Debemos perdonar siempre a ejemplo del corazón de Jesús
- 17 Marzo 2020
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Patricio, Santo
Obispo y patrón de Irlanda, 17 de marzo
Martirologio Romano: San Patricio, obispo, que, siendo joven, fue llevado cautivo desde Gran Bretaña a Irlanda, y después, recuperada la libertad, quiso ser contado entre los clérigos y regresar a la misma isla, donde, hecho obispo, anunció con vehemencia el Evangelio y organizó con firmeza la Iglesia, hasta que en la ciudad de Down se durmió en el Señor († 461).
Etimológicamente: Patricio = Aquel que es un patricio o noble, es de origen latino
Breve Biografía
Nacido en Gran Bretaña (Bennhaven Taberniae, pueblecito de Escocia que hoy no se encuentra en los mapas) hacia el 385, muy joven fue llevado cautivo a Irlanda, y obligado a guardar ovejas. Recobrada la libertad, abrazó el estado clerical y fue consagrado obispo Irlanda, desplegando extraordinarias dotes de evangelizador, y convirtiendo a la fe a numerosas gentes, entre las que organizó la Iglesia. Murió el año 461, en Down, llamado en su honor Downpatrik (Irlanda).
No se conoce con exactitud los datos cronológicos del Apóstol de Irlanda. Por lo que el santo dice de si mismo, se supone que era de origen romano-bretón. Su padre Calpurnio era diácono y oficial del ejercito romano; su madre era familia de San Martín de Tours; su abuelo había sido sacerdote ya que en aquellos tiempos no se había impuesto aún la ley del celibato sacerdotal en todo el occidente.
Se afirma que fue alrededor del año 403, a la edad de 16 años, que cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes para ser vendido como esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho. Lo sirvió cuidando ovejas. Trató de huir varias veces sin éxito.
La Divina Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo trabajo y sufrimiento, para espiritualizarlo, preparándolo para el futuro, ya que el mismo dijo que hasta entonces "aún no conocía al verdadero Dios", queriendo decir que había vivido indiferente a los consejos y advertencias de la Iglesia.
Se cree que el lugar de su cautiverio fue en las costas de Mayo, al borde del bosque de Fochlad (o Foclut). De ser así, el monte de Crochan Aigli, que fue escenario del famoso ayuno de San Patricio, también fue el lugar donde vivió los tristes años de su juventud.
Lo mas importante es que para entonces, como el lo dice: "oraba de continuo durante las horas del día y fue así como el amor de Dios y el temor ante su grandeza, crecieron mas dentro de mí, al tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba, de suerte que me sentía impulsado a hacer hasta cien oraciones en el día y, por la noche otras tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en las montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que despuntara el alba me despertaba para orar, en tiempos de neviscas y de heladas, de niebla y de lluvias. Por entonces estaba contento, porque lejos de sentir en mi la tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior".
Después de seis años en tierra de Irlanda y de haber rezado mucho a Dios para que le iluminara sobre su futuro, una noche soñó que una voz le mandaba salir huyendo y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a recibir. Huyendo, caminó mas de 300 kilómetros para llegar a la costa. Encontró el barco, pero el capitán se negaba rotundamente a transportarlo. Sus reiteradas peticiones para que le dejasen viajar gratis fueron siempre rechazadas, hasta que al fin, después de mucho orar con fervor, el capitán accedió a llevarlo hasta Francia. La travesía fue aventurada y peligrosa. Después de tres días de tormenta en el mar, tocaron tierra en un lugar deshabitado de la costa, caminaron un mes sin encontrar a nadie y hasta las provisiones se agotaron. Patricio narra esa aventura diciendo:
"llegó el día en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo. ´¿Cómo es que nos sucede esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso, ¿por qué entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos amenazados de morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser humano…´ A aquellas súplicas yo respondí francamente: ´Poned toda vuestra confianza y volved vuestros corazones al Señor mi Dios, para quien nada es imposible, a fin de que en este día os envíe vuestro alimento en abundancia y también para los siguientes del viaje, hasta que estéis satisfechos puesto que El tiene de sobra en todas partes´. Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de cerdos; mis compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos dos noches y, cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros que aún sobrevivían, quedaron hartos, reanudamos la caminata. Después de aquella comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me convertí en un ser muy honorable a sus ojos. Desde aquel día tuvimos alimento en abundancia."
Finalmente llegaron a lugar habitado y así Patricio quedó a salvo a la edad de veintidós o veintitrés años y volvió a su casa. Con el tiempo, durante las vigilias de Patricio en los campos, se reanudaron las visiones y, a menudo, oía "las voces de los que moran mas allá del bosque Foclut, mas allá del mar del oeste y así gritaban todas al mismo tiempo, como si salieran de una sola boca, estas palabras: ´Clamamos a ti, Ho joven lleno de virtudes, para que vengas entre nosotros nuevamente´ ". "Eternas gracias deben dársele a Dios, agrega, porque al cabo de algunos años el Señor les concedió aquello por lo que clamaban".
No hay ninguna certeza respecto al orden de los acontecimientos que se produjeron desde entonces.
Los primeros biógrafos del santo dicen que Patricio pasó varios años en Francia antes de realizar su trabajo de evangelización en Irlanda. Existen pruebas firmes de que pasó unos tres años en la isla de Lérins, frente a Canes, y después se radicó en Auxerre durante quince años mas. También hay sólidas evidencias de que tenía buenas relaciones personales con el obispo San Germán de Auxerre. Durante este tiempo le ordenaron sacerdote.
Algunos historiadores sostienen, que en esa época hizo un viaje a Roma y que, el Papa Celestino I fue quien le envió a Irlanda con una misión especial, ya que su primer enviado Paladio nunca logró cumplir porque a los doce meses de haber partido murió en el norte de Britania. Para realizar esa misión encomendada por el Pontífice, San Germán de Auxerre consagró obispo a Patricio.
Puesto que dependemos de datos confusos, legendarios y muchas veces contradictorios, de sus primeros biógrafos, es materialmente imposible obtener detalles del heroico trabajo en las tierras donde había estado cautivo. La tradición afirma que trabajó en el norte, en la región de Slemish, que dicen fue la misma donde Patricio cuidaba el ganado y oraba a Dios cuando era un joven esclavo. Una anécdota que antiguamente la tenían por auténtica en Irlanda relata que cuando el amo se enteró del regreso de Patricio convertido en venerado predicador, se puso tan furioso que prendió fuego a su propia casa, pereciendo en medio de las llamas.
Se afirma que, a su arribo a tierras irlandesas, San Patricio permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl y que con la energía que lo caracterizaba se propuso la tarea de conquistar el favor del "Gran Rey" Laoghaire, que vivía con su corte en Tara, de la región de Meath.
Utilizaba un lenguaje sencillo al evangelizar. Por ejemplo, para explicarles acerca de la Santísima Trinidad, les presentaba la hoja del trébol, diciéndoles que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja, así las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero. Todos lo escuchaban con gusto, porque el pueblo lo que deseaba era entender.
San Patricio y sus enemigos
Sus acérrimos opositores fueron los druidas, representantes de los dioses paganos. También sufrió mucho a manos de los herejes pelagianos, que para arruinar su obra recurrieron inclusive a la calumnia. Para defenderse, Patricio escribió su Confessio. Por fortuna poseemos una colección bastante nutrida de esos escritos, que nos muestra algo de el mismo, como sentía y actuaba.
