Él tiene que subir al Padre para poder enviarles su Espíritu
- 19 Mayo 2020
- 19 Mayo 2020
- 19 Mayo 2020
María Bernarda Bütler, Santa
Virgen y Fundadora, 19 de mayo
Martirologio Romano: En Cartagena de Nueva Granada, en Colombia, beata María Bernarda (Verena) Bütler, virgen, la cual, nacida en Suiza, fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras Franciscanas de María Auxiliadora († 1924).
Fecha de beatificación: 29 de octubre de 1995 por S.S. Juan Pablo II Fecha de canonización: 12 de octubre de 2008 por S.S. Benedicto XVI
Etimologicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico. Etimologicamente: María = la amada por Dios, es de origen hebreo
Breve Biografía
María Bernarda, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, nació en Suiza y murió en Cartagena de Indias (Colombia). Siendo ya religiosa franciscana en su patria, marchó a Ecuador para desarrollar su vocación misionera, y luego pasó a Colombia. Dimensiones principales de su vida fueron la intensa oración, el apostolado, el servicio a los enfermos y desamparados, y la dirección de la Congregación en que se convirtió lo que en principio iba a ser una casa filial del monasterio suizo. El 29 de octubre de 1995, Juan Pablo II la beatificó. junto a otras dos hijas espirituales de san Francisco: María Teresa Sherer (16 de junio) y Margarita Bays (27 de junio).
María Bernarda (de nombre de pila: Verena) nació y fue bautizada en Auw (cantón de Argovia, Suiza) el día 28 de mayo de 1848. Era la cuarta hija de Enrique y de Catalina Bütler, campesinos humildes y católicos practicantes.
HOGAR DE INFANCIA
Al concluir la enseñanza escolar básica, se dedicó a los quehaceres domésticos y al trabajo en el campo. En plena juventud ingresó en una casa de religiosas. Al sentir que Dios no la llamaba a vivir en aquel lugar, regresó a la casa paterna, donde, entregada al trabajo, a la oración y al apostolado, continuó alimentando su vocación hasta que, el día 12 de noviembre de 1867, a los 19 años de edad, ingresó en el monasterio franciscano de María Auxiliadora, en Altstätten (Suiza). El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el nombre religioso de María Bernarda del Sagrado Corazón de María. Hizo la profesión religiosa el 4 de octubre de 1869.
Destacaba por su profunda virtud y sus cualidades humanas; por ello, no tardó en ser nombrada maestra de novicias y, más tarde, superiora, servicio que prestó hasta su partida para las misiones.
Cuando Mons. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo (Ecuador), escribió relatando el total abandono en que vivía la gente de aquellas tierras y ofreciendo su diócesis como campo misionero, María Bernarda tuvo el convencimiento de que aquella invitación era una clara llamada de Dios a anunciar el Evangelio y a fundar una casa filial del monasterio de Altstätten en tierras ecuatorianas. Tras vencer la resistencia inicial de las autoridades eclesiásticas y obtener el permiso pontificio para dejar el monasterio, el 19 de junio de 1888, se dirigió, con seis compañeras, a Le Havre, Francia, donde embarcaron las siete rumbo a Ecuador.
DORMITORIO DE INFANCIA
Aquel paso, concebido sólo como el inicio de la fundación de una filial misionera del monasterio suizo, fue, de hecho, el inicio de un proceso que convirtió a María Bernarda en fundadora de un nuevo instituto, la congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.
Cuando llegaron a Ecuador, el obispo asignó a las siete religiosas la población de Chone, lugar difícil y espiritualmente abandonado, que contaba con unos 13.000 habitantes. Puso como base de su actividad misionera la oración, la pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio de las obras de misericordia. Se encargaron de la educación de los niños y jóvenes, anunciándoles el Evangelio, animaban la liturgia, visitaban y asistían a los enfermos y a los pobres.
La semilla derramada por esta gran mujer germinó y fructificó. Surgieron varias casas filiales en Ecuador. Pero la obra estuvo marcada también por el misterio de la cruz: pobreza absoluta, clima tórrido, inseguridades y dificultades de toda especie, se agregaron a malentendidos por parte de algunas autoridades de la Iglesia y la separación del instituto de algunas hermanas de su primera fundación fuera de Ecuador.
