Venid, benditos de mi Padre

Sofronio de Jerusalén, Santo

Obispo, 11 Marzo

Martirologio Romano: En Jerusalén, san Sofronio, obispo, que tuvo como maestro y amigo a Juan Mosco, con quien visitó diversos lugares monásticos. Fue elegido, a la muerte de Modesto, para la sede de la Ciudad Santa, y en ella, cuando cayó en manos de los sarracenos, defendió valientemente la fe y la seguridad del pueblo. ( 639)

Breve Biografía

Sofronio nació en Damasco y desde pequeño estudió tan excesivamente, que estuvo a punto de quedar ciego; pero gracias a eso el santo llegó a ser tan versado en la filosofía griega, que recibió el sobrenombre de "el sofista".

Junto con su amigo, el célebre ermitaño Juan Mosco, viajó mucho por Siria, Asia Menor y Egipto, donde tomó el hábito de monje, el año 580. Los dos amigos vivieron juntos durante varios años en la "laura" de San Sabas y el monasterio de Teodosio, cerca de Jerusalén.

Su deseo de mayor mortificación los llevó a visitar a los famosos ermitaños de Egipto. Después fueron a Alejandría, donde el patriarca San Juan el Limosnero les rogó que permaneciesen dos años en su diócesis para ayudarle a reformarla y a combatir la herejía. En dicha ciudad fue donde Juan Mosco escribió el "Prado Espiritual", que dedicó a San Sofronio. Juan Mosco murió hacia el año 620, en Roma, a donde había ido en peregrinación.

San Sofronio retornó a Palestina y fue elegido patriarca de Jerusalén, por su piedad, saber y ortodoxia.

En cuanto tomó posesión de la sede, convocó a todos los obispos del patriarcado para condenar la herejía monotelita y compuso una carta sinodal, en la que exponía y defendía la doctrina católica. Esa carta, que fue más tarde ratificada por el sexto Concilio Ecuménico, llegó a manos del Papa Honorio y del patriarca de Constantinopla, Sergio, quien había aconsejado al Papa que escribiese en términos evasivos acerca de la cuestión de las dos voluntades de Cristo.

Parece que Honorio no se pronunció nunca sobre el problema; su silencio fue muy poco oportuno, pues producía la impresión de que el Papa estaba de acuerdo con los herejes.

Sofronio, viendo que el emperador y muchos prelados del oriente atacaban la verdadera doctrina, se sintió llamado a defenderla con mayor celo que nunca.

Llevó al Monte Calvario a su sufragéneo, Esteban, obispo de Dor y ahí le conjuró, por Cristo Crucificado y por la cuenta que tendría que dar a Dios el día del juicio, "a ir a la Sede Apostólica, base de toda la doctrina revelada, e importunar al Papa hasta que se decidiese a examinar y condenar la nueva doctrina".

Esteban obedeció y permaneció en Roma diez años, hasta que el Papa San Martín I, condenó la herejía monotelita, en el Concilio de Letrán, el año 649.

Pronto tuvo San Sofronio que enfrentarse con otras dificultades. Los sarracenos habían invadido Siria y Palestina; Damasco había caído en su poder en 636; y Jerusalén en 638. El santo patriarca, había hecho cuanto estaba en su mano por ayudar y consolar a su grey, aun a riesgo de su vida.

Cuando los mahometanos sitiaban la ciudad, San Sofronio tuvo que predicar en Jerusalén el sermón de Navidad, pues era imposible ir a Belén en aquellas circunstancias.

El santo huyó después de la caída de la ciudad y, según parece, murió al poco tiempo, probablemente en Alejandría. Además de la carta sinodal, San Sofronio escribió varias biografías y homilías, así como algunos himnos y odas anacreónticas de gran mérito.

Se ha perdido la "Vida de Juan el Limosnero", que compuso en colaboración con Juan Mosco; también se perdió otra obra muy voluminosa, en la que citaba 600 pasajes de los Padres para probar que en Cristo había dos voluntades.

