¿Amasar para sí mismo o ser rico ante Dios?

San Juan María Vianney, 4 de agosto

Cura de Ars, patrono de los sacerdotes

AGOSTO 03, 2019 09:00

«Cura de Ars, patrono de los sacerdotes, enamorado de la Eucaristía y maestro de la penitencia. Recibió, entre otros, el don de lágrimas. Con su santidad ya en vida conmovió a la Europa de su tiempo»

Benedicto XVI declaró «Año sacerdotal» al periodo de junio de 2009 hasta ese mes de 2010 poniendo a este admirable santo como ejemplo para los presbíteros. El pontífice hizo un panegírico de este humilde cura que llegó a Ars diciendo: «Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia; acepto sufrir todo lo que quieras durante toda mi vida», llevando su anhelo hasta el final. Ser sacerdotes santos es lo que el papa quiso recordar a los ordenados con esta celebración conmemorativa del 150 aniversario de la muerte del padre Vianney. Su enternecedora trayectoria de amor dejó traslucir su extraordinaria pasión por lo divino. Fue un apóstol que llegó al corazón de cientos de miles de personas con su virtud, en el silencio de su ofrenda y abrazo a la cruz, contemplando la Eucaristía, envuelto en lágrimas.

Nació en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786, cuando la Revolución comenzaba a hacer acto de presencia y su influjo era percibido en hogares católicos como el suyo, lo cual signó su infancia. Las prácticas de piedad que toda la familia se veía obligada a realizar clandestinamente, marcaron también su primera comunión: la recibió por la noche en un pajar.

Ayudaba trabajando en tareas del campo y cuidando ganado. Pero quería ser sacerdote a toda costa, y aunque su padre se oponía, logró iniciar los estudios. Los formadores reconocían su virtud, pero en lo tocante a los estudios era calamitoso. Desalentado por tener que abandonar el seminario, pidió limosna para costear su peregrinación a la tumba de san Francisco de Regis. Partió de allí con la convicción de que sería sacerdote pese a su limitación.

A sus 17 años por ser seminarista se libró de luchar con las tropas de Napoleón para las que fue reclutado. Envuelto en peripecias, alternándose enfermedad y periodos de convalecencia, acabó siguiendo a un desertor sin saberlo. Sobrevivió catorce meses oculto en las montañas de Noës usando nombres ficticios hasta que se produjo la amnistía, todo ello con conocimiento del alcalde, a quien informó de la situación. Después, prosiguió estudios en Verrières y Lyón. Al persistir su problema de aprendizaje del latín, no fue admitido en el seminario. Tampoco lo acogieron los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Hasta que el padre Balley le ayudó, y Juan María, que no lograba asimilar las asignaturas, fue ordenado en 1815 por el obispo de Grenoble, sin concluir los estudios. La soledad en la que se produjo, soledad que prosiguió después, no hizo mella en su ánimo.

Feliz de ser sacerdote, completó su formación con el padre Balley, un virtuoso presbítero, siendo su vicario en Ecully durante un breve periodo, hasta que se produjo la muerte de éste. Entonces fue enviado a Ars que no tenía parroquia. Su experiencia pastoral había discurrido en esta escuela de santidad junto a Balley. Partía con algo que no se adquiere en ningún lugar: la gracia de querer convertirse cada día en otro Cristo, anhelo que sostuvo cada segundo sin desfallecer. En su nuevo destino sufrió y se entregó por los pecadores en auténtico holocausto, con una vida plagada de penitencias y austeridades, alimentado prácticamente con la oración, ya que apenas tenía viandas que llevarse a la boca.

De humildad heroica, en incontables ocasiones deseó poder encontrar un lugar para ir «a llorar su pobre vida». Halló frialdad y distancia hacia la fe en las gentes, pero no tardó en conmoverlas con su santa conducta. De noche y de día le vieron orar arrodillado ante el Sagrario.

Y la inicial curiosidad se fue tornando en admiración. Cuando oficiaba la misa era palpable que lo hacía sabiendo que rememoraba el sacrificio de Cristo. «¡Oh, qué cosa tan grande es el sacerdocio! No se comprenderá bien más que en el cielo… Si se entendiera en la tierra, se moriría, no de susto, sino de amor»«¡Qué desgracia es un sacerdote sin vida interior!», decía.

A pesar de su estricta discreción, se fue corriendo el rumor de sus crudos ayunos y penitencias. No tuvo el don de palabra, pero las que lograba proferir eran ascuas que incendiaban el corazón de los fieles. Éstos recibían a manos llenas los bienes que les ofrecía, aún minando los escasos ahorros de la parroquia. Se ganó a todos con encendidas súplicas a Dios y constantes sacrificios, abrazándose a una cruz que venía envuelta en difamaciones y en una campaña de desprestigio permanente ante sus superiores. Su fe era inquebrantable. Se empecinó en poner bien altos los valores morales del pueblo, y pudo con todo, hasta con las insidias del diablo que no le dejaba en paz.

El ejemplo de su heroica caridad y rigurosas mortificaciones corrió de boca en boca por todos los rincones, traspasando las fronteras de Ars. Y comenzaron a llegar las peregrinaciones que tomaron un sesgo insospechado en poco tiempo, ya que los testimonios que daban cuenta de la virtud del sacerdote se extendieron desde Lyon y Belley al resto de Francia y de Europa. Personas de toda condición, ricos y pobres, querían confesarse con él. Y el humilde confesionario sería prácticamente su única morada: «El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo», decía.

Milagrosamente pudo sobrevivir durante años apenas sin alimentarse y sin concederse el mínimo descanso, cosido materialmente a durísimas disciplinas que él mismo se infligía. Obediente, sencillo, humilde, agradecido, con gestos significativos como adquirir un paraguas de seda para una señora que lo acogió en su casa cuando estaba oculto, con el don de penetración de espíritus y el de lágrimas, este gran sacerdote, tierno y humano, murió el 4 de agosto de 1859. Había dado gloria a Dios y encumbrado con su santidad la pequeña aldea de Ars, prácticamente desconocida hasta que llegó, y que en adelante perviviría junto a su nombre. Pío X lo beatificó el 8 de enero de 1905. Pío XI lo canonizó el 31 de mayo de 1925, y en 1928 lo nombró patrono de los párrocos.

AGOSTO 03, 2019 09:00

Carta del Papa Francisco a los sacerdotes en el 160º aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars

Festividad del santo Cura de Ars

AGOSTO 04, 2019 12:56 REDACCIÓN PAPA FRANCISCO, ROMA

(ZENIT – 4 agosto 2019).- El Papa Francisco se dirige a los sacerdotes en la festividad del Santo Cura de Ars con ocasión del 160º aniversario de su muerte con esta carta dirigida a ellos.

A mis hermanos presbíteros.

Queridos hermanos:

Recordamos los 160 años de la muerte del santo Cura de Ars a quien Pío XI presentó como patrono para todos los párrocos del mundo[1]. En su fiesta quiero escribirles esta carta, no sólo a los párrocos sino también a todos Ustedes hermanos presbíteros que sin hacer ruido “lo dejan todo” para estar empeñados en el día a día de vuestras comunidades. A Ustedes que, como el Cura de Ars, trabajan en la “trinchera”, llevan sobre sus espaldas el peso del día y del calor (cf. Mt 20,12) y, expuestos a un sinfín de situaciones, “dan la cara” cotidianamente y sin darse tanta importancia, a fin de que el Pueblo de Dios esté cuidado y acompañado. Me dirijo a cada uno de Ustedes que, tantas veces, de manera desapercibida y sacrificada, en el cansancio o la fatiga, la enfermedad o la desolación, asumen la misión como servicio a Dios y a su gente e, incluso con todas las dificultades
del camino, escriben las páginas más hermosas de la vida sacerdotal.

Hace un tiempo manifestaba a los obispos italianos la preocupación de que, en no pocas regiones, nuestros sacerdotes se sienten ridiculizados y “culpabilizados” por crímenes que no cometieron y les decía que ellos necesitan encontrar en su obispo la figura del hermano mayor y el padre que los aliente en estos tiempos difíciles, los estimule y sostenga en el camino[2].

Como hermano mayor y padre también quiero estar cerca, en primer lugar para agradecerles en nombre del santo Pueblo fiel de Dios todo lo que recibe de Ustedes y, a su vez, animarlos a renovar esas palabras que el Señor pronunció con tanta ternura el día de nuestra ordenación y constituyen la fuente de nuestra alegría: «Ya no los llamo siervos…, yo los llamo amigos» (Jn 15,15)[3].

DOLOR

«He visto la aflicción de mi pueblo» (Ex 3,7).

En estos últimos tiempos hemos podido oír con mayor claridad el grito, tantas veces silencioso y silenciado, de hermanos nuestros, víctimas de abuso de poder, conciencia y sexual por parte de ministros ordenados. Sin lugar a dudas es un tiempo de sufrimiento en la vida de las víctimas que padecieron las diferentes formas de abusos; también para sus familias y para todo el Pueblo de Dios.

