¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
- 01 Junio 2020
- 01 Junio 2020
- 01 Junio 2020
Para pedir al Espíritu Santo sus dones
Ven, Espíritu Creador, visita las almas de los fieles; e inunda con tu gracia los corazones que Tú creaste.
Espíritu de Sabiduría,
que conoces mis pensamientos más secretos, y mis deseos más íntimos, buenos y malos;
ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo, y lo malo para detestarlo sinceramente.
Intensifica mi vida interior, por el don de Entendimiento.
Aconséjame en mis dudas y vacilaciones, por el don de Consejo.
Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de Fortaleza.
Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de Ciencia.
Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida,
y acuda a Ti, cual niño con afecto filial, por el don de Piedad.
Concédeme que Te venere y Te ame cual lo mereces;
que ande con cautela en el sendero del bien,
guiado por el don del santo Temor de Dios;
que tema el pecado más que ningún otro mal;
que prefiera perderlo todo antes que tu gracia;
y que llegue un día a aquella feliz morada, donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo,y, cual tierna madre; enjugas “toda lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno, sino eterna felicidad. Así sea.
Para pedir los frutos
Espíritu de Caridad, haznos amar a Dios y a nuestros semejantes como Tú quieres que los amemos.
Espíritu de Gozo, otórganos la santa alegría, propia de los que viven en tu gracia.
Espíritu de Paz, concédenos tu paz, aquella paz que el mundo no puede dar.
Espíritu de Paciencia, enséñanos a sobrellevar las adversidades de la vida sin indagar el por qué de ellas y sin quejarnos.
Espíritu de Benignidad, haz que juzguemos y tratemos a todos con benevolencia sincera y rostro sonriente, reflejo de tu infinita suavidad.
Espíritu de Bondad, concédenos el desvivirnos por los demás, y derramar a manos llenas, cuantas obras buenas nos inspires.
Espíritu de Longanimidad, enséñanos a soportar las molestias y flaquezas de los demás, como deseamos soporten las nuestras.
Espíritu de Mansedumbre, haznos mansos y humildes de corazón, a ejemplo del Divino Corazón de Jesús, obra maestra de la creación.
Espíritu de Fe, otórganos el no vacilar en nuestra fe, y vivir siempre de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, e iluminados por tus santas inspiraciones.
Espíritu de Modestia, enséñanos a ser recatados con nosotros mismos, a fin de no servir nunca de tentación a los demás.
Espíritu de Continencia, haznos puros y limpios en nuestra vida interior, y enérgicos en rechazar cuanto pudiera manchar el vestido blanco de la gracia.
Espíritu de Castidad, concédenos la victoria sobre nosotros mismos; haznos prudentes y castos; sobrios y mortificados; perseverantes en la oración y amantes de Ti, oh Dios del Amor hermoso.
Así sea.
Justino, Santo
Memoria Litúrgica, 1 de junio
Mártir
Martirologio Romano: Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital († c. 165)
Etimológicamente: Justino = Aquel que obra con justicia, es de origen latino.
Breve Biografía
Filósofo cristiano y cristiano filósofo, como con razón fue definido, Justino (que nació a principios del siglo II en FIavia Neápolis—Nablus—, la antigua Siquem, en Samaria, de familia pagana) pertenece a ese gran número de pensadores que en todo período de la historia de la Iglesia han tratado de hacer una síntesis de la provisional sabiduría humana y de las inalterables afirmaciones de la revelación cristiana. El itinerario de su conversión a Cristo pasa a través de la experiencia estoica, pitagórica, aristotélica y neoplatónica. De aquí el desemboque casi inevitable, o mejor providencial, hacia la Verdad integral del cristianismo.
El mismo cuenta que, insatisfecho de las respuestas que le daban las diversas filosofías, se retiró a un lugar desierto, a orillas del mar, a meditar, y que un anciano al que le había confiado su desilusión le contestó que ninguna filosofía podía satisfacer al espíritu humano, porque la razón es incapaz por sí sola de garantizar la plena posesión de la verdad sin una ayuda divina.
Así fue como Justino descubrió el cristianismo a los treinta años; se convirtió en convencido predicador y, para proclamar al mundo este feliz descubrimiento, escribió sus dos Apologías. La primera se la dedicó en el año 150 al emperador Antonino Pío y al hijo Marco Aurelio, y también al Senado y al pueblo romano. Escribió otras obras, por lo menos unas ocho. Entre ellas la más importante es la titulada Diálogo con Trifón, y se la recuerda porque abre el camino a la polémica antijudaica en la literatura cristiana. Pero las dos Apologías siguen siendo el documento más importante, pues gracias a estos escritos sabemos cómo se explicaba el cristianismo en ese tiempo y cómo se celebraban los ritos litúrgicos, sobre todo la administración del bautismo y la celebración de la Eucaristía. Aquí no se encuentran argumentos filosóficos, sino testimonios conmovedores de vida en la primitiva comunidad cristiana, de la que Justino está feliz de pertenecer: “Yo, uno de ellos...”. Semejante afirmación podía costarle la vida. Y, en efecto, Justino pagó con la vida su pertenencia a la Iglesia.
