La Virgen nunca pidió nada para sí misma
- 20 Junio 2020
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¿Cómo contemplar el Corazón de Jesús y el Corazón de María?
El Sagrado Corazón no es sólo una representación sensible, ni su devoción se queda en un conjunto de prácticas religiosas. La devoción al Sagrado Corazón evoca el amor del Hijo de Dios que se encarnó por amor y que entregó su cuerpo en la cruz mediante un acto de amor. Esta devoción ayuda a centrar la vida espiritual en el amor de Jesús, rico en misericordia.
Si alguien tiene sed que venga a mí y beba (Jn 17, 37)
El buscador de Dios encuentra en la oración una respuesta. La meditación diaria es un momento de gracia en que el Espíritu Santo viene con Su poder y nos cubre con Su sombra (cf Lc 1,35). Allí, el amor se convierte para el sediento en la única ocupación.
Desde el día en que el soldado traspasó el costado de Jesús con su lanza (Jn 19,34), la Iglesia es regada por esa fuente de la que mana la Vida. Por eso ayuda mucho contemplar en la oración la herida en el costado de Jesús. Junto a María, al pie de la cruz, ver cómo brotan el agua y la sangre, figuras del bautismo y de la eucaristía. Es un continuo fluir de la misericordia divina que nos lava y nos nutre y sacia nuestra sed a través de los sacramentos. El costado traspasado de Jesús nos baña con su infinita misericordia que brota del manantial del amor: el Sagrado Corazón.
1. Dios nos ama con un corazón humano
Una dificultad frecuente en la vida de oración consiste en que se ve el mundo espiritual demasiado lejano a nuestra realidad cotidiana. Me gusta imaginar a un bebé buscando desde el suelo la mirada de su padre sin poder alcanzarlo. De pronto el padre se tumba en el suelo, se pone a su nivel y le sonríe. Luego lo carga y lo levanta.
Nosotros no alcanzamos a Dios y, de pronto, Él desciende hasta nosotros y nos eleva a Sí. En Cristo, Dios se hace asequible. (cf Jn 1,14) El Corazón de Jesús representa la humanidad de Cristo; lo vemos como uno de los nuestros. Dios se encarnó para amarnos con un corazón humano. Así nos permitió vivir la comunión de vida con Él. Y cuando vemos a Dios amándonos así, con un corazón como el nuestro, nos brota espontáneo decirle: ¡Así te necesito, de carne, sangre y hueso!
2. Contemplar para escuchar
Otra dificultad que se plantea continuamente en la dirección espiritual y en los cursos de oración cuando se explica que orar es sobre todo escuchar, es la pregunta ¿Y qué significa escuchar en la oración? ¿Cómo se hace para escuchar a Dios? Mi respuesta suele ser: si quieres escuchar, contempla.
Contémplalo en la cueva de Belén, contémplalo en la cruz, contémplalo en la creación, contémplalo en el Sagrario, contempla los corazones traspasados de Jesús y de María…. y escucharás que te dice que te ama.
Contemplar los misterios de la vida de Cristo es comprobar la abundancia del amor de Dios a nosotros. "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19, 37; Zac 12, 10). Mirarle con los ojos interiores, mirarle sobre todo cuando estamos dolidos y arrepentidos y escuchar que nos dice una y otra vez: “No pasó nada, te sigo amando igual”.
Así se lo dijo a Sor Faustina: “Has de saber hija mía, que mi corazón es la Misericordia misma. Desde este mar de Misericordia las Gracias se derraman sobre el mundo entero. Ningún alma que se haya acercado a Mí ha partido sin haber sido consolada. Cada miseria se hunde en mi Misericordia y de este manantial brota toda Gracia salvadora y santificante..." (Diario de Sor Faustina # 1777, p. 626)
3. Dejarse amar
¿Quién entiende la pasión de Cristo? ¿Quién entiende la Eucaristía? No tratemos de entender, son misterios que más bien es preciso contemplar y agradecer.
Centra la mirada en las manos de Jesús. No están atadas con cuerdas. Las cuerdas que le atan debe descubrirlas el corazón contemplativo: son las cuerdas del amor a la Iglesia. Se encuentran libres, pero Jesús libremente se somete y se ofrece como manso cordero.
“Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente” (Jn 10,18) “Su no-violencia es la fuerza del amor” (Jean Corbon)
Después de resucitado quiere quedarse con las manos voluntariamente atadas, preso en el Sagrario, para que vaya a visitarle y allí encontrar yo mi descanso: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt 11, 28). Él es el preso y sin embargo, cuando voy a acompañarle, soy yo el que sale consolado.
Jesús reclina su cabeza sobre la Madre, significando aceptación. Y María, representándonos a todos nosotros, se une a Jesús llena de compasión. Ese diálogo contemplativo de la mirada de María, nos hace comprender que el quehacer en la oración es dejarse amar y amar. El rostro de Cristo Redentor: manso y misericordioso. En sus ojos cerrados repasa la historia de tu vida y de la suya, deja que te invada de paz y junto con San Pablo concluye sin decir palabra: “Me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20)
Y una vez que has experimentado el grande amor que Dios te tiene: dale amor. El camino nos lo indican las dos manos de María. ¿Hacia dónde están orientadas? Hacia el costado traspasado: así nos muestra ella el camino de la interioridad y la conversión. Conocer el amor, vivir el amor, compartir el amor.
Este icono me dice que la oración, más que actos y técnicas es un tiempo para estar juntos, sin preocuparnos de pasos y de métodos, sino de estar en su presencia, contemplando el rostro de Cristo. Estarse allí, como María: dándole amor, gustando su amor, compartiendo su amor.
Una sugerencia para la meditación personal en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
En la solemnidad del Sagrado Corazón haré mi oración de esta manera, tal vez alguno quiera hacer lo mismo: trayendo a la memoria el icono de los Corazones traspasados estaré rumiando esta expresión de San Agustín que me hace tanto bien en el momento presente de mi vida:
“El pasado ponlo en las manos de la Divina Misericordia.
El futuro en manos de la Divina Providencia.
El presente en manos del Divino Amor.”
¡Sagrado Corazón de Jesús! En ti confío
Inmaculado Corazón de María
Sábado posterior al segundo domingo después de Pentecostés. 4 de junio 2016
La devoción al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de Jesús, fue promovida por San Juan Eudes en el siglo 17.
El Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de María.
En 1944, el Papa Pío extendió esta devoción a toda la Iglesia fijando la celebración del Inmaculado Corazón de María el 22 de agosto, ocho días después de la Asunción.
Con la renovación litúrgica, se le restó importancia a esta fiesta para dársela a las principales fiestas marianas y, se cambió la fecha para un día después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
San Juan Eudes, decía que el Corazón de María es la fuente y el principio de todas las grandezas y excelencias que la adornan y que la hacen estar por encima de todas las creaturas; por ser hija predilecta de Dios Padre, madre muy amada de Jesús y esposa fiel del Espíritu Santo.
Y que ese santísimo Corazón de María es fuente de todas las virtudes que practicó.
También San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, profesó un inmenso amor a esta advocación.
Quiso que sus misioneros, salieran por todo el mundo extendiendo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Fue un profeta de Fátima, porque en Fátima la Virgen personalmente nos manifestó que Dios quería salvar al mundo, por medio de su Inmaculado Corazón.
La fiesta del Inmaculado Corazón de María sigue a la del Sagrado Corazón de Jesús. El corazón expresa y es símbolo de la intimidad de la persona. La primera vez que se menciona en el Evangelio el Corazón de María es para expresar toda la riqueza de esa vida interior de la Virgen: “María conservaba estas cosas en su corazón”
El corazón de María conservaba como un tesoro el anuncio del Ángel sobre su Maternidad divina; guardó para siempre todas las cosas que tuvieron lugar en la noche de Belén, o la adoración de los pastores ante el pesebre, y la presencia, un poco más tarde, de los Magos con sus dones,... y la profecía del anciano Simeón, y las preocupaciones del viaje a Egipto.
Más tarde, el corazón de María sufrió por la pérdida de Jesús en Jerusalén a los doce años de edad, según lo relata San Lucas en el evangelio de hoy.
Pero María conservaba todas estas cosas en el corazón....
Jamás olvidaría los acontecimientos que rodearon a la muerte de su Hijo en la Cruz, ni las palabras que le oyó decir: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Y al mirar a Juan ella nos vio a todos nosotros. Vio a todos los hombres. Desde aquel momento nos amó con su Corazón de madre, con el mismo Corazón que amó a Jesús.