En 1895 la madre María Bernarda y más de 15 hermanas tuvieron que huir de Ecuador, a causa de una violenta persecución contra la Iglesia. En el puerto de Bahía se embarcaron rumbo a Colombia. Durante la travesía recibieron la invitación de Mons. Eugenio Biffi, obispo de Cartagena de Indias, a trabajar en su diócesis. El día 2 de agosto de 1895 llegaron al puerto de Cartagena. Mons. Biffi las atendió paternalmente y les asignó como residencia un ala del hospital de mujeres, llamado Obra Pía, donde María Bernarda murió años más tarde.
El número de las hermanas creció y la congregación fundó casas en Colombia, Austria y Brasil. La madre Bernarda permanecía temporadas con las hermanas en los diversos lugares, compartía con ellas su trabajo y su vida, era ejemplo vivo de sencillez evangélica, edificaba y animaba a todas. Atendía con ternura y misericordia a todos los necesitados en el alma o en el cuerpo, pero sus predilectos eran los pobres y los enfermos. Oraba, exhortaba, escribía y evangelizaba con asombrosa entrega e intensidad.
Dirigió su congregación durante 32 años. Y cuando renunció con gratitud y humildad a este servicio, continuó animando a las hermanas con su ejemplo, su palabra y sus innumerables escritos, que son una mina de doctrina y de fecundidad espiritual.
Falleció el 19 de mayo de 1924, en la Obra Pía, a los 76 años de edad, 56 de vida religiosa franciscana y 36 de misionera en América Latina.
Su Intercesión comprobada
Dos milagros han sido reconocidos expresamente por la Iglesia Católica, atribuidos a la intercesión de la Madre María Bernarda Bütler, que sirvieron, primero, para la beatificación y, luego, la canonización. Cabe señalar que la Iglesia pide en estos casos el testimonio oficial de un tribunal médico, el cual corrobora que no hay explicación científica para las curaciones.
El milagro tomado para la beatificación ocurrió en 1969: la pequeña Liliana Sánchez, que por aquel entonces contaba con sólo 15 días de vida, presentaba ausencia de los huesos de la bóveda craneana e iba a morir en el corto plazo. Una religiosa de la congregación, la Hermana Filomena Martínez, le entregó a la mamá de la niña una reliquia de la Madre Bernarda y una novena. La señora puso la reliquia en la cabeza de su hija y rezó. De la noche a la mañana, se produjo una reconstrucción ósea completa, verificada por los médicos.
BIBLIA Y CRUCIFIJO DE SANTA MARÍA BERNARDA A CONTINUACIÓN
Por otra parte, en el año 2002, Mirna Jazime Correa, una médico de 29 años de edad de Cartagena, presentaba neumonía atípica complicada con derrame pleural bilateral y síndrome distrés respiratorio del adulto (SDRA). A pesar de los tratamientos médicos y farmacológicos no mejoraba y el 5 de julio se encontraba completamente desahuciada, conectada a las máquinas, mientras sus signos vitales iban decayendo.
Al igual que lo había hecho en su momento la madre de la niña Liliana Sánchez, la mamá de Mirna colocó sobre la cabeza de su hija una reliquia de la Beata María Bernarda y pidió durante todo el día la curación. Refieren testigos que a la oración se unió el personal de la unidad de cuidados intensivos.
La sorpresa llegó el día después, cuando se observó en la enferma una mejoría general, que se acentuó con el correr de las jornadas, sin que quedara ninguna secuela en los pulmones, luego de un cuadro de extrema gravedad.
Varios médicos del centro de salud testificaron: “No hay explicaciones naturales o clínicas en dicha curación. Lo que esperábamos en el cuadro tan complicado de la doctora Mirna era la muerte. La recuperación fue sorpresiva”.
El 6 de julio del 2007, el Papa Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto sobre este milagro, que ha sido el último paso en el proceso que ahora terminará con la canonización de la beata Madre María Bernarda Bütler.