Circulaba entre los paganos un extraño vaticinio, una profecía, respecto al santo, que Muirchu, su historiador nos transmite textualmente así: "Cabeza de azuela (referencia a la forma aplanada de la cabeza tonsurada) vendrá con sus seguidores de cabezas chatas, y su casa (casulla o casuela, es decir casa pequeña) tendrá un agujero para que saque su cabeza. Desde su mesa clamará contra la impiedad hacia el oriente de su casa. Y todos sus familiares responderán, Amén, Amén". Los augurios agregaban esto todavía: "Por lo tanto, cuando sucedan todas estas cosas, nuestro reino, que es un reinado de idolatría, se derrumbará".
En la evangelización, San Patricio puso mucha atención en la conversión de los jefes, aunque parece ser que el mismo rey Laoghaire no se convirtió al cristianismo, pero si, varios miembros de su familia. Consiguió el amparo de muchos jefes poderosos, en medio de muchas dificultades y constantes peligros, incluso el riesgo de perder la vida (mas de cinco veces) en su trato con aquellos bárbaros. Pero se notaba que había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte todas las veces que los enemigos de la religión trataban de matarlo. En un incidente que ocurrió en misión, su cochero Odhran, quizás por algún presentimiento, insistió en reemplazar al santo en el manejo de los caballos que tiraban del coche, por consiguiente fue Odhram quien recibió el golpe mortal de una lanza que estaba destinada a quitarle la vida a San Patricio.
No obstante los contratiempos, el trabajo de la evangelización de Irlanda, siguió firme. En varios sitios de Irlanda, construyó abadías, que después llegaron a ser famosas y alrededor de ellas nacieron las futuras ciudades. En Leitrim, al norte de Tara, derribó al ídolo de Crom Cruach y fue uno de los lugares donde edificó una de las iglesias cristianas. En la región de Connaught, realizó cosas notables. En la población de Tirechan se conservó para la posteridad la historia de la conversión de Ethne y Fedelm, hijas del rey Laoghaire. También existen las narraciones de las heroicas predicaciones de San Patricio en Ulster, en Leinster y en Munster.
Por su santidad, manifiesta en su carácter su lenguaje sencillo al evangelizar y por el don de hacer milagros, San Patricio logró muchas victorias sobre sus oponentes paganos y hechiceros. Ese triunfo le sirvió para que los pobladores de Irlanda se abrieran a la predicación del cristianismo. De hecho hacen referencias en los textos del Senchus Mor (el antiguo código de las leyes irlandesas) a cierto acuerdo concertado en Tara entre los paganos y el santo y su discípulo San Benigno (Benen). Dicen esos libros que "Patricio convocó a los hombres del Erin para que se reunieran todos en un sitio a fin de conferenciar con él. Cuando estuvieron reunidos, se les predicó el Evangelio de Cristo para que todos lo escucharan. Y sucedió que, en cuanto los hombres del Erin escucharon el Evangelio y conocieron como este daba frutos en el gran poder de Patricio demostrado desde su arribo y al ver al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por las grandes maravillas y los milagros que obraba, todos se inclinaron para mostrar su obediencia a la voluntad de Dios y a Patricio".
Hay muchas fantasías sobre las confrontaciones de San Patricio con los magos druidas pero también hay relatos que tienen un trasfondo sin duda histórico. Dicen que un Sábado Santo, cuando nuestro santo encendió el fuego pascual, se lanzaron con toda su furia a apagarlo, pero por más que trataron no lo lograron. Entonces uno de ellos exclamó: "El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la isla". Y se alejaron. La frase del mago se ha cumplido; la religión católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que hoy sigue siendo un país católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo, y que a su vez a dado muchos misioneros a la Iglesia.
El Sínodo
Hay muchas y buenas razones para creer que San Patricio convocó a un sínodo, seguramente en Armagh, no se mencionó el sitio. Muchos de los decretos emitidos en aquella asamblea, han llegado hasta nosotros tal como fueron redactados, aunque no cabe dudas que a varios de ellos se le hicieron añadiduras y enmiendas. En esa época San Patricio era ya un anciano con la salud quebrantada por el desgaste físico de sus austeridades y de sus treinta años de viajes de evangelización. Probablemente el sínodo haya tenido lugar cuando los días del santo ya estaban contados
Vida de Santidad
Solo llegaremos a comprender el hondo sentimiento humano que tenía el santo y el profundo amor a Dios que lo animaba, si estudiamos detenidamente sus escritos contenidos en las "Confesiones", la Lorica y la carta a Coroticus de San Patricio. Conoceremos el secreto de la extraordinaria impresión que causaba a los que lo conocían personalmente. Patricio era un hombre muy sencillo, con un gran espíritu de humildad. Decía que su trabajo misionero era la simple actuación de un mandamiento divino y que su aversión contra los pelagianos se debía al absoluto valor teológico que él atribuía a la gracia. Era profundamente afectuoso, por lo que vemos en sus escritos referirse tantas veces al inmenso dolor que le produjo separarse de su familia de sangre y de su casa, a la que le unía un gran cariño. Era muy sensible, le hacía sufrir mucho que digan que trabajaba en la misión que había emprendido para buscar provecho propio, por eso insistía tanto en el desinterés que lo animaban a seguir trabajando.
De sus Confesiones: "Incontables dones me fueron concedidos con el llanto y con las lágrimas. Contrarié a mis gentes y también, contra mi voluntad, a no pocos de mis mayores; pero como Dios era mi guía, yo no consentí en ceder ante ellos de ninguna manera. No fue por mérito propio, sino porque Dios me había conquistado y reinaba en mí. Fue El quien se resistió a los ruegos de los que me amaban, de suerte que me aparté de ellos para morar entre los paganos de Irlanda, a fin de predicarles el Evangelio y soportar una cantidad grande de insultos por parte de los incrédulos, que me hacían continuos reproches y que aun desataban persecuciones contra mí, en tanto que yo sacrificaba mi libertad en su provecho. Pero si acaso se me considera digno, estoy pronto a dar hasta mi vida en nombre de Dios, sin vacilaciones y con gozo. Es mi vida la que me propongo pasar aquí hasta que se extinga, si el Señor me concede esa gracia".
La santidad da frutos
El buen éxito de la misión de San Patricio se debe ante todo a su fe por la que se disponía a cualquier sacrificio y a la inteligente organización que supo crear en esa isla, carente de ciudades y dividida en muchas tribus o clanes, dirigidos por un jefe independiente cada una. El supo adaptarse a las condiciones sociales del lugar, formando un clero local, consagró obispos y sacerdotes y fundo monasterios y pequeñas comunidades cristianas dentro del mismo clan, sin rechazar usos ni costumbres tradicionales. Tuvo la feliz idea de que el obispo de cada región fuera al mismo tiempo el Abad o superior del monasterio más importante del lugar, así cada obispo era un fervoroso religioso y tenía la ayuda de sus monjes para enseñar la religión al pueblo. Las vocaciones que consiguió para el sacerdocio y la vida religiosa fueron muchísimas.
La obra de evangelización pudo progresar rápidamente gracias también a que San Patricio atrajo muchos discípulos fieles, como Benigno quién estaba destinado a sucederle. Siempre fue muy fiel a la Iglesia y, a pesar de la distancia, el santo se mantenía en contacto con Roma. En el año 444 se fundó la iglesia catedral de Armagh (hoy Armoc), la sede principal de Irlanda, dato que está asentado en los "Anales de Ulster". Es probable que no haya pasado mucho tiempo antes que Armagh se convirtiera en un gran centro de educación y administración.
