Una luz se levantó sobre los que vivían en país de sombra y de muerte

Santísimo Nombre de Jesús

Fiesta, 3 de enero

Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor. Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

* Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).

* Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.

* Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.

* En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.

Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).

Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano. Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad. Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre. Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres). Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312).

También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, "Psal. Christi et Mariae", i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, "Quodlibet", v; Colvenerius, "De festo SS. Nominis", x). Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: "Jesús Christus" (ventris tui, Jesús Christus). Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Bendito sea el Nombre del Señor!" con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén". En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte. Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de setiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María ("¡Jesu!", "Maria"!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904. Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

El cordero que vio Juan

Santo Evangelio según san Juan 1, 29-34. Viernes de la feria de Navidad

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que pueda seguirte en mi vida diaria para que me dé cuenta del gran don que eres para mí, y que este seguirte me lleve a ayudar a otros.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo'. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel".

Entonces Juan dio este testimonio: "Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo'. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Ser testigos de Cristo significa reconocer quién es Él verdaderamente para que podamos comunicar la noticia a todos los que nos encontremos.

Cristo es infinitamente misericordioso porque ha querido tomar el pecado de todo el mundo, más allá de lo grave que sean los pecados, y nos los perdona, es un perdón siempre activo como en la confesión. Cristo es el que bautiza con el Espíritu Santo porque Juan solo lo hacía con agua; así es como Jesús vino a compartirnos su vida divina, como un amigo que nos comparte sus cosas y nos hace sentir parte de su familia plenamente.

Es de notar que Juan se da cuenta de cómo la paloma baja sobre Cristo porque quiere decir que él estaba en sintonía con Dios y por eso reconocía estos signos; Juan era un hombre que irradiaba una presencia grande de Dios en su persona.

¿Qué significa que Jesús es el cordero de Dios? Es que Él se sacrifica por nosotros porque nos quiere ver felices; es como un padre que es capaz de sacrificarse por la familia que tanto ama y de la cual conoce el valor. Dios, que es todopoderoso, ha querido hacerse pequeño para que nosotros lo pudiéramos entender mejor, una forma en la que lo ha hecho es el ser cordero.

El cordero también es una imagen de dar el sustento; alguien que ama de verdad se preocupa de que no le falte nada al amado. El grado máximo del amor es la donación total, es lo que Dios ha hecho por nosotros, pero esto es difícil de ver y, por ello, Él mismo ha querido darnos personas que nos ayuden a verlo. El primer paso es reconocerme pecador porque Dios no me puede perdonar lo que yo no reconozco, después viene el pedir perdón porque se necesita nuestra acción para que la misericordia pueda actuar en nuestras vidas, sin nuestra acción no se podría. Te reconozco, Señor, como el todo de mi vida, ayúdame a poner en tus manos mi vida con todo y mis pecados para que Tú conviertas mi paja en tu lugar de reposo.

«La fracción del Pan está acompañada por la invocación del “Cordero de Dios”, que es la imagen bíblica usada por san Juan el Bautista para identificar a Jesús como Aquél que quita el pecado del mundo. En el Pan eucarístico reconocemos al verdadero Cordero de Dios, que es Cristo, y le suplicamos: “Ten piedad de nosotros…y danos la paz”».

(Audiencia de S.S. Francisco, 14 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré un examen de conciencia para reconocer mi pecado y si lo necesito me confesaré.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La Fiesta del Pésaj o Pascua Judía

Pésaj es la primera y más importante fiesta del calendario judío; comienza el día de Nisán, y se celebra durante siete días

Pésaj es la primera y más importante fiesta del calendario judío; comienza el día de Nisán, y se celebra durante siete días (ocho en la diáspora), de los cuales el primero y el último son días de reposo, y en los que está prohibido el trabajo cotidiano. En ella se festeja la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto obrada por Dios a través de Moisés.

A) Pesaj: Su aspecto histórico

En el libro del Éxodo se relata la vocación de Moisés, elegido por Dios para salvar a su pueblo. (Ex 6). Dios envía a Moisés ante el Faraón para que deje partir a su pueblo al desierto para darle culto. (Ex 5,3)

Los egipcios no permitieron a los hebreos salir de sus dominios a celebrar la fiesta, a pesar de las señales que Dios le daba al Faraón por medio de las distintas plagas.

Entonces Dios dio instrucciones a Moisés para que la comunidad realice el sacrificio de pascua: al atardecer se matará un cordero o cabrito de un año, macho y sin defecto; se rociará con su sangre las jambas y el dintel de la puerta de sus casas; de noche se comerá la cena de la liberación: cordero y pan ácimo (los pies calzados, ceñida la cintura y un bastón en la mano, en plan de marcha desde aquella tierra de esclavitud hacia otro país de libertad).

Más tarde, el Señor, que herirá de muerte a los primogénitos de los egipcios, pasará de largo o se saltará las puertas de los hebreos, marcadas con la sangre del cordero. De allí el significado del término Pésaj que significa “saltear”, “pasar por encima”, ya que el ángel de la muerte enviado por Dios “salteó las casas de los hijos de Israel” (Ex 12, 27) preservando a los primogénitos hebreos.

A pesar de que existen discrepancias al respecto entre los estudiosos, generalmente se acepta como época de esta salida de Egipto la segunda mitad del siglo XIII a.C, en tiempos del faraón Ramsés II. Con éste, entonces, habría tenido Moisés sus gestiones para obtener la liberación del pueblo de Israel sometido a trabajo de esclavos, tratativas reforzadas cada vez por una nueva plaga que sobrevenía a Egipto, porque el rey se negaba a concederles la libertad. Hasta que con la décima y última, la muerte de los primogénitos, el monarca ordenó en horas de la noche que los hijos de Israel abandonaran su país de inmediato. (Ex 12,31).

