Se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos
- 05 Enero 2020
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Eduardo III el Confesor, Santo
Laico, 5 de enero
Rey
Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, san Eduardo, apodado el Confesor, que, siendo rey de los ingleses, fue muy amado por su eximia caridad, y trabajó incansablemente por mantener la paz en sus estados y la comunión con la Sede Romana (†1066).
Etimología: Eduardo = Aquel que es un guardián glorioso
Breve Biografía
Eduardo, nieto de San Eduardo llamado el Mártir, nació en 1004 en Islip, cerca de Oxford. Su padre era el rey Etelredo II, llamado el Desaconsejado. Siendo todavía niño, tuvo que emprender el camino del destierro y vivió del 1014 al 1041 en Normandía con unos familiares de su madre.
Se dice que hizo el voto de ir en peregrinación a Roma si la Divina Providencia lo llevaba de nuevo a su patria. Cuando esto sucedió, Eduardo quería cumplir fielmente el voto, pero el Papa lo dispensó. El dinero que iba a gastar en el viaje lo dio a los pobres y otra parte del mismo lo dedicó a la restauración del monasterio al oeste de Londres (west minster, hoy Westminster).
A pesar de los fracasos políticos de su gobierno, Eduardo rey de Inglaterra del 1043 al 1066, dejó un vivísimo recuerdo en su pueblo. Las razones de esta veneración, que continuó con los siglos, hay que buscarlas no sólo en algunas medidas sabias administrativas, como la abolición de un pesado impuesto militar que agobiaba a toda la nación, sino sobre todo en su temperamento suave y generoso (jamás un desacato o una palabra de reproche o un gesto de ira ni siquiera con los súbditos más humildes) y en su vida privada.
Un año después de su coronación se había casado con la cultísima Edith Godwin, hija de su más terrible adversario del barón Godwin de Wessex.
Había sido una hábil jugada política de su suegro, pues tenía la esperanza de que Eduardo, a quien ya llamaban “el Confesor”, le confiaría la administración del gobierno para dedicarse con más libertad a sus oraciones y a la meditación. El plan, demasiado sutil, sólo tuvo éxito en parte, porque hacia 1051 el barón fue desterrado y la reina fue encerrada en un convento. Pero sólo fue un paréntesis, porque el acuerdo entre Eduardo y la reina era muy profundo, hasta el punto que, según los biógrafos, los dos habían hecho de común acuerdo voto de virginidad.
La solemne inauguración del famoso coro del Monasterio de Westminster, que él mismo había financiado, tuvo lugar el 28 de diciembre de 1065. Pero el rey ya estaba gravemente enfermo.
Murió el 5 de enero de 1066 y fue enterrado en la Iglesia de la abadía recientemente restaurada. Pronto hubo muchas peregrinaciones a su tumba. En el reconocimiento de 1102 encontraron su cuerpo incorrupto y el 17 de febrero de l161 el Papa Alejandro III lo incluyó en la lista de los santos. El día de su fiesta coincide con la fecha en que Santo Tomás Bechet trasladó solemnemente sus reliquias al coro de la misma Iglesia.
Hoy, a la distancia de casi diez siglos, aún Inglaterra llama a su Corona "de San Eduardo".
No lo tuvo fácil ¿verdad? Recuerdo ahora ese maravilloso refrán castellano que dice: "Todos los días son buenos para alabar a Dios".
Santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12. Domingo de la Epifanía del Señor
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Heme aquí, Señor, que te vea con el corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel".
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: "Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo".
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Imaginémonos a los tres Magos por un momento. Podemos usar las representaciones tradicionales de Melchor, Gaspar y Baltazar en el camello, el caballo y el elefante. Imaginemos sus diferentes ropajes: Quizá uno era de India, quizá otro de Persia, quizá otro de Babilonia, o vayamos más lejos... ¿Qué tal China? ¿Qué tienen en común estos tres personajes?: Un llamado.
Así mismo hagamos una contemplación. Veámonos a nosotros mismos. Nosotros también tenemos un llamado. Dios nos ha llamado a estar con Él; a encontrarlo en el pesebre; a ser llenados de su amor; y llenarlo de cariño como a un hijo.
