¿Pueden ustedes beber la copa que yo voy a beber?
- 25 Julio 2019
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Santiago el Mayor, santo, 25 de julio
Patrón de España
JULIO 24, 2019 09:00
«Primero entre los apóstoles en obtener la palma del martirio, patrón de España. Origen, por tradición, de la Ruta Jacobea y de la espiritualidad mariana del Pilar, en Zaragoza»
Este galileo, hijo del Zebedeo, compartía el mismo nombre con otro de los apóstoles: el descendiente de Alfeo. Santiago era natural de Betsaida donde pudo nacer hacia el año 5 d. C. en una acomodada familia de pescadores. Fue uno de los elegidos personalmente por Jesús, quien le invitó a seguirle cuando se hallaba ganándose el sustento en el lago de Genesaret. Su hermano Juan, el «discípulo amado», que compartía con él la faena, también fue objeto de llamamiento en ese instante, y se apresuraron a ir en pos del Maestro por el que entregarían su vida. La inmediatez de su respuesta, dejando trabajo y familia al momento sin sopesar los riesgos ni detenerse a pensar racionalmente, signos que se manifestaron antes en Pedro y en Andrés, es una de las características del seguimiento, testimonio vivo para quienes son sorprendidos por Jesús en cualquier recodo del camino. Comprendieron en ese minuto que supuso el cambio radical de sus vidas lo que encerraba el espíritu inserto en sus palabras: «os haré pescadores de hombres». De algún modo entendieron que implicaban mucho más que sobrenaturalizar su oficio; les colocaba en el disparadero hacia el paraíso prometido.
Da idea de cómo sería el temperamento de estos jóvenes pescadores el sobrenombre que Cristo les dio: «boanerges», esto es, «hijos del trueno». Algunos pasajes evangélicos reflejan su primitivo carácter impulsivo e inmaduro.
También una cierta osadía, no exenta de ingenuidad, pero en todo caso envuelta en la ambición y su inseparable egoísmo cuando secundaron a su madre en la petición de prebendas que hizo para ellos. El Redentor respondió con infinita paciencia, haciéndoles una observación que fue profecía. ¿Serían capaces de beber el cáliz? Su respuesta afirmativa fue corroborada por Él, y se cumplió en Santiago con su cruento martirio, pero el objeto de la conversación: saber si podrían ser encumbrados en el cielo uno a la derecha y otro a la izquierda, estaba en manos del Padre. Indudablemente, la impetuosidad y la pasión bien encauzadas son fuente de gracias. Así que la volcánica vehemencia que albergaba el corazón de estos hermanos tuvo en Jesús la vía genuina para seguir creciendo en la línea adecuada. Los dos despertaron el anhelo de incontables personas que, seducidas por esa cascada inagotable de pasión por lo divino que apreciaban en ambos, se dispusieron a entregar a Dios sus vidas.
Santiago, junto a su hermano Juan, y a Pedro, conforman una privilegiada tríada dentro de la comunidad de los Doce. Fueron testigos de momentos singulares que a otros discípulos les fueron vedados. Acompañaron al Redentor en instantes gloriosos y también dolorosos. Contemplaron la Transfiguración en el Monte Tabor, que ardientemente desearon haber podido prolongar, y de no haber sucumbido al sueño los tres habrían apreciado su terrible agonía en Getsemaní porque eran los que se hallaban más cerca de Él en esos momentos.
Santiago estaba presente cuando Jesús devolvió milagrosamente la salud a la suegra de Pedro y resucitó a la hija de Jairo. Tuvo la gracia de ver al Maestro, ya Resucitado, al producirse su aparición en las orillas del lago de Tiberíades y se encontraba en Jerusalén en el momento de la venida del Espíritu Santo.
Tras la Resurrección, los discípulos dieron inicio a una labor evangelizadora que a algunos les condujo muy lejos de las fronteras en las que se habían movido. Según la tradición, Santiago llegó a España, dejando la huella de la fe directamente recibida de Cristo en dos lugares emblemáticos: Galicia y Zaragoza (la antigua Cesaraugusta). Primeramente habría pasado por la tierra gallega y una vez sembrado allí el evangelio se trasladaría a Zaragoza. En las orillas del río Ebro descansaría de las intensas jornadas apostólicas junto a un grupo de siete seguidores, los «Varones apostólicos», los únicos que se habían convertido. Afligido ante la dureza de corazón de las gentes en las que había hecho mella el paganismo, obtuvo el consuelo de la Virgen que se le apareció en esas riveras el 2 de enero del año 40 d. C. Se hallaba de pie, sobre una columna de luz rodeada de ángeles.
