Qué es lo que está permitido hacer en sábado
- 07 Septiembre 2020
- 07 Septiembre 2020
- 07 Septiembre 2020
- MMS : Es la mezcla de clorito sódico (NaClO2) activado con ácido cítrico.
- CD: Es la mezcla de clorito sódico (NaClO2) activado con ácido clorhídrico.
- CDS: Es solo el gas de la mezcla disuelto en agua que es pH neutro
Cuando el clorito sódico llega al estómago que contiene ácido clorhídrico (también llamado HCL, salfumán, ácido muriático, ácido de sal…) se produce una reacción entre estos dos, liberando un gas que se llama dióxido de cloro. Es este gas que fácilmente se absorbe en agua y por lo tanto también por las mucosas y el suero sanguíneo, es el responsable de estas curas “milagrosas”.
En primer lugar, se trata de un oxidante, es decir, de una sustancia que facilita la combustión porque añade oxígeno a todos los procesos, a diferencia de otros medicamentos que habitualmente funcionan envenenando a los patógenos. El oxígeno no se acumula en el cuerpo y por lo tanto es un proceso farmacodinámico muy diferente. La oxidación, además, es utilizada de manera similar y natural por nuestras células de defensa, como los neutrófilos en el proceso de fagocitosis, que no es otra cosa que engullir y combustionar al enemigo, dicho de manera simple.
Uno de los aspectos más importantes, es que el dióxido de cloro es extremadamente soluble en agua sin crear enlaces químicos, es decir, es un gas que realmente se disuelve por completo en el agua. Esto es debido a que tiene una estructura molecular extremadamente parecida a la molécula del agua y por ésta y otras razones más, se disuelve completamente. Se sabe que el dióxido de cloro es el mejor desinfectante conocido, ya que es capaz de eliminar tanto bacterias, hongos, virus, como parásitos de tamaño pequeño, en un amplio rango de pH. Se lleva utilizando hace 80 años para desinfectar el agua potable, sin haber causado problemas en todos estos años. Se utiliza en la industria de manera amplia, para desinfección. También se utiliza para el blanqueo de papel, pero en concentraciones y cantidades extremas que no tienen nada que ver con la dosis de ingestión.
CDS es solo el gas de la mezcla burbujeado por el agua que es pH neutro y que tiene muchas ventajas. Ya que no suele causar irritaciones o efectos secundarios
Quizás en un futuro puedan producirse cambios positivos, que es lo que necesita nuestro mundo. Hay que tener en cuenta que la salud se ha convertido en un gran negocio, para ser exacto en el mayor negocio jamás conocido de la humanidad (junto a los bancos), puesto que todo el mundo antes o después será cliente, y hará lo que sea con tal de recuperarse cuando la salud se haya ido. La industria farmacéutica ha monopolizado la salud en los últimos 100 años. Este negocio no permite competencia desleal y es feroz. Al ganar tantísimo dinero, con licencias, patentes, y becas gubernamentales, cualquier solución alternativa de medicina es apartada, ridiculizada, difamada, y juzgada. La industria es la dueña del juego y no hay nada que lo cambie…por el momento. Opino que el médico o terapeuta es la persona adecuada que debe tratar al paciente en primer lugar.
ANDREAS KALCKER
«El chismorreo es una peste más fea que el Covid, peor, hagamos un esfuerzo», alerta Francisco
El Papa Francisco alertó nuevamente contra los chismorreos
El Papa Francisco ha reflexionado este domingo durante el rezo del Angelus sobre el Evangelio del día, centrado en la “corrección fraterna” y para ello pidió que la Virgen María “nos ayude a hacer de la corrección fraterna un hábito saludable, para que en nuestras comunidades se puedan establecer siempre nuevas relaciones fraternas, basadas en el perdón mutuo y, sobre todo, en la fuerza invencible de la misericordia de Dios”.
Tal y como recoge Vatican News, Francisco explica que para corregir al hermano que se ha equivocado “Jesús sugiere una pedagogía de recuperación, articulada en tres pasajes”:
En el primero de estos pasajes Jesús dice: "Repréndelo entre tú y él solo". El Papa afirma a que aquí lo que Jesús nos quiere decir es que “no debes poner su pecado delante de todos”. “Se trata – añade – de ir al hermano con discreción, no para juzgarlo, sino para ayudarlo a darse cuenta de lo que ha hecho”.
“Cuántas veces hemos tenido esta experiencia que alguien viene y nos dice mira en esto te has equivocado, tendrías que cambiar esto”, quizás al principio nos enfadamos pero luego agradecemos porque es un gesto de hermandad, de comunión, de ayuda y de recuperación”, agrega el Papa.
"No es fácil"
El Papa señala que además que “no es fácil” poner en práctica esta enseñanza de Jesús, por varias razones: “Porque existe el temor de que el hermano o la hermana reaccione mal”, porque “a veces no hay suficiente confianza con él o ella”. Así mismo explica que, “puede suceder que a pesar de mis buenas intenciones, la primera intervención fracase” en este caso – puntualiza – “es una buena idea no desistir, sino recurrir al apoyo de algún otro hermano o hermana”.
En el segundo pasaje, Jesús asegura: "Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos". El Papa señala que este es “un precepto de la Ley de Moisés” y que aunque parezca contra el acusado, “en realidad servía para protegerlo de falsos acusadores”.
“Pero Jesús va más allá – dice el Papa - los dos testigos son pedidos no para acusar y juzgar, sino para ayudar”. De hecho, añade: “Jesús considera que este enfoque con testigos también puede fracasar, a diferencia de la Ley de Moisés, para la cual el testimonio de dos o tres era suficiente para la condena”.
