Quien cree en mí, vivirá.

Marta de Betania, Santa

Memoria Litúrgica, 29 de julio

Hemana de Lázaro y María

Martirologio Romano: Memoria de santa Marta, que recibió en su casa de Betania, cerca de Jerusalén, a Jesús, el Señor, y muerto su hermano Lázaro, proclamó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido al mundo» (s. I).

Etimológicamente:: Marta = ama de casa, señorial, atractiva. Viene de la lengua hebrea.

Breve Biografía

Marta es hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.

Jesús Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea por la de Judea. Marta se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano.

San Juan nos dice que "Jesús amaba a Marta y a su hermana María y Lázaro" (Jn 11:5).

Lucas añade: "Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» -Lucas 10:38-40

No podemos estar seguros de la motivación de Marta al hacer su petición al Señor pero todo parece indicar que se quejaba contra su hermana. Nuestro Señor aprecia el servicio de Marta, pero al mismo tiempo sabía que era imperfecto. Muchas veces nuestro servicio, aunque sea con buena intención, esta mezclado con el afán de sobresalir, la compulsión por ser protagonistas, la competencia para sentirnos que somos los mejores. Es entonces que salen las comparaciones. ¿Por que la otra no hace nada y soy la que trabajo?

El Señor corrige a Marta, penetra en su corazón afanado y dividido y establece prioridades:

«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.» -Lucas 10: 41-42

Esa única cosa de la que hay necesidad es de poner todo el corazón en amar a Dios, atender a Jesús que nos habla, que quiere levantarnos de nuestra miseria.

Toda vida activa debe surgir de la contemplación. La vida activa sin contemplación lleva al alma a dispersarse perder de vista el fin. La vida contemplativa se concentra en Dios y se une a El por la adoración y el amor. La vida contemplativa es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación es la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la elección de María y afirmó: "sólo una cosa es necesaria". Eso significa que la salvación eterna debe ser nuestra única preocupación.

Si contemplamos como van las cosas en cualquier Iglesias podremos ver muchas actividades, programas, ideas... Es relativamente fácil hacer cosas por Jesús, pero cuanto nos cuesta estar en silencio ante su Presencia. En seguida pensamos en cosas que hacer. No comprendemos que lo primero y mas importante es atenderlo a El directamente por medio de la oración.

Jesús encontró más digna de alabanza la actitud contemplativa de María. Cuanto quisiera El Señor que todos, como María, nos sentáramos ante el para escucharle. Ella se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la atención del alma en Dios. También el Padre nos pide que, ante todo, escuchemos a Su Hijo (Mt 17-5).

Entonces, ¿no es necesario trabajar? Claro que sí lo es. Pero para que el trabajo de fruto debe hacerse después de haber orado. El servicio de Marta es necesario, pero debe estar subordinado al tiempo del Señor. Hay que saber el momento de dejar las cosas, por importantes que parezcan, y sentarse a escuchar al Señor. Esto requiere aceptar que somos criaturas limitadas. No podemos hacerlo todo. No podemos siquiera hacer nada bien sin el Señor

San Agustín escribe: "Marta, tú no has escogido el mal; pero María ha escogido mejor que tú". San Basilio y San Gregorio Magno consideran a la hermana María modelo evangélico de las almas contemplativas y su santidad no está en duda, sin embargo, es curioso que, de los tres hermanos, solo Marta aparece en el santoral universal.

La resurrección de Lázaro

El capítulo 11 de San Juan narra el gran milagro de la resurrección de Lázaro. En aquella ocasión vuelve a hablarse de Marta. Lázaro se agravó de muerte mientras Jesús estaba lejos. Las dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: "Señor aquel que tú amas, está enfermo". En un mensaje de confianza en que Jesús va actuar a su favor.

Pero Jesús, que estaba al otro lado del Jordán, continuó su trabajo sin moverse de donde estaba. A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, porque ahora vais a creer".

A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: "Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá"

Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".

Marta le contesta: "Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos".

Jesús añadió: "Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. ¿Crees esto?"

Marta respondió: "Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."

Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?". Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".

Y fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el sudario y las vendas de sus manos.

