Me levantaré, volveré a mi padre
- 14 Marzo 2020
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Reina, 14 de marzo
Martirologio Romano: En Quedlinburg, Sajonia, Alemania, santa Matilde, esposa fidelísima del rey Enrique I, la cual, conspicua por la humildad y la paciencia, se dedicó a aliviar a los pobres y a fundar hospitales y monasterios. († 968)
Breve Biografía
Matilde era descendiente del célebre Widukind, capitán de los sajones en su larga lucha contra Carlomagno, como hija de Dietrich, conde de Westfalia y de Reinhild, vástago de la real casa de Dinamarca. Cuando la niña nació en el año 895, fue confiada al cuidado de su abuela paterna, la abadesa del convento de Erfut. Allí, sin apartarse mucho de su hogar, Matilde se educó y creció hasta convertirse en una jovencita que sobrepasaba a sus compañeras en belleza, piedad y ciencia, según se dice. A su debido tiempo se casó con Enrique, hijo del duque Otto de Sajonia, a quien llamaban "el cazador". El matrimonio fue excepcionalmente feliz y Matilde ejerció sobre su esposo una moderada, pero edificante influencia. Precisamente después del nacimiento de su primogénito, Otto, a los tres años de casados, Enrique sucedió a su padre en el ducado. Más o menos a principios del año 919, el rey Conrado murió sin dejar descendencia y el duque fue elevado al trono de Alemania. No cabe duda de que su experiencia de soldado valiente y hábil le resultó muy útil, puesto que su vida fue una lucha constante en la que triunfó muchas veces de manera notable.
El mismo Enrique y sus súbditos atribuyeron sus éxitos, tanto a las oraciones de la reina, como a sus propios esfuerzos. Esta seguía viviendo en la humildad que la había distinguido de niña. A sus cortesanos y a sus servidores, más les parecía una madre amorosa que su reina y señora; ninguno de los que acudieron a ella en demanda de ayuda quedó defraudado. Su esposo rara vez le pedía cuentas de sus limosnas o se mostraba irritado por sus prácticas piadosas, con la absoluta certeza de su bondad y confiando en ella plenamente. Después de veintitrés años de matrimonio, el rey Enrique murió de apoplejía, en 936. Cuando le avisaron que su esposo había muerto, la reina estaba en la iglesia y ahí se quedó, volcando su alma al pie del altar en una ferviente oración por él. En seguida pidió a un sacerdote que ofreciera el santo sacrificio de la misa por el eterno descanso del rey y, quitándose las joyas que llevaba, las dejó sobre el altar como prenda de que renunciaba, desde ese momento, a las pompas del mundo.
Habían tenido cinco hijos: Otto, más tarde emperador; Enrique el Pendenciero; San Bruno, posteriormente arzobispo de Colonia; Gerberga que se casó con Luis IV, rey de Francia y Hedwig, la madre de Hugo Capeto. A pesar de que el rey había manifestado su deseo de que su hijo mayor, Otto, le sucediera en el trono, Matilde favoreció a su hijo Enrique y persuadió a algunos nobles para que votaran por él; no obstante, Otto, resultó electo y coronado. Enrique no aceptó de buena gana renunciar a sus pretensiones y promovió una rebelión contra su hermano, pero fue derrotado y solicitó la paz. Otto lo perdonó y, por la intercesión de Matilde, le nombró duque de Baviera. La reina llevó desde entonces una vida de completo auto-sacrificio; sus joyas habían sido vendidas para ayudar a los pobres y era tan pródiga en sus dádivas, que dio motivo a críticas y censuras. Su hijo Otto la acusó de haber ocultado un tesoro y de mal gastar los ingresos de su corona; le exigió que rindiera cuentas de todo cuanto había gastado y envió espías a vigilar sus movimientos y registrar sus donativos.
