Lo que se diga de más, viene del maligno

Antonio de Padua, Santo

Memoria Litúrgica, 13 de Junio

Presbítero y Doctor e la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de san Antonio, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Portugal, primero fue canónigo regular y después entró en la Orden recién fundada de los Hermanos Menores, para propagar la fe entre los pueblos de África, pero se dedicó a predicar por Italia y Francia, donde atrajo a muchos a la verdadera fe. Escribió sermones notables por su doctrina y estilo, y por mandato de san Francisco enseñó teología a los hermanos, hasta que en Padua descansó en el Señor. († 1231)

Fecha de canonización: 1 de junio de 1232 durante el pontificado de Gregorio IX

Breve Biografía

San Francisco de Asís, que encontró al joven fraile Antonio con ocasión del Capitulo general inaugurado en Pentecostés de 1221, lo llamaba confidencialmente “mi obispo”. Antonio, cuyo nombre anagráfico es Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nació en Lisboa hacia el 1195. A Los quince años entró al colegio de Los canónigos regulares de San Agustín, y en sólo nueve meses profundizó tanto el estudio de la Sagrada Escritura que más tarde fue llamado por el Papa Gregorio IX “arca del Testamento”. A la cultura teológica añadió la filosófica y la científica, muy viva por la influencia de la filosofía árabe.

De esta vasta formación cultural dio muestras en los últimos años de vida predicando en la Italia septentrional y en Francia. Aquí recibió el titulo de “guardián del Limosino” por la abundante doctrina en la lucha contra la herejía. En 1946 Pio XII lo declaró doctor de la Iglesia con el apelativo de “Doctor evangelicus”. Cinco franciscanos habían sido martirizados en Marruecos, a donde habían ido a evangelizar a los infieles. Fernando vio los cuerpos, que habían sido llevados a Portugal en 1220, y resolvió seguir sus huellas: entró al convento de los frailes mendicantes de Coimbra, con el nombre de Antonio Olivares.

Durante el viaje de regreso de Marruecos, en donde no pudo estar sino pocos días a causa de su hidropesía, una tempestad empujó la embarcación hacia Las costas sicilianas. Estuvo algunos meses en Mesina, en el convento franciscano, y el superior de este convento lo llevó a Asís para el Capitulo general. Aquí Antonio conoció a San Francisco de Asís.

Lo mandaron a la provincia franciscana de Romaña en donde llevó vida de ermitaño en un convento cerca de Forli. Lo nombraron para el humilde oficio de cocinero y así vivió en la sombra hasta cuando sus superiores, dándose cuenta de sus extraordinarias cualidades de predicador, lo sacaron del yermo y lo enviaron al norte de Italia y a Francia a predicar en donde más se había difundido la herejía de Los albigenses.

Finalmente, Antonio fijó su residencia en el convento de la Arcella, a un kilómetro de Padua. De aquí iba a donde lo llamaban a predicar. En 1231, cuando su predicación tocó la cima de intensidad y se caracterizó por los contenidos sociales, Antonio se agravó y del convento de Camposampiero lo llevaron a Padua sobre un furgón lleno de heno. Murió en Arcella el 13 de junio de 1231. “El Santo” por antonomasia, como lo llaman en Padua, fue canonizado en Pentecostés de 1232, es decir, al año siguiente de su muerte, por la gran popularidad que se había ampliado con el correr de los tiempos.

Fuente: Mercaba.org

Célebre apóstol franciscano, doctor de la Iglesia universal y uno de los santos más venerados por el pueblo cristiano. Es conocido domo «el santo de todo el mundo» por la amplísima devoción popular de que siempre ha gozado dentro de la Iglesia, como «el santo de los milagros», debido a los muchos portentos que se le atribuyen, y como «Doctor Evangélico» en atención al profundo conocimiento de la S. E. que manifiesta en sus escritos.

Si prescindimos de los tópicos comunes a todas las hagiografías medievales en los que incurren también las dedicadas a A., cabe afirmar muy poco sobre su nacimiento y juventud. Sabemos que n. en Lisboa entre1188 y 1191, en una casa próxima a la catedral. Recibió el nombre de Fernando. Sus padres pertenecían a la burguesía acomodada de la ciudad. Como tales, lo más probable es que proporcionaran al santo una sólida educación religiosa y que lo enviaran a formarse intelectualmente a la escuela de la catedral. Siendo todavía muy joven, ingresó en el monasterio de canónigos agustinos de San Vicente de Fora, situado en las afueras de Lisboa. Cosideró perjudiciales para su perfeccionamiento espiritual las frecuentes visitas familiares, razón por la que a la edad de 17 años dejó dicho monasterio por el de Santa Cruz de Coimbra. En uno y otro centro, probablemente de forma autodidacta, es donde debió adquirir los conocimientos escriturísticos que manifestaría más tarde.

