San Pedro y San Pablo
- 29 Junio 2020
- 29 Junio 2020
- 29 Junio 2020
Pedro y Pablo, Santos
Solemnidad Litúrgica, 29 de junio
Apóstoles y Mártires
Martirologio Romano: Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llámado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración. († s. I)
Breve Biografía
Origen de la fiesta San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.
Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.
El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.
San Pedro
San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro.
Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús.
Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.
Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:
- Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.
- Prensenció la Transfiguración del Señor.
- Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.
- Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.
- Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
- Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe Supremo de la Iglesia.
- Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
- Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando ese día a varios miles de personas.
- Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.
- En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.
Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos.
En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.
En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.
Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.
San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
¿Qué nos enseña la vida de Pedro?
Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15)
Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.
La Institución del Papado
Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.
El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.
Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.
Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.
San Pablo
Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.
Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.
En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).
Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas.
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.
La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.
Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.
Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.
¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?
Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Esta conversión siguió varios pasos:
Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.
2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.
3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.
4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.
Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.
Santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19. Lunes de San Pedro y San Pablo.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te pido que te hagas presente en mi vida, y de forma especial en este momento de oración. Ayúdame a escuchar tu palabra, a interiorizar tu mensaje y a predicar tus enseñanzas con el ejemplo de mi vida cristiana, para ser así, un fiel colaborador en la extensión de tu reino. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quien dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Puede que alguna vez en la oración nos cuestionemos quién es Jesucristo para cada uno de nosotros, pero es aún más importante que eso descubrir quién soy yo para Jesucristo.
En una ocasión durante un día de misiones en la ciudad de Nueva York, uno de los misioneros, deseoso de evangelizar, se acercó a un joven que cruzaba por allí para invitarlo a detenerse por un momento y hacer una pequeña oración. El joven escuchó al misionero y respondió: No, gracias, yo... no creo en Dios. El misionero lo miró con tranquilidad y le dijo: No, pero Dios cree en ti.
Esta fue probablemente la experiencia de san Pablo en el momento de su conversión y la de san Pedro en este pasaje del evangelio. Su respuesta al Señor, no fue más que una consecuencia de la profunda experiencia de la confianza y el amor de Dios, por eso el Señor lo llama dichoso, porque había aceptado en su vida el hecho de que Él era su Salvador, Hermano y Dios.
Cuando no solo nuestros labios, sino también nuestro corazón logra decir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios», es porque hemos comprendido la responsabilidad y misión particular que Dios nos ha dado en esta tierra, y la certeza de que los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella.
«Los santos Pedro y Pablo, que celebramos hoy, en los íconos se representan a veces sosteniendo el edificio de la Iglesia. Esto nos recuerda las palabras del Evangelio de hoy, en las que Jesús le dice a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Es la primera vez que Jesús pronuncia la palabra “Iglesia”, pero más que en el sustantivo me gustaría invitaros a pensar en el adjetivo, que es un posesivo, “mía”: mi Iglesia. Jesús no habla de la Iglesia como una realidad exterior, sino que expresa el gran amor que tiene por ella: mi Iglesia. Quiere a la Iglesia, a nosotros. San Pablo escribe: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella”, es decir, explica el apóstol: Jesús ama a la Iglesia como su esposa. Para el Señor no somos un grupo de creyentes o una organización religiosa, somos su esposa. Él mira a su Iglesia con ternura, la ama con absoluta fidelidad, a pesar de nuestros errores y traiciones. Como ese día a Pedro, hoy nos dice a todos: “mi Iglesia, vosotros mi Iglesia”. Y nosotros también podemos repetirlo: mi Iglesia. No lo decimos con un sentido de pertenencia exclusiva, sino con un amor inclusivo. No para diferenciarnos de los demás, sino para aprender la belleza de estar con los demás, porque Jesús nos quiere unidos y abiertos».
(Homilía SS Francisco, 29 de junio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús, gracias por tu amor y presencia en mi vida; quiero ser tu testigo y demostrar con mi vida, que estoy convencido de que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Acrecienta mi fe, esperanza y amor. Pongo en tus manos las intenciones de mi corazón y mi voluntad al servicio de tu misión. Amén.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pensar en cuál es la mayor de las preocupaciones actuales de mi vida y ponerla sinceramente en las manos del Señor, con una actitud de abandono a su providencia y voluntad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Jesús fundó una o muchas iglesias?
Una, la verdadera Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él.
El otro día me encontré con un amigo-hermano y, conversando acerca de la Biblia y la Iglesia Católica, me dijo lo siguiente: «Sólo Cristo salva... las iglesias no salvan... todos los caminos llevan a Dios... todos vamos a El por caminos distintos. Da lo mismo una religión que otra».
Le contesté que me extrañaba mucho que él, siendo un hombre inteligente y conocedor de la Biblia, pudiera decir estas cosas que son verdades a medias. Es verdad, le dije, que Jesús es el Señor y Salvador, pero no es verdad que la Iglesia no tiene ninguna importancia.
No podemos negar que Jesús mismo fundó su Iglesia sobre la piedra o roca que es Pedro, y además Jesús entregó las llaves del Reino de los cielos al apóstol Pedro para atar y desatar aquí en la tierra. Esto no lo invento yo, le dije, sino que está claramente escrito en la Biblia.
