Sé el pastor de mis ovejas

Roberto de Newminster, Santo

Abad, 7 de junio

Martirologio Romano: En Newminster, en el territorio de Northumberland, Inglaterra, san Roberto, abad de la Orden Cisterciense, el cual, amante de la pobreza y de la vida de oración, junto con doce monjes instauró este cenobio, que a su vez fue origen de otras tres comunidades de monjes. ( 1157)

Breve Biografía

Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.

Estudió en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby, desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del monasterio cisterciense de Fountains.

Alrededor de 1138, encabezó la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth (Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y Sawley (1148).

La vida de Capgrave nos dice que sus propios monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48) para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al santo inglés con el máximo de los cistercienses.

Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.

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Fuente: «Vidas de los santos», Alban Butler

Gargrave, localidad del distrito de Craven, en Yorkshire, fue el lugar de nacimiento de san Roberto. Tras de haber recibido las órdenes sacerdotales, fue rector en Gargrave durante un tiempo y después tomó el hábito de los benedictinos en Whitby. Algo más tarde, obtuvo el permiso de su abad para unirse a otros monjes de la abadía de Saint Mary, en York, quienes se habían agrupado, autorizados por el arzobispo Thurston, y en los terrenos que le habían sido cedidos, con el propósito de dar nueva vida a la estricta regla benedictina. Ahí, en la mitad del invierno, en condiciones de extrema pobreza, sobre el desnudo suelo del valle de Skeldale, fundaron los monjes un monasterio que, más tarde, llegaría a ser famoso como Fountains Abbey (Abadía de las Fuentes), nombre que se le dio en relación con unos manantiales que había en las proximidades. Por su expreso deseo, los monjes estaban afiliados a la reforma del Cister, y Fountains se convirtió, con el tiempo, en una de las casas más fervientes de la orden. El espíritu de la santa alegría imperaba sobre una vida de ejercicios de devoción, alternados con los duros trabajos manuales. En un sitio prominente entre los monjes se hallaba san Roberto, en razón de su santidad, su austeridad y la dulzura inmutable de su carácter. «En sus modales era extremadamente modesto -dice la Crónica de Fountains-, lleno de gentileza cuando estaba en compañía, misericordioso en los juicios y ejemplar en la santidad y sabiduría de sus conversaciones».

Ralph de Merly, el señor de la región de Morpeth, visitó la abadía en 1138, cinco años después de su fundación, y quedó tan hondamente impresionado por la virtud de los hermanos, que decidió construir un monasterio para el Cister en sus propiedades.

Para habitar en la nueva casa, conocida con el nombre de abadía de Newminster, lord Morpeth sacó de Fountains a doce monjes y, para gobernarlos, se nombró abad a san Roberto. El santo conservó el puesto hasta su muerte. A fuerza de trabajo constante, logró que la abadía floreciese de manera tan extraordinaria, que, para 1143, pudo fundar una segunda casa en Pipewell, en Northamptonshire y, más tarde, otras dos en Sawley y en Roche.

Como hombre entregado a la meditación y a la plegaria que era, escribió un comentario sobre los Salmos que, desgraciadamente, no ha sobrevivido. Se le habían otorgado dones sobrenaturales y tenía poder sobre los malos espíritus. Hay una anécdota que ilustra el espíritu de mortificación de que estaba dotado. Se sometía a ayunos tan rigurosos durante la Cuaresma, que, en una ocasión, al llegar la Pascua, ya había perdido enteramente el apetito. «¡Ay, padre mío! ¿Por qué no queréis comer?», le preguntó entristecido el hermano encargado del refectorio. «Creo que me comería un panecillo de avena con mantequilla», repuso el abad. En cuanto le trajeron lo que había pedido, no se atrevió a locarlo, por considerar que, si lo hacía, era como ceder a la gula y, a fin de cuentas, ordenó que se diera el panecillo a los pobres. En la puerta del convento recibió el pan un joven y hermoso peregrino, quien inmediatamente desapareció, con todo y el plato. Cuando el hermano tornero trataba de dar explicaciones plausibles sobre la desaparición del recipiente, el mismo plato quedó de pronto sobre la mesa, frente al abad. Todo el mundo afirmó que el hermoso peregrino que se comió el panecillo era un ángel.

