El que realiza la verdad se acerca a la luz
- 01 Mayo 2019
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La Iglesia otorga este mes a María para conocerla y amarla más
Mayo es el mes de las flores, de la primavera. Muchas familias esperan este mes para celebrar la fiesta por la recepción de algún sacramento de un familiar. También, Mayo es el mes en el que todos recuerdan a su mamá (el famoso 10 de Mayo) y las flores son el regalo más frecuente de los hijos para agasajar a quien les dio la vida.
Por otro lado, todos saben que este mes es el ideal para estar al aire libre, rodeado de la belleza natural de nuestros campos. Precisamente por esto, porque todo lo que nos rodea nos debe recordar a nuestro Creador, este mes se lo dedicamos a la más delicada de todas sus creaturas: la santísima Virgen María, alma delicada que ofreció su vida al cuidado y servicio de Jesucristo, nuestro redentor.
Celebremos, invitando a nuestras fiestas a María, nuestra dulce madre del Cielo.
¿Qué se acostumbra hacer este mes?
Recordar las apariciones de la Virgen. En Fátima, Portugal; en Lourdes, Francia y en el Tepeyac, México(La Guadalupe) la Virgen entrega diversos mensajes, todos relacionados con el amor que Ella nos tiene a nosotros, sus hijos.
Meditar en los cuatro dogmas acerca de la Virgen María que son:
1.Su inmaculada concepción: A la única mujer que Dios le permitió ser concebida y nacer sin pecado original fue a la Virgen María porque iba a ser madre de Cristo.
2. Su maternidad divina: La Virgen María es verdadera madre humana de Jesucristo, el hijo de Dios.
3. Su perpetua virginidad: María concibió por obra del Espíritu Santo, por lo que siempre permaneció virgen.
4. Su asunción a los cielos: La Virgen María, al final de su vida, fue subida en cuerpo y alma al Cielo.
Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres.
María nos cuida siempre y nos ayuda en todo lo que necesitemos. Ella nos ayuda a vencer la tentación y conservar el estado de gracia y la amistad con Dios para poder llegar al Cielo. María es la Madre de la Iglesia.
Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen María.
María era una mujer de profunda vida de oración, vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, es decir, sencilla; era generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás; tenía gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual; era servicial, atendía a José y a Jesús con amor; vivía con alegría; era paciente con su familia; sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida.
Vivir una devoción real y verdadera a María.
Se trata de que nos esforcemos por vivir como hijos suyos. Esto significa:
1.Mirar a María como a una madre: Platicarle todo lo que nos pasa: lo bueno y lo malo. Saber acudir a ella en todo momento.
2. Demostrarle nuestro cariño: Hacer lo que ella espera de nosotros y recordarla a lo largo del día.
Confiar plenamente en ella: Todas las gracias que Jesús nos da, pasan por las manos de María, y es ella quien intercede ante su Hijo por nuestras dificultades.
3. Imitar sus virtudes: Esta es la mejor manera de demostrarle nuestro amor.
4. Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María.
La Iglesia nos ofrece bellas oraciones como la del Ángelus (que se acostumbra a rezar a mediodía), el Regina Caeli, la Consagración a María y el Rosario.
Varias oraciones Marianas
- Cantar las canciones dedicadas a María
Que nos ayudan a recordar el inmenso amor de nuestra madre a nosotros, sus hijos
- Treinta días de oración a la Reina del Cielo
- La Anunciación
- La Visita a su prima Isabel
- El Nacimiento de Cristo
- La Presentación del Niño Jesús en el templo
- El Niño Jesús perdido y hallado en el templo
- Las Bodas de Caná
- María al pie de la cruz.
Visita nuestro Especial de Mayo, mes de María
Memoria Litúrgica, 1 de mayo
El carpintero de Nazaret
Martirologio Romano: San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en el día de hoy, en que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, todos los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.
