Jesús ilumina el espacio del corazón
- 09 Febrero 2020
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Apolonia, Santa
Virgen y Mártir, 9 de febrero
Martirologio Romano: En Alejandría, en Egipto, conmemoración de santa Apolonia, virgen y mártir, la cual, después de haber sufrido muchos y crueles tormentos por parte de los perseguidores, para no verse obligada a proferir palabras impías prefirió entregarse al fuego antes que ceder en su fe (c. 250).
Etimología: Apolonia = Aquella que desciende de Apolo, es de origen griego.
Breve Biografía
Sucedió en tiempos del emperador Felipe que es una época suave en la práctica de la fe cristiana. El lugar de los acontecimientos es Alejandría y por el año 248, previo a la persecución de Decio.
Sale a la calle un poeta con aires de profeta de males futuros; practicaba la magia, según se dice; va por las vías y plazas alejandrinas publicando, como agorero de males, las catástrofes y calamidades que van a sobrevenir a la ciudad si no se extermina de ella a los cristianos. No se sabe qué cosas dieron motivo para predecir esos tiempos aciagos, pero la verborrea produjo su efecto. El obispo Dionisio Alejandrino es el que relata el comienzo de la persecución. Tomaron violentamente al anciano Metro, sin respetar sus canas; le exigen blasfemias contra Jesucristo, se desalientan con su firmeza y acaban moliéndolo a palos y lapidándolo a las afueras de la ciudad. Luego van a por la matrona Cointa que es atada, arrastrada y también muerta a pedradas.
Ahora la ciudad parece en estado de guerra; han crecido los tumultos; la gente va loca asaltando las casas donde puede haber cristianos. Se multiplican los incendios, los saqueos y la destrucción.
En Alejandría vive una cristiana bautizada desde pequeña y educada en la fe por sus padres; en los tiempos de su juventud decidió la renuncia voluntaria al matrimonio para dar su vida entera a Jesús. Se llama Apolonia y ya es entrada en años; los que la conocen saben mucho de sus obras de caridad, de su sólida virtud y de su retiro en oración; incluso presta ayuda a la iglesia local como diaconisa, según se estila en la antigüedad. Las hordas incontroladas la secuestran y pretenden obligarla a blasfemar contra Jesucristo. Como nada sale de su boca, con una piedra le destrozan los dientes. Después la llevan fuera de la ciudad amenazándola con arrojarla a una hoguera, si no apostata. Pide un tiempo para reflexionar. Se abisma en oración. Luego, ella misma es la que, con desprecio a la vida que sin Dios no vale, con paso decidido, pasa ante sus asombrados verdugos y entra en las llamas donde murió.
Los cristianos recogieron de entre las cenizas lo poco que quedó de sus despojos. Los dientes fueron recogidos como reliquias que distribuyeron por las iglesias.
Su representación iconográfica posterior la presenta sufriendo martirio de manos de un sayón que tiene una gran piedra en la mano para impartir el golpe que le destrozó la boca. Por eso es abogada contra los males de dientes y muelas.
También a nosotros nos asombra la decisión de santa Apolonia por parecerse a al suicidio. Algún magnánimo escritor habla de que «eso sólo es lícito hacerlo bajo una inspiración de Dios». Desde luego es susceptible de más de una glosa. Sólo que los santos, tan extremosamente llenos de Dios, adoptan en ocasiones actitudes inverosímiles y desconcertantes bajo el aguijón del Amor y ¡quien sabe si esas son «locuras» sólo para quien no tiene tanto amor! Al fin y al cabo, cada santo es el misterio de responder sin cuento a Dios.
El ser cristiano como sal y luz
Santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16. Domingo V del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor mueve mi corazón para que hoy pueda aceptarte en mi vida y haz que te pueda imitar cada vez más para que todo el que me vea te glorifique a ti que has hecho una gran obra en mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Los cristianos son como todos los demás hombre y mujeres de nuestro tiempo se cansan, tienen hijos, se divierten, viajan, tratan a los demás como quieren que los traten, pero claramente no se puede reducir a toda la vida del cristiano, es aún más. Este “más” es su fe que aun siendo pequeña puede hacer obras grandes porque es Dios el que obra a través de nosotros, así como una comida sin sal o con demasiada sal se arruina por lo que esos pequeños granos de verdad hacen la diferencia. Pidámosle al Señor que cada día nos haga crecer más porque sin su ayuda no somos capaces de vivir el reto de la fe en este mundo actual.