La medida con que seremos juzgados

Santo Evangelio según San Mateo 25, 31-46. Lunes I de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme, Señor, que sea el amor el fundamento y la fuerza en mi vida para recorrer mi camino de santidad, con el gozo de ir al cielo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 25, 31-46

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio de este día nos encontramos ante una realidad, llena de misterio y de verdad: la segunda venida del Hijo del hombre, del Rey de la gloria. ¿Quién es?, ¿por qué viene? ¿para qué viene? Sabemos que es Jesús, el hijo amado del Padre, quien lleno de amor, se hizo hombre y dio su vida para rescatarnos de la esclavitud del pecado, para iluminar el horizonte de nuestra vida y darle un sentido vertical. Es Jesús en quien hoy está puesta nuestra fe, en quien econtramos el fundamento de nuestra vida y en quien vivimos llenos de esperanza.

Nuestra vida en este mundo tiene un final, eso no lo podemos negar, por ello el cristiano vive con su mirada puesta hacia el cielo, vive para el cielo. El cielo es nuestro verdadero hogar, nuestro fin último. Esto significa que vivimos, gozosos, esperando algún día ser llamados por Cristo y escuchar sus palabras llenas de amor, que inundan de gozo todo nuestro ser: Ven bendito de mi Padre, recibe la herencia preparada para ti desde la creación del mundo.

Nos encontramos en el tiempo litúrgico de Cuaresma, tiempo de conversión. Ponernos ante el hecho de nuestro juicio, no es un motivo para ser invadidos por el miedo o cerrar nuestro corazón a la voz del Señor, sino una llamada al amor, es decir, a entrar en nuestro interior y dejar que Cristo transforme nuestra vida, nos dé su alimento, sacie nuestra sed, nos acoja en su corazón, nos vista de amor y guíe con su presencia todo momento de nuestra vida. Nuestro juicio será nuestra propia vida y el amor y la caridad serán la medida con que seremos juzgados, porque fuimos creados para amar y ser amados. Recorramos el camino de nuestra vida por amor y con amor.

«Cuando Jesús quiere enseñarnos cómo debe ser la actitud cristiana nos dice pocas cosas, nos hacer ver ese famoso protocolo sobre el cual todos nosotros seremos juzgados: Mateo 25. Y ese protocolo evangélico, no dice: “yo pienso que Dios es así, he entendido el amor de Dios”. El pasaje del Evangelio de Mateo afirma: “Yo he hecho en pequeño el amor de Dios: he dado de comer al hambriento, he dado de beber al sediento, he visitado al enfermo, al preso”. Porque las obras de misericordia son precisamente el camino de amor que Jesús nos enseña en continuación con este amor de Dios, grande. Con este amor sin límites que se ha aniquilado, se ha humillado en Jesucristo, y nosotros debemos expresarlo así. El Señor no nos pide grandes discursos sobre el amor; nos pide ser hombres y mujeres con un gran amor o con un pequeño amor, lo mismo, pero que sepamos hacer estas pequeñas cosas por Jesús, por el Padre. En esta perspectiva, se entiende la diferencia entre esa que sería una obra de beneficia meritoria, laica, y esas que son las obras de misericordia que son la continuidad de este amor, que se empequeñece, llega a nosotros, y nosotros lo llevamos adelante.»

(Homilía de S.S. Francisco, 8 de junio de 2018, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy realizaré una obra de misericordia con alguien que esté cerca de mí.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Al final todo tiene que ver con el amor

Obispo de Phoenix expone en artículo la doctrina de la Iglesia sobre el Juicio Fina

El Obispo de Phoenix, Estados Unidos, redactó un artículo dedicado a recordar a los fieles las enseñanzas de la Iglesia sobre el Juicio Final, como parte de una serie de escritos sobre las Cuatro Últimas Realidades (Juicio Final, Infierno, Purgatorio y Cielo). Para exponer la forma en que la justicia divina evalúa el estado de las almas en su paso a la eternidad empleó una figura de los Padres de la Iglesia: la imagen del alfarero.