Pero María ejerció su maternidad desde antes que se consumase la redención en el Calvario, pues Ella es madre nuestra desde que prestó su colaboración a la salvación de los hombres en la Anunciación.
En el relato de las bodas de Cana, San Juan nos revela un rasgo verdaderamente maternal del Corazón de María: su atenta disposición a las necesidades de los demás. Un corazón maternal es siempre un corazón atento, vigilante.
La devoción al Corazón de María no es una devoción más. Nos lleva a aprender a tratar a nuestra Madre con más confianza, con la sencillez de los niños pequeños que acuden a sus madres en todo momento: no sólo se dirigen a ellas cuando están en gravísimas necesidades, sino también en los pequeños apuros que le salen al paso. Las madres les ayudan a resolver los problemas más insignificantes. Y ellas – las madres – lo han aprendido de nuestra Madre del Cielo.
Hoy queremos encontrarnos con María, con nuestra madre. Si recurrimos confiados a ella, ella nos va a decir qué debemos hacer y sentiremos su amor por nosotros. Ese mismo amor que Jesús tiene por cada uno de nosotros. y ella nos dirá que nos quiere, que nos quiere con toda su alma.
Pidamos a Dios que preparó en el Corazón de María, una morada digna al Espíritu Santo, que haga que nosotros, por intercesión de la Santísima Virgen lleguemos a ser templos dignos de su gloria.
Consagración al Sagrado Corazón de María
Oh Corazón Inmaculado de María, por tu perfecta comunión de amor con el Corazón de Jesús, eres la escuela viviente de total consagración y dedicación a Su Corazón.
En tu Corazón, Oh Madre, queremos vivir para aprender a amar, sin divisiones, al Corazón de Jesús; a obedecerle con diligencia y exactitud; servirle con generosidad y a cooperar activa y responsablemente en los designios de Su Corazón.
Deseamos consagrarnos totalmente a tu Corazón Inmaculado y Doloroso que es el camino perfecto y seguro de llegar al Corazón de Jesús. Tu Corazón, es también refugio seguro de gracia y santidad, donde nos vamos liberando y sanando de todas nuestras oscuridades y miserias.
Deseamos pertenecer a tu Corazón, Oh Virgen Santísima, sin reservas y en total disponibilidad de amor a la voluntad de Dios, que se nos manifestará a través de tu mediación maternal.
En virtud de esta consagración, Oh Inmaculado Corazón, te pedimos que nos guardes y protejas de todo peligro espiritual y físico. Qué nuestros corazones ardan con el fuego del Espíritu como arde tu Corazón.
Qué unidos a ti, que eres la portadora por excelencia de Cristo para el mundo, y ungidos por el poder del Espíritu Santo, seamos instrumentos para dar a un mundo tan árido y frío, el amor, la alegría y la paz del Corazón de Jesús.
Consulta también al P. Jesus Martí Ballester en su artículo El Inmaculado Corazón de María y Fiesta del Inmaculado Corazón de María
El corazón de una madre
Santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51. Sábado del Inmaculado Corazón de Mar
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a entender las razones de mi corazón porque sé que Tú me puedas hablar de corazón a corazón. Te pido la gracia de seguir contemplando tu corazón humano y divino que me ama con un amor infinito.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia". Él les respondió: "¿Por qué me andaban buscando? ¿No saben que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?". Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El corazón de una madre se desgarra cuando sabe que uno de sus hijos está perdido. Me imagino que este era el sentimiento de María al darse cuenta que no sabía dónde estaba su amado hijo. En momentos difíciles, en este caso la pérdida de un hijo, es cuando podemos ver cuánto amamos las cosas que tenemos. Sus padres sienten que su mundo se derrumba. Seguramente cuando lo encuentran van directamente a abrazarlo y decirle cuánto lo buscaron, cuánto lo extrañaron, que nunca más quieren perderlo; así reconocen que su hijo es el tesoro más grande que tienen.
