Mi hija está atormentada por un demonio

Cayetano de Thiene, Santo

Memoria Litúrgica, 7 de agosto

Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: San Cayetano de Thiene, presbítero, que en Nápoles, en la región de la Campania, se entregó piadosamente a obras de caridad, especialmente a favor de los aquejados de enfermedades incurables, promovió cofradías para formar religiosamente a los laicos e instituyó los Clérigos Regulares, para la reforma de la Iglesia, enseñando a sus discípulos a seguir la primitiva manera de vida apostólica († 1547).

Etimología: Cayetano = alegre. Viene de la lengua latina.

Breve Biografía

Su padre, el Conde Gaspar de Thiene y su madre María di Porto. El padre murió cuando los dos hermanos eran muy pequeños. Su piadosa madre dio a sus hijos un admirable ejemplo.

Cayetano estudió 4 años en la Universidad de Padua donde se distinguió en la teología y se doctoró en derecho civil y canónico en 1504. Fue nombrado senador en Vicenza.

Estaba, sin embargo, decidido a seguir los estudios sacerdotales. Se trasladó a Roma en 1506. Decía que Dios le llamaba a realizar una gran obra. Al poco tiempo fue nombrado secretario privado del Papa Julio II. Ayudaba al Papa a escribir las cartas apostólicas. Conoció de cerca a cardenales y prelados.

El Papa muere en 1513 y Cayetano decide no continuar en el cargo. Se preparó durante 3 años para ser sacerdote. Fue ordenado en 1516, a los 36 años. Celebra su primera misa y queda sobrecogido por el don del que no se considera digno.

Funda en Roma la "Cofradía del Amor Divino", una asociación de clérigos que se dedicaba a promover la gloria de Dios. Tuvo su primera experiencia pastoral en la parroquia de Santa María de Malo, cerca de Vicenza; luego se dedicó a cuidar los santuarios esparcidos por el monte Soratte.

Ingresó en el oratorio de San Jerónimo que tenía los mismos fines que la cofradía del Amor Divino, pero incluía a laicos pobres. Sus amigos se molestaron mucho por eso, porque consideraban que aquello era indigno para un hombre de gran alcurnia como él. A Cayetano no le importó. Ayudaba y servía personalmente a los pobres y enfermos de la ciudad y atendía a los pacientes de las enfermedades repugnantes.

Cayetano se preocupaba mucho por el bien espiritual de su congregación. Solía decir: "En el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración, en el hospital le encontramos personalmente".

Fundó otro oratorio en Verona. Se trasladó a Venecia en 1520, siguiendo el consejo de su confesor, Juan Bautista de Crema, un dominico santo y prudente. Se alojó en el hospital de la ciudad y siguió la misma forma de vida. Se le consideraba fundador principal del hospital por todos los regalos que hizo.

La Eucaristía

Implantó la bendición con el Santísimo Sacramento y promovió la comunión frecuente, en los 3 años que vivió en Venecia. Escribió: "No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza".

La cristiandad pasaba por un periodo de crisis. La corrupción debilitaba a la Iglesia. Cayetano era uno de los que más imploraban la verdadera reforma de vida y de costumbres dentro de la Iglesia. Repetía a menudo: "Cristo espera, ninguno se mueve".

Fundador

San Cayetano regresó a Roma para hablar de la reforma con los miembros de la Cofradía del Amor Divino en 1523, en compañía del obispo de Teato Giampietro Carafa, de Bonifacio Colli y de Pablo Consiglieri. No solo predicó la reforma, sino la llevó a cabo fundando con sus tres compañeros una orden de Clérigos Regulares que tomasen como modelo la vida de los Apóstoles. La llamaron "Ordo Regularium Theatinorum" o Congregación de los Teatinos (el nombre de padres teatinos viene del episcopado de "Teate Marrucinorum" ), y tenía como finalidad principal la renovación del clero.

Clemente VII aprobó la fundación el 14 de septiembre de 1524. Cayetano renuncia a todos sus bienes y Carafa a los 2 episcopados de Brindis y de Chieti.

Los 4 primeros miembros visten sus hábitos religiosos y hacen los votos en San Pedro, ante un delegado pontificio. Carafa es nombrado superior general de la orden. Aparte de la renovación del clero, sus otros objetivos eran la predicación de la sana doctrina, el cuidado de los enfermos y la restauración del uso frecuente de los Sacramentos.

