Allí donde está tu tesoro, allí está tu corazón»

El Papa alza el cáliz en el Corpus

"Purifica nuestra memoria, para que sea memoria viva de tu prensencia"
El Papa en el Corpus: "Jesús, defiéndenos de la tentación de la comida mundana, que nos hace esclavos"
"Algunos se alimentan con el dinero; otros, con el éxito y la vanidad; otros con el poder y el orgullo" 

El amor de Dios es grande, gratuito y siempre a disposición de las personas hambrientas

(José M. Vidal).- Se le ve en plena forma al Papa, celebrando la fiesta del Corpus en la esplanada de la Basílica de San Juan de Letrán. Y eso que, por prudencia y para conservar fuerzas de cara a su viaje del próximo sábado a Calabria, no asistirá a la posterior procesión. Concentrado y en oración, Francisco inicia la celebración de la eucaristía.

La primera lectura del Libro del Deuteronomio: "Recuerda el camino del desierto...Dios te alimentó con el maná...No olvides que el Señor es tu Dios y te liberó de Egipto..."

La segunda lectura de San Pablo a los Corintios.

El Evangelio, cantado, de San Juan: "Yo soy el Pan vivo que descendió del cielo...El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que daré es mi carne para la vida del mundo...Se no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros...Este es el pan que bajó del cielo...El que come este pan vivirá para siempre".

Algunas frases de la homilía del Papa

"El pueblo corre el riesgo de olvidar a Dios"
"La Escritura recuerda, hace memoria del camino hecho en el desierto"
"La invitación de retornar a lo esencial, a la dependencia de Dios"
"El hombre lleva en sí otra hambre...El hambre de vida, de amor y de eternidad"
"Jesús es la verdadera comida"
"El cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos"
"El amor de Dios es grande, gratuito y siempre a disposición de las personas hambrientas"

"Fe es dejarse alimentar por el Señor"
"Fe es construir la propia existencia sobre lo que no perece"
"Hay tantas ofertas de comida que no vienen del Señor..."
"Algunos se alimentan con el dinero; otros, con el éxito y la vanidad; otros con el poder y el orgullo"
"¿Y yo, en qué mesa quiero alimentarme? ¿O sueño comer comida gustosa, pero en la esclavitud?"
"¿Con qué memoria sació mi alma?"
"Recuperemos la memoria. Este es el objetivo. Y aprendamos a conocer el pan falso, que corrompe"
"La hostia es nuestro maná"
"Jesús, defíéndenos de la tentación de la comida mundana, que nos hace esclavos, la comida envenenada"
"Purifica nuestra memoria, para que sea memoria viva de tu presencia, memoria que se hace memorial de tu gesto de amor redentor"

Francisco: el alimento que nos nutre de verdad y sacia es el que nos da el Señor

Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto y de la condición de esclavitud, una vez establecido en la tierra, el pueblo elegido alcanza una cierta autonomía, un cierto bienestar y "corre el riesgo de olvidar las situaciones tristes del pasado, superadas gracias a la intervención de Dios y a su infinita bondad". Por eso las Escrituras exhortan a recordar, a hacer memoria de todo el camino hecho en el desierto, en el tiempo del hambre y la desesperación. Así lo ha recordado el santo padre Francisco esta tarde, en la homilía de la misa celebrada en la catedral de Roma, San Juan de Letrán, en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

De este modo, el Papa ha indicado que "además del hambre físico el hombre lleva consigo otra hambre, un hambre que no puede ser saciado con la comida ordinaria". Y ha explicado que "es hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná -como toda la experiencia del éxodo- contenía en sí también esta dimensión: era figura de una alimento que sacia este hambre profunda que hay en el hombre".

Francisco ha explicado que Jesús nos da este alimento, es más, "es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo". Asimismo, ha recordado que "no es un simple alimento con el que saciar nuestros cuerpos, como el maná; el Cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este pan es Amor".
Al respecto, el Pontífice ha observado que en la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: "un amor tan grande que nos nutre con Sí mismo, un amor gratuito, siempre a disposición de cualquier persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas". Es por eso -ha proseguido- que vivir la experiencia de la fe "significa dejarse nutrir por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo".

Por otro lado, el Santo Padre ha recordado que si miramos a nuestro alrededor "nos damos cuenta que hay muchas ofertas de alimento que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más". Así, ha puesto como ejemplo que algunos se alimenta con el dinero, la vanidad, el poder el orgullo. De este modo, ha afirmado nuevamente que el alimento que nos nutre de verdad y que nos sacia es solamente el que nos da el Señor y que "el alimento que  nos ofrece el Señor es distinto de los otros, y quizá no nos parece sabroso como ciertos alimentos que nos ofrece el mundo". Por esta razón, "soñamos otras comidas", como el pueblo de Israel en el desierto.

Francisco ha invitado a los presentes a preguntarse "y yo, ¿dónde quiero comer? ¿En qué mesa quiero nutrirme? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer alimentos sabrosos, pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿La del Señor que me salva, o la del ajo y las cebollas de la esclavitud? ¿Con qué memoria sacio mi alma?"

