¡Qué gracia la de san Juan de tener a María en su casa!
- 15 Septiembre 2020
- 15 Septiembre 2020
- 15 Septiembre 2020
Memoria Litúrgica, 15 de septiembre
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.
Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.
La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.
Un poco de historia
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.
Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.
Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.
¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores?
La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufri-mientos.
Cuida tu fe:
Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.
Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.
Oración:
María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.
Si quieres saber más, visita la página de EWTN en la cual encontrarás hermosas meditaciones acerca del dolor y las oraciones tradicionales de esta fecha.
La mujer especial
Santo Evangelio según san Juan 19, 25-27. Nuestra Señora de los Dolores
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que no tenga miedo a conocerte de una forma diversa, que te pueda abrir mi corazón para que me concedas un conocimiento especial tuyo que me mueva a amarte. Te pido la gracia de escuchar tu voz con mi mente y mi corazón y que me deje acompañar por María, mi madre siempre.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos necesitamos una mujer en nuestra vida, especialmente cuando estamos en momentos difíciles. Cuánto ayuda tener a alguien como una madre cerca que te puede consolar, una tía que te pueda sacar de algún apuro con su consejo, una amiga que te ayude a ver las cosas desde otra perspectiva y una hermana que te quiera profundamente por quién eres. Dios nos da la persona indicada en el lugar indicado, solo debemos darnos cuenta de cómo actúa Él en nuestras vidas. Cristo no fue la excepción, hasta el momento de su muerte había mujeres entre la gente que le seguía y seguramente le daban otro color a la dinámica del discipulado. Es una gracia conocer el impacto que tiene el mensaje de Cristo en la mente y más importante, en el corazón de una mujer. Es una ventana a nuevas oportunidades con el Evangelio y la transmisión del mensaje de Cristo, por eso es que necesitamos una iglesia en la que la conversación y puesta en común de lo que el Espíritu Santo nos dice sea central.
Cristo quiso, desde el último día de su vida, que se diera una conversación y que María pudiera aprender cosas nuevas de Juan y Juan pudiera oír de María las maravillas de Dios. ¡Qué gracia la de san Juan de tener a María en su casa! El poder preguntarle tantas cosas de Cristo y conocerlo de una forma totalmente nueva. Aprovechemos este día para pedirle a Dios que nos haga escucharlo con el corazón e invitemos a María a nuestra casa para que nos revele su corazón y el de su Hijo.
«El Concilio Vaticano II enseña que María es “signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo peregrinante de Dios”. Es signo, es el signo que Dios nos ha dado. Si no lo seguimos, nos salimos del camino, porque hay unas señales en la vida espiritual que deben ser respetadas. Estas nos indican a nosotros que todavía peregrinamos y nos hallamos “en peligros y ansiedad”, la Madre, que ya ha llegado a la meta. ¿Quién mejor que ella puede acompañarnos en el camino? ¿Qué esperamos? Como el discípulo que bajo la cruz acogió a la Madre con él, “como algo propio”, dice el Evangelio, también nosotros desde esta casa materna invitamos a María a nuestra casa, a nuestro corazón, a nuestra vida. No podemos permanecer indiferentes o apartados de la Madre, porque perderíamos nuestra identidad de hijos y nuestra identidad de pueblo, y viviríamos un cristianismo hecho de ideas, de programas, sin confianza, sin ternura, sin corazón. Pero sin corazón no hay amor y la fe corre el riesgo de convertirse en una bonita fábula de otros tiempos. La Madre, en cambio, custodia y prepara a los hijos. Los ama y los protege, para que amen y protejan el mundo. Hagamos que la Madre sea el huésped de nuestra vida cotidiana, la presencia constante en nuestra casa, nuestro refugio seguro. Encomendémosle cada día. Invoquémosla en cada dificultad. Y no nos olvidemos de volver a ella para darle gracias». (Homilía de S.S. Francisco, 28 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer una oración especial a María, preguntarle cuáles fueron sus anhelos más grandes.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Los siete dolores de la Virgen María
La Virgen Maria sufrió penas y dolores. La Iglesia nos invita a meditar estos dolores, especialmente en siete de ellos.
En esta tierra el amor y el dolor van muy juntos. S. Juan de la Cruz nos decía: "quien no sabe de penas no sabe de amores". Y es por esto que Cristo en el Sermón de la Montaña nos dio como tercera bienaventuranza:
"Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" (Mt. 5,5,)
El dolor, si no eleva y sublima, abate y aplasta. Por eso no todo dolor y llanto es bienaventurado.