El Banquete

Marta aparece también en un banquete en el que participa también Lázaro, poco después de su resurrección: también esta vez aparece Marta como la mujer ocupada en el servicio, pero puede ser que para entonces ya lo sabía someter al Señor con mas amor, sin quejarse ni compararse.

De los años siguientes de la santa no tenemos ningún dato históricamente seguro, aunque según la leyenda de la Provenza, Marta fue con su hermana a Francia y evangelizó Tarascón donde según cuenta la leyenda Santa Marta derroto a la Tarasca, un dragón que amenazaba a la ciudad. Ahí se dice que encontraron, en 1187, sus pretendidas reliquias, que todavía se veneran en su santuario.

Los primeros en dedicar una celebración litúrgica a santa Marta fueron los franciscanos en 1262, el 29 de julio, es decir, ocho días después de la fiesta de santa María Magdalena, identificada por algunos como su hermana María.

S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien.
 

ORACIÓN DE LAS MADRES DE FAMILIA
A SANTA MARTA

Oh Santa Marta dichosa,
que tantas veces tuviste el honor
y la alegría de hospedar a Jesús
en el seno de tu familia,
de prestarle personalmente tus servicios domésticos,
y que juntamente con tus santos hermanos Lázaro y María Magdalena,
gozaste de su divina conversación y doctrina,
ruega por mí y por mi familia,
para que en ella se conserve la paz
y el mutuo amor,
para que todos sus miembros
vivan en la observancia de la Ley de Dios,
y para que sólo Dios,
y no el mundo ni el pecado,
reine en nuestro hogar.
Libra a mi familia de toda desgracia espiritual y temporal,
ayúdame en el cuidado de mis hijos y subordinados,
y concédeme la dicha de verlos unidos bajo
la mirada paternal de Dios en la tierra,
para volver a verles reunidos en las moradas del cielo.
Amén.

Confiar en Dios

Santo Evangelio según san Juan 11, 19-27. Miércoles XVII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, te pido que te hagas presente en mi vida, y de forma especial en este momento de oración. Ayúdame a escuchar tu palabra, a interiorizar tu mensaje y a predicar tus enseñanzas con el ejemplo de mi vida cristiana, para ser así, un fiel colaborador en la extensión de tu reino. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”. Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Palabra de Dios.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesucristo es la resurrección y la vida, esto quiere decir dos cosas: la primera, es que el alma humilde y caritativa debería tener la confianza de pensar, que, en su último día, no se verá abandonada, sino acogida con amor, por aquel que, con su entrega en la cruz, ha vencido a la muerte.

La segunda hace referencia a la vida en esta tierra. No son lo mismo vivir y sobrevivir. Esta última quiere decir caminar en la vida sin sentido alguno, caer en desesperación y dejarse agobiar por las responsabilidades y situaciones inesperadas de la vida. Esta era la actitud de Marta ante la muerte de su hermano, ella buscaba sobrevivir en medio del dolor. Es hasta que llega Jesucristo a su vida, cuando comienza a ver las cosas de un modo diferente, comienza a bajar sus pensamientos al corazón, y así se vuelve capaz, no solo de reconocer la divinidad de Jesús, sino también de aceptarlo en su vida y confiar en Él.

El alma que pone su confianza total en Dios, nunca, nunca, nunca se verá defraudada.

«En este pasaje del Evangelio vemos que la fe del hombre y la omnipotencia de Dios, el amor de Dios, se buscan y, finalmente, se encuentran. Es como un doble camino: la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios se buscan y finalmente se encuentran. Lo vemos en el grito de Marta y María y todos nosotros con ellas: “¡Si hubieras estado aquí!”. Y la respuesta de Dios no es un discurso, no, la respuesta de Dios al problema de la muerte es Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida... ¡Tened fe! En medio del llanto seguid teniendo fe, aunque la muerte parezca haber vencido. ¡Quitad la piedra de vuestro corazón! Que la Palabra de Dios devuelva la vida allí donde hay muerte”. También hoy nos repite Jesús: “Quitad la piedra”: Dios no nos ha creado para la tumba, nos ha creado para la vida, bella, buena, alegre».

