Dios creó al hombre a su imagen…, los creó varón y mujer
- 12 Junio 2020
- 12 Junio 2020
- 12 Junio 2020
León III, Santo
XCVI Papa, 12 de junio
Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san León III, papa, quien coronó como emperador romano al rey de los francos, Carlomagno, y se distinguió por su defensa de la verdadera fe y de la dignidad divina del Hijo de Dios († 816).
Breve Biografía
Fecha de nacimiento desconocida; murió en 816. Fue elegido el mismo día que fue enterrado su predecesor (26 de diciembre de 795), y consagrado al día siguiente.
Es bastante probable que esta prisa fuera debida a un deseo de los romanos de evitar cualquier interferencia por parte de los francos en su libertad de elección. León era romano, hijo de Aciupio e Isabel. En el momento de su elección era cardenal de Santa Susana, y aparentemente también “vestiarius”, o sea jefe del tesoro pontificio (o guardarropa).
Junto con la carta dirigida a Carlomagno en la que le informaba de que había sido elegido papa por unanimidad, León le envió las llaves de la confesión de San Pedro y el estandarte de la ciudad. Esto lo hizo para mostrar que consideraba al rey franco el protector de la Santa Sede. A cambio recibió de Carlomagno cartas de felicitación y una parte considerable del tesoro que el rey había tomado a los ávaros. La adquisición de esta riqueza fue una de las causas que permitieron a León ser un gran benefactor de las iglesias e instituciones de caridad de Roma.
Empujados por los celos, por la ambición o por sentimientos de odio y venganza, un cierto número de parientes del Papa Adriano I urdieron un plan para hacer a León indigno de ejercer su sagrado oficio. Con ocasión de la procesión de las Grandes Letanías (25 de abril de 799), cuando el papa se dirigía hacia la Puerta Flaminia, fue repentinamente atacado por un grupo de hombres armados. Fue arrojado al suelo, donde intentaron arrancarle la lengua y sacarle los ojos.
Después de un tiempo sangrando en la calle, fue trasladado por la noche al monasterio de San Erasmo, en el Celio. Allí, de una manera al parecer bastante milagrosa, recuperó el uso total de los ojos y la lengua. Huyendo del monasterio, se trasladó, acompañado de muchos romanos, a la corte de Carlomagno. Fue recibido por el rey franco con todos los honores en Paderborn, a pesar de que sus enemigos habían llenado los oídos del rey de maliciosas acusaciones contra él.
Después de unos meses de estancia en Alemania, el monarca franco le envió con una escolta de vuelta a Roma, donde fue recibido con gran demostración de júbilo por todo el pueblo, tanto naturales como extranjeros.
Los enemigos del papa fueron juzgados por los enviados de Carlomagno y, como no fueron capaces de probar la culpa de León ni la inocencia de ellos mismos, fueron enviados como prisioneros a Francia (Reino de los francos). Al año siguiente (800) Carlomagno en persona fue a Roma, y el papa y sus acusadores fueron puestos frente a frente. Los obispos reunidos declararon que no tenía derecho a juzgar al papa; pero León, por su propia voluntad, con el objetivo, como dijo, de disipar cualquier sospecha en las mentes de aquellos hombres, declaró bajo juramento que era totalmente inocente de los cargos que se habían presentado contra él.
A petición suya, la pena de muerte emitida contra sus principales enemigos fue conmutada por una sentencia de exilio.
