...El verdadero pan de los hijos de Dios
- 23 Junio 2019
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José Cafasso, Santo
Presbítero
Martirologio Romano: En Turín, en el Piamonte, Italia, san José Cafasso, presbítero, que se dedicó a la formación espiritual y cultural de los futuros clérigos, y a reconciliar con Dios a los presos encarcelados y a los condenados a muerte. († 1860)
Fecha de beatificación: 3 de mayo de 1925 por el Papa Pío XI
Fecha de canonización: 22 de junio de 1947 por el Papa Pío XII
Breve Biografía
Este humilde sacerdote fue quizás el más grande amigo y benefactor de San Juan Bosco y, de muchos seminaristas pobres más, uno de los mejores formadores de sacerdotes del siglo XIX.
Nació en 1811 en el mismo pueblo donde nació San Juan Bosco. En Castelnuovo (Italia). Una hermana suya fue la mamá del Beato José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.
Desde niño sobresalió por su gran inclinación a la piedad y a repartir ayudas a los pobres.
En el año 1827, siendo Caffaso seminarista se encontró por primera vez con Juan Bosco. Cafasso era de familia acomodada del pueblo y Bosco era de una vereda y absolutamente pobre. Don Bosco narra así su primer encuentro con el que iba a ser después su Benefactor, su defensor y el que mejor lo comprendiera cuando los demás lo despreciaran: "Yo era un niño de doce años y una víspera de grandes fiestas en mi pueblo, vi junto a la puerta del templo a un joven seminarista que por su amabilidad me pareció muy simpático. Me acerqué y le pregunté: ´¿Reverendo: no quiere ir a gozar un poco de nuestras fiestas?´.
Él con una agradable sonrisa me respondió: ´Mira, amiguito: para los que nos dedicamos al servicio de Dios, las mejores fiestas son las que se celebran en el templo´. Yo, animado por su bondadoso modo de responder le añadí: ´Sí, pero también en nuestras fiestas de plaza hay mucho que alegra y hace pasar ratos felices´. Él añadió: ´Al buen amigo de Dios lo que más feliz lo hace es el participar muy devotamente de las celebraciones religiosas del templo´. Luego me preguntó qué estudios había hecho y si ya había recibido la sagrada comunión, y si me confesaba con frecuencia. Enseguida abrieron el templo, y él antes de despedirse me dijo: ´No se te olvide que para el que quiere seguir el sacerdocio nada hay más agradable ni que más le atraiga, que aquello que sirve para darle gloria a Dios y para salvar las almas´. Y de manera muy amable se despidió de mí. Yo me quedé admirado de la bondad de este joven seminarista. Averigüé cómo se llamaba y me dijeron: ´Es José Cafasso, un muchacho tan piadoso, que ya desde muy pequeño en el pueblo lo llamaban -el santito".
Cafasso que era un excelente estudiante tuvo que pedir dispensa para que lo ordenaran de sacerdote de sólo 21 años, y en vez de irse de una vez a ejercer su sacerdocio a alguna parroquia, dispuso irse a la capital, Turín, a perfeccionarse en sus estudios.
Allá había un instituto llamado El Convictorio para los que querían hacer estudios de postgrado, y allí se matriculó. Y con tan buen resultado, que al terminar sus tres años de estudio fue nombrado profesor de ese mismo instituto, y al morir el rector fue aclamado para reemplazarlo, y estuvo de magnífico rector por doce años hasta su muerte.
San José Cafasso formó más de cien sacerdotes en Turín, y entre sus alumnos tuvo varios santos. Se propuso como modelos para imitar a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri, y sus discípulos se alegraban al contestar que su comportamiento se asemejaba grandemente al de estos dos simpáticos santos.
En aquel entonces habían llegado a Italia unas tendencias muy negativas que prohibían recibir sacramentos si la persona no era muy santa (Jansenismo) y que insistían más en la justicia de Dios que en su misericordia (rigorismo).
El Padre Cafasso, en cambio, formaba a sus sacerdotes en las doctrinas de San Alfonso que insiste mucho en la misericordia de Dios, y en las enseñanzas de San Francisco de Sales, el santo más comprensivo con los pecadores. Y además a sus alumnos sacerdotes los llevaba a visitar cárceles y barrios supremamente pobres, para despertar en ellos una gran sensibilidad hacia los pobres y desdichados.