Y le hice leer a mi amigo el texto del Evangelio de San Mateo 16, 13-19. Es el pasaje bíblico en el que el apóstol Simón Pedro proclama que «Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo.» Y Jesús felicitó a Pedro por esta proclamación de fe, porque realmente esta fe viene de Dios. Luego Jesús dijo algo muy importante a Simón Pedro: «Y ahora, yo te digo: ´Tú eres Pedro, o sea, piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las fuerzas del infierno no la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los cielos».
¿Qué quiso decir Jesús a Simón Pedro?
1) Jesús da al apóstol Simón un nuevo nombre: «Pedro» (En el texto original griego está escrito «Petra» que significa en castellano ´piedra´, ´roca´). Quiere decir que el apóstol Simón tendrá la función de ser la «piedra» o «roca» sobre la que Cristo fundará su Iglesia. Así Pedro fue señalado por Jesús para ser como la base visible de su Iglesia en la tierra.
2) Jesús da también a Pedro la autoridad de ´atar´ y ´desatar´. Para los judíos ´atar y desatar´ significa declarar lo que es prohibido y lo que es permitido. Por tanto le corresponde a Pedro declarar lo que es permitido y lo que no es permitido en la Iglesia de Cristo.
3) Las fuerzas del demonio no podrán vencer a la Iglesia de Cristo, y por más que intenten hundirla, no lo lograrán.
¿Qué significados tiene la palabra Roca?
Pero mi amigo protestó: «Usted no lee bien la Biblia: ¡Jesús es la única Roca y nadie más!»
Tuvimos que leer otra vez el texto: «Tú eres Pedro, o sea, piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt. 16, 18). Este texto está muy claro y dice que Pedro es la piedra sobre la cual Jesús edificará su Iglesia.
Le dije también a mi amigo que si bien es cierto que en otras partes de la Biblia está escrito que Jesús es la Roca y la Piedra de base y que no hay otra base fuera de Jesús, en estos lugares, le insistí, la palabra Piedra tiene otro significado:
Veamos tres ejemplos:
«Y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de una roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.»
«La base nadie la puede cambiar, ya está puesta y es Cristo.»1 Cor. 3, 11
«Colocó en Sión una piedra de base, escogida y preciosa, quien cree en él no quedará defraudado» (1 Pdr. 2, 4-8).
Según estos textos, Cristo es Piedra viva, Cristo es la base de la fe, Cristo es la Piedra de más valor para los que creen. Y nosotros creyentes, «como piedras vivas debemos entrar en la construcción de este templo espiritual» (1 Pedr. 2, 4 ).
Ahora bien en estos textos, Jesús es la Roca espiritual, es la Piedra de base para los que creen, es la Piedra angular del templo espiritual. Pero cuando Jesús escoge a Pedro como ´piedra de su Iglesia´, no se refiere a una piedra espiritual, sino a la piedra visible de su Iglesia en la tierra. Esta es la diferencia.
¿Quién es hoy Pedro?
Nuevamente, mi amigo se me rebeló y me dijo: «Pero lo que Jesús dice de Pedro no vale para los Papas de Roma».
Meditando bien la Biblia, le dije, nadie puede negar que ya en el A. T. Dios quiso que su Pueblo tuviera un centro visible: Jerusalén, el monte Sión, y además el Pueblo de Dios se había agrupado en torno a los Reyes, hijos de David. Cuando Dios eligió a David, primer rey de Israel, le prometió que sus hijos, sus sucesores, estarían para siempre encabezando el Reino de Dios (2 Sam. 7, 16) Y esta promesa se verificó en Jesús: «Dios, el Señor, le hará rey como a su antepasado David para que gobierne a Israel por siempre. Y su gobierno nunca terminará» (Lc. 1, 32, 33)
Ahora bien, Jesús eligió a Pedro para que sea para siempre la base visible de su Iglesia. Pero Pedro tenía que morir. Entonces, en adelante, los sucesores de Pedro -los Papas- serán, uno tras otro, cabeza visible de la Iglesia. Lo mismo que Pedro fue la cabeza visible para los apóstoles y para la Iglesia primitiva, así el Papa es hoy la cabeza visible de la Iglesia.
Jesús sabía muy bien que para mantener su Iglesia a lo largo de los siglos se necesitaba una autoridad visible que pudiera determinar quiénes pertenecen y quiénes no pertenecen al grupo de los creyentes y cómo se debe comprender la fe en Cristo y las exigencias del Evangelio. Si no hubiera esta autoridad visible la Iglesia de Cristo caería fácilmente en un sin fin de pequeñas iglesias y eso no es la voluntad de Jesús. Esto es precisamente lo que les ha pasado a las Iglesias Evangélicas. Mientras nosotros los católicos somos una sola Iglesia, ellos tienen un sin fin de denominaciones. El Señor fundó una sola Iglesia y pidió con fervor por la unidad de los creyentes. Esta fue la oración de Jesús: «Padre Santo, cuida con tu poder a los que me diste, para que estén completamente unidos como tú y yo» (Jn. 17, 11).