Dios es tan grande que puede ser tan pequeño. Es tan pequeño que no quiere que nadie se sienta excluido de poder ir a verlo. Mirémonos y preguntémonos si nos sentimos llamados a encontrarlo. Nadie es digno, pero a Dios eso no le importa. Él viene de todas maneras. El Señor llama desde los confines de la tierra a estos tres magos, te llama a ti y a mí. Cada uno con su historia, con sus pecados y con sus victorias. Preguntémonos que le llevamos al Señor. ¿Estamos mandando sólo nuestro oro, nuestro incienso y nuestra mirra por FedEx®? ¿O vamos en persona a ver al Rey? A Jesús lo único que le importa es poder vernos; nada más.
Pensemos que la Epifanía es hoy. Lo es siempre en la Eucaristía. Dios está allí presente. Dios está presente en cada uno de nuestros corazones. ¡Vamos, a lo profundo del corazón a encontrarlo! Mira que ahí nos espera.
«Caminar, la segunda acción de los Magos, es esencial para encontrar a Jesús. Su estrella, de hecho, requiere la decisión del camino, el esfuerzo diario de la marcha; pide que nos liberemos del peso inútil y de la fastuosidad gravosa, que son un estorbo, y que aceptemos los imprevistos que no aparecen en el mapa de una vida tranquila. Jesús se deja encontrar por quien lo busca, pero para buscarlo hay que moverse, salir. No esperar; arriesgar. No quedarse quieto; avanzar. Jesús es exigente: a quien lo busca, le propone que deje el sillón de las comodidades mundanas y el calor agradable de sus estufas. Seguir a Jesús no es como un protocolo de cortesía que hay que respetar, sino un éxodo que hay que vivir. Dios, que liberó a su pueblo a través de la travesía del éxodo y llamó a nuevos pueblos para que siguieran su estrella, da la libertad y distribuye la alegría siempre y sólo en el camino. En otras palabras, para encontrar a Jesús debemos dejar el miedo a involucrarnos, la satisfacción de sentirse ya al final, la pereza de no pedir ya nada a la vida. Tenemos que arriesgarnos, para encontrarnos sencillamente con un Niño. Pero vale inmensamente la pena, porque encontrando a ese Niño, descubriendo su ternura y su amor, nos encontramos a nosotros mismos».
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Encontraré un momento del día para anunciar, con mi caridad, que Dios vive en mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad
Epifanía significa "manifestación". Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos:
- Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12)
- Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán
- Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná.
La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera.
La fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas. Epifanio explica que los paganos celebraban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado este cambio; nos dice además que los paganos hacían una fiesta significativa y suntuosa en el templo de Coré.
Cosme de Jerusalén cuenta que los paganos celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos con ritos nocturnos en los que gritaban: "la Virgen ha dado a luz, la luz crece".
Entre los años 120 y 140 AD los gnósticos trataron de cristianizar estos festejos celebrando el bautismo de Jesús. Siguiendo la creencia gnóstica, los cristianos de Basílides celebraban la Encarnación del Verbo en la humanidad de Jesús cuando fue bautizado. Epifanio trata de darles un sentido cristiano al decir que Cristo demuestra así ser la verdadera luz y los cristianos celebran su nacimiento.
Hasta el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Así se explica que la Epifanía se llama en oriente: Hagia phota, es decir, la santa luz.
Esta fiesta nacida en Oriente ya se celebraba en la Galia a mediados del s IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD. La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad.
Los Reyes Magos
Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad.
De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar. Hasta el año de 474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta nuestros días.
El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que "lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mi me lo hacéis" (Mt. 25, 40); a los niños haciéndoles vivir hermosa y delicadamente la fantasía del acontecimiento y a los mayores como muestra de amor y fe a Cristo recién nacido.
«El Papa reza, hay preocupación...»
El Nuncio en Irán sobre la crisis con EEUU.
La escalada de disputas entre Washington y Teherán, tras la muerte de una de las figuras clave del sistema iraní, el general Qassem Soleimani, que fue víctima de un ataque aéreo americano; suscita la aprensión de la Santa Sede, que sigue de cerca con el Papa Francisco la evolución de la situación y reza por la paz. Hablamos sobre esto con el Nuncio Apostólico en Irán, Monseñor Leo Boccardi:
"El Papa fue informado de lo que está sucediendo en estas horas en toda la región y también en Irán, después del asesinato del general Solemaini. Todo esto crea preocupación y nos muestra lo difícil que es construir y creer en la paz", explica el Nuncio, subrayando que la buena política está al servicio de la paz, y que por tanto toda la comunidad internacional debe ponerse al servicio de la paz, no sólo en la región sino en el mundo entero.