Los seguidores no eran muchos. A los 4 años, en 1527, cuando la orden tenía 12 miembros, el ejercito saqueó la ciudad, la casa fue destruida y ellos escaparon a Venecia. En 1530 San Cayetano sucede a Carafa en el cargo de superior. Por su humildad, lo hace con renuencia.

Trabaja enérgicamente por la reforma del clero. En 1533, Carafa fue elegido superior general por segunda vez. Cayetano es enviado a Verona, donde recibe oposición a sus reformas.

Viaja a Nápoles para fundar una casa de su orden. Recibe una casa donada por el conde de Oppido y rechaza otros terrenos. El conde alega que los napolitanos no eran tan ricos y generosos como los venecianos a los que San Cayetano le responde: "Tal vez tengáis razón, pero Dios es el mismo en ambas ciudades. Dios está en Nápoles como en Venecia".

Se quedó en Nápoles donde había mas trabajo. La ciudad mejoró notablemente gracias a las prédicas y el trabajo apostólico del santo, que en ocasiones tuvo que enfrentarse con laicos y religiosos que predicaban el calvinismo, el luteranismo y otros errores.

Fundó con el Beato Juan Marinoni los "Montes de Piedad" para liberar de la miseria a los pobres y marginados. Esta obra fue aprobada poco antes del Concilio de Letrán. En sus últimos años de vida abrió hospicios para ancianos y fundó hospitales.

Cae enfermo en el verano de 1547. Los médicos le aconsejan poner un colchón sobre su cama de tablas, el respondió: "Mi salvador murió en la cruz; dejadme pues, morir también sobre un madero".

Murió en Nápoles a la edad de 77 años, el domingo 7 de agosto de 1547.

Ocho años después de su muerte, el teatino Carafa fue elegido Papa, con el nombre Pablo IV, un auténtico reformador, aunque su pontificado fue muy impopular.

Cayetano fue canonizado en 1671 después que la comisión encargada terminara de examinar rigurosamente los numerosos milagros.

ORACIÓN
Glorioso San Cayetano,
aclamado por todos los pueblos
padre de providencia porque socorres con grandes milagros
a cuantos te invocan en sus necesidades:
acudo a tu altar,
suplicando que presentes al Señor
los deseos que confiadamente deposito en tus manos.

(Aquí se expresan las gracias que se desea obtener)

Haz que estas gracias,
que ahora te pido, me ayuden a buscar siempre el Reino de Dios y su Justicia,
sabiendo que Dios
(que viste de hermosura las flores del campo
y alimenta con largueza las aves del cielo)
me dará las demás cosas por añadidura.
Amén.

Ser instrumentos de Dios

Santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28. Miércoles XVIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor concédeme una fe que me fortalezca para perseverar ante las dificultades.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!”. Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”.

Pero ella replicó: “Es cierto, Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La misericordia de Dios llega a toda la tierra porque Él quiere acercarse a todos especialmente a aquellos que están más alejados. Pero si la persona no quiere ser ayudada el Señor no puede hacer nada, es como si le ataran las manos. Por esto Dios se ha querido valer de instrumentos humanos que le pudieran ayudar a acercarse a estas personas, porque muchas veces la gente no sabe cómo encontrarse con Dios o no le da importancia a esto.

Así es como nosotros vamos por el mundo encontrándonos con personas que están lejos de Dios y por la gracia y nuestra docilidad somos capaces de mostrarles el camino de regreso al Padre. Se puede hacer con acciones tan simples como la escucha de las personas que están a nuestro alrededor, rezar por la gente que está retirada de Dios, etc.

La fe es un don de Dios y nosotros podemos hacerla crecer, con esto en mente lo más importante es pedir la gracia de la fe para nosotros mismos y para los demás, el perseverar en la fe y ser constante ante las dificultades es como crece nuestra fe, que es parte nuestro esfuerzo y parte un don de Dios.

«Ella no se asusta e insiste diciendo a Jesús que hasta los perros comen migajas que caen de la mesa de sus patrones. Esta mujer “no se asusta” y obtiene lo que quiere. Por lo tanto hay tantos modos de interceder en la Biblia y se necesita valor para rezar así. Sí, porque en la oración se necesita ese coraje para hablar a Dios cara a cara. “A veces, cuando uno ve cómo estas personas luchan con el Señor por algo, piensa que lo hacen como si estuvieran tomando el pulso a Dios, para llegar a lo que piden. Lo hacen porque tienen fe en que el Señor puede conceder la gracia».

