Èl también vio y creyó


Francisco y Küng, ¿un acercamiento?

"Quedo a su disposición", reza una de las cartas escritas por el Papa al teólogo
¿Rehabilitará Francisco a Hans Küng?
"A Küng no le obsesiona su rehabilitación; esa beneficiaría más a la Iglesia católica que a él"
 ¿Cogerá el papa Francisco un día el teléfono y llamará a Küng para decirle que queda rehabilitado, que la Iglesia no puede permitir que muera como teólogo no católico uno de los teólogos más relevantes?

(Manuel Fraijó).- Hacía bastante tiempo que no subía la empinada cuesta que, en la hermosa ciudad universitaria de Tubinga, conduce a la casa de Hans Küng. Hace unas semanas pude volver a hacerlo, reconozco que con bastante emoción. Se me acumulaban los recuerdos.

Había conocido al maestro en todo su esplendor, allá por 1970. En mi retina siguen grabadas sus magníficas clases, sus seminarios, su cercanía humana, su apertura ecuménica, su acendrada fe, su pasión por una Iglesia humilde, dialogante, ecuménica, fiel al mensaje de Jesús, atenta a las necesidades del mundo y siempre dispuesta a reformarse. A sus alumnos nos impactaba, sobre todo, su apasionante recreación de la figura de Jesús de Nazaret; probablemente es uno de los teólogos del siglo XX que mejor ha hablado de él. Su libro Ser Cristiano, de 1974, consagrado casi en su integridad a la persona de Jesús, se ha hecho acreedor a un prolongado agradecimiento. Una y otra vez ha vuelto Küng a hablar bien de Jesús, la última en su libro Jesús (Trotta 2014).

Ahora, mientras enfilaba aquella cuesta, esta vez en la grata compañía de su editor español,Alejandro Sierra, y de su mujer, Christiane -le iban a hacer entrega de los primeros ejemplares del tercer volumen de sus memorias, Humanidad vivida-, pensaba en el título del libro de Dietrich Bonhoeffer, Resistencia y sumisión.

Yo recordaba al Küng resistente, al teólogo joven y vigoroso, viajero incansable, lleno de energías y proyectos; pero era consciente de que unos minutos después me iba a encontrar ante un Küng familiarizado ya con la sumisión a la que obligan las enfermedades y los años. Tiene 86. Había leído el impresionante capítulo XII de la Humanidad vivida, titulado En el atardecer de la vida, un conmovedor relato de sus males de ahora y de sus esperanzas de siempre; un relato que emocionará a todo el que se entregue a su lectura.

Además, estaba informado de que, a finales del mes de junio, su avanzado párkinson le mostró su cara más siniestra: a punto estuvo de forzar el final, de provocar la última sumisión. Pero el párkinson tal vez no había contado con la fuerza y las energías acumuladas de este empedernido deportista, atleta, senderista, nadador y esquiador; en definitiva, no había contado con el Küng resistente.

Fue un encuentro de los que nunca se olvidan. Ante nosotros teníamos al Küng de siempre: sonriente, cordial, ameno. Las huellas de la enfermedad eran perceptibles, pero continuaba siendo el "hombre erguido" que evocaba E. Bloch. Le encantó la edición española de sus Memorias. Y, con notable satisfacción, nos comunicó que la editorial Herder está publicando sus Obras Completas en 24 volúmenes. Con sonrisa pícara añadió: "Esto es efecto del papa Francisco". Se refería al hecho insólito de que una editorial católica publique sus obras.

Y, con gran satisfacción, desplegó sobre la mesa dos cartas del Papa, cuidadosamente archivadas, una de las cuales incluye en este volumen de sus memorias. Es notable su entusiasmo por la figura del actual papa. Le encuentra grandes semejanzas con su admirado Juan XXIII; reconoce que está llevando a cabo reformas necesarias, largamente esperadas y tenazmente defendidas por él y por otros muchos teólogos.

Calladamente yo me preguntaba si esas reformas incluirán su rehabilitación. Es sabido que, hace más de 30 años, Juan Pablo II le privó de su condición de teólogo católico. ¿Cogerá el papa Francisco un día el teléfono -está demostrando que sabe hacerlo- y llamará a Küng para decirle que queda rehabilitado, que la Iglesia no puede permitir que muera como teólogo no católico uno de los teólogos de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI que más han contribuido a la difusión y profundización del catolicismo en el ancho mundo?

