La sal de la penitencia

Román de Condat, Santo

Abad, 28 de febrero

Abad

Martirologio Romano: En los montes del Jura, en Francia, sepultura del abad san Román, que, siguiendo los ejemplos de los antiguos cenobitas, primeramente abrazó la vida eremítica y llegó después a ser padre de numerosos monjes ( 460).

Breve Biografía

A los treinta y cinco años de edad, san Román se retiró a los bosques del Jura, en la frontera de Francia y Suiza para vivir como ermitaño. Llevó consigo las "Vidas de los Padres del desierto" de Casiano, algunos útiles de trabajo y un poco de semilla y se abrió camino hasta la confluencia del Bienne y el Aliére. En aquellas escarpadas montañas de difícil acceso, encontró la soledad que buscaba. A la sombra de un gigantesco pino, pasaba el día en la oración, la lectura espiritual y el cultivo de la tierra. Al principio, sólo las bestias y uno que otro cazador turbaban su retiro; pero pronto fueron a reunírsele su hermano, Lupicino y uno o dos compañeros más. Después llegaron otros muchos aspirantes a la vida eremítica, entre ellos una hermana de san Román y varias otras mujeres.

Los dos hermanos construyeron los monasterios de Condal y Leuconne, a tres kilómetros de distancia uno del otro y, para las mujeres, erigieron el monasterio de La Baume, donde actualmente se levanta el pueblecito de Saint-Roman-de-la-Roche.

Los dos hermanos desempeñaban simultáneamente el cargo de abad, en perfecta armonía, aunque Lupicino tendía a ser más estricto.

Este último habitaba generalmente en el monasterio de Leuconne; al enterarse de que los monjes de Condal empezaban a comer un poco mejor, se presentó en el monasterio y les prohibió tal innovación. Aunque el ideal de san Román y san Lupicino era imitar a los anacoretas del oriente, las diferencias de clima les obligaron a modificar ciertas austeridades. Los galos eran muy dados a los placeres de la mesa; a pesar de ello, jamás probaban los monjes la carne, y sólo comían huevos y leche cuando estaban enfermos. Pasaban gran parte del día en duros trabajos manuales, vestían pieles de animales y usaban suecos. Esto les protegía de la lluvia, pero no del cruel frío del invierno, ni de los ardientes rayos del sol en el verano, reflejados por las rocas.

San Román hizo una peregrinación al actual Saint-Maurice de Valais para visitar el sitio del martirio de la Legión Tebana. En el camino curó a dos leprosos; la fama del milagro llegó antes que él a Ginebra y, al pasar por la ciudad, el obispo, el clero y el pueblo salieron a saludarle. Su muerte ocurrió el año 460. Según su deseo, fue sepultado en la iglesia del convento gobernado por su hermano, Lupicino. Este le sobrevivió cerca de veinte años, y su fiesta se celebra por separado, el 21 de marzo. La biografía latina habla sobre todo, de las austeridades de Lupicino, pero cuenta también grandes maravillas de la bondad de Román para con los monjes y de su espíritu de fe. En una época de hambre, obtuvo con sus oraciones la multiplicación del grano que quedaba en el monasterio. Cuando sus monjes, cediendo a la tentación, empezaban a pensar en abandonar la vida religiosa o la abandonaban realmente, el santo no les trataba con dureza, sino que les alentaba a perseverar en su vocación.

La gravedad del escándalo

Santo Evangelio según San Marcos 9, 41-50. Jueves VII del tiempo ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, Dios omnipotente, concédeme el deseo y la fuerza para dedicarme con todo el corazón y el alma, a la búsqueda sincera de poder contemplar tu rostro. Por Cristo, nuestro Señor. Amén

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 41-50

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.

Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Todos serán salados con fuego. La sal es cosa buena; pero si pierde su sabor, ¿con qué se lo volverán a dar? Tengan sal en ustedes y tengan paz los unos con los otros”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Cuando era niño, mi padre siempre me decía: «si vas a hacer algo, hazlo bien; si no, ni lo intentes». Tal vez, algunos piensen, ¡qué exagerado, ¡cómo le dices eso a un niño! Sin embargo, nunca tomé las palabras de mi padre como un insulto, todo lo contrario. Encontraba tres cosas fundamentales que el Evangelio de hoy, también nos presenta: conocer, decidir y seguir.