(Homilía de S.S. Francisco, 4 de abril de 2019, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ir a una Iglesia y pedir, ante el Santísimo, el don de una fe fuerte.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Siete hábitos diarios para las personas que deseen ser Santas

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.

Por: Padre John McCloskey | Fuente: www.iglesia.org 

Nadie nace santo. Se consigue la santidad con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.

Estás leyendo esto porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida."

El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: "reza siempre y sin desfallecer" (Lc. 18:1). Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso básicamente todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a esto.

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.

Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del Ángelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en el medio del mundo.

 3 puntos importantes para prepararnos a cumplir los hábitos: Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos

a. Recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo. Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos. 

b. Al mismo tiempo tu debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida- más importante que comer, dormir, trabajar y descansar-. Quiero aclararte que estos hábitos no se pueden adquirir a las corridas. Ese no es el modo como nosotros queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos más atentos durante el día en un lugar en silencio y sin distracciones; donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón. 

c. Quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo ganas. Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen a El primero. Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezaban mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.


LOS 7 HÁBITOS PARA QUIENES QUIEREN SER SANTOS

Primer Hábito: Ofrecimiento del día por la mañana

El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana; cuando te arrodillas y, utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. "Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza."

Si con la ayuda de Dios te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.

¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! (San Josemaría- Camino, 191)

En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el "minuto heroico" en la mañana y a la noche va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y espiritual a lo largo del día para parar lo que este haciendo para cumplir los otros hábitos.

Segundo Hábito: Quince minutos de oración en silencio

El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿Quién no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está en tu mente y en tu corazón. Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver qué es lo que Jesús te está pidiendo y qué te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos su dicho "Sin Mí, nada pueden hacer."

Tercer Hábito: Quince minutos de lectura espiritual

El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento, para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador. El resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual. En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros, los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las ideas allí expresadas en acción.

Cuarto Hábito: Participar en la Santa Misa y Recibir la Santa Comunión en estado de gracia

El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete (cfr. Jn. 6, 22-65). Ella debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo, posible del hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y nos unimos a su cuerpo y alma resucitado. Como el papa Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America "La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega" (n°35).

Quinto Hábito: Rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli

El quinto hábito es rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli, invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento. Como niños recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor, el cual da sentido a toda nuestra existencia.

Sexto Hábito: El rezo del Santo Rosario cada día

El sexto hábito también es Mariano. El rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Es un hábito que, una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a través del corazón de María. El no puede rechazar nada de Ella.

Séptimo Hábito: Breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama

El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntándote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos. También miras una particular área, la cual tu tienes identificada con ayuda de tu director espiritual, quien conoce tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos discutidos en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y recibido, y un acto de contricción por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.

Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuán ocupado esté, (y nunca me pareció encontrarme con gente que no esté muy ocupada a no ser que esté permanentemente retirada), puede frecuentemente encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día.

Piensa, ¿qué necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento, quince minutos antes de comenzar el trabajo? O la media hora o mucho más, gastada mirando programas de televisión o videos. También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual?

¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.

Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor "para servir y no para ser servido." Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos. Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas, gracias a Dios. Ten por seguro que, cuando caigamos en algo grande o pequeño, siempre tendremos un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.

5 mitos comunes que la gente cree sobre nosotros los católicos

Seguramente has experimentado reclamos por alguno de ellos

De entre todas las cosas, existen muchos prejuicios, especialmente con grupos que salen fuera de la gráfica y aún más especialmente contra la Iglesia. Platicando con algunas personas me he dado cuenta que tienen una opinión y una visión muy pero muy errónea de lo que es ser cristiano católico, por lo cual te presentamos estos 5 puntos de lo que NO somos los católicos:

1 Los católicos somos perfectos

A pesar de lo que muchas personas creen, no, no somos perfectos ni nos adjudicamos a nosotros mismos la perfección. Tenemos nuestros errores (algunos de hace siglos, errores que nos repiten muchas veces de forma desmesurada y dramática) pero sabemos que con Cristo podemos encaminarnos de nuevo. Y si aún no me crees que no nos creemos perfectos, podrías buscar un poco del perdón que pidió san Juan Pablo ll, especialmente por el caso Galileo. O puedes leer un poco de eso AQUÍ, como tu gustes.

