Abre mis ojos... y contemplaré las maravillas de tu Ley

Mansueto de Milán, Santo

Obispo, 19 de febrero

Martirologio Romano: En Milán, de Lombardía, Italia, san Mansueto, obispo, que luchó firmemente contra la herejía de los monotelitas (c. 680).

Breve Biografía

Entre los tantos y delicadas asuntos cristológicas sobre los que debatía la teología en los primeros siglos de la Iglesia, se encontraba aquella que investigaba sobre si en Cristo hay una o dos voluntades. En el primer caso se habla de "monotelismo", y en el segundo de "duotelismo".

El problema explotó en el siglo VII, con un Oriente preponderantemente monotelista. A tal grado llegó la disputa, que incluso hubo intervenciones imperiales que llegaron a prohibir bajo penas severas la continuación de la disputa.

En diversos Concilios, en cambio, la cuestión se abordó condenando la posición monotelita como un error pernicioso, ya que el monotelismo era en realidad una sutil respuesta herética sobre la verdadera naturaleza de Jesús: la de ser verdadero Dios y verdadero hombre, dogma proclamado por la Iglesia. La doctrina de la presencia de dos voluntades en Cristo, la divina y la humana, fue reafirmada por el Concilio de Letrán (octubre de 649), convocado por el Papa San Martín I, lo que le costó la muerte, ordenada por el emperador, ya que la convocatoria tenía una clara orientación duotelista.

La discusión se prolongó algún tiempo, y entre los que tomaron parte en ella se encuentra san Mansueto, cuadragésimo obispo de Milán. Su intervención en el Concilio de Roma (marzo de 680) tuvo exactamente ese sentido: desaprobar el monotelismo y dejar claro cómo las dos voluntades coexisten en Cristo, la voluntad humana sujeta a la divina, pero permaneciendo activa, como verdadero hombre.

San Mansueto estaba tan convencido de que estando de parte de Jesús se estaba de parte del hombre que luchó valientemente contra el monotelismo en todas sus actividades, sea como obispo, como organizador o escritor. Contra esta herejía (que, si ponemos algo de atención notaremos que incluso en nuestros días aun existe, algunas veces algo escondida), escribió un importante libro de argumentación doctrinal.

Aunque su celebración es el 19 de febrero, en la liturgia ambrosiana su fiesta se traslada al 2 de septiembre, para que no caiga en Cuaresma.

Confiar, acercarnos, pedir

Santo Evangelio según san Marcos 8, 22-26. Miércoles VI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, ayúdame a tener un encuentro íntimo y verdadero con tu amor misericordioso y con el amor del Padre. Muéstrame tu rostro. Déjame descubrirte.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 22-26

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y enseguida le llevaron a Jesús un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: "¿Ves algo?". El ciego empezando a ver, le dijo: "Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan".

Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El ciego es llevado. Él ni siquiera pide a Jesús que lo cure. Él sólo se deja. Jesús tiene claro lo que tiene que hacer. Es así también con nosotros.

Él sabe lo que necesitamos. A veces no tenemos ni siquiera pedirlo. Jesús sabe que, en ocasiones, nos es difícil pedirle algo, porque nos da pena, porque nos da miedo, porque nos falta fe. Él nos quiera dar eso que necesitamos de cualquier forma.

La única cosa que nos pide es que nos acerquemos, que vayamos hacia Él, o que, por lo menos, nos dejemos ser llevados hacia Él. Abandonarnos en las manos de Aquél que me ama. No dejar nunca de confiar a pesar de que no veamos claro, como le paso al ciego la primera vez. Perseverar, seguir confiando. Jesús nunca defrauda.

«Él, la luz del mundo, se ha inclinado sobre un ciego. Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí. Y cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida: no en maestros de todos, no en expertos de lo sagrado, sino en testigos del amor que salva».

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de octubre de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedir a Cristo por la gracia que más necesito, e interceder por alguien que sé que necesita de mi oración.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Curar las cegueras del alma

Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas, cobardías, orgullos y egoísmos y los ojos dejan de ver la luz.

A base de pequeñas traiciones a la conciencia, el corazón puede endurecerse. Poco a poco inicia una ceguera que dificulta ver el bien, la verdad, la justicia. Entonces alma queda encarcelada entre caprichos y pecados que destruyen y que ahogan.

Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas y cobardías, desde ambiciones y envidias, desde lujurias y odios, desde orgullos y egoísmos, los ojos dejan de ver la luz y quedan prisioneros de las tinieblas.

Como enseña san Juan, “quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1Jn 2,11). San Pablo ofrece un análisis más detallado del camino que lleva a la oscuridad y al pecado:

“Porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos. (...) Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados” (Rm 1,21?31).

¿Cómo salir de ese estado de ceguera? ¿Cómo recuperar nuevamente la vista? Si nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos tocar nuestros párpados y humedecer nuestras pupilas, volveremos a ver la luz (cf. Jn 9; Ap 3,18).

“Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14b). Con el Maestro podemos salir de las cegueras del alma. Entonces todo quedará iluminado de una manera distinta, y nuestros ojos percibirán, gracias a la misericordia que cura, un horizonte maravilloso de bondad y de belleza. Seremos así capaces de vivir la plenitud de la Ley: amaremos a Dios y a los hermanos (cf. Mt 22,36-39).

Dios nos pide un corazón abierto y lleno de compasión

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 18 de febrero de 2020

Por: Gabriella Ceraso | Fuente: Vatican News

No tenían pan suficiente los discípulos que subieron a la barca con Jesús y en ellos se surgió la preocupación por la gestión de algo material: "Ellos discutían entre sí,  - dice hoy el Evangelio de Marcos (Mc 8,14-21) - porque no habían traído pan". Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?”.

Donde falta la compasión hay idolatría e ideología
El Papa Francisco se inspira en esta escena del Evangelio para hacer comprender la diferencia que hay entre un "corazón endurecido" como el de los discípulos y un "corazón compasivo" como el del Señor, que expresa su voluntad:

Y la voluntad del Señor es la compasión: "Quiero misericordia y no sacrificio". Y un corazón sin compasión es un corazón idólatra, es un corazón autosuficiente, que va adelante sostenido por su propio egoísmo, que se vuelve fuerte sólo con ideologías. Pensemos en los cuatro grupos ideológicos de la época de Jesús: los fariseos, los saduceos, los esenios, los zelotes.

Cuatro grupos que habían endurecido el corazón para llevar adelante un proyecto que no era el de Dios; no había lugar para el proyecto de Dios, no había lugar para la compasión.

Jesús es la bofetada a toda dureza de corazón
Pero hay una "medicina" contra la dureza del corazón y es la memoria. Por eso en el Evangelio de hoy y en tantos pasajes de la Biblia que el Papa recorre, la llamada al poder salvífico de la memoria vuelve como una especie de "estribillo", una "gracia" que hay que pedir - dice Francisco - porque "mantiene el corazón abierto y fiel".

Cuando el corazón se endurece, cuando el corazón se endurece, se olvida... Se olvida la gracia de la salvación, se olvida la gratuidad. El corazón duro lleva a las peleas, lleva a las guerras, lleva al egoísmo, lleva a la destrucción del hermano, porque no hay compasión. Y el mensaje de salvación más grande  es que Dios ha tenido compasión de nosotros. Esa frase del Evangelio, cuando Jesús ve a una persona, una situación dolorosa: "tuvo compasión de ellos". Jesús es la compasión del Padre; Jesús es la bofetada de toda dureza de corazón.

Tener un corazón abierto
Pedir pues la gracia de tener un corazón "no ideologizado" y por lo tanto endurecido, sino "abierto y compasivo" ante lo que sucede en el mundo - porque - recuerda el Papa - por esto seremos juzgados el Día del Juicio, no por nuestras "ideas" o nuestras "ideologías". "Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; preso, y me vinieron a ver, estuve afligido y me consolaron”, está escrito en el Evangelio y "esto -observa Francisco- es compasión, es la no-dureza de corazón". Y la humildad, la memoria de nuestras raíces y de nuestra salvación, nos ayudará a mantenerlo así. De aquí la última oración del Papa:

Cada uno de nosotros tiene algo endurecido en el corazón. Hagamos memoria y que sea el Señor quien nos dé un corazón recto y sincero como hemos pedido en la oración colecta, donde habita el Señor. En los corazones duros no puede entrar el Señor; en los corazones ideológicos no puede entrar el Señor. El Señor sólo entra en los corazones que son como su corazón: los corazones compasivos, los corazones que tienen compasión, los corazones abiertos. Que el Señor nos conceda esta gracia.