Las lágrimas que Jesús proclama bienaventuradas son las que de alguna manera se refieren al reino de Dios y se contraponen al reino del mundo. ”Vosotros llorareis y gemiréis, y el mundo se alegrará" (Jn 16,20)
¿Cuales son las lágrimas bienaventuradas?
Los que lloran las propias caídas o los pecados del mundo; los que aceptan las penas como medio de purificación de sus pecados; los que se imponen penitencias para formar su alma en el dolor; los que sufren persecución y dolores por causa del reino de Dios y de su extensión; los que pasan sequedades, tribulaciones con paz; los que gimen por el amor de Dios y por el cielo; todos estos son los que derraman lágrimas que, en sentido evangélico, pueden llamarse bienaventuradas y por lo tanto recibirán divina consolación.
Santa Catalina de Siena, en su famosa obra El Diálogo, tiene un precioso capítulo sobre las diferentes clases de lágrimas, su valor y fruto. Esta Doctora de la Iglesia distingue hasta cinco clases de lágrimas:
1 Lágrimas malas, que engendran muerte. Son las que proceden del pecado y llevan al pecado: lágrimas de odio, de envidia o desesperación, proceden de un corazón desordenado y apartado de Dios.
2 Lágrimas de temor por los propios pecados. Son las de los que se levantan del pecado por temor al castigo: el temor les hace llorar. Su motivación no es perfecta, pues no hay necesariamente arrepentimiento.
3 Lágrimas de los que, lejos del pecado, empiezan a querer servir a Dios; pero, privados de los consuelos visibles, lloran por verse con tanta incapacidad y tribulaciones.
4 Lágrimas de los que aman con perfección a Dios y al prójimo, doliéndose de las ofensas que se le hacen a Dios y compadeciéndose del daño del prójimo, en completo olvido de si mismos.
5 Lágrimas de dulzura, derramadas con gran suavidad por la unión intima del alma con Dios. Son lágrimas de puro amor que derraman los santos en las mas altas cumbres de perfección cristiana.
¿Lloró María Santísima?
La Virgen Maria sufrió muchas penas y dolores. Simeón le anuncia que ¨"una espada traspasaría su corazón" (Lc 2, 35). Y los cuatro evangelistas nos narran acontecimientos que no podían menos de causar un profundo dolor en María.
El libro del Apocalipsis, nos describe a la "Mujer vestida de sol, con la luna a sus pies y coronada con una corona de doce estrellas...y nos dice que "gritaba con dolores de parto" (Ap 12,1_2). Estos dolores son los que le produjo el parto sobrenatural de la Iglesia y de los miembros del cuerpo místico de su Hijo. El parto donde María nos recibe a todos como hijos, ocurrió al pie de la cruz de su Amado Hijo Jesús. Y María, seguirá sufriendo dolores de parto hasta que su Hijo no haya nacido en todos los corazones de los hombres.
Sabemos que Cristo lloró al predecir la ruina de Jerusalén (Lc 19,41) y que también, derramó lágrimas ante el dolor de Marta y María por la muerte de Lázaro (Jn 11,35). De la Stma. Virgen María, los evangelios no nos lo dice de forma explícita, pero al narrarnos situaciones dolorosas en las que ella participó plenamente en su misión de asociada a la obra redentora, o sea, como corredentora, debemos concluir que si Ella realmente sufrió, debió entonces haber llorado, derramado muchas lágrimas de sus ojos tan puros.
Llorar no es imperfección cuando el motivo del llanto es santo. Llorar no es efecto de debilidad, sino de fina sensibilidad. Llorar a impulsos del amor divino es un don de Dios, don que solo a grandes almas se concede.
San Francisco de Asís, lloraba tanto por sus pecados, que cuando uno visita la Basílica de Santa María de los Ángeles, en donde se encuentra la Porciúncula y otros lugares cruciales para la vida del santo, encontramos una cueva que se llama “la capilla de las lágrimas”. Esta capilla es la cueva donde San Francisco muchas veces lloró al contemplarse tan pecador ante la santidad de Dios.
Las siete espadas de la Santísima Virgen
La Iglesia nos invita a meditar en los dolores de la Virgen, especialmente en siete de ellos. Siete es un numero que en lenguaje bíblico es símbolo de plenitud o totalidad.
Los siete dolores de la Virgen que meditamos especialmente en el rosario llamado así, son los siguientes:
1 la profecía de Simeón
2 la huida a Egipto
3 la pérdida de Jesús Niño en Jerusalén
4 el encuentro con Jesús camino del calvario
5 la muerte de Cristo en la Cruz
6 cuando bajan a Jesús de la Cruz y le colocan en sus brazos el cuerpo muerto de su Hijo
7 cuando sepultan a Jesús
Estos representan los siete momentos culminantes de los dolores de la Virgen. Y se han representado esos siete dolores, con siete espadas que traspasan el corazón de Nuestra Madre.
