El que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed
- 15 Marzo 2020
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Luisa de Marillac, Santa
Martirologio Romano: En París, en Francia, santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).
Fecha de canonización: 11 de marzo de 1934 por el Papa Pío XI
Etimológicamente: Luisa = Aquella que es famoso en la guerra, es de origen germánico.
Breve Biografía
Nació en París en 1591, Hija de Louis de Marillac, señor de Ferrieres. Perdió a su madre desde temprana edad, pero tuvo una buena educación, gracias, en parte, a los monjes de Poissy, a cuyos cuidados fue confiada por un tiempo, y en parte, a la instrucción personal de su propio padre, que murió cuando ella tenía poco más de quince años. Luisa había deseado hacerse hermana capuchina, pero el que entonces era su confesor, capuchino él mismo, la disuadió de ello a causa de su endeble salud.
Finalmente se le encontró un esposo digno: Antonio Le Gras, hombre que parecía destinado a una distinguida carrera y que ella aceptó. Tuvieron un hijo. En el período en que Antonio estuvo gravemente enfermo, ella lo cuidó con esmero y completa dedicación.. Desgraciadamente, Luisa sucumbió a la tentación de considerar esta enfermedad como un castigo por no haber mostrado su agradecimiento a Dios, que la colmaba de bendiciones, y estas angustias de conciencia fueron motivos de largos períodos de dudas y aridez espiritual. Tuvo, sin embargo, la buena fortuna de conocer a San Francisco de Sales, quien pasó algunos meses en París, durante el año 1619. De él recibió la dirección más sabia y comprensiva. Pero París no era el lugar del santo.
Un poco antes de la muerte de su esposo, Luisa hizo voto de no contraer matrimonio de nuevo y dedicarse totalmente al servicio de Dios. Después, tuvo una extraña visión espiritual en la que sintió disipadas sus dudas y comprendió que había sido escogida para llevar a cabo una gran obra en el futuro, bajo la guía de un director a quien ella no conocía aun. Antonio Le Gras murió en 1625. Pero ya para entonces Luisa había conocido a "Monsieur Vicente", quien mostró al principio cierta renuncia en ser su confesor, pero al fin consintió. San Vicente en aquel tiempo estaba organizando sus "Conferencias de Caridad", con el objeto de remediar la espantosa miseria que existía entre la gente del campo, para ello necesitaba una buena organización y un gran numero de cooperadores. La supervisión y la dirección de alguien que infundiera absoluto respeto y que tuviera, a la vez, el tacto suficiente para ganarse los corazones y mostrarles el buen camino con su ejemplo.
A medida que fue conociendo más profundamente a "Mademoiselle Le Gras", San Vicente descubrió que tenía a la mano el preciso instrumento que necesitaba. Era una mujer decidida y valiente, dotada de clara inteligencia y una maravillosa constancia, a pesar de la debilidad de salud y, quizás lo más importante de todo, tenía la virtud de olvidarse completamente de si misma por el bien de los demás. Tan pronto como San Vicente le habló de sus propósitos, Luisa comprendió que se trataba de una obra para la gloria de Dios. Quizás nunca existió una obra religiosa tan grande o tan firme, llevada a cabo con menos sensacionalismo, que la fundación de la sociedad, que fue conocida como "Hijas de la Caridad" y que se ha ganado el respeto de los hombres de la más diversas creencias en todas partes del mundo. Solamente después de cinco años de trato personal con Mlle. Le Gras, Monsieur Vicente, que siempre tenía paciencia para esperar la oportunidad enviada por Dios, mandó a esta dama devota, en mayo de 1629, a hacer lo que podríamos llamar una visita a "La Caridad" de Montmirail. Esta fue la precursora de muchas misiones similares y, a pesar de la mala salud de la señorita, tomada muy en cuenta por San Vicente, ella no retrocedió ante las molestias y sacrificios.
En 1633, fue necesario establecer una especie de centro de entrenamiento o noviciado, en la calle que entonces se conocía como Fosses-Saint-Victor. Ahí estaba la vieja casona que Le Gras había alquilado para sí misma después de la muerte de su esposo, donde dio hospitalidad a las primeras candidatas que fueron aceptadas para el servicio de los pobres y enfermos; cuatro sencillas personas cuyos verdaderos nombres quedaron en el anonimato. Estas, con Luisa como directora, formaron el grano de mostaza que ha crecido hasta convertirse en la organización mundialmente conocida como Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Su expansión fue rápida. Pronto se hizo evidente que convendría tener alguna regla de vida y alguna garantía de estabilidad.
Desde hacía tiempo, Luisa había querido ligarse a este servicio con voto, pero San Vicente, siempre prudente y en espera de una clara manifestación de la voluntad de Dios, había contenido su ardor. Pero en 1634, el deseo de la santa se cumplió. San Vicente tenía completa confianza en su hija espiritual y fue ella misma la que redactó una especie de regla de vida que deberían seguir los miembros de la asociación. La sustancia de este documento forma la médula de la observancia religiosa de las Hermanas de la Caridad Aunque éste fue un gran paso hacia adelante, el reconocimiento de las Hermanas de la Caridad como un instituto de monjas, estaba todavía lejos.
En la actualidad, la blanca cofia y el hábito azul al que sus hijas han permanecido fieles durante cerca de 300 años, llaman inmediatamente la atención en cualquier muchedumbre. Este hábito es tan sólo la copia de los trajes que antaño usaban las campesinas. San Vicente, enemigo de toda pretensión, se opuso a que sus hijas reclamaran siquiera una distinción en sus vestidos para imponer ese respeto que provoca el hábito religioso. No fue sino hasta 1642, cuando permitió a cuatro miembros de su institución hacer votos anuales de pobreza, castidad y obediencia y, solamente 13 años después, obtuvo en Roma la formal aprobación del instituto y colocó a las hermanas definitivamente bajo la dirección de la propia congregación de San Vicente. Mientras tanto, las buenas obras de las hijas de la caridad se habían multiplicado aceleradamente. En el desarrollo de todas estas obras, Mlle. Le Gras soportaba la parte más pesada de la carga. Había dado un maravilloso ejemplo en Angers, al hacerse cargo de un hospital terriblemente descuidado. El esfuerzo había sido tan grande, que a pesar de la ayuda enorme que le prestaron sus colaboradores, sufrió una severa postración que fue diagnosticada erróneamente, como un caso de fiebre infecciosa. En París había cuidado con esmero a los afectados durante una epidemia y, a pesar de su delicada constitución, había soportado la prueba.
Los frecuentes viajes, impuestos por sus obligaciones, habrían puesto a prueba la resistencia de un ser más robusto; pero ella estaba siempre a la mano cuando se la requería, llena de entusiasmo y creando a su alrededor una atmósfera de gozo y de paz. Como sabemos por sus cartas a San Vicente y a otros, solamente dos cosas le preocupaban: una era el respeto y veneración con que se le acogía en sus visitas; la otra era la ansiedad por el bienestar espiritual de su hijo Miguel.
En el año de 1660, San Vicente contaba ochenta años y estaba ya muy débil. La santa habría dado cualquier cosa por ver una vez más a su amado padre, pero este consuelo le fue negado. Sin embargo, su alma estaba en paz; el trabajo de su vida había sido maravillosamente bendecido y ella se sacrificó sin queja alguna, diciendo a las que la rodeaban que era feliz de poder ofrecer a Dios esta última privación. La preocupación de sus últimos días fue la de siempre, como lo dijo a sus abatidas hermanas: "Sed empeñosas en el servicio de los pobres... amad a los pobres, honradlos, hijas mías, y honraréis al mismo Cristo". Santa Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660; y San Vicente la siguió al cielo tan sólo seis meses después. Fue canonizada en 1934.
