Trabaja con tus manos para hacer el bien

Godofredo de Amiens, Santo

Obispo, 8 de noviembre

Martirologio Romano: En Soissons, de Francia, muerte de san Godofredo, obispo de Amiéns, que, educado en la vida monástica desde los cinco años, padeció mucho por remediar las luchas en la ciudad entre los señores y los plebeyos, y por la reforma del clero y el pueblo († 1115).

Etimológicamente: Godofredo = “paz de Dios”. Viene de la lengua alemana.

Breve Biografía

Vino al mundo en el año 1066 en Soissons y murió aquí mismo en 1115.

De joven vio que su vocación se inclinaba por ser monje. A los 30 vivía muy feliz como un sencillo religioso en la abadía de Mont-Martin.

En pocos años supo darle prosperidad a la abadía y a todos los alrededores.

Cuando el arzobispo se enteró de quién era este monje, le ofreció que se hiciera cargo de la abadía de san Remigio, la más importante de su diócesis.

Godofredo le contestó diciéndole que no quería. De hacerlo, sería como un hombre que deja a su mujer para irse con otra más guapa.

No obstante, se pensó el tema de la obediencia y, al final, aceptó no ser abad sino obispo de Amiens.

Proveniente de una vida monacal, forjada en la austeridad, empezó por reformar al clero que estaba sumido en la simonía y no administraba los sacramentos. Una gran degradación moral y religiosa.

Y no solamente quiso reformar al clero, sino que también se puso duro con los señores que acampaban por sus fueros.

Estos últimos se unieron para hacerle la vida imposible. Se encontró de pronto sin amigos.

Por eso, una noche salió huyendo a la Cartuja para esconderse y vivir en paz.

Lo encontraron y le obligaron a volver a la diócesis. Pero estaba ya extenuado de fuerzas y murió poco después en la abadía de San Crispín de Soissons.

La fiesta de Dios

Santo Evangelio según san Lucas 16, 1-8. Viernes XXXI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dame la gracia, Señor, de vivir una experiencia de una auténtica oración para conocer más el gran amor que me ofreces.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 1-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: '¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador'. Entonces el administrador se puso a pensar: '¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan'.

Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: '¿Cuánto le debes a mi amo?'. El hombre respondió: 'Cien barriles de aceite'. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta'. Luego preguntó al siguiente: 'Y tú, ¿cuánto debes?' Éste respondió: 'Cien sacos de trigo'. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y haz otro por ochenta'.

El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando queríamos ir a una fiesta, cuando éramos niños, todos sabíamos que pedir el permiso a nuestros padres era todo un arte, y era mucho más cuando creíamos que era difícil. Yo, por ejemplo, hacía todo lo posible para obtener el sí. Calculaba el momento adecuado, si era mejor con mi mamá o con mi papá, qué palabras usar y, sobre todo, qué palabras no usar, el sí era mi objetivo.

Pero ahora pregunto, ¿cómo es mi arte cuando se trata de ir a la fiesta de Dios? Una fiesta que es en su Sagrado Corazón. En el Evangelio, Cristo no alaba al administrador por lo que hace, sino que nos ofrece una comparación entre dos personas, entre dos yo. El primer yo es el que hace de todo por un permiso para ir a una fiesta de algunas horas, y el otro, el que pide el permiso de ir a la fiesta de Dios que es por toda la eternidad.

Cuando era chico elaboraba todo este arte porque realmente deseaba ir a la fiesta, pero algunas veces no hago lo mismo para ir a la fiesta de Dios, no coloco todo mi esfuerzo cuando veo «difícil» la voluntad de Dios. Cristo me dice que debo tener la misma ilusión en las cosas de Dios como el administrador la tuvo para su bien.

Porque el esfuerzo es la obra del amor, el administrador hizo todo aquello porque se amaba a sí mismo. ¿Cuánto amo a Dios? Porque acá no se trata si las cosas salen o no salen sino de todo el esfuerzo que coloco para encontrar el permiso de ir a la fiesta de Dios, de entrar a su corazón. Entre una fiesta de algunas horas y la fiesta en el corazón de Cristo, ¿tú cuál prefieres? Si es a Dios utiliza todo tu arte para conocerle más, para promocionar esta fiesta y que todos vengan, pero porque amas a nuestro Rey y nada más.