Después de asegurarle que obtendría grandes frutos apostólicos, le encomendó que erigiese una iglesia levantando un altar justamente en el lugar donde estaba el pilar en el que reposaba. Acompañó su petición con la promesa de que Ella permanecería hasta el fin de los tiempos en ese sitio, «para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio». Además, le indicó que regresara a Jerusalén después de materializar su ruego. Dicho esto, María desapareció y quedó la columna de jaspe en torno a la cual se edificó la iglesia solicitada, actual basílica de la Virgen del Pilar en la ciudad de Zaragoza.
Santiago volvió a Jerusalén, como Ella le había pedido, y el año 41 fue martirizado durante la persecución del rey Herodes Agripas. Fue el primer discípulo mártir. Luego, siempre según la tradición, su cuerpo, inicialmente sepultado en Jerusalén, fue trasladado por sus discípulos a Galicia. Sus restos se veneran en la catedral de Santiago de Compostela. Los estudiosos no se ponen de acuerdo a la hora de ratificar la fiabilidad de estos hechos. Además, hay discordancias como la datación de fechas que no encajan en la historia. Pero lo cierto es que la que se ha considerado su tumba dio lugar a la Ruta Jacobea, una de las corrientes más fecundas de la historia a todos los niveles espirituales y culturales, incesantemente recorrida por millares de peregrinos que acuden a visitarla desde hace siglos. Esta es la realidad incuestionable; no precisa ser contrastada. Otras vías, que tampoco están corroboradas, subrayan nuevas trayectorias del apóstol Santiago que pudo llevarle a Cartagena y a Lérida. Es el patrón de España y de otros muchos países del mundo, objeto siempre de gran veneración, especialmente en Latinoamérica.
Cuando Padre Pío rezaba por alguien, decía esta poderosa oración
Miles de milagros son el resultado de esta sencilla oración dicha por un santo
Normalmente, cuando alguien nos pide que recemos por una intención específica, tenemos nuestra oración de “cabecera”. Puede ser el Rosario, un Padre Nuestro, o simplemente un sincero ruego a Dios.
San Pío de Pietrelcina (más comúnmente conocido como “Padre” Pío) tuvo su oración favorita que oró por todos los que pidieron sus oraciones. Cada día muchas personas, ya sea en persona o por carta, le pedían al Padre Pío que orara por una intención específica y muchas veces esta intención fue milagrosamente respondida por Dios.
A continuación se encuentra la oración que el Padre Pío rezaba cada vez que quería interceder por alguien. En realidad, es una oración compuesta por Santa Margarita María Alacoque y comúnmente se llama la “Novena Eficaz del Sagrado Corazón de Jesús”. Ella era una santa que vivió en el siglo XVII y durante su vida recibió múltiples visiones de Jesús. Muchos creen que esta es una oración poderosa porque llama al corazón de Jesús a tener misericordia de nosotros y de nuestras peticiones. El corazón de Jesús está lleno de amor y compasión y esta oración confía en ese amor, creyendo que él es lo suficientemente tierno como para dar generosamente nuestra petición, si es en su santa voluntad. Por encima de todo, se debe orar con una fe sincera, como el Padre Pío la habría rezado, y no como una fórmula mágica. Dios no es un genio que nos otorga el deseo que pedimos, sino que responde con amor a un niño que pide algo, sabiendo exactamente lo que necesitamos.
I.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá!”.
He aquí que, confiando en tus santas palabra, yo llamo, busco, y pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío en Ti.
II.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra pero mis palabras jamás pasarán”
He ahí que yo, confiando en lo infalible de tus santas palabras pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
III.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, se les concederá”.
He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia…….
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, el cual es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre, San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros. Amén.
Servir, en vez de buscar ser servido
Santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28. Jueves XVI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por este nuevo día. Gracias porque me permites estar hoy ante Ti. Que pueda yo hacer un silencio interior para escuchar lo que Tú quieres de mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?” Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. Pero Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?”. Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.
Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A todos nos gusta el poder, el ser reconocidos como los más importantes cuando se trata de ser elegidos entre los mejores. En este evangelio es la madre de los Zebedeos quien se acerca a Jesús para pedirle que sus hijos se sienten a su derecha y a su izquierda en su Reino. El deseo de una madre para sus hijos no podría ser mejor. Ante el dueño de la mayor empresa de este mundo no duda en pedirle los mejores puestos para sus hijos.
Jesucristo se da cuenta de sus intenciones y se adelanta a preguntarle «¿Qué quieres?». La madre hace su petición y Jesús responde con la frase «No saben lo que piden». Esta frase le debió de haber dolido a Jesús en lo más íntimo. “¡Tanto tiempo llevaba ya con ellos y ellos seguían esperando a un mesías mundano! ¡No habían entendido todavía el Sermón de las Bienaventuranzas y las predicaciones acerca del Reino de Dios!” No habían comprendido que «el que quiera ser grande, que se haga servidor; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo».
La fe en Jesús es algo que se debe llevar y reflejar en la vida. No podemos sólo esperar a que nos salve por habérselo pedido. Cada día tenemos que luchar por conocer a Jesús y por reconocerlo como Dios. Un Dios que le gusta estar entre los humildes y entre lo que se confían a su Providencia.
«En efecto, los cristianos ?inspirados por el lema de esta Campaña de la Fraternidad “Seréis liberados por el derecho y por la justicia” y siguiendo el ejemplo del divino Maestro que “no vino para ser servido, sino para servir”? deben buscar una participación más activa en la sociedad como forma concreta de amor al prójimo, que permita la construcción de una cultura fraterna basada en el derecho y la justicia. De hecho, como recuerda el Documento de Aparecida, “son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios”».
(Mensaje de S.S. Francisco, 11 de febrero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy voy a tratar de ser más servicial y ayudar a quien lo necesite.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Santiago el Mayor, al amor por el dolor
En la figura del Apóstol Santiago, el amor verdadero se curte en el dolor y en la cruz.
Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé (Mc 15,40), hermano del Apóstol Juan, fue uno de los tres discípulos más cercanos a Jesús: testigo de la curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31), de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37-43), de la transfiguración de Cristo (Mc 9,2-8) y de la agonía de Getsemaní (Mt 26,37).
La vocación de Santiago está relatada de forma precisa: "Caminando adelante vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y a su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando las redes, y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron" (Mt 4, 21-22). Era de temperamento fuerte, pues enfadado por el rechazo de los pueblos samaritanos a Cristo, le proponen hacer bajar fuego del cielo (Lc 9,54-56). Cristo, ante la petición materna por sus hijos, le anuncia el martirio (Mt 20,21-28).
Vamos a contemplar en la figura del Apóstol Santiago cómo el amor verdadero se curte en el dolor y el la cruz. Sin duda, la cruz de Cristo es para nosotros el signo más evidente y claro del amor loco de Dios al hombre.
Amor y dolor constituyen dos términos de una misma realidad. Más aún, no puede existir el uno sin el otro. Un amor que no comportara sufrimiento, renuncia, sacrificio ya de entrada sería sospechoso. Un dolor que no se viviera con amor sería asimismo estéril e inútil. Justamente o el amor abre la puerta al dolor para demostrarse auténtico y el dolor se funde en el amor para vivirse en paz, o todo suena a patraña y a mentira. De hecho, cuando levantamos los ojos a la Cruz de Cristo, es cierto que vemos a un crucificado, pero sobre todo vemos en la Cruz el amor loco de Dios por nosotros.
A través del dolor de Cristo comprendemos ese amor personal e infinito que nos tiene. Si en la cruz no hubiera amor, sería simplemente una estupidez. Por eso, como dice S. Pablo, la cruz es Aescándalo para los judíos , necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios@ (1 Cor 1, 23-24).