Además Jesús dijo también que nunca abandonaría a sus apóstoles y a su Iglesia: «Yo estaré con ustedes todos los días hasta que termine este mundo» (Mt. 28, 20). Aquí hay claramente un compromiso de Jesucristo con su Iglesia en forma definitiva.
Ahora bien, la Iglesia Católica se distingue de las demás Iglesias cristianas porque está fundada sobre los apóstoles de Jesús. Solamente la Iglesia Católica durante dos mil años ha permanecido fiel y unida en torno a sus legítimos sucesores, los obispos. Mantener esta unidad y continuidad ha sido algo único y providencial. A algunos católicos les cuesta a veces esta comunión con el Papa y les parece más práctico fundar una nueva iglesia reformada al lado de la Iglesia Católica. Esto es lo que ha pasado siempre en su largo caminar a través de estos dos mil años y de ahí han nacido los cismas, algunos de los cuales perduran hasta nuestros días.
Ahora bien, la Iglesia Católica en su conjunto es la única que puede decir que ha permanecido fiel a las enseñanzas de Jesús desde su fundación hasta hoy.
Cuando un católico, acosado por los evangélicos, se cambia de religión y se pasa a las sectas, ciertamente que no piensa en todas estas cosas. No piensa en la Tradición de la Iglesia Católica a la que renuncia. No piensa en lo que Jesús dijo a Pedro. Tampoco piensa en lo mucho que sufrieron los misioneros que trajeron la fe católica a América y a nuestro país. Ni menos piensa en lo que le dirían sus padres que le inculcaron la fe católica bautizándolo desde su primera edad. Ojalá que todos los católicos sintamos un legítimo y verdadero orgullo de pertenecer a la única Iglesia que fundó Jesucristo, la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica.
Dice el CONCILIO VATICANO:
¿Cómo Jesús edificó la Iglesia?
Jesucristo edificó la santa Iglesia enviando a sus apóstoles como El mismo había sido enviado por el Padre (Jn. 20, 21) y quiso que los obispos, sus sucesores, fueran los pastores de la Iglesia hasta la consumación de los siglos.
¿A quién puso Jesús como principio de la unidad de la fe?
Jesús puso al apóstol Pedro como fundamento visible de la Iglesia y le prometió su asistencia hasta el final de los tiempos.
¿Cómo instituyó Jesús a los apóstoles?
El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a sí a los que El quiso, eligió a los Doce para que viviesen con El y los envió a predicar el Evangelio. (Mc. 3, 13) Los instituyó a modo de colegio, es decir, de grupo estable, y puso al frente de ellos a Pedro, elegido de entre ellos mismos. (Jn. 21, 15)
¿Cómo realizan esta tarea los apóstoles?
Los apóstoles, predicando en todas partes el Evangelio (Mc. 16, 20), reúnen a la Iglesia universal que el mismo Señor fundó y edificó sobre el bienaventurado Pedro, poniendo como Piedra angular del edificio a Cristo Jesús. (Apoc. 21, 14)
¿Quiénes fueron colaboradores de los apóstoles?
Los apóstoles encomendaron desde un principio su ministerio, en diverso grado, a diferentes personas en la Iglesia, a fin de consolidar la obra de Jesús, y así desde un principio delegaron diversas funciones en los presbíteros y en los diáconos estableciéndolos como a sus inmediatos colaboradores en orden a apacentar la grey que Dios les había confiado.
Dice el NUEVO CATECISMO:
¿Cuál es la verdadera Iglesia de Cristo?
La verdadera Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él.
¿Cuál es la triple función de la Jerarquía?
La triple misión de la Jerarquía es la de enseñar la verdad revelada, la de santificar a través de los sacramentos y la de gobernarla con su autoridad sagrada.
¿Pueden encontrarse elementos de santificación y de verdad fuera de la Iglesia Católica?
Sí, fuera de la Iglesia Católica pueden encontrarse elementos de verdad y de santificación, pero su plenitud está sólo en la Iglesia Católica.
¿Quiénes son los laicos?
Los laicos son aquellos cristianos que -sin ser sacerdotes o religiosos- están incorporados a Cristo por el Bautismo y participan de la triple función de Cristo: sacerdotal, profética y real.
¿Cuál es la vocación de los laicos?
La vocación propia de los laicos es ocuparse de las realidades temporales y ordenar el mundo según el designio de Dios. A los laicos corresponde ser como la sal y el fermento en medio del mundo.
¿Están también los laicos llamados al apostolado?
Sí, en virtud de su bautismo y de su confirmación, los laicos están llamados por Dios al apostolado y a trabajar para que el Mensaje de Jesús llegue a todos.
Décima del canto a lo Divino
El día de la Ascensión
con un gozo muy profundo
Jesús dijo por el mundo
lleven mi predicación.
Por todo pueblo y nación
prediquen la santa fe
Yo los acompañaré
hasta el final de los tiempos
y en la cruz y en el tormento
junto a ustedes Yo estaré.
Cuestionario
¿Qué dijo Jesús en Mt. 16, 13-19? ¿Qué le dice Jesús a Pedro? ¿Qué significa el poder de «atar y desatar»? ¿Qué significa la palabra «roca» aplicada a Pedro? ¿Quién es hoy Pedro? ¿Qué acontecería si en la Iglesia Católica no hubiera una autoridad visible? ¿Cuál es la causa de las divisiones y subdivisiones entre las iglesias protestantes? ¿Qué garantía de unidad nos da la comunión con el Papa?