Había ido a Roma, y allí fue denunciado por Crescencio, un filósofo con quien Justino había disputado mucho tiempo. El magistrado que lo juzgó, Rústico, también era un filósofo estoico, amigo y confidente de Marco Aurelio. Pero para el magistrado, Justino no era más que un cristiano, igual a sus compañeros, todos condenados a la decapitación por su fe en Cristo. Todavía hoy se conservan actas auténticas del martirio de Justino.
Santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56. Visitación de la Santísima Virgen María
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor que pueda ayudar a las personas necesitadas y que no tenga miedo de sus sufrimientos y angustias porque aparte de ver y experimentar esto también veré el gozo que es fruto de tu amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.
María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La actitud de María es aquella de un alma grande que no tiene miedo a desperdiciar su tiempo con los demás. Hay personas a nuestro alrededor que están necesitadas, esta necesidad puede presentarse de diferente forma, necesidad material, necesidad moral, necesidad de amor, etc. Esta ayuda que María nos pone como ejemplo está enraizada en el deseo de hacer algo por los demás. Es un signo de un alma en la que el amor es tanto que se desborda y como un río fuerte moja a todo el que se acerca.
Un modo en el que podemos ayudar a los demás es el de darles nuestro tiempo que a veces podemos ver como una pérdida de éste, pero para el amor no hay ninguna cosa perdida siempre hay ganancia aun en el sufrimiento y dolor. El hecho de que alguien nos acompaña, está a nuestro lado es ya gran cosa. Me viene a la mente como a la hora de la muerte de un ser querido el estar presente conforta, el simple hecho de estar ahí.
El canto de María recoge los sentimientos de todas las personas que han experimentado a Dios en sus vidas y por ello lo han glorificado. Una experiencia como esta se comparte porque es estar cerca de Dios y poder ayudarle en su labor salvífica, ser parte de su misión. Glorificamos a Dios cuando en nuestras vidas hemos visto su mano amorosa que nos guía y cuando nos alegramos al verla también en la vida de los demás.
Pidámosle a María que nos conceda un corazón tan grande como el suyo que sepa servir a los demás y que nos haga capaces de ver a Dios en nuestra vida y en la de los demás.
«El Evangelio que acabamos de escuchar nos sumerge en el encuentro de dos mujeres que se abrazan y llenan todo de alegría y alabanza: salta de gozo el niño e Isabel bendice a su prima por su fe; María entona las maravillas que el Señor realizó en su humilde esclava con el gran canto de esperanza para aquellos que ya no pueden cantar porque han perdido la voz. Canto de esperanza que también nos quiere despertar e invitarnos a entonar hoy por medio de tres maravillosos elementos que nacen de la contemplación de la primera discípula: María camina, María encuentra, María se alegra» (Homilía del Papa Francisco, 31 de mayo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pasar el tiempo con alguien que vea que lo necesite.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Es verdad que en los evangelios se habla de «los hermanos y hermanas de Jesús».
En la Biblia leemos que los habitantes de Nazaret, hablando de Jesús, decían: «Este es el Hijo del Carpintero y su Madre es María, es hermano de Santiago, José, Simón y Judas, y sus hermanas también viven aquí entre nosotros.» (Mt. 13, 55-56)
En otra parte de la Biblia leemos: «Un día Jesús estaba predicando y los que estaban sentados alrededor de él le dijeron: «Tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan». (Mc. 3, 32)
Los que no conocen bien la Biblia sacan de estos textos la precipitada y errónea conclusión de que María tuvo más hijos y que por tal razón no pudo haber quedado virgen, como creen los católicos. Muchos hermanos evangélicos hablan así, al parecer, no por amor a la verdad, sino simplemente para desorientar a los católicos y para que la gente sencilla abandone la verdadera fe en Cristo, en su Iglesia y en la Virgen María. En esta carta quiero explicarles cuán equivocadas están estas personas que piensan que Jesús tuvo más hermanos en el sentido estricto.
1) «Hermanos y hermanas» en el sentido bíblico
Es verdad que en los evangelios se habla de «los hermanos y hermanas de Jesús». Pero eso no quiere decir que sean hermanos de sangre de Jesús, o hijos e hijas de la Virgen María.