(Homilía de S.S. Francisco, 29 de marzo de 2020).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo, y quiero demostrártelo no solo con mis labios, sino también con mi vida. Quiero aprender a poner mi confianza totalmente en ti. Señor, dame tu gracia, bendice a mi familia y ayúdame a poder decir tanto con mi mente como con mi corazón, al igual que hizo santa Marta: «Señor, creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pensar por un momento en la mayor preocupación del día, y hacer el ejercicio de confiar en el Señor y ponerla en sus manos, para que se haga su voluntad en dicha situación, actitud o sentimiento.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cuidado al hablar del hermano y del prójimo

De lo que rebosa el corazón habla la boca

Recojo unos textos de la Biblia y del Papa Francisco que seguro nos ayudarán a amar al hermano y al prójimo con nuestras palabras y silencios.

Levítico 19,17-18:

“No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no te cargues con un pecado por su causa. No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

Salmo 101,5:

“Al que difame a su prójimo en secreto, a ése lo aniquilaré…”

Proverbios 11,12-13:

“Quien desprecia a su prójimo es un insensato, el hombre prudente guarda silencio.

Quien va chismorreando desvela secretos, quien es de fiar se guarda las cosas.”

Juan 15,9.12.17:

“Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor… Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado… Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.”

Romanos 2,1-2:

“Por eso, no tienes escusa quienquiera que seas, tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas tú que juzgas, y sabemos que el juicio de Dios es según verdad contra los que obran semejantes cosas.”

Romanos 14,10.12-13:

“Pero tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿por qué desprecias a tu hermano? En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios… Así pues, cada uno de vosotros dará cuenta a de sí mismo ante Dios.

Dejemos, por tanto, de juzgarnos unos a los otros; juzgad más bien que no se debe poner tropiezo o escándalo al hermano.”

Romanos 15,2:

“Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación…”

Santiago 3,8-10:

“… en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está lleno de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así.”

Santiago 4,11:

“No habléis mal unos de otros, hermanos.”

Santiago 5,9:

“No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está ya a las puertas.”

Exhortación Apostólica Amoris laetitia [113]:

“El amor convive con la imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado.”

Pandemia, Papa: dejémonos contagiar por el amor, no por el virus

Las raíces de nuestra vida están en Cristo.

Un volumen rico en reflexiones teológicas que puede suscitar una "nueva esperanza y una nueva solidaridad", basadas en la certeza de que como ocurrió en los primeros difíciles meses de la propagación de la pandemia, también hoy, la presencia del Señor nos acompaña y nos alienta.

Es con este deseo que el Papa Francisco firma el Prefacio del libro titulado "Comunión y Esperanza" publicado por la Librería Editora Vaticana - Dicasterio para la Comunicación. Redactores del libro son el cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el padre George Augustin, sacerdote alemán que fundó y dirige el Instituto que lleva el nombre de su compatriota cardenal.

Pandemia como "tiempo de prueba y elección"
En palabras del Papa, el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. El coronavirus, como una tormenta -y me viene a la mente la solemne oración del 27 de marzo pasado en la Plaza de San Pedro- nos sorprendió a todos, cambiando la vida familiar, el trabajo y las actividades públicas y dejando a su paso muerte, penurias económicas y distancia de la Eucaristía y de los sacramentos.

Esta dramática situación, desenmascarando la vulnerabilidad del hombre, su inconsistencia y su necesidad de redención y que cuestionando tantas certezas en la base de nuestras vidas, nos ha colocado ante -escribe el Papa en el Prefacio- "interrogativos fundamentales sobre la felicidad" y "sobre el tesoro de nuestra fe cristiana".

¿Dónde están las raíces más profundas que nos sostienen a todos en la tormenta?  ¿Qué es realmente importante y necesario? La "pandemia", escribe Francisco, "es una señal de alarma que nos lleva a reflexionar precisamente sobre esto. "Es un tiempo de prueba y elección para que podamos orientar nuestras vidas de una manera renovada a Dios, nuestro apoyo y nuestra meta.