La gratitud es una insignia del cristiano
Ángelus del Papa, 28 de junio de 2020
El verano ya se ha instalado en la ciudad de Roma. El Papa Francisco se ha dirigido a varios centeneras de personas diseminadas por la amplia Plaza de San Pedro, respetando así la normativa sanitaria para enfrentar el Covid-19.
El Papa Francisco retomando el Evangelio de Mateo 10, 37-42 afirmó que “Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias del Evangelio, incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo”. De esta afirmación se desprenden tres planteamientos para aquellos que quieren seguirle: situar el amor a Jesús por encima del amor familiar; seguir a Jesús implica cargar con la propia cruz y la libertad que surge la renuncia a sí mismo, permite experimentar la generosidad y gratitud de Dios.
El amor a Jesús por encima del amor familiar
El Papa al referirse al texto del versículo 37, «El que ama a su padre o a su madre, […] a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí», explica que “Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien. Lo vemos: algunas corrupciones en los gobiernos, vienen precisamente porque el amor al parentesco es mayor que el amor al país y ponen a los familiares a cargo.
El Papa plantea una posible situación de contraste e insiste: “Cuando, por el contrario, el amor a los padres y a los hijos está animado y purificado por el amor del Señor, entonces se hace plenamente fecundo y produce frutos de bien en la propia familia y mucho más allá de ella”.
En este contexto, el Papa nos invita a tener presente un detalle importante que ya aparece en el Evangelio: “Recordemos también cómo Jesús reprocha a los doctores de la ley que hacen que a los padres les falte lo que necesitan con el pretexto de darlo al altar, de darlo a la Iglesia. ¡Él les reprocha! [...] El verdadero amor a Jesús requiere el verdadero amor a los padres, a los hijos, pero si desde el principio buscamos el interés de la familia, esto siempre nos lleva por el camino equivocado”.
No hay amor verdadero sin una cruz
En segundo lugar, Francisco, citando el versículo 38, «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» afirma: “Se trata de seguirlo por el camino que Él mismo ha recorrido, sin buscar atajos. No hay amor verdadero sin una cruz, es decir, sin un precio a pagar en persona. Llevada con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura”.
El Papa nos advierte de las posibles actitudes temerosas y egoístas que buscan preservar la vida propia por sobre todas las cosas y cita el verso 39: «El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará». Seguidamente plantea: “La plenitud de la vida y la alegría se encuentra al entregarse por el Evangelio y por los hermanos, con apertura, aceptación y benevolencia”.
La generosidad y gratitud de Dios
En este momento, el Papa cita los versículos 40 y 42: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, […]. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños […] no perderá su recompensa». Dios es generoso: La generosa gratitud de Dios Padre tiene en cuenta hasta el más pequeño gesto de amor y servicio a nuestros hermanos y hermanas. Es una gratitud contagiosa que nos ayuda a cada uno de nosotros a mostrar gratitud hacia aquellos que se preocupan por nuestras necesidades”.
El Papa enfatizó la donación generosa de sí mismo afirmando: “Muchos servicios se hacen gratis. Piensa en el voluntariado, que es una de las cosas más grandes que tiene la sociedad italiana. Los voluntarios... Y cuántos de ellos han dejado sus vidas en esta pandemia. Se hace por amor, simplemente por servicio”.
El Obispo de Roma concluyó la reflexión afirmando: “La gratitud, el reconocimiento, es en primer lugar un signo de buenos modales, pero también es una insignia del cristiano. Es un simple pero genuino signo del reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y generoso”.
Te abruman tantos problemas, parece que no hay salida. Oras y oras y parece que tu oración no es escuchada...
Seguramente la noche anterior no has podido dormir pensando en cómo solucionar el problema que tienes ahora mismo. Das vuelta de un lado al otro y no sabes cómo salir de el y menos cuándo acabará.
De la misma manera están tus compañeros de clase, de trabajo o familiares. Todos tenemos problemas en la casa, con los amigos, en el trabajo, en fin… Si los problemas se convirtieran en un tesoro, pronto serías rico.
Oras y oras y parece que tu oración no es escuchada por Dios, pues los problemas empeoran y día a día se te suman más. Y la fe pronto se va debilitando hasta que te alejas de Dios.
A lo mejor estás leyendo este artículo desde una cama de enfermo, o desde tu oficina en medio de miles de actividades y regaños de tu jefe o quizá desde la universidad y ya no puedes con la carga académica. O tal vez en tu casa en medio de los problemas económicos de la familia y por qué no en medio de los conflictos en tu noviazgo.
¿Por qué a mi? es la pregunta que frecuentemente repites. Ahora te pregunto: ¿Acaso no has deseado alguna vez ser rico? ¿Recuerdas cuando arriba escribí “si los problemas se convirtieran en un tesoro, pronto serías rico?
Hoy te propongo una buena idea, a lo mejor no la perfecta, pero sí la que te ayudará a sobrellevar los problemas. En cada problema, identifica lo positivo. Cada problema trae consigo un tesoro, ese que aún no has descubierto porque sigues empeñado en quejarte.