"Nuestras vidas son similares a un terrón de arcilla. Nosotros somos formados por las decisiones que tomamos en la vida", expuso el prelado. "Mientras vivimos, somos arcilla húmeda en la rueca del tiempo. Mientras está todavía húmeda, la arcilla puede ser formada y reformada hasta que se convierte en una hermosa vasija. Sin embargo, una vez que se coloca en el fuego, su forma se fija permanentemente". Esta permanencia de la arcilla en su forma final es una imagen del alma al momento de la muerte.

"Así es con cada uno de nosotros. Una vez que morimos y estamos de pie delante de Dios, nuestra forma fundamental, es decir, nuestra opción 'hacia' Él o 'contra' Él se fija para siempre. El tiempo para elegir lo bueno o lo malo termina con la muerte porque es el tiempo para el juicio".

Tras expresar con este ejemplo cómo el destino final de las almas se define en el momento de la muerte, Mons. Olmsted explicó que la doctrina católica enseña que serán dos juicios los que enfrenta cada persona. "El Juicio Particular sucede inmediatamente en el momento de la muerte cuando el alma, ahora separada del cuerpo, se para delante de Dios para dar cuenta de lo bueno que se hizo y por los pecados que se cometió", explicó. "El Juicio General, por otra parte, se refiere al final de los tiempos, en la venida de Cristo, cuando todo será revelado, y el Juicio Particular de cada alma será ratificado por todos para ver y entender".

"La sociedad secular en que vivimos ha perdido contacto con esa realidad eterna llamado juicio. En el mundo de hoy, el pecado es minimizado o declarado de poca importancia", advirtió el Obispo. " Muchos buscan comodidad en la creencia conveniente de que la mayoría la gente irá al cielo cuando mueran. Olvidar que habrá un juicio muestra que estamos perdiendo contacto con las realidades y las consecuencias de nuestras vidas y la razón de nuestra existencia".

El Juicio Final da sentido a los sufrimientos y los méritos de la vida presente, recordó el prelado. "Sin embargo, es increíble, muy pocas personas se preparan seriamente para la muerte y el juicio", se lamentó. "Muchos de nosotros, incluso nosotros, los que amamos a Jesús, nos encontramos persiguiendo las cosas que tienden a consumir nuestra vida cotidiana como carrera, dinero, poder y posesiones, dando la muerte y juicio poca atención. Muerte y juicio, sin embargo, son hechos reales; que van a suceder si estamos preparados para ellos o no".

Finalmente, Mons. Olmsted recordó que la fe enseña que es el amor lo que determina esta última realidad, siendo ésta la guía de la preparación del alma para su encuentro con Dios. "En el crepúsculo de la vida, Dios no nos juzgará sobre nuestras posesiones terrenales y éxitos humanos, sino en la medida de cuánto hemos amado", afirmó San Juan de la Cruz, citado por el Obispo. Los Diez Mandamientos están incluidos en los dos mandatos citados como principales por Jesús: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo".

"Así que, en última instancia, el juicio será simple; al final, todo tiene que ver con el amor. El amor es la única cosa que da sentido a nuestra existencia; el amor es también el fruto de nuestra redención y el amor es el tema en el que todos seremos juzgados. Cuando miramos nuestra vida entera a través del lente de la fe, vemos con claridad por qué Dios nos creó: para amar y ser amado por Él y disfrutar de la felicidad eterna en Su presencia", explicó. "Por lo tanto, el propósito en la vida es buscar a Cristo, que es Amor. Cuando nos entregamos completamente a Él, encontramos que el amor es una Persona. Si vivimos nuestra vida centrada en el amor de Cristo, entonces nuestra actitud antes del juicio de Dios no será de miedo sino de esperanza sostenida por el amor".

