El que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aun mayores

Pacomio, Santo

Abad, 9 de mayo

Martirologio Romano: En la región de Tebaida, en Egipto, san Pacomio, abad, que, cuando aún era pagano, se sintió impresionado por el testimonio de caridad cristiana para con los soldados detenidos en la cárcel común y, después de abrazar el cristianismo, recibió el hábito monástico de manos del anacoreta Palamón. Al cabo de siete años, por inspiración divina fue abriendo numerosos monasterios con el fin de recibir a los monjes en régimen de vida común, y escribió para ellos una célebre Regla († 347/348).

Breve Biografía

La extraordinaria vida de los ermitaños, con sus mortificaciones a veces exageradas y con aquella especie de encarnizamiento en sobrecargarse de abstinencias, ayunos, vigilias, era verdaderamente la traducción práctica del Evangelio. Su soledad podía de hecho tapar el engaño de sus extravagancias y de su orgullo.

Para eliminar este peligro un monje egipcio del siglo IV, San Pacomio, tuvo la idea de una nueva forma de monaquismo: el cenobitismo, o la vida en común, donde la disciplina y la autoridad reemplazaba la anarquía de los anacoretas.

Educó a sus monjes a la vida en común, constituyendo, poco lejos de las riberas del Nilo, la primera “koinonía”, una comunidad cristiana, a imitación de la fundada por los apóstoles en Jerusalén, basada en la comunión en la oración, en el trabajo y en el alimento y concretada en el servicio recíproco. El documento fundamental que regulaba esta vida era la Sagrada Escritura, que el monje aprendía de memoria y recitaba en voz baja durante el trabajo manual. Esta era también la forma principal de oración: un contacto con Dios mediante el sacramento de la Palabra.

San Pacomio nació en el Alto Egipto el año 287, de padres paganos. Enrolado a la fuerza en el ejército Imperial a la edad de 20 años, acabó en prisión en Tebas con todos los reclutas. Protegidos por la oscuridad, por la noche los cristianos les llevaban un poco de alimento. El gesto de los desconocidos conmovió a Pacomio, quien preguntó quién los incitaría a traer esto. “El Dios de los cielos” fue la respuesta de los cristianos. Aquella noche Pacomio rezó al Dios de los cristianos que lo liberara de las cadenas, prometiéndole a cambio dedicar su propia vida a su servicio.

Tan pronto recobró su libertad cumplió el voto uniéndose a una comunidad cristiana de una aldea del sur, la actual Kasr-es-Sayad en donde tuvo instrucción necesaria para recibir el bautismo.

Por algún tiempo llevó una vida de asceta entregándose al servicio de la gente del lugar, después se puso por siete años bajo la guía de un monje anciano, Palamone. Durante un paréntesis de soledad en el desierto una voz misteriosa lo invitó a establecer su residencia en aquel lugar, al cual después habrían llegado numerosos discípulos. A la muerte de Pacomio, los monasterios masculinos eran nueve, más uno femenino.

Del santo se desconoce el lugar de la sepultura, pues en su lecho de muerte dijo al discípulo Teodoro que escondiera sus restos para evitar que sobre su tumba edificaran una iglesia, a imitación de los “martyrion” o capillas construidas en las tumbas de los mártires.

Dos claves para vivir, hoy, el Evangelio

Santo Evangelio según san Juan 14, 7-14. Sábado IV de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, dame un corazón manso y humilde como el tuyo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 14, 7-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aun mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre”.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Con estas palabras Felipe muestra su inocencia y nos da un ejemplo muy simple, pero muy profundo, de cómo debemos actuar delante de Dios. Quizás nos puede sorprender que alguien que vivía con el Maestro, todavía no se había dado cuenta de que estaba en presencia de Dios, del Dios hecho hombre, del Hijo eterno del Padre; pero a nosotros nos puede pasar lo mismo. ¿Cuántas veces andamos por la vida sin darnos cuenta de la presencia de Dios? ¿Cuántas veces le pedimos pruebas? O peor aún, nos olvidamos de que somos templo del Espíritu Santo, que somos portadores de su Palabra, que debemos ser signo de paz y de esperanza. Y es por eso por lo que hoy la liturgia del día nos invita en un inicio a reflexionar en esto. También hay un detalle más importante que es el amor, la caridad, esta virtud por la que nos unimos al amor redentor de Cristo; es por la caridad que se muestra, en el amor al prójimo, en la benedicencia, en el poder ser otro Cristo, en definitiva, un verdadero apóstol, y de esta forma poder ver al Padre.

