Cada uno de nosotros somos enviados por Cristo al mundo

Rosa Venerini, Santa

Virgen y Fundadora, 7 de mayo

Fundadora de las Pías Maestras Venerini

Martirologio Romano: En Roma, santa Rosa Venerini, virgen, que nació en Viterbo y fundó las Maestras Pías, con las cuales abrió en Italia las primeras escuelas para la educación de las niñas († 1728).

Etimológicamente: Rosa = Aquella que es bella y dulce como una rosa, es de origen latino.

Fecha de beatificación: 4 de mayo de 1952, durante el pontificado de Pío XII

Fecha de canonización: 15 de octubre de 2006, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Breve Biografía

Rosa VENERINI nació en Viterbo en el día 9 de febrero de 1656.

Su padre, Goffredo, originario de Castelleone di Suasa (Ancona), después de haber conseguido el título en medicina en Roma, se trasladó para Viterbo y ejerció brillantemente la profesión de médico en el Hospital Grande.

De su matrimonio con Marzia Zampichetti, miembro de una antigua familia viterbense, nacieron cuatro hijos: Domingo, María Magdalena, Rosa y Horacio.

Rosa, por naturaleza, era dotada de inteligencia y de sensibilidad humana fuera del común. La educación recibida en la familia le permitió desarrollar los numerosos talentos de mente y de corazón y de formarse bajo principios cristianos sólidos.

A la edad de siete años, según su primer biógrafo, Padre Jerónimo Andreucci S.I., hizo voto de consagrar a Dios su vida. Durante la primera fase de su juventud, vivió el conflicto entre las seducciones del mundo y la promesa hecha a Dios. Superó tal conflicto con oraciones y muchos sacrificios.

A los 20 años, Rosa se interrogaba sobre su porvenir. En aquel tiempo la mujer podía escoger apenas entre las dos orientaciones de vida: el casamiento o el convento. Rosa estimaba las dos opciones, pero se sentía atraída para realizar otro proyecto para el bien de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo. Tendrá que pasar mucho tiempo dedicado a los sacrificios y a la búsqueda, para ser impulsada interiormente por intuiciones proféticas, que le llevarán a una solución innovadora.

En otoño del 1676, de acuerdo con su padre, Rosa entró en el Monasterio Dominico de Santa Catalina en Viterbo con la perspectiva de realizar su voto. Junto a su tía Ana Cecilia aprendió a escuchar Dios en el silencio y en la meditación. Se quedó en el Monasterio pocos meses porque la muerte prematura de su padre la obligó a regresar para acompañar en el sufrimiento a su madre.

En los años siguientes Rosa vivió acontecimientos trágicos en su familia: el hermano Domingo falleció con apenas 27 años de edad, enseguida, muere también su madre quien no aguantó el dolor. Su hermana María Magdalena contrajo matrimonio.

Permanecían en casa solamente Horacio y Rosa que a esta altura tenía 24 años. Impulsada por el deseo de hacer algo grande para Dios, en mayo de 1684 la Santa comenzó reunir en su casa a las niñas y mujeres de la vecindad para rezar el Rosario. El modo de orar de las jóvenes y de sus madres, y sobre todo las charlas que precedían y seguían a la oración, abrieron la mente y el corazón de Rosa frente a la triste realidad: la mujer pobre era esclava de la pobreza cultural, moral y espiritual. Entendió, entonces, que el Señor la llamaba a una misión más alta que, gradualmente, la llenaba de la urgencia de dedicarse a la instrucción y formación cristiana de las jóvenes, no con encuentros periódicos, sino con una Escuela entendida en el sentido total de la palabra.

En el día 30 de agosto del 1685, con la aprobación del Obispo de Viterbo, Cardenal Urbano Sacchetti y la colaboración de dos compañeras, Gerolama Coluzzelli y Porzia Bacci, Rosa dejó la casa paterna para dar inicio a su primera escuela, proyectada según un designio original que había madurado en la oración y en la búsqueda de la Voluntad de Dios. El primero objetivo de la Fundadora era lo de ofrecer a las niñas de la población pobre una formación cristiana completa y de prepararlas para la vida civil. Sin grandes pretensiones, Rosa había abierto la primera «Escuela Pública femenina en Italia». El origen era humilde, pero de grandeza profética: la promoción humana y la elevación espiritual de la mujer eran una realidad que no tardaría en recibir el reconocimiento de las autoridades religiosas y civiles.

El crecimiento de la Obra.

En el comienzo no fue fácil: Las tres primeras Maestras tuvieron que afrontar las resistencias del Clero que sentía como exclusividad suya enseñar el catecismo; pero la resistencia más fuerte venía de los intelectuales que se sentían escandalizados al ver la osadía de una mujer, de la alta burguesía viterbense, que tomaba con seriedad y amor la educación de las niñas de la baja clase social. Rosa enfrentó todo por amor a Dios, y con firmeza que era la caracterizaba, prosiguió el camino que había iniciado, teniendo ahora más que nunca, la certeza de estar dentro de un verdadero Proyecto de Dios.