Como Ustedes saben estamos firmemente comprometidos con la puesta en marcha de las reformas necesarias para impulsar, desde la raíz, una cultura basada en el cuidado pastoral de manera tal que la cultura del abuso no encuentre espacio para desarrollarse y, menos aún, perpetuarse. No es tarea fácil y de corto plazo, reclama el compromiso de todos. Si en el pasado la
omisión pudo transformarse en una forma de respuesta, hoy queremos que la conversión, la transparencia, la sinceridad y solidaridad con las víctimas se convierta en nuestro modo de hacer la historia y nos ayude a estar más atentos ante todo sufrimiento humano[4].

Este dolor no es indiferente tampoco a los presbíteros. Así lo pude constatar en las diferentes visitas pastorales tanto en mi diócesis como en otras donde tuve la oportunidad de mantener encuentros y charlas personales con sacerdotes. Muchos de ellos me manifestaron su indignación por lo sucedido, y también cierta impotencia, ya que además del «desgaste por la entrega han vivido el daño que provoca la sospecha y el cuestionamiento, que en algunos o muchos pudo haber introducido la duda, el miedo y la desconfianza»[5]. Numerosas son las cartas de sacerdotes que comparten este sentir. Por otra parte, consuela encontrar pastores que, al constatar y conocer el dolor sufriente de las víctimas y del Pueblo de Dios, se movilizan, buscan palabras y caminos de esperanza.

Sin negar y repudiar el daño causado por algunos hermanos nuestros sería injusto no reconocer a tantos sacerdotes que, de manera constante y honesta, entregan todo lo que son y tienen por el bien de los demás (cf. 2 Co 12,15) y llevan adelante una paternidad espiritual capaz de llorar con los que lloran; son innumerables los sacerdotes que hacen de su vida una obra de misericordia en regiones o situaciones tantas veces inhóspitas, alejadas o abandonadas incluso a riesgo de la propia vida. Reconozco y agradezco vuestro valiente y constante ejemplo que, en momentos de turbulencia, vergüenza y dolor, nos manifiesta que Ustedes siguen jugándose con alegría por elEvangelio[6].

Estoy convencido de que, en la medida en que seamos fieles a la voluntad de Dios, los tiempos de purificación eclesial que vivimos nos harán más alegres y sencillos y serán, en un futuro no lejano, muy fecundos. «¡No nos desanimemos! El señor está purificando a su Esposa y nos está convirtiendo a todos a Sí. Nos permite experimentar la prueba para que entendamos que sin Él somos polvo. Nos está salvando de la hipocresía y de la espiritualidad de las apariencias. Está soplando su Espíritu para devolver la belleza a su Esposa sorprendida en flagrante adulterio. Nos hará bien leer hoy el capítulo 16 de Ezequiel. Esa es la historia de la Iglesia. Esa es mi historia, puede decir alguno de nosotros. Y, al final, a través de tu vergüenza, seguirás siendo un pastor. Nuestro humilde arrepentimiento, que permanece en silencio, en lágrimas ante la monstruosidad del
pecado y la insondable grandeza del perdón de Dios, es el comienzo renovado de nuestra santidad»[7].

GRATITUD

«Doy gracias sin cesar por Ustedes» (Ef 1,16).

La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor. Es bueno volver una y otra vez sobre esos pasajes evangélicos donde vemos a Jesús rezar, elegir y llamar «para que estén con Él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14).

Quisiera recordar aquí a un gran maestro de vida sacerdotal de mi país natal, el padre Lucio Gera quien, hablando a un grupo de sacerdotes en tiempos de muchas pruebas en América Latina, les decía: “Siempre, pero sobre todo en las pruebas, debemos volver a esos momentos luminosos en que experimentamos el llamado del Señor a consagrar toda nuestra vida a su servicio”. Es lo que me gusta llamar “la memoria deuteronómica de la vocación” que nos permite volver «a ese punto incandescente en el que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino y con esa chispa volver a encender el fuego para el hoy, para cada día y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena»[8].

Un día pronunciamos un “sí” que nació y creció en el seno de una comunidad cristiana de la mano de esos santos «de la puerta de al lado»[9] que nos mostraron con fe sencilla que valía la pena entregar todo por el Señor y su Reino. Un “sí” cuyo alcance ha tenido y tendrá una trascendencia impensada, que muchas veces no llegaremos a imaginar todo el bien que fue y es capaz de generar. ¡Qué lindo cuando un cura anciano se ve rodeado y visitado por esos pequeños —ya adultos— que bautizó en sus inicios y, con gratitud, le vienen a presentar la familia! Allí descubrimos que fuimos ungidos para ungir y la unción de Dios nunca defrauda y me hace decir con el Apóstol: «Doy gracias sin cesar por Ustedes» (Ef 1,16) y por todo el bien que han hecho.

En momentos de tribulación, fragilidad, así como en los de debilidad y manifestación de nuestros límites, cuando la peor de todas las tentaciones es quedarse rumiando la desolación[10]fragmentando la mirada, el juicio y el corazón, en esos momentos es importante —hasta me animaría a decir crucial— no sólo no perder la memoria agradecida del paso del Señor por nuestra
vida, la memoria de su mirada misericordiosa que nos invitó a jugárnosla por Él y por su Pueblo, sino también animarse a ponerla en práctica y con el salmista poder armar nuestro propio canto de alabanza porque «eterna es su misericordia» (Sal 135)

El agradecimiento siempre es un “arma poderosa”. Sólo si somos capaces de contemplar y agradecer concretamente todos los gestos de amor, generosidad, solidaridad y confianza, así como de perdón, paciencia, aguante y compasión con los que fuimos tratados, dejaremos al Espíritu regalarnos ese aire fresco capaz de renovar (y no emparchar) nuestra vida y misión. Dejemos que, al igual que Pedro en la mañana de la “pesca milagrosa”, el constatar tanto bien recibido nos haga despertar la capacidad de asombro y gratitud que nos lleve a decir: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador» (Lc 5,8) y, escuchemos una vez más de boca del Señor su llamado: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres» (Lc 5,10); porque «eterna es su misericordia».

Hermanos, gracias por vuestra fidelidad a los compromisos contraídos. Es todo un signo que, en una sociedad y una cultura que convirtió “lo gaseoso” en valor, existan personas que apuesten y busquen asumir compromisos que exigen toda la vida. Sustancialmente estamos diciendo que seguimos creyendo en Dios que jamás ha quebrantado su alianza, inclusive cuando
nosotros la hemos quebrantado incontablemente. Esto nos invita a celebrar la fidelidad de Dios que no deja de confiar, creer y apostar a pesar de nuestros límites y pecados, y nos invita a hacer lo mismo. Conscientes de llevar un tesoro en vasijas de barro (cf. 2 Co 4,7), sabemos que el Señor triunfa en la debilidad (cf. 2 Co 12,9), no deja de sostenernos y llamarnos, dándonos el ciento por uno (cf. Mc 10,29-30) porque «eterna es su misericordia».

Gracias por la alegría con la que han sabido entregar sus vidas, mostrando un corazón que con los años luchó y lucha para no volverse estrecho y amargo y ser, por el contrario, cotidianamente ensanchado por el amor a Dios y a su pueblo; un corazón que, como al buen vino, el tiempo no lo ha agriado, sino que le dio una calidad cada vez más exquisita; porque «eterna es su
misericordia».

Gracias por buscar fortalecer los vínculos de fraternidad y amistad en el presbiterio y con vuestro obispo, sosteniéndose mutuamente, cuidando al que está enfermo, buscando al que se aísla, animando y aprendiendo la sabiduría del anciano, compartiendo los bienes, sabiendo reír y llorar juntos, ¡cuán necesarios son estos espacios! E inclusive siendo constantes y perseverantes cuando tuvieron que asumir alguna misión áspera o impulsar a algún hermano a asumir sus
responsabilidades; porque «eterna es su misericordia».

Gracias por el testimonio de perseverancia y “aguante” (hypomoné) en la entrega pastoral
que tantas veces, movidos por la parresía del pastor[11], nos lleva a luchar con el Señor en la oración, como Moisés en aquella valiente y hasta riesgosa intercesión por el pueblo (cf. Nm 14,13- 19; Ex 32,30-32; Dt 9,18-21); porque «eterna es su misericordia».

Gracias por celebrar diariamente la Eucaristía y apacentar con misericordia en el sacramento de la reconciliación, sin rigorismos ni laxismos, haciéndose cargo de las personas y acompañándolas en el camino de conversión hacia la vida nueva que el Señor nos regala a todos. Sabemos que por los escalones de la misericordia podemos llegar hasta lo más bajo de nuestra
condición humana —fragilidad y pecados incluidos— y, en el mismo instante, experimentar lo más alto de la perfección divina: «Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso»[12]. Y así ser «capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse»[13]; porque «eterna es su misericordia». Gracias por ungir y anunciar a todos, con ardor, “a tiempo y a destiempo” el Evangelio de Jesucristo (cf. 2 Tm 4,2), sondeando el corazón de la propia comunidad «para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios y también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto»[14]; porque «eterna es su misericordia».