El que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre, El Señor nos pide una cosa muy simple, pero tan difícil para nosotros que somos tan complicados; estamos tan preocupados por las cosas de este mundo y nos olvidamos de las más importantes que son las cosas del cielo. El Evangelio de hoy nos invita a confiar plenamente en la gracia, en la fuerza de la fe y en la energía de la esperanza, cimentadas en la misericordia, en el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros. Si tenemos un Padre que nos ama, que nos espera y que confía en nosotros, es ahora la oportunidad de salir de nosotros mismos y entregarnos a Él con todo el corazón y con toda el alma, para poder obrar como Él quiere, para que su reino se haga presente aquí y ahora.

Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre. En estos días, tan difíciles para la humanidad, son días para que nuestra oración se convierta en oración de intercesión por todos aquello trabajadores de la salud y todos los que, de algún modo, están involucrados para combatir esta pandemia. Pidamos con un corazón humilde y sencillo, pongamos en manos del Padre misericordioso todas nuestras necesidades, nuestras fatigas de cada día, que Él trasformará en gracias y bendiciones.

«…Sólo quienes tienen el corazón como los pequeños son capaces de recibir esta revelación. Sólo el corazón humilde, manso, que siente la necesidad de rezar, de abrirse a Dios, que se siente pobre. Sólo quien camina con la primera bienaventuranza: los pobres de espíritu. Muchos pueden conocer la ciencia, la teología incluso. Pero si no hacen esta teología de rodillas, es decir, humildemente, como los pequeños, no comprenderán nada».

(Homilía de SS Francisco, martes 2 de diciembre de 2014, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una comunión espiritual pidiendo por todas las personas que están sufriendo a causa de la pandemia.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Muéstranos al Padre, meditación

Retiro La mirada de la misericordia

Nadie, ni siquiera un padre, puede exigir, como si fuera un derecho, ser amado. El amor es por definición libre y gratuito. Un amor impuesto no es amor. Tampoco Dios te obliga a amarlo. El Dios que Jesús te revela es el Dios de la vida y la libertad. Porque es Padre, quiere que sus hijos lo amen libremente. El te ofrece siempre su amor, pero tú puedes acogerlo o rechazarlo. Dios desea, espera tu amor, pero no lo exige. A tí te toca tomar la decisión de permanecer en su casa participando de todo lo que él tiene (Lc 15, 31) o partir hacia un país lejano y allí dilapidar todos los bienes recibidos de Dios.

El Padre no puede obligarte a que te quedes en casa. No puede forzar tu amor. Tiene que dejarte ir libremente sabiendo incluso el dolor que aquello causará en ambos.  Fue precisamente el amor lo que impidió que retuviera al hijo a toda costa. Fue el amor lo que le permitió dejar a su hijo que encontrara su propia vida, incluso a riesgo de per-derla. Aquí se desvela el misterio de tu vida: eres amado en tal medida que eres libre para dejar el hogar. La bendición está allí desde el principio. Puedes rechazarla y seguir rechazándola. Pero el Padre continúa esperándote con los brazos abiertos, preparado para recibirte.

