Levántate y anda

Isabel de Portugal, Santa

Memoria Litúrgica, 4 de julio

Reina de Portugal y Terciaria Franciscana.

Martirologio Romano: Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en conseguir que reyes enfrentados hiciesen las paces y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de las Clarisas de Estremoz, en Portugal, que ella misma había fundado, y en el cual murió cuando se esforzaba por conseguir la reconciliación entre un hijo y un nieto suyos que estaban enfrentados († 1336).

Etimológicamente: Isabel = "Promesa de Dios", viene de la lengua hebrea

Breve Biografía

Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.

Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: "Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas .

La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.

El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.

Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.

Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.

Forjadora de la paz

El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.

Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.

Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.

A su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre".

A su hijo: "Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey".

Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.

Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar

Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.

Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.

Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.

Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.

Fue canonizada en 1625.

Santa Isabel de Portugal, ruega por la paz en nuestros países.

Es patrona de los territorios en guerra.

Viendo la fe que tenían...

Santo Evangelio según San Mateo 9, 1-8. Jueves XIII del tiempo ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por este tiempo para estar contigo. Gracias porque me cuidas y guías en mi camino con mucho amor y misericordia. Haz mi corazón sencillo y humilde como el tuyo. Concédeme las gracias que necesito para confiar en Ti y dejarte guiarme. María, madre mía y madre de Jesús, acompáñame en este tiempo de intimidad con el Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 1-8

En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a Cafarnaúm, su ciudad.

En esto, trajeron a donde él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados".

Al oír esto, algunos escribas pensaron: "Este hombre está blasfemando". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir 'Se te perdonan tus pecados', o decir 'Levántate y anda'? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, –le dijo entonces al paralítico–: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La historia de hoy no sería igual sin la fe de los amigos del paralítico. ¿Por qué? Porque Jesús se deja conmover por nuestra fe. Esto lo vemos muchas veces en los evangelios: cuando cura dos ciegos (Mt 9,28), cuando cura a la hija de una sirofenicia (Mt 15,28), cuando resucita a la hija de Jairo (Mc 5,41), cuando cura un muchacho después de la transfiguración (Mc 9,15-27) ... El elemento en común de estos sucesos es la fe de quien pide y el corazón de Jesús que se conmueve ante esa fe.

Tal vez nosotros digamos: Sí, aquello pasaba cuando Jesús vivía aquí, pero ahora... yo he pedido muchas cosas, y Dios no me las ha dado. Nuestro paralítico de hoy vivió algo parecido: lo llevaron a curar, y lo primero que Jesús hace es … perdonarle sus pecados. ¿Por qué? Porque Jesús no nos da siempre lo que pedimos, sino aquello que más necesitamos. Como dice san Pablo, nosotros no sabemos pedir como conviene (Rom 8, 26) El Evangelio de hoy es una invitación de Jesús a renovar nuestra fe, nuestra confianza en que Dios es nuestro Padre bueno, que lo puede todo y nos ama más de lo que nos podemos amar a nosotros mismos.

Jesús, creo, ayuda mi poca fe. (Mc 9,24) Pongo en tus manos mi vida. Dame lo que necesito, y ayúdame a aceptar tus regalos con fe y gratitud.

«La misericordia de Dios es tan grande, tan grande. No olvidemos esto. Cuántas personas dicen: “He hecho cosas tan malas. He comprado mi lugar en el infierno, no puedo volver atrás”. Pero ¿piensa en la misericordia de Dios? Recordemos la historia de la pobre viuda que fue a confesarse con el cura de Ars (su marido se había suicidado; había saltado del puente al río. Y lloraba. Y dijo: "Yo soy una pecadora, pobrecilla. ¡Pero, pobre mi marido! ¡Está en el infierno! Se suicidó y el suicidio es un pecado mortal. Está en el infierno". Y el cura de Ars dijo: "Deténgase, señora, porque entre el puente y el río está la misericordia de Dios". Hasta el final, hasta el final, está la misericordia de Dios".»