"Ciertamente, hay mucha tensión en Irán en este momento. Se han originado manifestaciones en las que, tras la incredulidad, ha habido violencia, dolor y protestas", añade Monseñor Boccardi.
-Una situación muy difícil y muy delicada. ¿Qué es importante en este momento?
El llamamiento es a bajar la tensión, convocar a todos a la negociación y a creer en el diálogo sabiendo, como siempre nos ha enseñado la historia, que la guerra y las armas no son la solución a los problemas que afligen al mundo de hoy. Debemos creer en la negociación. Debemos creer en el diálogo. Debemos renunciar al conflicto y fortalecernos con las otras "armas" de la justicia y la buena voluntad.
-Para usar estas "armas" de justicia y buena voluntad, ¿qué hace falta?
Debemos seguir haciendo todos los esfuerzos posibles para llamar la atención de la comunidad internacional sobre la situación en el Oriente Medio.
Una situación que debe ser resuelta y todos deben ser llamados a la responsabilidad directa que tenemos. "Pacta sunt servanda", dice una importante regla de la diplomacia. Y las reglas de la ley deben ser respetadas por todos.
La sustancia espiritual e inmortal del hombre que anima a su cuerpo.
Pregunta:
Les envío un cordial saludo desde Venezuela y aprovecho la oportunidad de hacerle la siguiente pregunta ya que soy ministro de la palabra en mi parroquia: ¿me podría dar su opinión sobre la sustancialidad del alma? Gracias de antemano por su respuesta y que Dios los bendiga. Atentamente José
Respuesta:
Estimado José:
El término alma viene del latín anima, de la misma raíz que el griego ánemos, viento. Por alma, y con el mismo significado que spiritus (en griego psikhé, soplo, aliento, vida), se entiende por lo común el principio vital del cuerpo, o el principio inmaterial que se considera origen de la vida material, de la sensibilidad y del psiquismo del hombre. A veces se da este nombre a la mente humana, o también se la llama espíritu.
El concepto de alma surge a partir de la pregunta que el hombre se ha hecho sobre sí mismo, sobre el núcleo íntimo de su naturaleza, y es un concepto que se vincula simultáneamente a dos cuestiones distintas: por una parte, la naturaleza de la vida, caracterizada por el automovimiento y la reproducción y, por otra, la naturaleza de los actos intelectivos. Desde la primera perspectiva el alma se concibe principalmente como principio vital (los seres vivos están animados y para muchos el alma sobrevive al cuerpo); desde la segunda perspectiva, que puede compatibilizarse con la anterior -no sin ciertas dificultades-, el alma es el principio de la racionalidad, el principio explicativo del pensamiento, la sensibilidad, los afectos y la voluntad. A su vez, si se parte de la concepción del alma entendida como principio vital, debería poderse hablar de un alma de los seres vivos no racionales, incluidas las plantas. Es la cuestión suscitada bajo el problema del alma de los brutos o alma de los animales. Si, en cambio, se parte de la concepción del alma entendida como principio de racionalidad, se manifiesta en toda su claridad el grave problema de las relaciones entre el alma y el cuerpo, o problema de la relación mente-cuerpo.
Para Aristóteles el alma debe entenderse a partir de su teoría hilemórfica y de su teoría del acto y la potencia: el alma, ‘aquello por lo cual primariamente vivimos, sentimos y entendemos’, es sustancia porque es la forma del cuerpo que está en potencia de vida (‘El alma es la entelequia primera de un cuerpo natural que posee la vida en potencia’, De anima, 412a-b) y, por tanto, el alma no puede existir sin el cuerpo, razón por la cual no puede ser inmortal. El alma es concebida como acto (de los cuerpos que poseen la vida en potencia), y como forma (desde la perspectiva hilemórfica, es la forma del cuerpo material). Así, en cuanto que acto, el alma es forma, y en cuanto que forma es sustancia, en el sentido de la forma de un cuerpo que posee la potencialidad de la vida.