Gracias por las veces en que, dejándose conmover en las entrañas, han acogido a los caídos, curado sus heridas, dando calor a sus corazones, mostrando ternura y compasión como el samaritano de la parábola (cf. Lc 10,25-37). Nada urge tanto como esto: proximidad, cercanía, hacernos cercanos a la carne del hermano sufriente. ¡Cuánto bien hace el ejemplo de un sacerdote que se acerca y no le huye a las heridas de sus hermanos![15]. Reflejo del corazón del pastor que aprendió el gusto espiritual de sentirse uno con su pueblo[16]; que no se olvida que salió de él y que sólo en su servicio encontrará y podrá desplegar su más pura y plena identidad, que le hace desarrollar un estilo de vida austera y sencilla, sin aceptar privilegios que no tienen sabor a
Evangelio; porque «eterna es su misericordia».

Gracias demos, también por la santidad del Pueblo fiel de Dios que somos invitados a apacentar y, a través del cual, el Señor también nos apacienta y cuida con el regalo de poder contemplar a ese pueblo en esos «padres que cuidan con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que
siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante»[17]. Agradezcamos por cada uno de ellos y dejémonos socorrer y estimular por sutestimonio; porque «eterna es su misericordia».

ÁNIMO

«Mi deseo es que se sientan animados» (Col 2,2).

Mi segundo gran deseo, haciéndome eco de las palabras de san Pablo, es acompañarlos a renovar nuestro ánimo sacerdotal, fruto ante todo de la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. Frente a experiencias dolorosas todos tenemos necesidad de consuelo y de ánimo. La misión a la que fuimos llamados no entraña ser inmunes al sufrimiento, al dolor e inclusive a la incomprensión[18]; al contrario, nos pide mirarlos de frente y asumirlos para dejar que el Señor los transforme y nos configure más a Él. «En el fondo, la falta de un reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites es lo que impide a la gracia actuar mejor en nosotros, ya que no le deja  espacio para provocar ese bien posible que se integra en un camino sincero y real de crecimiento»[19].

Un buen “test” para conocer como está nuestro corazón de pastor es preguntarnos cómo enfrentamos el dolor. Muchas veces se puede actuar como el levita o el sacerdote de la parábola que dan un rodeo e ignoran al hombre caído (cf. Lc 10,31-32). Otros se acercan mal, lo intelectualizan refugiándose en lugares comunes: “la vida es así”, “no se puede hacer nada”, dando lugar al
fatalismo y la desazón; o se acercan con una mirada de preferencias selectivas que lo único que genera es aislamiento y exclusión. «Como el profeta Jonás siempre llevamos latente la tentación de huir a un lugar seguro que puede tener muchos nombres: individualismo, espiritualismo, encerramiento en pequeños mundos…»[20], los cuales lejos de hacer que nuestras entrañas se conmuevan terminan apartándonos de las heridas propias, de las de los demás y, por tanto, de las llagas de Jesús[21].

En esta misma línea quisiera señalar otra actitud sutil y peligrosa que, como le gustaba decir a Bernanos, es «el más preciado de los elixires del demonio»[22] y la más nociva para quienes queremos servir al Señor porque siembra desaliento, orfandad y conduce a la desesperación[23]. Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o con nosotros mismos, podemos vivir la tentación de apegarnos a una tristeza dulzona, que los padres de Oriente llamaban acedia. El card. Tomáš Špidlík decía: «Si nos asalta la tristeza por cómo es la vida, por la compañía de los otros, porque estamos solos… entonces es porque tenemos una falta de fe en la Providencia de Dios y en su obra. La tristeza […] paraliza el ánimo de continuar con el trabajo, con la oración, nos hace antipáticos para los que viven junto a nosotros. Los monjes, que dedican una larga descripción a este vicio, lo llaman el peor enemigo de la vida espiritual»[24].

Conocemos esa tristeza que lleva al acostumbramiento y conduce paulatinamente a la naturalización del mal y a la injusticia con el tenue susurrar del “siempre se hizo así”. Tristeza que vuelve estéril todo intento de transformación y conversión propagando resentimiento y animosidad. «Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo Resucitado» y para la que fuimos llamados[25].

Hermanos, cuando esa tristeza dulzona amenace con adueñarse de nuestra vida o de nuestra comunidad, sin asustarnos ni preocuparnos, pero con determinación, pidamos y hagamos pedir al Espíritu que «venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos las costumbres, abramos bien los ojos, los oídos y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz
del Resucitado»[26].

Permítanme repetirlo, todos necesitamos del consuelo y la fortaleza de Dios y de los hermanos en los tiempos difíciles. A todos nos sirven aquellas sentidas palabras de san Pablo a sus comunidades: «Les pido, por tanto, que no se desanimen a causa de las tribulaciones» (Ef 3,13); «Mi deseo es que se sientan animados» (Col 2,2), y así poder llevar adelante la misión que cada mañana el Señor nos regala: transmitir «una buena noticia, una alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10). Pero, eso sí, no ya como teoría o conocimiento intelectual o moral de lo que debería ser, sino como hombres que en medio del dolor fueron transformados y transfigurados por el Señor, y como Job llegan a exclamar: «Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos» (42,5). Sin esta experiencia fundante, todos nuestros esfuerzos nos llevarán por el camino de la frustración y el
desencanto.

A lo largo de nuestra vida, hemos podido contemplar como «con Jesucristo siempre nace y renace la alegría»[27]. Si bien existen distintas etapas en esta vivencia, sabemos que más allá de nuestras fragilidades y pecados Dios siempre «nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría»[28]. Esa alegría no nace de nuestros esfuerzos voluntaristas o intelectualistas sino de la confianza de saber que siguen actuantes las palabras de Jesús a Pedro: en el momento que seas zarandeado, no te olvides que «yo mismo he rogado por ti, para que no te falte la fe» (Lc 22,32). El Señor es el primero en rezar y en luchar por vos y por mí. Y nos invita a entrar de lleno en su oración. Inclusive pueden llegar momentos en los que tengamos que sumergirnos en «la oración de Getsemaní, la más humana y la más dramática de las plegarias de Jesús […]. Hay súplica, tristeza, angustia, casi una desorientación (Mc 14,33s.)»[29].

Sabemos que no es fácil permanecer delante del Señor dejando que su mirada recorra nuestra vida, sane nuestro corazón herido y lave nuestros pies impregnados de la mundanidad que se adhirió en el camino e impide caminar. En la oración experimentamos nuestra bendita precariedad que nos recuerda que somos discípulos necesitados del auxilio del Señor y nos libera de esa tendencia «prometeica de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas»[30].

Hermanos, Jesús más que nadie, conoce nuestros esfuerzos y logros, así como también los fracasos y desaciertos. Él es el primero en decirnos: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre Ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrar alivio» (Mt 11,28-29)

En una oración así sabemos que nunca estamos solos. La oración del pastor es una oración habitada tanto por el Espíritu «que clama a Dios llamándolo ¡Abba!, es decir, ¡Padre!» (Ga 4,6) como por el pueblo que le fue confiado. Nuestra misión e identidad se entienden desde esta doble vinculación.

La oración del pastor se nutre y encarna en el corazón del Pueblo de Dios. Lleva las marcas de las heridas y alegrías de su gente a la que presenta desde el silencio al Señor para que las unja con el don del Espíritu Santo. Es la esperanza del pastor que confía y lucha para que el Señor cure nuestra fragilidad, la personal y la de nuestros pueblos. Pero no perdamos de vista que precisamente en la oración del Pueblo de Dios es donde se encarna y encuentra lugar el corazón del pastor. Esto nos libra a todos de buscar o querer respuestas fáciles, rápidas y prefabricadas, permitiéndole al Señor que sea Él (y no nuestras recetas y prioridades) quien muestre un camino de esperanza. No perdamos de vista que, en los momentos más difíciles de la comunidad primitiva, tal como leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, la oración se constituyó en la verdadera protagonista.

Hermanos, reconozcamos nuestra fragilidad, sí; pero dejemos que Jesús la transforme y nos lance una y otra vez a la misión. No nos perdamos la alegría de sentirnos “ovejas”, de saber que él es nuestro Señor y Pastor.