Oración
¡Oh gloriosa santa Luisa de Marillac!
esposa fiel, madre modelo.
formadora de catequistas,
maestras y enfermeras,
ven en nuestra ayuda y alcanza del Señor:
socorro a los pobres,
alivio a los enfermos,
protección a los desamparados,
caridad a los ricos,
conversión a los pecadores,
vitalidad a nuestra Iglesia,
y paz a nuestro pueblo.
Cuida nuestro hogar y cuanto hay en él.
Amén
Santo Evangelio según san Juan 4, 5-42. Domingo III de Cuaresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a confiar en ti sin límites.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 4, 5-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.
Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: "Dame de beber" (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: "¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?". (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva".
La mujer le respondió: "Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?". Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna".
La mujer le dijo: "Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla". Él le dijo: "Ve a llamar a tu marido y vuelve". La mujer le contestó: "No tengo marido". Jesús le dijo: "Tienes razón en decir 'No tengo marido'. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad".
La mujer le dijo: "Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén". Jesús le dijo: "Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.
La mujer le dijo: "Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo". Jesús le dijo: "Soy yo, el que habla contigo".
En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?". Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: "Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el mesías?". Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.
Mientras tanto, sus discípulos le insistían: "Maestro, come". Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen". Los discípulos comentaban entre sí: "¿Le habrá traído alguien de comer?". Jesús les dijo: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De esto es verdadero el dicho: 'Uno es el que siembra y otro el que cosecha'. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto".
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: 'Me dijo todo lo que he hecho'. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nuestro corazón está sediento. Es la sed más grande que el hombre pueda tener. En ocasiones, desafortunadamente, buscamos apagarla con momentos de desenfreno y entrega a las pasiones. Pero una vez que han pasado, nos percatamos que todo sigue igual. La sed de nuestro corazón no puede ser satisfecha por lo material. Esta sed va más allá de la superficialidad y apela a lo más profundo e íntimo de nuestro corazón. El hombre tiene un hueco con la forma de Dios y sólo Él lo puede llenar. Nuestra sed infinita puede ser saciada sólo por su amor infinito.
Así como Cristo conoce a la samaritana, de igual forma conoce a cada uno de nosotros. Cristo sale a nuestro encuentro y, al conocerlo, nos conmociona su amor hacia nosotros, el cual nos da vida y vida en abundancia. Al igual que la samaritana, renovemos nuestro estupor por su grande amor y llevemos a las personas a la fuente de agua que sacia la sed de nuestro corazón. «Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (San Agustín).
«Dame de beber es lo que pide el Señor y es lo que nos pide que digamos nosotros. Y al decirlo, le abrimos la puerta a nuestra cansada esperanza para volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, y nos eligió y nos pidió seguirlo; al decirlo recuperamos la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los nuestros, el momento en que nos hizo sentir que nos amaba, que me amaba, y no solo de manera personal, también como comunidad».
(Homilía de SS Francisco, 26 de enero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un examen de conciencia de como he estado viviendo la Cuaresma como un tiempo para recentrar mi vida en Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Jesucristo portador del Agua de la Vida, Tema 5
La invitación a seguir a Cristo, portador del agua de la vida, tendrá un peso mucho mayor si quien la hace se ha visto profundamente afectado por su propio encuentro con Jesús
5.- JESUCRISTO OFRECE EL AGUA DE LA VIDA
El único fundamento de la Iglesia es Jesucristo, el Señor. Él está en el corazón de toda acción cristiana y de todo mensaje cristiano. Por eso la Iglesia regresa constantemente al encuentro de su Señor. Los Evangelios nos narran muchos encuentros de Jesús: desde los pastores de Belén a los dos ladrones crucificados con él, desde los doctores que lo escuchaban en el Templo hasta los discípulos que caminaban apesadumbrados hacia Emaús. Pero un episodio que indica con especial claridad lo que Él nos ofrece es el relato de su encuentro con la samaritana junto al pozo de Jacob, en el capítulo cuarto del evangelio de san Juan. Este encuentro ha sido descrito incluso como « un paradigma de nuestro compromiso con la verdad ».86 La experiencia del encuentro con un desconocido que nos ofrece el agua de la vida es una clave para entender la manera en que podemos y debemos entablar el diálogo con quien no conoce a Jesús.
Uno de los elementos más atractivos del relato de Juan (Jn 4) es la demora de la mujer en captar qué quiere decir Jesús con eso del « agua de la vida » o el agua « viva » (v. 11). Aun así, se siente fascinada –no sólo por el desconocido mismo, sino también por su mensaje–, y eso le hace escucharlo. Después del impacto inicial, al darse cuenta de lo que Jesús sabe de ella (« tienes razón al decir que no tienes marido; pues has tenido cinco hombres, y el de ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad », vv. 7-18), se abre completamente a su palabra: « Señor, veo que eres profeta » (v. 19). Comienza el diálogo sobre la adoración a Dios: « Vosotros dais culto a lo que desconocéis, nosotros damos culto a lo que conocemos; pues la salvación procede de los judíos » (v. 22). Jesús tocó su corazón y la preparó para escuchar lo que tenía que decir acerca de sí mismo como Mesías: « Soy yo, el que habla contigo » (v. 26). La dispuso para que abriese su corazón a la verdadera adoración en Espíritu y a la manifestación de Jesús como Ungido de Dios.
La mujer « dejó el cántaro, se fue a la aldea y contó a los vecinos » lo referente a aquel hombre (v. 28). El extraordinario efecto sobre la mujer de este encuentro con el desconocido provocó la curiosidad de aquéllos, de modo que también ellos « acudieron a él » (v. 30). Pronto aceptaron la verdad de su identidad: « Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el Salvador del mundo » (v. 42). Pasan de oír hablar de Jesús a conocerle personalmente, comprendiendo entonces el significado universal de su identidad. Y todo esto porque se han implicado con la mente y con el corazón.
El hecho de que la historia tenga lugar junto a un pozo es significativo. Jesús ofrece a la mujer « un manantial que brota dando vida eterna » (v. 14). La delicadeza con que Jesús trata a la mujer es un modelo de eficacia pastoral: ayudar a los otros sincerarse sin sufrir en el doloroso proceso de reconocimiento propio (« me ha contado todo lo que he hecho », v. 39). Este enfoque podría producir abundantes frutos con quienes se sienten atraídos por el « aguador » (Acuario) y siguen buscando sinceramente la verdad. Habría que invitarlos a escuchar a Jesús, que no sólo ofrece agua para saciar nuestra sed, sino además las profundidades espirituales ocultas del « agua viva ». Es importante reconocer la sinceridad de las personas que buscan la verdad; no se trata de falsedad o de auto-engaño. También es importante ser paciente, como todo buen educador sabe. Una persona poseída por la verdad se ve repentinamente llena de una sensación de libertad completamente nueva, especialmente frente a los errores y temores del pasado. « Quien se esfuerza por conocerse a sí mismo, como la mujer junto al pozo, infundirá a los demás un deseo de conocer la verdad que puede liberarlos también a ellos ».87
La invitación a seguir a Cristo, portador del agua de la vida, tendrá un peso mucho mayor si quien la hace se ha visto profundamente afectado por su propio encuentro con Jesús, porque no se trata de alguien que se haya limitado a oír hablar de él, sino de quien está seguro de « que es realmente el Salvador del mundo » (v. 42). Se trata de dejar que las personas reaccionen a su manera, a su propio ritmo, y dejar a Dios hacer el resto.
Notas
(86) Helen Bergino.p., «Living One´s Truth», en The Furrow, Enero 2000, p. 12.
(87) Ibid., p. 15.
Bibliografía
Documentos del Magisterio de la Iglesia Católica
Jesucristo portador del agua de la vida (vatican.va)
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El Papa en Santa Marta reza por la paz en las familias
Una oración especial también por las personas con discapacidades.
Te invitamos a seguir la Santa Misa del Papa Francisco desde el canal de Youtube de Vatican News.