A partir de san Agustín, que subraya el carácter pensante del alma, esta noción, muy influenciada por la tradición neoplatónica, se espiritualiza cada vez más. Para él es una sustancia plenamente espiritual e inmortal, no dependiente del cuerpo, que surge por la voluntad creadora divina, y es el centro de la subjetividad del hombre, que es ‘un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terrestre’. Es en el alma donde el hombre encuentra a Dios y a la verdad, y es, al mismo tiempo, imagen de la Trinidad. Como en el caso de la Trinidad, el alma es una, pero posee facultades distintas.
Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, hará del alma forma sustancial del cuerpo, de modo que el hombre no es ni alma sola ni solo cuerpo, sino cuerpo y alma a la vez y atacará la doctrina averroísta de la unidad del entendimiento que ponía, de nuevo, en peligro la inmortalidad del alma. Tomás de Aquino, apropiándose del aristotelismo, distingue el alma vegetativa, el alma animal y la humana, y distingue también el anima y el animus (principio vital y entendimiento, respectivamente).
Simbología de los tres Reyes Magos en la tradición teológica e iconográfica occidental
Según explica el historiador italiano Franco Cardini, autor del libro Los Reyes Magos, historia y Leyenda, los Magos de Oriente que fueron a Belén a adorar a Jesús, no eran Reyes ni eran tres, y ni siquiera viajaban en dromedario, sino que todas estas singularidades les fueron atribuidas en interpretaciones teológicas posteriores al evangelio.
En una entrevista concedida a la agencia Efe, Franco Cardini resaltó que el único evangelio de los cuatro canónicos que hace referencia a estos populares personajes es el de San Mateo. El evangelista se limita a consignar que «unos magos que venían del Oriente», sin especificar cuántos, se presentaron en Jerusalén conducidos por una estrella, que señalaba el nacimiento del Rey de los Judíos.
Los historiadores consideran que, con el término «mago», San Mateo se refería a astrólogos o sacerdotes persas que profesaban el mazdeísmo, la religión de Zaratustra, explica Cardini en su libro, recientemente publicado en español por Península.
El evangelio de San Mateo especifica también que los magos ofrecieron al niño Jesús como presentes oro, incienso y mirra. A partir de aquí, explica Cardini, «el número de tres magos se fija bastante rápidamente» entre los Padres de la Iglesia, dado que «se hace una relación entre el número de regalos y el número de magos»
No obstante, hasta entrado el siglo V, en algunos escritos seguían hablando aún de cuatro magos. El primero que convirtió en Reyes a los magos fue Tertuliano, quien descubrió en el Antiguo Testamento, concretamente en los Salmos de David, un pasaje que aseguraba que unos Reyes acudirían a ver al Mesías poco después de su nacimiento. El tratamiento de Reyes era mucho más aceptable para los teólogos que el de Magos que «se asociaba con nigromantes o brujos», explica Cardini.
San Agustín, por su parte, determinó que los Reyes habían llegado hasta Belén montados en dromedarios para salvar una incongruencia temporal. «Según la tradición cristiana occidental, la estrella subió al cielo en el momento en que Jesús nació, el 25 de diciembre, y los Reyes llegaron desde Asia a Belén en 13 días, lo que es difícil de creer para la época», indica Cardini. Ante esta contradicción, y haciéndose eco de un evangelio apócrifo que aseguraba que los Magos viajaron en camellos, San Agustín dedujo que los Reyes debieron montar en dromedarios «porque él era africano y sabía que eran más veloces que los camellos».
Según Cardini, los Reyes Magos acabaron convirtiéndose en la tradición teológica e iconográfica occidental en «un símbolo de todos los paganos que se convierten al cristianismo sin pasar por la tradición judía». «Los tres Magos son los representantes de todos los pueblos de la Tierra y cada uno de ellos se convierte en rey de uno de los tres continentes conocidos y en encarnación de las razas humanas: hay un europeo, un asiático y un africano», asegura el historiador italiano, quien precisa que, a partir, del siglo XII y XIII, se coloca ya habitualmente «un mago negro».
Franco Cardini relata como los Reyes Magos «son también símbolo del tiempo, del pasado, el presente y el futuro, y por eso sus figuras representan un hombre anciano, uno de mediana edad y uno joven». Además, los Magos son símbolos de la Trinidad y encarnan los tres papeles de Cristo como Dios (la divinidad), como Rey (el alma) y como hombre (el cuerpo), según el historiador italiano. Asimismo, sus regalos representan el poder político (oro), la divinidad (el incienso) y la resurrección (la mirra).