San Patricio, en el transcurso de 30 años de apostolado, convirtió al cristianismo a "toda Irlanda". El propio santo alude, mas de una vez, a las "multitudes", a los "muchos miles" que bautizó y confirmó. "Ahí", dice San Patricio, "donde jamás se había tenido conocimiento de Dios; allá, en Irlanda, donde se adoraba a los ídolos y se cometían toda suerte de abominaciones, ¿cómo ha sido posible formar un pueblo del Señor, donde las gentes puedan llamarse hijos de Dios? Ahí se ha visto que hijos e hijas de los reyezuelos escoceses, se transformen en monjes y en vírgenes de Cristo". Sin embargo, como es lógico pensar, el paganismo y el vicio no habían desaparecido por completo. En las "Confesiones", que fueron escritas hacia el fin de su vida, dice el santo: "A diario estoy a la espera de una muerte violenta, de ser robado, de que me secuestren para servir como esclavo, o de cualquier otra calamidad semejante". Pero más adelante agrega: "Me he puesto en manos del Dios de misericordia, del Todopoderoso Señor que gobierna toda cosa y, como dijo el profeta: ´Deja tus cuidados con el Señor y El proveerá la manera de aliviarlos". En esta confianza estaba, sin duda su incansable valor y la firme decisión de San Patricio a lo largo de su heroica carrera. Su fortaleza de no permitir a los enemigos del catolicismo que propagaran por allí sus herejías, fue una de las razones para que Irlanda se haya conservado tan católica.
La obra del incansable misionero dio muchos frutos con el tiempo: Lo vemos en el maravilloso florecimiento de santos irlandeses. Logró reformar las leyes civiles de Irlanda, consiguió que la legislación fuera hecha de acuerdo con los principios católicos, lo cual ha contribuido a que esa nación se haya conservado firme en la fe por mas de 15 siglos, a pesar de todas las persecuciones.
Según un cronista de Britania, Nennius, San Patricio subió a una montaña a rezar y hacer ayuno y "desde aquella colina, Patricio bendijo al pueblo de Irlanda y, el objeto que perseguía al subir a la cima, era el de orar por todos y el de ver el fruto de sus trabajos…Después, en edad bien avanzada, fue a recoger su recompensa y a gozar de ella eternamente. Amén". Patricio murió y fue sepultado en el año 461, en Saúl, región de Stragford Lough, donde había edificado su primera iglesia.
Perdonar a ejemplo del corazón de Cristo
Santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35. Martes III de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de Mateo encontramos una parábola hermosísima, donde tenemos una pregunta al Maestro por parte de Pedro, quien al parecer se esforzaba por buscar la santidad pero, por su primariedad, por no decir impaciencia, muchas veces se sentía un poco atado. Y, seguramente pensando que todo debe tener un límite, le pregunta al Maestro: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» La respuesta de Jesús le deja, y nos deja, un poco desconcertados, pues si nos ponemos a hacer esta operación matemática tendremos como resultado una infinitud de números, pero Jesús nos quiere decir con esto que debemos perdonar siempre a ejemplo de su corazón. Eso sí, debemos tener presente que somos humanos, que podemos enojarnos muy fácilmente, que incluso nos pueden hacer enojar con justas razones, pero debemos estar siempre dispuestos a perdonar.
Es como aquel monje que su maestro le dio un canasto lleno de papas y un saco vacío, y le dijo que por cada persona que había estado enojado con él, escribiera el nombre en una papa y la metiera en el saco; en poco tiempo se llenó el saco. Luego le dijo que cargara con el saco todos los días; llegó un momento en que las papas empezaron a podrirse, a oler mal; era insoportable llevarlas. Entonces el monje decidió no cargarlas más y, cuando las dejó, sintió un gran alivio y descanso. Comprendió que solamente perdonando de corazón sería libre. Y esto es lo que debemos hacer, desechar las papas podridas que tenemos en el corazón, perdonar de verdad, perdonar con el corazón de Cristo y caminar libres, sin peso en nuestra conciencia y llenos del amor de Dios.
«Desde nuestro bautismo Dios nos ha perdonado, perdonándonos una deuda insoluta: el pecado original. Pero, aquella es la primera vez. Después, con una misericordia sin límites, Él nos perdona todos los pecados en cuanto mostramos incluso solo una pequeña señal de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso. Cuando estamos tentados de cerrar nuestro corazón a quien nos ha ofendido y nos pide perdón, recordemos las palabras del Padre celestial al siervo despiadado: “siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No deberías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”. Cualquiera que haya experimentado la alegría, la paz y la libertad interior que viene al ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar a su vez. En la oración del Padre Nuestro Jesús ha querido alojar la misma enseñanza de esta parábola. Ha puesto en relación directa el perdón que pedimos a Dios con el perdón que debemos conceder a nuestros hermanos».
(Ángelus de S.S. Francisco, 17 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Que pueda arrojar hoy de mi corazón, aunque sea una sola papa llena de rencor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Perdón
Si enseñamos a los hijos a pedir perdón, también enseñémosles a perdonar
Nicolás Bravo, héroe del perdón
Don Leonardo Bravo amaba mucho a su patria; por eso, cuando se inició la lucha por la independencia, él, su hermano Miguel y su hijo Nicolás, se enrolaron como soldados, dispuestos a dar su vida. A don Leonardo lo tomaron prisionero y lo trajeron a México donde fue fusilado el 13 de septiembre de 1812.
Mientras tanto, su hijo, don Nicolás, venció a los españoles en la batalla del Palmar y les tomó 300 prisioneros. Ése mismo día recibió la noticia del fusilamiento de su padre. Lleno de dolor, su primera reacción fue ordenar que fusilaran a todos sus prisioneros al amanecer del día siguiente. Humanamente hablando era lo lógico, pero esa noche don Nicolás ganó otra batalla, la más importante de su vida, la batalla contra su deseo de venganza, y ¡perdonó la vida a los 300 prisioneros, además de ordenar su liberación!
Perdón y clemencia
El perdón es no tomar en cuenta la culpa. Clemencia es perdonar también la pena, y todo esto por benevolencia, es decir, por el amor de aquel que perdona.
Cuando alguien me ofende tiene culpa y merece una pena. Si la culpa es grave, la pena la aplica la autoridad designada para ejercer justicia. Si la culpa es leve, la pena suele ser que yo ya no le hable a esa persona, que la borre de la lista de mis amigos y que jamás vuelva a beneficiarla. Pero si procedo a hacerle el mal, entonces hablamos de venganza que suele ser más injusta que la ofensa original.
Lo contrario al amor es el odio y es este sentimiento el que nos lleva a guardar rencores interminables y a planear venganzas que nos hacen más indignos que el que nos ofendió. El odio nace de un exagerado amor a nosotros mismos, es decir, de nuestro egoísmo. Se dice que sufre más el que odia que el odiado y es muy cierto.
¿Por qué perdonar?
El perdón nace de la bondad natural de la persona o del amor natural que se tiene al que cometió la culpa. Los padres perdonan con mucha facilidad las faltas de los hijos porque los quieren.
Cuando se perdona una gran culpa, entonces se habla de que el que perdona tiene magnanimidad. Si además se perdona el castigo merecido por la culpa, entonces es clemente.
Los cristianos perdonamos, además, por nuestros principios evangélicos.