Notemos, que estos siete dolores están en relación con Jesús, porque el sufrimiento de María proviene de su total comunión con el Redentor. Sus corazones eran y son uno. Es por esta unión que los sufrimientos de Cristo, son los de Su Madre, y los de María, son los del Corazón de Cristo. Hay en ellos una perfecta reciprocidad en el amor y en el dolor.
Fueron tantas las espadas de la Madre como los dolores del Hijo. Cada punzada que daban a Jesús en el cuerpo, era una lanza que traspasaba, espiritualmente, al Corazón de la Virgen; cada bofetada, cada azote, cada llaga...eran puñaladas que daban a su Corazón materno, tan tierno y noble.
San Bernardo, el gran doctor mariano, nos dice: "En verdad, Madre santa, una espada traspaso tu alma. Jamás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. Por lo tanto, te llamamos mas que mártir, ya que tu sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal".
...y las setecientas.....
Aunque siempre se han meditado los siete dolores de la Virgen, no hay que olvidar que siete no es un numero de limite o finito, sino de totalidad y plenitud. "Oh corazón virginal, pintado con siete espadas, y con setecientos deberían de pintarte. No tienen cuenta las estrellas del cielo, ni las gotas del mar, con los dolores de la Virgen María". (San Bernardo)
La vida dolorosa de la Virgen
Los dolores de Nuestra Señora, no deben reducirse a los que sufrió en el Calvario. "Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio" (Tomas Kempis). De una manera semejante podemos afirmar que toda la vida de su Madre fue vida de llanto bienaventurado.
¿Sufrió Maria?
_desde sus tiernos años al ver los pecados del mundo y el olvido a Dios.
_al ver las zozobras de S. José y al abandonar totalmente a Dios la defensa de su causa.
_al ver todas las puertas cerradas al Dios que venía a este mundo hecho hombre.
_al escuchar el anuncio profético de que su Hijo había de ser señal de contradicción y que una espada atravesaría su propio corazón.
_al salir precipitadamente a Egipto para evitar que Herodes asesinara a su Hijo.
_al vivir los tres días interminables de tinieblas al haber perdido a su Hijo en Jerusalén.
_cuando murió S. José, quien era su apoyo, ayuda y compañero. El siervo fiel y prudente.
_cuando ella queda sola pues su Hijo salió de Nazaret y empieza su vida pública.
_cuando sabe de todas las burlas, ataques y persecuciones que tiene Jesús por su enseñanza. Por la incredulidad, la aspereza, la ceguera, la obstinación, el odio, la dureza de los corazones que no aceptaban a Jesús.
_al saber a Jesús apresado, traicionado, abandonado, azotado, coronado de espinas, condenado a muerte.
_al encontrarse con su Hijo, todo destrozado, cargando una cruz y en el camino a la crucifixión.
_al ver a su hijo morir en una cruz .
_cuando lo pusieron en su regazo maternal.
_en la honda y amarga soledad del sábado santo, al quedarse sin el hijo de sus entrañas.
_al ver los primeros golpes que recibió el Cuerpo místico de su Hijo, la Iglesia. Al saber que los apóstoles eran perseguidos, azotados, lapidados, encarcelados y martirizados.
_al ver que su estancia en la tierra se prolongaba y que su ansia de estar con su Hijo no llegaba.
Una característica del amor de María es que es un amor fiel y dispuesto ha llegar hasta el mas grande dolor por ese amor. Y es que Amor que no es fiel en los momentos de dolor, es apariencia, farsa, caricatura del amor. Por el contrario, amor que permanece fiel en la tribulación, en el desamparo, en la ausencia, en el sufrimiento, no solo se demuestra como amor auténtico y real, sino que se depura y purifica como el oro en el crisol, se aumenta y agiganta como llama que prende en leña seca, se consolida y fortalece como piedra que en invierno hunde sus raíces en la tierra.