«Hermanos y hermanas, esta página evangélica hace resonar en nosotros la pregunta del administrador deshonesto, expulsado por su amo: «¿Qué haré pues?» (v. 3). Frente a nuestras carencias y fracasos, Jesús nos asegura que siempre estamos a tiempo para sanar el mal hecho con el bien. Que los que han causado lágrimas hagan felices a alguien; que los que han quitado indebidamente, done a los necesitados. Al hacerlo, seremos alabados por el Señor “porque hemos obrado astutamente”, es decir, con la sabiduría de los que se reconocen como hijos de Dios y se ponen en juego por el Reino de los cielos. Que la Santísima Virgen nos ayude a ser astutos para asegurarnos no el éxito mundano, sino la vida eterna, para que en el momento del juicio final las personas necesitadas a las que hemos ayudado sean testigos de que en ellas hemos visto y servido al Señor».

(Homilía de S.S. Francisco, 22 de septiembre de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Examinar que esfuerzo le estoy dedicando a mi apostolado, a la ayuda en mi parroquia, a conocer cada día más a nuestro Señor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.

Astucia de la serpiente: Virtud evangélica.

Él no le negará al apóstol verdaderamente humilde y desprendido, si es necesario, hasta luces carismáticas y sobrenaturales para discernir los verdaderos y los falsos amigos de la Iglesia.

Son innumerables los temas en que Nuestro Señor recomienda insistentemente la prudencia, inculcando así a los fieles que no sean de una candidez ciega y peligrosa, sino que hagan que su cordura coexista con un amor vivaz y diligente de los dones de Dios; tan vivaz y tan diligente que el fiel pueda discernir, entre mil falsos ropajes, a los enemigos que los quieren robar.

Veamos un texto.

“Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 15-20).

Este texto es un pequeño tratado de argucia. (virtud evangélica de la astucia serpentina). Comienza por afirmar que tendremos enfrente no sólo adversarios de visera erguida, sino a falsos amigos, y que por lo tanto nuestros ojos se deben volver vigilantes no sólo contra los lobos que se aproximan a nosotros con la piel a la vista, sino también contra las ovejas, a fin de ver si en alguna no descubriremos, bajo la blanca lana, el pelaje pelirrojo y mal disimulado de algún lobo astuto. Esto quiere decir, en otros términos, que el católico debe tener un espíritu ágil y penetrante, siempre atento contra las apariencias, que sólo entrega su confianza a quien demuestre, después de un examen meticuloso y sagaz, que es oveja auténtica.
Los fieles deben ser sagaces, máxime los dirigentes católicos

¿Pero cómo discernir la falsa oveja de la verdadera? “Por sus frutos se conocerán los falsos profetas”. Nuestro Señor afirma con ello que debemos tener el hábito de analizar atentamente las doctrinas y acciones del prójimo, a fin de que conozcamos esos frutos según su verdadero valor y precavernos contra ellos cuando sean malos.

Para todos los fieles esta obligación es importante, pues el rechazo a las falsas doctrinas y a las seducciones de los amigos que nos arrastran al mal o que nos retienen en la mediocridad es un deber. Pero para los dirigentes, a los que incumbe a título mucho más grave vigilar por sí y vigilar por los demás e impedir, por su argucia y vigilancia, que permanezcan entre los fieles o suban a cargos de gran responsabilidad hombres eventualmente afiliados a doctrinas o sectas hostiles a la Iglesia, este deber es mucho mayor.

¡Ay de los dirigentes en que un sentido falso de candidez haga amortecer el ejercicio continuo de la vigilancia a su alrededor! Por su desidia, perderán a un mayor número de almas de lo que hacen muchos adversarios declarados del catolicismo. Incumbidos de hacer multiplicar los talentos, bajo la dirección de la Jerarquía, ellos no se limitarían sin embargo a enterrar el tesoro, sino permitirían por su “buena fe” que él cayera en manos de los ladrones. Si Nuestro Señor fue tan severo con el siervo que no hizo rendir el talento, ¿qué le haría a quien estuviera durmiendo mientras entraba el ladrón?
«Vendrán muchos en mi nombre… y engañarán a muchos»

Pero pasemos a otro texto.

“Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles” (Mt 10, 16-18).

En general, se tiene la impresión de que este texto es una advertencia exclusivamente aplicable a los tiempos de persecución religiosa declarada, ya que sólo se refiere a la citación ante tribunales, gobernadores y reyes, y a la flagelación en sinagogas. En vista de lo que ocurre en el mundo, sería el caso de preguntar si existe un sólo país, hoy en día, en que se pueda tener la seguridad que, de un momento a otro, no se estará en tal situación.

De cualquier manera, también sería errado suponer que Nuestro Señor sólo recomienda tan gran prudencia frente a peligros ostensiblemente graves, y que de modo habitual un dirigente puede renunciar cómodamente a la astucia de la serpiente y cultivar apenas la candidez de la paloma. En efecto, siempre que está en juego la salvación de un alma, está en juego un valor infinito, porque por la salvación de cada alma fue derramada la sangre de Jesucristo. Un alma es un tesoro mayor que el sol, y su pérdida es un mal mucho más grave que los dolores físicos o morales que podamos sufrir, atados a la columna de la flagelación o en el banquillo de los reos.

Así, el dirigente tiene la obligación absoluta de tener los ojos atentos y penetrantes como los de la serpiente, al discernir todas las posibles tentativas de infiltración en las filas católicas, así como cualquier riesgo en que la salvación de las almas pueda estar expuesta en el sector a él confiado.

A este propósito es muy oportuna la citación de este texto.

“Jesús les respondió y dijo: Estad atentos a que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: «Yo soy el Mesías», y engañarán a muchos” (Mt 24, 4-5).

Es un error suponer que el único riesgo al que puedan estar expuestos los ambientes católicos consiste en la infiltración de ideas nítidamente erróneas. Así como el Anticristo intentará mostrarse como el Cristo verdadero, las doctrinas erróneas querrán disfrazar sus principios con apariencias de verdad, revistiéndolos dolosamente de un supuesto aval de la Iglesia, y así preconizar una complacencia, una transigencia, una tolerancia que constituye una rampa resbaladiza por donde fácilmente se desliza, poco a poco y casi sin percibirlo, hasta el pecado.

Existen almas tibias que tienen una verdadera pasión de situarse en los confines de la ortodoxia, a caballo sobre el muro que las separa de la herejía, y ahí sonreírle al mal sin abandonar el bien —o, más bien, sonreírle al bien sin abandonar el mal. Lamentablemente se crea con todo ello, muchas veces, un ambiente en que el sensus Christi desaparece por completo, y en que apenas los rótulos conservan apariencia católica. Contra ello el dirigente debe ser vigilante, perspicaz, sagaz, previsor, infatigablemente minucioso en sus observaciones, siempre acordándose de que no todo lo que ciertos libros o ciertos consejeros pregonan como católico lo es en realidad. “Estad atentos para que nadie os engañe. Vendrán muchos en mi nombre diciendo: «Yo soy», y engañarán a muchos” (Mc 13, 5-6).
«Se meterán entre vosotros lobos rapaces»

Otro texto digno de nota es éste:

“Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre” (Jn 2, 23-25).

Aquí se muestra claramente que, entre las manifestaciones a veces entusiasta que la Santa Iglesia pueda suscitar, debemos aprovechar todos nuestros recursos para discernir lo que puede haber de inconsistente o de fallido. Ése fue el ejemplo del Maestro. Él no le negará al apóstol verdaderamente humilde y desprendido, si es necesario, hasta luces carismáticas y sobrenaturales para discernir los verdaderos y los falsos amigos de la Iglesia. En efecto, Jesucristo, que nos dio la expresa recomendación de ser vigilantes, no nos negará las gracias necesarias para ello.

“Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él adquirió con la sangre de su propio Hijo. Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos rapaces, que no tendrán piedad del rebaño” (Hch 20, 28-29).

A fin de no prolongar demasiado esta exposición, citamos sólo algunos textos más:

El propio San Pedro dio este otro consejo:

“Así pues, queridos míos, ya que estáis prevenidos, estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él [sea dada] la gloria ahora y hasta el día eterno. Amén” (2 Pe 3, 17-18).

