Hemos encontrado al Mesías
- 04 Enero 2020
- 04 Enero 2020
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Isabel Ana Bayley Seton, Santa
Fundadora, 4 de enero
Viuda y Fundadora
Martirologio Romano: En la ciudad de Emmitsburg, del estado de Maryland, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Isabel Ana Seton (Elisabeth Ann Bayley Seton), que al quedar viuda abrazó la fe católica y trabajó denodadamente para fundar la Congregación de las Hermanas de la Caridad de San José, con el fin de educar a niñas y atender a niños pobres (1821).
Fecha de canonización: 14 de septiembre de 1975 por el Papa Pablo VI
Breve Biografía
Nace Isabel Ana en Nueva York el 28 de agosto de 1774. Crece en el seno de la iglesia episcopaliana.
Contrae matrimonio con William Seton a la edad de veinte años y llega a tener cinco hijos. El 27 de diciembre de 1803 enviuda.
Años más tarde, el 14 de marzo de 1805 abraza el catolicismo, lo cual supone para ella múltiples pruebas, tanto interiores como exteriores, venidas de los parientes y amigos. Todas las supera con fe, amor y valentía.
Se aplica asiduamente a la vida espiritual. Educa con solicitud a sus hijos y, deseosa de entregarse a la actividad caritativa y educadora.
En 1809 en la diócesis de Baltimore funda el Instituto de Hermanas de la Caridad de San José, renovando la gesta de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Dicho Instituto tiene por finalidad la formación de muchachas. Es la primera Congregación religiosa femenina en norteamérica.
Después de su muerte las Hermanas se unen a la Compañía de las Hijas de la Caridad de París, tal como fue su deseo desde los comienzos.
También funda la primera escuela parroquial católica en Estados Unidos.
Muere piadosamente en Emmitsburg, Maryland, el 4 de enero de 1821. Su beatificación tiene lugar el 17 de marzo de 1963, bajo el pontificado de Juan XXIII. El 14 de septiembre de 1975 es canonizada por el papa Pablo VI.
Dos grandes temas marcaron su vida espiritual: la fidelidad a la Iglesia y la eternidad de la gloria.
Es la primera santa de Estados Unidos de América. Su fiesta se celebra en el calendario de la iglesia el 4 de enero.
Jesús pasa
Santo Evangelio según san Juan 1, 35-42. Sábado de la Feria de Navidad
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te necesito. Jesús, te amo, pero aumenta mi amor. Creo en ti, pero aumenta mi fe. Mira mi corazón, Tú lo conoces. Sabes cuán hermoso es y cuán roto está. Sana lo que debe sanar, Jesús. Que me deje sanar un poco más hoy. María, ven, hazme compañía. Llévame a Jesús.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué buscan?". Ellos le contestaron: "¿Dónde vives, Rabí?" (Rabí significa 'maestro'). Él les dijo: "Vengan a ver". Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías" (que quiere decir 'el ungido'). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás" (que significa Pedro, es decir, 'roca').
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estás a orillas del río Jordán. Es un día de sol. Tú y Andrés están hablando con Juan el Bautista. De pronto, tu maestro se calla y mira hacia el camino. Un hombre alto y joven va pasando. ¿Qué sucede? Juan habla en voz baja, casi temblorosa: Éste es el Cordero de Dios... Andrés va y lo sigue. ¿Qué sientes al verlo pasar? ¿Vas con Él? Puedes hablar de esto con Jesús. Tal vez lo seguiste. Él entonces se para y se gira. Te mira a los ojos. ¿Qué buscas? Señor, me conoces. Tú sabes qué quiero y qué siento... Hoy quiero dejarte que toques mi alma. «Y para aquellos dos es la “iluminación”. Dejan a su primer maestro y siguen la secuela de Jesús. En el camino, Él se gira hacia ellos y hace la pregunta decisiva: “¿Qué buscáis?”. Jesús aparece en los Evangelios como un experto en el corazón humano. En aquel momento había encontrado a dos jóvenes en búsqueda, sanamente inquietos. De hecho, ¿qué juventud es una juventud satisfecha, sin una pregunta de sentido? Los jóvenes que no buscan nada no son jóvenes, están jubilados, han envejecido antes de tiempo. Es triste ver a jóvenes jubilados... Y Jesús, a través de todo el Evangelio, en todos los encuentros que tiene a lo largo del camino aparece como un «incendiario» de los corazones. De ahí, aquella pregunta suya que busca hacer emerger el deseo de vida y de felicidad que cada joven lleva dentro: “¿Qué buscas?”. También yo quisiera hoy preguntar a los jóvenes que están aquí en la plaza y a los que escuchan desde los medios de comunicación: “Tú, que eres joven, ¿qué buscas? ¿Qué buscas en tu corazón?”». (Audiencia de S.S. Francisco, 30 de agosto de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. Jesús, hoy Tú me has salido al encuentro. Algunas cosas se han movido en mi interior. ¿Qué pasó hoy en mi alma? Ayúdame a ver lo que quieres que vea. Haz que te deje ser tierno conmigo. Ayúdame a saber recibir tus regalos. María, ayúdame a abrirle mi alma a Jesús y a mis hermanos.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía para agradecerle los medios de formación que me
da, y buscaré que quien me trate hoy, note que Él vive en mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo atrae a sus discípulos
Cristo fascina a todo el que le mira. Es imposible conocerle y no amarle.
Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?» Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, Cristo. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra".
Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Cristo fascina a todo el que le mira. Es imposible conocerle y no amarle locamente. Cuando un corazón sencillo y recto abre las páginas del Evangelio y se encuentra a esa figura extraordinaria que no tiene dónde reclinar la cabeza, que pasa haciendo el bien, que comprende las debilidades humanas, que derrama perdón y misericordia, que gusta el trato con los humildes, que llora ante la muerte de un amigo, que respeta con tanta delicadeza la libertad de las personas, que acepta el beso del traidor, que crea la Eucaristía para quedarse con nosotros; que nos da a su Madre en un gesto último e inmenso de amor, entonces no puede uno menos de enamorarse de su figura.
Así lo experimentaron aquellos tres hombres a la orilla del Jordán. Un día como todos los días de su vida. Y, de repente, pasa Jesús. Uno de ellos le señala con el dedo, dice algo y los otros se acercan a Jesús. Se miran, un breve saludo... y se quedan todo el día con Él. Uno de ellos, el evangelista Juan, lo contaba cincuenta años después y aún se acordaba con cariño de la hora exacta en que se encontró por primera vez con Cristo, el Amor de su vida.
La vocación de Felipe es aún más rápida: pasa Jesús, le dice una palabra y Felipe... ¡va tras Él!
Pero la fascinación de Cristo no termina en ellos. Él les ha electrizado de tal manera que comunican la corriente a cualquiera que tocan. Andrés se encuentra con su hermano, Simón y lo lleva a Jesús. Conocemos el final... Juan no nos cuenta cómo capta a su hermano, pero en seguida vemos a Santiago entre los predilectos de Cristo. Felipe a su vez busca a su amigo Natanael. El futuro apóstol Bartolomé no se deja impresionar a la primera pero el entusiasmo y la constancia de Felipe vencen su escepticismo. Va también a Jesús.
¿Qué significa todo este entusiasmo e ilusión? Muy sencillo: que nadie puede quedar indiferente ante Cristo. Nadie. Y si algunos cristianos todavía le seguimos fríamente, casi sin ganas, ¿no será que aún no nos hemos encontrado realmente con Él? Es posible que dentro de nuestra familia, en la misma oficina, entre nuestros amigos haya alguien que no conoce o que no le importa saber nada de Cristo. ¿No faltará, quizás, nuestro testimonio sencillo, pero entusiasta: "He encontrado a Jesús. Por eso soy feliz. Por eso, mi vida ya no es la misma"?.
La conquista de un hombre o mujer para Ti es la tarea más hermosa que existe. Acercar a un ser humano a Ti es más noble que tener grandes ideas y más valioso que todo el dinero del mundo. Yo quiero ser tu apóstol convencido, que mi amor a Ti se desborde y se comunique a mis hermanos.
Promover la paz y la justicia en el mundo
Es la intención de oración del Papa para enero 2020. Fuente: Vatican News
“Recemos para que los cristianos, los que siguen otras religiones y las personas de buena voluntad promuevan juntamente la paz y la justicia en el mundo”: con esta invitación el Santo Padre expresa en El Video del Papa de enero 2020 su intención de oración universal.
Francisco invita “a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes y también entre todas las personas de buena voluntad”. Y en este mundo “dividido y fragmentado” evidencia la potencia de “nuestra fe que nos lleva a difundir los valores de la paz, de la convivencia, del bien común”.
La paz es nuestra esperanza
De la necesidad de paz en el mundo el Papa Bergoglio ha hablado en diversas ocasiones y lo hizo también en su reciente Mensaje para la celebración de la 53ª Jornada Mundial de la Paz, el 1° de enero 2020, en el que asegura que “la paz, como objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad”.