Esta salida de Egipto se menciona innumerables veces en la Biblia, en las plegarias y en las tradiciones judías. También en las palabras iniciales de los Diez Mandamientos o Decálogo, Dios se presenta al pueblo de Israel anunciándole que “Yo soy el Eterno tu Dios, que te he sacado de Egipto, de la casa de los esclavos” (Ex 20,2 y Deuteronomio 5,6), vinculando su identidad con este éxodo. De allí la importancia de esta Fiesta.



B) Elementos básicos: El sacrificio del Cordero y los panes ácimos

La costumbre de ofrecer sacrificios a Dios, se remonta a etapas anteriores a la estancia de los hebreos en Egipto. Es mediante este acto que el hombre reconoce su dependencia de Dios.

Así, el Libro del Génesis, relata la oblación hecha por Caín de los frutos de la tierra, y de Abel, de los primogénitos de su rebaño (Gen. 4, 3-4); a Noé que ofreció holocaustos sobre el altar después del diluvio (Gen.8,20); también a Melquisedec sacerdote del Dios Altísimo que presenta a Dios pan y vino (Gen.14,18); a Abraham cuando sacrifica el cordero en lugar de su hijo Isaac (Gen 22,13), etc.

Pero en el contorno del éxodo, el sacrificio del cordero y los panes ácimos, adquieren una nueva significación que tendrá su culmen en el sacrificio de Jesucristo por los pecados del mundo, cual Cordero sobre el ara de la Cruz.

* El cordero pascual

La víctima debía ser "macho" (considerado la fuente de vida), "sin defecto" (a fin de que sea aceptable a Dios), "de un año" (primicia), "lo guardaréis" (la separación del rebaño como señal de santificación). (cf. Ex 12,5-6).

En lo sucesivo, el sacrificio del cordero de Pésaj se siguió celebrando cada año, en recuerdo de aquel ofrendado en Egipto. (cf. Ex 12,14).

Con la destrucción del Templo de Jerusalén, cuando forzosamente quedó abolido el culto de sacrificios en el pueblo de Israel, dejó de celebrarse el rito del cordero pascual. Solo queda hoy un recuerdo simbólico del mismo, el trozo de hueso con carne asada que se coloca en al fuente alegórica de la noche del Séder.

* Los panes ácimos

A la repentina orden de salida se debe la tradición de los panes ácimos o Matzot, que también caracterizan a esta fiesta: el tiempo no alcanzó para cocer en los hornos el acostumbrado pan de cada día, sino que hubo que dejar la masa al sol para que se cociera al calor de éste. Resultaron unas galletas chatas y sin fermentar, en recuerdo de las cuales se come hasta el día de hoy, las tradicionales matzot de Pèsaj durante los siete (u ocho) días de fiesta.

Por lo tanto “los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto.”[2] La Fiesta de los panes ácimos seguía a la de la Pascua, como se puede ver en Levítico 23,5.

Durante los siete días de la fiesta estaba prohibido comer pan con levadura, porque la levadura era símbolo de corrupción y del pecado.

También “en la fiesta de los ácimos estaba significado Cristo como Pan de vida, que no está sometido a la corrupción sino que, al contrario es germen de la vida eterna “pues el que come este pan vivirá eternamente”(Jn.6,58)” [3].

C) Tradiciones y preparativos de la cena pascual.

Copa y plato usado en Pésaj


En recuerdo de esta salvación de los primogénitos de Israel, posteriormente quedó establecido para estos un día de ayuno, taanit bejorim, en vísperas de Pésaj.

Pero este ayuno los primogénitos pueden evitarlo, si ese día estudian la parte final de algún tratado del Talmud: cada vez que se concluye un estudio semejante, ello da lugar a una comida festiva, en mérito de la cual puede levantarse el ayuno de la fecha.

Durante los días de la fiesta se evita el consumo de todo alimento fermentado o leudado (jametz). También los platos, cubiertos, tazas, ollas, etc.; usados durante todo el año se consideran jametz por el contacto que tuvieron con alimentos de ese tipo, y se los reemplaza por otros, especiales para Pésaj. O bien puede convertírselos en aptos para Pésaj, mediante un proceso especial de limpieza que se les aplica unos días antes de la fiesta.

* El Séder de Pésaj: Séder significa “orden” en hebreo, y con este nombre se denomina la cena festiva de la primera noche de Pésaj, debido al orden preestablecido que deben guardar todas las bendiciones, ceremonias, alimentos, bebidas, etc., de esa celebración.

Ya al iniciarse la cena, quien la preside tiene delante de sí, sobre la mesa, la keará o “fuente” con los símbolos del Pésaj. Entre ellos se destacan el maror o hierba amarga (generalmente un rábano picante que evoca la amarga vida de esclavos que los hijos de Israel vivieron en Egipto); el zeróa (un hueso con carne asada, en recuerdo del cordero que se sacrificaba en el Templo de Jerusalén); el jaróset (una mezcla de manzanas y nueces picadas y amasadas con vino, semejante a la pasta de ladrillos que elaboraba el pueblo judío en Egipto); el carpás (verduras que se mojan en agua salada antes de comerlas –símbolo de las lágrimas de los esclavos israelitas en Egipto, o bien de las aguas saladas del Mar Rojo-); un huevo (recuerdo de uno de los sacrificios de la fiesta) y jazeret, otra verdura más (que varía según las diversas costumbres).