(Homilía de S.S. Francisco, 18 de marzo de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, en una visita a Jesús Eucaristía le pediré que me ayude a no tenerle miedo y a confiar cada día más en Él.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Los Frutos de la Fe

La Fe y el Amor caminan de la Mano. 

Abraham y Sara estaban muy contentos con su nuevo hijo Isaac. Sin embargo Dios tenía una prueba para Abraham. Le dijo: “Toma a tu hijo Isaac, tu único hijo, a quien amas, y vete a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí como holocausto en uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:2).

Qué gran prueba y qué difícil siquiera imaginarse estar en una situación así; ciertamente la mejor manera de poner a prueba nuestra Fe.. Abraham creía firmemente que Dios regresaría a Isaac de nuevo a la vida, si el sacrificio realmente tenía lugar (Hebreros 11:19) y efectivamente Dios interviene antes de que ello ocurriera.

Preguntémonos por un instante lo que sucedería si Dios nos pidiera algo similar y la respuesta, totalmente personal, la dejamos para nosotros mismos.

La parábola de la semilla de mostaza nos abre también un pensamiento: “Por la poca fe que tienen - les respondió – les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: trasládate de aquí para allá y se trasladaría. Para ustedes nada sería imposible” (Mateo 17:20). 

“Y le trajeron un paralítico echado en una camilla; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados” (Mateo 9:2). Hermoso pasaje Bíblico en que el enfermo mediante la fe de la muchedumbre que lo acompañaba, Jesús le perdona sus pecados y más aún, lo sana de su enfermedad.

Así como la respuesta a la parábola de la semilla de mostaza de parte de los apóstoles, de pedir que el Señor les aumente la fe (Lucas 17:5-6), debemos nosotros también pedir en oración por nuestra fe. Que se fortalezca, que crezca día a día, que seamos capaces de defenderla sin temor y lograr ser verdaderos instrumentos del Espíritu Santo para llegar a muchas almas.

La fe nos da la capacidad de discernimiento; de escuchar al Señor, pues Él constantemente nos habla y nos entrega señales que direccionan nuestro caminar; sólo mediante la fe podremos superar momentos difíciles y entender muchos sucesos del día a día que parecen incomprensibles bajo la inteligencia humana.

Inteligencia… con ella podemos entender la economía, la política, las matemáticas y cualquier tipo de ciencia; una mascota no lograría jamás comprender un teorema matemático, pues carece de inteligencia y nosotros sin fe simplemente no podemos entender los sagrados misterios de Dios.

Y un último punto no menos importante: El Papa Benedicto XVI señaló dentro de su carta apostólica Porta Fidei, que “la fe sin la caridad no da frutos y la caridad sin fe sería una sentimiento constantemente a merced de la duda”. Significa que la fe y el amor caminan de la mano. “La fe es lo que nos permite distinguir en los necesitados el rostro de Cristo” (Mateo 25,40).

Finalmente y amparados por la carta apostólica, la fe es un Don de Dios, transforma la propia vida, impulsa a la razón y lleva a ponerse al servicio de todos… La Fe, da frutos.

Condolencias por las 14 víctimas del incendio en un submarino ruso

Catorce marineros rusos murieron a consecuencia de un incendio en un mini-submarino de investigación que se produjo este lunes

El Director “ad interim” de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Alessandro Gisotti, respondiendo a las preguntas de los periodistas dijo que el Santo Padre fue informado de la tragedia del submarino ruso. De modo que el Papa Francisco expresa sus condolencias y su cercanía a las familias de las víctimas y a los afectados por esta catástrofe". El accidente se produjo en aguas territoriales rusas en un aparato destinado a la investigación del fondo marino, indicó el Ministerio de Defensa ruso en un comunicado. "Durante la realización de unas pruebas de batimetría estalló un incendio. Como resultado 14 submarinistas fallecieron por intoxicación con humo", señala el ministerio.