Afirman las crónicas que, en su juventud, san Roberto estudió en París, y registran un segundo viaje suyo al continente, cuando fue blanco de algunas críticas por parte de sus monjes, en relación con ciertos informes falsos sobre mala administración de su abadía, y decidió ir a visitar a san Bernardo para ponerle en claro las cosas. Pero éste, que evidentemente conocía a fondo a san Roberto, resolvió que no había necesidad de desmentir las necias acusaciones ni de defenderse contra los cargos. La mencionada visita debe haber tenido lugar en 1147 o 1148, puesto que por entonces y antes de regresar a Inglaterra, se entrevistó san Roberto con el Papa Eugenio III. El abad de Newminster visitaba a menudo al ermitaño san Godrico, por quien sentía particular afecto. La noche en que san Roberto murió, san Godrico vio ascender su alma al cielo como una bola de fuego. La fecha era el 7 de junio de 1159. La fiesta de san Roberto se conmemora en la diócesis de Hexham.

¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí?

Santo Evangelio según San Juan 21, 15-19. Viernes VII de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por permitir que pueda estar aquí y dialogar contigo. Te necesito, Señor. Ayúdame a amarte cada día más.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19

En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Qué sentirías si hubieras abandonado a tu mejor amigo cuando más te necesitaba? Pensar esto nos ayuda a entender a san Pedro en el Evangelio de hoy. Él quería mucho a Jesús, incluso lo defendió con la espada en el huerto de Getsemaní (Jn 18,10). Pero los hombres somos débiles: Pedro tuvo miedo y abandonó a Jesús en su pasión y muerte. ¡Qué culpable y miserable se sentiría el pobre Pedro en los días siguientes!

Después de resucitar, Jesús se aparece a sus discípulos, Pedro incluido. Luego les hace una pesca milagrosa y hasta los invita a desayunar (Jn 21, 1-14). ¿Qué pensaría Pedro cuando estaba desayunando pescado asado frente a Jesús? Tal vez ni le habló ni lo miró a los ojos. Es entonces cuando sucede lo que leemos hoy en el Evangelio: después de desayunar, le preguntó Jesús a Simón Pedro...

Tal vez tú también tienes alguna situación de la que no te atreves a hablar con Jesús. Es normal, es más, es bueno que nos duela haber ofendido a alguien que murió por nosotros. Pero Jesús no quiere que nos quedemos hundidos en nuestra vergüenza. Él quiere decirte, en silencio, que Él vino a morir precisamente para que ese pecado, esa situación, ya no te pesara más en el alma. Para que tengas vida, y la tengas en abundancia (Jn 10,10). Pon todo en sus manos, y deja que Él te alimente con su Palabra, con su perdón en la confesión y su cuerpo en la Eucaristía, con la luz del sol y el abrazo de un buen amigo... Jesús, Tú que aceptaste el amor imperfecto pero sincero de san Pedro, acepta también el mío y ayúdame a aceptar el tuyo. Jesús, confío en Ti.

«De alguna manera, podemos decir que todos hemos sido llamados a la vida de fe, hemos sido elegidos por Dios, pero también por el pueblo, para servirlo fielmente, y en este servicio, quizás, hayamos cometido errores, algunos más pequeños, otros más grandes. El Señor Jesús, sin embargo, siempre perdona los errores del que se arrepiente y siempre renueva su confianza, pidiéndonos, a nosotros en particular, una total dedicación a la causa de su pueblo. Queridos hermanos y hermanas, la mirada de Jesús se posa también, aquí y ahora, en cada uno de nosotros. Es muy importante cruzarse con ella en nuestro interior preguntándonos: ¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿A qué me llama? ¿Qué quiere perdonarme el Señor y qué me pide que cambie en mi actitud? ¿Cuál es mi misión y la tarea que Dios me confía para el bien de su pueblo?»

(Discurso de S.S. Francisco, 11 de abril de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Jesús, confío en tí, o al menos quiero confiar y creer que eres bueno, me amas, que no hay situación que tú, Dios omnipotente, mi amigo, puedas resolver. Aumenta mi

confianza. María, enséñame a confiar en Dios como tú, en horas felices y al pie de la cruz. Haz que, como tú, yo me deje amar por Jesús.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a Jesús Eucaristía y le pediré que me perdone por las veces que he rechazado su amor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¿Cómo dejar que Cristo sane mis heridas en la oración?

La oración es una cita con el Médico de nuestras almas, nuestro Creador y Redentor.