Por último, el Pontífice indica que las anteriores intervenciones pueden fracasar porque “el amor de dos o tres hermanos puede ser insuficiente” y es por eso que en este caso, Jesús añade: “díselo a la comunidad", es decir, “a la Iglesia”. Si la primera intervención fracasa, Francisco considera que es una buena idea “no desistir y que se las arregle, me lavo las manos, no, esto no es cristiano”, sino “recurrir al apoyo de algún otro hermano o hermana”. Francisco subraya que incluso esto “puede no ser suficiente” y tengamos que recurrir a “poner a nuestro hermano de nuevo en las manos de Dios”, de hecho Jesús dice: "Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el pagano y el publicano". Además, pone un ejemplo: “Cuando nosotros vemos un error, un defecto, un desliz, de un hermano o una hermana, generalmente la primera cosa que hacemos es ir a contárselo a los demás, a chismosear. Y las habladurías cierran el corazón a la comunidad y cierran la unidad de la Iglesia”. Francisco se detiene para explicar que “el gran chismoso es el diablo”, “que siempre va diciendo las cosas malas de los otros, porque es el mentiroso que busca desunir a la Iglesia y de alejar a los hermanos y no hacer comunidad”. Es por eso que ha pedido por favor “que hagamos un esfuerzo para no chismosear”: “El chismorreo es una peste más fea que el Covid, peor, hagamos un esfuerzo, nada de habladurías, nada”.
Por lo tanto – concluye – “no se trata de una condena sin apelación, sino del reconocimiento de que a veces nuestros intentos humanos pueden fracasar, y que sólo estando solo ante Dios puede poner a nuestro hermano ante su propia conciencia y la responsabilidad de sus actos”. “Si la cosa no va – puntualiza – silencio y oración por el hermano y hermana que se equivoca pero jamás chismorreo”.
Regina, Santa
Mártir, 7 de septiembre
Virgen y Mártir
Martirologio Romano: En Alesia, en el territorio de los eduos, en la Galia, santa Regina, mártir (s. inc.).
Breve Biografía
Hija de un ciudadano pagano de Alise, en Borgoña, la santa -cuya madre falleció al dar la luz- fue entregada a una nodriza que era cristiana y que la educó en la fe. Su belleza atrajo las miradas del prefecto Olybrius, quien, al saber que era de noble linaje, quiso casarse con ella, pero ella se negó a aceptarlo y no quiso atender los discursos de su padre, quien trataba de convencerla para que se casara con un hombre tan rico.-
Ante su obstinación, su padre decidió encerrarla en un calabozo y, como pasaba el tiempo sin que Regina cediese, Olybrius desahogó su cólera haciendo azotar a la joven y sometiéndola a otros tormentos.-
Una de aquellas noches, recibió en su calabozo el consuelo de una visión de la cruz al tiempo que una voz le decía que su liberación estaba próxima. En el momento de la ejecución (decapitación), apareció una paloma blanquísima que causó la conversión de muchos de los presentes.
La devoción a la santa aumentó a partir del siglo VII.
El instrumento del amor de Dios
Santo Evangelio según san Lucas 6, 6-11. Lunes XXIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que cada vez que te invoque pueda recordar todo lo que has hecho por mí. Ayúdame a ponerme de pie cuando me necesites y que me deje guiar a donde Tú quieras porque, como mi Padre, nunca me dejarás solo, aunque el camino se ponga difícil.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 6-11
Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo.
Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte ahí en medio”. El hombre se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: “Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?”. Y después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: “Extiende la mano”. Él la extendió y quedó curado.
Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cristo se enfrenta a gente que, aun en un ambiente religioso, les hace falta ver la vida más con fe. Se preocupan mucho por cumplir con las reglas y seguir los ritos lo más a la letra posible, pero les falta algo y Él quiere que lo noten.
Más allá de cumplir reglas y hacer las cosas sin errores está el amor y cuidado por el prójimo que nos necesita. Jesús no tiene miedo de salir al encuentro del paralítico y, además, pedirle que sea el centro de atención convirtiéndose en instrumento del amor de Dios. Él era una persona enferma y con su enfermedad se hizo una oportunidad para que Dios actuara en él, y a través de él, pudiera hablar a los demás.
Me viene a la mente como el rol del sacerdote en la comunidad cristiana es semejante al del paralítico porque él no ha sido elegido por sus grandes dones, por hacer todas las cosas bien, sino por amor, Dios lo miró y lo llamó para que fuera un instrumento de su obra de salvación. No importa que tan pecador sea si se deja tocar por la gracia de Dios y deja que Él lo convierta en pecador misericordioso para que la gente que lo vea y escuche pueda ver y escuchar las maravillas que Dios ha obrado en su vida.
En este día pidamos por los sacerdotes para que nunca pierdan de vista qué lo más importante de sus vidas es su servicio al prójimo, y que a pesar de sus imperfecciones pueden dejarse transformar por Cristo y convertirse en mensajeros de su amor misericordioso. Pidamos también por los sacerdotes que no han sabido dejarse guiar por Cristo y de alguna manera han herido a otros, que Él toque sus corazones y les dé la gracia de la conversión.
«Ser cristiano no es sólo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es cierto; pero si te detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser un buen cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera. En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos como Nicodemo, ante el "por lo tanto", no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo hacerlo o no tenemos la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al Espíritu. Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo, y aquí, libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás».