Y así, el Papa ha exhortado a recuperar la memoria y aprender a reconocer el pan falso que engaña y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado. 

Para finalizar la homilía, Francisco ha mencionado que dentro de poco, en la procesión, "seguiremos a Jesús realmente presente en la Eucaristía". Por eso ha querido recordar que "la Ostia es nuestro maná, mediante el cual el Señor se nos da". Con confianza, ha pedido dirigirse a Jesús: "defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace esclavos; purifica nuestra memoria, para que no se quede prisionera en la selectividad egoísta u mundana, sino sea memoria viva de tu presencia a lo largo de la historia de tu pueblo, memoria que se hace 'memorial' de tu gesto de amor redentor".

¡Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!

Una vez más ante ti, Señor. 

Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía. 

¡HOY ES CORPUS CHRISTI ! 

Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe! 

Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas! 

Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos... 

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi! 

¡Señor Jesucristo! 

¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa! 

Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz... 

Corpus Christi

Dt 8,2-3.14-16; 1 Co 10,16-17; Jn 6,51-58

Hoy celebramos la fiesta del Corpus Christi, del Cuerpo (y de la Sangre) de Cristo, que antes celebrábamos el jueves entre semana, con procesiones eucarísticas solemnes que muchos recordaréis. De hecho, cada domingo, y cada vez que celebramos la Eucaristía, estamos celebrando la fiesta de Corpus Christi, el incomprensible misterio de la presencia efectiva de Cristo en el pan y el vino consagrados en su nombre, tal como él nos encomendó: "Esto es mi cuerpo" ..., "Haced esto en memoria mía". La forma de celebrar este gran misterio, tan sencilla y tan repetida y habitual, puede hacer que no nos damos cuenta de la extraordinaria singularidad y grandeza de lo que en la fe decimos celebrar, de manera que se nos puede convertir en una mera rutina poco valorada.

En la Edad Media hubo un momento en que parecía que los cristianos tenían muy poca conciencia de lo que este sacramento significaba, y algunos promovieron que se instituyera esta fiesta del Corpus, en la que, colocando el pan consagrado en custodias valiosísimas, paseos por las calles entre flores y músicas y con espléndido cortejo de autoridades y escoltas, se esperaba que el pueblo sencillo podía valorar mejor la realidad de este misterio de la auto donación continuada del mismo Jesús.

En nuestras sociedades urbanitas y secularizadas seguramente deberá reconsiderar la eficacia y conveniencia de este tipo de celebraciones. En cambio, sí que debemos entregar seriamente a alcanzar lo que se pretendía, que es darnos cuenta de lo que realmente celebramos cada domingo (y aun cada día) superando la inconsciencia y superficialidad de una posible rutina. Propongo ayudarle a profundizar un poco en tres aspectos de la Eucaristía, que tan habitualmente - y quizás inconscientemente - celebramos.

1. Presencia efectiva y actual de Jesús en nuestras vidas. Los cristianos no vivimos sólo del recuerdo de la doctrina de un gran maestro de hace dos mil años. Este maestro es realmente viviente y actuante entre nosotros, ya que, cuando se despedía de los suyos, nos aseguró que se haría efectivamente presente cada vez que nos reuniéramos a partir el pan en su nombre. Lo dicen los relatos evangélicos de la última cena, y lo dice el evangelio de Juan que hoy hemos leído: "Mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él ... El pan que yo daré es mi carne, para que dé vida al mundo ... "Jesús no huye un lenguaje incluso llevar en su realismo, como acusaron algunos de los que le escuchaban. El pan que nos da es su misma presencia humano-divina, expresada tan realísticamente como presencia de su "carne". Venir a la eucaristía es venir a encontrarse realmente con Jesús ya identificarse con él hasta "comerlo": no es sólo venir a recordar algo de un maestro de hace dos mil años ...

2. Jesús nos da en una comida de comunión que nos reúne en la comunidad de los suyos. Jesús no nos da individualmente de una manera intimista. La víspera de su muerte reunió todos sus en una comida de despedida, y allí dijo que, pese a todo, no se iba ni les dejaba, sino que se quedaba con ellos en la forma de pan y vino compartidos. La comida comenzó con aquel gesto extraordinario del lavado de los pies, que remató con aquellas palabras: "Si yo, Maestro y Señor, he hecho esto, el mismo debe hacer entre vosotros". Y todo terminó con aquel discurso en el que casi sólo repetía de mil maneras que su último encargo era que nos amáramos con él nos había amado. Tal y como hemos escotado en la segunda lectura: "El pan que partimos es comunión con el cuerpo de Cristo ... Por eso todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos participamos del mismo pan" (1 Co 10,17). La Eucaristía hace comunidad, hace Iglesia. Cada vez que la celebramos renovamos nuestra voluntad de hacer efectiva esta comunidad, de compartir efectivamente todo lo que somos y lo que tenemos con quienes han compartido con nosotros el signo del pan.