La oración es una cita con el Médico de nuestras almas, nuestro Creador y Redentor. El conoce y guarda nuestras entradas y salidas (Salmo 120), nuestra historia, nuestras heridas, nuestras miserias y también nuestros deseos de sanar, de vivir y caminar en su presencia (Salmo 144)

Al hacer silencio en la oración, acallo mis heridas, mi dolor, mis "por qués", mis frustraciones y fijo mi mirada en el Divino doctor. Dejo así que sea Él quien me pregunte por mis heridas, cicatrices, mi historia.

Me sorprenderé si le dejo hablar. Él las conoce mejor que yo. Él estuvo y está presente, a mi lado, me ha cargado y me cargará para que no sufra tanto el peso de estas heridas. Es más, Él ha experimentado primero estas heridas en su propia carne y por ellas, hemos sido curados (Isaías 53,5)

Descubro que Él no está tan lejos, no estuvo tan lejos. Que necesito que Él me cuente mi historia, como lo hizo con los discípulos de Emaús (Lucas 24). Pedirle que camine conmigo, que se quede en mi casa, en mi corazón. Que parta su pan en mi presencia, que coma con Él la Eucaristía y que así yo pueda vivir y alimentarme de sus heridas y de su Pasión.

Jesús sana heridas

Era necesario que Jesús viniese a mi alma en la oración para que sanase mis heridas con sus manos taladradas por los clavos, con su mirada penetrante, dulce, suave y serena; con su voz firme y acogedora; con su presencia paciente y luminosa.

"Cuéntame tú Señor mi historia, la historia de mi vida, de mis heridas. Sáname Señor, porque Tú eres mi luz y mi salvación y ninguna herida ni nadie me podrá hacer temblar (Salmo 26)

Toma mis heridas, Señor, son tuyas; y déjame que las tuyas sean mías. Escóndeme en las mías y yo me esconderé en las tuyas. Mira tú mi vida, redímela y sánala; mire yo la tuya y acójala con amor y esperanza.

Que mi soledad y dolor sean ahora sanados por tu protección y amor. Amigo fiel que nunca fallas, Doctor de mi alma, Médico de mis llagas y de mis heridas.

Me dan miedo y me avergüenzan mis heridas. Pero tus heridas fueron tu
gloria y el triunfo que presentaste a tu Padre. Por mis heridas seré victorioso si te las presento a ti para que las cures y las conviertas en señal de amor y victoria. Con esta señal llegaré al cielo y me presentaré con confianza ante tu Padre, que es también mi Padre"


¿Cómo hacer una revisión médica espiritual frente a Cristo?

Acto de fe: "creo que Señor que eres el Divino doctor, Hijo de Dios, encarnado por amor a mí. Vienes a sanarme con tus heridas"

Acto de confianza: "confío en ti Señor porque tus promesas son eternas y quieres mi bien. Enséñame a conocer mi bien abriéndote mi alma y mis heridas"

Acto de amor: "te amo Señor porque me has amado tú primero. Te amo Señor porque me lo has demostrado con tu amor, con tus heridas que siguen abiertas para que yo me esconda en ellas"

Acto de entrega: "te entrego mi historia, mi pasado, mi presente y mi futuro. Con mi historia te entrego los capítulos tristes y los alegres. Mis heridas, confusiones, dolores, ofensas, traiciones, infidelidades, indiferencias, pecados, pérdidas, abusos, rencores, todo. Las que he sufrido y las que he hecho yo sufrir a mis hermanos. Con mi presente te entrego mis cruces diarias, mis amores, mis dolores. Con mi futuro te entrego lo que soy y puedo ser, mis anhelos, mis sueños y mis penas futuras".

Acto de "despojo": despojarse de toda vestidura, protección, careta. Desnudar el alma ante Dios, presentarle mis heridas como son, donde están. No hay nada oculto para Dios. "Así soy Señor, así he sufrido, están son mis heridas, tú las conoces, aquí te las presento con cierto temblor pero a la vez confianza. Es mi vida, mi historia, mi identidad. No lo puedo cambiar, pero sí puedo dejar que me sanes".

Acto de humildad: "entra Señor en mis heridas, me duele abrírtelas, me humilla volver a ellas, pero sé que hasta que no sean tuyas, no sanarán. Tuyas son, habítalas; tuyas son, sánalas".

Para la oración

¿Cuáles son mis heridas? Identificarlas en la oración, repasando la propia vida junto a Cristo, entrando en nuestro corazón.

