Nuestra Señora de Fátima
- 13 Mayo 2020
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Memoria Litúrgica, 13 de mayo
La Santísima Virgen María
se manifestó a tres niños campesinos
Nuestra Señora la Bienaventurada Virgen María de Fátima, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.
En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.
Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas.
Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.
Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.
Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:
Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas.
Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).
El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.
Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así:
... Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo.
Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).
En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino".
Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.
Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:
Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.
El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco... (ibíd., p. 48).
El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.
El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.
Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:
A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos... (ibíd., p. 118).
La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".
Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.
Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel.
En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.
Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro:
En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).
Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.
El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.
La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.
Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.
Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz... (ibíd., p. 122).
Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.
El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.
Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.
Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.
El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.
El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.
Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.
La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.
Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.
Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.
Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.
En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.
Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.
En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".
También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.
Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.
Consulta también:
- Mensaje de Fátima, el tercer secreto
- Fátima, Nuesta Señora
- Una Señora más brillante que el sol
- Los Pastorcillos de Fátima
Santo Evangelio según san Juan 15, 1-8. Miércoles V de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme aprender de tu Santísima Madre la mejor forma de amar a mi prójimo y de amarte a ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten, así, como discípulos míos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tiempos interesantes son estos en que nos encontramos. Las circunstancias del mundo nos han permitido experimentar de un modo muy concreto nuestra propia debilidad, nuestra pequeñez. Es como si los sarmientos hubieran enfrentado una plaga desconocida. Sin embargo, la vid no ha quedado dañada, y el viñador continúa cuidando de ella con el mismo esmero, con el mismo amor.
Contemplemos a ese viñador. Cada día, al despuntar el alba, se dirige a su viña. La conoce al derecho y al revés. Ninguna de sus características escapa a su vista. Sabe cuándo es necesaria más luz, cuándo hace falta algún nutriente, cuándo la vid crece sana, cuándo es el momento de la madurez y cuándo el tiempo propicio para la vendimia. Sí, el viñador no tiene ojos más que para su viña. Ella es el fruto de sus manos, a ella está dedicada toda su atención.
Jesucristo no pudo haber empleado una mejor imagen para describir a su Padre, para describirse a sí mismo y para describirnos a nosotros. Es de todos conocido que sólo una viña bien cuidada puede dar como resultado un vino de calidad. ¡Imagina cuánto puede hacer Dios con cada uno de nosotros, pequeños sarmientos! Sólo hay una condición: permanecer unidos a la vid. Esto es: vivir en la libertad y gloria de los hijos de Dios, acoger su amor y perseverar en la correspondencia a su gracia.
Permanecer. Hemos celebrado la Pascua no hace mucho tiempo. La sangre y el agua brotados del costado abierto del Sagrado Corazón de Cristo nos han purificado. Ya estamos redimidos. Mas sólo quien permanece en esa herida abierta por el amor, fructificando a su vez en frutos de amor, será llamado discípulo, será salvo.
¿Y quién mejor que la Santísima Virgen, a quien hoy conmemoramos bajo la advocación de nuestra Señora de Fátima, para mostrarnos el camino? Ella fue maestra en el arte de la permanencia en el amor, aprendiendo de los momentos de convivencia con su hijo en el hogar de Nazaret, graduándose en la escuela del Calvario, y perfeccionando la técnica en los días en que Jesús había ya ascendido de vuelta al Padre. Ella es la mujer que permanece en el Corazón de Cristo. Ella es el sarmiento que ha dado el mejor vino posible.
«Nunca debemos dejar de advertirnos mutuamente de la tentación de la autosuficiencia y de la autosatisfacción, como si fuéramos Pueblo de Dios por nuestra propia iniciativa o por nuestro propio mérito; no, de verdad, nosotros somos y seremos siempre el fruto de la acción misericordiosa del Señor: un Pueblo de orgullosos hechos pequeños por la humildad de Dios, un Pueblo de miserables enriquecido por la pobreza de Dios, un Pueblo de malditos hecho justo por Aquel que se hizo “Maldito” colgado del madero de la cruz. Nunca lo olvidemos: “separados de mí no podéis hacer nada”. Lo repito, el Maestro nos dijo: «¡separados de mí no podéis hacer nada!».
(Discurso de S.S. Francisco, 7 de marzo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ofreceré el rezo del Rosario pidiendo a la Santísima Virgen que me alcance de su hijo la gracia de permanecer siempre unido a Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La confesión un verdadero encuentro con Cristo que purifica cualquier intención.
No hace mucho tiempo escuché en la predicación de unos ejercicios espirituales una frase que por su sencillez, dramatismo y realismo ejemplifica muy bien las consecuencias del pecado en nuestro corazón. “Hacer el mal produce placer. El placer pasa, el pecado queda. Hacer el bien produce dolor. El dolor pasa, el bien queda”.
Al pecar, nuestro corazón queda infectado. No solamente comete la falta, sino que queda herido en su naturaleza. Son huellas que quedan y que de alguna manera, le restan fuerza, claridad y vigor en la lucha constante por hacer siempre el bien, por conseguir la virtud que nos hemos propuesto alcanzar. Querámoslo o no, el pecado va debilitando la fuerza de voluntad. Imagínate tu corazón como esa bomba de amor que constantemente esta haciendo llegar una savia pura y fresca a todas las acciones de tu obrar cotidiano, que te impele a estar siempre obrando el bien con el fin único de alcanzar la santidad, el parecerte a Jesucristo. Los pecados son basuras que se van incrustando en la bomba y que no permiten que circule libremente la savia vivificadora. No es que el corazón se estropee. Es que al corazón se le van adhiriendo basuras, vicios, comportamientos que impiden que en todas las acciones que debe realizar brille la virtud que debes conquistar. Al paso del tiempo podemos muy bien preguntarnos: “... y bien, ¿por qué no soy lo que debo ser? ¿Por qué estoy retrocediendo en lugar de avanzar?”