La Santísima Virgen lloró, y lloró mucho!! María lloró en su vida terrena y lo que es mas admirable todavía, que aunque está ya en el cielo gozando de la promesa de consolación, ella continúa llorando por nosotros y por las ofensas que nosotros los hombres cometemos en contra de su Hijo. En La Sallette, a mediados del siglo pasado en un período durante el cual el cristianismo en Francia afronta una creciente hostilidad. Lloró en Fátima, cuando los niños describen la tristeza de la Virgen al hablar de cuan ofendido es Dios por los pecados y muestra a los pastorcitos el horror del infierno y cuantas almas están yendo a el. En Lourdes se ha aparecido llorando, apenada y dolorosa, exhortando a la penitencia para evitar las tragedias y castigos a la humanidad. Y en Siracusa, al final de la segunda guerra mundial, quiso obrar el singular milagro de que una sencilla imagen llorara lágrimas reales que se pudieron observar y ver, y lo que es mas prodigioso, recoger y analizar, comprobándose que realmente se trataba de lágrimas de la misma composición que las lágrimas humanas.
También en ese período llora la imagen de la Virgen de Czestochowa, Polonia. En Civitavecchia, pequeña ciudad en las afueras de Roma, solo hace unos pocos años, una imagen de la Virgen de Medjugorie, lloró Sangre. Muchas imágenes de la Rosa Mística han manifestado lacrimaciones de agua y de sangre.
¿Que nos quiere decir nuestra Madre llorando a través de imágenes?
¿Por qué llora la Virgen si esta en el cielo?
Veamos lo que dice el Papa Pio XII con motivo de la celebración del año Mariano de 1954, en referencia a las lágrimas de la estatua de Siracusa:
Sin duda María es en el cielo eternamente feliz y no sufre dolor ni tristeza; pero no es insensible, antes bien alienta siempre al amor y la piedad para el desgraciado género humano, a quien fue dada por Madre, cuando dolorosa y llorando, estaba al pie de la cruz. Comprenderán los hombres el lenguaje de aquellas lágrimas de María?
Eran sobre el Gólgota lágrimas de compasión por Jesús y de tristeza por los pecados del mundo. Llora todavía por las renovadas llagas producidas en el Cuerpo Místico de Jesús? O ¿llora por tantos hijos a quienes el error y el pecado han apagado la vida de la gracia y ofenden gravemente a Dios? O ¿ son las lágrimas de espera por el retorno de los hijos suyos, un día fieles y hoy arrastrados por falsos encantos entre los enemigos de Dios?
El Santo Padre Juan Pablo II, dijo en su visita pastoral al Santuario "Nuestra Señora de las lágrimas" en Siracusa:
Las lágrimas de la Virgen pertenecen al orden de los signos: testimonian la presencia de la Madre en la Iglesia y en el mundo. Una madre llora cuando ve a sus hijos amenazados por algún mal, espiritual o físico. María llora participando en el llanto de Cristo por Jerusalén, junto al sepulcro de Lázaro y por último, en el camino de la cruz. Las lágrimas de la Madre son:
Lágrimas de dolor: por cuantos rechazan el amor de Dios y por la humanidad oprimida y rota.
Lágrimas de oración: de la Madre que eleva su oración suplicante por los que no rezan, por los que están obstinados y cerrados para no escuchar a Dios.
Lágrimas de esperanza: que desean ablandar los corazones endurecidos, alcanzado arrepentimiento, llanto de conversión en todos aquellos que no han llorado por sus pecados.
Nuestro Señor dijo a la Hna. Lucía en sus apariciones en Pontevedra, "Mira el Corazón de tu Madre rodeado de espinas por todas las ofensas e injurias con que se le hiere. Al menos tú, procura consolarle."
Escuchemos todos este llamado del Señor, convirtámonos en almas consoladoras y reparadoras del Inmaculado Corazón.
Papa Francisco: el constructor de paz hoy, realismo y humanidad
En el prefacio del libro de la Librería Editora Vaticana.
La necesidad de invertir en las jóvenes generaciones para hacer frente al clima de guerra y violencia mutua que caracteriza a la sociedad contemporánea. El Papa Francisco vuelve a subrayar esto en un texto inédito que hace de prefacio en el libro "Para un conocimiento de la paz", la nueva publicación de la Librería Editora Vaticana.
Editado por Gilfredo Marengo - vicepresidente y profesor de Antropología Teológica del Pontificio Instituto Teológico "Juan Pablo II" para las Ciencias del Matrimonio y la Familia - el volumen mira hacia el futuro proporcionando algunos elementos de reflexión. Francisco explica que el objetivo es ayudar a definir los contornos de una figura específica como el trabajador por la paz, recordando su reciente decisión de establecer un ciclo de estudios en Ciencias de la Paz en la Universidad Pontificia de Letrán. "Un buen trabajador por la paz", dice el Pontífice, "debe ser capaz de madurar una mirada al mundo y a la historia que no caiga en un 'exceso de diagnóstico', que no siempre va acompañado de propuestas resolutivas y verdaderamente aplicables". Se trata, observa, de "ir más allá de un enfoque puramente sociológico que tiene la pretensión de abarcar toda la realidad de manera neutra y aséptica", aprendiendo "a estar atento a los signos de los tiempos" para "saber operar un verdadero discernimiento evangélico".
