El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad plena

Bernardino de Siena, Santo

Memoria Litúrgica, 20 de mayo

Presbítero

Martirologio Romano: San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, con la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a las gentes de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús, perseverando infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto para las almas, hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo, en Italia. († 1444)

Etimológicamente: Bernardino = Aquel que es como un fuerte oso, es de origen germánico.

Breve Biografía


Taquigrafiados con un método que inventó un discípulo suyo, los sermones populares de San Bernardino de Siena han llegado hasta nosotros con toda la naturaleza y el estilo rápido y colorido con que los pronunciaba en las diversas plazas italianas. Al releerlos hoy, se descubre en ellos la actualidad de los temas, entre los más recurrentes el de la caridad, la unidad, la armonía y la justicia. Atacaba la avaricia de los nuevos ricos, comerciantes, banqueros, usureros, negociantes: “Sé muy bien que los bienes que tú tienes no son tuyos; Dios los ha dado al mundo para provecho del hombre: no son del hombre, no, sino para las necesidades del hombre”.

Dirigía palabras durísimas a los que “renegaban de Dios por una cabeza de ajo”, y a “las fieras de largas uñas que roen los huesos del pobre”. “Si tú tienes muchos bienes y no tienes necesidad de ellos, y no los regalas y mueres, vas a parar a una casa muy caliente”.

Aun después de su muerte, acaecida en la ciudad de Aquila, en 1444, San Bernardino continuó su obra de pacificación. En efecto, había llegado a esa ciudad casi moribundo y no pudo predicar los sermones que se había propuesto. Como las luchas seguían entre los bandos, su cuerpo comenzó dentro del cajón a echar sangre a borbotones, y el chorro de sangre cesó solamente cuando los ciudadanos de Aquila pactaron la paz. En acción de gracias decretaron la construcción de un magnífico monumento sepulcral, llevado a cabo después por Silvestre de Santiago.

San Bernardino fue canonizado en 1450, es decir, a los seis años de su muerte, y había nacido en 1380 en Massa Marittima, de una noble familia de Siena. Como quedó huérfano de ambos padres, siendo todavía muy niño, lo criaron dos tías. Estudió en Siena hasta los 22 años, y después abandonó la vida mundana para vestir el hábito franciscano. Dentro de la Orden fue uno de los principales propulsores de la reforma de los franciscanos observantes. Difundió la devoción al santísimo nombre de Jesús, y en unas tablitas de madera hizo grabar el monograma “JHS” que le hacía besar al público al final de sus sermones.

Es el santo patrono de: los anunciantes; la publicidad; contra la ronquera; para pedir por los adictos a los juegos de azar; el personal de relaciones públicas; problemas respiratorios; de la diócesis de San Bernardino en California, E.E.U.U., y de Italia.

El Espíritu Santo

Santo Evangelio según san Juan 16, 12-15. Miércoles VI de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ilumina mi vida, Señor, para descubrir tu compañía en mi vida y pueda ver mi verdad que es tu mirada amorosa. Sé que tienes un plan para mí, ayúdame a verlo como Tú y que pueda ser una persona que vive con los pies en la tierra, pero con la mirada en el cielo pensando en ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hay cosas en las que necesitamos tiempo y ayuda para entenderlas porque con nuestras fuerzas propias no podríamos, por esto Cristo nos anuncia la venida del Espíritu Santo quien nos revelará las cosas que nos ha dicho Jesús, pero de una manera más profunda; esta es la fuerza que, de forma misteriosa, no tiene el Hijo y que el Espíritu de verdad sí. He aquí porque el Espíritu Santo es importante para todo cristiano.

Un momento en el que nosotros invocamos al Espíritu Santo es antes de nuestras clases y estudios, hacemos una oración pidiéndole que nos llene el corazón, que nos encienda con el fuego de su amor, que nos renueve y que nos ilumine, porque sabemos que, con su ayuda, podremos comprender mejor las cosas que estudiamos y formarnos bien para nuestro futuro ministerio, ya que Él desea prestarnos su luz para que las cosas sean más claras.

Otro aspecto que llama mucho la atención de este Evangelio es el de la íntima relación que hay entre las tres personas divinas. Todo lo que tiene el Padre es también del Hijo y ellos dos lo comparten con el Espíritu Santo. Esto es un maravilloso modelo para la familia moderna que afronta tantos retos, pero pidiendo la ayuda a Dios e imitándolo en la medida de lo posible, puede hacer verdaderamente presente la realidad de Dios en el mundo actual y llegar a la plena realización personal en la feliz entrega a los demás.

Pidamos que el Espíritu Santo nos acompañe siempre y abramos nuestro corazón para que, como María, su esposa, podamos realizar la misión que Dios tiene para nosotros.

«Hoy Jesús nos dice: “no podéis con ello”. ¿Y qué hace frente a nuestra debilidad? No nos quita las cargas, como nos gustaría a nosotros, que siempre estamos buscando soluciones rápidas y superficiales; no, el Señor nos da al Espíritu Santo. Lo necesitamos porque él es el Consolador, el que no nos deja solos bajo las cargas de la vida. Es Él quien transforma nuestra memoria de esclavos en memoria libre, las heridas del pasado en recuerdos de salvación».

(Homilía de S.S. Francisco, 16 de junio de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar en familia una oración al Espíritu Santo ofreciéndola por la unidad familiar.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Reformas desde la verdad

La verdad será siempre un parámetro irrenunciable.