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de abril de 2020, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a hablarle a alguien con el que no he hablado por un largo tiempo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Doctrina Social de la Iglesia y el trabajo
¿Qué opinión tiene la Iglesia del trabajo?, ¿qué lugar ocupa entre sus preocupaciones sociales? Descúbrelo en esta colaboración de nuestros hermanos de compartiendo.cl
La Iglesia a través de múltiples Encíclicas y Cartas Apostólicas y apoyada en las Sagradas Escrituras, ha ido conformando una completa documentación de orientación para el ámbito social, cultural, político y económico, que se conoce como “Doctrina Social de la Iglesia”. En ella, el lector que así lo estime, podrá encontrar ayuda o apoyo para un mejor reflexionar sobre algunos de los temas que se abordan en nuestro Sitio. Sin embargo, dado la amplitud y variedad de pensamientos y orientaciones contenidas en múltiples documentos de la Iglesia no nos es posible citarlos o reproducirlos en nuestro Sitio.
Por ello, sugerimos recurrir al Sitio Web Thesocialgenda.org que está en español, en el cual se puede obtener una detallada y completa información.
Para lo anterior pinchar: http://www.thesocialagenda.org/espanol/
En la presentación de dicho Portal, se lee, entre otros conceptos: “Estos pronunciamientos han ido brotando desde el corazón de la Iglesia para un mundo que necesita desesperadamente una visión moral para construir un orden social más humano. La Iglesia no pretende ofrecer soluciones científicas a los problemas económicos y sociales en forma de recetas políticas o prescripciones legales detalladas. Lo que ofrece es mucho más importante: un conjunto de ideales y valores morales que destacan y afirman la dignidad del hombre. La aplicación de tales principios a las diferentes realidades económicas, políticas y sociales puede aportar mayor justicia y paz para todo el mundo, auténtico desarrollo humano y liberación de la opresión, la pobreza y la obediencia para los pueblos” (François-Xavier Nguyên Cardenal Van Thuân, Presidente del Pontificio Consejo "Justicia y Paz. 1 de mayo del 2000)
Algunas citas -a modo ilustrativo- :
• «En la doctrina social de la Iglesia ocupa un lugar importante el derecho a un trabajo digno. Por esto, ante las altas tasas de desempleo que afectan a muchos países americanos y ante las duras condiciones en que se encuentran no pocos trabajadores en la industria y en el campo, ‘es necesario valorar el trabajo como dimensión de realización y de dignidad de la persona humana. Es una responsabilidad ética de una sociedad organizada promover y apoyar una cultura del trabajo’»(Ecclesia in América 54).
• «En el contexto del Tercer Mundo conservan toda su validez —y en ciertos casos son todavía una meta por alcanzar—los objetivos indicados por la Rerum Novarum, para evitar que el trabajo del hombre y el hombre mismo se reduzcan al nivel de simple mercancía: el salario suficiente para la vida de familia, los seguros sociales para la vejez y el desempleo, la adecuada tutela de las condiciones de trabajo» (Centesimus Annus 34).
• «Los "pobres" se encuentran bajo diversas formas; aparecen en diversos lugares y en diversos momentos; aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo —es decir por la plaga del desempleo—, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia» (Laborem Exercens 8).
Finalmente, debemos señalar que la Iglesiaen su Encíclica del Papa Juan Pablo II “Laborem Exercens” promulgada el 14 de Septiembre de 1981 con motivo del aniversario de la Rerum novarum (1891), se refiere expresamente al tema del trabajo humano.
Emociones, la enfermedad del siglo
Hay enfermedades que sólo Dios puede curar.
Cada año, el mundo se sorprende con la aparición de enfermedades nuevas. Hace unos días, nos daban la noticia de que China se había infectado con el “coronavirus”, y, como era de esperarse, los memes circularon a gran velocidad por el internet, aludiendo a una bebida alcohólica, sin embargo, si bien, en nuestro territorio geográfico no se ha confirmado ningún caso, es cierto que en el país asiático se ha convertido en motivo de alarma y crisis sanitaria, reportándose miles de infectados y decenas de muertos.
Por supuesto, aunque a nuestro país no le alcanzara la rara enfermedad, se ha suscitado mucho temor y un sinnúmero de especulaciones sobre si tendríamos los medios necesarios para enfrentar una epidemia. Dios nos libre de tal caso.
No obstante, a pesar de que hay que estar alerta con las enfermedades del cuerpo, es con las del alma con las que tendremos que lidiar en los próximos años.
Es así que, términos como autocontrol, habilidades sociales y empatía son utilizados en el campo empresarial para referirse a las cualidades que los líderes de las compañías deben manejar para lograr sus objetivos, pero se relacionan directamente con sus colaboradores, a quienes deben saber guiar, impulsar, corregir, motivar y mantener contentos en su ambiente laboral. Sin embargo, para lograrlo, el líder debe poseer una alta dosis de inteligencia emocional, la cual se ha estudiado desde 1920, y, a través de investigaciones de muchos estudiosos, actualmente se ha convertido en un área del conocimiento de las ciencias sociales sumamente socorrido, popularizado especialmente por el estadounidense Daniel Goleman.
Goleman menciona en sus estudios que las características de la llamada inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de aplazar las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás.
Es, entonces, mantener un saludable equilibrio entre las emociones y la razón, ya que si el cerebro no las controlara, todo el tiempo actuaríamos impulsivamente, y por el contrario, si no tuviésemos emociones, el cerebro pensante sería incapaz de tomar decisiones.
Sin embargo, hay que reconocer que estamos muy lejos de manifestar una buena inteligencia emocional, y creo que no hay que ser expertos para darnos cuenta, de que, cada día, la sociedad se está deteriorando más y pareciera que no hay solución.
