Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre
- 03 Abril 2020
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- 03 Abril 2020
Cuando todo terminó sanó la tierra completamente. Me impresiona. Cuando todo termine. Ahora me cuesta ver el final del túnel. Pero la luz brilla en mi corazón.
Una persona comenta: “No te tomes demasiado en serio”. ¿Que no tome en cuenta mis emociones, mis miedos, mis ansiedades? ¿Que finja que tengo las respuestas y las razones? ¿Que diga que tengo la receta para vivir tiempos de guerra?
Me resulta difícil. Quizás no se toma muy en serio la vida quien sólo espera que acabe esta cuarentena para seguir como antes. O quien en medio del dolor está pensando en sus dolores de siempre.
Tal vez no tomarme en serio es bueno cuando pierdo la perspectiva de las cosas. Cuando creo que mi problema pequeño es más importante que los que viven muchos en estos días. Cuando pienso sólo en mí, en lo mío.
No busco recetas, ni soluciones fáciles. Ni que me digan que simplemente confíe. Creo que las mejores respuestas en la vida las encuentro en un mar de dudas.
Y los mejores caminos son los que están llenos de bosque. Y los mejores atardeceres son los que contemplo desde mi ventana.
Porque esto que ahora vivo es lo mejor que me puede ocurrir.
Sin pretender tener recetas para vivirlo mejor.
Sin fingir que entiendo el por qué de todo. Y que sé hacia dónde vuelan todos los aviones aparcados en el aeropuerto.
A lo mejor Dios quiere que ahora detenga mis pasos para contemplar mi día y dar gracias. Por lo que tengo, por lo que hay.
Que me alegre de un avión que no alza un vuelo, aunque me duela el alma. Y sonría con mis árboles llenos de luz vespertina.
Me gustan las respuestas incompletas. Me alegran las preguntas nuevas que brotan como hierba verde en medio del desierto. Me gusta vivir el hoy. Tan solo eso, sin prisas, con paciencia infinita, con sonrisa verdadera.
No me tomo en serio, no me angustio, no dejo de sonreír, aunque muchos no sonrían.
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Corro por los pasillos de mi casa buscando vida. Escribo en mi cuaderno mis poesías, sin soñar con que alguien un día las rescate para dar esperanza a muchos. No lo pretendo.
Las palabras dibujan luces en medio de la noche. Vivo el ahora. No poseo el mañana. Y mi hoy está lleno de pausas y silencios. De miedos contenidos. Como me escribía una persona:
“No se escuchan las palabras, o se oyen las pisadas, todo permanece en calma”.
En medio de esa paz forzada yo creo. Confío en medio de una enfermedad que sigue amenazando. Sin encontrarle el sentido.
Sólo entiendo una cosa: el hoy me da paz.
El hoy es una puesta de sol ante mi ventana. Los gritos y risas de mis hijos. El ladrido de un perro soñando la calle. La comida familiar, una tras otra. La ausencia de planes.
Los horarios inventados para crearme una nueva rutina. El propósito de no ver demasiadas noticias. Sólo las que me muestran brotes verdes.
Las misas a través de una pantalla. El canto que escucho por las redes. Un poema que me llena de esperanza. Y ese Dios que habita en medio de mi noche, de mi día, de mi paz, de mi inquietud, de mi miedo, de mis risas.
Y decido tomarme en serio. Porque Dios lo hace conmigo. Y decido dejar de preocuparme por cosas pequeñas. ¿Habré aprendido una nueva sabiduría para enfrentar la vida?
Sólo espero que no se me olvide. Que le dé valor a lo que lo tiene y se lo quite a esas cosas que a veces me angustian. En esos momentos es cierto, no debería tomarme tan en serio.
Y mientras tanto, sonreír, tener paciencia, bailar, escribir, guardar silencio, reír, caminar por donde pueda. Y esperar, no tanto a que todo pase, sino a que ese Dios que vive dentro de mí venga cada tarde a visitarme. Me llene de luz y de vida. Sostenga mis pasos temblorosos. Me haga sonreír. Y me diga que algo estamos construyendo.
Como dice una canción de Lucía Gil (de la Oreja de Van Gogh): ese puente entre los dos que antes estaba roto y ahora separado por una pantalla. Pero el mundo, eso espero, será mejor cuando todo pase:
“Y después de pasar la cuarentena,
habremos hecho un puente que unirá.
Mi puerta al empezar la primavera,
y la tuya que el verano me traerá.
Al vernos desde lejos tan unidos,
empujando al mismo sitio,
sólo queda un poco más.
Volveremos a juntarnos,
volveremos a brindar,
un café queda pendiente en nuestro bar.
Romperemos ese metro de distancia entre tú y yo,
ya no habrá una pantalla entre los dos”.
No dejo de tomarme en serio. Así lo hace Dios conmigo. Él se conmueve con mi dolor y llora conmigo. No me dice que me calme y no me agobie. Calla a mi lado, velando mi cama enferma.
Y me sostiene con una fuerza interior que no viene de mí, sino de muy dentro. De un espacio sagrado que hay en mi alma y que me lleva hacia lo alto. Más alto de lo que cualquier avión parado en el. Aeropuerto podría algún día llevarme.
Se estima que la devoción al padre adoptivo de Jesús comenzó entre los siglos III y IV. Pero, según el libro de oración Pietá, hay una oración a san José que data del año 50:
“Esta oración fue encontrada en el año 50 de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En 1505, fue enviada por el Papa al emperador Carlos, cuando él estaba yendo a la batalla [de Lepanto]. Quien lea esta oración, la escuche o la guarde consigo nunca morirá de muerte repentina ni se ahogará, ni le afectará el veneno o caerá en las manos del enemigo, ni será quemado en cualquier fuego o derrotado en la batalla. Reza esta oración durante nueve mañanas por cualquier intención. Ella es conocida por no fallar nunca”.
Aquí está la oración que “es conocida por no haber fallado nunca, que ofrece el pedido para el beneficio espiritual para quien está rezando o para la persona por la que se está rezando”:
Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos.
Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje.
Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mi! Amén.
Recuerda: Dios siempre atiende nuestras oraciones. Pero nosotros no siempre esperamos las respuestas que recibimos.
Sixto I, Santo
VII Papa, 3 de abril
Martirologio Romano: En Roma, san Sixto I, papa, que en tiempo del emperador Adriano rigió la Iglesia Romana, siendo el sexto tras el bienaventurado Pedro (128).
Etimológicamente: Sixto = Aquel que es listo, es de origen griego.
Breve Biografía
El Papa San Sixto I (en los documentos más antiguos se usa "Xystus" para los primeros tres papas con ese nombre), sucedió a San Alejandro y fue sucedido por San Telesforo.
Según el “Catálogo Liberiano” de papas, fue la cabeza de la Iglesia durante el reino de Adrián "a conulatu Nigri et Aproniani usque Vero III et Ambibulo", es decir, desde 117 hasta 126. En su “Chronicon” Eusebio usó un catalogo de papas distinto al que usó en su “Historia ecclesiastica”; en su “Chronicon” dice que Sixto I ocupó la posición de papa de 114 a 124, mientras que en su “Historia” menciona que fue papa de 114 a 128.
Todas las autoridades concuerdan en que la duración de su papado fue de cerca de diez años.
Era Romano por nacimiento, y su padre se llamaba Pastor. Según el "Liber Pontificalis", pasó las tres ordenanzas siguientes:
1.- que no se le permita a nadie excepto por los sacerdotes tocar los Vasos Sagrados
2.- que los obispos que han sido convocados a la Santa Sede, no sean recibidos por su diócesis hasta que presenten las Cartas Apostólicas
3.- que después del prefacio en la Misa, el sacerdote recite el Sanctus junto con los fieles.
El “Catálogo Feliciano” de papas y las varias martirologías lo titulan de mártir.
Fue enterrado en el Vaticano junto a la tumba de San Pedro, y se dice que sus reliquias fueron transferidas a Alatri en 1132, aunque O Jozzi sostiene que todavía están en la Basílica Vaticana. Butler (Vidas de los Santos, 6 de Abril) dice que Clemente X le dio algunas de sus reliquias al Cardenal de Retz, quien las puso en la Abadía de San Miguel en Lorraine.
El Xystus a quien se conmemora en el Canon de la Misa es Xystus II, no Xystus I.
Santo Evangelio según san Juan 10, 31-42. Viernes V de Cuaresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que reconozca lo que Tú quieres de mí para que así te pueda ayudar en nuestra misión evangelizadora. Dame la gracia de abrirte mi corazón para que Tú me ayudes en mi día a día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 10, 31-42
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, los judíos cogieron piedras para apedrearlo. Jesús les dijo: “He realizado ante ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”.
Le contestaron los judíos: “No te queremos apedrear por ninguna obra buena, sino por blasfemo, porque tú, no siendo más que un hombre, pretendes ser Dios”. Jesús les replicó: “¿No está escrito en su ley: Yo les he dicho: Ustedes son dioses? Ahora bien, si ahí se llama dioses a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede equivocarse), ¿cómo es que a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, me llaman blasfemo porque he dicho: ‘Soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Trataron entonces de apoderarse de él, pero se les escapó de las manos.
Luego regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado en un principio y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: “Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan decía de éste, era verdad”. Y muchos creyeron en él allí.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A veces nos preguntamos si Dios está presente en nuestra vida porque parecería que no. Esta pregunta nos surge de los momentos en los que hemos necesitado de Él y, de algún modo, no nos ha respondido, o no hemos entendido cómo nos ha respondido. Esta tarea de entender las obras de Dios es difícil porque, para hacerlo, se necesita tener un espíritu de discernimiento. Este espíritu es, con la ayuda de Dios, saber qué cosas vienen de Él y que cosas no; aprender a ver la vida con esta actitud no es algo de un día para otro, sino que toma su tiempo.
Por esto la gente se puede confundir como lo estaban los judíos quienes claramente tenían unas ideas fijas y convicciones firmes, pero las acciones de Jesús no entraban en sus esquemas cerrados y esto los llevó a querer matarlo.
No entender a Dios o cómo actúa en nuestra vida es algo normal, pero con el tiempo y pidiendo la gracia podemos llegar a encontrar las pistas de cómo Él nos va guiando de regreso a su regazo, nos va mostrando el camino que nos lleva al puerto de nuestra propia felicidad y el estar con Él.
En este tiempo tan especial pidámosle al Señor que nos siga iluminando para saber qué es lo que nos pide y aprendamos a verlo más en nuestro alrededor, encontrándolo y viéndolo en los lugares y circunstancias menos esperadas.
«¿Por cuál de ellas me apedrearéis? Si tenemos un corazón cerrado", dijo el Papa Francisco, "si tenemos un corazón de piedra, las piedras caen en nuestras manos y estamos dispuestos a tirarlas", por eso debemos abrir nuestro corazón al amor. La Palabra de Dios es "viva y eficaz" y que, como una espada, "penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las articulaciones y la médula". Si la Palabra es verdaderamente escuchada y acogida, cambia nuestra vida, nos cuestiona, nos mueve y nos empuja hacia lo esencial: la caridad».
(Homilía de S.S. Francisco, 22 de marzo de 2019, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un rato de oración renovaré mi confianza en Dios sabiendo que Él solo quiere mi bien.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Obras de Misericordia Corporales y Espirituales
Al amar al prójimo desde Dios, hay un flujo de gracia invisible, que viene de Dios y que va más allá de la ayuda misma que se está dando.
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf Is 58, 6-7: Hb 13, 3).
1. ¿Cuál es el primero y más importante de los mandamientos?
Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Hoy vamos a ver la relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo…
2. Cuando ustedes piensan en amar al prójimo, en hacer caridad, en ayudar a los demás, ¿qué ideas le vienen a la cabeza? ¿Cómo amar al prójimo?.......