En la sexta Misa transmitida en vivo desde la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco continuó rezando por los enfermos del Covid-19 dirigiendo un pensamiento especial a las familias, especialmente a aquellas con personas discapacitadas. Estas fueron sus palabras al inicio de la celebración:
“Seguimos rezando por los enfermos de esta pandemia. Hoy quisiera pedir una oración especial por las familias, familias que de un día a otro se encuentran con los niños en casa porque las escuelas están cerradas por seguridad y tienen que manejar una situación difícil y manejarla bien, con paz y también con alegría. De manera especial pienso en las familias con algunas personas con discapacidad. Los centros de atención diurna para personas con discapacidad están cerrados y la persona permanece en la familia. Recemos por las familias para que no pierdan la paz en este momento y puedan llevar adelante a toda la familia con fortaleza y alegría”.
Una gran acusación: “Come con los pecadores, es un impuro”
En su homilía, comentando el Evangelio del hijo pródigo y del padre misericordioso, propuesto por la liturgia del día (Lc 15, 1-3. 11-32), el Santo Padre dijo que, muchas veces hemos escuchado este pasaje del Evangelio. “Esta parábola la dice Jesús en un contexto especial – señaló el Papa – todos los publicanos y pecadores se acercaban a él para escucharlo.
Los fariseos y escribas murmuraban diciendo: ‘Este acoge a los pecadores y come con ellos’. Y Jesús les responde con esta parábola”. ¿Qué es lo que dicen? La gente, los pecadores se acercan en silencio, no saben que decir, pero su presencia dice muchas cosas, querían escuchar. ¿Qué dicen los doctores de la ley? Ellos critican. "Murmuraban", dice el Evangelio, tratando de anular la autoridad que Jesús tenía con la gente. Esta es la gran acusación: “Come con los pecadores, es un impuro”.
La autosuficiencia de los intelectuales
Ante esta acusación, el Santo Padre señaló que, esta parábola es un poco la explicación de este drama, de este problema. ¿Qué sienten estas personas? La gente siente la necesidad de salvación. La gente no sabe distinguir bien, intelectualmente: "Necesito encontrar a mi Señor, que me llene", necesitan un guía, un pastor. Y la gente se acerca a Jesús porque ven en Él un pastor, necesitan ser ayudados para caminar en la vida. Sienten esta necesidad. Los otros, los doctores se sienten suficientes: "Nosotros hemos ido a la universidad, he hecho un doctorado, no, dos doctorados. Sé bien, bien, lo que dice la ley; de hecho conozco todas, todas, todas las explicaciones, todos los casos, todas las actitudes casuísticas". Y se sienten suficientes y desprecian a la gente, desprecian a los pecadores: el desprecio por los pecadores. En la parábola, lo mismo, ¿qué dicen? El hijo le dice al padre: "Dame el dinero y me iré". El padre da, pero no dice nada porque es un padre, tal vez habría tenido el recuerdo de alguna cosa que hizo cuando era joven, pero no dice nada.
Un padre que sabe esperar los tiempos de sus hijos
Comentando la figura y la actitud del padre de la parábola del Evangelio de Lucas, el Papa Francisco afirmó que, un padre sabe sufrir en silencio. Un padre mira el tiempo. Deja pasar los malos momentos. “Muchas veces la actitud de un padre – precisó el Pontífice – es hacerse el tonto ante los fracasos de sus hijos. El otro hijo reprocha al padre: Fuiste injusto, dice un reproche. ¿Qué sienten estas personas en la parábola? El muchacho siente el deseo de comerse el mundo, de ir más allá, de salir de casa, y quizás lo vive como una prisión, y también tiene la suficiencia de decirle a su padre: Dame lo mío. Siente coraje, fuerza. ¿Qué siente el padre? El padre siente dolor, ternura y mucho amor”. Entonces cuando el hijo dice esa otra palabra: "Me levantaré – cuando regresa sobre sí mismo – me levantaré e iré a la casa de mi padre", encuentra al padre que lo espera, lo ve de lejos. Un padre que sabe esperar los tiempos de sus hijos.
Reconozcamos la relación de amor con el padre
El Santo Padre, explicando la figura del hijo mayor dice que, él se indignó, siente ese desprecio. Y tantas veces indignarse, es la única manera de sentirse digno de esas personas. “Estas son las cosas que se dicen en este pasaje del Evangelio, las cosas que se sienten. ¿Pero cuál es el problema? El problema – empecemos con el hijo mayor – el problema es que estaba en casa, pero nunca se dio cuenta de lo que significaba vivir en casa: cumplía con sus deberes, hacía su trabajo, pero no entendía lo que era una relación de amor con el padre”. "El hijo se indignó y no quiso entrar." "¿No es esta mi casa ya?" ... había pensado. Lo mismo que los doctores de la ley. "No hay orden. Este pecador vino aquí y le hicieron una fiesta. ¿Y yo qué?" El padre dice la palabra clara: "Hijo, siempre estás conmigo y todo lo que es mío es tuyo." Y de esto, el hijo no se dio cuenta, vivía en casa como un hotel, sin sentir esa paternidad... Muchos "hoteleros" en la casa de la Iglesia que se creen los amos.
No blindemos nuestro corazón al amor del Padre
Asimismo, el Papa Francisco señaló que, el padre no dice una palabra al hijo que vuelve del pecado, sólo lo besa, lo abraza y le hace una fiesta; a él tiene que explicárselo, entrar en su corazón: su corazón estaba blindado por sus concepciones de la paternidad, de la filiación, del modo de vivir. “Recuerdo que una vez un viejo y sabio sacerdote, un gran confesor, era un misionero, un hombre que amaba mucho la Iglesia, y hablando de un joven sacerdote que estaba muy seguro de sí mismo, muy creyente... que era un valor, que tenía derechos en la Iglesia, decía: Pero ruego por este, que el Señor le ponga una cáscara de plátano y lo haga resbalar, eso le hará bien". Como si dijera, suena como una blasfemia: “Le hará bien pecar porque necesitará pedir perdón y encontrar al Padre”.
Pidamos la gracia de sentirnos en casa
Finalmente, el Santo Padre evidenció que, esta parábola del Señor nos dice muchas cosas, que es la respuesta a los que le criticaban porque iba con los pecadores. Pero también muchos hoy en día critican, a la gente de la Iglesia, a los que se acercan a la gente necesitada, a la gente humilde, a la gente que trabaja, incluso a los que trabajan para nosotros. “Que el Señor nos dé la gracia de entender cuál es el problema. El problema es vivir en casa pero no sentirse en casa, porque no hay relación de paternidad, de hermandad, sólo existe la relación de compañeros de trabajo”.
La vida. El gran regalo que Dios nos dio
¡Esta vida se está yendo muy rápido!
Este artículo quiero dedicarlo a todas las personas que se nos han adelantado de este mundo: a nuestros abuelitos, tíos o algún otro pariente de edad avanzada que descansan en paz pero también a nuestros papás, hermanos, amigos, vecinos o conocidos que sin padecer alguna enfermedad mortal, fueron llamados a la presencia de Dios.
Aunque no hay palabras que se puedan decir ante pérdidas tan lamentables como éstas, las vidas de estas personas nos dejan una gran enseñanza sobre la tierra y la más importante de todas es “el tiempo”. El hecho de reconocer que nadie sabemos el día ni la hora en que nos toque a nosotros estar en la presencia de Dios y pienso yo que mientras tengamos vida, tratar de valorar cada instante que nos toca vivir.
¡Esta vida se está yendo muy rápido! Quizás te pase como a mí, parece que fue ayer cuando comencé mi trabajo como maestra de preescolar y hoy en día van a visitarme a mi aula, alumnos de mis primeras generaciones ¡que ya están en secundaria! Pasa cada cosa en un abrir y cerrar de ojos.
Muchas veces desperdiciamos nuestros preciados días estando enojados por situaciones tan tontas que tienen pronta solución, peleando con quien se nos cruza en el camino, criticando a diestra y siniestra, quejándonos por todo, dedicándole mucho tiempo a actividades tan vanas o poco productivas en lugar de fijarnos metas y utilizar nuestro tiempo para hacer cosas que nos traigan algún beneficio y nos hagan crecer y aprender algo nuevo diariamente, ¡hay tantas cosas nuevas que aprender!