El deseo de reformas surge porque constatamos males, porque sentimos un anhelo de justicia, porque deseamos cambios hacia lo mejor. Ello vale para tantos ámbitos humanos, y también vale para la Iglesia católica.

A veces los deseos de reforma están afectados por enfermedades más o menos graves. Por ejemplo, cuando la búsqueda de reforma surge simplemente por snobismo. O cuando no hay ideas claras sobre los males que necesitan remedio. O cuando las metas a alcanzar incluyen defectos o males, de modo que se llega en ocasiones a proponer cambios hacia lo peor.

Por eso, promover reformas tiene sentido solo desde la verdad y hacia la verdad, con ayuda de la prudencia y apoyados por buenos consejeros, de forma que se alcancen mejoras que valgan la pena.

Además, un sano deseo de reforma evita tópicos más propios de la mala política que de reflexiones maduras. Por ejemplo, un reformista bueno no dirá: “nunca volverá a ocurrir”; “estamos ante un proceso irreversible”; “los cambios se imponen por sí mismos sin dejar margen a retrocesos”.

Porque un reformista bueno sabe que los males pueden repetirse, que existen pasos hacia atrás, que en el pasado también hay cosas buenas que conviene conservar o rescatar, que nada es irreversible en el devenir humano.

Al mismo tiempo, el reformista bueno escucha, acoge, piensa con otros. Habrá opiniones diferentes, pero serán recibidas con una escucha fecunda, con un deseo de percibir lo que cada uno pueda ofrecer válidamente. Ante la diversidad de pareceres, evitará el daño de etiquetas (“conservador”, “progresista”) que muchas veces impiden fijarse en las ideas al descalificar o ensalzar a quienes las proponen.

En el camino hacia las necesarias reformas en el mundo y en la Iglesia, la verdad será siempre un parámetro irrenunciable. Una verdad que, unida al amor, abre los corazones hacia Dios y hacia los demás, y permite identificar para luego aplicar mejoras que, esperamos, sirvan para todos.

La oración abre la puerta a la esperanza

Catequesis del Papa Francisco, 20 de mayo de 2020

También este miércoles el Papa Francisco celebró su audiencia general en la Biblioteca privada del Palacio Apostólico junto a los prelados que leyeron su catequesis en diversos idiomas. En esta ocasión, prosiguiendo con el ciclo dedicado a la oración el Santo Padre se refirió al misterio de la creación.

Esta catequesis se introdujo con la lectura de algunos versículos del Salmo 8 (4-5.10) que reza:

“Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: ‘¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano […] para que lo tomes en cuenta?’. Oh Señor, Señor nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!”.

Al comenzar su catequesis, hablando en italiano, el Papa afirmó que “la primera página de la Biblia se parece a un gran himno de acción de gracias. La narración de la Creación es cantada rítmicamente, donde es continuamente reafirmada la bondad y la belleza de todo lo que existe. Dios, con su palabra, llama a la vida, y todas las cosas acceden a la existencia. Con la palabra, separa la luz de la oscuridad, alterna el día y la noche, varía las estaciones, abre una paleta de colores con la variedad de plantas y animales”.

“En este bosque desbordante que rápidamente derrota al caos, por último aparece el hombre. Y esta aparición provoca un exceso de exaltación que amplifica la satisfacción y el gozo: ‘Dios vio lo que había hecho, y vio que era muy bueno’”.

Pequeñez y sorprendente dignidad del ser humano
Francisco explicó que este misterio de la creación nos lleva a la contemplación de Dios, lo que nos mueve a la oración, tal como lo afirma el Salmo 8, que expresa su grandeza y belleza, ante la cual el ser humano percibe su pequeñez, pero también el lugar especial que ocupa en ella; porque, aunque por naturaleza sea insignificante comparado con la grandiosidad de todo lo creado, posee sin embargo una dignidad sorprendente, que surge de su relación filial con Dios.

“El orante contempla el misterio de la existencia a su alrededor, ve el cielo estrellado sobre él – que la astrofísica nos muestran hoy en día en toda su inmensidad – y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa”.

La creación no es fruto de una ciega casualidad
Tras destacar que el relato de la creación habla de la bondad y la hermosura de todo lo que el Señor hizo con el poder de su Palabra, Francisco dijo que no es fruto “de una ciega casualidad, sino de un plan amoroso que Él tiene para sus hijos”. De ahí que “cuando el hombre mira extasiado la creación, toma conciencia de que él es la única criatura capaz de reconocer la belleza que encierra la obra divina y, ante tanto esplendor, eleva al Creador su oración de agradecimiento y de alabanza por el regalo de la existencia”.

En la oración se afirma un sentimiento de misericordia
“Nada existe por casualidad: el secreto del universo reside en una mirada benévola que alguien cruza en nuestros ojos”, dijo el Santo Padre. Y recordó que el Salmo afirma que “somos poco menos que un Dios, que estamos coronados de gloria y honor”. De ahí que “la relación con Dios es la grandeza del hombre: su entronización”.

“Por naturaleza somos casi nada, pero por vocación somos los hijos del gran Rey”.