Entre las contribuciones, también se encuentra un documento del Arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario de Relaciones con los Estados, y el Cardenal Renato Raffaele Martino, Presidente Emérito del Consejo Pontificio de Justicia y Paz y Presidente Emérito del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes.
El texto completo del Prefacio del Papa Francisco
"El cambio de época que la humanidad está experimentando está conformado por lo que he denominado repetidamente como 'una tercera guerra mundial a pedazos'. Sabemos bien cuánto el miedo a una guerra mundial, capaz de destruir a toda la humanidad, ha marcado nuestro pasado reciente. San Juan XXIII dedicó su última Encíclica, dirigiéndola a todos los hombres de buena voluntad, al tema de la paz. (Carta Enc. Pacem in Terris, 11 de abril de 1963). Y cómo no recordar el sincero llamamiento de San Pablo VI a la Asamblea de las Naciones Unidas: "Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más"…(4 octubre 1965).
Lamentablemente, debemos señalar que hoy en día el mundo sigue inmerso en un clima de guerra y violencia mutua: esta dolorosa realidad no sólo exige que mantengamos vivo el llamamiento a la paz, sino que casi nos obliga a hacernos preguntas decisivas.
¿Por qué en un mundo en el que la globalización ha derribado tantas fronteras, en el que todos -se dice- estamos interconectados, seguimos practicando la violencia en las relaciones entre los individuos y las comunidades?
¿Por qué los que son diferentes a nosotros a menudo nos asustan tanto, como para hacernos asumir un comportamiento de defensa y sospecha que con demasiada frecuencia se convierte en agresión hostil?
¿Por qué los gobiernos de los Estados creen que el despliegue de su fuerza, incluso con actos de guerra, puede darles mayor credibilidad a los ojos de sus ciudadanos y aumentar el consenso del que gozan?
Estas y otras preguntas no pueden ser respondidas de manera general y apresurada. Se necesita un compromiso de estudio, también es necesario invertir en la investigación científica y en la formación de las jóvenes generaciones. Por estas razones consideré necesario establecer en la Pontificia Universidad Lateranense un Ciclo de Estudios en Ciencias de la Paz, basado en la convicción de que la Iglesia está llamada a comprometerse en "la solución de los problemas relativos a la paz, la armonía, el medio ambiente, la defensa de la vida y los derechos humanos y civiles". (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 65).
En tal compromiso "el mundo universitario tiene un papel central, un lugar que simboliza ese humanismo integral que necesita renovarse y enriquecerse continuamente, para que pueda producir la valiente renovación cultural que exige el momento actual". Este desafío también interpela a la Iglesia que, con su red mundial de universidades eclesiásticas, puede "aportar la decisiva contribución de la levadura, la sal y la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia siempre abierta a nuevos escenarios y nuevas propuestas", como recordé recientemente al reformar el sistema de estudios académicos en las instituciones eclesiásticas. (Cf. Constitución Apostólica Veritatis Gaudium, 2). Esto ciertamente no significa alterar el sentido institucional y las tradiciones consolidadas de nuestras realidades académicas, sino más bien orientar su función en la perspectiva de una Iglesia más marcadamente "en salida" y misionera. De hecho, es posible hacer frente a los desafíos del mundo contemporáneo con una capacidad de respuesta adecuada en cuanto al contenido y compatible en cuanto al lenguaje, en primer lugar dirigiéndose a las nuevas generaciones". (Carta al cardenal De Donatis con motivo del establecimiento del nuevo curso de estudios en "Ciencias de la Paz", 12 de noviembre de 2018).
Este volumen ofrece una primera visión general de algunos de los centros de interés de esta nueva empresa académica. Es necesariamente interdisciplinario y expresa un diálogo fructífero entre la filosofía, la teología, el derecho y la historia.
Confío en que una profundización rigurosa de estas líneas de investigación, alimentada también por las aportaciones de las ciencias humanas, fomentará el crecimiento de un "conocimiento de la paz" para formar a pacificadores verdaderamente valiosos, dispuestos a ponerse en juego en los más diversos ámbitos de la vida de nuestras sociedades.
