“Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza”

Evangelio según San Lucas 21,12-19. 

Jesús dijo a sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. 
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»

San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago y mártir 

Carta a los confesores de la fe, 6, 1-2 (trad. breviario, común de los varios mártires)

“Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza”

Os exhorto a que perseveréis con constancia y fortaleza en la confesión de la gloria del cielo; […] continuad por vuestra fortaleza espiritual hasta recibir la corona, teniendo como protector y guía al mismo Señor que dijo: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). […] ¡Feliz cárcel, que traslada al cielo a los hombres de Dios! […]

Que ahora ninguna otra cosa ocupe vuestro corazón y vuestro espíritu sino los preceptos divinos y los mandamientos celestes, con los que el Espíritu Santo siempre os animaba a soportar los sufrimientos del martirio. Nadie se preocupe ahora de la muerte sino de la inmortalidad, ni del sufrimiento temporal sino de la gloria eterna, ya que está escrito: “Mucho le place al Señor la muerte de sus fieles” (Sal. 115,15 Vulgata).

[…] Y también, cuando la sagrada Escritura habla de los tormentos que consagran a los mártires de Dios […], afirma: “La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad. […] Gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente” (Sabiduría 3,4.8). Por tanto, si pensáis que habéis de juzgar y reinar con Cristo Jesús, necesariamente debéis de regocijaros y superar las pruebas de la hora presente en vista del gozo de los bienes futuros. […]

El mismo Señor ha sido en sí mismo el ejemplar para Lodos ellos, enseñando que ninguno puede llegar a su reino sino aquellos que sigan su mismo camino: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna” (Jn 12,25). […]

También el apóstol Pablo nos dice que todos los que deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en todo: “Somos hijos de Dios —dice—y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados” (Rm 8,16s).

26 de noviembre 2014 Miércoles XXXIV Ap 15, 1-4

Hoy tenemos una nueva forma de presentar el juicio final con la imagen de los «siete ángeles con las siete plagas finales, que son los últimos castigos de Dios». Estas plagas nos recuerdan las plagas de Egipto que liberar al pueblo de la opresión del Faraón.

 Entonces se cantaba un cántico que celebraba la liberación. Ahora, como antes, tenemos un nuevo cántico que el texto de hoy nos dice que «es el cántico de Moisés y del Cordero» y que la Iglesia nos invita a cantar cuando rogamos a la liturgia de las horas. ¿Eres consciente de que Dios te llama para liberarte? Como se lo agradeces? Señor, has revelado tu ayuda y todos queremos contemplar tu acción salvadora.

San Leonardo Puerto

San Leonardo de Porto Maurizio, religioso presbítero

En Roma, en el convento de San Buenaventura, san Leonardo de Porto Maurizio, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, desbordante de celo por las personas, empleó casi toda su vida en la predicación, en la publicación de libros de piedad y en dar más de trescientas misiones en la Urbe, en la isla de Córcega y por toda Italia septentrional.

LeoLLeonardo nació en Porto Maurizio, en la Riviera italiana, en 1676. En el bautismo recibió el nombre de Pablo Jerónimo. Su padre, Domingo Casanova, era un excelente cristiano que trabajaba en la marina. Cuando su hijo mayor cumplió trece años, Domingo le confió al cuidado de su acaudalado tío Agustín, que vivía en Roma. Este envió al joven al Colegio Romano de los jesuitas. Pablo se sintió pronto llamado a la vida religiosa y decidió ingresar en la orden de San Francisco.

Pero su tío, que quería que fuese médico, se opuso a ello y acabó por echarle de su casa.

Pablo se refugió con otro pariente suyo, Leonardo Ponzetti, y allí permaneció hasta que su padre le otorgó el permiso de hacerse fraile. A los veintiún años, tomó el hábito de San Francisco en el noviciado de Ponticelli y adoptó el nombre de Leonardo como muestra de agradecimiento a Ponzetti. Después de terminar sus estudios en el Colegio de San Buenaventura del Palatino, recibió allí mismo la ordenación sacerdotal en 1703. Dicho convento era la principal casa de Ia «Riformella» (retoño de la rama de los «Riformati» franciscanos). San Leonardo supo combinar durante toda su vida el trabajo misional con la más estricta observancia monástica, y largos períodos de soledad. Según decía él mismo, «la predicación hacía que viviese para Dios y la soledad hacía que viviese en Dios».