Conocer: Dios Padre, al adoptarnos como hijos suyos, nos otorga un hermoso camino, la santidad, es decir, el poder estar con Él. Es una vía que se necesita conocer, saber en qué consiste.

Es muy famoso ese dicho: «nadie ama lo que no conoce». Es necesario descubrir lo que implica la santidad, pues de otra manera, ¿cómo sería capaz de sacrificarme por algo, si no lo conozco? Es muy importante, antes de seguir el camino, decidirse a seguirlo. Es muy difícil dar el paso, porque implica una respuesta, no sólo de una parte de mi vida, sino de todo lo que yo soy. Santa Teresa de Jesús diría una «determinada determinación». Es una decisión que implica una donación de mí mismo.

Ya que se ha hecho una opción fundamental, es vital seguir el camino; donde, a veces, nosotros mismos seremos el obstáculo que no nos permite seguir. «Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la gehena, al fuego inextinguible.»

Sin embargo, no estamos solos. Cristo nos acompaña en este camino, incluso, en los momentos más difíciles, Él nos carga.

«Pobreza evangélica y transparencia. Para mí, siempre —porque lo he aprendido como jesuita en la constitución— la pobreza es “madre” y es “muro” de la vida apostólica. Es madre porque la hace nacer, y muro porque la protege. Sin pobreza no hay celo apostólico, no hay vida de servicio a los otros… Es una preocupación que se refiere al dinero y a la transparencia. En realidad, quien cree no puede hablar de pobreza y vivir como un faraón. A veces se ven estas cosas... Es lo contrario a un testimonio hablar de pobreza y llevar una vida de lujo; y es muy escandaloso tratar el dinero sin transparencia o gestionar los bienes de la Iglesia como si fueran bienes personales.»

(Discurso de S.S. Francisco, 1 de mayo de 2018).

La omisión, el escándalo y algo más sobre la intención de nuestros actos

Para el cristiano el pecado es siempre algo que procede de la libertad interior del hombre. Y una ofensa a Dios

¿A qué se llama escándalo?

Escándalo es poner a alguien en ocasión de pecado
- por incitarlo directamente al mal
- por darle un mal ejemplo
- por hacer alguna cosa a sabiendas de que con eso podemos arrastrarlo al mal

El amor al prójimo nos pide que, a no ser que haya una razón de importancia, dejemos de hacer determinadas cosas, incluso aunque no sean malas, si con ellas hacemos que otros cometan el mal, es decir si con ellas los escandalizamos. (Rom. 14, 13 ss; 19 ss; 1 Cor 8,10-13)

En general es fácil cometer escándalo con personas más débiles o inmaduras que uno.
El escándalo es una circunstancia que hace que frecuentemente nuestros pecados sean más graves.
(Mt. 18,6ss)
El que comete escándalo debe repararlo de alguna manera.

Omisión, ¿Que es hacer el bien a los demás?

Hacer el bien a los demás es ayudarlos a ser mejores y a vivir con mayor plenitud y felicidad en todos los aspectos de la vida y, en especial, en su dimensión cristiana.

Ej. Ayudarlos a corregir algún defecto, a pasar un buen rato, a aprender cosas buenas, anunciarles el Evangelio, consolar al triste, dar de comer al hambriento, defender al debil, curar al enfermo, ayudar a que los enemigos se reconcilien, instruir al ignorante, trabajar para que haya una política más honrada,...

+ "Aquel que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado" (Santiago 4,17)
+Parábola del Juicio Final: "Lo que ustedes dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo lo dejaron de hacer, vayanse, malditos, al fuego eterno" (Mt. 25,45)

+Parábola de los talentos: "Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no sembré; debías al menos entregado mi dinero a los banqueros y así al volver, Yo habría cobrado lo mío con intereses. A este siervo inútil echenlo a las tinieblas donde hay llanto y rechinar de dientes" (Mt. 25,6)

+Podemos decir que, hablando de la gente que no hace nada malo pero que tampoco quiere hacer el bien, Jesús afirmo que la higuera estéril que ocupa inútilmente la tierra será cortada" (Mc. 11,12-14, 20,21; Mt 8,9)

Posibles omisiones que posiblemente hemos cometido:

La defino como "el bien que podemos hacer y no hacemos"; he ahí tal vez el más grande pecado que cometemos, quedándonos de brazos cruzados.