Pensaba en esta posibilidad al contemplar una y otra vez aquella interminable estantería que contiene sus más de 60 libros, algunos de ellos muy voluminosos, traducidos a múltiples idiomas. Una estantería que ha proyectado mucha luz sobre los grandes temas de la vida humana: Dios, Jesús, la Iglesia, las religiones del mundo, el sentido de la vida, la ética, el más allá, el origen de la realidad, la deseada paz, la política y la economía, la música, y un abultado etcétera. Me venían a la mente los elogios que otro grande de la teología, K. Barth, le dedicó cuando solo era una joven promesa: "Le tengo a usted por un israelita en quien no hay engaño"; y terminaba deseando al joven doctor que viniera sobre él el Espíritu.

Se tiene la impresión de que el Espíritu no se ha portado nada mal con Küng. También me quedé con una frase, muy breve, de una de las cartas del papa Francisco: "Quedo a su disposición". Küng no le va a pedir nada para él, pero los demás podemos, desde el respeto y la admiración que sentimos por el papa Francisco, rogarle que no eche en saco roto el caso Küng, que le haga un hueco en su agenda de reformas. Sabemos que no es un asunto fácil, pero Francisco se está especializando en temas arduos.

Digamos, finalmente, que, a estas alturas de la película, a Küng no le obsesiona su rehabilitación eclesiástica; esa beneficiará más a la Iglesia católica que a él. Está mucho más pendiente de la otra rehabilitación, de la que acontece cuando cae el telón de esta vida. En el citado capítulo 12 de la Humanidad vivida ofrece un vivo recuento de los numerosos "achaques" que hacen difícil su día a día. La muerte no es ya una amenaza lejana, sino un visitante que ya no se hará esperar demasiado: "Estoy a la espera", preparado para "despedirme en cualquier momento". De hecho, nos encontramos en el despacho en el que le gustaría morir, en el que ha trabajado desde que en 1960 llegó a Tubinga. Y en Tubinga desea ser enterrado. Ya ha comprado la que será su tumba.

Reposará junto a sus entrañables amigos Walter Jens y su esposa Inge. Será su último homenaje a la amistad, su postrer intento de cercanía. Su epitafio será sencillo y breve: "Profesor Hans Küng". Desea ser recordado por su "oficio": profesor. "No he sido un profeta, sino un profesor". Un profesor que, en aquella tarde fría y lluviosa de Tubinga, transmitía paz, sosiego, serenidad. El teólogo de las muchas batallas se acerca al final con la serena certeza del trabajo bien hecho, del deber cumplido. "Mi obra está concluida".

Ha escrito muchos libros, pero, como nuestro Unamuno, no se conforma con la inmortalidad que otorga la obra realizada, desea seguir viviendo él y no solo sus libros. Su fe cristiana le permite esperar un nuevo comienzo, otra vida más allá de la muerte. No desea el final, pero lo acepta con la confianza del viajero que sabe que no peregrina hacia ninguna parte. No es "la nada" nuestra última morada, escribe una y otra vez, sino el Misterio, al que algunas religiones, entre ellas el cristianismo, llaman Dios.

Eso sí: Küng desearía un final benigno, una buena muerte. Le gustaría morir como ha vivido: digna y humanamente. No querría sufrir la terrible y lenta agonía que en 1954 sufrió su joven hermano Georg, víctima de un tumor cerebral; tampoco desearía verse sumido en la demencia padecida por su amigo Walter Jens durante 10 años; y no le encuentra ningún sentido a una vida puramente vegetativa como la sufrida durante demasiados años por Ariel Sharon.

