La Escritura dice: ‘Mi casa es una casa de oración

Cecilia, Santa

Memoria Litúrgica, 22 de noviembre

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. El título de una iglesia en el Transtíber lleva desde antiguo su nombre (s. inc.).

Breve Biografía

La gran devoción popular hacia la virgen y mártir romana hizo que el nuevo calendario litúrgico conservara su memoria, a pesar de que faltan documentos históricos anteriores al siglo VI. Esta devoción y el mismo patrocinio de Santa Cecilia sobre la música sagrada se deben efectivamente al relato de su martirio, titulado Pasión, fechado después del año 486. En ella la fundadora del “título” de la basílica de Santa Cecilia en Trastévere es identificada con una santa homónima, enterrada en las catacumbas de San Calixto y que habría sufrido el martirio durante el imperio de Alejandro Severo, hacia el 230.

En la Liturgia de las Horas se lee: “El culto de Santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo”.

Cecilia, noble y rica, iba todos los días a la Misa celebrada por el Papa Urbano en las catacumbas próximas a la Vía Apia, y una multitud de pobres la esperaban porque conocían su generosidad. En el día de su boda con Valeriano, mientras el órgano tocaba, ella cantaba en su corazón: “solamente para el Señor” (de este pasaje de su Pasión tuvo origen el patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada); después, llegada la noche, la joven le dijo a Valeriano: “Ninguna mano profana puede tocarme, porque un ángel me protege. Si tú me respetas, él te amará, como me ama a mí”.

Al contrariado esposo no le quedó otro remedio que seguir el consejo de Cecilia, hacerse instruir y bautizar por el Papa Urbano y después compartir el mismo ideal de pureza de la esposa, recibiendo en recompensa su misma gloria: la palma del martirio, al que por gracia divina se asoció también el hermano de Valeriano, Tiburcio.

Aunque el relato del martirio parece fruto de una piadosa fantasía, históricamente es cierto que Valeriano y Tiburcio fueron mártires y que fueron enterrados en las catacumbas de Pretestato. Después del proceso, narrado con abundancia de detalles por el autor de la Pasión, Cecilia fue condenada a la decapitación, pero los tres poderosos golpes del verdugo no lograron cortarle la cabeza: esto se debió a que, según el relato, Cecilia había pedido al Señor la gracia de ver al Papa Urbano antes de morir.

En espera de esta visita, Cecilia pasó tres días en agonía, profesando su fe. No pudiendo decir ni una palabra, expresó con los dedos su credo en Dios uno y trino.

Cuidar el templo de mi alma

Santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48. Viernes XXXIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ven, Señor, y llena mi alma; permíteme ser tu presencia viva en medio del mundo y arranca de mí todo lo que me pueda alejar de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48

Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: “Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones.

Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras, y de sus obras claro está. Estamos acostumbrados a ver a Jesús haciendo milagros, sanando y predicando, pero este es el único momento donde vemos al Señor tomar una reacción violenta expulsando a todos los mercaderes del templo. ¡Esto sí es una novedad!

El templo, para el pueblo de Israel, era el lugar más sagrado, era el lugar de la presencia de Dios y Jesús dice una frase muy clara «mi casa es casa de oración». De igual forma, a veces, hemos perdido el respeto por nuestros templos haciéndolos lugares llenos de ruido, olvidándonos de la presencia real del Señor en el sagrario; no obstante, el templo más importante de donde debemos sacar a los mercaderes es el templo del Espíritu Santo, nuestra propia alma. La palabra de Jesús a veces es incómoda, y cada uno de nosotros sabe, en su interior, cuáles son esos «mercaderes» que debemos expulsar. Quizás es algún hábito de pecado, puede ser también algo en el carácter que nos impide amar a manos llenas a los demás; puede ser algún apego a las cosas materiales o al dinero, y la lista podría seguir.