Su sufrimiento más amargo fue descubrir que Enrique instigaba y ayudaba a su hermano en contra de ella. Lo sobrellevó todo con paciencia inquebrantable, haciendo notar, con un toque de patético humor, que por lo menos la consolaba ver que sus hijos estaban unidos, aunque sólo fuera para perseguirla. "Gustosamente soportaré todo lo que puedan hacerme, siempre que lo hagan sin pecar, si es que con ello se conservan unidos", solía decir, según se afirma.
Para darles gusto, Matilde renunció a su herencia en favor de sus hijos y se retiró a la residencia campestre donde había nacido. Pero poco tiempo después de su partida, el duque Enrique cayó enfermo y comenzaron a llover los desastres sobre el Estado. El sentimiento general era que tales desgracias se debían al trato que los príncipes habían dado a su madre; Edith, la esposa de Otto, lo convenció para que fuera a solicitar su perdón y le devolviera todo lo que le habían quitado. Sin que se lo pidieran, Matilde los perdonó y volvió a la corte, donde reanudó sus obras de misericordia. Pero no obstante que Enrique había cesado de importunarla, su conducta continuó causándole gran aflicción. El nuevamente se volvió contra Otto y, posteriormente castigó una insurrección de sus propios súbditos en Baviera con increíble crueldad; ni aun los obispos escaparon a su cólera.
En 955, cuando Matilde lo vio por última vez, le profetizó su próxima muerte y lo instó a arrepentirse, antes de que fuera demasiado tarde. En efecto, al poco tiempo, murió Enrique y la noticia causó un dolor muy profundo en la reina.
Emprendió la construcción de un convento en Nordhausen; hizo otras fundaciones en Quedlinburg, en Engern y también en Poehlen, donde estableció un monasterio para hombres. Es evidente que Otto jamás volvió a resentirse porque su madre gastara los ingresos en obras religiosas, pues cuando él fue a Roma para ser coronado emperador, dejó el reino a cargo de Matilde.
La última vez que Matilde tomó parte en una reunión familiar fue en Colonia, en la Pascua de 965, cuando estuvieron con ella el emperador Otto "el Magno", sus otros hijos y nietos. Después de esta reaparición, prácticamente se retiró del mundo, pasando su tiempo en una y otra de sus fundaciones, especialmente en Nodhausen. Cuando se disponía a tratar ciertos asuntos urgentes que la reclamaban en Quedlinburg, se agravó una fiebre que había venido sufriendo por algún tiempo y comprendió que pronto iba a llegar su último momento. Envió a buscar a Richburg, la doncella que la había ayudado en sus caridades y que era abadesa en Nordhausen. Según la tradición, la reina procedió a hacer una escritura de donación para todo lo que hubiera en su habitación, hasta que no quedó nada más que el lienzo de su sudario. "Den eso al obispo Guillermo de Mainz (que era su nieto). El lo necesitará primero que yo". En efecto, el obispo murió repentinamente, doce días antes de que ocurriera el deceso de su abuela, acaecido el 14 de marzo de 968. El cuerpo de Matilde fue sepultado junto con el de su esposo, en Quedlinburg, donde se la venera como santa desde el momento de su muerte.
Tres hombres, una historia
Santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32. Sábado II de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Madre de Dios y madre nuestra, María, enséñanos a amar con un corazón como el tuyo porque en este mundo tan caído y herido el amor es lo que brilla más y ayuda a todos que pueda ser una luz en este valle de lágrimas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad.
Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este evangelio se nos habla de tres hombres diversos, el primero es el padre que tiene dos hijos a los que cuidar se ve que es una persona responsable que ha criado a uno el cual no le gusta desobedecerlo, quiere lo mejor para sus hijos y está dispuesto a hacer todo con tal de que sean felices. Tiene un gran corazón por lo que la partida y casi perdida de un hijo le cuesta mucho. Sabe como ayudar a sus hijos que son muy diferentes como si fueran dos mundos totalmente disitintos. Su responsabilidad no es solo de como lleva su casa sino tambien como cuida su hacienda en la cual trabaja mucha gente y por lo tanto tiene mucho que cuidar.