En la solapa de un católico vi un escudito que decía 70X7 y, de pronto, no capté el significado. Le pregunté y me dijo lleno de orgullo por sus conocimientos bíblicos: “Jesús le dijo a Pedro que perdonara setenta veces siete”. (Mt 18, 21)
Los que seguimos a Jesús perdonamos siempre. Perdonamos como el Padre Dios nos perdona (Mt 6, 12).
Perdón y castigo
Si enseñamos a los hijos a pedir perdón, también enseñémosles a perdonar.
El perdón está muy relacionado con la justicia. El hijo flojo puede pedir perdón por no haber aprovechado la escuela. Los papás ciertamente lo perdonan, pero, en justicia, deben corregir al hijo e incluso aplicarle un castigo correctivo que lo enseñe a ser responsable de sus obligaciones. Se perdona la culpa, pero se le pide al hijo que no salga de la casa, que no vaya con los amigos, que no vea televisión, para que recupere el tiempo perdido en sus estudios. No es una venganza, es un castigo justo que el hijo deberá cumplir incluso con alegría porque sus padres lo perdonaron. ¡Cuidado! Si el castigo denigra, es venganza.
Te perdono, pero ni creas que se me olvida
Cuando el que nos ofende es un ser muy querido, causa en nosotros un gran dolor unido a la desilusión natural por la pérdida de la confianza en el ser amado. Se puede perdonar, incluso se desea perdonar, pero ¿cómo restaurar la confianza? Se ha perdido la ilusión y va a ser muy difícil que renazca.
El que ofende y pide perdón debe comprender que pasará mucho tiempo para que se vuelva a la confianza original y que a él le toca hacer méritos para que “se le olvide” la ofensa al ser amado.
Sus hijos aprenderán a perdonar...
Si ustedes, esposos, no permiten que se ponga el sol sobre su enojo.
Si no se aplican esa ley del hielo que mata de frío el amor conyugal.
Si son capaces de reconciliarse con esos parientes que no los quieren.
Si no se hacen del rogar ni piden condiciones cuando sus hijos piden su perdón.
Si ustedes mismos reconocen sus culpas y piden el perdón de los hijos humildemente.
Si oran con sus hijos por las personas que les hacen daño.
Si les piden que se perdonen entre hermanos simplemente porque se quieren.
Dios ayude a las familias a redescubrir los verdaderos afectos
Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 16 de marzo de 2020
El Papa Francisco celebró la Santa Misa en vivo desde la Casa Santa Marta, también esta semana el Pontífice desea manifestar su cercanía a los fieles que no pueden asistir a la Eucaristía debido a la emergencia sanitaria del Covid-19. Esta mañana, al introducir la celebración, continuó rezando por los enfermos y las familias. “Seguimos rezando por los enfermos. Pienso en las familias, cerradas, los niños no van a la escuela, tal vez los padres no pueden salir; algunos estarán en cuarentena. Que el Señor les ayude a descubrir nuevos modos, nuevas expresiones de amor, de convivencia en esta nueva situación. Es una hermosa oportunidad para redescubrir los verdaderos afectos con creatividad en la familia. Oremos por la familia, para que las relaciones en la familia en este momento florezcan siempre para el bien”. En su homilía, el Papa Francisco comentó las lecturas del día tomadas del Segundo Libro de los Reyes (2 Reyes 5:1-15) y del Evangelio de Lucas (Lc 4:24-30).
A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa desde nuestro canal de Youtube:
En los dos textos que la Liturgia nos hace meditar hoy, hay una actitud que atrae la atención, una actitud humana, pero no de buen espíritu: la indignación. Esta gente de Nazaret comenzó a escuchar a Jesús, les gustaba como hablaba, pero entonces alguien dijo: "Pero, ¿este, en qué universidad ha estudiado? ¡Este es el hijo de María y José, este era carpintero! ¿Qué viene a decirnos?" Y el pueblo se indignó. Entraron en esta indignación. Y esta indignación los lleva a la violencia. Y ese Jesús que admiraban al principio de la predicación es expulsado, para arrojarlo de la montaña. También Naamán, un buen hombre, también era este Naamán, también abierto a la fe, pero cuando el profeta le envía a decir que se bañara siete veces en el Jordán se indignó. ¿Pero por qué? "He aquí, yo pensaba, seguramente saldrá de pie, e invocará el nombre del Señor su Dios, y pondrá su mano en la parte enferma, y me quitará la lepra. ¿No son los ríos Abana y Parpar, de Damasco, mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme allí y purificarme? Se dio la vuelta y se fue enfadado". Con indignación.
También en Nazaret había gente buena; pero ¿qué hay detrás de esta buena gente que los lleva a esta actitud de indignación? Y en Nazaret peor: la violencia. Tanto la gente de la sinagoga de Nazaret como Naamán pensaban que Dios sólo se manifestaba en lo extraordinario, en las cosas fuera de lo común; que Dios no podía actuar en las cosas ordinarias de la vida, en la simplicidad. Despreciaban lo simple. Ellos se indignan, despreciaban las cosas simples. Y nuestro Dios nos hace entender que Él actúa siempre con sencillez: en la sencillez, en la casa de Nazaret, en la sencillez del trabajo cotidiano, en la sencillez de la oración... Las cosas sencillas. En cambio, el espíritu mundano nos lleva hacia la vanidad, hacia las apariencias y ambos terminan en la violencia: Naamán era muy educado, pero le cierra la puerta en la cara al profeta y se va. La violencia, un gesto de violencia. La gente en la sinagoga comenzó a calentarse, a enfurecerse, y tomó la decisión de matar a Jesús, pero inconscientemente, y lo echaron afuera para tirarlo desde la colina. La indignación es una fea tentación que lleva a la violencia. Hace unos días, me mostraron, en un teléfono móvil, imágenes de la puerta de un edificio que estaba en cuarentena. Había una persona, un joven, que quería salir. Y el guardia le dijo que no podía. Y le dio un puñetazo, con indignación, con desprecio: "¿Quién eres tú, 'negro', para impedirme que me vaya?". La indignación es la actitud de los soberbios, pero los soberbios pobres, los soberbios con una fea pobreza de espíritu, los soberbios que viven sólo con la ilusión de ser más de lo que son. Es una clase espiritual, la gente que se indigna: de hecho, muchas veces estas personas necesitan estar indignadas, estar indignadas para sentirse persona.
También a nosotros nos puede suceder esto: "el escándalo farisaico", lo llaman los teólogos, escandalizarme de las cosas que son la simplicidad de Dios, la simplicidad de los pobres, la simplicidad de los cristianos como, para decir: "Pero esto no es Dios. No, no. Nuestro Dios es más culto, es más sabio, es más importante. Dios no puede actuar con esta simplicidad". Y siempre la indignación te lleva a la violencia; tanto la violencia física como la violencia de la palabra, que mata como la violencia física.
Pensemos en estos dos pasos, estos dos pasajes: la indignación de la gente en la sinagoga de Nazaret y la indignación de Naamán, porque no entendían la simplicidad de nuestro Dios.
¿Cómo hacer una buena confesión?
Cuando nos damos cuenta de que tenemos pecados que no podemos vencer o que cometemos muy seguido, nos desanimamos y pensamos que es inútil confesarnos. Lo que sucede es que muchas veces no hacemos un buen examen de conciencia. Te comparto esta guía, basada en los 10 mandamientos y los 7 pecados capitales, que te ayudarán a preparar una buena confesión. No tengas miedo, Dios te espera con los brazos abiertos para regalarte su perdón.