La Didaché

Documento cristiano más antiguo que habla de las comunidades cristianas más antiguas

Un escrito del siglo I que resulta muy actual: La Didaché o Didakhé.

La Didaché o la Enseñanza del Señor transmitida a las naciones por los Doce Apóstoles es el documento cristiano más antiguo. Procede del año 70/75 d.C., da a conocer las formas más primitivas de catequesis moral, explica cómo vivir. Es un documento anónimo, sugestivo y “fresco”. Se redescubrió en Constantinopla en 1873 por un monje ortodoxo llamado Filoteo Bryennios, en un legajo que tenía escritos del Nuevo Testamento, y al final venía la Didaché. Filoteo arranca el texto —lo roba— y lo lleva a Jerusalén, donde se publica diez años después, en 1883.

La Didaché habla de las comunidades cristianas más primitivas. Casi no habla de Cristo porque el anuncio de Cristo ya se había hecho y la Didaché supone que los oyentes son conversos, de otro modo no entenderían su enseñanza moral.

Los dos caminos

La parte más interesante, a nuestro modo de ver, es la que se refiere a la moral de los dos caminos (caps. 1-6). Parte de una sentencia de la Sagrada Escritura que dice: “Considera que hoy he puesto a tu vista la vida y el bien, de una parte, y de otra, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30, 15).

Las primeras palabras de la Didaché son:

“Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a la vida y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en primer lugar, Amarás a Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; es decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que se hiciera contigo”.

Es una propuesta para una moral de la responsabilidad. El hombre es libre, por tanto, es responsable. Se opone al dualismo ontológico —propio de la mentalidad antigua—, donde todo está determinado y lleva al fatalismo. En este dualismo se considera que hay dos principios en un ser: El principio del bien, que es luz, verdad y vida, y el principio del mal, que es oscuridad, mentira y muerte. Según esto, los seres han sido creados por uno u otro principio.

En cambio, el mensaje judeocristiano dice que hay un único principio que ha hecho todo bien y ha hecho todo bueno, pero a cada ser humano le ha dado libertad para buscar el bien; sin embargo, el ser humano es falible y se puede equivocar. El dualismo moral, propio de la espiritualidad cristiana, no tiene nada que ver con el dualismo ontológico.

Jesucristo dice que todo es bueno. Nada de fuera que entra en el hombre puede hacerle inmundo; pero las cosas que salen del hombre, ésas son las que lo manchan (cfr. Marcos 7,15-23). Lo que mancha es lo que sale de dentro del hombre: sus vicios y sus decisiones. Nuestra vida depende de nuestras decisiones.

La Didaché reconoce que la metanoia —el cambio de mentalidad — es fundamental. ¿Ya aceptaste a Cristo? Ahora tienes que pensar como Cristo.

Aunque la santificación es obra enteramente de Dios, Él, en su bondad infinita, ha hecho necesaria la correspondencia humana, y ha puesto en nuestra naturaleza la capacidad de disponernos a la acción de Dios. Mediante el cultivo de las virtudes humanas nos disponemos a la acción del Espíritu Santo. ¿Cuáles virtudes? La sinceridad, la generosidad, la abnegación, el optimismo, la perseverancia, la capacidad de trabajo y la pureza de corazón, entre otras.

En el siglo XXI la moral más elaborada es la moral personalista. La Didaché la tiene. Dios no te va a exigir más de lo que puedes dar pero haz tu esfuerzo máximo. Por contraste está la moral relativista que te dice: “Haz lo que quieras”. La moral personalista es constructiva. La moral relativista es destructiva. ¿En orden a qué? A un ideal de perfección.

Como nos cuesta mucho trabajo alcanzar los ideales, el relativismo borra los ideales y dice: Haz lo que quieras. Y renuncia a una moral de exigencia. Vas a caer en la muerte porque así lo decidiste, entonces no te quejes.

La moral relativista es individualista, y pone los derechos, libertades o caprichos del individuo por encima de todo. La moral personalista pone los derechos de la vida, del matrimonio y de la familia por encima de las libertades y caprichos sexuales del individuo.