Entre mayo y noviembre de 1220, con la licencia de sus superiores, abandonó el monasterio de Coimbra para profesar en la naciente Orden franciscano. Entonces cambió su nombre original de Fernando por el de Antonio. Su decisión obedeció al deseo de obtener el martirio (ideal irrealizable siendo monje agustino) al igual que los protomártires franciscanos de Marruecos de 1216, a quienes parece que conoció y asistió en el monasterio cuando a su paso por la península Ibérica se hospedaron en él y cuyas reliquias pudo contemplar personalmente a su llegada a Coimbra. Quizá no dejara de influir tampoco en su cambio de vocación el contraste que observaba entre la ejemplaridad de la nueva Orden religiosa, establecida recientemente cerca de Coimbra, y la inquietud política, así como los abusos introducidos en el monasterio de Santa Cruz.

Deseoso del martirio, entre septiembre y octubre de 1220 se dirigió a Marruecos, en compañía de otro franciscano. Una prolongada enfermedad le obligó a abandonar Mauritania y reemprender viaje a Portugal. Los vientos cambiaron el rumbo de la nave y terminó desembarcando en Sicilia en la primavera de 1221. Como la mayor parte de los franciscanos de entonces, asistió al Capítulo General de la Orden celebrado en Asís el 30 mayo 1221. Su presencia en el Capítulo pasó inadvertida y sólo a petición propia fue acogido por el ministro provincial de la Romagna (región italiana del valle del Po), con cuya anuencia se retiró al eremitorio de Monte Paolo. Probablemente en septiembre (otros sitúan el hecho en Coimbra, en 1220) fue ordenado de sacerdote en Forlí, descubriendo también en esta coyuntura su verdadera y relevante personalidad al verse obligado a dirigir la palabra a los franciscanos y dominicos reunidos en un ágape fraterno. A partir de este momento, el hasta entonces desconocido franciscano comenzó a revelarse cada vez más como un extraordinario apóstol.

Seleccionado para este ministerio, desde septiembre de 1221 hasta noviembre de 1223 recorrió la Romagna en todas las direcciones, enfrentándose públicamente con los herejes cátaros y patarinos. Las muchas conversiones obtenidas que le atribuyen sus biógrafos, así como la inexplicable confusión producida en los herejes, obedecieron fundamentalmente a su santidad personal, a sus dotes de persuasión y a su profunda preparación intelectual, especialmente escriturística también parecen haber influido varios hechos extraordinarios que, como los acaecidos en Rímini, ofrecen serias probabilidades de autenticidad.

A la vista de su preparación intelectual y de su fervor, el mismo S. Francisco (v.) lo designó en 1223 como primer lector o profesor de Teología en la Orden, trasladándose para ello a Bolonia. El profesorado fue breve. En otoño de 1224 fijaba su residencia en Montpellier, respondiendo con ello al papa Honorio III que deseaba se trasladasen a Francia los más fervorosos y cultos predicadores para atajar el alarmante desarrollo de la herejía valdense. En Montpellier alternó la predicación y las conferencias públicas con el profesorado de Teología, recorriendo posteriormente todo el sur y el centro de Francia con el mismo espíritu y los mismos abundantes frutos espirituales recogidos anteriormente en Italia.

En 1227 fue elegido ministro provincial de la Romagna. El nuevo cargo no le impidió el ministerio del apostolado. Al mismo tiempo que, en virtud de sus obligaciones, visitaba los conventos de su jurisdicción, predicaba también con el fervor y la elocuencia que le eran característicos en los lugares de su paso. Tras una cuaresma especialmente clamorosa predicada en Padua, parece ser que intervino activamente en el Capítulo General de la Orden reunido en Asís en mayo de 1230, en el que defendió los puros ideales de la Orden contra las desviaciones que comenzaban a apuntar. En este mismo capítulo fue relevado de su cargo de ministro provincial.