Breve Semblanza
Se cristianizó una fiesta que había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos. Fácilmente en las grandes ciudades se observaba un paro general y con no menos frecuencia se podían observar las consecuencias sociales que llevan consigo la envidia, el odio y las bajas pasiones repetidamente soliviantadas por los agitadores de turno. En nuestro occidente se aprovechaba también ese momento para lanzar reiteradas calumnias contra la Iglesia que era presentada como fuerza aliada con el capitalismo y consecuentemente como el enemigo de los trabajadores.
Fue después de la época de la industrialización cuando toma cuerpo la fiesta del trabajo. Las grandes masas obreras han salido perjudicadas con el cambio y aparecen extensas masas de proletarios. También hay otros elementos que ayudan a echar leña al fuego del odio: la propaganda socialista-comunista de la lucha de clases.
Era entonces una fiesta basada en el odio de clases con el ingrediente del odio a la religión. Calumnia dicha por los que, en su injusticia, quizá tengan vergüenza de que en otro tiempo fuera la Iglesia la que se ocupó de prestar asistencia a sus antepasados en la cama del hospital en que murieron; o quizá lanzaron esas afirmaciones aquellos que un tanto frágiles de memoria olvidaron que los cuidados de la enseñanza primera los recibieron de unas monjas que no les cobraban a sus padres ni la comida que recibían por caridad; o posiblemente repetían lo que oían a otros sin enterarse de que son la Iglesia aquellas y aquellos que, sin esperar ningún tipo de aplauso humano, queman sus vidas ayudando en todos los campos que pueden a los que aún son más desafortunados en el ancho mundo, como Calcuta, territorios africanos pandemiados de sida, o tierras americanas plenas de abandono y de miseria; allí estuvieron y están, dando del amor que disfrutan, ayudando con lo que tienen y con lo que otros les dan, consolando lo que pueden y siendo testigos del que enseñó que el amor al hombre era la única regla a observar.
Y son bien conscientes de que han sido siempre y son hoy los débiles los que están en el punto próximo de mira de la Iglesia. Quizá sean inconscientes, pero el resultado obvio es que su mala propaganda daña a quien hace el bien, aunque con defectos, y, desde luego, deseando mejorar.
El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante.
Todo esto incluye ¡y mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos. Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la dignidad humana... es su cometido para bien de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad, a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana.
Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estrecheces en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso.
Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás.
Luz plena sólo es Dios. Fuera de Dios, y en el pecado, existe la tiniebla.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Es fácil imaginar el estado de ánimo de los escribas y fariseos después de la vergüenza que han experimentado con la cuestión de la mujer adúltera. Estaban humillados. La humildad da paz y libera de las tenazas del pecado y sus confusiones; pero la humillación engendra odio, rencor, violencia, ceguera, esclavitud. Los sucesos de los siguientes días, en que se desarrollan unas polémicas llenas de encono y violencia, lo mostrarán.
La fiesta de los Tabernáculos se celebraba recordando también la nube y el fuego que guiaban a los israelitas en el desierto. En el atrio de las mujeres se encendían unos grandes candelabros de varios metros que iluminaban toda Jerusalén. Los sacerdotes y mucha gente del pueblo hacían procesiones de antorchas alrededor en un espectáculo de gran atracción. En ese contexto " dijo Jesús: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida"(Jn). Luz plena sólo es Dios. Fuera de Dios, y en el pecado, existe la tiniebla. Proclamarse luz del mundo es una afirmación velada de su divinidad. Sus palabras no pueden ser tomadas como un testimonio más, sino como emanaciones de la luz que llega a todos los hombres. Los hechos anteriores muestran esta distancia –insalvable- entre la luz y las tinieblas.