La contemplación enciende el don de la oración

“Cuando las tristezas y las amarguras de la vida tratan de sofocar nuestra gratitud y alabanza a Dios, la contemplación de las maravillas de su creación enciende, de nuevo, en el corazón el don de la oración, que es la fuerza principal de la esperanza. Y la esperanza es la que nos manifiesta que la vida, aún con sus pruebas y dificultades, está llena de una gracia que la hace digna de ser vivida, protegida y defendida”.

Saludos del Papa
En francés

En vísperas de la fiesta de la Ascensión del Señor, Francisco invitó a los fieles de habla francesa que le pidan que los ayude a “redescubrir en la belleza de la creación un reflejo de la gloria y del esplendor de Dios”.

En inglés

A los fieles de lengua inglesa conectados a través de los medios de comunicación, el Papa les dijo: “Mientras nos preparamos para celebrar la Ascensión del Señor, invoco sobre ustedes y sus familias la paz y la alegría que vienen de Cristo resucitado”.

En alemán

Al saludar cordialmente a los fieles de habla alemana el Papa les recordó que “contemplando la maravilla de la creación, reconocemos la grandeza del Creador y su amor infinito con el mira todas las cosas creadas”. Y les deseó que “la alegría por la naturaleza y la alabanza a Dios” los ayuden a encontrar “la plenitud y la paz interior”.

En español

Al saludar a los fieles de nuestro idioma que siguieron esta catequesis a través de los medios de comunicación social el Papa, antes de bendecirlos, les manifestó su esperanza:

“Que Jesús resucitado, con la fuerza de su Espíritu Santo, nos haga portadores de alegría, afiance en nosotros la esperanza y también la certeza de que el amor es más fuerte que la muerte y que triunfa siempre”.

En portugués

A los queridos fieles de lengua portuguesa, el Santo Padre les deseó “que la luz de Jesús resucitado resplandezca siempre en sus corazones”. Y les sugirió que en este "Mes de María", traten “de rezar el Rosario todos los días, aprendiendo de Nuestra Señora a tener una mirada contemplativa hacia todos los eventos de nuestra vida”.

En árabe

En su saludo a los fieles de lengua árabe el Obispo de Roma les recordó que “la oración es el diálogo del hombre con Dios”. Y que a través de la oración alabamos y agradecemos al Señor su amor por nosotros y le confiamos nuestras preocupaciones y problemas. Por eso hay que tener presente lo que leemos en el Libro del Sirácides: "Consideren las generaciones pasadas y reflexionen: ¿quién ha confiado en el Señor y se ha visto decepcionado?".

En polaco

Francisco recordó que en estos días celebramos el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II al dirigirse a todos los polacos. Y de este “pastor de gran fe”, que en sus oraciones amaba “encomendar a la Iglesia y toda la humanidad a Dios, recordó que al elegir el lema episcopal "Totus Tuus", también demostró “que en tiempos difíciles debemos recurrir a la Madre de Dios, que puede ayudarnos e interceder por nosotros”. Y dijo que “su vida, construida sobre una profunda, intensa y confiada oración, sea un ejemplo para los cristianos de hoy”.

Saludos finales en italiano

En sus saludos finales, y antes de rezar el Padrenuestro y de impartir su bendición apostólica, el Papa Francisco al recordar la inminente fiesta de la Ascensión del Señor, exhortó a todos “a ser testigos generosos de Cristo Resucitado”, sabiendo bien que Él está siempre con nosotros y nos sostiene a lo largo del camino”.

“Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. Jesucristo, al ascender al cielo, deja un mensaje y un programa para toda la Iglesia: ‘Vayan y enseñen a todas las naciones... enseñándoles a observar todo lo que les he mandado’. Que sea su ideal y su compromiso dar a conocer la palabra de salvación de Cristo y dar testimonio de ella en la vida diaria. ¡A todos les imparto mi bendición!”.

¿Por qué hay que ir a Misa los domingos?

Durante la misa participamos estrechamente en la vida y misterio de Jesucristo. Como sea tu Misa, así será tu fe

El hombre hoy día tiene poco tiempo para dedicarse a las cosas de Dios, para conocerlo y entenderlo.

La Iglesia, consciente de que si sus miembros no conocen a Dios no podrán cumplir con la misión que les ha sido encomendada, ha querido asegurar que se le dedique un tiempo a la semana a este conocimiento y ha dado un mandamiento para darle un sentido religioso a nuestro descanso en el que se nos recuerda : "Oir misa entera todos los domingos y días de precepto".

Con este mandamiento, la Iglesia asegura que sus miembros conocerán los lineamientos de su Fundador, Jesucristo, y de esta manera no perderán el "estilo" de seguidores de Cristo; no olvidarán su fin último y se esforzarán por cumplir su labor personal dentro de la Iglesia.

¿Por qué el domingo y no cualquier otro día?

Desde la Creación, por el relato del Génesis, sabemos que Dios quiso instituir un día dedicado a Él: "Y el séptimo día descansó." Este es el origen del sabath judío. Como Jesucristo resucitó un domingo, los primeros cristianos cambiaron el sabath al primer día de la semana, el domingo, dedicándolo plenamente a Dios.

En los Hechos de los Apóstoles podemos leer que el origen de la misa los domingos se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia, en donde los apóstoles y los primeros discípulos se reunían el primer día de la semana, recordando la Resurrección de Cristo, para estudiar las Escrituras y compartir el pan de la Eucaristía.