A.- Los Diez Mandamientos
Examina tu conciencia. Se recuerdan los pecados preguntándose sin prisa lo que se ha hecho en contra de los mandamientos de la
Ley de Dios y de la Iglesia, con plena advertencia y pleno consentimiento.
Primer Mandamiento – Amarás a Dios sobre todas las cosas
• ¿He admitido en serio alguna duda contra las verdades de la fe? ¿He llegado a negar la fe o algunas de sus verdades, en mi pensamiento o delante de los demás?
• ¿He desesperado de mi salvación o he abusado de la confianza en Dios, presumiendo que no me abandonaría, para pecar con mayor tranquilidad?
• ¿He murmurado interna o externamente contra el Señor cuando me ha acaecido alguna desgracia?
• ¿He abandonado los medios que son por sí mismos absolutamente necesarios para la salvación? ¿He procurado alcanzar la debida formación religiosa?
• ¿He hablado sin reverencia de las cosas santas, de los sacramentos, de la Iglesia, de sus ministros?
• ¿He abandonado el trato con Dios en la oración o en los sacramentos?
• ¿He practicado la superstición o el espiritismo? ¿Pertenezco a alguna sociedad o movimiento ideológico contrario a la religión?
• ¿Me he acercado indignamente a recibir algún sacramento?
• ¿He leído o retenido libros, revistas o periódicos que van contra la fe o la moral? ¿Los di a leer a otros?
• ¿Trato de aumentar mi fe y amor a Dios?
• ¿Pongo los medios para adquirir una cultura religiosa que me capacite para ser testimonio de Cristo con el ejemplo y la palabra?
• ¿He hecho con desgana las cosas que se refieren a Dios?
Segundo Mandamiento – No jurarás el nombre de Dios en vano
• ¿He blasfemado? ¿Lo he hecho delante de otros?
• ¿He hecho algún voto, juramento o promesa y he dejado de cumplirlo por mi culpa?
• ¿He honrado el santo nombre de Dios? ¿He pronunciado el nombre de Dios sin respeto, con enojo, burla o de alguna manera poco reverente?
• ¿He hecho un acto de desagravio, al menos interno, al oír alguna blasfemia o al ver que se ofende a Dios?
• ¿He jurado sin verdad? ¿Lo he hecho sin necesidad, sin prudencia o por cosa de poca importancia?
• ¿He jurado hacer algún mal? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse de mi acción?
Tercer Mandamiento – Santificarás las fiestas
• ¿Creo todo lo que enseña la Iglesia Católica? ¿Discuto sus mandatos olvidando que son mandatos de Cristo?
• ¿He faltado a Misa los domingos o fiestas de guardar? ¿Ha sido culpa mía? ¿Me he distraído voluntariamente o he llegado tan tarde que no he cumplido con el precepto?
• ¿He impedido que oigan la Santa Misa los que dependen de mí?
• ¿He guardado el ayuno una hora antes del momento de comulgar?
• ¿He trabajado corporalmente o he hecho trabajar sin necesidad urgente un día de precepto, por un tiempo considerable, por ejemplo, más de dos horas?
• ¿He observado la abstinencia durante los viernes de Cuaresma?
• ¿He rezado alguna oración o realizado algún acto de penitencia los demás viernes del año en los que no he guardado la abstinencia? ¿He ayunado y guardado abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo?
• ¿Cumplí la penitencia que me impuso el sacerdote en la última confesión? ¿He hecho penitencia por mis pecados? ¿Me he confesado al menos una vez al año?
• ¿Me he acercado a recibir la Comunión en el tiempo establecido para cumplir con el precepto pascual? ¿Me he confesado para hacerlo en estado de gracia?
• ¿Excuso o justifico mis pecados?
• ¿He callado en la confesión, por vergüenza, algún pecado grave? ¿He comulgado después alguna vez?
Cuarto Mandamiento – Honrarás a tu padre y a tu madre
(Hijos)
• ¿He desobedecido a mis padres o superiores en cosas importantes?
• ¿Tengo un desordenado afán de independencia que me lleva a recibir mal las indicaciones de mis padres simplemente porque me lo mandan? ¿Me doy cuenta de que esta reacción está ocasionada por la soberbia?
• ¿Les he entristecido con mi conducta?
• ¿Les he amenazado o maltratado de palabra o de obra, o les he deseado algún mal grave o leve?
• ¿Me he sentido responsable ante mis padres por el esfuerzo que hacen para que yo me forme, estudiando con intensidad?
• ¿He dejado de ayudarles en sus necesidades espirituales o materiales?
• ¿Me dejo llevar del mal genio y me enfado con frecuencia y sin motivo justificado?
• ¿Soy egoísta con las cosas que tengo, y me duele dejarlas a los demás hermanos?
• ¿He reñido con mis hermanos?
• ¿He dejado de hablarme con ellos y no he puesto los medios necesarios para la reconciliación?
• ¿Soy envidioso y me duele que otros destaquen más que yo en algún aspecto?
• ¿He dado mal ejemplo a mis hermanos?
(Padres)
• ¿Desobedezco a mis superiores en cosas importantes?
• ¿Permanezco indiferente ante las necesidades, problemas y sufrimientos de la gente que me rodea, singularmente de los que están cerca de mí por razones de convivencia o trabajo?
• ¿Soy causa de tristeza para mis compañeros de trabajo por negligencia, descortesía o mal carácter?
• ¿He dado mal ejemplo a mis hijos no cumpliendo con mis deberes religiosos, familiares o profesionales? ¿Les he entristecido con mi conducta?
• ¿Les he corregido con firmeza en sus defectos o se los he dejado pasar por comodidad? ¿Corrijo siempre a mis hijos con justicia y por amor a ellos, o me dejo llevar por motivos egoístas o de vanidad personal, porque me molestan, porque me dejan mal ante los demás o porque me interrumpen?
• ¿Les he amenazado o maltratado de palabra o de obra, o les he deseado algún mal grave o leve?
• ¿He descuidado mi obligación de ayudarles a cumplir sus deberes religiosos y de evitar las malas compañías?
• ¿He abusado de mi autoridad y ascendiente forzándoles a recibir los sacramentos, sin pensar que por vergüenza o excusa humana, podrían hacerlo sin las debidas disposiciones?
• ¿He impedido que mis hijos sigan la vocación con que Dios les llama a su servicio? ¿Les he puesto obstáculos o les he aconsejado mal?
• Al orientarles en su formación profesional, ¿me he guiado por razones objetivas de capacidad y medios, o he seguido más bien los dictados de mi vanidad o egoísmo?
• ¿Me preocupo de modo constante por su formación en el aspecto religioso?
• ¿Me he preocupado también de la formación religiosa y moral de las otras personas que viven en mi casa o que dependen de mí?
• ¿Me he opuesto a su matrimonio sin causa razonable?
• ¿Permito que trabajen o estudien en lugares donde corre peligro su alma o su cuerpo? ¿He descuidado la natural vigilancia en las reuniones de chicos y chicas que se tengan en casa evitando dejarles solos? ¿Soy prudente a la hora de orientar sus diversiones?
• ¿He tolerado escándalos o peligros morales o físicos entre las personas que viven en mi casa?
• ¿Sacrifico mis gustos, caprichos y diversiones para cumplir con mi deber de dedicación a la familia?
• ¿Procuro hacerme amigo de mis hijos? ¿He sabido crear un clima de familiaridad evitando la desconfianza y los modos que impiden la legítima libertad de los hijos?
• ¿Doy a conocer a mis hijos el origen de la vida, de un modo gradual, acomodándome a su mentalidad y capacidad de comprender, anticipándome ligeramente a su natural curiosidad?