¿He perdonado a Dios? ¿Me he perdonado a mí mismo? ¿Me falta perdonar a alguien?

¿He pedido perdón a Dios?

¿Dónde me puede dar Dios cita, dónde puedo encontrarle para que me sane? ¿Cómo va mi oración? ¿Mi cercanía a la Eucaristía? ¿Con qué frecuencia me confieso?

¿Estoy abierto desde la fe al milagro que experimentaron tantos hombres y mujeres en el Evangelio? ¿Sé realmente "qué es lo que quiero que Jesús haga en mi corazón?

"Gracias Señor por entrar en mis heridas, por estar siempre presente, por ayudarme a curarlas, a cicatrizarlas. Quiero que esta marca que quede sea un recuerdo de tu amor, un compromiso de mi decisión de vivir confiando en ti.

Escóndeme en esa divina herida que no sanará, que no cicatrizará. Esa herida que siempre está abierta para que podamos escondernos en tu corazón y así entendamos cuánto nos amas y cómo quieres sanarnos. En ti Señor confié, nunca quedaré defraudado"


Cultivar las vocaciones no significa buscar nuevos socios

Papa Francisco dirige palabras de aliento e indicaciones concretas para trabajar con los jóvenes de la pastoral vocacional en Europa

“El trabajo por las vocaciones, no debe ser, no es proselitismo”: son las palabras del Papa a los participantes en el Congreso de los Centros nacionales para las vocaciones de las Iglesias de Europa, recibidos en audiencia este mediodía en la Sala del Consistorio. Entregando el discurso preparado, Francisco comienza a hablar espontáneamente de lo que le viene del corazón y asegura que el trabajo por las vocaciones  “no es encontrar nuevos socios para este club” sino que “debe moverse en la línea de crecimiento indicado claramente por Benedicto XVI”: “el crecimiento de la Iglesia es por atracción, no por proselitismo”. 

El diálogo con el Señor

Con respecto a las “vocaciones” el Pontífice se detiene en la “capacidad de las personas que ayudan” a encontrarlas, y dice:

“Ayudar a un joven o a una joven a elegir la vocación de su vida, ya sea como laico, laica, sacerdote, religiosa, es ayudar a que encuentre el diálogo con el Señor, que aprenda a preguntarle al Señor: ¿Qué quieres de mí?”. Porque - precisa el Papa – la vocación “no es una convicción intelectual”; “la elección de una vocación debe venir del diálogo con el Señor, cualquiera que sea la vocación. El Señor me inspira a avanzar en la vida de esta manera, a lo largo de este camino. Y esto significa un buen trabajo para ustedes: ayudar al diálogo”.

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Paciencia, escucha y movimiento

A continuación, Francisco habla de las “actitudes” necesarias para trabajar con los jóvenes en busca de su vocación. Un trabajo que requiere tanta “paciencia”, afirma, “tanta capacidad de escucha, porque a veces los jóvenes se repiten…”. Además, señala el Papa Bergoglio, es necesario “rejuvenecerse, es decir, ponerse en movimiento con ellos”, para “ayudarlos a encontrar la vocación en su vida”. Esto cansa – constata Francisco - pero “¡es necesario cansarse!”

El desafío es “comunicar con los jóvenes”

Finalmente, el Papa se refiere al lenguaje de los jóvenes. “A veces – dice – nosotros hablamos a los jóvenes como estamos acostumbrados a hablar a los adultos. Para ellos tantas veces nuestro lenguaje es ‘esperanto’, no entienden nada”.

El desafío que señala el Pontífice es “entender el lenguaje de los jóvenes, un lenguaje pobre de comunión” – asegura - “porque ellos saben tanto de contactos, pero no comunican”. Es necesario “comunicar con los jóvenes, la comunicación, la comunión”. El Santo Padre habla de la necesidad de “enseñarles que está bien la informática, tener algún contacto, pero que esto no es el lenguaje: es un lenguaje ‘gaseoso’. El verdadero lenguaje es comunicar, hablar. Y éste es un trabajo de filigrana, para hacer paso por paso”- asegura.

Entender a los jóvenes y acompañarlos

“A nosotros – prosigue el Papa – nos corresponde entender qué significa para un joven vivir siempre ‘en conexión’.  A dónde ha ido a parar la capacidad de recogerse en sí mismo:, “esto es un trabajo para los jóvenes”.