Entonces surge una gran polémica y "le dijeron entonces los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es válido". Así decía la ley en los juicios. Pero aquello no era un juicio, sino una manifestación de la verdad. "Jesús les respondió: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido porque sé de dónde vengo y adónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo y adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne, yo no juzgo a nadie; y si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no estoy solo, sino yo y el Padre que me ha enviado. En vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado, también da testimonio de mí". Es un momento clave de su verdad: Yo soy y el Padre dan testimonio de Él, pero ¿dónde se da este testimonio? En la conciencia y en las Escrituras. Y "entonces le decían: ¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre".
Jesús estaba hablando de su divinidad. Aceptarlo era entrar en una nueva dimensión: El Dios con nosotros era Aquel que estaba delante de ellos. La humanidad acababa de entrar en una nueva era divinizada. Si no se aceptaba, se seguía en las tinieblas, acusando a Jesús de blasfemo. "Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el Templo; y nadie le prendió porque aún no había llegado su hora".
El trabajo humano
La persona humana se desarrolla y se perfecciona interiormente a través del trabajo, además de que también transforma el mundo exterior.
Gran parte de la vida de las personas humanas se invierte en el trabajo, que puede ser fuente de satisfacción y perfeccionamiento, pero también causa de desagrado, denigración o de un desarrollo mediocre.
El trabajo humano es un tema sumamente interesante, pero también ha sido poco abordado desde ciertos puntos de vista. En éste como en otros artículos trataremos de ver el aspecto humano y funcional del trabajo humano.
Desde que existe, el ser humano ha trabajado. El trabajo es una actividad esencial y llena de significado humano. Se podría decir que los animales también "trabajan", pero el trabajo es propiamente una actividad humana, ya que la persona humana, a diferencia de los animales irracionales, lo hace conscientemente; es decir, realiza el trabajo con conocimiento de que está trabajando y entiende lo que está haciendo; también tiene conocimiento de cómo lo hace, para qué lo hace y por qué lo hace; también es un ser que realiza el trabajo libremente; y en este contexto de libertad también podemos incluir que la persona humana, si se lo propone, puede amar a través del trabajo.
Todas estas características son propias del trabajo humano y deben existir para que el trabajo humano tanga su debida riqueza y plenitud.
Desafortunadamente no siempre existen todas estas riquezas en el trabajo humano; ya sea por ignorancia, por buscar fines superficiales o deshonestos en la realización de las actividades, ya sea porque existe algún tipo de coacción o presión en la realización del mismo.
Un aspecto esencial del trabajo humano, y que también lo distingue de las actividades de los seres irracionales, es que lo realiza una persona. No entraremos en análisis detallados sobre el significado de persona, sólo diremos que tiene que ver con la razón, la conciencia y la libertad humanas entre otras cosas.
Sería interesante preguntarnos para qué o por qué trabajamos. Pero ésta es una pregunta general, es decir, no se refiere a preguntar cuál es la finalidad del trabajo que realiza el carpintero, el doctor, el fontanero o el abogado; sino preguntar ¿por qué trabaja la persona humana?
Esta pregunta no es tan fácil de responder, ya que puede verse desde muchos puntos de vista que bien pueden ser válidos y complementarios. Es más, quizá en este artículo o en otros no alcancemos a responderla en su totalidad; pero sí podemos ir reflexionando sobre algunas respuestas.
Para empezar tenemos que tratar de tener una buena definición del trabajo humano, la cual tampoco es fácil de conseguir. El diccionario de la Real Academia Española nos puede ayudar, pero no define "el trabajo humano", sino las palabras "trabajar" y "trabajo"; por ello solamente puede ser un punto de apoyo.
El diccionario dice cosas relacionadas con: ocuparse de algo; procurar o ejecutar alguna cosa; retribución por alguna ocupación; hacer una cosa con eficacia, actividad y cuidado; esfuerzo humano; etcétera.
Y es verdad que todo esto significa trabajo en el lenguaje de la vida diaria. Y la pregunta sigue: ¿por qué la persona humana se ocupa de algo? Esta pregunta puede tener varias respuestas válidas, pero una de ellas es definitivamente que si el ser humano no trabaja, se muere.