Cuando el niño campesino Juan Bosco quiso entrar al seminario, no tenía ni un centavo para costearse los estudios. Entonces el Padre Cafasso le costeó media beca, y obtuvo que los superiores del seminario le dieran otra media beca con tal de que hiciera de sacristán, de remendón y de peluquero. Luego cuando Bosco llegó al sacerdocio, Cafasso se lo llevó a Turín y allá le costeó los tres años de postgrado en el Convictorio. El fue el que lo llevó a las cárceles a presenciar los horrores que sufren los que en su juventud no tuvieron quién los educara bien. Y cuando Don Bosco empezó a recoger muchachos abandonados en la calle, y todos lo criticaban y lo expulsaban por esto, el que siempre lo comprendió y ayudó fue este superior. Y al ver la pobreza tan terrible con la que empezaba la comunidad salesiana, el Padre Cafasso obtenía ayudas de los ricos y se las llevaba al buen Don Bosco. Por eso la Comunidad Salesiana ha considerado siempre a este santo como su amigo y protector.
En Turín, que era la capital del reino de Saboya, las cárceles estaban llenas de terribles criminales, abandonados por todos. Y allá se fue Don Cafasso a hacer apostolado. Con infinita paciencia y amabilidad se fue ganando los presos uno por uno y los hacía confesarse y empezar una vida santa. Les llevaba ropa, comida, útiles de aseo y muchas otras ayudas, y su llegada a la cárcel cada semana era una verdadera fiesta para ellos.
San José Cafasso acompañó hasta la horca a más de 68 condenados a muerte, y aunque habían sido terribles criminales, ni uno sólo murió sin confesarse y arrepentirse. Por eso lo llamaban de otras ciudades para que asistiera a los condenados a muerte. Cuando a un reo le leían la sentencia a muerte, lo primero que pedía era: "Que a mi lado esté el Padre Cafasso, cuando me lleven a ahorcar" (Un día se llevó a su discípulo Juan Bosco, pero éste al ver la horca cayó desmayado. No era capaz de soportar un espectáculo tan tremendo. Y a Cafasso le tocaba soportarlo mes por mes. Pero allí salvaba almas y convertía pecadores).
La primera cualidad que las gentes notaban en este santo era "el don de consejo". Una cualidad que el Espíritu Santo le había dado para saber aconsejar lo que más le convenía a cada uno. Por eso a su despacho llegaban continuamente obispos, comerciantes, sacerdotes, obreros, militares, y toda clase de personas necesitadas de un buen consejo. Y volvían a su casa con el alma en paz y llena de buenas ideas para santificarse. Otra gran cualidad que lo hizo muy popular fue su calma y su serenidad. Algo encorvado (desde joven) y pequeño de estatura, pero en el rostro siempre una sonrisa amable. Su voz sonora, y encantadora. De su conversación irradiaba una alegría contagiosa (que San Juan Bosco admiraba e imitaba grandemente). Todos elogiaban la tranquilidad inmutable del Padre José. La gente decía: "Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu". A sus sacerdotes les repetía: "Nuestro Señor quiere que lo imitemos en su mansedumbre".
Desde pequeñito fue devotísimo de la Sma. Virgen y a sus alumnos sacerdotes los entusiasmaba grandemente por esta devoción. Cuando hablaba de la Madre de Dios se notaba en él un entusiasmo extraordinario. Los sábados y en las fiestas de la Virgen no negaba favores a quienes se los pedían. En honor de la Madre Santísima era más generoso que nunca estos días. Por eso los que necesitaban de él alguna
limosna especial o algún favor extraordinario iban a pedírselo un sábado o en una fiesta de Nuestra Señora, con la seguridad de que en honor de la Madre de Jesús, les concedería su petición.
Un día en un sermón exclamó: "qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al cielo". Y así le sucedió: murió el sábado 23 de junio de 1860, a la edad de sólo 49 años.
Su oración fúnebre la hizo su discípulo preferido: San Juan Bosco.
El Papa Pío XII canonizó a José Cafasso en 1947, y nosotros le suplicamos a tan bondadoso protector que logremos imitarlo en su simpática santidad.
Antes de morir escribió esta estrofa: "No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen
Santo Evangelio según San Lucas 9, 18-24. Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo (C) (Segundo domingo después de Pentecostés)
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a seguirte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-24
Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.
Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucité al tercer día”.
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.
Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Quién es Cristo?
En mi segundo año del noviciado, un hermano se me acercó y me pidió ayuda para una especie de encuesta que estaba realizando, el único requisito era responder inmediatamente todas las preguntas sin pensar. El inicio fue sencillo, la repuesta era sí o no, luego fue una palabra y de repente lanzó la pregunta más importante: ¿Quién es Dios para ti? Yo respondí sin pensar y la repuesta me sorprendió mucho.
Así se debió sentir san Pedro cuando Jesús le preguntó quién era Él, porque su repuesta no fue pensada, razonada o meditada sino iluminada por Dios, basada en sus propias experiencias. La repuesta de san Pedro cambió su vida completamente; su fe lo llevó a ser el vicario de Cristo, porque no dio una repuesta lógica o racional sino una repuesta personal de quién era Cristo para él.