Muchas veces hemos sentido que algo anda mal con nuestra vida espiritual. No sabemos exactamente qué pasa, pero no estamos contentos con nuestra relación con Dios
Todos las personas estamos llamadas a la santidad, Dios nos llama a la perfección, Cristo nos lo dice claramente: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".
Estas son palabras que no dejan duda alguna. Todos los creyentes, independientemente de nuestro estado o condición de vida, tenemos que ir creciendo para alcanzar la plenitud de la vida cristiana.
Sería bueno pensar en cómo se encuentra nuestra vida cristiana para luego emprender el camino hacia la perfección.
Este crecimiento nos puede parecer muy difícil, pero ¡son tantos los medios que tenemos!.
Algunos de ellos son esenciales, tales como; la lucha contra el pecado, estar alertas para no caer en tentaciones, acudir a los sacramentos frecuentemente, ya que la vida sacramental nos fortalece; luego, las buenas obras, que nos alcanzan méritos allá en el cielo; y por supuesto, la oración, ese diálogo con Dios en donde se pueden encontrar las fuerzas necesarias y pedir aquellos dones que nos hacen falta, ¡tenemos tantas carencias!.
Además de los esenciales, tenemos otros medios, los secundarios. Que pueden ser internos, entre los cuales encontramos: la presencia de Dios en nuestra alma, el examen de conciencia para conocer nuestras debilidades o fallas, tener el deseo de alcanzar la perfección, pues sin esto no vamos a ir muy lejos, estar conformes con la voluntad de Dios, es decir, aceptar Su plan para mi, por muy difícil que sea, ser fieles a la gracia recibida, mejorar el propio temperamento, trabajar en la formación del carácter.
Luego, tenemos los medios externos. Estos son la lectura espiritual, mediante la cual podemos ir conociendo nuestra fe, el círculo de amistades, hay que saber escogerlas bien, la dirección espiritual cuando sea posible, el servicio a los demás y el plan o programa de vida.
“Mantengan encendida la llama del diálogo y del autocontrol”
AFP
Aleteia | Ene 05, 2020
“En tantos lugares del mundo se siente tensión”: el papa Francisco pide por la paz al rezar el Ángelus en un momento delicado entre Irán y Estados Unidos
En tantos lugares del mundo se siente tensión… la guerra solo lleva muerte y destrucción. Pidamos a todas las partes que mantengan encendida la llama del diálogo y del autocontrol. Y disipen la sombra de la enemistad. Pidamos en silencio para que Dios nos dé esta gracia.
Fueron las palabras del papa Francisco este domingo tras rezar la oración del Ángelus desde su ventana ante miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Francisco se refirió a la paz como “camino de esperanza, diálogo, reconciliación y conversión ecológica. Con la gracia de Dios podremos ponerlo en práctica”, aseguró.
Estos días el Papa está rezando especialmente por el entendimiento entre Irán y Estados Unidos, tras la muerte de una de las figuras claves del sistema iraní, el general Soleimaani, víctima de un ataque aéreo estadounidense.
El nuncio apostólico en Irán, Leo Boccardi, explicó que Francisco sigue de cerca la evolución de la situación y reza por la paz. Y hoy el mismo Papa pidió “que cada a uno de nosotros pueda responder a esta llamada de hacerse santos en el amor”.
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“La santidad es custodiar el don que Dios nos ha dado”, dijo y añadió: “La gracia que Dios me ha dado la traduzco en acciones concretas, de misericordia, de caridad con el prójimo”, “la caridad de Dios entra en nosotros y nosotros la custodiamos y la damos a los demás”.
Francisco a los enfermos: La Iglesia desea ser “la ‘posada’ del Buen Samaritano”
Mensaje de la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo
ENERO 03, 2020 12:44 LARISSA I. LÓPEZPAPA Y SANTA SEDE
(ZENIT – 3 enero 2019).- “La Iglesia desea ser cada vez más —y lo mejor que pueda— la “posada” del Buen Samaritano que es Cristo (cf. Lc 10,34), es decir, la casa en la que podéis encontrar su gracia, que se expresa en la familiaridad, en la acogida y en el consuelo”, dice el Papa Francisco a los enfermos.