• ¿Evito los conflictos con los hijos quitando importancia a pequeñeces que se superan con un poco de perspectiva y sentido del humor?
• ¿Hago lo posible por vencer la rutina en el cariño a mi esposo(a)?
• ¿Soy amable con los extraños y me falta esa amabilidad en la vida familiar?
• ¿He reñido con mi consorte? ¿Ha habido malos tratos de palabra o de obra? ¿He fortalecido la autoridad de mi cónyuge, evitando reprenderle, contradecirle o discutirle delante de los hijos?
• ¿Le he desobedecido o injuriado? ¿He dado con ello mal ejemplo?
• ¿Me quejo delante de la familia de la carga que suponen las obligaciones domésticas?
• ¿He dejado demasiado tiempo solo a mi consorte?
• ¿He procurado avivar la fe en la Providencia y ganar lo suficiente para poder tener o educar a más hijos?
• ¿Pudiendo hacerlo he dejado de ayudar a mis parientes en sus necesidades espirituales o materiales?
Quinto Mandamiento – No matarás
• ¿Tengo enemistad, odio o rencor hacia alguien?
• ¿He dejado de hablarme con alguien y me niego a la reconciliación o no hago lo posible por conseguirla?
• ¿Evito que las diferencias políticas o profesionales degeneren en indisposición, malquerencia u odio hacia las personas?
• ¿He deseado un mal grave al prójimo? ¿Me he alegrado de los males que le han ocurrido?
• ¿Me he dejado dominar por la envidia?
• ¿Me he dejado llevar por la ira? ¿He causado con ello disgusto a otras personas?
• ¿He despreciado a mi prójimo? ¿Me he burlado de otros o les he criticado, molestado o ridiculizado?
• ¿He maltratado de palabra o de obra a los demás? ¿Pido las cosas con malos modales, faltando a la caridad?
• ¿He llegado a herir o quitar la vida al prójimo? ¿He sido imprudente en la conducción de vehículos?
• ¿He practicado o colaborado en la realización de algún aborto? ¿He abortado o inducido a alguien a abortar, sabiendo que constituye un pecado gravísimo que lleva consigo la excomunión?
• ¿He contribuido a adelantar la muerte a algún enfermo con pretextos de evitar sufrimientos o sacrificios, sabiendo que la eutanasia es un homicidio?
• Con mi conversación, mi modo de vestir, mi invitación a presenciar algún espectáculo o con el préstamo de algún libro o revista, ¿he sido la causa de que otros pecasen? ¿He tratado de reparar el escándalo?
• ¿He descuidado mi salud? ¿He atentado contra mi vida?
• ¿Me he embriagado, bebido con exceso o tomado drogas?
• ¿Me he dejado dominar por la gula, es decir, por el placer de comer y beber más allá de lo razonable?
• ¿Me he deseado la muerte sin someterme a la Providencia de Dios?
• ¿Me he preocupado del bien del prójimo, avisándole del peligro material o espiritual en que se encuentra o corrigiéndole como pide la caridad cristiana?
• ¿He descuidado mi trabajo, faltando a la justicia en cosas importantes? ¿Estoy dispuesto a reparar el daño que se haya seguido de mi negligencia?
• ¿Procuro acabar bien el trabajo pensando que a Dios no se le deben ofrecer cosas mal hechas? ¿Realizo el trabajo con la debida pericia y preparación?
• ¿He abusado de la confianza de mis superiores? ¿He perjudicado a mis superiores o subordinados o a otras personas haciéndoles un daño grave?
• ¿Facilito el trabajo o estudio de los demás, o lo entorpezco de algún modo, por ejemplo, con rencillas, derrotismos e interrupciones?
• ¿He sido perezoso en el cumplimiento de mis deberes?
• ¿Retraso con frecuencia el momento de ponerme a trabajar o estudiar?
• ¿Tolero abusos o injusticias que tengo obligación de impedir?
• ¿He dejado, por pereza, que se produzcan graves daños en mi trabajo? ¿He descuidado mi rendimiento en cosas importantes con perjuicio de aquellos para quienes trabajo? materiales?
Sexto y Noveno Mandamientos – No cometerás actos impuros (6) y No consentirás pensamientos ni deseos impuros (9)
• ¿Me he entretenido con pensamientos o recuerdos deshonestos?
• ¿He traído a mi memoria recuerdos o pensamientos impuros?
• ¿Me he dejado llevar de malos deseos contra la virtud de la pureza, aunque no los haya puesto por obra? ¿Había alguna circunstancia que los agravase: parentesco, matrimonio o consagración a Dios en las personas a quienes se dirigían?
• ¿He tenido conversaciones impuras? ¿Las he comenzado yo?
• ¿He asistido a diversiones que me ponían en ocasión próxima de pecar? (ciertos bailes, cines o espectáculos inmorales, malas lecturas o compañías). ¿Me doy cuenta de que ponerme en esas ocasiones es ya un pecado?
• ¿Guardo los detalles de modestia que son la salvaguardia de la pureza? ¿Considero esos detalles ñoñería?
• Antes de asistir a un espectáculo, o leer un libro, ¿me entero de su calificación moral para no ponerme en ocasión próxima de pecado evitando así las deformaciones de conciencia que pueda producirme?
• ¿Me he entretenido con miradas impuras?
• ¿He rechazado las sensaciones impuras?
• ¿He visto pornografía? ¿Me he masturbado?
• ¿He hecho acciones impuras? ¿Solo o con otras personas? ¿Cuántas veces? ¿Del mismo o distinto sexo? ¿Había alguna circunstancia de parentesco o afinidad que le diera especial gravedad? ¿Tuvieron consecuencias esas relaciones? ¿Hice algo para impedirlas? ¿Después de haberse formado la nueva vida? ¿He cometido algún otro pecado contra la pureza?
• ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? ¿Estoy dispuesto a dejarlas?
• En el noviazgo, ¿es el amor verdadero la razón fundamental de esas relaciones? ¿Vivo el constante y alegre sacrificio de no convertir el cariño en ocasión de pecado? ¿Degrado el amor humano confundiéndolo con el egoísmo y con el placer?
• El noviazgo debe ser una ocasión de ahondar en el afecto y en el conocimiento mutuo; ¿mis relaciones están inspiradas no por afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza?
• ¿Me acerco con más frecuencia al sacramento de la Penitencia durante el noviazgo para tener más gracia de Dios? ¿Me han alejado de Dios esas relaciones?
(Esposos)
• ¿He usado indebidamente el matrimonio? ¿He negado su derecho al otro cónyuge? ¿He faltado a la fidelidad conyugal con deseos o de obra?
• ¿Hago uso del matrimonio solamente en aquellos días en que no puede haber descendencia? ¿Sigo este modo de control de la natalidad sin razones graves?
• ¿He usado preservativos o tomado fármacos para evitar los hijos? ¿He inducido a otras personas a que los tomen? ¿He influido de alguna manera —consejos, bromas o actitudes— en crear un ambiente antinatalista?
Séptimo y Décimo Mandamientos – No robarás (7) y No codiciarás los bienes ajenos (10)
• ¿He robado algún objeto o alguna cantidad de dinero? ¿He reparado o restituido pudiendo hacerlo? ¿Estoy dispuesto a realizarlo? ¿He cooperado con otros en algún robo o hurto? ¿Había alguna circunstancia que lo agravase, por ejemplo, que se tratase de un objeto sagrado? ¿La cantidad o el valor de los apropiado era de importancia?