Con el diablo no se dialoga, advierte el Papa Francisco

Durante el rezo del Ángelus este domingo 10 de marzo en el Vaticano

El Papa Francisco advirtió a los cristianos, durante el rezo del Ángelus este domingo 10 de marzo en el Vaticano, de los peligros de dialogar con el diablo: “Con el diablo no se dialoga”.

Durante su enseñanza, el Santo Padre recurrió al Evangelio de este primer domingo de Cuaresma, en el que se “narra la experiencia de las tentaciones de Jesús en el desierto. Después de haber ayunado durante cuarenta días, Jesús es tentado en tres ocasiones por el diablo”.

Sin embargo, “Jesús al responder al tentador, no entra en diálogo, sino que responde a los tres desafíos con la palabra de Dios. Esto nos enseña que con el diablo no se dialoga, no se puede dialogar, sólo responder con la palabra de Dios”.

En primer lugar, el diablo invita a Jesús “a transformar una piedra en pan; luego le muestra desde lo alto los reinos de la tierra y le promete convertirse en un mesías poderoso y glorioso; por último, lo conduce hacia el lugar más alto del templo de Jerusalén y lo invita a lanzarse al vacío para manifestar de forma espectacular su poder divino”.

El Papa explicó que “las tres tentaciones indican tres caminos que el mundo siempre propone prometiendo grandes triunfos: la codicia de posesiones, la gloria humana, la instrumentalización de Dios. Son tres caminos que nos perderán”.

La primera tentación, “el camino de la codicia de posesiones. Consiste en esa lógica insidiosa del diablo. Se aprovecha de la natural y legítima necesidad de nutrirse, de vivir, de realizarse, de ser feliz, para empujarnos luego a cree que todo es posible sin Dios, incluso, contra Él”.

“Pero Jesús se opone diciendo: ‘Está escrito: No solo de pan vivirá el hombre’. Recordando el largo camino del pueblo elegido a través del desierto, Jesús afirma que quiere abandonarse con plena conciencia a la providencia del Padre, que siempre se preocupa de sus hijos”.

La segunda tentación es “el camino de la gloria humana. El diablo dice: ‘Si te postras en adoración hacia mí, todo esto será tuyo’. Se puede perder toda dignidad personal si se deja corromper por el ídolo del dinero, del éxito y del poder”. “Por eso Jesús responde: ‘Sólo ante el Señor Dios te postrarás, sólo a Él adorarás”.

Por último, “la tercera tentación: instrumentalizar a Dios para obtener ventajas. Al diablo que, citando las Escrituras, lo invita a buscar de Dios un milagro impactante, Jesús le responde de nuevo con la firme decisión de permanecer humilde, permanecer confiado en Dios: ‘Está escrito: No someterás a prueba al Señor tu Dios’”.

Así, “rechaza la que tal vez sea la tentación más sutil: la de querer poner a Dios de nuestra parte pidiéndole gracias que en realizad sólo sirven, o servirían, para satisfacer nuestro orgullo”.

“Estos son los caminos que se nos han puesto delante con la ficción de poder obtener así el éxito y la felicidad. Pero, en realidad, son del todo ajenas al modo de actuar de Dios; de hecho, nos separan de Dios, porque son obra de Satanás”.

Finalmente, el Papa Francisco destacó en su enseñanza que “Jesús, al hacer frente en primera persona a estas pruebas, vence por tres veces la tentación para adherirse plenamente al proyecto del Padre. Y nos indica el camino para vencer la tentación: la vida interior, la fe en Dios, la certeza de su amor, la certeza de que Dios nos ama, que es Padre”.

¿Qué tiene que ver la Eucaristía con el resto de mi semana?

¡Hay tantas cosas para ser agradecidos con Dios durante nuestra semana!

Hace un tiempo me contaba un amigo sacerdote que a veces la gente le decía: “Padre, pero si yo soy super católico. Voy a Misa todos los Domingos”. A lo que el Padre, con cierto humor y severidad, les respondía: “¡Pero si eso es lo mínimo! Es como si tu hijo te dijera: soy un excelente alumno, ¡pasé la materia con las justas!”