Perdemos nuestras tardes haciendo cuentas e ignoramos a nuestros pequeños que están a la espera de una mirada, de una sonrisa, de una caricia por parte de nosotros. O en otros casos, nos empeñamos en querer ahorrar el dinero que ganamos y claro, ¡hay que saber organizar nuestras finanzas! Pero también disfrutar ocasionalmente de paseos, viajes y conocer nuevos lugares.Permítete tener a tus mascotas más cerca de ti. No te pongas a guardar las cosas para utilizarlas “solamente en un momento especial” ¡Cada día es un momento especial!
Hemos venido a esta vida a no ser más que felices, si en tu relación de noviazgo no sientes la confianza, el amor pleno, la felicidad, la libertad, la protección y el cariño, créeme, por experiencia propia te digo, que estás mucho mejor por tu cuenta que con compañías que no le traigan bien a tu vida, que al pasar más tiempo contigo mismo y al gustarte más a ti mismo, te encontrarás cada vez más listo para aceptar nada menos de lo que tu mereces. Y si llega, eh Y si en tu matrimonio sientes que estás perdiendo la paciencia, la buena comunicación, la tolerancia, ¿por qué no volver al amor del principio?, dedicar una o muchas tardes para rememorar los momentos en que fue surgiendo el amor y todo lo que han vivido juntos hasta regresar las risas perdidas, el cariño y el afecto de un inicio.
Está vida está llena de ocupaciones, y cuanto más crecemos más va siendo así, pero a pesar de ello quiero preguntarte: ¿cuándo fue la última vez que le llamaste a alguno de tus grandes amigos?, ¿cuándo se vieron por última vez?, ¿cuántas veces han aplazado esa salida al café para platicar de sus vidas actuales?, ¿por qué no llamar ahora?, ¿Por qué guardar rencores?, ¿Por qué no perdonar ahora?, ¿Por qué no orar ahora en lugar de esperarnos hasta la hora de irnos a dormir? La espera es muy larga si aguardamos hasta Navidad, hasta que sea viernes, hasta el próximo año, hasta que tenga dinero, hasta que me llegue el amor.
La oportunidad la tenemos día con día, 24 horas que Dios nos regala diariamente para hacer nuestro paso por la tierra un lugar mejor, un lugar más agradable, un lugar más necesitado de nuestras sonrisas con las cuáles podamos predicar del gran amor de Él.
Amar más, perdonar más, abrazar más, vivir más intensamente y dejar el resto en las manos de Dios y cuando nos mande llamar a su presencia eterna, saber que supimos disfrutar de este gran regalo de la vida en su totalidad.
Y que mejor que seguir el consejo directamente de la Palabra de Dios que nos dice en Eclesiastés 3, 1-8.
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer,
y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar,
y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar,
y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir,
y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar,
y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto,
y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras,
y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse,
y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar,
y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar,
y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar,
y un tiempo para coser;
un tiempo para callar,
y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar,
y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra,
y un tiempo para la paz.”
¿Podemos llamar al sacerdote "padre"?
La Biblia frecuentemente habla de la paternidad espiritual y los católicos lo reconocemos y seguimos con la costumbre de llamar a los sacerdotes “padres”
Poniendo el problema en contexto
Mientras Paul y Sandra y sus hijos estaban saliendo de la iglesia un domingo después de Misa, ellos se pararon para decir hola al sacerdote:
“Gracias por la homilía, Padre Ryan,” dijo Paul. “Fue muy convincente”.
“Gracias,” contestó el Padre con una sonrisa, “Estoy contento que la encontraste benéfica.”
“Cambiando de tema, Padre”, Sandra se aventuró a preguntar al padre, “nosotros quisiéramos saber si usted estaría libre para venir a nuestro hogar y reunirse con nosotros en la cena esta semana.”
El Padre sonrió, “Claro que sí. ¡Eso sería grandioso! Gracias.” Y establecieron un día antes de irse.
Nada acerca de este encuentro parecería raro para un católico, pero muchos protestantes se horrorizan con eso. Muchos claman que cuando los católicos se refieren al sacerdote como “padre”, muestran que la Iglesia está en contra de la Biblia, porque Jesús lo prohibió: “No llamen a ningún hombre su padre en la tierra, porque ustedes tienen un Padre, quien está en el cielo” (Mat. 23:9).
En sus ensayo 10 Razones por las que no soy Católico Romano, el escritor anti-católico y fundamentalista Donald Maconaghie cita este pasaje como soporte para su acusación de que “el papado es una farsa.”
Bill Jackson, otro fundamentalista que dirige una organización anticatólica de tiempo completo, dice en su libro, La Guía Cristiana Hacia el Catolicismo Romano, que un “estudio de Mateo 23:9 revela que Jesús estaba hablando acerca de ser llamado padre como un título de superioridad religiosa…[la cual es] la base de la jerarquía [Católica]” (p. 53).
¿Como debemos los católicos responder a estas acusaciones?
Para entender el porque la acusación no es válida, uno primero debe comprender que el uso de la palabra “padre” en referencia a nuestros padres terrenales. No habría nadie que no permitiera a una niña la oportunidad de decirle a alguien que ella quiere a su padre. El sentido común nos dice que Jesús no estaba prohibiendo este tipo de uso de la palabra “padre”.
De hecho, para prohibirlo habría que quitarle a la palabra “Padre” su significado cuando se aplica a Dios, porque no habría mas la contraparte para la analogía de la divina Paternidad. El concepto de el rol de Dios como Padre no tendría significado si destruimos el concepto de la paternidad terrena.
Pero en la Biblia el concepto de paternidad no está restringido a solo nuestros padres terrenales y Dios. Es usada para referir a gente diferente de los padres biológicos o legales, y es usado como un signo de respeto con los cuales nosotros tenemos una relación especial.
Por ejemplo, José le dice a sus hermanos acerca de un especial relación fraternal que Dios le ha dado a el con el rey de Egipto: “Así que no eras tú quien me mandó aquí, sino Dios; y el me ha hecho a mi un padre para el Faraón, y señor de toda su casa y el que gobierna toda la tierra de Egipto” (Gén. 45:8).
Job indica que el tuvo un papel de paternidad con los menos afortunados: “Yo era un padre de los pobres, y busqué la causa de el a quien yo no conocía” (Job 29:16). Y Dios mismo declara que el dará un rol de paternidad a Eliakim, el guardián de la casa de David: “En aquel día yo llamé a mi sirviente Eliakim, el hijo de Hilkiah…y yo los vestiré a el con una túnica, y le ceñiré un cinturón en el, y le otrogaré…autoridad a su mano; y el deberá ser un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá” (Isaías 22:20)
Este tipo de paternidad no solamente aplica a aquellos quienes son sabios consejeros (como José) o benefactores (como Job) o ambos (como Eliakim), también aplica a aquellos quienes tienen un relación espiritual fraterna con uno. Por ejemplo, Elisha replica, “Mi padre, mi padre!” a Ellijah mientras la carta es llevada al cielo en un remolino (2 Reyes. 2:12). Después, Elisha mismo es llamado padre por el rey de Israel (2 Reyes. 6:21).
¿Un cambio con el Nuevo Testamento?
Algunos fundamentalistas debaten que este uso cambió con el Nuevo Testamento--que mientras que pudo haber sido permisible llamar a cierto hombres “padre” en el Antiguo Testamento, desde el tiempo de Cristo, no es ya permitido. Este argumento falla por varias razones.
Primero, como hemos visto, es imperativo “no llamar padre a un hombre” no aplica al padre biológico de uno. También no excluye llamar a los ancestros de uno “padre”, como se muestra en Hechos 7:2, donde Esteban se refiere a “nuestro padre Abram,” o en Romanos 9:10, donde Pablo habla de “nuestro padre Isaac.”
