No es Dios de muertos, sino de vivos
- 23 Noviembre 2019
- 23 Noviembre 2019
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Columbano, Santo
Memoria Litúrgica, 23 de noviembre
Abad
Martirologio Romano: San Columbano, abad, irlandés de nacimiento, que por Cristo se hizo peregrino para evangelizar a las gentes de las Galias. Fundó, entre otros muchos, el monasterio de Luxeuil, que él mismo rigió con estricta observancia, y obligado después a exiliarse, atravesó los Alpes y construyó el cenobio de Bobbio, en la Liguria, famoso por su disciplina y estudios, en el cual se durmió en paz, lleno de méritos para con la Iglesia. Su cuerpo recibió sepultura en este día († 615).
Etimológicamente Columbano = “paloma”. Viene de la lengua latina.
Breve Biografía
Nació en Irlanda en el 543. Desde pequeño mostró una clara inclinación para la vida consagrada.
Al salir de Irlanda en compañía del monje y San Galo, recorrió Europa Occidental. Unas veces era rechazado, otras acogido, pero de lo que no cabe duda es que fue el fundador de monasterios y abadías desde las cuales salía un resplandor cultural y religioso dignos de toda loa.
Fueron el foco para culturización y cristianización de la época merovingia. Su estilo de vida fue austero y así se lo exigía a los monjes, pues gracias a ella, encontraron un camino para la santidad al menos trece santos que no es el caso de enumerar.
El monasterio más célebre fue el de Luxeuil, al que confluyeron monjes francos, galos y burgondes. Fue durante dos siglos el centro de vida monástica más importante en todo el Occidente.
En el año 610 tuvo que salir pitando de Francia porque la cruel reina Brunehaut lo perseguía, porque le había echado en cara todos sus vicios y sus crímenes.
Pensaba volver a Irlanda pero se quedó en Nantes. También que tuvo que huir por los Alpes hasta que encontró acogida y refugio en Bobio, al norte de Italia, en la región de la Emilia Romagna, provincia de Piacenza.
Aquí fundó su último monasterio y en él murió en el año 615. La regla monástica original que dio a sus monasterios tuvo una influencia por toda Europa durante más de dos siglos.
Muchos pueblos, regiones y lugares están bajo su patrocinio.
También tuvo dificultades con los obispos franceses. Estos mandan en su diócesis pero no en los monasterios que desde siempre han estado exentos, es decir, no dependen del obispo.
Hubo alguien que lo trató bien. Fue el rey Aguilulfo. Menos mal que los cuatro últimos años de su vida pudo vivir tranquilo.
¿Estás seguro de que hay una vida después de esta?
Santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40. Sábado XXXIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que te conozca ahora para estar juntos en la eternidad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”.
Jesús les dijo: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.
Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”.
Entonces, unos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”. Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cristo amigo, me da gusto estar contigo, Tú siempre tienes tiempo para recibirme y escucharme en todo momento y lugar. Gracias por tu amistad. Creo con mi corazón que me conoces, Tú sabes que te necesito. Ayúdame a descubrir tu voluntad, a descubrir tus gustos para que aprenda a optar por todo aquello que me ayude a acercarme más y más a tu divino corazón.
Ahora releamos el Evangelio, contemplemos la escena e imaginemos que nosotros somos uno de los saduceos; pongámonos en su lugar y hagamos nuestra su incertidumbre acerca de la resurrección de los muertos. Imaginemos una situación ficticia, algo que no sucedió en el Evangelio, pensemos que nosotros (uno de los saduceos) interceptamos a Jesús a solas y le presentamos con humildad nuestro deseo de creer en la vida eterna. Este diálogo podría desarrollarse así:
- Maestro, yo amo a mi familia, me gusta mi vida, sin embargo, me aterra pensar que todo se acaba con la muerte: familia, amigos, tradiciones, amor. Todo. Tú hablas de la resurrección como algo cierto. No te pido explicaciones, sólo una pregunta: ¿Estás seguro de que hay una vida después de esta?
- Sí. En el principio mi Padre creó al hombre y a la mujer en libertad, quiero decir que Eva no era propiedad de Adán ni éste dueño de aquélla. Los creó libres para que aprendieran a ser amigos los tres: Adán, Eva y mi Padre. En el principio había amistad y la habrá en la vida futura para el que lo desee.