“No es fácil”, constata el Papa, “pero no se puede ir con preconceptos o imposiciones puramente doctrinales, en el buen sentido de la palabra: ‘tú debes hacer esto’. No. Es necesario acompañar, guiar, y ayudar para que el encuentro con el Señor les haga ver cuál es el camino en la vida".

“No pierdan la esperanza y sigan adelante con alegría”, es el aliento de Francisco en la conclusión, antes de invitar a los presentes a rezar juntos el Regina Coeli, para luego bendecirlos.

Sagrado Corazón de Jesús

Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre

Explicación de la fiesta

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida.

Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.

La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.

Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.

Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.).
Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.

Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.

Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.

Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.
Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:

Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:

Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.

Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.

Sugerencias para vivir la fiesta:

Poner una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, algún pensamiento y la oración para la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.

Hacer una oración en la que todos pidamos por tener un corazón como el de Cristo.

Leer en el Evangelio pasajes en los que se podamos observar la actitud de Jesús como fruto de su Corazón.
Consulta también

El Sagrado Corazón de Jesús, una devoción permanente y actual.
Un corazón Traspasado  

¿Qué rezar en un velorio?

La oración también es un medio para dar consuelo a los que quedan

En los velorios hemos de preocuparnos de actuar con sentido común y, quienes tenemos fe en Dios, también con sentido sobrenatural.

Cuando se habla de sentido común nos referimos a que debemos ser prudentes con los dolientes. La prudencia invita a dar consuelo de palabra y de obra. Y más que las palabras lo más importante es transmitir compañía en algo que todos conocen pero que resulta difícil asumir y describir. Un corazón cuando está de luto tiene que ser ungido con el aceite de la caridad. En definitiva, hemos de procurar transmitir la empatía que nos permite sufrir con ellos.

El sentido sobrenatural se refiere a que quienes tenemos fe, sabemos que Dios escucha las oraciones por los difuntos. En este sentido, los cristianos están llamado a la esperanza y por esto la acción más apropiada en relación con los que mueren es la oración, en estos casos de manera especial la oración que va desde el momento de la muerte hasta el entierro.

La oración también es un medio para dar consuelo a los que quedan y, de paso, ofrecer un verdadero acompañamiento.

El día anterior, antes de la misa exequial, qué oportuno resulta rezar ya sea en la casa del difunto o en la sala de velación.

Y aunque probablemente la falta de práctica en la oración pudiera, por ejemplo, hacer pensar a alguien “¿pero qué oración conviene rezar?”, la respuesta es sencilla: las oraciones que se sepan, con máxima libertad. Cualquier oración, incluso las oraciones espontáneas tienen valor para Dios.

En estas circunstancias, aparte de la participación activa como miembros del pueblo de Dios, las personas más experimentadas en la oración o más conocedoras de la misma, pueden desempeñar un papel importante para el correcto desarrollo de la oración comunitaria.

En ausencia del ministro ordenado, las oraciones en la casa del difunto y en el cementerio deben ser dirigidas por laicos. Alguno de los allegados al difunto también puede dirigir, en el cementerio, algunas palabras de despedida a los asistentes.

Una de las oraciones que se pueden hacer se llama responso. Un responso es una oración dialogada en sufragio por el difunto. No hay que confundir un responso con una misa por el difunto, misa que se puede celebrar antes del funeral. Todo responso es sin misa.

Otras oraciones que se pueden hacer son el Santo Rosario (intercalando alguna jaculatoria a favor de la persona difunta) y la Liturgia de las Horas (el Oficio de los Difuntos).

Ahora bien, el hecho de que se haga una vigilia de oración en casa o en la sala de velación, donde se haya preparado la capilla ardiente, no excluye, si se quiere, la posibilidad de tener también momentos en los que se pueda rendir un “homenaje” (algunas palabras de elogio, exhibición de fotos, videos,…) a la persona difunta, realizar algún canto no litúrgico en su honor y finalmente unas palabras de agradecimiento a las personas que se han hecho presentes (cosas que hay que evitar en la iglesia).

Ambas acciones no hay que fusionarlas, sino que es mejor distanciarlas, sin importar el orden de las mismas.

A continuación presento un modelo de responso que, vista la escasez de sacerdotes, está pensado para ser dirigido por fieles laicos.

(La letra A/ significa “Animador” (el que dirigela celebración). T/ significa “Todos”. L/ significa “Lector”. R/. Respuesta. N. es para decir el nombre del difunto).