Y no nos referimos solamente a la muerte física, sino también a una especie de "muerte" interior. Porque ¿qué sería del ser humano si no se ocupara de nada?; pensándolo más profundamente sería un desastre, no solamente por la falta de realización de productos, servicios, trabajos o actividades, sino interiormente la persona entraría en un estado de aburrimiento y vacío ante la vida; esto acompañado de una dosis de sentirse inútil.
Estas cuestiones internas hablan de algo sumamente interesante: "la persona humana nació, entre otras cosas, para trabajar", es decir, el trabajo está en su misma manera de ser. En pocas palabras, la persona humana se desarrolla y se perfecciona interiormente a través del trabajo, además de que también transforma el mundo exterior.
Pienso que para ser el primer artículo es suficiente con lo dicho, en próximos artículos seguiremos analizando y profundizando sobre el trabajo humano.
La ocupación profesional tiene una relación directa con la felicidad cuando nace y se ordena al amor
El hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor [1] . Al leer estas palabras de san Josemaría, es posible que dentro de nuestras almas surjan algunas preguntas que den paso a un diálogo sincero con Dios: ¿para qué trabajo?, ¿cómo es mi trabajo?, ¿qué pretendo o qué busco con mi labor profesional? Es la hora de recordar que el fin de nuestra vida no es hacer cosas sino amar a Dios. La santidad no consiste en hacer cosas cada día más difíciles, sino en hacerlas cada día con más amor [2] .
Mucha gente trabaja -y trabaja mucho-, pero no santifica su trabajo. Hacen cosas, construyen objetos, buscan resultados, por sentido del deber, por ganar dinero, o por ambición; unas veces triunfan y otras fracasan; se alegran o se entristecen; sienten interés y pasión por su tarea, o bien, decepción y hastío; tienen satisfacciones junto con inquietudes, temores y preocupaciones; unos se dejan llevar por la inclinación a la actividad, otros por la pereza; unos se cansan, otros procuran evitar a toda costa el cansancio...
Todo esto tiene un punto en común: pertenece a un mismo plano, el plano de la naturaleza humana herida por las consecuencias del pecado, con sus conflictos y contrastes, como un laberinto en el que el hombre que vive según la carne , en palabras de san Pablo - el animalis homo -, deambula, atrapado en un ir de aquí para allá, sin encontrar el camino de la libertad y su sentido.
Ese camino y ese sentido sólo se descubren cuando se levanta la mirada y se contempla la vida y el trabajo en esta tierra con la luz de Dios que ve desde de lo alto.La gente -escribe san Josemaría en Camino - tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. -Cuando vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen [3] .
El trabajo nace del amor
¿Qué significa entonces, para un cristiano, que el trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor? [4] . Primero conviene considerar a qué amor se refiere san Josemaría. Hay un amor llamado de concupiscencia , cuando se ama algo para satisfacer el propio gusto sensible o el deseo de placer ( concupiscentia ). No es éste el amor del que nace, en último término, el trabajo de un hijo de Dios, aunque muchas veces trabaje con gusto y le apasione su tarea profesional.
Un cristiano no ha de trabajar solo o principalmente cuando tenga ganas, o le vayan las cosas bien. El trabajo de un cristiano nace de otro amor más alto: el amor de benevolencia , cuando directamente se quiere el bien de otra persona ( benevolentia ), no ya el propio interés. Si el amor de benevolencia es mutuo se llama amor de amistad[5] , mayor cuanto se está dispuesto no sólo a dar algo por el bien de un amigo, sino a entregarse uno mismo: Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos [6] .
Los cristianos podemos amar a Dios con amor de amistad sobrenatural, porque Él nos ha hecho hijos suyos y quiere que le tratemos con confianza filial, y veamos en los demás hijos suyos a hermanos nuestros. A este amor se refiere el Fundador del Opus Dei cuando escribe que el trabajo nace del amor : es el amor de los hijos de Dios, el amor sobrenatural a Dios y a los demás por Dios: la caridad que ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado [7].