Tómate un par de minutos. Piensa. Reflexiona. Pregúntate: ¿Cuál es el tesoro de mi problema? ¿Cuál es el lado positivo? ¿De qué me está salvando Dios?
Muchas veces nosotros queremos que las cosas ya sucedan, que los problemas se solucionen o que simplemente no existan. Dios sí existe y sus pensamientos no son iguales a los tuyos, ni tampoco a los míos. Su pensamiento y amor es divino, todo tiene un propósito, un tesoro.
¿Y María? Ella te ama diciéndote: “No se entristezca tu corazón ni te llenes de angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿Acaso no soy tu ayuda y protección?”.
¡Ánimo! ¡Dios tiene un gran tesoro para ti!
Las 12 promesas del Sagrado Corazón de Jesús
Jesús promete derramar abundantes bendiciones y con una generosidad verdadera a quien honre a Su Divino Corazón
Santa María Margarita de Alacoque, en sus escritos, insiste una y otra vez en el deseo ardiente que tiene Jesús en derramar bendiciones con una generosidad verdadera a quien honre a Su Divino Corazón
Estas promesas están dirigidas a todo tipo de personas: a las fervorosas, a las tibias y sobre todo a los pecadores. Abraza a todas las condiciones de vida: sacerdotes, religiosos y seglares. Prometen alivio a los afligidos, resistencia a la tentación, consuelo a los afligidos, paz a las familias, bendiciones en el hogar, el éxito en nuestras empresas, la misericordia al pecador, alta santidad a las almas fervorosas, valor para los corazones fríos. También prometen gran poder a los sacerdotes y consagrados para ablandar los corazones más endurecidos. Prometen fuerza y valor en nuestro lecho de muerte, y nos hablan del don inestimable de la perseverancia final y de un refugio en el Corazón de Jesús en el último momento de vida.
En las palabras brillantes de Santa Margarita María las promesas encierran el misterio del amor de Dios:
"Jesús me mostró cómo esta devoción es, por así decirlo, el esfuerzo final de su amor, el último invento de su caridad ilimitada"
A continuación, explicaremos una por una el significado de las 12 promesas que nuestro Señor dejó a los devotos de su Sagrado Corazón
1.- "Daré a las almas devotas, todas las gracias necesarias para su estado de vida".
Los deberes de nuestra vida diaria son numerosas y a menudo bastante difíciles. Dios nos concede, en respuesta a la oracióny la recepción frecuente de los sacramentos, todas las gracias necesarias para nuestro estado de vida. Hay también gracias extraordinarias que se encuentran fuera de la acción normal de la Providencia de Dios, gracias que Él da a sus amigos especiales. Estas son las gracias más eficaces, las más abundantemente dadas a los devotos del Sagrado Corazón.
2.- "Voy a establecer la paz en sus hogares".
"La paz es la tranquilidad del orden, la serenidad de la mente, con sencillez de corazón, es el vínculo de la caridad". (San Agustín) Fue la primera cosa que los ángeles desearon a los hombres en el nacimiento de Jesús. Nuestro Señor mismo ordenó a sus discípulos que dieran la paz: "En cualquier casa donde entréis, decid primero: ¡Paz a esta casa" (Lucas 10,5)
En el Corazón de Jesús se encuentra la verdadera paz, que hace que la casa sea su reflejo y el anticipo de nuestro hogar celestial
3.- "Voy a consolarlos en todas sus aflicciones"
El deseo de consolar a los tristes es la marca de un corazón noble y amable. El Sagrado Corazón es el más noble y generoso de los corazones, tanto humano como divino. ¿Cómo nos consuela? No necesariamente liberándonos de la tristeza y aflicción. Él conoce, el valor inmensurable de la cruz y por medio de ella, tenemos que expiar nuestros pecados. Por su gracia, Él hace lo que lo doloroso sea tolerable.
"Yo siempre les hablo con toda franqueza y tengo sobrados motivos para gloriarme de ustedes. Esto me llena de consuelo y me da una inmensa alegría en medio de todas las tribulaciones" (2 Cor. 7,4)
4.- "Voy a ser su refugio seguro en la vida, y sobre todo en la hora de la muerte".
"Uno de los soldados abrió el costado de Jesús con una lanza, y al instante salió sangre y agua." (Juan 19,34)
El costado de Cristo se abrió para demostrar que la Divina Providencia quiso que todos los hombres encontrasen en su Corazón Divino un refugio seguro contra los enemigos de nuestra salvación. En su Corazón podemos encontrar protección, fuerza en nuestra fragilidad, la perseverancia en nuestra inconstancia, refugio seguro en los peligros, fatigas de la vida y en la hora de la muerte.
5.- "Voy a conceder abundantes bendiciones sobre todo a sus empresas temporales y espirituales".
Dios es amor. Él está dispuesto a dar a sus hijos abundantes bendiciones temporales, siempre que no pongan en peligro nuestros intereses eternos. Su especial Providencia protege y vela por los devotos al Sagrado Corazón con gran amor y ternura. Sin embargo, no debemos desanimarnos si nuestras oraciones, pidiendo favores temporales, no son contestadas siempre, porque Dios siempre pone nuestro bien eterno antes de nuestro bien temporal.