3. ¿En qué parte de la Biblia hay una especie de lista sobre cómo mostrar nuestro amor al prójimo en algunos aspectos materiales?
En la descripción del Juicio Final que el mismo Jesucristo nos da en el Evangelio de San Mateo.
“Tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; forastero y me recibieron en su casa; sin ropas y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. (Mt. 25, 35-36)
4. La Iglesia nos ha dado un listado bastante completo, basado en este texto bíblico, que nos sirve de guía en nuestro amor al prójimo. ¿Lo conocen?
Son las llamadas Obras de Misericordia: Corporales y Espirituales.
5. Veamos primero qué significa misericordia ...
Miser= miseria. Cordia=corazón.
Misericordia significa sentir con el otro sus miserias y necesidades, y –como consecuencia de ese compasión (sentir con) – ayudarlo, auxiliarlo.
6. ¿Cuántas y cuáles son las Obras de Misericordia?
En total son 14: 7 Corporales y 7 Espirituales.
OBRAS CORPORALES DE MISERICORDIA
1. Dar de comer al hambriento
2. Dar de beber al sediento
3. Dar posada al necesitado
4. Vestir al desnudo
5. Visitar al enfermo
6. Socorrer a los presos
7. Enterrar a los muertos
OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA
1. Enseñar al que no sabe
2. Dar buen consejo al que lo necesita
3. Corregir al que está en error
4. Perdonar las injurias
5. Consolar al triste
6. Sufrir con paciencia los defectos
de los demás
7. Rogar a Dios por vivos y difuntos
Las Obras de Misericordia Corporales, en su mayoría salen de una lista hecha por el Señor en su descripción del Juicio Final.
7. Y ¿de dónde sale la lista de las Espirituales?
La lista de las Obras de Misericordia Espirituales la ha tomado la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
8. El Amor a Dios viene antes del amor al prójimo.
Antes de analizar cada una de las Obras de Misericordia tenemos que tener en cuenta algo muy importante: primero hay que amar a Dios.
El amor al prójimo es el FRUTO de nuestro amor a Dios.
No podemos dejar de amar al prójimo, pero no podemos poner lo segundo de primero, ni lo primero de segundo. Como dice el dicho: la carreta no puede ir delante de los caballos. Primero es Dios y después el prójimo.
La prueba de que amamos a Dios, es que amamos al prójimo, pero:
Nuestro amor al prójimo debe ser un reflejo de nuestro amor a Dios.
Si pretendemos primero amar a los demás sin antes amar a Dios, estamos siendo altruístas, filántropos, benefactores. Eso no está mal, pero eso lo puede hacer y de hecho lo hace cualquiera que no sea cristiano y que no lo haga por ser cristiano. Lo puede hacer, por ejemplo, un buen gobernante o cualquier que pertenezca a una ONG nacional o internacional.
El Católico tiene que amar al prójimo desde Dios.
El resultado de la ayuda que se brinde puede aparentar ser el mismo: se resuelve un problema personal o social, pero no es igual para nuestra alma, tampoco es igual para quien recibe la ayuda.
Al amar al prójimo desde Dios, hay un flujo de gracia invisible, que viene de Dios y que va más allá de la ayuda misma que se está dando.
9. Amor a Dios y amor al prójimo, como los maderos de la Cruz:
Se ha comparado el doble mandamiento del amor a los maderos de una cruz, a los parales que forman la Cruz de Cristo, la cruz del cristiano:
. el madero vertical representa nuestro amor a Dios, pues va en sentido hacia arriba, hacia el Cielo
. el madero horizontal representa el amor a los demás, a los semejantes, a los que están a nuestra altura, pues va en sentido lateral.
Veamos ... ¿Cuál de los dos maderos es el primero? ¿Cuál de los dos no puede sostenerse solo? ... Es clara la comparación ¿no? El Amor a Dios es lo que sostiene nuestro amor al prójimo. No puede haber amor al prójimo sin amor a Dios.
Al amar a los demás, tenemos que ser portadores de Dios ... aunque no lo digamos, porque no tenemos que estar pregonando que aquí venimos en nombre de Dios. Eso no hay que hacerlo, por supuesto. Nuestro amor a Dios que es la fuente de nuestro amor al prójimo no hay que pregonarlo.
El ejemplo más claro de cómo funciona el Amor es la Santísima Virgen María en su visita a su prima Santa Isabel. La Virgen fue portadora de Dios, pues llevaba a Dios recién encarnado en su seno. Y Santa Isabel lo supo de inmediato, pues San Juan Bautista (que estaba en el vientre de Isabel) lo hizo saber con grandes saltos de alegría. (ver Lc. 1, 39-44)
Así debe ser nuestro amor por los demás: llevándoles a Dios que habita en nosotros. Aunque el auxiliado no lo exprese igual que San Juan Bautista y Santa Isabel, la persona va a recibir muchas gracias del Señor, muchas más que las que cree estar necesitando, muchas más de las que nosotros creamos estar aportando con nuestro auxilio!
10. El ejercicio de la Obras de Misericordia comunica gracias a quien las ejerce. Veamos cómo nos beneficia a nosotros el hacer Obras de Misericordia...
Quien ejerce el amor al prójimo desde el amor a Dios recibe gracias, pues con las obras de misericordia, está haciendo la Voluntad de Dios. “Den y se les dará” (Lc. 6, 38).
Decíamos que una manera de ir borrando la pena purificante que merecen nuestros pecados ya perdonados (Purgatorio) es mediante obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras de Misericordia. “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia” (Mt.5, 7), es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo. Es como si ahorráramos para el Cielo. “No se hagan tesoros en la tierra”, dice el Señor, “Acumulen tesoros en el Cielo” (Mt. 6, 19 y 20). Al seguir esta máxima del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son los que valen de verdad.
11. ¿Qué sucede si ayudamos a alguien como un mero acto de filantropía?
Si la ayuda la damos independientemente del amor a Dios, no tiene ningún mérito para nuestra vida espiritual. Es filantropía o altruismo. Se resuelve el problema y la necesidad de alguien, pero no merecemos en nada para nuestra vida espiritual.