En 1709, san Leonardo y otros frailes, encabezados por el P. Pío, fuero en enviados a tomar posesión del monasterio de San Francisco Monte, en Florencia, que el gran duque Cosme I de Médicis había regalado a la «Riformella». La comunidad se sujetó a las normas de San Francisco en toda su austeridad; por ejemplo, no aceptaba renta ninguna del gran duque, ni recibían estipendio alguno por la misa y predicación, contentándose con las limosnas que los frailes pedían de puerta en puerta. El convento se pobló rápidamente y se convirtió en un gran centro religioso del que Leonardo y sus hermanos salían a predicar por toda Toscana, con gran fruto. Un párroco de Pistoia escribió al guardián del convento: «Bendita sea la hora en que se me ocurrió pedir al P. Leonardo.

Sólo Dios sabe el bien que ha hecho aquí.

Su predicación llega al fondo de todos los corazones ... Todos los confesores de la región han tenido mucho trabajo». San Leonardo fue nombrado guardián de San Francisco del Monte, y estableció en las montañas cercanas la ermita de Santa María del Encuentro para que cada uno de los religiosos pudiese retirarse a ella dos veces al año. A propósito de eso decía: «Vamos a hacer el noviciado para el paraíso. He predicado muchas misiones a otros y ahora voy a predicar una al hermano Leonardo». En la ermita impuso el santo la estricta clausura. Los monjes que se retiraban a ella debían guardar silencio casi constantemente; sólo podían comer pan, verduras y frutos; estaban obligados a tomar diariamente una disciplina; debían consagrar nueve horas al oficio divino y otros ejercicios espirituales y el resto del tiempo al trabajo manual.

San Leonardo trabajó muchos años en Toscana, aunque con frecuencia se le invitaba a predicar en otras partes. La primera vez que fue a predicar en Roma, se entretuvo tanto tiempo en la Ciudad Eterna, que el duque de Médicis le envió un navío por el Tíber para que volviese a Toscana. Al cabo de seis años de misionar en los alrededores de Roma, el santo fue nombrado guardián de San Buenaventura en 1736, a los sesenta años de edad. En una ocasión, dio una misión de tres semanas en Civita Vecchia. En ella predicó especialmente a los soldados, a los marineros, a los presos y a los esclavos de las galeras. Hizo también «una visita a un capitán que se empeñó en que fuese a su navío. Allí encontramos a tres o cuatro de los que habían asistido a los sermones, y parecían dispuestos a abandonar sus errores. Los pobrecillos habían quedado más conmovidos por lo que habían visto y oído, pues apenas entendían el idioma. Lo que demuestra que la gracia es realmente la que mueve los corazones». Un año más tarde, san Leonardo dejó de ser superior. Fue entonces a predicar en Umbría, Génova y las Marcas. Las gentes acudían en tal cantidad que, con frecuencia, tenía que predicar fuera de las iglesias. A fin de llamar la atención de los pecadores empedernidos y de los que no se interesaban por la misión, el santo se disciplinaba en público algunas veces. Pero subre todo recurría al Viacrucis, y a él se debe en grao parte la popularidad de esa devoción. Con frecuencia la imponía como penitencia, y la predicaba continuamente.

En todas sus misiones ponía las estaciones del Viacrucis. Según se dice, las erigió en 571 poblaciones de Italia. Solía también difundir la exposición del Santísimo Sacramento y la devoción al Sagrado Corazón y a la Inmaculada Concepción de María. Como se sabe, esas devociones estaban entonces mucho menos popularizadas que en la actualidad. San Leonardo se esforzó particularmente por conseguir la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.

Él fue el primero que sugirió la idea de sondear la opinión de los cristianos sobre ese punto, sin reunir un concilio ecuménico, como se hizo un siglo más tarde.

Benedicto XIV profesaba gran respeto al santo. En 1744, de concierto con la República de Génova, a la que pertenecía la isla de Córcega, el Pontífice envió allá a san Leonardo a restablecer la paz y el orden. El pueblo no le recibió bien, pues le tomó por un agente del «dogo», disfrazado de misionero.