Unos días después, León y Carlomagno volvieron a reunirse. Fue el día de Navidad en San Pedro. Después de leer el Evangelio, el papa se acercó a Carlomagno, que estaba de rodillas ante la Confesión de San Pedro, y le colocó una corona en la cabeza. Inmediatamente la muchedumbre reunida en la basílica pronunció el siguiente grito: “¡A Carlos, el más pío Augusto, coronado por Dios, a nuestro grande y pacífico emperador, larga vida y victoria!” Por este acto, resurgió el Imperio de Occidente y, al menos en teoría, la Iglesia declaró que el mundo estaba sujeto a un solo poder temporal, como Cristo lo había hecho sujeto a un solo poder espiritual. Se entendió que la primera obligación del nuevo emperador era ser el protector de la Iglesia romana y de la Cristiandad contra los paganos. Con la vista puesta en la alianza entre Oriente y Occidente bajo el efectivo gobierno de Carlomagno, León se esforzó en promover el proyecto de un matrimonio del emperador con la princesa de Oriente Irene. Sin embargo, el destronamiento de ésta (801) impidió que este excelente plan pudiera ser llevado a cabo. Unos tres años después de la partida de Carlomagno de Roma (801), León volvió a cruzar los Alpes para verle (804). Según algunos, fue a discutir con el emperador la división de sus territorios entre sus hijos. En cualquier caso, dos años después fue invitado a dar su aprobación a las previsiones del emperador para la mencionada partición. Actuando igualmente en armonía con el papa, Carlomagno combatió la herejía del adopcionismo que había surgido en España, pero fue algo más allá que su guía espiritual cuando deseó provocar la inserción general del “Filioque” en el Credo de Nicea. No obstante, los dos actuaron de consuno cuando hicieron a Salzburgo la sede metropolitana de Baviera y cuando Fortunato de Grado fue compensado por la pérdida de su sede de Grado con la entrega de la de Pola. La acción conjunta del Papa y el Emperador se sintió incluso en Inglaterra. Gracias a ella, Eardulfo de Northumbria recuperó su reino y se resolvió la disputa entre Eambaldo, arzobispo de Cork, y Ulfredo, arzobispo de Canterbury.
Sin embargo, León tenía muchas relaciones con Inglaterra por su cuenta. Bajo su mandato, el sínodo de Beccanceld (o Clovesho, 803) condenó el nombramiento de laicos como superiores de monasterios.
De acuerdo con los deseos de Etelardo, arzobispo de Carterbury, León excomulgó a Eadberto Praen por usurpar el trono de Kent; además, retiró el palio que había sido concedido a Litchfield, autorizando la restauración de la jurisdicción eclesiástica de la Sede de Canterbury “como lo había establecido San Gregorio Apóstol y patrono de los ingleses”. León también fue llamado para solventar las diferencias entre el arzobispo Ulfredo y Cenulfo, rey de Mercia. Muy poco se sabe acerca de las diferencias entre ellos, pero, quienquiera que fuera el más culpable, lo cierto es que el arzobispo fue el que más sufrió. Parece que el Rey indujo al Papa a suspenderle en sus funciones episcopales y a mantener el reino bajo una especie de interdicto durante seis años. Hasta la hora de su muerte (822), el ansia de oro provocó que Cenulfo continuara la persecución del arzobispo. Lo mismo hizo con el monasterio de Abingdon: hasta que no recibió una gran suma de dinero de su abad, no decretó la inviolabilidad del monasterio, actuando, como declaró, a petición del señor apostólico y muy glorioso Papa León.
Durante el pontificado de León III, la Iglesia de Constantinopla se encontraba en una situación de tensión. Los monjes, que prosperaban durante este periodo bajo la guía de hombres como San Teodoro el Estudita, sospechaban de lo que ellos concebían como los principios laxos de su patriarca Tarasio, y se oponían vigorosamente a la malvada conducta de su emperador Constantino VI. Con el propósito de ser libre para casarse con Teodota, el soberano se había divorciado de su mujer, María. Aunque Tarasio condenó la conducta de Constantino, rehusó, emperador, para evitar males mayores, a excomulgarle. Por haber condenado su nuevo matrimonio, Constantino castigó a los monjes con las penas de prisión y destierro. Afligidos, los monjes pidieron ayuda a León, como hicieron cuando fueron maltratados por oponerse a la arbitraria rehabilitación del sacerdote a quien Tarasio había degradado por casar a Constantino con Teodota. El Papa replicó, no sólo con palabras de alabanza y ánimo, sino también con el envío de ricos presentes; y, tras la llegada de Miguel I al trono bizantino, ratificó el tratado entre Carlomagno y él para asegurar la paz entre Oriente y Occidente.
El Papa y el Emperador de los francos actuaron conjuntamente, no sólo en la última operación mencionada, sino en todos los asuntos de importancia.