Necesitado de reposo y constreñido a mirar por su salud, a raíz del Capítulo se trasladó al eremitorio de Arcella, situado en las proximidades de Padua. Para ayuda de los predicadores escribió entonces sus Sermones in Solemnitatibus (Sermones para las fiestas), Sermones in honorem et laudem Beatissimac Virginis Mariaé (Sermones en honor y alabanza de la Santísima Virgen María), a los que habían precedido antes del Capítulo General, y también en Padua, los Sermones Dominicales. En todos ellos manifiesta un profundo conocimiento de la S. E. y de los Santos Padres, sin serle tampoco desconocida la cultura clásica.

Minado por la enfermedad m. en el eremitorio de Arcella el 13 jun. 1231, siendo sepultado algunos días más tarde en el convento de Padua. Ese mismo año fue canonizado por Gregorio IX en atención a su indiscutible fama universal de santidad, pero no sin que antes se comprobase ésta mediante una comisión cardenalicia nombrada al efecto. Su sepulcro, en el que sólo se conserva la lengua, se encuentra en la basílica de su nombre en Padua. La Iglesia celebra su fiesta el 13 de junio. Tanto los pintores como los escultores han cultivado abundantemente su iconografía, sobresaliendo entre las obras artísticas los varios lienzos de Murillo.

Desde que Pío XII, mediante la bula Exulta, Lusitania felix del 16 en. 1946 declaró a A. Doctor de la Iglesia Universal, su figura ha ido adquiriendo una nueva perspectiva. Sin perder su matiz de santo eminentemente popular al que acude el pueblo sencillo en busca de solución para todas sus necesidades, ha ido prestándosela cada vez mayor atención a la eficiencia de su apostolado y a la doctrina contenida en sus escritos.

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ORACIÓN

¡Oh admirable y esclarecido protector mío,
San Antonio de Padua!
Siempre he tenido grandísima confianza en que me habéis de ayudar en todas mis necesidades,
rogando por mi al Señor a quien servisteis,
a la Virgen Santísima a quien amasteis
y al divino Niño Jesús que tantos favores os hizo.
Rogadles por mi,
para que por vuestra poderosa intercesión me concedan lo que pido.

¡Oh Glorioso San Antonio!
Pues las cosas perdidas son halladas por vuestra mediación
y obráis tantos prodigios con vuestros devotos;
yo os ruego y suplico me alcancéis de la Divina Majestad
el recobrar la gracia que he perdido por mis pecados,
y el favor que ahora deseo y pido,
siendo para Gloria de Dios
y bien de mi alma.
Amén.

Francisco de Asís, Santo

Memoria Litúrgica, 4 de octubre

Fundador de la Orden de los Franciscanos

Martirologio Romano: Memoria de san Francisco, el cual, después de una juventud despreocupada, se convirtió a la vida evangélica en Asís, localidad de Umbría, en Italia, y encontró a Cristo sobre todo en los pobres y necesitados, haciéndose pobre él mismo. Instituyó los Hermanos Menores y, viajando, predicó el amor de Dios a todos y llegó incluso a Tierra Santa. Con sus palabras y actitudes mostró siempre su deseo de seguir a Cristo, y escogió morir recostado sobre la nuda tierra († 1226).

Breve Biografía

San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales.

Francisco nació en Asís, Italia en 1181 ó 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera del país. Las gentes apodaron al niño “francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan”.

En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores.

Cuando Francisco tenía como unos veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo soportó con alegría.

Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo.

La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre. Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera.

Se dedicó a la oración y después de un tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Un día se encontró con un leproso que le pedía una limosna y le dio un beso.

Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales. Siempre, regalaba a los pobres sus vestidos, o el dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo crucificado le habló y le pidió que reparara su Iglesia que estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo y unas ropas de la tienda de su padre para tener dinero para arreglar la Iglesia de San Damián. Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero y le pidió permiso para quedarse a vivir con él. El sacerdote le dijo que sí se podía quedar ahí, pero que no podía aceptar su dinero.