El mismo Goleman recaba información sobre un estudio comparativo a nivel mundial sobre bienestar infantil, llevado a cabo por Une Bronfenbrenner, conocida psicóloga evolutiva de la Universidad de Cornell, en el que señala que “las presiones externas son tan grandes, que, a falta de un buen sistema de apoyo, hasta las familias más unidas están empezando a fragmentarse.
La incertidumbre, la fragilidad y la inestabilidad de la vida cotidiana familiar afectan a todos los segmentos de nuestra sociedad, incluyendo a las personas acomodadas y con un elevado nivel cultural”.
El texto continúa: Lo que está en juego es nada menos que la próxima generación – especialmente los varones –, que durante su desarrollo son especialmente vulnerables ante las fuerzas disgregadoras y los devastadores efectos del divorcio, la pobreza y el desempleo. El estatus de las familias y los niños estadounidenses es más inquietante que nunca […] Estamos privando a millones de niños de sus capacidades y de sus aptitudes morales (Goleman, Daniel, Inteligencia Emocional, pág. 198).
Cabe destacar que, aunque el estudio está enfocado en la niñez de Estados Unidos, Goleman agrega que se trata de una situación global. Es necesario entender que las enfermedades emocionales, tales como la depresión, la neurosis y la ansiedad, deben tratarse adecuadamente mediante el apoyo de un profesional, pero también, aplicar medidas preventivas como proveer a los niños de un ambiente de amor y comprensión, en el que los padres de familia tienen un papel fundamental para brindarles estabilidad y seguridad en todo sentido, pues el rechazo, el estrés, los gritos, las pelea entre los progenitores, el elevado índice de divorcios, generan en los pequeños emociones que son incapaces de reconocer y menos de entender, lo que podría desembocar en una enfermedad emocional.
Por eso, es necesario hacer un serio examen de conciencia y saber reconocer si es que hemos llegado a perder el control con arranques de ira o hemos caído en tristeza profunda o si hemos tenido comportamientos extremos que hayan herido a nuestra familia, para que hagamos el esfuerzo por vencer nuestro orgullo o temor y acudamos a algún grupo que pueda apoyarnos, porque, de nuestra salud emocional, depende el bienestar de quienes viven con nosotros, sobre todo, nuestros niños.
Y acudamos sin miedo al que todo lo puede, porque hay enfermedades que sólo Dios puede curar.
Que tengan una excelente semana.
¿Quién estableció la lista de los libros que forman parte de la Biblia?
La Biblia es un regalo del Señor. Por la autoridad de la Iglesia se establece el canon definitivo.
¿Por qué reconocemos el Evangelio de Juan y no el de Judas?
Veamos un poco de historia...
Por el año 605 Antes de Cristo, el Pueblo de Israel sufrió una dispersión o, como se le conoce bíblicamente, una "diáspora". El rey Nabucodonosor conquistó Jerusalén y llevó a los israelitas cautivos a Babilonia, comenzando la "Cautividad de Babilonia” (cf. 2 Reyes 24,12 y 2 Reyes 25,1).
Pero no todos los israelitas fueron llevados cautivos, un "resto" quedó en Israel (cf. 2 Reyes 25,12; 2 Reyes 25,22; Jeremías 40,11; Ezequiel 33,27). También un número de Israelitas no fueron cautivos a Babilonia sino que fueron a Egipto (cf. 2 Reyes 25,26; Jeremías 42,14; Jeremías 43,7).
El rey Ciro de Persia conquistó Babilonia (cf. 2 Crónicas 36,20; 2 Crónicas 36,23) y dio la libertad a los israelitas de regresar a Israel, terminando así su esclavitud. Algunos regresaron a Palestina pero otros se fueron a Egipto, estableciéndose, en su mayoría, en la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro Magno en el 322 a.C, que contaba con la biblioteca más importante del mundo en esa época). Así que los judíos estaban disgregados aun después del fin del cautiverio, unos en Palestina y otros en la diáspora, sobre todo en Alejandría. En el tiempo de los Macabeos había mas judíos en Alejandría que en la misma Palestina (cf. 1 Macabeos 1,1)
La Traducción de los Setenta (Septuagésima)
En el siglo III antes de Cristo, la lengua principal de Alejandría, como en la mayor parte del mundo civilizado, era el griego. El hebreo cada vez se hablaba menos, aun entre los judíos (Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo) Por eso había una gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras.
La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría. La traducción se realizó a inicios del siglo tercero a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra). Comenzando con la Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido por los católicos como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser más recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos. Se trata de siete libros, llamados hoy deuterocanónicos.
El canon de los Setenta (Septuagésima) contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completamente (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos).
El canon de la Septuagésima (Alejandrino) es el que usaba Jesucristo y los Apóstoles,
El canon de Alejandrino, con los siete libros deuterocanónicos, era el más usado por los judíos en la era Apostólica. Este canon es el utilizado por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento. 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina. Por eso no hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su canon (libros reconocidos como Palabra de Dios). Por ejemplo, Orígenes, Padre de la Iglesia (+254), afirmó que los cristianos usaban estos libros aunque algunos líderes judíos no los aceptaban oficialmente.
Los judíos establecen un nuevo canon después Cristo
Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía hizo un nuevo canon hebreo en la ciudad de Jamnia, en Palestina. Ellos querían cerrar el período de revelación siglos antes de la venida de Jesús, buscando así distanciarse del cristianismo. Por eso cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.). Por lo tanto dejaron fuera del canon los últimos siete libros reconocidos por el canon de Alejandrino.
Pero en realidad no hubo un "silencio bíblico" (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al nacimiento de Jesús. Aquella era la última etapa de revelación antes de la venida del Mesías. Los judíos reconocían el canon alejandrino en tiempo de Jesús. Por eso la Iglesia siguió reconociéndolo.