Para mantener animado el corazón es necesario no descuidar estas dos vinculaciones constitutivas de nuestra identidad: la primera, con Jesús. Cada vez que nos desvinculamos de Jesús o descuidamos la relación con Él, poco a poco nuestra entrega se va secando y nuestras lámparas se quedan sin el aceite capaz de iluminar la vida (cf. Mt 25,1-13): «Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco Ustedes, si no permanecen en mí. Permanezcan en mi amor (…) porque separados de mí, nada pueden hacer» (Jn 15,4-5). En este sentido, quisiera animarlos a no descuidar el acompañamiento espiritual, teniendo a algún hermano con quien charlar, confrontar, discutir y discernir en plena confianza y transparencia el propio camino; un hermano sapiente con quien hacer la experiencia de saberse discípulos. Búsquenlo, encuéntrenlo y disfruten de la alegría de dejarse cuidar, acompañar y aconsejar. Es una ayuda insustituible para poder vivir el ministerio haciendo la voluntad del Padre (cf. Hb 10,9) y dejar al corazón latir con «los mismos sentimientos de Cristo» (Flp 2,5). Qué bien nos hacen las palabras del Eclesiastés: «Valen más dos juntos que uno solo… si caen, uno levanta a su compañero, pero ¡pobre del que está solo y se cae, sin tener nadie que lo levante!» (4,9-10).

La otra vinculación constitutiva: acrecienten y alimenten el vínculo con vuestro pueblo. No se aíslen de su gente y de los presbiterios o comunidades. Menos aún se enclaustren en grupos cerrados y elitistas. Esto, en el fondo, asfixia y envenena el alma. Un ministro animado es un ministro siempre en salida; y “estar en salida” nos lleva a caminar «a veces delante, a veces en medio y a veces detrás: delante, para guiar a la comunidad; en medio, para mejor comprenderla, alentarla y sostenerla; detrás, para mantenerla unida y que nadie se quede demasiado atrás… y también por otra razón: porque el pueblo tiene “olfato”. Tiene olfato en encontrar nuevas sendas para el camino, tiene el “sensus fidei” [cf. LG 12]. ¿Hay algo más bello?» [31]. Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de ese estilo evangelizador que marcó toda su existencia.

Hermanos, el dolor de tantas víctimas, el dolor del Pueblo de Dios, así como el nuestro propio no puede ser en vano. Es Jesús mismo quien carga todo este peso en su cruz y nos invita a renovar nuestra misión para estar cerca de los que sufren, para estar, sin vergüenzas, cerca de las miserias humanas y, por qué no, vivirlas como propias para hacerlas eucaristía[32]. Nuestro tiempo, marcado por viejas y nuevas heridas necesita que seamos artesanos de relación y de comunión, abiertos, confiados y expectantes de la novedad que el Reino de Dios quiere suscitar hoy. Un Reino de pecadores perdonados invitados a testimoniar la siempre viva y actuante compasión del Señor; «porque eterna es su misericordia».

ALABANZA

«Proclama mi alma la grandeza del Señor» (Lc 1,46).

Es imposible hablar de gratitud y ánimo sin contemplar a María. Ella, mujer de corazón traspasado (cf. Lc 2,35), nos enseña la alabanza capaz de abrir la mirada al futuro y devolver la esperanza al presente. Toda su vida quedó condensada en su canto de alabanza (cf. Lc 1,46-55) que también somos invitados a entonar como promesa de plenitud.

Cada vez que voy a un Santuario Mariano, me gusta “ganar tiempo” mirando y dejándome mirar por la Madre, pidiendo la confianza del niño, del pobre y del sencillo que sabe que ahí esta su Madre y es capaz de mendigar un lugar en su regazo. Y en ese estar mirándola, escuchar una vez más como el indio Juan Diego: «¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?»[33].

Mirar a María es volver «a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no

Si alguna vez, la mirada comienza a endurecerse, o sentimos que la fuerza seductora de la apatía o la desolación quiere arraigar y apoderarse del corazón; si el gusto por sentirnos parte viva e integrante del Pueblo de Dios comienza a incomodar y nos percibimos empujados hacia una actitud elitista… no tengamos miedo de contemplar a María y entonar su canto de alabanza.

Si alguna vez nos sentimos tentados de aislarnos y encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros proyectos protegiéndonos de los caminos siempre polvorientos de la historia, o si el lamento, la queja, la crítica o la ironía se adueñan de nuestro accionar sin ganas de luchar, de esperar y de amar… miremos a María para que limpie nuestra mirada de toda “pelusa” que puede estar impidiéndonos ser atentos y despiertos para contemplar y celebrar a Cristo que Vive en medio de su Pueblo. Y si vemos que no  logramos caminar derecho, que nos cuesta mantener los propósitos de conversión, digámosle como le suplicaba, casi con complicidad, ese gran párroco, poeta también, de mi anterior diócesis: «Esta tarde, Señora / la promesa es sincera; / por las dudas no olvides / dejar la llave afuera»[35]. «Ella es la amiga siempre atenta para que no falte vino en nuestras vidas. Ella es
la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolor de parto hasta que brote la justicia… como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del Amor de Dios»[36].

Hermanos, una vez más, «doy gracias sin cesar por Ustedes» (Ef 1,16) por vuestra entrega y misión con la confianza que «Dios quita las piedras más duras, contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad. La historia humana no termina ante una piedra sepulcral, porque hoy descubre la “piedra viva” (cf. 1 P 2,4): Jesús
resucitado. Nosotros, como Iglesia, estamos fundados en Él, e incluso cuando nos desanimamos, cuando sentimos la tentación de juzgarlo todo en base a nuestros fracasos, Él viene para hacerlo todo nuevo»[37].

Dejemos que sea la gratitud lo que despierte la alabanza y nos anime una vez más en la misión de ungir a nuestros hermanos en la esperanza. A ser hombres que testimonien con su vida la
compasión y misericordia que sólo Jesús nos puede regalar.

Que el Señor Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Y, por favor, les pido que no se olviden de rezar por mí.

Fraternalmente,

Francisco

Roma, junto a San Juan de Letrán, 4 de agosto de 2019

Memoria litúrgica del santo Cura de Ars.

[1] Carta ap. Anno Iubilari: AAS 21 (1929), 313.
[2] Conferencia Episcopal Italiana (20 mayo 2019). La paternidad espiritual que impulsa al Obispo a no dejar huérfanos
a sus presbíteros, y se puede “palpar” no sólo en la capacidad que estos tengan de tener abiertas sus puertas para todos
sus curas sino en ir a buscarlos para cuidar y acompañar.
[3] Cf. S. Juan XXIII, Carta enc. Sacerdotii nostri primordia, en el I centenario del tránsito del santo Cura de Ars (1
agosto 1959).
[4] Cf. Carta al Pueblo de Dios (20 agosto 2018).
[5] Encuentro con los sacerdotes, religiosos/as, consagrados/as y seminaristas, Santiago de Chile (16 enero 20

Jesús esperándome, Jesús mirándome, Jesús guiándome

Santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21. Domingo XVIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias porque estás aquí para mí. Tú me conoces y sabes cuánto te necesito. Lléname a mí y a cada persona de tu Espíritu Santo, para que Tú vivas cada vez más en mí. María, mi buena madre, acompáñame en este ratito de oración.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Pero Jesús le contestó: "Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?".

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: "Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea".

Después les propuso esta parábola: Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: '¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida'. Pero Dios le dijo: '¡Insensato!' Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?'. Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios". Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Maestro, dile a mi hermano... ¿Qué le quieres decir hoy a Jesús? ¿Una pregunta? ¿Una petición? En este momento de oración nos pasa como al hombre del Evangelio de hoy: Jesús centra en nosotros sus ojos y nos regala toda su atención. ¿Cómo es su mirada? ¿Cómo te recibe? ¿Cómo te escucha?

Hoy Jesús te espera con esa mirada de amor que te invita a confiar en Él, a abrirle tu alma y decirle lo que traes dentro. Dile: Maestro... Sabes que no se enojará ni te echará fuera, le digas lo que le digas. Jesús está verdaderamente interesado en tí y por eso te quiere acoger y escuchar con cariño, como al hombre de nuestro Evangelio, a quién le aconseja evitar toda clase de avaricia.

Seguramente Jesús te va a responder con mucho amor, como lo hizo a éste hombre. Él sabe de verdad qué es mejor para tí. ¿Quieres escucharle? ¿Qué te está diciendo?

«Buscar al Señor, guardar su Palabra, tratar de responderle con la propia vida, crecer en las virtudes, eso hace fuertes los corazones de los jóvenes. Para eso hay que mantener la conexión con Jesús, estar en línea con Él, ya que no crecerás en la felicidad y en la santidad sólo con tus fuerzas y tu mente. Así como te preocupa no perder la conexión a Internet, cuida que esté activa tu conexión con el Señor, y eso significa no cortar el diálogo, escucharlo, contarle tus cosas, y cuando no sepas con claridad qué tendrías que hacer, preguntarle: “Jesús, ¿qué harías tú en mi lugar?”».