Y no se juzgue que sólo un espíritu naturalmente inclinado a la desconfianza puede practicar siempre tal vigilancia. En San Marcos leemos:

“Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” (13, 37). San Juan aconseja con solicitud amorosa: “Hijos míos, que nadie os engañe” (1 Jn 3, 7).

El Papa Francisco pide proteger la vida amenazada y sembrar esperanza

Compartan su esperanza allá donde se encuentren.

El Papa Francisco señaló que “nuestro mundo está necesitado de transformaciones que protejan la vida amenazada y defiendan a los más débiles”.

Así lo indicó el Santo Padre este 7 de noviembre al recibir a los participantes del Congreso “Un camino de justicia y reconciliación” con ocasión de los 50 años de fundación del Secretariado para la justicia social y la ecología de la Compañía de Jesús.

“Ustedes trabajen por la verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, (y que) siempre genera historia. Compartan su esperanza allá donde se encuentren, para alentar, consolar, confortar y reanimar. Abran futuro, susciten posibilidades, generen alternativas, ayuden a pensar y actuar de un modo diverso. Cuiden su relación diaria con el Cristo resucitado y glorioso, y sean obreros de la caridad y sembradores de esperanza. Caminen cantando, que las luchas y preocupaciones por la vida de los últimos y por la creacioón amenazada, no les quiten el gozo de la esperanza”, pidió el Papa.

Además, el Pontífice denunció que “las situaciones de injusticia y de dolor humano que todos bien conocemos. Quizá se puede hablar de una tercera guerra combatida ‘por partes’, con crímenes, masacres, destrucciones” y añadió que “subsiste la trata de personas, abundan las expresiones de xenofobia y la búsqueda egoísta del intereés nacional, la desigualdad entre países y, en el interior de los mismos, crece sin que se encuentre remedio”.

Por ello, el Papa advirtió que “en las fronteras de la exclusioón corremos el riesgo de desesperar, si atendemos únicamente la lógica humana. Lo llamativo es que muchas veces las víctimas de este mundo no se dejan llevar por la tentación de claudicar, sino que confían y acunan la esperanza”.

“¿El apostolado social está para resolver problemas? Sí, pero sobre todo para promover procesos y alentar esperanzas. Procesos que ayuden a crecer a las personas y a las comunidades, que las lleven a ser conscientes de sus derechos, a desplegar sus capacidades y a crear su propio futuro”, afirmó.

En esta línea, el Santo Padre señaló que desde sus orígenes la Compañía de Jesús fue llamada “al servicio de los pobres” por lo que los jesuitas deben dedicarse “a la defensa y propagación de la fe y al provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana, así como a reconciliar a los desavenidos, socorrer misericordiosamente y servir a los que se encuentran en las cárceles o en los hospitales, y a ejercitar todas las demás obras de caridad”.

En esta línea, el Papa explicó que el P. Pedro Arrupe “siempre creyó que el servicio de la fe y la promoción de la justicia no podían separarse, pues estaban radicalmente unidas. Para él, todos los ministerios de la Compañía tenían que responder, a la vez, al desafío de anunciar la fe y de promover la justicia. Lo que hasta entonces había sido una encomienda para algunos jesuitas, debía convertirse en una preocupación de todos”.

“Algunos de ustedes y otros muchos jesuitas que los antecedieron pusieron en marcha obras de servicio a los más pobres, obras de educación, de atención a los refugiados, de defensa de derechos humanos o de servicios sociales en multitud de campos. Continúen con este empeño creativo, necesitado siempre de renovación en una sociedad de cambios acelerados. Ayuden a la Iglesia en el discernimiento que hoy también tenemos que hacer sobre nuestros apostolados. No dejen de colaborar en red entre ustedes y con otras organizaciones eclesiales y civiles para tener una palabra en defensa de los más desfavorecidos en este mundo cada vez más globalizado”, exhortó.

