Haced esto en memoria mía
- 10 Mayo 2019
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5 Tips para ser buenas mamás y no sólo biológicas, sino también espirituales
Ser mamá es la vocación más hermosa y difícil qué hay.
Para ser mamá hay que tener la ternura de una caricia y a la vez la fortaleza de un roble. Para ser mamá hay que saber escuchar y también aconsejar cuando se necesita. Para ser mamá se necesita estar siempre disponible pero no estorbar a nuestros hijos.
Y digo que es una vocación porque es el llamado más hermoso que nos ha hecho Dios a las mujeres. Y no me refiero solo a la maternidad biológica, sino también a la maternidad espiritual, que al final de cuentas también es maternidad.
Es importante que nos demos cuenta que las mamá también debemos ser las mamás espirituales de nuestros hijos y que por lo mismo debemos acercarlos a Dios y procurar que lleven una vida espiritual fuerte y muy alineada a la voluntad de Dios.
Por eso hoy quiero compartir mis 5 Tips para ser buenas mamás y no sólo biológicas, sino también espirituales.
PRIMERO. Mantén una buena comunicación con tus hijos.
La comunicación es la vía más directa para establecer una conexión con nuestros hijos.
Si ellos saben que pueden acercarse a nosotras para platicar sus asuntos, establecemos un vínculo que difícilmente se puede romper.
Y no se trata de generar una codependencia sin de establecer una sana complicidad que genere una gran seguridad en nuestros hijos y los haga tener una autoestima adecuada.
Si logramos establecer una buena comunicación tendremos grandes oportunidades de orientar y guiar a nuestros hijos tanto en el plano humano como en el plano espiritual, que comúnmente se queda en el olvido.
SEGUNDO. Con ellos en las buenas y en las malas.
Es importante que nuestros hijos sepan que estamos ahí para ellos y para ayudarles en todo, sin estorbarles pero siempre listas para auxiliarles.
Que sepan que nuestro apoyo lo tienen en todo momento, pero esto no significa que apoyemos todo lo que hacen.
Es importante corregirles con amor y sobre todo que sepan que estamos atentas a sus asientos y a sus errores para darles un poco de guía y dirección.
Pero debemos estar atentas a no suplir lo que ellos mismos deben hacer, siempre de acuerdo a la edad de cada uno.
TERCERO. Ora por ellos.
Nosotras las mamás estamos siempre al pendiente de lo que necesitan nuestros y también en el plano espiritual.
Para apoyarles espiritualmente es necesario que seamos mamás orantes, que dediquemos nuestros días y nuestras oraciones por los hijos.
Quien ora intercede por la persona que ofrece la oración, es decir, ruega a Dios que le conceda las gracias que necesita cada uno y le ofrece su acompañamiento espiritual.
Precisamente eso es lo debemos hacer, estar al pendiente e interceder por nuestros hijos para que alcancen un crecimiento espiritual.
En muchas ocasiones esto es más importante que todo lo demás, porque del bienestar espiritual se deriva el bienestar físico.
CUARTO. Ofrece todo tu día por tus hijos.
Y si queremos dar un paso más en esto de interceder por nuestros hijos, una buena forma es ofreciendo todas nuestras acciones del día por ellos.
Es como una forma de hacer en lugar de ellos, es decir, que Dios tome en cuenta nuestras acciones supliendo lo que ellos no han podido hacer.
A Dios le gusta mucho que le ofrezcamos nuestras acciones porque gana dos veces, es decir, primero gana porque nosotros buscamos hacer Su Voluntad y después gana porque hacemos como una alcancía para nuestros hijos y por lo mismo los acercamos a El.
Y QUINTO. No hay edad para dejar de ser mamá.
Esto de la vida espiritual es muy impactante porque no es como la vida biológica.