La imagen de “ser sal de la tierra” me hizo pensar en una de las formas en las que se obtiene la sal, es dejar que el agua salada se evapore y así dejé la sal, es una buena imagen para lo que significa ser cristiano que es dejarse transformar por Dios, que nos ayuda a dejar el hombre viejo para que el nuevo salga y así se convierta en una luz para los demás gracias a su ejemplo y la ayuda que da a los demás.
La luz se utiliza para iluminar y mostrar el camino, el cristiano como luz demuestra el camino al Padre por lo que tenemos una gran responsabilidad porque si la sal pierde su sabor ¿con qué lo puede recobrar? Lo que hagamos será algo que ayude a los demás o que les escandalice, nuestras acciones pueden influir para bien o para mal en los otros nuestras actividades no son indiferentes, sino que como en una balanza está de un lado o del otro, sube o baja uno de los lados.
«Sal para los otros, luz para los otros, porque la sal no se sazona a sí misma, siempre al servicio. La luz no se ilumina a sí misma, siempre al servicio. Sal para los otros, pequeña sal que ayuda en las comidas, pero pequeña. ¿En el supermercado la sal se vende por toneladas? No… En pequeñas bolsitas, es suficiente. Y después, la sal no se vanagloria de sí misma, porque no se sirve a sí misma. Siempre está allí para ayudar a los demás: ayudar a conservar las cosas, a condimentar las cosas. Siempre está el testimonio».
(Homilía del Papa en Santa Marta, 12 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar en familia antes de las comidas por esta semana (por lo menos).
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Un mensaje que viene de Dios y que transforma el mundo con la fuerza humilde y firme de un poco de sal.
Cristo vino para ofrecer la salvación, para anunciar el Reino, para perdonar los pecados. Reunió a un grupo de discípulos. Constituyó a algunos de ellos como Apóstoles. Les envió a predicar.
Tras su Muerte y Resurrección, la venida del Espíritu Santo llevó a su punto culminante el nacimiento de la Iglesia. Desde entonces la sal está presente y actúa en un mundo necesitado de salvación y de esperanza.
Pero si la sal se vuelve sosa (cf. Mt 5,13)... El peligro existe. Ya en los primeros siglos hubo cristianos que quedaron atrapados por la mentalidad de este mundo y se apartaron del Evangelio. Buscaron sus propios maestros, dejaron que la presunción o las ideologías dominaran sus corazones, y surgieron herejías que dañaron a miles de corazones.
La historia de la Iglesia católica está marcada por el gesto de tantos bautizados que un día dejaron de mirar al Maestro, se apartaron del Papa y de los obispos que enseñan la verdadera doctrina católica, y buscaron sus propios intereses, no los de Cristo (cf. Flp 2,12; 1Co 1,17).
También hoy no resulta difícil encontrar a quienes dejan a un lado el Credo y los concilios, desde el primero (Éfeso) hasta el último (Vaticano II), y que elaboran sus propios “catecismos personales”. O quienes interpretan la Biblia según teorías incompatibles no sólo con la fe, sino con la sana filosofía. O aquellos que pactan con una modernidad enfermiza y acogen ideas propias de los hijos de las tinieblas.
La lista de errores ha sido y es desoladora. Unos, por falta de preparación. Otros, por deseos de aparecer y de ser aplaudidos por los hombres. Otros, simplemente, para sumarse a proyectos mundanizantes que nada tienen que ver con la fe católica, porque piensan de un modo semejante al de los modernistas condenados por san Pío X. Otros, porque suponen que serán acogidos si aceptan lo que ya tantos otros han aprobado: abortos, eutanasias, matrimonios que no lo son, y una larga lista de desórdenes morales y de atentados contra la justicia.
Mientras, millones de hombres y mujeres esperan la llegada de la sal verdadera, la que conserva, la que limpia heridas, la que perdona pecados, la que introduce en el dinamismo pascual de muerte y resurrección con Cristo.
¿Encontrarán en nosotros corazones creyentes y preparados, lámparas encendidas de quienes desean brillar con la luz de Cristo? La pregunta estremece, mas no debemos temer: la Iglesia ha pasado por oscuridades desoladoras en tantos momentos de su historia, pero la fidelidad de corazones abiertos a la gracia y fieles a la fe, ha permitido que la nave de la Iglesia superase tormentas y transmitiera a cada generación un mensaje que viene de Dios y que transforma el mundo con la fuerza humilde y firme de un poco de sal.
Son los santos los que nos enseñan a conocer a Dios
La oración del Credo, una entrevista al Papa Francisco
Tercera cita en Tv2000 del Papa Francisco que concluye la trilogía sobre la oración con el Credo. A partir del lunes 17 de febrero en Tv2000 sale al aire "Io credo", una larga entrevista del Pontífice con el padre Marco Pozza, capellán de la prisión de Padua.