Ir a Misa los Domingos es un precepto que debemos cumplir y está muy bien pero si nos quedamos solo en el cumplir, entonces en el fondo quizás no hemos comprendido algunas cosas sobre la presencia de la Eucaristía en nuestras vidas y la bendición que significa. No se trata tampoco de creer que quien va a Misa todos los días es mejor cristiano. De hecho, a veces no es lo mejor, pues se puede caer también en el riesgo de la rutina frente a un misterio tan grande.

No creo que Dios quisiese que nuestra única relación con la Eucaristía, el tesoro más grande que custodia la Iglesia, fuese solamente en la Eucaristía dominical. Acá les proponemos algunas reflexiones para ayudarnos a que esté presente de otros modos en nuestro día a día, como un río subterráneo que recorre toda nuestra vida y alimenta todas y cada una de nuestras acciones durante la semana.

«Pueden ir en paz»

Estas palabras al final de la Misa no significan que podemos irnos en paz porque estamos tranquilos con nuestra conciencia. No es solo un llamado a sentirnos buenos porque hemos ido a Misa. Significan que vayamos en paz para comunicar la paz de Cristo. Estas palabras conectan la Misa con toda nuestra semana: que a lo largo de ella sepamos ser mensajeros de la paz de Cristo a todos los que nos rodean. La palabra Misa, precisamente, viene del latín que significa “envío”… así que no se trata solo de quedarnos con el tesoro para nosotros mismos… 

Banquete… pero también sacrificio

Usualmente nos gusta más hablar de la Misa como comunión. Es, después de todo, un banquete en el que podemos recibir el alimento espiritual que es el mismo cuerpo de Cristo. La Misa, sin embargo, es también sacrificio. La mesa donde el sacerdote celebra es también un altar, y Cristo se ofrece como víctima. ¿Cómo vivo la dimensión de sacrificio en mi vida cotidiana? De hecho, la palabra hostia viene precisamente del latín que significa victima… 

Una clave muy valiosa

Existe un principio muy importante cuando uno lee e interpreta la Sagrada Escritura. Dice así: la Biblia debe ser leída con el mismo Espíritu con el que fue escrita. Creo que podemos decir algo parecido para comprender un poco mejor la Eucaristía. ¿Cuál fue el espíritu con el que fue instituida? Fue un espíritu de obediencia al plan del Padre, de servicio y de entrega. Ciertamente es un misterio que nos supera, pero si hay una clave para crecer en el amor a Jesús presente en la Eucaristía es vivir el servicio y la entrega en mi vida cotidiana. ¿Cuál es la llave al corazón de Jesús? Esa llave es la donación personal por amor a Él. Eso lo puedo hacer de muchos modos durante la semana. Quizás es cuestión de ponerse a pensar un poquito…

Adoración y silencio

La presencia de la Eucaristía en nuestra semana no se limita solo a la Misa. Jesús se quiso quedar con nosotros para siempre, y tenemos ese don increíble presente en cada capilla de santísimo. Es verdad que siempre podemos rezar en la intimidad de nuestro corazón, así no estemos en una capilla… pero creo que al mismo tiempo todos percibimos que no es exactamente lo mismo. ¡Por alguna razón El se quiso quedar en cada hostia consagrada que se custodia en los tabernáculos de las iglesias! Visitarlo durante la semana, como quien visita a un amigo muy querido, lleva luz y calor a nuestra vida. Seguro Jesús, al vernos entrar en la capilla, se llena también de alegría y nos dice: ¡Qué bueno que hayas venido, te estaba esperando! 

