sumergiéndose en la historia.

Hoy mas que nunca, la penitencia, mortificación es necesaria para expiar por nuestros pecados y reparar por los del mundo entero. A través de los siglos, la humanidad siempre ha sido pecadora, pero lo reconocía y hacia penitencia por ello. Hoy no es así, se vive en pecado, no se le llama pecado sino que al contrario se vive orgulloso de ello. Se están rechazando todos los principios morales y éticos, y por ello la humanidad ha perdido la libertad interior y ha llegado a ser víctima del peor tirano: el propio "yo" y el demonio.

El ayuno como acto común y público de la Iglesia, me parece hoy tan necesario como en tiempos pasados; es un testimonio público tanto de la primacía de Dios y de los valores del espíritu como de nuestra solidaridad con todos aquellos que padecen hambre. Si no ayunamos no conseguimos librarnos de ciertos demonios de nuestro tiempo"

Por eso el catecismo de la Iglesia, #2015, nos dice: "El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2Tim 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas."

Ayuno y Caridad

El ayuno no puede separarse de la caridad fraterna. Si un cristiano se priva de algo es para darlo a sus hermanos y dar testimonio con ello de su amor a Dios.

Pío XII (1950): "lo que sustraiga a la vanidad, el cristiano lo dará a la caridad y subvendrá misericordiosamente a la Iglesia de los pobres. Así lo hacían los fieles de la Iglesia primitiva: alimentaban las fuentes de la caridad con el ayuno y abstinencia de las cosas permitidas".

San Agustín: "tus privaciones serán fecundas si muestras largueza con otro". Las privaciones son cristianas si nos hacen crecer en santidad, en caridad y generosidad.

En las primeras comunidades cristianas cuando había un pobre entre ellos ayunaban durante dos o tres días y acostumbraban a enviarle los alimentos que tenían preparados para ellos. Podemos apreciar por que la Iglesia primitiva observaba dos días de ayuno a la semana: miércoles y viernes.

Tipos de ayuno en la actualidad:

Ayuno Eucarístico: Anteriormente era costumbre ayunar desde la medianoche antes de recibir la Eucaristía. Es curioso que la palabra "desayuno" significa romper el ayuno. En la actualidad se requiere un ayuno de una hora antes de recibir la Eucaristía. (Ni medicinas, ni agua, rompen el ayuno).

Ayuno de Cuaresma: Una sola comida al día, las otras siendo algo ligero. La Iglesia requiere ayuno y abstinencia (no comer carne) los días: Miércoles de Ceniza y Viernes Santo de cada año.

Ademas requiere abstinencia todos los viernes de cuaresma. ¿Para quién?, para todos los mayores de edad (18 años), hasta cumplir los 59 años. Los enfermos están excluidos. (Canon 1251)

Oración, ayuno y limosna los Padres de la Iglesia explican que debe unirse estas tres. La Iglesia recomienda el ayuno (cf. Canon 1249) como ayuda al dominio de las pasiones y como reparación de los pecados. El ayuno siempre ha sido y es parte de la ascética católica. 

Fundamentos bíblicos del ayuno

El vacío físico que se experimenta en el ayuno nos ayuda a darnos cuenta de nuestro vacío interior.

El Ayuno es una disciplina espiritual por la que voluntariamente se renuncia a ciertos alimentos por un tiempo definido con el fin de liberarse de los apegos carnales y poner todo el corazón en Dios.

El ejemplo principal es el de Jesucristo, quién preparó su ministerio público retirándose al desierto para orar y ayunar por cuarenta días (Lucas 4 y Mateo 4). Basado en Su ejemplo podemos entender que Su crítica al ayuno de los fariseos se fundamenta en la falta de sinceridad con que la hacían y no en el ayuno en si mismo. El ayuno auténtico debe siempre estar unido a la conversión, la sinceridad y la conducta moral.