En la actualidad el aparato accidentado se encuentra en la base naval rusa de Severomorsk (noroeste de Rusia). Las causas del accidente se están investigando, informó Defensa sin dar de momento más detalles.

Novena a los Santos Luis y Zelia Martin

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (4 al 12 de julio)

Oración inicial:

Dios de eterno amor, nos has dado en los esposos Luis y Zelia de Martín un hermoso ejemplo de santidad vivida en el matrimonio. Los dos conservaron su fe y su esperanza en medio de los trabajos y dificultades de la vida, y educaron a sus hijos para que llegaran a ser santos. Te pedimos nos concedas vivir la vocación matrimonial como ellos y poder llevar al Cielo a todas nuestras familias. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Oración final:

Dios, Padre nuestro, te damos gracias por habernos dado a Luis Martin y a su esposa Zelia. En la unidad y fidelidad del matrimonio nos ofrecieron el testimonio de una vida cristiana ejemplar, cumpliendo las tareas cotidianas según el espíritu del Evangelio. Educando a una familia numerosa, a través de pruebas, muertes y sufrimientos, manifestaron su confianza en Ti y aceptaron generosamente tu Voluntad. Concédenos matrimonios tan santos como ellos para que sean luz en el mundo de hoy. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

DÍA PRIMERO: La persona de Luis Martín.

Nacido el año 1823 en Burdeos (Francia), fue educado en ambientes militares debido a la profesión de su padre, lo cual le hizo ser un hombre muy disciplinado. Eligió como profesión el no arte de la relojería, y cuando se vio en la necesidad de elegir entre la vocación matrimonial o la religiosa, escogió ésta. Llegó al monasterio de los cartujos en Suiza y el Prior lo recibió con agrado, pues la mirada de este joven tenía gran pureza y fervor. Pero al comprobar que no sabía latín, lo invitó a volver a su casa y terminar estos estudios. Así lo hizo Luis Martín, pero como no se vio muy animado por el Prior, se dio cuenta de que esa no era su vocación y se fue a París a perfeccionar su profesión. En 1850 instala su taller de relojería en Alencón, en la casa de sus padres, y combina su trabajo con una vida de gran piedad, a la espera de que Dios le hiciera ver la escogida para su matrimonio, aquella persona con la cual poder ser santo.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA SEGUNDO: La persona de Zelia Guerín.

Nacida el año 1831 en Alencon (Francia), fue educada en un ambiente de piedad pero demasiado austera y seca. Zelia dirá después que su infancia fue triste como un “lienzo mortuorio”. Un ejemplo significativo fue que jamás en su niñez le compró su mamá una muñeca, a pesar de lo mucho que lo deseaba. Al terminar la secundaria sintió la vocación religiosa y se dirigió a las Hermanas de San Vicente de Paúl; pero la superiora la disuadió a causa de su salud. Es entonces cuando, desilusionada, hizo esta oración: “Dios mío, ya que no soy digna de ser tu esposa, me casaré para cumplir tu Santa Voluntad. Entonces, te ruego darme muchos hijos y que todos te sean consagrados”. Y por inspiración de la Virgen María, se dedicó a la costura y puso su propio taller en Alencon. No le gustaban las mundanidades y rechazó incluso viajes a París. Ella sabía que Dios le tenía reservado el escogido para la vida de santidad que deseaba.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA TERCERO: Noviazgo y matrimonio.

Una de las clientes más asiduas del taller de Zelia era la mamá de Luis Martín; y esta señora, prendada de las muchas virtudes de la joven, rezaba mucho para que ambos se pudieran conocer y casar. Un día, Zelia pasaba por el puente de San Leonardo y se cruzó con un hombre joven, lleno de dignidad, y se impresionó. Una voz interior le susurró que “Este es el hombre que preparé para ti”. Se trataba de Luis Martín. Entretanto, y por la intervención de la madre de Luis, los dos jóvenes se conocieron y no tardaron en apreciarse y amarse. A los tres meses de conocerse ya eran novios, y se casaron el 13 de Julio de 1858 en una ceremonia de gran sencillez e intimidad. Luis le hizo saber a Zelia sus deseos de santidad, de ser como San José y la Virgen María, y ella aceptó la invitación renunciando a su deseo de tener muchos hijos.

