El que os recibe a vosotros, a mí me recibe

Ireneo de Lyon, Santo

Obispo y Mártir, 28 de junio

Martirologio Romano: Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino y, según cuenta la tradición, murió coronado por un glorioso martirio. Debatió en muchas ocasiones acerca del respeto a la tradición apostólica y, en defensa de la fe católica, publicó un célebre tratado contra la herejía. ( c.202)

Breve Biografía

Pacificador de nombre y de hecho (el nombre “Ireneo” en griego quiere decir pacífico y pacificador), san Ireneo fue presentado al Papa por los cristianos de la Galia con palabras de grande elogio: “Guardián del testamento de Cristo”. En Roma honró su nombre sugiriendo moderación al Papa Víctor, aconsejándole respetuosamente que no excomulgara a las Iglesias de Asia que no querían celebrar la Pascua en la misma fecha de las otras comunidades cristianas.

Con los mismos fines pacificadores este hombre ponderado insistió a los obispos de las otras comunidades cristianas para que trabajaran por el triunfo de la concordia y de la unidad, sobre todo manteniéndose unidos a la tradición apostólica para combatir el racionalismo gnóstico. De sus escritos nos quedan, efectivamente, Los cinco libros del Adversus hæreses, en los que Ireneo aparece no sólo como el teólogo más equilibrado y penetrante de la Encarnación redentora, sino también como uno de los pastores más completos, más apostólicos y más católicos que hayan servido a la Iglesia. Se nota que sus argumentaciones contra Los herejes, aunque nacieron de la polémica, son fruto de la oración y de la caridad.

Ireneo era oriundo de Asia Menor. Entre sus recuerdos de juventud se encuentra el contacto con Policarpo de Esmirna, el santo obispo “que fue instruido por los testigos oculares de la vida del Verbo”, sobre todo por el apóstol Juan, que había fijado su sede en Esmirna. Ireneo, pues, por medio de Policarpo se une a los Apóstoles. Después de dejar el Asia Menor, pasa a Roma y sigue para Lyon (Francia).

No perteneció a la lista de los mártires de Lyon, víctimas de la persecución del 177, porque precisamente en ese tiempo su Iglesia lo había enviado a Roma para presentar al Papa Eleuterio algunos asuntos de orden doctrinal, relacionados sobre todo con el error montanista. Este error se debía a un grupo de fanáticos que habían llegado de Oriente, predicando el disgusto por las cosas del mundo y anunciando el inminente regreso de Cristo. De regreso a Lyon, Ireneo sucedió en el 178 al obispo mártir san Fotino, y gobernó la Iglesia de Lyon hasta su muerte, hacia el año 200. Aunque no está comprobado su martirio, la Iglesia lo venera como mártir.

En todo caso, él fue un auténtico testigo de la fe en un período de dura persecución; su campo de acción fue muy vasto, si se tiene en cuenta que probablemente no había ningún otro obispo en las Galias ni en las tierras limítrofes de Alemania. Su lengua era el griego, pero aprendió las lenguas “bárbaras” para poder evangelizar a esos pueblos.

La generosidad a la que nos invita Cristo

Santo Evangelio según san Mateo 10, 37-42. Domingo XIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, que yo pueda cada día ser más generoso contigo teniendo la certeza que siempre cuento contigo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 37-42

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

Palabra del señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio del día pareciera que sonará un poco fuerte para nuestros oídos, puesto que vemos cómo Jesús nos dice: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí...». En un primer momento podríamos incluso hasta rechazar esta doctrina tan fuerte, pero en realidad no es así, lo que Dios nos quiere decir es que seamos generosos con Él, que no nos reservemos nada de lo que Él nos vaya pidiendo a lo largo de nuestro día, de los meses, de los años, en conclusión, a lo largo de toda nuestra vida. A veces nos pide que le demos un ser querido, o que le demos un año de nuestra vida en una misión; a veces nos pide que seamos más delicados; cada quien pregúntese: ¿Señor qué es lo que Tú me pides?, y respondamos con el corazón.

¡Dios no se deja ganar en generosidad! Si nosotros realmente aceptamos con amor lo que nos pide, entonces contaremos con el Señor. Él nos dará lo necesario para llevar acabo aquello que nos ha pedido. Dios nunca nos abandona; suena fuerte, pero, a veces, somos nosotros los que nos olvidamos de Él, y suena aún más fuerte el que no pasa un segundo sin que Dios no esté pensando en cada uno de nosotros, pero ¿lo creemos?

Si queremos un ejemplo, ahí tenemos el de la Virgen María, quien siendo generosa con el Señor, nunca se vio defraudada en aquél en quien había puesto su confianza.

«Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a todo lo que no es perfecto, a todo lo que no es puro ni destilado, pero por eso no es menos digno de amor. ¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es digno de amor? Les pregunto: un discapacitado, una persona discapacitada, una persona frágil, ¿es digna de amor? [¡Sí!] No se oye bien… [¡Sí!] Entendieron. Otra pregunta. A ver cómo responden. Alguien por ser extranjero, por haberse equivocado, por estar enfermo o en una prisión ¿es digno de amor? [¡Sííí!] Y así lo hizo Jesús: abrazó al leproso, al ciego, al paralítico, abrazó al fariseo y al pecador. Abrazó al ladrón en la cruz e incluso abrazó y perdonó a quienes lo estaban crucificando. ¿Por qué? Porque solo lo que se ama puede ser salvado. Vos no podés salvar una persona, vos no podés salvar una situación, sino la amás. Solo lo que se ama puede ser salvado. ¿Lo repetimos? Solo lo que se ama puede ser salvado».

(Discurso SS Francisco, 26 de enero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy preguntaré al Señor, de preferencia en una iglesia: ¿Señor qué quieres de mí hoy?

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Amar a los hijos, amar a los padres

Que el cariño se convierta en la base de las relaciones familiares, desde arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba

El amor en familia no es algo descontado. La experiencia cotidiana nos muestra cómo existen padres que no atienden bien a sus hijos, o hijos que olvidan las obligaciones que tienen hacia sus padres (padrs ancianos y no tan ancianos).

Por eso resulta tan importancia promover el amor en casa, precisamente para que el cariño se convierta en la base de las relaciones familiares, desde arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba.

Aristóteles señalaba lo natural que es el amor de los padres respecto de los hijos, porque uno ama aquello que ha engendrado con tantos sacrificios y con tantas alegrías y esperanzas.