Jesús te hace ver claro que tú, lo mismo que El, tienes tu casa junto al Padre. Pidiendo al Padre por sus discípulos, dice: “ellos no pertenecen al mundo, como tampoco perte-nezco yo. Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad, tu palabra es la verdad. Yo los he enviado al mundo como tú me enviaste a mí. Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que también ellos se ofrezcan enteramente  ti por medio de la verdad” (Jn 17, 16-19). Estas palabras revelan cuál es tu verdadero hogar, tu auténtica morada, tu casa. La fe es la que te hace confiar en que el hogar siempre ha estado allí y en que siempre estará allí. Las manos firmes del padre que descansan en los hombros del hijo son una bendición eterna: “tú eres mi hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3,17). Es una fiesta…

No estás acostumbrado a imaginarte a Dios dando una gran fiesta y menos por tí. Sin embargo Jesús te habla del Reino como de un banquete (Mt 8,11), de una fiesta de casamiento (Mt 22,4). Es una invitación a intimar con Dios y siempre hay quienes re-chazan participar... El mismo se entrega en el banquete de la última cena.

Celebrar forma parte del Reino de Dios. El no sólo ofrece perdón, reconciliación y sa-nación, sino que invita a todos a festejar. “Alégrense, dice el pastor, he encontrado la oveja que se había perdido”(Lc 15, 6). “Alégrense, dice la mujer, he encontrado la mo-neda que había perdido” (Lc 15, 9). “Alégrense, dice el padre, este hijo mío estaba perdido y ha sido encontrado”( Lc 15, 24).

El diablo quiere destruir la Iglesia por envidia con el poder y el dinero

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 9 de mayo de 2020

Francisco preside la misa en la Casa Santa Marta el sábado de la cuarta semana de Pascua. En la introducción, ha recordado la memoria de Santa Luisa de Marillac, rezando por las hermanas vicentinas que ayudan al Papa, y dirigen el dispensario pediátrico que está en el Vaticano, y por quienes viven en la Casa Santa Marta. La memoria de Santa Luisa de Marillac se celebra normalmente el 15 de marzo, pero siendo Cuaresma se ha trasladado a hoy. Las hermanas que trabajan en la Casa Santa Marta pertenecen a la Congregación de las Hijas de la Caridad, la Congregación fundada por Santa Luisa de Marillac (familia vicentina). Una pintura de la santa fue llevada a la capilla. Esta es la intención del Papa hoy: Hoy es la conmemoración de Santa Luisa de Marillac: recemos por las hermanas vicentinas que llevan adelante este dispensario, este hospital desde hace casi 100 años y trabajan aquí, en Santa Marta, para este hospital. Que el Señor bendiga a las hermanas.

En su homilía el Papa comentó el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 13:44-52) en el que los judíos de Antioquía "llenos de envidia y con injurias" contrastan las declaraciones de Pablo sobre Jesús. Luego instigan a las mujeres piadosas de la nobleza y a los principales de la ciudad, provocando una persecución que obligó a Pablo y Bernabé a abandonar el territorio. Francisco recuerda el salmo que acaba de leer: "Cantad al Señor una nueva canción porque ha hecho maravillas. Su mano derecha y su brazo sagrado le dieron la victoria. El Señor ha dado a conocer su salvación, a los ojos del pueblo ha revelado su justicia".

"El Señor", afirma, "ha hecho maravillas". Pero cuánta fatiga. Cuánto esfuerzo, para las comunidades cristianas, llevar adelante estas maravillas del Señor. Hemos escuchado en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, la alegría: toda la ciudad de Antioquía se reunió para escuchar la Palabra del Señor, porque Pablo, los Apóstoles predicaban con fuerza, y el Espíritu les ayudaba. Pero cuando vieron esa multitud, los judíos se llenaron de celos, y con palabras injuriosas contrastaban las afirmaciones de Pablo.

"Por un lado está el Señor, está el Espíritu Santo, que hace crecer a la Iglesia, y siempre crece más: esto es verdad. Pero por otro lado está el espíritu maligno que trata de destruir la Iglesia. Siempre es así. Siempre es así. Se sigue adelante pero luego el enemigo viene tratando de destruir. El balance siempre es positivo a la larga, pero ¡cuánto esfuerzo, cuánto dolor, cuánto martirio! Y lo que sucedió aquí, en Antioquía, sucede en todas partes en el Libro de los Hechos de los Apóstoles".