El papá de San Francisco, al enterarse de lo sucedido, fue a la Iglesia de San Damián pero su hijo se escondió. Pasó algunos días en oración y ayuno. Regresó a su pueblo y estaba tan desfigurado y mal vestido que las gentes se burlaban de él como si fuese un loco. Su padre lo llevó a su casa y lo golpeó furiosamente, le puso grilletes en los pies y lo encerró en una habitación (Francisco tenía entonces 25 años). Su madre se encargó de ponerle en libertad y él se fue a San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo golpeó y le dijo que volviera a su casa o que renunciara a su herencia y le pagara el precio de los vestidos que había vendido de su tienda. San Francisco no tuvo problema en renunciar a la herencia y del dinero de los vestidos pero dijo que pertenecía a Dios y a los pobres. Su padre le obligó a ir con el obispo de Asís quien le sugirió devolver el dinero y tener confianza en Dios. San Francisco devolvió en ese momento la ropa que traía puesta para dársela a su padre ya que a él le pertenecía. El padre se fue muy lastimado y el obispo regaló a San Francisco un viejo vestido de labrador que tenía al que San Francisco le puso una cruz con un trozo de tiza y se lo puso.

San Francisco partió buscando un lugar para establecerse. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuera un mendigo.

Unas personas le regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias que usó durante dos años.

Luego regresó a San Damián y fue a Asís para pedir limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó las burlas y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia de San Pedro.

Después se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, de los benedictinos, que estaba en una llanura cerca de Asís.

Era un sitio muy tranquilo que gustó mucho a San Francisco. Al oir las palabras del Evangelio “...No lleven oro....ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a hablar a sus oyentes acerca de la penitencia. Sus palabras llegaban a los corazones de sus oyentes. Al saludar a alguien, le decía “La paz del Señor sea contigo”. Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros.

San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle que era un rico comerciante de Asís que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Su segundo discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco les concedió hábitos a los dos en abril de 1209.

Cuando ya eran doce discípulos, San Francisco redactó una regla breve e informal que eran principalmente consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Después de varios años se autorizó por el Papa Inocencio III la regla y les dio por misión predicar la penitencia.

San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una cabaña que luego tuvieron que desalojar. En 1212, el abad regaló a San Francisco la capilla de Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo que pertenecía a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula construyeron cabañas muy sencillas. La pobreza era el fundamento de su orden. San Francisco sólo llegó a recibir el diaconado porque se consideraba indigno del sacerdocio. Los primeros años de la orden fueron un período de entrenamiento en la pobreza y en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta. El fundador les había prohibido aceptar dinero. Se distinguían por su gran capacidad de servicio a los demás, especialmente a los leprosos a quienes llamaban “hermanos cristianos”. Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde se encontraran. El número de compañeros del santo iba en aumento.

Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió seguirlo en 1212. San Francisco consiguió que Santa Clara y sus compañeras se establecieran en San Damián. La oración de éstas hacía fecundo el trabajo de los franciscanos.

San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores” ya que quería que fueran humildes. La orden creció tanto que necesitaba de una organización sistemática y de disciplina común. La orden se dividió en provincias y al frente de cada una se puso a un ministro encargado “del bien espiritual de los hermanos”. El orden de fraile creció más alla de los Alpes y tenían misiones en España, Hungría y Alemania. En la orden habían quienes querían hacer unas reformas a las reglas, pero su fundador no estuvo de acuerdo con éstas. Surgieron algunos problemas por esto porque algunos frailes decían que no era posible el no poseer ningún bien. San Francisco decía que éste era precisamente el espíritu y modo de vida de su orden.

San Francisco conoció en Roma a Santo Domingo que había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia.

En la Navidad de 1223 San Francisco construyó una especie de cueva en la que se representó el nacimiento de Cristo y se celebró Misa.

En 1224 se retiró al Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. La única persona que lo acompañó fue el hermano León y no quiso tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro de las estigmas en el cual quedaron impresas las señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco. A partir de entonces llevaba las manos dentro de las mangas del hábito y llevaba medias y zapatos.

Dijo que le habían sido reveladas cosas que jamás diría a hombre alguno. Un tiempo después bajo del Monte y curó a muchos enfermos.

San Francisco no quería que el estudio quitara el espíritu de su orden. Decía que sí podían estudiar si el estudio no les quitaba tiempo de su oración y si no lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia se convirtiera en enemiga de la pobreza.

La salud de San Francisco se fue deteriorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaron y ya casi había perdido la vista. En el verano de 1225 lo llevaron con varios doctores porque ya estaba muy enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento en el que les recomendaba a los hermanos observar la regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. Al enterarse que le quedaban pocas semanas de vida, dijo “¡Bienvenida, hermana muerte!”y pidió que lo llevaran a Porciúncula. Murió el 3 de octubre de 1226 después de escuchar la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44 años de edad. Lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge en Asís.