Jesús, aumenta mi fe y dame la gracia de vivir con la convicción de que Tú me recibirás cuando me llames de este mundo a tu presencia. Aumenta en mí el deseo de compartir mi sed de Ti con aquellos que viven como si no hubiera vida eterna.
«“Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”, afirmamos todos los domingos, recitando el último artículo del Credo Niceno-Constantinopolitano. Y el Símbolo de los Apóstoles se cierra con estas palabras: “Creo [...] la resurrección de la carne y la vida eterna”. Por lo tanto, se trata del núcleo esencial de la fe cristiana, de una realidad estrechamente vinculada a la profesión de fe en Cristo muerto y resucitado. Y, sin embargo, la reflexión escatológica sobre la vida eterna y la resurrección, en la catequesis y en la celebración, no encuentra el espacio y la atención que merece. A veces se tiene la impresión de que este tema se olvide deliberadamente y se deje de lado porque aparentemente está muy lejos, es extraño a la vida cotidiana y a la sensibilidad contemporánea. No hay por qué maravillarse: En efecto, uno de los fenómenos que marca la cultura actual, es precisamente el cierre a los horizontes trascendentes, el repliegue en sí mismo, el apego casi exclusivo al presente, olvidando o censurando las dimensiones del pasado y sobre todo del futuro, percibido, especialmente por los jóvenes, como oscuro y lleno de incertidumbres. El futuro más allá de la muerte aparece, en este contexto, inevitablemente aún más distante, indescifrable o completamente inexistente».
(Discurso de S.S. Francisco, 4 de diciembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un momento de soledad, me pondré en la presencia del Señor y le presentaré mis dudas con humildad (si las hay), eso que me cuesta creer.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La resurrección de los cuerpos según las palabras de Jesús a los saduceos
Cristo replica a los saduceos afirmando, al comienzo y al final de su respuesta, que están en un gran error, no conociendo ni las Escrituras ni el poder de Dios (cf. Mc 12, 24; Mt 22, 29).
Por: Juan Pablo II | Fuente: Catequesis sobre el amor humano en el plan divino
(18-XI-81/22-XI-81)
1. "Estáis en un error y ni conocéis las Escrituras ni el poder de Dios (Mt22, 29), así dijo Cristo a los saduceos, los cuales -al rechazar la fe en la resurrección futura de los cuerpos- le habían expuesto el siguiente caso: "Había entre nosotros siete hermanos; y casado el primero, murió sin descendencia y dejó la mujer a su hermano (según la ley mosaica del levirato); igualmente el segundo y el tercero, hasta los siete. Después de todos murió la mujer. Pues en la resurrección, ¿de cuál de los siete será la mujer? (Mt22, 25-28).
Cristo replica a los saduceos afirmando, al comienzo y al final de su respuesta, que están en un gran error, no conociendo ni las Escrituras ni el poder de Dios (cf. Mc 12, 24; Mt 22, 29). Puesto que la conversación con los saduceos la refieren los tres Evangelios sinópticos, confrontemos brevemente los relativos textos.
2. La versión de Mateo (22, 24-30), aunque no haga referencia a la zarza, concuerda casi totalmente con la de Marcos (12, 18-25). Las dos versiones contienen dos elementos esenciales: 1) la enunciación sobre la resurrección futura de los cuerpos; 2) la enunciación sobre el estado de los cuerpos de los hombres resucitados (1). Estos dos elementos se encuentran también en Lucas (20, 27-36) (2).
El primer elemento, concerniente a la resurrección futura de los cuerpos, está unido, especialmente en Mateo y en Marcos, con las palabras dirigidas a los saduceos, según las cuales, ellos no conocían "ni las Escrituras ni el poder de Dios".
Esta afirmación merece una atención particular, porque precisamente en ella Cristo puntualiza las bases mismas de la fe en la resurrección, a la que había hecho referencia al responder a la cuestión planteada por los saduceos con el ejemplo concreto de la ley mosaica del levirato.
3. Sin duda, los saduceos tratan la cuestión de la resurrección como un tipo de teoría o de hipótesis, susceptible de superación (3). Jesús les demuestra primero un error de método: no conocen las Escrituras; y luego, un error de fondo: no aceptan lo que está revelado en las Escrituras -no conocen el poder de Dios-, no creen en Aquel que se reveló a Moisés en la zarza ardiente. Se trata de una respuesta muy significativa y muy precisa. Cristo se encuentra aquí con hombres que se consideran expertos y competentes intérpretes de las Escrituras.