Complementan la mesa del Séder tres mazot (panes ácimos) colocadas una encima de la otra (símbolo de los tres sectores del pueblo judío: los “sacerdotes” o descendientes de Aarón; los levitas, hijos de la tribu de Leví; e Israel, todo el resto del pueblo), una copa de vino especialmente reservada para el “profeta Elías”, de quien se cree que también llega simbólicamente a cada hogar judío para participar junto con los presentes de la noche del Seder, y finalmente las copas de vino para todos de las cuales se beberá, sucesivamente, cuatro veces a lo largo de toda la noche. Estas cuatro copas celebran la liberación de los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, que esta definida en la Biblia con cuatro verbos diferentes, cuando Dios la promete a los israelitas: “Os sacaré de los sufrimientos de Egipto, os salvaré de su esclavitud, os redimiré con brazo extendido…y os tomaré para Mí como pueblo”. (Éxodo 6,6-7).

* La Hagadá de Pésaj: La Hagadá o “Relato” de Pésaj es el texto tradicional que se lee en la mesa del Séder, como marco que rodea la cena festiva de esa noche.

La Hagadá contiene textos de muchas épocas diferentes, que van desde los tiempos bíblicos y la salida de Egipto al mando de Moisés pasando por la época del Talmud y la Edad Media, y llega hasta los tiempos modernos mediante un capítulo especial con el que muchos hogares judíos evocan en un momento del Séder también el Holocausto y la rebelión del guetto de Varsovia contra los nazis, iniciada en la primera noche del Pésaj del año 1943. También hay otras variantes de Hagadot modernas que agregan otras citas de la Biblia y de poetas hebreos medievales y modernos.

Imagen del texto de la Haggadá

El estilo de la Hagada de Pesaj, y su nombre mismo, están en consonancia con el mandato bíblico que dice: “Y le relatarás a tu hijo (la historia del éxodo de Egipto)” (Ex. 13,8).

Quien provoca el relato de esta noche es el menor de la familia, quien se dirige solemnemente a su padre para formularle las conocidas cuatro preguntas que empiezan con las palabras Má nishtaná, "¿En qué se diferencia (esta noche de Seder de otras noches del año)?” y con eso da lugar a que el padre le comience a contar toda la historia de la liberación del pueblo judío por obra de Dios.

* Shirat Haiam, el himno del Cruce del Mar: Para Pésaj se han establecido diversos fragmentos del Pentateuco como lectura de la Torá.

En las sinagogas de Tierra Santa se leen dos de ellos (en el primero y en el séptimo día de Pésaj, que son feriados). Y además hay una lectura especial para el sábado intermedio que suele haber en Pésaj.

De todas estas lecturas sobresale por su majestuosidad la del séptimo día, en la que se refiere la historia del éxodo de Egipto, y también figura el himno que los hijos de Israel cantaron al Señor después del milagroso cruce del mar (Éxodo 15,1-19).

Conclusión

En aquel cordero Pascual estaba prefigurado el Cordero de Dios Inmaculado que quiso sacrificarse en la cruz y se nos ofrece por alimento en la Eucaristía.

Como el Cordero Pascual libró a los israelitas del Ángel exterminador que traía la muerte, así Jesucristo nos rescató del poder del diablo y de la muerte eterna.

De ahí que en el Nuevo Testamento Jesús sea llamado “Cordero”: “He aquí el cordero de Dios, que lleva el pecado del mundo” (Juan 1,29); en otro pasaje dice: … “fuisteis redimidos, no con cosas corruptibles, plata u oro, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de Cordero sin tacha y sin mancha” (I Pe.18-19), (Hech.8, 32), etc.

“ El cordero, dice S. Cirilo, se entiende, según la ley, como un sacrificio puro e inmaculado; mas los cabritos son ofrecidos siempre en el altar por los pecados. Esto mismo lo encontrarás en Cristo. Pues El era también como un sacrificio inmaculado, que se ofrece a sí mismo al Dios y Padre en olor de suavidad (cf. Efe.5, 2) y que fue degollado como un cabrito por nuestros pecados. Después de inmolado manda untar con la sangre las puertas y el dintel de las casas (Ex. 12,7); con lo cual no quiere significar otra cosa, a mi parecer, sino el que fortifiquemos nuestra casa terrena, esto es, nuestro cuerpo, con la sangre adorable y preciosa de Cristo, apartando la muerte causada por la transgresión con la participación de la vida. Pues vida y santificación es la participación de Cristo”[4].

Afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: “Al celebrar la Última Cena con sus apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino”[5].

“…Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado” (I Cor.5, 7).

Notas:

[1] Algunos datos de este artículo fueron extraídos del libro Fiestas y Tradiciones Judías. H. Haber. Ed. Aurora. Tel Aviv.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica. N. 1334

[3] Mons. Straubinger, comentario a Lev.23,5

[4] Acerca del sacrificio del cordero n.2, Textos Eucarísticos primitivos. Ed. BAC, pag. 360.

[5] Catecismo de la Iglesia Católica, N. 1340.

Promover la paz y la justicia en el mundo

Es la intención de oración del Papa para enero 2020.

Fuente: Vatican News

“Recemos para que los cristianos, los que siguen otras religiones y las personas de buena voluntad promuevan juntamente la paz y la justicia en el mundo”: con esta invitación el Santo Padre expresa en El Video del Papa de enero 2020 su intención de oración universal.