El segundo personaje es el hijo menor que de alguna manera ya se ha aburrido de su vida en casa, quiere salir a experimentar el mundo con un deseo válido pero quizás aún no estaba preparado. Lo vemos en su diversión primero pero después cae en el hoyo y no sabe que hacer está confundido porque los placeres que buscó y experimentó no le llenaron. Es en este momento que recuerda los buenos mometos que había tenido son su padre y arrepentido regresa a casa donde se encuentra con los brazos abiertos y amorosos de su padre.
El hermano mayor siempre ha estado con su padre, no se ha ido o por lo menos no por mucho tiempo y muy lejos. En su corazón aún no han crecido los verdaderos sentimientos de un padrelisto para amar a sus hijos, tal vez por esto no se ha ido de la casa a formar su propia familia. Esta falta de amor no le deja alegrarse con su padre por el regreso del hijo que estaba perdido y le causa un enojo que visto solo humanamente es muy justo pero Dios lo invitaba a ver que eso no lo explica todo, que hay un amor que va más allá y es capaz de perdonarlo todo.
Dentro del itinerario cuaresmal, el Evangelio nos presenta precisamente esta última parábola del padre misericordioso, que tiene como protagonista a un padre con sus dos hijos. El relato nos hace ver algunas características de este padre: es un hombre siempre preparado para perdonar y que espera contra toda esperanza. Sorprende sobre todo su tolerancia ante la decisión del hijo más joven de irse de casa: podría haberse opuesto, sabiendo que todavía es inmaduro, un muchacho joven, o buscar algún abogado para no darle la herencia ya que todavía estaba vivo. Sin embargo le permite marchar, aún previendo los posibles riesgos. Así actúa Dios con nosotros: nos deja libres, también para equivocarnos, porque al crearnos nos ha hecho el gran regalo de la libertad. Nos toca a nosotros hacer un buen uso. ¡Este regalo de la libertad que nos da Dios, me sorprende siempre! (Ángelus del Papa Francisco, 6 de marzo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar por mis papá, hermanos, tíos, primos, etc para que Dios les dé un corazón como el suyo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración en torno a la parábola del hijo pródigo
Al iniciar nuestro retiro, estamos invitados a abandonarnos en Dios
Al iniciar nuestro retiro, estamos invitados a abandonarnos en Dios, como ese hijo que contemplamos en la imagen, sumergido en el seno de su Padre.
Hemos venido trayendo un mundo de experiencias personales, comunitarias y también el anhelo de poder aportar a la Pastoral familiar de nuestra Diócesis.
Pongamos todo confiadamente en las manos del Padre, con nuestra oración hecha canto:
Gracias quiero darte por amarme, gracias quiero darte yo a Ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te conocí; gracias por amar-me a mí también.
Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en ma-nos del alfarero.
Toma mi vida, hazla de nuevo; yo quiero ser un vaso nuevo.
Te conocí y te amé; te pedí perdón y me escuchaste.
Si te ofendí, perdóname, Señor, pues te amo y nunca te olvidaré.
La Palabra de Dios, y esta imagen que contemplamos, nos acompañará todo nuestro retiro. Al tener en nuestras manos el texto de la parábola y escuchar su lectura, permitámonos ser un protagonista más de esta historia del amor misericordioso.
Lectura bíblica: Lc 15, 1-2.11-31
En unos minutos personales, volvamos sobre el texto evangélico que acabamos de pro-clamar, lo podemos leer y releer... Dejemos que resuene en nuestro corazón. Es nuestra propia historia en algún momento de nuestra vida. También nosotros formamos parte de esta familia.
(momento personal)
Se marchó, se marchó en busca de otras tierras
Se marchó, se marchó, un día se marchó
Desertó de los suyos, de sus campos y olivos, recorrió mil caminos, llegó a la gran ciudad, encontró la extrañeza de no tener amigos y comenzó a pensar: hijos pródigos somos, es nuestro Padre Dios y vamos por la vida mendigando calor.
Al caer de la tarde un día volvió su padre le esperaba con el perdón.