En lo biológico nuestros hijos crecen y poco a poco se hacen autónomos y pueden hacer sus cosas por sí mismos, pero en la vida espiritual nunca dejan de tener la necesidad de que les acompañemos con nuestras oraciones y oblaciones. Si por alguna razón hemos dejado de orar por nuestros hijos, es el momento de volver a hacerlo y que hagamos conciencia de que además de ser mamás biológicas, debemos ser mamás espirituales de nuestros hijos.
La religiosa: Virgen, Esposa y Madre
Algunas reflexiones sobre la maternidad de las Almas Consagradas
Durante los festejos del 10 de mayo del año pasado participé de una misa ofrecida en acción de gracias por las madres. Al terminar la Misa, el sacristán se puso a la puerta de la Iglesia y fue entregando a cada mamá una rosa por cada hijo que ella tenía.
Si la mamá tenía un hijo, le daba una rosa, si tenía tres hijos, le daba tres rosas, si tenía cinco, le daba cinco rosas... Cuando salí yo, me preguntó sobre cuantos hijos yo tenía. Le expliqué que no tenía hijos pues soy consagrada, e inmediatamente me respondió que entonces debería de darme todas las rosas que tenía y que ni siquiera con ellas podría cubrir una por cada uno de mis hijos...
Pensé entonces en aquellas almas que me han sido encomendadas y en la maternidad espiritual que he tenido por cada una de ellas. Regresé entonces a casa reflexionando y festejando también en ese día la verdad de mi propia maternidad espiritual...
“Toda mujer está llamada a ser madre. Hay quienes lo son en el aspecto físico y hay quienes lo son en el aspecto meramente espiritual, pero toda mujer lleva en sí misma la esencia de la maternidad”.
De acuerdo a esta afirmación de Pío XII, que festejar a la madre es festejar a la mujer, a toda mujer.
En su exhortación apostólica sobre la vida consagrada, Juan Pablo II hace referencia a la maternidad consagrada al mencionar en el número 57 que:
“Las mujeres consagradas están llamadas a ser una manera muy especial, y a través de su dedicación vivida con plenitud y con alegría, un signo de la ternura de Dios hacia el género humano y un testimonio singular del misterio de la Iglesia, la cuál es VIRGEN, ESPOSA Y MADRE...”
Las mujeres consagradas, abrazando libre y alegremente nuestra castidad velamos por, y testimoniamos, la pureza del amor (virgen). Al unirnos esponsalmente a la fuente del amor, que es también el Amor mismo (esposa), damos vida al amor en este mundo (madre), es decir, las mujeres consagradas ejercemos nuestra maternidad también dando a luz a la vida (espiritual) a muchas almas.
Hay muchos casos de mujeres consagradas en la historia de la Iglesia que han sabido sondear el misterio de su maternidad y han logrado analizar su acción en las almas a ellas encomendadas, velando, cuidando, protegiendo, formando, alimentando a sus hijos espirituales. Ejemplos claros de ellas son Teresa de Jesús, Catalina de Siena, Teresita de Lisieux, entre otras.
El caso más claro de esta maternidad consagrada lo tenemos en María, madre de Dios y madre nuestra. Ella, modelo de mujer consagrada plena, también en su maternidad, dando a luz a los hombres a la vida de fe, de esperanza, de caridad. Ha velado, protegido, formado, guiado a cada uno de sus hijos. Su misión de Madre la ha llevado acabo con profundidad y con mucha alegría. Ella dio a luz a Jesucristo, Carne de su carne. Ella también nos ha dado a luz a nosotros, que no nacimos directamente de su carne. Ella, sin embargo, es Madre de todos, la mejor de las madres. Su maternidad viene implícita en su identidad femenina.
Su vocación se realiza plenamente en su maternidad también. Ella es MUJER, su identidad de mujer consagrada también implica que sea Madre de muchas almas, y en su caso de todas las almas.
Concluyamos agradeciendo a Dios el don maravilloso de nuestra maternidad consagrada, y sigamos dando la vida para dar a luz a muchos también a la vida de fe, a la vida de esperanza y a la vida en el Amor.
¡MUCHAS FELICIDADES EN ESTE DÍA DE LAS MADRES!