"Mas ahora todavía - oráculo de Yahvé - volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos". Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahvé vuestro Dios, porque El es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. - Joel 2,12-13

Los profetas enseñan que la compasión y la conducta ética es mas aceptable que el ayuno mezclado de contiendas (Cf Is 58, 4-7; Zacarías 7, 5-10). No se rechazan el ayuno sino que lo sitúan en contexto.

El ayuno es necesario como forma de vida para estar listo y saber descubrir la presencia de Dios. Lucas 2,37: "(Ana) no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios con ayuno y oraciones"

Los Niños Disfrutan En El Papamóvil © Vatican Media‘Santificado sea tu nombre’: “Dios nos santifica y nos transforma con su amor”

Catequesis del ‘Padre Nuestro’

FEBRERO 27, 2019 11:53 ROSA DIE ALCOLEA AUDIENCIA GENERAL

(ZENIT – 27 febrero 2019).- ‘Santificado sea tu nombre’ es la premisa del ‘Padre Nuestro’ que explica el Papa Francisco en la catequesis de hoy: “Es Dios quien nos santifica y nos transforma con su amor; mientras nosotros, con nuestro testimonio de vida, manifestamos su santidad en el mundo, y hacemos presente su santo nombre”.

Esta mañana, 27 de febrero de 2019, a las 9:20 horas, el Santo Padre ha llegado a la plaza en el papamóvil, bajo un espléndido sol.  Desde el estrado, ha dado la bienvenida a todos: “Parece que el invierno se está yendo y hemos vuelto a la plaza. ¡Bienvenidas a la plaza!”.

La plaza de San Pedro vuelve a ser el lugar de acogida para miles de visitantes y peregrinos que llegan a Roma para escuchar al Papa en la audiencia general, cada miércoles.

Francisco ha impartido hoy la catequesis sobre el Padre Nuestro, titulada con la frase ‘Santificado sea tu nombre’ (del libro bíblico: Libro del Profeta Ezequiel, 36, 22.23).

El Santo Padre ha señalado que la oración del Padrenuestro contiene siete peticiones.

En las tres primeras –ha indicado– que se refieren al “Tú” de Dios, Jesús nos une a él y a sus más profundas aspiraciones, motivadas por su infinito amor hacia el Padre.

En cambio, en las últimas cuatro, que indican el “nosotros” y nuestras necesidades humanas, es Jesús quien entra en nosotros y se hace intérprete ante el Padre de esas necesidades.

En su “simplicidad y esencialidad”, el Padrenuestro es “modelo de toda oración” porque contiene, a la vez, la contemplación de Dios, de su misterio, de su belleza y bondad, como también una súplica atrevida de lo que necesitamos para vivir bien, ha relatado el Papa. “Con esta oración Jesús nos enseña a confiar y a abandonarnos en Dios, que nos conoce, nos ama y sabe cuáles son nuestras necesidades”.

El Pontífice ha anunciado que la primera de estas súplicas, que dice así: “Santificado sea tu nombre”, es una expresión de “toda la admiración de Jesús por la belleza y la grandeza del Padre”, y su “deseo de que todos lo conozcan y lo amen”.

Asimismo, ha añadido, es “nuestro ruego de que su nombre sea santificado en nosotros, en nuestra familia, en nuestra sociedad y en el mundo entero”.

FEBRERO 27, 2019 11:53 AUDIENCIA GENERAL

Profesional con 7 años de experiencia laboral en informar sobre la vida de la Iglesia y en comunicación institucional de la Iglesia en España, además de trabajar como crítica de cine y crítica musical como colaboradora en distintos medios de comunicación. Nació en Córdoba, el 22 de octubre de 1986. Doble licenciatura en Periodismo y Comunicación Audiovisual en Universidad CEU San Pablo, Madrid (2005-2011). Ha trabajado como periodista en el Arzobispado de Granada de 2010 a 2017, en diferentes ámbitos: redacción de noticias, atención a medios de comunicación, edición de fotografía y vídeo, producción y locución de 2 programas de radio semanales en COPE Granada, maquetación y edición de la revista digital ‘Fiesta’. Anteriormente, ha trabajado en COPE Córdoba y ABC Córdoba.

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