Escuchar el grito de los pobres y del planeta
El Papa vuelve a llamar a todos a la "solidaridad" y al "servicio" contra la "injusticia global" y la indiferencia. De hecho, la emergencia nos hace comprender cuánto "dependemos de la solidaridad de los demás y nos empuja a servir a los que nos rodean de una manera nueva: "debemos ser sacudidos por la injusticia mundial", escribe, "para poder despertar y escuchar el grito de los pobres y de nuestro planeta tan gravemente enfermo".

El contagio del amor, no parálisis del miedo
El inicio de la pandemia coincidió con el tiempo de la Pascua, hace notar el Papa, y de ahí viene el mensaje que ilumina el presente y el futuro y evita la parálisis: es el mensaje de la victoria de la vida sobre la muerte. "La Pascua - escribe Francisco - nos da esperanza, confianza y valor, nos fortalece en la solidaridad" y en la fraternidad. "El peligro de contagio de un virus debe enseñarnos otro tipo de 'contagio', el del amor, que se transmite de corazón a corazón. Estoy agradecido por los muchos signos de disponibilidad a la ayuda espontánea y de compromiso heroico del personal sanitario, de los médicos y de los sacerdotes. En estas semanas hemos sentido la fuerza que provenía de la fe".

En la Eucaristía la fuerza para superar las dificultades
Y a la fe en Cristo, se dedica el último pasaje del Prefacio. Francisco recuerda el "doloroso ayuno eucarístico" que muchos cristianos han experimentado debido al cese de las celebraciones públicas y la solución de emergencia de las transmisiones mediáticas, pero también subraya que ninguna "transmisión virtual puede sustituir la presencia real del Señor en la celebración eucarística".  De aquí la alegría por la reanudación de la vida litúrgica normal porque, escribe, "la presencia del Señor Resucitado en su Palabra y en la celebración eucarística nos dará la fuerza necesaria para afrontar los difíciles problemas que nos esperan después de la crisis". Y a toda la humanidad como Jesús a los discípulos de Emaús repite, como signo de esperanza para el futuro: "¡No tengan miedo! Yo he vencido a la muerte".

Siete hábitos diarios para las personas que deseen ser Santas

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.

Nadie nace santo. Se consigue la santidad con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.

Estás leyendo esto porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida."

El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: "reza siempre y sin desfallecer" (Lc. 18:1). Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso básicamente todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a esto.

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.

Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del Ángelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en el medio del mundo.

3 puntos importantes para prepararnos a cumplir los hábitos: Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos

1. Recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un trabajo de proceso gradual.No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo. Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos.

2. Al mismo tiempo tu debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida- más importante que comer, dormir, trabajar y descansar-. Quiero aclararte que estos hábitos no se pueden adquirir a las corridas. Ese no es el modo como nosotros queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos más atentos durante el día en un lugar en silencio y sin distracciones; donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón.

3. Quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo ganas.Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen a El primero. Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezaban mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.

LOS 7 HÁBITOS PARA QUIENES QUIEREN SER SANTOS

Primer Hábito: Ofrecimiento del día por la mañana

El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana; cuando te arrodillas y, utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. "Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza."

Si con la ayuda de Dios te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.

¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! (San Josemaría- Camino, 191)

En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el "minuto heroico" en la mañana y a la noche va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y espiritual a lo largo del día para parar lo que este haciendo para cumplir los otros hábitos.

Segundo Hábito: Quince minutos de oración en silencio

El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿Quién no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está en tu mente y en tu corazón. Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver qué es lo que Jesús te está pidiendo y qué te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos su dicho "Sin Mí, nada pueden hacer."

Tercer Hábito: Quince minutos de lectura espiritual

El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento, para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador. El resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual. En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros, los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las ideas allí expresadas en acción.


Cuarto Hábito: Participar en la Santa Misa y Recibir la Santa Comunión en estado de gracia

El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete (cfr. Jn. 6, 22-65). Ella debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo, posible del hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y nos unimos a su cuerpo y alma resucitado. Como el papa Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America "La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega" (n°35).

Quinto Hábito: Rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli

El quinto hábito es rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli, invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento. Como niños recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor, el cual da sentido a toda nuestra existencia.