Los resultados le dieron razón: ¡los propios Párrocos constataron el bien qué estas Escuelas Pías surtieron entre las niñas y sus madres!. La valía de aquella iniciativa fue reconocida y la fama sobrepasó los confines de la Diócesis. El Cardenal Marcos Antonio Barbarigo, Obispo de Montefiascone, comprendió la genialidad del proyecto viterbense e invitó a la Santa a su diócesis. La Fundadora, siempre lista, contestó a la invitación: de 1692 a 1694 Rosa abrió una decena de escuelas en Montefiascone y en las Ciudades situadas alrededor del lago de Bolsena. El Cardenal suministraba los medios materiales y Rosa concienciaba las familias, preparaba las maestras y organizaba la Escuela. Cuando tuvo que tornar a Viterbo, para cuidar de la estabilidad de su primera obra, Rosa confió las Escuelas y las Maestras a la dirección de una joven, Lucia Filippini, cuyas calidades, de mente, de corazón y de espíritu, ya había percibido antes.

Después de las Escuelas de Viterbo y Montefiascone, fueron abiertas otras en la región de Lazio. Rosa llegó a Roma en el año 1706, pero la primera experiencia romana fue para ella un fracaso total. Esto le marcó hondamente y la forzó a esperar un período largo de seis años antes de reconquistar la confianza de las autoridades. En el día 8 de diciembre del 1713, con ayuda del Abad Degli Atti, gran amigo de la familia Venerini, Rosa pudo abrir su Escuela en el centro de Roma, a los pies del Capitolio. El 24 de octubre de 1716 recibió a visita del Papa Clemente XI, que acompañado por ocho Cardenales, quiso asistir a las clases. Maravillado y lleno de complacencia, al fin de la mañana, se dirigió a la fundadora con estas palabras: «¡Señora Rosa, usted hace lo que nosotros no podemos hacer!. Le agradecemos mucho porque, estas escuelas, ¡santificarán Roma!». Desde aquel momento, Gobernadores y Cardenales pidieron las escuelas para sus territorios. El trabajo de la Fundadora se volvió intenso, lleno de peregrinaciones y de cansancio para la formación de nuevas comunidades. Fue, también, motivo de mucha alegría y de sacrificios. Donde surgía una escuela, luego se notaba un radical cambio positivo, de la juventud.

Rosa Venerini murió santamente en la casa de San Marcos en Roma, en la noche del 7 de mayo de 1728. Había abierto más de 40 Escuelas. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia de Jesús (Roma) que ella tanto amaba. En el año 1952, por ocasión de la Beatificación, sus restos mortales fueron trasladados en la Capilla de la Casa General, en Roma.

La Espiritualidad

Durante toda su vida, Rosa siempre se movió adentro del océano de la Voluntad de Dios. Decía: «me siento tan apegada a la Voluntad de Dios, que no me importa ni la muerte ni la vida, quiero lo que Él quiere, quiero servirle lo cuanto Él quiere ser servido por mí y nada más! ». Después de un primera contacto con los Padres Dominicos del Santuario «Madonna della Quercia» en los alrededores de Viterbo, siguió la dirección espiritual del P. Ignacio Martinelli, y acogió fielmente la espiritualidad austera y equilibrada de San Ignacio de Loyola creada para la dirección de los Jesuitas.

Las crisis de la adolescentes, las perplejidades de la juventud, la busca de nuevos caminos, la fundación de las Escuelas y de las Comunidades, las relaciones con la Iglesia y con el mundo, todo era orientado al Querer Divino. La oración era el aire que respiraba durante toda su jornada.

Rosa no imponía a sí misma ni a sus hijas largas oraciones pero recomendaba qué la vida de las Maestras, en el ejercicio del ministerio educativo, ¡fuese un continuado hablar con Dios, de Dios, para Dios!. La íntima comunión con el Señor era mantenida por la oración mental que la Santa consideraba «alimento esencial del alma». En la meditación, Rosa escuchaba al Maestro que enseñaba caminando por las carreteras de Palestina, pero, de manera particular, desde lo alto de la Cruz.

Con lo mirada fija en Jesús Crucificado, Rosa sentía cada vez más fuerte dentro de sí la pasión para la salvación de las criaturas humanas. Por eso, vivía cada día la Eucaristía de manera mística: en su imaginación, la Santa veía el mundo como un gran círculo; se colocaba en el centro y contemplaba Jesús, Víctima inmaculada, que en todo rincón de la tierra se ofrecía al Padre a través del Sacrificio Eucarístico. Llamaba a este modo de elevarse a Dios "el Círculo Máximo". Con oración incesante, participaba espiritualmente de todas las Santas Misas que eran celebradas en toda parte del mundo: unía los dolores, el cansancio, las alegrías de su vida a los sufrimientos de Jesucristo, preocupándose que la Preciosa Sangre de Jesús no fuese derramado en vano.

