Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, (...) nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo
- 17 Diciembre 2019
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Josep Manyanet y Vives, Santo
Fundador, 17 de Diciembre
Martirologio Romano: En Barcelona, en España, san Josep Manyanet y Vives, presbítero, que fundó las Congregaciones de Hijos e Hijas de la Sagrada Familia, para que, a ejemplo de la santa Familia de Nazaret, Jesús, Maria y José, todas las familias se orientaran hacia la perfección († 1901).
Fecha de canonización: 16 de mayo de 2004 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
Josep Manyanet nació el 7 de enero de 1833 en Tremp (Lleida, España), en el seno de una familia numerosa y cristiana. Fue bautizado el mismo día y, a la edad de 5 años, fue ofrecido por su madre a la Virgen de Valldeflors, patrona de la ciudad. Tuvo que trabajar para completar los estudios secundarios en la Escuela Pía de Barbastro y los eclesiásticos en los seminarios diocesanos de Lleida y Urgell. Fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859.
Tras doce años de intenso trabajo en la diócesis de Urgell al servicio del obispo, en calidad de paje y secretario particular, mayordomo de palacio, bibliotecario del seminario, vicesecretario de cámara y secretario de visita pastoral, se sintió llamado por Dios para hacerse religioso y fundar dos congregaciones religiosas.
Fundador y apóstol de la Sagrada Familia
Contando con la aprobación del obispo, en 1864, fundó a los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, y en 1874, a las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, con la misión de imitar, honrar y propagar el culto a la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio sacerdotal.
Con oración y trabajo constantes, con el ejercicio ejemplar de todas las virtudes, con amorosa dedicación y solicitud por las almas, guió e impulsó a lo largo de casi cuarenta años la formación y expansión de los institutos, abriendo escuelas, colegios y talleres y otros centros de apostolado en varias poblaciones de España. Hoy, los dos institutos están presentes en países de Europa, las dos Américas y África.
Especialmente llamado por Dios para presentar al mundo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, escribió varias obras y opúsculos para propagar la devoción a la Familia de Jesús, María y José, fundó la revista La Sagrada Familia y promovió la erección, en Barcelona, del templo expiatorio de la Sagrada Familia, obra del arquitecto siervo de Dios Antonio Gaudí, destinado a perpetuar las virtudes y ejemplos de la Familia de Nazaret y ser el hogar universal de las familias.
Su pensamiento
El beato Josep Manyanet predicó abundantemente la Palabra de Dios y escribió también muchas cartas y otros libros y opúsculos para la formación de los religiosos y religiosas, de las familias y de los niños, y para la dirección de los colegios y escuelas‑talleres. Sobresale La Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia (Barcelona 1895), su autobiografía espiritual, en la cual, mediante unos diálogos del alma, personificada en Desideria, con Jesús, María y José, traza todo un proceso de perfección cristiana y religiosa inspirada en la espiritualidad de la casa y escuela de Nazaret.
También Preciosa joya de familia (Barcelona 1899), una guía para los matrimonios y familias, que les recuerda la dignidad del matrimonio como vocación y la importante tarea de la educación cristiana de los hijos.
Para la formación de los religiosos escribió un libro de meditaciones titulado El espíritu de la Sagrada Familia, en donde describe la identidad de la vocación y misión de las religiosas y religiosos Hijos de la Sagrada Familia en la sociedad y en la Iglesia.
Existe una edición de sus Obras Selectas (Madrid 1991) y está en fase de impresión el primer volumen de sus Obras Completas.
Enfermedades y muerte
Las obras del Padre Manyanet crecieron entre muchas dificultades: ni le faltaron varias dolorosas enfermedades corporales que le atormentaron durante toda su vida. Pero su indómita constancia y fortaleza, nutridas con una profunda adhesión y obediencia a la voluntad de Dios, le ayudaron a superar todas las dificultades.
Minada su salud por unas llagas abiertas en el costado durante 16 años —que llamaba «las misericordias del Señor»—, el 17 de diciembre de 1901, esclarecido en virtudes y buenas obras, volvió a la casa del Padre, en Barcelona, en el colegio Jesús, María y José, el centro de su trabajo y rodeado de niños, con la misma sencillez que caracterizó toda su existencia. Sus últimas palabras fueron la jaculatoria que había repetido tantas veces: Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía.