ORACIÓN Te bendecimos, Señor, porque has elegido a Santa María Bernarda, para hacer presente tu amor misericordioso y cooperar en la extensión de tu Reino. Concédenos las gracias que por su intercesión te pedimos, haz que su ejemplo de vida nos ayude a crecer en la bondad y el amor al servicio de los hermanos. Afirma, Señor, en nosotros, la fe, la esperanza y la caridad. Amén
¿Comprendes los planes de Dios?
Santo Evangelio según san Juan 16, 5-11. Martes VI de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame la gracia, Señor, de preparar mi corazón para recibir tu Espíritu y que crezca mi fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 5-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Me voy ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Es que su corazón se ha llenado de tristeza porque les he dicho estas cosas. Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré. Y cuando él venga, establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque ellos no han creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán ustedes; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Los discípulos no entendían lo que Jesús les estaba diciendo. No entendían sus designios, sus planes. Él les dice que es mejor que Él se vaya, que suba al Padre, pero ellos no comprenden lo que les está diciendo. Los discípulos se entristecen ante la perspectiva de perder a Jesús. Ellos lo aman, lo quieren como a su amigo más íntimo. Su amor por Jesús es sincero. Es verdad que el amor que le tienen es limitado, tiene defectos, pero es real. Sin embargo, les falta una mayor fe y confianza en Jesús. Ellos han visto sus milagros, sus curaciones, sus prodigios y aun así les cuesta concebir la idea de un Jesús dispuesto a cumplir, en todo, la voluntad del Padre. Ellos todavía no comprenden los planes de Jesús. Siguen pensando en términos muy humanos. Jesús lo sabe, y les tiene paciencia. Él les comunica sus planes aun cuando quizás ellos no los entiendan. Por eso Él tiene que subir al Padre para poder enviarles su Espíritu de manera que la fe y el entendimiento de sus discípulos se vean incrementados y fortalecidos.
«No os canséis nunca de seguir los caminos que el Espíritu del Señor Resucitado pone ante vosotros. Qué no os frene ningún miedo de lo nuevo y que vuestro paso no aminore por las dificultades que son inevitables en el camino de la evangelización. ¡Cuando se es discípulo misionero, nunca puede decaer el entusiasmo! Qué en la fatiga os sostenga, la oración dirigida al Espíritu Santo, que es el Consolador; en la debilidad, sentid la fuerza de la comunidad, que nunca permite ser abandonado a su suerte». (Discurso de S.S. Francisco, 18 de noviembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Pedir a Jesús, en una comunión espiritual, que aumente mi fe y envía su Espíritu sobre mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. ¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¿Qué es el Espíritu Santo?
¿Se podría decir que el Espíritu Santo es como un ángel guardián o como una fuerza que viene de lo alto?
¿Cuando hacemos una petición se la pedimos al Espíritu o directamente a Jesús, Nuestro Señor? ¿Se podría decir que el Espíritu Santo es como un ángel guardián que nos cuida y nos ayuda, es decir una persona? ¿O podríamos decir que es una fuerza que viene de lo alto, que es una luz, no una persona?
En el Credo decimos “creo en el Espíritu Santo”. Hay muchos cristianos que rezan el credo y repiten esta afirmación pero no saben lo que es el Espíritu Santo. Les ocurre como aquellos hombres que encontró San Pablo en uno de sus viajes; otros habían llegado antes que ellos y los habían hecho cristianos; entonces San Pablo les preguntó si estaban bautizados y le dijeron que sí; luego les preguntó si cuando fueron bautizados recibieron el Espíritu Santo, y les contentaron que ni siquiera habían escuchado hablar de que existía un Espíritu Santo.
El Espíritu Santo no es un ángel guardián ni una fuerza en el sentido impersonal de esta expresión, sino una Persona divina: la tercera persona de la Santísima Trinidad.