Por último, el Pontífice exhortó a los jesuitas a “no dejar la oración”, que fue el testamento del P. Arrupe. “Quisiera terminar con una imagen –los curas en las parroquias repartimos estampitas, para que la gente se lleve una imagen a la casa, una imagen nuestra de familia–. El testamento de Arrupe, allá en Tailandia, en el campo de refugiados, con los descartados, con todo lo que ese hombre tenía de simpatía, de padecer con esa gente, con esos jesuitas que estaban abriendo brecha en aquel momento en todo este apostolado, les pide una cosa: no dejen la oración. Fue su testamento. Dejó Tailandia ese día y en el avión tuvo su ictus. Que esta estampita, que esta imagen, los acompañe siempre”.

¿Se puede ser católico y santero?

Existe un único y verdadero Dios, quien venere a otros dioses no vive en congruencia a la fe cristiana

Nadie puede profesar dos religiones distintas al mismo tiempo. Sería como pertenecer a dos equipos deportivos rivales

¿CUÁL ES LA ACTITUD DE LA IGLESIA ANTE LA SANTERÍA?

“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1ra Timoteo 2,4). Por eso, la Iglesia es y tiene que ser misionera, anunciando la verdad de Cristo. Y recibe como madre buena a cuantos con fe y buena voluntad se acercan a ella.

La irrenunciable obligación de anunciar la verdad de Cristo implica necesariamente el deber de denunciar el error, sin rechazo a las personas ni irrespeto a su libertad de opción.

La Iglesia, en Cristo, ama y respeta a todos, sin discriminación, independientemente de sus creencias y opciones de vida; siempre dispuesta a mostrarles el camino para llegar al Padre: Jesucristo y su Evangelio.

Hay libertad de culto, y la Iglesia respeta la libertad de conciencia. Cada quien tiene derecho a profesar libremente la religión que prefiere. A lo que no hay derecho es a mezclar las creencias, y menos aun a interferir en la vida interna y disposiciones de cada religión, pues cada iglesia es independiente y autónoma y establece sus propias normas para la participación en sus celebraciones, ritos y sacramentos.

¿QUÉ ES LA SANTERÍA?

Es una religión distinta del cristianismo y de las demás religiones. Por tanto, otra religión. Es un sincretismo, es decir, mezcla de religiones, surgido en Cuba, en tiempos coloniales, entre la religión africana de esclavos de origen yoruba y la errónea identificación que éstos hicieron de sus dioses mitológicos, los “orishas”, con las imágenes de los santos de la Iglesia, de los que eran devotos sus amos.

La confusión se produjo porque los reyes europeos exigían el bautismo de los esclavos procedentes de África para poder entrar en sus colonias de América. Así, aquellos esclavos bautizados sin una suficiente evangelización se creyeron católicos, sin necesidad de conversión ni abandono de sus dioses y creencias de origen.

La Santería adora una fuerza central y creativa llamada Olodumare. Los Santeros creen que de él procede todo lo que existe, y todo regresa a él. Olodumare se expresa a sí mismo en el mundo creado a través de Ashe. Ashe es la sangre de la vida cósmica, el poder de Olodumare hacia la vida, la fuerza y la justicia. Creen que la vida de cada persona viene ya determinada antes del nacimiento en Ile-Olofi, el hijo de Olodumare. Aquellos que no lo cumplen serán castigados por los orishas y deben reencarnar hasta satisfacer el castigo.

Las personas suelen entrar en la Santería buscando resolver un problema. Por ejemplo, una enfermedad, la infidelidad de un esposo, problemas económicos, etc. Se les ha dicho que el santero tiene contactos especiales con el mas allá y poco se preocupan si ese contacto es con Dios en realidad, con tal que les de resultado

¿POR QUÉ NO ES POSIBLE PERTENECER A LA IGLESIA CATÓLICA Y A LA SANTERÍA AL MISMO TIEMPO?

Nadie puede profesar dos religiones distintas al mismo tiempo. Sería como pertenecer a dos equipos deportivos rivales.

Ambas religiones no sólo son distintas, sino opuestas y contradictorias en sus contenidos doctrinales, prácticas y estilos de vida. Del mismo modo que, al mismo tiempo, no se podría ser judío y musulmán, o cristiano y budista o taoísta e hinduista. Son Religiones distintas.

El cristianismo es una religión de amor: Ese único Dios verdadero es un Padre que nos ama y al que nosotros amamos. En la oración acudimos a El con confianza de hijos y en su Providencia descansamos confiados.