Al hombre de hoy de siempre la Cruz se le presenta como una realidad que inspira temor y rechazo. La sociedad siempre nos está prometiendo una vida fácil, cómoda, agradable, en la medida de lo posible ajena al sacrificio, al esfuerzo, al dolor. Por eso nos resulta tan difícil escoger el camino de Dios, y tan fácil seguir el derrotero del mundo. Sin embargo, la realidad es que nadie puede escapar a la presencia de la cruz y del dolor. Hay mucho tipo de cruces: cruces de todos los tamaños y de todos los colores, cruces más sangrantes y más profundas, cruces más llamativas y más calladas. El destino del hombre sobre la tierra pasa por la cruz en su camino hacia Dios. Si es inútil el querer escapar de su presencia; es todavía más bochornoso el vivir la cruz sin esperanza, sin amor, porque entonces la cruz amarga la vida y produce rebeldía.
El amor se convierte, por ello, en la única respuesta válida a todos los sacrificios, sufrimientos, luchas y trabajos del hombre. No se puede evitar la cruz en cualquiera de sus formas, pero siempre se puede vivirla con amor para darle sentido. Si esto se entendiera, los seres humanos verían en las dificultades de la vida, cualquiera de ellas, una forma de amor. Los problemas cotidianos de un matrimonio son ocasiones maravillosas para demostrarse un amor genuino y auténtico; los sufrimientos por los hijos se transforman en modos de amor más profundos que el simple cariño; los esfuerzos que exige la fe adquieren para ella el brillo de la autenticidad y de la verdad; el sacrificio en el seguimiento de Dios nos demuestra que Dios es demasiado grande y maravilloso para nosotros. Hay que sospechar generalmente de realidades que no cuestan, de matrimonios que no cuestan, de evangelios que no cuestan, de pertenencias a la Iglesia que no cuestan, de amores que no cuestan.
El dolor es, pues, la garantía del verdadero amor. Sólo es capaz de sufrir el que ama. Contemplamos así la vida de tantas personas que en el silencio de sus vidas, día a día, es el amor el que las impulsa a ir adelante, a pesar de todo y contra todo. Van adelante en su vida espiritual, aunque les atenace la sequedad; se humillan en el matrimonio esperando mejores momentos para solucionar las crisis; rezan con confianza a Dios cuando los hijos están pasando por momentos especialmente complicados; perseveran en las decisiones buenas, aunque a veces parezca que carecen de fuerza para seguir adelante. Sería extrañísimo e incluso desilusionador el amar sin tener que sufrir. Mas aun, el que ama se complace en el sufrir por aquél a quien ama. Hay santos que del cielo lo único que no les gusta es el no poder sufrir ya.
El Evangelio a través de dos evangelistas nos refiere de forma parecida, pero con matices diversos, una simpática escena en la que se pide para Santiago y Juan, su hermano, un lugar privilegiado en el Reino de Cristo. En Mt 20,21-28 es la madre de éstos, Salomé, quien eleva esta petición a Cristo. Y en Mc 10, 35-45 son ellos mismos directamente quienes hacen esta petición. Jesús en ambos relatos les dice que no saben lo que están pidiendo y les lanza esa misteriosa pregunta si pueden beber del cáliz que él va a beber. Ellos afirman que sí. Pero Jesús les anuncia que efectivamente van a beber el cáliz, pero respecto al sitio a su derecha e izquierda es para aquellos para quienes esté preparado.
"Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda" (Mc 10, 37). No hay duda de que es el amor el que impulsa a estos dos hermanos a pedirle a Cristo un privilegio tan extraordinario. Por el carácter apasionado, al menos de Santiago, suena lógico que quisiera estar cerca del Maestro en su gloria. El amor empuja hacia el amado de una forma irresistible. Sin embargo, para Santiago en este momento todavía el amor es un sentimiento, un impulso, una inclinación.
Es bello, pero no ha sido probado por el dolor. Aunque posteriormente se enfaden los demás por esta petición tan osada, no hay que quitarle valor a este deseo de los dos hermanos. Y Cristo la comprende. ¿Quién de los Apóstoles no desearía algo tan maravilloso? A Santiago no le bastaba la cercanía; quería la intimidad, la posesión, la totalidad.
"¿Podéis beber la copa que yo voy a beber o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?" (Mc 10, 38). Cristo enseguida trata de hacerle comprender con esta dura pregunta que para poder decir que se ama es necesario decirlo con el dolor. Si quiere de veras amarlo a Él, estar cerca de Él, compartir todo con Él, tendrá que beber su cáliz, cáliz que es Getsemaní, cáliz que es la muerte en la Cruz, cáliz que es la renuncia total a sí mismo. De esta forma Cristo toca la verdad más hermosa del amor: no se puede amar, cuando el amor no cuesta, o también el dolor es el modo más genuino y auténtico de amar. Seguramente en la vida es así: hasta que el amor no ha sido purificado por el dolor, no se puede decir que se ama en serio.