Decir “creo en el Espíritu Santo” es profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad; más precisamente, la tercera persona. Dios como el Padre y como el Hijo; que merece la misma adoración que el Padre y el Hijo; como el Padre y el Hijo es creador, hacedor de todas las cosas, santificador. Por eso cuando hacemos la señal de la cruz, nos santiguamos en el nombre de cada una de las tres personas de la Trinidad, y cuando rezamos el Gloria nombramos a cada una de las tres personas de la Santísima Trinidad.
Generalmente los cristianos hablan más y conocen más sobre Dios Padre y sobre Dios Hijo que sobre Dios Espíritu Santo. Por eso, hubo uno que lo llamó “el Gran Desconocido”.
En el Nuevo Testamento se le dan varios nombres que nos muestran esto:
-Jesucristo lo llama “el Paráclito”, que significa “consolador”. En nuestros sufrimientos, en las tribulaciones, el E.S. es quien nos consuela. Por eso uno de los antiguos himnos de la Iglesia le pedía cantando: riega lo que árido, sana lo que está enfermo, ayuda lo que es débil, aligera lo que es pesado.
-Abogado: porque nos defiende. Dice San Pablo: “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como nos conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros como gemidos inefables” (Rom 8,26).
-Espíritu de verdad: porque El es el que hace a los Apóstoles que se acuerden de todo lo que ha dicho Jesucristo, y El es el que hace que los cristianos y especialmente el Papa entiendan las Sagradas Escrituras sin equivocarse.
-Don de Dios: porque es el gran regalo que nos hace Dios; enviarnos al Espíritu Santo.
-Santificador: porque es el que produce la santidad en nuestros corazones; El suscita en nuestros corazones las virtudes y las buenas cualidades que nos hacen santos y agradables a Dios. Por eso dice San Pablo que los frutos del E.S. son: caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza (Gal 5,22-23).
-Vivificante: porque El nos da la vida (cf. Gal 5,25). El nos engendra en el bautismo, nos hace hijos de Dios y nos hace nacer espiritualmente. No podemos ser cristianos si desconocemos al Espíritu Santo. Y no podemos ser buenos cristianos si no amamos devotamente al E.S., si no lo invocamos y si no nos gozamos cuando El, por la gracia, habita en nuestros corazones.
Juan Pablo II, hombre de oración, cercanía y justicia que es misericordia
Misa del Papa Francisco en Santa Marta. 18 de mayo de 2020
En el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II (18 de mayo de 1920), el Papa Francisco presidió una misa en la capilla de la Basílica de San Pedro, donde se encuentra la tumba del Papa Wojtyla. Entre los concelebrantes se encontraban el Cardenal Angelo Comastri, Vicario General del Papa para la Ciudad del Vaticano y Arcipreste de la Basílica Vaticana, el Cardenal polaco Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico, Monseñor Piero Marini, 18 años maestro de las celebraciones litúrgicas durante el pontificado de Juan Pablo II, y el Arzobispo polaco Jan Romeo Paw?owski, jefe de la Tercera Sección de la Secretaría de Estado que se ocupa del personal diplomático de la Santa Sede.
Esta es la última de las misas matutinas celebradas por Francisco y transmitidas en directo que comenzaron el 9 de marzo pasado, tras la suspensión de las celebraciones con la participación del pueblo a causa de la pandemia de Covid-19. Con la reanudación en Italia y en otros países de las celebraciones con los fieles, la emisión en directo de la misa de las 7 de la mañana desde la Casa Santa Marta cesará a partir de mañana 19 de mayo. El Papa espera que el Pueblo de Dios pueda volver a la comunidad la familiaridad con el Señor en los sacramentos, respetando siempre - como dijo ayer a la Reina Caeli - las prescripciones establecidas para la salud de todos. La Basílica de San Pedro fue desinfectada el viernes pasado.
El Papa comenzó la misa rezando a "Dios, rico en misericordia", que llamó a "San Juan Pablo II" para que guiara a toda la Iglesia, para que nos concediera, "fortalecidos por su enseñanza,
abrir con confianza nuestros corazones a la gracia salvadora de Cristo, único Redentor del hombre".