2 Los católicos somos homo/trans/etc-fóbicos

Dios desprecia el pecado, no al pecador. Así de sencillo, amig@. Existen personas que por una educación o una mala interpretación de algo creen que pueden juzgar o emitir algún tipo de opinión que dañe todo lo que el amor de Dios quiere comunicar por medio de nosotros, y se les olvida inclusive lo que se dice en el Catecismo de la Iglesia Católica.

Vaya, yo mismo he conocido personas que no son heterosexuales que sirven en su parroquia y llevan poco a poco su vida hacia la santidad. OJO que esto no quiere decir que la Iglesia apoye la agenda LGBT (y demás letras) actual, teniendo de hecho un ministerio especializado en estos temas, llamado Courage.

3 Adoramos imágenes y creemos que los santos son dioses

Te lo repetiré una vez más: NO adoramos imágenes. Aunque conozco a una que otra que quisiera tener una estatua de Thor o Loki tamaño real en su casa…pero aun así, no creemos que una virgen esculpida tenga poderes mágicos ni sea como tal la persona, no creemos que por tener un rosario o una imagen de un santo colgado del retrovisor del carro ya no nos vaya a pasar nada en el camino ni mucho menos, ni tampoco creemos que los santos tengan el poder de concedernos algo y si eres de los que pensaban que sí, siento bajarte de la nube. Utilizamos las imágenes para ayudar a exaltar el espíritu y la contemplación de aquellos misterios que se escapan de nuestra condición. Al igual que en Juan 2, 5 se nos habla inclusive como la Madre de Dios dice “hagan todo lo que Él les diga”, siendo solamente ella la mensajera entre el necesitado y aquel que media con Dios mismo.

4 Los católicos somos misóginos

Muchas personas, especialmente las mujeres que viven con la tercera oleada del feminismo, piensan que la Iglesia es el estandarte más grande del patriarcado, del machismo arraigado en la sociedad, la culpable de subyugar a la mujer y de considerarla un objeto. Todo lo contrario. Podemos encontrar como Jesús mismo le devuelve la dignidad con un gesto enorme a la mujer adúltera (Jn 8), siendo considerado sino uno de los primeros, el primero en hablar de dignidad en la mujer, alejándola de la visión de no-humano que le tenían.

Y no olvidemos el papel que tiene en la sociedad actual la mujer, llevando cada vez más la batuta en todos los aspectos de la vida, teniendo una de las mujeres más influyentes que han podido existir como parte de sus filas (obviamente hablo de la Santa Madre Teresa de Calcuta). Vaya, ¿no crees que Dios mismo le da un papel favorecedor en la historia de la salvación queriendo inclusive pedirle permiso (¡le pidió permiso a su creación!) por medio de un ángel de si quería ser su madre?

5 Los católicos viven de pura fe y olvidan la razón.

No, no hacemos la razón a un lado al ser creyentes. De hecho, los primeros cristianos tomaron bases sólidas de los mayores pensadores de su tiempo (como Pablo, en donde hace referencia en sus cartas inclusive a dioses paganos) y los Padres de la Iglesia también (San Agustín habló ampliamente de la fe y la razón, el Doctor Angélico de igual manera, san Jerónimo discutía con sus teólogos contemporáneos, etc.) pasando inclusive por creyentes paganos como lo eran Aristóteles y Platón. Ha habido muchos autores a lo largo de la historia que han tachado de incongruentes la razón de nuestra fe, teniendo como base muchas veces la imaginación sobre la razón misma (como William Blake) o por creencia de que el hombre mismo era irracional (Nietzsche en su máximo esplendor). La Razón y la Fe, como bien lo dice San Juan Pablo ll en su Fides et ratio, son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.

¿Vetar el Sacramento de la Confesión?

Leyes civiles que quieren prohibir este sacramento... eso suele llevar a persecuciones

Prohibir la confesión. Esta es la chocante propuesta que llega desde la India, presentada por la "Comisión Nacional para las Mujeres" que, en el informe escrito por su presidenta, Rekha Sharma, recomienda al ministerio del Interior que tome medidas para abolir lo que es definido como "una costumbre".