Por esta razón, la Iglesia nos pide que asistamos a misa los domingos como recordatorio de que debemos dedicarle todo ese día a Dios.

Además, asistir a misa nos trae grandes beneficios, pues es la celebración dentro de la cual se lleva a cabo el sacramento de la Eucaristía y es el medio de santificación más perfecto, pues en él conocemos a Dios y nos unimos a Jesucristo y a toda la Iglesia en su labor santificadora.

Durante la misa nosotros participamos estrechamente en la vida y misterio de Jesucristo, por Él, con Él y en Él, ofreciendo nuestras obras, ofreciéndonos nosotros mismos, pidiendo perdón por nuestros pecados y, con esto, alcanzamos gracias para toda la Iglesia, reparamos las ofensas de otros y rendimos una alabanza de valor infinito porque lo hacemos por medio de Jesucristo.

No asistir a misa es perdernos de todos estos beneficios.

Si en la Santa Misa se revive cada vez, en forma actual e incruenta el sacrificio de la cruz donde Jesucristo, por amor, murió por todos nosotros. Entonces, ¿por qué se hace una ley de algo que debería ser una respuesta de amor?

Para ayudarnos a los cristianos a cumplir nuestros deberes con Cristo y a beneficiarnos de los dones que Él nos entregó, ya que hay situaciones en que recordar que es una obligación, nos da más fuerza para cumplir con ese acto de amor. La obligación grave de ir a Misa nos moverá con una fuerza que quizás no nos daría la propia espontaneidad.

Es fundamental formar un sentido de previsión para no perder la Misa dominical, enseñarlo a nuestra familia y así asistir tranquilamente y sin presiones a la Celebración Eucarística que es "sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria venidera". (Sacrosanctum concilio n. 47)

Si quieres saber más al respecto, puedes leer la carta del Papa “Dies domini” sobre este tema. Después de leerla no sólo sabrás por qué se debe ir a Misa los domingos, sino que la disfrutarás y gozarás como nunca lo has hecho. Te lo aseguro.

Para profundizar:
S.S. Juan Pablo II
Dies domini
Carta apostólica sobre la santificación del domingo

Eutanasia y dignidad de la persona

En el uso habitual la eutanasia es procurar la muerte sin dolor de aquellos que sufren.

Conviene comenzar explicando el término de "eutanasia" y su verdadero significado. Etimológicamente esta palabra proviene del griego eu thánatos = "buena muerte" o "muerte dulce"; pero en el uso habitual la eutanasia es procurar la muerte sin dolor de aquellos que sufren. Esto deja parámetros muy amplios de acción que van desde asesinar a un niño que va a nacer con alguna discapacidad hasta la colaboración en el suicidio de alguien que sufre, desde la eliminación del anciano (visto ya como un estorbo) hasta la abstención del tratamiento para no alargar una agonía sin esperanza del enfermo terminal.

El juramento hipocrático dice: "Jamás proporcionaré a persona alguna un remedio mortal, si me lo pidiese, ni haré sugestión alguna en tal sentido; tampoco suministraré a mujer alguna un remedio abortivo. Viviré y ejerceré mi arte en santidad y pureza" (siglo V a.C.). ¿Han perdido la sociedad y la medicina esa actitud de respeto ante la vida y la muerte?, ¿por qué se exalta la dignidad humana y en los hechos se le denigra? Por consecuencia, recordamos que los médicos nunca deben provocar la muerte. La medicina no tiene esa función aunque alguna ley lo permitiera o fuera solicitado por el paciente, su familia o un comité de cuidados hospitalarios. La eutanasia lleva a un ser humano a dar muerte a otro consciente y libremente, sin importar las razones que lo motiven.

Se puede definir la eutanasia como: causar la muerte de otro con o sin su consentimiento para evitarle dolores físicos o padecimientos de otro tipo considerados insoportables1La eutanasia representa siempre una forma de homicidio, pues implica que un hombre da muerte a otro; por lo mismo destruye el núcleo mismo de la profesión médica.

De esta definición podemos sacar los siguientes presupuestos:

1. La intención de la eutanasia tiene como objeto buscado la muerte. La eutanasia no es la aplicación de un tratamiento necesario para aliviar el dolor aunque se acorte la expectativa de vida del paciente como efecto secundario no querido.

2. La eutanasia puede realizarse por acción (administrar sustancias tóxicas mortales) o por omisión (negar la asistencia médica debida).

3. En la eutanasia se busca la muerte de otro, no la propia.

La muerte deliberada

También es necesario afirmar que, hoy en día, la medicina no se opone al cese del tratamiento cuando sólo sirve para prolongar la muerte, ni al uso de ciertas medidas para aliviar el sufrimiento, aunque tengan como inevitable consecuencia abreviar la vida. Como dice el Código de Deontología Médica: "El médico está obligado a poner los medios preventivos y terapéuticos necesarios para conservar la vida del enfermo y aliviar sus sufrimientos.