Toda guerra es un fratricidio
En el mismo Mensaje, el Santo Padre recuerda que las guerras y conflictos que se han producido “no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles”. "Todavía hoy, a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos se les niega la dignidad, la integridad física, la libertad, incluida la libertad religiosa, la solidaridad comunitaria, la esperanza en el futuro”.
Las terribles pruebas de los conflictos civiles e internacionales, a menudo agravados por la violencia sin piedad, marcan durante mucho tiempo el cuerpo y el alma de la humanidad. En realidad, toda guerra se revela como un fratricidio que destruye el mismo proyecto de fraternidad, inscrito en la vocación de la familia humana.
Construir un camino de paz y reconocimiento mutuo
Es necesario, continúa el Santo Padre, “buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca”.
“El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto”.
Diálogo, única arma digna del ser humano
También el 25 de noviembre 2019 en Japón, encontrando a las Autoridades del país en Kantei, Francisco aseveró que incluso los más graves conflictos entre los pueblos, “pueden encontrar soluciones válidas sólo a través del diálogo, única arma digna del ser humano y capaz de garantizar una paz duradera”.
Una cultura de encuentro y diálogo - marcada por la sabiduría, la visión y la amplitud de miras - es esencial para construir un mundo más justo y fraterno.
La Red Mundial de Oración del Papa
El Video del Papa tiene como objetivo difundir las intenciones de oración del Santo Padre. Estas intenciones, son confiadas a la Red Mundial de Oración del Papa, obra pontificia que tiene como misión movilizar a los católicos por la oración y la acción, ante los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia. Hoy está presente en 98 países y está integrada por 35 millones de personas. El Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa (que incluye el Movimiento Eucarístico Juvenil, MEJ) es el padre jesuita Frédéric Fornos.
Cómo llevar nuestras cruces y conservar la fe en el sufrimiento
4 claves para entender qué significa llevar las cruces que se nos presentan en la vida y cómo nos ayuda Dios
"Llevar la Cruz": Estas célebres palabras de Cristo aparecen en los tres evangelios sinópticos (Marcos 8,34; Mateo 16,24; Lucas 9,23) y tienen dos interpretaciones diferentes: una en la cual el sufrimiento constituye un "testimonio" del Señor; la otra considera el sufrimiento un "morir a sí mismo".
En este artículo tomaremos como tema la primera de estas interpretaciones y te daremos 4 claves que te ayudarán a entender qué significa llevar las cruces que se nos presentan en la vida
1.- Entender que todos tenemos cruces
Cuando consideramos la invitación del Señor a tomar nuestra cruz, tendemos a pensar que Dios nos pide aceptar los sufrimientos y dificultades propios de la vida en este mundo, infectado por el virus de la maldad.
Si bien a veces nos cuesta comprender por qué un Dios tan bueno permite que su pueblo sufra, todos sabemos lo que es el sufrimiento y podemos entender qué relación tiene con la cruz.
Este tipo de sufrimiento puede ser físico, espiritual o emocional; es decir, puede abarcar muchos tipos de adversidades, como un cáncer o el daño interior provocado por la discriminación, o incluso la persecución por causa de la fe; o bien puede manifestarse en la muerte de un bebé poco antes de nacer, o en un hijo perfectamente sano pero que no avanza como debería en su educación.
También puede presentarse en forma del rechazo de amigos o familiares por defender la vida en una cultura de la muerte, o bien en el trauma causado por una separación dolorosa en el matrimonio. Sea lo que sea, todos hemos pasado por situaciones que podríamos llamar “cruces” que nos toca llevar.
Pero también es importante darse cuenta de que, antes de aceptar cualquier cruz que se nos presente, podemos pedirle al Señor que nos libre de ella.
Sí, es cierto que Jesús nos dijo que cargáramos nuestras cruces, pero al mismo tiempo, Él mismo curó a mucha gente, es decir, les quitó sus cruces por su amor y su compasión.
Así como les quitó las cruces a esas personas, hay muchos casos en los que Él también quiere quitarnos las nuestras, porque sabe que estamos sufriendo, a veces en extremo.
2.- El sufrimiento es un Misterio.
La experiencia nos dice que hay personas que reciben curaciones especiales de Dios y otras no. Esto sucede porque el sufrimiento es un gran misterio: algunas personas que oran mucho y son muy santas no reciben curación, mientras que otras que apenas llegan a la fe, sanan. Algunas reciben curación después de haber orado sólo un momento, otras rezan durante años y nunca sanan.