Como creyente cristiano sabe que la vida es un don de Dios. En su último libro, Glücklich sterben (Una muerte feliz), al que seguirá otro sobre los siete papas que ha conocido, rechaza expresamente el suicidio. No quisiera devolver su vida al Creador con ira y desesperación. Pero pide ayuda para un buen morir. Rechaza la alimentación artificial y la respiración asistida como formas de prolongar la vida. Y se pregunta si el acto de desconectar esas máquinas, lo que llamamos eutanasia pasiva, no es "tan activo" como el de suministrar una elevada dosis de morfina que causa igualmente la muerte, es decir, la eutanasia activa. Preguntas y más preguntas. Küng se ha pasado la vida practicando la teología de la pregunta. Caía ya la tarde cuando me despedí, con más emoción que nunca, del maestro y del amigo. ¿Nos volveremos a ver? En Tubinga seguía lloviendo, como casi siempre por estas fechas.

Guillermo Karcher, en el Vaticano

Lo asegura Guillermo Karcher
"El Papa brindó con sidra y comió pannettonne"
Recibió regalos y se mostró muy agradecido"
A Francisco le regalaron muchos comestibles que "fueron donados al dispensario en los que trabajan los discípulos de la Madre Teresa de Calcuta"

(MDZOL).- "A la hora del brindis lo hizo con sidra y comió pannettone", dijo Guillermo Karcher, encargado ceremonial del Vaticano, en referencia al brindis navideño del papa Francisco.

En diálogo con Radio América, Karcher remarcó que Jorge Bergoglio "es el hombre normal que siempre conocimos", y agregó: "Recibió regalos y se mostró muy agradecido".

De acuerdo con Karcher, a Francisco le regalaron muchos comestibles que "fueron donados al dispensario en los que trabajan los discípulos de la Madre Teresa de Calcuta".

Evangelio según San Juan 20,2-8. 


El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. 
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

Juan Scot Èrigéne (¿- c.870), monje benedictino, irlandés. Homilía sobre el prólogo de San Juan

“Lo que existía desde el principio..., lo que hemos visto con nuestros ojos...,os lo anunciamos.” (1Jn 1,1-3)

Pedro y Juan corren los dos al sepulcro. El sepulcro de Cristo es la Sagrada Escritura en la que los misterios más oscuros de su divinidad y de su humanidad están guardados, -me atrevo a decir-, por una muralla de rocas. Pero Juan corre más deprisa que Pedro porque el poder de la contemplación purificada penetra los secretos de las obras divinas con una mirada más penetrante y más viva que el poder de la acción que aún tiene necesidad de ser purificada. 

Pedro entra, no obstante, el primer en el sepulcro. Juan le sigue. Los dos corren, y los dos entran. Aquí, Pedro es la imagen de la fe, y Juan representa la inteligencia... La fe tiene que entrar la primera en el sepulcro, imagen de la Escritura. La inteligencia entra siguiendo a la fe...  Pedro que representa también la práctica de las virtudes, ve por la fe y por la acción al Hijo de Dios contenido de una manera inefable y maravillosa en los límites de la carne. Juan, a su vez, que representa la más alta contemplación de la verdad, admira al Verbo de Dios, perfecto en si mismo e infinito en su origen, es decir, en su Padre. Pedro, conducido por la revelación divina mira al mismo tiempo las cosas eternas y las cosas de este mundo, unidas en Cristo. Juan contempla y anuncia la eternidad del Verbo para darlo a conocer a los creyentes.
Digo pues que Juan es un águila espiritual de altos vuelos y que ve a Dios. Lo llamo el “teólogo”. Domina toda la creación visible e invisible, sobrevuela todas las facultades del intelecto y entra en Dios que le hace participar de su propia vida divina.

Fiesta de san Juan, apóstol y evangelista

San Juan, apóstol y evangelista

Fiesta de san Juan, apóstol y evangelista, hijo de Zebedeo, que junto con su hermano Santiago y con Pedro fue testigo de la transfiguración y de la pasión del Señor, y al pie de la cruz recibió de Él a María como madre. En su evangelio y en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio.

San Juan tuvo la inmensa dicha de ser el discípulo más amado por Jesús. Nació en Galilea y fue hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el mayor.

San Juan era pescador, tal como su hermano y su padre, y según señalan los antiguos relatos, al parecer fue San Juan, que también fue discípulo de Juan el Bautista, uno de los dos primeros discípulos de Jesús junto con Andrés. La primera vez que Juan conoció a Jesús estaba con su hermano Santiago, y con sus amigos Simón y Andrés remendando las redes a la orilla del lago; el Señor pasó cerca y les dijo: "Vengan conmigo y los haré pescadores de almas".