Juan de Ávila, Santo
Memoria Litúrgica, 10 de mayo
Doctor de la Iglesia
Patrono del clero secular español
Martirologio Romano: Memoria de san Juan de Ávila, presbítero, que falleció en Montilla, lugar de Andalucía, en España; había recorrido toda la región de la Bética predicando a Cristo, y después, habiendo sido acusado injustamente de herejía, fue recluido en la cárcel, donde escribió la parte más importante de su doctrina espiritual.(† 1569)
Fecha de beatificación: 4 de abril de 1894 por el Papa León XIII.
Fecha de canonización: 1 de junio de 1970 por el Papa Pablo VI
Breve Biografía
Nacido en Almodóvar del Campo, Ciudad Real (España), el 6 de enero de 1499 ó 1500. El año 1513 fue a estudiar leyes a Salamanca. Regresó a casa después de cuatro años y, aconsejado por un franciscano, estudió filosofía y teología. Al poco tiempo murieron sus padres. Fue ordenado sacerdote el año 1526. A su primera misa asistieron doce pobres que comieron a su mesa. El padre Juan de Ávila repartió sus bienes a los pobres y se entregó a la oración y a la enseñanza del catecismo.
El año 1535, llamado por el obispo, marchó a Córdoba donde conoció a fray Luis de Granada. Allí organizó predicaciones por los pueblos obteniendo muchas conversiones de personas importantes. Dedicó también mucho tiempo al clero para quien fundó centros de estudios como los colegios de San Pelagio y de la Asunción. Al año siguiente, se desplazó a Granada a donde fue llamado para ayudar al arzobispo Gaspar de Ávalos en la fundación de la universidad. En esa ciudad tuvo lugar la conversión de san Juan de Dios, quien después de haber escuchado la predicación del padre Juan de Ávila decidió dedicar su vida a los pobres, enfermos y menesterosos.
El grupo sacerdotal de Juan de Ávila se formó en Granada hacia el año 1537. Los sacerdotes operarios, que se dedicaban a la predicación, vivían en comunidad, bajo la obediencia del maestro Ávila. Él les aconsejaba robustecer su vida interior: recibir frecuentemente la confesión y comunión, hacer dos horas de oración de mañana y tarde, y estudiar el Nuevo Testamento.
Juan acudió a Baeza (Jaén) en 1539, donde ayudó en la fundación de la Universidad, quizá su fundación más célebre. En todas las ciudades por donde pasaba, Juan de Ávila procuraba dejar la fundación de algún colegio o centro de estudios para sacerdotes: tres colegios mayores o universidades y once colegios.
Desde 1551 comenzó a sentirse enfermo. Las molestias de su enfermedad le obligaron a residir en Montilla hasta su muerte. Su retiro le dio la posibilidad de escribir con calma sus cartas y preparar mejor sus sermones y tratados. Las cartas de Juan de Ávila llegaban a todo rincón de España e incluso de Roma. De todas partes le pedían consejo obispos, personas de gobierno, sacerdotes y seminaristas, discípulos, conversos, personas humildes, enfermos, religiosos y religiosas. Estuvo relacionado con grandes santos del siglo de oro español: Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Jesús. Esta última le dio a examinar el libro de su vida.
Una de las virtudes principales del padre Juan de Ávila fue su gran amor a la Eucaristía. Ya enfermo, quiso ir a celebrar misa a una ermita, pero por el camino se sintió imposibilitado. Entonces, el Señor se le apareció, en figura de peregrino, y le animó a llegar hasta la meta. En una de las últimas ocasiones en que celebró la misa le habló el crucifijo: “Perdonados te son tus pecados”.
Murió el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila, se puso a llorar. Cuando le preguntaron por qué lloraba, respondió: “Lloro porque la Iglesia de Dios pierde pierde a una gran columna”. Fue beatificado el 4 de abril de 1894 por el papa León XIII. Pío XII lo declaró Patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946, y el papa Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970.