Siguiendo el consejo de Carlomagno, León, para rechazar las violentas incursiones de los sarracenos, mantuvo una flota, de suerte que la línea costera era regularmente patrullada por sus navíos de guerra. No obstante, debido a que no se consideraba competente para mantener a los piratas musulmanes fuera de Córcega, confío la protección de la isla al Emperador. Apoyado por Carlomagno, fue capaz de recuperar una parte del patrimonio de la Iglesia romana en los alrededores de Gaeta, y pudo administrarlo de nuevo a través de sus párrocos. Pero cuando murió el gran Emperador (28 de enero de 814), los malos tiempos volvieron a León. Una nueva conspiración se formó contra él, pero en esta ocasión el Papa fue informado de ella antes de que llegara a un punto crítico. Ordenó que los cabecillas de la conspiración fueran detenidos y ejecutados. Apenas se había eliminado esta conspiración cuando un grupo de nobles de la Campania se levantaron en armas y se dedicaron al pillaje por toda la región. Estaban preparándose para marchar sobre la misma Roma cuando fueron derrotados por el duque de Spoleto, a las órdenes del Rey de Italia (Langobardía o Lombardía). Las enormes sumas de dinero que Carlomagno entregó al tesoro papal permitieron a León llegar a ser un eficaz protector de los pobres y mecenas del arte; así, llevó a cabo obras de renovación en las iglesias de Romas e incluso en las de Ravena. Empleó el imperecedero arte del mosaico, no solamente para retratar las relaciones políticas entre Carlomagno y él mismo, sino fundamentalmente para decorar las iglesias, en particular su iglesia titular de Santa Susana. Hasta finales del siglo XVI se podía contemplar una figura de León en un mosaico de esa antigua iglesia.
León III fue enterrado en San Pedro (12 de junio de 816), donde se encuentran sus reliquias, junto a las de Santos León I, León II y León IV. Fue canonizado en 1673. Los denarios de plata de León III todavía existentes llevan el nombre del Emperador además del de León, mostrando así al Emperador como protector de la Iglesia y señor de la ciudad de Roma.
Santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30. Viernes X del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, fuente de luz, ilumíname. Ayúdame a ser dócil a tus inspiraciones.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» (Jn 17,3). La vida eterna es conocer a Dios. Lo que quiere Jesús con nosotros es que conozcamos al Padre en Él. ¿Cómo se conoce una persona? Por ejemplo, cuando vamos a casa de un amigo y tiene fotos de su papá, podemos decir que ya por lo menos lo identificamos. O cuando un amigo nos habla de su papá, es otro tipo de conocimiento. Pero cuando realmente queremos conocer a una persona tiene que ser de cara a cara; escuchando sus palabras, sus pensamientos; lo que piensa, lo que le gusta, lo que ama, lo que reprueba, sus reacciones. Haciendo una experiencia de la otra persona es la mejor manera de conocerlo.
Jesús vino al mundo para que podamos hacer esta experiencia de Dios, para conocer a Dios en Jesús. Antes de la Encarnación no se podía conocer a Dios. Conocemos a través de los sentidos. Cómo íbamos a poder conocer a Dios si no tenía cuerpo si no lo veíamos, si no lo escuchábamos. Y habiendo tomado cuerpo, nuestros sentidos lo pueden captar, lo pueden experimentar. Esta es la grandeza de la Encarnación.
Jesús nos dejó su Evangelio en el cual expresa su mente y su corazón. Si lo queremos conocer, necesitamos leer, escucha su Palabra. Observemos cómo actúa, cómo reacciona, cómo ama. Y lo mejor de todo es que sigue vivo, ¡está vivo! Y quiero que vayamos a Él. Pero al parecer mucha gente no se da cuenta o se olvida que está vivo; y que, además, quiere hablar con cada uno de nosotros para decirnos cuánto nos ama. La oración es por donde Jesús nos habla. Es su Whatsapp, o su Zoom. Pero realmente nos habla con su presencia.
¡Gracias, Jesús, por haberte encarnado!