Jesús, en su tiempo, hablaba el idioma arameo (que es como un dialecto del hebreo) y en las lenguas arameas y hebreas se usaba la misma palabra para expresar los distintos grados de parentesco cercano, como «primo», hermano», «tío», «sobrino», «primo segundo»... Y para indicar estos grados de parentesco, simplemente, usaban la palabra «hermano o hermana.»
Por ejemplo: Abhraham llama «hermano» a su sobrino Lot (Gén. 13, 8 y Gén 14, 14-16) Labán dice «hermano» a su sobrino Jacob (Gén. 29, 15).
Es decir, en la Biblia no se usan las palabras «tío» o «sobrino», sino que a los que descienden de un mismo abuelo se les llama hermanos.
Ahora bien, para evitar las confusiones, la Biblia usa varios modismos. Por ejemplo: si se trataba de hermanos verdaderos, hijos de una misma madre, se usaba la expresión: «Tu madre y los hijos de tu madre.» Esta era la única manera correcta de expresarse. En Mateo16, 17 se usa la expresión «Simón, hijo de Jonás» para decir que el papá de Simón es Jonás.
En ningún lugar del Evangelio se habla de los hermanos de Jesús en sentido estricto, como «hijos de María». Por tanto en la Biblia no aparece ningún hermano de Jesús según la carne.
En el Evangelio de Lucas leemos que Jesús subió a Jerusalén junto con María y José. El niño Jesús tenía ya 12 años. Este relato no menciona ningún hermano de Jesús en sentido estricto. Así el texto nos hace entender que Jesús es el hijo único de María. (Lc. 2, 41-52).
Al momento de morir, Jesús confió su madre María al apóstol Juan, hijo de Zebedeo, precisamente porque María quedaba sola, sin hijos propios y sin esposo. Para los judíos una mujer que se quedaba sola era signo de maldición. Por eso Jesús confía María a Juan y también Juan a María.
«Cuando Jesús vio a su madre, y de pie junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, Jesús dijo a su madre: «Madre, ahí tienes a tu hijo. Luego le dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde entonces ese discípulo la recibió en su casa» (Jn. 19, 26-27).
2) ¿Quiénes son «estos hermanos de Jesús»?
La Biblia nombra a cuatro «hermanos» de Jesús (Mat. 13, 55-56).
En Mt. 13, 55-56 encontramos los nombres de cuatro «hermanos» de Jesús: Santiago (o Jacobo), José, Simón y Judas.
De estos cuatro hermanos de Jesús arriba mencionados, dos eran apóstoles: Santiago «el hermano del Señor» (Gál. 1, 19) es el apóstol Santiago «el Menor» (Mc. 15, 40), y Judas, «servidor de Jesucristo y hermano de Santiago».
La madre del apóstol Santiago el Menor se llama María y esta María, madre de Santiago y José, estaba junto a la cruz de Jesús (Mc. 15, 40) y era «hermana de María la Madre de Jesús» (Jn. 19, 25) y tía de Jesús. Es la que el Evangelista llama María de Cleofás (Jn. 19, 25)
Comparando los textos bíblicos entre sí, está claro que ni Santiago ni los otros tres nombrados «hermanos de Jesús» eran hijos de la Virgen María y José, sino primos hermanos de Jesús.
Hagamos el árbol genealógico de las dos familias:
«Padre» + madre = hijo (José + María =Jesús)
Alfeo o Cleofás + María = hijos: Santiago, José, Simón y Judas.
3) Jesús es el hijo primogénito de María:
Otros dicen que la Biblia nombra a Jesús como el «primogénito» o sea «el primer hijo de María» y eso es señal de que María tuvo más hijos.
El hecho de que Jesús sea «primer hijo» no significa que la Virgen María tuviera más hijos después de Jesús; de ninguna manera quiere decir eso el Evangelio. «Y dio a luz a su primer hijo» (Lc. 2, 7) quiere decir que «antes de nacer Jesús, la Virgen no había tenido otro hijo».
Y esto era muy importante para los judíos, porque siendo Jesús el primogénito, o sea, el primer hijo, quedaba consagrado completamente a Dios. (Ex. 13, 2). Y es que la Ley del Señor mandaba que el primer hijo fuera consagrado u ofrecido totalmente a Dios (Ex. 13, 12 y Ex. 34, 19). Por eso Jesús, por ser el primogénito o primer hijo ya desde su nacimiento quedaba ofrecido y consagrado totalmente al servicio de Dios.