Sus restos mortales descansan en la capilla‑panteón del mismo colegio Jesús, María y José, continuamente acompañados por la oración y el agradecimiento de sus hijos e hijas espirituales y de innumerables jóvenes, niños y familias que se han acercado a Dios, atraídos por su ejemplo y sus enseñanzas.
El testimonio de su santidad
La fama de santidad que le distinguió en vida, se extendió por muchas partes. Por lo que, introducida la Causa de Canonización en 1956, reconocida la heroicidad de sus virtudes en 1982 y aprobado un milagro debido a su intercesión, fue declarado Beato por Juan Pablo II en 1984. Con la aprobación de un nuevo milagro obrado por su intercesión, el 16 de mayo de 2004 se realizó la ceremoni a de su canonización.
La santidad de Josep Manyanet, como afirmó Juan Pablo II, tiene su origen en la Sagrada Familia. Fue llamado por Dios «para que en su nombre sean bendecidas todas las familias del mundo». El Espíritu forjó su personalidad para que anunciara con valentía el «Evangelio de la familia». Su gran aspiración era que «todas las familias imiten y bendigan a la Sagrada Familia de Nazaret»; por ello, quiso hacer un Nazaret en cada hogar, una «Santa Familia» de cada familia.
La canonización del Beato Josep Manyanet sancionó no sólo la santidad, sino también la actualidad de su mensaje nazareno familiar. Es, por eso, el profeta de la familia, el protector de nuestras familias.
No hay santo sin pasado, excepto Cristo
Santo Evangelio según san Mateo 1, 1-17. Martes III de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que reconozca quién soy y de dónde vengo para siempre darte gracias por mi familia.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 1, 1-17
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David.
David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hace precisamente un año que tratamos este Evangelio, pero desde una perspectiva bastante espiritual, el día de hoy quisiera que nos enfoquemos un poco sobre la perspectiva humana. Ya tenemos bastante claro que Dios, nuestro Señor, ha querido ser semejante a nosotros en todo menos en el pecado; lo que llama la atención de este Evangelio es que el mismo Jesús, hijo de Dios vivo, ha querido tener una genealogía humana; pero no simplemente esto, sino que la genealogía de sus antepasados incluye hombres débiles, hombres que cometieron pecados. Por poner un ejemplo, el más conocido es el del Rey David quien, a pesar de qué era uno de los hijos preferidos de Dios, le traicionó haciendo aquello que no debía. Lo bueno es que termina arrepintiéndose y pidiendo perdón a Dios.
Jesús no niega de dónde viene y ha querido que ellos fueran sus antepasados, que ellos realmente fueran su familia, incluso que estuvieron siempre presentes también en sus oraciones, aun antes de nacer. De hecho, a pesar de los errores que pudieron haber cometido estos hombres, fueron santos. Un ejemplo de ello bastante palpable es el de san José, «... José, el esposo de María de la cual nació Jesús llamado Cristo». Vemos que también Jesús quiso tener no solo una madre, nuestra Señora la Virgen santísima, sino también un padre, san José. Seguramente san José, en algunos momentos, tuvo que llamarle la atención a Jesús; seguramente, también, alguna vez le dijo cómo deberían de hacerse las cosas, enseñándole así, el trabajo de carpintero. ¡Cuántos de nosotros realmente podemos alcanzar la santidad a pesar de que nos veamos tan pequeños, tan frágiles, tan débiles! Pero siempre debemos tener la certeza de que Jesús nunca nos va a dejar solos, así como tampoco dejó a sus antepasados quienes eran bastante débiles y frágiles, y hoy, muchos de ellos son santos y ejemplo a seguir.
Nosotros también, al igual que ellos, estamos llamados a vivir la santidad, no porque nosotros podamos vivirla, sino porque realmente es Cristo quien nos hace santos en Él y le da sentido a esta santidad, le da sentido realmente a la perseverancia, humanamente hablando, para configurarnos un poco más con Cristo.
«Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir. También integra en nuestra historia de salvación aquellas páginas más oscuras o tristes, los momentos de desolación y abandono comparables con el destierro. La mención de las mujeres —ninguna de las aludidas en la genealogía tiene la jerarquía de las grandes mujeres del Antiguo Testamento— nos permite un acercamiento especial: son ellas, en la genealogía, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un momento de oración, daré gracias a Dios por haberme dado la familia que tengo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Radix, el designio amoroso de Dios
Radix, es una palabra latina cuya traducción (raíz, origen o inicio) aparece aplicada al Mesías que esperaban los judíos, como para indicar que este «Mesías», esperado por generaciones.
Radix, es una palabra latina cuya traducción (raíz, origen o inicio) aparece aplicada al Mesías que esperaban los judíos, como para indicar que este «Mesías», esperado por generaciones enteras, tiene una genealogía que lo avala como tal.
En el libro bíblico de Isaías (11,10) se lee: «Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos…».
Este término «raíz de Jesé» es clásico en la cristiandad… pero muchos no saben su significado.
¿Quién era Jesé? Era un pastor judío cuyo hijo llegó a ser rey. Nos estamos refiriendo, nada menos que al padre del rey David, escogido por Dios para sustituir a otro rey que se volvió indigno ante Dios: Saúl.
En la ciudad española de Burgos, dentro de la hermosa catedral gótica, se encuentra una capilla dedicada a Santa Ana, la madre de la Virgen María. En ella se puede admirar un impresionante retablo de casi diez metros de altura lleno de figuras bíblicas. Data del siglo XV y es obra de un artista famoso por aquellos años, llamado Gil de Siloé. En medio del retablo de madera chapeada en oro, se observa un anciano acostado que, al parecer, duerme plácidamente. Sobre su pecho se observan unas raíces que arraigan en él y de las cuales brota un grueso tronco que se abre en varias ramas elevadas hacia las alturas. De las ramas, cual frutos, brotan muchos hombres coronados (son los reyes de Israel). Al centro del árbol, y en dos enormes figuras que dominan la escena central, se encuentran unos esposos en actitud de abrazarse, son Joaquín y Ana, los padres de la Virgen (y, por lo tanto, los abuelos de Jesús). En la cúspide del retablo, se encuentra, sentada en un hermoso trono regio, María, con el niño Jesús (aún bebé) en brazos.
He querido describir esta esplendorosa obra con vestigios románicos y góticos porque nos ayuda a entender el significado del término «raíz de Jesé» (en ocasiones se oye también el término «vara de Jesé»).
Para nosotros, “hombres modernos” la cuestión de las genealogías no tiene gran importancia. ¿A qué mecánico español puede interesarle en lo más mínimo el saber si en su árbol genealógico se encuentra alguna relación con el Rey Alfonso X “el Sabio”, una de las figuras más destacadas en la historia de la literatura del Medioevo y que fue rey de Castilla en 1252… pero que murió en 1284? Si tuviésemos un famoso antepasado, lo diremos en alguna tertulia a modo de curiosidad, pero no esperaremos que ello redunde en honores para nosotros… porque no ocurrirá.
Sin embargo en oriente el recuerdo de los antepasados tiene gran valor. Monseñor François Nguyen Van Thuan, un conocido obispo vietnamita fallecido en olor de santidad y que predicó el año 2000 unos ejercicios espirituales a Su Santidad Juan Pablo II, dice al respecto: «Según nuestra cultura, guardamos con piedad y de¬voción en el altar doméstico el libro de nuestra genealogía familiar. Yo mismo conozco los nombres de 14 genera¬ciones de mis antepasados, desde 1698, cuando mi familia recibió el santo bautismo».
A través de la genealogía nos damos cuenta de que pertenecemos a una historia que nos sobrepasa y podemos conocer mejor el sentido de nuestra propia historia. Es por eso que los Evangelistas Mateo y Lucas, por caminos diversos, buscan darle a Cristo una genealogía que nos puede parecer poco interesante porque la mayoría de los nombres que allí se encuentran nos son desconocidos, pero, si la estudiamos a fondo, descubriremos –y esto es lo esencial- que Cristo fue «uno de nosotros».