Justificamos nuestra indiferencia diciendo "eso no tiene que ver conmigo", "yo no tengo la culpa" y otras frases de cajón, que adormecen la conciencia ante aquello que pudiéndolo dar, no lo dimos.

La lágrima que vimos rodar en el rostro de quien camina a nuestro lado y por no querernos involucrar, no la enjugamos... El papel que tirado en el piso, no lo recogimos; porque fue otro quien lo arrojó, nosotros no lo hicimos...

El pedazo de pan que no compartimos, porque nadie nos lo regaló, de nuestro propio esfuerzo lo obtuvimos... El no querer trabajar un minuto más, porque el contrato dice el tiempo exacto con el cual nos comprometimos...

La riña que no quisimos evitar, para no meternos en problemas que no son míos, la herida que no quisimos curar, porque no fuimos nosotros quién la hicimos... 

La palabra de aliento que nunca regalamos, a quien encontramos afligido; por temor o por cualquier cosa que justifique ese bien que pudiéndolo hacer, omitimos...

El tiempo que negamos para escuchar a alguien que necesitaba hablar; diciendo que no hay tiempo que perder, aún hay mucho por hacer y trabajar...

La limosna que no ofrecimos, porque no queremos contribuir a la mendicidad y ociosidad; la mano que no estrechamos para que otros no piensen mal y no sentirnos juzgados...

La respuesta igual de desagravio que al que nos hirió le dimos; porque si callamos y no nos vengamos, creerán que somos idiotas y pueden siempre herirnos y pisotearnos... 

La sonrisa que no regalamos a aquel que encontramos en el camino, porque no tiene nada que ver conmigo... 

La oración que no elevamos por el que nadie oró, el perdón que no ofrecimos, la carta que alguien esperó y nunca escribimos; la visita a ese enfermo que solo quedó en el olvido, tanto pero tanto bien, que pudiéndolo hacer, por mil excusas que inventamos para justificarnos, no lo hicimos... 

Esa es la rutina en la que a diario vivimos, ese es el camino que se nos presenta cada día pero que no elegimos; porque nos dejamos llevar por lo que dicen y hacen los demás; pensamos en el bien propio e ignoramos lo que siente, piensa y necesita el resto de la humanidad...

Vivimos creyendo que con hacer lo que nos toca o evitar realizar algún mal, nos hemos ganado el cielo, y ya somos buenos... No nos damos cuenta que estamos haciendo lo que no nos cuesta, somos igual que los demás; es más valioso marcar la diferencia, si nos esforzamos un poco más en regalar amor al que lo ha de necesitar; eso es lo que nos hace semejantes a Dios; quien para salvar la humanidad, hizo realidad el amor, y no se conformó con sanar y predicar; sino que inventó una nueva definición del amor, algo que le da su inigualable valor, y es ser capaz de amar tan al extremo que la vida dar por amor... y no sólo lo dijo, sino que así lo vivió, porque por amor, su vida en la cruz entregó... 

¿Qué es una confesión sacrilega?

El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave, hace una mala confesión, no se le perdona ningun pecado, y además añade otro pecado terrible, que se llama sacrilegio.

 Todas las confesiones siguientes en que se vuelva a callar este pecado voluntariamente, también son sacrílegas.
Pero si se olvida, ese pecado queda perdonado, porque «pecado olvidado, pecado perdonado». Pero si después uno se acuerda, tiene que manifestarlo diciendo lo que pasó.

Para que haya obligación de confesar un pecado olvidado, hacen falta tres cosas: estar seguro de que:
 a) el pecado se cometió ciertamente.
b) que fue ciertamente grave.
c) que ciertamente no se ha confesado.
Si hay duda de alguna de estas tres cosas, no hay obligación de confesarlo. Pero estará mejor hacerlo, manifestando la duda.