El 7 de octubre de 2012 su nombre fue agregado a la lista de Doctores de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI.
Algo muy encantador deberás haber tenido para que Dios te haya concedido semejante privilegio.
Este es un gran día en el que contemplamos un misterio, el de una mujer frágil, pequeña y pobre, que eres tú, que es toda mujer a la que se le ha dado el participar como protagonista en la obra de la creación de un nuevo ser, imagen y reflejo del mismo Dios. ¿Quién te ha constituido madre? ¿De qué privilegio gozas que has sido hecha singularísima cooperadora de la vida humana? ¿Qué dignísima nobleza oculta tu cuerpo y tu alma, que toda tu persona se ha transformado en un abrazo cálido a la vida desde el primer instante de su aparición? ¿Qué habrá visto Dios en ti, para que te haya dado esa gracia de ser mamá? Algo muy encantador deberás haber tenido para que Dios te haya concedido semejante privilegio. Algo muy noble y puro debe esconderse en las entrañas de tu ser, para que el Señor haya tenido el “atrevimiento” de confiarte esta misión de cocrear con Él.
¡No sé dónde está el inicio de este misterio incomprensible! Pensaré tal vez que, porque eres tan tierna y delicada, Dios te concedió el ser madre; que porque tu corazón rebosa pureza y amor, por eso puedes ser revestida de ese título glorioso; que porque eres todo paciencia, dulzura y perdón, has sido escogida para anidar a un nuevo ser en tus entrañas; que porque no se halló una capacidad de abnegación y sufrimiento como la tuya en ninguna parte, por eso te asoció el Dios Creador a su obra, porque eso eres, socia de Dios en la creación de tu hijo. En efecto, de qué otra manera se explica este misterio. Porque eres virtuosa, noble, prudente, fiel, detallista, porque sabes donarte sin límites, sin medida, sin esperar nada a cambio, con generoso silencio, con purísimo amor, por eso dijo Dios: ¡ésta es la que yo estaba necesitando!, ¡ésta es la escogida!, ¡sólo ésta puede ser madre!
¿O acaso será de otra manera? ¿O no es verdad que todo hijo tiene derecho a ser recibido en este mundo en un recinto sagrado lleno de ilimitado amor y ese recinto eres tú? ¿No es cierto, que aquél que Dios quiso que existiera necesita el alimento de un corazón así de grande y de maravilloso, y no menos? El Amor con A mayúscula, no se equivoca.
Él sabe a quién escoge para llevar adelante su plan. Su gracia para tarea tan inmensa está garantizada. A ti te corresponde meditar como María Santísima, dentro de tu corazón, las cosas grandes que Él ha hecho en ti cuando te hizo madre y corresponder con la donación plena y perfecta.
Que eres madre, es un hecho, es una realidad. Que ser madre es un don maravilloso, inmerecido, extraordinario, es también una verdad indiscutible. Entonces la conclusión es que ser madre te obliga. Dios ha querido hacerse íntimo de ti, mujer, por medio del hijo que llevaste en tus entrañas y eso exige de ti una respuesta. Ya no puedes echarte para atrás, el don se ha derramado sobre ti de una manera absoluta, total, avasalladora.
No puedes cerrar los ojos, no puedes hacerte la loca quitándole importancia a lo sagrado de tu maternidad, no puedes desentenderte de la responsabilidad que implica ser madre, no puedes hacer trivial lo que es santo, no puedes, no debes ser indiferente frente a todo esto. Por eso, todos los días, una buena madre, sorprendida y confundida por tan gran regalo, debería entregarse a la labor de purificar su corazón, de limpiar su mente, de renovarse por dentro para hacerse digna del don que, por anticipado, Dios ya le entregó. Una mujer que tomara conciencia de lo que el Señor ha hecho con ella, al permitirle ser madre, debería matar dentro de sí toda semilla de mal, de rencor, de crítica, de calumnia, de malos pensamientos y deseos, de vanidad y de orgullo, porque todo eso desdice de su vocación de madre, porque ser madre es dar vida y todo eso trae la muerte no sólo para ella, sino también para su propio hijo y para la sociedad entera, porque ser madre es acoger, comprender y perdonar y esas malas semillas dentro del corazón separan, rompen y condenan; porque hablar de una mamá es hablar de ternura, de cariño que nada conviene con la palabra agria y desconsiderada que, con demasiada frecuencia, sale de nuestra boca; y porque ser madre es tener aguante, es no decaer, es soportar sin límites, lo cual está peleado a muerte con un corazón que sólo se ocupa de sí mismo en mil vanidades. No traiciones lo que ya eres. No ensucies la vocación que sin mérito propio se te dio. No destruyas el tesoro hermoso de tu corazón maternal.