«La vida es toda una salida: del seno materno para venir a la luz, de la infancia para entrar en la adolescencia, de la adolescencia hacia la vida adulta y así sucesivamente, hasta la salida de este mundo. Hoy, mientras rezamos por nuestros hermanos Cardenales y Obispos, que han salido de esta vida para ir al encuentro del Resucitado, no podemos olvidar la salida más importante y más difícil, que da sentido a todas las demás: la de nosotros mismos. Sólo saliendo de nosotros mismos abrimos la puerta que lleva al Señor. Pidamos esa gracia: “Señor, deseo ir a Ti, a través de los caminos y de los compañeros de viaje de cada día. Ayúdame a salir de mí mismo, para ir a tu encuentro, tú que eres la vida”».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de noviembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Leer un capítulo del Evangelio y platicarlo con Él, sabiendo que me escucha.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Corpus Christi en el Magisterio de los Papas: un camino de salvación
Es así como esta Solemnidad se ha desarrollado en el Magisterio de los Papas.
Un sacerdote bohemio en peregrinación a Roma se detiene a celebrar la Misa en Bolsena. Al partir la hostia, se ve invadido de la duda sobre la presencia real de Cristo en ese pequeño pedazo de pan. De repente, unas gotas de sangre cayeron de la hostia, manchando el corporal de lino y algunas piedras del altar. Ya en 1215, en el IV Concilio de Letrán, la transubstanciación se había convertido en un dogma de fe. Pero después del milagro del corporal, el Papa Urbano IV decidió extender la Solemnidad del Corpus Christia toda la Iglesia, con la Bula Transiturusde 1264, colocando la fiesta el jueves siguiente al primer domingo después de Pentecostés.
Todo comienza, se podría decir, desde el corazón de Cristo, que en la última cena, en la víspera de su pasión, agradeció y alabó a Dios y, al hacerlo, con la fuerza de su amor, transformó el sentido de la muerte a la que iba. El hecho de que el Sacramento del altar haya tomado el nombre de "Eucaristía" – acción de gracias – expresa precisamente esto: que el cambio de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo es el fruto del don que Cristo hizo de sí mismo, el don de un Amor más fuerte que la muerte, el Amor divino que lo resucitó de la muerte. Por eso la Eucaristía es el alimento de la vida eterna, el Pan de Vida.
Benedicto XVI: camino salvífico de Cristo a través de la historia
El Papa Benedicto XVI en la Misa de Corpus Christi del 23 de junio de 2011: en la segunda década del siglo que comenzó con el impactante acto terrorista contra las Torres Gemelas y con una miríada de guerras olvidadas, la presencia real del cuerpo y la sangre se convierte en la paradójica confirmación de un amor más fuerte que la muerte, de un amor que supera el pecado, todo pecado. Pero en el plan de Dios esta historia comienza antes de la historia, comienza con el hombre mismo...
La Solemnidad del Corpus Christi de hoy nos invita a meditar sobre el único viaje que es el itinerario salvífico de Cristo a través de la historia, una historia escrita desde el principio, de manera contextual, por Dios y el hombre. A través de los eventos humanos, la mano divina traza la historia de la salvación.
Es un viaje que comienza en el Edén, cuando, siguiendo el pecado del primer hombre, Adán, Dios interviene para dirigir la historia hacia la llegada del "segundo" Adán. En el Libro del Génesis está la primitiva proclamación del Mesías y desde entonces, a lo largo de la sucesión de generaciones, como se narra en las páginas del Antiguo Testamento, se ha ido desarrollando el viaje del hombre hacia Cristo.
Cuando entonces, en la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios encarnado derramó la sangre en la Cruz por nuestra salvación y resucitó de entre los muertos, la historia entra, por así decirlo, en una dimensión nueva y definitiva: se realiza la nueva y eterna alianza de la que Cristo crucificado y resucitado es el principio y el cumplimiento. En el Calvario el camino de la humanidad, según los designios divinos, conoce su decisivo punto de inflexión: Cristo se pone a la cabeza del nuevo Pueblo para guiarlo hacia su meta definitiva. La Eucaristía, sacramento de la muerte y la resurrección del Señor, constituye el corazón de este itinerario escatológico espiritual.