Mientras que la Santería, en cambio, es la religión del temor, del miedo: Hay que hacer cosas para librarse de males y apartar poderes maléficos, o para tener suerte y agradar a los dioses. Se teme mas que se ama.

El cristianismo nos lleva a hacernos mejores, a transformar nuestra vida: En la medida en la que vayamos viviendo de verdad tenemos que hacernos mejores, vencer nuestros defectos y adquirir más virtudes, más dominio de nosotros mismos, más caridad, más humildad, más espíritu de servicio, en una palabra, más santidad. Mientras que la Santería, en cambio, se queda en prácticas externas, en ritos y ceremonias que no nos transforman por dentro y que adquieren cierto sentido mágico cuyo efecto depende de los actos en sí, sin que nos cambiemos interiormente.

¿QUIÉNES PUEDEN RECIBIR LOS SACRAMENTOS?

Los Sacramentos: Bautismo, Confirmación, Penitencia, Eucaristía, Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio, son Sacramentos de Cristo y de su Iglesia, dones o regalos de Dios sólo para sus fieles creyentes.

Quienes pertenecen a otra religión, aun habiendo sido bautizados alguna vez en la Iglesia Católica, no pueden recibir los Sacramentos.

Sólo quien habiendo tenido otras creencias, las abandona y se convierte al Dios único y verdadero y a su Hijo Jesucristo, estando dispuesto a vivir en fidelidad a las exigencias del Evangelio, puede, después de una buena confesión, acercarse a los Sacramentos.

Cuando la Iglesia niega los Sacramentos a quienes no reúnen las condiciones adecuadas, lo hace por caridad y no sólo por normas, para que no se hagan daño. Pues, la Palabra de Dios alerta que “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación” (1ra Corintios 11,27-29)

De igual forma que quien no es santero no puede participar en los ritos de esa religión, un santero no puede recibir los Sacramentos de la Iglesia.

Conscientes de que, siendo dos religiones distintas, no es posible ser católico y santero al mismo tiempo, el Católico respete al Santero y sus normas religiosas internas, y el santero respete a la Iglesia, sus Sacramentos y disciplinas que le son propias.

"La Iglesia Católica, en el Concilio Vaticano II, proclamó el principio de libertad religiosa, o sea, el respeto que merece cada hombre que de buena fe practica una religión. La Iglesia mira con ese respeto las religiones africanas para aquellos que han nacido en ellas. Pero a lo que no hay derecho es a la mezcla de elementos de dos religiones distintas. Si creemos en los dioses africanos, digámoslo claramente y esa será nuestra religión; si somos cristianos, seámoslo de verdad y aceptemos nuestra fe en toda su pureza".

¿QUÉ DEBE DE HACER UN CRISTIANO ANTE UN HERMANO QUE ES SANTERO?

Mucho de estos hermanos no conocen a Jesucristo, simplemente han sido criados desde pequeños en este medio o es lo único que han visto, debemos orar por ellos para que vean la verdadera luz de Dios. El que está preparado y tiene su fe firme puede enseñarles con AMOR. Muy importante: no juzgarlos, no somos quien para hacerlo, simplemente orar por ellos.

Que estas palabras sirvan de invitación a todos para vivir un cristianismo auténtico y profundo, sin deformaciones, alimentado en la palabra de Dios y que la devoción a la Santísima Virgen de Coromoto, nuestra Madre y Patrona, sea para nosotros un camino para ir a Jesús y formar así un pueblo verdaderamente cristiano.

Nuestra Señora de los Treinta y Tres

El Papa Juan XXIII la declara patrona principal de Uruguay. Ese nombre nos recuerda la profunda devoción de los treinta y tres héroes uruguayos.

En Florida, Uruguay, se venera la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres.

"La noble tierra de los uruguayos, hermosa por el verdor de sus praderas y por sus cuchillas suavemente onduladas, se ufana de ser antigua sede de piedad mariana, la que, así como sugiere a los cristianos sentimientos religiosos, de la misma manera lleva con facilidad a todos los ciudadanos al recuerdo de la libertad conquistada y a los comienzos de la Patria naciente."