"Por un lado - observa el Papa - la Palabra de Dios que hace crecer y  por otro lado la persecución". "¿Y cuál es el instrumento del diablo para destruir la proclamación del Evangelio? La envidia. El Libro de la Sabiduría lo dice claramente: "Por la envidia del diablo el pecado ha entrado en el mundo" - envidia, celos... Siempre este sentimiento amargo, amargo. Esta gente veía cómo se predicaba el Evangelio y se enfadaba, se roían el hígado de rabia. Y esta rabia los llevaba adelante: es la rabia del diablo, es la rabia que destruye, la rabia de ese "¡Crucifica, crucifica!", de esa tortura de Jesús. Quiere destruir. Siempre. Siempre.

"La Iglesia -recuerda Francisco- va adelante entre las consolaciones de Dios y las persecuciones del mundo". Y a una Iglesia "que no tiene dificultades le falta algo" y "si el diablo está tranquilo, las cosas no van bien". Siempre la dificultad, la tentación, la lucha... los celos que destruyen. El Espíritu Santo crea la armonía de la Iglesia y el mal espíritu destruye. Hasta hoy. Hasta hoy. Siempre esta lucha". Y "el instrumento de estos celos" - observa - son "los poderes temporales". En este pasaje se dice que "los judíos instigaron a las mujeres piadosas de la nobleza". Fueron a ver a estas mujeres y dijeron: "Son revolucionarios, échenlos". Y "las mujeres hablaron con los demás y los echaron. Las pías mujeres de la nobleza... Y también los principales de la ciudad: van al poder temporal y el poder temporal puede ser bueno, las personas pueden ser buenas pero el poder como tal siempre es peligroso. El poder del mundo contra el poder de Dios mueve todo esto y siempre detrás de este, ese poder, está el dinero".

Lo que sucede en la Iglesia primitiva - afirma el Papa - es decir "la obra del Espíritu para construir la Iglesia, para armonizar la Iglesia, y el trabajo del maligno para destruirla - el recurso a los poderes temporales para detener la Iglesia, para destruir la Iglesia - no es más que un desarrollo de lo que sucedió en la mañana de la Resurrección. Los soldados, al ver ese triunfo, fueron a ver a los sacerdotes y compraron la verdad... los sacerdotes. Y la verdad fue silenciada. Desde la primera mañana de la Resurrección, el triunfo de Cristo, está esta traición, este silenciamiento de la palabra de Cristo, silenciar el triunfo de la Resurrección con el poder temporal: los sumos sacerdotes y el dinero".

El Papa concluye con una exhortación: "Tengamos cuidado, tengamos cuidado con la predicación del Evangelio" para no caer nunca en la tentación de "poner nuestra confianza en los poderes temporales y en el dinero". La confianza de los cristianos es Jesucristo y el Espíritu Santo que Él envió y precisamente el Espíritu Santo es la levadura, la fuerza que hace crecer a la Iglesia. Sí, la Iglesia avanza, en paz, con resignación, alegre: entre las consolaciones de Dios y las persecuciones del mundo".

El Papa invitó a hacer comunión espiritual con esta oración:

“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.

Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana del tiempo de Pascua, "Regina caeli".

Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.

Oración por mi familia

Que nuestra familia sea como la de Nazaret

Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida
en la Sagrada Familia de Nazaret
Ayúdanos, Padre amado,
a hacer de nuestra familia otro Nazaret,
donde reine amor, la paz y la alegría.
Que sea profundamente contemplativa,
intensamente eucarística y vibrante con alegría.

Ayúdanos a permanecer unidos
por la oración en familia
en los momentos de gozo y de dolor.

