La ignorancia de los que no se convierten

En comunicación con Medios y Estrategias, desde La Paz, Bolivia, la médica pediatra Patricia Callisperis dio detalles del abordaje que “cada vez más profesionales estamos realizando de recuperar pacientes con diagnóstico positivo de Covid 19, muchos de ellos muy graves, a partir de los protocolos con dióxido de cloro. Cuando más grave era la situación y ya no habían hospitales a donde trasladar personas, hemos ido casa por casa y logramos resultados extraordinarios”.

Han creado la confusión (que no sé si ha sido intencionada o no) que esto es tóxico y se refieren al hipoclorito de sodio, con lo cual han generado temor en la sociedad. Desde la COMUSAV, pedimos que nos permitan hacer libremente un trabajo científico. En nuestro juramento hipocrático está el hacer todo el posible para salvar vidas y eso es lo que estamos logrando con esta agua mineral que llamamos dióxido de cloro. Desde la COMUSAV, pedimos que nos permitan hacer libremente un trabajo científico. En nuestro juramento hipocrático está el hacer todo el posible para salvar vidas y eso es lo que estamos logrando con esta agua mineral que llamamos dióxido de cloro

Ante las críticas y acusaciones que se siguen viendo en las redes, la doctora Callisperis fue clara: “Nadie puede quitarnos el derecho de pensar. En la medicina dos más dos no siempre da cuatro, es una ciencia en evolución. A nosotros nos sostienen los resultados, las vidas recuperadas. Ya hemos registrado más de 1.200 pacientes documentados en cuanto a su evolución y estamos hablando de personas con graves insuficiencias respiratorias. Yo opino que vamos a llegar a un punto que si siguen negando el tratamiento del coronavirus con dióxido de cloro, van a configurar un genocidio, porque de salvar vidas se trata y es muy cruel que sigan llevando todo a creo o no creo, cuando hay evidencia que esta sustancia oxigena de tal manera la sangre que cura a las personas”. La reciente pandemia del coronavirus Covid-19 demanda soluciones urgentes con enfoques alternativos. Por ello, el dióxido de cloro (ClO 2 ) en solución acuosa a dosis bajas promete ser una solución ideal, rápida y efectiva para la eliminación de este virus. Demasiadas veces ocurre que la solución está en el camino más simple.

Todo Médico está Autorizado de usar procedimientos preventivos, diagnósticos y terapéuticos nuevos o no comprobados según la DECLARACIÓN DE LA ASOCIACIÓN MÉDICA MUNDIAL DE HELSINKI – Apartado nº 37  (Esto sería el caso con dióxido de cloro)
* En todo caso, debe observarse la legislación nacional respectiva y, en particular, sus disposiciones de uso en caso de emergencias nacionales.

Cornelio y Cipriano, Santos

Mártires, 16 de septiembre

Martirologio Romano: Memoria de los santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires, acerca de los cuales el catorce de septiembre se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. Juntos son celebrados en esta memoria por el orbe cristiano, porque ambos testimoniaron, en días de persecución, su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo (252, 258).

Breve Biografía

Víctimas ilustres de la persecución de Valeriano, respectivamente en junio del 253 y el 14 de septiembre del 258, son el Papa Cornelio y Cipriano el obispo de Cartago, cuyas memorias aparecen unidas en los antiguos libros litúrgicos de Roma desde mediados del siglo IV. Su historia, en efecto, se entrelaza, aunque sobresale más la imagen del gran obispo africano.

San Cipriano 

Nacido en el año 200 en Cartago (Africa), se convirtió al cristianismo cuando era mayor de 40 años. Su mayor inspiración fue un sacerdote llamado Cecilio. Una vez bautizado descubrió la fuerza del Espíritu Santo capacitándolo para ser un hombre nuevo. Se consagró al celibato.
Tuvo un gran amor al estudio de las Sagradas Escrituras por lo que renunció a libros mundanos que antes le eran de gran agrado.

Es famoso su comentario del Padrenuestro.

Fue ordenado obispo por aclamación popular, el año 248, al morir el obispo de Cartago. Quiso resistir pero reconoció que Dios le llamaba. "Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes". Fue gran maestro y predicador.

En el año 251, el emperador Decio decreta una persecución contra los cristianos, sobre todo contra los obispos y libros sagrados. Muchos cristianos, para evitar la muerte, ofrecen incienso a los dioses, lo cual representa caer en apostasía.

Cipriano se esconde pero no deja de gobernar, enviando frecuentes cartas a los creyentes, exhortándoles a no apostatar.

Cuando cesó la persecución y volvió a la ciudad se opuso a que permitieran regresar a la Iglesia a los que habían apostatado sin exigirles penitencia. Todo apóstata debía hacer un tiempo de penitencia antes de volver a los sacramentos. Esta práctica era para el bien del penitente que de esta forma profundizaba su arrepentimiento y fortalecía su propósito de mantenerse fiel en futuras pruebas. Esto ayudó mucho a fortalecer la fe y prepararse ya que pronto comenzaron de nuevo las persecuciones.

El año 252, Cartago sufre la peste de tifo y mueren centenares de cristianos. El obispo Cipriano organiza la ayuda a los sobrevivientes. Vende sus posesiones y predica con gran unción la importancia de la limosna.

