Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no la derrotará

Domingo de Guzmán, Santo

Memoria Litúrgica, 8 de agosto

Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: Memoria de santo Domingo, presbítero, que siendo canónigo de Osma se hizo humilde ministro de la predicación en los países agitados por la herejía albigense y vivió en voluntaria pobreza, hablando siempre con Dios o acerca de Dios. Deseoso de una nueva forma de propagar la fe, fundó la Orden de Predicadores, para renovar en la Iglesia la manera apostólica de vida, mandando a sus hermanos que se entregaran al servicio del prójimo con la oración, el estudio y el ministerio de la Palabra. Su muerte tuvo lugar en Bolonia, el día seis de agosto (1221).

Etimológícamente: Domingo = del Señor. Viene de la lengua latina.

Breve Biografía

Los Padres Dominicos están hoy de fiesta. Santo Domingo de Guzmán los fundó en el siglo XIII. Durante tantos años han hecho y siguen haciendo un gran bien a la Iglesia en todo el mundo.

El fundador de los Padres Dominicos, que son ahora 6,800 en 680 casas en el mundo, nació en Caleruega, España, en 1171. Su madre, Juana de Aza, era una mujer admirable en virtudes y ha sido declarada Beata. Lo educó en la más estricta formación religiosa.

A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.

Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: "No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos".

En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado.

Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.

Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.

Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: "Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conMover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones".

Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III.

Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.

Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: "Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios". Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.

En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.

El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos. Por ejemplo estas:

Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.

Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.

La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.

La misión de los dominicos, predicar para llevar almas a Cristo, encontró grandes dificultades pero la Virgen vino a su auxilio. Estando en Fangeaux una noche, en oración, tiene una revelación donde, según la tradición, la Virgen le revela el Rosario como arma poderosa para ganar almas. Esta tradición está respaldada por numerosos documentos pontificios.

Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.

Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.

Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: "la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos". Y así sucedió en verdad. Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.

Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.

Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.

Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave.

Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: "Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "¡Qué hermoso, qué hermoso!" y expiró.

A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice Gregorio IX lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".

¡Felicidades a quienes lleven este nombre y a los Dominicos y Dominicas!

“Hay silencios que hieren, pero hay palabras que curan”.

La dicha del cristiano

Santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23. Jueves XVIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor ayúdame a verte a mi lado.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

A partir de entonces, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Algunas personas me han preguntado si soy feliz, para algunos no es entendible ser religioso y al mismo tiempo ser feliz, ¿qué hay de felicidad en ser religioso? ¿Qué hay de alegría en ser cristiano? El Evangelio nos da un primer paso para responder estas preguntas.

Conocer a la persona que te ama es la mayor dicha que le puede ocurrir a un hombre o a una mujer, vivir el amor es la dicha que todos buscamos. En mi caso, y en la de todos los cristianos, la persona que nos ama de manera incondicional es Dios, nuestro Padre y nuestra dicha radica en que sabemos que Jesús es Dios, que Jesús es esa persona que todos deberíamos buscar.

La mayor dicha de todo cristiano es conocer que Jesús es la persona que nos ama, que es Dios. Pero no basta reconocerlo. Después de que san Pedro responde, Jesús lo nombra la piedra sobre la que edificará su Iglesia, ahora por amor le tocará corresponder al amor de Cristo.

Un cristiano es feliz, yo soy feliz, porque conociendo la persona de Cristo se a quién debo amar. Soy feliz porque he encontrado a la persona que amo, he encontrado a mi Dios y vivo el amor con Él.

Sabemos que muchos de nosotros sabemos que Jesús es Dios, que es la persona que nos ama, somos dichosos porque es el primer paso para corresponder al mayor amor de mi vida, el primer paso para vivir cada día el amor. ¿Tú que esperas para vivirlo?