Pero después de varios meses de vida casta en común, un sacerdote amigo de ellos se enteró de esto y les hizo ver que su santidad matrimonial estaba precisamente en lo contrario, y les animó a ser santos en la generosidad. Ambos lo entendieron y se dedicaron a cumplir la Voluntad de Dios en la procreación generosa para tener hijos santos y que fueran consagrados a Dios. Nuestro Señor les bendijo con nueve hijos.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA CUARTO: Los hijos.

Aceptar una familia numerosa era, en aquellos tiempos como en los actuales, una vocación al heroísmo; y los esposos Martín no se echaron para atrás frente a esta perspectiva. Tenían profunda fe en que los hijos son un don de Dios y que El los ayudaría a sacarlos adelante. Los hijos nacían y ellos los acogían como una bendición del Cielo. Luego, se las arreglaban para alimentarlos, vestirlos, educarlos y prepararlos para enfrentar la vida, lo cual requería mucho esfuerzo y sacrificio, pero a la vez era la fuente de su alegría. En las cartas de Zelia se percibe la alegría de ser madre. No tenía miedo de los embarazos. Lo manifiesta claramente cuando al saber que una mujer había tenido trillizos, dijo: “¡Oh, feliz madre... si yo tuviera aunque fuera mellizos! Pero no conoceré esa felicidad. Me gustan los niños hasta la locura. Es tan lindo dedicarse a los niñitos”. Después de cada nacimiento, Zelia hacía la siguiente oración: “Señor, concédeme la gracia de que este niño te sea consagrado y que nada venga a empañar la pureza de su alma. Si ha de perderse, prefiero que Tú te lo lleves enseguida”. También supieron de la cruz y el dolor por los hijos... sobre todo el más grande: verlos morir. De los nueve hijos se le murieron cuatro. Nos cuenta Zelia en una carta cómo fue el fallecimiento de su primera hija, Elena, a los cinco años de edad, por causa de una enfermedad que duró solo un día: “Yo la miraba tristemente, sus ojos estaban sin vida. Y me largué a llorar... Entonces ella me rodeó con sus bracitos y me consoló, y todo el día no dejaba de repetir: 'mi pobre mamacita, que ha llorado'. A la noche, tras tomar su medicina, su cabecita cayó sobre mis hombros y sus ojos se cerraron... El dolor profundo embargó mi corazón. Luego, la ofrecimos al Señor...”

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA QUINTO: La educación de los hijos.

“Nuestra madre -dice Celina- se preocupaba activamente de nuestra educación. Yo recuerdo que nos ayudaba a hacer las oraciones de la mañana y de la noche. Vigilaba constantemente sobre nosotras, alejando la sombra del mal. Nos enseñaba a obedecer por amor, para dar gusto a Jesús, haciendo pequeños sacrificios. Cuidaba nuestra imagen, quería que fuéramos decentes, usando los vestidos por debajo de las rodillas. Reprimía en nosotras la menor tendencia defectuosa. Y le gustaba vernos alegres y animosas, e incluso se divertía gustosa con nosotras, con el riesgo de tener que prolongar su jornada de trabajo hasta pasada la medianoche”.

Cuando María salió del internado, no quiso buscarle amistades mundanas y se negó a dejarla participar en pequeñas estas bailables. Y no dejaba de enseñar a las hijas a practicar la caridad con los desdichados y a respetarlos.

Se veían frecuentemente pobres en su casa, a los cuales ella daba alimentos y vestidos. El día de la Primera Comunión de Leonia, quiso vestir de blanco a una niña pobre y hacerle participar de la comida familiar en un lugar de honor.