El Carisma

Podemos sintetizar el carisma de Rosa Venerini en pocas palabras. Vivió consumada por dos grandes pasiones: la pasión por Dios y la pasión por la salvación de las criaturas humanas. Cuando comprendió que las niñas y las mujeres de su tiempo tenían necesidad de ser educadas e instruidas sobre las verdades de la Fe y de la Moral, no escatimó tiempo, trabajo, luchas, dificultades de todo tipo al fin de contestar al llamado de Dios. Era consciente de que el anuncio de la Buena Nueva sólo podía ser acogido, si antes, las personas fuesen liberadas de las tiniebla de la ignorancia y del error. Además, había intuido que la formación profesional podía conseguir para la mujer una promoción humana y un reconocimiento en la sociedad. Este proyecto requería una Comunidad Educadora, sin pretensiones. Rosa, con gran anticipación histórica, ofreció a la Iglesia el estilo de la Comunidad Religiosa Apostólica.

Rosa no ejerció su misión educativa sólo en la escuela, sino usó todas las oportunidades que tuvo para anunciar el Amor de Dios: confortaba y curaba a los enfermos, reanimaba a los desesperanzados, consolaba a los afligidos, invitaba a los pecadores a la vida nueva, exhortaba a la fidelidad a las personas consagradas, auxiliaba a los pobres, combatía toda forma de esclavitud moral. Educar para salvar se volvió el lema que impulsa a las Pías Maestras Venerini a continuar la Obra del Señor de acuerdo a los deseos de su Fundadora y a irradiar por el mundo el Carisma de la Santa Madre: liberar a la criatura humana de la ignorancia y del mal para que el Proyecto de Dios, que cada persona posee, se vuelva visible.

Es ésta a magnifica herencia que Rosa Venerini dejó a sus hijas; doquiera que estén: en Italia, como en los otros Países, las Pías Maestras buscan vivir y transmitir el deseo apostólico de la Madre, privilegiando a los más pobres. La Congregación, después de haber dado su contribución en favor de los italianos emigrados a los E.U.A., desde 1909, y en Suiza de 1971 al año 1985, expandió su actividad apostólica en otros Países: en India, en Brasil, en los Camerún, en Romania, en Chile, en Venezuela, en la Albania y en Nigeria.

La presencia de Dios en las personas

Santo Evangelio según san Juan 13, 16-20. Jueves IV de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que me sepa enviado por ti para que pueda comunicar tu mensaje. Sé que Tú te haces presente en mi vida en las personas que me rodean, ayúdame a reconocerte para poder agradecerte por todo lo que me das.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 13, 16-20

En aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.

No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy.

Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hay personas que nos conocen de pies a cabeza. Entre ellas está nuestra madre quien nos ama y ve lo bueno que tenemos siempre, nuestro lado positivo. Me viene a la mente cómo una madre lucha para que sus hijos tengan lo mejor; muchas veces ella pasa a segundo plano para que ellos reluzcan más. Sin ella no hubiéramos nacido. Su importancia en nuestras vidas pasa a veces desapercibida, pero siempre debemos recordar cuánto nos ha dado. No ser agradecidos sería como una traición al gran amor que nos tiene y que nunca falla porque nos ama de verdad infinitamente. En cierto sentido todo lo que hacemos tiene la marca de dónde venimos, por ejemplo, con la forma de ser, alguien que no conoce a nuestra familia puede decir «eres igualito a tu papá o me recuerdas mucho a tu madre», de alguna manera se nota de quiénes somos hijos.

Cuánto más les tenemos que agradecer a nuestros padres porque nos han revelado parte del amor de Dios. Él, en su plan personal para nosotros, ha puesto a las personas con las que convivimos, empezando claramente con nuestros padres y así sucesivamente, porque Dios, providencialmente, lleva toda la historia humana que comienza con su creación y termina cuando llegamos a Él para el abrazo eterno con el Padre.

Toda persona en nuestra vida es como un enviado de Dios que misteriosamente nos revela algo de Él o nos ayuda a entendernos mejor. Quien acoge a alguien acoge verdaderamente a Dios porque Dios está en él. Así es como quien está de parte de Dios, se nota que viene de Él y nos acoge como tal. Nuestra vida sirve como una ventana para ver nuestro pasado y saber de dónde venimos, sin que esto nos limite en nuestras circunstancias actuales.