Juan Pablo II: una globalización del amor
Del mismo modo, se expresó Juan Pablo II en la Solemnidad de Corpus Christi de 1998, el 11 de junio, dos años antes del año 2000. Ya se hablaba de la globalización y la Eucaristía, el don por excelencia, es una promesa desde el principio de la historia de la humanidad e incluye a todos los pueblos, todos los tiempos. Una globalización del amor. Este aliento universal de la Solemnidad de hoy también impregna las palabras de Juan XXIII en la víspera del Concilio, en el Corpus Christi del 21 de junio de 1962...
Oh Jesús, alimento sobrenatural de las almas, a ti llega este inmenso pueblo. Se vuelven para penetrar en su vocación humana y cristiana de nuevo impulso, de virtud interior, con disposición al sacrificio, del que Tú diste inimitable sabiduría y ejemplo, con la palabra y el ejemplo.
Hermano nuestro primogénito, Tú has precedido, oh Cristo Jesús, los pasos de cada hombre, has perdonado las faltas de cada uno; a todos y cada uno los elevas a un testimonio de vida más noble, más convencido, más activo.
Oh Jesús, panis vere, único alimento sustancial de las almas, reúne a todos los pueblos alrededor de Tu mesa: es la realidad divina en la tierra, es una prenda de los favores celestiales, es la seguridad de la justa comprensión entre los pueblos y de la competencia pacífica para el verdadero progreso de la civilización.
Alimentados por Ti y de Ti, oh Jesús, los hombres y mujeres serán fuertes en la fe, alegres en la esperanza, activos en las muchas aplicaciones de la caridad.
Pablo VI: una fiesta de comunión fraterna
Caridad. Si con el don de su cuerpo y su sangre Dios nos ha amado hasta el punto de borrar nuestros pecados, este amor también se extiende horizontalmente, entre todos los hombres. La sexta década del siglo XX parece particularmente receptiva al ideal de paz y amor universal, especialmente entre las generaciones más jóvenes. 1969, el año de Woodstock, de las protestas, de la conquista de la Luna que por un momento hace sentir a todos los hombres como hermanos en nombre de la ciencia... Corpus Christi del 5 de junio: así habla un Papa en esos años efervescentes y difíciles:
La comunión con Cristo, por lo tanto, la Eucaristía, como sacramento y sacrificio; pero también la comunión entre nosotros, los hermanos, con la comunidad, con la Iglesia: y es todavía la Revelación la que nos dice, en palabras de Pablo: "Puesto que hay un solo pan, nosotros, que somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos participamos de este único pan" (1 Cor. 10, m). El Concilio Ecuménico Vaticano II sacó esta realidad a la luz profundamente cuando llamó a la Eucaristía "una fiesta de comunión fraterna" (Gaudium et Spes, 38); cuando dijo que los cristianos, "alimentándose del cuerpo de Cristo en la Santa Comunión, muestran concretamente la unidad del Pueblo de Dios, que se expresa adecuadamente y se realiza admirablemente por este augusto sacramento".
Pío XII: el inestimable don de la Eucaristía
Las voces de los Papas. Corpus Christi. La verdadera presencia del Cuerpo de Cristo en la hostia consagrada, alrededor de la cual giraron las dudas del sacerdote bohemio que presenció el milagro de Bolsena, se confirma por la vitalidad del amor cristiano, por las obras de caridad inspiradas en la Eucaristía. En este sentido, las palabras del Papa Pío XII en su mensaje radiofónico al final del Congreso Eucarístico de Asís, el 9 de septiembre de 1951. A mediados del siglo pasado hay una cierta ansiedad de recuperación después de la tragedia de la guerra:
Si en los estrechos términos de este Congreso Eucarístico la fe y la ciencia, la cultura, la elocuencia, el arte y la historia han traído en fraternal armonía, un regalo de bienvenida a Jesús Eucarístico, el agradecido tributo del ingenio humano, aunque sea tan apropiado al objeto de sus especulaciones y sus multiformes manifestaciones; mucho más y mejor hacer esta noche la docta teología, la profunda filosofía, el arte del pensamiento, de la palabra, del canto, postrándose en tácita adoración ante el Dios oculto para exaltar en la fe del humilde creyente el inestimable don de la Eucaristía.