Con estas palabras comienza el Papa Juan XXIII la bula con la que declara patrona principal de Uruguay a la Virgen de los Treinta y Tres. Un poco más adelante, después de hablar del origen de esta devoción continua diciendo: "Finalmente en nuestros días -lo que nos causa gran alegría- todo el pueblo de la República venera con amor ardiente a la misma Virgen, la cual, si de veras ocupa el centro del templo, con razón mayor se debe afirmar que vive en los ánimos y en las mentes de todos."

Esta pequeña imagen de la Virgen, tan querida por todos los uruguayos, mide tan solo treinta y seis centímetros de alto. Está tallada en madera de cedro y procede, según la tradición, de las misiones de los padres Jesuitas. La sagrada imagen fue colocada en la iglesia de Florida Blanca e inmediatamente sus habitantes le rindieron un culto filial.

El nombre de la Virgen podría parecer un poco extraño a quien no conoce su historia. El título de "los Treinta y Tres" no es que tenga mucha relación con la Sma. Virgen. Además, teniendo en cuenta que esta imagen está dedicada a la Inmaculada Concepción, el nombre de "los Treinta y Tres" parece aún más extraño. Alguno podría pensar que quizás se debe a los treinta y tres años de la vida de Cristo sobre la tierra. Podría ser una buena explicación, pero no es así. El origen del nombre es muy sencillo y, como veremos, sí tiene mucha relación con la Virgen.

Sucede que a inicios del siglo XIX los pueblos latinoamericanos estaban luchando por su independencia. Y en Uruguay ocurría lo mismo. Era el año de 1825. La lucha por la libertad estaba encabezada por un valeroso grupo de patriotas; todos ellos, al igual que su pueblo, católicos y devotos fervorosos de la Virgen María.

Como es natural, al iniciar la arriesgada campaña para alcanzar la libertad de la Patria, quisieron poner el éxito de su empresa en manos de María. Así que los caudillos acudieron a la parroquia, participaron en la santa misa y, al terminar, inclinaron su bandera tricolor delante de la imagen de la Sma. Virgen pidiéndole su bendición.

El número de los caudillos era precisamente treinta y tres, y desde entonces el pueblo uruguayo ha designado con el nombre de "Virgen de los Treinta y Tres" a la pequeña imagen de la Iglesia parroquial de Florida. Como pueden ver el nombre sí tiene que ver con la Virgen. Ese nombre nos recuerda la profunda devoción de los treinta y tres héroes uruguayos hacia nuestra madre María, y nos recuerda también la protección materna de María hacia sus hijos. "Así, a la Virgen de los Treinta y Tres está unido el hilo conductor de las diversas etapas históricas y culturales del noble pueblo uruguayo que lleva en lo más profundo de su alma el amor a María".

El Papa Juan Pablo II acudió como peregrino a este santuario mariano y en su ángelus del 28 de junio de 1992 nos compartió su experiencia de ese lugar: "Recuerdo con emoción mi visita a Nuestra Señora de los Treinta y Tres, el 8 de mayo de 1988, durante el viaje apostólico a aquella querida Nación: contemplando la santa imagen rece por América Latina, pues -como había subrayado aquel mismo día, al recitar el Regina Coeli- "la Virgen María, Reina de los Apóstoles, la que con su fe y ejemplo de vida, precede a los heraldos del Evangelio, nos hace sentir la hermandad de todos los pueblos que en esas tierras benditas han acogido la palabra y el bautismo de Cristo..."

En estas palabras del Papa podemos descubrir el mensaje que la Virgen de los Treinta y Tres nos ofrece. Ella nos repite, como en las bodas de Caná: "haced lo que Él os diga", acoged las palabras de mi Hijo. No basta que nuestros pueblos latinoamericanos tengan una profunda tradición cristiana. Es necesario que cada uno de nosotros acepte ese mensaje con fe y lo viva en su vida diaria. No basta llamarnos cristianos. Estamos llamados a ser cristianos, a vivir como cristianos.

Ha llegado el momento de despedirnos por el día de hoy. Les esperamos en nuestra próxima peregrinación por América, la tierra de María, en la que visitaremos el santuario de Nuestra Señora de Suyapa, en Honduras.