6.- "Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia"
La redención es el drama inmortal de la misericordia de Dios; y nuestro Divino Redentor es, por así decirlo, la Misericordia de Dios Encarnado. "…porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia" (Sal. 129,7)
En la tierra, el Corazón de Jesús estaba lleno de misericordia hacia todos. Ahora en su humanidad glorificada en el cielo, Jesús sigue mostrando Su misericordia sin límites, "viviendo siempre para interceder por nosotros." (Heb. 7,25)
7.- "Las almas tibias se harán fervorosas"
La tibieza es un estado moribundo y lánguido del alma que ha perdido su interés en la religión. El Espíritu Santo expresa disgusto profundo para un alma así:
"Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca." (Ap 3,15-16)
El único remedio para la tibieza es la devoción al Sagrado Corazón, que vino "a traer fuego sobre la tierra", es decir, para inspirar a los corazones fríos y tibios con un nuevo temor y el amor de Dios.
8.- "Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección".
La mayor perfección es la recompensa que Jesús otorga a los devotos fervientes de su Divino Corazón; esta devoción tiene, como su fruto especial, transformarnos en gran semejanza a Nuestro Señor. Esto enciende en nuestros corazones el fuego del amor divino, que, como dice San Pablo: "es el vínculo de la perfección." (Col 3,14)
A través de la devoción al amor del Sagrado Corazón, se dará paso a un celo ardiente por igualar nuestros intereses a los de Jesús
9.- "Bendeciré a cada lugar en el que se exponga y se venere una imagen de mi sagrado corazón".
Las imágenes religiosas son una poderosa y atractiva fuente de inspiración. El Sagrado Corazón es un libro abierto en el que podemos leer el infinito amor de Jesús hacia nosotros en su pasión y muerte. Nos muestra su Corazón, cortado y abierto por la lanza, todo resplandeciente como un horno ardiente de amor, cuyas llamas aparecerán brotando desde la parte superior. Está rodeado de espinas, el angustiante golpe de amor ignorado. Quizás esto siempre nos impulse a los actos de amor y de generosidad.
10.- "Daré a los sacerdotes y a todos aquellos que se ocupan de la salvación de las almas, el don de tocar los corazones más endurecidos".
La conversión de un pecador ocurre a veces por gracias extraordinarias. Dios nunca va a forzar a la libre voluntad de un ser humano. Pero Él puede otorgar gracias con las cuales impulsa al pecador a vencer la actitud rebelde que tienen las almas pecadoras más obstinadas. Esto, entonces, es lo que ocurre en el caso de los sacerdotes que están animados con gran devoción al Sagrado Corazón.
11.- "Los que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y nunca serán borrados".
Esta promesa otorga a los promotores de la devoción al Sagrado Corazón una recompensa maravillosa: "tendrán sus nombres escritos en mi Corazón". Estas palabras implican una amistad fuerte y fiel de Cristo mismo, y nos presenta el "Libro de la Vida" de San Juan: "No voy a borrar su nombre del libro de la vida." (Ap 3,5)
12.- "A los que comulguen el primer viernes de cada mes, durante nueve meses consecutivos, le concederé la gracia de la perseverancia final".
Esta promesa contiene una gran recompensa, que es nada más y nada menos que el cielo eterno. "La perseverancia final es un don gratuito de la bondad de Dios, y no puede ser merecido como un derecho adquirido por cualquier acto individual que hagamos" (Concilio de Trento) Se da como la recompensa por una serie de actos continuos hasta el final: "El que persevere hasta el final se salvará" (Mat. 10,22).
Confía en que Dios ayudará a que tu matrimonio sea exitoso
Ningún matrimonio es exitoso a menos que lo hagas exitoso y eso requiere persistencia, esfuerzo y una humilde y constante confianza en Dios
La felicidad en el matrimonio, es algo que debemos ganarnos. Es algo que debes trabajar por ti mismo, principalmente para olvidarte de ti mismo y servir a otros. El matrimonio implica el arte de las relaciones humanas, la psicología de los niños, la economía de una casa en funcionamiento, el mantenimiento de la salud, pero, sobre todo, el desarrollo de la vida espiritual y moral de la familia. Todo eso exige una amplia gama de talentos y habilidades. Ningún matrimonio es exitoso a menos que lo hagas exitoso, y eso requiere persistencia, esfuerzo y aun más, una humilde y constante confianza en Dios.
Ocuparse del matrimonio
El objetivo supremo de su lucha y esfuerzo es la familia. Ustedes trabajaron duro y ahorraron con el fin de poder casarse y tener una casa propia. Una vez casados, trabajaron y ahorraron para poder llevar con éxito una familia. Tus propósitos en el matrimonio deben ser: traer más hijos de Dios al mundo y criarlos apropiadamente, ser uno en cuerpo y alma con tu cónyuge y construir un hogar feliz. Ustedes se deben ayudar el uno al otro y a sus hijos en cualquier forma posible, en especial para poder llegar al cielo, que es la meta final y el destino eterno de todos nosotros.