A todos nos toca responder esta pregunta, pero, no una sacada de un libro o una copia de otras personas, debe ser una personal, una que sea capaz, no solo de creerla, sino de vivirla. Yo respondí hace cuatro años que Dios era el amor que siempre me esperó. La repuesta puede ser algo simple: mi Señor, mi Dios, lo que sea, pero jamás puede ser impersonal. Y para ti, ¿quién es Cristo?
«Preguntémonos si somos cristianos de salón, de esos que comentan cómo van las cosas en la Iglesia y en el mundo, o si somos apóstoles en camino, que confiesan a Jesús con la vida porque lo llevan en el corazón. Quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a «arder» por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con “vivir al día” o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo. Quien confiesa a Jesús se comporta como Pedro y Pablo: lo sigue hasta el final; no hasta un cierto punto sino hasta el final, y lo sigue en su camino, no en nuestros caminos. Su camino es el camino de la vida nueva, de la alegría y de la resurrección, el camino que pasa también por la cruz y la persecución.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Encontrar la repuesta personal a la pregunta de quién es Cristo para mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Curen a las personas elevándolas como hacía Jesús
Papa a médicos católicos de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos
El sábado 22 de junio a las 12 del mediodía, el Papa Francisco recibió en la sala Regia del Vaticano a la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos, cuyos miembros han venido a Roma para consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús: una ceremonia que tuvo lugar el viernes 21.
Cuidado de los enfermos: misión de Cristo
Tras agradecer las palabras introductorias del cardenal Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Santo Padre les dirigió un discurso en el que destacó cómo las primeras comunidades cristianas presentaban a menudo al Señor Jesús como un "médico", subrayando la atención constante y compasiva que Él prestaba a los que sufrían todo tipo de enfermedades.
"Su misión era, en primer lugar, estar cerca de las personas enfermas o discapacitadas, especialmente de aquellas que por ello eran despreciadas y marginadas. De esta manera Jesús rompe el juicio de condenación que a menudo tildaba al enfermo de pecador; con esta cercanía compasiva, manifiesta el amor infinito de Dios Padre por sus hijos más necesitados", dijo Francisco argumentando que el cuidado de los enfermos, es una de las dimensiones constitutivas de la misión de Cristo; y por eso también lo es en la de la Iglesia.
Otro de los puntos fundamentales que indicó el Papa es la importancia del modo en el que se cura a las personas y para ello es importante "seguir la escuela de Jesús".
Sanar significa iniciar un viaje
Para Jesús, sanar significa acercarse a la persona, aunque a veces haya quien quiera impedirlo, como en el caso del ciego Bartimeo, en Jericó.
"Jesús lo llamó y le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? (Mc 10,51). Para Él, curar significa entrar en diálogo para hacer surgir el deseo del ser humano y el dulce poder del Amor de Dios, trabajando en su Hijo, porque sanar- afirmó el Pontífice- significa iniciar un viaje: un viaje de alivio, de consuelo, de reconciliación y de sanación".
Y en relación a este modo especial de Jesús de "curar a las personas" a través del amor sincero sin olvidar que el ser humano es unidad de espíritu, de alma y de cuerpo; Francisco hizo hincapié en que el cuidado del Hijo de Dios coincide con la "elevación de la persona" y el envío de aquel que se ha acercado y se ha curado, ya que -aseveró el Santo Padre- "hay muchos enfermos que, después de haber sido sanados por Cristo, se convierten en sus discípulos y seguidores".
Escuela de Jesús: médico y hermano de los que sufren
En este contexto, el Papa señala que Jesús se acerca, cuida, sana, reconcilia, llama y envía: "como podemos ver, acercarse a las personas oprimidas por la enfermedad y la dolencia es para Él una relación personal y rica, no mecánica y distante".
Y es en esta escuela de Jesús, "el médico y hermano de los que sufren", donde son llamados los médicos que creen en Él, miembros de su Iglesia.
"Ustedes son llamados a estar cerca de los que pasan por momentos de prueba a causa de su enfermedad", dijo Francisco recordando que no se puede curar ni ser curado sin esperanza: "en este sentido todos estamos necesitados y damos gracias a Dios que nos da esperanza, pero también estamos agradecidos a quienes trabajan en la investigación médica, la cual ha logrado grandísimos avances en los últimos cien años".
La importancia de la cercanía ante el dolor
Finalmente, el Santo Padre destacó la importancia de que el médico sea cercano con sus pacientes:
"Vuestra misión es al mismo tiempo un testimonio de humanidad, una forma privilegiada de hacer ver, de hacer sentir que Dios, nuestro Padre, cuida de cada persona, sin distinción. Por esta razón Él también quiere usar nuestro conocimiento, nuestras manos y nuestro corazón para sanar y sanar a cada ser humano, porque quiere dar vida y amor a cada uno de nosotros", concluyó Francisco alentándolos a continuar con su vocación confiando en que el Espíritu les dará el don del discernimiento para tratar las situaciones delicadas y complejas, "y para expresar las palabras correctas de la manera correcta y el silencio justo en el momento justo".