El año 257 el emperador Valeriano decreta otra persecución aun mas intensa. Todo creyente que asistiera a la Santa Misa corre peligro de destierro. Los obispos y sacerdotes tienen pena de muerte celebrar una ceremonia religiosa. El año 257 decretan el destierro de Cipriano pero el sigue celebrando la misa, por lo que en el año 258 lo condenan a muerte.

Actas del juicio:

Juez: "El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?"

Cipriano: "Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos".

El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó a Cipriano: "¿Es usted el responsable de toda esta gente?"

Cipriano: "Si, lo soy".

El juez: "El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses".

Cipriano: "No lo haré nunca".

El juez: "Píenselo bien".

Cipriano: "Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar".

El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: "Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada".

Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: "¡Gracias sean dadas a Dios!"

Toda la inmensa multitud gritaba: "Que nos maten también a nosotros, junto con él", y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.

Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.

El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle honrosa sepultura.

A los pocos días murió de repente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue hecho prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y esclavo prisionero estuvo hasta su muerte.

San Cornelio habia sido elegido Papa en el 251, después de un largo periodo de sede vacante, a causa de la terrible persecución de Decio. Su elección no fue aceptada por Novaciano, que acusaba al Papa de ser un libelático. Cipriano, y con él los obispos africanos, se puso de parte de Cornelio.

El emperador Galo confinó al Papa en Civitavecchia, en donde murió. Fue enterrado en las catacumbas de Calixto. Cipriano, a su vez, fue relegado en Capo Bon, pero cuando supo que habia sido condenado a la pena capital, regresó a Cartago, porque quería dar su testimonio de amor a Cristo frente a toda su grey. Fue decapitado el 14 de septiembre del 258. Los cristianos de Cartago pusieron pañuelos blancos sobre su cabeza para conservarlos, así manchados de sangre, como reliquias preciosas. El emperador Valeriano, al hacer decapitar al obispo Cipriano y al Papa Esteban, inconscientemente puso fin a una disputa entre los dos sobre la validez del bautismo administrado por herejes, no aceptada por Cipriano y afirmada por el pontífice.

Nadie se salva sólo

Santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35. Miércoles XXIV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ayúdame, Señor, en este rato de oración a lograr ese silencio interior que tanto necesito para escuchar tu voz.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños que se sientan a jugar en la plaza y se gritan los unos a los otros:

'Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado'. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y ustedes dijeron: 'Ése está endemoniado'. Y viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Este hombre es un glotón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores'. Pero sólo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Siempre he deseado ver tu rostro, pero es probable que muchas veces te has cruzado conmigo y no te he reconocido. ¿Qué he de hacer para reconocerte ahora? Posiblemente necesito estar en silencio. Me puedo proponer alejarme del ruido externo a mí, cuando aún es más difícil el callar por dentro. Sí, para saber que para caminar en las circunstancias de mi vida es necesario el silencio, ahí donde llego a escuchar los latidos de un corazón vivo. Al verte, al reconocerte, ya sea en la Eucaristía, un ser querido o amigo, pueda sentirme tan cerca de ti que contagie una alegría, alegría que convoca e invita a ser mejores personas.

Nadie se salva solo; entendiendo estas palabras puedo darle un sentido a la comunidad. Siempre voy a necesitar de ti y bien lo sabes, para eso enviaste a Juan el Bautista, pero lo mataron. ¿A quién envías a mi vida? Sí, a mi familia, a los sacerdotes y religiosos, a las personas de buena voluntad. En ellos puedo encontrar tu rostro.

También, puedo ser un mensajero de tu palabra para tantas personas necesitadas. En el mundo millones de personas sufren y hoy es más evidente el sufrimiento en la sociedad. Tal vez, con mi actitud, obras, pensamientos, palabras, puedo consolar un poco más a la humanidad.

«Jesús, con un poco de ironía les dice: Pero vosotros sois como esos niños sentados en la plaza que dicen a los demás: “os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado un lamento y no os habéis golpeado el pecho”. Pero, ¿nada os parece bien? Solamente la rigidez de las ideas y el “siempre se ha hecho así”. Esta es la ortodoxia de esta gente que cierra el corazón a las novedades de Dios, al Espíritu Santo. Esta gente no sabe discernir las señales de los tiempos. Quieren una Iglesia, querían eso, una sinagoga, una Iglesia cerrada rígida, no abierta a las novedades de Dios. En cambio, el otro comportamiento, el de los discípulos, de los apóstoles, es un comportamiento de libertad, la libertad de los hijos de Dios. Por lo tanto, tienen resistencias al inicio. Pero esto no solo es humano, es una garantía de que no se dejen engañar por cualquier cosa y después con la oración y el discernimiento encuentran el camino. Porque siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, siempre, hasta el fin del mundo».

(Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2018 en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy mostraré mi preocupación sincera por un ser querido.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Sobre la música

¿Por qué la música ocupa un lugar destacado en nuestras vidas?

Miles de músicas a lo largo de la historia han acompañado a los seres humanos. En las llanuras y en las montañas, entre cabañas y rascacielos, melodías y letras han estado siempre presentes.

¿Por qué la música ocupa un lugar destacado en nuestras vidas? Porque la música llega hasta lo más íntimo del corazón. Consuela o entristece. Anima o desalienta. Educa o deforma.

Los ritmos y las armonías influyen, consciente o inconscientemente, en cada uno. A veces suscitan una emoción serena, confortante. Otras veces provocan un extraño sentimiento de inquietud o pasiones incontroladas.