Cuando actuamos por filantropía, efectivamente la persona recibe la ayuda que requiere. Pero al ayudar desde nosotros mismos y no desde el amor a Dios, siempre se presenta el riesgo de yo ser portador de mí mismo y no de Dios. Eso no es amor cristiano, es ayuda; no es que sea mala, pero no es lo que Dios nos pide.
Bien lo dice Jesús en sus Diálogos a Santa Catalina de Siena, santa seglar de la Orden de Santo Domingo:
“Quiera o no quiera, el hombre se ve precisado a ejercer la caridad (la ayuda) con su prójimo. Aunque, si no la ejercita por amor a Mí, no tiene aquel acto ningún valor sobrenatural”.
12. Vamos a ver cada una de las Obras de Misericordia, comenzando por las Corporales. Vamos a buscar primero ejemplos de la Biblia y luego ejemplos prácticos.
12.1. DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
12.2. DAR DE BEBER AL SEDIENTO
Estas dos primeras son complementarias y se refieren a la ayuda que podemos dar en alimento o en dinero a los necesitados.
Los bienes que poseemos, ¡si son bien habidos!, también nos vienen de Dios. Y debemos responder a Dios por éstos y por el uso que le hayamos dado.
Dios nos exigirá de acuerdo a lo que nos ha dado:
Parábola de los Talentos (Mt. 25,14-30). Por cierto, no es por casualidad, que viene contada en el Evangelio de San Mateo, justamente antes de la escena del Juicio Final, donde habla de las Obras de Misericordia.
“A quien mucho se le da, mucho se le exigirá (Lc. 12, 48).
Esta exigencia se refiere tanto a lo espiritual, como a lo material.
Podemos dar de lo que nos sobra. Esto está bien. Pero podemos dar de lo que no nos sobra. Por supuesto, el Señor ve lo último con mejores ojos.
Recordemos a la pobre viuda muy pobre que dio para el Templo las últimas dos moneditas que le quedaban. No es una parábola, es un hecho real que nos relata el Evangelio.Cuando Jesús vio lo que daban unos y otros hizo notar esto:“Todos dan a Dios de lo que les sobra. Ella, en cambio, dio todo lo que tenía para vivir” (Lc. 21, 1-4).
Esta viuda recuerda otra historia del Antiguo Testamente sobre la viuda de Sarepta, en tiempos del Profeta Elías.Ella alimentó al Profeta Elías con lo último que le quedaba para comer ella y su hijo, en un tiempo de una hambruna terrible. Y ¿qué sucedió Que no se le agotó ni la harina y ni el aceite con que preparó el pan para el Profeta. (Ver 1 Reyes 17, 7-16).
A veces no sabemos a quién alimentamos: Abraham recibió a tres hombres que era ¡nada menos! que la Santísima Trinidad (algunos piensan que eran 3 Angeles), los cuales le anunciaron el nacimiento de su hijo Isaac en menos de un año (ver Gn. 19, 1-21). Y, a pesar, de la risa de Sara, así fue. (Por cierto el nombre de Isaac significa: "Aquel que hará reír" o “Aquél con el que Dios se reirá”).
Sobre dar de beber al sediento, la mejor historia de la Biblia es la de la Samaritana a quien el Señor le pide de beber. (Ver Jn. 4, 1-45)
12.3. DAR POSADA AL NECESITADO:
En la antigüedad el dar posada a los viajeros era un asunto de vida o muerte, por lo complicado y arriesgado de las travesías. No es el caso hoy en día. Pero, aún así, podría tocarnos recibir a alguien en nuestra casa, no por pura hospitalidad de amistad o familia, sino por alguna verdadera necesidad.
Y no sabemos a quién ayudamos. Algunos han ayudado a Angeles bajo formas humanas: A Abraham y Lot les sucedió esto. Esto lo recuerda posteriormente San Pablo: “No dejen de practicar la hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a Angeles sin saberlo”. (Hb. 13, 2)
12.4. VESTIR AL DESNUDO:
Esta obra de misericordia se nos facilita con las recolecciones de ropa que se hacen en Parroquias y otros centros de recolección. Recordar que, aunque demos ropa usada, no es dar lo que está ya como para botar o para convertir en trapos de limpieza. En esto también podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos sirve, pero también podemos dar de lo que aún es útil.
12.5. VISITAR AL ENFERMO:
No se trata de visitas sociales, por cumplir. Se trata de una verdadera atención a los enfermos y ancianos, tanto en cuido físico, como en compañía. Y la atención más importante en casos de vejez y enfermedades graves es la atención espiritual.
El mejor ejemplo de la Sagrada Escritura es el de la Parábola del Buen Samaritano, que curó al herido y, al no poder continuar ocupándose directamente, confió los cuidados que necesitaba a otro a quien le ofreció pagarle. (ver Lc. 10, 30-37)
El visitar al enfermo incluye el auxilio a los heridos.
12.6. SOCORRER A LOS PRESOS:
Esto implica visitar a los presos y darles ayuda material y muy especialmente, asistencia espiritual (para ayudarlos a enmendarse y ser personas útiles y de bien cuando terminen el tiempo asignado por la justicia).
Significa también rescatar a los inocentes y secuestrados. En la antigüedad los cristianos pagaban para liberar esclavos o se cambiaban por prisioneros inocentes. Hoy en día este mandato es relevante con prisioneros inocentes y secuestrados ¿no?
12.7. ENTERRAR A LOS MUERTOS:
El más famoso muerto enterrado y en una tumba que no era propia fue el mismo Jesucristo. José de Arimatea facilitó una tumba de su propiedad para el Señor. Pero no sólo eso, sino que tuvo que tener valor para presentarse a Pilato y pedir el cuerpo de Jesús. Y también participó Nicodemo, quien ayudó a sepultarlo. (Jn. 19, 38-42)
Esto de enterrar a los muertos parece un mandato superfluo, porque –de hecho- todos son enterrados. Pero, por ejemplo, en tiempo de guerra, puede ser un mandato muy exigente. En Venezuela hay la foto que dio vuelta al mundo, pues ganó un Premio Pulitzer, de un Sacerdote, bien identificado con sotana, en medio de un tiroteo en Puerto Cabello en los años ’60, sosteniendo un soldado casi muerto ya.
¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano?
Por que el cuerpo humano ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Somos “templos del Espíritu Santo”. (1 Cor 6, 19).
Pero ... ¿saben que está sucediendo hoy en día con los cuerpos cremados, hechos cenizas?
Se está irrespetando a lo que ha sido templo del Espíritu Santo, porque la gente esparce las cenizas por donde se le ocurre, no dándole una sepultura digna. ¡Hasta se hacen dijes colgantes para guardar el recuerdo del difunto! O se tienen las cenizas expuestas en la casa (!!!)
NORMAS DE LA IGLESIA SOBRE CREMACION Y CENIZAS
"La Iglesia permite la incineración cuando con ella no se cuestiona la fe en la resurrección del cuerpo" (Catecismo de laIglesia Católica # 2301).
Aunque la Iglesia claramente prefiere y urge que el cuerpo del difunto esté presente en los ritos funerales, estos ritos pueden celebrarse también en presencia de los restos incinerados del difunto.
Cuando por razones válidas no es posible que los ritos se celebren en presencia del cuerpo del difunto, debe darse a los restos incinerados el mismo tratamiento y respeto debido al cuerpo humano del cual proceden.
Este cuidado respetuoso significa el uso de un recipiente digno para contener las cenizas; debe expresarse en la manera cuidadosa en que sean conducidos y en el sitio de su colocación final. Los restos incinerados deben ser sepultados en una fosa o en un mausoleo o en un columbario (nicho).
La práctica de esparcir los restos incinerados en el mar, desde el aire o en la tierra, o de conservarlo en el hogar de la familia del difunto, no es la forma respetuosa que la Iglesia espera y requiere para sus miembros. (Orden de Funerales Cristianos, Apéndice No. 2, Incineración, No. 417)
13.1. ENSEÑAR AL QUE NO SABE:
Consiste en enseñar al ignorante sobre temas religiosos o sobre cualquier otra cosa de utilidad. Esta enseñanza puede ser a través de escritos o de palabra, por cualquier medio de comunicación o directamente.
“Quien instruye a muchos para que sean justos, brillarán como estrellas en el firmamento”. (Dan. 12, 3b)
13.2. DAR BUEN CONSEJO AL QUE LO NECESITA:
Aquí es bueno destacar que el consejo debe ser ofrecido, no forzado. Y, la mayoría de las veces es preferible esperar que el consejo sea requerido.
Asimismo, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios. Sólo así su consejo podrá ser bueno. No se trata de dar opiniones personales, sino de veras aconsejar bien al necesitado de guía.
“Los guías espirituales brillarán como resplandor del firmamento”. (Dan. 12, 3a).
13.3. CORREGIR AL QUE ESTA EN ERROR:
No se trata de estar corrigiendo cualquier tipo de error. Esta obra se refiere sobre todo al pecado.
Otra manera de formular esta Obra de Misericordia es así: Corregir al pecador.
Es de suma importancia seguir los pasos de la corrección fraterna que Jesús nos dejó muy bien descritos: “Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea (o a los superiores)”. (Mt. 19, 15-17)
Para cumplir esta Obra de Misericordia convenientemente hay que tener en cuenta dos cosas: que pueda preverse un resultado positivo a nuestra corrección y que no nos causemos un perjuicio a nosotros mismos.
Debemos corregir a nuestro prójimo con mansedumbre y suma consideración. Una corrección ruda puede tener el efecto contrario
No podemos convertirnos en gendarmes de la gente; es decir en estar pendientes de todo lo que haga la gente. Sin embargo, corregir al errado en fe y moral es un consejo del Señor. Así termina el Apóstol Santiago su Carta: “Sepan esto: el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados”. (St. 5, 20).
13.4. PERDONAR LAS INJURIAS:
“Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, es un punto del Padre Nuestro, que el Señor aclara un poco más en San Mateo, al final del Padre Nuestro: “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”. (Mt. 6, 14-15).
Perdonar las ofensas significa que no buscamos vengarnos, ni tampoco conservamos resentimiento al respecto. Significa tratar a quien nos ha ofendido de manera amable. No significa que tenemos que renovar una antigua amistad, sino llegar a un trato aceptable.
El mejor ejemplo de perdón en el Antiguo Testamento es el de José, que perdonó a sus hermanos el que hubieran tratado de matarlo y luego hayan decidido venderlo. “No se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado delante de ustedes para salvarles la vida”. (Gen. 45, 5).
Y el mayor perdón del Nuevo Testamento: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lc. 23, 34).
13.5. CONSOLAR AL TRISTE:
El consuelo para el triste o deprimido se asemeja al cuido de un enfermo.Y es muy necesario, pues las palabras de consuelo en la aflicción pueden ser determinantes.
Aquí pueden entrar la atención de conversación con los ancianos, que tanto nos han dado y que en su vejez requieren que alguien les oiga, les converse, los distraiga.
13.6. SUFRIR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DE LOS DEMAS:
La tolerancia y la paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia.
Sin embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.
13.7. ORAR POR VIVOS Y DIFUNTOS:
La oración por los demás, estén vivos y muertos, es una obra buena. San Pablo recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas de responsabilidad, pues “El quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (ver 1 Tim 2, 2-3).