Francisco invita “a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes y también entre todas las personas de buena voluntad”. Y en este mundo “dividido y fragmentado” evidencia la potencia de “nuestra fe que nos lleva a difundir los valores de la paz, de la convivencia, del bien común”.

La paz es nuestra esperanza
De la necesidad de paz en el mundo el Papa Bergoglio ha hablado en diversas ocasiones y lo hizo también en su reciente Mensaje para la celebración de la 53ª  Jornada Mundial de la Paz, el 1° de enero 2020, en el que asegura que  “la paz, como objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad”.

Toda guerra es un fratricidio
En el mismo Mensaje, el Santo Padre recuerda que las guerras y conflictos que se han producido “no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles”.  "Todavía hoy, a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos se les niega la dignidad, la integridad física, la libertad, incluida la libertad religiosa, la solidaridad comunitaria, la esperanza en el futuro”.

Las terribles pruebas de los conflictos civiles e internacionales, a menudo agravados por la violencia sin piedad, marcan durante mucho tiempo el cuerpo y el alma de la humanidad. En realidad, toda guerra se revela como un fratricidio que destruye el mismo proyecto de fraternidad, inscrito en la vocación de la familia humana.

Construir un camino de paz y reconocimiento mutuo
Es necesario, continúa el Santo Padre, “buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca”.

“El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto”.

Diálogo, única arma digna del ser humano
También el 25 de noviembre 2019 en Japón, encontrando a las Autoridades del país en Kantei, Francisco aseveró que incluso los más graves conflictos entre los pueblos, “pueden encontrar soluciones válidas sólo a través del diálogo, única arma digna del ser humano y capaz de garantizar una paz duradera”.

Una cultura de encuentro y diálogo - marcada por la sabiduría, la visión y la amplitud de miras - es esencial para construir un mundo más justo y fraterno.

La Red Mundial de Oración del Papa
El Video del Papa  tiene como objetivo difundir las intenciones de oración del Santo Padre. Estas intenciones, son confiadas a la Red Mundial de Oración del Papa, obra pontificia que tiene como misión movilizar a los católicos por la oración y la acción, ante los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia. Hoy está presente en 98 países y está integrada por 35 millones de personas. El Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa (que incluye el Movimiento Eucarístico Juvenil, MEJ) es el padre jesuita Frédéric Fornos.

El Santísimo y Dulce nombre de Jesús

Hoy celebramos el Santísimo nombre de Jesús

El nombre de Jesús --dice Baur-- es un nombre inventado en el Cielo y traído de allí por el Ángel Gabriel, para comunicárselo a la Virgen en el instante de la Anunciación: Darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús. Ahora bien, los nombres impuestos por el Cielo siempre significan un don gratuito otorgado por Dios. Siendo en Cristo este don de la gracia. La salvación de los hombres, con toda propiedad se le impuso el nombre de Jesús, que quiere decir Salvador." (Santo Tomás de Aquino). 

Y, ciertamente, "ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo por el cual podamos salvarnos" (Epist.). La devoción al nombre de Jesús es una preciosa herencia que recibimos de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán. El Beato Jordán de Sajonia, el Beato Enrique Susón, Santa Catalina de Siena y el Beato Juan de Vicenza, fueron apasionados devotos de este Santo Nombre. 

La Iglesia, pero especialmente algunos de los primeros Padres que crearon su doctrina, insistió en la veneración al "dulcísimo" o "sacrosanto" nombre de Jesús. De hecho, aunque el día 1 de enero se celebraba ya esa fiesta, La Iglesia ha dispuesto se celebre esta fiesta al día siguiente de la octava de la Epifanía, a fin de honrar por modo especial el nombre de Jesús, que es:

Nombre verdaderamente divino, que sólo Dios pudo imponer al Salvador del mundo. Nombre venerable, que hace doblar la rodilla a todas las grandezas de la tierra. Nombre sacrosanto, que pone en fuga a los espíritus diabólicos.

Nombre omnipotente, en cuya virtud se han obrado los mayores milagros. Nombre salutífero, de quien reciben en cierto modo toda su eficacia los Sacramentos de la Nueva Ley. Nombre propicio, pues todo lo puede con Dios, y por respeto al nombre Jesús oye benigno nuestras oraciones. Nombre glorioso, extendido por el celo de los apóstoles a todos los gentiles y a todos !os reyes de la tierra. Nombre augusto, por cuya confesión los santos mártires se gloriaron en sufrir cruelísimos tormentos. Nombre, en fin, incomparable, pues no hay otro debajo, del Cielo en cuya virtud podamos ser salvos. Alabémosle, pues, y bendigámosle en todo tiempo.

San Bernardo, San Juan Crisóstomo, San Gregorio Niceno, Orígenes o San Agustín son algunos de los escritores sagrados que insisten en la importancia del nombre: "Quid est Jesus, nisi Salvator?", dice San Agustín, y San Bernardo lo llama "óleo saludable" que sana cuando la devoción lo aplica, denominándolo también alimento, fuente, medicina y luz, según recuerda Santiago de Vorágine en su Leyenda Dorada.

Gregorio X, en 1274, confió a la Orden de Predicadores, en la persona del Maestro General, Beato Juan de Vercelli, "la predicación de la devoción que derrama dulzura sobre los corazones." Se erigieron Cofradías en las iglesias de la Orden, y tan florecientes, que alguna de las actuales, como en los EE. UU. pasa de tres millones y medio el numero de hombres asociados. El fin de la Cofradía es propagar la devoción y culto del Nombre de Jesús contra la blasfemia y profanación de los días festivos. (Tomado del Misal de la Orden de Predicadores, editado en Valencia en 1958.)