De esta forma surgieron dos principales cánones del Antiguo Testamento:
1: El canon Alejandrino: Reconocido por los judíos en la traducción de los Setenta al griego. Este canon es el más utilizado por los judíos de tiempo de Cristo y por los autores del Nuevo Testamento. Este canon contiene los libros "deuterocanónicos" y es el reconocido por la Iglesia Católica.
2: El canon de Jamnia: Establecido por judíos que rechazaron el cristianismo y por lo tanto quisieron distanciar el período de revelación del tiempo de Jesús. Por eso rechazaron los últimos 7 libros reconocidos por el canon alejandrino.
XV siglos después de Cristo, Lutero rechaza el canon establecido por la Iglesia primitiva y adopta el canon de Jamnia. Este es el canon que aceptan los Protestantes (Hermanos separados)
La Vulgata de San Jerónimo
La primera traducción de la Biblia al latín fue hecha por San Jerónimo y se llamó la "Vulgata" (año 383 AD). El latín era para entonces el idioma común en el mundo Mediterráneo. San Jerónimo en un principio tradujo del texto hebreo del canon de Palestina. Por eso no tenía los libros deuterocanónicos. Esto produjo una polémica entre los cristianos de aquel tiempo. En defensa de su traducción, San Jerónimo escribió: "Ad Pachmmachium de optimo genere interpretandi", la cual es el primer tratado acerca del arte de traducir. Por eso se le considera el padre de esta disciplina. Ahí explica, entre otras cosas, el motivo por el cual considera mejor traducir directo del hebreo.
San Jerónimo no rechazó los libros deuterocanónicos. La Iglesia aceptó su traducción con la inclusión de los libros deuterocanónicos. Por eso la Biblia Vulgata tiene los 46 libros.
La Iglesia establece el Canon de la Biblia
Es importante entender que la Iglesia fundada por Cristo precede al Nuevo Testamento. Es la Iglesia la autoridad que establece el canon de la Biblia y su correcta interpretación y no al revés, como creen algunos Protestantes. Cuando en el N.T. habla de las "Escrituras" se refiere al A.T. El nombre de "Nuevo Testamento" no se usó hasta el siglo II.
Con el tiempo, un creciente número de libros se presentaban como sagrados y causaban controversia. Entre ellos muchos eran de influencia gnóstica. Por otra parte, algunos, como los seguidores de Marción, rechazaban libros generalmente reconocidos por los Padres. La Iglesia, con la autoridad Apostólica que Cristo le dio, definió la lista (canon) de los Libros Sagrados de la Biblia.
Los concilios de la Iglesia Católica (el Concilio de Hipo, en el año 393 A.D. y el Concilio de Cartago, en el año 397 y 419 A.D., ambos en el norte de África) confirmaron el canon Alejandrino (con 46 libros para el Antiguo Testamento) y también fijaron el canon del Nuevo Testamento con 27 libros.
Para reconocer los libros del Nuevo Testamento los Padres utilizaron tres criterios:
1.- Que fuesen escritos por un Apóstol o su discípulo.
2.- Que se utilizara en la liturgia de las iglesias Apostólicas. Ej. Roma, Corintio, Jerusalén, Antioquía, etc.
3.- Que estuviera en conformidad con la fe Católica recibida de los Apóstoles.
Al no satisfacer estos criterios, algunos evangelios atribuidos a los Apóstoles (ej. Ev. de Tomás, Ev. de Pedro) fueron considerados falsos por la Iglesia y rechazados. Por otra parte fueron aceptados libros (ej. Evangelio de San Juan y Apocalipsis) que por largo tiempo habían sido controversiales por el atractivo que ejercen en grupos sectarios y milenaristas.
La carta del Papa S. Inocencio I en el 405, oficialmente recoge el canon ya fijo de 46 libros del A.T. y los 27 del N.T. El Concilio de Florencia (1442) confirmó una vez más el canon, como lo hizo también el Concilio de Trento.
A la Biblia Protestante le faltan libros
En el 1534, Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán. Pero rechazó los últimos siete libros del A.T. porque estos contradecían sus nuevas doctrinas. Por ejemplo, al quitar los libros de Macabeos, le fue mas fácil negar el purgatorio ya que 2 Macabeos 12, 43-46 da por supuesto que existe una purificación después de la muerte.
Lutero dice que Macabeos no pertenece a la Biblia. Sin embargo Hebreos 11,35 (Nuevo Testamento) hace referencia a 2 Macabeos: "Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor". Los únicos en el Antiguo Testamento a quienes se aplica este pasaje es a los mártires macabeos, que fueron torturados por conseguir la resurrección (2 Mac. 7:11, 14, 23, 29, 36).
¡Lutero consideró conveniente optar por el canon de Jamnia que los judíos habían establecido para distanciarse del cristianismo!. Lo prefirió a pesar que le faltaban libros que Jesús, los Apóstoles y la Iglesia desde el principio habían reconocido. Agrupó los libros que quitó de la Biblia bajo el título de "apócrifos", señalando: "estos son libros que no se tienen por iguales a las Sagradas Escrituras y sin embargo son útiles y buenos para leer".
Lamentablemente Lutero propagó sus errores junto con su rebelión. Por esa razón a la Biblia Protestante le faltan 7 libros del AT. Los consideran libros que ellos llaman "apócrifos".
- Tobías
- Judit
- I Macabeos
- II Macabeos
- Sabiduría
- Eclesiástico (también llamado "Sirac")
- Baruc
También a los libros de Ester (protocanónico con partes deuterocanónicas) y Daniel (protocanónico con partes deuterocanónicas) les quitaron algunas partes
Lutero no solo eliminó libros del Antiguo Testamento sino que quiso eliminar algunos del Nuevo Testamento e hizo cambios en el Nuevo Testamento para adaptarlo a su doctrina.