Segundo, hay numerosos ejemplos en el Nuevo Testamento de el término “padre” de ser usado como una forma de dirigirse y referirse, aún para hombres quienes no son padres biológicos relacionados con el locutor. Hay, de hecho, bastantes usos de “padre” en el Nuevo Testamento, que la interpretación fundamentalista de Mateo 23 (y la objeción a los católicos sobre llamar a los sacerdotes “padre”) debe estar equivocada, como lo veremos.
Tercero, un análisis cuidadoso de el contexto de Mateo 23 muestra que Jesús no intentó que sus palabras fueran entendidas literalmente. El pasaje completo versa así, “Pero no serán llamados ‘rabino,’ porque ustedes tienen un maestro, y ustedes son todos hermanos. Y no llamen a ningún hombre su padre en la tierra, porque ustedes tienen un Padre, quien esta en el cielo. Ninguno será llamado ‘maestro,’ porque ustedes tienen un maestro, el Cristo (Mat. 23:8).
El primer problema es que aún que Jesús parecía prohibir el uso del término “maestro”, Cristo mismo designó ciertos hombres para ser maestros en su Iglesia (“Vayan entonces y hagan discípulos de todas la naciones…)
Los fundamentalistas mismos se equivocan en este punto llamando a todo tipo de personas “Doctor,” por ejemplo en el caso de doctores, así como también profesores y científicos, quienes tienen grados de Ph.D. (ejemplo, doctorados). En lo que ellos se equivocan es que “doctor” es simplemente la palabra en latín para “maestro”.
¿Entonces qué es lo que quería decir Jesús?
Jesús criticado por los líderes judíos quienes amaban “el lugar de honor en los festejos y los mejores asientos en la sinagogas y los saludos en los mercados, y ser llamados ‘rabinos’ por los hombres (Mat. 23:6).
El estaba haciendo una hipérbole (exageración para ir al grano) para mostrar a los escribas y fariseos que pecadores y orgullosos eran por no parecer humildes a Dios como el origen de toda la autoridad y fraternidad y enseñanza, y que en vez se pusieren ellos mismos como la última autoridad, figuras paternales, y maestros.
Cristo usó hipérboles frecuentemente, por ejemplo cuando el declaró, “Si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo; es mejor que tu pierdas uno de tus miembros que entrar entero en el infierno” (Mat. 5:28, cf. 18:9, Marcos 9:47). Cristo ciertamente no intentó que esto fuera aplicado literalmente, porque de otra manera todos los cristianos estaríamos privados de la vista! (cf. 1 Jn 1:8; 1 Tim 1:15). Nosotros todos estamos sujetos a los apetitos de la carne y a los apetitos de la vista y al orgullo en la vida” (1 Jn 2:16).
Usando palabras fuertes como frecuentemente hacía, Jesús condenó el mal uso de la autoridad mas que el uso de ciertos términos de posición. Haciendo referencia al término “padre”, Jesús está prohibiéndonos cualquier relación de fraternidad humana con la Fraternidad espiritual que solo Dios tiene. Nosotros debemos no olvidar que somos sujetos de la autoridad de Dios-El es nuestro Maestro y Profesor y Padre. Este es el porque, cuando nos referimos a los sacerdotes como “padres” nosotros siempre debemos hacer esto reconociendo que Dios es nuestro verdadero Padre.
Los apóstoles nos muestran el camino
La practica ancestral cristiana de llamar a los sacerdotes “padres” va muy atrás hasta el tiempo de los apóstoles, y la teología atrás es evidente en la escritura. Mientras el juicio ante el Sanedrín—el consejo mayor de los judíos de los sacerdotes y los ancianos—el primer mártir cristiano, Esteban, se refiere a ellos como “hermanos y padres” (Hech. 7:24).
Este es un pasaje clave para considerar, mientras que las Escrituras nos dice que Esteban estuvo lleno del Espíritu Santo y que habló estas palabras bajo la inspiración del Espíritu Santo (cf. Hech. 7:55). No hay manera que el Espíritu Santo podría haber inspirado a Esteban a referirse a los sacerdotes judíos como “padres” si Cristo había de hecho literalmente prohibido a los cristianos que llamaran a los hombres por ese título. Si así fuera, tendría que haber una contradicción directa entre la orden de Cristo y la actuación del Espíritu Santo.
El Nuevo Testamento esta lleno de ejemplos y de referencias hacia relaciones espirituales padre-hijo y padre-pequeño. Mucha gente no es consciente en que tan comunes estas son, así que vale la pena citar algunas aquí.
Pablo regularmente se refería a Timoteo como su hijo: “Entonces yo te mandé a ti a Timoteo, mi y amado y fiel hijo en el Señor, misericordia, y paz de Dios el Padre y Jesús Cristo nuestro Señor (1 Tim 1:2), “A Timoteo, mi hijo amado: Gracia, misericordia, y paz de Dios el Padre y Jesús Cristo nuestro Señor” (2 Tim. 1:2).
El también se refirió a Timoteo como su hijo: “Este encargo yo te encomiendo a ti, Timoteo, mi hijo, de acuerdo con las anunciaciones proféticas...” (1 Tim 1:18), “Tu entonces, mi hijo, se fuerte en la gracia de Jesús Cristo” (2 Tim 2:1), “Pero el mérito de Timoteo tu lo sabes, como un hijo con un padre el ha servido conmigo en el evangelio” (Fil. 2:22).
Pablo también se refirió a otros de sus convertidos de esta manera: “A Tito, mi hijo verdadero en una fe común: gracia y paz de Dios el Padre y Jesús Cristo nuestro Salvador” (Tito 1:4), “te ruego por mi hijo, Onésimo, a quién he engendrado en las prisiones” (Filemón 10). Claramente, ninguno de estos hombres fueron literalmente, hijos biológicos. Por el contrario, Pablo esta enfatizando su paternidad espiritual con ellos.
Paternidad Espiritual
Quizás la referencia mas señalada en el Antiguo Testamento sobre la teología de la paternidad espiritual de los sacerdotes es la declaración de Pablo, “Y no escribo esto para hacerlos sentir avergonzados, sino para aconsejarlos como mis amados hijos. Aunque ustedes tienen incontables guías en Cristo, no tienen muchos padres, pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Cor. 4:14-15).
Pedro siguió la mismo costumbre, refiriéndose a Marco como su hijo: “Ella que está en Babilonia, quien es similarmente escogida, te manda saludos; y así también lo hace mi hijo Marco” (1 Pet. 5:13). Los apóstoles algunas veces se refirieron a las iglesias enteras bajo el cuidado de sus hijos. Pablo escribe, “Aquí por la tercera vez yo estoy listo para llegar a ti. Y yo no seré una carga, porque no busco lo que es tuyo sino a ti; porque los hijos no deben de acumular para sus padres, sino los padres para sus hijos” (2 Cor. 12:14); y, “Mi pequeño hijo, con el cual yo estoy otra vez esforzándome hasta que Cristo se forme en ustedes!” (Gal. 4:19).
Juan dijo, “Mis pequeños hijos, escribo esto a ustedes para que así ustedes no pequen; pero si alguno de ustedes peca, tenemos un defensor con el Padre, Jesús Cristo el justo” (1 Jn 2:1), “No puedo tener una mayor alegría que esta, oír a mis hijos seguir la verdad” (3 Jn 4). De hecho, Juan también se refería a hombres de las primeras comunidades como “padres” (1 Jn 2:13).