Ocho episodios en el horario de máxima audiencia, con la dirección de Andrea Salvadore. La idea es la de volver a la raíz de las antiguas palabras de la oración que contienen lo esencial de la fe cristiana, actualizándolas a través de encuentros y comentarios con testigos de nuestro tiempo.
"A veces nos llegan teorías – afirma el Papa en la entrevista – que nos hacen presentar un Dios abstracto, un Dios ideológico, una idea... perfecto... y que te demuestran la existencia de Dios como si fuera matemática". Los santos, en cambio, añade Francisco, "son hombres y mujeres que han comprendido lo que es creer en un Dios que es Padre" y no en un dios con la varita mágica.
Como ya sucedió con las ediciones anteriores del programa, la larga entrevista se transformará en un libro cuya salida a la venta está prevista para principios de marzo.
9 consejos del Papa para un matrimonio feliz
Tres parejas le formularon algunas preguntas al Santo Padre. aquí los nueve consejos que el Papa Francisco dio a los novios.
El 14 de febrero de 2014 el Vaticano se convirtió en la capital de los novios: miles de parejas de diferentes países abarrotaron la plaza de san Pedro para un encuentro con el Papa Francisco quien de ese modo quiso saludar y acompañar a todos aquellos que se preparan para el matrimonio. Tres parejas le formularon algunas preguntas al Santo Padre. He tematizado las respuestas y les ofrezco los nueve consejos que el Papa Francisco dio a los novios. Consejos ágiles, realistas y positivos que valen también para quienes ya están casados (la numeración y el titular antes de cada consejo es nuestro):
1. La casa se construye juntos
“el amor es una relación , entonces es una realidad que crece, y podemos incluso decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se construye juntos, no solos. Construir significa aquí favorecer y ayudar el crecimiento. Queridos novios, vosotros os estáis preparando para crecer juntos, construir esta casa, vivir juntos para siempre.
No queréis fundarla en la arena de los sentimientos que van y vienen, sino en la roca del amor auténtico, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa, que sea espacio de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Como el amor de Dios es estable y para siempre, así también el amor que construye la familia queremos que sea estable y para siempre. Por favor, no debemos dejarnos vencer por la ‘cultura de lo provisional’. Esta cultura que hoy nos invade a todos, esta cultura de lo provisional. ¡Esto no funciona!”.
2. Cómo perder el miedo al “para siempre”: una cuestión de calidad
“¿cómo se cura este miedo del ‘para siempre’? Se cura día a día, encomendándose al Señor Jesús en una vida que se convierte en un camino espiritual cotidiano, construido por pasos, pasos pequeños, pasos de crecimiento común, construido con el compromiso de llegar a ser mujeres y hombres maduros en la fe. Porque, queridos novios, el «para siempre» no es sólo una cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza sólo si dura, sino que es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos.
Me viene a la mente el milagro de la multiplicación de los panes: también para vosotros el Señor puede multiplicar vuestro amor y donarlo a vosotros fresco y bueno cada día. ¡Tiene una reserva infinita de ese amor! Él os dona el amor que está en la base de vuestra unión y cada día lo renueva, lo refuerza. Y lo hace aún más grande cuando la familia crece con los hijos”.
3. La oración que deben rezar los novios y de los esposos
“En este camino es importante y necesaria la oración, siempre. Él para ella, ella para él y los dos juntos. Pedid a Jesús que multiplique vuestro amor. En la oración del Padrenuestro decimos: ‘Danos hoy nuestro pan de cada día’. Los esposos pueden aprender a rezar también así: ‘Señor, danos hoy nuestro amor de cada día’, porque el amor cotidiano de los esposos es el pan, el verdadero pan del alma, el que les sostiene para seguir adelante. Y la oración: ¿podemos ensayar para saber si sabemos recitarla? ‘Señor, danos hoy nuestro amor de cada día’.
Ésta es la oración de los novios y de los esposos. ¡Enséñanos a amarnos, a querernos! Cuanto más os encomendéis a Él, tanto más vuestro amor será «para siempre», capaz de renovarse, y vencerá toda dificultad”.
4. Aprender a pedir permiso
“¿Puedo, permiso?”. Es la petición gentil de poder entrar en la vida de otro con respeto y atención. Es necesario aprender a preguntar: ¿puedo hacer esto? ¿Te gusta si hacemos así, si tomamos esta iniciativa, si educamos así a los hijos? ¿Quieres que salgamos esta noche?... En definitiva, pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Pero escuchad bien esto: saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Y no es fácil, no es fácil. A veces, en cambio, se usan maneras un poco pesadas, como ciertas botas de montaña. El amor auténtico no se impone con dureza y agresividad. En las Florecillas de san Francisco se encuentra esta expresión: ‘Has de saber, hermano carísimo, que la cortesía es una de las propiedades de Dios... la cortesía es hermana de la caridad, que extingue el odio y fomenta el amor’ (Cap. 37). Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hay necesidad de mucha más cortesía. Y esto puede comenzar en casa”.