“Papá no permitía una palabra grosera -nos cuenta Celina-. Era implacablemente prohibida. En la mesa exigía una postura correcta, y no le gustaban las muecas o tonterías semejantes. En la comida, no nos dejaba ser regodeonas, y nos decía: “Cuando no se come la sopa, no hay segundo”. Nos enseñaba a no postergar para mañana lo que se debía hacer hoy y a ser puntuales. No soportaba que nos endeudáramos. Deseaba vernos siempre ocupadas, buscando desarrollar nuestros talentos. Si no teníamos buenas notas mostraba su descontento y teníamos pena de causarle tristeza”.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA SEXTO: Amor conyugal.

“La unión de mis padres -dirá una de sus hijas- era perfecta, incluso si ocurría que sobre un punto sus opiniones eran diferentes. Nuestra madre tenía para con mi padre tanta admiración como cariño, y lo dejaba ejercer plenamente una autoridad verdaderamente patriarcal. Mis hermanas afirmaron varias veces que su unión era sin falla, y los escritos de mi madre dan testimonio de esto”. Las cartas que Zelia escribe a su marido están llenas de afecto amoroso; dice que no puede vivir lejos de él, y las terminaba a menudo con frases como ésta, el eco de sus sentimientos: “Tu esposa que te ama más que a su vida”. Y le escribirá a una de sus hijas, Paulina, lo siguiente: “Tu padre me comprende siempre y me consuela de la mejor manera, pues tiene los mismos gustos míos. Nuestro cariño recíproco aumenta día a día, nuestros sentimientos están siempre al unísono, y es para mí el consuelo y el apoyo”.

La enfermedad y muerte de Zelia los unió, si cabe, aún más, y Luis fue el soporte firme y seguro para la esposa, pese a tener destrozado el corazón por el dolor. Zelia no quería contar su gravedad para no preocuparlo a él, y él no quería mostrar su dolor para no preocuparla a ella. Pero las hijas lo veían y lo percibían, y se amaban tanto que hizo exclamar a su hija Teresita: “Dios nos regaló unos padres más dignos del Cielo que de la tierra”. Tras la muerte de Zelia, Luis siempre la nombraba ante las hijas como “su santa madre”. En ellos dos se hicieron realidad las palabras del consentimiento matrimonial: fueron fieles en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en lo favorable y lo adverso, hasta que la muerte... los unió más.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA SÉPTIMO: Vida de fe y piedad.

“Mis padres tenían una vida de profunda piedad -comenta una de las hijas-. Cada mañana se les veía a los dos en la Misa de las 5h30 de la mañana donde juntos recibían la Santa Comunión; lo mismo el Domingo, donde nos reuníamos para ir a Misa y rezar Vísperas, y no les preocupaba tener que interrumpir visitas u otras ocupaciones con tal de no faltar y llegar puntuales. Mamá fue a Misa durante toda su enfermedad, a veces prácticamente arrastrándose, y sólo dejó de ir cuando ya no podía más”. Seguían al pie de la letra los mandamientos de la Iglesia, y hasta evitaban comprar en Domingo y hacer viajes. Se preocupaban de aliviar las penas de las almas del Purgatorio haciendo celebrar Misas para los difuntos. El amor a la Iglesia los llevaba a cooperar con la obra de la propagación de la fe, por la cual hacían generosas ofrendas. Igualmente se preocupaban de la caridad con los pobres y ayudaban diariamente a los necesitados, tanto en forma económica como espiritual, orientándolos hacia Dios. Para atraer las almas a Dios,