El Señor viene hoy a nuestra alma a través de su Palabra, y con firmeza, pero también lleno de celo y amor, quiere hacer de nosotros templos vivos, corazones santos donde Él habite y, a través de nuestro rostro, reflejar su presencia real en el mundo. Cada uno de nosotros es sagrado y tiene un valor inconmensurable, somos hechos propiedad santa del Señor a través de la Sangre de su Hijo. El pecado y el mal no tienen la última palabra sobre nosotros porque Cristo ya los ha vencido.

«Esta acción decidida, realizada en proximidad de la Pascua, suscitó gran impresión en la multitud y la hostilidad de las autoridades religiosas y de los que se sintieron amenazados en sus intereses económicos. Pero, ¿cómo debemos interpretarla? Ciertamente no era una acción violenta, tanto es verdad que no provocó la intervención de los tutores del orden público: de la policía. ¡No! Sino que fue entendida como una acción típica de los profetas, los cuales a menudo denunciaban, en nombre de Dios, abusos y excesos. La cuestión que se planteaba era la de la autoridad. De hecho, los judíos preguntaron a Jesús: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?» (v. 18), es decir ¿qué autoridad tienes para hacer estas cosas? Como pidiendo la demostración de que Él actuaba en nombre de Dios».

(Ángelus de S.S. Francisco, 4 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré un examen de conciencia identificando mis «mercaderes» que me impiden ser un cristiano auténtico e intentaré poner una solución real a esto.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Educar en la oración y en el perdón

La importancia del papel formativo que tienen los padres en la transmisión de la fe y de la experiencia del perdón.

El Papa Francisco señaló, durante el Jubileo de las Familias, la misión de la familia de caminar juntos para alcanzar la misma meta y el papel formativo que tienen los padres en la transmisión de la fe y de la experiencia del perdón.

Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos familias que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2,41-52).

Podemos decir incluso que la vida de la familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones

Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos han puesto en camino para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Podemos decir incluso que la vida de la familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones.

Educar en la oración

Por ejemplo, cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones. Y esto es una peregrinación, la peregrinación de educar en la oración. Y también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos; y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a Jerusalén, ciertamente cantaban con las palabras del Salmo: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2).

¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye?

Qué importante es para nuestras familias a caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de oración.

¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor, como hicieron Elcaná y Ana, José y María, para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña en la peregrinación de cada día.

Los frutos de la vida de cada día

Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida.

Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José.

No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada

Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. Estos momentos, que con el Señor se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo y de demostrar amor y obediencia, también forman parte de la peregrinación de la familia.

Experimentar la alegría del perdón

Que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana sea un lugar privilegiado para esta peregrinación en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Pobres de nosotros si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.

No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón. Encomiendo a vosotras, queridas familias, esta cotidiana peregrinación doméstica, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más necesidad que nunca.

«Compartan el Evangelio, derecho gratuito para todos»

Misa del Papa en Tailandia.

El jueves 21 de noviembre, el Papa Francisco presidió la celebración eucarística en el National Stadium de Bangkok, en torno a las seis de la tarde hora local, en el marco de su viaje apostólico a Tailandia.

Partiendo de la pregunta formulada por Jesús a la multitud «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» narrada en el pasaje del Evangelio según San Mateo (12,48); el Santo Padre planteó la siguiente cuestión: «¿quiénes son los miembros de nuestra familia, aquellos que nos pertenecen y a quienes pertenecemos?».

Jesús rompe con los determinismos religiosos
Las palabras de Jesús responden por sí mismas de forma clara y novedosa: «Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt 12,50).

De esta manera – explicó el Pontífice- "Jesús rompe no sólo los determinismos religiosos y legales de la época, sino también todas las pretensiones excesivas de quienes podrían creerse con derechos o preferencias sobre Él porque el Evangelio es una invitación y un derecho gratuito para todos aquellos que quieran escuchar”.

La familia va más allá de los lazos de sangre
Un Evangelio que “está tejido de preguntas que buscan inquietar, despertar e invitar a los discípulos a ponerse en camino”- dijo Francisco- para que “puedan descubrir esa verdad capaz de dar y generar vida; preguntas que buscan abrir el corazón”.