Esto, y no otra cosa, es lo que enseña el Evangelio al decir que Jesús fue el «primer hijo» (Primogénito) de la Virgen María. En ningún caso quiere decir el primero entre otros hermanos.
4) El uso de la palabra «hermano» en el sentido religioso
Un día preguntó Jesús a sus discípulos: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y mirando a los que estaban en torno a él añadió: Aquí están mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt. 12, 49-50). Jesús fue el primero en utilizar la palabra «hermano» no en sentido carnal, sino en sentido figurado
En el Evangelio de Juan (20, 17), Jesús llama a sus discípulos y apóstoles: «mis hermanos» y en la carta a los Hebreos (2, 11) todos los redimidos por Cristo son «sus hermanos.» Cristo es «el Primogénito de estos hermanos.» (Rom. 8, 29).
En este sentido aparece la palabra «hermano» 160 veces en las cartas apostólicas del N. T. «Hermanos pues, en este sentido, hoy como ayer, son todos los que creen y aceptan a Jesús.» Y en esto los hermanos evangélicos son muy inconsecuentes porque en sus sermones usan a cada rato la expresión «hermanos» en sentido figurado (todo el mundo entiende que no se trata de hermanos carnales) Pero cuando se trata de interpretar esta palabra en el N. T., dicen que hay que entenderla en sentido carnal, de verdaderos hermanos según la sangre.
La Iglesia Católica, al igual que las iglesias Evangélicas, tiene ahora también la costumbre de llamar a sus fieles «hermanos y hermanas». ¿Significa esto que todos somos hermanos según la carne? De ninguna manera, sino que utilizamos la palabra «hermanos» en sentido figurado.
¿Por qué, entonces, los evangélicos tienen tanto empeño en interpretar la palabra «hermano» sólo en sentido literal para concluir que la Virgen tuvo otros hijos? ¿No hay aquí una tergiversación o mala interpretación de textos? ¿No será que se utilizan estos textos tan sólo como un pretexto para confundir a los católicos poco familiarizados con la Biblia?
Ojalá que estas palabras «hermano y hermana» no sean para nosotros palabras conflictivas. Hermanos según la carne son los hijos de unos mismos padres. Hermanos según el espíritu somos todos los seres humanos, mayormente los que son miembros de una misma comunidad o familia religiosa.
Queridos hermanos y amigos en Cristo: Creo que estas explicaciones bastan para aclarar el sentido bíblico de la expresión «hermanos y hermanas del Jesús.» Que nadie los venga a molestar ahora con discursos erróneos y a decirles que María tenía muchos hijos... Los que hablan así son personas que no conocen bien la Biblia; es gente que interpreta la Palabra de Dios a su propio gusto y quiere solamente sembrar dudas y mentiras. ¿No dijo el apóstol Pedro que debemos ser prudentes con nuestras interpretaciones privadas de la Biblia? (2 Pedr. 1, 20).
Y por último, queridos hermanos, yo también los nombro con la palabra hermanos, les pido que no hagan caso de palabrerías, sino que sean realmente capaces de vivir este gran sueño de Jesucristo que es construir el Reino de Dios en que todos los hombres volverán a ser hermanos.
Salir de nosotros mismos, sin miedo a la misión de Dios
Mensaje del Papa Francisco con motivo de la Jornada Misionera Mundial
El domingo 31 de mayo, solemnidad de Pentecostés, el Papa Francisco publicó un mensaje titulado “Aquí estoy, Señor, mándame” (cf. Is 6,8), con motivo de la XCIV Jornada Misionera Mundial que se celebra el domingo 18 de octubre de 2020, en un contexto social marcado por la pandemia del coronavirus cuyo impacto ha causado un gran sufrimiento global.
En este sentido, el Santo Padre recuerda que este camino misionero de toda la Iglesia "continúa a la luz de la palabra que encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8)".
“Es la respuesta siempre nueva a la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?» (ibíd.). Esta llamada viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial”.
En alusión a las palabras que pronunció el 27 de marzo en la plaza de San Pedro durante la oración a Dios por el fin de la crisis sanitaria, Francisco señala que al igual que a los discípulos del Evangelio, "nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, ya que en esta barca, estamos todos".
El Papa reconoce en su mensaje que estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados: "El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal".
“Y es precisamente en medio de esta situación cuando la llamada a la misión, "la invitación a salir de nosotros mismos por amor a Dios y al prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder", ya que "la misión que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo"”.
Para orientarnos en este camino misionero, que cada bautizado está llamado a recorrer, el Pontífice señala como testimonio el sacrificio de la cruz, "donde se cumple la misión de Jesús" (cf. Jn 19,28-30)".