Cuentan que Leonardo Da Vinci, buscaba modelos para su obra “La última cena”. Fácilmente encontró a Jesús: un joven florentino en la primavera de la vida: fuerte, alto, con la mirada fresca, envolvente y cautivadora. Limpia. Fue fácil invitarlo a posar. Pasó el tiempo y entre las distintas actividades del gran maestro el cuadro no quedaba terminado. Serían diez años desde que había comenzado el cuadro y para dar por terminada la obra faltaba otro de los personajes principales de la escena: Judas, el discípulo que traicionó a Jesús. No era cosa de otro mundo buscar una persona que pudiera servir de modelo, si bien a nadie le agradaba tal empresa, por las heridas que en la susceptibilidad personal pudieran causarse: eso de quedar inmortalizado en la historia como un traidor no era del todo halagador para nadie. Así las cosas, Leonardo buscó entre las peores tabernas a los posibles personajes que pudieran desempeñar el triste papel de Judas Iscariote. Buscando, buscando, lo encontró: un hombre, no muy grande, de unos treinta años pero con una mirada triste, perdida, el ceño fruncido y las espaldas ya algo cargadas por el paso del tiempo. Con todo respeto lo invitó a la osada empresa y el sujeto aceptó. Habría sido en las primeras sesiones cuando nuestro modelo, sin notarlo, comenzó a llorar. Leonardo, tratando de congraciarse con él y admirando su exquisita sensibilidad le dijo:
-Pero hombre. No llores, no es para tanto. Tú no eres un traidor, tan sólo me estás ayudando en esta empresa. Es cierto que te ha tocado jugar un papel muy poco halagador, pero por favor, no lo tomes así.
A lo que el hombre respondió:
-No lloro por lo que tú me estás diciendo. Lloro por mí mismo. ¿Es que no me reconoces? Cuánto habré cambiado que al cabo de diez años tú mismo me pediste que posara como Jesucristo y ahora me invitas a ser Judas Iscariote...
El corazón también ha sido comparado por un gran maestro espiritual del siglo XX como una papa. Comparación poco elegante, ciertamente, pero muy efectiva. Una papa si se la deja en cualquier parte, es capaz de echar raíces ahí en donde se le coloca. Puede ser en la bodega, en la alacena de una casa, en lo oscuro de un diván. Echa raíces. De la misma manera, nuestro corazón se habitúa a actuar de cualquier forma. Si no estamos atentos irá adquiriendo tendencias malas de aquí y allá y al final no nosotros mismos acabaremos por reconocerlo.
Es por ello que debemos hacer de vez en cuando una purificación de nuestro corazón, una limpieza profunda para quitar esas manchas, esos virus que puedan haberse incrustado en el camino diario.
¿Signos con los que podemos detectar que ya necesitamos una purificación de nuestro corazón? Hay varios.
Primero: nos dejamos de doler por nuestras faltas, especialmente aquellas faltas que cometemos por culpa de nuestro defecto dominante. Ya no le damos la importancia necesaria como la solíamos dar al inicio de nuestro programa de reforma de vida. Nos hemos ido acostumbrado poco a poco a esas fallas. Nuestro corazón “ha aprendido a convivir” con esas fallas. Como los virus que ya no son detectados por los anticuerpos. Nuestro cuerpo se ha habituado de tal manera a convivir con ellos que ya no detecta su presencia. En la vida espiritual puede pasarnos algo semejante. No es que no le demos importancia a las fallas, pero ya no nos duelen tanto, no nos movemos tanto hacia una conversión fuerte, eficaz, ya no nos causa tanto dolor el haber cometido esas faltas. El pecado ha “obnubilado” la forma de ver las cosas. Lo que antes nos causaba gran dolor, ahora simplemente nos causa fastidio o flojera y podemos tener expresiones como las de “se ve que yo soy así y me va a ser muy difícil cambiar”. “Lo he intentado todo...” “Total: no es tan malo...” Si una alarma contra incendios no funciona bien, el día menos pensado que necesitemos de sus servicios nos fallará y entonces lamentaremos las consecuencias de no haberle dado un servicio de mantenimiento con la frecuencia con la que se lo habríamos de haber dado.
Otro de los signos con los cuales podemos detectar que las cosas no marchan ya muy bien en nuestro corazón es el hacernos esclavos de las circunstancias. Tengo mi programa de reforma de vida, pero yo mismo hago mis espacios mentales para no cumplirlo, porque las circunstancias indican otras cosa o son desfavorables, según nuestro propio y peculiar juicio. “Una vez al año, no hace daño.” “Ahora estoy con mis amigos.” “En estos momentos me siento tan cansado.” “Era muy difícil no haber caído: la tentación se me presentó en forma tan inesperada...” Y justificaciones similares. Las circunstancias son las que cada día se van enseñoreando más de nuestro corazón hasta dominarlo. Nos convertimos en hombre y mujeres de circunstancias, porque nos fuimos habituando a dejar que ellas fueran dictándonos los comportamientos de nuestro obrar. Y nuestro corazón, si bien seguía bombeando, la savia ya no pasaba porque había sido taponada por las circunstancias.
Confundimos la ilusión con la realidad. Creemos que ciertas cosas pueden hacernos bien y no nos damos cuenta del mal que nos provocan. Hemos trastocado los términos de todo. Lo bueno ya no lo vemos tan bueno y lo malo, por consecuencia, ya no lo vemos tan malo.
Un último signo es la justificación para no obrar el bien con la fuerza y la constancia con la que deberíamos hacerlo. Encontramos una respuesta fácil y cómoda para explicar nuestra falta de virtud. No nos preocupamos por alcanzar las cumbres de la santidad. Nos justificamos con que no somos malas personas y así, vamos tirando en la vida.
Cuando alguno de estos signos se presentan, señal es de que nuestro corazón comienza a atrofiarse, a ensuciarse. Es tiempo de una buena purificación, de una buena limpieza interior. Y esta limpieza debe ser profunda, debe ir a las raíces de las faltas. No quedarnos en la superficialidad, sino ir al fondo. ¿Cómo logra esta purificación? La Iglesia católica nos recomienda la confesión de nuestros pecados. Pero debe ser una confesión profunda íntima, llena de fe. Una confesión que mire más las actitudes por las que hemos cometido las faltas, que las faltas en cuanto tal.