El don es Él mismo – Jesucristo – personalmente presente para obrar en nosotros, si seguimos su amor, las maravillas de la vida cristiana, de una vida que, ordenada según el Evangelio, mantiene ferviente en sus aún tibios hijos la estima por la virtud, la conciencia del bien y del mal e impide que sean definitivamente abrumados por la avalancha de errores y corrupciones que dominan el mundo.
6 consejos para defender la vida y debatir sobre el aborto en redes sociales
El P. Leandro Bonnin nos presenta algunos consejos para defender la vida y debatir sobre el aborto en redes sociales.
El P. Leandro Bonnin, sacerdote de la provincia argentina de Entre Ríos y recordado por dirigir una carta a una joven que parodió un “aborto” de la Virgen María, presentó algunos consejos para defender la vida y debatir sobre el aborto en redes sociales.
El sacerdote compartió estos tips en su página de Facebook, a días de la votación del proyecto del aborto en Argentina, programado para el miércoles 13 de junio.
1. En primer lugar, el P. Bonnin sugirió que “es necesario mantenernos siempre en el ámbito de los argumentos sobre por qué no el aborto y evitar absolutamente los insultos, las palabras denigratorias y el desprecio a las personas que sostienen su legalización”.
En otras palabras, “aunque te insulten, nunca insultes. El respeto, el cuidado en el modo de expresar tus ideas, el intentar siempre ver al otro como alguien valioso, marca la diferencia”.
2. Un segundo consejo es desistir de entrar en el perfil del otro e indagar su vida privada para deslegitimar sus opiniones a favor del aborto. “Es un camino que puede no conducir a ninguna parte”, aconsejó el P. Bonnin.
3. En tercer lugar, es importante “no salirse del tema”, ya que muchas veces en la discusión sobre el aborto se mezclan “asuntos que no tienen nada que ver” y de esta manera “los debates se vuelven interminables y todo concluye a ver quién escribe el último comentario”.
4. Un cuarto punto, según el sacerdote, es evitar mencionar “cifras o realizar generalizaciones indebidas”, ya que así se pierde “rigor y veracidad, y por lo tanto credibilidad”.
El P. Bonnin advirtió que “muchos defensores del aborto no tienen problemas en decir cifras imposibles de fundamentar -como las 500 mil mujeres muertas en Argentina al año, e incluso los 500 mil supuestos abortos- pero nosotros podemos caer en el mismo error”.
Es necesario, por lo tanto, que “leamos siempre e intentemos buscar la fuente de lo que vamos a afirmar”.
5. El quinto consejo apunta a que los católicos suelen escuchar constantes ataques a la Iglesia de quienes están a favor del aborto, quienes aluden a pecados cometidos por sus miembros en el pasado y presente.
Frente a esto, el P. Bonnin recalcó que “esas afirmaciones, incluso en aquellos casos en que efectivamente ocurrió, no invalida de ningún modo los argumentos a favor de la vida que un católico puede esgrimir”.
“En la discusión, hacer mención de esto tiene la finalidad de correr el foco del asunto y de desestabilizar emocionalmente, ya que cuando uno se siente herido, pierde lucidez. Simplemente se puede responder: ‘Ese es otro tema que no tiene nada que ver’”, aconsejó.
Además, a los católicos se les suele excluir de los debates del aborto porque se piensa que “nosotros nos basamos en la fe, y que la fe no se puede imponer”.
Frente a esto conviene que habitualmente “profundicemos y desarrollemos argumentos de razón: biología, historia, psicología, derecho, etc.”, agregó.
6. Como último consejo, el P. Bonnin sostuvo que “en todo momento, no te olvides que detrás de un teclado o la pantalla de un smartphone hay una persona con una historia, una persona a la que Dios ama inmensamente, por la cual Cristo murió en la cruz”.