De corazón a corazón

Da mucho que pensar que uno de los milagros Eucarísticos más impresionantes, el que se custodia en Lanciano, Italia, sea una hostia convertida en carne, y esa carne es parte de un corazón. Se identifica la hostia con el corazón de Jesús. Con el corazón uno ama y uno sufre. El corazón bombea vida a todo el cuerpo, y también se llena de cicatrices. Con un corazón humano Jesús amó también al modo humano para que nosotros, amando al modo humano, podamos elevarnos al amor divino. Crecer durante nuestra semana un poquito en eso, aunque sea un poquito, nos llevará una relación más profunda con Jesús presente en la Eucaristía.
Ser agradecidos

La palabra Eucaristía viene de “acción de gracias”. Si cultivamos esta virtud a lo largo de nuestra semana estaremos viviendo, de modo muy particular, una dimensión central de la Eucaristía. ¡Hay tantas cosas para ser agradecidos con Dios durante nuestra semana! Así llegaremos al Domingo y podremos hacer con mucha más conciencia y profundidad una acción de gracias sincera a Dios.

Una Cuaresma Bien Vivida

¿Cuántas Cuaresmas hemos vivido sin realmente entenderla a profundidad?

¿Cuántas Cuaresmas hemos vivido sin realmente entenderla a profundidad? La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua, la espera de la Semana Mayor, como la conocemos. Son cuarenta días, época perfecta para reflexionar sobre nuestra actitud como cristianos y demostrar también nuestra fe. El Papa Benedicto XVI nos recordó que “la Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia”.

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza. En este día las iglesias se desbordan con fieles. El sacerdote nos coloca una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos del año anterior. Las frases usadas por el sacerdote al colocarnos este signo son: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" y "Del polvo eres y al polvo volverás". La Cuaresma es un tiempo penitencial por excelencia, así que es el momento propicio para hacer una buena confesión.

Una práctica ya casi olvidada pero muy importante en este tiempo es el ayuno y la abstinencia. El ayuno es obligación los días Miércoles de Ceniza y Viernes Santo, cuando se pide hacer una sola comida; es obligatorio para los mayores de edad hasta los 59 años. La abstinencia se refiere a la prohibición de comer carnes rojas los viernes de Cuaresma y es para todos los católicos desde los 14 años de edad hasta la muerte, en honor a la Pasión de Jesús. La abstención también puede ser de bebidas alcohólicas, cigarrillo y fiestas, o de cualquier cosa que te guste y sea para ti un esfuerzo el dejar de consumirlo.

Recordemos que las tres grandes prácticas en Cuaresma son la oración, la mortificación y la caridad. Una práctica importante es la limosna. Has limosnas de acuerdo a tus posibilidades.

Hay muchas fundaciones caritativas que están necesitadas y recibirán felices tus donaciones económicas. Como dijo el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma del 2014: “Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”. Más todavía, Benedicto XVI dijo que “La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad”. Otro ejercicio de piedad en esta época es el Via Crucis, trata de hacerlo una vez a la semana, verás cómo tu corazón se une más a Cristo.

Hay algunas cosas que cambian en la iglesia y durante la misa en estos estos 40 días. Por ejemplo, date cuenta que a partir de ahora se va a mantener una mayor austeridad dentro de la iglesia, suprimiendo flores y elementos decorativos innecesarios. Pon atención cuando te encuentres en misa y verás que se ha omitido el himno del "Gloria”. Además, antes de la proclamación del evangelio, el canto del "Aleluya" se substituye por alguna otra aclamación a Cristo.

La Cuaresma es también tiempo oportuno para crecer en nuestro amor filial a la Madre de Dios, que al pie de la Cruz nos entregó a su Hijo, es por eso que se promueven ciertas devociones marianas propias de esta época: "Los siete dolores de Santa María Virgen" es una de ellas. Como lo recuerda el Papa Benedicto XVI “la Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto”.