Sabemos que la gracia actúa en el alma, porque la gracia es eficaz, actúa por sí misma. Pero las buenas disposiciones del alma, ayudan a que la gracia actúe con mayor profundidad, porque el individuo se presta para ello: prepara los lugares en donde la gracia puede actuar. Puedes confesarte con mucho sentido de arrepentimiento, con mucho dolor de los pecados, pero si no hay las disposiciones, los medios para cambiar, será difícil que la gracia actúe. Borrará los pecados, de eso no nos cabe la menor duda, pero que actúe en tu corazón, que lo disponga a actuar siempre para el bien, que lo fortalezca, que lo vigorice, eso dependerá de tus buenas disposiciones.
¿Cómo disponernos a una buena purificación de nuestro corazón para que actúe la gracia? ¿Cómo disponernos para que cada confesión sea un verdadero encuentro con Cristo que fortalezca nuestro corazón y lo lance a obrar siempre y de mejor manera el bien para vencer nuestro defecto dominante y alcanzar la virtud que queremos conquistar?
Te invito a conocer y saber cómo hacerlo, en el siguiente artículo. Por mientras, te dejo de tarea el que revises un poco cómo son tus confesiones. No te pido que revises únicamente la mecánica de tus confesiones o de qué pecados te confiesas con mayor frecuencia, sino que analices las actitudes de tus confesiones. ¿Cuál es la actitud fundamental por la que recurres al sacramento de la penitencia? ¿Cómo dispones tu corazón al sacramento de la confesión? ¿Qué pasaría si no pudieras confesarte? ¿Vivirías igual? ¿Cambia tu vida después de cada confesión? ¿O sigue más o menos igual? ¿Es para ti la confesión un verdadero encuentro con Cristo?
El Papa reza por las enfermeras, ejemplo de heroísmo. La paz de Jesús nos abre a los demás
Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 12 de mayo de 2020
Francisco presidió la misa en la Casa Santa Marta el martes de la quinta semana de Pascua. En la introducción, dirigió su pensamiento a las enfermeras:
Hoy es el día de las enfermeras. Ayer envié un mensaje. Recemos hoy por los enfermeros y enfermeras, hombres, mujeres, muchachos y muchachas que tienen esta profesión, que es más que una profesión, es una vocación, una dedicación. Que el Señor los bendiga. En esta época de la pandemia han dado ejemplo de heroísmo y algunos han dado su vida. Recemos por las enfermeras y los enfermeros.
En la homilía el Papa ha comentado el Evangelio hodierno (Jn 14,27-31) en el que Jesús dice a sus discípulos: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo”.
“El Señor -dijo el Papa- antes de irse saluda a los suyos y da el don de la paz, la paz del Señor”. “No se trata de la paz universal, aquella paz sin guerras que todos nosotros deseamos que exista siempre, sino la paz del corazón, la paz del alma, la paz que cada uno de nosotros tiene dentro. Y el Señor te la da, subraya, pero no como la da el mundo”. Se trata de paces diversas. "El mundo - observó Francisco - te da paz interior", la paz de tu vida, este vivir con el corazón en paz, "como una posesión tuya, como algo que es tuyo y te aísla de los demás" y "es una adquisición tuya: tengo paz. Y tú, sin darte cuenta, te encierras en esa paz, es una paz un poco para ti" que te hace estar tranquilo y también feliz, pero "te adormece un poco, te anestesia y te hace quedarte contigo mismo": es "un poco egoísta".
Así es como el mundo da la paz. Y es "una paz cara porque tienes que cambiar constantemente los instrumentos de paz: cuando te entusiasmas con una cosa, te da paz una cosa, luego se acaba y tienes que encontrar otra... Es cara porque es temporal y estéril".
"En cambio, la paz que Jesús da es otra cosa. Es una paz que te pone en movimiento, no te aísla, te pone en movimiento, te hace ir hacia los demás, crea comunidad, crea comunicación. La paz del mundo es cara, la paz de Jesús es gratis, es gratuita: la paz del Señor es un don del Señor. Es fecunda, siempre te hace avanzar. Un ejemplo del Evangelio que me hace pensar en cómo es la paz del mundo es ese Señor que tenía los graneros llenos" y pensó en construir otros almacenes para vivir finalmente en tranquilo. "Necio, dice Dios, esta noche morirás." "Es una paz inmanente que no abre la puerta al más allá. En cambio, la paz del Señor" está "abierta al Cielo, está abierta al Paraíso". "Es una paz fecunda que se abre y porta a otros contigo al Paraíso".
El Papa invita a ver dentro de nosotros mismos cuál es nuestra paz: ¿encontramos la paz en el bienestar, en la posesión y en muchas otras cosas o encuentro la paz como don del Señor? "¿Tengo que pagar por la paz o la recibo gratis del Señor? ¿Cómo es mi paz? Cuando me falta algo, ¿me enfado? Esta no es la paz del Señor. Esta es una de las pruebas. ¿Estoy tranquilo en mi paz, me adormezco? No es del Señor. ¿Estoy en paz y quiero comunicarla a los demás y llevar algo adelante? Esa es la paz del Señor. Incluso en tiempos malos y difíciles, ¿esa paz permanece en mí? Es del Señor. Y la paz del Señor es fecunda también para mí porque está llena de esperanza, es decir, mira al Cielo. El Papa Francisco relata que ayer recibió una carta de un buen sacerdote que le dijo que hablaba poco del Cielo, que debería hablar más de él: "Y tiene razón, tiene razón. Por eso hoy he querido subrayar esto: que la paz, esta paz que nos da Jesús, es una paz para el presente y para el futuro. Es empezar a vivir el Cielo, con la fecundidad del Cielo. No es anestesia. La otra, sí: te anestesias con las cosas del mundo y cuando la dosis de esta anestesia termina tomas otra y otra y otra y otra... Esta es una paz definitiva, fecunda, también contagiosa. No es narcisista, porque siempre mira al Señor. La otra te mira a ti, es un poco narcisista".