3. El alimento del cuerpo de Cristo nos da fuerza en nuestra fragilidad. Jesús eligió este signos del pan y del vino - nutrimentos básicos y esenciales en nuestra cultura - para significar decirnos lo que expresaba en el evangelio que hemos escuchado: "Si no coméis la carne del Hijo de Dios no puede tener vida en vosotros. El que come mi carne tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día ... El que come mi carne está en mí y yo en él ... "(Jn 6, 53). La Eucaristía es el remedio de nuestra fragilidad e impotencia humanas: nos da la fuerza de Dios, nos diviniza ...

Pedimos hoy que todos los cristianos tengamos siempre conciencia de la grandeza de los grandes misterios que celebramos, y que sepamos aprovechar de él.

Cuerpo de Cristo, el cuerpo-a-cuerpo de la Eucaristía

Fiesta del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, que es la Eucaristía. Juan 6, 51-58. Nos hemos acostumbrado al gesto de Jesús que dice “esto es mi cuerpo”, dándonos su pan, para que lo compartamos, de manera apenas nos causa extrañeza, porque lo entendemos en forma puramente teológica, como palabra que el Hijo de Dios ha pronunciado, desde arriba, desde fuera de la trama de la vida.

Pues bien, esta palabra y el gesto de Jesús (al decir “éste es mi Cuerpo” y partir/compartir el pan) constituyen la esencia afectiva y social (de amor y justicia) del cristianismo, la verdad del evangelio. Ciertamente, respetamos el misterio y, en un nivel, podemos decir: Es así porque Dios así lo quiso. Pero en otro plano debemos añadir: Es así porque así es la vida, la unión de los hombres y mujeres para formar un cuerpo.

En este gesto y palabra de Jesús (partir el pan concreto, el de cada día, el de los pobres, y decir ¡es mi cuerpo!) se anuda todo el evangelio, centrado en la creación de un “cuerpo mesiánico” bien visible, que no es un tipo de fraternidad puramente espiritual, ni un club de ricos y sabios empeñados en lograr el dominio sobre el mundo... ni una institución dedicada al control sagrado del mundo, sino un cuerpo concreto, de personas siempre concretas.

Un cuerpo, donde todos se relacionan de un modo directo, mano a mano, beso a beso, respeto a respeto, en el nivel concreto de la vida y del pan, bendiciendo al Dios de quien lo recibimos... Eso es la Iglesia, eso es la eucaristía de la vida, tal como ha sido ratificada por Jesús, como sentido y permanencia de su vida.

Algunos cristianos posteriores han querido construir una institución "sabia", con libros importantes y buenas genealogías,pero han corrido el riesgo de perder el "cuerpo a cuerpo" de Jesús, que eso su Iglesia, un encuentro concreto de personas, mujeres y hombres, que se dan la vida y la comparten, formando de esa forma una comunión visible, simbolizada y expresada en el pan compartido, que es el signo supremo de Jesús “cuerpo”, un lugar donde son privilegiados los pobres y excluidos, en contra de los "cuervos" (fondos-cuervos) que viven a costa de los otros.

La Iglesia aparece así cómo “cuerpo” real, es decir, como unión cercana de (entre) personas. Un cuerpo, eso es, algo visible y concreto, una forma de comunión entre hombres, mujeres y niños, abierta a todos, en torno al pan que comparten, en nombre de Jesús, recordando y expresando su entrega... sin poderes ni jerarquías de dominio, porque “el Cristo es cuerpo” (cf. 1 Cor 12, 27), un cuerpo donde, en este contexto radical, ni él mismo es Cabeza, pues todos miembros unos de (y con) los otros.

(El tema está tomado de mi libro: Fiesta del pan, fiesta del vino Mesa común y eucaristía, Verbo Divino, Estella 2005). Buen Corpus, amigos.

Texto. Juan 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"

Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre."

No voy a comentar el texto en forma exegética, ni compararlo a los textos de la fundación de la eucaristía en la Última Cena, según los sinópticos. Sólo quiero evocar el sentido del "cuerpo" ¿Quién y cómo puede decir: esto es mi cuerpo? ¿De qué forma se puede dar y compartir el cuerpo, la vida concreta formando así un “cuerpo” humano?

– El signo de Jesús es el pan compartido. No el alimento de las purificaciones y los ázimos rituales (que comen separados los buenos judíos), sino el pan de cada día, al que alude el Padrenuestro: la comida que se ofrece a los pobres, se comparte con los pecadores y se expande en forma universal. Este es su signo: todo lo que ha dicho, todo lo que ha hecho se condensa y expresa en forma de alimento que sustenta y vincula a los humanos. Sin justicia social y comunicación económica no existe de verdad eucaristía.