BREVE CRONOLOGÍA DE LA HISTORIA DE LA DEVOCIÓN AL DULCE NOMBRE DE JESÚS

Durante el Concilio de Lyon, año 1274, el Papa Gregorio X dictó una Bula encaminada a desagraviar los insultos que se manifestaban contra el Nombre de Jesús. Las órdenes de los Dominicos y los Franciscanos fueron las encargadas de custodiar y extender dicha devoción por toda Europa. Así, Gregorio X escribió una carta a Juan de Vercelli, el entonces Superior General de los Dominicos, donde declaraba, "Nos, hemos prescrito a los fieles… reverenciar de una manera particular ese Nombre que está por encima de todos los nombres…".

Este acto resultó en la fundación de la Sociedad del Santo Nombre. Se decía que el Nombre de Jesús estaba en la boca de San Francisco "como la miel en el panal" y San Francisco mismo escribió, "ningún hombre es digno de decir Tu Nombre". Luego, San Bernardo escribió sermones enteros sobre el Nombre de Jesús y dijo:

"Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, un canto de delicia en el corazón". San Buenaventura exclama, "Oh, alma, si escribes, lees, enseñas, o haces cualquier otra cosa, que nada tenga sabor alguno para ti, que nada te agrade excepto el Nombre de Jesús".

Con el nombre “Sociedad del Santo Nombre de Dios” es fundada en 1430, por Fray Diego de Vitoria en el Convento de San Pablo de la ciudad de Burgos la primera Cofradía del Dulce Nombre de Jesús de España mediante la Bula "Salvatoris et Nómini Nostri Iesu Christi".

INDULGENCIA PLENARIA AL PRONUNCIAR EL DULCE NOMBRE DE JESÚS

Es Tradición Católica que en la hora de la muerte, pronunciar con los labios o el corazón el Dulcísimo Nombre de Nuestro Salvador, nos puede alcanzar la muy necesaria Indulgencia Plenaria; para ello, debemos cumplir las siguientes disposiciones:

- Primero, las mismas condiciones requeridas para ganar cualquier indulgencia: es decir, la persona debe estar en estado de gracia cuando se gane la indulgencia y debe tener la intención de ganar la indulgencia.

- Segundo, debe resignarse completamente a la voluntad de Dios al estar muriendo.

- Tercero, debe pronunciar el Santo Nombre de Jesús con sus labios, si es posible, y si no fuere capaz de hablar, al menos debe invocar el Santo Nombre de Jesús en su corazón.

Subráyese especialmente esta última condición de pronunciar el Santísimo Nombre de Jesús. La Congregación de Indulgencias la pidió el 22 de septiembre de 1892 para ganar la indulgencia plenaria in articulo mortis. Es algo que fácilmente se pasa por alto, y por ello, le damos especial atención.

Requisitos para recibir dignamente la comunión

El que recibe indignamente el Cuerpo de Cristo, está recibiendo su propia condenación (1 Cor 11: 29)

Cada vez se está haciendo más frecuente ver en nuestras iglesias, por un lado, largas colas para recibir la Comunión en la Santa Misa, y por otro lado, los confesionarios siempre vacíos (ni sacerdotes confesando, ni penitentes). Ante ello me asalta una grave pregunta: ¿Están recibiendo dignamente a Jesús sacramentado aquellos que se acercan a la Sagrada Eucaristía? Recordemos que quien recibe a Jesús en pecado mortal comete un grave sacrilegio. Es más, según nos dice San Pablo: "El que recibe indignamente el Cuerpo de Cristo, está recibiendo su propia condenación"(1 Cor 11: 29)

Conozco hombres y mujeres que acuden frecuentemente a recibir a Jesús Sacramentado, pero nunca los veo acercarse a la confesión. Cuando en alguna ocasión me he referido a ello en la predicación de la Misa esperando ser escuchado, no he visto respuesta alguna. Esas mismas personas han seguido comulgando, pero nunca se han acercado a confesarse. Ante esta preocupante realidad tenemos que buscar las causas y una posible solución.

PREGUNTA: ¿Por qué están los confesionarios vacíos? ¿Por qué muchos cristianos se acercan a recibir la Sagrada Comunión sin haberse confesado en mucho tiempo; es más, en estado de pecado mortal?

RESPUESTA: Primero, porque el sacerdote ya no se sienta habitualmente a confesar. Y segundo, porque se ha perdido el sentido del pecado. No digo que el hombre no peque gravemente, sino porque la conciencia se ha hecho tan laxa y permisiva que ha perdido su delicadeza. Para esa nueva conciencia ya nada es pecado grave. Se oye con frecuencia decir a aquél que se acerca en alguna ocasión a confesarse: "Hace cinco años que no me confieso, pero como no mato ni robo…" Luego, cuando uno empieza a preguntarle: ¿Va usted a Misa todos los domingos?

Y otras preguntas comunes de la confesión, descubre que hay cantidad de pecados mortales, pero que para esa persona no tienen importancia alguna. No por eso esa persona deja de ser culpable, pues si ha llegado a esa condición de laxitud de conciencia ha sido en la mayoría de los casos por culpa propia.

PREGUNTA: ¿Qué condiciones se requieren para que un católico pueda recibir dignamente la Sagrada Comunión?

RESPUESTA:

Estar en gracia de Dios: para lo cual hay que confesarse previamente si uno tiene conciencia de pecado grave.

Guardar el ayuno eucarístico: una hora antes de comulgar no se puede comer ni beber nada, salvo agua o medicinas.