El Señor -dijo el Papa en su homilía- ama a su pueblo, visitó a su pueblo: y hace cien años, llamó a un hombre para dirigir la Iglesia.
El Papa señaló tres rasgos que caracterizaron a Juan Pablo II: la oración, la cercanía al pueblo y el amor por la justicia. San Juan Pablo II era un hombre de Dios porque rezaba mucho: mucho tiempo de oración. Sabía que la primera tarea del obispo era rezar. El segundo rasgo: era un hombre cercano a la gente y recorrió el mundo buscando a su gente. Y la cercanía es uno de los rasgos de Dios: Dios está cerca de la gente. Una cercanía que se hace fuerte en Jesús. Un pastor está cerca de la gente, de lo contrario es sólo un administrador. Juan Pablo II nos dio el ejemplo de esta cercanía: a los grandes y a los pequeños, a los cercanos y a los lejanos...
También era un hombre que quería justicia: justicia social, justicia del pueblo, la justicia que caza las guerras, pero justicia plena y para ello hablaba de la misericordia: porque no hay justicia sin misericordia, van juntas. Hizo tanto para que la gente entendiera la Divina Misericordia, especialmente con la devoción a Santa Faustina. Oremos hoy, concluyó, para que nos dé a todos la gracia de la oración, de la cercanía y de la justicia que es misericordia y de la misericordia que es justicia.
¿Qué es la objeción de conciencia y de quién se espera?
La objeción de conciencia responde a la afirmación del deber de obedecer a Dios y no a los hombres desorientados
Últimamente, con mucha frecuencia, se habla de la objeción de conciencia. ¿Y sabemos de qué se trata y de quién se espera?
Cuando se pone de moda alguna expresión puede suceder que tenemos una vaga idea del asunto, pero, por el contexto, sacamos una conclusión aproximada de su significado, aunque, precisamente por eso, nada exacta y proclive a la confusión. Otras veces, el uso desgasta el contenido y frases que al principio tienen mucha fuerza, poco a poco la van perdiendo.
Respecto a la objeción de conciencia es necesario saber bien su contenido para evitar caer en cualquiera de los dos casos mencionados pues se trata de un deber imprescindible en la recta toma de decisiones.
El diccionario define a la objeción como el inconveniente a un plan o idea. Esto advierte que, en cualquier propuesta, siempre cabe una limitación y ésta provoca una carencia más o menos grave. Sin embargo, la objeción no es una actitud visceral, contestataria o antitética por sistema. Manifiesta la gravedad del inconveniente que imposibilita la rectitud de cualquier actividad vinculada.
La palabra conciencia proviene de dos vocablos latinos: conscire y conscientia, el primero significa con conocimiento, el segundo tener ciencia. Dos aspectos de la inclinación natural de toda persona a investigar y a captar la composición y la aplicación de las cosas. Expresa el poder de conocer y de reflexionar. La conciencia implica una relación entre el sujeto cognoscente y el objeto por conocer. Aquí aparece una conveniencia o inconveniencia en la oportunidad de la relación o en la moralidad del modo de aplicar el conocimiento.
Conciencia psicológica y conciencia moral
Se puede hablar de la conciencia psicológica y de la conciencia moral. La primera hace referencia a la capacidad de darse cuenta de lo percibido, y no se trata de la función de un simple espejo o pantalla donde se imprimen una serie de imágenes, sino de una operación propia del ser humano en donde lo experimentado se reexperimenta, es algo así como revivir lo vivido con la intención de evaluarlo, disfrutarlo, analizarlo, compararlo, etcétera. Por tanto, es una operación de la mente sobre un hecho vivido. La conciencia es el espacio interior donde se realiza la reflexión. La conciencia se podría asemejar al rincón donde el niño guarda sus tesoros y se esconde allí, en solitario, para disfrutarlos sin que un extraño los profane con una apreciación superficial.