"Sí, podemos" (Mc 10,39). Del corazón decidido y generoso de Santiago salen estas palabras que confirman por un lado que ha entendido lo que el Maestro le ha enseñado acerca del amor a él y por otro que está dispuesto a seguir la suerte del Maestro hasta donde sea necesario, incluida la muerte. Jesús le confirma que efectivamente va a beber la copa que él va a beber y a ser bautizado con ese bautismo de sangre que será su muerte, pero le anuncia que sentarse a su derecha o a su izquierda no puede él concederlo. De alguna manera, todavía Cristo le orienta hacia un amor desprendido. El premio del que ama sólo es amar. Así el amor llega a su plenitud. Si se muere por él, no es para conseguir un lugar privilegiado en su Reino, sino simplemente para poder demostrar el grado de amor que invade su corazón, pues "no hay mayor amor que dar la vida por los amigos".
Para nosotros cristianos se convierte en una prioridad absoluta el aceptar la cruz y el dolor como la expresión más auténtica y genuina de nuestro amor a Dios, de nuestro amor a los demás y de nuestro amor a nosotros mismos. En todos estos campos se sigue realizando aquel camino de "a la luz por la cruz". Queremos que nuestro amor a Dios no se quede en meras palabras, deseamos que nuestro amor a los demás no se convierta simplemente en uso de los demás para nuestro egoísmo, pretendemos crecer como personas en el bien auténtico, tenemos que aceptar la cruz, amarla intensamente y vivirla en todas sus exigencias.
Nos tenemos que convencer de que el amor a Dios no son simplemente palabras, como nos enseña Cristo. El amor a Dios nos tiene que doler, es decir, tiene que vivirse en los momentos más difíciles para nosotros: cuando sentimos la oscuridad en la fe, cuando sentimos la desgana ante las cosas espirituales, cuando nos cuesta especialmente alguna exigencia del Evangelio como el perdón o la humildad, cuando tenemos que renunciar a nosotros mismos para aceptar el misterio de Dios, cuando tenemos que doblegar nuestro racionalismo ante la evidencia de la fe, cuando tenemos que aceptar el hecho de que el perdón de los pecados se confiera a través del sacramento del perdón, cuando en la persona del Vicario de Cristo tenemos que ver a Cristo mismo, cuando en el Magisterio de la Iglesia tenemos que reconocer a Cristo Maestro que nos habla por medio de sus representantes. Cuando me cueste amar a Dios, entonces estaré afirmando que mi amor a él es auténtico. Por el contrario, tenemos que sospechar cuando el amor a Dios nos resulte fácil, cómodo, tranquilo. Entonces no estaremos amando a Dios, sino buscándonos a nosotros mismos.
Y, ¿qué decir del amor a los demás? La esencia del amor es darse y entregarse, lo cual va en contra necesariamente de esa tendencia tan habitual en el hombre que es el egoísmo. Cada acto de amor es como una renuncia a uno mismo, lo cual se experimenta como dolor, aunque el amor sea capaz de darle un hermoso sentido. Por ello, tenemos que decidirnos a pasar por encima de nuestro egoísmo, aunque nos duela, cuando en casa nos resulte complicado sacrificarnos por los hijos o salir de nuestro mundo para entrar en contacto con el mundo de la mujer, cuando en el mundo profesional sintamos ganas o deseos de complicar la vida a cualquier precio a quienes compiten contra nosotros, cuando en la vida diaria sentimos que otros han pisoteado nuestros sentimientos y nos encontramos dolidos, cuando tenemos que mortificar nuestra lengua o nuestro pensamiento para no caer en el juicio temerario o en la crítica frívola, cuando hay que levantarse de la comodidad para servir y colaborar. Es natural que el amor a los demás esté hecho de renuncias propias, es decir, de gotas de dolor que, en este caso, sólo embellecen la propia vida.