Al parecer, San Pablo llevaba una cruz, que él llamaba “espina en la carne” (2 Corintios 12,7), que puede haber sido alguna forma de dolencia o padecimiento. Lo que haya sido, lo primero que hizo fue pedirle al Señor que le quitara esa cruz, y en realidad se lo pidió en tres ocasiones distintas.
Cristo mismo también oró con la misma intención en el Jardín de Getsemaní poco antes de que lo arrestaran. Pero ni Jesús ni Pablo se vieron libres de sus respectivas aflicciones.
Por eso, cuando se te presente una cruz en tu vida, pídele al Señor que te la quite; pide curación y puedes hacerlo con las mismas palabras de Jesús; o bien, clama en alta voz, como lo hacía el ciego Bartimeo, a quien no pudieron hacer callar:
"¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!" (Marcos 10,46-52).
Dios nos ama y quiere sanarnos. Si tuvieras un hijo enfermo ¿no harías tú todo lo posible para evitar que sufriera y se curara?
¡Por supuesto! En efecto, si así queremos a nuestros hijos nosotros que somos pecadores, ¡cuánto más nuestro Padre que está en el cielo derramará su gracia sanadora sobre los suyos! (Mateo 7,11).
Siempre es bueno orar y no dejar de hacerlo. Nunca te des por vencido, aunque no puedas comprender el misterio de tus propias aflicciones.
No dejes de confiar en Dios, porque su bondad y su amor jamás disminuyen:
“Den gracias al Señor porque Él es bueno, porque su amor es eterno” (Salmo 136,1).
3.- En tu oración pide fortaleza para llevar la cruz.
Cuando rezamos para sanarnos de alguna enfermedad, también tenemos que preguntarnos:
"Si me toca aceptar esta cruz, ¿lo haré con una actitud de “entereza y serenidad” o con una fe firme y confiada?"
Hay una diferencia importante en esto: Una persona que acepta su cruz con entereza y serenidad, lo hace con buena intención, tratando de no quejarse ni sentir lástima de sí misma.
Si bien esta es una manera correcta de aceptar la cruz, si alguien lo hace sólo apoyándose en sus buenas intenciones y en su capacidad humana, es probable que toda su experiencia venga acompañada de algún grado de desaliento, ira o sentido de culpa, en algún momento se sentirá flaquear.
La razón es que algunas cruces son excesivamente pesadas y a veces nos resultan demasiado dolorosas para llevarlas solos.
Aquí es donde interviene la fe firme y confiada. Dios puede ayudarte a llevar el peso de la cruz que hoy cargas. Dios quiere comunicarnos su propia gracia divina para ayudarnos a aceptar las cruces de la vida, como Jesús le dijo a San Pablo:
"Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad".
Estas palabras fueron tan impresionantes para el apóstol que luego pudo escribir:
"Y me alegro también de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy". (2 Corintios 12,9-10).
Llevar una cruz con la ayuda de la gracia de Dios es muy diferente de tratar de actuar con entereza y hacer lo posible por aceptar la adversidad con serenidad, pero sin la ayuda de Dios, es decir, sólo con tus fuerzas humanas.
Los que aceptan la cruz recurriendo a la gracia aprenden a depender de Dios más y más cada día; además, encuentran reservas de fortaleza, confianza y obediencia que saben perfectamente que no vienen de ellos mismos, sino de un Dios que es bondadoso y misericordioso.
En lugar de centrar su atención en los padecimientos que les toca llevar, se sienten inspirados a ser comprensivos y compasivos con otras personas, aunque ellos mismos sufran dolores, padecimientos y dificultades.
En resumen, poco a poco van adoptando las actitudes del propio Jesús.
Esta es la paradoja de la cruz: Aceptamos el sufrimiento no porque sea bueno ni porque nos guste, sino como parte de nuestra vocación de seguidores de Cristo Jesús.
Estas cruces pueden llegar a ser oportunidades para que nos entreguemos más al Señor y le demos gloria y alabanza.
4.- El sufrimiento nos une a Cristo.
El Papa San Juan Pablo II nos ofreció un ejemplo conmovedor de cómo se puede demostrar el gozo de conocer al Señor incluso cuando se está padeciendo los dolores de la ancianidad.
En su última presentación en público, en marzo de 2005, el Santo Padre salió a la ventana de su residencia en el Vaticano a pesar de la fragilidad de su condición, ya cercano a la muerte y con dificultades para hablar.