Con motivo de la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el 11 de febrero, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha publicado hoy, 3 de enero de 2020, el Mensaje del Santo Padre para la ocasión.
“Curar al cuidar”
En primer lugar, el Papa indica que en la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, “Jesús dirige una invitación a los enfermos y a los oprimidos, a los pobres que saben que dependen completamente de Dios y que, heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados”. El Pontífice explica también que Jesús nutre estos sentimientos porque “él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre” y “solo quien vive en primera persona esta experiencia sabrá ser consuelo para otros”.
Asimismo, alude las formas graves de sufrimiento (enfermedades incurables y crónicas, patologías psíquicas, las que necesitan rehabilitación o cuidados paliativos, las diversas discapacidades, las enfermedades de la infancia y de la vejez…) y resalta cómo en estas circunstancias a veces existe falta de “humanidad” y “resulta necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curar el cuidar, para una recuperación humana integral”.
En este sentido, recuerda que en la enfermedad está comprometida no solo la integridad física de la persona, “sino también sus dimensiones relacionales, intelectiva, afectiva y espiritual”. Por eso, “además de los tratamientos espera recibir apoyo, solicitud, atención… en definitiva, amor”.
Acudir a Jesús
Después, el Obispo de Roma describe la importancia de acudir a Jesús, para encontrar “la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en vosotros, en esta ‘noche’ del cuerpo y del espíritu”.
También agrega que la Iglesia pretende ser una casa donde “podréis encontrar personas que, curadas por la misericordia de Dios en su fragilidad, sabrán ayudaros a llevar la cruz haciendo de las propias heridas claraboyas a través de las cuales se pueda mirar el horizonte más allá de la enfermedad, y recibir luz y aire puro para vuestra vida”.
Defender la dignidad de la vida
En su mensaje, el Papa Francisco se refiere, asimismo, al rol de los agentes sanitarios, invitándoles a que, en cada acción con los pacientes, el sustantivo “persona” siempre esté “antes del adjetivo ‘enferma’”, de manera que su trabajo “tenga constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible”.
“En cualquier caso, vuestra profesionalidad, animada por la caridad cristiana, será el mejor servicio al verdadero derecho humano, el derecho a la vida. Aunque a veces no podáis curar al enfermo, sí que podéis siempre cuidar de él con gestos y procedimientos que le den alivio y consuelo”, remarca.
Acceso a los cuidados para todos
Finalmente, el Santo Padre dirige un pensamiento a los hermanos y hermanas en todo el mundo que, debido a la pobreza, no tienen acceso a los tratamientos que necesitan, realizando un llamado a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países: “a fin de que no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico. Deseo que, aunando los principios de solidaridad y subsidiariedad, se coopere para que todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la recuperación de la salud”.
Además, agradece la labor de los voluntarios “que se ponen al servicio de los enfermos, que suplen en muchos casos carencias estructurales y reflejan, con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen Samaritano”.
A continuación sigue el mensaje completo del Papa Francisco.
***
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28)
Queridos hermanos y hermanas:
1. Las palabras que pronuncia Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, yyo os aliviaré»(Mt 11,28) indican el camino misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece alivio a quienes están cansados y fatigados. Estas palabras expresan la solidaridad del Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que sufre. ¡Cuántas personas padecen en el cuerpo y en el espíritu! Jesús dice a todos que acudan a Él, «venid a mí», y les promete alivio y
consuelo. «Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos a las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente sencilla, pobres, enfermos, pecadores, marginados… del peso de la ley del sistema social opresivo… Esta gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra, ¡una palabra que daba esperanza!» (Ángelus, 6 julio 2014).
En la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, Jesús dirige una invitación a los enfermos y a los oprimidos, a los pobres que saben que dependen completamente de Dios y que, heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados. Jesucristo, a quien siente angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad, no impone leyes, sino que ofrece su misericordia, es decir, su persona salvadora.
Jesús mira la humanidad herida. Tiene ojos que ven, que se dan cuenta, porque miran profundamente, no corren indiferentes, sino que se detienen y abrazan a todo el hombre, a cada hombre en su condición de salud, sin descartar a nadie, e invita a cada uno a entrar en su vida para experimentar la ternura.