Mateo, en su genealogía, parte desde Abraham para llegar a Jesús, mientras que Lucas prefiere ir desde Jesús y llega hasta Adán. Jesús, en sus antepasados, tiene a los grandes héroes de la historia de Israel (Abraham, Isaac, Jacob). De la misma “raíz de Jesé”, brotaron grandes hombres de la historia de Israel, como su hijo David, que, sin embargo fue también pecador, pues le robó la esposa a uno de sus fieles soldados (a Urías, el hitita). Y aquí entramos en otro dato interesante de la genealogía de Cristo: muchos de sus antepasados fueron también pecadores.
Por ejemplo, un dato interesante de las genealogías antiguas es el hecho de que no se mencionaban nombres de mujeres sino que siempre se fijaban en la línea paterna… pero en la genealogía que ofrece Mateo aparecen cuatro mujeres (y no muy santas). Tamar se hizo pasar por mujer de mala vida con tal de tener un hijo de Judá, suegro suyo, Rajab lo era “de profesión”. Rut fue moabita (o sea “no judía”) y había adorado a dioses extranjeros en su juventud. Betsabé, la madre de Salomón es la que fuera esposa de Urías y que cometió adulterio con David… los varones que nos ponen en la lista tampoco salen bien parados, de entre los reyes mencionados, sólo dos fueron fieles a Yahvé (Salatiel y Zorobabel) los demás fueron pecadores o desconocidos.
Lo que nos quiere decir el Evangelio, es que Cristo quiso tener un pasado propio de hombres… se hizo hombre realmente, desciende de héroes y de pecadores, no rehuyó una historia como la nuestra.
Sin embargo, como dijimos antes, en la cúspide de ese árbol genealógico se encuentra María… la santa por excelencia. Ella se alzó como castillo inalcanzable ante el pecado y fue la cúspide de la descendencia de Jesé: de Ella nació Jesús, el salvador.
Bellísimas son las palabras que dedica el gran Quevedo a la Virgen María «En su nacimiento»:
Aunque me miráis tan niña,
Soy más antigua que el tiempo,
Mucho más que las edades
Y que los cuatro elementos.
Del Principio fui creada,
Que es sumo Dios eterno,
Y el primer lugar tuve
Después del Sagrado Verbo
Es decir, la raíz última de Cristo (y de María), fue el designio amoroso de Dios…
Transmitan la experiencia de vida
Papa Francisco a la Asociación Nacional de Trabajadores Ancianos
Los ancianos tienen una tarea fundamental: deben "transmitir la propia experiencia de vida", y, por otra parte "todos estamos llamados a contrarrestar la cultura del descarte". Son algunas de las líneas del discurso del Papa Francisco a la Asociación Nacional de Trabajadores Ancianos, recibidos en el mediodía del 16 de diciembre en el Vaticano.
El voluntariado promueve el envejecimiento activo
En el discurso que les dirigió el Pontífice realizó en primer lugar una afirmación: las personas mayores, a nivel social, no deben ser consideradas como un peso, sino como lo que realmente son, es decir, un recurso y una riqueza: ¡son la memoria de un pueblo!
En la dimensión del voluntariado, el Papa señaló que las personas mayores en buena salud “pueden ofrecer unas horas de su tiempo para ocuparse de personas que lo necesitan, enriqueciéndose a sí mismas”, puesto que “el voluntariado es una experiencia que hace bien tanto a quien la recibe como a quien la realiza”.
En efecto – subrayó – el compromiso a favor de los demás es capaz de contrarrestar la percepción de la soledad, mejora el rendimiento cognitivo y aumenta el bienestar mental.
En otras palabras, comprometerse en el voluntariado promueve lo que se denomina “envejecimiento activo”, ayudando a mejorar la calidad de vida una vez que faltan dimensiones importantes de la propia identidad, como el papel de padres o el papel profesional, con la jubilación.