(Num. 89.Libro Para Salvarte. P.Jorge Lorign SJ.)

¿Por qué se dice que a fin de cuentas lo que marca la mayor gravedad de nuestro pecado es la intención?

Porque "la intención", entendida tanto como el "deseo expreso" con el que hacemos algo o como "la finalidad" por la que lo hacemos, es la que hace que una acción y sus circunstancias sean realmente "nuestros".

La intención es la que les da a nuestros actos su verdadero valor de bondad o maldad, más que la cosa misma que hacemos.

Experimentamos más dificultad en perdonar aunque sean cosas pequeñas, cuando se capta que alguien nos está haciendo algo con verdaderos deseos de fastidiar, que cuando otros nos hacen cosas más graves pero sin una intención tan clara: esto indica que la intención es la que determina finalmente la gravedad de una ofensa.

¿Cuándo el pecado mortal nos lleva a lo que la Biblia llama la "segunda muerte" (Ap.21,8) es decir, a la muerte o condenación eterna?

+ El pecado mortal nos lleva a la muerte eterna o infierno cuando morimos en él sin arrepentimiento, es decir, cuando marca la decisión definitiva de separarnos de forma radical y para siempre de Dios y del prójimo.1

Más allá de la muerte no hay posibilidad de cambiar el destino que el hombre .... 
 Ahora bien, como la muerte pone fin a la vida, el arrepentimiento se hace ya imposible, porque después de la muerte ya no habrá posibilidad de arrepentirse2

¿Cuáles son algunas maneras comunes pero imperfectas de entender lo que es el pecado?

Para el cristiano el pecado es siempre algo que procede de la libertad interior del hombre. Y una ofensa a Dios.

a) Muchos entienden por pecado el "hacer algo malo, pero sin relación con Dios" a quien ni siquiera tienen en cuenta.
Para el cristiano el verdadero pecado implica siempre una relación negativa para con Dios.

b) Otros lo definen como un "ir en contra de los 10 mandamientos" o "una transgresión a la ley Divina" (Cfr. Diccionario Larousse), pero entendiendo que el pecado es algo malo, no por ser malo en sí, por ser una mera desobediencia o trasgresión a la ley.

c) Otros consideran el pecado como algo que mancha o degrada al hombre en lo más intimo de su ser, pero simplemente por el hecho de haberlo cometido, aunque sea involuntariamente.
Por ejemplo: En el sistema legalista judío quedabas manchado o impuro por haber tocado cosas "impuras" aun sin querer. (ej. Lev. 11, 31-45; 15, 19-30)

¿Hay alguna ocasión en la que uno cometa pecado aunque no se esté dando cuenta de lo que hace?

+ ¡Sí! Cuando haces voluntariamente algo malo que te lleva luego a hacer otras cosas malas, también cometes pecado en estas otras cosas, aunque ya no te dés cuenta de ellas.

Ejemplo:
- Un drogadicto o un borracho que sabe que van a hacer cosas malas si toman drogas o alcohol y, sin embargo los comienzan a tomar, son responsables de lo que hacen.
   Por eso se dice que el alcoholismo no sólo es una enfermedad, sino también un vicio.
 - Un estudiante de medicina que sabe que, si no estudia bien, luego va dar medicinas equivocadas, será responsable del daño causado al prójimo ( o se puede aplicar a cualquier otra profesión)
-  En general el que por flojera es un ignorante, puede ser responsable de actos malos, que luego hace sin darse cuenta de su maldad, aunque su pecado es propiamente la ignorancia y la flojera.

A estos pecados los moralistas los llaman voluntarios "en causa", porque tú pusiste voluntariamente la causa que los produjo.
Esto indica que hay continuidad y conexión entre todos los actos de mi vida y que, por eso, soy responsable no sólo de mi presente, sino también de mi futuro; y que, si conozco las consecuencias futuras de mis actos presentes libres, soy responsable, de alguna manera, ya ahora, de esas consecuenciasd o efectos buenos o malos.

¿Qué quiere decir que el pecado se comete sólo "queriendo"?