Otro tipo de pérdida de un hijo es cuando va por mal camino. Esto puede suceder muy a menudo e incluso en familias muy buenas. Lo primero que me viene a la mente son las palabras que le dirigió san Ambrosio a la madre de san Agustín: «Un hijo de tantas lágrimas no puede perderse», porque la primera actitud que como padres se debe tener, el rezar por los propios hijos para que puedan retomar el buen camino que, a fin de cuentas, es por su propio bien, pero claramente no es fácil y se necesitarán muchas oraciones y lágrimas hasta que Dios pueda tocarles el corazón.
«Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas». En el corazón tenemos tantas cosas que nos han sucedido y que, de una u otra manera, han dejado huella. Orar ante el Señor es un momento especial para abrirle el corazón y contarle las cosas que conservábamos, especialmente aquellas que son más dolorosas. Me imagino a María haciéndolo todos los días, y no solo de las cosas extraordinarias, sino también de su día a día con Jesús y José.
«La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás: pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: “Soy la madre, mírenme: seré la reina madre”. No lo dijo nunca. No pidió algo importante para ella, en el colegio apostólico. Sólo acepta ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, porque el Evangelio muestra que siguió a Jesús: con sus amigas, mujeres piadosas, seguía a Jesús, escuchaba a Jesús. Una vez que alguien la reconoció: “Ah, ahí está su madre”, “Tu madre está aquí”... Seguía a Jesús. Hasta el Calvario. Y allí, de pie... la gente seguramente decía: “Pobre mujer, lo que sufre”, y los malos seguramente dijeron: “Ella también tiene la culpa, porque si lo hubiera educado bien esto no habría acabado así”. Allí estaba, con el Hijo, con la humillación del Hijo. Honrar a la Virgen y decir: “Esta es mi Madre”, porque ella es la Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz». (Homilía SS Francisco, 3 de abril de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar el rosario por los niños que sufren en el mundo, que son huérfanos, maltratados y no se sienten queridos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El «síndrome post-aborto» dispara los intentos de suicidio
Angustia, ahogo, sentimiento de culpa, insomnio, depresión, aislamiento, agresividad, llanto, nerviosismo, agotamiento, alcoholismo, autolesiones, intentos de suicidio...
Siete de cada diez parejas que se someten a esta práctica terminan en ruptura.
Angustia, ahogo, sentimiento de culpa, insomnio, depresión, aislamiento, agresividad, llanto, nerviosismo, agotamiento, alcoholismo, autolesiones, intentos de suicidio... Si estas patologías le parecen llevaderas, añádale todo un calvario de problemas en sus relaciones personales que, probablemente, terminarían con su noviazgo o matrimonio, le provocarían disfunciones sexuales y quizá hasta la pérdida de su empleo.
No se trata de los desvaríos psicológicos propios de una esquizofrenia, sino de los efectos comprobados del llamado «síndrome post-aborto» que, según ha denunciado la presidenta de la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA), Carmina García-Valdés, cada vez está más extendido en nuestro país y que ha disparado los intentos de suicidio en las madres. Algo estrechamente ligado al aumento de interrupciones del embarazo que se han producido en España en los últimos años: las cifras más recientes, de 2003, hablan de 80.000 abortos en todo el territorio nacional.
Estigmas de por vida
«El aborto no soluciona nada, al contrario, origina en las mujeres una angustia y un gran sentimiento de culpa» declaró García-Valdés a la agencia ACI. Pero ahí no terminan los padecimientos. Según la AVA, los efectos que causa el aborto en las madres que lo practican se convierten en estigmas que las acompañan durante casi toda su vida. Entre los síntomas figuran la depresión, la incapacidad de concentración, el desinterés y el aislamiento, el insomnio, las pesadillas, una traumática incapacidad para manifestar los sentimientos y una sensación de ahogo prolongado.
Y aún hay más.
El «síndorme post-aborto» conduce a quienes lo sufren hacia el alcoholismo, la bulimia o la anorexia, el agotamiento, el nerviosismo y crisis de histeria y agresividad. Amén de provocar frigidez, disfunciones sexuales, maltrato doméstico y autolesiones, según AVA. Aunque lo que realmente preocupa a las asociaciones pro-vida son los planteamientos de suicidio. «Un 60 por ciento de las mujeres que abortan albergan ideas suicidas y un alarmante 28 por ciento intenta suicidarse al menos en una ocasión», confirma García-Valdés.
Las otras víctimas.