Las letras también entran en las mentes de las personas. Con ellas se promueve la bondad o se exalta la vileza, se defienden las virtudes o se difunden los vicios.

Por eso las familias y los educadores necesitan tomar conciencia de la importancia de la música, para resaltar aquella que promueva el bien y para denunciar la que lleve hacia el desorden y la injusticia.

Por desgracia, en muchos lugares la música se ha convertido en un medio para fomentar el odio, la sensualidad, la avaricia, la sed de venganza. Duele, por indicar solo un ejemplo, ver a miles de personas cantar a gritos un himno lleno de rabia y desprecio hacia personas o pueblos vistos como “enemigos”.

Al revés, resulta confortante encontrar tantas otras músicas que defienden principios buenos y virtudes sólidas, que alaban la belleza del matrimonio y la familia, que invitan a una vida solidaria y llena del amor verdadero.

La música tiene, además, una rica dimensión religiosa. Por eso numerosos grupos de creyentes le han dado un especial relieve en sus ritos y ceremonias.

También la Iglesia católica ha promovido, desde sus primeros siglos, melodías y canciones para acercar el alma de los bautizados a Dios y para recordar los grandes hechos de la historia salvífica.

La música, bien dosificada, es una gran ayuda en el camino de los pueblos. Por lo mismo, vale la pena una reflexión serena que permite dejar a un lado canciones que dañan, y que promueva y fomente tantas otras melodías que conducen suavemente los corazones hacia la bondad, la justicia, la belleza, la entrega generosa a los demás seres humanos.

Contemplar para cuidar y custodiar la casa común

Catequesis del Papa Francisco, 16 de septiembre de 2020

“Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente” expresó el Papa Francisco en la Audiencia general de este miércoles 16 de septiembre en el Patio de San Dámaso, continuando con las catequesis sobre cómo sanar el mundo. El Santo Padre, comenzó destacando el papel esencial de los “cuidadores” en la sociedad, “aunque a menudo no reciban ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen”. “El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza” afirmó.

En el marco del Jubileo de la Tierra, a la luz de la encíclica Laudato si’ subrayó que “este cuidado abraza también a nuestra casa común: a la tierra y a cada una de sus criaturas”, recordando que abusar de la creación es “un pecado grave que daña y enferma”. “La creación no es un mero ‘recurso’”, continua el Pontífice, sino que “las criaturas tienen un valor en sí y reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios”. Sin embargo, para descubrir ese valor y ese rayo de luz divina es necesario el silencio, la escucha y la contemplación, que también sana el alma.

“Sin contemplación es fácil caer en un antropocentrismo desviado y soberbio, el “yo” al centro de todo, que sobredimensiona nuestro papel de seres humanos y nos posiciona como dominadores absolutos de todas las criaturas”.

Este antropocentrismo desviado, puede hacernos creer que “estamos en el centro, pretendiendo que ocupamos el lugar de Dios; y así arruinamos la armonía de la creación, la armonía del plan d Dios”, convirtiéndonos “en depredadores, olvidando nuestra vocación de custodios de la vida”. “El trabajo no es sinónimo de explotación –afirma el Santo Padre-, sino que siempre va acompañado de cuidados: arar y proteger, trabajar y cuidar… esta es nuestra misión”.

“El mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación” subraya Papa Francisco, “es importante recuperar la dimensión contemplativa”. Cuando contemplamos, descubrimos en los demás y en la naturaleza algo mucho más grande que su utilidad, descubrimos el valor intrínseco de las cosas que les ha dado Dios.

Como ejemplo de esta contemplación, el Santo Padre recuerda la invitación final en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola a la “Contemplación para alcanzar amor”. Un llamado “a considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas”.

“Aquellos que no pueden contemplar la naturaleza y la creación –subrayó el Santo Padre-, no pueden contemplar a la gente en su riqueza. Y quien vive para explotar la naturaleza, termina explotando a las personas y tratándolas como esclavos”.

“El que sabe contemplar, se pondrá más fácilmente manos a la obra para cambiar lo que produce degradación y daño a la salud. Se comprometerá a educar y a promover nuevos hábitos de producción y consumo, a contribuir a un nuevo modelo de crecimiento económico que garantice el respeto de la casa común y el respeto por las personas”.

La invitación del Papa es a ser contemplativos en la acción, ya que “tiende a convertirse en custodio del medio ambiente…, tratando de conjugar los conocimientos ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos técnicos, para que nuestro estilo de vida sea siempre sostenible”. Contemplar y cuidar son actitudes que muestran el camino para corregir y reequilibrar la relación como seres humanos con la creación, convirtiéndose en ‘custodios’ de la casa común, custodios de la vida y de la esperanza.

Finalmente, Papa Francisco recuerda a los pueblos indígenas, “con los que todos tenemos una deuda de gratitud, incluso de penitencia, para reparar el mal que les hemos hecho”, “aquellos movimientos, asociaciones y grupos populares, que se esfuerzan por proteger su territorio con sus valores naturales y culturales”, y que “no siempre son apreciados, a veces, se les obstaculiza, porque no producen dinero, pero en realidad, contribuyen a una revolución pacífica, podremos llamarla la ‘revolución del cuidado’”.

Concluye la catequesis el Santo Padre, recordando que este cuidado es tarea de todo ser humano: “Cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un ‘custodio de la casa común’, capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplar las criaturas y protegerlas”.