– El pan suscita y crea Cuerpo... Jesús no anuncia una verdad abstracta, separada de la vida, una pura ley social, un principio religioso... Al contrario, mesías de Dios, Jesús es cuerpo, esto es, vida expandida, sentida, compartida. El evangelio nos sitúa de esta forma en el nivel de la corporalidad cercana, que la mujer del vaso de alabastro (Mc 14, 3-9) expresaba en forma de perfume y que Jesús ofrece como pan (comida). Sin comunión personal (de cuerpo y sangre) no existe eucaristía, ni existe sociedad humana.

– El pan hecho Cuerpo expresa la vida mesiánica, que se da y acoge, se goza y comparte, en comida de solidaridad y de justicia, de comunión mutua y de fiesta. Una tradición del cristianismo ha entendido esa experiencia de dar y compartir el cuerpo en término de “liturgia sacrificial”, es decir de cuerpo en cruz, de expiación. Pero antes que eso, el pan compartido es regalo (que se da y disfruta), la unión de un cuerpo es un gozo de vivir y compartir en compañía.

ESTO ES MI CUERPO, PALABRA DE…

‒ Palabra amante y de madre… Al principio de la historia está el cuerpo que se admira y comparte, en gozosa compañía, como dijo Adán cuando descubrió a su lado a Eva: “Ésta es carne de mi carne, hueso de mis huesos…” (Gen 2, 24-25). Al principio está igualmente la madre que dice a hijo/a eres mi cuerpo… En el origen de la vida está la eucaristía de novio/novio y de madre/padre, que consiste en dar el cuerpo, a fin de que otro viva, en proceso de amor y de generación, que ha descubierto y cantado el libro del Apocalipsis cuanta el gozo de las bodas finales, cuando todos formarán un cuerpo de amor y de vida. (cf. Ap 12 y Ap 21-22).

‒ Palabra de identidad y comunión, individualidad y comunicación, la vida entera alimentada por el pan. La antropología de Jesús no es dualista, en el sentido posterior, que separaba el cuerpo (que se debe al rey) y alma (que es de Dios), según el drama hispano del siglo XVII. En esa línea de dualismo se sitúan algunos pasaje del evangelio como aquel que dice “no temáis a los que pueden matar el cuerpo, sino a quien puede mandar cuerpo y alma a la gehena” (cf. Mt 10, 28). Pero aquí, en esta fiesta del pan de Jesús, cuerpo no es aquello que se opone al alma, exterioridad de la persona, sino la persona y vida entera, la comunión mesiánica.

‒ Palabra de la vida…
 Cuerpo es el mismo ser humano en cuanto comunicación y crecimiento, exigencia de comida y posibilidad de muerte: fragilidad y grandeza de alguien que puede enfrentarse a los demás, en violencia homicida, para defender su identidad individual o social, pero que puede regalar también su vida a los demás, creando así un cuerpo más alto (comunión) con ellos.

 Palabra de Jesús… Mi cuerpo es “carne”, mi cuerpo es alimento. Soy para que otros vivan, soy para ser y vivir en otros… de manera que quien no entrega su cuerpo a los demás… y no comparte el cuerpo/vida de los otros muere. En este largo Sermón del Pan de Vida (Jn 6), Jesús expresa una verdad universal humana: La experiencia más honda de la solidaridad “somática” (personal), por la que vivimos unos en los otros, no por sacrificio, sino por gozo de la misma vida.

CÓMO SE DA EL CUERPO, CÓMO SE COMPARTE

Al decir tomad y comed, Jesús viene a mostrarse en forma de alimento: no vive para aprovecharse de los otros y comerlos (haciendo que le sirvan), sino, al contrario, para ofrecer su vida (cuerpo) en forma de comida, a fin de que otros se alimenten y crezcan con su vida. Todo esto lo expresa y ofrece en contexto alimenticio: no exige obediencia, no impone su verdad, no se eleva por encima de los otros, sino que en gesto de solidaridad suprema se atreve a ofrecerles su propio cuerpo, invitándoles a compartir el pan.

Este ofrecimiento de Jesús (que da su propia “carne” para así crear un cuerpo compartido, abriendo un camino de solidaridad humana) sólo tiene sentido para aquellos que interpretan el cuerpo mesiánico (la iglesia), como experiencia de humanidad dialogal, gratuita, mesiánica:

1. En el principio sigue estando la madre (y el padre) que no “hacen” hijos, como se hacen cuchillos o puentes, con materia externa, sino que los “engendran” con su mismo “semen” personal compartida, ofreciéndonos un espacio de vida y palabra. Pues bien, en esa línea, como madre de una nueva humanidad que se va gestando en torno al pan compartido, viene a presentarse ahora Jesús ante nosotros.

2. Jesús ha sido ya a lo largo de su vida un cuerpo ofrecido, regalado, en el sentido más hondo de ese término, como han destacado Pablo y Lucas (en el texto de la Cena). No lo ha hecho de forma victimista, sino por generosidad. No es mercancía que se compra o vende de manera legal, en actitud de obligación o miedo, sino cuerpo gratuitamente regalado, de manera que podemos sentarnos a su vera y compartir su experiencia, asentarnos en su gracia y compartir su misma vida.