“Dios revela que su amor es para todos y cada uno de nosotros (cf. Jn 19,26-27). Y nos pide nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor en un movimiento perenne de misión, siempre saliendo de sí mismo para dar vida. Por amor a los hombres, Dios Padre envió a su Hijo Jesús (cf. Jn 3,16)”.
Por otra parte, el Santo Padre hace hincapié en que Jesús, crucificado y resucitado por nosotros, "nos atrae en su movimiento de amor y nos envía en misión al mundo y a todos los pueblos".
“La misión, la Iglesia en salida no es un programa, una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae (Sin Él no podemos hacer nada, LEV-San Pablo, 2019, 16-17). Dios siempre nos ama primero y con este amor nos encuentra y nos llama. Nuestra vocación personal viene del hecho de que somos hijos e hijas de Dios en la Iglesia, su familia, hermanos y hermanas en esa caridad que Jesús nos testimonia”.
En su mensaje, Francisco también señala que el motor que impulsa al cristiano a entrar en la dinámica de la entrega de sí mismo es el hecho de haber recibido gratuitamente la vida, un don de Dios.
“La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos percibirla solo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia”.
Es por ello que el Santo Padre nos invita a preguntarnos:
“¿Estamos listos para recibir la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, para escuchar la llamada a la misión, tanto en la vía del matrimonio como de la virginidad consagrada o del sacerdocio ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días? ¿Estamos dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe en Dios, Padre misericordioso, para proclamar el Evangelio de salvación de Jesucristo, para compartir la vida divina del Espíritu Santo en la edificación de la Iglesia? ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al servicio de la voluntad de Dios sin condiciones (cf. Lc 1,38)?”.
Al respecto, el Papa asegura que esta disponibilidad interior es muy importante para poder responder a Dios: “Aquí estoy, Señor, mándame” (cf. Is 6,8). "Y todo esto no en abstracto, sino en el hoy de la Iglesia y de la historia", añade Francisco asegurando que comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia "también se convierte en un desafío para la misión de la Iglesia".
“La enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el aislamiento nos interpelan. Nos cuestiona la pobreza de los que mueren solos, de los desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni comida. Ahora, que tenemos la obligación de mantener la distancia física y de permanecer en casa, estamos invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la relación comunitaria con Dios”.
Asimismo, el Papa indica que la pregunta que Dios hace: «¿A quién voy a enviar?», se renueva y espera nuestra respuesta generosa y convencida: «¡Aquí estoy, mándame!» (Is 6,8).
"Dios continúa buscando a quién enviar al mundo y a cada pueblo, para testimoniar su amor, su salvación del pecado y la muerte, su liberación del mal (cf. Mt 9,35-38; Lc 10,1-12)", escribe el Pontífice.
"La Jornada Mundial de la Misión también significa reafirmar cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de sus ofrendas son oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia", concluye Francisco pidiendo a la "Bienaventurada Virgen María, Estrella de la evangelización y Consuelo de los afligidos, Discípula misionera de su Hijo Jesús, que continúe intercediendo por nosotros y sosteniéndonos".
¿Encontrar felicidad en medio del dolor?
Yo tampoco creía posible hasta que conocí esta historia
«Los ricos se han quedado pobres y con hambre, pero a los que buscan al Señor nada les falta. Vengan, hijos, y pónganme atención, quiero enseñarles el temor del Señor. ¿Quieres tú que tu vida se prolongue y deseas gozar días felices?, Guarda tu lengua del mal, tus labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y ponte a perseguirla». (Sal 34, 11-15)
En nuestro diario caminar, tenemos días buenos y otros que no lo son tanto… pero en líneas generales, la mayoría de nuestros días están compuestos de circunstancias manejables que no afectan nuestra rutina de forma considerable. ¿Qué sucede sin embargo si es que la vida nos presenta hechos que lo cambian todo, que hacen de la desazón una constante? ¿O con situaciones duras de las que no parecemos salir?
A raíz de estas preguntas, les compartimos un corto francés llamado «Regarde» («Mira»), ganador del Premio de la Audiencia en el Voiron Film Festival 2014. En el, se cuenta la historia de una joven pareja donde el esposo parece tener una visión optimista de la vida, mientras que la esposa se muestra atribulada por el peso de la rutina. Su perspectiva de la vida es tan distinta que parecieran llevar dos vidas completamente diferentes. Hacia el final del video, nos daremos cuenta de la realidad en la que viven; la misma que suscita el cuestionamiento de la esposa hacia la actitud de su esposo.