La belleza de la vida matrimonial implica la apertura hacia los hijos. Lo saben muy bien los esposos que lloran porque no ven la llegada del deseado hijo por algún problema de esterilidad. Lo deberían recordar algunos matrimonios que, sin motivos graves, posponen la llegada de los hijos, o llegan a ver el inicio de un embarazo no como una buena noticia, sino como algo problemático o, incluso, como si fuese un drama.

Existen casos de padres que no aman incondicionalmente a sus hijos. A veces, porque el embarazo fue “no deseado”. Otras veces porque el hijo, en alguna etapa de su desarrollo, causó “problemas” no previstos o no llenó las expectativas de sus padres. Otras veces, simplemente porque los padres estaban más dedicados a conseguir dinero para ofrecer muchas “cosas” a sus hijos, sin darse cuenta de que lo más importante para cualquier hijo (pequeño, adolescente, joven e incluso adulto) es el cariño y apoyo hecho presencia cercana y percibida cada día.

Las diversas formas de falta de amor por parte de los padres repercute necesariamente en los hijos. No sólo en la configuración de su personalidad, que puede sufrir transtornos más o menos graves, sino también en falta de cariño y de aprecio de los hijos hacia los mismos padres, con consecuencias muy graves en la vida familiar.

El mejor camino para empezar a amar consiste precisamente en sentirse amado. Un hijo llegar a valorar y amar profundamente a sus padres cuando no sólo es amado, sino, sobre todo, cuando se da cuenta de ese amor por parte de quienes le acogieron en el mundo de la vida.

Por eso los padres están llamados a ofrecer cariño de calidad, a buscar maneras concretas para estar con los hijos de forma que éstos sientan que son muy amados. De este modo, en la mayoría de los casos los hijos empezarán a devolver amor ante el amor recibido, sentirán nacer en los propios corazones una gratitud espontánea y profunda que les lleve a apreciar a quienes les permitieron empezar a vivir y les protegieron y ayudaron de mil maneras en los primeros años de la infancia.

En el Encuentro Mundial de las Familias (Valencia, julio de 2006) el Papa Benedicto XVI explicaba cómo el amor de los padres suscita el amor de los hijos: “para que la relación interna de la familia sea completa, es necesario que [los padres] digan también un «sí» de aceptación a sus hijos, a los que han engendrado o adoptado y que tienen su propia personalidad y carácter. Así, éstos irán creciendo en un clima de aceptación y amor, y es de desear que al alcanzar una madurez suficiente quieran dar a su vez un «sí» a quienes les han dado la vida”.

El amor paterno, además, necesita hacerse más visible a través de explicaciones (apoyadas, siempre, por el ejemplo). Es importante, por ejemplo, que ante un capricho o un desplante del niño hacia su madre, el padre busque un momento para hablarle y hacerle ver lo malo de su conducta y lo hermoso que es cuando un buen hijo pide perdón y busca estar siempre dispuesto a alegrar a su madre. O cuando la madre encuentra modos para explicar a los hijos todo lo que su padre hace por ellos, cómo les quiere, cómo trabaja y se desvela para que en casa haya un buen desayuno, juguetes y, sobre todo, ese cariño que crea serenidad y paz en todos.

Conforme los niños crecen, los padres pueden explicar qué deberes tienen los hijos hacia ellos. La mejor manera, nuevamente, es el ejemplo: un niño percibe cuánto debe amar a su padre y a su madre si ve con qué cariño ellos tratan a los abuelos. Pero también una palabra oportuna deja huellas profundas en los corazones.

En la Biblia, Dios nos pide encarecidamente que promovamos el amor hacia los padres. Por eso nos dejó lo que conocemos como Cuarto Mandamiento. No se trata de una “obligación” impuesta desde arriba, sino de una necesidad de gratitud y de un deber de ayuda que nace de la sangre y de la carne, pero que va más allá: cuando los adultos han hecho tanto por una nueva generación es de justicia que los jóvenes sostengan y apoyen a la generación que les dio la vida cuando los padres llegan a la vejez.

En el libro de Tobías encontramos esta recomendación de Tobit a su hijo: “Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo. Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltala junto a mí, en el mismo sepulcro” (Tb 4,3-4).

El libro del Sirácide tiene un bellísimo texto de invitación a honrar a los padres, lo cual se convierte en fuente de bendiciones para los hijos que un día, seguramente, llegarán a ser padres:

“Pues el Señor glorifica al padre en los hijos,
y afirma el derecho de la madre sobre su prole.
Quien honra a su padre expía sus pecados;
como el que atesora es quien da gloria a su madre.
Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos,
y en el día de su oración será escuchado.
Quien da gloria al padre vivirá largos días,
obedece al Señor quien da sosiego a su madre:
como a su Señor sirve a los que le engendraron.
En obra y palabra honra a tu padre,
para que te alcance su bendición.
Pues la bendición del padre afianza la casa de los hijos,
y la maldición de la madre destruye los cimientos.
No te gloríes en la deshonra de tu padre,
que la deshonra de tu padre no es gloria para ti.
Pues la gloria del hombre procede de la honra de su padre,
y baldón de los hijos es la madre en desdoro.
Hijo, cuida de tu padre en su vejez,
y en su vida no le causes tristeza.
Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente,
no le desprecies en la plenitud de tu vigor.
Pues el servicio hecho al padre no quedará en olvido,
será para ti restauración en lugar de tus pecados.
El día de tu tribulación se acordará Él de ti;
como hielo en buen tiempo, se disolverán tus pecados” (Si 3,2-15).

El Nuevo Testamento también incluye recomendaciones muy concretas respecto de las relaciones entre hijos y padres. Cristo confirma la validez del Cuarto Mandamiento (cf. Mt 15,1-6). San Pablo, en la carta a los Colosenses, recuerda este mandamiento tanto a los padres como a los hijos: “Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados” (Col 3,20-21).

Como hombres y, sobre todo, como cristianos, estamos llamados a amar: a los hijos y a los padres. De este modo, avanzaremos en nuestra semejanza con Dios, seremos buenos hijos de quien, como Padre, nos enseña el camino del amor y nos pide vivir en la vida familiar según el modelo del Hijo perfecto: dando la vida los unos por los otros.

Concilio Vaticano II: una semilla que sigue creciendo

Se ha convertido en un árbol que sigue dando frutos por obra del Espíritu Santo.