Campanas de la Catedral de México

Todo un libro podría escribirse acerca de estas campanas

La historia de las campanas de la Catedral de México, es por extremo interesante. Parecen seres dotados de vida, delicados en sus cuerpos que están expuestos a los cambios de temperatura que alteran su constitución, sobre todo cuando ésta no ha sido bien cuidada desde que nacieron. Cada campana tiene su nombre. Cada campana tiene su historia. Hay algunas veteranas que vienen desde los tiempos lejanísimos, desde aquella catedral paupérrima que tuvo que ceder el puesto, humildemente, desgarrada de enfermedades y años, cuando la nueva fábrica se levantaba a su vera, orgullosa pero benévola.

Todo un libro podría escribirse acerca de estas campanas. Hay algunas más nobles que las otras y cuya historia podemos hacer al detalle, pero en su mayoría, seres anónimos cuyo padre mismo no se atrevió a estampar su nombre en ellas, pasan inadvertidas y las más de las veces ignoradas.

No sabemos el fin que tendría la primera campana que hubo en nuestra Catedral, pero sí conocemos su noble origen: fué fundida de un cañón que Hernán Cortés había cedido para ello y la operación se efectuó en las casas que ocupaban la esquina de las calles llamadas actualmente Emiliano Zapata y Licenciado Verdad, donde estuvieron más tarde las casas arzobispales.

Con el tiempo se fueron fundiendo otras campanas para el propio templo, algunas de las cuales podemos historiar al hablar de las del nuevo monumento.

Una vez concluido el primer cuerpo de la torre del lado del oriente, pensó el virrey que era necesario colocar las campanas, aún antes de que se cerrase la bóveda que iba a cubrir ese primer cuerpo. Fué el duque de Alburquerque quien primero colocó las campanas que todavía existen en nuestra Catedral.

Un punto dudoso en la historia de nuestro gran templo se descubre al estudiar este asunto. Efectivamente, se dice que se conservaban ocho campanas en el campanario de la iglesia vieja; ahora bien, dicha iglesia había sido demolida desde 1626. ¿Es posible que se haya conservado únicamente el campanario para guardar las campanas? Los documentos del archivo de la Catedral así lo atestiguan y de ellos seguramente toma sus datos Marroquí. Dicho autor afirma que el virrey, conociendo la dificultad del trabajo que implicaba bajar las campanas de la torre vieja, trasladarlas cerca del nuevo edificio y subirlas a donde habría de quedar definitivamente, convocó a diversos maestros del arte para resolver el problema. Dice que fueron presentados cinco proyectos: uno de fray Diego Rodríguez, mercedario; otro de un señor Murillo; el que sigue se debió al capitán Navarro; un hombre de nación romano presentó el suyo y, además, Melchor Pérez de Soto, maestro mayor de la catedral, también hizo su plano. Curioso es observar que el Melchor Pérez, absorto en sus astrologías y en sus viejos libracos, no obtuvo la aprobación para su proyecto, sino que se adoptó el del fraile mercedario. Se hicieron los aparatos necesarios para la maniobra, en cuya manufactura tardaron veinticuatro días a partir del primero de marzo de 1654, y el martes 24 del mismo fué bajada la campana mayor que se llamaba "Doña María" y pesaba cuatrocientos cuarenta quintales.

Las primeras campanas

Esta campana cuyo verdadero nombre era "Santa María de la Asunción", pero que era nombrada castizamente por el pueblo Doña María, fué fundida en 1578 por los hermanos Simón y Juan Buenaventura, según consta en el libro de Cabildo del 5 y 12 de agosto y 6 de diciembre de 1577. Como dicha campana todavía existe en nuestra Catedral y es, indudablemente, una de las joyas más preciadas, resulta conveniente dar los datos alusivos que poseemos. Todavía pueden leerse en ella las dos inscripciones.

El 25 de marzo del mismo año fué trasladada hasta cerca de la torre nueva; el día 26 fué bajada otra mediana con la cual se tocaba la queda. Esta campana se llamaba "Santa María de los Angeles", fué fundida por Hernán Sánchez en 1616 y pesa ochenta arrobas. Más tarde se bajó otra campana que por su sonido grave y solemne era llamada "La Ronca." A todas estas operaciones se halló presente el virrey; igualmente lo estuvo el Domingo de Ramos (29 de marzo) en que, después de los oficios, fué subida la campana mayor a su sitio. El duque subió a la torre acompañado de los Cabildos secular y eclesiástico y otras personas y al comenzar a subir la campana se hicieron rogativas en todas las iglesias y no bajó el virrey hasta no verla colocada. El mismo Domingo de Ramos se subió la campana de la queda y el lunes 30 las restantes, de suerte que a la oración de la noche se tocaron todas las ocho. No eran suficientes tales campanas para la torre, cuyo primer cuerpo solo tenía veinte campaniles; entonces las autoridades acordaron que ciertos pueblos cuyos habitantes habían venido a menos, cedieran a la catedral algunas campanas que ya no servían en las viejas iglesias conventuales. Puede conocerse la relación de dichas campanas por el diario de Guijo. Marroquí hace además una relación de las mismas: la primera proviene del pueblo de Jiquipilco, cuya conducción fué pagada por la Catedral, y a cambio de ella se les dió un terno de lama blanca compuesto de casulla, dalmáticas y capas, bastante apreciable. El día 5 de abril del mismo año de 1654 los indios del pueblo de Hueyapan trajeron una campana grande en un carro tirado por bueyes. Fué pagada en dinero y su transporte costó novecientos pesos; se le colocó en el mismo día. Otras tres campanas pequeñas se subieron el viernes 24 del mismo mes, obtenidas de diversos pueblos por orden del virrey.