(S.S. Francisco, exhortación apostólica Cristo Vive, n. 158).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

-Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía y estar con Él en silencio unos minutos, para dejar que me hable al corazón y agradecerle su amor.
-Si lo necesito voy a buscar una oportunidad de confesarme.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La cuestión de la herencia

Las parábolas de Jesús

Entre la gente que sigue y escucha al Señor, no todos tienen el mismo pensar. Algunos quieren utilizar su prestigio para conseguir ventajas materiales. Jesús no quiere ser rey al modo humano, ni tampoco juez de cuestiones temporales. Su misión es más honda; respeta la autonomía de lo creado ante lo religioso. Ocurrió que: "uno de entre la multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Pero Él le respondió: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? Y añadió: Estad alerta y guardaos de toda avaricia, porque si alguien tiene abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que posee""las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto, y pensaba para sus adentros: ¿qué haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha? Y dijo: Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. Entonces diré a mi alma: alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te reclaman el alma; lo que has preparado, ¿para quién será? Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios"(Lc).

Novena a San Maximiliano María Kolbe

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (5 al 13 de agosto)

Introducción para todos los días

En el Nombre de Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo.

Obrando maravillas en San Maximiliano Kolbe.

Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Primer día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque confiaste en Dios»

Introducción.

«Se pregunta el Padre Kolbe: ¿Qué debemos hacer en tiempos difíciles? Confiar en Dios. Por medio de esa confianza, aunque no entendamos directamente las cosas, los acontecimientos, damos a Dios una gran gloria, ya que reconocemos su sabiduría, su bondad y su poder» (EK 1264).

«Yo confío en Ti, Señor, y te digo: Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos. Feliz el hombre que pone su confianza en el Señor» (Sal 30).

Señor, concédenos, por intercesión de San Maximiliano, una gran confianza en Ti, que eres nuestra Roca y nuestro Refugio. Que en toda circunstancia de nuestra vida seamos capaces de abandonarnos como niños queridos en tus manos de Padre. Amén.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, que pusiste tu confianza en el Señor… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, que te dejaste conducir por el Espíritu… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Esforzarnos en crecer en un abandono confiado en las manos del Padre.

Segundo día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque escuchaste la Palabra de Dios y la pusiste en práctica»

Introducción.

«Haz lo que Dios quiere, es decir su voluntad. Entra en el desierto de tu corazón, y escucha su voz» (EK 966).

Una mujer levantó la voz en medio de la multitud y dijo: “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Jesús le respondió: “Felices mas bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”» (Lc 11,27).

Señor, por intercesión de San Maximiliano, danos un corazón que escucha la Palabra de Dios y la practica, como lo hizo María, la Servidora del Señor.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, tú que escuchaste la Palabra… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, tú que viviste lo escuchado… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Proponernos escuchar, meditar y practicar la Palabra de Dios.

Tercer día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque tuviste alma de pobre»

Introducción.

«Los invito a que profundicen siempre más el espíritu de pobreza. Para vivir en la sencillez evangélica y en la modestia franciscana. Aquí vivimos pobremente, pero no sufrimos miseria. La Inmaculada vela sobre nosotros. Contamos únicamente con la caja sin fondos de la divina Providencia, y limitamos nuestras exigencias personales, para disponer todo para el Reino de Dios».

«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos» (Mt 5,3).

Señor, por intercesión de San Maximiliano, concédenos un corazón pobre y sencillo, como el de María, capaz de buscar: el «tesoro escondido»: Cristo Jesús, y lo demás se nos dará por añadidura. Amén.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, totalmente confiado en la Providencia… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, buscador incansable de Dios… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Ejercitarnos en la paciencia, especialmente frente a las dificultades y ante los imprevistos de la vida.

Cuarto día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque fuiste humilde y paciente»

Introducción.

«En las adversidades de la vida, dejémonos guiar, por la Inmaculada. Estemos tranquilos, no pretendamos hacer más de lo que Ella quiere. Ella pensará a todas nuestras necesidades; ofrezcamos a Ella todas las dificultades, disgustos y angustias. Por lo tanto mucha paz, mucha paz en la ilimitada confianza en Ella. Ocupémonos, sin preocuparnos, con mucha paciencia, mucha paciencia, con nosotros mismos y con los demás» (EK 56).

«Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia» (Mt.5,4).

Señor, por intercesión de San Maximiliano, revístenos de tu paciencia y mansedumbre, para gozar de tu paz, aún cuando las cosas no nos salen como desearíamos. Tu mano nos sostenga y nos bendiga para ser herederos de la Patria celestial. Amén.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, paciente de corazón… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, manso y benévolo con los demás… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Ejercitarnos en la paciencia, con nosotros mismos y con los demás.

Quinto día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque tuviste hambre y sed de justicia»

Introducción.

Cuenta un prisionero del campo: «Cuando nos enteramos que el Padre Kolbe estaba con nosotros en el campo, me decía: ¡qué crueles son los nazis, también a él! Nos daba alegría tenerlo por compañero, ya que demostraba ser un hombre auténtico, un luchador, sí, un luchador por la justicia y la verdad. No sólo compartía con nosotros su mínima ración de pan, sino que también compartía su hambre y sed de Dios y los valores en los que creía».

«Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt.5,6)

Señor, por intercesión de San Maximiliano, te pedimos de tener siempre hambre y sed de santidad, a fin de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, es decir, a conocer y amar a Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, valiente anunciador de la verdad… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, generoso dispensador de amor… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Edificarnos en la justicia y la verdad.

Sexto día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque fuiste misericordioso»

Introducción.

Cuenta un sacerdote del campo, José Stemler: «Qué grande y maravillosa era su rica humanidad. Era verdaderamente bueno. Para él no existían enemigos, amaba a cada persona en Dios… Ruega por nosotros Yo quería vivir y fui a verlo.

La manera como apretaba tan cálidamente mi mano, y el modo como refería todo a la misericordia de Dios, me reanimaron. Me invitó a que tuviera fe en la victoria del bien. “El odio -decía- no es creativo, sólo el amor crea. Estos sufrimientos no nos aplastarán, sino que nos ayudarán a fortalecernos. Son necesarios, incluso para que los que vengan después de nosotros sean felices”».

«La Inmaculada quiere mostrar en nosotros, y a través nuestro, la plenitud de la misericordia divina. Dejémosla actuar» (EK 486).

«Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia» (Mt 5,7).

Señor, por intercesión de San Maximiliano, revístenos de sentimientos de profunda misericordia hacia todo hermano. Haz que sepamos perdonar de corazón las ofensas recibidas, para recibir la abundancia de tu perdón.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, transparencia de la misericordia divina… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, modelo de perdón sincero y total… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Cultivar sentimientos de misericordia y perdón.

Séptimo día de la Novena

«Feliz de ti, Maximiliano, porque tenías un corazón puro»

Introducción.

«Abandónate totalmente en Dios, y serás feliz. Sé sencillo y puro, como un niño de la mano de su Madre, transparenta su bondad» (EK 966).

«Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios» (Mt. 5,8).

«Los hombres rectos de corazón verán el rostro de Dios» (Sal 11,7).

Señor, por la intercesión de San Maximiliano, danos un corazón recto y puro, capaz de contemplar tu Rostro en todos los rostros de los hermanos con los cuales vivimos, y de aquellos que encontramos ocasionalmente.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, puro de corazón… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, bondadoso y recto con cada hombre… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Trabajar la virtud de la pureza y de la rectitud.

Octavo día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque trabajaste por la paz»

Introducción.

Cuenta un testigo del campo, Segismundo Gorson: «Fue como un ángel para mí. Igual que una madre, me tomó entre sus brazos. Solía enjugarme las lágrimas. A causa de la muerte de mis padres, yo me preguntaba ¿dónde está Dios? Yo había perdido la fe y Kolbe me devolvió esa fe. Yo era un muchacho judío pero eso para El no significaba ninguna diferencia. Su corazón era más grande y recibía a todos, sean judíos, católicos o de otras confesiones. Era un hombre que amaba a todos y brindaba amor. Regalaba sus escasas raciones, y para mí era un milagro que pudiera vivir. Es fácil ser humilde, caritativo y bueno cuando los tiempos son buenos y prevalece la paz. Pero, ser como fue el Padre Kolbe en ese tiempo y en ese lugar, para mí fue un testimonio de que su manera de ser estaba más allá de sus palabras».

Y Bruno Borgowiec: «La presencia de Kolbe en el búnker era necesaria para los otros condenados, que estaban enloquecidos. El los pacificó… Ruega por nosotros Desde entonces, cada día uno oía de esas celdas oraciones, rosarios e himnos. Yo tenía la impresión de que estaba en una iglesia. Los prisioneros se fueron muriendo uno tras otro. Cuando, al final, el verdugo se acercó para matarlo con una inyección de acido fénico, el Padre Kolbe extendió él mismo su brazo. Lo encontré sentado, apoyado contra la pared, su cuerpo limpio y luciente. Su rostro estaba radiante, irradiaba paz. Cualquiera hubiera pensado que ese era realmente un santo».

«Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).

Señor, por la intercesión de San Maximiliano, concédenos ser en todo lugar instrumentos de tu paz, y dona esta misma paz a todas las naciones del mundo.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, fiel constructor de paz… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, atento a los demás… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Tratar de ser instrumentos de paz y de unidad.

Noveno día de la Novena.