Martín Lutero había declarado que la persona se salva sólo por la fe (entendiendo la fe como una declaración legal), sin necesidad de poner la fe en práctica por medio de obras. Según él todas las doctrinas deben basarse solo en la Biblia, pero la Biblia según la acomoda e interpreta él. Por eso llegó incluso a añadir la palabra "solamente" después de la palabra "justificado" en su traducción alemana de Romanos 3, 28. También se refirió a la epístola de Santiago como epístola "de paja" porque esta enseña explícitamente: "Veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe".
Lutero además se tomó la libertad de separar los libros del Nuevo Testamento de la siguiente manera:
- Libros sobre la obra de Dios para la salvación: Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, I Pedro y I Juan
- Otros libros canónicos: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, el resto de las cartas de Pablo, II Pedro y II de Juan
- Los libros no canónicos: Hebreos, Santiago, Judas, Apocalipsis y libros del Antiguo Testamento.
Gracias a Dios, los Protestantes y Evangélicos tienen los mismos libros que los católicos en el Nuevo Testamento porque no aceptaron los cambios de Lutero para esta parte del canon. Pero se encuentran en una posición contradictoria: Reconocen el canon establecido por la Iglesia Católica para el Nuevo Testamento (los 27 libros que ellos tienen) pero no reconocen esa misma autoridad para el canon del A.T.
Es interesante notar que la Biblia Gutenberg, la primera Biblia impresa, es la Biblia latina (Vulgata), por lo tanto, contenía los 46 libros del canon alejandrino.
El reformador español, Casiodoro de Reina, respetó el canon católico de la Biblia en su traducción, la cual es considerada una joya de literatura. Pero luego Cipriano de Valera quitó los deuterocanónicos en su versión conocida como Reina-Valera.
Los Concilios modernos confirman el Canon
La Iglesia Católica, fiel a la encomienda del Señor de enseñar la verdad y refutar los errores, definió solemnemente, en el Concilio de Trento, en el año 1563, el canon del Antiguo Testamento con 46 libros siguiendo la traducción griega que siempre habían utilizado los cristianos desde el tiempo apostólico. Enseñó que los libros deuterocanónicos deben ser tratados "con igual devoción y reverencia". Esto fue una confirmación de lo que la Iglesia siempre enseñó.
Esta enseñanza del Concilio de Trento fue una vez más confirmada por el Concilio Vaticano I y por el Concilio Vaticano II (Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Sagrada Escritura). El Catecismo de la Iglesia Católica reafirma la lista completa de los Libros Sagrados, incluyendo los deuterocanónicos.
La Biblia es un regalo del Señor, presentado como obra terminada a través de un largo proceso en el que el Espíritu Santo ha guiado a la Iglesia Católica a la plenitud de la verdad. Por la autoridad de la Iglesia se establece el canon definitivo.
Ante los que quieren introducir libros en el Canon, por ejemplo, el "Evangelio de Judas", los protestantes más conocedores han tenido que recurrir a la autoridad de la Iglesia Católica para declarar que el canon de las Escrituras ha sido fijado en los Concilios del siglo IV y no se puede cambiar.
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Del amor líquido y otras paradojas
La solidaridad.... y Enamorarse...
Por: Francesc Torralba Roselló | Fuente: ForumLibertas
El ciudadano líquido vive a sus anchas el deseo erótico, pero evita enamorarse, perder la cabeza por otro ser humano, y sobre todo teme engendrar
En alguna ocasión, ya me he referido elogiosamente a la metáfora que utiliza el avispado analista judío Zygmunt Bauman para representar el sino de nuestras sociedades. En una de sus últimas monografías, Amor líquido (2005), aborda, inteligentemente, la fragilidad de los vínculos humanos en la llamada Modernidad líquida y el tipo de relaciones que se establecen en este marco cultural.
El tema de la obra en cuestión, editada por Fondo de Cultura Económica, es toda una lección programática, donde se explora la calidad de los vínculos interpersonales en la Tardomodernidad. A juzgar por lo que afirma Bauman, casi se podrían representar tales relaciones amorosas con la imagen del estado gaseoso.
El lúcido analista cultural explora el individualismo postmoderno y el temor de los ciudadanos occidentales a establecer relaciones duraderas, más allá de las meras conexiones. Entrelaza el hombre sin atributos de Robert Musil con la insoportable levedad del ser de Milan Kundera y dibuja un universo tan volátil como efímero. Según su punto de vista, el ciudadano occidental desea, por lo general, vivir solo, en un apartamento cómodo, moderno y sofisticado, abierto al mundo a través de Internet, pero aislado de los vecinos más próximos.
Siente aversión a la soledad, pero, aún más, a la vinculación, a la liaison.
Prefiere vivir separado, gestionar su vida social según sus preferencias, a dosis bien delimitadas, evitando cualquier exceso.
Aspira a mantenerse permanentemente desatado, rehusa vínculos y compromisos estables y, defiende, por encima de todo, su independencia social, sexual y económica, independencia que no está dispuesto a sacrificar por ningún tipo de amor.
Desea tener relaciones íntimas, pero con fecha de caducidad y, si es posible, sin secuelas.
Nieto de la liberación sexual, el ciudadano líquido vive, a sus anchas, el deseo erótico, pero evita, sobre todo, enamorarse, perder la cabeza por otro ser humano y sobre todo, teme el engendrar.