Al referirse a esta gente como a "hijos" espirituales, Pedro, Pablo y Juan implícitamente se refieren a ellos como a sus "padres" espirituales. Debido a que la Biblia frecuentemente habla de esta paternidad espiritual, los católicos lo reconocemos y seguimos con la costumbre de llamar a los sacerdotes “padres”. No reconocer esto es de hecho es no reconocer y honrar un gran regalo que Dios ha dado en la Iglesia: la paternidad espiritual del sacerdocio”
Los católicos tienen un afecto filial hacia los padres y los llaman “padre”, sabiendo que como miembros de sus parroquias ellos tienen el compromiso de su cuidado espiritual, y tienen una relación filial con ellos. Los sacerdotes por otro lado, siguen los ejemplos bíblicos de los apóstoles en lo referente a los miembros de su congregación como “mi hijo” o “mi pequeño” (cf. Gal. 4:19, 1 Tim. 1:18, 2 Tim. 2:1, Filemón 10, 1 Ped. 5:13, 1 Jn 2:1, 3 Jn 4).
¿Cómo recorrer bien estos días de Cuaresma? ¿de qué me voy a convertir?
La cuaresma es el tiempo de alegría en el que nos dirigimos al Señor y damos paso para el verdadero Amor.
Hemos comenzado la Cuaresma, un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe y redescubramos la alegría de vivir siguiendo los pasos de Jesús. Tenemos por delante un camino marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría de la Pascua.
Hemos escuchado en la primera lectura un texto del profeta Joel que nos llama a la conversión: «Ahora –oráculo del Señor– convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas» (Jl 2,12-13)
Son palabras pronunciadas por el profeta cuando Judá se encontraba sumida en una crisis profunda. Su territorio estaba desolado. Había pasado una plaga de saltamontes, que había arrasado todo: se habían comido todo lo que crecía en el campo, hasta los brotes de las viñas. Habían perdido por completo todas las cosechas y los frutos del año. Ante esas desgracias Joel invita al pueblo a reflexionar sobre su modo de vivir en los años anteriores. Cuando todo les iba bien, se habían olvidado de Dios, no rezaban, y se habían olvidado del prójimo. Contaban con que la tierra daba sus frutos por sí misma y les parecía que no le debían nada a nadie. Estaban cómodos haciendo lo que hacían y no se planteaban que fuera necesario vivir la vida de otra forma.
La crisis que estaban padeciendo, les sugiere Joel, debía hacerlos caer en la cuenta de por sí mismos, de espaldas a Dios, nada podían hacer. Si tenían paz y comida, no era por sus propios méritos. Todo eso es un don de Dios, que es necesario agradecer. De ahí la llamada urgente a que cambien: convertíos de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto, rasgad los corazones: ¡cambiad!
Al escuchar esas palabras tan fuertes del profeta, tal vez podemos pensar: Vale, vale, que cambien los habitantes de Judea, pero yo no tengo que cambiar: ¡estoy muy a gusto como estoy! Hace mucho tiempo que no he visto ni un saltamontes, tengo cosas ricas que comer y beber todos los días, tengo varias pelis pendientes de ver, esta semana tengo varios partidos que voy a ganar,… y no tengo prisa porque todavía los finales están muy lejos y ya estudiaré en serio cuando lleguen.
No sé a vosotros, pero a mí siempre me da mucha pereza ponerme en serio a cambiar algo en cuaresma. La verdad, de suyo no es un tiempo especialmente simpático como, por ejemplo, la Navidad.
Al escuchar el Salmo responsorial tal vez hemos pensado algo parecido: «Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados». E incluso al repetir «Misericordia, Señor, hemos pecado», tal vez se nos ocurría por dentro decir: Pero si yo no tengo pecados, … en todo caso «pecadillos». No le hago mal a nadie, no he robado ningún banco, no he matado a nadie, en todo caso, sólo «cosillas» de poca importancia. Y, además, no tengo nada contra Dios, no he querido ofenderlo. ¿Por qué voy a decir que he pecado ni a mendigar su misericordia?
Si vemos así las cosas, las palabras de San Pablo en la segunda lectura, nos pueden sonar a repetitivas, pero subiendo el tono, presionando: «Hermanos: Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios».
¿Tan importante soy y tanta importancia tiene lo que yo haga, que hoy todos vienen contra mí: el profeta Joel, David con su Salmo, y San Pablo presionando?
Pues la verdad es que sí, para el Señor soy importante. Ninguno de nosotros le resulta indiferente a Dios, no somos un número más de los millones de personas que hay en el mundo. Soy yo, eres tú. Alguien en quien está pensando, a quien echa un poco de menos, con quiere hablar.
¿No te ha dado alegría alguna vez, al salir cansado de clase, recibir un mensaje en el móvil de alguien que te cae bien y que te pregunta: ¿Tienes algún plan esta tarde? ¡Bien! ¡por fin! ¡alguien que piensa en mí! En general, una de las cosas que dan más gusto es comprobar que hay gente que nos quiere, que piensa en nosotros, y nos llama para que nos veamos y pasemos juntos un rato agradable.
Esta semana me encontré leyendo la Biblia unas palabras de amor humano, que son divinas. Son el estribillo de una canción del Cantar de los Cantares que le canta el amado a su amada. Dicen así: «¡Vuélvete, vuélvete, Sulamita! Date la vuelta, date la vuelta que te quiero ver» (Cant 7,1).
En realidad parece que más que cantar invitan a bailar: «¡Vuélvete, vuélvete, Sulamita! Date la vuelta, date la vuelta, que te quiero ver». En hebreo suena bien: šubi, šubi šulamit, šubi, šubi… hasta tiene su ritmo. El verbo šubsignifica «volver, darse la vuelta», pero es el verbo que en la Biblia Hebrea también significa «convertirse».
Esas palabras del Cantar nos ayudan a comprender lo que está pasando hoy. Dios, el amado, nos invita a cada uno a bailar diciéndonos: «conviértete, date la vuelta, que te quiero ver».
La invitación a la conversión no es la riña de alguien exigente que está enfadado con lo que hacemos, sino una llamada amorosa a que demos media vuelta para encontrarnos cara a cara con el Amor. Nadie nos empuja para reñirnos. Alguien que nos quiere se ha acordado de nosotros y nos envía un mensaje para que nos veamos y hablemos a fondo, abriendo el corazón.
Bien. Pero, en cualquier caso, «no tengo pecados» ¿de qué me voy a convertir?
Hay muchos modos de explicar lo que es el pecado, pero me parece que también la Sagrada Escritura nos ayuda a aclararnos con lo que es.
En hebreo «pecado» se dice jattat. ¿Sabéis cuál es en la Biblia el antónimo, la palabra que expresa el concepto apuesto a jattat? En español tal vez diríamos que lo contrario de pecado es «buena acción», o algún teólogo diría que «gracia». En hebreo, el antónimo de jattat es šalom, paz. Esto quiere decir que para la Biblia ni «pecado» ni «paz» son exactamente lo mismo que para nosotros.
En el libro de Job se dice que aquel hombre al que Dios invita a reflexionar y cambia, experimentará šalom (la paz) en su tienda y cuando revisen su morada, no habrá jattat (no faltará nada) (cfr. Jb 5,24). Eran nómadas y para ellos la tienda era su casa. Una casa está en «pecado» cuando falta algo necesario o cuando lo que hay está desordenado. Está en «paz» cuando da gusto verla y estar allí: todo bien instalado, limpio y en su sitio.
Cuando nos miramos por dentro, tal vez nuestra alma y nuestro corazón están como nuestra habitación o como el piso en que vivimos: con la cama si hacer, la mesa sin quitar los restos de la cena, con unos periódicos tirados por encima del sofá, o el fregadero lleno de platos esperando que alguien los lave. ¡Qué a gusto se queda el alma y el corazón cuando limpiamos los cacharros, y ponemos orden! Por eso en la confesión, cuando hacemos zafarrancho de limpieza en el jattat que llevamos por dentro, nos dan la absolución y nos dicen «vete en paz (šalom)», estás en orden.
Hoy, que comenzamos la cuaresma, el Señor nos llama con amor: šubi, šubi šulamit, šubi, šubi… «vuélvete, date la vuelta que te quiero ver». Él nos quiere y nos conoce bien. Sabe que a veces somos un poco descuidados, y quiere ayudarnos a hacer limpieza para que recuperemos la serenidad, la paz y la alegría.