Son famosas las anécdotas de los pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Señor, del conejillo que no quería separarse de él y del lobo amansado por el santo. Algunos dicen que estas son leyenda, otros no.

San Francisco contribuyó mucho a la renovación de la Iglesia de la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media. El ayudó a la Iglesia que vivía momentos difíciles.

¿Qué nos enseña la vida de San Francisco?

Nos enseña a vivir la virtud de la humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.

Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que da la pobreza.

Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.

Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida.

Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los requisitos de la Iglesia y les pedía a los frailes obedecer a los obispos.

Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no se necesita nada material.

Nos enseña lo importante que es sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente en momentos de dificultad.

La sencillez de la coherencia

Santo Evangelio según san Mateo 5, 33-37. Sábado X del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que viva de cara a ti, con alegría y sencillez.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 33-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.

Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno’.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

‘Han oído ustedes...pero yo les digo.’ ¿Qué es lo que Jesús está haciendo aquí? ¿Acaso no ha dicho que no viene a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento? Sí, así es. Dar cumplimiento quiere decir llevar a plenitud. Y la plenitud de la Ley es el amor. Ése es el cambio que Jesús opera: del amor a la Ley, a la Ley del amor.

Por eso es que no tiene sentido jurar de ninguna manera. Quien jura, busca comprometerse poniendo como testigo a alguien más. Jurar es usar de un objeto o de una persona como garantía. Eso no es amor. El que ama, no debe preocuparse por jurar, pues se compromete, no por obligación sino con la libertad que viene precisamente de vivir en ese amor. Jurar es querer cumplir algo por deber; servir es querer cumplir a alguien por amor. ¿Vemos la diferencia?

¡Pero hay más! Ya decía san Agustín: ama y haz lo que quieras. Esto no es licencia para actuar intempestivamente, justificándonos en lo que llamamos amor. No. Antes bien, quiere decir que en el corazón en el que el amor reina, toda acción se vuelve consecuencia de ese amor y, por tanto, no puede errar. Quien ama es suficientemente libre para reconocer también los límites de su amor, la imperfección que lo caracteriza.

De aquí se desprenden los últimos versículos. Amar nos hace libres. La libertad nos permite movernos con sencillez. Y esa sencillez genera en nuestra vida la coherencia que nos lleva a amar más. Es un círculo virtuoso. Condúcete con sencillez, en la libertad de un verdadero hijo de Dios, y cada día amarás de modo más completo. ¡Pero cuánto nos cuesta acoger esa sencillez! Pidamos esa gracia, pues sólo entonces dejaremos de poner atención a lo que hemos oído, y haremos caso a lo que Jesús nos dice ahora.

«Esto significa también ser libre ante el público: hablar al estilo evangélico: “sí, sí”, “no, no”, porque lo demás viene del maligno (cf. Mt 5,37). La comunicación necesita palabras reales en medio de tantas palabras vacías. Y en esto tenéis una gran responsabilidad: vuestras palabras cuentan la historia del mundo y le dan forma, vuestras historias pueden generar espacios de libertad o esclavitud, de responsabilidad o de dependencia del poder». (Discurso SS Francisco, 23 de septiembre de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Cuando alguna situación supere mis fuerzas el día de hoy, en vez de desesperar o de complicarme, buscaré vivirla desde la óptica del amor con sencillez, agradeciendo a Dios la oportunidad de servirle y de amarle más.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La familia cristiana: Una buena nueva para el tercer milenio

La familia cristiana está insertada de tal forma en el misterio de la Iglesia que participa, a su manera, en la misión de salvación que es propia de la Iglesia: acoge y anuncia la Palabra de Dios. Se hace así, cada día más, una comunidad creyente y evange