Le dio vestido nuevo y una cena caliente, hubo fiesta entre la gente y otra vez pensó: hijos pródigos somos, es nuestro Padre Dios y vamos por la vida mendigando calor.
Pongámonos juntos en las manos del Padre al iniciar nuestro retiro. Es El que nos ha invitado, es El que con la acción de su Espíritu irá regalándonos su presencia en nuestro corazón, en nuestra pareja, en nuestro grupo. Es El: el Padre. Digámoselo, juntos, con todo nuestro corazón de hijos.
Creo en Dios que es Padre. Que nos en-gendró regalándonos una vida plena que está llamada a ser más plena aún.
Creo en Dios que es Padre, porque para El todo es poco para tratar de acortar distancias con nosotros.
Creo en Dios que es Padre, que se deja tratar con confianza, que no es mez-quino con su inmenso amor, que ha da-do sobradas muestras de su deseo de estar a nuestro lado.
Creo en Dios que es Padre y padre nuestro, con todo lo que significa y el desafío que nos plantea: somos hermanos entre nosotros.
Eres parte de mi historia y ahí estás; eres el recuerdo vivo y mucho más.
Esa luz que enciende en mí toda mi vida y yo ya no puedo escapar de ti, ya no puedo escapar.
Eres ese sueño que siempre esperé, como suave brisa llegaste hasta mí, para regalarme una sonrisa y luego quedarte prendido en mí, y yo ya no puedo escapar de ti, ya no puedo escapar.
Eres mi resurrección y creo en ti, eres creador de lo que ahora soy, porque descubrí la vida más allá de mis miserias al sentir que de tu amor ya no puedo escapar de ti, ya no puedo escapar.
Seamos cercanos al pueblo, las medidas drásticas no siempre son buenas.
Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 13 de marzo de 2020
Te invitamos a seguir la Santa Misa del Papa Francisco desde el canal de YouTube de Vatican News:
En la quinta misa transmitida en directo desde la Capilla de la Casa Santa Marta, en el séptimo aniversario de su elección al trono papal, Francisco nos invita de nuevo a rezar por los enfermos de coronavirus, pero en particular reza por los pastores.
"En estos días nos unimos a los enfermos, a las familias, que sufren esta pandemia. Y también me gustaría rezar hoy por los pastores que deben acompañar al pueblo de Dios en esta crisis: que el Señor les dé la fuerza y también la capacidad de elegir los mejores medios para ayudar. Las medidas drásticas no siempre son buenas, por eso rezamos: que el Espíritu Santo dé a los pastores la capacidad pastoral y el discernimiento para que proporcionen medidas que no dejen solo al santo y fiel pueblo de Dios.
Que el pueblo de Dios se sienta acompañado por los pastores y el consuelo de la Palabra de Dios, los sacramentos y la oración".
El Papa, obviamente, no se refiere a las medidas tomadas por el gobierno para contener el contagio evitando las reuniones públicas, sino que se dirige a los pastores para tener en cuenta las necesidades de los fieles que necesitan ser acompañados espiritualmente en un momento tan dramático.
En su homilía, comentando las lecturas del día, y en particular la parábola de los viñadores asesinos, habla de la infidelidad al pacto de los que se adueñan del don de Dios que es riqueza, apertura y bendición, y lo enjaula en una doctrina (Mt 21:33-43.45).
"Ambas lecturas son una profecía de la Pasión del Señor. José vendido como esclavo por 20 siclos de plata, entregado a los paganos. Y la parábola de Jesús, que claramente habla simbólicamente del asesinato del Hijo. Esta historia de "un hombre que poseía un pedazo de tierra, plantó una viña allí - el cuidado con el que lo había hecho -, la rodeó con una cerca, cavó un lagar en ella, construyó una torre, lo había hecho bien, luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje".