Sexto Hábito: El rezo del Santo Rosario cada día

El sexto hábito también es Mariano. El rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Es un hábito que, una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a través del corazón de María. El no puede rechazar nada de Ella.

Séptimo Hábito: Breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama

El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntándote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos. También miras una particular área, la cual tu tienes identificada con ayuda de tu director espiritual, quien conoce tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos discutidos en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y recibido, y un acto de contricción por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.

Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuán ocupado esté, (y nunca me pareció encontrarme con gente que no esté muy ocupada a no ser que esté permanentemente retirada), puede frecuentemente encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día. Piensa, ¿qué necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento, quince minutos antes de comenzar el trabajo? O la media hora o mucho más, gastada mirando programas de televisión o videos. También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual?

¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.

Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor "para servir y no para ser servido." Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos. Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas, gracias a Dios. Ten por seguro que, cuando caigamos en algo grande o pequeño, siempre tendremos un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.

12. Aurora

Él no me agrada del todo físicamente

12. AURORA:
ÉL NO ME AGRADA DEL TODO FÍSICAMENTE


Reverendo Padre:
Mi nombre es Aurora y vivo en Patagonia, Argentina. Primero que nada le agradezco por el blog que ha creado para la ayuda de muchos.
Le quiero hacer una consulta. Resulta que nos conocimos hace casi un año y llevamos casi cinco meses de noviazgo.
Yo me decidí por él, porque que él es un hombre bueno, de buen corazón, inteligente, de carácter agradable, dulce y sobre todo: él es religioso y ama a Dios. Y él me ama.
El problema que yo tengo es que físicamente no me agrada.

Anteriormente y para que conozca un poco más acerca de mí, yo he sido una mujer muy temerosa en el amor. Nunca lograba estar con un chico que "me gustara". No sabía amar. Me dejaba llevar por mis gustos del momento. Tenía aventuras hasta con chicos que no me atraían pero igualmente tenía relaciones con ellos. Otras veces quería conquistar así el amor de algún chico, pero sin resultado. Todo eso me dejó al final muy herida en cuanto a mi relación con Dios, conmigo misma y con el varón. Pero yo no comprendía que buscando el amor estaba buscando a Dios. Pero lo fui como comprendiendo y empecé a buscarlo, porque el amor que buscaba en los chicos me dejaba vacía. Hasta que al fin lo encontré a Dios. O mejor dicho, Él que me venía buscando, terminó de manifestárseme y de encontrarme.

Desde esa fecha que fue hacia el final del año 2008, mi vida cambió. Llegué a estar casi enamorada de Jesús, de su amor infinito y de lo misericordioso que había sido conmigo. ¡Cómo me rescató, como a la Magdalena! Yo creo que entiendo lo que le pasaba a ella.
Entonces estuve sola y por primera vez estuve en paz con mi soledad y sin miedo de seguir estándolo. Estaba realmente feliz. Hasta que después de un tiempo conocí al que ahora es mi novio. Con él no he tenido relaciones. Sin embargo, hace unos meses casi caímos. Creo que fui yo la que induje la situación de peligro. Yo me sentía insegura de quererlo y de que él me quisiera. Era algo tan nuevo para mí, que me preguntaba si eso que había en él y en mí podía ser verdaderamente el amor. Porque me estaba pasando algo que nunca antes me había pasado. Algo tan inexplicable, tan sereno e interior, tan poco apasionado.

Y comparando esta relación con las que había tenido en mi pasado de pecado se me producía un estado de confusión. Entonces, un día yo me dejé llevar, porque quería descubrir si tenía deseos de estar con él y forcé un poco mis sentidos. Y lo que es peor, lo excité a él. Así que ese día casi caímos los dos, mejor dicho, casi lo hice caer. Eso no ha vuelto a pasar porque lo conversamos y yo entendí los temores que me habían impulsado y nos pusimos medios para no caer.

Como resultado de que él no me agrada al contacto físico, a veces yo no soy muy cariñosa, es decir, no tengo la iniciativa de besarle, o no le pongo mucha pasión a los besos. Yo no me daba cuenta de eso, pero el últimamente se ha empezado a quejar y me dice que lo trato fríamente y sin cariño. Incluso me pregunta si me nace besarlo y me pide que sea más demostrativa de mi afecto.