Querer el bien de una persona no lleva a complacer siempre su voluntad. Puede ocurrir que lo que quiere no sea un bien, como sucede muy a menudo a las madres, que no dan a sus hijos todo lo que piden, si les puede hacer daño. En cambio, amar a Dios es siempre querer su Voluntad, porque la Voluntad de Dios es el bien.
Por eso, para un cristiano, el trabajo nace del amor a Dios, ya que el amor filial nos lleva a querer cumplir su Voluntad, y la Voluntad divina es que trabajemos [8] . Decía san Josemaría que por amor a Dios quería trabajar como un borrico de noria [9] . Y Dios ha bendecido su generosidad derramando copiosamente su gracia que ha dado innumerables frutos de santidad en todo el mundo.
Vale la pena, por tanto, que nos preguntemos con frecuencia por qué trabajamos. ¿Por amor a Dios o por amor propio? Puede parecer que existen otras posibilidades, por ejemplo, que se puede trabajar por necesidad. Esto indica no ir al fondo en el examen, porque la necesidad no es la respuesta última.
También hay que alimentarse por necesidad, para vivir, pero ¿para qué queremos vivir, para la gloria de Dios , como exhorta san Pablo [10] , o para la propia gloria? Pues para eso mismo nos alimentamos y trabajamos. Es la pregunta radical, la que llega al fundamento. No hay más alternativas. Quien se examina sinceramente, pidiendo luces a Dios, descubre con claridad dónde tiene puesto en último término su corazón al realizar las tareas profesionales. Y el Señor le concederá también su gracia para decidirse a purificarlo y dar todo el fruto de amor que Él espera de los talentos que le ha confiado.
El trabajo manifiesta el amor
El trabajo de un cristiano manifiesta el amor, no sólo porque el amor a Dios lleva a trabajar, como hemos considerado, sino porque lleva a trabajar bien, pues así lo quiere Dios. El trabajo humano es, en efecto, participación de su obra creadora [11] , y Él -que ha creado todo por Amor- ha querido que sus obras fueran perfectas: Dei perfecta sunt opera [12] , y que nosotros imitemos su modo de obrar.
Modelo perfecto del trabajo humano es el trabajo de Cristo, de quien dice el Evangelio que todo lo hizo bien [13] . Estas palabras de alabanza, que brotaban espontáneas al contemplar sus milagros, obrados en virtud de su divinidad, pueden aplicarse también -así lo hace san Josemaría- al trabajo en el taller de Nazaret, realizado en virtud de su humanidad. Era un trabajo cumplido por Amor al Padre y a nosotros. Un trabajo que manifestaba ese Amor por la perfección con que estaba hecho. No sólo perfección técnica sino fundamentalmente perfección humana: perfección de todas las virtudes que el amor logra poner en ejercicio dándoles un tono inconfundible: el tono de la felicidad de un corazón lleno de Amor que arde con el deseo de entregar la vida.
La tarea profesional de un cristiano manifiesta el amor a Dios cuando está bien hecha. No significa que el resultado salga bien, sino que se ha intentado hacer del mejor modo posible, poniendo los medios disponibles en las circunstancias concretas.
Entre el trabajo de una persona que obra por amor propio, y el de esa misma persona, si comienza a trabajar por amor a Dios y a los demás por Dios, hay tanta diferencia como entre el sacrificio de Caín y el de Abel. Éste último trabajó para ofrecer lo mejor a Dios, y su ofrenda fue agradable al Cielo. De nosotros espera otro tanto el Señor.