«La primera víctima del aborto es, por supuesto, el niño no nacido. Pero las segundas son las madres y los padres que no tuvieron información suficiente de las consecuencias de ese acto ni de las alternativas y ayudas que existen para no abortar», asegura la presidenta de la Asociación de Víctimas del Aborto.
Y es que la práctica abortista suele conllevar posteriormente la ruptura de hasta el 70 por ciento de las parejas que se someten a ella. Algo que hunde sus raíces en los problemas de comunicación, las disfunciones sexuales y la «baja autoestima y mayor desconfianza» que se suceden tras un aborto. Sentimientos que se pueden trasladar al resto de ambientes: «el aborto se vincula de forma significativa con un riesgo añadido de abuso del alcohol, tabaquismo, conductas violentas, divorcio o separación, accidentes de tráfico y pérdida del puesto de trabajo», según García-Valdés. Toda una tragedia humana que hace del núcleo familiar un lugar inhóspito y agobiante para los cónyuges.
«Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo»
Papa Francisco y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
La tarde del 27 de junio de 2014, el Papa tenía previsto realizar una visita al policlínico romano Agostino Gemelli y a la Facultad de medicina y cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, con motivo del quincuagésimo aniversario de su fundación, día en el que, además, se celebraba esta Solemnidad. Y si bien Francisco no pudo hacerla, encargó al Cardenal Angelo Scola, entonces Arzobispo de Milán y Presidente del Instituto Toniolo que presidiera, en su lugar, la celebración eucarística programada en la plaza frente a la Facultad y que diera lectura de la homilía que el Santo Padre había preparado para esa ocasión.
Jesús permanece fiel
En aquella homilía del Papa leemos un concepto que ha repetido muchas veces a lo largo de su Pontificado, y es que “el amor fiel de Dios a su pueblo se manifestó y se realizó plenamente en Jesucristo”. Además Francisco escribía en aquella oportunidad que “para honrar el vínculo de Dios con su pueblo”, el Señor “se hizo nuestro esclavo, se despojó de su gloria y asumió la forma de siervo”. De manera que, en su amor, “no se rindió ante nuestra ingratitud y ni siquiera ante el rechazo”; tal como nos lo recuerda San Pablo:
“Si somos infieles, Jesús permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.
Jesús jamás traiciona
El Papa también había escrito que “Jesús permanece fiel, no traiciona jamás: aun cuando nos equivocamos, Él nos espera siempre para perdonarnos: es el rostro del Padre misericordioso”:
“Este amor, esta fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón: Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad”.
Sentido de la fiesta del Sagrado Corazón
“Que nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo”.
Y al recordar que el Señor se definió a sí mismo diciendo: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”, el Santo Padre explicaba que “el sentido de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos hoy, es que descubramos cada vez más y nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre”:
“Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y la dificultad”.
Por esta razón, al dirigirse de modo especial a los médicos y al personal paramédico de este policlínico, perteneciente a la Universidad Católica del Sagrado Corazón, les decía que “la fidelidad de Dios nos enseña a acoger la vida como acontecimiento de su amor y nos permite testimoniar este amor a los hermanos mediante un servicio humilde y manso”. Y añadía:
“Aquí, cada uno de ustedes lleva a los enfermos un poco de amor del Corazón de Cristo”.
Ya en aquella ocasión el entonces “nuevo Papa” concluía su homilía sugiriendo decirle a Jesucristo: “Señor Jesús, haz que mi corazón sea cada vez más semejante al tuyo, pleno de amor y fidelidad”.
“Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo”
Y precisamente hace pocos días, a la hora del Ángelus dominical del pasado 7 de junio, desde la Plaza de San Pedro, el Papa recordaba al mundo que este mes está dedicado de manera especial al Sagrado Corazón de Cristo, “una devoción que une a los grandes maestros espirituales y a la gente sencilla del pueblo de Dios”. Francisco decía que “en efecto, el Corazón humano y divino de Jesús es la fuente de donde siempre podemos obtener misericordia, perdón y ternura de Dios”. A la vez que sugería que “podemos hacer esto reflexionando sobre un pasaje del Evangelio, sintiendo que en el centro de cada gesto, de cada palabra de Jesús, en el centro está el amor, el amor del Padre que ha enviado a su Hijo, el amor del Espíritu Santo que está dentro de nosotros. Y podemos hacerlo adorando la Eucaristía, donde este amor está presente en el Sacramento”.