Todo este tiempo de preparación y de reflexión tiene como culmen la Semana Santa, que comienza el Domingo de Ramos, recordando la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. El Jueves Santo conmemoramos la Última Cena del Señor, antes de ser entregado por Judas en el Huerto de los Olivos. Según la tradición, el lavatorio de los pies que se realiza este día, se lo hace a 12 hombres representativos de la comunidad y significa el servicio y el amor del Señor Jesús que ha venido "no para ser servido, sino para servir". Luego de la oración de la comunión, comienza una procesión en la que se lleva el Santísimo Sacramento hacia un lugar de la reserva diferente al sagrario.

La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. Este día es el único del año en que no se celebra la eucarística. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas, ni adornos. El sacerdote va de rojo, color de los mártires, recordando que Jesús es el primero en dar su vida por la Iglesia. Después de la celebración se pasa a una acción simbólica muy expresiva: la veneración de la Santa Cruz.

El Sábado Santo la comunidad cristiana vela junto al sepulcro en silencio. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío. La celebración es el sábado por la noche con una vigilia en honor del Señor de manera que los fieles se los encuentre en vela. La misa es en la noche, el sacerdote ingresa con el cirio pascual a iluminar la iglesia que permanece a oscuras.

El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual celebramos del triunfo de Cristo sobre la muerte. Es la feliz conclusión de la Pasión. La Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. Es el día de la esperanza universal en torno al Resucitado. Ese día podemos decir junto con San Pablo: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe”.

No dejemos que estos 40 días se pasen volando sin hacer un verdadero examen de conciencia sobre lo que significa para cada uno de nosotros ser cristianos en el mundo de hoy. Vivámosla a plenitud en compañía de Nuestra querida Madre, la Virgen María.

Consejos para laicos sobre cómo hacer apologética (Parte 1)

No olvidemos así que quien nos oye es nuestro hermano, y que en vez de ser derribado necesita ser ayudado

Desde hace algún tiempo tenía la intención de escribir sobre el tema, aunque desde ya digo que esto son sólo consejos basados en mi opinión personal.

Caridad 

“Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto.”  (1 Pedro 3,15)

El punto más importante y en el que más solemos fallar los que nos dedicamos a la apologética (yo incluido). Muchos se engañan y se auto-justifican diciendo que a veces para defender la fe hace falta palabras fuertes. Otros evocan cómo en otros tiempos algunos padres de la Iglesia trataron duramente a los herejes de antaño y pretenden ellos hacer lo mismo hoy en día. Me consta (porque he cometido el mismo error) que eso sólo genera resentimiento en aquellos con los que se debate y hace que nuestro adversario dialéctico se cierre a cualquier posibilidad que hubiese existido de razonar. ¿Queremos aplastarlos o moverlos a la conversión? ¿Humillarlos o hacerlos pensar? ¿Buscamos ganar almas o alimentar nuestro ego? ¿Servir a Dios o pecar?

Hoy en día es un hecho que parte de la jerarquía católica sufre una gran desidia por la apologética, y para suplir la deficiencia muchos laicos hemos tenido que tomar sobre nuestros hombros la tarea de la defensa de la fe (está escrito que “si hii tacuerint lapides clamabunt” [si estos callan, gritarán las piedras]), pero el riesgo de que no contemos con una preparación adecuada nos expone a terminar disfrazados como cruzados con seudónimos como “martillo de herejes”, pensando que la apologética es una especie de deporte donde lo importante es vencer el enemigo.

Nos olvidamos así que el enemigo es más bien nuestro hermano, y que en vez de ser derribado necesita ser ayudado. Aunque su comportamiento llegue a ser en ocasiones sumamente irritante y difícil de tolerar, debemos tratar de entender que es una víctima de un círculo vicioso que lo ha capturado y lo ha convertido en replicador de personas que piensan como él. Si nos ponemos en sus zapatos (la empatía es muy importante para el apologeta) entenderemos que gran parte de ellos están genuinamente convencidos de que la Iglesia Católica es todo lo malo que les han contado y que sirven a Dios sacando personas de ella. ¿Sabes cuantos llegaron a ser católicos fieles y devotos que antes fueron furibundos protestantes, pero se convirtieron cuando alguien se tomó en serio la tarea de explicarles pacientemente las verdades de la fe católica?