A estos hombres -esto es, a los saduceos- les responde Jesús que el sólo conocimiento literal de la Escritura no basta. Efectivamente, la Escritura es, sobre todo, un medio para conocer el poder de Dios vivo, que se revela en ella a Sí mismo, igual que se reveló a Moisés en la zarza. En esta revelación El se ha llamado a Sí mismo "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y de Jacob" (4), de aquellos, pues, que habían sido los padres de Moisés en la fe, que brota de la revelación del Dios viviente. Todos ellos han muerto ya hace mucho tiempo; sin embargo, Cristo completa la referencia a ellos con la afirmación de que Dios "no es Dios de muertos, sino de vivos".
Esta afirmación-clave, en la que Cristo interpreta las palabras dirigidas a Moisés desde la zarza ardiente, sólo pueden ser comprendidas si se admite la realidad de una vida, a la que la muerte no pone fin. Los padres de Moisés en la fe, Abraham,, Isaac y Jacob, para Dios son personas vivientes (cf. Lc 20, 38: "porque para El todos viven"), aunque, según los criterios humanos, haya que contarlos entre los muertos. Interpretar correctamente la Escritura, y en particular estas palabras de Dios, quiere decir conocer y acoger con la fe el poder del Dador de la vida, el cual no está atado por la ley de la muerte, dominadora en la historia terrena del hombre.
4. Parece que de este modo hay que interpretar la respuesta de Cristo sobre la posibilidad de la resurrección (5), dada a los saduceos, según la versión de los tres sinópticos. Llegará el momento en que Cristo dé la respuesta, sobre esta materia, con la propia resurrección; sin embargo, por ahora se remite al testimonio del Antiguo Testamento, demostrando cómo se descubre allí la verdad sobre la inmortalidad y sobre la resurrección. Es preciso hacerlo no deteniéndose solamente en el sonido de las palabras, sino remontándose también al poder de Dios, que se revela en esas palabras. La alusión a Abraham, Isaac y Jacob en aquella teofanía concedida a Moisés, que leemos en el libro de Exodo (3, 26), constituye un testimonio que Dios vivo da de aquellos que viven "para El"; de aquellos que gracias a su poder tienen vida, aun cuando, quedándose en las dimensiones de la historia, sería preciso contarlos, desde hace mucho tiempo, entre los muertos.
5. El significado pleno de este testimonio, al que Jesús se refiere en su conversación con los saduceos, se podría entender (siempre sólo a la luz del Antiguo Testamento) del modo siguiente: Aquel que es -Aquel que vive y que es la Vida- constituye la fuente inagotable de la existencia y de la vida, tal como se reveló al "principio", en el Génesis (cf. Gén1-3). Aunque, a causa del pecado, la muerte corporal se haya convertido en la suerte del hombre (cf. Gén3, 19 (6), y aunque le haya sido prohibido el acceso al árbol de la vida (gran símbolo del libro del Génesis (cf. Gén 3, 22), sin embrago, el Dios viviente, estrechando su Alianza con los homores (Abraham, Patriarcas, Moisés, Israel), renueva continuamente, en esta Alianza, la realidad misma de la Vida, desvela de nuevo su perspectiva y, en cierto sentido, abre nuevamente el acceso al árbol de la vida.
Juntamente con la Alianza, esta vida, cuya fuente es Dios mismo, se da en participación a los mismos hombres que, a consecuencia de la ruptura de la primera Alianza, habían perdido el acceso al árbol de la vida, y en las dimensiones de su historia terrena habían sido sometidos a la muerte.