Y continúa la Didaché:

“He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir. No desearás los bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni dirás falso testimonio; no serás maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en tus palabras, ni en tus pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus palabras, no sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga de tu prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a los demás, los amarás más que a tu propia alma”.

Dice claramente: “no te entregarás a la magia, ni a la brujería”. Si aceptaste a Cristo ponlo en tu mente, piensa como Él. Las estrellas no van a definir tu vida, eso es incapacidad de orientar la propia vida, es tener mente mágica. La vida depende de nuestras decisiones, no de los astros; eso es anticuado, primitivo... Vivimos con la tecnología del siglo XXI y con mentalidad precristiana cuando creemos en fatalismos.

Después la Didaché expone una serie de indicaciones de esta moral de responsabilidad donde resalta la responsabilidad social. Todo el capítulo IV habla de ayudar al necesitado y de compartir lo que se posee: “No vuelvas la espalda al indigente; reparte lo que tienes con tu hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, porque si las cosas inmortales os son comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá serlo lo perecedero?...”. En cambio, —dice Juan Luis Lorda— el mundo comunista quiere solucionar los problemas montando revoluciones; y el mundo burgués, repartiendo anticonceptivos.

En el capítulo V hace un resumen del camino que conduce a la muerte:

He aquí el camino que conduce a la muerte: ante todo has de saber que es un camino malo, que está lleno de maldiciones. Su término es el asesinato, los adulterios, la codicia, la fornicación, el robo, la idolatría, la práctica de la magia y de la brujería. El rapto, el falso testimonio, la hipocresía, la doblez, el fraude; la arrogancia, la maldad, la desvergüenza; la concupiscencia, el lenguaje obsceno, la envidia, la presunción, el orgullo, la fanfarronería (...).

Es posible leer el texto completo en algún libro sobre los Padres Apostólicos o en el libro de José Vives, Los Padres de la Iglesia, Ed. Herder, Barcelona 2002. Agradezco la guía del Dr. Mario Ángel Flores Ramos para la elaboración de este escrito.

Las cinco etapas por las que pasa el matrimonio

Identificando la etapa que viven y las que están por llegar, las parejas podrían convertir los desafíos en oportunidades de mejoras

La relación matrimonial, a lo largo de su existencia, pasa por unas etapas las cuales están determinadas por las circunstancias que viven en su momento y también por el desarrollo personal de cada uno de los cónyuges. Cada etapa tiene sus bondades como también sus retos. Lo interesante es que este proceso es de alguna forma previsible y por lo tanto puede ayudar a que las parejas se preparen para afrontar cada una de ellas.

Aunque no hay reglas generales, sí es cierto que algunos factores tanto externos como internos, determinan unas condiciones especiales; por ejemplo, no es lo mismo estar recién casados y sin hijos, que llevar veinte años de unión y con hijos jóvenes.

Cinco etapas por las que atraviesan los matrimonio

Es de gran provecho para las parejas identificar la etapa que viven y las que están por llegar, para así convertir los desafíos en oportunidades de mejora.

1.- Transición y adaptación

Comprende aproximadamente los tres primeros años de casados. Es una etapa fundamental puesto que en ésta se establecen los fundamentos o bases de la relación.

Durante este tiempo la pareja se adapta a un nuevo sistema de vida, por eso las claves de esta fase son la comunicación y la negociación.

Es importante que los cónyuges realicen un proyecto familiar, en el cual se visualicen a futuro y establezcan las metas que quieran lograr.

Los aspectos más importantes para resolver en este período de ajuste son:

Independizarsede las familias de origen, con el fin de lograr la autonomía que toda pareja necesita para llegar preparada a las siguientes etapas.

Puesto que es un aprendizaje en un rol hasta entonces desconocido, se requiere paciencia, confianza, tolerancia y apoyo entre los cónyuges.

Es una etapa para establecer las reglas de intimidad, sobre los gustos y preferencias, y aquellos momentos o situaciones que a cada uno le es desagradable.

La pareja se prueba en el manejo y administración del dinero, del tiempo, así como en la distribución de tareas del hogar, entre otros. Es momento de decisiones y acuerdos.