Quisiera subrayar que un buen trabajador por la paz debe ser capaz de madurar una mirada al mundo y a la historia que no caiga en un "exceso de diagnóstico", que no siempre va acompañado de propuestas resolutivas y realmente aplicables". (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 50). Se trata, de hecho, de ir más allá de un enfoque puramente sociológico que pretende abarcar la totalidad de la realidad de manera neutral y aséptica. Quienes deseen convertirse en expertos en Ciencias de la Paz deben aprender a estar atentos a los signos de los tiempos: el gusto por la investigación y el estudio científico debe ir acompañado de un corazón capaz de compartir "las alegrías y las esperanzas, las penas y las angustias de los hombres de hoy" (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Gaudium et Spes, 1) para saber hacer un verdadero discernimiento evangélico.
Realmente necesitamos hombres y mujeres, bien preparados, equipados con todas las herramientas necesarias para leer e interpretar las dinámicas sociales, económicas y políticas de nuestro tiempo. Comprometerse en estos caminos de formación puede ser una ayuda válida para que muchos jóvenes descubran que "la vocación laical es ante todo caridad en la familia y caridad social o política: es un compromiso concreto a partir de la fe para la construcción de una nueva sociedad, es vivir en medio del mundo y de la sociedad para evangelizar sus diversas exigencias, hacer la paz, la convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y así extender el Reino de Dios en el mundo". (Postsin. ap. exhortación Christus vivit, 168).
Agradezco al profesor Marengo, que ha editado este volumen, así como a los relatores cuyas aportaciones abren el camino para la maduración de este campo indispensable de la investigación científica, destinado a alimentar prácticas de paz y armonía entre los hombres y los pueblos.
Francisco
¿Hay una libertad verdadera y otra falsa?
De hecho por “libertad” podemos referirnos a cosas diversas.
Pregunta:
Escuché a un sacerdote en un sermón decir que algunos creen que son libres pero no lo son; en realidad serían esclavos. ¿Cómo es eso? ¿Puede alguien ser esclavo sin saberlo o pensar que es libre y en realidad no ser libre?
Respuesta:
Creo que el sacerdote a quien usted oyó dijo una gran verdad, y por cierto “evangélica”, pues es Jesús quien dijo: Si el Hijo os diere libertad, seréis realmente libres (Jn 8,36). El texto griego de San Juan usa el adverbio óntos, trasladado al latín por vere: “verdaderamente libres”; y el Lexicon Graecum del Nuevo Testamento lo define: “por este vocablo se opone tácitamente una cosa verdadera a otra ficticia, falsa, aparente – una cosa absolutamente cierta a otra dudosa”[1]. Por tanto se afirma –implícitamente al menos– la existencia de una libertad que no es real.
De hecho por “libertad” podemos referirnos a cosas diversas.
Hay (primeramente) una libertad “perversa”: aquella en que uno abusa de su libertad para pecar; se trata, si podemos decirlo así, de “estar liberados –o alejados– de la santidad”.
Hay (en segundo lugar) otra libertad que debe ser llamada “vana” o “ilusoria”; es la libertad de los carnales; los que se creen libres porque no llevan pesadas cadenas de hierro; pero nada dice de las cadenas interiores y morales; es vana porque los hombres creen ser libres porque no ven barrotes o rejas en las ventanas de su habitación, olvidando los cepos y grilletes que esclavizan el corazón con el vicio y el pecado: quien obra el pecado es esclavo del pecado (Jn 8,34).
Finalmente existe una libertad espiritual y verdadera. Es la libertad que da la gracia por la que se carece de los negreros lazos del pecado. Y aún ésta conoce grados:
Puede encontrarse en un estado imperfecto; y tal es la que podemos alcanzar en esta vida; porque aquí, aun viviendo en gracia, la carne lucha contra el espíritu, sin permitirnos realizar todo el bien que queremos: Pues la carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; como que estas cosas son contrarias entre sí; de manera que no hagáis lo que queréis (Gal 5,17).
Pero puede alcanzarse un estado pleno y perfecto: en la Gloria celestial. Allí se dará lo que dice San Pablo: La misma creación será liberada de la servidumbre (Ro 8,21). Porque allí no habrá ningún mal, nada que incline al mal, nada que oprima. Será la total libertad de la culpa y de la pena; libertad de todo miedo y preocupación.
Esta libertad solo el Hijo la puede dar, porque Él se rebajó anonadándose hasta tomar forma de esclavo (Fil 2,7). Es su esclavitud la que nos ha liberado.