6. Cristo es la última palabra de Dios sobre este tema: efectivamente, la Alianza, que con El y por El se establece entre Dios y la humanidad, abre una perspectiva infinita de Vida: y el acceso al árbol de la vida -según el plan originario del Dios de la Alianza- se revela a cada uno de los hombres en su plenitud definitiva. Este será el significado de la muerte y de la resurrección de Cristo, éste será el testimonio del misterio pascual. Sin embargo, la conversación con los saduceos se desarrolla en la fase pre-pascual de la misión mesiánica de Cristo. El curso de la conversación según Mateo (22, 24-30), Marcos (12, 18-27) y Lucas (20, 27-36), manifiesta que Cristo "que otrasveces, particularmente en las conversaciones con sus discípulos, había hablado de la futura resurrección del Hijo del hombre (cf. por ejemplo Mt17, 9,23; 20, 19 y paral.)- en la conversación con los saduceos, en cambio, no se remite a este argumento. Las razones son obvias y claras. La conversación tiene lugar con los saduceos, "los cuales afirman que no hay resurrección" (como subraya el Evangelista), es decir, ponen en duda su misma posibilidad, y a la vez se consideran expertos de la Escritura del Antiguo Testamento y sus intérpretes calificados. Y por esto, Jesús se refiere al Antiguo Testamento, y basándose en él, les demuestra que "no conocen el poder de Dios" (Mt 22,29).
7. Respecto a la posibilidad de la resurrección, Cristo se remite precisamente a ese poder, que va unido con el testimonio del Dios vivo, que es el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, y el Dios de Moisés. El Dios, a quien los saduceos "privan" de este poder, no es el verdadero Dios de sus Padres, sino el Dios de sus hipótesis e interpretaciones. Cristo en cambio, ha venido para dar testimonio del Dios de la Vida en toda la verdad de su poder que se despliega en la vida del hombre.
(1) Aunque el Nuevo Testamento no conoce la expresión "la resurrección de los cuerpos" (que aparecerá por vez primera en San Clemente; 2 Clem 9, 1 y en Justino: Dial 80, 5) y utilice la expresión "resurrección de los muertos", entendiendo con ella al hombre en su integridad, sin embargo, es posible hallar en muchos textos del Nuevo Testamento la fe en la imnortalidad del alma y su existencia "incluso fuera del cuerpo (cf. por ejemplo: Lc 23, 43; Flp 1, 23-24; 2 Cor 5, 6-8).
(2) El texto de Lucas contiene algunos elementos nuevos en torno a los cuales se desarrolla la discusión de los exégetas.
(3) Como es sabido, en el judaísmo de aquel período no se formuló claramente una doctrina acerca de la resurrección; existían sólo las diversas teorías lanzadas por cada una de las escuelas.
Los fariseos, que cultivaban la especulación teológica, desarrollaron fuertemente la doctrina sobre la resurrección, viendo alusiones a ella en todos los libros del Antiguo Testamento. Sin embargo, entendían la futura resurrección de modo terrestre y primitivo, preanunciando por ejemplo un enorme aumento de la recolección y de la fertilidad en la vida después de la resurrección.
Los saduceos, en cambio, polemizaban contra esta concepción, partiendo de la premisa que el Pentateuco no habla de la escatología. Es necesario también tener presente que en el siglo I el canon de los libros del Antiguo Testamento no estaba aún establecido.
El caso presentado por los saduceos ataca directamente a la concepción farisaica de la resurrección. En efecto, los saduceos pensaban que Cristo era seguidor de ellos.
La respuesta de Cristo corrige igualmente tanto la concepción de los fariseos, como la de los saduceos.
(4) Esta expresión no significa: «Dios que era honrado por Abraham, Isaac y Jacob», sino: "Dios que tenía cuidado de los Patriarcas y los libraba".
Esta fórmula se vuelve a encontrar en el libro del Exodo: 3, 6; 3, 15. 16; 4, 5, siempre en el contexto de la promesa de liberación de Israel: el nombre del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es prenda y garantía de esta liberación.
"Dieu de X est synonyme de secours, de soutien et d’abri pour Israel". Un sentido semejante se encuentra en el Génesis 49, 24; "Por el poderío del fuerte de Jacob, por el nombre del Pastor de Israel. En el Dios de tu padre hallarás tu socorro" (cf. Gén 49, 24-25; cf. también: Gén 24, 27; 26, 24; 28, 13; 32, 10; 46, 3).
Cf. F. Dreyfus, o.p., L’argument scripturaire de Jesús en faveur de la résurrection des morts (Mc XII, 26-27). Revue Biblique 66, 1959, 218.