“De este modo – proseguía el Santo Padre – nuestro corazón también, poco a poco, se volverá más paciente, más generoso, más misericordioso, imitando el Corazón de Jesús”. Y llegado a este punto el Papa decía que hay una antigua oración, que él aprendió de su abuela y que reza: “Jesús, haz que mi corazón se parezca al tuyo”. A lo que añadía:
“Es una hermosa oración. ‘Haz mi corazón semejante al tuyo’. Una hermosa oración, pequeña, para rezar este mes. ¿La decimos juntos ahora? ‘Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo. Otra vez: ‘Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo’”.
Cabe destacar que también el Video del Papa para el corriente mes de junio llama a recorrer un camino lleno de compasión, capaz de transformar nuestra vida y la de nuestro prójimo, con la esperanza de acercarnos más al Corazón de Jesús.
Una fiesta tan querida por el pueblo cristiano
Mientras hace apenas dos días, antes de concluir la Audiencia general del miércoles 17 de junio sobre el tema de la oración de Moisés – cuya catequesis impartió desde la Biblioteca Privada del Palacio Apostólico – en sus saludos el Papa recordaba la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús que se celebra hoy, definiéndola “una fiesta tan querida por el pueblo cristiano”. De ahí su invitación”.
“Los invito a descubrir las riquezas escondidas en el Corazón de Jesús, a aprender a amar al prójimo”.
Sugerencia del Papa en este día tan especial
De la misma manera, al saludar a los fieles de lengua española que, como todos los demás, seguían esta catequesis a través de los medios de comunicación social, el Santo Padre recordaba la celebración de hoy diciendo que en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús se celebra la Jornada de santificación sacerdotal. De ahí su sugerencia en este día tan especial:
“Los animo a rezar por los sacerdotes, por su párroco, por aquellos que están cerca de ustedes y conocen…, para que a través de su oración el Señor los fortalezca en su vocación, los conforte en su ministerio y sean siempre ministros de la Alegría del Evangelio para todas las gentes”.
Escuchar con el corazón
Se debe buscar el conocimiento propio de la etapa que se está viviendo para poder crecer en el amor mutuo
Es sumamente importante que los novios sepan dialogar entre sí, que conversen con apertura, escuchando al otro no sólo con los oídos, sino con el corazón. Sólo el diálogo, por el que el otro se nos comunica, puede hacer posible nuestro conocimiento de él en cuanto persona humana.
1- Dialogar, dialogar mucho; no reducir sus relaciones a charlas insustanciales, no ocultar al otro el propio yo por miedo a quedar mal, a perderlo; decir con sinceridad la propia opinión, aunque no concuerde con la del otro. No hay veneno que corroa más el matrimonio y el noviazgo que la mentira, la insinceridad, la desconfianza.
2- Dialogar con el Otro, con Dios Nuestro Señor. Tratar a solas con Él todos sus progresos, problemas e ilusiones. Ponerse ante Él tal cual son, y pedirle que les ayude a conocerlo mejor a Él, a conocerse mejor a sí mismos, a la persona amada y a la pareja que forman los dos. Tratar que Dios Nuestro Señor sea siempre un “Tercero” que esté junto con los dos. Pregúntenle: "Señor, ¿qué quieres de mí? ¿me creaste para el matrimonio o para que me consagre sólo a ti? Señor, ¿estás contento con nuestro modo de vivir el noviazgo?".
Es evidente que no se podrá alcanzar un conocimiento perfecto del otro desde el inicio. Será de toda la vida. Pero si se debe buscar el conocimiento propio de la etapa que se está viviendo, el noviazgo, y que permita crecer en el amor mutuo como adhesión afectiva y de voluntad al otro en su verdadera realidad.
3- Aceptarse a sí mismo y al otro: ¡Acéptate!. No basta conocer, hay que saber aceptar. A veces resulta difícil, pero es una medida muy sabia y muy sana.
4- El discernimiento: Precede a la aceptación. Lo primero será pensar serenamente si ese joven o esa chica es una persona adecuada al propio modo de ser y pensar. La reflexión sobre el otro y sobre uno mismo debe llevar a una resolución madura y práctica. Si se ve que los temperamentos de ambos o el modo esencial de ver la vida, o las creencias religiosas de cada uno, etc., son incompatibles habrá que pensar seriamente si conviene seguir con esa relación o es mejor cortar con ella.