+ Quiere decir que si uno hace una cosa sin darse cuenta de lo que está haciendo o sin decidirlo interiormente, eso no es pecado; tanto menos es pecado si lo fuerzan física o psicológicamente a uno para hacer el mal.

Ejemplos:
+ Si hice que se tropezara un compañero sin querer, no cometí "pecado", aunque sí hice algo malo
+ Lo que hace o piensa uno en sueños o sonámbulo, no es pecado, porque lo hace uno sin querer
+ Si un niño rompió cinco platos juntos sin querer, no cometió ningun pecado, aunque su mamá se haya puesto furiosa por el daño que causó
+ Si llegué a clase sin haber hecho una tarea porque se me olvidó que era para hoy, no cometí pecado. aunque el maestro me haya castigado por no haber cumplido mis deberes
+ Un enfermo de alcoholismo, aunque se dé cuenta de que está tomando vino y sepa que le está haciendo daño, no comete pecado si no puede decirle que no a su organismo: su verdadero pecado está en el momento de comenzar a tomar cuando habría podido haber dicho "no".

Una cosa es que uno sea consciente de lo que hace o de lo que le sucede, y otra cosa es que sea capaz física o moralmente de evitarlo. El crecer en libertad es crecer en responsabilidad.

Ejemplo: Un "cleptómano" puede ser muy consciente de sus actos, pero no tener la libertad necesaria para dejar de robar; puede ser como el adulto enfermo que al orinarse se da cuenta pero no tiene el control.

¿Qué quiere decir que el pecado se comete sólo "sabiendo"?

+ Quiere decir que si no sabes que una cosa es mala, no cometes pecado aunque la éstes haciendo o la hayas hecho.

Ejemplos:
+ Si un niño no sabía que quemar una llanta causaba daño al aire que respiramos, no estaba cometiendo pecado aunque lo hacía.
+ Si una persona no sabe que un alimento o bebida le hace mal, no comete pecado aunque se lo esté comiendo o bebiendo.

¿Qué quiere decir que el pecado sólo se comete "pudiendo"?

+ Quiere decir que si no tenemos capacidad física o moral para hacer una cosa buena o para evitar una cosa mala, no cometemos pecado.

Ejemplos:
+ Si tú, por no saber nadar, no puedes ayudar a una persona que se está ahogando, no cometes pecado.
+ Si no puedes ir a Misa porque estás enfermo, no cometes pecado.
+ Si atropellaste a una persona mayor con tu bicicleta, porque no sirvieron los frenos o porque se te atravesó y no pudiste ya frenar, no cometiste pecado.
+ Un niño chiquito cuando no tiene la capacidad para comprender si algo es malo, no comete pecado si lo hace.
+ Una muchacha o un niño a los que no dejan salir solos, no cometen pecado si un domingo no van a Misa porque no los llevaron.
+ Si te mandan varias cosas que no puedes hacer al mismo tiempo y tú haces solo lo que piensas que es más importante, no cometes pecado al no hacer lo demás.

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Cristianos que viven sin aspirar a la santidad

El Papa rechaza está incoherencia, a quienes se reconocen como cristianos, pero actúan como si no lo fueran

El Papa Francisco llamó la atención sobre la incoherencia de aquellos cristianos que viven sin aspirar a la santidad, reconociéndose cristianos, pero actuando como si no lo fueran.

“Dios es santo, pero si nosotros, si nuestra vida no es santa se produce una gran incoherencia. La santidad de Dios debe reflejarse en nuestras acciones, en nuestra vida. ‘Yo soy cristiano, Dios es Santo, pero yo hago muchas cosas malas’. No, esto no sirve, esto hace mal, esto escandaliza y no ayuda”, señaló el Santo Padre durante la Audiencia General de este miércoles 27 de febrero.