Yo creo que él me ama y también que le gusto mucho físicamente. Pero a mí no me pasa eso mismo con él.

Yo he superado mi duda acerca de si lo quiero. Creo que sí lo quiero: por su buen corazón, por cómo me quiere y me entiende, además porque también ama a Dios. Y sigo con él de novia porque me parece – aunque no estoy segura y por eso le pregunto a usted su parecer - que el hecho de que "me guste", pasa a un segundo plano en el matrimonio. Y me parece que posiblemente sean solamente tonterías mías. Por eso no se lo he contado a nadie y es usted el primero a quien consulto por estos sentimientos míos. Sin embargo, sí me angustian, porque pronto me voy a casar con él y no quiero equivocarme. Usted deme por favor su consejo.
Saludos y muchas gracias.
Aurora

Mi respuesta

Querida Aurora:

Si él te ama y tú, reconociendo su amor, lo has aceptado, entonces es el esposo a quien el Señor te destina para que, en prenda de tu amor, le des hijos. Lee varias veces este párrafo y grábatelo en la inteligencia, porque me parece que aún no lo tienes como el hilo conductor de tu pensamiento.

En el designio de ese Dios que te ama y a quien amas, tú eres para él y no él para ti.
No es la mujer la que elige al varón. Es Dios quien la destina a uno de sus hijos, a quien le pone en el corazón el amor por ella, entre todas las posibles.

Cuando tú anduviste eligiendo chicos, bien lo dices, te fue mal. Tú buscabas en ellos el amor y encontrabas solamente la decepción y la humillación.

Ahora parece que apareció en tu vida el hombre a quien Dios le ha puesto en el corazón el amor por ti. Tú así lo intuyes y por eso le has dado el sí.

Entonces, de lo que se trata es de aceptar que el Padre te destina a ese hombre, como destinó a Eva a Adán, para que fuera "un auxilio de Dios para él en su presencia y frente a él". Ese hombre, si verdaderamente te ama, es una misión de Dios para ti. Lee esto y medítalo y métetelo en el corazón.

Entonces creo que se te relativizará mucho la dificultad física que encuentras, que es totalmente secundaria y que debe ser de los sacrificios que exige el amor. Estás experimentando y me lo dices, que sus cualidades interiores te atraen más hacia él de lo que logran esos rasgos físicos separarte de él o tenerle una aversión invencible.

Algún pequeño sacrificio te puede exigir el amor. Porque un verdadero amor sabe sacrificar algo. Un amador que no sabe sacrificarse por amor, no es amador verdadero. Su amor no es puro sino todavía muy mezclado de amor propio.

¿Qué hacía que Teresa de Calcutta movida por el amor divino pudiera soportar por amor a Cristo el mal olor de los mendigos moribundos tirados en las calles sucias de Calcutta? El amor sacrifica. Si te vas a casar por la Iglesia, no vas a contraer un lazo puramente humano y natural de matrimonio. Vas a contraer un "sacramento" en el que los esposos son ministros el uno para el otro. Ministros, no de su propio amor, sino de un amor que el Padre ha puesto en ellos, para que lo ejerciten no como cosa propia, sino como ministros de un amor ajeno. Como ministros del amor de Cristo, que ama al esposo con el amor de la esposa y ama a la esposa en el amor del esposo.

Tu amor será el amor de Cristo traducido en lenguaje de amor de mujer, para tu futuro esposo, Ese Jesús que inflamó tu amor hasta sentirte casi enamorada de él puede enseñarte cómo sufrió por los que amaba y cómo es capaz de sufrir por los que ama, entre ellos por ti. Cristo se aguantó el olor de los doce apóstoles y de los mendigos... por amor.

El bien del matrimonio no es el placer sexual o la concupiscencia. Sino que, como enseña San Agustín, el bien del matrimonio son 1) los hijos, 2) la fidelidad mutua y 3) el sacramento. El deseo sexual y la concupiscencia son algo secundario que tiene categoría de medio para esos fines. Y a veces, los medios, pueden no ser del todo agradables. Como los re-medios amargos o dolorosos se toman por el fin que es la salud.