Familia que cena unida... también permanece unida
Las cenas son el evento de la rutina familiar que más dividendos produce
Las costumbres van cambiando. Los hábitos de las familias van transformándose y no necesariamente para bien. Según unos estudios de la universidad de Harvard, apenas el 50 por ciento de las familias americanas cenan en familia o dedican tiempo a la semana a convivir en torno a la mesa y de forma distendida. Además, muchas de estas reuniones están “intervenidas” por el uso de los celulares, las tablets, o cualquier otro elemento que aísla de alguna forma a alguno de los miembros. Esto sucede cuando hay niños pequeños, y lamentablemente también cuando los hijos son mayores, pues estos cenan conforme llegan a casa y solos.
The Family Dinner Project (fdp o, en español, Proyecto Cenas en Familia) es una iniciativa promovida por el Proyecto Zero desarrollado por la Universidad de Harvard con la intención de crear momentos en familia como esta cena diaria, de forma que las ayude a fortalecerse y a crecer tanto en lo físico, como lo personal.
Beneficios físicos y psíquicos
Anne Fishel es una de las promotoras de la iniciativa y asegura en su libro Home for Dinner: Mixing Food, Fun, and Conversation for a Happier Family and Healthier Kids (En casa para la cena: combina comida, ocio y conversación para que tu familia sea más feliz y tus hijos estén más sanos) que las cenas son el evento de la rutina familiar “que más dividendos produce”. Es más: “Aquellas que cenan juntas padecen menos estrés y sus miembros se sienten mucho más unidos”. Otra de sus virtudes es que “al llegar a la adolescencia, los hijos de estas familias son menos propensos a padecer desórdenes alimenticios o depresión, así como a abusar de ciertas sustancias o a ejercer de forma precoz su sexualidad”.
Por una parte, la cena puede convertirse en un espacio de entretenimiento cotidiano y, a la vez, garantiza una alimentación más saludable: “Está comprobado que, durante las cenas en familia, los niños comen menos grasa, azúcar y sal, y que aprenden a comer más verduras y vegetales, por lo que disminuye la probabilidad de que sufran obesidad. Además, se ha demostrado que cuando estos niños comienzan a hacerse cargo de su alimentación, mantienen estos hábitos saludables”.
Beneficios intelectuales
Pero no es solo el campo alimenticio, también hace referencia Fishel a lo intelectual: “La conversación que tiene lugar alrededor de la mesa incrementa de un modo significativo el vocabulario de los niños, incluso más que leerles cuentos antes de dormir, y, además, mejora su rendimiento escolar”. Por supuesto, es un momento para que los padres ayuden a encauzar a sus hijos con criterios y valores, pues las conversaciones se prestan a ello.
¿Cómo proceder?
No existe una receta única para este plan. Lo ideal es la constancia, y por tanto la cena diaria es el plan ideal. Ahora bien, a veces los miembros de la familia viajan, hay épocas de exámenes, horarios incompatibles… lo que dificulta el “plan A”. Una segunda opción puede ser reunirse en el desayuno, en la merienda, e, incluso mejor, durante los fines de semana. Lo importante es dedicar ese tiempo sagrado a la familia y no dejar que nada lo perturbe.
Hay que conseguir que sea deseado y establecer esta “cita familiar”, en un horario y un espacio previamente concertados. Y, para ello, el mejor ritual comienza con la preparación de la comida, la puesta de la mesa y la recogida, todos juntos y todos cooperando.
Tecnología… ¡fuera!
Los aparatos electrónicos son una gran distracción. Además provocan el aislamiento. Y una cena preparada para estar en familia, no puede ser compatible con el aislamiento de uno de los miembros. La televisión puede ayudar a veces si sirve para establecer un diálogo, pero los celulares y las tablets son, por sí mismas, enemigas del plan. Hay 24 horas al día para atender el celular, menos la hora de la cena.
Malo si son los hijos los que lo usan, peor si son los padres los que se distraen con ellos. Así que la profesora Fishel propone que sean los adultos los primeros en modificar su comportamiento, y que “fijen parámetros claros: ‘vamos a dejar los móviles en una cesta’ o ‘solo vamos a usar el móvil para compartir entre nosotros (una foto graciosa, un e-mail…), pero no para comunicarnos con alguien que no esté con nosotros en la mesa”.
Todos cooperan
Cada uno en la familia tiene un papel único. Y los hijos, por pequeños que sean, tienen algo que decir y que hacer. Puede ser desde la elaboración de los menús, hasta poner la mesa. Puede ser acompañando a sus padres a la compra de los alimentos, o cuando son mayores aprender a cocinar. Todo rinde, porque el comensal pequeño de hoy será el cocinero de mañana… El hijo de hoy es el padre de mañana.
Lo que has aprendido en tu familia de pequeño, lo pondrás por obra mañana: “A la mayoría de los niños les gusta ayudar y debemos animarlos a hacerlo”.
