He encontrado a mi oveja, la que había perdido
- 28 Junio 2019
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Ireneo de Lyon, Santo
Obispo y Mártir, 28 de junio
Obispo y Mártir
Martirologio Romano: Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino y, según cuenta la tradición, murió coronado por un glorioso martirio. Debatió en muchas ocasiones acerca del respeto a la tradición apostólica y, en defensa de la fe católica, publicó un célebre tratado contra la herejía. († c.202)
Breve Biografía
Pacificador de nombre y de hecho (el nombre “Ireneo” en griego quiere decir pacífico y pacificador), san Ireneo fue presentado al Papa por los cristianos de la Galia con palabras de grande elogio: “Guardián del testamento de Cristo”. En Roma honró su nombre sugiriendo moderación al Papa Víctor, aconsejándole respetuosamente que no excomulgara a las Iglesias de Asia que no querían celebrar la Pascua en la misma fecha de las otras comunidades cristianas.
Con los mismos fines pacificadores este hombre ponderado insistió a los obispos de las otras comunidades cristianas para que trabajaran por el triunfo de la concordia y de la unidad, sobre todo manteniéndose unidos a la tradición apostólica para combatir el racionalismo gnóstico. De sus escritos nos quedan, efectivamente, Los cinco libros del Adversus hæreses, en los que Ireneo aparece no sólo como el teólogo más equilibrado y penetrante de la Encarnación redentora, sino también como uno de los pastores más completos, más apostólicos y más católicos que hayan servido a la Iglesia. Se nota que sus argumentaciones contra Los herejes, aunque nacieron de la polémica, son fruto de la oración y de la caridad.
Ireneo era oriundo de Asia Menor. Entre sus recuerdos de juventud se encuentra el contacto con Policarpo de Esmirna, el santo obispo “que fue instruido por los testigos oculares de la vida del Verbo”, sobre todo por el apóstol Juan, que había fijado su sede en Esmirna. Ireneo, pues, por medio de Policarpo se une a los Apóstoles. Después de dejar el Asia Menor, pasa a Roma y sigue para Lyon (Francia). No perteneció a la lista de los mártires de Lyon, víctimas de la persecución del 177, porque precisamente en ese tiempo su Iglesia lo había enviado a Roma para presentar al Papa Eleuterio algunos asuntos de orden doctrinal, relacionados sobre todo con el error montanista. Este error se debía a un grupo de fanáticos que habían llegado de Oriente, predicando el disgusto por las cosas del mundo y anunciando el inminente regreso de Cristo. De regreso a Lyon, Ireneo sucedió en el 178 al obispo mártir san Fotino, y gobernó la Iglesia de Lyon hasta su muerte, hacia el año 200. Aunque no está comprobado su martirio, la Iglesia lo venera como mártir.
En todo caso, él fue un auténtico testigo de la fe en un período de dura persecución; su campo de acción fue muy vasto, si se tiene en cuenta que probablemente no había ningún otro obispo en las Galias ni en las tierras limítrofes de Alemania. Su lengua era el griego, pero aprendió las lenguas “bárbaras” para poder evangelizar a esos pueblos.
El amor misericordioso del Padre
Santo Evangelio según San Lucas 15, 3-7. Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (C) (Tercer viernes después de Pentecostés)
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Del salmo 23
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 3-7
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’.
Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este pasaje es uno de los más hermosos del Evangelio porque nos recuerda algo muy importante... «El amor misericordioso del Padre» por cada uno de nosotros. Cristo, nuestro Rey y Salvador, vino por los pecadores y no por los justos; prefiere un pecador que se arrepienta que noventa y nueve justos, ¡cuánto consuelo nos debe de dar esto!
Pensar que Cristo, buen Pastor, va a buscarnos en los momentos en los que nos descarrilamos de las demás ovejas, es algo que debe de hacer eco en nuestro corazón, porque es Dios mismo el que se interesa por encontrarnos, ponernos entre sus hombros y amarnos con un amor infinito.
Si esta oveja perdida de la que habla el evangelio estuviera en una zanja atascada y llena de espinas a su alrededor, al Buen Pastor no le importaría lo que tuviera que hacer porque, para Él, cada oveja vale muchísimo. Por eso pregunto: ¿Tienes plena confianza en este Pastor?
«Los llamaban pecadores. Jesús [se acercaba a ellos sin miedo] Lo hace porque sabe que en el cielo hay más fiesta por uno solo de los que se equivocan, de los pecadores convertidos, que por noventa y nueve justos que permanecen bien. Y mientras esta gente se limitaba a murmurar o a indignarse porque Jesús se juntaba con la gente señalada por algún error social, algún pecado, y cerraban las puertas de la conversión, del diálogo con Jesús, Jesús se acerca y se compromete, Jesús pone en juego su reputación e invita siempre a mirar un horizonte capaz de hacer nueva la vida, de hacer nueva la historia. Todos, todos, tenemos un horizonte, todos. “Yo no lo tengo”, puede decir alguno. Abrí la ventana y lo vas a encontrar, abrí la ventana de tu corazón, abrí la ventana del amor que es Jesús y lo vas a encontrar. Todos tenemos un horizonte.»