"Que el Señor -concluye el Papa- nos dé esta paz llena de esperanza, que nos hace fecundos, nos hace comunicativos con los demás, que crea comunidad y que siempre busca la paz definitiva del Paraíso".
El Papa Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana del tiempo de Pascua, "Regina caeli":
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
Secretos de Fátima ¡Todo lo que debes saber!
En forma breve este artículo responde a algunas inquietudes sobre lo que se vivió en Fátima en el año 1917
¿Qué son las apariciones de Fátima?
EL 13 de mayo se conmemora la primera aparición de la Santísima Virgen María en Fátima, Portugal, a tres niños: Lucía dos Santos (de 10 años) y a sus primos: Francisco Marto (de 9 años) y Jacinta Marto (de 7).
¿Cuántas apariciones hubo?
Las apariciones de la Virgen fueron preparadas con dos años de anticipación por tres diferentes apariciones de un ángel que se presentó como el Ángel de la Paz. Las apariciones “principales” de la Virgen fueron seis, repitiéndose una cada mes hasta el 13 de octubre, día en que un milagro portentoso tuvo lugar en presencia de unas 70 mil personas. La Iglesia aceptó como sobrenaturales estas apariciones junto con sus revelaciones. Los hechos acaecidos en Cova de Iría, Fátima, en la segunda década del siglo XX, fueron bien documentados, no sólo por católicos fervientes, sino también por comunistas y masones, por autoridades eclesiásticas y civiles, y confirmados por numerosos testigos y abundantes milagros, que aún en nuestros días causan gran interés.
¿Qué son los secretos de Fátima?
Lucía, la vidente que vivió hasta el año 2005, decía que se trataba de un solo “secreto” con tres partes. Ella los escribe por orden del Obispo de Leiria y con el permiso de Nuestra Señora. Las dos primeras partes fueron dadas a conocer en los años cuarenta; la tercera, Lucía la escribió el 3 de enero de 1944 y quedó en un sobre lacrado con el Obispo de Leiria, quien, para tutelar mejor el “secreto”, el 4 de abril de 1957 lo entregó al Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe). El 17 de agosto de 1959 san Juan XXIII lo tuvo en sus manos, pero no lo abrió. Fue el beato Pablo VI quien leyó su contenido el 27 de marzo de 1965, devolviendo el sobre al Archivo del Santo Oficio, con la decisión de no publicar el texto. Después del atentado del 13 de mayo de 1981, san Juan Pablo II leyó el texto y lo dio a conocer hasta el 26 de mayo del año 2000. Lo primero que debemos entender es se trata de una revelación privada que nos ayuda a comprender y vivir mejor el Evangelio y los signos de los tiempos para encontrar la justa respuesta de la fe ante ellos.
¿Qué dice la primera parte del secreto?
En nuestros días hay una fuerte tendencia a evitar los temas relacionados con la muerte y el más allá –el juicio particular, la sentencia, el cielo, el purgatorio y el infierno– y se ve muy mal que se hable de esto a los niños. Sin embargo, la Virgen, como excelente pedagoga, hizo ver a los pastorcitos de Fátima el infierno cuando ellos contaban con 7, 9 y 10 años de edad, para hacerles ver un camino de salvación, indicando como camino la devoción al Inmaculado Corazón de María, que nos acerca a ella, quien nos puede dar las gracias necesarias para que nos asemejemos al Corazón de Aquélla que hizo siempre la voluntad de Dios.
¿Qué dice la segunda parte del secreto?
Trata de la previsión de los daños enormes que Rusia, en su defección de la fe cristiana y en la adhesión al totalitarismo comunista, provocaría a la humanidad, y por tanto, de la petición de Consagrar a Rusia a su Inmaculado Corazón, y de la Comunión reparadora de los primeros sábados de mes. Habla también de las guerras y persecuciones a la Iglesia con las que Dios castigaría al mundo si no atendieran a sus peticiones.
¿Y que dice la tercera parte del secreto?
Se refiere a que en Portugal se conservará la doctrina de la fe, la visión del santo Padre y a la jaculatoria para rezar después de cada misterio del rosario.
¿Cómo debemos entender estos secretos?
Hay que tener en cuenta que existen algunos puntos controversiales con respecto a la interpretación de los “secretos”, por ejemplo, si se ha hecho o no la consagración de Rusia tal como lo pidió la Virgen, o si la tercera parte del secreto se refería al Papa Juan Pablo II, etc.
Con respecto a la consagración de Rusia, Sor Lucía confirmó personalmente que el acto solemne y universal de consagración que realizó el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984, “había sido hecho tal como Nuestra Señora había pedido” (carta del 29 de agosto de 1989 y carta del 8 de noviembre de 1989).
La congregación para la Doctrina de la fe, publicó el 13 de Mayo del 2000 un documento titulado El Mensaje de Fátima, en el que el entonces arzobispo Tarcisio Bertone presenta los argumentos convincentes por los que se declara cuál es el auténtico mensaje de Fátima y cuál la interpretación de la Iglesia, publicando por primera vez en facsímil los textos autógrafos de la Hna. Lucía, además del coloquio que sostuvo con sor María Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón, el comunicado del cardenal Ángelo Sodano, Secretario de Estado de San Juan Pablo II, y una reflexión teológica magistral sobre el Mensaje de Fátima hecha por el entonces cardenal Joseph Ratzinger. Documento que aconsejo vivamente leer, aquí el link: http://bit.ly/2pFZ6v4
¿Qué dice el documento?
El texto del tercer “secreto”, como sucede en las Escrituras, tiene un carácter simbólico. La visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha entre el mundo no creyente y la Iglesia, y con el testimonio doloroso de los mártires del siglo XX. Y así como las primeras dos partes del “secreto” se entienden por la finalidad de la salvación de las almas, así la tercera parte se entiende por su énfasis en la penitencia como medio eficaz de conversión y salvación.