No se escuchó ninguna palabra de sus labios y después de bendecir a la multitud reunida en la plaza, se retiró y se cerraron las cortinas. No pudo decir nada, pero toda su silenciosa actitud demostraba que quería animar a todos.
Quienes lo observaban ese día podían imaginarse que les quería decir: “Sigan adelante, sigan en la carrera hacia el cielo". Fue un ejemplo dramático y conmovedor de lo muy unido que él se sentía a su gente y de cuánto los amaba a todos.
Durante toda su vida, el Santo Padre enseñó que el sufrimiento nos une al Señor y sus últimos días de vida fueron una clara demostración de su enseñanza.
En febrero de 1984 emitió una carta apostólica sobre el misterio del sufrimiento titulada Salvici Doloris, en la cual escribió, de una manera que resultó ser profética, sobre lo que significaba llevar nuestra cruz con la ayuda de la gracia de Dios:
"Esta madurez interior y grandeza espiritual en el sufrimiento, ciertamente son fruto de una particular conversión y cooperación con la gracia del Redentor crucificado.
Jesús mismo es quien actúa en medio de los sufrimientos humanos por medio de su Espíritu de Verdad, por medio del Espíritu Consolador. Él es quien transforma, en cierto sentido, la esencia misma de la vida espiritual, indicando al hombre que sufre un lugar cercano a sí. Él es - como Maestro y Guía interior - quien enseña al hermano y a la hermana que sufren este intercambio admirable, colocado en lo profundo del misterio de la redención.
El sufrimiento es, en sí mismo, probar el mal. Pero Cristo ha hecho de él la más sólida base del bien definitivo, o sea del bien de la salvación eterna".
Conclusión
Querido lector, si te ha tocado llevar una cruz particularmente pesada, no dejes de orar y pedir curación o solución; pero si la cruz permanece, pídele al Señor la gracia de ayudarte a aceptarla y llevarla, y ten por seguro que Él vendrá en tu ayuda.
Como lo dijo San Juan Pablo II, todo sufrimiento es malo y no existirá en la nueva Jerusalén, cuando Jesús regrese a la tierra. Pero Dios sabe sacar el bien de este mal, incluso grandes bendiciones, y puede enseñarnos a todos a aceptar el sufrimiento de una manera que nos acerque más a Jesús.
Así pues, haz un momento de paz y bendice a todos los que sepas que están llevando una cruz muy pesada; pídele al Señor que derrame sobre ellos una gracia abundante para que reciban el auxilio del cielo y les lleve la paz.
¿Escucha Dios nuestras oraciones?
Cuando pedimos, exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente en este modo de orar?
Pregunta:
El Señor le bendiga. Desde hace más de siete años he pedido al Señor por una situación que existe en la familia, hasta la fecha no he recibido respuesta; me asalta la pregunta a qué se debe el no ser escuchada y no sólo eso sino varias peticiones y no soy escuchada. No soy perfecta, me falta mucho, pero procuro actuar como quiere el Señor, me gusta compartir lo que poseo, escudriño la Palabra de Dios, asisto a la Eucaristía, el Santo Rosario diario, con esto repito no quiero decir que sea buena, quisiera saber cuáles son mis fallas, sólo me pregunto para que será ,el tiempo pasa y no soy escuchada. A veces siento duda, se baja mi fe. Por favor oriénteme lo necesito.
Respuesta:
Estimada M. E.:
Le envío las hermosas reflexiones del Catecismo sobre lo que usted me pregunta (números 2735-2738):
1. Queja por la oración no escuchada
He aquí una observación llamativa: cuando alabamos a Dios o le damos gracias por sus beneficios en general, no estamos preocupados por saber si esta oración le es agradable. Por el contrario, cuando pedimos, exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro Señor Jesucristo?
¿Estamos convencidos de que ‘nosotros no sabemos pedir como conviene’ (Rm 8, 26)? ¿Pedimos a Dios los ‘bienes convenientes’? Nuestro Padre sabe bien lo que nos hace falta antes de que nosotros se lo pidamos, pero espera nuestra petición porque la dignidad de sus hijos está en su libertad. Por tanto es necesario orar con su Espíritu de libertad, para poder conocer en verdad su deseo.
‘No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones’ (St 4, 2-3).21 Si pedimos con un corazón dividido, ‘adúltero’ (St 4,4), Dios no puede escucharnos porque Él quiere nuestro bien, nuestra vida.