Para un católico, trabajar no es cumplir, ¡es amar!: excederse gustosamente, y siempre, en el deber y en el sacrificio [14] . Realizad pues vuestro trabajo sabiendo que Dios lo contempla: laborem manuum mearum respexit Deus ( Gn 31, 42). Ha de ser la nuestra, por tanto, tarea santa y digna de Él: no sólo acabada hasta el detalle, sino llevada a cabo con rectitud moral, con hombría de bien, con nobleza, con lealtad, con justicia [15] . Entonces, el trabajo profesional no solo es recto y santo sino que se convierte en oración [16] .
Al trabajar por amor a Dios, la actividad profesional manifiesta de un modo u otro ese amor. Es muy probable que una simple mirada a varias personas que estén realizando la misma actividad, no sea suficiente para captar el motivo por el que la realizan. Pero si se pudiera observar con más detalle y atención el conjunto de la conducta en el trabajo -no sólo los aspectos técnicos, sino también las relaciones humanas con los demás colegas, el espíritu de servicio, el modo de vivir la lealtad, la alegría y las demás virtudes-, sería difícil que pasara inadvertido, si efectivamente existe en alguno de ellos, el bonus odor Christi [17] , el aroma del amor de Cristo que informa su trabajo.
Al final de los tiempos -enseña Jesús- dos estarán en el campo: uno será tomado y el otro dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada y la otra dejada [18] . Realizaban el mismo trabajo, pero no del mismo modo: uno era agradable a Dios y el otro no.
Sin embargo, muchas veces el entorno materialista nos puede hacer olvidar que estamos llamados a la vida eterna y pensamos únicamente en los bienes inmediatos. Por este motivo afirma san Josemaría: trabajad cara a Dios, sin ambicionar gloria humana. Algunos ven en el trabajo un medio para conquistar honores, o para adquirir poder o riqueza que satisfaga su ambición personal, o para sentir el orgullo de la propia capacidad de obrar [19] .
En un clima así, ¿cómo no se va a notar que se trabaja por amor a Dios? ¿Cómo va a pasar inadvertida la justicia informada por la caridad, y no simplemente la justicia dura y seca; o la honradez ante Dios, no ya la honradez interesada, ante los hombres; o la ayuda, el favor, el servicio a los demás, por amor a Dios, no por cálculo...?
Si el trabajo no manifiesta el amor a Dios, quizá es que se está apagando el fuego del amor. Si no se nota el calor, si después de un cierto tiempo de trato diario con los colegas de profesión, no saben si tienen a su lado un cristiano cabal o solo un hombre decente y cumplidor, entonces quizá es que la sal se ha vuelto insípida [20] . El amor a Dios no necesita etiquetas para darse a conocer. Es contagioso, es difusivo de por sí como el mayor de los bienes. ¿Manifiesta mi trabajo el amor a Dios? ¡Cuánta oración puede manar de esta pregunta!
El trabajo se ordena al amor
Un trabajo realizado por amor y con amor, es un trabajo que se ordena al amor: al crecimiento del amor en quien lo realiza, al crecimiento de la caridad, esencia de la santidad, esencia de la perfección humana y sobrenatural de un hijo de Dios. Un trabajo, por tanto, que nos santifica.
Santificarse en el trabajo no es otra cosa que dejarse santificar por el Espíritu Santo, Amor subsistente intratrinitario que habita en nuestra alma en gracia, y nos infunde la caridad. Es cooperar con Él poniendo en práctica el amor que derrama en nuestros corazones al ejercer la tarea profesional. Porque si somos dóciles a su acción, si obramos por amor en el trabajo, el Paráclito nos santifica: acrecienta la caridad, la capacidad de amar y de tener una vida contemplativa cada vez más honda y continua.