No provocará nunca la muerte deliberadamente, ni por propia decisión, ni cuando el enfermo, la familia, o ambos, lo soliciten, ni por otras exigencias [...] En caso de enfermedad terminal, el médico debe evitar emprender acciones terapéuticas sin esperanza cuando haya la evidencia de que estas medidas no pueden modificar la irreversibilidad del proceso que conduce a la muerte. Debe evitarse toda obstinación terapéutica inútil. El médico favorecerá y velará por el derecho a una muerte acorde con el respeto a los valores de la condición humana" (Cap. XVII, Art. 116 y 117); por tal motivo, la muerte deliberada nunca podrá ser considerada como un remedio médico de ninguna situación clínica. En otras palabras, la eutanasia es una actividad que no congenia con el propio ser de la medicina; al contrario: la medicina está al servicio de la vida y la eutanasia al servicio de la muerte. La Declaración sobre la Eutanasia, promulgada en 1987 por la Asociación Médica Mundial dice: "La eutanasia, es decir, el acto deliberado de dar fin a la vida de un paciente, ya sea por su propio requerimiento o a petición de sus familiares, es contraria a la ética"2.

La Comisión Central de Deontología de España en su Declaración sobre la Eutanasia de 1989 dice: "En los medios de opinión se emplean con frecuencia las expresiones -ayudar a morir- o -muerte digna-. Tales expresiones son confusas, pues, aunque tienen una apariencia aceptable, esconden con frecuencia actitudes contrarias a la ética médica y tienden a borrar la frontera que debe separar la asistencia médica al moribundo de la eutanasia. La asistencia médica al moribundo es uno de los más importantes y nobles deberes profesionales del médico, mientras que la eutanasia es la destrucción deliberada de una vida humana que, aunque se realizara a petición de la víctima o por motivos de piedad en el que la ejecutara, no deja de ser un crimen que repugna profundamente a la vocación médica sincera"3

La experiencia de Holanda

Desde que se legalizó la eutanasia en Holanda -nos dice el Dr. J.C. Willke4- lo que comenzó aplicándose sólo en casos extraordinarios, se ha transformado en rutina. Veinte mil de las 130 mil personas que mueren cada año en ese país son matadas o ayudadas a morir por médicos. ¡La mitad de las mismas no pidió morir! Estas incluyen ahora recién nacidos cuya calidad de vida se considera deficiente y adultos (e incluso adolescentes) depresivos en buenas condiciones físicas.

El Dr. Karel Gunning, holandés, cita varios casos documentados sobre la eutanasia en Holanda, entre ellos los siguientes: "Conozco a un oncólogo que trataba a una paciente con cáncer en el pulmón. Sufrió una crisis respiratoria que hizo necesaria la hospitalización. La paciente se rebela: -no quiero la eutanasia-, imploraba. El médico le aseguró que no; la acompañó el mismo a la clínica; la vigiló. Tras 36 horas, la paciente respira normalmente, las condiciones generales mejoraron. El médico se fue a dormir. A la mañana siguiente, no encontró a la enferma en su cama: un colega había "acabado" con ella porque faltaban camas". En otro caso, "es de un anciano hospitalizado de agonía. El hijo pide a los médicos que -aceleren el proceso-, de modo que el funeral del padre pueda tener lugar antes de su viaje de vacaciones al extranjero que ya tenía reservado".

Entre los que están a favor de la eutanasia se dan primero unos presupuestos que buscan justificar la eutanasia para después proceder a su legalización; entre estos tenemos:

1. Hablan del derecho a la vida pero sujeto a cierta calidad de vida, por lo que, para los afectados por enfermedades o lesiones incurables muy dolorosas, es necesario reconocer, frente al derecho a vivir, un derecho a morir sin dolor, para evitar la vida indigna sujeta a un dolor irresistible. En tal caso hay que entender que el "derecho a morir" tiene preferencia sobre el derecho a vivir.

2. Cada uno puede disponer de su propia vida en el uso de su libertad y autonomía individual.

3. Por tal motivo, la eutanasia, lejos de fomentar el suicidio/homicidio, es un acto de compasión para con el moribundo, el enfermo o lesionado, por tal motivo es un acto de suprema caridad, una obra de misericordia cumplida con el paciente.

Las campañas de promoción de la eutanasia

Veamos, en relación a esto, como funcionan:

1. Siempre se comienza presentando un caso límite, una situación terminal llamativa que excite la sensibilidad colectiva para justificar la eutanasia en este caso dramático y singular. Se admite un caso y así, tornándolo como modelo, se pueden "arreglar" otros. Se habla de "arreglar un problema", no se usa jamás el término "matar a un ser humano". Suele presentarse a un hombre del que se dice que se encuentra en vida vegetativa, pero esta afirmación no es real; su vida sigue siendo humana, siente, oye y vive como hombre, no es un vegetal.

2. Se llena la opinión pública de eufemismos que aprovechan muy bien la dificultad conceptual y terminológica para distraer el punto de atención sobre la realidad del asunto (que es matar a un ser humano) y superficialmente se simplifican los juicios con términos como: "ayudar a morir", "facilitar la culminación de la vida", "liberación del enfermo", etc.

3.Se presenta a los defensores de la vida como retrógrados, intransigentes, contrarios a la libertad y al progreso. Así se distrae el debate y no se escuchan con serenidad y ecuanimidad las opiniones a favor de la dignidad del ser humano pues ya están diseminados los prejuicios en las mentes de la opinión pública.

4. Se hacen encuestas de opinión sobre la ciudadanía, los enfermos de SIDA, los de cáncer, los médicos, etc. Estas encuestas son poco fiables pues hay mucha imprecisión terminológica, muchos componentes emocionales que se ponen en juego, etc. Es famoso el caso de la encuesta realizada en Barcelona donde se decía que el 90% de los médicos de la ciudad estaban a favor de la eutanasia, pero viendo los cuestionarios, en verdad estaban en contra del "ensañamiento terapéutico". En el fondo hay un hábil manejo de la terminología para "orientar" los resultados.