Y finalmente, el amor verdadero a uno mismo tiene que aliarse con el dolor. Generalmente, porque nos atenaza la comodidad y no queremos sufrir, nos privamos a nosotros mismos de grandes posibilidades. No cultivamos nuestra mente, porque nos cuesta leer y formarnos, no desarrollamos los talentos que Dios ha depositado en nosotros, porque afirmamos que la vida en sí misma es ya muy complicada, no cuidamos muchas veces hasta nuestra misma salud porque no queremos renunciar a nuestros gustos y caprichos. Amarse correctamente a uno mismo es disponerse a luchar y a sufrir con el objetivo de crecer como persona, pasando por encima de criterios de comodidad y de pereza. En cambio, el amor a nosotros mismos, que nos destruye, es ese amor que nos lleva a buscar en cada momento lo fácil, lo barato, lo vulgar, en todo lo cual no hay renuncia, sacrificio, esfuerzo.
La Cruz de Cristo se ha convertido a lo largo de los siglos en ese monumento, visible desde todas partes, del amor loco de Dios al hombre. Pero sería triste que la Cruz sólo suscitara en nosotros admiración. La Cruz debe inspirar seguimiento. La Cruz con Cristo para nosotros se convierte en camino de salvación y de progreso espiritual. La Cruz nos es necesaria en la vida para poder autentificar el amor a Dios. La Cruz nos es fundamental en la vida para poder demostrar a los demás la sinceridad de nuestro amor. La Cruz nos es clave en la vida para poder salvarnos y ser felices en nuestro peregrinar por la tierra. Dígamosle a Cristo con las palabras de Santiago Apóstol que queremos bebe el cáliz que él va a beber y ser bautizados con el bautismo que él va a ser bautizado.
Santiago, el mayor
Primer mártir de los apóstoles... 25 de Julio
Hoy celebramos al Apóstol Santiago, el Mayor, quien fue el primer mártir de los apóstoles.
Santiago fue uno de los doce Apóstoles de Jesús. Vivió con Él, lo conoció y se encargó de extender su Reino y la Palabra de Dios.
Dos de los Apóstoles de Jesús se llamaban Santiago. Para distinguirlos, de acuerdo con su edad, se les ha llamado Santiago, el Mayor y Santiago, el Menor. Hoy es la fiesta de Santiago, el Mayor.
Un poco de historia
Santiago, el Mayor, era hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano mayor del también apóstol y evangelista, San Juan. Ambos habían nacido en Galilea y se dedicaban a la pesca. Su posición social era acomodada: su padre tenía una industria pesquera con muchos empleados. Él y Juan eran, además, conocidos en la capital.
Cuando Jesús caminaba por la orilla del lago de Genesaret, también llamado mar de Galilea, vio a dos hermanos, Pedro y Andrés, que estaban pescando, los llamó para seguirle y convertirlos en pescadores de hombres. También, llamó a los hermanos Santiago y Juan, que en una barca, con su padre Zebedeo, estaban remendando redes.
Los dos abandonaron lo que estaban haciendo dejando a su padre, que no se opuso a su vocación, y siguieron al Maestro. Ellos eran discípulos de Juan Bautista.
Jesús les puso a ambos, el sobrenombre de “Boanerges”, que significa “hijos del trueno”, porque eran muy impulsivos, francos y fogosos. En una ocasión, Jesús no fue bien recibido por los samaritanos y los hermanos le preguntaron a Jesús si quería que hicieran bajar fuego del cielo para consumirlos en él.
Durante la vida pública de Jesucristo, Santiago fue uno de los predilectos: Estuvo presente, junto con su hermano Juan y con Pedro, en la curación milagrosa de la suegra de Pedro y en la resurrección de la hija de Jairo. Con ellos, fue testigo ocular de la Transfiguración de Jesús. Lo acompañó de cerca durante su agonía en el huerto de Getsemaní. Además, fue uno de los cuatro Apóstoles privilegiados que oyeron de labios de Cristo la historia profética del Reino de Dios.
Fue el primer mártir entre los Apóstoles. Murió en Jerusalén en el año 44, por orden de Herodes Agripa I, quien persiguió a los cristianos para quedar bien con los judíos. Se cuenta que un escriba amigo suyo, lo traicionó, pero luego éste se arrepintió y le pidió perdón antes de la ejecución. Santiago le dijo: “La paz sea contigo”, lo abrazó y lo bautizó. Ambos fueron decapitados juntos.