2.- Establecimiento y llegada de los hijos

Ocurre entre los tres y los diez años de casados aproximadamente. Ya ha finalizado la luna de miel y el proceso de adaptación, ahora hay un mayor conocimiento del cónyuge y es probable que las desavenencias sean más frecuentes; o lo contrario sean menos, producto de la madurez adquirida en la primera etapa de convivencia.

En esta fase los cónyuges aterrizan; el amor va acompañado más de la razón que del sentimentalismo. La voluntad juega un papel importante en el binomio compromiso-entendimiento.

En esta época la mayoría de las parejas se convierten en padres; hecho que implica retos diferentes y una nueva organización de roles. Los cónyuges deben evitar que la dedicación que requieren los hijos, no desplace la relación de pareja.

También hay que velar para que los compromisos del trabajo, y las demandas de la vida diaria, no inicien un gradual distanciamiento.

3.- Transformación

Suele acontecer entre los diez y veinte años de casados, puede coincidir con la pubertad de los hijos y la edad mediana de los cónyuges.

Esta última marca un período de reflexión y renovación en la vida del ser humano; por lo que es importante que el matrimonio se encuentre en un estado saludable y que individualmente se afronte de la mejor manera. Así no se convertirá en una amenaza para la estabilidad matrimonial.

Del mismo modo, los esposos deben procurar que las dificultades que surjan por la crianza de los hijos, no afecten la unión conyugal. La unidad en la autoridad y el trabajo conjunto, deben ser la prioridad.

En esta etapa los cónyuges deben ser bastante creativos, no caer en la rutina (fácil y silenciosa) redescubrirse otra vez como pareja y conectarse nuevamente. Deben recuperar los detalles -si los han perdido-, también compartir hobbies y actividades que ambos disfruten. El tiempo a solas, sin los hijos, es determinante en esta etapa.

4.- Estabilización y "Nido vacío"

Se presenta entre los veinte y los treinta y cinco años de unión. "Cuando las parejas han sido capaces de resolver conflictos y crisis en las etapas anteriores, este es un período de estabilización y una oportunidad para lograr un mayor desarrollo y realización personal, y como pareja" afirma el autor Francisco Castañera en su artículo "Ciclo de vida del matrimonio".

En esta etapa por lo general se da lugar al síndrome del "nido vacío", lo que sitúa a la pareja en una nueva forma de vida; ahora están el uno para el otro.

Para algunas personas, esta puede ser una situación penosa, pues conlleva al desprendimiento de los hijos, y consigo el sentimiento de soledad. No obstante, es algo que los padres terminan asumiendo y lo superan al cabo del tiempo.

Lo valioso de esta etapa es la solidez y el conocimiento pleno de la pareja: la capacidad de dialogar, de tolerar mejor las diferencias, de reírse de los mutuos errores, de hacer las críticas de un modo amable, de iniciar juntos alguna actividad.

Es la ocasión para reafirmar más la creatividad y encontrar nuevos desafíos a la vida matrimonial.

5.- Envejecer juntos

Se da a partir de los treinta y cinco años de matrimonio. Algunas personas optan por la jubilación, así surge algo muy positivo y es que se dispone de más tiempo para disfrutar el uno del otro.

Se realizan actividades antes imposibles por las ocupaciones laborales, y surge una gran motivación: los nietos. Estos pequeños le dan luz y felicidad al matrimonio en esta etapa.

Los cónyuges en este tiempo, tienen mucha necesidad de apoyo y cariño uno del otro. Los conflictos en esta fase son bastante menos frecuentes; la mayoría de las parejas se han estabilizado en líneas de poder e intimidad.

Para finalizar, una reflexión en las palabras de Francisco Castañera:

"Este recorrido, nos lleva a reflexionar sobre lo importante que es valorar durante todo nuestro matrimonio la calidad y cantidad de nuestra intimidad, el apoyo y el cariño que damos a nuestra pareja, y no esperar a la última etapa cuando el final se encuentra cerca".

¿Es posible ser feliz en el sufrimiento?

La única manera de darle sentido y una respuesta a nuestro dolor y sufrimiento es el camino de Cristo.

«Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1Cor 1, 23-24). Ese es nuestro camino de salvación. Ese es el camino del cristiano. Jesús nunca ha dicho que ser cristiano es algo fácil: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc 9, 23).