5. Aprender a decir gracias
“Gracias”. Parece fácil pronunciar esta palabra, pero sabemos que no es así. ¡Pero es importante! La enseñamos a los niños, pero después la olvidamos. La gratitud es un sentimiento importante: ¿recordáis el Evangelio de Lucas? Una anciana, una vez, me decía en Buenos Aires: ‘la gratitud es una flor que crece en tierra noble’. Es necesaria la nobleza del alma para que crezca esta flor. ¿Recordáis el Evangelio de Lucas? Jesús cura a diez enfermos de lepra y sólo uno regresa a decir gracias a Jesús. Y el Señor dice: y los otros nueve, ¿dónde están? Esto es válido también para nosotros: ¿sabemos agradecer? En vuestra relación, y mañana en la vida matrimonial, es importante tener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios, y a los dones de Dios se dice ¡gracias!, siempre se da gracias. Y con esta actitud interior decirse gracias mutuamente, por cada cosa. No es una palabra gentil que se usa con los desconocidos, para ser educados. Es necesario saber decirse gracias, para seguir adelante bien y juntos en la vida matrimonial.
6. Aprender a pedir perdón
“En la vida cometemos muchos errores, muchas equivocaciones. Los cometemos todos. Pero tal vez aquí hay alguien que jamás cometió un error. Levante la mano si hay alguien allí, una persona que jamás cometió un error. Todos cometemos errores. ¡Todos! Tal vez no hay un día en el que no cometemos algún error.
La Biblia dice que el más justo peca siete veces al día. Y así cometemos errores... He aquí entonces la necesidad de usar esta sencilla palabra: «perdón». En general, cada uno de nosotros es propenso a acusar al otro y a justificarse a sí mismo. Esto comenzó con nuestro padre Adán, cuando Dios le preguntó: ‘Adán ¿tú has comido de aquel fruto? ‘. ‘¿Yo? ¡No! Es ella quien me lo dio». Acusar al otro para no decir ‘disculpa’, ‘perdón’. Es una historia antigua. Es un instinto que está en el origen de muchos desastres. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón. ‘Perdona si hoy levanté la voz’; ‘perdona si pasé sin saludar’; ‘perdona si llegué tarde’, ‘si esta semana estuve muy silencioso’, ‘si hablé demasiado sin nunca escuchar’; ‘perdona si me olvidé’; ‘perdona, estaba enfadado y me la tomé contigo’. Podemos decir muchos ‘perdón’ al día. También así crece una familia cristiana. Todos sabemos que no existe la familia perfecta, y tampoco el marido perfecto, o la esposa perfecta. No hablemos de la suegra perfecta... Existimos nosotros, pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no acabar jamás una jornada sin pedirse perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa, a nuestra familia. Es habitual reñir entre esposos, porque siempre hay algo, hemos reñido. Tal vez os habéis enfadado, tal vez voló un plato, pero por favor recordad esto: no terminar jamás una jornada sin hacer las paces. ¡Jamás, jamás, jamás! Esto es un secreto, un secreto para conservar el amor y para hacer las paces. No es necesario hacer un bello discurso. A veces un gesto así y... se crea la paz. Jamás acabar... porque si tú terminas el día sin hacer las paces, lo que tienes dentro, al día siguiente está frío y duro y es más difícil hacer las paces. Recordad bien: ¡no terminar jamás el día sin hacer las paces! Si aprendemos a pedirnos perdón y a perdonarnos mutuamente, el matrimonio durará, irá adelante. Cuando vienen a las audiencias o a misa aquí a Santa Marta los esposos ancianos que celebran el 50° aniversario, les pregunto: «¿Quién soportó a quién?» ¡Es hermoso esto! Todos se miran, me miran, y me dicen: ‘¡Los dos!’ Y esto es hermoso. Esto es un hermoso testimonio”.