Por eso es por lo que San Pablo nos insiste con tanta con fuerza: «en nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios», y ¿para qué retrasarlo? ¿por qué dejarlo para otro día? San Pablo también nos conoce y nos mete prisa: «mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación». Hoy. 22 de febrero de 2012. Miércoles de ceniza. Aquí mismo tenemos confesores, ahí arriba, que en cinco minutos nos ayudarán a ponernos en forma.
Y, una vez, con todo en orden, ¿cómo recorrer bien estos días de Cuaresma?
En el Evangelio de la Misa hemos escuchado que Jesús mismo nos da unas pistas interesantes para concretar unos propósitos que nos ayuden a redescubrir la alegría de amar a Dios y a los demás.
Lo primero que nos sugiere es que nos demos cuenta de que hay mucha gente necesitada a nuestro alrededor, cerca y lejos de nosotros, y no podemos quedar indiferentes ante quienes sufren.
En la primera lectura recordábamos que, ante la crisis de los saltamontes en Judea, Joel decía que es necesario rasgarse el corazón, compartir el sufrimiento con los que padecen.
Hoy día estamos viviendo en una profunda crisis económica. Más de cinco millones y medio de personas están en paro en España. Muchos sufren, sufrimos con ellos, la falta de trabajo y todas las necesidades que esto trae consigo. No podemos desentendernos de sus problemas, como si no pasara nada, ni cerrar nuestro corazón. Deben notar que estamos con ellos.
También en otros lugares del mundo la vida diaria es todavía más difícil que aquí, y necesitan ayuda urgente. «Cuando hagas limosna –dice Jesús–, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará» (Mt 6,3-4). Generosidad: este es un primer buen propósito para la Cuaresma.
También hay otro tipo de «limosna», que no lo parece, porque es muy discreta, pero es muy necesaria. En su mensaje para la Cuaresma de este año, Benedicto XVI nos hace notar que «hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos».
Ese modo eficaz de «limosna» al que se refiere el Papa es la corrección fraterna: ayudarnos unos a otros a descubrir lo que no va bien en nuestras vidas, o lo que puede ir mejor. Algo que tal vez no hacemos mucho hasta ahora, pero que es bien necesario y útil. «Pienso aquí –dice el Papa– en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien».
Aunque debamos superar la impresión de que nos estamos metiendo en la vida de los demás, no podemos olvidar que, sigo citando a Benedicto XVI, «es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cfr. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros».
Junto a la limosna, la oración. «Tú –nos dice Jesús–, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará» (Mt 6,6). La oración no es la mera recitación mecánica de unas palabras que aprendimos de pequeños, es tiempo de diálogo amoroso con quien tanto nos quiere. Son conversaciones íntimas donde el Señor nos anima, nos conforta, nos perdona, nos ayuda a poner orden en nuestra vida, nos sugiere en qué podemos ayudar a los demás, nos llena de ánimos y alegría de vivir.
Y, en tercer lugar, junto a la limosna y la oración, el ayuno. No tristes, sino alegres, como Jesús nos sugiere también en el Evangelio de hoy: «Tú cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará» (Mt 6,17-18).
Actualmente mucha gente ayuna, se priva de cosas apetecibles, y no por motivos sobrenaturales, sino por guardar la línea o mejorar su forma física. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los cristianos es, en primer lugar, una «terapia» para curar todo lo que nos dificulta ajustar nuestra vida a la voluntad de Dios.
En una cultura en la que no nos falta de nada, pasar algún día un poco de hambre es muy bueno, y no sólo para la salud del cuerpo. También de la del alma. Nos ayuda a hacernos cargo de lo mal que lo pasan tantas personas que no tienen que comer.
Es verdad que ayunar es abstenerse de comer, pero la práctica de piedad recomendada en la Sagrada Escritura, comprende también otras formas de privaciones que ayudan a llevar una vida más sobria.
Por eso, también es bueno que ayunemos de otras cosas que no son necesarias pero que nos cuesta prescindir de ellas.
Por ejemplo, podríamos hacer un ayuno de Internet limitándonos a usar la red lo necesario para el trabajo, y prescindiendo de navegar sin rumbo. Nos vendría bien para tener la cabeza despejada, leer libros y pensar en cosas interesantes.
También podríamos hacer ayuno de salir de copas en el fin de semana, le vendría bien a nuestro bolsillo, y estaríamos más frescos para hablar tranquilamente con los amigos.
O podríamos ayunar de ver películas y series en días entre semana, le vendría muy bien a nuestro estudio.
¿Pasaría algo si ayunásemos todo un día de mp3 y formatos parecidos, y fuésemos por la calle sin auriculares, escuchando el viento y el canto de los pájaros?
Privarse del alimento material que nutre el cuerpo, del alcohol que alegra el corazón, del ruido que llena los oídos y las imágenes que se suceden rápidamente sobre la retina, facilita una disposición interior a mirar a los demás, a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.
Dentro de unos momentos, los sacerdotes y diáconos impondrán la ceniza sobre nuestras cabezas mientras dicen: «Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás». No son palabras para asustarnos haciéndonos pensar en la muerte, sino para ponernos en la realidad y ayudarnos a encontrar la felicidad. Solos no somos nada: polvo y ceniza. Pero Dios ha diseñado para cada una y cada uno una historia de amor para hacernos felices. Como decía el poeta Francisco de Quevedo, refiriéndose a aquellos que han vivido cerca de Dios en su vida, que mantendrán su amor constante más allá de la muerte, «polvo serán, mas polvo enamorado».
Comenzamos el tiempo de cuaresma. Un tiempo alegre y festivo de dar la vuelta para dirigirnos al Señor y verlo cara a cara. šubi, šubi šulamit, šubi, šubi… «¡Vuélvete, vuélvete –nos dice una vez más–, date la vuelta, date la vuelta, que te quiero ver». No son días tristes. Son días para dejar paso al Amor.
A la Santísima Virgen, Madre del Amor Hermoso, nos acogemos para que al contemplar la realidad de nuestra vida, aunque sean patentes nuestras limitaciones y defectos, veamos la realidad: «polvo seremos, mas polvo enamorado».
Ángelus y audiencias en “streming” hasta el 12 de abril
“sin la presencia física de los fieles”
MARZO 15, 2020 10:29 REDACCIÓNPAPA Y SANTA SEDE
(zenit – 15 marzo 2020).- Ante la situación que se ha creado por el coronavirus, (Covid-19) el Santo Padre ha decidido que la Santa Misa que celebra en Santa Marta a las 7:00 de la mañana todas las mañanas seguirá transmitiéndose en directo mañana, domingo 15 de marzo, y durante toda la semana próxima.
Lo informa la Oficina de Prensa de la Santa Sede, explicando que para “para cumplir con las normas que imponen la prohibición de las reuniones de modo de evitar la propagación del virus COVID-19, el rezo del Ángelus del Santo Padre el domingo 15 de marzo y la Audiencia General el miércoles 18 de marzo serán transmitidos en directo por televisión, también en la página web de Vatican News, y las imágenes serán distribuidas por los Medios de Comunicación del Vaticano (Vatican Media) a los medios que las soliciten, para que lleguen a los fieles de todo el mundo”.
La Prefectura de la Casa Pontificia anuncia que las celebraciones de la Semana Santa se llevarán a cabo “sin la presencia de los fieles”, en otras palabras, solo pueden ser seguidas por streaming por Vatican News.
Esta “Nota” fue publicada en rojo en la página en línea de la Prefectura: “La Prefectura de la Casa Pontificia informa que debido a la actual emergencia sanitaria internacional, todas las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa se desarrollarán sin la presencia física de los fieles”.