El Evangelio de hoy nos recuerda que todos y cada uno de nosotros somos enviados por Cristo al mundo. Ahí donde nos encontremos, en nuestra situación personal, somos enviados para hacer presente el Reino de Dios. El camino para vivir nuestra verdadera felicidad es el servicio humilde a los demás, así como Cristo nos enseñó en el lavatorio de los pies.

«Es un mandato que nos toca de cerca: yo soy siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo bautizado y bautizada es una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida. Para el amor de Dios nadie es inútil e insignificante. Cada uno de nosotros es una misión en el mundo porque es fruto del amor de Dios. Aun cuando mi padre y mi madre hubieran traicionado el amor con la mentira, el odio y la infidelidad, Dios nunca renuncia al don de la vida, sino que destina a todos sus hijos, desde siempre, a su vida divina y eterna».
(Mensaje de Bautizados y enviados de SS Francisco, 9 de junio de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Darle gracias a Dios, o a alguien, por algo que me ha dado, y meditar cómo estoy cumpliendo mi misión de ser su enviado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El dueño del mundo

La ruta de la vida es larga y diversa, llena de obstáculos que tratan de quitarnos a Dios de nuestro corazón

En mi país existe una costumbre popular bastante difundida: muchos camiones y vehículos de carga tienen escritas frases en su parte trasera, ideadas para demostrar el ingenio del conductor a quienes se topan con estos obstáculos en la ruta. De este modo, mientras volvía de un viaje de algunas horas por la llanura pampeana me encontré con una frase delante de mi vista que llamó mi atención. Decía así:

“No soy el dueño del mundo, pero soy el hijo del Dueño”.

Mi primera reacción fue negativa: ese señor se me estaba presentando como dueño ya no sólo de la ruta, impidiendo mi paso, sino mucho más: ¡como hijo del propio dueño del mundo!. Entonces comprendí de inmediato cuanto amor cristiano había en esa frase. ¡Era verdad!. Este hombre me daba una lección de inmensa sabiduría: me había topado nada menos con que un orgulloso hijo de Dios, que me lo decía con toda claridad y sencillez. Y me lo hacía notar poniendo en claro que su Padre era absolutamente dueño de todo lo Creado, ya no sólo el camión y la ruta, sino de mi auto y de los que íbamos en él también. Pero eso me hacía a mi también hijo del mismo Dueño de la Creación, por lo que éste hombre pasó de ser un estorbo a mi paso, ¡a ser mi propio hermano!.

Puestas así las cosas, yo sonreía mientras le agradecía a Dios por poner pequeñas muestras de Su Sabiduría en lugares tan sencillos y cotidianos. ¡Qué poco hace falta para testimoniar el amor por Dios, mostrándolo en la herramienta de trabajo, como lo hizo aquel conductor de camión!.

Somos los hijos del Creador de todas las cosas, que duda cabe. Somos dignos herederos del Reino que nos espera, también. Muchas veces recorremos la vida sin siquiera darnos cuenta de nuestro destino de grandeza, un destino espiritual que trasciende todas las miserias que rodean muchas veces a nuestra vida. Testimoniar ser hijos de Dios nos hace recordar a los demás cuan intrascendentes son los obstáculos de nuestro día, si los ponemos a la Luz de la vista de Cristo. Claro que no somos los dueños del mundo, aunque a veces actuemos como pavos reales, como si realmente lo fuéramos. Pero somos los hijos del Dueño, por lo que debemos actuar honrando su Santo Nombre en todo momento. Nuestros actos deben demostrar quien es nuestro Padre, de tal modo que logremos invitar a los demás hijos del mismo Padre a reconocerse también miembros del Reino de Dios.

La ruta de la vida es larga y diversa, llena de obstáculos que tratan de quitarnos a Dios de nuestro corazón. Pero siempre encontramos letreros que nos indican el trayecto correcto, el camino a Dios, aunque a veces aparezcan en el lugar menos esperado. Como aquel camión que un día me recordó que por encima, muy por encima de las superficialidades de este mundo, está nuestro Padre Celestial cuidándonos y abrigando nuestro corazón con sus caricias y muestras de amor.

Padre, que elegiste a la Criatura más Perfecta para ser el Arca que recree la Nueva Alianza, que a través de su Seno Virginal enviaste a Tu Hijo a derramar Su Sangre por nosotros, y que derramas Tu Santo Espíritu como ola que barre este mundo, abre nuestros corazones y sonroja nuestros rostros con una santa emoción, la emoción de reconocernos amados y esperados por Vos en Tu Casa, cuando el tiempo sea el indicado por tu Santa Voluntad.

La oración es el aliento de la fe

Catequesis del Papa Francisco, 6 de mayo de 2020

El Papa ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis dedicado a la oración. Y ha iniciado esta serie con el personaje del Evangelio de hoy, Bartimeo.