En este sentido, el Santo Padre subrayó que precisamente en la misión de llevar la Buena Nueva a todas las periferias, los discípulos impulsados por el Espíritu Santo, “pudieron ver que pertenecían a una familia mucho más grande que aquella que se genera por lazos de sangre, de cultura, de región o de pertenencia a un determinado grupo”; ya que es así como a través de la misión evangelizadora, la Iglesia ha ido creciendo y conformando una familia universal, siempre a través de un encuentro profundo entre el pueblo y la Palabra de Dios.

Fe: donde de Dios, gratuito
Por otra parte, el Papa volvió a destacar el valor de la gratuidad de la fe entendida como don de Dios, ya que -dijo- el discípulo misionero “no es un mercenario de la fe ni un generador de prosélitos, sino un mendicante que reconoce que le faltan sus hermanos, hermanas y madres, con quienes celebrar el don irrevocable de la reconciliación que Jesús nos regala a todos”.

350 años del Vicariato Apostólico de Siam
Y en alusión a los 350 años de la creación del Vicariato Apostólico de Siam (1669-2019), “signo del abrazo familiar producido en estas tierras”, el Pontífice recordó que tan sólo dos misioneros “fueron capaces de animarse a sembrar las semillas que, desde hace tanto tiempo, vienen creciendo y floreciendo en una variedad de iniciativas apostólicas, que han contribuido a la vida de la nación”.

El mal de la trata, la prostitución y las drogas
Lamentablemente, junto a estas semillas buenas que brotan en tierras tailandesas, también crecen lacras sociales como la trata de personas, la prostitución, las drogas y la pobreza.

Es por ello que el Papa dedicó en su homilía un pensamiento especial para el pueblo sufriente que vive "esclavizado" por estos males. También para "los migrantes despojados de su hogar y familias, así como tantos otros que, como ellos, pueden sentirse olvidados, huérfanos, abandonados, sin una comunidad de fe que los contenga".

Siguiendo las huellas de los primeros misioneros
“Pienso en pescadores explotados, en mendigos ignorados”, añadió el Obispo de Roma, “también ellos son parte de nuestra familia, no privemos a nuestras comunidades de sus rostros, de sus llagas, de sus sonrisas y de sus vidas; y no le privemos a sus llagas y a sus heridas de la unción misericordiosa del amor de Dios”.

Por último el Santo Padre animó a la comunidad tailandesa a “seguir tras las huellas de los primeros misioneros, para encontrar, descubrir y reconocer alegremente todos esos rostros de madres, padres y hermanos, que también son nuestra familia y que el Señor nos quiere regalar”.

Campo de la realeza de Cristo

Sabemos que su reino no es de este mundo, pero ¿Cuáles son los campos en los que Su reino tiene poder?

a) En lo espiritual

Los textos de la Escritura demuestran, y el mismo Jesucristo lo confirma con su modo de obrar, que este reino es principalmente espiritual y se refiere a las cosas espirituales. En efecto, en varias ocasiones, cuando los judíos, y aun los mismos apóstoles, imaginaron erróneamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo y restablecería el reino de Israel, Cristo les quitó y arrancó esa vana imaginación y esperanza. Asimismo, cuando iba a ser proclamado Rey por la muchedumbre, que, llena de admiración, le rodeaba, El rehusó tal título de honor huyendo y escondiéndose en la soledad. Finalmente, en presencia del gobernador romano manifestó que su reino no era de este mundo. Este reino se nos muestra en los evangelios con tales características, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo penitencia y no pueden entrar sino por la fe y el bautismo, el cual, aunque sea un rito externo, significa y produce la regeneración interior. Este reino únicamente se opone al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas; y exige de sus súbditos no sólo que, despegadas sus almas de las cosas y riquezas terrenas, guarden ordenadas costumbres y tengan hambre y sed de justicia, sino también que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz.

b) En lo temporal

Se cometería un grave error el negársele a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal manera que todas están sometidas a su arbitrio. Sin embargo, mientras él vivió sobre la tierra se abstuvo enteramente de ejercitar este poder, despreciando la posesión y el cuidado de las cosas humanas, así también permitió, y sigue permitiendo, que los poseedores de ellas las utilicen.