Zelia contaba primero con la eficacia de la gracia que pedía en la oración. Su arma personal era la irradiación de su bondad y alegría, que desarmaba a la gente. Asistían a todas las manifestaciones públicas de la fe católica, y se indignaban cuando veían los esfuerzos de la masonería para desacreditar con falsedades la fe y la actividad de la Iglesia. Su gran deseo era dar un hijo sacerdote al Señor y que fuera misionero. Dios les cumplió su deseo de una forma singular: haciendo que su última hija, Teresita, fuese proclamada Patrona de las Misiones. Vivían en el mundo, pero no eran del mundo: nos cuenta su hija María que la mamá siempre decía: “La verdadera felicidad no es de este mundo: uno pierde su vida buscándola aquí. Jamás el corazón que busca algo fuera de Dios queda satisfecho”. Decepcionada de los bienes de la tierra, se compadecía de los que se aferran a las cosas del mundo. Ella contaba que una señora a la cual quería mucho, después de haberse casado con hombre de buena posición, ya no la miró más; y decía: “Esto me desprende cada vez más del mundo, tan falso, y no quiero apegarme a nadie más que a Dios y a mi familia” . El alma ardiente de Zelia exclamaba con frecuencia: “¡Dios mío, qué triste una casa sin religión!”.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA OCTAVO: El trabajo.

Los dos trabajaban duro tanto en el taller de relojería como en el de los encajes. Los clientes amaban a los dos cónyuges ya que siempre eran atendidos con amabilidad y honestidad y eran cumplidores estrictos de la Ley. Pese a que el día domingo era el mejor para los negocios, no abrían al público para dar ese día a Dios y a la familia. Ambos se ayudaban en la contabilidad, en las compras de material, en las entregas a los clientes... Todo se hacía en total colaboración, con orden, honradez y conciencia profesional. Además, la asistencia a Misa cada mañana les enseñaba a centrar en Dios todo su deber de estado y a transformarlo en auténtica oración. Esta honradez, esta conciencia profesional dio sus frutos de prosperidad y aportó lo necesario para el hogar. La felicidad de esta familia no dependía de los bienes materiales; estos eran un medio para asegurar a sus hijos una buena educación. Pero sabían que la mejor educación es la que se da en la casa, y eso no se consigue con dinero, sino con fe y amor. Y eso les sobraba. Además, en el presupuesto estaba contemplada la parte de los pobres y también otras obras de misericordia. Por otro lado, si bien el derroche le repugnaba, no restringía gastos cuando estaba por medio el bien espiritual de las hijas. Decía: “El dinero no es nada cuando se trata de la santificación y la perfección de un alma”. Y no dudaba en mandar a sus hijas a retiros o charlas espirituales que tanto bien les hacían. Zelia era muy activa, y podía llevar a la vez su negocio, los trabajos hogareños, la atención al marido, el cuidado de las hijas, la contabilidad, etc. Ponía su confianza en Dios, y así podía con todo.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

DÍA NOVENO: La Virgen María.

La familia Martín tenía una gran devoción a la Santísima Virgen, en especial a una imagen que Luis había recibido como regalo cuando aún estaba soltero. Zelia le contaba a su hermano que “tengo motivos para tener confianza en la Santísima Virgen, pues he recibido de Ella favores que solamente yo conozco”. Por eso, la estatua de la Inmaculada -aquella que iba a sonreír a Teresita y lograr el milagro de su curación-, estaba rodeada de honor. A los pies de esta Virgen la Sra. Martín hacía rezar a sus hijas. Toda la familia asistía al mes de María en la Iglesia, y Zelia lo hacía igualmente en la casa. El día 8 de Diciembre era la primera en levantarse y acudir a la Iglesia, prendía una vela a los pies de la Virgen y le contaba todos sus deseos.

La hija Celina nos cuenta una situación especial: “Después de la muerte de nuestra hermanita Elena, de cinco años, mi madre se reprochaba amargamente no haberla llevado a confesar una falta leve que había cometido, temiendo que la expíe en el Purgatorio. Sucedió que, cuando estaba en oración delante de la Virgen confiándole esta angustia, una voz celestial le susurró con dulzura infinita: 'Está aquí, cerca de mí'. Con esta respuesta de la divina Madre, una alegría inexpresable eliminó su angustia”.