Durante su catequesis, el Pontífice continuó “el camino de redescubrimiento de la oración del Padre Nuestro”, “hoy profundizaremos en la primera de sus siete invocaciones, esto es, ‘sea santificado tu nombre’”.Recordó que “las peticiones del Padre Nuestro son siete, fácilmente divisibles en dos subgrupos. Las primeras tienen al centro el ‘Tú’ de Dios Padre; las otras cuatro tienen en el centro el ‘nosotros’ y nuestras necesidades humanas”. En la primera parte, “Jesús nos hace entrar en sus deseos, todos dirigidos al Padre: ‘sea santificado tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad’; en la segunda es Él el que entra en nosotros y se hace intérprete de nuestras necesidades: el pan de cada día, el perdón de los pecados, la ayuda en las tentaciones y la liberación del mal”

“Aquí se encuentra la matriz de toda oración cristiana, diría que de toda oración humana, que siempre está hecha de, por una parte, contemplación de Dios, de su misterio, de su belleza y bondad, y, de otra, de sincera y valiente búsqueda de aquello que sirve para vivir, y vivir bien”.

De ese modo, “en su simplicidad y esencialidad, el Padre Nuestro educa a quien lo reza a no multiplicar palabras vanas”.

“Cuando hablamos con Dios, no lo hacemos para revelarle aquello que tenemos en el corazón: Él lo conoce mucho mejor que nosotros mismos. Si Dios es un misterio para nosotros, nosotros, en cambio, no somos un enigma a sus ojos. Dios es como esas madres a las que les basta una simple mirada para comprenderlo todo de sus hijos: si están contentos o tristes, si son sinceros o si esconden alguna cosa”.

Señaló Francisco que “el primer paso de la oración cristiana es, por lo tanto, confiarnos nosotros mismos a Dios, a su providencia”. “Las peticiones del cristiano expresan la confianza en el Padre, y es precisamente esta confianza la que nos hace pedir aquello de lo que tenemos necesidad sin ansia ni agitación”.

Por este motivo, “rezamos diciendo: ‘Santificado sea tu nombre’. En esta petición, la primera, se experimenta toda la admiración de Jesús por la belleza y la grandeza del Padre, y el deseo de que todos lo reconozcan y la amen como aquello que verdaderamente es. Y, al mismo tiempo, está la petición de que su nombre se santifique en nosotros, en nuestra familia, en nuestra comunidad, en el mundo entero”

“Es Dios quien santifica, quien nos transforma con su amor, pero, al mismo tiempo, también somos nosotros los que, con nuestro testimonio, manifestamos la santidad de Dios en el mundo, haciendo presente su nombre”, concluyó el Papa su catequesis.

¡No nos dejes caer en tentación!...

Lo que pedimos a Dios no es que no seamos tentados, sino que que no seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. 

Tentaciones las tenemos todos y a cada paso. A veces las vemos venir, otras nos sorprenden como el ladrón. A veces son declaradas, otras como lobos con piel de oveja. A veces las vencemos, otras nos atrapan y nos hacen daño, tanto daño. Por eso Jesucristo nos enseñó a pedir: "No nos dejes caer en tentación". 

La tentación es cuestión de vida o muerte

Las tendencias desordenadas que llevamos dentro son agresivas y "son muerte; mas las del espíritu, vida y paz" (Rom 8,6) Nos pasamos toda la vida en guerra, guerra entre las tendencias del espíritu y las de la carne. "La vida del hombre sobre la tierra es una milicia" (Job 7,1)

Nos sirve para la ocasión la historia del viejo Cherokee en diálogo con su nieto: Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. Él dijo, "Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros. Uno es malvado: es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego. El otro es bueno: es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe." El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: "¿Qué lobo gana?" El viejo Cherokee respondió: "Aquél al que tú alimentas."

¿Por qué permite Dios las tentaciones?