Creen que es el único camino apto para conseguir ese objetivo, evitando los dolores y sufrimientos terminales sin ninguna esperanza de salvación. Esa muerte tranquila y serena, en la que tantos sueñan, sería la consecuencia más benéfica y positiva de la eutanasia. No aplicarla en esas condiciones lamentables y dolorosas parecería más bien como un gesto de sadismo inhumano5.

Visto de esta manera, hasta parece loable, el matar a un paciente, y no se dan cuenta de la imprecisión y vaguedad de sus expresiones que no hacen sino confundir a la sociedad alegando un "derecho a morir" que se con­trapone al "derecho a vivir". Es decir, no puedo hablar de un derecho a vivir sin un deber de vivir, conservando la propia vida y llevándola a una muerte digna y natural, por tanto, contrario al supuesto "derecho a mo­rir" que me lleva a destruir la vida a como de lugar, ya sea porque "no hay camas li­bres" o porque "tengo reservadas las vacaciones" como veíamos en los párrafos ante­riores. Debemos recordar que "la vocación del médico se ha entendido siempre como un servicio a favor de la vida; si se admitiese legalmente la eutanasia, se convertiría, en determinados casos, en un -agente de muer­te-, cuya misión es utilizar sus conocimien­tos para poner fin a la vida del enfermo"6.

Como hemos visto, el proceso de acelerar conscientemente la muerte de un paciente se llama eutanasia. El proceso inverso, ilícito de igual manera, se llama distanasia y consiste en retrasar el advenimiento de la muerte todo lo posible, por todos los medios, proporcionados o no, aunque no haya esperanza de curación y aunque eso signifique unos grandes sufrimientos añadidos para el enfermo. También se llama "ensañamiento terapéutico" o "encarnizamiento terapéutico". En contraposición existe lo que llamamos ortostanasia, situación en donde se respeta la dignidad de la persona al morir con medios proporcionados. Literalmente significa morir rectamente, el modo ideal de morir, o sea, "ayudar a morir al enfermo sin practicarle la eutanasia ni la distanasia. Prestándole los auxilios clínicos específicos y el amor humano hasta que la naturaleza dice basta sin ser intencionadamente precipitada ni brutalmente retardada"7.

La ortostanasia es un deber moral de todo médico, pues de acuerdo a su función asistencial, debe curar, aliviar y consolar de manera privilegiada al paciente que se encuentre en estado terminal a través de:

1. Acompañamiento: El médico no debe dejar de atender al enfermo con toda solicitud aún cuando no se pueda curar.

2. Información: La muerte es un hecho trascendente que afecta a la persona y a su entorno (familia, amistades, etc.). Se podría decir que uno tiene "derecho a vivir su propia muerte", es decir, necesita la información adecuada y necesaria sobre su situación y enfermedad para que pueda prepararse a bien morir.

3. Atención espiritual y social: El médico debe ofrecer la posibilidad de recibir la asistencia espiritual que desee y la posibilidad de atender obligaciones morales graves (otorgar testamento, etc) antes de recurrir a medicamentos que puedan privarle de la conciencia.

4. Tratamientos paliativos. Son aquellos que se administran para hacer más soportables los efectos de la enfermedad y especialmente eliminar el dolor y la ansiedad.

5. Cuidados mínimos. Son aquellos que se deben a toda persona por el hecho de serlo, por lo que nunca pueden abandonarse, ya que corresponden a la consideración debida a la dignidad de la persona humana:

- Alimentación

- Hidratación

- Cuidados higiénicos

El médico debe hacer TODO lo posible. Hacer SOLO lo posible. Hacerlo LO MEJOR posible.

En base a estas acciones, podemos decir que, es necesario reclamar "derecho a vivir con dignidad hasta el momento de la muerte" en lugar de, un "derecho a una muerte digna" que la eutanasia no proporciona.

Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.

Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas, por lo que es moralmente inaceptable. Por tanto, una acción u omisión con la intención de provocar la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana.

La interrupción de tratamientos médicos excesivamente onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el "ensañamiento terapéutico". Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla.

Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada por lo que deben ser alentados.

El Estado no puede atribuirse el derecho de legalizar la eutanasia pues la vida del inocente es un bien que supera el poder de disponer de ella tanto por parte del individuo como del Estado (nadie se da a sí mismo la vida).

Concluimos este recorrido diciendo que, nada ni nadie puede autorizar el dar muerte a un ser humano inocente sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie, además, puede solicitar ese gesto homicida para sí mismo o para otro del que sea responsable, ni puede consentir en él. Se trata en efecto, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad.

Como ha dicho el escritor Jean Rostand: no hay ninguna vida, por muy degradada, deteriorada, rebajada o empobrecida que esté, que no merezca respeto ni que se la defienda con denuedo. Tengo la debilidad de pensar que el honor de una sociedad radica en asumir, en aceptar el oneroso lujo que supone para ella la carga de los incurables, los inútiles, los incapaces; yo mediría su grado de civilización por el esfuerzo y la vigilancia a que se obliga por mero respeto a la vida.