Era devotísima del rezo diario del Santo Rosario -todavía se conserva el rosario con el que ella rezaba-, y supo inculcar en sus hijas este amor tierno a la Madre del Cielo. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Pidamos la gracia que deseamos obtener por la intercesión de los
santos Luis y Zelia y rezamos la oración final.

5 fundamentos bíblicos del por qué veneramos a María

Los cristianos no estamos huérfanos, tenemos a María como nuestra madre

1. Jn 19,26-27. El deseo de un moribundo.

“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.” 

Una de las cosas más sagradas que existen es el deseo de un moribundo, es un deseo que se debe cumplir tal como lo pidió la persona que estaba a punto de fallecer. Pues bien, el último deseo de Jesús lo expresó en esta cita: “Ahí tienes a tu madre”. Y dicho regalo se lo dejó “al discípulo amado”. Esto nos hace concluir que el “verdadero discípulo” es aquel que recibe a María en su casa, así como Jesús deseó.

2. Lc 1, 26-28. El saludo “del Ángel”.

“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, .a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»” 

Estas palabras las dice el ángel Gabriel, pero recordemos que un ángel es un mensajero de Dios, es decir, lo que hace es transmitir lo que aquella persona emisora le dice que transmita a la receptora; por lo tanto, el saludo es de Dios, no del ángel; es decir, que el primero que la bendijo y el primero que la alabó fue el mismo Dios a través de este mensajero (el ángel): “llena eres de gracia”.

3. Lc 1,41. El saludo de María

“Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo”.

El hijo al que se refiere la cita bíblica es Juan El Bautista. De él se había anunciado: que iba a ser grande, que anunciaría al mesías y que estaría lleno del espíritu santo. Pues bien, sucede que este llenarse del espíritu santo se da cuando María saluda a Isabel. Dice el versículo: el niño saltó de gozo en su vientre e Isabel quedó llena del Espíritu Santo. La presencia de María y su saludo les llevan el Espíritu Santo a Isabel y Juan el Bautista (casi lo mismo sucede con los discípulos en Pentecostés).

4. Lc 1,42. El Ave María.

 “y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;” 

 ¿A qué te suena esta frase? ¡Es el Ave María! La primera que rezó el rosario (que es venerar a María) fue Isabel, y quién impulsó a bendecir a María fue el Espíritu Santo. Muy bien podemos afirmar entonces que quien ataca a María, está atacando al Espíritu Santo, pues fue él, el que movió a Isabel a alabar y a venerar a María por primera vez en la historia.

Otro detalle interesante es que la primera alabanza se hace a María (“bendita tú”) y después es al fruto de su vientre (Jesús). Es el Espíritu Santo el que mueve a Isabel a reconocer la grandeza de esta mujer. Los que insultan a María, insultan lo que Jesús alabó y lo que el Espíritu inspiró a Isabel.

5. Lc 1,48. Bienaventurada

“porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.

“El Magníficat” es uno de los cánticos más famosos, María lo hace después de su encuentro con su prima Isabel. En el encontramos como la “biografía” de María, y una de las palabras claves es la profecía que María hace de sí misma: “desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada”. Cumplir con la palabra de Dios, es llamar a María “bienaventurada”.…

Por todo lo dicho anteriormente, no tengamos miedo de alabar a María, de rezar el rosario, de venerar a María, pues el primero que la alabó fue Dios; después lo hizo Isabel, después muchos otros… cumpliendo esa profecía de Lc 1, 48.

María fue uno de los regalos más queridos y especiales de parte de Jesús, uno de sus últimos deseos. Como diría el papa Francisco: “los cristianos no estamos huérfanos, tenemos a María como nuestra madre”; venerarla, alabarla, no es quitarle espacio a Dios, pues al acercarnos a María, lo único que hace es reconducirnos a Jesús (“hagan lo que Él les diga”).

No temas llevarte a María a tu casa, no temas tener a María como tu madre o intercesora. Ella es uno de los más preciados regalos que nos dejó el mismo Dios.

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