Muchas veces la cruz se hace demasiado pesada, y pareciera que no la podemos cargar. Por eso Jesús, conociendo mejor que nadie nuestra debilidad, también dice en otro pasaje:

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».(Mt 11, 28-30) La única manera de darle sentido y una respuesta a nuestro dolor y sufrimiento es el camino de Cristo.

Muchas veces tenemos que acompañar personas en momentos de tribulación, de dolor, de sufrimiento… la verdad es que son pocas las palabras con las que se puede consolar alguien que está sufriendo la muerte de un ser querido; acompañando la enfermedad de un hijo; los problemas graves de un familiar; las injusticias a causa de enemigos; la pobreza de madres que no tienen con que dar de comer a sus hijos; los padres que tienen que lidiar con los distintos problemas de la familia; o, simplemente, situaciones difíciles que se presentan a diario, y requieren un sacrificio y esfuerzo especial de nuestra parte.

La verdad es que si nos quedamos en plano simplemente “horizontal”; es decir, si miramos esas situaciones solamente desde los “ojos del mundo”, es imposible darle sentido; darle una respuesta; darle un sentido a todas esas situaciones. ¿Qué sentido tiene sufrir? Solamente Dios puede darnos sentido. Solamente Cristo, que vivió en su propia carne el sufrimiento, puede entendernos y compadecerse de nosotros. La cruz, por lo tanto, en Cristo, cobra un sentido divino, un camino de salvación. Es, por lo tanto, un camino lleno de sentido. Que nos puede llevar a la felicidad.

Muchos huyen del dolor y del sufrimiento. Es comprensible. Pero hacer eso, en el fondo, es huir de la propia vida. Pues nuestra vida siempre tiene una cuota de sufrimiento, de dolor; siempre implica cargar una cruz. Cada uno tiene su Cruz. No significa que busquemos el sufrimiento, pero la vida por sí misma porta una dimensión de dolor. ¿Quién no tiene problemas en la vida?

Volvamos nuestra mirada a Cristo. Él asume el dolor, asume el sufrimiento de la Cruz, de manera voluntaria. «El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (2Fil 6-8). Es decir, descubre que es en ese camino, permitido por el Padre, que cumple su Misión. Libremente opta por asumir el dolor y el sufrimiento en su vida. No se trata de buscar el sufrimiento, pero si Dios lo permite en nuestras vidas, por algo será. Normalmente no sabemos el porqué, pero Dios tiene un Plan para cada uno de nosotros. ¡Cuántas cosas aprendemos! ¡Cuánto crecemos y maduramos como personas, cuando aceptamos el sufrimiento en nuestras vidas!

Una clave espiritual fundamental es aprender a sufrir junto con Jesús. Comprender nuestro dolor a través de Cristo, quien le dio sentido salvífico a todo sufrimiento. De esa manera, sufrimos junto con Jesús. Nos conformamos más a Jesús. Por lo tanto, al participar de su dolor, nos estamos haciendo otros Cristos. Así nos santificamos, y por lo tanto somos cada vez más felices. Sólo quien cree en Cristo puede entender el dolor y el sufrimiento de esta manera. Cómo decíamos al comienzo, es “locura para los griegos y necedad para los judíos”.

«Si de verdad queremos que estas reflexiones se concreten en un consuelo real y fuente de paz, es imprescindible cumplir con una condición: vivirlo todo en la fe, que quiere decir que el cristiano que sufre debe unirse conscientemente al Cristo doliente, debe acompañarlo cargando con paz su propia cruz a la de Cristo, que sube al Calvario llevando con amor la suya, debe no sólo aguantar el dolor con resignación sino asumirlo amorosamente, de forma consciente y voluntaria, sabiendo que de esta manera su sufrimiento, igual que el de Jesús, se torna, fecundo y creador, en fuente de vida y redención» (Ignacio Larrañaga, El arte de ser feliz, Paulinas 2012, p.120).

Papa Francisco: “La mansedumbre conquista los corazones”

Palabras en español

FEBRERO 19, 2020 10:09 LARISSA I. LÓPEZAUDIENCIA GENERAL

(zenit – 19 febrero 2020).- El Papa Francisco señaló que, frente al “pecado de la ira”, que puede arruinar la relación con un hermano, “la mansedumbre conquista los corazones, salva las amistades, hace posible que se sanen y reconstruyan los lazos que nos unen con los demás”.