2. ¿Por qué Jesucristo nutre estos sentimientos? Porque él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre. Efectivamente, sólo quien vive en primera persona esta experiencia sabrá ser consuelo para otros. Las formas graves de sufrimiento son varias: enfermedades incurables y crónicas, patologías psíquicas, las que necesitan rehabilitación o cuidados paliativos, las diversas discapacidades, las enfermedades de la infancia y de la vejez… En estas circunstancias, a veces se percibe una carencia de humanidad y, por eso, resulta necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curarel cuidar, para una recuperación humana integral. Durante la enfermedad, la persona siente que está comprometida no sólo su integridad física, sino también sus dimensiones relacionales, intelectiva, afectiva y espiritual; por eso, además de los tratamientos espera recibir apoyo, solicitud, atención… en definitiva, amor. Por otra parte, junto al enfermo hay una familia que sufre, y a su vez pide consuelo y cercanía.
3. Queridos hermanos y hermanas enfermos: A causa de la enfermedad, estáis de modo particular entre quienes, “cansados y agobiados”, atraen la mirada y el corazón de Jesús. De ahí viene la luz para vuestros momentos de oscuridad, la esperanza para vuestro desconsuelo. Jesús os invita a acudir a Él: «Venid». En Él, efectivamente, encontraréis la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en vosotros, en esta “noche” del cuerpo y del espíritu. Sí, Cristo no nos ha dado recetas, sino que con su pasión, muerte y resurrección nos libera de la opresión del mal.
En esta condición, ciertamente, necesitáis un lugar para restableceros. La Iglesia desea ser cada vez más —y lo mejor que pueda— la “posada” del Buen Samaritano que es Cristo (cf. Lc 10,34), es decir, la casa en la que podéis encontrar su gracia, que se expresa en la familiaridad, en la acogida y en el consuelo. En esta casa, podréis encontrar personas que, curadas por la misericordia de Dios en su fragilidad, sabrán ayudaros a llevar la cruz haciendo de las propias heridas claraboyas a través de las cuales se pueda mirar el horizonte más allá de la enfermedad, y recibir luz y aire puro para vuestra vida.
En esta tarea de procurar alivio a los hermanos enfermos se sitúa el servicio de los agentes sanitarios, médicos, enfermeros, personal sanitario y administrativo, auxiliares y voluntarios que actúan con competencia haciendo sentir la presencia de Cristo, que ofrece consuelo y se hace cargo de la persona enferma curando sus heridas. Sin embargo, ellos son también hombres y mujeres con sus fragilidades y sus enfermedades. Para ellos valen especialmente estas palabras: «Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro» (Ángelus, 6 julio 2014).
4. Queridos agentes sanitarios: Cada intervención de diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde el sustantivo “persona” siempre está antes del adjetivo “enferma”. Por lo tanto, que vuestra acción tenga constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible.
En la experiencia del límite y del posible fracaso de la ciencia médica frente a casos clínicos cada vez más problemáticos y a diagnósticos infaustos, estáis llamados a abriros a la dimensión trascendente, que puede daros el sentido pleno de vuestra profesión. Recordemos que la vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es inviolable y no se puede disponer de ella (cf. Instr. Donum vitae, 5; Carta enc. Evangelium vitae, 29-53). La vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina: lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida.
En ciertos casos, la objeción de conciencia es para vosotros una elección necesaria para ser coherentes con este “sí” a la vida y a la persona. En cualquier caso, vuestra profesionalidad, animada por la caridad cristiana, será el mejor servicio al verdadero derecho humano, el derecho a la vida. Aunque a veces no podáis curar al enfermo, sí que podéis siempre cuidar de él con gestos y procedimientos que le den alivio y consuelo.
Lamentablemente, en algunos contextos de guerra y de conflicto violento, el personal sanitario y los centros que se ocupan de dar acogida y asistencia a los enfermos están en el punto de mira. En algunas zonas, el poder político también pretende manipular la asistencia médica a su favor, limitando la justa autonomía de la profesión sanitaria. En realidad, atacar a aquellos que se dedican al servicio de los miembros del cuerpo social que sufren no beneficia a nadie.