Las simples diferencias, aún notorias, entre ambos -pueden incluso ser motivo de mutuo enriquecimiento complementario-, pero hay situaciones de grave y clara incompatibilidad que en ocasiones se da entre dos personas. Es cierto que el amor cambia muchas cosas, pero hay que ser realistas y pensar que los rasgos fundamentales de la persona permanecen siempre, y que el matrimonio es para toda la vida. ¿Estoy dispuesto a casarme con una persona con la que tendré siempre graves desavenencias y disgustos? ¿Puedo cargarme la responsabilidad de la posible infelicidad de ella, mía, y de los hijos que traigamos al mundo? En algunas ocasiones será mejor romper a tiempo y quedar como amigos. Cuesta, duele, porque en ese momento parece el único amor posible. Pero con frecuencia se entiende después que fue mejor así, y aquella experiencia dolorosa se convierte en un auténtico faro de luz.
El Corazón generoso y tierno de María
¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo.
Santa María no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús. Una vida y un corazón humanos pero de Jesús. ¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo. Tú y yo tenemos su propio corazón como un escalón a la Puerta Santa que es Jesús. Con el ejemplo de la Santa Madre de Dios, no solo sabemos que podemos amar a Cristo, debemos amarle así porque la tenemos a Ella misma como intercesora.
Corazón generoso y tierno corazón como por naturaleza es el de toda mujer que es madre, el de María nos inspira profundamente. Y podríamos admirar a la Virgen por amar al Niño Dios, de igual manera que admiramos a cualquier madre que sostiene a su pequeño en los brazos. Pero el corazón de María ya era de Dios aún antes de la Anunciación. Había decidido reservar su corazón a Dios sin necesitar algún prodigio. En la Anunciación se consuma la previa entrega que ya se había realizado. ¿Cómo nos extraña entonces que haya podido pronunciar esas palabras que la han subido a la cúspide de la Fe "Hágase en mí según tu palabra"? Pensándolo con mayor hondura el corazón de María, sí es corazón humano, no solo era capaz de eso, sino de mucho más.
El corazón amoroso y entregado es, en su generosidad, un corazón fiel: Un corazón humano al pie de la cruz. Si con facilidad podíamos imaginar la ternura de la escena en el pesebre, con gran dificultad podemos apenas hacer un esbozo en la imaginación de la Santísima Virgen recibiendo de José de Arimatea el cuerpo ensangrentado de su hijo. ¿Cómo imaginar el dolor de una Madre que limpia, con mano trémula, la sangre de su hijo? Remueve en lo más profundo aún a nuestro propio y durísimo corazón el pensar en la mirada de María ante el rostro desfigurado y atrozmente golpeado de Jesucristo. Y su corazón dolido estaba ahí, fiel, al pie de la cruz. ¿Dónde está nuestra corazón? ¿Al pie de la cruz como el de la Santísima Virgen o escondido y alejado como el de los discípulos que abandonaron al Señor?
El corazón de María nos muestra todas las encontradas emociones que un corazón es capaz de sentir. Es el corazón de la Virgen uno tan grande y tan generoso, que es además nuestro propio refugio. Su corazón es, además de ejemplo y con dignidad sobresaliente para ser admirado, el consuelo para la aflicción. ¿Cuánto no comprenderás nuestros humanos dolores ella que enfrentó el dolor más profundo que se pueda experimentar?
Pero el corazón humano de nuestra Madre en Cristo no solo es un ejemplo de ternura amorosa o de abyecto dolor. María en su corazón es la Madre del buen consejo, y quien mejor nos puede enseñar a vivir el amor al prójimo. Poderoso corazón el de María, que puede convertir nuestro egoísmo y amor propio en caridad y amor a Dios. El corazón entregado de María debería enseñarlos a pedirle confiados a Dios: "Padre, mi corazón puede poco ¡Haz que te ame mas!".
Es a la Madre de Dios a quien hemos de acudir para pedirle que nos enseñe a amar más, a entregar más, a ser más justos, a rogarle que con su corazón dulcísimo nos proteja, nos enseñe, nos guíe.
El corazón humano de María. Humano. Como el tuyo y como el mío.