Que el trabajo se ordena al amor, y por tanto a nuestra santificación, significa igualmente que nos perfecciona: que se ordena a nuestra identificación con Cristo, perfectus Deus, perfectus homo [21] ,perfecto Dios y perfecto hombre. Trabajar por amor a Dios y a los demás por Dios reclama poner en ejercicio las virtudes cristianas. Ante todo la fe y la esperanza, a las que la caridad presupone y vivifica. Y después las virtudes humanas, a través de las cuales obra y se despliega la caridad. La tarea profesional ha de ser una palestra donde se ejercitan las más variadas virtudes humanas y sobrenaturales: la laboriosidad, el orden, el aprovechamiento del tiempo, la fortaleza para rematar la faena, el cuidado de las cosas pequeñas...; y tantos detalles de atención a los demás, que son manifestaciones de una caridad sincera y delicada[22] . La práctica de las virtudes humanas es imprescindible para ser contemplativos en medio del mundo, y concretamente para transformar el trabajo profesional en oración y ofrenda agradable a Dios, medio y ocasión de vida contemplativa.
Contemplo porque trabajo; y trabajo porque contemplo [23] , comentaba san Josemaría en una ocasión. El amor y el conocimiento de Dios -la contemplación- le llevaban a trabajar, y por eso afirma: trabajo porque contemplo . Y ese trabajo se convertía en medio de santificación y de contemplación: contemplo porque trabajo .
Es como un movimiento circular -de la contemplación al trabajo, y del trabajo a la contemplación- que se va estrechando cada vez más en torno a su centro, Cristo, que nos atrae hacia sí atrayendo con nosotros todas las cosas, para que por Él, con Él y en Él sea dado todo honor y toda gloria a Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo [24] .
La realidad de que el trabajo de un hijo de Dios se ordena al amor y por eso le santifica, es el motivo profundo de que no se pueda hablar, bajo la perspectiva de la santidad -que en definitiva es la que cuenta-, de profesiones de mayor o de menor categoría.
La dignidad del trabajo está fundada en el Amor [25] . Todos los trabajos pueden tener la misma calidad sobrenatural: no hay tareas grandes o pequeñas; todas son grandes, si se hacen por amor. Las que se tienen como tareas grandes se empequeñecen, cuando se pierde el sentido cristiano de la vida [26] .
Si falta la caridad, el trabajo pierde su valor ante Dios, por brillante que resulte ante los hombres. Aunque conociera todos los misterios y toda la ciencia,... si no tengo caridad, nada soy [27] , escribe san Pablo. Lo que importa es el empeño para hacer a lo divino las cosas humanas, grandes o pequeñas, porque por el Amor todas adquieren una nueva dimensión [28] .
Santa Marta: “No se puede caminar en una vida cristiana sin el Espíritu Santo”
“Compañero en el camino”
ABRIL 30, 2019 13:16 REDACCIÓN PAPA Y SANTA SEDE
(ZENIT- 30 abril 2019).- “No se puede caminar en una vida cristiana sin el Espíritu Santo”, ha señalado el Papa Francisco, y ha añadido que pidamos al Señor la gracia de entender dicho mensaje, pues, “Nuestro compañero en el camino es el Espíritu Santo”.
Estas palabras las ha pronunciado hoy, 30 de abril de 2019, el Santo Padre durante la homilía en la capilla de la Casa de Santa Marta, según reporta Vatican News.
El Papa ha recordado también que solo podemos renacer de “nuestra existencia pecaminosa” con la fuerza de Dios, motivo por el cual “el Señor nos envió el Espíritu”, ya que no podemos hacerlo solos.
Renacer desde arriba
La homilía de Santa Marta sobre el Evangelio de hoy (Jn 3, 7-15), ha girado en torno a la respuesta de Jesús a Nicodemo. Jesús habla de “renacer desde arriba” y el Papa Francisco ha relacionado el mensaje de la Pascua con estas palabras del Evangelio según san Juan.
La Resurrección del Señor presenta como mensaje “este don del Espíritu Santo”, señala el Papa y remite a la primera aparición de Jesús a los apóstoles en el Domingo de Resurrección en la que este les dice: “Recibid el Espíritu Santo”. Para el Santo Padre, el Espíritu es la fuerza, sin ella no podemos hacer nada: el Espíritu “nos hace resucitar de nuestros límites, de nuestros muertos, porque tenemos tantas, tantas necrosis en nuestra vida, en nuestra alma”. Por tanto, es preciso hacerle sitio en nuestra existencia.