El mundo de hoy ha dado culto a la belleza del cuerpo y con eso nos ha querido seducir, pero lo que el mundo necesita son mujeres que destaquen por la hermosura de su alma. No es lo más importante el cuerpo que porta la nueva vida, sino el corazón que la embellece y la santifica. El cordón umbilical se cortó a la hora de dar a luz, pero continuó fortaleciéndose el “cordón cordial”, aquél de trascendental importancia, que ha seguido alimentando el corazón del hijo y que jamás podrá nadie rasgar. Mujer sé lo que tienes que ser. No dejes que nada ni nadie te engañe con sofismas que te alejen de tu grandísima dignidad de madre.
Que María Santísima, la Madre del Amor Hermoso, la Madre purísima, te acompañe siempre en esta santa misión de ser madre y te alcance del fruto de sus entrañas, de su Hijo amadísimo Jesús, la gracia de seguir siendo, hasta el día de tu muerte portadora de amor y de vida.
Aprender del ejemplo de San Pablo para ser dóciles al Señor
Propone Papa Francisco durante la Misa celebrada este viernes 10 de mayo en la Casa Santa Marta
Durante la Misa celebrada este viernes 10 de mayo en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco destacó “la gracia de la docilidad a la voz del Señor y el corazón abierto” del apóstol San Pablo.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó en un pasaje de los hechos de los apóstoles para resaltar algunas características del apóstol de los gentiles, como la coherencia.
San Pablo era “un hombre fuerte y enamorado de la ley, de Dios, de la pureza de la ley”, era “honesto” y era “coherente”, dijo.
“En primer lugar, era coherente porque era un hombre abierto a Dios. Si él perseguía a los cristianos era porque estaba convencido de que Dios quería eso”, explicó el Pontífice quien agregó que San Pablo tenía “un corazón abierto a la voz del Señor”.
En esta línea, el Papa resaltó que el apóstol estaba “abierto a las sugerencias de Dios” y una vez que escuchó la voz del Señor se dejó conducir.
“Apertura a la voz de Dios y docilidad. Es un ejemplo para nuestra vida”, señaló el Santo Padre quien recordó que en la Misa estaba presente un grupo de monjas del Cottolengo quienes festejaban 50 años de vida religiosa, por lo que subrayó la importancia del “perseverar” que es una “señal para la Iglesia”.
“Quisiera agradecer hoy, a ustedes, tantos hombres y mujeres valientes, que arriesgan la vida, que van adelante, también que buscan nuevos caminos en la vida de la Iglesia. ¡Buscan nuevos caminos!”, expresó el Papa.
Por ello, Francisco aseguró que buscar nuevos caminos “nos hará bien a todos”. “Siempre que sean los caminos del Señor. Pero ir hacia adelante: adelante en la profundidad de la oración, en la profundidad de la docilidad, del corazón abierto a la voz de Dios, y así se hacen los verdaderos cambios en la Iglesia, con personas que saben cómo luchar en lo pequeño y lo grande”, afirmó.