La misma Nota prolonga hasta el 12 de abril las disposiciones anteriores según las cuales el Ángelus de los domingos (12 del mediodía) y las audiencias de los miércoles (9:30 ) también son transmitidos en vivo por los medios de Vatican Media: “Además, esta Prefectura informa que hasta el 12 de abril, las Audiencias Generales del Santo Padre y las oraciones del Ángelus solo estarán disponibles por transmisión en vivo en el sitio web oficial de Vatican News”
El Papa animó a personas aisladas por coronavirus a no sentirse solas
Ary Waldir Ramos Díaz | Mar 15, 2020
El Papa agradeció a los sacerdotes cercanos al pueblo en la emergencia: “que entendieron bien que en tiempos de pandemia, no se debe hacer el Don Abbondio”
En este cuarto domingo de Cuaresma, 15 de marzo de 2020, el papa Francisco presidió el rezo del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano debido a la pandemia del coronavirus en Italia y reiteró su cercanía a los enfermos, a los sacerdotes y a las familias que viven la cuarentena aislados.
“En esta situación de epidemia, en la que nos encontramos viviendo más o menos aislados, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia”, expresó el Papa.
Después del Ángelus, Francisco lanzó un mensaje para que las personas no se sientan solas o sin la comunión con Dios, pues no pueden participar a las misas en Cuaresma y, posiblemente sientan frustración por el cambio de estilo de vida debido a las restricciones de salir a la calle para evitar contagios de Covid-19.
“Unidos a Cristo nunca estamos solos, sino que formamos un solo Cuerpo, del cual Él es la Cabeza. Es una unión que se alimenta de la oración, y también de la comunión espiritual en la Eucaristía, una práctica muy recomendada cuando no es posible recibir el Sacramento. Digo esto para todos, especialmente para la gente que vive sola”.
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¿Qué es la comunión espiritual?
El Papa renovó su cercanía “a todos los enfermos y a los que los cuidan. Así como los numerosos trabajadores y voluntarios que ayudan a las personas que no pueden salir de su casa, y los que satisfacen las necesidades de los más pobres y los sin techo”, dijo.
En un gesto simbólico tras el Ángelus, el Papa se asomó desde la ventana de su estudio y bendijo a la Plaza desierta e hizo el signo de la cruz dirigido hacia la Ciudad en cuarentena, mientras, el Vaticano ha confirmado que la Semana Santa y la Pascua serán celebradas a puertas cerradas, sin fieles.
Ary Waldir Ramos@Arywaldir
Tras el #Ángelus, un gesto del #PapaFrancisco para vencer el miedo y el aislamiento del #coronavirus, se asomó desde la ventana de su estudio ante una Plaza de San Pedro cerrada a los fieles, desierta y la bendijo. "Unidos a Cristo nunca estamos solos", dijo.
Gracias a los sacerdotes con celo apostólico
Francisco pidió a los sacerdotes y obispos de estar cerca al pueblo con la oración en estos momentos difíciles. Así recordó la foto del arzobispo de Milán, “solo en el techo, rezando a la Virgen” de esta semana en lo alto del Duomo, fotografiado con las manos unidas, suplicantes de frente a la imagen mariana de cobre, símbolo de la ciudad, colocada en 1774.
El Papa agradeció a todos los sacerdotes por estar cerca al pueblo “para que no se sienta abandonado’, de distintas maneras “muy creativas”, subrayó, especialmente recordó a aquellos de la región del norte, Lombardia, la zona foco del mayor contagio y donde más pacientes y muertes hay hasta el momento.
¿Quién es Don Abbondio?
“Sacerdotes que piensan mil formas de estar con el pueblo…Sacerdotes con el celo apostolico que entendieron bien que en tiempos de pandemia, no se debe hacer el Don Abbondio. Gracias a ustedes sacerdotes”, dijo el Papa.
¿Quién es Don Abbondio? ‘Don Abbondio’, es un personaje de la famosa obra de Manzonni, I Promessi Sposi, que vive en el pueblo de Lucia y que por miedo a ser amenazado no ha presidido más la misa. Un sacerdote que no es valiente y se ha hecho sacerdote únicamente para vivir tranquilo y adquirir una posición social de prestigio y así cede a la amenaza de Don Rodrigo y dei Bravi, delincuentes.
Jesús con una mujer samaritana
En su alocución al introducir la oración mariana, el Papa recordó el pasaje evangélico de este domingo, que presenta el encuentro de Jesús con una mujer samaritana (cf. Jn 4, 5-42).
Jesús “está en camino con sus discípulos y se detienen en un pozo en Samaria. Los samaritanos eran considerados herejes por los judíos, y muy despreciados. Jesús está cansado, sediento. Una mujer viene a buscar agua y él le pide: “Dame de beber” (v. 7).
Dame de beber
Así, rompiendo todas las barreras, comienza un diálogo en el que revela a esa mujer el misterio del agua viva, es decir, el Espíritu Santo, el don de Dios. De hecho, ante la reacción de sorpresa de la mujer, Jesús responde: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva.” (v. 10).
El Papa aseguró que en el centro de este diálogo está el agua. “Por un lado, el agua como elemento esencial, que apaga la sed del cuerpo y sostiene la vida. Por otro lado, el agua como símbolo de la gracia divina, que da la vida eterna”.
Ardiendo de sed
“En la tradición bíblica- prosiguió- , Dios es la fuente de agua viva: alejarse de Él y de su Ley conduce a la peor sequía. Esta es la experiencia del pueblo de Israel en el desierto. En el largo camino hacia la libertad, ellos, ardiendo de sed, protestan contra Moisés y Dios porque no hay agua”.
Luego, afirmó, “por voluntad de Dios, Moisés hace brotar agua de una roca, como signo de la providencia de Dios que acompaña a su pueblo y le da vida (cf. Ex 17, 1-7).
“Y el apóstol Pablo – agregó- interpreta esa roca como un símbolo de Cristo, más aún, como una misteriosa figura de su presencia en medio del pueblo de Dios en su camino (cf. 1 Cor 10:4). Porque Cristo es el Templo del que, según la visión de los profetas, brota el Espíritu Santo, purificando y dando vida”.
Sed de salvación “Los que tienen sed de salvación pueden sacar libremente de Jesús, y el Espíritu se convertirá en él o ella en una fuente de vida plena y eterna. La promesa de agua viva que Jesús hizo a la mujer samaritana se hizo realidad en su Pascua: “sangre y agua” salieron de su costado traspasado (Jn 19:34). Cristo, Cordero inmolado y resucitado, es la fuente de la que mana el Espíritu Santo, que perdona los pecados y regenera a la nueva vida”. El Papa insistió que este don “es también la fuente del testimonio. Al igual que la mujer samaritana, quien se encuentra personalmente con Jesús en vivo siente la necesidad de hablar de él a los demás, para que todos vengan a confesar que Jesús “es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4:42), como dijeron más tarde los paisanos de esa mujer”.
Salvación no está en las “cosas”
“También nosotros, generados a una nueva vida a través del Bautismo, estamos llamados a dar testimonio de la vida y de la esperanza que hay en nosotros. Si nuestra búsqueda y sed encuentran en Cristo la plena satisfacción, manifestaremos que la salvación no está en las “cosas” de este mundo, sino en Aquel que nos ha amado y nos ama siempre: Jesús nuestro Salvador”.
Al final de la oración, el Obispo de Roma imploró: “Que María Santísima nos ayude a cultivar el deseo de Cristo, fuente de agua viva, el único que puede satisfacer la sed de vida y de amor que llevamos en nuestros corazones”.
Saludo final
“Queridos hermanos y hermanas, en estos días la Plaza de San Pedro está cerrada, por lo que mi saludo se dirige directamente a vosotros que estáis conectados a través de los medios de comunicación”, expresó el Papa.
Después del ángelus, Francisco dijo a quienes le siguieron a la distancia: “Agradezco a todos los que rezaron por mí en el séptimo aniversario de mi elección como sucesor de Pedro. ¡Gracias, y sigue haciéndolo! Buen domingo, que tengas un buen almuerzo y adiós”, concluyó.