Este año, el 8 de diciembre, marca el 55 aniversario del fin del Concilio Vaticano II. Un acontecimiento que en este período está provocando un nuevo debate en la comunidad eclesial, frente a los que se están distanciando cada vez más de ella y los que quieren reducir su alcance y significado.

Un nuevo Pentecostés
Benedicto XVI usó una palabra fuerte: habló de un "nuevo Pentecostés". Fue testigo directo del Concilio, participando como experto, siguiendo al Cardenal Frings, y luego como testigo experto oficial: "Esperábamos que todo se renovara -dijo a los sacerdotes de Roma el 14 de febrero de 2013- que un nuevo Pentecostés llegara realmente, una nueva era en la Iglesia (...) sentíamos que la Iglesia no iba adelante, se encogía, que parecía más bien una realidad del pasado y no la portadora del futuro. Y en ese momento, esperábamos que esta relación se renovara, cambiara; que la Iglesia fuera una vez más la fuerza del mañana y la fuerza del hoy". Y citando a Juan Pablo II en la audiencia general del 10 de octubre de 2012, hace suya la definición del "Concilio como la gran gracia de la que se ha beneficiado la Iglesia en el siglo XX: en él se nos ofrece una brújula segura para guiarnos por el camino del siglo que se abre" (Novo millennio ineunte, 57): la "verdadera fuerza motriz" del Concilio - añade - fue el Espíritu Santo. Por lo tanto, un nuevo Pentecostés: no para una nueva Iglesia, sino para "una nueva era en la Iglesia".

La lealtad está en marcha
Lo que el Concilio ha mostrado más claramente es que el auténtico desarrollo de la doctrina, que se transmite de generación en generación, se realiza en un pueblo que camina unido guiado por el Espíritu Santo. Este es el corazón del famoso discurso de Benedicto XVI a la Curia Romana el 22 de diciembre de 2005. Benedicto habla de dos hermenéuticas: la de la discontinuidad y la ruptura y la de la reforma y la renovación en la continuidad. La "justa hermenéutica" es la que ve a la Iglesia como "un sujeto que crece con el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre igual, el único sujeto del Pueblo de Dios en camino". Benedicto habla de una "síntesis de fidelidad y dinamismo". La fidelidad está en movimiento, no está inmóvil, es un viaje que avanza por el mismo camino, es una semilla que se desarrolla y se convierte en un árbol que ensancha sus ramas, florece y produce frutos: como una planta viva, por un lado, crece, por otro tiene raíces que no se pueden cortar.

La continuidad y la discontinuidad en la historia de la Iglesia
¿Pero cómo podemos justificar una renovación en la continuidad ante ciertos cambios fuertes en la historia de la Iglesia? Desde que Pedro bautizó a los primeros gentiles sobre los que descendió el Espíritu Santo y dijo: "Verdaderamente me doy cuenta de que Dios no hace acepción de personas, pero el que le teme y practica la justicia, cualquiera que sea el pueblo al que pertenece, le es grato" (Hechos 10:34-35). Los circuncisos le reprochan, pero cuando Pedro explica lo que ha sucedido, todos glorifican a Dios diciendo: "¡Así que Dios también ha concedido a los gentiles que se conviertan para que tengan vida! (Hechos 11:18). Es el Espíritu quien indica lo que hay que hacer y nos hace movernos, nos hace avanzar. En 2000 años de historia, ha habido muchos cambios en la Iglesia: la doctrina sobre la salvación de los no bautizados, el uso de la violencia en nombre de la verdad, la cuestión de las mujeres y los laicos, la relación entre la fe y la ciencia, la interpretación de la Biblia, la relación con los no católicos, los judíos y los seguidores de otras religiones, la libertad religiosa, la distinción entre la esfera civil y la religiosa, por mencionar sólo algunos temas. Benedicto XVI, en el mismo discurso a la Curia, reconoce esto: en ciertos temas "una discontinuidad se ha manifestado de hecho". Por ejemplo, más allá del razonamiento de contextualización filosófica, teológica o histórica para demostrar una cierta continuidad, primero se dijo no a la libertad de culto para los no católicos en un país católico y luego se dijo sí. Así que, una indicación muy diferente en la práctica.

El escándalo de una Iglesia que aprende
Benedicto XVI utiliza palabras significativas: "Tuvimos que aprender a comprender más concretamente que antes", "fue necesario un amplio replanteamiento", "aprender a reconocer". Como Pedro que, después de Pentecostés, todavía tiene que entender cosas nuevas, todavía tiene que aprender, todavía tiene que decir: "Me estoy dando cuenta de que...". No tenemos la verdad en nuestros bolsillos, no "poseemos" la verdad como una cosa, pero pertenecemos a la Verdad: y la Verdad Cristiana no es un concepto, es el Dios vivo que sigue hablando. Y refiriéndose a la Declaración del Concilio sobre la Libertad Religiosa, Benedicto XVI declara: "El Concilio Vaticano II, reconociendo y haciendo suyo con el Decreto sobre la Libertad Religiosa un principio esencial del Estado moderno, ha retomado una vez más la herencia más profunda de la Iglesia. Puede ser consciente de que está en plena sintonía con la enseñanza del mismo Jesús (cf. Mt 22,21), así como con la Iglesia de los mártires, con los mártires de todos los tiempos". Y añade: "El Concilio Vaticano II (...) ha revisado o incluso corregido algunas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad ha mantenido y profundizado su naturaleza íntima y su verdadera identidad. La Iglesia es, tanto antes como después del Concilio, la única, santa, católica y apostólica Iglesia en el camino a través del tiempo".

Una continuidad espiritual
Entonces podemos ver mejor que la continuidad no es simplemente una dimensión lógica, racional o histórica, es mucho más que eso: es una continuidad espiritual en la que el mismo y único Pueblo de Dios camina unido, dócil a las indicaciones del Espíritu. La hermenéutica de la ruptura es llevada a cabo por aquellos que en este viaje se separan de la comunidad, rompen la unidad, porque se detienen o van demasiado lejos. Benedicto habla de los dos extremos: los que cultivan la "nostalgia anacrónica" y los que "corren hacia adelante" (Misa 11 de octubre de 2012). Ya no escuchan al Espíritu que pide fidelidad dinámica, sino que siguen sus propias ideas, se apegan sólo a lo viejo o sólo a lo nuevo, y ya no saben cómo unir las cosas viejas con las nuevas, como hace el discípulo del reino de los cielos.