“El grito de Bartimeo, porque quizás en una figura como la suya todo está ya escrito. Bartimeo es un hombre perseverante. Alrededor de él había gente que decía que implorar  era inútil, que era un grito sin respuesta, que era ruido que molestaba y basta: pero él no se quedó en silencio. Y al final consiguió lo que quería”.

La fe es un grito. La no fe es sofocar ese grito

Jesús le dice: "Vete, tu fe te ha salvado" (v. 52), nos dijo hoy el Papa, Jesús reconoce a ese pobre, indefenso y despreciado hombre todo el poder de su fe, que atrae la misericordia y el poder de Dios. La fe, nos señala el Pontífice,  es tener las dos manos levantadas, una voz que grita para implorar el regalo de la salvación. El Catecismo afirma que "la humildad es el base de la oración" (Catecismo de la Iglesia Católica, 2559). La oración viene de la tierra, del humus -del que deriva "humilde", "humildad"-; viene de nuestro estado de precariedad, de nuestra constante sed de Dios (cf. ibid., 2560-2561).

"La fe es un grito; la no fe es sofocar ese grito, una especie de "omertà". La fe es la protesta contra una condición dolorosa de la cual no entendemos la razón; la no fe es simplemente sufrir una situación a la cual nos hemos adaptado. La fe es la esperanza de ser salvado; la no fe es acostumbrarse al mal que nos oprime".

Bartimeo: Jesús ten piedad de mí

Hablando de este personaje, el Papa recordó que era ciego y estaba sentado a mendigar a un lado de la calle en las afueras de su ciudad, Jericó. No es un personaje anónimo, señaló el Papa, tiene un rostro, un nombre: Bartimeo, es decir, "hijo de Timeo". Un día escuchó que Jesús pasaría por esa calle donde él estaba siempre. Y desde entonces, Bartimeo estaba pendiente, haría todo lo posible para encontrar a Jesús. Más fuerte que cualquier argumento en contra, hay una voz en el corazón del hombre que invoca, dijo el Papa, una voz que sale espontáneamente, sin que nadie la ordene, una voz que cuestiona el sentido de nuestro camino aquí abajo, especialmente cuando nos encontramos en la oscuridad: "¡Jesús, ten piedad de mí! ¡Jesús, ten piedad de todos nosotros!".

No rezamos sólo los cristianos, sino que compartimos el grito de la oración con todos los hombres y mujeres. Pero el horizonte todavía puede ser ampliado, dijo Francisco, Pablo dice que toda la creación "gime y sufre los dolores del parto" (Rom 8:22). Los artistas se hacen a menudo intérpretes de este grito silencioso, que presiona en toda criatura y emerge sobre todo en el corazón del hombre, porque el hombre es un "mendigo de Dios" (cf. CIC, 2559). Y este hombre, señaló, entra en los Evangelios como una voz que grita a todo pulmón. No nos ve; no sabe si Jesús está cerca o lejos, pero lo siente por la multitud, está completamente solo, y a nadie le importa. Y apenas lo ve, Bartimeo grita, utiliza la única arma que tiene: su voz:  "¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!" (v. 47).

Los gritos de Bartimeo dan fastidio a los presentes que le regañan, le dicen que se calle. "Pero Bartimeo no se calla, al contrario, gritó aún más fuerte: "¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!" (v. 47). (v. 47). Esa expresión: "Hijo de David", es muy importante, significa "el Mesías", es una profesión de fe que sale de la boca de ese hombre despreciado por todos", afirmó Francisco.

Y Jesús escucha su grito. esa plegaria del ciego, toca el corazón de Jesús, toca el corazón de Dios, y las puertas de la salvación se abren para él. Jesús lo hace llamar, dijo en su catequesis el Papa, Bartimeo "se puso de pie de un salto y los que antes le dijeron que se callara ahora lo conducen al Maestro. Jesús le habla, le pide que exprese su deseo - esto es importante - y entonces el grito se convierte en demanda: "¡Déjame ver de nuevo!". (v. 51)".

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Jesús le dice: "Vete, tu fe te ha salvado" (v. 52). Reconoce a ese pobre, indefenso y despreciado hombre todo el poder de su fe, que atrae la misericordia y el poder de Dios. La fe es tener las dos manos levantadas, una voz que grita para implorar el regalo de la salvación. El Catecismo afirma que "la humildad es el base de la oración" (Catecismo de la Iglesia Católica, 2559). La oración viene de la tierra, del humus -del que deriva "humilde", "humildad"-; viene de nuestro estado de precariedad, de nuestra constante sed de Dios (cf. ibid., 2560-2561).

La fe es un grito; la no fe es sofocar ese grito, una especie de "omertà". La fe es la protesta contra una condición dolorosa de la cual no entendemos la razón; la no fe es simplemente sufrir una situación a la cual nos hemos adaptado. La fe es la esperanza de ser salvado; la no fe es acostumbrarse al mal que nos oprime.