5. En esta XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, pienso en los numerosos hermanos y hermanas que, en todo el mundo, no tienen la posibilidad de acceder a los tratamientos, porque viven en la pobreza. Me dirijo, por lo tanto, a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países del mundo, a fin de que no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico. Deseo que, aunando los principios de solidaridad y subsidiariedad, se coopere para que todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la recuperación de la salud. Agradezco de corazón a los voluntarios que se ponen al servicio de los enfermos, que suplen en muchos casos carencias estructurales y reflejan, con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen Samaritano.
Encomiendo a la Virgen María, Salud de los enfermos, a todas las personas que están llevando el peso de la enfermedad, así como a sus familias y a los agentes sanitarios. A todos, con afecto, les aseguro mi cercanía en la oración y les imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de enero de 2020,
Memoria del Santísimo Nombre de Jesús
FRANCISCO
«¿Qué aprender de los Magos de Oriente?»
Epifanía del Señor, 6 de enero
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR,
6 ENERO
Ciclo A
Textos: Isaías 60, 1-6; Efesios 3, 2-3.5-6; Mateo 2, 1-12
Idea principal: el proceso interior que siguieron los Magos para encontrarse con Cristo.
Resumen del mensaje: Dios se da a conocer también al mundo pagano (Epifanía significa justamente manifestación). Dos cosas se necesitan para descubrir a Dios y encontrarse con Él: el don divino de la fe, cuyo símbolo es esa Estrella, y también el esfuerzo del hombre para salir de sí mismo, como hicieron estos Magos, vencer las dificultades del camino y con fe caer de rodillas ante ese Niño que es Dios y Rey.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, veamos quiénes son los Magos. Los Magos eran posiblemente reyes ricos y poderosos, jefes de pueblo, de ciudad. Y eran magos, no con el significado que hoy le damos a la palabra mago, sino en el sentido de hombres sabios, conocedores de las leyes naturales, que cultivaban la medicina y la astrología. ¿Religiosamente inquietos? Tal vez abiertos a la transcendencia, buscadores con la razón y con la tendencia natural religiosa -que todo hombre porta dentro de sí- del sentido y razón del mundo.
En segundo lugar, meditemos ahora en el proceso interior -¿de fe inicial?- que tuvieron que hacer hasta llegar a la Luz de Belén, siguiendo el resplandor de la Estrella. Salen de su comodidad, movidos por una inspiración divina y anhelando ver el Mesías del que ya se hablaba en varias culturas.
Ven, con sus ojos honestos e curiosos, la luz de una estrella misteriosa que les brilla, que a decir de santo Tomás de Aquino, fue una estrella creada por Dios exclusivamente para guiar a estos hombres. Vienen las dificultades del camino y esa estrella se esconde, justo en Jerusalén, donde vivía Herodes, indigno de presenciar aquel prodigio del cielo. Consultan a los sabios y entendidos. Se fían de ellos y se ponen de nuevo en camino, y la estrella vuelve a brillar. Se alegran. Llegan. Entran y encuentran al Niño con María, su Madre. Creyendo, caen de rodillas y ofrecen vasallaje al verdadero Rey de cielos y tierra. Regresan a su tierra por otro camino –el de la fe cristiana- y según san Juan Crisóstomo, trabajaron por la conversión de los pueblos paganos y finalmente murieron mártires.
Finalmente, ¿qué regalos le ofrecieron a Jesús? Oro, incienso y mirra.
San Gregorio Magno dice que el oro simbolizaba la sabiduría; el incienso, el dulce afán por la sagrada Palabra; y la mirra, la mortificación de la carne.
Para reflexionar: ¿He salido de mi comodidad para encontrar a Jesús en esta Navidad? Si lo he encontrado, ¿qué tengo yo para regalarle? No puedo ir a Belén con las manos vacías. Ese Niño es también mi Señor, mi Dios y se merece un regalo de mi parte; es más, se merece mi vida y vasallaje. Así hicieron los Magos de Oriente.
Para rezar:
Señor Jesús: que a imitación de los Magos de Oriente
vayamos también nosotros frecuentemente
a adorarte en tu Casa que es el Templo
y no vayamos jamás con las manos vacías.
Que te llevemos el oro de nuestras ofrendas,
el incienso de nuestra oración fervorosa,
y la mirra de los sacrificios que hacemos para permanecer fieles a Ti,
y que te encontremos siempre junto a tu Madre Santísima María,
a quien queremos honrar y venerar siempre
como Madre Tuya y Madre nuestra.
Amén.