“Tenés que ser riguroso e implacable con las mentiras y las falacias, contra los sofismas y los argumentos engañosos, pero Jesús te invita a amar a esa persona y a rezar por ella”, afirmó el sacerdote.
Concluyó con la invitación de pedirle a la Virgen María “que te ayude a ser fiel a la verdad y a la caridad en esta verdadera batalla cultural y espiritual”.
¿Se puede ser buena persona sin Dios?
Un ateo claro que puede realizar buenas acciones, pero el problema llega cuando se enfrenta a ciertas situaciones
Uno de los argumentos que desde el ateísmo se utiliza para defender sus tesis y para convencer a creyentes tibios es que se puede ser bueno sin necesidad de Dios.
Es verdad que hay buenas personas que hacen obras extraordinarias sin ser creyentes, pero el profesor de Filosofía en la Universidad de Texas, J. Budziszewski, reflexiona sobre este argumento y encuentra siete argumentos que ponen en duda esta afirmación.
Este profesor sabe de lo que habla y sabe por propia experiencia la dificultad que para muchos jóvenes, universitarios en su caso, supone este ambiente a la hora de mantener la fe. Sus alumnos se enfrentan a este debate interno al igual que le pasó a él. Perdió la fe en los años 60 debido al influjo que tuvo el radicalismo ideológico en la universidad.
De ateo a católico tras una gran crisis juvenil
En su infancia y adolescencia era un baptista sincero, aunque no especialmente virtuoso. Estudiando en la universidad dejó "primero a Cristo, luego a Dios, luego la distinción entre el bien y el mal", explicó en una entrevista en inglés. "Yo era ateo práctico y nihilista práctico". Ya como profesor, volvió a Cristo a través del anglicanismo y en 2004 entró en la Iglesia Católica.
Los siete problemas que encontrará el ateo
A raíz de su experiencia propia y profesional, Budziszewski habla en Mercatornet de siete obstáculos a los que se enfrenta el ateo en su intento de ser bueno sin Dios:
1.El ateo no reconoce a Dios como el bien supremo por el cual todo lo creado existe y está ordenado. Y al igual que ciertos actos pueden dirigirse al bien supremo, él considera que otros no pueden. En consecuencia, al ateo le resultará difícil entender cómo un acto puede ser intrínsecamente malo. Él se inclinará a pensar que para conseguir un resultado bueno se puede hacer cualquier cosa.
2. Como el ateo no reconoce la Divina Providencia, la idea de que él debería hacer lo correcto y dejar que Dios se ocupe de las consecuencias le parecerá insensato. Le parecerá que si no hay Dios, entonces él debe jugar a ser Dios mismo.
3. Como no reconoce a Dios como creador, considera la conciencia como el resultado de un proceso sin sentido y sin propósito que él no tenía en mente. Debido a que será difícil creer que una colección heterogénea de impulsos e inhibiciones dejadas por los accidentes de la selección natural pueda tener algo que enseñarle, estará tentado a pensar que la autoridad de la conciencia es una ilusión.
4. Como no tiene fe, es probable que vea sus dilemas morales como inevitables. Porque si no hay Dios, ¿cómo puede creer en la seguridad que da la fe de que ‘Dios es fiel y no le dejará ser tentado más allá de sus fuerzas’, y no más bien en que la tentación le proporcionará la vía de escape para que pueda soportarlo?
5. Como no cree en la Gracia divina, no podrá valerse de esta ayuda. Ciertamente, podrá realizar actos naturalmente buenos. Sin embargo, cuando se tope con los muros que se van presentando, cuando se dé cuenta de que está haciendo el mal que no quiere y no el bien que desea, no podrá pedir ayuda.
6. Como no cree para su propia existencia en las virtudes espirituales que dependen de la gracia, el ateo no podrá practicarlas en absoluto. Por ejemplo, aunque pueda amar a su esposa con amor natural, fallará en esa caridad sobrenatural que le permite ver, que, dado que ella está hecha a imagen de Dios, la única manera verdadera de amarla por su propio bien es amarla por el amor de Dios.