El mismo ángel con la espada de fuego, a la derecha de la Madre de Dios, representa la amenaza del juicio divino que incumbe sobre el mundo. Esto no es pura fantasía, pues el hombre ha construido con sus armas la espada de fuego. Pero la fuerza opuesta al poder destructivo es la Virgen María, por eso el ángel, de pie a su derecha, repite tres veces con voz vibrante: ¡Penitencia!
¿Puede cambiar el destino del mundo?
Si el poder destructivo de la visión puede ser anulado, quiere decir que el futuro no está rígidamente determinado. Por tanto, la imagen que los pastorcitos vieron del futuro puede cambiar con tal de que los hombres se dirijan en una dirección positiva. Es por esto que se equivocan quienes dan explicaciones fatalísticas del “secreto”, argumentando que no se ha cumplido la profecía porque no ha sucedido tal como está escrita. La visión habla de un peligro que se puede evitar y que de hecho se evitó cuando, como dijo san Juan Pablo II, convaleciente, una “mano materna” desvió la bala mortal.
¿Cómo se debe entender el tema de los mártires?
En la última parte de la visión aparecen los ángeles recogiendo la sangre de los mártires y riegan con ella las almas que se acercan a Dios. Este martirio se lleva a cabo solidariamente con la Pasión de Cristo, pues la sangre de los mártires fluye de los brazos de la Cruz. Tertuliano había dicho ya que la sangre de los mártires es semilla de cristianos: así como del costado abierto de Cristo muerto en la Cruz nació la Iglesia, así la muerte de los testigos es fecunda para la vida de la Iglesia.
¿Hay algo en el secreto que todavía no se cumpla?
El secreto de Fátima se refiere a acontecimientos concretos que ya han sucedido en el siglo XX. Fátima ya no ofrece satisfacer nuestra curiosidad presentándonos eventos que están por venir, sino que consiste ahora en una profecía condicional ya cumplida. Queda válida, sin embargo, la exhortación a la oración, la penitencia y la conversión.
¿Qué quiere decir que triunfará el Inmaculado Corazón de María?
Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El maligno tiene poder en este mundo, sobre todos aquellos que se alejan continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo ha muerto en la Cruz, cobran todo su valor las palabras de Jesús: “padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.
La Misa es el acto más importante
En la Misa se hace presente la redención del mundo.
Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte
50.- La Misa es el acto más importante de nuestra Santa Religión, porque es la renovación 42 y perpetuación 43 del sacrificio de Cristo en la cruz.
1. En la Misa se reactualiza 44 el sacrificio que de su propia vida hizo Jesucristo a su Eterno Padre en el calvario, para que por sus méritos infinitos nos perdone a los hombres nuestros pecados, y así podamos entrar en el cielo.
En la Misa se hace presente la redención del mundo 45.
Por eso la Misa es el acto más grande, más sublime y más santo que se celebra cada día en la Tierra.
Decía San Bernardo: «el que oye devotamente una Misa en gracia de Dios merece más que si diera de limosna todos sus bienes».
Oír una Misa en vida aprovecha más que las que digan por esa persona después de su muerte. Con cada Misa que oigas aumentas tus grados de gloria en el cielo.
La única diferencia entre el sacrificio de la Misa y el de la cruz está en el modo de ofrecerse46: en la cruz fue cruento (con derramamiento de sangre) y en la Misa es incruento (sin derramamiento de sangre), bajo las apariencias de pan y vino. «Los sacrificios de la Última Cena, el de la Cruz y el del altar, son idénticos»47.
«Todos los fieles que asisten al Sacrificio Eucarístico lo ofrecen también al Padre por medio del sacerdote, quien lo realiza en nombre de todos y para todos hace la Consagración»48.
«No hay sacrificio eucarístico posible sin sacerdote celebrante. (...) El único designado por Cristo para convertir el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor, mediante la pronunciación de las palabras de la consagración, es el sacerdote»49.
A los hombres nos gusta celebrar los grandes acontecimientos: bautizos, primeras comuniones, bodas, aniversarios, etc. Estas celebraciones suelen consistir en banquetes.
La Eucaristía es un banquete para conmemorar la Última Cena.
Los cristianos nos reunimos para participar, con las debidas disposiciones, en el banquete eucarístico.
2. Hay quienes dicen que no van a Misa porque no sienten nada. Están en un error.
«Las personas no somos animales sentimentales, sino racionales»50.
El cristianismo no es cuestión de emociones, sino de valores.
Los valores están por encima de las emociones y prescinden de ellas.
Una madre prescinde de si tiene o no ganas de cuidar a su hijo, pues su hijo es para ella un valor.
Quien sabe lo que vale una Misa, prescinde de si tiene ganas o no. Procura no perder ninguna, y va de buena voluntad.
Para que la Misa te sirva basta con que asistas voluntariamente, aunque a veces no tengas ganas de ir.
La voluntad no coincide siempre con el tener ganas. Tú vas al dentista voluntariamente, porque comprendes que tienes que ir; pero puede que no tengas ningunas ganas de ir.
Algunos dicen que no van a Misa porque para ellos eso no tiene sentido. ¿Cómo va a tener sentido si tienen una lamentable ignorancia religiosa?
A nadie puede convencerle lo que no conoce. A quien carece de cultura, tampoco le dice nada un museo.
Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciarla. Hay que saber descubrir el valor que tienen las cosas para poder apreciarlas.
Otros dicen que no van a Misa porque no les apetece, y para ir de mala gana, es preferible no ir.
Si la Misa fuera una diversión, sería lógico ir sólo cuando apetece.
Pero las cosas obligatorias hay que hacerlas con ganas y sin ganas.
No todo el mundo va a clase o al trabajo porque le apetece. A veces hay que ir sin ganas, porque tenemos obligación de ir.
Que uno fume o deje de fumar, según las ganas que tenga, pase. Pero el ir a trabajar no puede depender de tener o no ganas.
Lo mismo pasa con la Misa.