¿Qué quiere decir estar en Gracia?

Estar en gracia es un regalo de Dios, ¿pero entendemos lo que implica?, ¿lo magnífico que es ese regalo?

Pregunta:

Estimado Padre:
Mi hijo de 8 años que está yendo al catecismo me ha preguntado hace unos días qué quiere decir estar en gracia. Yo le he respondido: “no tener ningún pecado grave”; pero él me dijo que su catequista le había enseñado otra cosa, aunque no recordaba bien qué era. Esto me ha dejado confundida. Agradeceré su aclaración.


Respuesta:
Estimada Señora:

Su respuesta es correcta. Sólo que es la mitad de la respuesta, y la mitad que falta es la más importante. Es muy probable que el catequista de su hijo se haya referido a esa otra mitad que el niño ha olvidado. Su pregunta viene bien para recordar esta doctrina de nuestra fe tan importante como consoladora.

Dice Nuestro Señor en la Última Cena: Si alguno me ama, obedecerá mi palabra, y el mi Padre lo amará, y nosotros vendremos a él y haremos una morada en él... El Consolador, el Espíritu Santo que el Padre mandará en mi nombre, os enseñará toda cosa y os recordará todo lo que yo os he dicho (Jn 14,23).

Estas palabras nos llenan de consuelo y nos recuerdan de dos verdades de nuestra fe que lamentablemente no todo cristiano conoce como debiera: la inhabitación trinitaria y la gracia santificante.

"Inhabitación trinitaria" quiere decir que la Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, habitan, están presentes, hacen su morada, en el alma del que vive en gracia. "Gracia" es, en cambio, ese don misterioso que nos hace Dios, para que pueda venir la Santísima Trinidad a nuestra alma.

1. La inhabitación trinitaria

Es una verdad de fe que Dios está presente en el alma del justo, es decir, del que está en gracia. Lo hemos escuchado del Evangelio de hoy. Pero esto lo repite la Sagrada Escritura en muchos lugares: El que vive en caridad... Dios está en él (1Jn 4,16); ¿No sabéis... que Dios habita en vosotros? (1Co 3,16-17); El Espíritu Santo... que mora en nosotros (2Tim 1,14).

Es verdad que Dios está en todas las cosas, y que Jesucristo está presente con su cuerpo, alma, sangre y divinidad en la Eucaristía. Pero de un modo especial está en el alma del que vive en gracia.

Uno puede preguntarse ¿para qué? Responde Santo Tomás: "para que uno pueda gozar y disfrutar de Dios". Así como el avaro se goza en las riquezas que posee, así como la madre se goza y disfruta con el hijo pequeño que tiene entre sus brazos, así Dios viene a nuestra alma:

para que disfrutemos de Él; para que podamos hablar con El: como un hijo habla con su Padre, como el amigo con su amigo, como la esposa con su esposo; para que podamos escucharlo y así se convierta en nuestro maestro (os enseñará todas las cosas); para que nunca estemos solos; para que lo que será el Cielo después de esta vida, empiece ya en ésta.

2. La gracia santificante

Y ¿qué es la gracia? La gracia o gracia santificante es un don de Dios. Es una realidad espiritual sobrenatural que Dios infunde en nuestra alma. La Escritura habla de ella de distintas maneras: San Pedro la describe diciendo que es una participación de la naturaleza divina en nosotros (cf. 2Pe 1,4); San Pablo la llama "nueva creación", "hombre nuevo"; San Juan la llama "vida eterna en nosotros".