Ancianos portadores de sueños, no sólo de necesidades
Constatando que en los últimos años se ha asistido a una expansión del compromiso de las personas mayores en el voluntariado “en cuanto terreno óptimo para la realización de una ancianidad activa y protagonista en la construcción de una comunidad solidaria”, el Papa señaló que será un desafío para la sociedad, en los años venideros, el promover “con eficiencia los recursos humanos que las personas mayores aportan a la comunidad”.
Se trata de activar en el territorio redes de solidaridad que tengan como referencia a las personas mayores como sujetos activos protagonistas y no sólo como objeto de las intervenciones de tipo asistencial.
Para ello, el Papa señala que será importante considerar a los ancianos no sólo como portadores de necesidades, sino también de “sueños”:
Sueños, sin embargo, llenos de memoria, no vacíos, vanos, como los de algunas publicidades.
Transmitir la experiencia de vida
La vejez también es una “estación de diálogo”, dijo Francisco. Y “el futuro de un pueblo presupone necesariamente un diálogo y un encuentro entre ancianos y jóvenes para la construcción de una sociedad más justa, más bella, más solidaria, más cristiana”. Los ancianos, añadió Francisco, con su capacidad “única y especial para comprender las situaciones más problemáticas”, están llamados a una “gran tarea”: a transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo.
Además, su oración es “fuerte y poderosa”, y en la vejez, que es un “tiempo de gracia” son llamados nuevamente por el Señor a “conservar y transmitir la fe”, a “rezar”, a "interceder”, a “estar cerca de los necesitados”.
Todos llamados a contrarrestar la cultura del descarte
Considerando y viviendo la vejez como la estación del don y la estación del diálogo, - aseguró Francisco – se contrastará el estereotipo tradicional de los ancianos, a saber, "enfermo, inválido, dependiente, aislado, asediado por los miedos, dejado de lado, con una identidad débil por la pérdida de un rol social", al tiempo que “se evitará centrar la atención general principalmente en los costes y riesgos, haciendo más hincapié en los recursos y el potencial de las personas mayores”.
Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura venenosa del descarte. Estamos llamados a construir con tenacidad una sociedad diferente, más acogedora, más humana, más inclusiva, que no tenga necesidad de descartar a quien es débil de cuerpo y mente, sino una sociedad que mida su propio “ritmo” precisamente sobre estas personas.
En el final de su discurso el Santo Padre hizo presente que desde mañana 17 de diciembre la Iglesia comienza a rezar en preparación para la Navidad invocando la sabiduría, y afirmó, una vez más, que “necesitamos la sabiduría y la experiencia de los ancianos para construir un mundo más respetuoso de los derechos de todos”.
4 virtudes a conquistar en este Adviento. ¿Qué es la fortaleza para un cristiano?
Según santo Tomás de Aquino la fortaleza está en los hombres que están dispuestos a afrontar el peligro y las adversidades por una causa justa
La fortaleza es esa virtud que nos llama a tener valor, a ser valientes. Tal vez cuando escuchamos la palabra fortaleza lo primero que se nos venga a la mente es un hombre grande fuerte, un luchador que no le teme a nada y es capaz de enfrentarlo todo. Y puede que sí, parte de la fortaleza podría significar eso, porque si miramos un poco alrededor, la mayoría no estamos ni medianamente cerca a esa imagen.
La fortaleza implica decisión, conocimiento y confianza. Según santo Tomás de Aquino la fortaleza está en los hombres que están dispuestos a afrontar el peligro y las adversidades por una causa justa. Y qué hombre más valiente y fuerte que el mismo Jesucristo, que afrontó todos los peligros y adversidades por la salvación de la humanidad. Pero en nuestra vida también es importante reconocer que nuestra fuerza viene de Dios.