«Contemplar la vida de Pedro y su confesión, es también aprender a conocer las tentaciones que acompañarán la vida del discípulo. Como Pedro, como Iglesia, estaremos siempre tentados por esos “secreteos” del maligno que serán piedra de tropiezo para la misión. Y digo “secreteos” porque el demonio seduce a escondidas, procurando que no se conozca su intención, […] Contemplar y seguir a Cristo exige dejar que el corazón se abra al Padre y a todos aquellos con los que él mismo se quiso identificar, y esto con la certeza de saber que no abandona a su pueblo. Queridos hermanos, sigue latiendo en millones de rostros la pregunta: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Confesemos con nuestros labios y con nuestro corazón: “Jesucristo es Señor”. Este es nuestro cantus firmus que todos los días estamos invitados a entonar. Con la sencillez, la certeza y la alegría de saber que “la Iglesia resplandece no con luz propia, sino con la de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: ´Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”»

(Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscar vivir como un cristiano alegre, vivir amando, al estilo de Cristo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia

Lectio Divina Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Invocamos al Espíritu Santo

Espíritu Santo llena de alegría y paz mi corazón y da sabiduría a mi mente para poder entender la Palabra de Dios. Amén

Evangelio según San Mateo 16, 13-19.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

Palabra del Señor

Lectura, ¿Qué dice el texto?

"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".

Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.

Siguiendo este texto, ¿Cuáles son las palabras o frases o actitudes que atraen tu atención, tu interés?

Meditación, ¿Qué nos dice Dios en el texto?

Hoy en la solemnidad de de San Pedro y San Pablo. Jesús les hace 2 preguntas hacia afuera y hacia ellos para hacerles ver la determinación y objetivos de sus acciones. Así veamos, que una vez que han entendido que Jesús es "El camino y la verdad", absolutamente todo gira en torno a Él, porque es el verdadero verbo en acción. Si hoy Jesucristo o alguien me hiciera esta pregunta acerca de él, "¿quién dicen que soy?", ¿Qué diría?. Veamos a Jesucristo desde muchos puntos de vista, desde lo espiritual, desde la justicia, como amigo, como maestro, ¿Mis respuestas son desde lo que yo siento o desde lo que he escuchado?, ¿Estoy convencido y atento como Pedro a las preguntas, encomiendas y llamados que Jesucristo me hace?, ¿Me siento como Pedro a quien el Señor se dirige y me dice: que sobre mi sigue edificando su Iglesia?, ¿De qué forma le ayudó en este mandato?

Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es tu meditación, tu reflexión personal?

Oración, ¿Qué le decimos a Dios?

Señor Jesucristo gracias por edificar en Pedro nuestra Iglesia, gracias porque le diste la fuerza, la voluntad, la fe y el amor para dar la cátedra, la enseñanza para extender tu mensaje, tu Palabra y hoy en día podemos seguir construyendo tu iglesia y decir "Que tú eres el amor, que tú eres el único camino y la verdad". Quiero ser el Pedro que siga edificando y extendiendo tu iglesia.

Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es tu oración personal?

Cada uno pone sus intenciones.

Amén.

Contemplación, ¿Cómo interiorizamos la Palabra de Dios?

"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
(Repetimos)
"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".

Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la palabra o frase o párrafo o actitud que te ayuda a recordar este texto?

Acción, ¿A que me comprometo con Dios?

Hagamos un listado de todo lo que entendemos que es Jesucristo para nosotros y compartamos esto con algún hermano o un amigo 2. Sintiendo ese mismo llamado y mandato de Jesucristo a Pedro, con la evangelización y misión sigamos edificando y extendiendo la Iglesia

Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la acción concreta que te invita a realizar?

Dios me pide amar a mis enemigos ¿Cómo será esto posible?

Creo que éste es uno de los mandatos del Señor más difíciles de imaginar, mucho más de vivir ¿No lo crees? 

El Señor Jesús lo dijo muy claro: “Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos” (Mt 5, 44-45). Pero ¿Cómo sería esto posible? ¿Amar a los que me han hecho daño y me han ofendido? ¿Es esto posible? Vamos a verlo.

De manera personal, creo que éste es uno de los mandatos del Señor más difíciles de imaginar, mucho más de vivir ¿No lo crees?  Está claro que el “enemigo” es aquel que me  ha causado un mal y que sólo busca lastimarme y destruirme. ¿Cómo puedo amarlo, si ni siquiera puedo tolerar su presencia? ¡Qué complicado!

Hay que entender que Jesús, al expresar estas palabras, no nos pide que sintamos cariño por nuestros enemigos. En definitiva, creo que nadie puede experimentar aprecio por alguien que le ha hecho mucho daño. Más bien, lo que Él nos pide es que debemos pedir e interceder ante Dios por ellos, nunca desearles un mal sino todo lo contrario. Este es el camino que, sin duda, nos lleva a cumplir con este mandamiento.