Ojalá vayas a Misa de buena gana, porque comprendes que es maravilloso poder mostrar a Dios que le queremos, y participar del acto más sublime de la humanidad como es el sacrificio de Cristo por el cual redime al mundo. `
Otros se excusan diciendo que el sacerdote predica muy mal. Pero a misa vamos a adorar a Dios, no a oír piezas oratorias.
A propósito de esto dice con gracia el P. Martín Descalzo: «Dejar la misa porque el sacerdote predica mal es como no querer tomar el autobús porque el conductor es antipático»51.
Pero además, la asistencia a la Misa dominical es obligatoria, pues es el acto de culto público oficial que la Iglesia ofrece a Dios.
La Misa es un acto colectivo de culto a Dios.
Todos tenemos obligación de dar culto a Dios.
Y no basta el culto individual que cada cual puede darle particularmente.
Todos formamos parte de una comunidad, de una colectividad, del Pueblo de Dios, y tenemos obligación de participar en el culto colectivo a Dios52. No basta el culto privado53.
El acto oficial de la Iglesia para dar culto a Dios colectivamente, es la Santa Misa.
El cumplimiento de las obligaciones no se limita a cuando se tienen ganas. Lo sensato es poner buena voluntad en hacer lo que se debe.
El cristianismo es una vida, no un mero culto externo. El culto a Dios es necesario, pero no basta para ser buen cristiano.
La asistencia a Misa es sobre todo un acto de amor de un hijo que va a visitar a su Padre: por eso el motivo de la asistencia a Misa debe ser el amor54.
Muchos cristianos no caen en la cuenta del valor incomparable de la Santa Misa.
Le oí decir a un sacerdote, que hablaba del valor de la Misa, que si a él le ofrecieran un millón de pesetas para que un día no celebrara la Santa Misa, él, sin dudarlo, dejaría el millón, no la Misa.
Al oír esto pensé que yo también haría lo mismo.
Unos días después al decir yo esto en unas conferencias que estaba dando en Écija, el millón me pareció poco, y dije: diez, cincuenta, cien, mil millones, ni por todo el oro del mundo dejaría yo de decir una sola misa.
Repartiendo mil millones de pesetas yo podría hacer mucho bien: pues ayudo más a la humanidad diciendo una Misa; pues los mil millones de pesetas tienen un valor finito, y la Santa Misa es de valor infinito.
«Una sola Misa glorifica más a Dios que lo que le glorifican en el cielo por toda la eternidad todos los ángeles y santos juntos, incluyendo a la Santísima Virgen María, Madre de Dios»55.
La razón es que la Virgen y los Santos son criaturas limitadas, en cambio la Misa, como es el Sacrificio de Cristo-Dios, es de valor infinito.
3. Siendo la Santa Misa «reproducción incruenta del sacrificio del calvario, tiene los mismos fines y produce los mismos efectos que el sacrificio de la cruz»56.
La Misa se celebra por cuatro fines57:
1º Para adorar a Dios dignamente. Todos los hombres estamos obligados a adorar a Dios por ser criaturas suyas. La mejor manera de adorarle es asistir debidamente al Santo Sacrificio de la Misa.
2º Para satisfacer por los pecados nuestros y de todos los cristianos vivos y difuntos58.
3º Para dar gracias a Dios por los beneficios que nos hace: conocidos y desconocidos por nosotros.
4º Para pedir nuevos favores del alma y del cuerpo, espirituales y materiales, personales y sociales.
Para alabar a Dios, para darle gracias por un beneficio, para pedirle un nuevo favor, para expiar nuestros pecados, para aliviar a las almas del purgatorio, etc., etc., lo mejor es oír Misa59.
Por lo tanto, nuestras peticiones, unidas a la Santa Misa tienen mayor eficacia. Pero la aplicación del valor infinito de la Misa depende de nuestra disposición interior.
4. La Misa se ofrece siempre solamente a Dios, pues sólo a Él debemos adoración, pero a veces se dice Misa en honor de la Virgen o de algún santo, para pedir la intercesión de ellos ante Dios60.
Muchos cristianos tienen la costumbre de ofrecer Misas por sus difuntos61. Es ésta muy buena costumbre, pues una Misa ayuda a un difunto mucho más que un ramo de flores sobre su tumba.
Cuando se encargan Misas se suele dar una limosna al sacerdote que la dice para ayudar a su sustento, según quería San Pablo62.
Pero de ninguna manera debe considerarse esta limosna como precio de la Misa, que por ser de valor infinito, no hay en el mundo oro suficiente para pagarla dignamente.
Lo que se da al sacerdote no es el precio de lo que recibimos, sino que le damos un donativo para ayudar a su sustento con ocasión de la ayuda espiritual que él nos ofrece.
5. La Liturgia es la oración pública y oficial de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, ha recalcado la importancia de la Liturgia en la formación de los cristianos de hoy: «la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza»63
Pero primero dice que «la Sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia»64, y después que «la participación en la Sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual»65.
«Por eso, junto a la liturgia y con justa autonomía, han de fomentarse otras expresiones, cultuales o no, como la evangelización, la catequesis, el apostolado, los ejercicios ascéticos, la acción caritativa y social, y la vida de testimonio en el mundo»66.
«La Liturgia en nada se opone, sino al contrario, exige vehementemente un intenso cultivo de la vida espiritual, aun fuera de las acciones litúrgicas, con todos los medios ascéticos acostumbrados y conocidos en la tradición cristiana»67.
Hay que tener cuidado de que «el despliegue que van alcanzando las celebraciones litúrgicas comunitarias no se produzca a base de pisar y expropiar su terreno a la piedad y oración privadas.
Porque en tal caso el auge de las celebraciones litúrgicas ya no estaría de acuerdo ni con la letra ni con el espíritu de la Constitución Conciliar sobre la Sagrada Liturgia»68.
«Hoy padecemos una hipertrofia del sentido comunitario.
»Se pretende a veces que lo común sobresalga de tal modo que ahogue lo individual.
»Pero todos los movimientos que en la pendular historia de las ideas han pasado por un máximo excesivo, han terminado por reducirse a sus justos términos»69.