Los difuntos que están en el Purgatorio dependen de nuestras oraciones. Es una buena obra rezar por éstos para que sean libres de sus pecados. (ver 2 Mac. 12, 46)
El Papa reza por los sin techo, sufrientes escondidos en este tiempo de dolor
Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 2 de abril de 2020
La antífona de entrada del jueves de la quinta semana de Cuaresma, que el Papa lee al comienzo de la misa de hoy en Santa Marta, es una invitación a tenerla mirada fija en Jesús, una esperanza que no defrauda: "Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida". (Heb 9,15). Francisco, al introducir la celebración, reza especialmente por los sin techo:
Estos días de dolor y tristeza ponen de manifiesto tantos problemas ocultos. En el periódico, hoy, hay una foto que golpea el corazón: tantas personas sin hogar en una ciudad tiradas en un estacionamiento, bajo observación... hay tantas personas sin hogar hoy. Pidamos a Santa Teresa de Calcuta que despierte en nosotros un sentido de cercanía a tantas personas que en la sociedad, en la vida normal, viven escondidas pero, como los sin techo, en el momento de la crisis, se destacan de esta manera.
En su homilía, Francisco comenta las lecturas de hoy, tomadas del libro del Génesis (Gn 17, 3-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8, 51-59) que tienen como centro la figura de Abraham, la alianza con Dios y el nuevo anuncio de Jesús que viene a "rehacer" la creación perdonando nuestros pecados. Nosotros somos cristianos", dijo, "porque hemos sido elegidos, escogidos y hemos recibido una promesa de fecundidad, a la que debemos responder con fidelidad a la alianza. Nuestros pecados están en contra de estas tres dimensiones: no aceptar la elección adorando ídolos, no esperar en la promesa y olvidar la alianza. Que el camino del cristiano, concluyó, sea aquel de ser consciente de la elección, de la alegría de ir hacia una promesa y de la fidelidad en el cumplir la alianza.
A continuación, el texto de la homilía según una transcripción nuestra:
El Señor siempre ha recordado su alianza. Lo repetimos en el Salmo Responsorial. El Señor no olvida, nunca olvida. Sí, sólo olvida en un caso, cuando perdona los pecados. Después de perdonar pierde la memoria, no recuerda sus pecados. En otros casos Dios no olvida. Su fidelidad es memoria. Su fidelidad a su pueblo. Su fidelidad a Abraham es el recuerdo de las promesas que hizo. Dios eligió a Abraham para hacer un camino. Abraham es un elegido, era un elegido. Dios lo eligió. Luego en esa elección le prometió una herencia y hoy, en el pasaje del Libro del Génesis, hay un paso más. En cuanto a ti, mi alianza es contigo. La alianza. Una alianza que le hace ver a lo lejos su fecundidad: te convertirás en el padre de una multitud de naciones. La elección, la promesa y la alianza son las tres dimensiones de la vida de fe, las tres dimensiones de la vida cristiana.
Cada uno de nosotros es un elegido, nadie elige ser cristiano entre todas las posibilidades que le ofrece el "mercado" religioso. Somos cristianos porque hemos sido elegidos. En esta elección hay una promesa, hay una promesa de esperanza, el signo es la fecundidad: "Abraham serás padre de una multitud de naciones y serás fecundo en la fe".
Tu fe florecerá en las obras, en las buenas obras, en las obras de fecundidad también, una fe fecunda. Pero debes - el tercer paso - observar la alianza conmigo". Y la alianza es fidelidad, ser fiel. Hemos sido elegidos, el Señor nos ha dado una promesa, ahora nos pide una alianza. Una alianza de fidelidad.
Jesús dice que Abraham se regocijó pensando, viendo su día, el día de la gran fecundidad, aquel hijo suyo - Jesús era el hijo de Abraham - que vino a rehacer la creación, que es más difícil que hacerla, dice la liturgia - vino a redimir nuestros pecados, a liberarnos.
El cristiano es cristiano no para que pueda hacer ver la fe del bautismo: la fe del bautismo es un papel. Tú eres cristiano si dices que sí a la elección que Dios ha hecho de ti, si vas detrás de las promesas que el Señor te ha hecho y si vives una alianza con el Señor: esta es la vida cristiana. Los pecados del camino están siempre en contra de estas tres dimensiones: no aceptar la elección y nosotros "elegir" tantos ídolos, tantas cosas que no son de Dios. No aceptar la esperanza en la promesa, ir, mirar de lejos las promesas, incluso muchas veces, como dice la Carta a los Hebreos, saludándolas de lejos y hacer que las promesas estén hoy con los pequeños ídolos que nosotros hacemos, y olvidar la alianza, vivir sin alianza, como si estuviéramos sin alianza.
La fecundidad es la alegría, esa alegría de Abraham que vio el día de Jesús y se llenó de alegría. Esta es la revelación que la palabra de Dios nos da hoy sobre nuestra existencia cristiana. Que sea como aquella de nuestro Padre: consciente de ser elegido, gozoso de ir hacia una promesa y fiel en el cumplimento de la alianza.
El Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual.
He aquí la oración recitada por el Papa:
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum ("Ave Reina del Cielo"):
“Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.
¿Qué hacer durante una visita al Santísimo?
Una guía paso a paso
La primera vez que fui a visitar el Santísimo tenía 8 años. Fue con motivo de mi preparación para la Primera Comunión. La hermana que nos preparaba contaba con mucha reverencia y ardor que dentro del sagrario se encontraba una puerta hacia el cielo. A los 8 años, tomé esta explicación literalmente y pensé que cuando abriera aquella puertecita podría cruzar hacia un mundo maravilloso: El cielo. Cuál sería mi desconcierto a ver la custodia con una hostia consagrada dentro. No entendí nada.
No solo pasa a los 8 años, tratar de entender que un pedazo (casi insignificante) de pan es el mismo cuerpo de Cristo, no es algo fácil de entender y a la vez es algo que a uno lo deja maravillado. Ir a adorar al Santísimo Sacramento, sobre todo las primeras veces, puede ser que no sea sencillo. No entendemos, nos aburrimos, no sabemos qué decir, entramos brevemente, hacemos una señal de la Cruz rápida y volvemos a salir.