Es bien claro que lo tuyo es una tentación del demonio, porque estuvo a punto de hacerte caer en pecado a ti y de inducir a pecado mortal a tu novio. ¿Por qué? Examínate bien. Tú misma lo dices: "porque tú querías saber si tenías deseos de tener relaciones con él". Como hija de Eva, que también quería saberlo todo por sí misma, aún desobedeciendo. Por eso comió del fruto de la ciencia del bien y del mal. También tú querías saber algo, independientemente y aún en contra de la voluntad de Dios. En vez de preguntárselo al Señor, querías averiguarlo por ti misma y tus malos hábitos pasados casi te traicionan y dañas a tu novio.

En todo tu correo electrónico, en ningún momento te planteas con claridad esta pregunta, que, sin embargo es la decisiva y ante la cual todo lo demás tiene que ceder el paso: "¿Es éste el hijo de Dios a quien el Padre me destina como esposa. para madre de sus hijos?". Si logras asumir en fe ese planteo, todo se iluminará para ti con luz de Dios. Sabrás que tu novio es portador de un amor divino hacia ti y que tú debes cultivar y cuidar ese amor. Un amor que se te entrega para que lo cuides y mantengas vivo. Para que lo "sirvas" y así reines, porque "servir" por amor, es "reinar".

La atracción o repulsión física, dentro de los límites que se te plantean, es secundaria. Porque el amor – lo estás experimentando por primera vez en tu vida - no es algo físico e instintivo - sino algo principalmente espiritual y desde allí englobante y hasta redentor de lo físico y lo instintivo. El Espíritu Santo dirige, gobierna y también, si es conveniente para alcanzar los fines sagrados, “sacrifica” – es decir: “hace sacro o sagrado” - lo instintivo.
Además, hay que considerar que el amor fundado en la consideración de las buenas cualidades interiores y del alma, es algo que crece con el tiempo y el ejercicio.

En cambio, eso que hoy experimentas como un obstáculo, irá perdiendo importancia y desvaneciéndote, hasta que un día te preguntes cómo pudiste verlo como un impedimento para el amor.

Por fin, él también podría quizás ver un obstáculo en tu naturaleza de mujer y los fenómenos propios de esa naturaleza, que tú misma, como todas, de alguna manera deplora y oculta, cubre y disimula, con higiene y perfumes. Si varón y mujer se rechazaran por eso solamente, no estaríamos ni tú ni yo en este mundo. Dar la vida es algo grandioso y pide algún pequeño sacrificio, tan natural como nuestra naturaleza corpórea. Nuestra corporeidad reporta aspectos íntimos repugnantes que, sin embargo, la fuerza del amor ha vencido desde siempre.

Si te quedan dudas consúltame de nuevo. Y si se te aclararon, tendré gusto en saberlo.
Te bendigo como padre de todo corazón y te agradezco la confianza que has depositado en mí para consultarme algo tan íntimo.
Padre Horacio

2. Estimado Padre:

Le agradezco muchísimo su respuesta, la leí y empecé a meditar en lo que usted me decía y hasta ahora me queda grabado que yo tengo una misión con mi novio, y es la misión que Dios me ha dado, y que yo por el fruto de mi amor le tengo que dar hijos.

Por ahora estoy meditando en la primera, "Dios me ha dado una misión con el".

También pensé mucho en que yo fui elegida para él, y así como María debo ser dócil y aceptar lo que Dios quiere en mí. Dios ha puesto amor por mí en el corazón de un hombre tan bueno, que a veces yo me sorprendo de lo bueno que es, y cuando me pongo a meditar eso, meditarlo y contemplarlo me pone feliz.

Me ha ayudado muchísimo lo que usted me hablaba del amor, de la Madre Teresa, cómo ella se acercaba a tanta gente y no le importaba si tenían mal aspecto, eran feos y olían mal, y vi lo mío como algo tan insignificante, algo que sí puedo soportar bien.

Gracias padre por su consejo, que el Señor siempre lo bendiga.
Aurora

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