El ciudadano occidental necesita estar conectado, saber que hay, en el otro lado de la red, individuos que están ahí y con los que, si conviene, se puede chatear, pero teme amar de verdad, porque sabe, en el fondo, que amar significa, perder esa pretendida autosuficiencia que con tanto ardor defiende, significa asumir responsabilidades, limitar el campo de acción personal, estar dispuesto a ceder y, sobre todo, a practicar la renuncia de sí mismo y el sacrificio personal.
Esclavo de su ego, es incapaz de darse definitivamente a un tú. Filtra bien sus relaciones y somete a un cómputo matemático los costes y los beneficios de cualquier nuevo vínculo. La mentalidad instrumental y economicista acapara el terreno de los vínculos interpersonales y el do ut des se impone como máxima moral.
En ocasiones, el ciudadano líquido se siente llamado a ejercer la solidaridad a través del teléfono, animado por algún telepredicador laico que le recuerda que en el mundo hay pobres, enfermos, ancianos y moribundos. El telepredicador suscita una lágrima de falsa compasión en el teleespectador y el ciudadano postmoderno desembolsa, consiguientemente, una pequeña cantidad de su cuenta corriente. Nada importante. Podrá seguir su ritmo de vida sin ningún tipo de alteración. Después de tan soberbio gesto, se siente bien, ha pagado la purificación de su culpa a un módico precio. A este gesto, le llama, insolentemente, solidaridad.
Esta solidaridad líquida no obedece a la gratuidad pura, al impulso agápico, sino a un interesado cálculo emocional. El resultado final es sentirse bien con uno mismo, poder seguir consumiendo con voracidad, sin tener que evadirse del silencio, ahuyentar el demonio de la culpabilidad.
Nada tiene que ver este concepto de solidaridad con el sentido más genuino del término. En sentido estricto, la solidaridad es una virtud, un valor moderno para referirse a la misma virtud teologal de la caridad. Designa un sólido vínculo con el otro, tan profundo, tan intensamente vivido en el interior, que el otro, deja de ser el otro-extraño, para convertirse en el tú-próximo. La solidaridad convierte al otro en hermano, en el alter ego y su sufrimiento se vive como propio.
Esta solidaridad va unida al acto de sufrir, pues el que está dispuesto a unirse tan hondamente con el destino del otro, sabe, de antemano, que no podrá mantenerse al margen de su sufrimiento, sabe que su pathos, su estado de ánimo y su equilibrio emocional experimentará una profunda alteración al vivir, plenamente, la solidaridad.
La solidaridad no se resuelve en un pacto económico, ni en una cuota que se estipula desde el Gobierno de turno. Impone un modo de estar en el mundo, una actitud de acercamiento al otro, de superación de la fría distancia postmoderna, para inmiscuirse en el dolor ajeno.
Demasiado fuerte para el ciudadano líquido. Todo ello evoca formas de compromiso que no puede asumir, que ni siquiera puede imaginar. Todo ello altera su narcisismo, su pequeño mundo de alegrías, su inestable y delicado equilibrio emocional.
Esta solidaridad líquida constituye, en el fondo, un simulacro de solidaridad, un modo de purificar la culpa que, a veces, emerge desde lo más hondo del ser postmoderno. La culpa es un sentimiento negativo, desagradable, que uno debe expulsar cuanto antes pueda de su foro interior. La solidaridad se convierte, de este modo, en el contenedor de la culpa postmoderna. Lo importante es no implicarse demasiado, no dejarse afectar por el destino ajeno, no amagarse la vida con el sufrimiento de los otros; mantenerse al margen de todo y de todos y limitarse a jugar el papel de espectador.
La solidaridad líquida es un esperpento de la caridad cristiana, una triste imagen deformada de la filantropía que soñaron los ilustrados, un autoengaño colectivo. En cualquier caso, es el ejemplo más patente del olvido del otro, de la obsesión por el yo y de la atomización de una sociedad que evita establecer lazos con quienes causan problemas.
Para atender a tales sujetos, necesitamos de técnicos especializados, de diplomados facultados para enfrentarse a las tragedias humanas. Delegamos a otros el deber de humanidad. Triste solidaridad, la solidaridad líquida.
Enamorarse
Enamorarse es perder cordura y dominio, y eso espanta al ciudadano líquido
Una de las experiencias emocionales más intensas que puede vivir un ser humano a lo largo de su periplo vital es el enamoramiento.
Esta pérdida provisional de cordura y de dominio de sí que lleva asociada la experiencia de enamorarse es algo que aterra al ciudadano líquido. Prefiere las aventuras enlatadas de los parques temáticos y los encuentros virtuales pactados a priori.
Teme colgarse por alguien, cambiar su estilo de vida, tener que compartir cuenta corriente y vivienda, experimentar el vértigo del auténtico eros, de ese eros que va más allá de la mera pulsión freudiana y mueve al enamorado más allá de sí mismo, que le impulsa a trascenderse, a buscar en la persona amada un ideal que jamás hallará en el espacio y tiempo.
Según Zygmunt Bauman, la definición romántica del amor -“hasta que la muerte nos separe”- está decididamente pasada de moda en nuestro tipo de sociedades, ya que ha trascendido su fecha de vencimiento debido a la reestructuración radical de las estructuras de parentesco de las que dependía y de las cuales extraía su vigor e importancia.
El sujeto postmoderno evita de enamorarse, porque el enamoramiento es un sentimiento fuerte, intenso, algo así como un secuestro del alma, un rapto de la mente, una profunda alteración del ser, algo que, muy probablemente, no puede resistir una ontología débil como la postmoderna.