7 poderosas razones del por qué los católicos somos devotos a María

La verdadera devoción a María, no se queda en Ella, sino nos conduce hacia Dios

http://blogs.paxtv.org/toques/images/07_05_2020_01.jpgLuego de haber realizado más de setenta mil exorcismos, el padre Gabrielle Amorth, fundador y presidente honorario de la Asociación Internacional de Exorcistas, exorcista oficial en Roma, afirma que el demonio le tiene odio feroz a la Virgen María.

El obispo de Nigeria declaró que Jesucristo le dejó ver que el rezo del Santo Rosario es un instrumento poderosísimo para terminar con la violencia de Boko Haram, un grupo islámico radical y sanguinario que se ha dedicado a perseguir, secuestrar, torturar, aterrorizar y asesinar miles y miles de cristianos de ése y otros países.

Scott Hahn, ex presbiteriano convertido al catolicismo, prolífico autor y actual profesor de teología en una universidad católica en EUA, cuenta que empezar a rezar el Rosario marcó una gran diferencia en su vida y lo ayudó en su conversión.

Tres testimonios muy distintos y una misma conclusión: A la Virgen María Dios le ha concedido un poder muy especial, capaz de vencer al demonio y de convertir los corazones. Los católicos lo sabemos y por ello nos acogemos confiados a su guía y protección. Pero hay muchas personas que no lo saben, y lamentablemente se pierden de su maternal intercesión.

Por eso, y aprovechando que vamos a iniciar el mes de mayo, mes tradicionalmente mariano, vale la pena recordar al menos siete razones de nuestra devoción a María.

1.- María es Madre de Jesucristo.

Lo dice en la Biblia (ver Mt 1,16.18;2,11; Lc 1, 42-43).

2.- María vive en el cielo, al lado de su Hijo.

Los católicos creemos que fue asunta al cielo en cuerpo y alma, pero para quienes no aceptan lo que no está en la Biblia (aunque la propia Biblia no pide eso), hay un argumento bíblico: Jesús afirma que “para Dios todos viven, porque no es un Dios de muertos sino de vivos” (Lc 20,38), así que María está viva y en el cielo.

3.- María nos comprende y nos ayuda.

Como ser humano, como mujer, nos comprende perfectamente. Y los Evangelios la muestran siempre atenta a las necesidades de los demás y siempre dispuesta a ayudar: por ej: en cuanto se entera de que su anciana prima está embarazada, va presurosa a apoyarla (ver Lc 1, 36.39-40), y en cuanto se da cuenta de que en cierta boda faltaba el vino, avisó a Jesús (ver Jn 2,3).

4.- María es nuestra Madre.

Desde la cruz, Jesús encomendó a María al discípulo amado (ver 19, 25-27), y en él, a todos nosotros.

5.- María intercede por nosotros.

No acudimos a Ella como si fuera diosa, nuestra devoción no es idolatría. Le pedimos, como en el Avemaría que ‘ruegue por nosotros’, a ¿quién? a Dios.

En revelaciones y apariciones como la de la Virgen de Guadalupe, María nos ha declarado su amor maternal y ofrecido su intercesión. En la Biblia dice que “hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús” (1 Tim 2,5), pero ello no quita que María pueda interceder por nosotros ante su Hijo, al igual que tú o yo podemos orar por otros, como pide la Biblia (ver St 5, 16; 1Tim 2,1)

6.- María obtiene de Jesús cuanto le pide.

En el Antiguo Testamento vemos que la mujer más poderosa de un reino no era la esposa del rey (solían tener muchas), sino su madre (ver, por ej: 1Re 1). En el Evangelio vemos que también María, Madre del Rey, tiene el poder de obtener de su Hijo lo que le pide. En la boda de Caná, Jesús acepta intervenir, sólo porque Su Madre se lo pidió (ver Jn 2,6-11).

Hay quien dice que Jesús no tenía consideración a María porque en dos ocasiones la llamó ‘mujer’ en lugar de ‘mamá’, a lo que cabe responder que, como judío, Jesús sin duda cumplió el mandamiento de honrar al padre y a la madre (ver Ex 20,12). Llamar a María ‘mujer’ no era señal de desprecio, todo lo contrario, era encumbrarla a una posición universal, expresar que Ella es la nueva Eva, y que si por una mujer, Eva, nos vino el pecado y la muerte, por otra ‘mujer’, María, nos viene la redención, por medio de su Hijo.

7.- María nos lleva hacia Dios.

La verdadera devoción a María, no se queda en Ella, sino nos conduce hacia Dios. María no quiere nada para sí, Ella nos presenta a Jesús y siempre nos pide: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). Acercarnos a Ella es acercarnos a Él, amarla para amarlo a Él.