En el mes de noviembre del propio año se trajeron cinco campanas más: una vino del convento de Yecapixtla, en el Estado de Morelos, famosa construcción de frailes agustinianos que todavía asombra por su grandiosidad y reminiscencias ojivales. Los indios pedían por ella seis mil pesos, pero como era la autoridad quien compraba, sólo les dieron seiscientos. El día 7 trajeron otra de Ozumba, en que se admira un convento franciscano; inmediatamente fué subida al campanario. La tercera campana vino de Atzcapotzalco, del convento dominicano que aún existe en esa población. Campana grande, su ascenso a la torre fué presenciado por el propio virrey. La cuarta campana llegó el día 12; provenía de Tlalnepantla, del convento Franciscano que todavía se ve allí, y la última del convento agustiniano de Tlayacapan, Estado de Morelos. El virrey mismo recibió ambas y quiso ver cómo subían a sus lugares. La de Tlayacapan estaba rajada y los frailes se la llevaron para volverla a fundir, pero no sabemos si ya fundida de nuevo volvió a México.

En 1655 se colocaron en la torre cuatro campanas más, de lo cual dió cuenta el virrey a la Corte escribiendo acerca de ello, además de lo que había hecho en las bóvedas del templo, de las veintiún campanas que tenía colocadas en la torre.

La Catedral continuó durante largos años teniendo sólo el primer cuerpo de la torre del oriente, la torre vieja que le llamaban. Cuando, a fines del siglo XVIII, como hemos visto, se inició y llevó a feliz término la conclusión de la fachada y torres de nuestro templo máximo, fué necesario hacer nuevas campanas para el segundo cuerpo de la torre vieja y para la torre nueva completa. Se puede recomponer la historia de estas nuevas campanas con todo detalle, gracias a las cuentas que los comisionados por el Cabildo catedralicio rindieron acerca de tan importante material.

Las campanas más importantes de la torre nueva son las que a seguidas mencionamos y que fueron fundidas especialmente para esta torre.

Las campanas de la torre nueva

Se pensó por el Cabildo de la catedral que debía hacerse una gran campana que pesase cuando menos cuatrocientos quintales para dicha torre nueva. Consultado el maestro mayor de la obra, José Damián Ortiz de Castro, fué de opinión que era preferible hacer varias campanas más pequeñas. Para fundirlas se ofreció don Salvador de la Vega, español que trabajaba en la Real Casa de Moneda y en el Molino de la Pólvora. Los directores de ambas instituciones certificaron la habilidad de Vega y él hizo una escritura de concierto para fundir las campanas, obligándose a que si no se encontraban a satisfacción, así en su calidad como en su sonido, volvería a fundirlas a su costa. El expediente del archivo de la catedral proporciona preciosos detalles acerca del asunto y hasta dos dibujos; uno del horno que se construyó para la fundición y otro de la campana mayor Santa María de Guadalupe, con su corte. Puede verse en el segundo de dichos hasta la nomenclatura especial que tiene cada parte de la campana, en las anotaciones que allí aparecen.

Es indudable que el cronista Sedano conoció algunos de los datos citados, pues da bastantes detalles acerca del asunto. La campana, como sus dos compañeras que a seguidas estudiamos, fueron fundidas en las Lomas de Tacubaya el año de 1791. La mayor, llamada Santa Marta de Guadalupe, pesa doscientos ochenta quintales y en su superficie presenta en relieve la imagen Guadalupana. Una vez concluida, así como sus dos compañeras, fueron suspendidas en el mismo terreno de la fundición y examinadas por comisionados del Cabildo, los cuales rindieron dictámenes satisfactorios. Son tan curiosos, que fijan en ellos hasta la gradación musical del sonido que producen las campanas.

Concluida la campana mayor fué trasladada con todo cuidado a la Catedral por cuenta y riesgo del propio fundidor de la Vega. E1 día 8 de marzo de 1792 la consagró al pie de la torre el Ilustrísimo señor Núñez de Haro y Peralta; el día 13 del mismo marzo fué subida al primer cuerpo de la torre y el 12 de abril al siguiente:

Se subió con una máquina de veinticuatro poleas de bronce y cuatro cabrestantes o sogas de lechuguilla y dos grúas a cuyos ejes se afianzaron los cabrestantes; las grúas las movían dando vuelta en torno dos hombres que andaban dentro de cada una de ellas, y causó admiración la facilidad con que subía y bajaba las veces que se hizo experiencia, y cuando se subió sin estrépito ni ruido, y lo que es más, sin peligro de los operarios. Dirigió la subida don J. Damián Ortiz, natural de la Villa de Jalapa, maestro de arquitectura de la santa iglesia catedral para la fábrica de las torres. Se estrenó la campana el día de Corpus, 7 de junio de 1792 al toque de alzar en la misa mayor.

Sedano da las siguientes medidas para esta campana: alto, tres varas una tercia; circunferencia, diez varas; diámetro, tres varas diez pulgadas; el badajo mide dos varas y media y pesa veintidós arrobas y diecinueve libras; es de fierro, y el miércoles de ceniza de 1850 llamando a sermón se cayó, aunque afortunadamente no causó desgracias.