Evita enamorarse y perder la cabeza, sentir dependencia de otro ser y experimentar con intensa pasión su presencia. Eso sería reconocer que la autosuficiencia ha sido vencida, que el Narciso no puede vivir solo y que ha sido poseído por el eros del enamoramiento. En la mentalidad cool, todo tiene que estar bajo control.
Se permiten salidas de tono, pero siempre calculadas y con fecha de caducidad. Nada de empezar aventuras que no se sabe exactamente cómo y cuándo terminarán.
Según el modelo postmoderno de amor líquido, uno debe embarcarse en la relación con total conciencia y claridad. Nada de amor a primera vista. Nada de enamorarse. Nada de súbitas mareas de emoción que lo dejan sin aliento, nada de esas emociones que llamamos “amor”, ni de ésas a las que sobriamente denominamos “deseo”.
La clave es no permitir que ninguna emoción embargue ni conmueva, y sobre todo, no se debe permitir que nadie le arrebate a uno la calculadora de la mano. La conveniencia es lo único que cuenta y la conveniencia debe evaluarse con la mente clara y no con un corazón cálido (por no hablar de un corazón ardiente). Conviene mantener las cosas en ese estado y recordar que la conveniencia necesita poco tiempo para convertirse en su opuesto.
El arte de romper relaciones y salir ileso de ellas, con pocas heridas profundas y sin cuidados especiales que eviten “daños colaterales” supera ampliamente el arte de forjar relaciones sólidas.
Las relaciones deben pesar sobre los hombros como un abrigo ligero, que puede dejarse de lado en cualquier momento, y uno debe preocuparse más que nada de que no se conviertan, inadvertida y subrepticiamente, en una “coraza de acero”.
La gente busca pareja y ‘establece relaciones’ para evitar las tribulaciones de la fragilidad, sólo para descubrir que esa fragilidad resulta aún más penosa que antes. Lo que se espera y pretendía que fuera un refugio contra la fragilidad demuestra ser una y otra vez su caldo de cultivo.
El “vivir juntos” tiene un significado inevitablemente líquido. Sus intenciones son modestas, no se hacen promesas, y las declaraciones, cuando existen, no son solemnes, ni están acompañadas por música de cuerdas y manos enlazadas. Casi nunca hay una congregación como testigo y tampoco ningún plenipotenciario del cielo para consagrar tal unión. Uno pide menos, se conforma con menos y, por lo tanto, hay una hipoteca menor para pagar, y el plazo de pago es menos desalentador.
Para los habitantes del moderno mundo líquido que aborrece todo lo sólido y durable, todo lo que no sirve para el uso instantáneo y que implica esfuerzos sin límite, la perspectiva de una entrega total e indefinida en el tiempo, supera toda capacidad y voluntad de negociación.
Nada tiene que ver el placer sexual con la pasión del enamoramiento. El primero obedece a ciertas lógicas mecánicas, mientras que el segundo se desarrolla en un campo de incertidumbre que no se puede conocer con anticipación.
Enamorarse es sufrir, consiste en desear una presencia con todo el alma, significa vivir pendiente de otro ser, padecer su ausencia con dolor y su presencia física con entusiasmo.
El enamoramiento rompe la apatía postmoderna, caotiza la existencia personal y, como consecuencia de ello, se deshace el pequeño cosmos cotidiano. Lejos, muy lejos de la pasión de Werther por Carlota o de Romeo por Julieta se ubica el ciudadano postmoderno. Más bien se asemeja al esteta kierkegaardiano, al don Giovanni mozartiano que vuela de flor en flor buscando el mejor néctar, que halla la plenitud de su vivir en el arte de seducir y que siente recelo frente a cualquier forma de compromiso.
Anhela saciar su impulso erótico, necesita conquistar a la víctima, pero no encuentra ninguna finalidad en el hecho de empezar una historia nueva con alguien. El placer constituye el motor de su existencia y cuida a fondo todos los detalles de su presencia; pule bien las herramientas de seducción e invierte grandes cantidades de dinero para ello.
El ciudadano líquido busca por Internet la pareja ideal, estudia las medidas y las hipotéticas afinidades y conecta con ella o con él para pasar un fin de semana exótico. La vida líquida necesita dosis de épica, estímulos para sobrevivir a la atonía global. Los programas de mutua selección tienen un gran éxito en el mercado virtual. Uno sabe, de entrada, a qué va y para qué va. Nada hay de imprevisto, nada hay fuera de control. Las intenciones se muestran de entrada y el proceso de seducción queda sesgado desde el principio.
Nada tiene que ver todo esto con la liturgia de las miradas y el autosacramental del enamoramiento, con la incertidumbre del proceso y el trabajo de la imaginación. Cada inquilino presenta sus virtudes en un book bien apañado y uno sabe a qué juega y para qué juega.
Este proceso de selección no puede compararse con el enamoramiento, ni con la pérdida de sí que siempre acarrea, ni tampoco con el éxtasis o esa especie de arrobamiento casi divino, como le llamara Platón. Uno se expone en el tablón de anuncios como un objeto para ser alquilado un fin de semana.
El ciudadano líquido se defiende de una experiencia tan fuerte como la del enamoramiento. Prefiere moverse en las latitudes de lo efímero, del amor azucarado y del circo televisivo de las parejas químicamente compatibles de los programas basura. El temor a quedarse prendado, el pánico a vivir fuera de sí, el miedo a padecer, a experimentar el drama de la soledad, le lleva a una existencia anodina y tediosa, a una vida sexualmente garantizada, pero donde falta pasión, vida, deseo.
Sólo está vivo quien ama. Si uno no está dispuesto a perder, a dejar la piel y el alma en una relación, nunca jamás experimentará el latido del enamoramiento, esa experiencia sublime que justifica, con creces, el drama de haber nacido.