El pueblo elegido de Dios
Esta parábola de Jesús, se refiere al pueblo de Dios, el Señor eligió a esa gente, dijo el Papa, hay una elección de esa gente. Es el pueblo de la elección. También hay una promesa hecha a Abraham. Y también hay una alianza con el pueblo del Sinaí. El pueblo de Dios debe tener siempre en su memoria que ha sido el pueblo elegido, en la parábola se habla de la promesa de mirar hacia adelante con esperanza, continuó el Pontífice, y la alianza de vivir la fidelidad cada día.
"Pero en esta parábola sucede que cuando llegó el momento de cosechar los frutos, esta gente había olvidado que no eran los dueños: "Los viñadores se llevaron a los sirvientes, a uno lo golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon. Luego envió otros sirvientes, más numerosos, pero los trataron de la misma manera". Ciertamente Jesús muestra aquí - está hablando con los doctores de la ley – y cómo los doctores de la ley trataron a los profetas".
Finalmente les envió a su propio hijo, se lee en el Evangelio, pensando que tendrían respeto por su hijo. "Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: 'Este es el heredero'. ¡Vamos, matémoslo y tendremos su herencia!". Esta parábola es una historia de infidelidad, de infidelidad a la elección, a la promesa, a la alianza, que es un don. La elección, la promesa y la alianza son un don de Dios. Señaló el Papa Francisco, y esta gente se apropió del don y se lo llevó para convertirlo en "su" propiedad.
El don de Dios encerrado en ideologías
El Papa dijo que los doctores de la ley, han encerrado el don, lo han enjaulado en una doctrina de leyes, han ideologizado el don. Y así, afirmó el Papa ha perdido su naturaleza de don, ha terminado en una ideología.
"Sobre todo, en una ideología moralista llena de preceptos, incluso ridícula porque se reduce a la casuística para todo. Se apropiaron del don. Este es el gran pecado. Es el pecado de olvidar que Dios se ha hecho un don para nosotros, que Dios nos ha dado esto como un regalo y, olvidando esto, nos convertimos en dueño. La alianza debe ser interpretada según mi opinión, ideologizada. Aquí, en esta actitud, veo quizás en el comienzo, del Evangelio, el clericalismo, que es una perversión, que siempre niega la libre elección de Dios, la alianza gratuita de Dios, la promesa gratuita de Dios. Se olvida la gratuidad de la revelación, se olvida que Dios se ha manifestado como don, se hizo don por nosotros y nosotros debemos darlo, hacerlo ver a los demás como don, no como una posesión nuestra".
Pidamos hoy al Señor la gracia de recibir el don como un regalo y de transmitir el don como un regalo no como una propiedad, no de una manera sectaria, de una manera rígida, de una manera "clericalista".
¿Todos valen para catequistas?
Nunca debemos olvidar que el/la catequista es una persona vocacionada, es decir, llamada por Dios
LA CATEQUESIS TIENE QUE SER UN CAMINO HACIA LA SANTIDAD
• Requisitos imprescindibles para poder ser catequista: Estar confirmado, asistir a la Santa Misa Dominical, Confesión frecuente, ir a la formación de catequistas y vida de intimidad con Dios y su Sagrada Escritura.
• Nunca debemos olvidar que el/la catequista es una persona vocacionada, es decir, llamada por Dios para una misión concreta y muy importante dentro de la Iglesia, en la que ponemos mucha carne en el asador. Nadie piense, que ser catequista es un hobbie, una distracción… La vocación es algo muy serio, donde está en juego nuestra felicidad y la de los demás. Y sobre todo el que las almas redescubran a Dios en su corazón.
• Es muy importante que el/la catequista antes de comenzar la catequesis tenga un ratito de oración, donde en la presencia de Dios le pida fuerzas al Espíritu Santo para que sea Él el que realmente actúe en nosotros.
• Cuando se comienza la catequesis todos juntos nos ponemos en la presencia de Dios: En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Es recomendable que se recuerde que allí donde dos o más se reúnen en nombre de Dios allí está Él en medio de ellos. El tener un Crucifijo, una vela encendida y la fotografía de Jesucristo y la Virgen María ayuda muchísimo a estar en la presencia de Dios.