Estas son algunas frases del corto que me gustaría destacar y que nos ofrecen elementos apostólicos para reflexionar:
«Yo elegí vivir»
Esta es una de las primeras frases con las que el esposo responde. Aunque corta, esta afirmación nos deja ver que, para él, vivir va más allá de la mera existencia. Asimismo, cuando nuestro Señor se refiere a la vida, habla de «vida en abundancia». Para un seguidor de Cristo, esto significa inequívocamente lo mismo que Jesús describe como vida eterna: «Que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero […]» (Jn 17, 3).
Vale aclarar que abundancia no se refiere exclusivamente a cosas materiales; sobre todo cuando es el mismo Jesús que nos asegura que el Padre vela por nosotros al decir: «¿No es más la vida que el alimento y el cuerpo más que la ropa?» (Mt 6, 25). «Y si Dios viste así a la flor del campo que hoy está y mañana se echará al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?» (Mt 6, 30). «Los que no conocen a Dios se preocupan por esas cosas. Pero el Padre de ustedes sabe que necesitan de todo eso. Por lo tanto, busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y esas cosas vendrán por añadidura» (Mt 6, 32-33).
Es así que, vivir en abundancia no se centra en la riqueza o pobreza, pues no son un indicio cierto de nuestra posición con Dios. El rey Salomón tuvo a su disposición todo tipo de bendiciones materiales, pero las halló sin sentido: «vanidad de vanidades» (Ec 5, 9-15). San Pablo, sin embargo, al ser un hombre que conoció y amó a su Señor estuvo en la posición de aseverar: «En efecto, aprendí a acomodarme con lo que tengo. Sé pasar por privaciones, como vivir en la abundancia. Estoy entrenado para cualquier momento o situación: estar satisfecho o hambriento, en la abundancia o en la escasez. Todo lo puedo en Aquel que me fortalece» (Fil 4, 11-13).
Por lo tanto, el buen vivir y la felicidad no dependen de circunstancias fortuitas que se dan a lo largo del tiempo o de otros criterios humanos que tratan de imponerse en nuestra cultura actual. Vivir de verdad será posible si y sólo si se basa y se sostiene en una relación cercana con Dios. Para los católicos, esto significa frecuentar los sacramentos, sobre todo, la Eucaristía, puesto que en ella se encapsula el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo.
«¿Es que acaso tu visión de la vida te ha hecho más feliz?»
¿Quién alguna vez no se ha dejado abatir por ciertas situaciones desgastantes? Nos hemos dejado consumir por nuestras preocupaciones, por la ansiedad o el mero desencanto cuando, al analizar ciertos hechos, no parece haber salida y nos hacemos presas de la depresión o la desesperación.
En efecto, esto es lo que sucede con la esposa en esta historia. Parece que extrapola las penas de hoy y las lleva al futuro, por lo que cae en el desánimo y en el cansancio del alma, sin esperanza. Su esposo, con mucha sabiduría la invita a analizar si esta forma de mirar las cosas le ha traído alguna ventaja. Al obtener una negativa como respuesta, podemos caer en cuenta de lo cierta que es la enseñanza de nuestro Señor cuando nos recomienda: «No se preocupen por el día de mañana, pues el mañana se preocupará de sí mismo. Basta con las penas del día» (Mt 6, 34).
«Todos tenemos el poder de apreciar lo que tenemos»
De nada sirve enfocarnos en todo lo que nos falta y llenarnos de desaliento si no aprendemos primero a apreciar lo que sí tenemos. San Pablo nos da el mismo consejo cuando dice: «Fíjense en todo lo que encuentren de verdadero, de noble, de justo, de limpio; en todo lo que es hermoso y honrado» (Fil 4, 8). Pensar así y aplicar este consejo a nuestras propias vidas, nos permitiría también descubrir lo que podríamos hacer mejor nosotros desde nuestra posición actual.
Más aún, fijarnos en lo bueno dondequiera que nos encontremos es una forma también de encontrar a Dios en la cotidianidad de nuestra vida; sería más fácil darnos cuenta de su presencia y el gran consuelo que ella representa para nuestra alma.
«La verdadera felicidad no depende de alguien más»
«La frase completa diría la verdadera felicidad no depende de alguien más, de ningún objeto exterior, solo depende de nosotros mismos» (Dalai Lama). Es bueno recordar que, aunque la premisa de esta oración propuesta por el Dalai Lama está de acuerdo con las enseñanzas de nuestro catecismo -es decir, no podemos basar nuestra felicidad en cosas circunstanciales ni falibles- los católicos no creemos que la felicidad dependa únicamente de nosotros mismos.