7. Ver el matrimonio como una fiesta
“el matrimonio es una fiesta, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. El motivo más profundo de la alegría de ese día nos lo indica el Evangelio de Juan: ¿recordáis el milagro de las bodas de Caná? A un cierto punto faltó el vino y la fiesta parecía arruinada. Imaginad que termina la fiesta bebiendo té. No, no funciona. Sin vino no hay fiesta. Por sugerencia de María, en ese momento Jesús se revela por primera vez y hace un signo: transforma el agua en vino y, haciendo así, salva la fiesta de bodas. Lo que sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta de bodas: lo que hará pleno y profundamente auténtico vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia la que ofrece el «vino bueno», es Él el secreto de la alegría plena, la que calienta verdaderamente el corazón. Es la presencia de Jesús en esa fiesta. Que sea una hermosa fiesta, pero con Jesús. No con el espíritu del mundo, ¡no! Esto se percibe, cuando el Señor está allí”.
8. Las bodas deben ser sobrias
“que vuestro matrimonio sea sobrio y ponga de relieve lo que es verdaderamente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, las fotos, los vestidos y las flores... Son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición del Señor sobre vuestro amor. Haced lo posible para que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y os recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría”.
9. El matrimonio supone un trabajo de los dos
“El matrimonio es también un trabajo de todos los días, podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su esposa y la esposa tiene la tarea de hacer más hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Y esto se hace entre vosotros. Esto se llama crecer juntos. Esto no viene del aire. El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras actitudes, del modo de vivir, del modo de amaros. ¡Hacernos crecer! Siempre hacer lo posible para que el otro crezca. Trabajar por ello. Y así, no lo sé, pienso en ti que un día irás por las calles de tu pueblo y la gente dirá: ‘Mira aquella hermosa mujer, ¡qué fuerte!...’. ‘Con el marido que tiene, se comprende’. Y también a ti: ‘Mira aquél, cómo es’. ‘Con la esposa que tiene, se comprende’. Es esto, llegar a esto: hacernos crecer juntos, el uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que crecieron juntos, haciéndose —el uno al otro— más hombre y más mujer”.
6 formas de cultivar la humildad
La humildad es la base de la vida espiritual completa. Sin esta virtud, nunca avanzaremos en la santidad
Si ustedes leen CatholicGentleman.net de vez en cuando, sabrán que frecuentemente el autor habla allí acerca de la importancia de la humildad. Los santos aclaran muy bien que la humildad es el fundamento de todo crecimiento espiritual. Si no somos humildes, no somos santos. Es así de sencillo.
Pero por muy sencillo que se diga que debemos ser humildes, no siempre resulta fácil ponerlo en práctica. De manera que, quiero hablar acerca de seis métodos para cultivar la virtud de la humildad.
1.- Ora por la gracia de la Humildad
Se puede decir con seguridad que ninguna virtud se formará en nuestras almas si no es por medio de la oración frecuente. Si realmente deseas ser humilde, ora cada día por esta gracia, pidiéndole a Dios ayuda para sobreponerte a tu amor propio.
“Debemos pedirle humildad diariamente a Dios y con todo nuestro corazón, pedir también la gracia de saber que somos nada, y que nuestro bienestar corporal y espiritual proceden de Él únicamente”. (San Juan María Vianney)
2.- Acepta humillaciones
Tal vez la manera más dolorosa pero más efectiva de aprender a ser humildes sea el aceptar humillaciones y situaciones vergonzosas. El padre Gabriel de Santa María Magdalena explica:
"A muchas almas les gustaría ser humildes, pero muy pocas desean la humillación; muchas le piden a Dios que las haga humildes y oran fervientemente por esto, pero pocas quieren ser humilladas.
Sin embargo es imposible ganar humildad sin humillación; de la misma manera en la que estudiando se adquiere conocimiento, así por medio de la humillación obtenemos humildad.
Mientras solamente deseemos esta virtud de la humildad, pero no estemos dispuestos aceptar los medios para llegar a ella, ni siquiera estaremos en el camino adecuado para adquirirla. Aún si en algunas ocasiones logramos actuar humildemente, esto podría ser el resultado de una humildad superficial y aparente en lugar de una humildad real y profunda.
Humildad es verdad; por lo tanto, digámonos que dado que no poseemos nada de nosotros mismos sino solamente el pecado, es precisamente por eso que recibimos solamente humillación y desprecio.
3.- Obedece a superiores legítimos
Una de las manifestaciones más claras del orgullo es la desobediencia (irónicamente, la desobediencia y la rebelión son reconocidas como virtudes en la sociedad moderna occidental). Satanás cayó por su orgullo, Non serviam: “No serviré”.
Por otro lado, la humildad siempre es manifestada por medio de la obediencia a la autoridad legítima, ya sea tu jefe o el gobierno. San Benedicto dice “el primer grado de humildad es la pronta obediencia”.
4.- Desconfía de ti mismo
Los santos nos dicen que cada pecado que cometemos se debe a nuestro orgullo y autosuficiencia. Si desconfiamos de nosotros mismos y depositamos toda nuestra confianza en Dios no pecaremos jamás.