A imagen de Jesús, que vino al mundo tan pequeñito como un recién nacido, nosotros también tenemos la ocasión de ir creciendo y creciendo en fortaleza. Acá te dejamos 7 maneras de hacerlo:
1. Tener valor no quiere decir ser temerario
La fortaleza implica afrontar y sobrepasar el peligro, así como situaciones de adversidad y esto es muy diferente a buscar situaciones que pongan en riesgo la vida propia y ajena por el simple hecho de ser arriesgados. Ser valiente requiere de un discernimiento que busca el bien. Implica resistencia, paciencia, humildad y a la vez acción. El tener fortaleza no es simplemente ser físicamente fuerte o buscar el peligro porque sí. Ser fuerte significa resistir la dureza de muchas situaciones cotidianas y esforzarse para conseguir aquello que es mejor.
2. Aprende a decir que “no” y aprende a decir que “sí”
Muchas veces por la presión social y querer quedar bien con todo el mundo “acondicionamos” nuestras respuestas. No pocas veces nos encontramos haciendo cosas que van en contra de lo que nuestra conciencia nos dice o no manifestándonos con claridad frente a posiciones que van en contra de lo que creemos. A veces ni siquiera hacemos lo uno o lo otro y simplemente nos quedamos en silencio, por temor. Es importante que vayamos conquistando ese valor que nos ayude a salir de la tibieza y manifestarnos con la verdad. Aprender a hacerle caso a nuestra recta conciencia y no a la sociedad.
3. Ten el valor de expresar tu opinión fundamentada
Relacionado con el punto anterior, cuántas veces callamos por evitarnos el mal rato, por no “gastarnos”, y claro hay que ser prudentes (de la prudencia hablaremos la siguiente semana). Escogemos las batallas, pero hay situaciones que ameritan que ser discutidas con altura y fundamento. Hoy en día hay conceptos que confunden mucho y es necesario que nos formemos y sobrepasemos ese miedo al rechazo y a ser discriminados por nuestra posición. No nos olvidemos que hay mucha gente que sostiene opiniones o posturas porque no sabe, porque no conoce las razones que por lo menos le permitan afirmar o rechazar su posición en libertad. No tengas miedo a decir que eres católico cuando te lo pregunten.
4. Anímate a participar en una causa justa
Y, ¿cómo se relaciona esto con la fortaleza? Ayudar en un asilo de ancianos, ir a contar cuentos en un hogar de niños, llevar comida a los necesitados nos pone frente a situaciones muy difíciles (muchas de ellas incluso inimaginables): ver de cerca la miseria y el abandono a los que puede llegar el ser humano. Estos momentos nos hacen crecer en fortaleza y confianza en Dios, nos ayudan a aprender a sobrellevar situaciones difíciles por conseguir el bien de los demás. Así que, animémonos a hacer alguna ayuda solidaria que nos permita conocer otras realidades. No solo estaremos ayudando sino también aprendiendo a valorar nuestras vidas y creciendo en fortaleza.
5. Empieza haciendo pequeñas renuncias
Esperar un poco más, dejar de comer algo que te gusta, ordenarle la cama al hermano, contarle un cuento más a tu hijo antes de dormir. Estas son pequeñas acciones del día a día que aunque puedan parecer insignificantes empiezan a preparar el terreno para conquistar renuncias mayores. Si no empezamos por lo pequeño, lo mayor nos será aún más difícil. Lo cotidiano constituye la escuela de virtudes por excelencia. Podríamos entrar al ejército, entrenarnos con los escuadrones de soldados más valerosos y aun así no ser fuertes. La resistencia viene desde nuestro interior de lo que seamos capaces de soportar o sobrepasar cuando el fin es noble.
6. Enseña a tus hijos a hablar con la verdad
La verdad requiere valor. Miremos a nuestros niños cuando hacen una travesura, causa ternura, pero también es importante que reforcemos esa conducta: que a pesar del miedo o de la vergüenza digan la verdad. Así cuando sean grandes estarán acostumbrados a esta manera de actuar. Miremos cómo nosotros, los adultos, no pocas veces antes de decir la verdad o de asumir alguna responsabilidad nos llenamos de excusas que colindan con la mentira. Es tan frecuente que hasta se ha vuelto una actitud socialmente aceptada. Ayudemos a que nuestros hijos no crezcan con estas costumbres y así también nosotros aprendamos a decir la verdad siempre. No hay mejor enseñanza que el ejemplo.