La novedad del Papa Francisco
Después de los grandes Papas que lo precedieron, llegó Francisco. Está siguiendo la estela de sus predecesores: es la semilla que se desarrolla y crece. La Iglesia continúa. Muchas noticias distorsionadas o falsas se ponen en circulación sobre Francisco, como sucedió con el predecesor Benedicto y muchos otros sucesores de Pedro. Ni los dogmas o mandamientos, ni los sacramentos, ni los principios sobre la defensa de la vida, la familia, la educación han cambiado. Las virtudes teológicas o cardinales no han cambiado y tampoco los pecados mortales. Para comprender mejor la novedad en la continuidad de Francisco, más allá de las distorsiones y falsedades evidentes, hay que leer la Exhortación Apostólica "Evangelii gaudium", el texto programático del Pontificado. Comienza así: "La alegría del Evangelio llena los corazones y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él se liberan del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo la alegría siempre nace y renace". Lo primero es la alegría del encuentro con Jesús, nuestro Salvador.

Un estilo de cercanía y cordialidad que no condena
El Papa nos invita a "recuperar la frescura original del Evangelio" y a transmitirlo a todos. Nos pide que nos centremos en lo esencial, el amor a Dios y al prójimo, evitando un modo de proclamación "obsesionado por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia (...) en este núcleo fundamental lo que brilla es la belleza del amor salvador de Dios manifestado en Jesucristo, muerto y resucitado". En cambio, sucede que se habla "más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios". Instó a que la primera proclamación siempre resonara: "Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado todos los días, para iluminarte, fortalecerte, liberarte. Pidió un estilo de "cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condene". Indica el arte del acompañamiento, "para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias frente a la tierra sagrada del otro" que debe ser visto "con una mirada respetuosa y compasiva, pero a la vez sana, libre y animadora para madurar en la vida cristiana".

Eucaristía: no es una recompensa para los perfectos, sino un alimento para los débiles
Quería una Iglesia con las puertas abiertas: "Ni siquiera las puertas de los Sacramentos deben cerrarse por ningún motivo". Así, "la Eucaristía, aunque constituye la plenitud de la vida sacramental, no es una recompensa para los perfectos sino un generoso remedio y alimento para los débiles. Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia. Con frecuencia actuamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una casa de costumbres, es la casa del padre donde hay lugar para todos con su agotadora vida". De ahí la sugerencia de iniciar caminos de discernimiento caso por caso para evaluar la posible admisión a los sacramentos de quienes viven en situaciones irregulares, como se menciona en la Exhortación Amoris laetitia. Es un paso que tiene como propósito acercar a la gente y acompañarla mirando la salvación de las personas y la misericordia de Jesús. Las normas pueden convertirse en piedras como le pasó a la mujer sorprendida en adulterio. E incluso ciertas preguntas de hoy recuerdan a las que los escribas y fariseos le hicieron a Jesús hace 2000 años: "Maestro, esta mujer fue sorprendida en flagrante adulterio. Ahora Moisés, en la Ley, nos ha ordenado apedrear a las mujeres como esta. ¿Qué dices a eso?" (Juan 8, 4-5). Sabemos la respuesta de Jesús.

Juan Pablo II: El Concilio seguirá dando frutos
Francisco sólo continúa en el camino del Concilio. Una continuidad espiritual, porque el Espíritu sigue hablando. "La pequeña semilla que puso Juan XXIII" - afirmó San Juan Pablo II el 27 de febrero de 2000 - ha crecido, dando vida a un árbol que ahora ensancha sus majestuosas y poderosas ramas en la viña del Señor. Ya ha dado muchos frutos (...) y muchos más en los próximos años. Una nueva temporada se abre ante nuestros ojos (...) El Concilio Ecuménico Vaticano II fue una verdadera profecía para la vida de la Iglesia; seguirá siéndolo durante muchos años del tercer milenio que acaba de comenzar.

Juan XXIII: la Iglesia usa la medicina de la misericordia
Hoy como ayer. En la apertura del Concilio, el 11 de octubre de 1962, San Juan XXIII declaró: "A menudo... sucede... que, no sin ofender a Nuestros oídos, se nos dice de las voces de algunos que, aunque son celosos de la religión, evalúan... los hechos sin suficiente objetividad o juicio prudente. En las condiciones actuales de la sociedad humana, no ven más que ruinas y problemas; dicen que nuestra época, comparada con los siglos pasados, es peor; y llegan a comportarse como si no tuvieran nada que aprender de la historia, que es la maestra de la vida, y como si en el tiempo de los anteriores Concilios todo procediera felizmente en lo que se refiere a la doctrina cristiana, la moral y la justa libertad de la Iglesia. Nos parece que debemos estar decididamente en desacuerdo con estos profetas de la desgracia, que siempre anuncian lo peor, como si el fin del mundo se acercara". Y hablando de errores de naturaleza doctrinal añadió: "No hay tiempo en que la Iglesia no se haya opuesto a estos errores; a menudo los ha condenado, y a veces con la mayor severidad. En cuanto a la actualidad, la Esposa de Cristo prefiere utilizar la medicina de la misericordia en lugar de armarse con las armas del rigor; piensa que debemos responder a las necesidades de hoy exponiendo más claramente el valor de su enseñanza en lugar de condenarla".

Pablo VI: para la Iglesia nadie está excluido, nadie está lejos
En la clausura del Concilio, el 8 de diciembre de 1965, San Pablo VI en su "saludo universal" afirmó: "Para la Iglesia Católica nadie es un extraño, nadie está excluido, nadie está lejos... Este Nuestro saludo universal lo dirigimos también a ustedes, hombres que no nos conocen; hombres que no nos entienden; hombres que no nos creen útiles, necesarios y amigos de ustedes; ¡y también a ustedes, hombres que, quizás pensando en hacer el bien, se oponen a Nosotros! Un saludo sincero, un saludo discreto, pero lleno de esperanza; y hoy, créanlo, lleno de estima y amor... He aquí, este es Nuestro saludo: Que encienda en nuestros corazones esta nueva chispa de la caridad divina; una chispa que pueda encender los principios, las doctrinas y los propósitos que el Concilio ha preparado, y que, tan inflamada de caridad, pueda verdaderamente obrar en la Iglesia y en el mundo esa renovación de los pensamientos, de la actividad, de las costumbres y de la fuerza moral y de la alegría y la esperanza, que era el propósito mismo del Concilio.