Sobre aquello de No Juzgar

Ese mandato no implica que suspendamos toda opinión sobre todo comportamiento pues entonces ni siquiera la predicación sería posible

Pregunta:

Jesús cuando vino al mundo enseñó a no juzgar, sino por el contrario enseñó a amar, ¿por qué lo hacemos nosotros los cristianos? — K.M.

Respuesta:

La expresión “no juzgar” hay que saberla entender porque de otro modo lleva a contradicciones insolubles.

Piensa nada más en esto: Cuando le decimos a alguien: “No juzgues” ya estamos haciendo un juicio nosotros mismos.

Piensa también en que si uno quisiera evitar absolutamente TODO juicio, uno no podría decir nada sobre los que secuestran niñas para violarlas y matarlas porque entonces uno estaría “juzgando” al que cometió tales hechos.

Y piensa además que si uno intentara evitar TODO juicio moral, resultaría imposible educar a un niño o a un joven porque educar siempre implica expresar juicios morales; como por ejemplo: “No sigas el camino de los corruptos, que se roban el dinero del pueblo.”

Por último, démonos cuenta de que lo de “no juzgar” se dice y repite machaconamente cuando se trata de ciertos comportamientos (y pecados) mientras que otros sí son condenados duramente. Es frecuente que se aplique lo de no juzgar a temas de afectividad y sexo (implicando que cada quien viva su sexualidad más o menos como le parezca) mientras que el tráfico de drogas o las actividades de la mafia se condenan sin tapujos. O sea que evitamos juzgar en cuanto a los pecados “de moda” y sí juzgamos las lacras “de moda.”

Todo eso muestra que el sentido de las palabras de Cristo no podía ser–y no es–que debemos abstenernos de decir si las cosas son buenas o son malas. Uno no puede ver un secuestro o una violación, por ejemplo, y quedar amordazado por esta interpretación de las palabras de Cristo hasta el punto de no poder denunciarlo porque “eso sería juzgar.”

Entonces, ¿cómo entender rectamente la enseñanza del Señor?

Un buen punto de partida es que Cristo no hablaba español, ni latín; quizás entendía bastante griego pero su mente y corazón provienen del pueblo judío y de la raza hebrea. Lo mejor es explorar las palabras “justicia/juicio” (mishpat) y “juzgar” (shaphat ó shafat) desde el hebreo. Y lo primero que uno nota es que shafat es un verbo que equivale a “gobernar” de modo que el que hace justicia es ante todo el mismo que gobierna, o sea, el rey. Puesto que Dios es el rey del mundo y el soberano de las naciones de la tierra, es claro que “hacer justicia” o dar el “mishpat” corresponde a Dios.

En nuestras sociedades, en cambio, los juicios suceden en juzgados, y pueden ser apelados, e ir a distintos tribunales, de más alto rango; o por el contrario, hay casos que pueden prescribir y ya no ser sometidos al sistema judicial. En Israel, y en general en todos los pueblos antiguos, el juicio sobre una situación o sobre una persona, era algo que sucedía UNA VEZ y que venía directamente del soberano (no había nuestra famosa separación de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial); pronunciar juicio no admitía en principio apelación y definía para siempre el destino de una persona. esa es la idea de “juzgar” que está detrás de la advertencia de Cristo.

"Juzgar" en lengua hebrea, es tomar el lugar del juez, y el único juez es Dios, cuyos “juicios” indican la verdad definitiva y el destino final de cada persona. De modo que “no juzgar” equivale a: “No pretendas tomar el lugar de Dios creyendo que puedes conocer o definir el desenlace final de la vida de otra persona.” Por supuesto, ese mandato no implica que suspendamos toda opinión sobre todo comportamiento pues entonces ni siquiera la predicación sería posible.

Y no olvidemos que el mismo Cristo nos invitó a practicar la corrección fraterna (Mateo 18,15-17). ¿Cómo podría yo corregir a mi hermano si cada vez que le fuera a decir que está haciendo algo incorrecto él me dijera: “¡Tú, cállate: me estás juzgando.”

En resumen: el mandamiento de No Juzgar significa que no usurpemos el lugar de Dios en cuanto a qué va a suceder finalmente en la vida de una persona; pero ello no impide que reconozcamos, en nosotros mismos y en los demás, cosas que son incorrectas y que deben ser corregidas.

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