Evidentemente, la misión de san Leonardo tenía algo de político, ya que los desórdenes de Córcega habían sido provocados en gran parte por el descontento contra el dominio genovés. La situación política, el temperamento turbulento de los corsos (que acudían a los sermones de san Leonardo con las armas en la mano), y la configuración montañosa del país, hicieron de esa misión la más difícil de cuantas tuvo que predicar san Leonardo. Éste escribió muchas cartas desde Córcega. En una de ellas decía: «En cada parroquia encontramos pleitos de lo más terribles; pero generalmente acabamos por restablecer la paz y la calma. Sin embargo, en tanto que la justicia no sea suficientemente fuerte para desarraigar las 'vendettas', el bien que hagamos será sólo transitorio ... Durante estos tres años de guerra, el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a los sacramentos.

Muchos de ellos ni siquiera cumplen con la Pascua y, lo que es aún peor, nadie les llama la atención por ello. En la primera oportunidad que tenga de ver a los obispos, les diré lo que pienso ... Pero, aunque el trabajo es muy duro, la cosecha es abundante ...»

La fatiga, las intrigas y la constante vigilancia sobre sí mismo, acabaron con la salud del santo, que tenía ya sesenta y seis años. Al cabo de seis meses estaba ya tan enfermo, que hubo que enviar un barco de Génova para que volviese al continente. Su diagnóstico sobre el estado de Córcega había sido correcto, pues el Papa le escribió poco después: «La situación en Córcega está peor que nunca, de suerte que no conviene que volváis». Al mismo tiempo que predicaba en las iglesias, san Leonardo solía dar retiros a religiosas y laicos. Así lo hizo sobre todo en Roma durante los meses de preparación para el año jubilar de 1750. En ese año, san Leonardo vio realizarse una de sus más caras ambiciones, ya que Benedicto XIV le permitió erigir las estaciones del Viacrucis en el Coliseo. Con tal ocasión, predicó a una numerosa y ferviente multitud un sermón que se conserva todavía. Por entonces escribió: «Me estoy haciendo viejo. Mi voz tenía la misma potencia que hace dos años, pero me cansé mucho. De todas maneras consuela ver que el Coliseo ha dejado de ser un sitio de atracción para convertirse en un verdadero santuario ...» En la primavera del año siguiente, san Leonardo partió de Roma para predicar en Lucca y otros sitios. El Papa le ordenó que no hiciese el viaje a pie, sino en coche. El santo había sido un enérgico misionero durante cuarenta y tres años, y sus fuerzas empezaban a decaer. Por eso, y debido a la hostilidad e indiferencia que encontraba en ciertas ciudades, sus últimas misiones fueron relativamente poco fructuosas. A principios de noviembre, san Leonardo se dirigió al sur y entonces comprendió que su carrera había terminado. El coche en que iba se descompuso, de suerte que tuvo que hacer a pie una parte del viaje. Los franciscanos de Espoleto trataron de detenerle cuando pasó por allí, pero no lo consiguieron. El 26 de noviembre llegó a Roma y tuvo que meterse en cama en el convento de San Buenaventura. Poco antes de recibir los últimos sacramentos, escribió al Papa que había cumplido su promesa de ir a morir a Roma. A las 9, llegó Mons. Belmonte del Vaticano con un mensaje muy afectuoso del Pontífice. El santo murió antes de media noche. A pesar de su increíble actividad, san Leonardo encontró tiempo, en los intervalos de soledad y contemplación que él apreciaba tanto, para escribir numerosas cartas, sermones y tratados devotos. La obra titulada «Resoluciones», que trata de los medios de alcanzar la perfección, no sólo vale por sí misma, sino también por lo que nos revela sobre el santo. El cardenal Enrique de York, hijo de la reina Clementina, de la que san Leonardo había sido director espiritual, promovió su causa de beatificación, que tuvo lugar en 1796. Fue canonizado en 1867.

La colección publicada en Roma, en 1853-1854, estaba muy lejos de ser completa. En 1872 fueron publicadas ochenta y seis de las cartas del santo a su penitente Elena Colonna, con el título de Soavitá di spirito di S. Leonardo. Los PP. Inocenti (1925 y 1929) y Ciro Ortolani da Pesaro (1927) publicaron otras cartas. Muchos artículos del Archivum Franciscanum Historicum han enriquecido nuestros conocimientos sobre san Leonardo. Hay un buen artículo del P. M. Bihl en Catholic Encyclopedia. fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Oremos: Señor, tú que diste a San Leonardo la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Persecución de los discípulos

Lucas 21, 12-19. Tiempo Ordinario. Ser discípulos de Jesús no es un camino fácil, pero Él va delante de nosotros.

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 12-19

«Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio.

Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Oración introductoria
Espíritu Santo, Dulce huésped de mi alma, Tú eres mi Consolador, el que me asiste, el que me ilumina y guía. Gracias por este día y por este momento de oración, oportunidad para crecer en gracia y santidad.

Ayúdame a ponerte en el centro de mi vida y de mi actividad, de mis pensamientos y deseos.

Petición
Señor, dame la gracia para afrontar las dificultades derivadas de vivir auténticamente mi fe.

Meditación del Papa Francisco
Para conocer los signos verdaderos, para conocer el camino que debo tomar en este momento, es necesario el don del discernimiento y la oración para hacerlo bien. En cambio, para ver el tiempo, del cual solo el Señor es dueño, Jesucristo, nosotros no podemos tener ninguna virtud humana. La virtud necesaria para ver el tiempo debe ser dada, regalada por el Señor: ¡es la esperanza! Oración y discernimiento para el instante; esperanza para el tiempo. Y así el cristiano se mueve en este camino, momento tras momento, con la oración y el discernimiento, pero deja tiempo a la esperanza”:

El cristiano sabe esperar al Señor en cada instante, pero espera en el Señor hasta el fin de los tiempos. Hombre y mujer de instante y de tiempo: de oración y discernimiento, y de esperanza.

Que el Señor nos dé la gracia para caminar con la sabiduría, que también es uno de sus dones: la sabiduría que en el instante nos lleve a rezar y a discernir. Y en el tiempo, que es el mensajero de Dios, nos haga vivir con esperanza.  (Cf. S.S. Francisco, 26 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).

Reflexión
Jesús nos muestra cómo el ser discípulos suyos, no es un camino fácil ni agradable. No nos equivoquemos, nuestra recompensa no es en la tierra sino en el cielo. Y todo por causa de la Verdad, del Evangelio. Sólo necesitamos mirar a tantos y tantos hermanos que ya han pasado por lo que Cristo nos anunció:encarcelamientos, persecuciones e incluso la muerte.

Y precisamente en nuestro caso, situaciones no muy lejanas en el tiempo han bañado nuestro pueblo con la sangre de los mártires. "Seréis odiados por todos a causa de mi nombre" dice el Señor. Odio, traición, soledad... estos y otros más, son los recursos que el maligno utiliza ante el triunfo que ya nos ha alcanzado el Señor. Es así de sencillo, y debemos confiar en Cristo y estar preparados pues "a fuerza de constancia poseeremos nuestras vidas". Sólo el Señor puede darnos la gracia de mantenernos firmes en la fe ante las contrariedades de la vida, por eso nosotros debemos estar preparados para recibirlas, sobrenaturalizarlas y mediatizarlas como una escalera hacia el cielo, escalera que se identifica con la Cruz.

En primer lugar, hay que esperar todo de Dios, saber que la fuerza viene de Él, confiar ciegamente en Él, y desconfiar de nosotros y de "nuestras" capacidades, pues son dones recibidos. ¡Pobre aquel que espera vivir sin dificultades, imprevistos, sin dolor, sin sufrimiento...! ¡Aún no hemos alcanzado el cielo! ¡seguimos desterrados! En segundo lugar, permitirle a Dios, pues nuestra libertad nos juega a menudo malas pasadas, que derrame su gracia sobre nosotros. Él está siempre esperando nuestra respuesta afirmativa, "sí quiero, Señor". Esta declaración debe estar secundada en el amor y la responsabilidad por adquirir e imitar las virtudes del Corazón de Cristo. Sólo Jesús puede ser el agua que sacie nuestra sed, el bálsamo que cure nuestras heridas espirituales, el vino que embriague nuestro amor. Sólo Él puede revestirnos de "un lenguaje y sabiduría que no podrán contradecir ninguno de nuestros adversario".

Que ante cada dificultad en el camino, veamos las huellas del Maestro que va por delante y que como buen Maestro, ya ha experimentado en su persona todo lo que tengamos que padecer nosotros. "Confiad, Yo he vencido al mundo".

Propósito
Participar, sin ningún temor, en mi apostolado, poniendo todo en manos de Dios.

Diálogo con Cristo 
Señor, seguir tu Evangelio, ser un discípulo y misionero de tu amor, es oponerse a lo que el mundo ofrece y que la mayoría considera como auténtica felicidad. Necesito hacer un sincero esfuerzo por adquirir aquellas virtudes que me permitan vivir auténticamente mi fe: la pureza, la fidelidad, la humildad, la sinceridad y la autenticidad. Te pido, por intercesión de María, la sabiduría y la fuerza que necesito para serte fiel.

Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera
¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar ?


Los hombres de todos los tiempos se han preguntado una y otra vez por la felicidad, aunque tal vez nunca comprendieran qué es realmente eso de la felicidad. Y se han dedicado siempre a buscarla por todos los conductos y todos los medios. Han elaborado teorías tan variopintas que entre unas y otras se dan profundas contradicciones. Y, siempre al final, se tiene la impresión de que no se acaba de acertar: ni la vida fácil, ni el estudio de la filosofía, ni el dinero, ni la fama, ni el progreso, ni muchas otras cosas son capaces de llenar el corazón infinito del hombre. Por ello, es que muchos seres humanos al vuelto los ojos hacia la figura de Cristo y le han preguntado si él puede de veras llenar el corazón humano de paz y de gozo. Hoy se lo queremos preguntar nosotros.

¿Eres tú, Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera? Todos sabemos por la historia que Jesús era un hombre excepcional, pero eso no basta para llenar el corazón humano. Juan Bautista envió a Cristo una legación para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,3). Éste es el interrogante que siempre se plantea el ser humano. Cristo responde afirmativamente a la pregunta de Juan Bautista, explayándose sobre sus propias obras que constituyen la prueba ineludible de los tiempos mesiánicos. Él, por tanto, afirma que es lo que el hombre de antaño, de hoy, y de mañana ha esperado, espera y esperará.

¿Tú, Cristo, puedes llenar siempre el corazón humano, infinito por su propia capacidad? Jesús no sólo fue un hombre perfecto, sino que era por antonomasia Dios Perfecto. En su condición de Dios, Jesús puede garantizarnos a los seres humanos su capacidad infinita en el tiempo y en la eternidad de llenar el corazón humano.

¿Quién en esta vida nos puede asegurar que nos querrá siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá certificar que nos agradará siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá vender la mentira de que siempre nos llenará de satisfacción? Todo, y todo lo que no sea Dios, es caduco, no podrá nunca asegurarnos un estado de felicidad infinita. Basta ver cómo se derrumban las esperanzas que tantos seres humanos han construido esperándolo todo de ellas. Sólo Cristo permanece.

Finalmente, ¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar con ese Evangelio en donde sólo los pobres, los mansos, los misericordiosos, los perseguidos van a ser felices? Y Cristo nos asegura que sí, que Él es capaz de llenar nuestras vidas con todo esto que el mundo desprecia y rechaza, porque los bienaventurados del mundo moderno son los poderosos, los dominadores, los ricos, los vengativos, los iracundos, los reconocidos, los que ríen. Es tremendo ver cómo se puede concebir de forma tan distinta la felicidad, pero ya la historia va dando de sobra la razón al Evangelio. Porque del Evangelio han salido los hombres felices, en paz, llenos de ilusión y esperanza. De las teorías del mundo moderno han salido las depresiones, las ansiedades, las angustias, la tristeza.

En conclusión, aceptemos a Cristo con ilusión, como la esperanza que se coloca por encima de cualquier otra esperanza, como la promesa que hace realidad lo más apetecido por el ser humano, como la certeza de un futuro lleno de sentido y de gozo. Cristo, Hijo de Dios, Perfecto Dios y Perfecto Hombre es la medida del corazón humano.

El Papa Francisco, en la audiencia de hoy

El Papa espera que su viaje a Turquía "brinde frutos de paz, diálogo sincero y concordia"
"La Iglesia no es una realidad estática, sino que camina continuamente en la historia hacia la meta"
"Esto es el 'Paraíso', que no es un lugar sino un 'estado', donde nuestras esperanzas serán colmadas"
La distinción ya no es entre quien está muerto o quien no lo está, sino entre quien está con Cristo y quien no está con Cristo; éste es el elemento fundamental y decisivo para nuestra felicidad

(RV).- Tras su breve pero intenso viaje apostólico a Estrasburgo del día anterior, el Papa Francisco celebró el último miércoles de noviembre su tradicional audiencia general en la Plaza de San Pedro, ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países, deseosos de escuchar su catequesis y de recibir su bendición apostólica.

En su catequesis el Santo Padre se refirió a la Iglesia que peregrina hacia el Reino,explicando que, como afirma el Concilio Vaticano II, la Iglesia no es una realidad estática, sino que camina continuamente en la historia hacia la meta última y maravillosa que es el Reino de los Cielos.