Dice el Papa Francisco: “Jesús nos pide amar a los enemigos. ¿Cómo se puede hacer? Jesús nos dice: rezad, rezad por vuestros enemigos. La oración hace milagros; y esto vale no sólo cuando tenemos enemigos; sino también cuando percibimos alguna antipatía, alguna pequeña enemistad” (18 de junio de 2013. Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthae).

Asimismo, Santo Tomás de Aquino nos dice: “Amar es desear el bien a alguien”. Por lo tanto, no se nos pide experimentar en nuestro corazón un sentimiento de amor como el que sientes por un ser querido, sino que el amor debe transformarse en respeto y preocupación, en una oración sincera. Recordemos que todos somos hijos del mismo Padre.

Porque tratar bien a quien bien nos trata, no tiene mucho mérito ni reconocimiento, cualquiera es capaz de hacerlo. Lo que nos hace crecer viene cuando guardamos atención, respeto y preocupación por aquellos que, a nuestros ojos, no merecen nuestro cariño. Cristo nos hace un llamado mayor, nos pide que busquemos la perfección de Dios: “Sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo” (Mt 5, 48), es decir, nos pide ser santos.

Si bien, el amor a los enemigos no es algo lógico para el mundo, pero sí es el camino que Dios nos ha marcado para poder encontrarnos con él. Así no dice el Santo Padre en la misma homilía: “El amor a los enemigos nos empobrece, nos hace pobres, como Jesús, quien, cuando vino, se abajó hasta hacerse pobre. Tal vez no es un buen negocio, o al menos no lo es según la lógica del mundo. Sin embargo, es el camino que recorrió Dios, el camino que recorrió Jesús, hasta conquistarnos la gracia que nos ha hecho ricos”.

Te comparto esta oración por los enemigos de San Anselmo:

Todopoderoso y eterno Señor Jesucristo, deseo que seas bondadoso con mis amigos, ya sabes lo que deseo para mis enemigos. Oh Dios que escudriñas los corazones, Tú conoces los secretos de mi pensamiento.

Señor, único poderoso y misericordioso, concédele a mis enemigos lo que Tú me haces desear para ellos, y recompénsame a mí.

En el caso de que deseara para ellos algo contrario al precepto del amor, por mi ignorancia o debilidad, o por mi malicia, oh Señor de bondad, ni me lo concedas, ni me lo reproches.

Oh verdadera luz, ilumina su ceguera.

Oh verdad soberana, corrige su error.

Oh verdadera vida, vivifica sus almas.

Oh tierno Señor, para mis hermanos que no sea yo ocasión de muerte, ni piedra de escándalo, ni roca para estrellarse.

Es bastante ya y más que suficiente, que sea un escándalo para mí mismo: confieso mi propio pecado. Te pido por mis pares: que por mi causa no ofendan tu bondad, oh Señor grande y bueno.

Al contrario, que se reconcilien contigo y se amiguen conmigo, según tu Voluntad, no por mí, sino por Ti. Ese es el castigo que pido para mis pares y enemigos: amarte a Ti y amarnos nosotros unos a otros, como Tú quieres y nos conviene.

Guiados por la Caridad, que tengamos un solo corazón aceptando los deseos del Señor de todos para bien de todos. Éste, tu pobre pecador, pide esta venganza para quienes le han deseado y hecho el mal. Amén.

¿Con qué frecuencia me debo confesar?

El famoso sacerdote y teólogo español José Antonio Fortea responde

El famoso sacerdote y teólogo español José Antonio Fortea reflexionó en un reciente artículo sobre la confesión, y la frecuencia con la que un cristiano debería recurrir al sacramento de la reconciliación.

En su texto, publicado en su blog con el título de “La frecuencia de la confesión”, el P. Fortea recordó que “en la época de San Agustín, por ejemplo, la confesión era algo que se hacía cada mucho tiempo, sin que se pueda precisar con seguridad cada cuanto tiempo”.

“Pero cuando un cristiano recibía el perdón de parte de un presbítero en nombre de Dios, recibía esa absolución con gran arrepentimiento, con gran consciencia de estar recibiendo un misterio muy sagrado”, señaló.

En esas ocasiones “uno se preparaba mucho y después cumplía una penitencia que no era pequeña”.