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de enero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
A lo largo de este día, le rezaré al Buen Pastor y le diré que no deseo otra cosa más que abandonarme a Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Jesucristo, muestra de la misericordia del Padre
No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él.
Dios, nuestro Salvador; hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. Demos gracias a Dios, pues por él abunda nuestro consuelo en esta nuestra peregrinación, en éste nuestro destierro, en ésta vida tan llena aún de miserias.
Antes de que apareciera la humanidad de nuestro Salvador, la misericordia de Dios estaba oculta; existía ya, sin duda, desde el principio, pues la misericordia del Señor es eterna, pero al hombre le era imposible conocer su magnitud. Ya había sido prometida, pero el mundo aún no la había experimentado y por eso eran muchos los que no creían en ella. Dios había hablado, ciertamente, de muchas maneras por ministerio de los profetas. Y había dicho: Sé muy bien lo que pienso hacer con ustedes: designios de paz y no de aflicción. Pero, con todo, ¿qué podía responder el hombre, que únicamente experimentaba la aflicción y no la paz? "¿Hasta cuándo - pensaba- irán anunciando: «Paz, paz», cuando no hay paz?" Por ello los mismos mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién ha dado fe a nuestra predicación? Pero ahora, en cambio, los hombres pueden creer, por lo menos, lo que ya contemplan sus ojos; ahora los testimonios de Dios se han hecho sobremanera dignos de fe, pues, para que este testimonio fuera visible, incluso a los que tienen la vista enferma, el Señor le ha puesto su tienda al sol.
Ahora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino enviada; no es retrasada, sino concedida; no es profetizada, sino realizada: el Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia; un saco, diría, que se romperá en la pasión, para que se derrame aquel precio de nuestro rescate, que él contiene; un saco que, si bien es pequeño, está totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado, pero en este niño habita toda la plenitud de la divinidad. Esta plenitud de la divinidad se nos dio después que hubo llegado la plenitud de los tiempos. Vino en la carne para mostrarse a los que eran de carne y, de este modo, bajo los velos de la humanidad, fue conocida la misericordia divina; pues, cuando fue conocida la humanidad de Dios, ya no pudo quedar oculta su misericordia. ¿En qué podía manifestar mejor el Señor su amor a los hombres sino asumiendo nuestra propia carne? Pues fue precisamente nuestra carne la que asumió, y no aquella carne de Adán que antes de la culpa era inocente.
¿Qué cosa manifiesta tanto la misericordia de Dios como el hecho de haber asumido nuestra miseria? ¿Qué amor puede ser más grande que el del Verbo de Dios, que por nosotros se ha hecho como la hierba débil del campo? Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Que comprenda, pues, el hombre hasta qué punto Dios cuida de él; que reflexione sobre lo que Dios piensa y siente de él.
No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él. De lo que quiso sufrir por ti puedes concluir lo mucho que te estima; a través de su humanidad se te manifiesta el gran amor que tiene para contigo. Cuanto menor se hizo en su humanidad, tanto mayor se mostró en el amor que te tiene, cuanto más se abajó por nosotros, tanto más digno es de nuestro amor. Dios, nuestro Salvador -dice el Apóstol-, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. ¡Qué grande y qué manifiesta es esta misericordia y este amor de Dios a los hombres! Nos ha dado una grande prueba de su amor al querer que el nombre de Dios fuera añadido al título de hombre.
¿Por qué se usa incienso en la Santa Misa?
Todo buen católico seguramente habrá presenciado más de alguna vez que durante la Santa Misa u otra celebración litúrgica se utiliza “turíbulo”, es decir, ese pequeño brasero en cuyo interior se quema incienso para luego esparcir el humo aromático en un lugar específico. Pero, ¿qué sentido tiene eso? ¿por qué se hace? Hoy te quiero dar cuatro motivos de su uso.
1. Aromatizar el ambiente.
En la antigüedad, el incienso se utilizaba para purificar el ambiente en donde estarían o pasarían personajes importantes, como el rey o el emperador. A causa del calor, el ambiente en un lugar podía tornarse fastidioso, entonces el incienso se utilizaba para “purificar” o “perfumar” el ambiente. Este sentido, meramente material, también podemos mencionarlo en la liturgia: el incienso se utiliza para purificar el ambiente en donde estará el rey de Reyes. Ante la presencia eucarística, también se intenta -con el incienso- que el lugar donde se “hace presente” Jesús esté lo más purificado y limpio posible. Y el incienso cumple muy bien esa función.