Dom Lorenzo Scpuoli fue más lejos y dice:
“La desconfianza de sí es un requisito en el combate espiritual y sin esta virtud no podemos esperar vencer nuestras pasiones más débiles, ni mucho menos ganar la victoria completa”.
5.- Reconoce tu insignificancia
Otra manera muy efectiva de cultivar la humildad es meditar en la grandeza de Dios, mientras simultáneamente reconocemos nuestra propia insignificancia en relación a Él. San Juan María Vianney lo pone de esta manera:
¿Quién puede contemplar la inmensidad de Dios sin humillarse a sí mismo hasta hacerse polvo ante el pensamiento de que Dios creó el cielo de la nada, y que con una palabra puede convertir el cielo y la tierra en nada nuevamente?
Un Dios tan grande, y cuyo poder es inagotable; un Dios lleno de perfección; un Dios con una eternidad interminable; su inmensa justicia, su providencia, que reina sobre todo de manera sabia, y que cuida todo con tal esmero, ¡y nosotros somos nada!
6.- Piensa mejor de otros que de ti mismo
Cuando somos orgullosos, inevitablemente pensamos que somos mejores que los demás. Oramos como el Fariseo, “Señor, te agradezco porque no soy como otros hombres”. Este farisaísmo es increíblemente dañino para nuestras almas, y es detestable para Dios.
Tanto las Escrituras como los santos afirman que el único camino seguro es considerar a todos como mejores que nosotros mismos. San Pablo dice:
“No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que los otros son mejores que él mismo.” (Filipenses 2:3)
Thomas de Kempis resume esta enseñanza en el Capítulo 7 de su clásico La Imitación de Cristo:
"No te estimes por mejor que los demás, porque no seas quizás tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el hombre.
No te ensoberbezcas de tus obras buenas, porque son muy distintos de los juicios de Dios los de los hombres, al cual muchas veces desagrada lo que a ellos contenta.
Si algo bueno hay en ti piensa que son mejores los otros, pues así conservarás la humildad.
No te daña si te pospones a los demás, pero es muy dañino si te antepones a solo uno. Continua paz tiene el humilde; más en el corazón del soberbio hay emulación y saña muchas veces".
Conclusión
No hay duda:
la humildad es la base de la vida espiritual completa. Sin esta virtud, nunca avanzaremos en la santidad.
Sin embargo, la humildad no es simplemente una idea abstracta que debe ser admirada, es una virtud que debe ser aprendida y practicada en las circunstancias dolorosas de la vida diaria.
Esforcémonos en ser humildes a imagen de Cristo que “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres”.
¿En dónde encontrar la felicidad?
¿En dónde se debe buscar la auténtica felicidad?
Hubo una vez un gran millonario que ofreció la mitad de su fortuna al que le dijera de corazón que no quería ser feliz. Esperó varios meses y nadie se le acercó. Está claro que todo hombre quiere y busca ser feliz, pues es algo que tenemos por naturaleza. A veces encontramos personas que dicen que son absolutamente felices; algunas de ellas tendrán mucho dinero y otras no tendrán nada. Así nos podemos preguntar ¿qué es la felicidad?, ¿cómo podemos ser felices? y ¿cómo podemos ayudar a otros a ser felices?
Muchas veces hemos escuchado que la verdadera felicidad se puede encontrar sólo en Dios, pero a veces no sabemos el porqué. Sin ser muy filosófico se puede explicar sencillamente lo que Sto. Tomás de Aquino dijo en su Suma de Teología(I-II q.2) sobre ¿qué es lo que hace al hombre ser feliz? Es importante entender la felicidad como aquello que satisface plenamente al hombre; y “plenamente” es una palabra clave. Cada día veremos a muchas personas que buscan la felicidad en las riquezas, pues teniendo dinero podrán comprar todo. Esto último es lo que hace imposible a las riquezas el dar la felicidad, pues si se tiene dinero es para conseguir algo más, y por lo tanto, el dinero en sí no nos satisface plenamente.
Otros dirán que la felicidad está en el honor y la gloria. Sabemos que se honra a alguien cuando posee alguna excelencia (por ejemplo, un premio académico). Pero como somos imperfectos, nunca podremos tener una excelencia completa y por lo mismo siempre estaremos buscando cosas para conseguir más y más honor, lo que nos llevará a la insatisfacción. En relación a la gloria, se da al que sabe algo, pero al igual que el honor, el hombre siempre buscará y podrá saber más y más, pues al ser creaturas imperfectas, tenemos una participación en la inteligencia de Dios y por lo mismo, inventamos o descubrimos cosas que en la mente divina ya habían sido creadas.