El mismo artífice Salvador de la Vega fundió otras dos campanas más pequeñas para la misma torre. La primera se llamó Los Santos Angeles Custodios y no el Santo Angel de la Guarda, como la llama Sedano. Pesa ciento cuarenta y nueve quintales; fué consagrada en el mismo sitio de la fundición por el Ilustrísimo señor doctor don Gregorio de Omaña, obispo de Oaxaca, el 1° de marzo de 1793. Fué subida a la torre el 9 de marzo del propio ano con el mismo aparejo que se había usado para la campana estudiada anteriormente y su estreno tuvo lugar el 27 del propio marzo, después de las tinieblas del miércoles santo, con el toque de oración y repique.

La tercera campana fué fundida por el propio Salvador de la Vega, en 1791, y se llama Jesús; se trata de un esquilón que pesa treinta y cuatro quintales y es, en consecuencia, el mayor de todos los que existen en la catedral. Fué consagrado y colocado en el campanil principal de la torre que ve a la plaza mayor.

Las demás campanas que decoran la catedral fueron reseñadas en el expediente citado y son las que a continuación estudiamos. Existían ellas en 1796.

Santiago Apóstol

Campana fundida por Bartolomé Espinosa, el 25 de mayo de 1784. Fué subida el 27 de junio siguiente y se le colocó en el campanil bajo del lado derecho de Doña María. Fué estrenada el 28 del mismo mes, vísperas de la festividad de San Pedro. Pesa ciento cuatro arrobas.

Campana llamada San Agustín

No se conoce su autor ni su peso; se sabe que fué fundida en 1684 y está colocada al lado izquierdo.


Esquilón nombrado La Purísima Concepción

Fué fundido por Bartolomé Espinosa en 1767 y colocado en el campanil alto del lado derecho. Pesa setenta arrobas.


Esquila llamada Santo Angel Custodio

Fundida por el mismo Espinosa, el 2 de junio de 1784. Fué colocada el 27 del mismo mes en el campanil alto del lado izquierdo y aserenado el 17 de julio del propio año. Pesa ochenta y cuatro arrobas.

Campana llamada San Pedro y San Pablo

Fué fundida por José Contreras, en Atzcapotzalco, el 17 de febrero de 1752. Su metal se elaboró en la Real Casa de Moneda por el ensayador don Manuel de León, refinando el cobre hasta ponerlo en el punto de ligar plata. La consagró el Ilustrísimo señor Rubio y Salinas el 12 de marzo del mismo año y el 18 fué subida al campanil principal que mira al oeste. Su estreno tuvo lugar el 22 del mismo mes. Pesa ciento treinta y siete quintales.

Campana llamada San Gregorio

Fundida en 1707 por Manuel López. Se encuentra en el campanil izquierdo y pesa noventa arrobas.

Esquila llamada San Paulino Obispo

No se conoce su autor ni lo que pesa, sino sólo que fué fundida en 1788. Se encuentra en el campanil alto de la derecha, hacia el oriente.

Esquilón llamado San Juan Bautista y San Juan Evangelista

Era el mayor de la Catedral, antes de fundir el Jesús de que hemos hablado. Tiene voz muy sonora; fué fundido por Juan Soriano en 1751. Lo consagró el Ilustrísimo señor Rubio y Salinas y se encuentra en el campanil izquierdo. Pesa noventa arrobas.

Campana llamada Señor San Joseph

Se halla colocada en el arco principal del lado que ve al Colegio te Infantes. No se conoce su autor ni el año en que fué fundida, pero por su forma parece ser contemporánea te la Doña María. Pesa noventa quintales y ostenta inscripciones que con el tiempo se han vuelto ilegibles.

Campana llamada Nuestra Señora del Carmen

Fundida en 1746, no se sabe por quién. Se encuentra en el campanil bajo de la derecha hacia el mismo lado que la anterior y pesa veintidós arrobas.

Nuestra Señora de la Piedad

Campana fundida por el mismo Espinosa de que antes hemos hablado, en 1787. Se encuentra en un campanil semejante al te la anterior y posa dieciséis arrobas.

Nuestra Señora de Guadalupe

No se conoce su autor, pero sí que fué fundida en 1654 y está colocada en el mismo campanil que la anterior. Esta, así como la de la Piedad y la del Carmen, son tiples. Pesa doce arrobas.

Campana llamada Señor San Joseph

Es tiple y fué fundida en 1757 con el peso de diez arrobas, sin que se sepa quién la hizo.

Campana llamada Santa Bárbara

También tiple. Hecha en 1731 y colocada con la anterior en el campanil aleo de la derecha. Se ignora su peso.

Campana Santo Domingo de Guzmán

Tiple, consagrada y colocada en el campanil del lado izquierdo, con peso de dieciocho arrobas.

Campana llamada San Rafael Arcángel

Fué fundida por Juan Soriano en 1745 y se le colocó en el candil principal que mira a la plaza. Esta campana sirvió para el reloj y pesa ciento sesenta arrobas.

Campana llamada San Miguel Arcángel

Fué fundida en 1658, no sabemos por quién. Se halla colocada en el mismo campanil principal que da los cuartos del reloj. Se desconoce su peso.

Campana llamada Santa Bárbara

Fundida en 1589, sin nombre de autor. Estuvo en la torre de la iglesia vieja y se encuentra en el campanil bajo de la derecha. No conocemos su peso.