«Feliz de ti, Maximiliano, porque fuiste insultado, perseguido, calumniado»

Introducción.

Un prisionero, Singer, nos cuenta: «Tres días después de que el Padre Kolbe fue sumado a nosotros, uno de los hombres de la Gestapo entró impetuosamente, enfurecido al ver a Kolbe con su hábito, del cual pendía el rosario con su crucifijo. Agarró el rosario y, tironeándolo, empezó a insultar al Padre Kolbe, que no le dio respuesta.

Luego el hombre señaló con desprecio el crucifijo y regañó: “¿Crees en esto?”. “Sí, creo”, le contestó serenamente Kolbe. Enfurecido al rojo vivo, el agresor le dio una fuerte bofetada en la cara. Agarró el crucifijo y preguntó de nuevo: “Crees realmente en esto?”. “Sí, creo”, contestó con gran calma Maximiliano. Con cada afirmación, el guardia se volvía más violento, golpeando a su víctima una y otra vez. Finalmente,

viendo que no podía hacerlo flaquear en su fe, cedió y salió de la celda con un portazo. El rostro de Kolbe estaba todo lastimado, pero ante quien quería consolarlo decía: “No te preocupes, porque todo lo ofrezco a mi Madre Inmaculada, Ella piensa en todo y a todos”».

«Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí». (Mt 5,11).

Señor, te pedimos que, por la intercesión de San Maximiliano, nos concedas fortaleza en las humillaciones y en las pruebas de la vida.

(Hacer aquí su petición)

- San Maximiliano, que soportaste con fortaleza las humillaciones… Ruega por nosotros

- San Maximiliano, que nos enseñas a ofrecer, mientras sufres… Ruega por nosotros

Propósito de vida:

Soportar con fortaleza de ánimo las pruebas y humillaciones de la vida.

La Nueva Era, los engaños de siempre

De unos años para acá se viene formando una ola cultural que pretende empujar a la humanidad hacia una nueva conciencia. A esta ola le llamamos la Nueva Era.

Una y otra vez a lo largo de la historia el hombre ha soñado con la llegada de una "edad de oro" para la humanidad, de un mundo feliz y perfecto en el que no hubiera ni enfermedad, ni pobreza, ni guerra, ni hambre, ni limitaciones, ni divisiones.

Quisiera ver el universo entero transformarse delante de sus ojos mágicamente y convertirse en algo radicalmente nuevo. Quisiera librarse definitivamente de la problemática mundial de la que él mismo es la causa.

Este sueño sigue vivo y se deja sentir con más vigor que nunca en nuestro día al acercarse el fin del milenio. Nuestro mundo, técnicamente avanzado, pero espiritualmente hambriento, experimenta una profunda desilusión frente al bienestar que no borra su pobreza, a la libertad que no quita su esclavitud y a la ciencia que no despeja su honda incertidumbre.

De unos treinta años para acá se viene formando una ola cultural/filosófica/religiosa que pretende reaccionar contra el presente estado de la humanidad y empujar la humanidad hacia una nueva conciencia, hacia una nueva forma de ser espiritual. A esta ola le llamamos la Nueva Era (New Age) y, hoy por hoy, no hay ningún aspecto de nuestra vida que no haya sentido sus efectos de alguna forma.

Las ideas y los objetivos de la Nueva Era recogen elementos de las religiones orientales, el espiritismo, las terapias alternativas, la psicología transpersonal, la ecología profunda, la astrología, el gnosticismo y otras corrientes. Los mezcla y los comercializa de mil formas, proclamando el inicio de una nueva época para la humanidad.

Pero, en el fondo, no parece ser más que otro intento vano del hombre de salvarse a sí mismo haciendo promesas que no puede cumplir y atribuyéndose poderes que no posee. Y mientras la fantasía de la Nueva Era nunca será más que fantasía, ha logrado sembrar confusión en los corazones de muchos fieles.

En este breve escrito tratamos de responder a las preguntas más frecuentes sobre la Nueva Era. El tema es complejo y ha llenado las páginas de muchos libros. Aquí sólo esperamos aclarar las dudas iniciales que surgen en torno a la materia y extender una invitación a todos los fieles y sus pastores para profundizar en el fenómeno de la Nueva Era y comprender la amenaza que representa para la integridad de la fe.

¿La Nueva Era es una secta religiosa?

No. La Nueva Era no es una secta, ni una iglesia, ni una religión. Es una forma de ver, pensar y actuar que muchas personas y organizaciones han adoptado para cambiar el mundo según ciertas creencias que tienen en común. Pero no tiene jefe, ni reglas, ni doctrinas fijas, ni disciplina común.

2. ¿Por qué, entonces, se dice que es una "nueva religión"?

La Nueva Era habla de muchas cosas que tocan nuestra fe: Dios, la creación, la vida, la muerte, la meditación, el sentido de nuestra existencia, etc... pero no es una religión. Toma diversos aspectos de muchas religiones y también de las ciencias y de la literatura y los mezcla con cierta originalidad para dar respuestas fantásticas a las preguntas más importantes de la vida humana. A veces inclusive usa un lenguaje cristiano para expresar ideas muy contrarias al cristianismo.

3. ¿Quiénes pertenecen a la Nueva Era?

Todo tipo de persona puede formar parte de la Nueva Era. Sus líderes y pensadores suelen ser gente de la "revolución contracultural" de los años 60 y 70 que rechazó los valores y los caminos religiosos tradicionales a favor del libertinaje, de la cultura de la droga, del amor libre y de los experimentos de las comunidades utópicas. Hoy sus ideas están tan difusas que gran número de personas las comparten sin un rechazo formal y evidente de su propia cultura o su estilo de vida.

4. ¿Cuáles son las erróneas creencias de la Nueva Era?

Lo típico de la Nueva Era es el espíritu de individualismo que permite a cada cual formular su propia verdad religiosa, filosófica y ética.

Pero hay algunas creencias comunes que casi todos los participantes de la Nueva Era comparten:

a) El mundo está a punto de entrar en un periodo de paz y armonía mundial señalado por la astrología como "la era de acuario".

b) La "era de acuario" será fruto de una nueva conciencia en los hombres. Todas las terapias y técnicas de la Nueva Era pretenden crear esta conciencia y acelerar la venida de la era de acuario.

c) Por esta nueva conciencia el hombre se dará cuenta de sus poderes sobrenaturales y sabrá que no hay ningún Dios fuera de si mismo.

d) Cada hombre, por tanto, crea su propia verdad. No hay bien y mal, toda experiencia es un paso hacia la conciencia plena de su divinidad.

e) El universo es un ser único y vivo en evolución hacia el pleno conocimiento de sí y el hombre es la manifestación de su auto-conciencia.

f) La naturaleza también forma parte del único ser cósmico y, por tanto, también participa de su divinidad. Todo es "dios" y "dios" está en todo.

g) Todas las religiones son iguales y, en el fondo, dicen lo mismo.

h) Hay "maestros" invisibles que se comunican con personas que ya han alcanzado la nueva conciencia y les instruyen sobre los secretos del cosmos.

i) Todos los hombres viven muchas vidas, se van reencarnando una y otra vez hasta lograr la nueva conciencia y disolverse en la fuerza divina del cosmos.

¿Qué dicen los de la Nueva Era cuando uno les hace ver que estas creencias son pura fantasía?

Cuando alguien no acepta esta absurda visión de Dios, del hombre y del mundo la Nueva Era le dice que su conciencia todavía no está iluminada y que su comprensión está condicionada por esquemas culturales que serán superados en la Nueva Era.

6. Pero ¿cómo esperan comprobar unas creencias que no corresponden en nada a la realidad?

Normalmente echan mano de testimonios de experiencias subjetivas personales que son tan imposibles de verificar como lo son de desmentir. A veces se apoyan en mitos o en leyendas de las tradiciones de los antiguos pueblos. A veces toman datos de las ciencias y los aplican a la vida espiritual del hombre como si las mismas leyes rigiesen en ambos mundos.

7. Si las cosas están así, ¿qué lugar hay en la Nueva Era para el Dios que se nos reveló en Jesucristo?

Ninguno. El Dios de la fe católica es una persona, el "dios" de la Nueva Era es una fuerza impersonal y anónima El Dios de la fe católica es Creador de todo, pero no se identifica con nada de lo creado. El "dios" de la Nueva Era es la creación que poco a poco se va dando cuenta de sí mismo. El Dios de la fe católica es infinitamente superior al hombre, pero se inclina hacia él para entrar en amistad con él. El Dios de la fe católica juzgará a cada hombre según su respuesta a ese amor. El "dios" de la Nueva Era es el mismo hombre que está más allá del bien y del mal. En la Nueva Era el amor más alto es el amor a sí mismo.

8. ¿La Nueva Era dice algo de Jesucristo?

La Nueva Era dice que Jesucristo fue un maestro iluminado más entre muchos. Dice que la única diferencia entre Jesucristo y los demás hombres es que Él se dio cuenta de su divinidad mientras la mayoría de los hombres todavía no la descubren. De esta forma la Nueva Era le quita a Jesucristo su carácter único e irrepetible de Hijo de Dios y ridiculizan el hecho de que Dios se hizo hombre para salvarnos del pecado.