El hombre «tiene un valor inalienable en sí mismo. Aunque él se salva en comunidad, se salva en virtud de su respuesta individual al llamamiento a participar en la vida de esta comunidad»70.
Éste es el mensaje perenne de Fátima: la oración y la conversión
Pocos lugares en el orbe católico despiertan tantos sentimientos de gratitud a la protección maternal de la Virgen como Fátima.
En Fátima ocurrieron en 1917 unos acontecimientos sobrenaturales que estarían llamados a cambiar el mundo. Fátima: a principios del siglo XX era un lugar desconocido incluso para la mayoría de los portugueses, ahora su nombre resuena en el mundo. Unos pastorcillos, apenas unos niños, fueron favorecidos por experiencias místicas inauditas. No sabían leer ni tenían esperanzas siquiera de ir a la escuela, pero la Virgen les confió secretos que transformaron las relaciones internacionales. Varios Papas, Cardenales y Obispos de todo el mundo, y sobre todo millones de fieles sencillos de todas las condiciones han peregrinado al Santuario erigido en un paraje que en 1917 no era más que un barrizal impracticable. Entonces era un lugar inaccesible salvo para carretas, pero ahora una cómoda autopista lleva rápidamente a Lisboa y Oporto.
Las apariciones de Fátima
En 1917 Europa estaba en guerra. Portugal era uno de los países beligerantes en el lado de los Aliados, y el descontento en la población era grande. Casi no había familia que no tuviera a algún hijo o sobrino batallando en las trincheras de un país lejano en una guerra que casi nadie comprendía.
Fátima es el nombre de una parroquia perteneciente al término municipal de Ourem, en el distrito de Santarem, a unos 120 kilómetros al norte de Lisboa. En Portugal la parroquia (o fegresia) no es sólo una demarcación eclesiástica, sino también civil. Generalmente los límites de las parroquias civiles coinciden con las parroquias eclesiásticas. En el término de la parroquia muchas veces la población se agrupa en varias localidades o pequeños caseríos de apenas unas decenas de habitantes. En uno de ellos, Aljustrel, a apenas dos kilómetros de la aldea de Fátima, vivían los hermanos Jacinta y Francisco Marto y su prima, Lucia dos Santos. Desde muy niños salían al campo con el rebaño de ovejas de la familia.
En una de esas salidas llevaron las ovejas a pastar a Cova de Iria, un paraje deshabitado a unos tres kilómetros de Aljustrel y otros tres de Fátima. Era el 13 de mayo de 1917. Allí se les apareció la Virgen, y les pidió que volvieran a aquel lugar durante otros cinco meses hasta octubre los días trece. La Virgen se posó en una encina.
No era su primera visión de lo alto: desde la primavera de 1916 se les apareció por tres veces un ser con figura humana. En la primera aparición les enseñó una oración de reparación y les dijo que era el ángel de la paz. En la segunda aparición les dijo quién era: se trataba del Ángel de Portugal. En la última les mostró un Cáliz una Sagrada Forma que se sostenían en el aire. Después de adorar al Señor con los niños y enseñarles una oración les dio la Comunión.
Los niños no comunicaron a nadie la visión del ángel salvo en sus conversaciones entre ellos -Francisco y Jacinta fueron capaces de guardar el secreto hasta su muerte-, pero la visión de Nuestra Señora era algo distinto: esa misma noche Jacinta la contó en su casa. Inmediatamente la noticia se difundió por Aljustrel y otros caseríos cercanos.
El 13 de junio ya se congregaron unas decenas de personas. Vieron señales milagrosas, aunque no vieron ni escucharon nada salvo las palabras que Lucia dirigía a la Virgen. El 13 de julio eran cientos de peregrinos, y la noticia se difundió por todo el distrito, hasta el punto de que las autoridades se alarmaron. Pocos años antes se había instaurado en Portugal una república de marcado corte laicista y había promulgado leyes restrictivas del culto católico. El alcalde de Ourem decidió cortar por lo sano esta explosión de devoción popular en un lugar prohibido para el culto (el campo) que llevaba a la gente a cometer el delito de rezar junto a una encina. El 13 de agosto, por lo tanto, detuvo a los niños y los mantuvo a buen recaudo todo el día. La gente se congregó en Cova de Iria, fueron testigos de las mismas señales de lo alto que se vieron los meses anteriores, pero los niños no estaban y nadie vio a la Virgen.
La Virgen sin embargo, volvió a visitarles el 19 de agosto, esta vez en Valinhos, un cruce de caminos a unos trescientos metros de Aljustrel al que a veces llevaban el rebaño.
En septiembre la Virgen se volvió a aparecer el día 13 ante miles de fieles. El 13 de octubre había quizá 70.000 personas reunidas en Cova de Iria. Todo Portugal para entonces había oído hablar de los sucesos de Fátima. Los grandes periódicos de Lisboa llevaron enviados especiales y fotógrafos a Cova de Iria. Todos ellos contemplaron el milagro que hizo la Virgen: al terminar la visión, el sol comenzó a danzar en el cielo de Cova de Iria, se volvía de varios colores, giraba sobre sí mismo y se desplazaba mientras que la gente lo miraba sin que les hiciera daño a los ojos.
El mensaje de Fátima
La Virgen les confió secretos del Cielo a los niños. En Fátima la Virgen pidió a la humanidad que se convirtiera de sus pecados. Predijo a los niños grandes guerras y sufrimientos si los hombres no se arrepienten, y de modo especial anunció que Rusia difundiría errores por muchas naciones provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia.
En la aparición de julio la Virgen les reveló un secreto. El secreto fue revelado por la vidente Lucia y por la Santa Sede en tres momentos, por lo que se habla de las tres partes del secreto de Fátima. La tercera parte del secreto de Fátima fue dada a conocer el año 2000. La primera de las partes es la visión del infierno; las otras dos son anuncios de futuro, como la predicción acerca de Rusia y el anuncio de la Segunda Guerra Mundial, así como la advertencia acerca de las futuras persecuciones. Pero es un mensaje de esperanza, por eso la Virgen concluye: “Pero finalmente mi Corazón Inmaculado triunfará, Rusia será consagrada y se convertirá, y un tiempo de paz será dado al mundo”
Pero sobre todo el mensaje de Fátima es de oración. En la segunda aparición, Nuestra Señora le dice a los pastorcillos que Jesús quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Pide también en todas las apariciones que se rece el Rosario.