La petición avanzada por la comisión al poder central de Nueva Delhi está motivada por dos casos de crónica en los que son protagonistas dos religiosos que supuestamente habrían chantajeado psicológicamente a dos mujeres aprovechándose de su papel de confesores.

La supuesta incorrección de los dos sacerdotes corre el riesgo de ser utilizada como una maza ideológica contra la fe de casi veinte millones de personas.

El cardenal de Bombay: "Violaría la libertad religiosa"

Contra la propuesta de la agencia gubernamental se ha alzado la voz delcardenal Oswald Gracias, presidente de la Conferencia Episcopal del país. “Una medida como esta -ha dicho el arzobispo de Bombay-, sería una violación directa de nuestra libertad religiosa, garantizada por la constitución de la India".

También Mons. Soosa Pakiam, presidente del Consejo de los obispos de Kerala, el estado donde habrían tenido lugar los supuestos hechos criminales, ha dicho que la noticia de la petición enviada por Rekha Sharma ha sido un “golpe no sólo para la comunidad india, sino también para todos lo que defienden la libertad religiosa" y ha atacado a la comisión que ella preside por “abusar de sus poderes presentando una relación unilateral e irresponsable que tiene segundas intenciones”. El obispo indio se ha dirigido al secretario de la Comisión nacional para las minorías con el fin de plantear los temores de la Iglesia ante dicha situación. 

Australia: ¿ley para violar el secreto de confesión?

Las malas noticias que llegan de la India se unen a las recientes que llegan de un país occidental como Australia, donde la asamblea legislativa ha aprobado hace pocas semanas una ley que obliga a los sacerdotes a violar el secreto de confesión en los casos de abusos. Una medida que, además de ser profundamente irrespetuosa con la libertad religiosa, difícilmente podrá alcanzar el fin para que el que ha sido aprobada.

De hecho, como se ha preguntado el arzobispo de Canberra y Goulburn, Christopher Prowse, “¿qué acosador sexual se confesará con un sacerdote si sabe que este puede denunciarle?".

La historia de la Iglesia está llena de sacerdotes que, con tal de no traicionar el sello sacramental de la confesión, no han tenido miedo de enfrentarse a la muerte. El ejemplo de mártires como San Mateo Correa Magallanes, torturado y asesinado porno haber querido revelar lo que le habían dicho en confesión algunos combatientes cristeros durante la revolución antieclesial de los años veinte en México, debe servir de ejemplo a todos los católicos del mundo para que rechacen las injerencias discriminatorias de comisiones estatales y órganos legislativos.

La historia enseña que al poner en discusión la inviolabilidad de un secreto sacramental a golpe de leyes se acaba abriendo, inevitablemente, una fase de persecución contra la fe.

Es paradójico, por tanto, que una medida que va en esta dirección sea aprobaba precisamente en Australia, un país en el que, a quien pide el visado de entrada, se le hace firmar una declaración de los valores nacionales en los que se incluye, bien visible, una mención acerca de la “libertad religiosa”.

La confesión en el mundo contemporáneo

La ley australiana y la propuesta india demuestran como el de la reconciliación es, de todos los sacramentos, el más atacado. Con toda probabilidad la causa es que es el sacramento más difícilmente conciliable con el mundo contemporáneo, el más incomprensible para la mentalidad moderna.

El hombre contemporáneo, inmerso en la “dictadura de la palabra”, de la que habla el cardenal Sarah en su libro La fuerza del silencio, parece haber perdido el sentido del pecado. Como decía Pío XII, precisamente en esto consiste el pecado más grande en la actualidad. Se ha debilitado, por no decir extinguido del todo, su percepción en la conciencia de los hombres.

Los creyentes no son una excepción: es un riesgo recurrente la tentación de prescindir de la importancia de la culpa, de dejarse contagiar por el virus del relativismo que lleva al hombre a considerarse árbitro supremo de la propia conducta moral. En un contexto como este, es inevitable que la confesión acabe siendo percibida como un anacronismo.

Algunos estudios recientes, como el de Aldo Maria Valli titulado C'era una volta la confessione (Érase una vez la confesión), analizan y fotografían una situación de gran desafección en lo que atañe a este sacramento. Una crisis de la que fue muy consciente san Juan Pablo II el cual, comprendiendo su importancia, quiso dedicar a este tema un sínodo y una exhortación apostólica en 1984 (lea aquí en vatican.va lo que decía San Juan Pablo II al respecto).