El sacerdote español señaló que “la frecuencia ideal si uno no tiene sobre su conciencia pecados graves” y “para una persona que lucha por la santidad y tiene un horario regular de oración mental, la frecuencia ideal sería una vez a la semana”.

“Pero hay que evitar que esta práctica se convierta en algo rutinario que no se valora”, advirtió.

El P. Fortea indicó además que “si alguien no tiene pecados graves y considera que prefiere hacer una confesión al mes, para hacerla con mayor preparación y mayor arrepentimiento, tampoco hay nada reprobable en ello”.

“En cualquier caso, todos los cristianos como mínimo conviene que se confiesen una vez al año”. Pero, precisó, “estoy hablando de la frecuencia más pequeña posible”.

“Lo normal para cristianos que viven en gracia de Dios será confesarse varias veces al año”.

En caso de un pecado grave, indicó, “entonces uno debe confesarse cuanto antes. Lo mejor es ese mismo día o al día siguiente”.

“Hay que evitar que los pecados echen raíces. Hay que evitar que el alma se acostumbre a vivir en pecado ni un solo día”, dijo.

El presbítero español se refirió también a los casos en los que “los pecados graves ocurren con demasiada frecuencia”. Para estas situaciones “es preferible que la confesión no se repita más de una vez a la semana, sin comulgar mientras tanto”.

“De lo contrario, el penitente puede acostumbrarse a recibir un misterio tan sagrado cada dos o tres días. Lo cual es una frecuencia que indica que uno no tiene un propósito de enmienda fuerte sino débil”.

El P. Fortea señaló que “podemos pedir perdón a Dios cada día por nuestras faltas. Pero la confesión es un misterio muy grandioso para repetirlo continuamente”.

“Como excepción uno sí que puede confesarse varias veces a la semana. Pero como norma, para toda la vida, no conviene”, advirtió, pues “significaría devaluar el sacramento”.

“Si una persona sólo resiste un par de días antes de pecar gravemente, tiene quehacer más oración y más penitencia antes de acercarse a este misterio sacramental”, concluyó.

El Ayuno: poderosa arma espiritual

5 maneras de incluirlo en tu vida

El ayuno da a luz a los profetas y fortalece a los poderosos; ayunar hace que los legisladores sean sabios. El ayuno es una buena salvaguarda para el alma, una firme compañía para el cuerpo, un arma para el valiente, un gimnasio para los atletas.

El ayuno repele las tentaciones, unge a la piedad; es la camarada de la observación y el artífice de la castidad.

En las guerras combate valientemente y en la paz nos enseña la quietud. San Basilio El Grande.

¿Estas luchando con algún pecado? Me refiera que parece que hay un pecado del cual parece que no puedes liberarte; un pecado que te tiene en constante estado de culpa y desesperación. Has orado, has frecuentado los sacramentos, pero parece que no puedes librarte de esas cadenas.

Todos hemos pasado por eso en alguno y otro momento, y esas luchas son parte integral de la vida espiritual. Pero no tiene por qué ser de esa manera. Hoy quiero presentarte una muy poderosa, pero muy descuidada arma en el arsenal espiritual: El Ayuno.

Si quieres llenar de energía tu vida espiritual, si quieres derrotar un pecado que te ha mantenido esclavizado, si quieres crecer en tu unión con Dios, toma la santa arma del ayuno. Porque como lo dijo Jesús, hay algunos demonios que “no pueden ser expulsados sino es con ayuno y oración”.

Examinemos esta poderosa arma y su uso en la vida espiritual.

¿Cuál es el punto del ayuno?

Desde los primeros tiempos, la Iglesia nos ha enseñado la necesidad del ascetismo en la vida de cada cristiano. Así es- ascetismo no es solo para monjes y sacerdotes, pero para laicos también. ¿Pero a que nos referimos con ascetismo?

Para cualquier propósito, el ascetismo puede ser vagamente definido como el negarse a sí mismo con el fin en mente del autocontrol. Y este negarse a sí mismo a menudo toma la forma de, lo adivinaste, ayuno.