Decir buenas palabras en este difícil momento
En esta época en la que la Iglesia Católica está particularmente afectada por los contrastes y divisiones, nos hace bien recordar las exhortaciones de San Pablo a las primeras comunidades cristianas. Recuerda a los gálatas que "toda la ley (...) encuentra su plenitud en un solo precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo". Pero si se muerden y se devoran mutuamente - advierte - ¡al menos asegúrense de no destruirse completamente! Les digo, pues, que anden según el Espíritu" (Gal 5, 14-16). Y a los Efesios añade: "No deben salir nunca más de sus bocas palabras malas, sino palabras buenas que sirvan para la necesaria edificación, en beneficio de los que escuchan". Y no te entristezcas por el Espíritu Santo de Dios, por el cual estás marcado para el día de la redención. Que desaparezca de ti toda amargura, indignación, ira, furia, clamor y calumnia con toda clase de malicia. Sean benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo" (Ef 4, 29-32). ¿Qué pasaría si ponemos en práctica esta palabra "sine glossa"?

Pon de tu parte y confía en el Señor.

Revisa tu vida y date cuenta si las actitudes que están teniendo son coherentes con lo que deseas alcanzar

Antes de presentarte esta reflexión, te invito a que te apartes un momento de todo lo que estés haciendo, para orar un poco y pedir a Dios sabiduría para encontrar fuerzas en su palabra.

Señor, te alabo y te bendigo por este nuevo día que me permites vivir. Quiero pedirte, por esta persona que me lee y quiere pasar un momento de reflexión contigo, dale la fuerza y el ánimo que requiere para alcanzar todos sus proyectos y que puedas cumplir con las responsabilidades que tiene asignada.

Dale la fortaleza para enfrentar cualquier panorama adverso y poder transformarlos en bendiciones.

Amén

Pon de tu parte y confía en el Señor

Se dice que el tiempo cambia las cosas, pero en realidad tienes que cambiarlas tú, pon de tu parte y confía en el Señor. Sabemos que no es sencillo, pero debemos mantener la alegría en medio de la angustia.

La diferencia entre las personas felices y las tristes no es la ausencia de problemas sino las distintas actitudes con que los afrontan. Revisa tu vida y date cuenta si las actitudes que están teniendo son coherentes con lo que deseas alcanzar.

Ten en cuenta que a veces las cosas no salen como deseamos, y con eso está Dios diciendo que tiene mejores planes para nosotros. Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no debes temer.

Te invito a no tenerle miedo a tus problemas. Confía en Dios. Su poder no defrauda. Aférrate a Él con fuerza, y seguirás encontrando más fuerzas para seguir hacia adelante. ¡Ánimo!.

Nos gusta leer el salmo 27 porque son palabras de confianza, de entregar la vida a Dios y saber que su poder nos ayuda siempre, abre tu Biblia y léelo.

¡Avanza sin temor! Que nadie arruine tus sueños, que los comentarios de desprecios de los otros no te detengan nunca. Quiero animarte a que no dejes de creer, hoy quiero recordarte que tenemos a un Dios que cumple sus palabras y sus promesas.

Hoy, Dios quiere ver en ti, la fe que tienes para creer que Él mejorará tu panorama y que pintará un mejor cuadro en tu vida.

Rezamos en estos momentos por tus necesidades y en el nombre del Señor te bendecimos. Amén

Oración

Amado Padre, Tú que estás lleno de misericordia y de bondad, te ruego que en este momento toques el corazón de esta persona que me está leyendo y le hagas sentir amado y consolado, y que tu presencia la envuelva para que sienta tu gracia que renueva y conforta el alma.

No permitas que nada ni nadie le quite el deseo de alcanzar lo que quiere si es tu voluntad, sé que Tú le amas y le tienes preparado todo lo bueno.

Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor.

Amén.

¿Quién dijo que el celibato sacerdotal fue una invención medieval?

Hay que tener en claro que las disposiciones respecto al celibato no son un dogma

Existe un mito bastante difundido según el cual el celibato sacerdotal, lejos de tener un origen evangélico, habría sido impuesto cerca del siglo XII para contrarrestar la vida licenciosa del clero. Claro que no por falso (porque lo es) este error histórico ha dejado de pronunciarse en cada ocasión en que se debate la continencia de los llamados al sacerdocio.

Para introducirnos en el tema hay que tener en claro que las disposiciones respecto al celibato no son un dogma. Esto significa que puede discutirse sobre el asunto sin temor a vulnerar el credo pero teniendo prudencia por la profundidad histórica de esta práctica y por su origen bíblico. Como decíamos, el mito es falso. La práctica del celibato se remonta hasta los primeros años del cristianismo (el propio Cristo fue célibe) y la norma particular se fue configurando con el correr de los siglos.

Lo primero que salta a la vista es la diferencia existente entre la disciplina de las Iglesias Orientales y las Iglesias Latinas. En la primeras, un hombre casado puede ordenarse sacerdote (pero no casarse después de ordenado), en tanto los obispos deben guardar la continencia al igual que en las Latinas. Tal diferencia no radica en que las iglesias de Oriente hayan conservado la tradición originaria en tanto las occidentales la habrían abandonado sino más bien lo inverso. Allí ha faltado una autoridad universal que coordinara la disciplina general y tomara medidas efectivas de control, vigilancia y ejecución; como lo hicieran los Romanos Pontífices.

En este post encontrarás los diferentes hitos históricos que fueron configurando la disposición del celibato tal como la conocemos actualmente y descubrirás que esta práctica se remonta en el tiempo hasta el mismo momento en que Cristo predicó. Si te interesa el tema puedes consultar «El celibato eclesiástico. Su historia y fundamentos teológicos» del Cardenal Alfons Stickler o «Historia de la Iglesia» de Hubert Jedin. ¡Espero que te sirva para conocer la historia de nuestra Iglesia!

1. El origen Evangélico

Las primeras menciones concretas al celibato las encontramos en las propia sugerencia de Jesús a los Apóstoles (Lc 18, 28-30). La referencia no tiene la forma de un precepto, pero sí un deseo manifiesto de Cristo para todos los que quieran llevar una plena vida evangélica. La siguiente alusión a la continencia la encontramos en la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto (I Cor 7, 7-8). Vuelve a aparecer aquí una invitación a la comunidad para que adopten voluntariamente una vida célibe e imiten su comportamiento.