Pero el propósito de la Virgen no es la satisfacción de nuestra curiosidad, sino la gloria del Señor y la salvación de las almas. Éste es el mensaje perenne de Fátima, la oración y la conversión: las guerras pasan, los gobiernos de las naciones vienen y van, pero la necesidad de la conversión personal es permanente.
Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre la oración (2)
MAYO 13, 2020 11:00 LARISSA I. LÓPEZAUDIENCIA GENERAL
(zenit – 13 mayo 2020).- La oración pertenece a todos, “a los hombres de todas las religiones, y probablemente también a los que no profesan ninguna”, pues “surge en el secreto de nosotros mismos, en ese lugar interior que los autores espirituales a menudo llaman el ‘corazón’”.
Hoy, 13 mayo de 2020, en la audiencia general, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico por la pandemia del coronavirus, el Santo Padre prosiguió con el ciclo de catequesis sobre la oración. En concreto, centra su meditación en el tema: “La oración del cristiano” (Sal 63,2-5.9)
En este sentido, Francisco apuntó que rezar “no es algo externo ni marginal a nosotros, sino que es el misterio más íntimo de nosotros mismos, que nace como una invocación en lo profundo de nuestra persona y se extiende, buscando un ‘Tú’, que es Dios”.
“La oración del cristiano surge de la revelación de ese ‘Tú’, con mayúscula, que se ha manifestado y ha venido a nuestro encuentro, dándonos confianza y revelándonos a Dios como un Padre bueno, que nos ama y nos comprende, que no nos considera siervos, sino amigos e hijos suyos”, aclaró.
Por último, destacó que en la oración del padrenuestro, Jesús nos enseñó a pedir a Dios todo lo que necesitamos: “No importa si nos sentimos culpables en nuestra relación con Él, si no hemos sido amigos fieles, ni hijos agradecidos; Dios continúa amándonos, porque Él siempre es fiel”.
Papa Francisco encomienda a la Virgen de Fátima el final de la pandemia
Francisco Leoung | AFP
May 13, 2020
En la audiencia general, el Pontífice recordó también el aniversario del atentado a Juan Pablo II (13 de mayo de 1981) y la intervención materna de la Virgen María al salvarle la vida.
En el día de la fiesta de Nuestra Señora de Fátima, 13 de mayo de 2020, el papa Francisco pidió a Dios por “intercesión del Inmaculado Corazón de María, la paz para el mundo” y el “fin de la pandemia” del coronavirus.
Francisco instó a rezar a Dios como a un “amigo” que ama al mundo y no conoce de odio durante la Audiencia General de este miércoles y que tuvo lugar en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, sin fieles presentes y a puertas cerradas debido al confinamiento por covid-19.
En sus saludos a los fieles polacos, también recordó que el 13 de mayo de 1981, en la Plaza de San Pedro, san Juan Pablo II sufrió un grave atentado. El Papa santo perdonó a su agresor, Ali Ağca y, consciente de haber recibido una nueva vida, intensificó sus compromisos pastorales.
Vatican Media
“Hoy celebramos la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Fátima. Volvamos con el pensamiento a sus apariciones y a su mensaje transmitido al mundo, así como al atentado a San Juan Pablo II, que vio en la salvación de su vida la intervención maternal de la Santa Virgen”, dijo Francisco.
Apariciones de Fátima
La Iglesia católica también celebra hoy que la Virgen se manifestó a tres niños campesinos portugueses: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, y Jacinta, hermana menor de Francisco.
“En el aniversario de la primera aparición a los pequeños videntes de Fátima, les invito a invocar a la Virgen María para que cada uno persevere en el amor a Dios y al prójimo”, afirmó el Papa en sus saludos a los fieles italianos que seguían la predicación en directo por televisión, radio e internet.
Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos. En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era solo una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal.
Rosario
También el Papa dirigió un pensamiento especial a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. “Siempre recurran a la ayuda de la Virgen; en ella encontramos una madre cariñosa y tierna, un refugio seguro en la adversidad”.
Asimismo, el Pontífice al saludar a los oyentes de habla portuguesa, animó a todos a conocer y seguir el ejemplo de la Virgen María. “Con este fin intentamos vivir este mes (mariano) con una oración diaria más intensa y fiel, en particular recitando el Rosario, como recomienda la Iglesia obedeciendo un deseo expresado repetidamente en Fátima por Nuestra Señora. Bajo su protección, los dolores y aflicciones de la vida serán más soportables”.
Misa ante la Tumba de JPII
Por otro lado, cabe mencionar que el próximo 18 de mayo 2020, memoria del centenario del nacimiento de san Juan Pablo II, el papa Francisco celebrará la misa matutina en directa (7 hr. de Roma) en la Capilla de la Tumba del santo en la Basílica Vaticana.
Asimismo, a partir del 19 de mayo, concluirá el streaming live de las misas desde la capilla de Casa Santa Marta dentro del Vaticano. Francisco presidirá, hasta esa fecha, las celebraciones en directa con el objetivo de acompañar a los fieles durante el confinamiento por la pandemia, pero confía que las personas vuelvan a acercarse física y espiritualmente a la comunión.
Sacramentos no son virtuales
“El Papa espera que el Pueblo de Dios pueda así volver a la familiaridad comunitaria con el Señor en los sacramentos, participando en la liturgia dominical, y reanudando, también en las iglesias, la participación diaria a la presencia del Señor y a su Palabra”, confirmó Matteo Bruni, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
El Papa ha continuando hoy su ciclo de catequesis sobre la oración y ha centrado su meditación en el tema: “La oración del cristiano” (Sal 63, 2-5.9).