Enséñanos a ver a Jesucristo
en los miembros de nuestra familia
especialmente en los momentos de angustia.
Haz que el corazón de Jesús Eucaristía
haga nuestros corazones
mansos y humildes como el suyo
y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones
familiares de una manera santa.

Haz que nos amemos más y más
unos a otros cada día
como Dios nos ama a cada uno de nosotros
y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas,
como Tú perdonas nuestros pecados.

Ayúdanos, oh Padre amado,
a recibir todo lo que nos das
y a dar todo lo que quieres recibir
con una gran sonrisa.

Inmaculado Corazón de María,
causa de nuestra alegria, ruega por nosotros.
Santos Angeles de la Guarda
permaneced a nuestro lado, guiadnos y protegednos.
Amén.

Dios los bendiga.

¿Qué se dice de María en las Sagradas Escrituras?

Lo que se dice de María en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.

¿Qué se dice de María en las Sagradas Escrituras? ¿En el Antiguo Testamento ¿En los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles? ¿Después de Pentecostés? ¿Qué documentos de los primeros cristianos encontramos acerca de la figura de María?...

1. María: profetizada en el Antiguo Testamento.
2. María en los Evangelios: su vida
3. María en los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis
4. María, después del día de Pentecostés
5. Actitud de los primeros cristianos hacia María

Las cuatro negaciones acerca del infierno

¿Se ve a Dios? ¿Se sufre físicamente? ¿Se puede salir? ¿Hay condenados?

Así como hay cerveza sin alcohol, café sin cafeína, sal sin sodio, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, hombres sin sustancia y sin humanidad, o sea, “sin fundamento, sin misión, sin fin último” (1); y estos son todos productos “light”; así existen, también, cristianos “light” que son partidarios de un infierno “light”.

Nos podemos preguntar, ¿qué es un infierno “light”? Es un “infierno” carenciado. Es un infierno “liviano”: sin pena de daño, sin pena de sentido, sin eternidad y/o sin habitantes. Sobre la base de estas cuatro carencias las variantes son muchas y las hay para todos los gustos. Algunos son plenamente “light” y sostienen las cuatro negaciones, otros son más medidos y aceptan sólo algunas variantes “light” o les ponen atenuantes.

En muchos textos de la Sagrada Escritura se fundamentan las verdades reveladas acerca del infierno. Pero, para mi intento, son suficientes tan sólo dos mitades de dos versículos. Se enseña la pena de daño, o sea, la privación de la vista de Dios, en “Apartaos de mí, malditos,...” (Mt 25, 41); la pena de sentido, o sea, el sufrimiento que proviene de cosas sensibles, en “ ...id al fuego...” (id); la eternidad de las penas, que no terminarán jamás, en “...eterno.” (id); y acerca de sus habitantes: “Éstos irán al castigo eterno...” (Mt 25, 46). Para los que tenemos el convencimiento de que la Biblia es Palabra de Dios, no son necesarios más textos.

Las cuatro negaciones acerca del infierno:

1.La privación de la vista de Dios o pena de Daño
2.El castigo infligido a las creaturas o pena de sentido
3. La eternidad de las penas.
4. El infierno "vacio"

En fin, no nos alcanzará la vida presente, ni aún la eternidad, para dar gracias a Jesucristo que “de Creador es venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados”108.

Nunca agradeceremos suficientemente la paciencia de Dios con nosotros que, por estar en vida, todavía tenemos la esperanza de conversión. Podríamos haber terminado nuestra existencia en esta tierra estando en pecado y Él no lo permitió.

Debemos seguir pidiendo, todos los días de nuestra vida, la gracia de las gracias, la gracia de la perseverancia final, como lo hacemos en cada Avemaría: “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Y mucho más inteligente que proponer dudas acerca del infierno, las cuales por otra parte hace siglos que han sido resueltas por los Santos Padres y Doctores, vivamos de manera que no vayamos a ir a él. Que siempre será verdad, “Que al final de la jornada/ el que se salva sabe/ y el que no, no sabe nada”.

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