Algunos investigadores afirman que los restos de Santiago, el Mayor, fueron trasladados a España y se encuentran en Campus Stellae (Campo de Estrellas), actualmente, Santiago de Compostela. Es el Santo patrono de España, por la doble creencia de que España fue evangelizada por Santiago y posee sus reliquias. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta si predicó ahí porque los primeros escritores de la Iglesia no lo dicen.
Existe una leyenda española del siglo IX que cuenta que Santiago se apareció cerca del lugar donde se veneraban sus reliquias, montado sobre un caballo blanco, con varias estrellas, llevando un libro en la mano, como símbolo de su misión evangelizadora. Según las narraciones de la época, Santiago Apóstol se aparecía en las batallas contra los infieles moros, sobre un caballo blanco, en imponente aspecto y llevando un gran estandarte blanco y también espada, conduciendo a los cristianos españoles a la victoria, quienes decían como grito de batalla: “Santiago y cierra España”.
¿Qué nos enseña Santiago, el Mayor?
A vivir nuestra fe con autenticidad; a ser testigos del Evangelio con nuestra vida. A cumplir con nuestra misión dentro de la Iglesia: extender la Palabra de Dios a todos los que nos rodean.
A cumplir con nuestra misión cueste lo que cueste, ya que a él le costó el martirio.
A ser fieles a Jesús y su Iglesia. Nosotros somos fieles a la Iglesia obedeciendo al Papa y ayudándolo en la tarea de la Nueva Evangelización.
A confiar en Dios y a sabernos abandonar en sus manos.
A perdonar a nuestros enemigos, a amar a aquél que me ofendió, a aquél que me ha hecho sufrir.
Oración
Virgen María y Santiago Apóstol, les pido en este día me ayuden a dar un buen ejemplo de mi fe católica. Que aprenda a perdonar de corazón a los que me ofenden y sepa predicar el Evangelio entre mis hermanos.
Amén
Una semana a la planificación familiar natural
Es el momento de decir sí al plan de Dios para el amor conyugal
“Es el momento de decir sí al plan de Dios para el amor conyugal”, es el lema sobre la semana que los obispos de Estados Unidos, a través de la Conferencia Episcopal, han querido dedicar a la Planificación Familiar Natural.
Cada año en estas fechas, los obispos realizan una campaña de educación, promoción y concienciación sobre los métodos naturales, ya sea para facilitar el embarazo o para espaciarlo, según los motivos que contempla la Iglesia. Para ello, preparan materiales e imparten conferencias en las distintas diócesis para ayudar a los matrimonios católicos.
La fecha tiene todo el sentido
La fecha no ha sido elegida al azar sino que se pretende destacar el aniversario de la encíclica de Pablo VI, Humanae Vitae (25 de julio de 1968), que recoge las enseñanzas católicas sobre la sexualidad humana, el amor conyugal y el verdadero sentido de la paternidad responsable. Además, el 26 se celebra la festividad de los esposos San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María.
Los obispos estadounidenses han sabido reconocer el reto al que se enfrentan los matrimonios católicos de hoy en un mundo donde la anticoncepción está arraigada de manera masiva y donde la apertura a la vida es una excepción. Y por ello, quieren ofrecer al mundo promocionando los métodos naturales en los que el matrimonio sale reforzado, la mujer conoce mejor su cuerpo y donde el carácter unitivo y procreativo no quedan separados ni excluidos.
Qué dice el Catecismo
El Catecismo de la Iglesia Católica en su punto 2370 asegura que los métodos naturales “son conformes a los criterios objetivos de la moralidad. Estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica”.
De gran efectividad, los métodos naturales enseñan a los matrimonios a observar e interpretar los signos de fertilidad e infertilidad de la mujer, por lo que son muy útiles también para conocer el día más fértil y así facilitar el embarazo. Por otro lado, en caso de necesidad de espaciar los hijos existen periodos de infertilidad de la mujer.
Por ejemplo, Vicky Braun, coordinadora de estos programas en la Diócesis de Madison se felicita de que los obispos de Estados Unidos se preocupen y promuevan estos métodos. “¡Qué regalo ha sido para mí y mi esposo Rich!. Aprendió a respetarme tanto en mis tiempos fértiles como en los infértiles”.