9. ¿Un católico puede aceptar la creencia en la reencarnación?

En absoluto. La reencarnación es la creencia en una cadena de regresos a esta vida bajo diverso aspecto corporal. Si fuera cierta, mi libertad sería inútil y mis decisiones, luchas, esfuerzos, sacrificios y sufrimientos en la vida no tendrían ningún valor, pues al fin y al cabo tendría que hacerlo todo de nuevo una y otra vez. Si la reencarnación fuera cierta, la pasión y muerte de Cristo no tendrían sentido y su resurrección no nos aseguraría la redención. La resurrección es la transformación definitiva del ser humano y la entrada en la eternidad. Se muere una sola vez y a la muerte sigue la resurrección y el juicio. Como dice San Pablo: "Si nuestra esperanza en Cristo es únicamente para esta vida, ¡somos los más miserables de entre los hombres!" (I Cor. 15, 13).

10. ¿La Nueva Era se confunde con el ecologismo?

Uno de los "ganchos" de este movimiento es defender, conservar y respetar el ecosistema. Lo que pretenden es alcanzar "familia planetaria", como lo expresa el aforismo de la Nueva Era: "La familia entera es un país sin fronteras".

Hay una sacralización de la madre tierra, considerada como ser vivo y que es la diosa de la Era de Acuario, llamada Gaia entre los antiguos griegos. A esto se debe la abundancia de grupos "ecologistas", para divinizar las fuerzas de la naturaleza.

Debido a que su adoración es el centro de su "teología", gran número de brujos se adhieren y promueven el movimiento ecologista, sus iniciativas son entre otras: plantar un número de "árboles sagrados", impulsar campañas para concienciar a la población de realizar prácticas ecológicas y hacer ver el planeta como "la madre que está siendo violada" y se presiona para lograr de los gobiernos de todo el mundo una legislación que disminuya la población humana y limite el desarrollo tecnológico para sanar el planeta.

11. ¿Hay también una música que se dice "Nueva Era"?

Sí. La música "Nueva Era" se llama así porque se inspira en algunos temas de gran interés para la Nueva Era: la naturaleza, las religiones de los pueblos antiguos, las culturas orientales, etc... Suele ser música instrumental, mezclada con sonidos naturales, a veces muy repetitiva, otras veces sin melodía ninguna.

12. ¿Está mal escuchar esta música?

La música "Nueva Era" es como cualquier otra música: una combinación de sonidos más o menos agradable al oído. Lo que podría hacerla "mala" seria algún contenido dañoso (la letra) o algún uso irresponsable de la música (p. ej.: para ayudar inducir un estado alterado de conciencia; para provocar sentimientos negativos, etc.).

13. ¿Por qué habla tanto la Nueva Era de "energía"?

Una de las ideas básicas de la Nueva Era es que toda la realidad visible, el hombre incluido, se reduce a una "energía cósmica". Según eso, mientras el cosmos esté en fase evolutiva, su energía se manifiesta de muchas formas: una piedra, el viento, la mente humana, etc... Supuestamente hay cosas, lugares y ejercicios que pueden aumentar nuestra capacidad y nuestro control de esta energía (p. ej.: llevarse puesto un cristal de cuarzo, visitar una pirámide u otro "lugar sagrado" el día del equinoccio primaveral, realizar ciertas posturas del yoga, etc.).

14. ¿Los programas de control mental, sanación y auto-superación son un engaño?

Hay que ver y juzgar cada programa por separado. No obstante algunos programas enseñan simples técnicas de relajamiento, concentración, memoria o fortalecimiento de la voluntad que producen resultados inmediatos en sus clientes. A estas técnicas, que no tienen nada de extraordinario, las revisten de un lenguaje pseudo-científico y las ponen como un gran descubrimiento o un secreto de la sabiduría antigua. Frecuentemente se pasa de una terapia psicológica o emocional al mundo espiritual, incorporando elementos del panteísmo, del gnosticismo o de la espiritualidad oriental sin prevenir al cliente. A los resultados más modestos en el campo humano se les atribuye un carácter sobrenatural. De ahí se convence al cliente de sus "poderes especiales", su "conciencia iluminada", o de cualquier cosa. Lo peor es que algunos de estos programas se presentan como un complemento excelente al cristianismo cuando, en el fondo, se basan en conceptos incompatibles con la fe católica.

15. ¿Las nuevas técnicas de meditación sirven?

La Nueva Era no tiene ningún reparo en mezclar formas religiosas de tradiciones muy diversas, aun cuando hay contradicciones de fondo. Hay que recordar que la oración cristiana se basa en la Palabra de Dios, se centra en la persona de Cristo, lleva al diálogo amoroso con Jesucristo y desemboca siempre en la caridad al prójimo. Las técnicas de concentración profunda y los métodos orientales de meditación encierran el sujeto en sí mismo, le impulsan hacia un absoluto impersonal o indefinido y hacen caso omiso del evangelio de Cristo.

16. ¿Y el yoga?

El yoga es, en su esencia, un ejercicio espiritual y corporal nacido de la espiritualidad hindú. Las posturas y ejercicios, aunque se presentan como un simple método, son inseparables de su sentido propio en el contexto del hinduismo. El yoga es una introducción a una tradición religiosa muy ajena al cristianismo. La palabra "yoga" significa "unión". Habría que preguntarnos: ¿unión con qué?

17. ¿Por qué la Nueva Era da tanta importancia a la astrología, al horóscopo, al tarot, al contacto con los espíritus, etc...?

Las antiguas técnicas de adivinación y el espiritismo siempre han provocado la curiosidad de la gente. La Nueva Era ha señalado un renacimiento del interés en el ocultismo, la magia, la astrología y las prácticas mediánicas. Son corrientes que pretenden dotar al hombre de poderes mentales y espirituales sobrenaturales y colocarlo como dueño absoluto de su propio destino. La Nueva Era borra las distinciones entre materia y espíritu, entre lo real y lo imaginario, entre lo posible y lo imposible. Pero ningún esfuerzo de la Nueva Era logrará conciliar el ocultismo, el esoterismo o el espiritismo con la fe y la vida del católico.

18. ¿Quiénes promueven la Nueva Era?

Hay algunas organizaciones internacionales que operan en el mundo entero. Por ejemplo:

a) La Sociedad Teosófica:fundada en 1875 en Nueva York por la rusa Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891), espiritista y médium. Su doctrina es una mezcla de espiritismo, ocultismo, principios gnósticos y espiritualidad oriental. Las creencias principales del la Sociedad incluyen la reencarnación, la comunicación con maestros desencarnados, el yoga, la astrología.

b) La Nueva Apoliscró:"fundada en Argentina en 1957 por Jorge Angel Livraga. Es un grupo ocultista y gnóstico inspirado principalmente en los escritos de Blavatsky y una mezcla de los conceptos de pensadores antiguos. Sus miembros buscan un estado espiritual superior a través de sugestivas ceremonias de iniciación y la utilización de muchos símbolos y ritos típicos de grupos paramilitares.

c) Control Mental Silva: fundado en Laredo, Texas, en 1966 por José Silva (n.1914), consiste en cursos breves de técnicas de control interno y concentración por las que se busca controlar las ondas mentales hasta alcanzar la Sobre-Conciencia, o el dominio total de sus estados mentales. El método contiene elementos de espiritismo y sutilmente lleva sus practicantes al panteísmo. Maneja muchos conceptos fundamentales de la Nueva Era y centra la esperanza de salvación en los poderes mentales del hombre. A pesar del hecho de que muchos de los maestros del método hablan un lenguaje "cristiano" y aseguran a sus clientes que el método les ayudará en su vida espiritual hay elementos substanciales del programa incompatibles con la fe católica.

d) La Meditación Trascendental: fundada en 1958 por Maharishi Mahesh Yogi en India pero no se popularizó hasta 1967, gracias a la publicidad ofrecida por los Beatles y otros artistas famosos de la contra-cultura de los años 60. En su doctrina, que nace del hinduismo, se busca la iluminación de la conciencia por la reflexión personal mediante la repetición de mantras (palabras sagradas) y ritos religiosos. Implícitos en las enseñanzas de la MT son el rechazo de doctrinas esenciales al cristianismo (un Dios personal, la Encarnación, la Resurrección, etc...) la veneración del Maharishi y del Guru Dev como santos y mensajeros divinos.

e) La Gran Fraternidad Universal: fundada en 1948 en Caracas por el francés Serge Reynald de la Ferrière (1916-1962), quien era muy activo con grupos de teosofía, astrología y la masonería. Su doctrina se basa en prácticas astrológicas, esotéricas y ocultistas, y afirma que todas las religiones son iguales, aunque favorece creencias y prácticas hindúes. Presenta un sincretismo religioso que apela a una ciencia superior que es la verdadera base de toda religión.

f) La Iglesia de la Cienciología / Dianética: fundada por L. Ron Hubbard (1911-1986), novelista de ciencia-ficción que en 1950 publicó Dianética: La ciencia moderna de la salud mental, un manual de autoconocimiento y desarrollo de potencialidad humana basada en el análisis de experiencias previas al nacimiento. Las asociaciones de médicos más prestigiosas de los EU han condenado repetidamente las teorías y las terapias de la Dianética como totalmente carentes de base científica y dañosas para la salud mental. Su teoría es que todos los males humanos son causados por "engramas" o cargas negativas que se graban en lo inconsciente del hombre y provocan estragos continuos. Para librarse hace falta una "audición" de parte de un experto que recomendará una serie de cursos que supuestamente llevará al cliente al estado de "claro" o libre de "engramas". La reencarnación y las experiencias extra-corporales forman parte de la doctrina de la secta. Hubbard también tiene escritos que atacan duramente al cristianismo. La Iglesia de la Cienciología ha sido definida como una secta destructiva y belicosa y sostiene muchas asociaciones de carácter social y humanitario para lograr mayor aceptación en la sociedad, por ejemplo: Narcanon y la Comisión Ciudadana de los Derechos Humanos.