La muerte de un ser querido, un accidente o un diagnóstico adverso son algunas de esas situaciones que nos modifican la agenda inmediatamente, lo paralizan todo y es completamente natural entristecerse. La diferencia, sin embargo, entre un alma que hace de Dios su refugio y una que no, es que la tristeza circunstancial no afecta el gozo quieto pero profundo de aquel cristiano que está puesto sobre la roca, que es Dios. Es por esto que, la Iglesia recomienda vivamente acudir a la fuente de aguas vivas, fuente de Consuelo y Paz: la Eucaristía.
Dado que somos Templo del Espíritu Santo, pienso que la felicidad no puede venir sólo de nosotros, criaturas finitas, sino de Dios en nosotros. La frase del Dalai Lama nos sirve, sin embargo, para abandonar posturas de víctimas donde culpamos a las circunstancias que «no nos dejan avanzar». Mientras creamos eso, no podremos asimilar la lección de vida que Dios quiere lograr que aprendamos, nos veremos forzados a estar en esas situaciones hasta que hayamos tenido la gracia de aprender la lección y pasar al siguiente nivel de perfección al que nuestro Señor nos quiere llevar.
Para terminar, comparto un fragmento de la carta de San Pablo a los Filipenses donde los anima y los urge a alegrarse en el Señor, pues esto también es dar testimonio de ser cristiano:
«Alégrense en el Señor en todo tiempo. Les repito: alégrense, y den a todos muestra de un espíritu muy comprensivo. El Señor está cerca: no se inquieten por nada. En cualquier circunstancia recurran a la oración y a la súplica, junto a la acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que es mucho mayor de lo que se puede imaginar, les guardará su corazón y sus pensamientos en Cristo Jesús» (Fil 4, 4-7).
Martirio de San Justino y Compañeros
Acta del martirio
Roma, año 165
En tiempo de los inicuos defensores de la idolatría, publicábanse, por ciudades y lugares, impíos edictos contra los piadosos cristianos, con el fin de obligarles a sacrificar a los ídolos vanos. Prendidos, pues, los santos arriba citados, fueron presentados al prefecto de Roma, por nombre Rústico.
Venidos ante el tribunal, el prefecto Rústico dijo a Justino: —En primer lugar, cree en los dioses y obedece a los emperadores.
Justino respondió:
– Lo irreprochable, y que no admite condenación, es obedecer a los mandatos de nuestro Salvador Jesucristo.
El prefecto Rústico dijo:
– ¿Qué doctrina profesas?
Justino respondió:
– He procurado tener noticia de todo linaje de doctrinas; pero sólo me he adherido a las doctrinas de los cristianos, que son las verdaderas, por más que no sean gratas a quienes siguen falsas opiniones.
El prefecto Rústico dijo:
-¿Con que semejantes doctrinas te son gratas, miserable?
Justino respondió:
– Sí, puesto que las sigo conforme al dogma recto.
El prefecto Rústico dijo:
– ¿Qué dogma es ése?
Justino respondió:
– El dogma que nos enseña a dar culto al Dios de los cristianos, al que tenemos por Dios único, el que desde el principio es hacedor y artífice de toda la creación, visible e invisible; y al Señor Jesucristo, por hijo de Dios, el que de antemano predicaron los profetas que había de venir al género humano, como pregonero de salvación y maestro de bellas enseñanzas.
Y yo, hombrecillo que soy, pienso que digo bien poca cosa para lo que merece la divinidad infinita, confesando que para hablar de ella fuera menester virtud profética, pues proféticamente fue predicho acerca de éste de quien acabo de decirte que es hijo de Dios. Porque has de saber que los profetas, divin-mente inspirados, hablaron anticipadamente de la venida de Él entre los hombres.
El prefecto Rústico dijo:
– ¿Dónde os reunís?
Justino respondió:
– Donde cada uno prefiere y puede, pues sin duda te imaginas que todos nosotros nos juntamos en un mismo lugar. Pero no es así, pues el Dios de los cristianos no está circunscrito a lugar alguno, sino que, siendo invisible, llena el cielo y la tierra Y en todas partes es adorado y glorificado por sus fieles.
El prefecto Rústico dijo:
– Dime donde os reunís, quiero decir, en qué lugar juntas a tus discípulos.
Justino respondió:
– Yo vivo junto a cierto Martín, en el baño de Timiolino, Y ésa ha sido mi residencia todo el tiempo que he estado esta segunda vez en Roma. No conozco otro lugar de reuniones sino ése. Allí, si alguien quería venir a verme, yo le comunicaba las palabras de la verdad.
El prefecto Rústico dijo:
– Luego, en definitiva, ¿eres cristiano?
Justino respondió:
– Sí, soy cristiano.
El prefecto Rústico dijo a Caritón:
– Di tú ahora, Caritón, ¿también tú eres cristiano?