Espíritu Santo protagonista
Además, el Papa subrayó que una vida cristiana que no reserva espacio para el Espíritu Santo ni se deja guiar por Él “es una vida pagana, disfrazada de cristiana. El Espíritu es el protagonista de la vida cristiana, el Espíritu -el Espíritu Santo- que está con nosotros, nos acompaña, nos transforma, nos vence”.
El Obispo de Roma ha pedido a Dios que nos haga conscientes “de que no podemos ser cristianos sin caminar con el Espíritu Santo, sin actuar con el Espíritu Santo, sin dejar que el Espíritu Santo sea el protagonista de nuestras vidas”.
Oración de san Juan XXIII a san José Obrero para pedir protección en el trabajo
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Reza hoy, Día Mundial del Trabajo Con esta oración de san Juan XXIII dedicada a san José Obrero, nos dirigimos al patrono de los trabajadores, para que cuide y acompañe nuestro trabajo de cada día, y también nos dirigimos a él para pedir por todos lo que no tienen un trabajo. No solo pedimos intercesión para que el trabajo nos proporcione nuestro sustento diario, sino también para dignificar nuestras vidas y que sea fuente de mérito para la vida eterna.
San José, guardián de Jesús y casto esposo de María,
tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber,
tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos.
Protege bondadosamente a los que recurren confiadamente a ti.
Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas.
Se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges.
Tu también conociste pruebas, cansancio y trabajos.
Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida,
tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría por el íntimo trato que goza con el Hijo de Dios,
el cual te fue confiado a ti a la vez que a María, su tierna Madre.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro trabajo,
a saber descubrir a Jesús junto a nosotros a acogerlo con la gracia
y custodiarlo con fidelidad como tu lo hiciste.
Obtiene que en nuestra familia todo sea santificado
en la caridad, en la paciencia, en la justicia y en la búsqueda del bien.
Amén. (San Juan XXIII)
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles, 1 de mayo de 2019
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre la penúltima invocación de la oración del padrenuestro que dice: «No nos dejes caer en la tentación». Esta petición se encuentra en el centro del drama entre nuestra libertad y las insidias del maligno. Es una frase difícil de traducir en las lenguas modernas, pero está claro que Dios no es el que nos tienta, como si Él fuera el que busca hacernos caer en el momento de la prueba. De hecho, Jesús nos revela que Dios se pone junto a nosotros en la lucha contra el mal y, por eso, nos enseña a pedirle que nos ayude a evitarlo y a superarlo.
También Jesús vivió momentos de prueba y tentación, pero supo vencerlos; se impuso al demonio durante las tentaciones en el desierto, y cuando experimentó la desolación más absoluta en el huerto de Getsemaní, dio testimonio de que confiaba en su Padre Dios. En aquel instante previo a su Pasión, cuando sentía un gran abandono, pidió a sus discípulos que velasen y orasen con Él, pero ellos no fueron capaces de hacerlo. Sin embargo, cuando nosotros somos probados y tentados por el maligno, Él vela y está junto a nosotros. De este modo, sabemos que no estamos solos en el momento de la prueba y la dificultad, sino que estamos recorriendo, junto a Jesús, el camino que Él bendijo con su presencia salvadora.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica, en modo particular a los sacerdotes de la Diócesis de Cartagena, acompañados por su obispo, Mons. José Manuel Lorca Planes. Pidamos al Señor que aleje de nosotros todo tipo de tentación y que sepamos percibir su presencia a nuestro lado en todo momento de nuestra vida. Dios siempre nos acompaña y hace más ligero el peso de nuestra cruz. Que el Señor los bendiga.