- La tentación nos ayuda a recordar que somos débiles y vulnerables, que tenemos una naturaleza caída que exige vigilancia, una flaqueza que necesita del auxilio de la fuerza de Dios. Nos recuerda que de todo ello hemos de ser salvados y nos llena de gratitud y amor hacia Jesús nuestro Redentor.
- El sufrimiento que trae la tentación es un modo de reparar por nuestros pecados.
- La circunstancia de la tentación nos da la oportunidad para confirmarle a Dios nuestra opción por Él.
- La situación de ser tentados nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a crecer en la virtud: "Quien no ha pasado pruebas poco sabe, quien ha corrido mundo posee gran destreza." (Eclesiástico 34,10) "El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en su razonamiento." (Eclesiástico, 27,5) Dios, por misericordia, quiere probarnos para instruirnos, dice San Agustín. Estos momentos son útiles como prueba de nuestras fuerzas espirituales. Abraham fue puesto a prueba, también Israel en el desierto. Cuando combatimos en la tentación y ponemos nuestra fuerza en Jesús y no en nuestras falsas seguridades, nos hacemos más fuertes y conquistamos la corona que Dios prometió a los que lo aman. El cristiano es un luchador, cuando deja de luchar se aleja de Dios. La militancia es indispensable para conquistar la cumbre del ideal cristiano.La tentación nos coloca en la verdad de nosotros mismos, y nos permite elevar los ojos a Dios misericordioso, poniendo toda nuestra confianza en Él, el Dios que no defrauda.

No debemos exponernos a la tentación, pero tampoco debemos huir de la batalla

En la batalla debemos resistir con toda firmeza. San Cirilo de Jerusalén compara la tentación a un torrente difícil de atravesar. Algunos no dejan que la tentación les trague y atraviesan el río; son nadadores valientes y fuertes que no se dejan arrastrar por la corriente. Otros entran al río y se ven arrastrados. Una cosa es quemarse, otra chamuscarse.

En el Camino de Perfección, Santa Teresa explica que cuando un alma llega a la perfección no pide más al Señor que le libre de las tentaciones, de las persecuciones y las batallas. Más aún, desea el sufrimiento y lo pide al Señor, como el soldado que busca las grandes batallas porque sabe que el botín será generoso. Estas personas no temen a los enemigos declarados, se enfrentarán a ellos y saldrán victoriosas con la fuerza de Dios. El enemigo al que temen y del que piden al Señor que les proteja es al que se camufla, el demonio que se presenta con cara de ángel luminoso y que no se declara sino hasta después de haber vencido. Estos enemigos te hacen caer en tentación sin que te des cuenta. Te seducen, te engañan, te atrapan y dañan gravemente tu alma.

Santa Teresa recomienda que en la tentación, dediquemos más tiempo a la oración y supliquemos la ayuda del Señor con humildad, pidiéndole que nos permita sacar bien del mal. Cuando el Señor ve nuestro deseo de servirlo y darle gusto, será fiel y vendrá en nuestro auxilio. El demonio, que es muy astuto, nos hace creer que tenemos la virtud necesaria para afrontar las tentaciones. Es necesaria la humildad para reconocer nuestras debilidades y pedir ayuda al Señor a base de oración y vigilancia. 

La postura de fondo debe ser una voluntad firmemente determinada a no ofender a Dios y siempre buscar agradarlo. En la tentación, aceptar que somos pobres y vulnerables; nunca la presunción de sentirse fuerte y virtuoso, porque por allí se mete el demonio. "Velad y orad, para no caer en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26,41) 

¿Qué pedimos a Dios en el Padre Nuestro?

Lo que pedimos a Dios no es que no seamos tentados, sino que que no seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. "Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito". (1 Cor 10,13)

Cuando se te presenta la tentación, depende de ti cómo la manejas en tu interior. No ves al demonio, pero sientes tus pasiones y tienes que combatir para salir victorioso. Necesitamos la gracia de Dios para salir triunfantes, por eso le decimos: no nos dejes caer en tentación. Es decirle: ayúdame, solo no puedo. Por eso, junto con la oración y la vigilancia, nos fortalecemos cuando intensificamos nuestra vida sacramental. Es Dios, todo vida y salud del alma, quien nos concede las fuerzas que necesitamos. La confesión y la comunión frecuentes fortalecen nuestro organismo espiritual, algo así como las vitaminas cuando estamos débiles y tememos agarrar un buen resfriado o algo peor.

Con esta petición suplicamos a Dios que el enemigo no pueda nada contra nosotros si Él no lo permite. Como dijo Cristo a Pilato: "No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de lo alto" (Jn 19,11)

Padre Nuestro, te lo suplico, ¡no me dejes caer en tentación!

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