Ante este subliminal llamado, el apóstol dejó inmediatamente sus redes, a su padre y lo siguió. Juan evangelista conformó junto con Pedro y Santiago, el pequeño grupo de preferidos que Jesús llevaba a todas partes y que presenciaron sus más grandes milagros.Los tres estuvieron presentes en la Transfiguración, y presenciaron la resurrección de la hija de Jairo. Los tres presenciaron la agonía de Cristo en el Huerto de los Olivos; y junto con Pedro se encargó de preparar la Última Cena. A Juan y su hermano Santiago les puso Jesús un sobrenombre: "Hijos del trueno", debido al carácter impetuoso que ambos tenían.

Estos dos hermanos vanidosos y malgeniados se volvieron humildes, amables y bondadosos cuando recibieron el Espíritu Santo. Juan, en la Última Cena, tuvo el honor de recostar su cabeza sobre el corazón de Cristo. Fue el único de los apóstoles que estuvo presente en el Calvario. Y recibió de Él en sus últimos momentos el más precioso de los regalos. Cristo le encomendó que se encargara de cuidar a la Madre Santísima María, como si fuera su propia madre, diciéndole: "He ahí a tu madre". Y diciendo a María: "He ahí a tu hijo". El domingo de la resurrección, fue el primero de los apóstoles en llegar al sepulcro vacío de Jesús. Después de la resurrección de Cristo, en la segunda pesca milagrosa, Juan fue el primero en reconocer a Jesús en la orilla.

Luego Pedro le preguntó al Señor señalando a Juan: "¿Y éste qué?". Jesús le respondió: "Y si yo quiero que se quede hasta que yo venga, a ti qué?". Con esto algunos creyeron que el Señor había anunciado que Juan no moriría. Pero lo que anunció fue que se quedaría vivo por bastante tiempo, hasta que el reinado de Cristo se hubiera extendido mucho. Y en efecto vivió hasta el año 100, y fue el único apóstol al cual no lograron matar los perseguidores. Juan se encargó de cuidar a María Santísima como el más cariñoso de los hijos. Con Ella se fue a evangelizar a Éfeso y la acompañó hasta la hora de su gloriosa muerte. El emperador Domiciano quiso matar al apóstol San Juan y lo hizo echar en una olla de aceite hirviente, pero él salió de allá más joven y más sano de lo que había entrado, siendo desterrado de la isla de Patmos, donde fue escrito el Apocalipsis. Después volvió otra vez a Éfeso donde escribió el Evangelio.

A San Juan Evangelista se le representa con un águila al lado, como símbolo de la elevada espiritualidad que transmite con sus escritos. Ningún otro libro tiene tan elevados pensamientos como su Evangelio. Según señala San Jerónimo cuando San Juan era ya muy anciano se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo único que les decía siempre era esto: "hermanos, ámense los unos a otros". Una vez le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: "es que ese es el mandato de Jesús, y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura". San Epifanio señaló que San Juan murió hacia el año 100 a los 94 años de edad

San Juan   « San Juan, natural de Betsaida de Galilea, fue hijo de Zebedeo y de Salomé, y hermano de Santiago el Mayor. Siendo primeramente discípulo de San Juan Bautista y buscándolo con todo corazón el reino de Dios, siguió después a Jesús, y llegó a ser pronto su discípulo predilecto. Desde la cruz el Señor le confió su Santísima Madre, de la cual Juan, en adelante, cuidó como de la propia.- Juan era aquél discípulo «al cual Jesús amaba» y que en la última Cena estaba «recostado sobre el pecho de Jesús» (Juan 13, 23), como amigo de su corazón y testigo íntimo de su amor y de sus penas.