• ¿Retengo lo ajeno contra la voluntad de su dueño?
• ¿He perjudicado a los demás con engaños, trampas o coacciones en los contratos o relaciones comerciales?
• ¿He hecho daño de otro modo a sus bienes? ¿He engañado cobrando más de lo debido? ¿He reparado el daño causado o tengo la intención de hacerlo?
• ¿He gastado más de lo que me permite mi posición?
• ¿He cumplido debidamente con mi trabajo, ganándome el sueldo que me corresponde?
• ¿He dejado de dar lo conveniente para ayudar a la Iglesia?
• ¿Hago limosna según mi posición económica?
• ¿He llevado con sentido cristiano la carencia de cosas superfluas, o incluso necesarias?
• ¿He defraudado a mi consorte en los bienes?
• ¿Retengo o retraso indebidamente el pago de jornales o sueldos?
• ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás?
• En el desempeño de cargos o funciones públicas, ¿me he dejado llevar del favoritismo, acepción de personas, faltando a la justicia?
• ¿Cumplo con exactitud los deberes sociales, v. gr., pago de seguros sociales, con mis empleados? ¿He abusado de la ley, con perjuicio de tercero, para evitar el pago de los seguros sociales?
• ¿He pagado los impuestos que son de justicia?
• ¿He evitado o procurado evitar, pudiendo hacerlo desde el cargo que ocupo, las injusticias, los escándalos, hurtos, venganzas, fraudes y demás abusos que dañan la convivencia social?
• ¿He prestado mi apoyo a programas inmorales y anticristianos de acción social y política?
Octavo Mandamiento – No levantarás falsos testimonios ni mentirás
• ¿He dicho mentiras? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse? ¿Miento habitualmente porque es en cosas de poca importancia?
• ¿He descubierto, sin justa causa, defectos graves de otra persona, aunque sean ciertos, pero no conocidos? ¿He reparado de alguna manera, v. gr., hablando de modo positivo de esa persona?
• ¿He calumniado atribuyendo a los demás lo que no era verdadero? ¿He reparado el daño o estoy dispuesto a hacerlo?
• ¿He dejado de defender al prójimo difamado o calumniado?
• ¿He hecho juicios temerarios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otras personas? ¿He rectificado ese juicio inexacto?
• ¿He revelado secretos importantes de otros, descubriéndolos sin justa causa? ¿He reparado el daño seguido?
• ¿He hablado mal de otros por frivolidad, envidia, o por dejarme llevar del mal genio?
• ¿He hablado mal de los demás —personas o instituciones— con el único fundamento de que “me contaron” o de que “se dice por ahí”? Es decir, ¿he cooperado de esta manera a la calumnia y a la murmuración?
• ¿Tengo en cuenta que las discrepancias políticas, profesionales o ideológicas no deben ofuscarme hasta el extremo de juzgar o hablar mal del prójimo, y que esas diferencias no me autorizan a descubrir sus defectos morales a menos que lo exija el bien común?
• ¿He revelado secretos sin justa causa? ¿He hecho uso en provecho personal de lo que sabía por silencio de oficio? ¿He reparado el daño que causé con mi actuación?
• ¿He abierto o leído correspondencia u otros escritos que por su modo de estar conservados, se desprende que sus dueños no quieren darlos a conocer?
• ¿He escuchado conversaciones contra la voluntad de los que las mantenían?
B.- Los siete Pecados Capitales
1.- La Soberbia:
Opinión demasiado buena que tiene uno de sí mismo. Admiración excesiva del propio yo. El orgullo hace que uno sea su propia ley, su propio juez en cuestiones de moral y su propio Dios. El orgullo engendra la censura, la maledicencia, las frases hirientes y la difamación de la personalidad de otros, que infla más nuestro “EGO”. El orgullo hace que califique uno de imbéciles a quienes no están de acuerdo con uno. Preguntémonos:
• ¿Asumo actitudes de jactancia o vanagloria?
• ¿Me produce engreimiento que se hable de mi?
• ¿Soy acaso hipócrita?
• ¿Pretendo ser lo que no soy?
• ¿Soy terco?
• ¿Rehúso renunciar a mi voluntad o capricho?
• ¿Nunca doy mi brazo a torcer?
• ¿Soy voluntarioso/a? ¿Me causa resentimiento todo lo que contraría mi voluntad?
• ¿Me peleo cada vez que mis deseos son amenazados?
• ¿Soy desobediente? ¿Soy renuente a someterme a las decisiones de quienes legítimamente son mis superiores?
• ¿Rehuso someterme a la Voluntad de Dios?
2.- La avaricia:
Apego desordenado a las riquezas. Perversión del derecho que Dios nos ha concedido de poseer cosas.
• ¿Quiero tener dinero como una finalidad en sí
• ¿Deseo tenerlo como un medio para lograr una finalidad, como satisfacer necesidades de mi espíritu y de mi organismo?
• ¿Carezco de honradez? ¿Hasta qué grado y en qué forma?
• ¿Correspondo con toda honradez, con mi trabajo al pago que por desempeñarlo se me da?
• ¿Cómo empleo el dinero que gano?
• ¿Soy tacaño (a) con mi familia?
• ¿Siento apego al dinero en sí?
• ¿Hasta qué grado llega mi amor al lujo?
• ¿En qué forma ahorro dinero?
• ¿Me valgo de trampas ó no me detiene el hecho de que un negocio no sea limpio con tal de hacer y ganar dinero?
• ¿Trato de engañarme a mí mismo (a) y cierro los ojos en casos como estos?
• ¿Le llamo ahorro a lo que sé que es tacañería?
• Cuando se trata de negocios que pueden dejarme utilidades considerables, pero que obviamente son de mala fe, ¿trato de justificarme diciendo que “son negocios de gran envergadura”?
• ¿Confundo lo que es un atesoramiento irrazonable, con lo que es asegurar el porvenir propio y de mi familia?
• Si en la actualidad no tengo dinero, ni ningún bien económico, ¿qué me propongo hacer para llegar a tenerlo?
• ¿Me valdría de medios poco limpios para lograrlo?
3.- La lujuria:
Afición desordenada a los placeres de la carne. Deseo excesivo de los placeres de la carne.
• ¿Soy culpable de Lujuria en cualquiera de sus formas?
• ¿Trato de justificarme cuando doy rienda suelta a mi apetito sexual, diciéndome que mis desmanes son “necesarios para la salud” o la expresión de mi individualidad?
• ¿Tengo relaciones sexuales extra-maritales?
• Si soy casado, ¿me conduzco como un hombre o como una bestia? ¿Realmente creo que la lujuria es amor?
• ¿Sé en el fondo de mí mismo que la lujuria no es amor y que el amor no se reduce al sexo?
• ¿Creo que la cuestión sexual no es mas que una parte del amor, una de las formas en que se manifiesta y que moralmente se limita al matrimonio?
• ¿He cometido excesos de lujuria que hayan afectado a mi razón en alguna de las siguientes formas:
a.- Pervirtiendo mi modo de ver y de entender, hasta hacer que no pueda discernir la verdad?
b.- Menguando mi prudencia y por consiguiente dañando mi sentido de los valores, con el resultado de cometer desatinos?
c.- Amando mi egoísmo y como consecuencia, falta de consideración de mi parte?
d.- Debilitando mi voluntad hasta llegar a perder la facultad para tomar una decisión y convertirme en un ser voluble?