3. La mujer y/o el hombre enamorado pueden decir a su pareja “toma y come, este es mi cuerpo”, de manera que ambos forman una corporalidad, como Jesús ha recordado en Mc 10, 8-9. En esa línea de amor esponsal (de carne y sangre) se sitúa el gesto de Jesús, como venimos evocando: él aparece así como principio de una humanidad que se expande y unifica a manera de cuerpo, en el pan y el vino, regalo de vida, frente a un mundo que emplea medios de dominio y mata (le mata). Sólo al final, vencida la violencia o mentira del “dragón” (cf. Ap 12), expulsados para siempre los terrores de bestias y prostitutos, triunfará el amor por siempre, como amor enamorado (Ap 21-22).

4. La tradición paulina ha destacado el valor del cuerpo mesiánico que es Cristo. Hay una corporalidad legal de puros y buenos esenios o proto-fariseos, que se funda en la comida limpia, separada de los pecadores; una corporalidad fundada en el poder impositivo... Pues bien, Jesús despliega y nos ofrece, en la meta y cumplimiento de su vida, un nuevo y más hondo signo de corporalidad, fundada en la existencia compartida, en signos de pan y vino, en comunicación gozosa, experiencia corporal de gratuidad, más allá de toda compra/venta o imposición de los más fuertes.

5. Ésta es la Eucaristía, la experiencia radical de una convivencia inmediata entre personas, sin imposiciones políticas (unos sobre otros), sin ideologías opresoras (sin teorías de dominio de unos sobre otros), sin el dominio económico de unos sobre todo.

En ese sentido, lo más contrario a la eucaristía de Jesús es la experiencia y dominio de un capital que se impone por encima de las personas.

LA VERDAD EUCARÍSTICA

Ese cuerpo del Cristo, celebrado en la eucaristía, encarnado por la iglesia, nos conduce desde el don de la madre (y del padre) que son cuerpo que engendra vida…. hasta el cuerpo final y compartido del novio y de la novia del Apocalipsis, entendido y vivido como la vida eterna, visión mutua, entrega ya definitiva de la vida, cuerpo regalado y compartido, sin más nacimiento ni muerte, pues todo está nacido para siempre. Por eso, la verdad total del pan eucarístico se cumplirá (será ratificada) sólo por la pascua.

Lógicamente, las palabras de la institución, dichas de esta u otra forma en el momento de la Cena (esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre), sólo alcanzan su verdad cuando Jesús ofrece su vida entera y el Dios Padre la acepta en amor, en la resurrección, como veremos en el capítulo siguiente.

Así el mismo Dios que en el principio obraba como Padre/Madre, pro-motor de vida, vendrá a mostrarse al fin como fuente y sentido del amor por siempre enamorado (cf. Ap 22, 1). Al final ya no habrá padre ni madre en sentido ma/paternalista, sino un Dios que es todo en todos, amor ya realizado, cuerpo que vincula en eucaristía de gozo perdurable (sin muerte) a todos los humanos (cf. 1 Cor 15, 28).

Ésta es la verdad de la Iglesia, que no es una superestructura sacral o social, sino una experiencia de “cuerpo”, es decir, de comunicación real (radical) entre personas.

Evangelio según San Mateo 6,19-23. 

Jesús dijo a sus discípulos: No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá! 

San Vicente de Paúl (1581-1660), presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad. Conferencia sobre la indiferencia, 16 de mayo 1659

«Allí donde está tu tesoro, allí está tu corazón»

¿Dónde está el corazón del amante? En la cosa que ama: por consiguiente, allí donde está nuestro amor, allí es donde nuestro corazón permanece cautivo. No puede salir de allí, no puede elevarse más alto, no puede ir ni a derecha ni a izquierda; vedle parado. Allí donde está el tesoro del avaro, allí tiene su corazón; allí donde está nuestro corazón, éste es nuestro tesoro. ¡Y qué! Una nonada, una imaginación, una palabra seca que alguien nos ha dicho, una falta de acogida gratuita, un pequeño rechazo, el solo pensamiento de que alguien no cuenta con nosotros...¡todo esto nos hiere y nos indispone hasta el punto de no poder curar! El amor propio ataca a estas heridas imaginarias, no sabemos salir de ellas, estamos siempre metidos en ellas y ¿por qué? Porque estamos cautivos de esta pasión. ¿Qué es lo que nos hace cautivos? ¿Estamos en «la libertad de los hijos de Dios»? (Rm 8,21) ¿O estamos atados a los bienes, a las comodidades, a los honores? Oh Salvador, nos habéis abierto la puerta de la libertad, enseñadnos a encontrarla. Hacednos conocer la importancia de esta sinceridad, haced que recurramos a vos para llegar a ella. Iluminadnos, mi Salvador, para ver a qué cosas estamos atados, y metednos, por favor en la libertad de los hijos de Dios.