Por otro lado, hay personas que buscarán la felicidad en el poder, pero sabemos que por mucho poder que tenga, nunca se librará de los peligros o dificultades en su vida. Esto le llevará a preocuparse por ello, y no se satisfarán plenamente sus necesidades. Otros pensarán que la felicidad está en los bienes del cuerpo (la salud, por ejemplo). El hombre está compuesto de alma y cuerpo; y este último necesita el alma para vivir. Entonces, si los bienes del cuerpo satisfarían plenamente nuestra felicidad, no necesitaríamos nuestra alma; lo que es simplemente absurdo. Lo mismo se podría decir de los placeres, pues ellos son bienes del cuerpo, y como tales, necesitan de algo más para satisfacerse (el alma).
Finalmente tenemos otras dos posibilidades: algún bien del alma o algún bien creado. Lo primero no puede ser, pues el alma está en acto sólo cuando tiene al cuerpo (para darle vida), y por lo tanto, lo que en sí mismo es potencia, no puede dar la plenitud de felicidad, pues la potencia busca algo más, que es la actualización. Y si el bien del alma no puede ser, menos será un bien creado, pues por ser creado, quiere decir que depende de otro y por lo mismo es imperfecto.
Todo esto nos lleva a pensar que el único camino de felicidad es lo que es absolutamente perfecto, eterno, lo que es actualidad pura y es lo que llamamos Dios. Por lo tanto, podemos definir felicidad como la acción de estar con Dios, que es lo que alcanzaremos en el cielo. Por eso es muy importante conocer, amar y saber transmitir a Dios en esta vida, pues mientras más cercanos estemos de Él, más felices seremos. Ahora lo único que nos falta es preguntarnos ¿qué haré concretamente para ser feliz?
Ángelus del Papa: Iglesia llamada a prolongar en la historia la presencia de Cristo
Antoine Mekary | ALETEIA
Vatican Media | Feb 09, 2020
Los discípulos de Cristo son “la sal de la tierra” y son “la luz del mundo”. El Papa en su reflexión en el Ángelus de este domingo, meditando sobre el Evangelio del día, explicó el significado profundo de estas enseñanzas del Maestro
Ante la violencia, la injusticia y la opresión, la Iglesia no puede encerrarse en sí misma ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; no puede abandonar su misión de evangelización y servicio. El Papa a la hora del Ángelus dominical, comenta el Evangelio del día, y explica el lenguaje simbólico que utiliza Jesucristo para dar a quienes pretenden seguirlo, algunos criterios para vivir Su presencia y dar testimonio de Él en el mundo.
Seamos una presencia humilde y constructiva
Las imágenes sobre las que se detiene el Pontífice son las de la sal y la de la luz: Ustedes son la sal de la tierra, dice Jesús, ustedes son la luz del mundo (cf. Vv. 13.14). El Santo Padre comenta la primera: la sal.
La sal es el elemento que da sabor y que conserva y preserva los alimentos de la corrupción. Por lo tanto, el discípulo está llamado a mantener alejados de la
sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas.
Se trata, afirma Francisco, “de resistir a la degradación moral, al pecado, testimoniando los valores de la honestidad y la fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, el poder y la riqueza”.
Es “sal”, explica, “el discípulo que, a pesar de los fracasos diarios – que todos tenemos – se levanta del polvo de sus propios errores, recomenzando con coraje y paciencia cada día, a buscar el diálogo y el encuentro con los demás”.
Y es “sal”, “el discípulo que no busca el consenso y la aprobación, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir”. “¡Y de esta actitud tenemos tanta necesidad!”
Hacer resplandecer la luz de Cristo con las buenas obras
La segunda imagen que Jesús propone a sus discípulos, y sobre la que profundiza el Pontífice, es la de la luz:
La luz disipa la oscuridad y permite ver. Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero ellas aún permanecen en el mundo y en las personas individuales.
Es tarea del cristiano – dice el Santo Padre – dispersarlas haciendo resplandecer la luz de Cristo y anunciando su Evangelio. Y, en este caso, “se trata de una irradiación que puede también derivar de nuestras palabras, pero que debe surgir sobre todo de nuestras ‘buenas obras’”.
El discípulo ayuda a eliminar los prejuicios y las calumnias
El Santo Padre precisa que “un discípulo y una comunidad cristiana son la luz del mundo cuando dirigen a otros hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia”. Porque “el discípulo de Jesús es luz, cuando sabe cómo vivir su fe fuera de los espacios pequeños, cuando ayuda a eliminar los prejuicios, a eliminar las calumnias y hace entrar la luz de la verdad en las situaciones viciadas por la hipocresía y la mentira”.