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¿Cómo es la presencia de Jesús en nosotros después de comulgar?

En la comunión Jesús no se “encarna” en nosotros. Cuando recibimos a Jesús nos alimenta espiritualmente. El instituyó la Eucaristía como alimento.

Pregunta:

No entiendo o no quiero entender que cuando comulgamos la presencia física de Jesús dura lo que duran las especies sacramentales. Para mí, al comulgar es la misma Carne y Sangre de Jesús que entra en mí y habita en mí, y hace todo lo que Él sabe hacer, y le doy la bienvenida con un abrazo, y bailo y me regocijo espiritualmente, no sé por cuánto tiempo, y sé que mis células y mi sangre se mezclan con las de Jesús y me vuelve cada vez más parecida a Él y me da la fuerza para seguir adelante y le digo siempre, por favor Señor al momento que me tenga morir, dame tu cuerpo y tu sangre, por eso no entiendo cómo puedo pensar que solo 10 minutos va a estar en mí, y luego se va a ir, entonces porque nos dice Jesús en Jn. 6, 55-58 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en el…..

La verdad me da mucha desilusión pensar así, a un Jesús visitante, siendo El mi hermano, mi Padre etc…

Respuesta:

Jesús está físicamente presente en la Eucaristía, con su cuerpo, con su sangre, con su alma y su divinidad: Él entero, vivo, glorioso, el único Jesús que existe (no es “un” cuerpo de Jesús, sino Jesús mismo, escondido en las especies sacramentales).

En el momento de la consagración, el pan y el vino se convierten en Cristo, permaneciendo las apariencias de pan y vino (lo que llamamos las especies de pan y vino). Las especies nos dicen donde está Jesús: “detrás” de ellas (por decirlo de alguna manera).

Cuando las especies de pan y vino dejan de ser especies de pan y vino, porque las apariencias de vino se avinagran o las de pan se pudren o son disueltas por el estómago, la presencia física de Jesús cesa. Jesús no está presente en vinagre, ni en pan podrido (por poner un ejemplo).

Lo mismo ocurre cuando comulgamos. Por eso, se dice que la presencia física de Jesús en nosotros dura unos diez minutos.

Es lógico y bueno que sea así. Jesús no se “encarna” en nosotros. Nos une a él como el alimento. Cuando nosotros comemos un chorizo, el chorizo no permanece en nosotros como chorizo… Nos alimenta, nos da calorías, proteínas… Cuando recibimos a Jesús nos alimenta espiritualmente. El instituyó la Eucaristía como alimento.

Además, sería muy complicado tener a Jesús físicamente en nosotros… tendríamos que darle culto todo el tiempo, cómo haríamos en momentos que quizá no sería digno que Jesús estuviera físicamente en nosotros… (así como no llevamos la Eucaristía a un comedor, a un cine, a…).

Que cese la presencia real, no quiere decir que Jesús se vaya de nosotros. Está en nuestra alma en gracia, pero no físicamente su cuerpo… está en la inhabitación de la Trinidad: Dios habita en nosotros, ahí está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Una presencia que es real, pero no es sustancial, como lo es el rato después de comulgar.

Alguna vez he leído a un autor espiritual, que se cumple lo que Jesús dice en la Ultima Cena: “les conviene que yo me vaya…”, que cuando cesa la presencia real en nosotros después de comulgar, es como si hubiera una nueva infusión del Espíritu Santo.

Así que como ves, no perdemos. Nos alimentamos de Jesús -vivimos de Él- y sigue presente en nosotros (aunque no de un modo físico, como lo está en la Eucaristía).
 
Sin pecado concebida

El fundamento bíblico de este dogma de fe: la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo

La Inmaculada Concepción es un término usado para referirse al nacimiento de María exenta del pecado original. Este término no se encuentra en la Biblia, así como el término "Trinidad" no se halla en las Escrituras. Los fundamentos de esta enseñanza, sin embargo, son totalmente bíblicos.

Exodo 25, 8-16 — Con todo esto me harán un Santuario y yo habitaré en medio de ellos. En la construcción de la morada y de todo su mobiliario te ajustarás exactamente a los modelos que yo te mostraré. Tú harás un arca de madera de acacia, que deberá tener ciento veinticinco centímetros de largo por setenta y cinco de ancho y setenta y cinco de alto. La recubrirás de oro puro por dentro y por fuera y pondrás alrededor de ella, en la parte de arriba, una moldura de oro. También le harás cuatro argollas de oro fundido y se las colocarás en los cuatro extremos inferiores, dos de un lado y dos del otro. Asimismo, harás unas andas de madera de acacia, las revestirás de oro y las harás pasar por las argollas que están a los costados del arca, para poder transportarla. Las andas estarán fijas en las argollas y no serán quitadas. En el arca pondrás las tablas del testimonio que yo te daré.