El ordenamiento jurídico de estas amplias comunidades de la Iglesia estaba constituido por disposiciones y obligaciones transmitidas sólo oralmente. La persecución esporádica de los primeros tres siglos impidió, en cierta forma, que las leyes se expresaran por escrito. Recién a partir del siglo IV surgirá una producción escrita relacionada con el derecho y la literatura cristiana. Además de los testimonios presentes en el Evangelio, la primera carta del Papa Clemente de Roma (?-97) de finales del siglo I y principios del siglo II,  ya describe la práctica de la continencia, así como también las cartas de Ignacio de Antioquía (35-98/110) a los esmirniotas y la carta a Policarpo relatan la existencia de vírgenes que tienen prestigio dentro de sus comunidades.

2. El ascetismo en el Siglo III

Fuentes del siglo III dan testimonio de la existencia de cristianos de ambos sexos que renuncian al matrimonio, se distancian del mundo profano y viven en familias o se ponen a disposición de la Iglesia. En esta centuria, Clemente de Alejandría (150-215/17) escribe su obra «Quis Dives Salvetur» (¿Quién será el hombre rico que se salvará?) donde llama a los ascetas “los escogidos de los escogidos” o Tertuliano con su «De Exhortatione Castitatis» (Exhortación a la castidad) cuyo título es por demás sugerente respecto al tema. De este ascetismo derivará el primitivo monacato de oriente cuyo célebre exponente fuera San Antonio, así como del ideal de virginidad se desarrollarán las bases del futuro celibato clerical.

3. El Concilio de Elvira

En el primer decenio del siglo IV, obispos y sacerdotes de la Iglesia de España se reunieron en el centro diocesano de Elvira para poner bajo una reglamentación común las circunscripciones eclesiásticas de Hispania, perteneciente a la parte occidental del Imperio Romano. Como durante el período anterior, caracterizado por las persecuciones y la desorganización de la Iglesia, muchos aspectos de la disciplina se habían relajado, el concilio sancionó 81 cánones que reafirmaban el antiguo orden. El canon 33 del Concilio fue la primera ley expresa sobre el celibato al afirmar que obispos, sacerdotes y diáconos debían abstenerse de sus mujeres y no engendrar hijos. Caso contrario debían ser excluidos del estado clerical.

Es importante mencionar que muchos de los clérigos mayores de la Iglesia de España eran viri probati, hombres casados antes de ser ordenados como obispos, sacerdotes o diáconos. Sin embargo, a partir del momento de la ordenación, todos estaban obligados a renunciar al uso del matrimonio y a observar una perfecta continencia. Lejos de ser una novedad, este canon fue una reacción contra la inobservancia de una obligación tradicional. Si hubiese sido algo nuevo que obligara a los ordenados a renunciar a su estado conyugal sin que existieran disposiciones anteriores, se hubiesen desatado protestas legítimas, sobretodo en un mundo tan apegado a lo legal como aquel Imperio Romano.

4. Los Concilios africanos

En el segundo Concilio de Cartago (actual Túnez) del año 390 se expresó una declaración vinculante que quedó formalizada en el Concilio de Cartago de 419 y que establecía que los tres grados (obispos, sacerdotes y diáconos) estaban ligados por la ordenación a la obligación de la castidad y a la abstención de sus esposas. En este punto se evidencia que gran parte del clero mayor estaba casado antes de la ordenación, y que después de ella debían vivir en continencia. Además, entre los textos de este concilio se establece una relación de la práctica del celibato como una enseñanza de los Apóstoles y mencionada como una antigua usanza. Aquí queda claro que existía una clara conciencia de la tradición del celibato.

5. Las disposiciones de los Papas

Un testimonio muy importante sobre la continencia de los clérigos lo brindan diversas cartas dirigidas por los Papas a obispos de diferentes diócesis. Así por ejemplo, una Carta directa del año 385 del Papa Siricio (384-399) al obispo Himerio de Tarragona menciona que los sacerdotes y diáconos que después de su ordenación engendran hijos, obran en contra de una ley irrenunciable, que obliga a los clérigos mayores desde el inicio de la Iglesia. De igual forma, Inocencio I (401-417) envía una carta Dominus inter a los obispos de la Galia diciendo que muchos clérigos mayores habían abandonado temerariamente la tradición de continencia y que un sínodo celebrado en ocasión decidía que los obispos, sacerdotes y diáconos estaban obligados por las Escrituras y la tradición de los padres a guardar la continencia corporal. Con posterioridad a estos Pontífices, otros Papas como León Magno (440-461) y Gregorio Magno (590-604) continuaron con la exhortación al celibato.

Disposiciones como estas nos permiten reconocer que junto al rol de los Concilios, de los cuales emanan las normas, entre ellas la del celibato,  aparece la acción orientadora y el cuidado universal de los Romanos Pontífices. Además nos muestran cómo existía una unidad de fe y disciplina entre las regiones de Europa y África que pertenecía al Patriarcado de Roma.

6. La reforma gregoriana

Hacia el siglo XI, la Iglesia atravesó un momento de crisis y de relajación de las costumbres que afectaron la observancia del celibato. En materia moral, los dos grandes males de este tiempo fueron la simonía, es decir, la compra de los oficios; y el nicolaísmo, esto es, la extendida violación del celibato eclesiástico. Para remediar esta situación, el Papa Gregorio VII emprendió un programa de cambios que dieron origen a la célebre Reforma Gregoriana. Con respecto a la práctica de la continencia, se impuso un mayor rigor a la hora de elegir los candidatos para clérigos mayores así como también se impulsó una mejora en la formación del cuerpo eclesiástico. En este sentido se fue limitado progresivamente la aceptación de hombres casados para la ordenación.

Pocos años después, en el Segundo Concilio de Letrán de 1139, se dispuso que los matrimonios contraídos por clérigos mayores, como también los de personas consagradas mediante votos de vida religiosa, fueran no solo ilícitos sino inválidos.

7. El Concilio de Trento

La Reforma Protestante que se desarrolló en el siglo XVI y produjo la defección de numerosos clérigos que pasaron a engrosar las filas de las nuevas corrientes religiosas luteranas, calvinistas o anglicanas (entre otras), produjeron un nuevo golpe a la observancia de la continencia. Algunos emperadores, reyes, príncipes e incluso representantes de la Iglesia se empeñaron en obtener un aligeramiento o una dispensa de dicho deber para intentar recuperar a los sacerdotes apóstatas. Sin embargo, una comisión instituida por los Romanos Pontífices desestimó tal posibilidad al concluir  que el origen del celibato era apostólico y no era una ley puramente eclesiástica.