La fórmula: "Dios de Abraham, Isaac y Jacob", en la que se citan los tres nombres de los Patriarcas, indicaba en la exégesis judaica, contemporánea de Jesús, la relación de Dios, con el Pueblo de la Alianza como comunidad.
Cf. E. Ellis, Jesús, The Sadducees and Qumram, New Testament Studies 40, 1963-64, 275.
(5) Según nuestro modo actual de comprender este texto evangélico, el razonamiento de Jesus sólo mira a la inmortalidad; en efecto, si los Patriarcas viven después de su muerte ya ahora antes de la resurrección escatológica del cuerpo, entonces la constatación de Jesus mira a la inmortalidad del alma y no habla de la resurrección del cuerpo.
Pero el razonamiento de Jesús fue dirigido a los saduceos que no conocian el dualismo del cuerpo y del alma, aceptando sólo la bíblica unidad sico-física del hombre que es "el cuerpo y el aliento de vida" Por esto, según ellos, el alma muere juntamente con el cuerpo. La afirmación de Jesús, según la cual los Patriarcas viven, para los saduceos sólo podía significar la resurrección con el cuerpo.
(6) No nos detenemos aquí sobre la concepción de la muerte en el sentido puramente veterotestamentario, sino que tomamos en consideración la antropología teológica en su conjunto.
Cristo tiene un plan para cada uno
El Papa a los jóvenes tailandeses.
En la Catedral de la Asunción el Papa Francisco celebró la misa con los jóvenes, tras haberse encontrado con los líderes cristianos y de otras religiones en la Universidad de Chulalongkorn.
Cristo los espera, Él tiene un plan para cada uno
Con la exhortación de “salir” al encuentro de Cristo, el Papa Francisco inició su homilía dedicada a los jóvenes, invitándolos también a dar la bienvenida a Cristo “con inmensa alegría y amor”, como sólo los jóvenes pueden hacer.
Antes que nosotros salgamos a buscarlo, sabemos que el Señor nos busca, viene a nuestro encuentro y nos llama desde la necesidad de una historia por hacer, por crear e inventar. Vamos hacia adelante con alegría porque sabemos que allí nos espera.
El Pontífice habló a los jóvenes tailandeses del “plan” que el Señor tiene para cada uno de ellos: “El Señor sabe que por medio de ustedes, jóvenes, entra el futuro en estas tierras y en el mundo, y con ustedes cuenta para llevar adelante su misión hoy”, les aseguró.
A veces falta el combustible para tener encendido el fuego del amor
Reflexionando sobre la parábola de las diez jóvenes invitadas a formar parte de la fiesta del Señor, que fue escuchada en el transcurso de la Misa, Francisco puntualizó que ellas “tenían un gran impulso y motivación” y querían participar del llamado y la convocatoria del Maestro. Sin embargo, con el tiempo, “se fueron apagando, se les fueron agotando las fuerzas y las ganas”, y así “llegaron tarde”. A las jóvenes, dijo el Papa, “les faltó el aceite necesario, el combustible interior para mantener encendido el fuego del amor”.
¿Cómo buscar al Señor en cada situación?
El Papa quiso así hacer notar la frecuencia con la que frente a los problemas y obstáculos, al sufrimiento o la impotencia, ganan espacio “la incredulidad y la amargura” haciendo que “se enfríe nuestro corazón”.
Por eso, me gustaría preguntarles: ¿Quieren mantener vivo el fuego capaz de iluminarlos en medio de la noche y de las dificultades?, ¿quieren prepararse para responder al llamado del Señor?, ¿quieren estar listos para hacer su voluntad? ¿Cómo procurarse el aceite que los mantiene en movimiento y los impulsa a buscar al Señor en cada situación?
Bien arraigados a la fe de los mayores
Ustedes, recordó a los jóvenes, “son herederos de una hermosa historia de evangelización que les fue transmitida como un tesoro sagrado”. Y, “para que el fuego del Espíritu no se apague”, es necesario “estar bien arraigados en la fe” de los mayores:
Esto no para quedarse presos del pasado, sino para aprender a tener ese coraje capaz de ayudarnos a responder a las nuevas situaciones históricas.
Los padres, abuelos y maestros, resistieron “muchas pruebas y sufrimientos”, pero en el camino “descubrieron que el secreto de un corazón feliz es la seguridad que encontramos cuando estamos anclados en Jesús”, les recordó.