¿Cuándo se nos asigna el ángel de la guarda?

Franceschini, Marcantonio | Public Domain

Los ángeles nos rodean desde el comienzo de nuestra vida en la tierra

Los ángeles guardianes se pueden ver a lo largo de la Escritura, como en el libro de Judit donde ella afirma que el “ángel de Dios ha sido mi guardián” (Judit 13, 20). Jesús les enseñó a sus discípulos acerca de la existencia de los Ángeles de la guarda cuando hablaban de la protección de los niños pequeños: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños; porque os digo que en el cielo sus ángeles siempre contemplan el rostro de mi Padre que está en los cielos ”(Mateo 18, 10).

Aunque no se revela explícitamente en las Escrituras, los teólogos creen generalmente que a todos los seres humanos, sean cristianos o no, se les asigna un Ángel Guardián. El Papa Pío XII relató en un discurso cómo: “Todos, sin importar cuán humildes sean, tienen ángeles que lo vigilan”. Esto es consistente con la Sagrada Escritura, las enseñanzas de los Santos. Tomás de Aquino, Basilio y Jerónimo, y experiencias de no cristianos que creen que fueron ayudados por un Ángel de la Guarda.

Si a todas las personas se les da un Ángel Guardián, ¿cuándo ocurre esta asignación?

La única declaración oficial sobre el momento de esta asignación proviene del Catecismo de la Iglesia Católica, que dice: “Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su cuidado vigilante e intercesión. Al lado de cada creyente hay un ángel como protector y pastor que lo lleva a la vida” (CCC 336).

La declaración no es precisa y simplemente apunta al “comienzo” de la vida humana. Los teólogos han debatido a lo largo de los siglos el momento exacto de esta tarea y existen múltiples puntos de vista.

Por ejemplo, San Jerónimo dice simplemente: “cuán grande es la dignidad del alma, ya que cada uno tiene desde su nacimiento un ángel encargado de protegerlo”. Esta fue una opinión popular durante muchos siglos, basada en el conocimiento científico que poseían en el tiempo.

Por otro lado, San Anselmo dice: “Cada alma está comprometida con un ángel en el momento en que se une con un cuerpo”. Si bien esto también se debate entre los teólogos, muchos creen que esto ocurre en la concepción. Según un documento del Vaticano compilado por el cardenal Joseph Ratzinger en 1987, “el alma espiritual de cada hombre es creada inmediatamente por Dios”.

Entonces se deduce que es probable que se designe un Ángel Guardián en el momento de la concepción. No es una creencia dogmática de la Iglesia Católica, pero parece seguir otras enseñanzas que se han transmitido a lo largo de los siglos y serían consistentes con las palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo.

Incluso si no se asigna un Ángel Guardián individual en la concepción, el Ángel Guardián de la madre se pondría automáticamente a cargo del desarrollo del ser humano en el útero.

Ya sea que nos demos cuenta o no, desde el comienzo de nuestras vidas estamos rodeados de ángeles celestiales que quieren protegernos de todo daño espiritual y físico. Tenemos el libre albedrío para permitirles hacer su trabajo o podemos cortarnos de su ayuda protectora. Es un misterio profundo, uno que nunca entenderemos completamente hasta que finalmente nos encontremos con nuestro Ángel Guardián en la vida venidera.

Ángelus, 4 Agosto 2019 © Vatican Media

Ángelus: “Volved vuestros pensamientos a las cosas de allá arriba, no a las de la tierra”

Palabras del Papa antes de la oración mariana

AGOSTO 04, 2019 13:42 RAQUEL ANILLOANGELUS Y REGINA COELI

ZENIT – 4 agosto 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, el Santo Padre Francisco desde la ventana del estudio en el
Palacio Apostólico Vaticano se dirige a los peregrinos y fieles reunidos en la Plaza San Pedro para recitar el Ángelus en este XVIII domingo del tiempo ordinario.

Palabras del Papa antes del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Lc 12, 13-21) se abre con la escena de una persona que se levanta en medio de la muchedumbre y
le pide a Jesús que resuelva una cuestión legal sobre la herencia familiar. Pero en su respuesta él no aborda la pregunta, y nos insta a mantenernos alejados de la codicia, es decir, de la codicia de poseer. Para distraer a sus oyentes de esta búsqueda frenética de riquezas, Jesús cuenta la parábola del rico necio, que piensa que es feliz porque ha tenido la suerte de una cosecha excepcional y se siente seguro con los bienes que ha acumulado. Será agradable para ti leerlo hoy; está en el capítulo doce de
San Lucas, versículo 13. Es una hermosa parábola que nos enseña mucho. La historia cobra vida cuando el contraste entre lo que el hombre rico planea para sí mismo y lo que Dios está planeando para él.

El rico pone ante su alma, es decir, ante sí mismo, tres consideraciones: los muchos bienes amontonado, los muchos años que estos bienes parecen asegurarle y en tercer lugar, la tranquilidad y el bienestar desenfrenados (ver v.19). Pero la palabra que Dios le dirige anula estos proyectos suyos. En lugar de los “muchos años”, Dios indica la inmediatez de “esta noche; esta noche morirás”; en lugar de “el disfrute del la vida” le presenta el “dar vida; darás vida a Dios”, con el consiguiente juicio. En cuanto a la realidad se refiere de los muchos bienes acumulados en los que los ricos tenía que basar todo, está cubierta por el sarcasmo de la pregunta: “¿De quién es lo que has preparado?” (v.20). Pensemos en las luchas por herencias; muchas luchas familiares. Y tanta gente, todos conocemos alguna historia, que en la hora de la muerte comienzan a venir: los nietos, nietos a ver: “¿Qué es lo que me toca a mi, qué es lo que me toca a mi?. Es en esta oposición que el apodo de “necio” está justificado. Es un necio porque en la práctica ha negado a Dios, no ha llegado a un acuerdo con Él.

La conclusión de la parábola, formulada por el evangelista, es de singular eficacia: “Así es para los que acumula tesoros para sí mismo y no se enriquece con Dios” (v. 21). Es una advertencia que revela el horizonte hacia el que todos estamos llamados a mirar. Los bienes materiales son necesarios – ¡son bienes! -…pero son un medio para vivir honestamente y compartir con los más necesitados. Jesús hoy nos invita a considerar que las riquezas pueden encadenar el corazón y distraerlo del verdadero tesoro que está en los cielos. San Pablo nos lo recuerda también en la segunda lectura de hoy. Él dice: “Busca las cosas de allá arriba. …volved vuestros pensamientos a las cosas de allá arriba, no a las de la tierra” (Col 3, 1-2).

Esto – uno entiende – no significa estar alejado de la realidad, sino buscar las cosas que tienen una verdadero valor: la justicia, la solidaridad, la hospitalidad, la fraternidad, la paz, todo lo que constituye la verdadera dignidad del hombre. Se trata de luchar por una vida que no se realiza en el estilo mundano, sino según el estilo evangélico: amar a Dios con todo nuestro ser, y amar al prójimo como Jesús amó, es decir, en el servicio y en el don de sí mismo. La avaricia por los bienes, el deseo de tener bienes, no sacia el corazón, de hecho causa más hambre! La codicia es como esos buenos caramelos: tu tomas uno y dices: “¡Ah, qué bueno!”, y luego tomas otro; y después otro. Así es la codicia: no sacia nunca. ¡Ten cuidado! El amor así comprendido y vivido es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda desmesurada de los bienes materiales y las riquezas es a menudo una fuente de inquietud, adversidad, de prevaricación, de guerra. Tantas guerras comienzan con la codicia.

Que la Virgen María nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que pasan, sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del Evangelio.

AGOSTO 04, 2019 13:42 ANGELUS Y REGINA COELI

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