El Papa dijo que en este camino es hermoso percibir la comunión entre la Iglesia celestial, que nos sostiene con su intercesión, y nosotros, que en la Eucaristía estamos invitados a ofrecer oraciones por las almas que se encuentran a la espera de la felicidad eterna.

También afirmó que aunque ignoramos el tiempo en el que llegará el fin de todo lo creado, sabemos por la Revelación que Dios nos prepara una nueva tierra, donde habitará la justicia y la felicidad saciará de manera sobreabundante los deseos del corazón del hombre, lo que constituye el "Paraíso", que no es un lugar sino un "estado", en el que nuestras esperanzas serán verdaderamente colmadas, en una nueva creación, con plenitud de ser, verdad y belleza, libre de todo mal y de la misma muerte.

Al saludo a los peregrinos de lengua española el Obispo de Roma los invitó a pedir a la Virgen María, nuestra Madre del cielo, que nos acompañe siempre y nos ayude a ser, como ella, signo gozoso de esperanza para nuestros hermanos.

Mientras hablando en italiano, el Papa Francisco recordó que pasado mañana viajará a Turquía, para realizar un nuevo viaje apostólico, razón por la cual invitó a todos a rezar para que esta visita de Pedro a su hermano Andrés produzca frutos de paz, diálogo sincero entre las religiones y concordia en la nación turca.
                      
Francisco invitó a todos a la oración, en la audiencia que precede el VI Viaje Apostólico de su Pontificado, que le llevará a Estambul y en el que el 30 de noviembre, celebrará en El Fanar, con el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, la fiesta de San Andrés, Patrono de la Iglesia de Constantinopla y hermano del Apóstol Pedro: «Como saben, desde el próximo viernes hasta el domingo, iré a Turquía en Viaje Apostólico. Invito a todos a rezar para que esta visita de Pedro al hermano Andrés brinde frutos de paz, diálogo sincero entre las religiones y concordia en la nación turca».

El Obispo de Roma deseó a los peregrinos de tantas partes del mundo que su visita a las Tumbas de los Apóstoles impulse en todos un renovado compromiso en favor de la paz, con Dios y con los hermanos y con la creación. En sus cordiales palabras y saludos a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, el Papa recordó asimismo que el próximo Domingo comienza el Tiempo litúrgico del Adviento. Que la espera del Salvador llene su corazón de alegría, deseó a los queridos jóvenes. A los queridos enfermos los alentó a perseverar adorando al Señor que viene también en la prueba. Y a los queridos recién casados los invitó a aprender a amar siguiendo el ejemplo de Jesús, que por amor se hizo hombre por nuestra salvación.

Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro idioma:

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la Iglesia que peregrina hacia el Reino. Bueno el Reino ya está dentro de nosotros. Vamos caminando hacia el encuentro con Dios, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que es la plenitud del Reino.

Como bien afirma el Concilio Vaticano II, la Iglesia no es una realidad estática, sino que camina continuamente en la historia hacia la meta última y maravillosa que es el Reino de los Cielos, del cual la Iglesia es en la tierra su semilla y su inicio. En este camino, es hermoso percibir la comunión entre la Iglesia del cielo, que nos sostiene con su intercesión, y nosotros, que en la Eucaristía estamos invitados a ofrecer oraciones por las almas que se encuentran a la espera de la felicidad eterna. Desde la perspectiva cristiana, la distinción ya no es entre quien está muerto o quien no lo está, sino entre quien está con Cristo y quien no está con Cristo; éste es el elemento fundamental y decisivo para nuestra felicidad. Aunque no sabemos el tiempo en el que llegará el fin de todo lo creado, sabemos por la Revelación que Dios nos prepara una nueva tierra, donde habitará la justicia y la felicidad saciará de manera sobreabundante los deseos del corazón del hombre. Esto es el "Paraíso", que no es un lugar sino un "estado", donde nuestras esperanzas serán verdaderamente colmadas, en una nueva creación, con plenitud de ser, verdad y belleza, libre de todo mal y de la misma muerte.Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, así como a los venidos de otros países latinoamericanos.

Conscientes del don maravilloso de pertenecer a la Iglesia, pidamos a la Virgen María, nuestra Madre del cielo, que nos acompañe siempre y nos ayude a ser, como ella, signo gozoso de esperanza para nuestros hermanos. Muchas gracias.

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