7. Y lo más importante… ¡pídele a Dios que te ayude a ser fuerte!
Quién más valiente que el mismo Jesús, que tuvo que sobrepasar todos los peligros. Siendo tan pequeño tuvo que huir con sus padres a Egipto, se quedó solo en el Tempo para hablar de la verdad. Sufrió las injusticias más grandes y pasó por las situaciones más dolorosas hasta el punto de morir clavado en una Cruz. Todo por el bien de la humanidad. Quién mejor que Él como modelo de fortaleza. Pidámosle siempre con insistencia que nos ayude a crecer en fortaleza y a cargar nuestra cruz.
¿Desde cuándo supone Jesucristo que Él era el Mesías y Dios?
La tesis tradicional es que Jesucristo supo desde el primer instante de su concepción que Él era Dios
Pregunta:
Estimado Padre: ¿Desde cuándo supo Jesucristo que El era el Mesías? Me dicen algunos que desde niño, otros que cuando fue bautizado en el Jordán por Juan, o desde antes de nacer, etc. Por favor, le agradecería que pusiera luz en este tema. Desde ya muy agradecido. Lo saludo en Cristo Jesús (Buenos Aires, Argentina).
Respuesta:
Estimado:
La tesis tradicional es que Jesucristo supo desde el primer instante de su concepción que Él era Dios; por fuerza también conoció su legación divina, o mesianismo.
Me refiero con esto no al conocimiento que Cristo poseyó en cuanto Dios sino al que poseyó en cuanto verdadero Hombre. Esta ciencia, por la cual conoció en su inteligencia humana su divinidad y mesianidad, es la llamada ‘ciencia beatífica’. La ciencia beatífica es aquel conocimiento que corresponde a los ángeles y bienaventurados que contemplan en el cielo la esencia divina. Esta doctrina es común y cierta en teología. Los argumentos que se aducen son:
a) En la Sagrada Escritura no se dice explícitamente (si así fuera, sería de fe) pero se insinúa al menos su ciencia beatífica. Así por ejemplo: ‘nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo’(Jn 3,13). Esta afirmación es entendida en el sentido de que Cristo estaba en el cielo (por tanto era comprehensor como los bienaventurados y ángeles y tenía ciencia beatífica) mientras estaba en al tierra (siendo así también viador). También se entienden de la ciencia humana de Cristo los textos que dicen: ‘Yo hablo lo que he visto en el Padre’ (Jn 8,38) y ‘El que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído’ (Jn 3,31-32). Aunque estos últimos textos podrían ser interpretados del conocimiento divino de Cristo.
Bíblicamente no podemos ir más allá.
b) El Magisteriono ha definido explícitamente el tema. Pero es importante tener en cuenta que el Santo Oficio, el 7 de junio de 1918, declaró que no podía enseñarse con seguridad que Cristo no haya poseído esta ciencia mientras vivió entre los hombres (cf. Dz 2183). Pero sobre todo es clarísimo el texto del Papa Pío XIIen la encíclica Mystici corporis: ‘Aquel amorosísimo conocimiento que, desde el primer momento de su encarnación, tuvo de nosotros el Redentor divino, está por encima de todo el alcance escrutador de la mente humana, toda vez que, en virtud de aquella ciencia beatífica de que disfrutó apenas recibido en el seno de la Madre divina, tiene siempre y continuamente presentes a todos los miembros del Cuerpo místico y los abraza con su amor salvífico… En el pesebre, en la cruz, en la gloria eterna del Padre, Cristo ve ante sus ojos y tiene unidos a Sí a todos los miembros de la Iglesia con mucha más claridad y mucho más amor que una madre conoce y ama al hijo que lleva en su regazo, que cualquiera se conoce y ama a sí mismo’ (Mystici corporis, n. 34).