Si supiéramos la gracia tan enorme de la Adoración Eucarística nos pasaríamos días enteros de rodillas frente al altar. Adorar al Santísimo es acompañar al mismo Jesús en el momento de su sacrificio por la humanidad. El mismo Jesús nos enseña esto, a través de santa Margarita de Alacoque (con quién inició esta práctica): «En adelante, todas las semanas, la noche del jueves al viernes, practicarás una Hora Santa, para hacerme compañía y participar en mi oración del Huerto».
Así pues, hoy hemos querido traerles una breve guía para ir a adorar al Santísimo. Te recomendamos que lleves contigo la Biblia o consigas un devocionario o algún libro espiritual de un santo.
1. Saludo inicial (entrar en silencio)
Ingresa en silencio y con reverencia a la iglesia o a la capilla del Santísimo. Arrodíllate con las dos rodillas frente a Él y realiza la señal de la Cruz. Recuerda que es Dios quien se encuentra en ese pedazo de pan.
2. Oración de preparación
Luego de acomodarte en una de las bancas o reclinatorios, de rodillas, realiza una oración para preparar tu corazón. Puede ser una que tú mismo hagas espontáneamente o una que saques de algún devocionario. Te recomendamos esta oración del S.S. Pio XII:
«Oh Dulcísimo Jesús, que escondido bajo los velos eucarísticos, escuchas piadoso nuestras súplicas humildes, para presentarlas al trono del Altísimo, acoge ahora los anhelos ardientes de nuestros corazones. Ilumina nuestras inteligencias, reafirma nuestras voluntades, revitaliza nuestra constancia y enciende en nuestros corazones la llama de un santo entusiasmo, para que, superando nuestra pequeñez y venciendo toda dificultad, sepamos ofrecerte un homenaje no indigno de tu grandeza y majestad y adecuado a nuestras ansias y santos deseos. Amen».
3. Lectura espiritual y meditación
La puedes escoger en ese mismo momento, pero también es conveniente que leas el Evangelio del día, o escojas una lectura de tu devocionario. Luego de esta lectura haz silencio y medita lo que acabas de leer. Es importante que en este momento trates de silenciar tu mente y tu corazón para escuchar lo que Dios te dice. El silencio es aquella puerta que predispone al alma para escuchar. Si lees una escena del Evangelio puedes imaginarte la escena y meditar sobre lo que te dice, sobre cómo participas tú y sobre los sentimientos y pensamientos que esta lectura suscita en tu corazón.
4. Escribe
Esta es una práctica personal que sirve mucho. Puedes llevar un diario del Santísimo donde escribas algunas meditaciones de lo que acabas de pensar y sentir. Esto es como una ayuda memoria para tu vida espiritual y te recuerda los momentos que, al lado del mismo Dios, acabas de vivir. Volver a nuestros encuentros con el Señor nos fortalece en los momentos difíciles.
5. Ora
Luego de tu meditación puedes rezar un rosario, el vía crucis, alguna oración sobre la Eucaristía o la Liturgia de las horas (esto último de acuerdo a la hora en que te encuentres).
6. Realiza una comunión eucarística o la estación eucarística
Frente al Santísimo expuesto puedes recibirlo en tu corazón realizando una comunión espiritual. Esta comunión es también válida si por algún impedimento no puedes recibir el sacramento de la Eucaristía. Te dejamos esta oración, que no es la única (existen otras más que puedes consultar). Luego de la comunión espiritual puedes realizar la llamada Estación ante el santísimo que consiste en rezar cinco veces el padrenuestro, el avemaría y el Gloria en memoria de las cinco llagas de Jesús crucificado y un padrenuestro más por las intenciones del Santo Padre.
«Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén».
7. Oración Final (alabanzas de desagravio)
Al terminar tu adoración realiza una oración de despedida, puede ser propia o también del devocionario. Agradece por el momento vivido, ofrece la adoración por alguien necesitado y pide lo que necesites. Así también puedes decir las alabanzas de desagravio que son oraciones que tiene la finalidad de luchar contra el mal del mundo:
«Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito. Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos. Amén».
¿Cómo orar en momentos de depresión?
¡Oren constantemente! También cuando estamos en desánimo y depresión podemos orar
La depresión es una enfermedad o una situación anímica negativa de la que se habla cada vez más. El ritmo moderno de la vida conlleva exceso en el esfuerzo que luego se puede traducir en un bajón generalizado de nuestra tonalidad anímica. ¿Cómo orar entonces en momentos de depresión, de desánimo, de desesperanzas? ¿Hay algún secreto para orar en estas circunstancias?
Una simplemente una vida competitiva y llena de exigencias múltiples en muchos sentidos hacen difícil la concentración para la oración, crean nuevas ansias y temores, conducen a altibajos emotivos y afectivos que causan si no una verdadera depresión, sí estados anímicos negativos en los que se nos hace difícil y pesada la vida.
Las personas se pueden preguntar si en estos momentos de depresión se puede rezar o el normal esfuerzo que requiere la oración es demasiado elevado para quien parece no tener fuerzas ni siquiera para llevar una vida normal.
San Pablo en la conclusión de la primera carta a los Tesalonicenses, una de las primeras comunidades cristianas europeas, exhorta a estos discípulos de Cristo en esa ciudad griega: "Oren constantemente". (1 Tes 5, 17) Aquí San Pablo pide algo que parecería casi imposible.
Hay que entender esta exhortación como: oren siempre, en toda ocasión, en toda circunstancia. Por lo tanto, también cuando el estado interior está en desánimo, oprimido por un pena o en depresión anímica. Por lo tanto está claro que también hay que orar en momentos de depresión,
¿Cómo orar ante circunstancias de desánimos?
En cada momento de la vida, nuestra oración debe acoplarse a la realidad interior o exterior que tenemos que vivir.
Se puede orar en la alegría o en la tristeza, se puede orar cuando todo marcha viento en popa o cuando todo parece ir contra lo que habíamos planeado, cuando nos sentimos queridos por los demás o abandonados por todos.
También podemos rezar cuando nuestro estado anímico es positivo o, por el contrario, cuando se ve afligido por lo que hoy se llama depresión.
¿Qué podemos orar cuando estamos en un estado negativo?