Caritón respondió:
– Soy cristiano por impulso de Dios.
El prefecto Rústico dijo a Caridad:
– ¿Tú qué dices, Caridad?
Caridad respondió:
– Soy cristiana por don de Dios.
El prefecto Rústico dijo a Evelpisto:
– ¿Y tú quién eres, Evelpisto?
Evelpisto, esclavo del César, respondió:
– También yo soy cristiano, libertado por Cristo, y, por la gracia de Cristo, participo de la misma esperanza que éstos.
El prefecto Rústico dijo a Hierax:
– ¿También tú eres cristiano?
Hierax respondió:
– Sí, también yo soy cristiano, pues doy culto y adoro al mismo Dios que éstos.
El prefecto Rústico dijo:
– ¿Ha sido Justino quien os ha hecho cristianos?
Hierax respondió:
– Yo soy de antiguo cristiano, y cristiano seguiré siendo. Mas Peón, poniéndose en pie, dijo:
– También yo soy cristiano.
El prefecto Rústico dijo:
– ¿Quién te ha enseñado?
Peón respondió:
– Esta hermosa confesión la recibimos de nuestros padres.
Evelpisto dijo:
– De Justino, yo tenía gusto en oír los discursos: pero el ser cristiano, también a mí me viene de mis padres.
El prefecto Rústico dijo:
– ¿Dónde están tus padres?
Evelpisto respondió:
– En Capadocia.
El prefecto Rústico le dijo a Hierax:
– Y tus padres, ¿dónde están?
E Hierax respondió diciendo:
– Nuestro verdadero padre es Cristo, y nuestra madre la fe en Él; en cuanto a mis padres terrenos, han muerto, y yo vine aquí sacado a la fuerza de Iconio de Frigia.
El prefecto Rústico dijo a Liberiano:
– ¿Y tú qué dices? ¿También tú eres cristiano? ¿Tampoco tú tienes religión?
Liberiano respondió:
– También yo soy cristiano; en cuanto a mi religión, adoro al solo Dios verdadero.
El prefecto dijo a Justino:
– Escucha tú, que pasas por hombre culto y crees conocer las verdaderas doctrinas. Si después de azotado te mando cortar la cabeza, ¿estás cierto que has de subir al cielo?
Justino respondió:
– Si sufro eso que tú dices, espero alcanzar los dones de Dios; y sé, además, que a todos los que hayan vivido rectamente, les espera la dádiva divina hasta la conflagración de todo el mundo.
El prefecto Rústico dijo:
– Así, pues, en resumidas cuentas, te imaginas que has de subir a los cielos a recibir allí no sé qué buenas recompensas.
Justino respondió:
– No me lo imagino, sino que lo sé a ciencia cierta, y de ello tengo plena certeza.
El prefecto Rústico dijo:
– Vengamos ya al asunto propuesto, a la cuestión necesaria y urgente. Poneos, pues, juntos, y unánimemente sacrificad a los dioses.
Justino dijo:
– Nadie que esté en su cabal juicio se pasa de la piedad a la impiedad.
El prefecto Rústico dijo:
– Si no obedecéis, seréis inexorablemente castigados.
Justino dijo:
– Nuestro más ardiente deseo es sufrir por amor de nuestro Señor Jesucristo para salvarnos, pues este sufrimiento se nos convertirá en motivo de salvación y confianza ante el tremendo y universal tribunal de nuestro Señor y Salvador.
En el mismo sentido hablaron los demás mártires:
– Haz lo que tú quieras; porque nosotros somos cristianos y no sacrificamos a los ídolos.
El prefecto Rústico pronunció la sentencia, diciendo:
«Los que no han querido sacrificar a los dioses ni obedecer al mandato del emperador, sean, después de azotados, conducidos al suplicio, sufriendo la pena capital, conforme a las leyes».
Los santos mártires, glorificando a Dios, salieron al lugar acostumbrado, y, cortándoles allí las cabezas, consumaron su martirio en la confesión de nuestro Salvador. Mas algunos de los fieles tomaron a escondidas los cuerpos de ellos y los depositaron en lugar conveniente, cooperando con ellos la gracia de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre
Explicación de la fiesta
La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida.
Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.
La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.
Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.
Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.).
Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.
Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.
Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.
Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.
Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.
El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:
Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.
Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:
Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.
Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.
Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.
Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.
Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.
Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.
Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.
Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.
Sugerencias para vivir la fiesta:
Poner una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, algún pensamiento y la oración para la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
Hacer una oración en la que todos pidamos por tener un corazón como el de Cristo.
Leer en el Evangelio pasajes en los que se podamos observar la actitud de Jesús como fruto de su Corazón.
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