Hoy, 19 de febrero de 2020, en la audiencia general  celebrada en el Aula Pablo VI, el Santo Padre prosiguió con la serie de catequesis sobre las bienaventuranzas. En concreto, se ha referido a la que dice: “Felices los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,4).

Francisco explicó que una persona “mansa” es aquella que “es dócil, suave, afable, a que no es violenta ni colérica” y que la mansedumbre “se manifiesta sobre todo en los momentos de conflicto, cuando estamos ‘bajo presión’, cuando somos atacados, ofendidos, agredidos”. Igualmente, recordó que Jesús es nuestro modelo, pues, “vivió cada momento, especialmente su Pasión, con docilidad y mansedumbre”.

Después, el Papa aludió a que la bienaventuranza tratada hoy afirma también que los mansos “heredarán la tierra”: “No la poseen ni la conquistan, la heredan. Esta tierra es una promesa y un don para el Pueblo de Dios”.

Y esta “tierra”, describió, “es el Cielo, hacia donde caminamos como discípulos de Cristo, promoviendo la paz, la fraternidad, la confianza y la esperanza”.

Papa Francisco: ¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira?

Antoine Mekary | ALETEIA

Ary Waldir Ramos Díaz | Feb 19, 2020

Audiencia general: Un momento de ira puede destruir muchas cosas; pierdes el control y no evalúas lo que es realmente importante

“¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira? La mansedumbre en cambio conquista muchas cosas, expresó el papa Francisco este miércoles 19 de febrero de 2020, en el aula Pablo VI del Vaticano. 

En la tradicional audiencia general, el Pontífice ha continuado su ciclo de catequesis sobre las bienaventuranzas. Esta vez, centró su meditación en la tercera Bienaventuranza: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,5) y consideró el pasaje bíblico: Salmo 37, 3.8-11.

“En la Escritura, la palabra “manso” indica también a aquel que no tiene propiedades terrenas; y, por lo tanto, nos impacta el hecho que la tercera bienaventuranza diga precisamente que los mansos “heredarán la tierra”, expresó. 

El pecado de la ira: 

“El manso es aquel que “hereda” el más sublime de los territorios. No es un cobarde, un “débil” que se busca una moral alternativa para evitar problemas. ¡Todo lo contrario! 

“¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira? La mansedumbre en cambio conquista muchas cosas. No existe territorio más hermoso para ganar que la paz que se encuentra con un hermano. ¡Y esta es la paz que se hereda con la mansedumbre!”, anotó. 

En su alocución, asimismo se detuvo sobre el pecado de la ira. “En un momento de cólera se puede destruir todo lo que se ha construido; cuando se pierde el control, se olvida lo realmente importante, y esto puede arruinar la relación con un hermanomuchas veces sin remedio”

En cambio, “la mansedumbre conquista los corazones, salva las amistades, hace posible que se sanen y reconstruyan los lazos que nos unen con los demás”, abundó. 

¿Qué es ser una persona mansa?

Entonces, indicó que la “mansedumbre se manifiesta sobre todo en los momentos de conflicto, cuando estamos “bajo presión”, cuando somos atacados, ofendidos, agredidos. Nuestro modelo es Jesús, que vivió cada momento, especialmente su Pasión, con docilidad y mansedumbre”.

El Pontífice afirmó que “cuando decimos que una persona es “mansa”, “nos referimos a que es dócil, suave, afable, a que no es violenta ni colérica”. Francisco invitó a ver a Jesús como maestro de mansedumbre, además porque esta bienaventuranza afirma también que los mansos “heredarán la tierra”.

“No la poseen ni la conquistan, la heredan. Esta tierra es una promesa y un don para el Pueblo de Dios. Esta “tierra” es el Cielo, hacia donde caminamos como discípulos de Cristo, promoviendo la paz, la fraternidad, la confianza y la esperanza”.

Por último, saludó a los peregrinos. “Pidamos al Señor que nos ayude a ser mansos y humildes de corazón, y a reconocer los momentos en que perdemos la calma para que, con su gracia, podamos volver a encontrar y a construir la paz. Que el Señor los bendiga”.

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