Después de la Resurrección se quedó Juan en Jerusalén como una de las «columnas de la Iglesia» (Gal 2,9 ), y mas tarde se trasladó a Efeso del Asia Menor. Desterrado por Domiciano    ( 81–96) a la isla de Patmos, escribió allí El Apocalipsis. A la muerte del tirano pudo regresar a Efeso, ignorándose la fecha y todo detalle de su muerte. Además de El Apocalipsis y tres Epístolas, compuso a fines del primer siglo El Evangelio que lleva su nombre, que tiene por objeto robustecer la fe en las mesianidad y divinidad de Jesucristo, á la par que sirve para completar los Evangelios anteriores, principalmente desde el punto de vista espiritual, por lo cual ha sido llamado el Evangelista del amor. Su lenguaje es de lo más alto que nos ha legado la Escritura Sagrada, como se ve en el prólogo, que por la sublimidad de su asunto –los orígenes eterno del Verbo- no tiene semejanza en toda la literatura humana.

27 de diciembre 2014 Sábado St. Juan, apóstol y evangelista 1 Jn 1, 1-4

Si nos esforzamos para interiorizar cada día el mensaje que Jesús nos dirige, también podremos hacer nuestras estas palabras de Juan: «Ahora os anunciamos también a vosotros lo que hemos visto y oído, para que tengáis comunión con nosotros, que estamos en comunión con el Padre y con Jesucristo su Hijo ». Yo quiero ser contigo cada día, porque cada día es Tuyo.

SOLEMNIDAD DE LA NAVIDAD DEL SEÑOR - MISA DE LA NOCHE

25 de diciembre de 2014.       Is 9, 1-6; Tt 2, 11-14; Lc 2, 1-14

"En la casa del carpintero hay novedad”, dice el poeta con una expresión muy de nuestra tierra (cf. J: V. Foix, Poemario, Lo sabe todo el mundo y es profecía). Sí, hermanos y hermanas: "En casa del carpintero" de Nazaret "hay novedad". Pero la novedad no ocurre en la casa familiar. Ocurre lejos; allá de las montañas, cerca del desierto de Judá, en Belén, donde están de paso. Lo hemos oído en el Evangelio que nos acaba de proclamar el diácono en esta noche santa. A María, la esposa de José, el carpintero, se le han cumplido los días y ha puesto al mundo un hijo. José es, según remarca el evangelista, descendiente del rey David, aunque vive como un artesano de pueblo pequeño. En el establo de Belén todo ocurre con la simplicidad más grande, un recién nacido más al mundo; no en los rangos más altos de la sociedad, sino en los de lagente sencilla. María, la madre, a pesar de los dolores del parto y la pobreza del entorno, está gozosa de haber dado nacimiento a su hijo primogénito. Y José, el esposo, acoge con alegría el niño y comparte la ternura del momento con su esposa.

El bebé alterna sueño y llanto, y es nutrido en el pecho de su madre. Ante esta novedad hay carpintero, la sabiduría popular se pregunta: "¿Qué le daremos en el Chico de la Madre? ¿Qué le daremos que le sepa bueno? "

El evangelista, sin embargo, nos hace ver a continuación que aquel nacimiento no es como los demás.En aquella ocurre algo inaudito. Unos pastores que velan de noche guardando su rebaño, reciben un anuncio insólito. Insólito por el personaje que hace el anuncio insólito por el mensaje mismo, insólito por la visión que canta la gloria de Dios y proclama paz en la tierra.

Con ello comprendemos que, en la simplicidad de aquel nacimiento acaecido en circunstancias excepcionales, hay una realidad superior: el Hijo eterno de Dios viene a la tierra para ser uno más de la gran familia humana y salvarla desde dentro, enseñándole el sentido de la vida, liberándola de todo lo que el esclaviza, haciéndole conocer cómo Dios la estima, dándole instrumentos para crear una sociedad mejor, para instaurar la paz en la tierra. La "novedad hay carpintero" no, es por tanto, una alegría sólo para la familia y los vecinos cuando vuelvan a Nazaret. Es una gran alegría para todo el pueblo, para toda la humanidad.

Profundizando el misterio de este nacimiento, vemos la densidad profética del salmo 44 que hemos cantado al primer nocturno de esta vela. Este salmo habla de la boda de un rey victorioso, el preferido de Dios, el más bello de todos los hombres y los labios del que exhalan gracia. Proféticamente le es dicho, a este rey, que su trono desafiará los siglos. si nos fijamos, son unas palabras parecidas a las que fueron dichas a María en anunciarle la su maternidad: el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y su reino no tendrá fin. El salmo habla del rey, esposo, y de la esposa. Hoy podemos entender quién es la esposa de este rey único, que se ve conducida entre cantos de fiesta cerca del rey.