Saber a quién recibimos. Por eso los niños han de recibir la catequesis antes de realizar su Primera Comunión.

PREGUNTA: ¿Con qué frecuencia de debo confesar si deseo recibir la Comunión todas las semanas?

RESPUESTA: La pregunta está mal formulada. Lo que la Iglesia nos exige es que recibamos a Jesús Sacramentado en estado de gracia santificante; es decir sin pecado mortal. De todos modos, la Iglesia nos manda confesar los pecados mortales al menos una vez al año. Ahora bien, si deseas recibir la Sagrada Comunión todas las semanas, lo mejor es que te confieses al menos una vez al mes aunque no tengas conciencia de pecado grave. Y en el supuesto de que hubiera algún pecado mortal, habría que confesarse siempre antes de recibir la Comunión.

PREGUNTA: ¿Se puede recibir la Comunión de pie y en la mano?

RESPUESTA: La Iglesia aconseja recibir la Comunión de rodillas y en la boca. De rodillas, en señal de adoración a Cristo. Y en la boca, pues nuestras manos no están consagradas para tocar la hostia. A pesar de ello, los obispos de ciertas diócesis autorizan a recibir la Comunión de pie y en la mano. Esta costumbre se ha extendido en muchos lugares, lo que ha llevado a muchos a una pérdida de devoción y respeto a la Sagrada Eucaristía.

PREGUNTA: ¿Se puede recibir la Comunión en pantalones cortos…?

RESPUESTA: No se debe. Es más, para asistir a la Misa se debe estar debidamente vestido. Ciertas prendas de vestir no son aptar para entrar en el templo, pues el templo es un lugar sagrado y debemos vestir acorde con el lugar a donde vamos.

Los frutos de la Sagrada Comunión

Frutos de la Comunión en el alma

Según el R. P. Antonio Royo Marín, los principales efectos de la Sagrada Comunión bien recibida son los siguientes:

1. La Eucaristía nos une íntimamente con Cristo y, en cierto sentido, nos transforma en Él. Es el primer efecto y más inmediato puesto que en el recibimos real y verdaderamente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del mismo Cristo. "Yo soy el pan de vida… Yo soy el pan que bajó del cielo… Si uno come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. En verdad, en verdad, os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y Yo le resucitaré el último día. Porque mi carne mía es verdadera comida y mi sangre es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en Mí permanece y Yo en él. El que come de este pan vivirá eternamente" (Juan, 6, 35-58).

Los alimentos corporales que comemos, los transformamos en carne propia; por el contrario, al comulgar es Cristo quien nos transforma en Él, haciéndonos cada vez más semejantes a Él. El que comulga bien, puede decir con san Pablo: "Cristo vive en mí" (Gálatas, 2, 20). Esto es una maravillosa realidad.

La Santa Comunión nos une a Cristo de una manera muy estrecha e íntima por medio de una gran caridad y vehemente amor. Después de ser recibido por nosotros, "Jesucristo nos mira como cosa suya propia y nos cuida con especialísimo amor, como cosa a Él perteneciente y nos rodea de singular providencia para que seamos y permanezcamos dignos de Él. No solo tiene cuidado de nuestra alma, sino aun de nuestro propio cuerpo y de toda nuestra persona en orden a nuestra santificación y perfección".

2. La Eucaristía nos une con la Santísima Trinidad. Es una consecuencia necesaria del hecho de que en la Eucaristía esté real y verdaderamente Cristo entero, con su Cuerpo, Alma y Divinidad. Porque las tres personas divinas –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son absolutamente inseparables. Donde está una de ellas, tienen que estar forzosamente las otras dos. Y aunque es verdad que el alma en gracia es siempre templo vivo de la Trinidad, la Sagrada Comunión perfecciona ese misterio de la inhabitación trinitaria (Juan 14, 23; 2 Cor. 6, 16). "Así como el Padre, que me ha enviado, vive, y yo vivo por el Padre; así quien me come vivirá por Mí", dice Nuestro Señor (Juan 6, 58).

3. La Eucaristía aumenta la gracia santificante al darnos la gracia sacramental que alimenta, conforta y vigoriza nuestra vida sobrenatural.

4. La Eucaristía aumenta la fe, la esperanza y, sobre todo, la caridad. Aumenta la fe por el acto de fe que hacemos al recibir a Cristo en el Sacramento. Aumenta la esperanza porque la Eucaristía es prenda y garantía de la gloria y de la vida eterna. Aumenta, sobre todo, la caridad según aquello de san Pablo: "La caridad de Cristo nos apremia" (2 Cor, 5, 14) ya que la comunión nos une a Cristo. "Es la caridad para con Dios y con el prójimo, una caridad no solo afectiva sino efectiva (nos hace amar a Dios y al prójimo realmente). De este modo la Eucaristía es vínculo de caridad que une los diversos miembros de toda la familia cristiana: a los pobres y a los ricos, a los sabios y a los ignorantes en la misma Santa Mesa; une a todos los pueblos de la cristiandad".

Aumenta, finalmente, todas las demás virtudes infusas (que son la prudencia, la justicia, la fortaleza, y la templanza) y los dones del Espíritu Santo, (que son la sabiduría, el entendimiento, la ciencia, el consejo, la fortaleza, la piedad y el santo temor de Dios). Desde luego la Sagrada Comunión tiene una eficacia santificadora incomparable, ya que la santidad consiste propiamente en el desarrollo y crecimiento perfecto de la gracia y de las virtudes infusas en nuestra alma.