EL FILÓN

2  Reyes 11, 1-4.9-18. 20; Sal 131, 11. 12. 13-14. 17-18; Mateo 6, 19-23

En cierta ocasión, un sacerdote amigo mío vendió su casa y su coche para subvenir una necesidad ajena. La mañana después de haber entregado treinta millones de pesetas y haberse quedado sin el que iba a ser su techo de jubilado, le encontré, y me dijo con una gran paz: “He comprado bonos del tesoro”.

No puedo evitar acordarme de él cada vez que leo este fragmento del evangelio de San Mateo. Y me pregunto si nos hemos creído de verdad lo del Cielo: porque, si es así, semejante inversión deja en mantillas a cualquier “stock option”: díganselo, por favor, a todos los buscadores de fortuna: ¡Aquí hay un filón! (creo que esta frase la dijo, en los años ochenta, durante una corrida de toros, un alto cargo socialista, pero ahora, y con más razón, la digo yo).

Si todos tenemos la experiencia de lo sumamente deprisa que se pasa el tiempo; si todos conocemos las angustias y desvelos que nos produce el querer conservar, a toda costa, los bienes y seguridades de este mundo; si todos sabemos lo mal que se pasa cuando uno se esclaviza con metas terrenas… ¿No merece la pena entregar nuestras vidas, nuestros corazones, nuestros mejores deseos, en manos de Dios, y recuperarlos centuplicados y glorificados en el Cielo? ¡Que sí, que vale la pena, que es un filón! No te dejes engañar: esto no es un club de reprimidos ni de débiles mentales: “El que pierda su vida por mi, la encontrará” (Mt 10, 39). Todo aquello a lo que has renunciado en esta vida por Dios, te está esperando, transfigurado y limpio, en el cielo.

Por supuesto que no se trata de venir en busca de un mero beneficio egoísta. Pero el Amor tiene estas recompensas. Esta Iglesia que es hija de la Virgen es una multitud de almas que aman a Dios, que han hecho de Dios su tesoro, que han dicho, con San Pablo: “todo lo doy por perdido y lo tengo por basura con tal de que gane a Cristo” (Filip 3, 8), y que dentro de muy poco se llevarán la sorpresa de encontrar en el Cielo, no sólo a su Dios, luminoso y resplandeciente, sino todo aquello que por Él han dejado aquí. Esta Iglesia, hija de la Virgen, es la esposa de Cristo. Pero, además, ¡Es un filón!

Mártires Ingleses

Fueron hombres y mujeres, clérigos y laicos que dieron su vida por la fe entre los años 1535 y 1679 en Inglaterra.    Ya habían surgido dificultades entre el trono inglés y la Santa Sede que ponían los fundamentos de una previsible ruptura. Luego vinieron los problemas de ruptura con Roma en tiempos de Enrique VIII, con motivo del intento de disolución del matrimonio con Catalina de Aragón y su posterior unión con Ana Bolena, a pesar de que el rey inglés había recibido el título de Defensor de la Fe por sus escritos contra la herejía luterana en el comienzo de la Reforma. Pero fue sobre todo en la sucesión al trono, después de la muerte de María, hija legítima de Enrique VIII y Catalina de Aragón, cuando comienza a reinar en Inglaterra Isabel, cuando se desencadenan los hechos persecutorios a cuyo término hay que contar 316 martirios entre laicos hombres, mujeres y clérigos.- Primero fueron dos leyes: El Decreto de Supremacía, y el Acta de Uniformidad (1559). Por ellas el Trono se arrogaba la primacía en lo político y en lo religioso. Así la Iglesia dejaba de ser «católica» -universal- pasando a ser nacional -inglesa- cuya cabeza, como en lo político era Isabel. Fue interpretado como una desvinculación de Roma, una herejía, una cuestión de renuncia a la fe que no podía aceptarse en conciencia. De este modo, quienes se negaban al mencionado juramento  o quienes lo rompían quedaban ipso facto considerados como traidores al rey y eran tratados como tales por los que administraban la justicia. Vino la excomunión a la reina por el Papa Pío V (1570). Se endurecían las presiones hasta el punto de quedar prohibido a los sacerdotes transmitir al pueblo la excomunión de la Reina Isabel I.  En Inglaterra se emanó un Decreto (1585) por el que se prohibía la misa y se expulsaba a los sacerdotes. Bastaba con sorprender una reunión clandestina para decir misa, unas ropas para los oficios sagrados descubiertas en cualquier escondite, libros litúrgicos para los oficios, un hábito religioso o la denuncia de los espías y de malintencionados aprovechados de haber dado hospedaje en su casa a un misionero para acabar en la cuerda. No se relatan aquí las hagiografías de Juan Fisher, obispo de Rochester y gran defensor de la reina Catalina de Aragón, o del Sir Tomás Moro, Canciller del Reino e íntimo amigo y colaborador de Enrique VIII, -por mencionar un ejemplo de eclesiástico y otro de seglar.