La antigua Arca de la Alianza fue preparada con gran esmero y cuidado, usando materiales vírgenes siguiendo las expresas instrucciones de Dios. Como hemos visto en los capítulos anteriores, el Arca de la Alianza es una prefiguración de María. Dios no tiene ningún motivo para crear a María con menos cuidado que a aquella, su representación profética de la antigüedad. Por eso tenemos la seguridad que la gracia de Dios se manifiesta en su plenitud en María, con la perfección que el Arca antigua prefigura.

Génesis 1, 27 — Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.

Eva, la primera mujer, el arquetipo femenino del Antiguo Testamento, fue creada sin pecado original. Así también fue creada María, quien es el cumplimiento completo de ese modelo en el Nuevo Testamento como la nueva Eva. María tiene una importancia mucho mayor que Eva en la historia de la salvación y por eso Dios no le dio una forma inferior a aquella primera mujer. No es posible que el cumplimiento sea de menor calidad que su prefiguración. Tampoco se puede pensar que la "nueva arca" que daría vida humana al profetizado Emanuel estuviera manchada por el pecado original, siendo que su modelo, el Arca del Pacto, fue construída con materiales preciosos e intachables.

Lucas 1, 26-28 — Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo".

El ángel Gabriel alaba a María con su saludo. La palabra griega original (kejaritomene) que se traduce al castellano como "llena de gracia" y al latín como "gratia plena", significa literalmente "la que desde siempre ha estado llena de gracia, la que hoy está llena de gracia y la que por siempre estará llena de gracia", es decir describe a la mujer que ha sido perfeccionada en la gracia. Este saludo angelical no tiene precedente en las Escrituras. Nunca un ángel había honrado a alguien de esa manera. San Gabriel no hubiera usado esas palabras si María hubiese estado en un estado pecaminoso.

Lucas 1, 45-49 — ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me bendecirán, porque ha hecho en mi favor maravillas el Todopoderoso, Santo es su nombre".

María describe las bendiciones que Dios le ha dado en forma especial y personal. No habla en nombre de toda la humanidad o en nombre de los pecadores. María reconoce que Dios ha hecho con ella algo singular, único.

Apocalipsis 21, 27 Nada profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero.

Esta referencia de San Juan a la santidad de la Jerusalén celestial es útil para entender que la vida humana de Jesús no puede haber sido formada dentro de una persona tocada por el pecado original. Dios simplemente no puede estar en comunión con el pecado.

Esa es justamente la razón por la cual los pecadores no pueden entrar en el cielo.

Romanos 3, 10-18 — Pues ya demostramos que tanto judíos como griegos están bajo el pecado, como dice la Escritura: "No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo. No hay un sensato, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se corrompieron; no hay quien obre el bien, no hay siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta, con su lengua urden engaños. Veneno de áspides bajo sus labios; maldición y amargura rebosa su boca. Ligeros sus pies para derramar sangre; ruina y miseria son sus caminos. El camino de la paz no lo conocieron, no hay temor de Dios ante sus ojos."

Algunos utilizan una parte de este pasaje bíblico para intentar probar que todos los seres humanos han pecado, incluyendo a María. Pero basta una lectura detenida del contexto para darnos cuenta de que esto no puede ser interpretado universalmente. Primeramente, si esta escritura es interpretada literalmente, debemos concluir que Jesús también fue un pecador y eso sería contradictorio con el resto de las Escrituras. Lo que sí sabemos es que San Pablo está refiriéndose a los Salmos 14 y 53. En el Salmo 14 encontramos una reflexión sobre la insensatez de ignorar a Dios:

El necio se dice a sí mismo: "No hay Dios. Todos están pervertidos, hacen cosas abominables, nadie practica el bien. El Señor observa desde el cielo a los seres humanos, para ver si hay alguien que sea sensato, alguien que busque a Dios. Todos están extraviados, igualmente corrompidos; nadie practica el bien, ni siquiera uno solo. ¿Nunca aprenderán los malvados, los que devoran a mi pueblo como si fuera pan y no invocan al Señor? Mirad cómo tiemblan de espanto, porque Dios está a favor de los justos. Vosotros os burláis de las aspiraciones del pobre, pero el Señor es su refugio. ¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob, se regocijará Israel."

Es obvio que el apóstol no tiene en mente enseñar que todo ser humano creado desde los tiempos de Adán y Eva ha sido enteramente depravado, tal como enseñaron algunos seguidores de la Reforma. El salmista y el apóstol están hablando de "necios" y "malvados" que acechan al pueblo de Dios. Es claro que estos pasajes condenan a ciertos malhechores en forma específica por ser perseguidores de los justos que sirven a Dios. Es absurdo imaginar que San Pablo citó este texto con la intención de cambiar su significado, distorsionando así el sentido original de la Escritura.

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