5. La Eucaristía borra los pecados veniales. La Comunión, siendo un alimento divino, repara las fuerzas del alma perdidas por los pecados veniales. La  Comunión excita el acto de caridad y la caridad actual destruye los pecados veniales que son un enfriamiento de la caridad, como el calor destruye al frío. Como el alimento es necesario para restaurar las fuerzas del cuerpo cada día, así la Comunión es necesaria para restaurar las fuerzas del alma perdidas por la concupiscencia mediante los pecados veniales que disminuyen el fervor de la caridad (Suma Teológica III, 79, 4 ).

6. La Eucaristía perdona indirectamente la pena temporal debida por los pecados. Es decir mientras somos más fervorosos, más recibimos perdón de nuestro purgatorio. La cantidad de la pena remitida estará en proporción con el grado de fervor y devoción al recibir la Eucaristía.

7. La Eucaristía preserva de los pecados futuros, sobre todo, de los pecados de deshonestidad, por la pureza y castidad de la Carne y Sangre de Cristo que comunica su virtud, su fuerza al que las recibe. La Comunión robustece las fuerzas del alma contra las malas inclinaciones de la naturaleza y nos preserva de los asaltos del demonio al aplicarnos los efectos de la Pasión de Cristo, por la que fue él vencido, dice santo Tomás de Aquino (III, 79,6 y 79,6 ad 1). A un muchacho que había contraído el vicio de pecar, san Felipe Neri le aconsejó la comunión diaria. Él procuraba estar dispuesto para confesarle cuando quisiese y con la comunión diaria quitó al pobre joven su mal hábito deshonesto.

8. La Eucaristía es prenda de la gloria futura. El mismo Cristo dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré el último día" (Juan, 6, 54). El Magisterio de la Iglesia lo afirmó en el Concilio de Trento: "Quiso Cristo que la Eucaristía fuera prenda de nuestra futura gloria y perpetua felicidad" (Dz. 875).

Efectos de la Eucaristía en el cuerpo

1. La Eucaristía, dignamente recibida, santifica en cierto modo el cuerpo mismo del que comulga. El catecismo romano del Concilio de Trento (2ª parte n° 53) dice: "La Eucaristía refrena también y reprime la misma concupiscencia de la carne, porque, al encender en el alma el fuego de la caridad, mitiga los ardores sensuales de nuestro cuerpo".

2. La Eucaristía confiere el derecho a la resurrección gloriosa de su cuerpo. "El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre, tiene la vida eterna, y Yo le resucitaré el último día" (Juan 6, 54). Se trata de la resurrección gloriosa para la felicidad eterna.

Comulgar es recibir a Dios. Es recibir santificación y fuerza, paz y consuelo, fe, esperanza y caridad. Comulgar es hacerse cada vez más semejante a Cristo, imitando sus virtudes y reproduciendo en sí mismo la vida y comportamiento de Cristo. Comulgar es armarse de la fuerza de Dios contra los vicios y los demonios; comulgar es ir sometiendo poco a poco el cuerpo al alma y ser libre de las esclavitudes de los vicios; comulgar es tener paz en el alma y a su alrededor.

Todos los santos han deseado recibir a menudo la divina Eucaristía; de ella han sacado su santidad y perfección. ¡Dichosos los que comulgan cada día o al menos cada domingo con buena preparación y acción de gracias!

Como hacer el Plan de Vida Espiritual

También a los enemigos de nuestra alma, externos o internos, tenemos necesidad de seccionarlos, de aislarlos, para combatirlos uno a uno y vencerlos más fácilmente.

La finalidad del programa de vida se concreta en encauzar y ordenar el trabajo espiritual. Requiere: conocimiento personal para detectar la pasión dominante y sus manifestaciones más frecuentes; reconocer también las propias virtudes y fortalezas para avanzar en el camino de la transformación; discernimiento y prudencia para elegir los mejores medios y, sobre todo, una gran “determinada determinación”, como decía Santa Teresa, para alcanzar el ideal propuesto.

Obviamente de nada servirá un programa si no se hace vida. Aquí entra muy especialmente la figura del orientador espiritual, quien vigilará y colaborará con el orientado para que trabaje con constancia en su programa, motivando, exigiendo y llevándolo al realismo. La transformación, proceso largo y demorado, depende, a fin de cuentas, del tiempo de Dios para cada alma, independientemente de los deseos personales.

Al comenzar a hacer el programa se debe seguir una estrategia. Para toda alma que aspira a la santidad, dada la multiplicidad de aspectos que ésta presenta y, por otra parte, de defectos correspondientes que encontramos en nuestra vida, se impone de una manera inevitable el trazarse un programa de vida espiritual. Ni a todo podemos prestar atención, ni tenemos fuerzas suficientes para atacar a un mismo tiempo en todos los frentes. Además desde que hacemos nuestro ingreso en la vida religiosa, el sistema y el orden forman parte de nuestra formación, se trata de una consigna de estrategia. Nada más ajeno a la vida consagrada que un trabajo alocado, improvisado. En ninguno de los campos de su actuación debe proceder así la mujer llamada a ser testigo de Jesucristo y mucho menos en el de su santificación personal y transformación en Él que es el importante. Y es que aquí rige también el principio romano "divide y vencerás". También a los enemigos de nuestra alma, externos o internos, tenemos necesidad de seccionarlos, de aislarlos, para combatirlos uno a uno y vencerlos más fácilmente.” Una estrategia corroborada con otro dicho popular: “El que mucho abarca poco aprieta”.