La esposa es la humanidad; Jesucristo lo ama como un esposo enamorado ama su esposa. Cristo está prendado de la belleza que tendrá esta esposa cuando la habrá lavada con su sangre y con el baño del agua bautismal (cf. Ef 5, 26-27). el nacimiento de Belén, pues, es al mismo tiempo una nacimiento y una boda. El esposo llega a medianoche (cf. Mt 25, 5) para unirse a su esposa, para tomar la naturaleza humana,que él quiere. La encarnación en el seno de María y el nacimiento forman una unidad; por eso esta noche resuena para todos los que velan con corazón despierto este grito: el esposo es aquí, es el Mesías, el Señor. Salid a recibirlo. Encontrará un niño en pañales y acostado en un pesebre (cf. Mt 25, 5).

Jesús da a las contingencias de la vida su sentido total. Desde el nacimiento en la pobreza de Belén, hasta asumir el dolor y la muerte de toda la humanidad. también las contingencias que nos toca vivir a nosotros o las del mundo globalizado de nuestro tiempo. Todo es camino de salvación, si lo sabemos descubrir. Todo es camino de gracia, si lo vivimos desde él. Él, tanto en la ausencia de palabras de cuando es en el pesebre como en la gracia que desprenderán sus labios cuando anuncie la Buena Nueva del Evangelio, nos enseña cómo hemos vivir todas las circunstancias de nuestra vida. Y sobre todo nos enseña la misericordia de Dios tiene para cada hombre o mujer del mundo para que entre todos forman su esposa. Una parte de la cual, la Iglesia, es consciente de este amor y de estos Esposorios del Hijo de Dios. Y a nosotros nos toca, después de haber hecho la experiencia de nuestra unión con él, anunciar a los demás como fuente de alegría y de paz, como fuerza de vida.

La encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios son en bien de toda la humanidad. Y nosotros,los cristianos, no podemos desentendernos de quienes, compartiendo o no nuestra fe, son parte de la esposa amada de Jesucristo que es la humanidad entera. Esta esposa sufre en muchos lugares del mundo por la pobreza, la violencia, la explotación, los asesinados.

Hermanos nuestros en la fe, son víctimas de vejaciones, expulsados de sus casas y de sus tierras, violados, llevados a la muerte. Jesucristo transforma todo ello en semilla de vida y nos llama a actuar responsablemente para hacer un mundo más acorde con el querer de Dios, con la fraternidad universal de la humanidad que él ha creado por amor. también en cerca de nosotros la situación de pobreza sigue aumentando y afectando cada vez más la infancia, muchas familias tardarán años a notar una mejora económica, otros quizás ni llegarán. Cáritas detecta nuevas alarmas en nuestro país, como la del número creciente de pensionistas que necesitan ayuda alimentaria o para gastos básicos a casa o el de los que no pueden pagar el alquiler. No podemos celebrar la Navidad y no ser sensibles a todas estas situaciones. Por eso, al final de la celebración haremos una colecta favor de Cáritas para que puedan atender las urgencias de tantas personas.

La noche oscura de la humanidad, que da pie a tanto sufrimiento y a tanto desencanto, es inundada de la luz de Cristo. El nos abre caminos de esperanza."¿Qué le daremos -pues el Chico de la Madre? ¿Qué le daremos que le sepa bueno? ". Le debemos dar toda nuestra persona, desde el momento que él se nos da del todo, como un esposo; le debemos dar la nuestro amor, nutrido por la oración en un diálogo íntimo con él; le debemos dar acogida cuando viene a nosotros en su Palabra y en sus sacramentos, cuando viene a nosotros en la persona de los necesitados; le debemos dar nuestra cabeza y nuestros brazos para seamos instrumentos suyos de la transformación del mundo según el Evangelio. Entonces, "la novedad "que hubo" en casa del carpintero "en la primera Navidad será también en nuestro interior, en nuestros hogares y nuestro mundo.