La terapia del perdón

El perdón es como la confianza, que no se puede simplemente exigir, sino que hay que darlo, hay que merecerlo, hay que ofrecerlo y hay que ganarlo

Cuenta Roland Joffé el impacto que le produjo una entrevista en la CNN en la que una mujer hutu de Ruanda estaba tomando el té con un hombre al que ella misma presentaba como miembro de una tribu tutsi que había asesinado a su familia. El entrevistador, muy sorprendido, le decía: “¿Y por qué toma el té con él…? ¿Le ha perdonado?”. “Sí –respondía ella–, le he perdonado”. Y explicaba a continuación que aquel hombre iba todas las semanas a tomar el té con ella. “Lo hace para vivir en mi perdón”, añadía.
 
Ese era el modo –continuaba Joffé– que ella tenía de tratar con su dolor. Y ese era el modo que aquel otro hombre tenía de tratar con el suyo. Del sufrimiento humano de ambos, salía algo nuevo y mucho más grande. En aquel acto heroico de la voluntad había un propósito. Aquella mujer estaba dignificando su propia vida al perdonar a aquel hombre hutu. Era una mujer campesina de una sencillez conmovedora, pero sobre todo de un enorme poder moral, que se estaba sobreponiendo a la llamada del odio para imponerse a sí misma la terapia del perdón.

A todos nos gustaría ver más perdón en el mundo, pero luego a todos nos cuesta perdonar. Es difícil saber por qué unas personas logran perdonar y otras no. Es un misterio extraordinario, con el que todos convivimos. Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de perdonar. ¿Por qué, entonces, algunas personas se sienten incapaces de hacerlo? ¿Qué influencias hay dentro de un hombre a la hora de afrontar ese dilema?

Por ejemplo, si en la infancia te han enseñado que la venganza es algo importante, que tu dignidad como ser humano se sustenta en ejercer la venganza, entonces acabas en una espiral donde la venganza se perpetúa.

Sin embargo, si desde pequeño te enseñan y te dan las reflexiones y los argumentos necesarios para entender que la venganza y el rencor no conducen a nada, ese deseo ancestral, por el que alguien tiene que pagar una cuenta pendiente, pasa a verse como lo que es, como una respuesta primitiva y visceral, que nos hace daño y que nos perjudica a todos.

En el interior de cada persona, igual que en lo profundo de la misma sociedad, hay siempre una batalla en la que pugnan por abrirse paso nuestro orgullo, nuestro rencor, nuestro individualismo egoísta. Debemos reconocerlos como tales, y hacerles frente, aunque nos parezca que luchamos un poco contra nuestra propia naturaleza. Lo que sería una pena es no reconocerlos como unos monstruos que devoran nuestro interior. Que quisiéramos disfrazarlos de dignidad, de patriotismo, de servicio a unas supuestamente elevadas causas que pretenden justificar lo injustificable.

La terapia del perdón de aquella mujer ruandesa era un comportamiento heroico en su situación. Una memorable muestra de su esfuerzo por desmarcarse de la devoradora máquina de la venganza y el rencor que amenazaba con invadirlo todo. Una lucha admirable para no dejarse absorber por la dinámica del odio, para no formar parte de esa gran conjura inacabable. Si nuestras vidas tienen profundidad, y deben tenerla, hemos de preguntarnos qué tenemos que hacer ante las ofensas o perjuicios que hemos sufrido y que quizá no sabemos bien cómo gestionar. El perdón es como la confianza, que no se puede simplemente exigir, sino que hay que darlo, hay que merecerlo, hay que ofrecerlo y hay que ganarlo. Por ambas partes puede ser heroico, pues muchas veces cuesta más pedir perdón que darlo. Pero siempre será una muestra de la grandeza del hombre, que sabe elevarse por encima de lo que era habitual en las civilizaciones antiguas y que, por desgracia, todavía sigue demasiado presente en nuestra vida cotidiana.


Audiencia general: Tercera catequesis del Papa sobre la oración

Texto completo

MAYO 20, 2020 13:27 ROSA DIE ALCOLEAAUDIENCIA GENERAL

(zenit – 20 mayo 2020).- “¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides?”: Es el verso del Salmo 8 sobre el que se detiene el Papa hoy en la audiencia general para reflexionar sobre el misterio de la creación.

En su catequesis, la tercera del ciclo sobre la oración, que ha pronunciado esta mañana, 20 de mayo de 2020, en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre ha indicado que la “belleza” y el “misterio” de la Creación “generan en el corazón del hombre el primer movimiento que suscita la oración”.

Grandeza y pequeñez del hombre

El hombre orante –ha expresado el Papa– contempla el misterio de la existencia a su alrededor, porque “está estrechamente ligada al sentimiento de asombro”. Continúa Francisco: “Ve el cielo estrellado que lo cubre y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa…”.

Tal y como plantea el salmo octavo, la grandeza del hombre es “infinitesimal cuando se compara con las dimensiones del universo”, afirma el Pontífice. “Sus conquistas más grandes parecen poca cosa… Pero el hombre no es nada”. Por ello, en la oración, “se afirma rotundamente un sentimiento de misericordia”, asegura.

Gracias, “hermosa oración”

Asimismo, el Obispo de Roma ha expresado que la oración es signo de “alabanza” y gratitud a Dios: “Es necesario sentir esa inquietud del corazón que lleva a dar gracias y a alabar a Dios”, y ese “gracias” es una “hermosa oración”.