Evidentemente muchas veces nos encontraremos con hermanos separados que probablemente estarán tan prejuiciados que la probabilidad de cualquier diálogo fructífero será casi nula. Si esa es la situación pienso que lo mejor es no invertir más tiempo en él, con la excepción de que sea un diálogo público en donde otros necesiten ser reforzados en la fe. En esos casos hay que asegurarse de dejar suficientemente clara la doctrina católica -pero siempre con respeto-, para que aunque nuestro adversario no de su brazo a torcer, la verdad católica brille ante el resto de los observadores.

Es por eso que enseña la Iglesia que debemos hacer “todos los intentos por eliminar palabras, juicios y actos que no sean conformes, según justicia y verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por tanto, puedan hacer más difíciles nuestras mutuas relaciones”  (Concilio Vaticano II, Unitatis Redintegratio, 4). Pero también nos exige  que debemos “exponer claramente la doctrina, pues nada es tan ajeno al ecumenismo como un falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido” (Concilio Vaticano II, Unitatis Redintegratio, 11)

Ortodoxia 

Para poder hacer bien apologética hay que estar doctrinalmente bien formado, y para eso no hay otro camino que estudiar y nutrirse de fuentes ortodoxas de doctrina. Somos laicos y no contamos con la formación teológica de un sacerdote por lo que debemos asegurarnos de estar muy bien documentados en cada tema. Yo acostumbro estudiar que enseña al respecto el Catecismo oficial de la Iglesia Católica, y luego acudo a varios manuales de teología dogmática con aprobación eclesiástica (porque hacen un buen resumen de cada doctrina). También suelo recurrir a los distintos libros especializados (además de eso nunca está demás consultar a aquellos que saben más que nosotros. Un sacerdote o algún obispo de probada ortodoxia).

No hay que olvidar que queremos transmitir la doctrina católica, no otra, por tanto asegúrate de estar transmitiéndola íntegramente. En la actualidad hemos visto como en algunos debates incluso conocidos apologetas católicos erraron terriblemente. Errores que pudiesen haber evitado si se hubiesen documentado en las fuentes mencionadas, o inclusive en la enseñanza del Magisterio. No dejes que te suceda a tí lo mismo.

Humildad 

Muchas veces somos como aquel “neófito, o recién bautizado” que “hinchado de soberbia” caemos en el mismo error que causó “la condenación del diablo cuando cayó del cielo” (1 Timoteo 3,5) y cuando nos equivocamos no queremos dar el brazo a torcer. Si ganamos prestigio reconocer un error se hará cada vez más difícil porque nuestro orgullo envanecido se resistirá, pero siempre tenemos que tener presente que primero está la verdad, y que flaco servicio hacemos a Dios, al prójimo y a nosotros mismos si nos obstinamos en el error. Ten presente que todos tenemos puntos ciegos, por lo tanto está siempre dispuesto a reflexionar sinceramente cuando puedes estar equivocado, y tener la valentía de reconocerlo y rectificar.

Santidad

Importantísimo para cualquiera que se dedique a la apologética es no descuidar su salud espiritual. El Señor nos pide ser santos y nos concede la gracia para ello. Muchas veces fallamos en los puntos anteriores precisamente porque fallamos aquí. Si no estamos llenos del amor de Dios tenderemos a ser agresivos  e intolerantes con los demás incluyendo los hermanos separados. La apologética no es por tanto sólo un trabajo que hay que hacer, sino que hay que acompañarla con la oración (Ora et labora).

Por lo tanto, procura vivir en gracia de Dios, recibir asiduamente los sacramentos y mantenerte continuamente en oración para que puedas transmitir ese amor a nuestros hermanos separados y al mismo tiempo reafirmar en la fe a nuestros hermanos católicos.

Continuará...

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