Por ello, importa descubrir la famosa «pasión dominante» o como algunos autores modernos prefieren llamar: «el propio conflicto central».” (Amadeo Cencini, Por amor. Con amor. En el amor. Ed. Atenas. Madrid 1996, p. 111).

En la vida de cada persona hay múltiples fallos y defectos. Pero analizando tales defectos, encontramos la repetición de unos con más frecuencia que otros, y la mayor gravedad de unos respecto a los otros. Si profundizamos un poco más, descubrimos en la mayor parte de nuestros fallos y defectos una única causa, una misma raíz, una misma tendencia. Esa raíz común la llamamos defecto o pasión dominante.

Se entiende por pasión dominante la tendencia desordenada más profunda y fuerte en nosotros, origen de la mayor parte de nuestros fallos. No obstante la permanencia de esa pasión en nuestra vida, podrán darse variaciones según las distintas edades y circunstancias. Habrá épocas donde se impondrá la vanidad, en otras aparecerá más bien el orgullo o la ambición. Habrá también momentos donde surja con fuerza casi irreprimible la pereza y sensualidad, la lujuria. Lo importante, al elaborar el plan de vida, consistirá en encontrar cuál sea, en ese momento, el enemigo principal a combatir, porque impide, como ningún otro, nuestro progreso espiritual.

El descubrimiento de la pasión dominante no es difícil cuando hay un verdadero conocimiento de sí mismo. Sin embargo, podrá darse el caso de personas que nunca hayan reflexionado sobre sí mismas, y por lo tanto, no se conozcan. El orientador espiritual debe ayudarles dándoles sugerencias y medios concretos para su conocimiento personal y para lograr encontrar los obstáculos de su progreso espiritual en su seguimiento amoroso de Jesucristo y de su voluntad. Al conocimiento debe ir unida la aceptación del propio yo, con sus elementos positivos y negativos.

Ofrecemos una metodología sencilla:

A. Proporcionarles el esquema de los siete pecados capitales y sus principales manifestaciones (la encuentran en el anexo) para saber poner nombre a sus faltas y pecados.

B. Elaborar una lista de los propios fallos, escribiéndolos en una columna. El dirigido hace una lista de los puntos que no van bien en su vida, como hijo(a), padre, madre, esposo(a), amigo(a) o apóstol, como religiosa. Si salen veinte o muchos más, no importa, se trata de hacer un buen examen de la propia vida.

En este momento se pueden encontrar varios tipos de dirigidos. Quien cree no tener faltas, vive tan habituado al pecado y tiene tan deformada su conciencia que ya no lo registra. Otro quizás no ha tomado conciencia de su pecado por superficialidad. Otro más puede tener miedo a descubrirlo. Se da también el extremo de quien se imagina que tiene todos los defectos y pecados posibles.

C. Descubrir las causas de las fallas y la pasión de origen.

Una vez hecha la lista, viene la parte más delicada porque un fallo puede tener distintas causas. Lo importante será discernir la principal y anotarla al lado, en una columna. A veces resultará difícil reconocer la procedencia de los fallos, pero las sucesivas direcciones espirituales deben llevar a un conocimiento mejor.

Debemos ser muy prudentes al revisar las causas propuestas por el dirigido.

El anotar los vicios o pasiones provocadoras de estos fallos exige reflexión y bastante conocimiento personal; el resultado será muy beneficioso para elaborar un plan de vida adecuado a la realidad del dirigido. Si viésemos un árbol frondoso al que estuviera atacándolo una plaga, no podríamos quedarnos sólo en curar las ramas; hay que ir al tronco, a la raíz, para sanar al árbol entero.

El siguiente ejemplo puede ayudar:

Falta – Pecado de: criticar con facilidad
Causa : Por que me siento superior.
Pasión : Soberbia

Falta – Pecado: ,Me impaciento ante los fallos ajenos
Causa : Me disgusta que tengan faltas.
Pasión : Soberbia

Falta – Pecado: Me enojo cuando me indican mis errores
Causa : Por que me ven imperfecta
Pasión : Vanidad

Falta – Pecado: Me disgusta hacer exámenes de concencia
Causa : Por que no me gusta lo que veo
Pasión : Vanidad

Falta – Pecado: Llego siempre tarde a Clases
Causa: Por Flojera
Pasión: Sensualidad

Falta – Pecado: No me gusta que me digan lo que he de hacer
Causa: Por que me siento menos
Pasión: Soberbia

Dirigido y orientador espiritual analizarán de forma objetiva y profunda dos cosas:

a) ¿Qué pasión se repite con mayor frecuencia? En el ejemplo sobresale la soberbia.
b) ¿Cuáles son las manifestaciones más graves de esa pasión? Las que hieren la caridad.

Cuando una persona lleva años de vida espiritual percibe con más claridad cuál es la raíz que mayormente dirige su conducta. Pero al principio, necesitará ayuda, orientación y motivación en el auto-análisis que debe llevar a cabo, a fin de que su programa de vida no apunte en una dirección equivocada.

Una vez definida la pasión dominante y cómo se manifiesta en la vida del orientado, se podrá pasar a hacer el programa, ayudándose del esquema y las orientaciones establecidas en los apartados siguientes.
Posiblemente al hacer el primer programa de vida, éste no salga perfecto. Pero conviene echarlo a andar. Si cuesta mucho cumplirlo puede ser señal de haber acertado. Si no, quizás hemos equivocado la pasión dominante o los medios propuestos.

Al cabo de un año se revisan en profundidad los logros obtenidos y se vuelve a elaborar el programa, ordinariamente durante Ejercicios Espirituales.

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