Se habla aquí: 1º) de ciencia beatífica; 2º) desde el primer instante de la encarnación; 3º) por la cual Cristo conoce su dignidad de cabeza del Cuerpo Místico. Por tanto, con mayor razón se diga que conoce su cualidad de Dios y de Mesías.
c) Desde el punto de vista teológicose debe argumentar por el lado de la unión hipostática. En efecto es este modo de unión que se da entre las dos naturalezas (divina y humana) en la sola Persona del Verbo el que plantea la necesidad de esta ciencia. Entre las dos naturalezas debe darse la máxima proporción posible; ahora bien, el máximo acercamiento del entendimiento humano a Dios se establece en la visión beatífica. Si de Cristo-hombre se puede y se debe decir ‘Es Dios’, con mayor razón debe decirse ‘Ve a Dios’ y ‘Conoce que es Dios’, pues es más ‘ser’ que ‘ver o conocer’ a Dios.
El Padre Francois Dreyfus en su libro ‘Jesús, ¿sabía que era Dios?’, explica cómo si bien no ha habido un pronunciamiento dogmático del Magisterio al respecto, debe ser considerada esta verdad como un elemento de la Revelación que el pueblo cristiano ha vivido siempre como una realidad en la que cree; la mayor parte de los cristianos siempre ha pensado: ‘Si Cristo es Dios, evidentemente lo sabe’.
En cuanto a que todo esto se dio desde el primer instante de su concepción ya hemos visto el texto de Pío XII. Santo Tomás dedica una cuestión al tema, titulada ‘Sobre la perfección de la prole concebida’ (Suma Teológica, III, c. 34). Allí sostiene que tratándose de la Encarnación de la Persona del Verbo divino, la naturaleza humana por Él asumida debió estar adornada de excelsas prerrogativas desde el primer instante de su concepción; en el artículo 2, al hablar de la perfección del libre albedrío desde la concepción afirma: ‘la perfección espiritual de la naturaleza humana que Cristo tomó no la fue adquiriendo por grados, sino que la poseyó por entero desde el principio’.
Del mismo modo, la tradición ha entendido de esta conciencia de Cristo el texto de Hebreos 10,5-7: ‘Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro – a hacer, oh Dios, tu voluntad!’. Puede leerse en este sentido, por ejemplo, el comentario de Santo Tomás (Lectura super Ad Hebraeos, X, I, nn. 485-492.)
Por las herejías de un Sacerdote de nombre Arrio, surge una discusión que daría como resultado nuestro credo
El concilio de Nicea, si bien no fue el primer concilio que hubo en la historia, si fue el primer concilio ecuménico de todos. Se dio en el año 325 en el pueblo de Nicea, que se encuentra en lo que es la actual Turquía.
El origen del concilio
Este concilio fue promovido principalmente por las divisiones que se estaban presentando, principalmente en la iglesia de Alejandría donde un sacerdote de nombre Arrio, fundamentaba una teoría que iba a ser trascendental en la historia de la iglesia. El arrianismo defendía que Jesús prácticamente no era eterno, que Dios en su momento estuvo solo y luego creó a Jesucristo. Esta teoría si bien no fue iniciada por Arrio, si fue él uno de sus mayores expositores y quien la intensificó.
La respuesta de Alejandro ante Arrio
Cabe rescatar que en este concilio, Arrio fue participe y defendió su credo ante el sínodo de obispos presentes, donde los principales detractores del arrianismo fueron Alejandro de Alejandría y Atanasio de Alejandría, quienes defendían que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
Luego de unos meses, sale de este concilio el hecho de nuestra fe, nuestro credo que domingo a domingo es proclamado en la Eucaristía, donde proclamamos a Jesús como hijo único de Dios, engendrado y no creado.
La mejor fórmula para expresar nuestra fe
Este credo para el año 381 fue aclarado de una mejor fórmula en el concilio de Constantinopla, donde aún había en el aire secuelas del arrianismo y una nueva herejía que mencionaba que el Espíritu Santo no tenía la misma divinidad que el Padre y el Hijo. De este concilio se proclama “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo y que recibe un mismo honor y gloria”.
Con esto finaliza el acto de proclamación que ha sido la base de nuestra fe por tantos siglos, como es el Credo Niceno-Constantinopolitano, que fue proclamado desde los inicios apostólicos, donde cada uno de sus defensores fueron tan cercanos a estos hombres que fueron discípulos directos de Jesucristo verdadero Dios, verdadero hombre.