Señor San Josef

Campana fundida en 1658, no se sabe por quién. Pesa cincuenta arrobas y se encuentra del lado de la izquierda.

Esquila llamada San Joaquín y Santa Ana

Fundida en Tacubaya por Bartolomé y Anastasio Murillo, en 1766. Se encuentra en el campanil aleo de la derecha y pesa sesenta arrobas.

Esquila denominada Señor San Miguel

Hecha en 1684 por el señor Parra. Está en el campanil de la izquierda y pesa sesenta arrobas.

Cabildo de la Catedral Metropolitana de México

La liturgia, ¿que es?

La definición de Liturgia y su evolución. Etimología. Uso del término “liturgia” en la Biblia.

Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4), habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones y de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas (Heb 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne (SC 5).

La liturgia cristiana es una realidad muy rica y polivalente que puede ser analizada bajo numerosos aspectos. Es innegable que se trata de una realidad unida a la fe y a la expresión personal y social de los miembros de la Iglesia. Esto hace que la ciencia que tiene como objeto la liturgia, procure abarcar todos los aspectos del hecho litúrgico y de manera particular aquellos que se refiere a su realización actual.

La formación litúrgica es un proceso y nunca debe ser entendida tan sólo como un conjunto de conocimientos sobre la liturgia, sino que afecta también a la espiritualidad de los creyentes y a su participación en la vida litúrgica de la Iglesia. Por lo tanto, la formación litúrgica es una necesidad ya que es un aspecto esencial de la formación cristiana integral, situada entre la educación de la fe y la formación moral, y que tiene por finalidad introducir a los miembros de la Iglesia en la participación consciente, activa y fructuosa en la liturgia para una vida cristiana más plena
(cf. GE 2, SC 14, 19, 48).

Etimología

El termino liturgia procede del griego clásico, leitourgía ( de la raíz lêit – leôs-laôs- : pueblo, popular; y érgon: obra) lo mismo que sus correlativos leitourgeîn y leitourgós, y se usaba en sentido absoluto sin necesidad de especificar el objeto, para indicar el origen o el destino popular de una acción o de una iniciativa, independientemente del modo como se asumía ésta. Con el tiempo la presentación popular perdió su carácter libre para convertirse en un servicio oneroso a favor de la sociedad.

Liturgia vino a designar un servicio público. Cuando este servicio afectaba al ámbito religioso, liturgia se dirigía al culto oficial de los dioses. En todos los casos la palabra tenía un valor técnico

Uso del término “liturgia” en la Biblia

En el AT: El verbo leitourgeô y el sustantivo leitourgía se encuentran 100 y 400 veces, respectivamente en la versión de los LXX, y designan el servicio cultual de los sacerdotes y levitas en el templo. El término en hebreo es algunas veces shêrêr (cf. Núm 16,9) y otras abhâd y abhôdâh, que designa prácticamente siempre el servicio cultual del Dios verdadero realizado en el santuario por los descendientes de Aarón y de Leví. Para el culto privado y para el culto de todo el pueblo los LXX se sirven de las palabras latreía y doulía (adoración y honor). En los textos griegos solamente, leitourgía tiene el mismo sentido cultual levítico (cf. Sab 18,21; Eclo 4,14; 7,29-30; 24,10, etc.).

Esta terminología supone ya una interpretación, distinguiendo entre el servicio de los levitas y el culto que todo el pueblo debía dar al Señor (cf. Ex 19,5; Dt 10,12). No obstante, la función cultual pertenecía a todo el pueblo de Israel, aunque era ejercida de forma especial y pública por los sacerdotes y levitas.

En el griego bíblico del Nuevo Testamento, leitourgía no aparece jamás como sinónimo de culto cristiano, salvo en el discutido pasaje de Hch 13,2.

En el NT: La palabra liturgia se utiliza con los siguientes sentidos
en el NT:

a) En sentido civil de servicio público oneroso, como en el griego clásico (cf. Rm 13,6; 15,27; Flp 2,25.30; 2 Cor 9,12; Heb 1,7.14)

b) En sentido técnico del culto sacerdotal y lévitico del AT (cf. Lc 1,23; Heb 8.2.6; 9,21; 10,11). La Carta a los Hebreos aplica a Cristo, y sólo a él, esta terminología para acentuar el valor del sacerdocio de la Nueva Alianza.

c) En sentido de culto espiritual: San Pablo utiliza la palabra leitourgía para referirse tanto al ministerio de la evangelización como al obsequio de la fe de los que han creído por su predicación
(cf. Rm 15,16; Flp 2,17).

d) En sentido de culto comunitario cristiano: El texto de Hch 13,2 («leitourgoúntôn») es el único del NT donde la palabra liturgia puede tomarse en sentido ritual o celebrativo. La comunidad estaba reunida orando, y la plegaria desembocó en el envío misionero de Pablo y de Bernabé mediante el gesto de la imposición de manos (cf. Hch 6,6).

Esta reserva en el uso de la palabra liturgia por el Nuevo Testamento obedece a su vinculación al sacerdocio levítico, el cual perdió su razón de ser en la Nueva Alianza.

Evolución posterior

En los primeros escritores cristianos, de origen judeocristiano, la palabra liturgia fue usada de nuevo de nuevo en el sentido del Antiguo Testamento, pero aplicada al culto de la Nueva Alianza (cf. Didaché 15,1; 1 Clem. 40,2.5).