‘¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros’ (St 4, 5)? Nuestro Dios está ‘celoso’ de nosotros, lo que es señal de la verdad de su amor. Entremos en el deseo de su Espíritu y seremos escuchados:
‘No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con él en oración’ (Evagrio Póntico). ‘Él quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos’ (San Agustín) .
2. La oración es eficaz
La revelación de la oración en la Economía de la salvación enseña que la fe se apoya en la acción de Dios en la historia. La confianza filial es suscitada por medio de su acción por excelencia: la Pasión y la Resurrección de su Hijo. La oración cristiana es cooperación con su Providencia y su designio de amor hacia los hombres.
En san Pablo, esta confianza es audaz, basada en la oración del Espíritu en nosotros y en el amor fiel del Padre que nos ha dado a su Hijo único. La transformación del corazón que ora es la primera respuesta a nuestra petición.
La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz. Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre, ¿cómo el de los hijos de adopción se apegaría más a los dones que al Dador?
Jesús ora también por nosotros, en nuestro lugar y en favor nuestro. Todas nuestras peticiones han sido recogidas una vez por todas en sus Palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección: por eso no deja de interceder por nosotros ante el
Padre. Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones.
¿Qué sabemos de la Estrella de los Magos de Oriente?
¿Qué fenómeno natural pudo ocurrir en el firmamento que fuera interpretado por los hombres de aquel tiempo como extraordinario?
La estrella de los magos pudo ser una conjunción planetaria entre Jupiter y Saturno
La estrella de Oriente se menciona en el evangelio de San Mateo. Unos magos preguntan en Jerusalén: “Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle” (Mt 2,2).
Los dos capítulos iniciales de los evangelios de San Mateo y San Lucas narran algunas escenas de la infancia de Jesús, por lo que se suelen denominar “evangelios de la infancia”. La estrella aparece en el “evangelio de la infancia” San Mateo.
Los evangelios de la infancia tienen un carácter ligeramente distinto al resto del evangelio. Por eso están llenos de evocaciones a textos del Antiguo Testamento que hacen los gestos enormemente significativos.
En este sentido, su historicidad no se puede examinar de la misma manera que la del resto de los episodios evangélicos. Dentro de los evangelios de la infancia, hay diferencias: el de San Lucas es el primer capítulo del evangelio, pero en San Mateo es como un resumen de los contenidos del texto entero.
El pasaje de los Magos (Mt 2,1-12) muestra que unos gentiles, que no pertenecen al pueblo de Israel: descubren la revelación de Dios a través de su estudio y sus conocimientos humanos (las estrellas), pero no llegan a la plenitud de la verdad más que a través de las Escrituras de Israel.
En tiempos de la composición del evangelio era relativamente normal la creencia de que el nacimiento de alguien importante o algún acontecimiento relevante se anunciaba con un prodigio en el firmamento. De esa creencia participaban el mundo pagano (cfr Suetonio, Vida de los Césares, Augusto, 94; Cicerón, De Divinatione 1,23,47; etc.) y el judío (Flavio Josefo, La Guerra de los Judíos, 5,3,310-312; 6,3,289). Además, el libro de los Números (caps. 22-24) recogía un oráculo en el que se decía: “De Jacob viene una estrella, en Israel se ha levantado un cetro” (Nm 24,17). Este pasaje se interpretaba como un oráculo de salvación, sobre el Mesías. En estas condiciones, ofrecen el contexto adecuado para entender el signo de la estrella.
¿Qué pudo ser la Estrella?
La exégesis moderna se ha preguntado qué fenómeno natural pudo ocurrir en el firmamento que fuera interpretado por los hombres de aquel tiempo como extraordinario. Las hipótesis que se han dado son sobre todo tres:
1) ya Kepler (s. XVII) habló de una estrella nueva, una supernova: se trata de una estrella muy distante en la que tiene lugar una explosión de modo que, durante unas semanas, tiene más luz y es perceptible desde la tierra
2) un cometa, pues los cometas siguen un recorrido regular, pero elíptico, alrededor del sol: en la parte más distante de su órbita no son perceptibles desde la tierra, pero si están cercanos pueden verse durante un tiempo. También esta descripción coincide con lo que se señala en el relato de Mateo, pero la aparición de los cometas conocidos que se ven desde la tierra no encaja en las fechas con la estrella
3) Una conjunción planetaria de Júpiter y Saturno. También Kepler llamó la atención sobre este fenómeno periódico, que, si no estamos equivocados en los cálculos, pudo muy bien darse en los años 6/7 antes de nuestra era, es decir, en los que la investigación muestra que nació Jesús.