La decisión más importante del Concilio de Trento (1545-1563) para salvaguardar el celibato eclesiástico fue la fundación de seminarios para la formación de sacerdotes (canon 18 de la sesión XXIII). Esta prescripción permitió ir prescindiendo de la ordenación de hombres casados y contar con sacerdotes célibes formados y fortalecidos en el ministerio.

¿Por qué se usa incienso en la Santa Misa?

Todo buen católico seguramente habrá presenciado más de alguna vez que durante la Santa Misa u otra celebración litúrgica se utiliza “turíbulo”, es decir, ese pequeño brasero en cuyo interior se quema incienso para luego esparcir el humo aromático en un lugar específico. Pero, ¿qué sentido tiene eso? ¿por qué se hace? Hoy te quiero dar cuatro motivos de su uso.

1. Aromatizar el ambiente.  

En la antigüedad, el incienso se utilizaba para purificar el ambiente en donde estarían o pasarían personajes importantes, como el rey o el emperador.  A causa del calor, el ambiente en un lugar podía tornarse fastidioso, entonces el incienso se utilizaba para “purificar” o “perfumar” el ambiente. Este sentido, meramente material, también podemos mencionarlo en la liturgia: el incienso se utiliza para purificar el ambiente en donde estará el rey de Reyes. Ante la presencia eucarística, también se intenta -con el incienso- que el lugar donde se “hace presente” Jesús esté lo más purificado y limpio posible. Y el incienso cumple muy bien esa función.

2. Sentido de misterio.

Un segundo sentido del uso del incienso es la idea de misterio. Para entenderlo mejor, recordemos lo dicho en Levítico 16, 12-13: «Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar delante del Señor  (…) y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio». Es decir, el humo del incienso cubre -en el caso de la Santa Misa- el altar con las ofrendas, esto para recordar que lo que vemos va más allá de lo que vemos: vemos pan y vino, pero en realidad se trata del Cuerpo y Sangre de Cristo. Vemos “algo”, pero lo que no vemos es todavía más grande e inimaginable. Y el humo del incienso nos evoca esa realidad “mistérica”.

3. “Suba mi oración”.

El Salmo 141,2 nos da una hermosa comparación entre el ascenso del humo de incienso y la elevación de las plegarias: «Suba mi oración delante de ti como el incienso». Esto significa entonces que así como el incienso esparcido en el altar durante la celebración sube, así también nuestras oraciones en ese momento están subiendo hasta la presencia de Dios. Esto nos recuerda además que la Santa Misa es la perfecta oración de la Iglesia que -así como el incienso- sube hasta Dios.

4. “Olor a Cristo”.

Como ya mencionamos en el primer punto, el incienso hace “agradable” el ambiente en donde se esparce, a partir de esto podemos también recordar aquel texto de 2 Cor 2,15: “Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden”. Es decir, el buen aroma del incienso nos debe recordar que así también nosotros, como cristianos, tenemos que esparcir el “buen olor de Cristo”.

El uso del incienso en las celebraciones litúrgicas puede ser un buen elemento si recordamos estos detalles que hemos mencionado. Como vemos, desde el Antiguo Testamento se menciona el uso del incienso (cfr. Ex 30,1; Ex 30,7), y el libro del Apocalipsis lo recalca: «Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incensario, y lo llenó del fuego del altar”.

Ojalá que la próxima vez que veas el uso del incienso no seas indiferente.

El Papa en el Ángelus: La gratitud, signo del Reino de Dios

Y por los demás

JUNIO 28, 2020 13:00

(zenit – 28 junio 2020).- A las 12 del mediodía de este domingo, 28 de junio de 2020, el Papa Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro y ha subrayado que la gratitud es signo del Reino de Dios.

El Santo Padre ha comentado el Evangelio (cf. Mateo 10, 37-42) en el que Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias del Evangelio “incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo”.

Dos demandas

Así, la primera demanda se refiere a situar el amor de Dios por encima del familiar: “Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien”, dice el Papa.

En segundo lugar, Jesús “El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí” y esto consiste en “seguirlo por el camino que Él mismo ha recorrido, sin buscar atajos. No hay amor verdadero sin una cruz, es decir, sin un precio a pagar por persona”, indica Francisco.

Y añade que “llevada con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura, para darnos fuerza y coraje”.

Gratitud contagiosa de Dios

Finalmente Francisco señala que “la plenitud de la vida y la alegría se encuentra al entregarse por el Evangelio y por los hermanos, con apertura, aceptación y benevolencia” y, de este modo, “podemos experimentar la generosidad y la gratitud de Dios”.

Se trata de una gratitud “contagiosa” que “nos ayuda a cada uno de nosotros a mostrar gratitud hacia aquellos que se preocupan por nuestras necesidades” y que constituye un “simple pero genuino signo del Reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y generoso”.

A continuación siguen las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

Palabras del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este domingo, el Evangelio (cf. Mateo 10, 37-42) expresa con fuerza la invitación a vivir plenamente y sin vacilación nuestra fidelidad al Señor. Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias del Evangelio, incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo.

La primera demanda que dirige a los que le siguen es situar el amor por Él por encima del amor familiar. Dice: “El que ama a su padre o a su madre, […] a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (v. 37). Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien. Lo vemos en algunas corrupciones de los gobiernos, se dan justamente porque el amor a los parientes es más grande que a la patria y ponen en cargos a los parientes. Lo mismo sucede con Jesús, cuando el amor es más grande que Él, no está bien.

Todos podríamos dar muchos ejemplos a este respecto. Sin mencionar las situaciones en las que los lazos familiares se mezclan con elecciones opuestas al Evangelio. Cuando, por el contrario, el amor a los padres y a los hijos está animado y purificado por el amor del Señor, entonces se hace plenamente fecundo y produce frutos de bien en la propia familia y mucho más allá de ella. En este sentido Jesús dice esta frase. También recordemos cómo Jesús reprocha a los doctores de la ley que hacen faltar lo necesario a los padres con la intención de dar a la Iglesia, Jesús lo reprocha. El verdadero amor a Jesús requiere un verdadero amor a los padres, pero no se puede dar primero el buscar los intereses familiares porque esto nos lleva siempre a un camino equivocado.