“Hacer luz”, remarca el Papa, una luz que “no es mia”, sino “la de Jesús”: porque “nosotros somos instrumentos para que la luz de Jesús llegue a todos”.
La Iglesia llamada a prolongar a Cristo en la historia
E incluso si en el mundo hay “condiciones de conflicto y de pecado”, enseña el Papa, Jesús “nos invita a no tener miedo” de vivir en él.
Ante la violencia, la injusticia y la opresión, el cristiano no puede encerrarse en sí mismo ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; tampoco la Iglesia puede encerrarse en sí misma, no puede abandonar su misión de evangelización y servicio.
Jesús en la Última cena pide al Padre que no saque a los discípulos del mundo, que los deje allí, en el mundo, pero que los proteja del espíritu del mundo.
La Iglesia, subraya Francisco, “se prodiga generosa y tiernamente por los pequeños y los pobres: esto no es el espíritu del mundo, ¡es su luz y su sal!”
La Iglesia, añade, “escucha el grito de los últimos y los excluidos, porque es consciente de ser una comunidad peregrina llamada a prolongar en la historia la presencia salvífica de Jesucristo”.
“Que la Virgen Santa – rezó finalmente al concluir su meditación – nos ayude a ser sal y luz en medio de la gente, llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Nueva del amor de Dios”.
Ángelus: «Ser testigo de los valores de la honestidad»
Palabras del Papa antes del Ángelus
FEBRERO 09, 2020 12:52 RAQUEL ANILLO ANGELUS Y REGINA COELI
zenit – 8 feb. 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, el Papa Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy (cf. Mt 5,13-16), Jesús dice a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. […]. Vosotros sois la luz del mundo» (vv. 13.14). Utiliza un lenguaje simbólico no tanto para dar una definición del discípulo, sino para indicar a aquellos que pretenden seguirlo algunos criterios para vivir su misión en el mundo.
Primera imagen: sal. La sal es el elemento que da sabor y que conserva y preserva los alimentos de la corrupción. Por lo tanto, el discípulo está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas. Se trata de resistir al pecado, a la degradación moral, siendo testigo de los valores de la honestidad y fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, del poder y la riqueza. Es «sal» el discípulo que, a pesar de los fracasos diarios, que todos nosotros tenemos, se levanta del polvo de sus propios errores, comenzando de nuevo con coraje y paciencia, cada día, buscando el diálogo y el encuentro con los demás. Es «sal» el discípulo que no busca el consenso… y los elogios, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús, que vino al mundo no para ser servido, sino para servir. Y de esta actitud hay tanta necesidad!
La segunda imagen que Jesús propone a sus discípulos es la de la luz: «Tú eres la luz del mundo». La luz dispersa la oscuridad y nos permite ver. Jesús es la luz que ha disipado la oscuridad, pero aún permanecen en el mundo y en los individuos. Es la tarea del cristiano dispersarlas, haciendo brillar la luz de Cristo en medio de nosotros y proclamando su Evangelio. Es una irradiación que también puede provenir de nuestras palabras, pero debe provenir principalmente de nuestras «buenas obras» (v. 16). Un discípulo y una comunidad cristiana son luz en el mundo cuando dirigen a los demás hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia. El discípulo de Jesús es luz cuando sabe cómo vivir su fe fuera de los espacios confinados, cuando ayuda a eliminar prejuicios, calumnias y a llevar la luz de la verdad a las situaciones arruinadas por la hipocresía y la mentira. Hacer luz, pero no es mi luz, es la luz de Jesús, nosotros somos instrumentos para que la luz de Jesús llegue a todos.
Jesús nos invita a no tener miedo de vivir en el mundo, incluso si a veces hay condiciones de conflicto y pecado. Frente a la violencia, la injusticia y la opresión, el cristiano, no puede encerrarse en si mismo, ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; no puede abandonar su misión de evangelización y servicio.
Jesús en la última cena, pidió al Padre de no quitar a los discípulos del mundo, de dejarlos allí en el mundo y de custodiarlos del espíritu del mundo. La Iglesia se gasta a sí misma con generosidad y ternura para los pequeños y los pobres, esto es su luz, la sal, aquí se escucha el grito de los últimos y de los excluidos, porque es consciente de ser una comunidad peregrina,llamada a prolongar en la historia la presencia salvadora de Jesucristo.
Que la Santísima Virgen nos ayude a ser sal y luz en medio de la gente, llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Nueva del amor de Dios.
FEBRERO 09, 2020 12:52 ANGELUS Y REGINA COELI