Como es una realidad espiritual, nos es muy difícil imaginarla. Pero es una realidad, y está presente en el alma de quien no tiene pecado. Y de aquí su nombre: gracia quiere decir al mismo tiempo "regalo" y también "brillo, belleza". Es un regalo divino por el cual el alma se embellece. La gracia, es por eso, descrita por los santos como luz, belleza, calor, fuego.

¿Para qué hace Dios esto? Precisamente para que podamos recibir en nuestras almas a la Santísima Trinidad. ¿Cómo puede venir Dios, que es totalmente espiritual, totalmente santo, infinito, a quien no pueden contener los cielos, ante quien caen de rodillas los ángeles... cómo puede venir al alma pobre, miserable, pequeña, débil, de un ser humano? Debe primero prepararla, para que sea capaz de contener a Dios.

Y para esto es la gracia. Es como el nido que Dios mismo se prepara en el corazón del hombre, para poder luego anidar en él. Es más Dios comienza a habitar en el alma en el mismo momento en que nos da la gracia: vienen juntos, desaparecen juntos: Dios deja de estar en el alma, cuando el alma pierde la gracia.

¿Cuándo nos da Dios la gracia? Ante todo en el bautismo. Esa es la primera vez. Y Dios la da para siempre, para que tengamos el alma en gracia y a Dios en el alma para siempre. Pero si la perdemos por el pecado (se pierde por cualquier pecado mortal) por su infinita misericordia, nos devuelve la gracia en el sacramento de la confesión, en el momento en que nos borra nuestros pecados.

Por eso, cuando nos preguntan ¿qué quiere decir estar en gracia? Y respondemos "no tener pecado mortal", decimos la mitad y la mitad más pobre: es infinitamente más que no tener pecado. Es como si dijéramos que un palacio es un lugar donde no hay chanchos o basura... Es más que eso, no hay chanchos ni basura, y hay, en cambio, orden, limpieza y un rey. Describimos la gracia por lo negativo, pero hay que hablar de ella por lo que tiene de positivo.

Por eso es que frente a un alma en gracia, el mismo demonio huye aterrado. No puede sostenerse en su presencia. Santa Teresita a los cuatro años tuvo un sueño que le quedó impreso para siempre en la memoria. Ella lo cuenta así: "Soñé que paseaba sola por el jardín. De pronto cerca de la glorieta, vi dos feos diablos que bailaban sobre un barril. Al verme clavaron en mí sus ojos, y en un abrir y cerrar de ojos los vi encerrarse en el barril, poseídos de terror. Escaparon y por una rendija se ocultaron en el sótano. ¿Qué les había picado? Viéndoles tan cobardes, quise saber qué temían. Me acerqué a la ventana y vi que corrían por las mesas sin saber dónde huir para esconderse de mi mirada. De vez en cuando se aproximaban a la ventana y espiaban, al verme cerca volvían a correr despavoridos como auténticos condenados. Yo creo que Dios se sirvió para mostrarme que un alma en gracia, no debe temer al demonio, tan cobarde ante la presencia de una niña".

Todos podemos deducir aquí la importancia que esto tiene. Estar en gracia, debe ser nuestro mayor anhelo, nuestro único deseo. Y nuestra única tristeza ha de venir por no poseer esa gracia. Pidamos a Dios que siempre nos conceda el vivir cumpliendo sus mandamientos, para así -al no tener pecado- podamos vivir en gracia y tener presente en nuestras almas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Recomendamos:

La gracia y las virtudes: La gracia es la fuente de la obra de santificación; sana y eleva la naturaleza haciéndonos capaces de obrar como hijos de Dios.

Los efectos de la gracia santificante: ¿Qué significa estar en gracia de Dios? ¿Cuáles son sus efectos en nuestras vidas?

La gracia de Dios se recobra arrepintiéndose: En el sacramento de la penitencia se perdonan todos los pecados cometidos después del bautismo, y obtiene la reviviscencia de los méritos contraídos por las buenas obras realizadas, que se perdieron al cometer un pecado mortal.

PAXTV.ORG