Disponemos ahora a acoger con fe el esposo que viene en la Eucaristía, puesto sobre el altar,
mesa, pesebre, de la Nueva Alianza.

Juan apóstol, amigo de Cristo

Juan se caracterizó por su gran amor a Cristo. Y es lo que yo necesito, amar a Dios, sentirlo cercano, necesario. 



Juan era hijo de Zebedeo, pescador de Betsaida y de Salomé, una de las mujeres que estuvieron al servicio de Jesús. Era hermano de Santiago, a quienes se les designaba con el título de "hijos del trueno". Fue discípulo de Juan el Bautista de donde pasó a ser seguidor de Cristo, convirtiéndose en uno de sus apóstoles preferidos, el “discípulo amado".


Parece ser que Juan vivió después de todo esto en Antioquía y en Efeso. Además de escribir el Evangelio, Juan escribió el Apocalipsis y tres cartas. Finalmente recordamos que fue el acompañante de María . Entre todos los aspectos que podríamos señalar en S. Juan, vamos a quedarnos en esta meditación con esa realidad que le caracteriza tanto: su amor a Cristo.


En la vida de todo hombre están en disputa siempre una serie de valores que compiten entre sí por su primacía. Muchas veces en la esfera de la mente y de la razón se hace evidente para un cristiano que Dios es lo primero.

Pero posteriormente en la esfera de lo existencial, de lo vital, del día a día, Dios se oscurece en la conciencia para dar paso a otras realidades que copan plenamente la energía, la atención, el pensamiento, la preocupación, hasta el punto de que se convierten así en las verdaderas razones de nuestro existir.


Es ésta una lucha constante y normal en nuestro interior. La realidad de Dios se ve frecuentemente vapuleada por otras realidades que la desplazan. Se termina teniendo tiempo para casi todo, pero no para Dios. Hay frases muy usadas y muy conocidas como "no tengo tiempo para el espíritu", "me es imposible ir a misa", "no encuentro tiempo para confesarme", "ya quisiera tener un minuto para poder leer el Evangelio o algún libro formativo". En el fondo de todo ello está la derrota del espíritu frente a la fuerza y empuje de lo material, de lo inmanente, de lo pasajero. A veces queremos reaccionar frente a esta situación, pero enseguida el tráfago de la vida y las ocupaciones nos apartan de nuestros propósitos. Como consecuencia de todo ello, sentimos que el espíritu empieza a perder entusiasmo por Dios y nos encontramos cada vez más con un vacío que nos angustia y llena de culpabilidad. Es como si mascáramos el fracaso de una vida que, a medida que avanza, se siente más vacía. Y es que no podemos apagar la sed del espíritu, es que no podemos negar al corazón lo que el corazón necesita de veras, porque tras el olvido de Dios llega a continuación el poner en un lugar también secundario la familia, la esposa, los hijos, la honradez, la verdad. El fracaso del espíritu siempre arrastra tras sí a todo el hombre. Todo ello hace comprender por qué Dios quiere ser Dios en nuestra vida o por qué el hombre no puede concebir una vida sin Dios. La medida de nuestra dicha, de nuestro gozo, de nuestra paz no puede ser otro que Dios. "Nos hiciste, Señor, para ti". Son palabras que han tenido, tienen y seguirán teniendo una fuerza y una verdad incontestables. Por más que los hombres se empeñen en llenar el vacío de Dios con otras realidades, nunca lo lograrán. Ahí está el porqué Dios es el Señor de nuestras vidas. Sería un suicidio querer plantear una vida y un futuro lejos de Él. Pero no basta que Dios sea Dios en nuestra vida. Desde su realidad de Dios, Dios debe ser vivido como Padre, Amigo, Compañero, Confidente. Un Dios en quien se crea, pero que no afecte cordialmente a mi vida, con quien yo no tenga una relación personal e íntima, que yo no sienta a mi lado, nunca terminaría convirtiéndose en mi vida en lo primero. Puedo creer en Dios, puedo respetar a Dios, puedo temer a Dios, pero esto necesariamente no es amor. Y realmente lo que necesito es amar a Dios, es decir, sentirlo como persona, sentirlo cercano, sentirlo necesario.

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