El ascetismo es necesario para todos debido a nuestras pasiones, los deseos intensos de la carne, los cuales a veces son llamados concupiscencia. La experiencia nos enseña que muchas veces somos llevados por estos deseos en formas en las que apenas logramos controlar. San Pablo nos dice que:

“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen.” (Gal 5,17)

Esta guerra es tan intensa que nuestras pasiones muchas veces nos llevan hacer cosas que no queremos, y nos encontramos diciendo:

“Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco” (Romanos 7,15)

Debemos tener en mente que la pasión de la carne no es necesariamente mala, pero que debido nuestra naturaleza caída, ellos están fuera de control y nos quieren dominar. Eso sin considerar nuestras pasiones, que llevan nuestras almas a un comportamiento destructivo como la glotonería, el odio, los desórdenes sexuales, o adicciones de todo tipo. Eventualmente su dominio nos llevará al infierno.

Las pecaminosas pasiones son un campo que se incrementa hacia la muerte nos explica San Pablo:

“Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la Ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte”. (Romanos 7,5)

Al enfrentarse a la realidad de las pasiones, puede resultar muy fácil sentirse desmotivado y pensar que nunca podremos sobrellevarlas. Nuestros ruegos dicen:

“¡Miserable de mí! ¿Quién me librara de la muerte?” (Romanos 7,24)

Afortunadamente ese no es el final de la historia, no somos sencillamente abandonados como esclavos incapaces de la concupiscencia.

“Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu”. (Romanos 8,1)

A través de la gracia de Dios y el caminar en la nueva vida comprada para nosotros por Jesucristo, podemos sobreponernos y vencer a nuestras pasiones. Podemos vivir como hijos de Dios, libres de la ley del pecado que nos lleva a la muerte.

Así que, hablando prácticamente ¿cómo encuentro libertad? Nuevamente San Pablo nos explica:

“Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne. Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne (del cuerpo), vivirán.” (Romanos 8,12-13)

“Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gálatas 5,24)

“¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen". (1 Corintios 9,24)

En otras palabras, encontraremos libertad de nuestras pasiones a través de mortificarnos haciendo que estas mueran, a través de la práctica de la gracia – empoderada de ascetismo, específicamente, el ayuno. El ayunar nos ayuda a domar ese potro salvaje y someterlo con una brida de auto control.

En su constitución apostólica de la penitencia, Painitemini, el papa Pablo VI nos explica claramente:

"El ejercicio de la mortificación corporal-dejando de lejos cualquier forma de estoicismo- no implica la condenación de la carne, que los hijos de Dios debemos asumir. Por el contrario la mortificación apunta a la “liberación” del hombre, que a menudo se encuentra asimismo, debido a la concupiscencia, casi encadenado por sus propios sentidos. A través del “ayuno corporal” el hombre renueva sus fuerzas y “heridas infringidas en la dignidad de nuestra naturaleza por la interposición es curada por la medicina de esta sanadora abstinencia".

¿Cómo debemos ayunar?

Ahora que hemos discutido el propósito del ayuno, veamos cómo podemos incluir nuestro ayuno en nuestra vida diaria.

1.- Comienza con lo básico

El primer paso para ayunar es obedecer la ley de la Iglesia: ayunar los Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, abstenerse de carne los Viernes y observar el ayuno de la Eucaristía (no comer o beber una hora antes de la comunión).

A pesar de que abstenerse de la carne los viernes, es verdad de técnicamente esto no es requerido en algunos países, pero algún tipo de penitencia basada en la abstinencia de algún tipo de comida es requerida. Pero en lugar de tratar de inventar algún tipo nuevo de penitencia, ¿porque no continuar con lo que los Católicos han hecho ya por muchos años? Hay una buena razón para abstenerse de carne los viernes.

Pero hombre, ayunar dos días al año y abstenerse de comer carnes los Viernes de Cuaresma es algo realmente fácil. En los “viejos tiempos”, el ayuno era requerido todos los días de la Cuaresma. Incluso hubo un tiempo en el que el ayuno requería la abstinencia de todos los productos lácteos.

Existían un sin número de otros ayunos y días de abstinencia a lo largo del año litúrgico también. Yo diría que la tenemos realmente más fácil que en cualquier otro periodo de la historia de la Iglesia Católica. Así que comencemos con lo básico y obedezcamos la ley de la Iglesia sin estarnos quejando y llorando por ello.