2. Sentido de misterio.
Un segundo sentido del uso del incienso es la idea de misterio. Para entenderlo mejor, recordemos lo dicho en Levítico 16, 12-13: «Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar delante del Señor (…) y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio». Es decir, el humo del incienso cubre -en el caso de la Santa Misa- el altar con las ofrendas, esto para recordar que lo que vemos va más allá de lo que vemos: vemos pan y vino, pero en realidad se trata del Cuerpo y Sangre de Cristo. Vemos “algo”, pero lo que no vemos es todavía más grande e inimaginable. Y el humo del incienso nos evoca esa realidad “mistérica”.
3. “Suba mi oración”.
El Salmo 141,2 nos da una hermosa comparación entre el ascenso del humo de incienso y la elevación de las plegarias: «Suba mi oración delante de ti como el incienso». Esto significa entonces que así como el incienso esparcido en el altar durante la celebración sube, así también nuestras oraciones en ese momento están subiendo hasta la presencia de Dios. Esto nos recuerda además que la Santa Misa es la perfecta oración de la Iglesia que -así como el incienso- sube hasta Dios.
4. “Olor a Cristo”.
Como ya mencionamos en el primer punto, el incienso hace “agradable” el ambiente en donde se esparce, a partir de esto podemos también recordar aquel texto de 2 Cor 2,15: “Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden”. Es decir, el buen aroma del incienso nos debe recordar que así también nosotros, como cristianos, tenemos que esparcir el “buen olor de Cristo”.
El uso del incienso en las celebraciones litúrgicas puede ser un buen elemento si recordamos estos detalles que hemos mencionado. Como vemos, desde el Antiguo Testamento se menciona el uso del incienso (cfr. Ex 30,1; Ex 30,7), y el libro del Apocalipsis lo recalca: «Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incensario, y lo llenó del fuego del altar”.
Pon de tu parte y confía en el Señor.
Revisa tu vida y date cuenta si las actitudes que están teniendo son coherentes con lo que deseas alcanzar
Por: Qriswell Quero de Pérez | Fuente: Píldoras de fe
Antes de presentarte esta reflexión, te invito a que te apartes un momento de todo lo que estés haciendo, para orar un poco y pedir a Dios sabiduría para encontrar fuerzas en su palabra.
Señor, te alabo y te bendigo por este nuevo día que me permites vivir. Quiero pedirte, por esta persona que me lee y quiere pasar un momento de reflexión contigo, dale la fuerza y el ánimo que requiere para alcanzar todos sus proyectos y que puedas cumplir con las responsabilidades que tiene asignada.
Dale la fortaleza para enfrentar cualquier panorama adverso y poder transformarlos en bendiciones.
Amén
Pon de tu parte y confía en el Señor
Se dice que el tiempo cambia las cosas, pero en realidad tienes que cambiarlas tú, pon de tu parte y confía en el Señor. Sabemos que no es sencillo, pero debemos mantener la alegría en medio de la angustia.
La diferencia entre las personas felices y las tristes no es la ausencia de problemas sino las distintas actitudes con que los afrontan. Revisa tu vida y date cuenta si las actitudes que están teniendo son coherentes con lo que deseas alcanzar.
Ten en cuenta que a veces las cosas no salen como deseamos, y con eso está Dios diciendo que tiene mejores planes para nosotros. Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no debes temer.
Te invito a no tenerle miedo a tus problemas. Confía en Dios. Su poder no defrauda.Aférrate a Él con fuerza, y seguirás encontrando más fuerzas para seguir hacia adelante. ¡Ánimo!.
Nos gusta leer el salmo 27 porque son palabras de confianza, de entregar la vida a Dios y saber que su poder nos ayuda siempre, abre tu Biblia y léelo.
¡Avanza sin temor! Que nadie arruine tus sueños, que los comentarios de desprecios de los otros no te detengan nunca. Quiero animarte a que no dejes de creer, hoy quiero recordarte que tenemos a un Dios que cumple sus palabras y sus promesas.
Hoy, Dios quiere ver en ti, la fe que tienes para creer que Él mejorará tu panorama y que pintará un mejor cuadro en tu vida.
Rezamos en estos momentos por tus necesidades y en el nombre del Señor te bendecimos. Amén
Oración
Amado Padre, Tú que estás lleno de misericordia y de bondad, te ruego que en este momento toques el corazón de esta persona que me está leyendo y le hagas sentir amado y consolado, y que tu presencia la envuelva para que sienta tu gracia que renueva y conforta el alma.
No permitas que nada ni nadie le quite el deseo de alcanzar lo que quiere si es tu voluntad, sé que Tú le amas y le tienes preparado todo lo bueno.
Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.