Luego dice Jesús a sus discípulos: “El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí” (v. 38). Se trata de seguirlo por el camino que Él mismo ha recorrido, sin buscar atajos. No hay amor verdadero sin una cruz, es decir, sin un precio a pagar por persona. Nos lo  dicen tantos papás y mamás que se sacrifican tanto por los hijos y llevan adelante verdaderos sacrificios porque aman. Llevada con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura, para darnos fuerza y coraje. Tampoco es necesario inquietarse para preservar la propia vida, con una actitud temerosa y egoísta. Jesús amonesta: “El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará” (v. 39). Es la paradoja del Evangelio. Pero también de esto tenemos, gracias a Dios, muchos ejemplos. Lo vemos todos los días, cuánta gente, cuántas personas están llevando sus cruces para ayudar a los demás, se sacrifican para ayudar a los demás, a los otros que tienen necesidades en esta pandemia, pero siempre con Jesús se puede llevar esto. La plenitud de la vida y la alegría se encuentra al entregarse por el Evangelio y por los hermanos, con apertura, aceptación y benevolencia.

De este modo, podemos experimentar la generosidad y la gratitud de Dios. Nos lo recuerda Jesús: “Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, […]. Y todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños […] no perderá su recompensa” (vv. 40; 42).

La generosa gratitud de Dios Padre tiene en cuenta hasta el más pequeño gesto de amor y servicio a nuestros hermanos y hermanas. Incluso en estos días he escuchado que un sacerdote estaba conmovido porque a la parroquia se había acercado un niño y le había dicho “Padre estos son mis ahorros, poca cosa, pero es para sus pobres, para aquellos que hoy tienen necesidad a causa de la pandemia”, una pequeña cosa, pero a la vez una cosa grande.

Es una gratitud contagiosa que nos ayuda a cada uno de nosotros a mostrar gratitud hacia aquellos que se preocupan por nuestras necesidades. Cuando alguien nos ofrece un servicio, no debemos pensar que todo se debe a nosotros. Tantos servicios se hacen gratuitamente, piensen en el voluntariado, es una de las cosas más grandes que tiene la sociedad italiana, y muchos de ellos se han dejado sus vidas con esta pandemia. Se hace por amor, simplemente por servicio.

La gratitud, el reconocimiento, es en primer lugar un signo de buenos modales, pero también es una insignia del cristiano. Es un simple pero genuino signo del Reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y generoso.

Que María Santísima, que amó a Jesús más que a su propia vida y lo siguió hasta la cruz, nos ayude a situarnos siempre ante Dios con un corazón abierto, dejando que su Palabra juzgue nuestro comportamiento y nuestras elecciones.

Ángelus. Francisco: la gratitud es una insignia del cristiano

Este domingo 28 de junio el Papa Francisco ha rezado la oración del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico que da a la Plaza de San Pedro. “Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias del Evangelio, incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo” ha dicho el Obispo de Roma.

El verano ya se ha instalado en la ciudad de Roma. El Papa Francisco se ha dirigido a varios centeneras de personas diseminadas por la amplia Plaza de San Pedro, respetando así la normativa sanitaria para enfrentar el Covid-19.

El Papa Francisco retomando el Evangelio de Mateo 10, 37-42 afirmó que “Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias del Evangelio, incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo”. De esta afirmación se desprenden tres planteamientos para aquellos que quieren seguirle: situar el amor a Jesús por encima del amor familiar; seguir a Jesús implica cargar con la propia cruz y la libertad que surge la renuncia a sí mismo, permite experimentar la generosidad y gratitud de Dios.

El amor a Jesús por encima del amor familiar

El Papa al referirse al texto del versículo 37, «El que ama a su padre o a su madre, […] a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí», explica que “Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien. Lo vemos: algunas corrupciones en los gobiernos, vienen precisamente porque el amor al parentesco es mayor que el amor al país y ponen a los familiares a cargo.

El Papa plantea una posible situación de contraste e insiste: “Cuando, por el contrario, el amor a los padres y a los hijos está animado y purificado por el amor del Señor, entonces se hace plenamente fecundo y produce frutos de bien en la propia familia y mucho más allá de ella”.

En este contexto, el Papa nos invita a tener presente un detalle importante que ya aparece en el Evangelio: “Recordemos también cómo Jesús reprocha a los doctores de la ley que hacen que a los padres les falte lo que necesitan con el pretexto de darlo al altar, de darlo a la Iglesia. ¡Él les reprocha! […] El verdadero amor a Jesús requiere el verdadero amor a los padres, a los hijos, pero si desde el principio buscamos el interés de la familia, esto siempre nos lleva por el camino equivocado”.

No hay amor verdadero sin una cruz

En segundo lugar, Francisco, citando el versículo 38, «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» afirma: “Se trata de seguirlo por el camino que Él mismo ha recorrido, sin buscar atajos. No hay amor verdadero sin una cruz, es decir, sin un precio a pagar en persona. Llevada con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura”. El Papa nos advierte de las posibles actitudes temerosas y egoístas que buscan preservar la vida propia por sobre todas las cosas y cita el verso 39: «El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará». Seguidamente plantea: “La plenitud de la vida y la alegría se encuentra al entregarse por el Evangelio y por los hermanos, con apertura, aceptación y benevolencia”.

La generosidad y gratitud de Dios

En este momento, el Papa cita los versículos 40 y 42: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, […]. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños […] no perderá su recompensa». Dios es generoso: La generosa gratitud de Dios Padre tiene en cuenta hasta el más pequeño gesto de amor y servicio a nuestros hermanos y hermanas. Es una gratitud contagiosa que nos ayuda a cada uno de nosotros a mostrar gratitud hacia aquellos que se preocupan por nuestras necesidades”.

El Papa enfatizó la donación generosa de sí mismo afirmando: “Muchos servicios se hacen gratis. Piensa en el voluntariado, que es una de las cosas más grandes que tiene la sociedad italiana. Los voluntarios… Y cuántos de ellos han dejado sus vidas en esta pandemia. Se hace por amor, simplemente por servicio”.

El Obispo de Roma concluyó la reflexión afirmando: “La gratitud, el reconocimiento, es en primer lugar un signo de buenos modales, pero también es una insignia del cristiano. Es un simple pero genuino signo del reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y generoso”.

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