De este modo, el Santo Padre explicó que el cristiano “debe tener este carisma de lo pequeño y de lo grande” por lo que animó a invocar la intercesión de San Pablo para pedir “la gracia de la docilidad a la voz del Señor y del corazón abierto al Señor, la gracia de no asustarnos por las cosas grandes, de ir hacia adelante, mientras que tengamos la delicadeza de cuidar cosas pequeñas”, concluyó.
Lectura comentada por el Papa Francisco:
Hechos de los apóstoles 9:1-20
1 Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. 3 Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, 4 cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» 5 El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 6 Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.» 7 Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. 9 Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber. 10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.» 11 Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración 12 y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.» 13 Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén 14 y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.» 15 El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. 16 Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.» 17 Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» 18 Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. 19 Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco, 20 y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios.
El rezo del rosario, oración que alegra el corazón de la Santísima Virgen.
Doña Paquita y Doña Soledad vivían en la misma vecindad. Doña Paquita siempre criticaba a Doña Soledad porque rezaba todos los días el rosario. "¡Qué tontería! ¡Qué perdida de tiempo! ¡Cincuenta veces lo mismo!" Aunque Doña Soledad conocía el tamaño de la lengua de Doña Paquita no decía nada.
Por fin un día Doña Paquita se acercó entusiasta a Doña Soledad.
"¡Señora Soledad, no me va a creer!"
"¿Qué?"
"¡Mi hijo ya sabe decir mamá! ¡Me lo ha dicho como treinta o cuarenta veces por lo menos!"
"¡Ah... entonces debe estar usted cansada y aburrida de oír lo mismo tantas veces!"
"¡Claro que no! ¿Pero Doña Soledad, cómo se le ocurre semejante disparate!"
Desde aquel día Doña Paquita comprendió por qué Doña Soledad rezaba todos los días el rosario. Pues claro, Doña Soledad repetía cincuenta veces las palabras que más gustan a Nuestra Madre del Cielo.
Como el niño que apenas sabe balbucear arranca una sonrisa del corazón de la madre cuando dice "mamá", así nosotros con el Ave María alegramos a nuestra Madre. El niño dice "mamá", estira sus tiernos brazos y la madre sin dilación lo coge entre los suyos. Así María. El niño fija los ojos en los de su madre y ella lo acerca a su rostro hasta rozar con la nariz la ternura de su piel. Así María nos acerca a su rostro y roza con su belleza nuestra alma.
Como la mamá estrecha al niño entre sus brazos, lo oprime contra su pecho, porque lo ama, así María, apenas escucha el susurro de nuestra oración, corre, nos abraza, nos acerca hasta su pecho porque nos ama.
¿De que sirve el amor de una madre? No es moneda de cambio, no produce, no consigues nada con él, tampoco con el de María. El amor de una madre da seguridad, orienta tu vida; también el amor de María.
El niño dice mamá, espera la respuesta y siempre la halla. María responde cuando elevamos los ojos del alma y esperamos su respuesta. La madre goza cuando el niño le sonríe y susurra al oído "Te quiero" ¿Acaso María no? La madre ve crecer con santo orgullo a su hijo ¿Acaso María no? La madre ha engendrado con dolores ¿Acaso María no?
Una madre no se cansa de amar, de abrazar, de besar a sus hijos. Tampoco María. Una Madre derrama lágrimas de dolor cuando percibe, aún de lejos, que sus hijos andan tomando decisiones erróneas que los alejan de Dios. ¿Acaso María no? No hay peor dolor para María que el constatar que sus hijos viven distanciados de Dios. Ella les espera pacientemente e intercede día y noche por ellos hasta que como ovejitas descarriadas vuelven al redil en hombros de su Pastor. ¿Y si se olvidan de ella? Ciertamente sufre pero como buena Madre sabe perdonar el olvido.
El corazón de María ama por encima de cualquier olvido. Ama aunque el hijo duerma, cubre su cuerpecito, y acaricia la frente del hijo perdido en sueños.
Así nos ama María. ¿Por qué no repetir una y cien veces su Ave María? Para que así surja una sonrisa en su corazón, nos abrace, acaricie y cubra nuestra alma del frío mientras dormimos.