7. Finalmente, dado que una sola persona puede perdonar, la ley moral le parecerá un acusador severo con un corazón de piedra. Cuando haya hecho algo malo, como todos hacemos alguna vez, querrá apagar la voz de esta conciencia. Tendrá la tentación de decirse a sí mismo que la ley es una fantasía, que no hay nada que perdonar, que la solución al problema de la culpa es que no existe tal cosa. O tal vez tratará de convencerse a sí misma.
Para Budziszewski todas estas razones, algunas más lógicas y otras psicológicas, el ser humano necesita a Dios.
¿Las Sagradas Escrituras hablan sobre el Sacramento de la Confesión?
El apóstol San Juan dicta una verdad clave, si confesamos nuestros pecados Dios nos perdonará (1 Juan 1:9). La misericordia de Dios es tan grande que no existe pecado que Él no pueda perdonar siempre y cuando este ha sido confesado (A excepción del pecado contra el Espíritu Santo, que es negar la gracia de Dios para salvarnos, Mateo 12:22-37)
La Biblia nos da muchas referencias a la confesión, por ejemplo en el libro de Proverbios 28:13 es claro en afirmar que el que no confiesa sus pecados no prospera. ¿Realmente quieres prosperar en tu vida espiritual? entonces debes acudir a la confesión.
Sin embargo cabe una pregunta más: ¿La confesión es directa con Dios o con un sacerdote?
Veamos para eso qué dice el Apóstol San Santiago 5:14 -16
Esta no es una sugerencia, es una orden que da el que fue Obispo de Jerusalén, el Apóstol Santiago, Llamen al Presbítero ¡Confiesen sus pecados unos con otros! Dejando entrever que la confesión no es directamente con Dios a como muchos creen, es con otra persona.
Pero, ¿Qué poder tiene un sacerdote para perdonar pecados? Si sólo Dios perdona los pecados ( Marcos 2:7 ).
Precisamente solo el Padre puede hacerlo y Jesús porque Jesús es el Hijo de Dios, Asi dijo de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Marcos 2:10) y él ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Marcos 2:5; Lucas 7:48). y luego lo trasnmite con el poder del Espiritu santo al al momento de recusitar, escrito en el Evangelio según San Juan 20:21-23
Este poder otorgado por Jesús, no lo dio a todo el mundo, ni a todos los creyentes, sino a sus discípulos, y sus discípulos al encomendar presbíteros y obispos, les transmitieron este poder. Y para saber que pecados se deben perdonar y cuales ocupan retener es necesario confesarlos, de eso no hay duda. Por eso en la absolución el sacerdote levanta sus manos, señal de adoración al Espíritu Santo.
Pero, ¿Qué sucede si no confieso todos mis pecados?
Leer del Libro de Levítico 5:5
Debemos de confesar TODOS nuestros pecados, no solo algunos, sino cada falta cometida, solamente así obtendremos el perdón, además esa confesión debe de ser motivada por el arrepentimiento y el firme propósito de no volverlo hacer. No es cuestion de que hoy vamos a la disco a beber y mañana nos confesamos. No, la confesion no funciona asi.
¿Qué nombres recibe este sacramento?
Esto lo explica magistralmente el catecismo de Nuestra Iglesia:
- Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Marcos 1:15), la vuelta al Padre (cf Lucas 15:18) del que el hombre se había alejado por el pecado.
- Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.
- Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento.
En un sentido profundo este sacramento es también una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.
- Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón [...] y la paz" (Ritual de la Penitencia, 46, 55).
- Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Corintios 5:20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mateo 5:24).
Así que te invitamos a confesarte, sabemos que puede parecerse vergonzoso, pero esa pena que experimentamos nos debe de recordar la mirada constante de Dios sobre nosotros, y es precisamente ahi, cuando pecamos frente a sus sagrados ojos cuando debemos de experimentar la mayor vergüenza posible.
¿Alguna vez había comprendido que la Confesión proviene del don del Espíritu Santo? ¿Quiero vivir realmente según el Espíritu de Dios? ¿Intentaré acercarme más frecuentemente al sacramento de la confesión? ¿Qué me lo impide?
No te olvides de compartir en tus redes y comentar en las cajas de comentarios aqui abajo.
Paz y bien.