Por: Consejo Pontificio para la Familia

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La familia cristiana: Una buena nueva para el tercer milenio
La familia acoge y anuncia la Palabra
En la vida diaria de cada jornada
Signo de la Alianza Pascual
Cristo Esposo de la Iglesia
Familia, gran misterio
Comunidad de vida y amor
Familia, sujeto de evangelización
La educación religiosa
Sacerdocio bautismal y catequesis familiar
Apertura a los lejanos
Jesús permanece con ellos
Testigos del «Evangelio de la familia»
Raíz y fuerza de la alianza conyugal
Potencia educativa de la Eucaristía
Conflictos y reconciliación en familia
Sacramento de la Penitencia y paz en familia
La oración abre al amor hacia los hermanos
La educación de los hijos a la oración
La oración en familia y la oración litúrgica
La familia: sujeto social
Primera escuela de socialidad
Derechos de la familia y derecho a la vida
Apertura solidaria a todos los hombres como hermanos
El servicio a los pequeños, débiles y pobres
La preparación de los hijos al matrimonio
Acompañar las jóvenes familias
Familia y vida, binomio inseparable
Educar los hijos al respeto a la vida
Plegaria por la Familia

Trabajo Infantil, el Papa llama a proteger a los menores: «todos somos responsables»

El 12 de junio es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil

El próximo viernes 12 de junio es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Millones de niños de todo el mundo se ven obligados a realizar trabajos inadecuados para su edad, a fin de ayudar a sus familias en condiciones de extrema pobreza. “Todos somos responsables de esto”, aseveró el Papa Francisco al final de la Audiencia General, haciendo un llamamiento a las instituciones para que hagan “todo lo posible” por proteger a los menores. Estas sus palabras:

El próximo viernes 12 de junio celebramos el Día Mundial contra la Explotación del Trabajo Infantil, un fenómeno que priva a los niños y niñas de su infancia y pone en peligro su desarrollo integral. En la actual situación de emergencia sanitaria, en varios países muchos niños y chicos se ven obligados a realizar trabajos inadecuados para su edad, a fin de ayudar a sus familias en condiciones de extrema pobreza. En muchos casos se trata de formas de esclavitud y reclusión que provocan sufrimiento físico y psicológico. Todos somos responsables de esto.

Hago un llamamiento a las instituciones para que hagan todo lo posible por proteger a los menores, llenando las lagunas económicas y sociales que están en la base de la dinámica distorsionada dinámica en la que, lamentablemente, ellos se ven envueltos. Los niños son el futuro de la familia humana: ¡depende de todos nosotros favorecer su crecimiento, salud y serenidad!

12 típicas frases prejuiciosas sobre nuestra fe... con sus respuestas

Intentamos dar recursos para poder explicar porqué son falsas esas frases y por qué los católicos no somos eso que dicen que somos
Los mitos y prejuicios que la gente puede tener sobre los católicos son una fórmula con muchos ingredientes. Tiene una pizca de desconocimiento, una cucharadita de humor, unos cuantos gramos de heroísmo y querer salvar la verdad, una porción de descontextualización y por último tiene varios kilos de mala intención y de buscar desacreditar no solo a los cristianos, sino que a la Iglesia como institución.

Es casi un requisito para quien se dice ser cristiano, el haber sido escuchado algún prejuicio por parte de sus amigos o familiares. Del mismo Jesús se dijeron cosas que no tenían ningún asidero en la realidad, por lo tanto, para nosotros que somos sus seguidores, es obvio que si seguimos sus pasos nos va a tocar algo similar; por eso ¡ánimo!.

No obstante la idea no es que te conformes y aceptes así sin más los prejuicios y los mitos que se han ido construyendo sobre los católicos, sobre nuestra fe y sobre nuestra Iglesia, sino que queremos proponerte una entretenida galería con 12 frases prejuiciosas o mitológicas que la gente cree y que nosotros sabemos que es una rotunda mentira.

Este artículo no pretende ser un tratado de apologética, pero hemos intentado agregar a cada una de esas frases el link a un artículo en donde te damos recursos para poder explicar porqué eso es falso y por qué los católicos no somos eso que dicen que somos.

1.- Adoras a la Virgen María como si fuera Dios
María es la madre de nuestro Señor, Dios mismo la escogió para esa misión y ciertamente lo hizo fantástico, pero nosotros adoramos a Dios y a nadie más que a Dios. A la Virgen la amamos, la veneramos, la respetamos y confiamos en su intercesión de madre amorosa. Lee este artículo y te explicamos un poco más profundamente como relacionarnos con la Virgen María.

2.- Eres homofóbico
Este es un mito maquinado por el Lobby Gay, que quiere hacernos quedar mal con todo el mundo. ¡Nos oponemos rotundamente a este mito!