2.- Agrega algo mas

Como hombres católicos, nunca deberíamos conformarnos con quedarnos con el mínimo. Deberíamos buscar constantemente el alcanzar una conversión más profunda. San Francisco de Sales nos da un buen consejo al respecto:

"Si eres capaz de ayunar, harías bien en observar algunos días más allá de los que nos ordena la Iglesia, porque además del efecto que produce el ayuno de elevar nuestra mente, someter a la carne, confirmar nuestras bondad y obtener las recompensas del cielo, se trata también de controlar la avaricia, y de mantener los apetitos sensuales y todo el cuerpo sujeto a la ley del Espíritu; y a pesar de que lo que podamos hacer sea poco, el enemigo aun así se detiene asombrado de aquellos que él sabe que pueden ayunar".

De acuerdo a esto, una vez que has comenzado a seguir la ley de la Iglesia, construye en eso la base que incluye ayunar en otras formas. Aquí hay algunas ideas:

Evita una comida extra a la semana, como un desayuno o un almuerzo. En adición a los viernes, los miércoles son días tradicionales de ayuno, así que es un buen día para comenzar.

Niégate a ti mismo el postre en días establecidos. De todas maneras, muchos de nosotros ya comemos demasiada azúcar.

Evita la sal en tu comida.

Ayuna de sodas. ¡Son muy malas para ti!

Evita la cerveza y otras bebidas alcohólicas cuando salgas a comer.

No comas entre comidas.Esto suena fácil, pero inténtalo. Encontraras que es un tanto difícil ya que la mayoría de nosotros picamos algo frecuentemente sin darnos ni si quiera cuenta.

Incluye otras cosas además de comida. Por ejemplo, ayuna de tecnología un día a la semana.

Ayuna(una comida fuerte y dos livianas) un día a la semana.

Bebe solo agua.

Ahora, no tienes que ayunar de todas estas cosas todo el tiempo. Lo mejor es seleccionar días establecidos para ayunar, como los miércoles o los viernes que ya mencionábamos antes. Hacer esto nos ayuda a mantener nuestro ayuno de manera consistente.

3.- Ayuna del pecado

Ayunar corporalmente no sirve de nada a menos que este acompañado de ayuno espiritual del pecado. San Basilio nos da la siguiente exhortación en lo que se refiere al ayuno:

“Debemos ayunar de manera aceptable y agradable al Señor. El verdadero ayuno es alejarnos de la maldad, la templanza de la lengua, abstinencia del enojo, separación de los deseos, las calumnias, las falsedades y las injurias. Privarnos de todo esto es el verdadero ayuno.”

4.- La oración

El ayuno no se trata únicamente de fuerza de voluntad. La gracia es absolutamente necesaria. Mientras que el ayuno le da energía a la oración, la oración energiza el ayuno. Ambas son débiles si no se acompañan de la otra.

Mientras ores por controlar tus pasiones, ora constantemente por que la gracia de Dios fluya en tu alma, ruega por las virtudes en las que necesites madurar, y pide por la fuerza para librar la batalle espiritual.

5.- Cuídate del pecado

Con cualquier tipo de auto-disciplina, penitencia, o ayuna viene la tentación del orgullo.Nos enfrentamos con el peligro de creer que somos superiores que otros porque ayunamos, o pensar que el ayuno es la meta como tal. Porque el ayuno nunca es el fin, no nos hace perfectos o más espirituales que otras personas. En lugar de eso, el ayuno es una ayuda, una herramienta de entrenamiento de nuestro crecimiento hacia la perfección, que se basa en una pura, donación de amor para Dios y nuestro prójimo.

“Mantente en guardia cuando comiences a mortificar tu cuerpo con la abstinencia y el ayuno, te hace imaginarte perfecto y santo; y la perfección no consiste en esta virtud. Es solo una ayuda; una disposición; un medio a través del cual nos vamos preparando, para el logro de la verdadera perfección" (San Jerónimo)

Conclusión

Si descuidamos el ayuno, nuestra vida espiritual continuará siendo mediocre siempre. Estaremos débiles en el combate de nuestras pasiones, sucumbiremos fácilmente a la tentación y nunca podremos verdaderamente sobrellevar nuestro inherente egoísmo y auto indulgencia.

Como hombres, nuestro deseo debe ser fortalecernos y ser lo mejor que podamos ser. Debemos tratar de entrenarnos para ser fuertes en la batalla espiritual, para que podamos resistir las tentaciones del maligno. No hay mejor forma de comenzar este entrenamiento espiritual que a través de la práctica del ayuno.

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