La conciencia moral incorpora a la conciencia psicológica un juicio práctico para evaluar la moralidad de las acciones. Por ella se juzga la cercanía o lejanía con el bien, es la norma subjetiva de la moralidad, allí la interiorización de la norma objetiva alcanza su plena eficacia. Esto explica la natural tendencia a buscar lo bueno y a calificar las acciones. El ser humano tiene la dimensión moral integrada a lo más íntimo de su existencia. Ese juicio práctico es el resultado de la calificación dada a un suceso a partir de los principios universales que todos tenemos grabados. Por ejemplo: busca el bien, evita el mal.
El problema se presenta cuando alguien distorsiona el bien, esto sucede si una persona magnifica su propio bien e impide el bien de los demás. El auténtico bien ha de ser para uno y para todos. También se puede desfigurar el bien a causa de la ofuscación provocada por los hábitos malos y así se pierde la claridad para reflexionar adecuadamente, se impone el juicio propio, se rompe la capacidad de dialogar con los primeros principios, y se justifican las acciones de manera visceral.
Por lo tanto, la conciencia tiene valor normativo cuando hay certeza y verdad. La certeza es incompatible con la duda, en la certeza la persona tiene seguridad de lo que va a hacer porque hay nitidez para descubrir el bien. La verdad consiste en la conformidad del juicio práctico interno con la norma moral objetiva expuesta en el Decálogo. La conciencia cierta y verdadera se cultiva con el ejercicio de las virtudes. Cuanto más prevalezca la conciencia recta, mejores serán las personas y los grupos sociales.
Los sabios explican que la ley moral inscrita en el corazón de cada persona es uno de los argumentos para afirmar su dignidad. Esta ley, custodiada en la conciencia, hace a la misma conciencia el núcleo central donde cada uno puede escuchar, a solas, la voz de Dios
Este preámbulo facilita comprender la objeción de conciencia. Por ella se entiende la resistencia que presenta la conciencia, por fidelidad a sus convicciones morales, a la ley u orden injusta que la autoridad pública impone. Las formas de objeción de conciencia son tan variadas como abusos pueden darse por la autoridad.
La objeción de conciencia responde a la afirmación del deber de obedecer a Dios y no a los hombres desorientados. Y, en la conciencia cierta y verdadera, se escucha la voz de Dios. El mayor inconveniente en cualquier objeción está precisamente en la discrepancia entre la voz de los hombres con la de Dios.
El respeto a la conciencia se espera, sobre todo, de quienes tienen la responsabilidad del orden social y de aquellas personas cuya profesión esté vinculada directamente con la vida humana. En el primer caso, se trata de los gobernantes de los países o de las provincias, de los directivos de cualquier institución, de los legisladores. En el caso de los profesionistas, están los maestros que alimentan la vida interior de sus educandos, los sociólogos, los economistas y otros encargados del bienestar de los grupos sociales.
Merecen mención especial los médicos, cuyo día es el 23 de octubre. Tienen la gran responsabilidad de juzgar los adelantos científicos en beneficio de la salud, del respeto y la conservación de toda vida humana. De ellos se espera la capacidad de descubrir los inconvenientes encubiertos en cualquier investigación errada. Su objeción de conciencia es la armadura que hace fuertes a sus pacientes.
¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo quien hace posible que la verdad acerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.
El Espíritu Santo, el don de Dios
"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).
Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es decir para entrar en contacto con Cristo es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.
Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.
Vida de fe. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin embargo, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.
El Paráclito. Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.
Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.
El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.
Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad acerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.
El silencio de Dios
El silencio de Dios reta y quizá incluso puede empezar a socavar nuestra fe. Preguntarse por qué Él no se hace escuchar es válido
Muchas veces en mis años siguiendo a Dios, me he quejado diciendo: “Señor, ¿por qué no me hablas más claramente? ¿Qué pasa con esto? ¡Eres Dios, no creo que te sea difícil contactarme!” Luego, siempre sigue un gran silencio, y normalmente me lleno de frustración.
Para muchos de nosotros, la mayor parte del tiempo Dios está aparentemente distante. Parece que se involucra en nuestras vidas más o menos tanto como la constelación de la Osa Mayor. Claro, sabemos que está ahí, pero no tiene ningún efecto en nuestra vida. No realiza ningún cambio o por la menos no esperamos que realmente cambiase las cosas.