Imposible crecer sin raíces fuertes
Como los árboles sin raíces, que aun siendo jóvenes y bellos pueden caer por las tormentas, el Papa habló a los jóvenes del futuro, asegurándoles que “es imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra”.
Sin este firme sentido de arraigo, podemos quedar desconcertados por las “voces” de este mundo que compiten por nuestra atención. Muchas de ellas son atractivas, propuestas bien maquilladas que al inicio parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente terminan dejando vacío, cansancio, soledad y desgana, y van apagando esa chispa de vida que el Señor encendió un día en cada uno de nosotros.
No le tengan miedo al futuro
Casi al final de su discurso Francisco animó a los jóvenes a que “arraigados en Cristo”, mantengan viva la alegría y “no tengan miedo de mirar el futuro con confianza”:
La amistad cultivada con Jesucristo es el aceite necesario para iluminar el camino, vuestro camino, pero también el de todos los que los rodean: amigos, vecinos, compañeros de estudio y trabajo, incluso el de aquellos que están en total desacuerdo con ustedes.
“¡Salgamos al encuentro de Cristo el Señor que viene!”, exhortó una vez más el Papa. Y concluyó alentándolos a no tenerle miedo al futuro, y a no dejarse “achicar”:
“Sepan que ahí el Señor los está esperando para preparar y celebrar la fiesta de su Reino”.
Agradecimientos del Papa al concluir la Misa
Al término de la celebración, el Papa agradeció a todos los que hicieron posible su visita a Tailandia y a los que han colaborado a su realización.
Francisco renovó también su gratitud al Rey Rama X, al Gobierno y a las autoridades del país por la acogida.
Agradeció a los obispos, al Cardenal Francis Xavier, a los sacerdotes, religiosas, religiosos, a los fieles laicos, a los jóvenes y voluntarios y a quienes lo han acompañado con sus oraciones y sus sacrificios, y, de modo especial, a los enfermos y a los encarcelados.
Que el Señor los recompense con su consuelo y la paz que sólo Él puede dar. Y les dejo una tarea: no se olviden de rezar por mí. ¡Gracias!
Diez razones para tener otro hijo
Un nuevo hijo permite crecer en santidad y virtud
1. Tener otro hijo, permite unirse a Dios en la creación de un alma inmortal». «Los padres tienen la oportunidad increíble de asistir a Dios en la creación de un alma inmortal y, como lo dijera el cardenal Mindszenty, ni los ángeles recibieron tal gracia.
2. Un nuevo hijo trae alegría a la vida. Uno se maravilla ante la perfección de ese pequeño ser y de la facilidad con la que uno lo ama. Uno queda encantado con cada pequeño aspecto de su apariencia. El color del cabello, la forma de la nariz, su sonrisa.
3. Un nuevo hijo permite crecer en santidad y virtud. Los niños dan la oportunidad de practicar la misericordia corporal y espiritual. Llegan al mundo desnudos y los vestimos, hambrientos y los alimentamos, sedientos y les damos de beber.
4. Los niños son cada vez menos debido a la contracepción y el aborto; segmentos completos de la sociedad se vuelven menos sensibles al gozo y la esperanza que sólo los niños pueden brindar. En este clima, la anticoncepción y el aborto se alimentan a sí mismos.
5. Tener otro hijo da un hermano a los hijos que ya tiene la pareja, y así pueden aprender a compartir, a poner las necesidades de los demás por encima de las propias. La unión entre los hermanos es para toda la vida.
6. Los hijos permiten que en la ancianidad no se esté solo.La gente que tiene hijos no tiene que buscar extraños para que cuiden de ella cuando es anciana. Además, los hijos se convierten en padres de los nietos, y los nietos traen gozo, alegría y risas.
7. Los humanos son bendecidos con los regalos del intelecto y la libertad, y así descubren soluciones creativas a los problemas. Las personas sin hijos deben recordar que el hijo de otros es el médico que les salva la vida, el bombero que ayuda, o el ingeniero del tren.
8. La familias con hijos inyectan la economía. Sin jóvenes que ingresen a la fuerza laboral el sistema de seguridad social falla. Sin niños que asistan al colegio los maestros no tienen empleo. Muchas industrias descansan en negocios de y para niños.