Usted y su cónyuge, deben estar dispuestos a ocuparse de su matrimonio como el mejor trabajo de sus vidas, y no desertar cuando surjan los problemas. Cuando se casaron, cada uno de ustedes asumió la responsabilidad de una parte del trabajo necesario para la formación de un hogar. Ambos asumen la tarea de alentarse y ayudarse mutuamente, en la medida de lo posible, en las tareas específicas diseñadas para cada uno. Asumiendo la formación de los hijos como una responsabilidad de ambos.
Por lo tanto, el matrimonio requiere entrega total de cada uno. Solo cuando estás dispuesto a asumir tu parte en la vida matrimonial, puede esperar tener verdadero amor y paz.
Equilibro y alegría en el matrimonio
El matrimonio es, normalmente, una fuente de equilibrio para cada uno, ya que proporciona placeres legítimos y saludables. Pero el equilibrio requiere un esfuerzo para dejarse guiar por la razón en todas las actividades. Dando la bienvenida, sin una mentalidad cerrada ni debilidades, a la alegría que el matrimonio ofrece, utilizando la razón para afrontar las dificultades que el matrimonio inevitablemente conlleva.
Si tu temperamento es inherentemente inestable, si tu vida está abrumada por las condiciones desfavorables, puedes recobrar la salud de tu vida emocional y espiritual, solo si buscas lo que es realmente correcto de acuerdo a la sana razón que Dios te dio y te comprometes a hacerlo. Solo ese esfuerzo puede traerte la alegría que es digna de ti.
Evite la tendencia a ser irresponsable.
El amor puede ser destruido si no muestra ningún interés en ofrecer ayuda o apoyo al trabajo de su pareja, o lo que es peor, si elude y abandona sus responsabilidades individuales con la familia.
La irresponsabilidad es fallar al asumir las obligaciones básicas del matrimonio. Un marido irresponsable, se considera a sí mismo con todos los derechos del matrimonio, pero ignora la mayor parte de sus responsabilidades. El egoísmo invade por completo el carácter de una persona así. Con frecuencia evita pensar en los demás o en aceptar la responsabilidad, teniendo como resultado inmadurez emocional, egoísmo e irresponsabilidad social.
Algunas mujeres perjudican sus hogares, a sus esposos, a sus hijos y a ellas mismas por el exceso de actividades externas que tienen, como organizaciones, sociedades, grupos de almuerzo, clubs, y comités cívicos. Otras causas son demasiadas riquezas o lujos, y el exceso de tiempo libre, de modo que las madres de familias de tamaño considerable, pueden contratar a personas que se encarguen de hacer la mayor parte de su trabajo y dedicarse ellas a las actividades de prominencia social.
Algunos padres, participan poco en la administración de sus hogares y la crianza de sus familias. Algunas veces utilizan sus trabajos como un pretexto para la apatía en cuanto a sus deberes en casa, pueden desbordar energía cuando se trata de hacer dinero y salir adelante, pero se niegan a ayudar a sus esposas en la crianza de sus hijos. El matrimonio es una sociedad, en la cual el esposo y la esposa, están destinados a trabajar juntos en el mantenimiento de su hogar, y sobre todo, en la supervisión y la crianza adecuada de los niños.
Responsabilidad compartida
A parte de ganarse la vida con su trabajo, el esposo está obligado a ayudar a su esposa con sus tareas de cualquier forma que pueda. Fallar o negarse a hacer esto, es no solo egoísta, sino también injusto. El esposo puede tener un trabajo extra para ayudar económicamente a su familia, o hacer estudios adicionales para ser apto para un mejor trabajo; pero él debe hacer estas cosas sin dejar a un lado a su esposa e hijos.
También está el esposo que adopta el principio de que, además de ser fiel a su esposa, la única otra contribución que debe hacer para el mantenimiento del hogar y la crianza de los hijos, es el dinero. Egoístamente piensa que corresponde a su esposa mantener la casa ordenada, hacer la comida, lavar la ropa y cuidar, corregir y educar a los niños, es decir, cree que ella debe hacer sola todo el trabajo necesario para mantener el hogar y criar a los niños.
Un marido así, demuestra ser perezoso, desconsiderado, independiente y egoísta. Él puede trabajar ocho horas en la oficina o en la tienda, pero el trabajo de su esposa nunca termina y le exige que se ocupe de la casa dieciséis horas al día. Llega del trabajo, se instala frente al televisor, o lee el periódico, o se encierra en una habitación y rara vez se levanta para ayudar en las tareas del hogar o para mantener a los niños ocupados de una manera sana. Los sábados, domingos y días festivos sucede exactamente lo mismo.
No importa la excusa, eso es un abuso, y una de las causas del fracaso de muchos matrimonios. La irresponsabilidad es la tercera causa de divorcio. Padres así de irresponsables, encuentran una manera de excusarse, en lugar de participar del intercambio activo de las tareas de la casa.
La esposa de un marido irresponsable, tiene derecho a exigir una mayor consideración de su parte. Si él no puede prestar atención a las sugerencias, una buena esposa solo tendrá el consuelo de la familia que está construyendo, y del hecho de que su ejemplo y su paciencia, podría algún día causar una impresión en su esposo egocéntrico y hacerlo cambiar de hábitos.