En mi trabajo, encuentro a muchas personas que me dicen como gradualmente van perdiendo su fe.
“Rezo, pero no siento nada. Parece que no importa cuánto rezo. Es como si hablara con una pared. Si Dios tuviera algo que decirme, ¡creo que me lo podría decir!”
El silencio de Dios reta y quizá incluso puede empezar a socavar nuestra fe. Preguntarse por qué Él no se hace escuchar es válido, después de todo, Él es todopoderoso. Como si se le dificultara dar con una manera de contactarnos.
Dicen que Dios habla incesantemente. Si eso es cierto y no lo oímos, no estamos escuchando. Mi profesor de filosofía medieval siempre repetía una y otra vez que si Dios cesara de “pronunciar” el mundo, dejaría de existir como mis palabras desaparecen cuando dejo de propulsar aire a través de mis cuerdas vocales. Lo que la teología llama la creatio continua--el hecho de que la creación de Dios no se acaba una vez para siempre sino que es un sostener constantemente en la existencia--significa que Dios habla sin pausa (CIC 301). Para saber qué está diciendo, hay que que saber escuchar.
No para machacar en hierro frío, pero todavía me pregunto, “¿Por qué Dios exige que yo escuche atentamente?” ¿Por qué me pide tanto esfuerzo? Él tiene la capacidad de hacer que las cosas sean obvias. Si realmente está, ¿por qué no lo demuestra?
En primer lugar, no siempre espera hasta que pongamos atención para revelarse. Michael es un motociclista de los Estados Unidos ostentando una colección impresionante de tatuajes. Admite que es alcohólico y a veces usa drogas. En sus múltiples roces con la muerte, nunca cuestionó su estilo de vida hasta que un día compró de una casa de empeño un espejo curioso.
Era un artefacto interesante con un grabado de una mujer en el centro. Había sido el grabado que le llamó la atención. Resulta que la imagen representa a la Virgen de Guadalupe, y un día Michael escuchó una voz.
“No te traje hasta acá para perderte ahora!” le dijo. Michael no sabía qué pensar, pero se dio cuenta que tenía que ver con la imagen. Empezó a investigar y unos días después encontró un panfleto para una peregrinación a Medjugorje--el único problema era que costaba 3,000 dólares.
“Me gustaría ir, pero no tengo esa cantidad de dinero para gastarlo así,” pensaba. Ese fin de semana, jugando bingo en el club de veteranos, Michael ganó el bote--y fue exactamente 3,000 dólares. “No te traje hasta acá para perderte ahora!” Dios a veces habla alto y claro. Michael fue a Medjugorje.
Exactamente así nos gusta que Dios se comunica con nosotros: alto y claro. Pero generalmente nos pide escuchar y poner atención. Su aparente silencio puede ser frustrante, desalentador, y oscuro. A los humildes y sencillos de corazón, la voz de Dios es perceptible aun en momentos así. Aprendí la lección hace unos años en medio dificultades y sufrimiento y sigue siendo una verdad que necesito aprender una y otra vez. En medio de la duda y el esfuerzo aparentemente súper-humano de creer en Él, me preguntaba, “¿Si Dios me ama, por qué estaría permitiéndome sufrir esto?” Así me topé con la respuesta: Dios me ama.
Es la actitud del corazón que determina nuestra capacidad de percibirla. Cuando preguntas con humildad, recibes una respuesta. Si Dios me ama y me permite sufrir su silencio, tiene que haber un motivo--¡su mismo amor! Entonces su silencio es una táctica para evocar de mi libertad y mi corazón o una conversión porque algo que yo hago está impidiendo que escuche su voz o más silencio y confianza de mi parte porque esas son las actitudes necesarias para permitir que el obre en mí.
Dios, que nos ama, busca nuestra conversión para poder regalarnos la felicidad y la paz. Su silencio no es nada más que una llamada constante a volver a renovar la confianza en Él y desprendernos de las cosas que nos alejen de Él. De hecho, su silencio no es silencio sino una suave y persistente invitación de confiar en Él.