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre
Explicación de la fiesta
La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida.
Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.
La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.
Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.
Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.).
Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.
Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.
Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.
Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.
Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.
El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:
Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.
Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:
Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.
Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.
Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.
Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.
Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.
Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.
Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.
Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.
Sugerencias para vivir la fiesta:
Poner una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, algún pensamiento y la oración para la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
Hacer una oración en la que todos pidamos por tener un corazón como el de Cristo.
Leer en el Evangelio pasajes en los que se podamos observar la actitud de Jesús como fruto de su Corazón.
Ángelus 17 Marzo 2019 © Vatican Media
La Eucaristía es la síntesis de toda la existencia de Jesús, que fue un solo acto de amor al Padre y a sus hermanos
Palabras del Papa antes de la oración mariana
JUNIO 23, 2019 13:26 RAQUEL ANILLOANGELUS Y REGINA COELI
(ZENIT – 23 junio 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Santo Padre
Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en Italia y en otros países, celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi. El Evangelio nos presenta el episodio del milagro de los panes (cf. Lc 9,11-17) que tiene lugar a orillas del lago de Galilea. Jesús tiene la intención de hablar a miles de personas, llevando a cabo sanaciones. Al anochecer los discípulos se acercan al Señor y le dicen: “Despide a la gente para que vayan a descansar y buscar comida por las aldeas y los campos cercanos porque en este lugar no hay comida” (ver 12). También los discípulos estaban cansados. De hecho, estaban en un lugar aislado y la gente para comprar comida tenían que caminar ir a las aldeas.
Pero Jesús responde: “Ustedes mismos denles de comer” (v. 13). Estas palabras causan asombro a los discípulos, quizás se enojaron y le responden: “Sólo tenemos cinco panes y dos peces a menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente” (ibíd.). En cambio Jesús invita a sus discípulos a hacer una verdadera conversión desde la lógica de “cada uno para sí mismo”.
a la del compartir, comenzando por lo poco que la Providencia nos pone a nuestra disposición. Y de inmediato muestra que tiene muy claro lo que quiere hacer. Les dice: “Háganlos sentarse en grupos como de cincuenta, luego toma en sus manos los cinco panes y los dos peces, se dirige al Padre Celestial y pronuncia la oración de bendición. Entonces, comienza a partir los panes, a dividir los peces, y a dárselos a los discípulos, quienes los distribuyeron a la multitud.
Y esa comida no termina, hasta que todos están satisfechos. Este milagro – muy importante, hasta el punto de que lo cuentan todos los evangelistas – manifiesta el poder del Mesías y, al mismo tiempo, su compasión por la gente. Ese gesto prodigioso no sólo permanece como uno de los grandes signos de la vida pública de Jesús, sino que anticipa lo que será después, al final, el memorial de su sacrificio, es decir, la Eucaristía, sacramento de su Cuerpo, y de su Sangre donados para la salvación del mundo.
La Eucaristía es la síntesis de toda la existencia de Jesús, que fue un solo acto de amor al Padre y a sus hermanos. Allí también, como en el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús tomó el pan en sus manos, elevó al Padre la oración de bendición, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; y lo mismo hizo con el cáliz de vino. Pero en ese momento, en la víspera de su Pasión, quiso dejar en ese gesto del Testamento de la nueva y eterna Alianza, memorial perpetuo de su Pascua de la muerte, y
resurrección.
La fiesta del Corpus Christi nos invita cada año a renovar nuestro asombro y la alegría ante este maravilloso don del Señor, que es la Eucaristía. Recibámoslo con gratitud, no de la manera. pasiva, habitual, no tenemos que acostumbrarnos a la Eucaristía y comunicarnos con costumbres, tenemos que renovar verdaderamente nuestro “amén” al Cuerpo de Cristo, cuando el sacerdote nos dice, el Cuerpo de Cristo, nosotros decimos “amén”, nos tiene que venir del corazón, es Jesús que nos ha salvado, es Jesús que viene a darme la fuerza, es Jesús vivo, pero no nos acostumbremos, cada vez como si fuera la Primera Comunión.
Una expresión de la fe eucarística del pueblo santo de Dios, son las procesiones con el Santísimo Sacramento, que en esta solemnidad tiene lugar en todas partes en la Iglesia Católica. Esta noche, en el barrio romano de Casal Bertone, yo también celebraré la Misa, a la que seguirá la procesión. Invito a todos a participar, incluso espiritualmente, por radio y televisión. Que la Virgen nos ayude a seguir con fe y amor a Jesús, a quien adoramos en la Eucaristía.
JUNIO 23, 2019 13:26 ANGELUS Y REGINA COELI