A/. Bendigamos al Señor que, por la resurrecciónde su Hijo, nos ha hecho nacer para una esperanza viva, por Cristo nuestroSeñor.

A/. Aunque el dolor por la pérdida de un ser querido llena de pena nuestros corazones, avivemos en nosotros la llama de la fe, para que la esperanza que Cristo ha hecho nacer en nosotros dirija ahora nuestra oración para encomendar a nuestro(a) hermano(a) N. en las manos delSeñor, Padre misericordioso y Dios de todo consuelo.

Señor, escucha en tu bondad nuestras súplicas ahora que imploramos tu misericordia por tu siervo(a) N., a quien has llamado de este mundo: dígnate llevarlo(a) al lugar de la luz y de la paz, para que tenga parte en la asamblea de tus santos. Por Jesucristo nuestro Señor.

L/. Lectura del libro de la Sabiduría (3, 1-6.9)

“La vida de los justos está en manos de Dios y no los tocará el tormento. La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz. La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos tenían total esperanza en la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como el oro en el crisol, los recibió como sacrificio de ofrenda. Los que confían en Él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado; porque Dios ama a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos”. Palabra de Dios.

(Se canta o se recita el salmo 129 con larespuesta que se propone). R/. : Mi alma espera en el señor, espera en su palabra.

L/. Lectura de la carta del apóstol san Pablo alos romanos (14, 7-9. 10c-12) Hermanos: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito: “Por mi vida, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, a mí me alabará toda lengua”.Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo”. Palabra de Dios.

“En aquel tiempo, cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania está como a tres kilómetros de Jerusalén; y muchos judíos habían venido a ver a Marta y a María para darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús venía en camino, salió a su encuentro mientras que María permaneció en casa. Y Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Yo sé que resucitará en la resurrección de los muertos en el último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

(Si quien preside el responso es un ministro ordenado se puede dirigir a los presentes una breve homilía. De lo contrario se guardará un momento de silencio. Luego todos hacen la Profesión de fe).

A/. Con la esperanza puesta en la resurrección y en la vida eterna que en Cristo nos ha sido prometida, profesemos ahora nuestra fe, luz de nuestra vida cristiana.

T/. Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el EspírituSanto, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

A/. Oremos, hermanos, a Cristo el Señor,esperanza de los que vivimos aún en este mundo, vida y resurrección de los quehan muerto; llenos de confianza digámosle:

R/ Tu que eres la resurrección y la vida,escúchanos.

1.- Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas, y no te acuerdes de los pecados de nuestro(a) hermano(a) N., roguemos al Señor.

2.- Señor, por el honor de tu nombre, perdónale todas sus culpas y haz que viva eternamente feliz en tu presencia, roguemos alSeñor.

3.- No rechaces a tu siervo(a) N., ni lo(la) olvides en el reino de la muerte, sino concédele gozar de tu dicha en el país de la vida.

4.- Acuérdate, Señor, de los familiares y amigos a quienes entristece esta muerte y auméntales la fe para que encuentren consuelo y paz, roguemos al Señor.

5.- Acoge en tu Reino de vida a todos nuestros seres queridos que han muerto con la esperanza de la resurrección, roguemos al Señor.

6.- Señor, sé tú el apoyo y la salvación de los que acudimos a ti: sálvanos y bendícenos porque somos tu pueblo, roguemos al Señor.

A/. El mismo señor, que lloró junto al sepulcro de Lázaro y que, en su propia agonía acudió conmovido al Padre, nos ayude a decir la oración que Él nos enseñó:

T/. Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

A/. Escucha, Señor, nuestras súplicas y ten misericordia de su siervo(a) N. para que no sufra castigo por sus pecados, pues deseó cumplir tu voluntad; y ya que la verdadera fe lo (la) unió aquí en la tierra al pueblo fiel, que tu bondad divina lo (la) una al coro de los ángeles y elegidos. Por Jesucristo nuestro Señor.

T/. Y brille para él (ella) la luz perpetua.

A/. Su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

Se puede terminar con un canto.

MUCHAS GRACIAS A CADA CORAZON POR SU  BONDAD Y GENTILEZA POR LA GRAN BONDAD DE SEÑOR POR SU MISERICORDIA. LA GRACIA DEL ESPIRITU SANTO LES LLEVE AL GOZO PLENO DE SUS DONES JUNTO AL DULCE CORAZON DE LA VIRGEN.

 

CON AMOR Y BENDICION

                                                                                                                                                             P. Roberto +

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