En primer lugar se puede orar pidiendo al Señor que, si es su voluntad, nos haga salir de ese estado que nos oprime. Se puede pedir que nos ayude a soportar esa prueba que no se había buscado, ni sospechado y que sin embargo hace tan duro y lento el caminar por la vida.
Quizás en estas circunstancias puede nacer espontánea del alma alguna oración parecida a la de Job que en forma dramática maldice el día de su nacimiento (Job 3, 3-4) aunque luego, esclarecido por la revelación divina reconoce: "yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos" (Job 42, 5)
Cristo oró en la cruz, invocando al Padre para que escuchara su oración y acogiera su espíritu (Lc 23, 46) Los evangelistas nos han dejado también una invocación de Jesús en la cruz que parece desgarradora: "!Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?" (Mt 26, 46) que probablemente es la recitación de un salmo (Salmo 22) que concluye luego lleno de esperanza.
Cómo orar ante la depresión
En la depresión como en cualquier circunstancia de la vida humana, podemos y debemos orar, no del mismo modo como oramos normalmente. No será una oración discursiva o racional, pero no menos intensa y verdadera.
La oración interpreta los deseos de nuestro espíritu. Y nuestro espíritu siempre busca el amor.
También en la depresión podemos amar y por ello podemos orar, podemos implorar el amor y ofrecer el sufrimiento de nuestro ser como parte de nuestra ofrenda de amor al Señor.
Cada uno encontrará las fórmulas o los métodos que más le ayuden a orar, pero no caigamos en la tentación de dejar la oración cuando más la necesitamos para nutrir nuestro espíritu de las fuerzas que le faltan a la parte emotiva y afectiva de nuestro ser.
¿Qué misión tiene el Ángel de la Guarda sobre cada hombre?
Los ángeles custodios libran constantemente a sus protegidos de innumerables males y peligros, así del alma como del cuerpo
Pregunta:
Cuando uno muere y su alma esta en el purgatorio ¿allí también lo acompaña su ángel de la guarda o éste sólo está presente mientras está vivo? ¿Qué opinión tiene la doctrina católica al respecto?
Respuesta:
Estimado: La existencia de los ángeles “es una verdad de nuestra fe; el testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición”[1]. Como sabemos el término ángel designa, como dice San Agustín, “no la naturaleza de estos seres, sino su oficio. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel”[2]. “Ángel”, proviene del latín angelus, y este del griego a,ggeloj, que significa “mensajero”. En los textos inspirados repetidas veces se insinúa o se supone que esta “misión” de los ángeles protectores está vinculada a personas particulares, con carácter permanente y personal; lo cual equivale a insinuar la “custodia angélica” sobre los hombres. Algunos teólogos defendieron incluso que es de fe la existencia de los “ángeles custodios” (por ejemplo, Catarino); pero la opinión más común en teología es que es de fe la existencia de los ángeles en general, y la de los ángeles guardianes sólo es enseñanza “católica”, aunque claramente insinuada en la Revelación.
Así pueden entenderse algunos textos del Antiguo Testamento, como los de Gén 48,16; Ex 23,23 (Yo mandaré a un ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto. Obedécele y escucha su voz, no le resistas…); Baruc 2,2; Sal 98,11, etc. También se encuentra en el Nuevo Testamento, sobre todo en la afirmación de Nuestro Señor refiriéndose a los niños: Sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre (Mt 18,10). Incluso hay textos que parecen indicar “ángeles custodios” de las colectividades o personas morales, como reinos, ejércitos, comunidades, iglesias y naciones; así, por ejemplo, los capítulos 1 y 2 del Apocalipsis hablan de los siete ángeles que custodian las siete iglesias, como si cada uno estuviese destinado a guardar una de ellas.
Como principales efectos de la guarda de nuestros ángeles custodios se enumeran los siguientes:
1º Los ángeles custodios libran constantemente a sus protegidos de innumerables males y peligros, así del alma como del cuerpo: Que el ángel que me ha librado de todo mal –dijo Israel a su hijo José– bendiga a éstos niños (Gn 48,16).
2º Sujetan a los demonios para que no nos hagan todo el mal que ellos desearían hacernos: recuérdese la historia de Tobías. Excitan de continuo en nuestras almas pensamientos santos y consejos saludables (por ej., Gén 16 y 18; Act 5.8.10).
3º Llevan ante Dios nuestras oraciones, no porque Dios, omnisciente, necesite de esto para conocerlas, sino para que las oiga benignamente, e imploran por sí mismos los auxilios divinos de que nos ven necesitados, cuando a lo mejor nosotros ni siquiera percibimos que los necesitamos (cf. Tob 3 y 12; Act 10).
4º Iluminan nuestros entendimientos, proporcionándonos las verdades de modo más fácil de comprender mediante el influjo que pueden ejercer directamente en nuestros sentidos interiores y exteriores.
5º Nos asisten particularmente en la hora de la muerte, cuando más los necesitamos.
6º Es opinión piadosa de muchos teólogos que los ángeles custodios respectivos acompañan las almas de sus protegidos o custodiados al purgatorio o al cielo después que éstos mueren, como acompañaban las de los antiguos patriarcas al seno de Abraham; efectivamente, en la recomendación del alma después de la muerte de los fieles cantaba la Iglesia: “Salid a su encuentro, ángeles del Señor, recibiendo su alma, poniéndola en presencia del Altísimo…; Que los ángeles te lleven al seno de Abraham”.
7º Créese también piadosamente que los ángeles custodios atienden las oraciones suplicatorias dirigidas por los fieles a las almas de sus custodiados cuando éstas se encuentran todavía en el purgatorio “en estado no de socorrer, sino de ser socorridas”[3]; de hecho, las súplicas hechas a las almas del purgatorio se dice que son de las más efectivas.
8º Por último, acompañarán eternamente en el cielo a sus custodiados que consigan la salvación “no para protegerlos, sino para reinar con ellos”[4] y “para ejercer sobre ellos algunos ministerios de iluminación”[5].