• ¿Es posible que Dios, tal como lo concibo, le conceda lo que le pida a una persona relajada en sus costumbres sexuales, dentro o fuera del matrimonio?
• ¿Aprobaría Dios mis hábitos sexuales?
4.- La envidia:
Disgusto ó pesar del bien ajeno.
• ¿Me molesta que otros sean felices o tengan éxitos tal cómo si esa felicidad o ese éxito, fuese algo que me lo hubiesen quitado a mí?
• ¿Me causan resentimiento aquellos que son más inteligentes que yo, porque envidio que lo sean?
• ¿Censuro lo que hacen otros porque para mis adentros, quisiera haberlo hecho yo, por el honor o el prestigio que eso trae?
• ¿Soy envidioso al grado de tratar de menguar la personalidad de alguien intrigando insidiosamente contra él?
• ¿Propago chismes?
• ¿Creo que son envidiosos aquellos que llaman hipócritas a quienes aunque sujetos a error como todo ser humano, tratan de cumplir con los preceptos de su religión? ¿ Soy culpable en ese sentido?
• ¿Califico de presumidos a quienes son bien educados o instruidos, porque les envidio esas ventajas?
• ¿Es real el aprecio que manifiesto por otros?
• ¿Envidio a alguien por alguno de los motivos mencionados o por cualquier otro?
5.-La ira:
Cólera, enojo, apetito de venganza. Irritación, movimiento desordenado del alma ofendida. Molestia.
• ¿Me dejo llevar por la ira?
• ¿Tengo arranques de cólera?
• ¿Siento deseos de venganza?
• ¿Juro que: “esto me lo pagarán”?
• ¿Recurro a la violencia?
• ¿Soy susceptible, sensitivo o impaciente con exceso?
• ¿Me molesto por cualquier cosa?
• ¿Murmuro o refunfuño?
• ¿Ignoro que la ira es un obstáculo para el equilibrio de la personalidad y para el desarrollo espiritual?
• ¿Me doy cuenta de que la ira rompe el equilibrio mental y por consiguiente, impide juzgar acertadamente?
• ¿Dejo que me maneje la ira, cuando sé que me ciega a los derechos de los demás?
• ¿Como puedo justificarme ni el más insignificante berrinche, cuando sé que la ira rompe la concentración que necesito para poder cumplir con la voluntad de Dios?
• ¿Me contagia la ira de otros que por su debilidad se molestan conmigo?
• ¿Puedo esperar que la Serenidad de Dios llegue a mi alma, mientras ésta está sujeta a mis accesos de ira, motivados a veces por insignificancias?
6.- La gula:
Falta de moderación con la comida o en la bebida. Abuso del placer que Dios ha conferido de comer y beber lo que necesitamos para nuestra subsistencia.
• ¿Me debilito moral o intelectualmente debido a mis excesos con la comida o con la bebida?
• ¿Acostumbro a comer con exceso, esclavizándome así a los placeres de la mesa?
• ¿Creo que el hecho de comer o beber con exceso no afecta a la moral en mi vida?
• ¿He bebido o comido con tal exceso que haya vomitado, para luego seguir bebiendo o comiendo?
• ¿Bebo con tal exceso que esto llega a afectarme?
7.- La pereza:
Vicio que nos aleja del trabajo, del esfuerzo. Enfermedad de la voluntad que nos hace descuidar nuestro deber.
• ¿Soy perezoso (a)?
• ¿Soy dado a la holganza o indiferente cuando se trata de cosas de orden material?
• ¿Soy tibio o descuidado en mis oraciones?
• ¿Desprecio la disciplina?
• ¿Prefiero leer una novela que algo que requiera un esfuerzo mental?
• ¿Soy pusilánime para llevar a cabo lo que moral o espiritualmente es difícil?
• ¿Soy descuidado (a)?
• ¿Siento aversión por lo que signifique esfuerzo?
• ¿Me distraen fácilmente las cosas de orden temporal de las que son espirituales?
• ¿Llega mi indolencia al grado de desempeñar descuidadamente mi trabajo?
3 poderosas razones para no dudar que solo Dios pudo ser el creador del universo
Es bastante razonable pensar que existe un «Gran Creador del Universo». Pero, ¿qué sabemos de este Creador?
Alguna vez escuché que existe la misma probabilidad de que haya vida inteligente en el universo que meter cada una de las letras con que fue escrito el Quijote en una licuadora y que salgan en orden, reproduciendo a la perfección la obra de Cervantes. No sé si la comparación es muy exacta, pero refleja un poco el contenido de este video.
El «fine tuning» es la teoría que indica que las constantes por las que es posible la vida inteligente en el universo son tan precisas que debieron ser perfectamente ajustadas. En nuestra experiencia cotidiana, cuando vemos signos de diseño, pensamos que alguien lo debe haber diseñado. Si visitamos los Moáis en Isla de Pascua, nos damos cuenta de que alguien los esculpió y puso en ese lugar.
Si vemos Machu Pichu, la Muralla China, el Monte Rushmore o alguna publicidad en las calles, nos damos cuenta que no pueden ser «formaciones naturales», sino que alguien las tiene que haber diseñado y construido. Lo mismo se puede decir del Universo, porque es tan complejo que es más lógico pensar que alguien lo diseñó a que sencillamente surgió por azar.
Ok, es bastante razonable pensar que existe un «Gran Creador del Universo». Pero, ¿qué sabemos de este Creador? Sabemos que posee algunos poderes especiales para poder crear materia de la nada. Uno se puede dar cuenta de que es un científico extraordinario porque domina a la perfección la física, la química y la matemática. Tiene además una creatividad incomparable. De su mano salieron las obras de arte más hermosas que se pueden observar. Sabe todo sobre biología y genética porque hizo surgir la vida y le permitió desarrollarse hasta que existió el ser humano. Y a este le pudo transmitir algunas de sus características propias, como su inteligencia y su libertad. Ok, ya sabemos algunas cosas sobre este Creador, pero algunas cosas se nos escapan.
Además de algunos detalles de cuándo y cómo se hicieron las cosas, nos falta el conocimiento del porqué del Universo. ¿Por qué Dios se tomó tantas molestias en crearlo? ¿Por qué tuvo que esperar millones de años hasta que surgiera el hombre? Llegados hasta este punto, la teoría del «fine tuning» no nos puede dar respuestas. Es el mismo Creador el que nos responde el porqué del Universo y de pasada nos cuenta un poco más sobre sí mismo. Esta respuesta de Dios es la Revelación que hizo al Pueblo Elegido y después al mundo entero mediante Jesucristo.
La Revelación nos dice que Dios creó todo por amor, e hizo el Universo tal como es para que el hombre pudiera habitarlo y experimentar ese amor. Nos dice el Compendio del Catecismo que «el mundo ha sido creado para gloria de Dios, el cual ha querido manifestar y comunicar su bondad, verdad y belleza. El fin último de la Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser todo en todos, para gloria suya y para nuestra felicidad» (Compendio, 53). Dios ajustó todo en el Universo para que fuera posible la vida humana, para que Él tuviera alguien con quien compartir el amor y la sabiduría.
En el fondo, el «fine tuning» es más que una obra de ingeniería espectacular, es la delicadeza que tuvo Dios para darnos el mejor lugar para que podamos sentir su misericordia. Creo que el mejor ejercicio que puedes hacer es fijarte en la naturaleza, en la constante de la gravedad (Ω), en el sol, el aire, la presión atmosférica, etc., y no darlas por sentado. En esas cosas te habla Dios del amor que te tiene.