¿Lees la Biblia? Aquí te damos 10 sencillos y poderosos motivos para hacerlo desde hoy
Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió.
Aprovecha para leerla, saborearla, meditarla, permitirle que sea lámpara para tus pasos, luz en tu sendero. Considera que tienes al menos diez razones para adentrarte en el fascinante mundo de la Sagrada Escritura:
1. Conocer a Dios: Sería para nosotros imposible saber algo acerca de Dios si Él no nos lo hubiera revelado. Y lo hizo a través de Su Palabra. Así que para que puedas conocerlo y consiguientemente entablar con Él una relación personal de amor y confianza, es indispensable que leas Su Palabra.
2. Conocerse uno mismo: La Palabra de Dios "penetra hasta las fronteras del alma y del espíritu" (Heb 4,12). Leerla te permite conocerte a fondo, pero no desde la óptica humana de juicio y condena, sino desde la mirada esperanzadora y misericordiosa de Dios.
3. Recibir luz: Dice el salmista que la Palabra es “lámpara para sus pasos, luz en su sendero” (ver Sal 119, 105). Siempre tiene un mensaje para iluminar tu situación actual, siempre tiene algo pertinente que decirte; a veces te consuela, a veces te exhorta, a veces te tranquiliza, a veces te inquieta y te sacude, pero puedes tener la certeza de que siempre te da lo que tu alma necesita.
4. Dialogar con Dios: Hay quien cree que orar consiste sólo en hablar y hablar con Dios pues Él no dice nada. Pero Dios sí habla: a través de Su Palabra. Leer la Biblia te permite escuchar lo que quiere decirte, para poder después responderle, dialogar con Él y, con Su gracia, hacerlo vida.
5. Participar de la reflexión y oración de toda la Iglesia: Cuando lees los textos que se proclaman cada día en Misa o en la Liturgia de las Horas, te unes a millones de católicos en todo el mundo que en ese mismo momento están leyendo, escuchando, reflexionando, orando con esas mismas palabras. Leer así la Palabra te permite participar activamente en la unidad y universalidad de la Iglesia.
6. Situarte dentro de la historia de la salvación: Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió. Conocer el pasado te permite comprender el presente y vivirlo desde el gozo de saber que formas parte del pueblo de Dios, que eres miembro de Su rebaño, oveja del Buen Pastor.
7. Conocer, comprender y amar a la Iglesia: Leer la Biblia te permite conocer la Iglesia de la que formas parte para comprenderla y amarla más, y gozarte de pertenecer a ella sabiendo que fue fundada por Cristo, y aunque está formada por seres humanos susceptibles de fallar, como tú y como yo, es conducida a través de la historia, por el Espíritu de Dios.
8. Anunciar la Buena Nueva: Leer la Biblia te permite cumplir el mandato de Jesús de ir por todo el mundo a anunciar la Buena Nueva (ver Mc 16, 15). Sólo si conoces la Escritura puedes compartir Su luz con otros.
9. Conocer y defender la fe: Dice San Pablo que todo texto de la Escritura es útil para enseñar (ver 2Tim 3,16). Conocer la Biblia te permite enfrentar a quienes atacan tu fe católica y responderles no sólo con caridad sino con argumentos sólidos.
10. Vivir con libertad y alegría: Leer la Biblia te da libertad y alegría. La libertad de que gozan quienes abandonan la inmovilidad de las tinieblas y caminan hacia Aquel que es la Luz; la alegría de saber que Él está contigo todos los días hasta el fin del mundo, y la alegría de anunciarlo a los demás, como pide el Papa Francisco.
Hasta aquí las diez razones. Cabe aclararte que sólo son las diez primeras. Lee la Biblia y descubrirás que hay otras diez, y diez más, y más, y más...
Recomendamos:
Las versiones más importantes de la Biblia en español: Traducciones más conocidas con una breve anotación respecto a sus características más importantes
Aprende a manejar las Sagradas Escrituras y sus abreviaciones: ¿Te ha pasado que miras una referencia bíblica y no sabes como interpretarla y mucho menos buscarla en la Biblia? Aquí te explicamos.
Con María, que se unió a los sufrimientos de su Hijo Jesucristo para la salvación de todos los hombres, oremos diciendo:
R/MSalvador del mundo, sálvanos.
Como María, que te buscó con ansia cuando te perdiste en el templo,
– enséñanos a ver tu mano en todas las cosas.MR/
Con María, que fue fiel hasta la cruz,
– ayúdanos a soportar con paciencia las contrariedades de este día.MR/