Te queremos presentar un artículo que titulado "La Iglesia Católica y la homosexualidad", el cual tiene un excelente video que seguro hará caer por los suelos este mito.

3.- Tienes esa visión de la vida hipócrita y puritana...
Eso es muy chistoso, porque la gente relaciona la fe con el ser seres de otro mundo, esclavos de las normas, tremendamente frustrados y aburridos.

Jesús mismo se enojó, tomó vino para celebrar, sus amigos fueron de dudosa reputación y frecuentó lugares que a muchos escandalizaron.

Nuestros amigos de Catholic-link nos presentan un artículo para que veas que la santidad tiene poco que ver con ser un puritano y más con ser apóstol. Todo esto unido a que se cree que es un pecado mortal tomar unos traguitos o fumar alguna vez.

4.- No estás de acuerdo con los avances de la ciencia
Solo como una pequeña muestra, te invitamos a ver al astrónomo Guy Consolmango, quien es un Sacerdote Jesuíta... exacto, ¡es cura! Un hombre de fe dando una charla TED sobre ciencia. Revisa el artículo aquí.

5.- Te crees perfecto y por eso vas diciéndole a todo el mundo cómo vivir
Ya, es verdad...¡NOOO!

Una de las partes centrales de nuestra fe es reconocer que somos frágiles y que necesitamos de Dios. Si fuéramos perfectos no necesitaríamos de la ayuda de nadie y eso no es verdad, porque vaya que sí la necesitamos.

Te compartimos un artículo que invita a comenzar por uno mismo, pues la mayor lucha no es cambiar a los demás, sino la  santidad personal.

6.- Entiendo, te lavaron el cerebro y por eso crees todas estas cosas
Este mito está dentro de esas teorías de conspiración de los grandes poderes mundiales  en donde la Iglesia tiene un rol protagónico lavándonos el cerebro para dominar al mundo.

La verdad es que somos libres y Dios lo ha querido así. La fe es voluntaria y fruto de una experiencia personal, nadie obliga a nadie.

7.- Pides dinero para ayudar pero en verdad la Iglesia debería vender todo el oro que hay en el Vaticano
No podemos culpar a quienes creen eso, pero la verdad es que es un error creerlo. La información no siempre está tan clara y disponible, pero te compartimos este artículo en donde queda explicado claramente qué es lo que hace el Vaticano con sus finanzas.

8.- Te la pasas repitiendo esos rezos sin sentido.
La gente se confunde, pues nos escuchan recitar el Padrenuestro o el Ave María y creen que son frases repetitivas y sin sentido.
Te compartimos un artículo para destruir el mito de que nuestra oración es palabraría vana.

9.- Escondes todo ese montón de misterios y de secretos (sobre todo lo que pasa en el Vaticano)
No sabemos de donde salió eso, pero te invitamos a que veas este imperdible vídeo blog, pues vas a poder presenciar en primera fila en que consiste atravesar las puertas del Vaticano y darte cuenta que todo eso de los misterios, ultra seguridad y secretos es pura ciencia ficción.

10.- Eres un conservador cerrado
¿Habrá en la historia de la humanidad alguien más contra corriente y poco conservador que Jesús? Conservar la bondad y el amor por la humanidad es algo hermoso. Eso no significa de ninguna manera ser cerrados. En las propias palabras del Papa Francisco, estamos llamados a ser protagonistas de la historia. Se relaciona la palabra conservador con cerrados, reprimidos e infelices, pero es mentira. Cuidamos nuestra alma, pero eso poco tiene que ver con ser infelices.

11.- Eres tremendamente aburrido
Te compartimos un enlace en donde te damos 10 razones que demuestran que no lo somos para nada, al contrario, nuestra experiencia de fe y la forma en la que enfrentamos el mundo hace que nuestro paso por la tierra sea emocionante y lleno de vida.

12.- Seguro solo escuchas música cristiana y aburrida
No solo escuchamos la música que escucha todo el mundo (no hay un mandamiento que nos obligue a no escuchar cualquier música), sino que además dentro de la Iglesia se hace música de mucha calidad y contenido.

Para terminar te dejamos un pensamiento:

"Me preguntas si estoy alegre ¿Cómo no estarlo mientras la fe me da fuerzas? ¡La tristeza debe ser barrida del alma del católico!

Beato Pier Giorgio Frassati

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