Tampoco podemos descartar que una de las causas por las cuales un marido desperdicia una buena parte de su tiempo y dinero fuera de casa es que no encuentra ningún incentivo para hacer algo mejor con ellos o se siente poco valorado en su hogar, tal vez al llegar a casa solo encuentra quejas y críticas sobre su comportamiento. Una buena esposa debe darle ese incentivo, haciéndolo querer estar con ella. Debe hacer todo lo posible para que su hogar sea un lugar agradable para su marido, donde él se sienta contento de estar. Ella puede mantener su apariencia externa, vestirse con esmero y apropiadamente, y educar a sus hijos para que sean buenos con su padre cuando están con él, buscar los momentos apropiados para conversar con él de los problemas pero nunca olvidar hacerlo sentir amado y respetado. Una recomendación práctica para las esposas es evitar quejarse con su esposo sobre lo difícil que es la vida que están llevando o las carencias que tal vez puedan tener, agradeciendo el esfuerzo y el amor que él pone para el sostenimiento del hogar.
Cuando un hombre ve a su esposa sacrificar sus propios gustos por los de él, muy posiblemente puede verse movido por un sentido de respeto que lo llevará también a sacrificar sus gustos por los de ella. Con el tiempo se dará cuenta de que tiene un hermoso hogar, una esposa inteligente y unos hijos de los cuales sentirse orgulloso. Él apreciará esas cosas y se sentirá motivado a dar también lo mejor de sí mismo.
Ponga su familia por delante de sus actividades fuera de casa.
El matrimonio exige compañerismo. El deseo de estar con el ser querido es un signo de amor verdadero, sentirse satisfechos de estar el uno con el otro, sólo es posible, cuando se puede evitar tomar el amor por sentado. Algunos maridos se defienden haciendo referencia a los pecados que no cometen, o con el dinero que aportan, o con el trabajo que realizan en el hogar.
A veces, como padre, se puede preferir pasar las noches en un club o en una reunión que en casa con su esposa e hijos; o como madre, se puede preferir la participación en actividades fuera de la casa que en hacer un verdadero hogar para su marido y sus hijos. Sus sentimientos deben estar sujetos tanto a su sentido del deber, como a los deseos de su pareja y sus hijos.
Así que muchas personas llenan sus vidas con demasiada actividad y sacan de su horario algunas de las cosas que les gustaría hacer o deberían hacer. Ellos están haciendo muchas cosas que son buenas, pero están descuidando otras cosas que son mejores y más importantes. Tal vez eso sucede porque pierden de vista la primacía de las obligaciones derivadas de su familia y el hogar.
Tu primer deber es tu hogar y familia. Has jurado solemnemente mantener la obligación de trabajar por su felicidad y por la salvación. Para tener éxito, las familias deben ser felices; y para ser feliz, los miembros deben anticipar y satisfacer las necesidades y deseos razonables, los unos a los otros.
Está el marido que siente que debe tener salidas nocturnas y sus días de descanso para los bolos, el golf, el club, el bar, y el encuentro con los chicos, pero que rara vez le da a su esposa una oportunidad para la relajación lejos de los deberes constantes de la casa. Él considera que está por debajo de su dignidad llevar a su esposa con él de vez en cuando, podría muy bien decir que ella debe quedarse en casa y disfrutar de trabajar todo el tiempo, como si no fuera un ser humano y por lo tanto, no necesitaba la recreación.
Es bastante razonable para una mujer, cuya vida se limita casi exclusivamente a los deberes de la casa, necesitar un tiempo para disfrutar de algo relajante y cambiar de vez en cuando. Un marido debe estar dispuesto a hacer el sacrificio de algunas de las cómodas noches en casa, para que pueda ofrecer a su esposa las oportunidades para relajación que necesita. Él puede tener que reducir algunas de sus actividades fuera del hogar, si cede un poco más de tiempo para hacer a su esposa e hijos felices, encontrará que, él mismo está recibiendo una buena cantidad de relajación y descanso, compartiendo con ellos las alegrías simples de una noche ocasional juntos.
Confianza en Dios.
Usted está seguro de la ayuda de Dios. La Iglesia enseña que a través del sacramento del matrimonio, usted y su cónyuge, tienen la seguridad de la ayuda constante de Dios. Por lo tanto, debe confiar firmemente en Dios. En la próxima vida, puede esperar aún mayores bendiciones en la tierra, si ha tratado de construir su casa en el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret.
Dios nunca se deja a un lado la generosidad. Si le sirves tanto como te es posible, puedes estar seguro de que Él te bendecirá abundantemente. Si, por el contrario, rompes deliberadamente sus leyes, puedes estar seguro de que te estás privando a ti y tu familia de sus bendiciones.
El requisito principal para la felicidad de la familia es la unión con Dios, que es la fuente de toda felicidad en este mundo y en el próximo. Nadie tiene medios más poderosos y más frecuentes oportunidades de estar unidos con Dios, que un católico de conciencia. Manténgase en contacto con Dios a través de la recepción frecuente de los sacramentos, de la Penitencia, de la Eucaristía y de mucha oración.
Trabaja duro para tu familia y su felicidad, como si todo dependiera de ti. Ruega a Dios y confía en Él aún más, porque todo depende realmente de Él. Nuestro Señor dijo: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. ... Sin mí no podéis hacer nada.”