Ana Line fue condenada por albergar sacerdotes en su casa; antes de ser ahorcada pudo dirigirse a la muchedumbre reunida para la ejecución diciendo: «Me han condenado por recibir en mi casa a sacerdotes. Ojalá donde recibí uno hubiera podido recibir a miles, y no me arrepiento por lo que he hecho». Las palabras que pronunció en el cadalso Margarita Clitheroe fueron: «Este camino al cielo es tan corto como cualquier otro». Margarita Ward entregó también la vida por haber llevado en una cesta la cuerda con la que pudo escapar de la cárcel el padre Watson. Y así, tantos y tantas... murieron mártires de la misa y del sacerdocio.
En la Inglaterra de hoy tan modélica y proclive a la defensa de los derechos del hombre hubo una época en la que no se respetó la libertad de conciencia de los ciudadanos y, aunque las medidas adoptadas para la represión del culto católico eran las frecuente y lastimosamente usadas en las demás naciones cuando habían de sofocar asuntos políticos, militares o religiosos que supusieran traición, pueden verse aún hoy en los archivos del Estado que las causas de aquellas muertes fue siempre religiosa bajo el disimulo de traición.

Y, después de la sentencia condenatoria, los llevaban a la horca, siempre acompañados por un pastor protestante en continua perorata para impedirles hablar con los amigos o rezar en paz

Oremos

Señor y Dios nuestro, que nos das constancia en la fe y fortaleza en la debilidad , concédenos por el ejemplo y los méritos de los santos mártires ingleses participar en la muerte y resurrección de tu Hijo para que también gocemos contigo, en compañía de tus mártires, de la plena alegría de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.


El Papa arremete contra el poder y el dinero

"Jesús nos pide que tengamos el corazón libre de dinero, vanidad y poder"
Papa: "Muchos hombres de poder terminan en la miseria o en la cárcel"
"Si tu tesoro está en el dinero, en la vanidad y en el poder, tu corazón se encadenará a ellos"

 Un corazón luminoso, que no está encadenado, un corazón que va hacia delante y que también envejece bien, porque envejece como el buen vino

"Jesús nos pide que tengamos el corazón libre de dinero, vanidad y poder". Es lo que ha afirmado Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Pontífice ha destacado que las verdaderas riquezas son las que hacen "luminoso" el corazón como la adoración a Dios y el amor por el prójimo. Por tanto ha advertido contra los tesoros mundanos que hacen que pese nuestro corazón y lo encadenan.

"No acumuléis, para vosotros, tesoros sobre la tierra". Papa Francisco ha desarrollado su homilía partiendo del consejo de Jesús, del que habla el Evangelio de hoy. Esto, observó el Pontífice, "es un consejo de prudencia", porque los tesoros sobre la tierra "no son seguros: se estropean, vienen ladrones" y se lo llevan. ¿En que "tesoros piensa Jesús"?, se pregunta el Papa: "Principalmente en tres y siempre vuelve sobre el mismo argumento":

"El primer tesoro es el oro, el dinero, las riquezas: no estás seguro con ellas porque te lo pueden robar ¿no? No estás seguro con las inversiones porque si cae la Bolsa ¡Te quedas sin nada! Y después, ‘dime, ¿un euro más te hace feliz?¿o no?'. Las riquezas: un tesoro peligroso, peligroso... Las riquezas son buenas y sirven para hacer muchas cosas buenas, para sacar adelante a la familia: ¡esto es verdad! Pero si los acumulas como un tesoro ¡Te roban el alma! Jesús, en el Evangelio, vuelve sobre este tema, sobre las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre poner nuestras esperanzas en las riquezas".

El otro tesoro, prosiguió, "es la vanidad: el tesoro de tener un prestigio, de exhibirse". Y Jesús, advirtió Francisco, "siempre condena esto". Pensemos, ha dicho, "en lo que dice a los doctores de la ley, cuando ayunan, cuando dan limosna, cuando rezan para exhibirse".

La vanidad, afirmó, "no sirve, termina". Y citó a San Bernardo que afirmaba: "Tu belleza terminará siendo pasto de los gusanos". El tercer tesoro, evidenció, es "el orgullo", "el poder". El Papa ha hecho referencia a la Primera Lectura donde se narra la caída de la cruel reina Atalia. "Su gran poder, comentó, duró siete años, después fue asesinada. ¡El poder se acaba!". Y advirtió: "¡Cuántos grandes, orgullosos, hombres y mujeres de poder terminan en el anonimato, en la miseria o en prisión!". De aquí la exhortación a no acumular dinero, vanidad, orgullo, poder. Estos tesoros, destacó, "no sirven". El Señor, ha dicho de nuevo el Papa, nos pide, sin embargo, que acumulemos "tesoros en el cielo".

"Este es el mensaje de Jesús. Si tu tesoro está en las riquezas, en la vanidad, en el poder, en el orgullo, tu corazón se encadenará a ellos. Tu corazón será esclavo de las riquezas, de la vanidad, del orgullo. Y lo que Jesús quiere es que nuestro corazón sea libre. Este es el mensaje de hoy. Por favor, tened un corazón libre, nos dice Jesús. Nos habla de la libertad del corazón. Y tener un corazón libre sólo se puede con los tesoros del cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los demás, la adoración a Dios. Estas son las verdaderas riquezas que nadie puede robar. Las otras riquezas hacen que el corazón pese, lo encadenan, ¡no le dan libertad!".