“Todos somos portadores de alegría”, ha recordado Francisco. “Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura. Alabemos a Dios, contentos simplemente de existir”.

Después de resumir su meditación en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado a los fieles. La audiencia general ha terminado con el rezo del Pater Noster y la bendición apostólica.

A continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre, traducida al español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

***

Catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos nuestra catequesis sobre la oración, meditando sobre el misterio de la Creación. La vida, el simple hecho de existir, abre el corazón del ser humano a la oración.

La primera página de la Biblia se parece a un gran himno de acción de gracias. El relato de la Creación está ritmado por ritornelos donde se reafirma continuamente la bondad y la belleza de todo lo que existe. Dios, con su palabra, llama a la vida, y todas las cosas entran en la existencia. Con la palabra, separa la luz de las tinieblas, alterna el día y la noche, intervala las estaciones, abre una paleta de colores con la variedad de las plantas y de los animales. En este bosque desbordante que rápidamente derrota al caos, el hombre aparece en último lugar. Y esta aparición provoca un exceso de exultación que amplifica la satisfacción y el gozo: “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gn 1:31). Bueno, pero también bello: Se ve la belleza de toda la Creación.

La belleza y el misterio de la Creación generan en el corazón del hombre el primer movimiento que suscita la oración (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2566). Así dice el Salmo octavo que hemos escuchado al principio: “Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides?”. (vv. 4-5). El hombre orante contempla el misterio de la existencia a su alrededor, ve el cielo estrellado que lo cubre -que los astrofísicos nos muestran hoy en día en toda su inmensidad- y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa… Y, en esta inmensidad ilimitada ¿qué es el hombre?. “Qué poco”, dice otro salmo (cf. 89:48): un ser que nace, un ser que muere, una criatura fragilísima. Y, sin embargo, en todo el universo, el ser humano es la única criatura consciente de tal profusión de belleza. Un ser pequeño que nace, muere, hoy está y mañana ya no, es el único consciente de esta belleza. ¡Nosotros somos conscientes de esta belleza!.

La oración del hombre está estrechamente ligada al sentimiento de asombro. La grandeza del hombre es infinitesimal cuando se compara con las dimensiones del universo. Sus conquistas más grandes parecen poca cosa… Pero el hombre no es nada. En la oración, se afirma rotundamente un sentimiento de misericordia. Nada existe por casualidad: el secreto del universo reside en una mirada benévola que alguien cruza con nuestros ojos. El Salmo afirma que somos poco menos que un Dios, que estamos coronados de gloria y de esplendor (cf. 8:6). La relación con Dios es la grandeza del hombre: su entronización. Por naturaleza no somos casi nada, pequeños, pero por vocación, por llamada, ¡somos los hijos del gran Rey!.

Esta es una experiencia que muchos de nosotros ha tenido. Si la trama de la vida, con todas sus amarguras, corre a veces el riesgo de ahogar en nosotros el don de la oración, basta con contemplar un cielo estrellado, una puesta de sol, una flor…, para reavivar la chispa de la acción de gracias. Esta experiencia es quizás la base de la primera página de la Biblia.

Cuando se escribió el gran relato bíblico de la Creación, el pueblo de Israel no estaba atravesando por días felices. Una potencia enemiga había ocupado la tierra; muchos habían sido deportados, y se encontraban ahora esclavizados en Mesopotamia. No había patria, ni templo, ni vida social y religiosa, nada.

Y sin embargo, partiendo precisamente de la gran historia de la Creación, alguien comenzó a encontrar motivos para dar gracias, para alabar a Dios por la existencia. La  oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta. Porque los hombres de oración custodian las verdades basilares; son los que repiten, primero a sí mismos y luego a todos los demás, que esta vida, a pesar de todas sus fatigas y pruebas, a pesar de sus días difíciles, está llena de una gracia por la que maravillarse. Y como tal, siempre debe ser defendida y protegida.

Los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Creen que el amor es más fuerte que la muerte, y que sin duda un día triunfará , aunque en tiempos y formas que nosotros no conocemos. Los hombres y mujeres de oración llevan en sus rostros destellos de luz: porque incluso en los días más oscuros el sol no deja de iluminarlos. La oración te ilumina: te ilumina el alma, te ilumina el corazón y te ilumina el rostro. Incluso en los tiempos más oscuros, incluso en los tiempos de dolor más grande.

Todos somos portadores de alegría. ¿Lo habíais pensado? ¿Qué eres un portador de alegría? ¿O prefieres llevar malas noticias, cosas que entristecen? Todos somos capaces de portar alegría. Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura. Alabemos a Dios, contentos simplemente de existir. Miremos el universo, miremos sus bellezas y miremos también nuestras cruces y digamos: “Pero, tú existes, tú nos hiciste así, para ti”. Es necesario sentir esa inquietud del corazón que lleva a dar gracias y a alabar a Dios. Somos los hijos del gran Rey, del Creador, capaces de leer su firma en toda la creación; esa creación que hoy nosotros custodiamos, pero en esa creación está la firma de Dios que lo hizo por amor. Qué el Señor haga que lo entendamos cada vez más profundamente y nos lleve a decir “gracias”: y ese “gracias” es una hermosa oración.

© Librería Editorial Vaticano

MAYO 20, 2020 13:27 AUDIENCIA GENERAL

PAXTV.ORG