• La catequesis debe estar preparada por el/la catequista con antelación, no llegar a lo que surja. La catequesis hay que trabajarla y prepararla.
• La catequesis no es solo tener un tema actual que debatir, ni tampoco es un gabinete psicológico de deshago, ni puede ser solo un rato de juego con los niños. La tarea del/de la catequista es dar a conocer a Jesucristo, a la Iglesia y sus grupos e instituciones, la Sagrada Escritura, los sacramentos, los santos, la piedad… Todo esto si se prepara bien hace que las personas que reciban la catequesis vayan amando a Dios con más intensidad, reconocen a la Iglesia como una madre…Una catequesis tiene que tener como centro a Jesucristo.
• En las catequesis las personas deben ir amando cada vez más la Eucaristía, la confesión, la oración, la intimidad con Dios… Pero para poder dar a conocer esto, el/la catequista debe vivirlo. Nadie da de lo que no tiene. Si un/una catequista no tiene su corazón en Dios, en los sacramentos, en la Iglesia ¿Qué le está dando a los demás? Muchas cosas, pero no a Dios.
• Toda catequesis debe comenzar o terminar en el Sagrario, allí donde está nuestro Señor Jesucristo. La presencia viva de Jesús va transformando a las almas que se acercan a El. Por eso, si pretendemos que Jesucristo sea amado por todos, tenemos que llevarlos a Él. Y allí en el Sagrario rezar alguna oración vocal, hacer peticiones, hablar con en el Señor, un ratito de silencio..
• En cada catequesis se debe leer el Evangelio del día correspondiente o el del Domingo siguiente al día de la catequesis. Leerlo con profundidad y extraer una palabra que nos ilumine, que nos de fuerza, que nos recuerde todo el Evangelio. ¿Señor que me pides, que necesitas de mi?
• El/La catequista tiene que ser con su vida testimonio de Jesucristo, ya que es referente para las personas a las que regala su tiempo para dar a conocer a Jesucristo. La mejor catequesis, nunca lo olvidemos, es nuestra propia vida cuando transparenta a Cristo. Nuestra vida tiene que ser luz y sal para los demás, un nuevo sabor en medio de este mundo.
• En las catequesis se deben aprender las oraciones que la tradición cristiana nos ha ido transmitiendo: Padre Nuestro, Ave María, Gloria, Yo Confieso, Credo… Así como inculcar una devoción fuerte al Ángel de la Guarda, el Santo Rosario, Via-Crucis… El fervor en el corazón es muy importante para vivir una verdadera vida cristiana.
• Es muy importante que el/la catequista rece por los componentes de su grupo y sus familiares, para que el Señor los vaya iluminando en la búsqueda de Dios.
• Siempre, siempre misericordia unos con otros, mucho respeto y dispuestos a acoger los distintos dones que Dios ha puesto en cada uno. Se trata de aceptar esos dones, valorarlos, acogerlos… Confiar en las personas, porque en cada una hay una pequeña ventana por donde Dios entra y es capaz de transformarlo todo en Verdadero Amor.
Los orígenes de la Cuaresma
¿Cómo vivían los Primeros Cristianos la Cuaresma? El tiempo de Cuaresma surge de un período de celebración y preparación pascual.
¿Cómo vivían los Primeros Cristianos la Cuaresma?
¿CÓMO Y CUÁNDO EMPIEZA A VIVIRSE LA CUARESMA?
¿POR QUÉ 40 DÍAS? ¿POR QUÉ LA PENITENCIA Y EL AYUNO?
¿POR QUÉ LA IMPOSICIÓN DE LA CENIZA?
Habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. A finales del siglo IV, Roma conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días
La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.
Los primeros pasos
Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.
La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.
A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre deQuadragesima o cuaresma.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
¿Por qué la ceniza?
Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse cómo si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.
Dicho miércoles, los penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».
El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación delayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.
Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.
¿Por qué los cuarenta días?
El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.
En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el cli¬ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares¬mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.
En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.
Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.
El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.
El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.