El valor de la reconciliación

Y, sin embargo, es en la confesión donde se experimenta la misericordia de Dios, como ha subrayado el Papa Francisco. Durante su pontificado, el Papa Francisco ha insistido mucho en querer poner el sacramento de la confesión, de nuevo, en el centro de la vida de la Iglesia. Lo ha hecho con su magisterio (definiéndola una “curación para el alma y el corazón”), con iniciativas solemnes, como la proclamación del Jubileo extraordinario de la misericordia y, también, con su ejemplo personal, el método que él privilegia para lanzar mensajes.

Lo hemos visto arrodillado detrás de una rejilla en la Basílica de San Pedro,confesando a decenas de chicos y chicas en la JMJ de Río y en otras ocasiones.

La Iglesia, por otra parte, atribuye un papel crucial a este sacramento porque constituye la prueba del hecho que ella es el “Cuerpo viviente de Cristo en el mundo”, citando la palabras utilizadas por el cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor, en un encuentro que tuvo lugar en Altötting, en 2016, sobre este tema. 

La confesión para los otros cristianos

Es necesario recordar también que no nos debemos acercar al confesionario como si fuéramos a hablar con un amigo o, peor, como si fuéramos a tener una sesión con el psicólogo. El entonces cardenal Ratzinger, en su célebre Informe sobre la fe, nos recuerda como, en ese momento, la autoridad del sacerdote de absolver los pecados desciende de Dios, no de él. “El ’yo’ que dice ’te absuelvo’ -escribe Ratzinger-, no es el de una criatura, sino que es directamente el Yo del Señor”.

Para el catolicismo, el sacramento de la penitencia encuentra fundamento en el Evangelio, en el pasaje en el que los Apóstoles reciben el Espíritu Santo por parte de Cristo y, con Él, el poder divino de perdonar los pecados.

Tanto la Iglesia católica como la ortodoxa comparten la confesión, aunque para la segunda el sacramento no tiene ningún efecto expiatorio. Otra diferencia es el papel del confesor: a diferencia de los católicos, los ortodoxos tienen un padre espiritual, es decir, un sacerdote específico que puede ser considerado el instrumento con el que Dios ejerce la que es una verdadera “terapia del alma”. Lutero, en cambio, cuestionó el fundamento escritural de la penitencia y, con su doctrina de la justificación sólo por la fe, sostuvo que la salvación de las almas puede llegar sólo como don concedido “gratuitamente” por Dios, sin necesidad de confesiones o indulgencias, su blanco principal.

Las oposiciones del padre de la Reforma llevaron a la Iglesia católica a reaccionar en elConcilio de Trento con un decreto específico en defensa del sacramento de la penitencia, en el que se replicaba citando también los pasajes evangélicos en los que Cristo lo concedía a Pedro y a los Apóstoles. Los teólogos tridentinos confirmaron, por consiguiente, la centralidad de la confesión para la Iglesia, una exigencia especialmente relevante después de las tesis de Lutero.

Una etapa necesario en el camino

Quien hoy es llamado a emprender un camino de fe debe afrontar, precisamente, el desafío de adquirir de nuevo la conciencia del propio estado de pecado, de la necesidad de penitencia y del beneficio que puede venir de una absolución individual.

Por otra parte, el cardenal Carlo Maria Martini recordaba como “la conversión del corazón no es una realidad sencilla, puntual, sino que incluye etapas que no se pueden desatender o evitar según a uno le plazca”.

Y el sacramento de la reconciliación no es una etapa que una persona se puede permitir evitar, también porque la confesión no es en absoluto una constricción. Un concepto que Benedicto XVI expresó de manera magistral en un discurso sobre el tema dirigido, precisamente, a los sacerdotes penitenciarios en 2011: el “Papa teólogo” subrayó su valor pedagógico, tanto para el sacerdote como para el penitente. De hecho, quien absuelve tiene la posibilidad de “contemplar la acción de Dios misericordioso en la historia”. Quien se confiesa, en cambio, es educado “a la humildad del reconocimiento de la propia fragilidad y, al mismo tiempo, a la conciencia de la necesidad del perdón de Dios y a la confianza que la Gracia divina puede transformar la vida”.

¿Autocomulgar? ¡Imposible!