9. Tener un hijo más ayuda a enfrentar la despoblación global adveniente. América no está superpoblada; toda la población del mundo puede vivir en Texas, en casas adecuadas a cada familia. El problema a largo plazo no será por tener muchos niños, sino pocos.
10. Tener un hijo ayuda a poblar el Cielo. El niño que se tiene con generosidad se acepta de Dios y regresará a Él, después de una vida de amor, servicio y obediencia en la Tierra para pasar la eternidad con Dios en el Cielo.
Propongo agradecer a Dios por el don de la familia
Hoy los estadounidenses celebran, como todos los años, el Día de Acción de Gracias, una festividad que tiene sus raíces en el siglo XVII cuando los primeros colonos agradecían por las cosechas del año. Muchos esperan estas fechas para las famosas compras del Viernes Negro o Black Friday, y hay otros, los más golosos, que solo piensan en los deliciosos platillos de la temporada. Pero lo maravilloso de esta época es que se reúne toda la familia alrededor de una mesa impecable para hacer una pausa y simplemente dar gracias.
En nuestros países latinos no tenemos esa costumbre, esa de tener un día específico para agradecer por algo y por todo. Sin embargo, creo que las costumbres buenas hay que emularlas, y yo propongo agradecer a Dios este año por el don de la familia.
Qué bonito sería que papá y mamá comenzaran agradeciendo por la vida, la vida de sus hijos, de cada uno de ellos, que con sus sonrisas y travesuras alegran los días y los hacen más divertidos. Agradecer también por el esposo, la esposa, por esa persona que está al lado a pesar de todo, que sabe apoyar y sostener con un consejo oportuno o simplemente una mirada de reconocimiento. Dar gracias por el trabajo que tienen, porque sin él sería difícil mantener el estilo de vida holgado que llevan. Por aquel viaje familiar que hicieron sin mucha planificación, porque pudieron compartir anécdotas inolvidables.
¿Qué agradecerían los más pequeños? Incentiven a sus hijos a ser agradecidos. Planifiquen esto con tiempo y coménteles de qué se trata, para que estén preparados y tengan qué decir. Seguramente ellos también tienen cosas por las que dar gracias. Por la mascota nueva, por la oportunidad de tener estudios y alimentación, por tener unos padres amorosos y preocupados; que agradezcan por la dicha de tener abuelitos todavía en casa. Ustedes se sorprenderían al conocer todo lo que esos corazones inocentes dirían. ¡Ciertamente hay mucho que agradecer!
Según palabras de San Juan Pablo II en su encíclica Familiaris Consortio, “la familia cristiana es la primera comunidad llamada a anunciar el Evangelio a la persona humana en desarrollo y a conducirla a la plena madurez humana y cristiana, mediante una progresiva educación y catequesis”, por eso, las buenas costumbres, como la de ser una persona agradecida, se aprende en el seno de una familia.
Los esposos, al asumir la responsabilidad de padres, tienen el deber y la obligación de ser guía para sus hijos, y en un mundo tan envuelto por la satisfacción inmediata muchas veces nos olvidamos de ser agradecidos. La mayoría de los jóvenes de hoy asumen que las cosas y las personas están ahí para ellos porque se lo merecen, se sienten con el derecho a… “entitled to” dirían los gringos.
Es una obligación de los padres darles comida y estudios hasta que ellos sean capaces de solventar su propia situación económica. El viaje de graduación, los estudios universitarios, el carro y el último “gadget” deberían de ganárselo de alguna manera. Si no valoran el costo de cada cosa, ellos se sentirán con ese sentimiento de que se merecen todo en la vida, haciendo cada vez más difícil enfrentarse a la realidad sin que los padres le solucionen todo.
Entiendo que es difícil ser padre, lo veo con mi hermana y con mis amigas. Pero recuerden que, hasta que esos hijos crezcan lo suficiente como para ser responsables por sí mismos, ustedes son los custodios de esas almas. Las bases para que ellos se salven y lleguen a la meta -que es el cielo- las ponen ustedes. Ustedes han sido facultados por Dios para ser autoridad ante sus hijos.
Por eso, y por muchos otros motivos, vale la pena instaurar, como los estadounidenses, el penúltimo jueves de noviembre como un Día de Acción de Gracias para enseñar en familia el valor primordial de la gratitud.