"Un corazón esclavo", añadió, "no es un corazón luminoso: será tenebroso". Y si nosotros acumulamos tesoros en la tierra "acumulamos tinieblas que no sirven". Estos tesoros, advirtió el Papa, "no nos dan la alegría, pero sobre todo no nos dan la libertad". Sin embargo, afirmó, "un corazón libre es un corazón luminoso, que ilumina a los demás, que les hace ver el camino que lleva a Dios":

"Un corazón luminoso, que no está encadenado, un corazón que va hacia delante y que también envejece bien, porque envejece como el buen vino: cuando el buen vino envejece es un buen vino. Sin embargo el corazón que no envejece bien es como el vino malo: pasa el tiempo y se gasta más y se vuelve avinagrado. Que el Señor nos dé esta prudencia espiritual, para entender bien donde está mi corazón, a que tesoro está pegado mi corazón. Y que nos dé también fuerzas para liberarlo, si está encadenado, que se libere, se convierta en luminoso y nos dé esta bella felicidad de los hijos de Dios: esta libertad verdadera".

Acumular riquezas en el cielo

Mateo 6, 19-23. Tiempo Ordinario. Cristo sea nuestro único tesoro por el cual lo demos todo.

Oración introductoria 

Ven, Espíritu Santo, llena mi corazón con el fuego de tu amor para que esta oración me ayude a desprenderme de mí mismo, a desapegarme de todo lo material, y a considerar todo como basura y pérdida con tal de ganarte a Ti. 

Petición 

Jesús, dame un corazón pobre y libre de egoísmo para que puedas reinar en mí. 

Meditación del Papa Francisco 

Yo os haría dos preguntas: la primera, todos vosotros, ¿tenéis un corazón deseoso, un corazón que desea? Pensad y responded en silencio en vuestro corazón. Tú, ¿tienes un corazón que desea o tienes un corazón cerrado, un corazón dormido, un corazón anestesiado por las cosas de la vida? El deseo, ir adelante al encuentro con Jesús. Y la segunda pregunta: ¿dónde está este tesoro, lo que tú deseas? Porqué Jesús nos ha dicho que donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. Y yo pregunto: ¿dónde está tu tesoro? ¿Cuál es para ti la realidad más importante más preciosa, la realidad que atrae a mi corazón como un imán? ¿Qué atrae tu corazón? ¿Puedo decir que es el amor de Dios? ¿Qué es el querer hacer bien a los demás? ¿De vivir por el Señor y nuestros hermanos? ¿Puedo decir esto? Cada uno responde en su corazón. (S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013). 

Reflexión 
En este pasaje evangélico, Jesús quiere enseñarnos la manera de cómo debemos actuar en este mundo para ganarnos el cielo, que es con obras que produzcan buen fruto y también purificando nuestro corazón para amarle a Él en vez del mundo y sus placeres. 

Las cosas que hagamos en esta tierra deben estar hechas según Dios, siguiendo sus designios y quereres. No es lo mismo hacer una gran obra de caridad o un muy buen servicio a alguien con el mero objeto de aparecer como el hombre más caritativo o servicial ante los demás, a realizar estos mismos actos con la intención de ser visto sólo por Dios sin querer recibir alabanzas o elogios de parte de los hombres sino con la actitud de darle gloria y agradarle con esas acciones. 

La pureza de intención es necesaria para que nuestras obras tengan valor ante los ojos de Dios. Y Él nos dará nuestro justo pago por esas buenas acciones. Nada de lo que hagamos quedará sin recompensa. Sea bueno o malo. Y esa recompensa la recibiremos sea aquí en la tierra o en el cielo. 

Para obrar así se requiere que nuestro corazón esté atento a las oportunidades que se nos presentan. Es verdad lo que Cristo dice acerca del corazón. Por ejemplo, está el testimonio de muchos santos que pusieron todo su corazón en los bienes del cielo y obraron de acuerdo a ello. Porque el cielo y Dios era su tesoro. Y así ganaron la eterna compañía de Dios porque toda su persona y su corazón estaban fijos en el cielo. 

Purifiquemos, pues, nuestro corazón para que Cristo sea nuestro único tesoro por el cual lo demos todo. 

Propósito 
Esta semana daré ese donativo que he venido posponiendo y del que no he querido desprenderme. 

Diálogo con Cristo 
Señor Jesús, si no soy generoso en el apostolado, en la donación de mi tiempo y en el servicio desinteresado a los demás y a la Iglesia, es porque no te he dado el lugar que te corresponde en mi vida. No he sido dócil a tus inspiraciones ni he sabido aprovechar tu gracia. Pero hoy es un nuevo día, una nueva oportunidad, para dejar todas las ataduras atrás y con gran confianza y alegría crecer en el amor. 

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