Esta mala costumbre es una forma de self-service ajena por completo a la tradición eclesial

Una mala comprensión del misterio de la Eucaristía se tradujo en una praxis, en una práctica, que era un abuso absoluto. Hace años era muy frecuente que se dejase la patena y el cáliz sobre el altar y que cada fiel pasase y comulgase directamente por sí mismo, una forma de self-service ajena por completo a la tradición eclesial, mientras el sacerdote permanecía sentado. O también se hacía otra variante, la de pasar de mano en mano la patena y luego el cáliz estando todos sentados.

La concepción sacramental que había detrás es de una gran pobreza. Se consideraba el santísimo sacramento de la Eucaristía como una simple comida de fraternidad, y se quería realizar de modo que fuese semejante a una comida de amigos, llena de igualitarismo y de informalidad. Pero, ¿acaso la Eucaristía es comida de amigos? ¿Lo que Jesucristo realizó al instituir la Eucaristía en la Última Cena era una comida de colegas, sin más? ¡Es evidente que no! Estas son concepciones nuestras, que hemos secularizado totalmente la persona de Cristo y sus acciones. Son concepciones de una teología liberal, del modernismo, que niegan la divinidad de Cristo y naturalizan todo lo que Él es y realizó.

Esa forma de autocomunión se hizo común en Misas para grupos reducidos en convivencias y encuentros, en campamentos juveniles, en Misas domésticas para “comprometidos”, y en algunos casos incluso en las Misas parroquiales. Pero es un completo abuso, es una aberración ante el Misterio de la Eucaristía.

En la Tradición de la Iglesia, siempre es un ministro el que entrega la Comunión al fiel con una fórmula para que se responda “Amén”, como profesión de fe en la Presencia real de Cristo. ¡Cuántas veces san Agustín comentó la fórmula “El Cuerpo de Cristo” y la respuesta del fiel “Amén”! Después el diácono ofrecía el cáliz al fiel para que bebiera un poco, casi se mojase los labios simplemente, diciendo: “La Sangre de Cristo”, a lo que se respondía: “Amén”. Esto es común a todos los ritos y familias litúrgicas. En nuestro rito hispano-mozárabe, se distribuye la comunión diciendo: “El Cuerpo de Cristo sea tu salvación - Amén”, “La sangre de Cristo permanezca contigo como verdadera redención - Amén”. O en la divina liturgia de San Juan Crisóstomo, el rito bizantino, se dice: “El siervo de Dios N. recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo para el perdón de los pecados y la vida eterna”.

No era el fiel quien tomaba directamente el Cuerpo y la Sangre del Señor, sino que se le entregaba, y la fórmula de distribución de la comunión era una profesión de fe en la Presencia real para que el comulgante la rubricara diciendo “Amén”, algo que, evidentemente, no se hace cuando se autocomulga, dejando sin más el Cuerpo y la Sangre del Señor sobre el altar para libre disposición de todos.

Por supuesto, ni qué decir tiene, que esta posibilidad no aparece en la Introducción General del Misal romano al describir el rito de la comunión (cf. IGMR 84-85. 160-162. 285-285). Al contrario, se afirma taxativamente: “No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, ni mucho menos pasarlo de mano en mano entre ellos” (IGMR 160). Nadie puede achacar este abuso a la liturgia actual, como si lo aceptase.

Más recientemente, la instrucción Redemptionis sacramentum lo recordaba y reafirmaba la disciplina sacramental: “No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano». En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión” (n. 94).

¿Por qué esta disciplina? La liturgia siempre es un DON que se recibe, no algo que se toma por sí mismo. Es la dinámica sacramental de la Iglesia, donde todo se recibe como un Don: nadie se bautiza a sí mismo, nadie se absuelve de sus pecados a sí mismo, nadie se unge con óleo de los enfermos a sí mismo… La mediación de la Iglesia entrega el Don sacramental. Lo mismo ocurre con la santísima Eucaristía: nadie se la administra a sí mismo, nadie se autocomulga (ni siquiera el diácono, que debe recibir la comunión de manos del sacerdote, ni tampoco un sacerdote que no haya concelebrado y asista a la Misa). ¡Se recibe como una gracia y se profesa el “Amén” que ratifica la fe en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía!

La aberración de la autocomunión debe ser extirpada de raíz.

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