Después la palabra liturgia ha tenido una utilización muy desigual. En las Iglesias orientales de lengua griega leitourgía designa la celebración eucarística. En la Iglesia latina liturgia fue ignorada, al contrario de lo que ocurrió con otros términos religiosos de origen griego que fueron latinizados. En lugar de liturgia se usaron expresiones como munus, oficcium, ministerium, opus, etc. No obstante San Agustín la empleo para referirse al ministerio cultual, identificándola con latría (cf. S. Agustín, Enarr. in Ps 135, en PL 39, 1757.).

A partir del siglo XVI liturgia aparece en los títulos de algunos libros dedicados a la historia y al explicación de los ritos de la Iglesia. Pero, junto a este significado, el término liturgia se hizo sinónimo de ritual y de ceremonia. En el lenguaje eclesiástico la palabra liturgia empezó a aparecer a mediados del siglo XIX, cuando el Movimiento litúrgico la hizo de uso corriente.

Definición de Liturgia en el Concilio Vaticano II

Los documentos conciliares, especialmente la Sacrosanctum Concilium, hablan de la liturgia como un elemento esencial de la vida de la Iglesia que determina la situación presente del pueblo de Dios: «Con razón, entonces, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, la Cabeza y sus miembros ejerce el culto publico íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica por ser obra de Cristo Sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.» (SC 7).

Esta noción estrictamente teológica de la liturgia, sin olvidar los aspectos antropológicos, aparece en íntima dependencia del misterio del Verbo encarnado y de la Iglesia (cf. SC 2; 5;6; LG 1; 7; 8, etc.). La encarnación en cuanto presencia eficaz de lo divino en la historia, se prolonga «en gestos y palabras» (cf. DV 2; 13) de la liturgia, que reciben su significado de la Sagrada Escritura (cf. SC 24) y son prolongación en la en la tierra de la humanidad del Hijo de Dios (cf. CEC 1070, 1103, etc.).

El Concilio ha querido destacar, por una parte, la dimensión litúrgica de la redención efectuada por Cristo en su muerte y resurrección, y, por otra, la modalidad sacramental o simbólica-litúrgica en la que se ha de llevar a cabo la «obra de salvación».

De esta manera, en la noción de liturgia que da el Vaticano II, destacan los siguientes aspectos :

a) es obra de Cristo total, Cristo primariamente, y de la Iglesia por asociación;

b) tiene como finalidad la santificación de los hombres y el culto al Padre, de modo que el sacerdocio de Cristo se realiza en los dos aspectos;

c) pertenece a todo el pueblo de Dios, que en virtud del Bautismo es sacerdocio real con el derecho y el deber de participar en las acciones litúrgicas;

d) en cuanto constituida por «gestos y palabras» que significan y realizan eficazmente la salvación, es ella misma un acontecimiento en el que se manifiesta la Iglesia, sacramento del Verbo encarnado;

e) configura y determina el tiempo de la Iglesia desde el punto de vista escatológico;

f) por todo esto la liturgia es «fuente y cumbre de la vida de la Iglesia» (SC 10; LG 11).

Así pues, en la noción de liturgia que ofrece el Concilio podemos definirla como la función santificadora y cultual de la Iglesia, esposa y cuerpo sacerdotal del Verbo encarnado, para continuar en el tiempo la obra de Cristo por medio de los signos que lo hacen presentes hasta su venida.

Lo litúrgico y lo no litúrgico

Son acciones litúrgicas (lo litúrgico) aquellos actos sagrados que, por institución de Jesucristo o de la Iglesia, y en su nombre, son realizados por personas legítimamente designadas para este fin, en conformidad con los libros litúrgicos aprobados por la Santa Sede, para dar a Dios, a los santos ya los beatos el culto que les es debido. Lo no litúrgico son las demás acciones sagradas que se realizan en una iglesia o fuera de ella, con o sin sacerdote que las presencie o las dirija (a estas también se les llama ejercicios piadosos).

Lo litúrgico «es lo que pertenece al entero cuerpo eclesial y lo pone de manifiesto» (SC 26) y constituye la eficacia objetiva de los actos de culto. Los ejercicios piadosos evocan el misterio de Cristo únicamente de manera contemplativa y afectiva.

La eficacia de los actos litúrgicos depende de la voluntad institucional de Cristo y de la Iglesia, y de que se cumplan necesariamente las condiciones para su validez; por eso estos actos actualizan la presencia del Señor. La eficacia de los ejercicios piadosos depende tan sólo de las actitudes personales de quienes toman parte en ellos.

Preces

En la memoria de san Cornelio y san Cipriano, oremos a Dios todopoderoso:

R/MSeñor, escúchanos.

Para que la Iglesia, arrastrada por la fuerza del Espíritu Santo, goce de la libertad necesaria para anunciar el evangelio,

– y pueda proponer a todos los hombres la alegría de la salvación.MR/

Para que nuestro papa N. y los obispos de la Iglesia encuentren el lenguaje adecuado para atraer a los hombres a Cristo,

– y con sus enseñanzas conforten a los que sufren persecución a causa de su fe.MR/

Por los niños y jóvenes que se preparan en la catequesis,

– para que, adentrándose en el conocimiento de Jesús, crezcan en la amistad con él.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Oh, Dios, que has puesto al frente de tu pueblo como abnegados pastores y mártires invencibles a los santos Cornelio y Cipriano, concédenos, por su intercesión, ser fortalecidos en la fe y en la constancia para trabajar con empeño por la unidad de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.

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